CAPÍTULO CINCO: PROBLEMAS FUERA DE RUTINA
Con un fuerte portazo, Harry
trató de liberar parte de su ira. Sabía que su padrino y Remus podrían entrar a
su habitación con un simple Alohomora, o a la manera muggle,
es decir girando la perilla. Sin embargo, desde que era tan sólo un niño, una
simple puerta le proporcionaba una simbólica y poderosa barrera que lo separaba
del mundo. Y sentirse lejos de toda realidad era lo que ahora mismo quería.
Se tiró pesadamente en la cama
sobre su espalda. Las lágrimas picaban en sus ojos y le nublaban la vista, pero
su obstinación le impidió derramarlas. Aun en su soledad, trataba de mantener
el control sobre sus emociones, sin importar que su garganta pidiera a gritos
liberar el nudo que le dificultaba la respiración.
Esperaba que en cualquier
momento Sirius o Remus, o inclusive ambos, irrumpieran en su cuarto. Para su
alivio, los únicos ruidos que se escucharon en el exterior fueron los de los
pasos de ambos magos marchándose por las escaleras.
Harry logró recuperar el ritmo
de su respiración hasta que la humedad se alejó de sus ojos. Se sentó
apoyándose en la cabecera de la cama y empezó a reflexionar sobre lo que había
escuchado. Claramente, había una profecía que lo involucraba a él y a
Voldemort, para variar. Pero eso no era lo que en realidad lo tenía enormemente
ofendido; era el hecho de que al parecer todos sabían de la profecía y nadie se
había tomado la molestia de hablarle de ella, como si el vaticinio de su
probable muerte en manos de Voldemort fuera algo tan pasajero y natural.
Y peor aún: él era el elegido
para acabar con el Señor Oscuro. Sirius y Remus hablaban de su entrenamiento
como si tal cosa. ¿En serio estaban todos tan convencidos de que él, un simple
mago de catorce años, lograría acabar con Lord Voldemort?
Harry no quería ese destino, y
sin embargo todos a espaldas suyas, ya empezaban a prepararlo para ello.
*-*-*
Dos pisos más abajo, Remus y
Sirius guardaban un silencio apesadumbrado.
—Sabía que debíamos decírselo
antes de que se enterara… de esta forma —comentó el último Black después de un
rato—. Ahora me odiará. De hecho lo hace ya…
—No llegues a esos límites,
Sirius —repuso Remus.
—¿Qué no lo escuchaste? Me
reprocha que no haya estado ahí para él todos estos años. Y tiene razón: si no
hubiera ido por la rata, todo habría sido diferente…
—No te tortures con eso,
Canuto. Harry tiene motivos para estar enfadado, pero no es rencoroso. En
cuanto hablemos con él, quizá logremos que entienda nuestras razones.
—¿Crees que debería ir ya?
—No, no. Dale un rato para que
enfríe su cabeza.
—Supongo… —masculló—, pero lo
importante es que haya alguien a quien echarle la culpa, y yo ya elegí mi
blanco: Dumbledore.
—Sirius… —rezongó el
licántropo.
—¿Qué? —se encogió de
hombros—, no es como si no hubiera motivos. En primer lugar, fue él quien lo privó
de la verdad por más de 12 años, y fue él quien nos ordenó no decirle nada de
la profecía.
—Sólo… ¿No crees que sería
mejor que fuera yo quien hablara con él? —preguntó Remus.
—¿Y por qué no yo?
—Digamos que… tú como que
pierdes el temperamento muy fácilmente…
—¿Disculpa?
—… le das consejos a Harry de
dudosa calidad…
—¡Oye…!
—… y además estás menos
informado que yo sobre los hechos.
Sirius lo miró con una ceja
levantada sintiéndose un poco ofendido.
—Mira, Canuto —habló Remus con
tono apaciguador—. Conozco a los chicos mejor que tú, por algo soy profesor. Y
aunque te moleste, también conozco mejor a Harry. Con él es suficiente de
temperamentos fuertes en casa en este momento.
—Como quieras —dijo finalmente—.
Después de todo, tú siempre fuiste el Lennin del grupo —añadió guiñando el
ojo—, ¿entiendes? El Lennin, lo recuerdo de Estudios Muggles.
—De hecho, Sirius, es Lennon
—corrigió con una sonrisa cansada.
—Da igual.
Remus soltó una risita y
procedió a caminar en dirección al cuarto de Harry. Cuando estuvo frente a la
puerta cerrada, llamó tres veces.
