CAPÍTULO 13: LECCIONES REPETIDAS
Tardó unos
segundos en reaccionar porque el golpe en la pierna le dolía de veras, pero
luego Héctor se dio cuenta de que los niños se iban, quién sabe a dónde. Por
suerte, uno de los empleados que acababa de entrar estuvo rápido de reflejos y
abrió un cuadro de mandos insertado en la pared. Era el sistema de seguridad
que rodeaba toda la finca, y Pedro bajó una palanca para que la puerta exterior
del jardín se cerrara. Con ese cierre automático, era imposible abrir tanto por
dentro como por fuera a no ser que se insertara un código que sólo Héctor
sabía.
-
El terreno es muy
grande – dijo María – Corred a por ellos antes de que se escondan. Aún no
conocen bien esto y podrían caerse a la piscina o algo peor.
Todos los
empleados y el propio Héctor salieron corriendo y dieron con los niños antes
incluso de que llegaran a la puerta principal para comprobar que no se abría.
-
¡Tizziano! ¿De qué
escapas? ¿A qué ha venido esa patada?
-
¡Les llamaste para que
nos llevaran! ¡Sabía que te ibas a rendir, pero no que tratarías de engañarnos!
-
¿Llamar a quién? –
preguntó Héctor. No sabía si estar sorprendido o enfadado. Más bien las dos
cosas.
-
¡A todos ellos!
-
¿Mis empleados?
Para
ese entonces Héctor ya se había acercado lo suficiente como para agarrarle, no
fuera a echar a correr otra vez. Tizziano se revolvió.
-
¡No! Scendere,
scendere me! ¡Suéltame!
-
No te suelto nada. Me
escuchas. – empezó Héctor con firmeza, pero sí que le soltó porque Tizziano le
dio un mordisco.
Los
ojos de Héctor se oscurecieron un poco. Agarró a Tizziano por la cintura y se
le colgó debajo del brazo, casi como si fuera un maletín. Con él así volvió a
entrar en la casa. Tizziano no dejó de gritar y patalear en todo el proceso.
-
¿Te calmas? – preguntó
Héctor, dejándole en el suelo. No obtuvo ninguna respuesta coherente – Está
bien: te calmo yo.
Le giró un poco
y soltó tres palmadas enérgicas sobre su pantalón.
PLAS PLAS PLAS
Fueron lo
bastante fuertes como para que el niño diera un respingo. Los gritos enfadados
de hacía unos segundos se transformaron en un llanto angustiante que desde el
punto de vista de Héctor poco tenía que ver con los azotes. Le abrazó con
movimientos lentos, para no asustarle.
-
¿Qué ocurre, píccolo? Estábamos bien…
Tizziano no
respondió, pero se apoyó en él para llorar un poco más. Finalmente se calmó lo
bastante como para hablar. Le miró con ojos todavía húmedos.
-
No vamos a ir a un
orfanato – sentenció el niño, con firmeza.
-
Me alegra que lo tengas
claro, porque tenemos muchos sitios a los que ir estos días, y ninguno es un
orfanato – respondió Héctor.
-
Pero… les llamaste…
-
No sé a qué te
refieres, Tizziano. Yo no he llamado a nadie. Esos hombres son mis empleados.
Son las nueve de la mañana: es la hora a la que entran a trabajar. Julia y
Blanca son las chicas de la limpieza, Ramón y Pedro los jardineros. Violeta es
mi chofer.
-
¿No han venido a por
nosotros? – insistió Tizziano.
-
Bueno, Violeta sí:
tiene que llevarnos al centro comercial.
-
Pero… ¿nos quedamos
aquí?
-
No sé de dónde sacaste
lo contrario.
Tizziano
le miró fijamente por un rato, como para ver si era verdad lo que le decía.
Tras algo más de medio minuto debió decidir que Héctor decía la verdad, porque
relajó un poco la tensión de los hombros. Luego movió la cabeza a un lado y a
otro.
-
¿Y Clitzia? ¿Y María? –
preguntó.
-
Se han quedado fuera,
con los demás. Y eso es estupendo porque tú y yo tenemos que hablar.
-
¿De qué?
Héctor
no supo si se estaba haciendo el inocente o en verdad lo era.
-
Ayer mismo te dije que
no puedes darme patadas. – le recordó Héctor.
-
Estaba asustado…
-
Me da igual. Las cosas
se hablan. Me hubieras preguntado y yo
te hubiera quitado esas tonterías de la cabeza. – indicó, con un tono bastante
firme. Tal vez, demasiado seco.
-
¿Qué me vas a hacer? –
inquirió Tizziano, con vulnerabilidad.
-
Lo que llevas pidiendo
desde esta mañana. O desde ayer por la noche, mejor dicho. – repuso Héctor, y
caminó hacia el sofá, arrastrando a Tizziano con él.
-
¿Me vas a pegar? –
preguntó el niño. Héctor se limitó a asentir una vez con la cabeza. – Pero eso
ya lo has hecho antes.
-
No. Hasta ahora te he
dado advertencias y he sido suave contigo, pero no vas a darme patadas. Ni a mí
ni a nadie. Soy responsable de ti y no puedes tratarme así. – regañó, y colocó
al niño delante suyo. A Tizziano le tembló el labio, amenazando con ponerse a
llorar de nuevo. No es que a Héctor le gustara verlo así, pero estaba decidido.
Había conocido su lado amable, paciente, y comprensivo, pero si no entendía por
las buenas entendería por las malas.
