CAPÍTULO 13: La empatía
Cuando en las películas la policía hace un placaje a
algún criminal, el actor suele poner una breve mueca de dolor, que enseguida se
transforma en un gesto de fastidio por haber sido detenido. Aunque había visto
infinidad de escenas como esa en la pantalla, jamás hubiera podido adivinar que
caer al suelo con dos personas encima pudiera doler tanto.
-
¡Soltadle ahora mismo! ¡Soltadle! – gritó Koran, acudiendo a
mi rescate y levantando a los soldados para que me liberaran. - Pero ¿qué os
pasa?
-
Alteza, os atacó.
-
¡Es empático al igual que yo! Aún no controla sus
habilidades. Solo estaba canalizando las emociones de ese malnacido. No fue su
culpa, pero, aunque lo hubiera sido… ¡Es solo un niño! - exclamó. - ¿Acaso reaccionáis así con todos
los críos que se salen de control o es solo porque es un mestizo? – les acusó.
-
Atacar al príncipe es traición…
-
¡Tiene diecisiete años! ¡No ha empezado ni a ser un bebé
todavía! – gritó. Mis mejillas se pusieron rojas, porque cientos de personas
habían podido escucharle. - ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo, maldita sea!
Koran agarró a uno de ellos por la solapa y juraría que
estuvo a punto de meterle un puñetazo, pero en lugar de eso se giró y acabó
golpeando al prisionero. Solo entonces comprendí que tal vez no eran solo las
emociones del hombre que había intentado matarme las que estaba canalizando,
sino también las del hombre que quería protegerme. Su ira contra el prisionero
y su rabia contra sí mismo eran abrumadoras. ¿Acaso se culpaba de lo que había
pasado? Pero si él no había hecho nada…
…Hasta ese momento, en el que de un solo golpe prácticamente
le había destrozado la cara al guardia esposado. Dediqué un segundo a admirar
su fuerza y luego me espanté. Me parecía sucio golpear a una persona que está
maniatada y no puede defenderse.
-
Tu juicio será mañana – gruñó. – Prepara tu defensa, aunque
no te servirá de nada.
Con una última mirada de desprecio,
dejó que los soldados se le llevaran y a mí me atrapó en un abrazo. Me daba
algo de vergüenza que toda esa gente nos viera así, pero los habitantes de la
nave fueron marchándose poco a poco.
-
¿Te hicieron daño? Pagarán por esto – me aseguró.
-
Solo… solo hacían su trabajo.
-
No. Jamás deben tratar así a un niño y mucho menos al mío.
-
No soy un niño – repliqué y antes de que pudiera
contradecirme, añadí: - Sé que para ti sí lo soy y siempre lo seré, hay
tropecientos años de diferencia, pero tú me dijiste que los okranianos cuando
alcanzan la mayoría de edad tienen el aspecto que yo tengo ahora, más o menos.
La diferencia es que yo llegaré allí con dieciocho años y ellos con cincuenta.
Mi afán por defender a aquellos
soldados me sorprendía hasta a mí. Nunca había sido fan de la brutalidad
policial, pero también sabía que no a todo se le podía llamar brutalidad. A sus
ojos, yo debía haber sido una amenaza muy peligrosa, a punto de eliminar a su heredero.
Tal vez incluso creyeran que lo había hecho a propósito, para usurpar su
posición. Siempre había tenido facilidad para ponerme en el lugar de otras
personas. De alguna manera, parecía correcto que mi superpoder fuera la
empatía.
-
Aún no eres mayor de edad ni en tu mundo ni en el mío –
respondió Koran. - ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? ¿Estás más calmado?
-
Sí… Yo… siento mucho… siento... no pretendía…
-
Ya sé que no querías atacarme - me tranquilizó. – Fue tu
telequinesis, te dije que se activaría en momentos de miedo o estrés y en ese
momento tú eras un mero vehículo de emociones ajenas.
-
Si no llega a ser por esa niña… - murmuré.
-
Gracias por recordármelo. ¡Ari! Ven aquí, pequeña – llamó. La
niña, que estaba a punto de entrar en su cubículo, nos miró desde los brazos de
su padre. ¿Qué tendría, cinco, seis años? Claro que, ese era solo su aspecto.
