N.A.:
Muy feliz cumpleaños Maramba. Ted está enfadado contigo por pedir que le
castiguen con esa cosa tan fea, que lo sepas. Y si no te gusta es tu culpa por
pedir cosas difíciles!! Jajaja Ya en
serio, espero que te guste, y que pasaras un buen día. Sé que voy con retraso ;_;
No me lo tengas en cuenta.
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Con los ojos aún cerrados, Ted tanteó la cama sin atreverse a respirar.
Sus temores se hicieron realidad cuando su mano izquierda palpó algo blando,
suave, y carnoso. Cuando por fin se decidió a abrir los ojos, vio que
efectivamente lo que estaba tocando era una persona. Por desgracia, o quizá por
suerte, pero desde luego no por casualidad, esa persona era Agustina.
La cabeza le dolía como si tuviera tres
migrañas juntas. Él no había pretendido beber tanto alcohol, pero tenía mucha
sed, y desconocía el efecto deshidrataste de las bebidas alcohólicas. Cuanto
más bebía más sed tenía, y como la noche no terminaba, bien pudo tomarse seis
copas de un cóctel que llevaba de todo menos refresco. Y aun con todo eso en el
cuerpo, seguía recordando esas palabras que tanto le habían dolido. Eso de
beber para olvidar no era más que un mito, porque él se acordaba de todo…
Recordaba la fuerte pelea con Aidan, cuando
le dijo que no podía ir al viaje de fin de curso como el resto de sus
compañeros. Para una maldita cosa que él quería hacer y él no le daba permiso…
y ni siquiera le daba un buen motivo. Después de aquello Ted se encerró en su
cuarto, para no decir algo que le pudiera meter en problemas, y escuchó como
Michael salía en su defensa. Ted les escuchó hablar en el pasillo, y fue
entonces cuando Aidan pronunció aquella horrible frase: “No me fío, Michael.
Con diecisiete años se hacen muchas tonterías”.
Recordaba la ira que le invadió al oír que su
padre no se fiaba de él. Sintió que las expectativas de Aidan estaban demasiado
altas, que nada de lo que él hacía servía para que confiara en él. Tuvo ganas
de hacer algo realmente malo, algo que hacían otros adolescentes, para que
Aidan supiera de una maldita vez lo que era tener un hijo del que no te puedes
fiar. Pensó que si no iba a fiarse de él, al menos le iba a dar un buen motivo
para no hacerlo.
Recordaba haber decidido ir a esa fiesta, que
en principio ni siquiera le había llamado la atención, porque allí no iba a
encontrar más que alcohol y problemas. Pero eso es justo lo que buscaba en
aquél momento, así que de pronto pareció el lugar ideal.
Recordaba la alegría que le invadió al ver
que Agustina había ido a esa fiesta también, y la sorpresa que se llevó al ver
la manera en la que ella bebía, como si también tuviera algo que quisiera
olvidar y se hubiera propuesto matar a sus neuronas para ello.
Recordaba beber la primera copa, y la
segunda, y la tercera. Recordaba haberse animado a bailar, como si la vergüenza
de pronto fuera algo abstracto y lejano. Y a partir de ahí, la verdad es que
recordaba todo un poco difuso.
Pero aún recordaba haber salido de aquél
lugar, y caminar entre risas hasta su coche. Agustina le quitó las llaves,
porque estaba demasiado bebido para conducir, pero ella estaba demasiado bebida
hasta para meter las llaves en la cerradura. Ted no vivía tan cerca como para
ir caminando, y a esas horas no había ya transporte público, así que resolvieron
que ambos irían a casa de Agustina, que quedaba a pocas calles de allí.
La casa de ella estaba vacía… tan vacía como
las paredes, que apenas tenían fotos o elementos decorativos. No era un lugar
muy acogedor, pero eso dejó de tener importancia cuando ella desabotonó su
camisa juguetonamente… La memoria de Ted tenía un lapsus desde ese momento al
instante en el que los dos terminaron en una cama, demasiado grande para ser la
de Agustina, así que seguramente sería de sus padres. Los dos se movieron con torpeza, pero con pasión, animados por la
desinhibición del alcohol y la atracción mutua.