Tumbó
a Tizziano sobre sus rodillas y tras dudar apenas un segundo dio un tirón a su
ropa, desvistiéndole a medias. Sabía que Tizziano estaba haciendo fuerza para
levantarse, pero él apenas lo notaba. Ese niño no tenía en verdad ninguna
fuerza.
PLAS PLAS PLAS PLAS
El
sonido de su mano sobre la piel desnuda era algo casi exagerado para la
intensidad que estaba empleando. Para Tizziano fue un sonido horrible, y se
sintió mucho peor. Lloró con ganas, pero decidido a no darle la satisfacción de
oírle suplicar.
PLAS
PLAS ¡Ay! PLAS PLAS
PLAS
Aya….auch… PLAS PLAS PLAS
Vale,
le daría la satisfacción de oírle suplicar. Le daría cualquier cosa…
PLAS
PLAS snif….snif….ya…ya no más…PLAS PLAS
PLAS
PLAS ….ya no lo hago…snif…pero para…PLAS PLAS
PLAS
¡Ay! ….snif…. me duele….PLAS PLAS PLAS
PLAS
Perdón….¡Perdón!....Lo siento mucho…. PLAS PLAS Per favore ... non più. PLAS
PLAS ¡Ay!.... non
più.
-
Héctor,
es suficiente.
Sólo María se
atrevería a llevarle la contraria, o a hablarle en ese tono mandatorio que casi
parecía invertir los roles entre ellos. Ninguno de los dos había reparado en
ella cuando entró, desoyendo al resto que la decían que no debía interrumpir.
Héctor la miró un segundo, y luego volvió a
mirar a Tizziano. El centro de sus nalgas, que era lo único que había golpeado,
estaba bastante colorado. El chico tenía la piel muy blanca y también bastante
sensible y el color destacaba mucho sobre el resto de él. Sí, María tenía
razón, era suficiente. Sólo en ese momento reparó en que la mano le ardía un
poco, pero no tuvo tiempo para concentrarse en eso porque percibió el bultito
que temblaba y sollozaba encima de él.
-
Seré bueno…de verdad….
–lloriqueó Tizziano. No parecía haberse dado cuenta de que se había terminado.
Héctor
chasqueó la lengua, colocó la ropa del chico e hizo que se incorporara.
Tizziano se quedó de pie frente a él, pero evitando mirarle, frotándose los
ojos con una mano, lo cual provocaba que le escocieran.
-
Aquí – indicó Héctor,
mientras le agarraba con los dos brazos y le acercaba contra su cuerpo.
Tizziano enterró
la cabeza en el hombro de Héctor y se dejó acariciar el pelo y la espalda,
sintiendo que aquello le reconfortaba de alguna manera.
-
No se pegan patadas –
dijo Tizziano, como para demostrar que había entendido. Sonó a un niño pequeño
que quería demostrarle a su maestro que era inteligente y había entendido cómo
se hacían las sumas.
-
Eso es, píccolo. ¿Qué otra cosa has aprendido?
-
Sin ropa duele mucho
más.
Héctor
parpadeó levemente desconcertado y luego soltó una risita.
-
Lo tendré en cuenta.
Pero hay algo más importante que eso, y lo de no pegar.
Tizziano le miró
con cara de no entender.
-
Tú no vas a ir a ningún
lado sin mí, y nadie os va a llevar ni a ti ni a tu hermana lejos de aquí. – le
aseguró, y apretó el abrazo. Se puso de pie con él aún abrazado y se dio cuenta
de que Tizziano dejaba que sostuviera todo su peso. Se agarró de su cuello como
un niño pequeño, como si supiera que no le iba a dejar caer.
Después
de aquello por fin pudieron marcharse de tiendas, tras recoger lo del desayuno
y presentar a los niños a los empleados del hogar. Héctor se dio cuenta de que
otros días se estaba levantando a esas horas… mientras que aquél estaba tan
cansado que ya quería irse a la cama.
O.O pobre Tizziano... quien lo puede culpar si estaba tan atormentado lo importante es que Hector esta para aclararle que no estará mas solito...
ResponderBorrarY felicidades por el triunfo de Real
Es una historia increíblemente Bella! Héctor me encanta, Tizziano me llena de ternura y la peque... estoy aprendiendo a quererla!! Espero que esos dos niños sean felices con Héctor...creo que los tres lo merecen, y sé que lo serán! :D
ResponderBorrarDream, eres genial, sabes?! Siempre es un deleite leerte! jeje...
Con la historia de los hermanitos Whitemore estoy bastante lenta... pero aprovecho ahora para decirte que, lo poco o mucho que leo, me gusta un montón!! Es un disfrute terrible sentarse a devorar tus capis! La descriptiva, los personajes... todo, es atractivo en esa familia que has creado!
Nuevamente, Felicidades!!!! :D
Camila
Aww Dream :D
ResponderBorrarEso explica la razón de Tizziano :/ pobres pequeños todos sus miedos e inseguridades pero afortunadamente creaste a un personaje maravilloso como Hector que por cierto me encanta como les dice piccolo y calabacita
Este capitulo en particular me gusto muchísimo :D
Quiero muchos mas capítulos :P xfa
Saludos
Waaaooo que necesidad de amor tienen esos niños... menos mal que consiguieron a Héctor....
ResponderBorrarme mato eso de... sin ropa duele mas..
ResponderBorrarpobrecito mi Picolo, ojala y Hector logre borrar esas desconfianzas a base de amor y menos nalgadas, jajajaja pero eso seria utopico y aburrido, asi qeu Dream, tu sigue en lo tuyo y a tu viento, quedo preciosa la lectura
Pobre Tiziano.....pero ueno, no debe agredir a Hector y creo que ahora si le quedo bien clarito....pobrecito
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