domingo, 30 de agosto de 2015

CAPÍTULO 2



CAPÍTULO 2

John vio como el chico bajaba de dos en dos los escalones de la iglesia. Seguramente quería salir de allí lo antes posible, para no escuchar más palabras vacías de parte del pastor y las señoras del pueblo. En cualquier otro momento John hubiera respetado el deseo del niño de estar solo:  sabía que aquél funeral había sido duro para él. Pero en aquél oficio religioso se había congregado toda la comunidad y John tenía asuntos que tratar con ellos, para los cuales necesitaba que James estuviera presente. Puso una mano en su hombro para impedirle escapar, pero también como torpe señal de apoyo. La verdad es que John no había encontrado aún las palabras adecuadas para reconfortar al chico por la tragedia sufrida hacía solo dos días, pero el muchacho parecía agradecer la comunicación casi gestual que estaban llevando.

-         Quédate cerca – le dijo John.

Sabía que el niño le haría caso. Se había aferrado a él como último vestigio de la vida que había conocido. John había vivido en su casa durante casi un año, así que ante la falta de sus padres James le miraba inmediatamente a él para saber qué hacer. Era un impulso casi inconsciente, pero también una reacción natural puesto que John era un adulto al que conocía y respetaba, y con el que tenía una buena relación.

John caminó hacia un grupo de gente que comenzaba a juntarse formando un pequeño corro. Aun llevaba en la mano el sombrero que se había quitado al entrar en la iglesia, y no se lo puso en deferencia a las mujeres que allí había.

-         Ah, señor Duncan. Me alegro de que esté usted aquí. – saludó un hombre de mediana edad. Era el médico del pueblo, aunque también lo era de otras tres localidades cercanas.  Su presencia allí aquél día cuando no había ningún enfermo no era una casualidad. Había que decidir qué se hacía con el chico de los Olsen, y para ello se requería de la opinión de todos los hombres respetables. Véase el médico, el pastor, el maestro, y algunos de los vecinos más integrados en la comunidad, con sus mujeres.

-         Buenos días – respondió John. – La señora Howkings dijo que querían hablar conmigo.

La señora Howkings regentaba la posada del pueblo. John y James habían dormido allí aquellos días, puesto que el chico no quería volver a la casa donde sus padres habían fallecido.

-         Así es, John. – dijo el pastor. El tono paternalista de ese hombre le ponía bastante nervioso, pero John sabía que era una buena persona, así que intentaba ignorar este y otros defectos. – Me han dicho que estos días has estado cuidando del pequeño James Olsen. Te estamos muy agradecidos por ello.

-         No es “pequeño” – intervino uno de los vecinos. Un granjero algo gruñón al que John no conocía mucho. – El chico tiene trece años ya, y precisamente por eso creo que donde mejor estará es en mi granja. Necesito otro par de manos y él tiene que aprender una forma de ganarse la vida.

-         El niño necesita una familia, no un empleo, Howard. – recriminó una mujer. Todo indicaba que era su esposa. – Y nosotros no podemos hacernos cargo de otro niño más, comprendan ustedes.

-         Claro, claro, Tracy. Lo entendemos perfectamente. Todos aquí deseamos lo mejor para ese muchacho. – señaló el pastor – Tan solo tratamos de ver cuál es la mejor opción. No tenía más familia que sus padres…

-         Si me lo preguntan a mí, que trabaje en una de las granjas no es tan mala opción – intervino el maestro – Le ayudará a mantener la mente ocupada, y nadie querrá una boca más que alimentar sino le aporta alguna clase de beneficio. Cualquiera de los hombres del pueblo aceptará con gusto a un chico del establo, y eso no quiere decir que vayan a tratarlo mal.  Ya sé que las señoras desean que el chico tenga una familia, pero tenemos que ser realistas. Además, el muchacho es difícil de tratar, bien se lo digo yo.

-         No es un mal chico. – defendió el pastor – Es como cualquier otro niño de su edad. Lo mejor sería que viviera con un matrimonio que ya tenga hijos, y sepa como tratarle.