Ted no recordaba haberse dormido, pero
evidentemente lo hizo, y ahora estaba ahí, con la mano apoyada en aquella
cadera que sus dedos habían recorrido aquella madrugada de forma mucho más
ansiosa y desenfrenada.
Estaba muerto. Estaba muy muerto. Había
pasado la noche fuera, Aidan estaría histérico, y si llegaba a enterarse de lo
que había hecho en aquella noche, le mataba de verdad. Quiso levantarse, ponerse unos pantalones y
salir corriendo, pero sabía que en realidad eso no serviría de nada. No había
lugar donde pudiera esconderse, porque alguna vez tendría que volver a casa, y
en el momento en el que lo hiciera… en fin, todos debemos morir algún día. Lástima
que él fuera a hacerlo antes de los dieciocho.
Como no iba a irse pensó que al menos podía
disfrutar de sus últimas horas de vida. Observó dormir a Agustina preguntándose
si había sido tan genial para ella como para él. Sabía que para una chica la primera
vez podía ser dolorosa… y Ted había descubierto con satisfacción que ninguno de
los dos había tenido experiencia en aquella materia hasta esa noche. Con
cuidado, pensando que era una tontería sentir vergüenza después de haberse
visto desnudos, levantó un poco las sábanas para ver si había sangre.
-
No va a tener nada diferente a lo que tenía ayer por
la noche – dijo una voz a sus espaldas. Una voz que conocía muy bien. La voz de
alguien que no debería estar allí. ¿Qué hacía Aidan en aquella casa, en aquella
habitación, en aquella silla? Ted fue
incapaz de darse la vuelta. Se quedó muy rígido de lado sobre aquella cama, sin
mover un músculo, ni siquiera el corazón, que le dejó de latir.
La sábana apenas cubría el pubis de la chica
y Ted se sintió en la obligación de taparla un poco más, como para proteger su
cuerpo de la vista de su padre. Claro que eso era una tontería, porque a saber
cuánto tiempo llevaba Aidan allí. Ted tenía la impresión de que llevaba un buen
rato, y se había tomado unos cuantos minutos para calmarse. Por eso había
hablado con aquella voz tan fría, casi más propia de un asesino a sueldo que de
su padre.
-
No tengo ningún interés en ver a tu novia desnuda,
Theodore. – repuso aquella misma voz.
Ted se giró furioso para mirar a su padre. Le cabreaba que
estuviera allí, le cabreaba que le hubiera descubierto, pero por encima de
todas las cosas, le enfurecía saber que ahora sí le había dado un motivo para
no fiarse de él. Y no se sentía tan bien como había pensando. No se sentía como
una justa venganza para demostrar un punto, sino como una gran cagada.
-
¿Entonces qué narices pintas aquí? – le espetó. Tal
vez no fuera muy inteligente hablarle así a un hombre que se había pasado toda
una noche sin saber dónde estaba su hijo, y que había tenido que hacer de
detective para averiguar que se había bebido media destilaría antes de acabar
en la casa de una chica igual o más borracha que él.
El rostro de Aidan se ensombreció bastante al
escuchar aquello, y Ted sintió un escalofrío,
porque había algo de tétrico en aquella expresión. No recordaba haber
visto a su padre así nunca. Parecía venir de haber librado una gran batalla…
tal vez una consigo mismo.
-
He venido a buscar a mi hijo.
A Ted le hubiera encantado responder “pero si
no tienes”. Estuvo a punto de hacerlo y
tal vez se hubiera sentido muy desahogado, pero sabía que no era cierto. Aquél
hombre era su padre le gustara o no. Y por más resentido que estuviera con él,
le gustaba.
-
Ya, pues elegiste un mal momento. Agus despertará enseguida.
-
¿En qué pensabas, Ted? ¿En qué coño pensabas?
Aidan sonó entre decepcionado y sorprendido.
Su tono de voz evidenciaba que no se esperaba eso de él. Ted sintió que las
venas le ardían.
-
En acostarme con mi novia… no creo que tú sepas lo
que es eso…
Los ojos de Aidan se abrieron exageradamente.