—¿Harry? ¿Podemos hablar?
Del cuarto pareció no
salir ningún ruido, pero con su oído de licántropo, Remus pudo escuchar a Harry
resoplar con fastidio. Giró la perilla y entró con suaves pasos.
El muchacho estaba echado
sobre la cama con los brazos cruzados en el pecho. Remus tomó una profunda
respiración antes de sentarse a su lado.
—Sé que estás enojado… —inició
en tono apaciguador.
—Mmhm.
—…pero ¿no crees que primero
deberías escucharnos antes de sacar conclusiones apresuradas?
—A ver, veamos… —dijo Harry
con sorna simulando reflexionar sobre sus ideas—, resulta que hay una profecía
seguramente desde hace tiempo y sobre la cual ustedes sabían y jamás me lo
dijeron; han estado haciendo planes con mi vida a mis espaldas, y además de
todo quieren que me convierta en un asesino porque soy el elegido para matar a
Voldemort. ¿A eso te refieres con sacar conclusiones apresuradas?
Cuando Harry terminó de
hablar, el chico pareció necesitar unos segundos de descanso porque su discurso
sonó atropellado. Remus esperó durante unos instantes para luego hablar con voz
tranquila.
—Tienes razón en lo que dices,
Harry. Sí, se hizo una profecía incluso antes de que nacieras, que decía que el
elegido para derrotar a Voldemort nacería pronto de aquellos quienes lo
desafiaron por tres veces. Tú y Neville Longbottom aplicaban hasta cierta
parte, pero quedó claro que se trataba de ti cuando Voldemort te marcó con esa
cicatriz.
Harry escuchaba atentamente
pero con la cabeza gacha.
—Esa información —continuó
Remus— llegó a manos de Voldemort y fue por ello que mató a Lily y a James e
intentó asesinarte. Yo… yo hubiera accedido de inmediato a quedarme contigo
cuando ya no tenías a nadie…
Remus escuchó que Harry
resoplaba, incrédulo.
—Pero… —prosiguió, y su voz se
escuchaba como si cada palabra le trajera recuerdos dolorosos, a medida que le
explicaba al muchacho todo lo concerniente al hechizo de protección que tendría
mientras viviera con los Dursley—. Esa protección se desvaneció en el momento
en que el número 4 de Privet Drive dejó de ser tu hogar. Pero hasta entonces,
Dumbledore siempre buscó tu protección.
—Ahora entiendo a qué te
referías con lo de que Dumbledore es un manipulador —masculló Harry—. Me quería
mantener con vida para que luego hiciera el trabajo sucio con Voldemort, ¿no es
así?
—Harry… No lo veas de ese
modo. Cualquiera que sea su objetivo, Dumbledore siempre te ha tenido en gran
estima. De cualquier manera, yo no podía quedarme contigo; tú estarías a salvo
con los Dursley y además, con mi licantropía era imposible que pudiera cuidar
de ti como era debido.
Remus pasó saliva antes de
hablar, esta vez con un tono más firme.
—¿Y en serio crees que todo
este tiempo te hemos querido mantener a salvo por una profecía? —inquirió a
modo de reprimenda— ¿No te hemos demostrado ya que significas más para nosotros
que lo que diga una bola de cristal? Si queremos que te entrenes, no es porque
necesitemos que “hagas el trabajo sucio”. No, Harry; buscamos que estés a salvo
porque te queremos demasiado como para perderte.
Harry suspiró agotado y miró
directamente a Remus a sus ojos.
—Y sobre Sirius —continuó el
hombre lobo—, me parece que has sido muy injusto con él.
—¡Pero…!
—No, Harry —lo silenció
levantando una mano—, eso que le dijiste fue cruel. ¿Acaso crees que Sirius
prefería perder su libertad por doce años en lugar de ser libre y quedarse
contigo?
Harry bajó nuevamente la
mirada con expresión compungida.
—Supongo que sí me pasé un
poco de la raya —murmuró cabizbajo.
—Así es, y quiero que le pidas
disculpas.
—Lo haré más tarde —dijo con
una mueca—. Pero no es como si ustedes no me debieran también disculpas.
—Sí, Harry. Ambos lamentamos
no haberte dicho antes sobre la profecía. Sólo queríamos que no tuvieras tantas
preocupaciones…
Harry bufó con fastidio.
—Como si no las hubiera tenido
antes…
Remus le tomó la barbilla con
suavidad en una mano y le hizo mirar a sus ojos.