Según lo que Koran me había contado, debía tener…
“Cincuenta entre dieciocho,
son aproximadamente 2,8. Los okranianos alcanzan la madurez casi el triple de
despacio. Así que 2,8 multiplicado por unos seis años… Madre mía, esa enana
tiene los mismos años que yo. Llevamos el mismo tiempo en el mundo”.
-
Tengo una deuda con vosotros – dijo Koran, cuando la familia
se acercó.
-
No hay tal deuda – dijo la madre. – Solo nos alegramos de que
ella reaccionara a tiempo.
-
Tu don es muy especial – comentó Koran, mirando a la niña. -
¿Sabes cómo funciona?
Ari negó con la cabeza.
-
Aún no estamos seguros. No es telequinesis – aclaró el padre.
- Parece que es capaz de controlar los huesos de los seres vivos. Puede
atraerlos, romperlos… y cosas más… desagradables.
Me estremecí. ¿Esa cosita tan
mona podía romper los huesos de una persona solo con su mente?
-
Sea lo que sea, le debo mi vida. Pídeme lo que quieras – dijo
Koran. – Si está en mi mano, te lo daré.
-
Alteza, no es necesario – objetaron los padres, pero él les
silencio.
La niña se lo pensó durante unos
segundos y después me miró fijamente.
-
A él – me señalo. – Le quiero a él.
Koran estalló en carcajadas
que le ayudaron a liberar la tensión que había estado conteniendo.
-
¡Ari! – regañó la madre. – Alteza, discúlpela.
-
¿Quieres a mi hijo? – sonrió. - ¿Envuelto para regalo o como futuro
marido?
Estuve tentado de reírme yo
también, pero luego me pregunté si los matrimonios concertados serían una
costumbre allí.
-
¡Como amigo! – protestó la niña.
-
Ah, eso creo que podemos arreglarlo. ¿Qué dices, Rocco?
No estaba muy acostumbrado a tratar
con niños, pero sabía lo básico sobre no herir sus sentimientos, así que
asentí. Era bueno tener alguien en esa nave que no pensase que ese no era mi
lugar.
-
Decidido entonces. Si algún día quieres venir a jugar no
tienes más que llamar a la puerta, ¿vale? – le indicó Koran. Le lancé una
mirada envenenada. ¡Yo no tenía citas de juegos! Aquello no sonó como una forma
infantil de decirlo para ella, sino que más bien parecía que si le daba carta
blanca me compraba un cubo de esos para hacer castillos de arena.
Ari y su familia se despidieron y
volvieron a su casa. Nosotros nos acercamos a nuestra puerta, pero Koran me
retuvo unos instantes antes de entrar.
-
Los soldados lo han revisado. Ya no hay gas, es seguro entrar
– me garantizó.
Asentí. No quería sugestionarme
y agarrarle miedo a esa habitación.
-
No voy a volver a dejarte solo. Te lo prometo.
-
Tendrás que hacerlo alguna vez. No pasa nada. No podías
saberlo.
-
Debería haberlo sospechado, de hecho. Mis padres no se iban a
rendir tan fácilmente. A estas alturas, alguien les habrá informado de que
estás aquí.
-
¿Crees que ese guardia cumplía sus órdenes? – pregunté.
-
No lo sé.
-
No creo que quisiera matarme en un principio. Solo espiarte.
Koran sacudió la cabeza y
entramos en su cubículo. Todo estaba en perfectas condiciones. Nadie diría que
había estado a punto de convertirse en mi tumba.
-
Oye… y… ¿yo dónde voy a dormir? – pregunté. Estaba tan
cansado que la idea de tumbarme en la cama en ese momento era de lo más
tentadora.
-
Aquí, de momento. Buscaremos un cuarto familiar, con más
habitaciones, pero igual lleva unos días.
Seguía existiendo el problema de que
solo había una cama, pero no le di más vueltas por el momento. Me acerqué al
sofá y me dejé caer, sin saber si luego iba a tener fuerzas para levantarme.
-
¿Te sientes bien? Estás muy pálido. ¿Te hicieron daño esos
animales?