-
Basta. Levanta de ahí. Nos vamos.
-
Vete tú. Yo voy a esperar a que ella se despierte.
-
Lleva un buen rato despierta. Se está haciendo la
dormida porque se muere de vergüenza y no me extraña.
Ted giró la cabeza para mirarla y notó que se
estremecía, aunque no abrió los ojos. ¿Sería verdad? Rayos. ¿Qué pensaría de
que su padre estuviera allí? ¡Qué vergüenza!
-
No puedes venir así… No puedes estar aquí – protestó
Ted.
-
¿Qué no puedo? – la paciencia de Aidan pareció
extinguirse en ese punto. Se acercó a Ted y le agarró del brazo. - ¡No me digas
lo que puedo o no puedo hacer porque no tienes ningún derecho después de lo que
has hecho! Cierra el pico y muévete en lugar de poner a prueba mi autocontrol.
¡Y vístete, joder!
Ted tragó saliva y agarró sus calzoncillos.
Le invadió un pánico intenso, porque al agarrarle el brazo Aidan le había hecho
algo de daño… estaba peor que enfadado. Joder, le iba a matar…. En un impulso
salió corriendo, pero no conocía bien aquella casa y no sabía dónde refugiarse.
Escuchó que Aidan le llamaba pero no se
detuvo. Estuvo tentado de salir de la casa, pero aún estaba en calzoncillos. No
llevaba ni siquiera calcetines… Finalmente Aidan le alcanzó en el salón.
-
¡TE FUISTE DE CASA SIN DECIRLE NADA A NADIE! ¡TE
EMBORRACHASTE! PASASTE LA NOCHE FUERA Y CASI ME DA ALGO. Y mierda, Ted, nada de
eso importa tanto como la forma en la que te he encontrado, ¡EN PELOTAS CON UNA
CHICA!
-
¿Tan malo es que me haya acostado con ella? ¡Ya no
soy un niño!
-
¡Por mi como si tienes noventa años! ¡Te apuesto
algo a que no usaste protección! No, no me respondas… Te diré algo… Eso mismo
hacía él ¿sabes? Emborracharse hasta acabar metido en la cama de alguien, o que
alguien acabara en la suya.
Ted supo que estaba hablando de Andrew, y
supo también por qué Aidan parecía más dolido y preocupado que enfadado. Habían
sido innumerables las charlas sobre educación sexual a partir de cierta edad…
porque Aidan no quería que sus hijos se convirtieran en Andrew 2.
Aquello le desarmó por completo. Así había
nacido alguno de sus hermanos. Justo así. Con una noche de borrachera y un
condón despreciado.
-
Te he pedido mil veces que antes de tener relaciones
hablaras conmigo… Porque las tuviste, ¿verdad?
-
¿AHORA ME PREGUNTAS? ¡Casi me sacas los ojos y ni
siquiera me has preguntado si en verdad tuve sexo!
-
¡Joder, Ted, estabas desnudo en su cama! ¡Creo que
es para malpensar al menos un poco! ¿Te acostaste con ella o no?
-
¡SI, CLARO QUE LO HICE! ¡ME FUI DE CASA, BEBI HASTA QUE
NO PUDE MAS, VINE AQUÍ Y FOLLAMOS HASTA CAER AGOTADOS! Y NO, NO TENÍA CONDÓN
PORQUE NO FUE PRECISAMENTE ALGO PLANEADO. ¿ES ESO LO QUE QUERÍAS OÍR?
Cri. Cri. Cri. El silencio era antinatural,
tenso… peligroso… Ted se puso nervioso, muy nervioso. Sabía que no era momento
de gritar, ni de ponerse chulo…
- El amor… hicimos el amor… - rectificó, como
si por omitir la palabra malsonante arreglara algo. Follar…hacer el amor… Ted
estaba bastante seguro de que en ese momento a Aidan le daba igual los términos
que empleara.
Ted miró a su padre durante varios segundos,
preocupado porque no se moviera. Temió que fuera a darle un chungo o algo.
Luego vio cómo se llevaba los dedos al puente de la nariz, como si él también
tuviera jaqueca. Y finalmente las manos de Aidan bajaron hacia su cintura.