—Pero ahora no estás solo
—aseguró con firmeza—, ¿me entiendes?
La mirada de Harry, pintada
con una ligera sonrisa, fue suficiente respuesta.
—Ahora… —prosiguió Remus—
sobre desobedecernos y espiarnos…
—¡Pero creí que ya todo estaba
aclarado!
—Oh, no, no —repuso Remus
medio riendo—, no te quieras pasar de listo. Te dijimos que te quedaras con los
Weasley e hiciste todo lo contrario. ¿Olvidaste las reglas de oro?
—Sé lo que hice —masculló—,
pero tenía mis razones.
—Razones completamente
comprensibles, pero incorrectas —contestó con simpleza—. Las reglas existen por
una razón, Harry. Desobediencias simples pueden llevar a cosas mayores, y
seguro que ya lo comprobaste en la final de Quidditch, ¿o quieres que te
recuerde las consecuencias?
Harry se ruborizó. El recuerdo
de la paliza que le dio Sirius no le hacía mucha gracia.
—No, gracias.
—Eso pensaba, y sin embargo
—dijo Remus con severidad—, no podemos dejar las cosas así. Quiero para mañana
a primera hora del día un ensayo de dos pergaminos sobre por qué es importante
que obedezcas nuestras normas y qué puede pasar cuando las rompes.
Harry parpadeó. Le tomó varios
segundos soltar una risita.
—Buen chiste, Remus.
—No es un chiste, Harry
—repuso con tranquilidad.
—P-p-ero ¡Remus! —protestó él,
incrédulo—, no estamos en Hogwarts, aquí no eres mi profesor…
—Ah… entonces ¿prefieres
arreglarlo en términos de tutor? Porque, a menos de que no quieras sentarte
cómodamente por varias horas, será mejor que no discutas ese asunto.
—El ensayo está perfecto.
Remus sonrió y revolvió el
pelo del muchacho.
—Bien pensado. Si quieres
puedes empezar a trabajar en él desde ya, te mandaré a llamar para la cena.
Y al ver que Harry asentía sin
protestar, Remus salió de la habitación con expresión satisfecha.
*-*-*
Las semanas siguientes
avanzaron con total normalidad. Cualquier rastro de discusión e inconformidad
había desparecido, dejando alegres días repletos de magia y el ambiente
hogareño que tanto anheló Sirius durante sus doce años de prisión. Había decido
no reintegrarse al cuerpo de Aurores, al menos durante los veranos.
Entre tardes de Quidditch e
investigación de los Horrocruxes, Sirius no pudo ver llegar el comienzo de un
nuevo año en Hogwarts. No le apetecía demasiado estar solo durante tanto
tiempo, con Remus y Harry en Hogwarts, pero seguramente ya encontraría qué
hacer para mantenerse ocupado hasta la Navidad.
La carta llegó un mes antes
del primero de septiembre a la hora del desayuno.
—Tendremos que ir a comprar
tus útiles —le dijo desde la mesa. Remus ya se había marchado a Hogwarts porque
ese año Dumbledore quería que el personal llegara antes que los alumnos para
arreglar asuntos pendientes—. ¿Has quedado con tus amigos?
—Sí —respondió Harry—,
Hermione me envió una lechuza diciendo que iría la próxima semana, y que ya
había avisado a Ron.
Como acordaron, una semana
después viajaron vía Flu hasta el Caldero Chorreante, tan sucio pero cálido
como lo había sido desde que Sirius lo conoció.
—¡Señor Black! —saludó Tom, el
cantinero—, qué placer verlo por aquí. Y a usted, señor Potter, siempre es
genial tenerlo con nosotros.
—El placer es mío, Tom
—contestó con su característica sonrisa y pidió dos cervezas de mantequilla.
Los murmullos no paraban
alrededor de él y de Harry. En su juventud había sido el centro de atención a
donde iba, pero después de tanto tiempo en la soledad, la multitud parecía
sofocarlo. Sin embargo, agradecía que la atención se dirigiera hacia él de
forma positiva.
Ron y Hermione llegaron al bar
pocos minutos después, y los tres adolescentes se marcharon para realizar sus
compras, mientras Sirius, Arthur y Amos Diggory conversaban animosamente en
medio del gentío del callejón Diagon.
—¿Ya saben por qué hay tanto
revuelo en Hogwarts últimamente? —preguntó Arthur con jovialidad. Los otros dos
magos negaron con la cabeza—. No lo creerán: Hogwarts será sede del Torneo de
los Tres Magos.