Estiré el labio en una media
sonrisa. Era divertido escuchar ese exceso de preocupación. Creo que ni mi
madre se excedía tanto, como si yo fuese una cosa delicada a la que hubiera que
guardar en un plástico de burbujas.
-
Estoy bien – bostecé.
-
Su nivel de azúcar en sangre es muy bajo – avisó la voz del
sistema.
-
¿Y tú cómo puedes saber eso? ¡Ni que me hubieras hecho un
análisis de sangre! – protesté.
-
Tendrías que haber comido algo – me reprochó Koran. - ¿Qué
desayunaste hoy?
-
No desayuné.
-
¿Que no des…? ¡Grrr! Chico, cuidar de ti se va a convertir en
un trabajo de veinticuatro horas. Sistema: pide que nos traigan comida. Una
pieza de fruta, tal vez. Quiero que cene después.
No tenía hambre, pero algo me
decía que no iba a aceptar un no como respuesta. Me quedé calladito, porque
Koran tenía esa mirada que indicaba que era mejor no llevarle la contraria.
-
¿Qué le va a pasar a ese hombre? – pregunté, mientras
esperábamos a que se cumpliera su orden.
-
¿Al traidor? – bufó. – Con toda seguridad le condenarán a
muerte.
-
¿¡Qué!?
-
En Okran, hay tres delitos que se pagan con la pena capital:
abuso sexual de un menor de edad, el asesinato premeditado, y el terrorismo.
-
¡Pero no me mató! ¡No fue un asesinato!
-
Lo intentó y solo por eso merece cualquier cosa que le
suceda. Además, si se prueba que pertenece a la organización de los
Protectores, su sentencia está clara.
-
No parecía un terrorista.
-
Nadie lo parece – replicó Koran.
Sus ojos relampaguearon con una
tonalidad naranja intensa y me dio algo de miedo. Por primera vez me planteé
qué clase de hombre era cuando no estaba ejerciendo como padre sobreprotector.
Recordé el puñetazo que le había metido al prisionero y repasé la frialdad con
la que hablaba de su posible muerte.
-
¿Cómo sería? – susurré.
-
¿El qué?
-
Su… ejecución.
Koran me observó con atención.
-
No es una conversación para un niño.
Opté por no recordarle mi edad de nuevo, porque no
serviría de nada.
-
Quiero saber – insistí.
-
Lo habitual es echarle de la nave sin oxígeno ni equipamiento
de supervivencia. Morirá a los pocos segundos.
-
¿Le dolerá?
-
No. Se desmayará enseguida. Todo lo que le ocurra a su cuerpo
después, no lo sentirá.
-
¿No morirá asfixiado? – dudé.
-
Perderá la consciencia – me aseguró. – Lo he visto antes.
Me mordí el labio, porque me estaba
temblando un poco.
-
Me parece horrible. Es lo mismo que él me quería hacer a mí:
matarme.
Koran guardó silencio y luego pasó
una mano alrededor de mis hombros.
-
Eso es porque tienes un gran corazón. Acabo de conocerte y ya
haces que me sienta orgulloso.
Sentí un puntito de calor en el
pecho, aunque no se expandió porque su explicación, realmente, me había dejado
helado. Había tanto que aún no sabía sobre ese mundo. Sus costumbres, su
historia… sus leyes.
Definitivamente eres muy especial, me ha encantado esta historia
ResponderBorrarsoy una fan tuya y aunque te sigo la pista desesde el 2015 hasta ahora me atrevo a hablarte, en verdad amo la forma en que haces que uno se conecte y reflexione.
Muchas gracias por estas historias tan únicas y especiales. Muchas gracias por no dejarte vencer en estos tiempos tan difíciles y ademas dar alegría y esperanza a muchos con tus historias ;-)
Posdata:No se como explicarlo pero en verdad te debo mucho, espero que tu y tus seres queridos estén bien.
Muchísimas gracias a ti por leer y por tus hermosas palabras :)
BorrarEscribir me distrae (a veces, me distrae demasiado) así que ahora es el momento ideal para ponerme a ello
Me gusta mucho tus relatos, sigue así -)
ResponderBorrarDemasiado buena la historia como siempre
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