Al principio Ted no entendía por qué su padre
se desabrochaba el cinturón. ¿Le apretaba? A medida que lo iba sacando de las
trabillas, con una calma que tenía algo de acojonante, una idea se asentaba en
la cabeza de Ted, pero él luchaba por expulsarla de ahí. Observó hipnotizado cómo Aidan doblaba el cinturón y
lo sujetaba con su mano derecha, con la hebilla escondida en su palma. Después,
con la misma calma, lo dejó encima de la mesa… como quien aparta una cosa para
usarla más tarde.
- Te fuiste de casa. Bebiste. Bebiste mucho.
No respondiste mis llamadas. Pasaste la noche fuera sin avisar. Tuviste
relaciones sin precaución y en estado de ebriedad. No me hablaste
adecuadamente. – enumeró Aidan, levantando un dedo con cada falta. - ¿Crees que
alguna de esas cosas está bien hecha?
-
No…
-
¿No qué? – preguntó Aidan con aspereza.
A Ted le escocieron los ojos. Sabía que la
había embarrado mucho y le dolía ver a
Aidan tan enfadado…
-
No, señor – balbuceó. Aidan nunca le exigía que le
llamara así, aunque él lo hacía a veces….
-
Mierda, Ted, no es eso. Quiero que me respondas con
algo más que un monosílabo.
-
No, no está bien hecho… Papá… ¿qué vas a hacer con
eso? – preguntó Ted, mirando el cinturón.
-
Ya lo sabes ¿verdad?
-
¡No serás capaz! Papá tú no….tú nunca….
-
Tú nunca me has dado un susto así, ni has hecho algo
tan irresponsable. Desde ya te lo digo que si dejas a una mujer embarazada te
haces cargo del niño…
-
¿En serio me crees capaz de otra cosa?
-
Ya no sé de lo que eres capaz, Theodore. Vamos, ven
aquí.
Esa frase le destruyó tanto que Ted perdió
cualquier deseo de rebelarse. “No sé de lo que eres capaz”. Era la confirmación
de que Aidan no se fiaba de él… lo mismo que había escuchado en su casa. Lleno
de rabia y de dolor, avanzó hasta su padre mirándole con esa misma ira.
-
No me mires así, tú solo te lo buscaste. Voy a
castigarte ahora porque cuando lleguemos a casa tienes muchas explicaciones que
darle a tus hermanos. Aparte de lo mucho que se han asustado al ver que no
estabas, ¿qué clase de ejemplo crees que es este para ellos?
Eso fue otro golpe bajo. Ted luchó por
mantener los ojos secos, y se preguntó qué era exactamente lo que Aidan se
proponía. Es decir, sabía lo que pretendía hacer, pero no como, dado que no
estaba actuando como otras veces. No estaba sentado, sino apoyado en la mesa.
Cuando estuvo lo bastante cerca Aidan tiró de él de tal forma que no tuvo más
remedio que apoyar las manos en la mesa.
-
Las manos las dejas aquí en todo momento. ¿Fui
claro?
-
Sí…
Ted notó cómo Aidan le agarraba con un brazo,
rodeándole el cuerpo. Aquello era extraño… ¿por qué le hacía apoyarse ahí?
“Ya sabes por qué” le dijo un mal presentimiento…
“Ya sabes por qué” le dijo un mal presentimiento…
Le vio coger el cinturón, y luego el
movimiento fue muy rápido, porque nada más dejar de verlo lo sintió.
ZAS
“¡Ihss! ¡Eso picó!” pensó Ted. La cosa esa no era para tomársela a
broma…¡maldito el momento en que se lo sacó de la cintura!
ZAS
- ¡Ah! Papá, duele…
- ¡Ah! Papá, duele…
-
Y a mí me duele más que después del ejemplo de
nuestro padre tu hayas decidido imitarle. Me duele que después de todos estos
años no me merezca ni una llamada para saber dónde estás y si te pasó algo…
ZAS
-
¡Au!
Ted apretó fuerte los nudillos sobre la mesa
y el escozor de sus ojos se hizo insoportable.