—¿En serio? —preguntó
extrañado Sirius—, hace mucho que no lo hacen, creí que no lo repetirían. No
después de… bueno, tantas tragedias.
—Fudge pretende aliviar
tensiones con el extranjero —explicó Arthur—. Un evento así siempre es bueno
para relacionarse con los magos del resto del mundo.
Sirius se despistó en medio de
la conversación cuando su mirada se perdió entre las personas que caminaban
cerca de allí. Cornelius Fudge caminaba rodeado de la prensa. A su lado también
iba el ex ministro Bartemius Crouch. La mirada de Sirius se ensombreció; su
rencor por el hombre que lo dejó en Azkaban se mantenía vivo. Pero en el rostro
del sujeto, Sirius leyó mucho más…
Bartemius lucía desgastado,
sus ojos parecían estar pintados de terror y hastío. El Profeta ya
había dedicado a Crouch unos cuantos artículos en las últimas semanas: al
parecer se encontraba enfermo y hacía pocas apariciones públicas. Según pudo
escuchar Sirius de la prensa alrededor de las dos figuras públicas, el tema
central era la próxima celebración del Torneo de los Tres Magos.
A Sirius, la atmósfera no le
sabía bien. Sus investigaciones sobre los Horrocruxes no daban mayores
resultados, y lo único que lograba tranquilizarlo un poco de que Harry
estuviera lejos de su protección por tantas semanas, era que Remus se
mantendría muy cerca de él como su profesor de Defensa Contra las Artes
Oscuras.
Sirius tenía bastante claro
que Hogwarts ya no era el lugar seguro que siempre había creído…
*-*-*
Llevar a Harry al Expreso
Hogwarts el primero de septiembre, significó para Sirius un torbellino de
recuerdos y de sentimientos encontrados. Sabía que Harry debía estar pasando
por algo parecido; después de todo, sería la primera vez que un legítimo
familiar iría a despedirlo con todo el cariño que indicaban tres meses
separados. Él mismo había sido marginado en su familia, porque mientras que
para Regulus, su hermano, sólo había besos y abrazos en el momento de la
despedida, para él todo era advertencias y reprimendas llenas de acidez.
Y sin embargo… aquello no
estaba bien. A su lado debían estar James y Lily, despidiendo con él a su hijo.
Todos tres merecían una familia; en aquel momento debía haber estado James,
apretando los hombros de su hijo, revolcando aún más su cabello y sugiriéndole
toda clase de bromas dignas de un Merodeador. Y Lily, por su parte, los reñiría
y estrecharía a Harry en un sofocante abrazo que haría avergonzar al muchacho.
Y a su lado sí que había una
pelirroja, una regordeta de apellido Weasley, que batallaba con dos gemelos en
la perdida guerra de hacerles prometer que se comportarían.
Mas el único cabello azabache
desarreglado era el de Harry, que dibujaba en sus ojos –los ojos de Lily–, la
más grande de sus alegrías.
—Cuídate mucho, Harry —pidió
dejando de lado los recuerdos—. Escríbeme, ¿de acuerdo?
—Por supuesto —dijo el
muchacho—. ¿Nos veremos en Hogsmeade?
—Seguro, Remus me estará
informando de los fines de semana en que irán.
Harry asintió con una sonrisa
y Sirius lo envolvió en un abrazo estrecho. De alguna manera, sintió que aquel
gesto tuvo mayor entrega que todos los demás.
Sirius vio cómo Harry abordaba
el tren, y en cuanto se puso en marcha, no tuvo más remedio que agitar su mano
hasta que los rostros de las decenas de estudiantes se perdían de vista.
*-*-*
La cena de bienvenida no fue
en definitiva como todas las demás a las que había asistido Harry desde su
llegada a Hogwarts. Fue una sorpresa para él descubrir que, no sólo había más
escuelas de magia en el mundo, sino que ahora la suya sería sede de dos de
ellas para el Torneo de los Tres Magos.
Por primera vez en muchos
años, Hogwarts había mantenido por más de un curso a un mismo profesor de
Defensa Contra las Artes Oscuras. Fue un gusto para casi todos los estudiantes
ver a Remus Lupin sentado en la mesa de los profesores.
Pero lo que sí no fue en lo
absoluto una sorpresa grata para él, sino todo lo contrario, fue cuando el
Caliz de Fuego, que elegía a los tres magos que participarían en el torneo,
lanzó el nombre del último de sus participantes. Cuando el nombre de Harry
Potter resonó en la voz de Dumbledore por todo el Gran Comedor, la congoja lo
sobrecogió.
