Carlitos estaba llorando, con la naricita pegada a la esquina de su habitación. De tanto en tanto, se pasaba una mano por sus nalguitas coloradas, intentando alejar el dolor que le habían dejado las palmadas de más temprano.
-Carlitos, ya puedes salir de la esquina.- Dijo papá, con un tono serio. Aún seguía enojado. Mejor no hacerlo enfadar más, pensó el chiquillo, dándose lentamente la vuelta. Pero cuando vio lo que papá tenía en sus manos, las lágrimas volvieron con más ganas!
-Nooooo, papi, noo!!! Me tomo jarabe, por favoooor!!! No me pinches!! Snif snif.. P-por por fa-favoorr!!!-Sollozaba, pegado a la esquinita aquella.
-Hijo, tienes dos opciones, o vienes aquí por tu voluntad y dejas que te ponga la inyección, o te voy a buscar yo y te doy otras nalgadas, pero ésta vez con el cepillo. Sea cual sea la opción que elijas, te la voy a aplicar. Tú elijes si quieres sólo el dolorcito de un pinchazo o el de los cepillazos.
Carlitos no tuvo ni que pensarlo, aún le dolía su trasero de las palmadas que su padre le había dado por berrinchudo hacía sólo quince minutos, y por nada en el mundo quería agregar más dolor, así que con un suspiro de resignación, caminó despacito y se dejó guiar por su papá.
Renzo no entendía por qué su hijo hacía tremendo escándalo. Él era enfermero... uno de los mejores de la colonia, y siempre que se tratara de pinchar a su bebecito, parecía hacer magia con tal que ni lo sintiera. Y ésta vez no fue la excepción. En cuestión de segundos, Renzo le bajó apenitas el pantalón y le aplicó la medicación y su hijo ni se enteró.
-Listo, hjito!!!
-De veras, papito?!!
-Sí, tesoro!!- Le respondió, revolviéndole los cabellitos rizados. -Siempre es lo mismo contigo, cariño, haces pataleta por un piquetito y luego ni los sientes!! Me haces que te castigue y sabes que odio hacerte llorar, bebé.
-Lo siento, papá... pero me dan miedo las agujas!!! -Dijo el chico, abrazándose a la cintura de su padre.
-Te cuento un secreto, mi niño?!!- Dijo Renzo, tomando asiento en la cama de Carlitos.
-Sí, papi! Cuéntame!!- Contestó con entusiasmo, sentándose en la rodilla de su padre.
-Cuando yo tenía tu edad, le tenía terror a las agujas!!! -Su bebé abrió grande los ojitos, -De veras, papá?!! Y cómo es que ahora te dedicas a esto?!!
-Porque un día decidí que debía vencer ese miedo... y aquí estoy, chiquito!! -Le dio un besito en la nariz.
-Uhmmm... -Se quedó pensando por unos segundos, mirándose las manitos- Yo no soy igual de valiente que tu… yo no creo que lo venza, papito.
-Eres valiente, mi hijo… sólo dale tiempo!! Ahora a dormir, que ya es muy tarde!!!
Carlitos se acurrucó entre las sábanas, buscando una posición cómoda para dormir, no le dolía el pinchazo, pero sí los azotes. Mejor era un pequeño pinchacito a hacer enojar a papá!!!
Quien no corre... si al nene no le gustan para que las ponen... deberían dejarlos al viento... que se curen solitos..
ResponderBorrarque va ningún piquetito esas cosas duelen!! Obvio que no quisiera pobre en vez de hacer berrimche debio correr!! Andrea
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