ZAS ZAS
Notó correr las lágrimas y respiró hondo para
aguantar. Aidan se había cansado de él. Estaba seguro de que sí. Ya no confiaba
en él y nunca volvería a ser lo mismo.
ZAS ZAS
-
¡Ah! …Lo siento…
Agustina seguramente estaría escuchando,
porque era imposible que no oyera el chasquido del cinto y sus quejidos cada
vez menos suaves. No sabía si sentía vergüenza porque ella supiera que le
estaban castigando o simplemente rabia por sentirse humillado de esa manera…
ZAS ZAS ZAS
-
¡Aah!
Todo su cuerpo se estremeció por los sollozos
pero de pronto notó que ya no venían más. Lleno de rabia y de dolor físico y
emocional, se llevó una mano a los muslos. Uno de aquellos golpes le había
alcanzado donde no llegaba la protección del calzoncillo, y la piel le ardía.
Sentía ganas de rascarse pero pensó que así se lastimaría más.
Había pasado a apoyar todo su peso sobre
aquella mesa de madera. Tras unos segundos notó la mano de Aidan frotando su
espalda suavemente.
-
Vamos, Ted, levántate.
Ted no respondió, ni se movió. La rabia le
bullía desde el centro del estómago, la misma rabia que le había llevado a
salir de casa la noche anterior….
-
Ted, cariño, levanta. Despierta Ted, vamos, ¿qué
ocurre?
Ted apretó los párpados con fuerza. La luz le
hacía daño. Tardó unos momentos en enfocar. Delante tenía el rostro de Aidan,
pero ya no estaban en un salón, sino en un dormitorio. Su dormitorio. No estaba
apoyado en ninguna mesa, sino tumbado boca arriba en la cama. No estaba en
calzoncillos, sino con unos vaqueros a medio quitar, porque se durmió antes de
desvestirse. Y no sentía ningún dolor.
Aidan tenía las manos calientes. Lo sabía
porque le estaba acariciando el rostro con suavidad. Ted giró la cabeza y vio
que estaban solos en el cuarto.
-
Hola. Por fin despiertas, dormilón. Me estabas
asustando.
-
Ho…hola.
Aidan agachó la cabeza para besarle en la
frente.
-
No me gusta dormir sin hacer las paces, Teddy.
Entiende que no te dije que no por capricho, ¿bueno?
Ted le miró sin comprender, aún algo
confundido.
-
Agustina… la fiesta…
-
¿Qué fiesta, hijo?
-
La de anoche…
-
¿Anoche? Ted, aún es de noche. Apenas son las diez.
Hace dos horas que te has dormido.
-
Oh. ¿Lo soñé?
-
¿El qué soñaste?
-
Que tú….no importa – dijo Ted, sacudiendo la
cabeza. Poco a poco se fue centrando.
Nunca salió de su casa. Discutió con Aidan, se encerró en su cuarto, y en algún
momento se quedó dormido.
-
¿Aún estás enfadado? – preguntó Aidan, mimándole el
brazo como si pretendiera quitarle el enfado a base de caricias.
-
No entiendo por qué no me dejas ir – respondió, con
fastidio. – Escuche lo que le dijiste a Michael. Si no te fías de mí es tu
problema, y te puedes ir a la mierda porque no hice nada para merecer tu
desconfianza. Y aunque lo hubiera hecho, se supone que tú estás para enseñarme,
no para decir que ya no sabes qué esperar de mí. Si te rindes conmigo no serás
mejor que Andrew.
-
Eh, eh, para el carro. Pero bueno, ¿ahora por qué me
hablas así?
-
¡Porque te lo mereces!
-
¿Ah, sí? ¿Y por qué?
-
¡Por no fiarte de mí!
-
¿De dónde has sacado esa estupidez, Ted? Pues… si no es de ti, que eres mi
hijo…..¿de quién voy a fiarme? Me fío de todos vosotros. Si por eso fuera tu te
ibas a mil viajes, que no sólo estoy seguro de que no harías nada malo sino que
volverías aquí siendo más hombrecito de lo que ya eres.
-
¿Entonces? Yo te escuché…. Dijiste que con
diecisiete años se hacen muchas tonterías….