No supo cómo fue que sus pasos
lo llevaron hasta la mesa principal, ni tampoco tuvo conciencia del tiempo que
pasó hasta que estuvo en la Sala de Trofeos rodeado por todo el cuerpo docente
y los directores de Beauxbatons y Durmstrang.
La mirada de mayor inquisición
se la dio Remus, que caminaba inquieto por todo el salón.
—¿Estás seguro de que no le
dijiste a alguien que pusiera tu nombre en el Caliz? —preguntó nuevamente
Remus, caminando esta vez hasta Harry y poniendo sus manos sobre los hombros
del muchacho.
—Te lo juro, Remus —insistió
Harry con su voz llena de preocupación—, no me interesaba en lo absoluto
participar.
Los adultos frente a él seguían
discutiendo. Cuando un silencio repentino los invadió, el siguiente en hablar
fue Bartemius Crouch.
—El Caliz tiene una decisión
inapelable —sentenció en tono de tragedia—. Harry Potter deberá participar.
Remus no dijo, sólo suspiró y
asintió miserablemente.
Pero el que Remus no
discutiera, fue lo que hizo que Harry se preocupara aún más.
*-*-*
Yyyy… ¡He vuelto!
Lo sé, lo sé, merezco que me estén odiando aquellas que siguen mi historia. De
veras lamento muchísimo tantos días sin actualizar y les pido disculpas. Estoy
en época de parciales en la U, y me tienen loca. Además, como les comenté
anteriormente, he tenido que reescribir varios capítulos que perdí cuando
explotó mi laptop y ha sido bastante complicado. Mientras me despeje de tantos
exámenes (rindo muchas materias), espero que me sepan disculpar si tardo para
actualizar. A cambio creo que podré entregarles one shots de Harry Potter con
personajes y situaciones aleatorias.
Ahora sí, un par
de aclaraciones: primero que todo, frente al tema de que Remus siga de
profesor… bueno, les dije que me tomaría unas libertades con el canon y según
mi historia, Severus Snape no fue a la Casa de los Gritos cuando se destapó
toda la verdad de Sirius Black, y aquella noche no era luna llena, por lo que
Remus no se convirtió y la rata no tuvo oportunidad de huir, ni los dementores
atraparon a Sirius. Pettigrew fue llevado hasta Hogwarts, contactaron al
Ministro y bla bla bla… Así que Severus no tiene “excusa” para revelar la
verdad sobre Remus y él sigue ejerciendo.
Segundo, sé que en
ciertas escenas omito muchos detalles, pero supongo que ustedes ya conocen la
historia del Caliz de Fuego y no tendría gracia volver a repetir lo que ya se
hizo, así que prefiero avanzar más rápido en esas partes.
Créanme que mi
historia tendrá muchos cambios con la original, por lo que espero que les
gusten las sorpresas que les iré trayendo. Ah… y no se preocupen, que Harry no
siempre se portará muy bien que digamos :P
¡Un abrazo y
un beso para todas y gracias por su comprensión!
Sol.
Sol!!!
ResponderBorrarMe encanta!! lo que mas me gusta es el estilo nuevo que le das a la version que conocemos, tu sigue que esta genial estoy ansiosa por las sorpresas y por que Harry haga locuras o mejor no tan locuras...hehehe, cuidate y actualiza pronto, no es por presionar ...pero pronto!! ;D
Hola Sol como estas nena??'
ResponderBorrarmuero por saber que continuara con la historia te esta quedando genial y si porfis no te desaparezcas por muchos dias pórque te extrañamos un monton
ah pero no te odiamos para nada ok
estrella
O.O siempre te las arreglas para dejarnos en lo más interesante
ResponderBorrarSOOOOL!!!!!!!!!!! por fis no tardes tanto en actualizar me encanta este fic de Harry el giro que le das a las cosas por fis procura escribir más seguido .... sin presiones pero ... como para cuando el próximo???
ResponderBorrarbueniiiiiiiisiiiiiismo
ResponderBorrarSOOOOOL ya te extrañaba y esta version de Harry, jjjjjj por favor, por favor no te tardes, sabes? es ingeniosa tu habilida para lograr el efecto que le diste, que pese a ser una lectura tan popular, leerla en version spank es fabulosa
ResponderBorrarpor favor, quiero mas travesuras jajajajajajja