Durante unos segundos, Aidan pareció
desconcertado. Luego adquirió la expresión de quien ha sufrido una revelación y
sacudió la cabeza, sonriendo un poco.
-
Un viaje de fin de curso con todos tus compañeros.
Con los mismos que te la tienen jurada. Los mismos que te amenazaron el otro
día. Los mismos que te hacen la vida imposible desde que expulsaron a Jack.
Claro que no me fío, pero de ellos. Tus profesores ya han demostrado no ser
capaces de impedir las agresiones de semejantes salvajes. Por más que te
enfades, jamás te dejaré ir a un viaje con ellos.
El rostro de Ted se iluminó como los árboles
en Navidad.
-
¿Eso era? ¿A eso te referías?
-
Si pensaste otra cosa el que se enfade tendría que ser
yo.
Ted se incorporó un poco y le agarró por la
cintura.
-
No te enfades…que ya fuiste muy malo conmigo.
-
¿Lo fui?
-
Síiii….en mi sueño. ¡Y fue muy feo! ¡No volveré a
soñar contigo nunca!
… Aunque con Agustina tal vez mereciera la
pena soñar.
jjajjajaja mas fino.... Aidan es incapaz de castigarle con el cinturón... y que siga asi... Pobre Teddy que pesadilla....
ResponderBorrarAhh como dirían en mi pueblo casi me da el patatús jeje
ResponderBorrarQue bien que fue una pesadilla pobre Ted :S ese Aidan del sueño es muy severo y gruñón :D
Aunque sabes? S quedado genial el relato
Apoyo a Sanha es incapaz de castigar con cinto jeje
OMG!!!...yo he tenido pesadillas horribles en mi vida pero seguro que Ted me ganó!!
ResponderBorrarjajajaj, que bueno que encontraste la manera de complacer a Maramba sin provocar la ira de los demás fans!! jajajaja
Genial, Dream, verdaderamente genial!!
Gracias, gracias, gracias!
ResponderBorrarSólo un mal sueño, una horrible pesadilla! Espero que no me vuelvan a asustar así.
Adoro a Aidan y a cada uno de los otros doce (mi consentido es Alejandro).
Pero sobretodo adoro a Dream! Me encanta lo que escribes y como lo escribes!
Ojalá actualices pronto...
Con cariño, Annie
Estupendo relato. DreamGirl!!!!!! GENIAL... como siempre!!!!!! Aidan es tan increíble como padre, Ted es un encanto de chico y tú, una MARAVILLA DE ESCRITORA!!!!
ResponderBorrarSigue así, por fis!!! Te admiro muchísimo!!! :D
Camila
Muy, muy lindo Dream, eres excelente
ResponderBorrarmi muy querida y admirada Dream Girls... mamá de mis lindo pollitos, estoy maravillada por el regalo recibido, por favor, recibe mis sinceras disculpas por la tardanza en responder, creeras que soy una mal educada..... pero no es por que no me haya gustado o sea un descuidada, tuve una horrible recaida de DEngue y estuve en cama desde el lunes hasta hace 3 dias atras y la consulta se me ha llenado y estoy sin tiempo para nada, pero debo decirte que disfrute enormemente del regalo hecho, me has cumplido el sueño como un hada madrina y aun cuando la paliza fue un sueño estuvo genial.
ResponderBorrarAdoro a tus niños, adoro a Ted, y se que nunca Aidan le daria un paliza con otra cosa que no sea su mano, tus relatos estan llenos de ternura y sus padres on siempre amorosos asi que linda muchas gracias por el obsequio, complacida he quedado y en espera de más aun cuando solo sea una fea pesadilla, bueno ni tan pesadilla mi niño se disfruto soñando con que dormia con su linda novia, hasta yo me entusiasme pensando que por fins e desato la melena
NUEVAMENTE MUCHAS GRACIAS Y FELICIDADES, ERES UNA MARAVILLOSA ESCRITORA....... Y UNA VEZ MÁS MIL DISCULPAS POR LA TARDANZA
jajaja Dream eres una genia al complacer a Marambra sin perder la esencia de Aidan. Me encanto
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