John giró la cabeza para ver si James les estaba escuchando. Estaba  a la distancia suficiente como para no oír la conversación, y John se alegró mucho de ello porque no quería que las palabras directas de aquella gente lastimaran aún más al muchacho. Hablaban de él como si fuera un problema. Un chico sin hogar al que había que ubicar.

-         El chico se quedará conmigo – afirmó John, cansado de aquella conversación. 

Todos le miraron sorprendidos, como si jamás hubieran pensado en John como una buena opción. El médico carraspeó.

-         Señor Duncan, sus intenciones son loables, pero no creo que esté en condiciones de ocuparse del muchacho.

-         ¿Por qué no? – inquirió John con cierta rabia- He cuidado de él estos dos días. Su padre me lo encomendó antes de morir.

-         Ha sido el huésped de los Olsen durante diez meses, señor Duncan. No tiene mucho que ofrecerle a ese chico. – dijo el maestro.

-         Tengo pieles que puedo vender y cuero ya curtido. – replicó John. No iba a aceptar que le tacharan de mendigo.

-         No sabe cómo cuidar de un chico…- replicó la mujer que respondía al nombre de Tracy.

-         No se olvide de que una vez fui padre, señora. – contestó John, y con eso esperaba zanjar la discusión, ya que aquellas personas parecían olvidar las condiciones en las que él llegó al pueblo. 

-         Un hombre solo… no sé si es apropiado….- insistió la mujer. – Sería mejor una …

-         El niño debería estar con quien él quisiera – cortó John.-  Y para eso deberíamos preguntarle. James, ven aquí.

El niño se acercó antes de que nadie pudiera impedirlo, y miró a su alrededor con algo de timidez.

-         Hola, James, ¿cómo estás? – preguntó el médico con amabilidad.

-         James, estos señores quieren saber dónde vas a quedarte a partir de ahora – explicó John, antes de que se iniciara una absurda conversación llena de eufemismo. Consideraba que el chico tenía derecho a escoger su futuro y a saber lo que estaba en juego.

James le miró con algo de confusión. Tal vez no había pensado en ello, o simplemente le daba igual lo que fuera de él en aquellos tristes momentos.

-         La comunidad no dejará que te pase nada, hijo – intervino el pastor – Hay mucha gente dispuesta a cuidar de ti. Solo queremos saber qué es lo que prefieres tú.

El chico bajó la vista y apretó los puños, luchando con sus propios sentimientos. John pensó que era muy valiente. Él sabía que  no había dejado de llorar desde lo sucedido, pero no estaba dispuesto a que aquellas personas le vieran hacerlo.

-         ¿No puedo quedarme con el señor Duncan? – preguntó, en un susurro.

John tuvo ganas de sonreír, satisfecho, aunque también aliviado, porque no había estado seguro de cuál iba a ser la respuesta del muchacho. No habían tenido ocasión de hablar del asunto. John se había limitado a separarle del cadáver de su madre y llevarle lejos de allí. Pagó una habitación en la posada con sus ahorros y le dejó allí mientras se ocupaba de buscar al pastor, y de informarle de lo sucedido. Hubiera buscado también al sheriff, pero hacía meses que no tenían uno. Así que en su lugar reunió a un grupo de hombres y fueron en busca de los bandidos que asesinaron a los Olsen, pero no pudieron encontrarlos. John volvió con el chico y le encontró dormido, agotado por el llanto. Al día siguiente no se separó de él, pero el niño siguió durmiendo, en una especie de sopor enfermizo.  Apenas pudo hablar con él, salvo para ocuparse de que comiera un poco.

-         ¿Es lo que quieres? – indagó el pastor - ¿Te gustaría quedarte con él?

-         Sí…

-         En ese caso…

El pastor echó una mirada a todos los presentes e intercambió un asentimiento con el doctor.

-         De momento te quedarás con él. – declaró el médico.

John relajó su expresión, y ya iba a comenzar a retirarse, pero le cortaron antes de que pudiera despedirse.

-         Hay un asunto más… James es ahora el dueño del terreno de sus padres. Le pertenecen por derecho. ¿Vivirá usted allí con él? – preguntó el pastor.

John no supo si aquello fue una trampa para averiguar si su único interés en cuidar del niño residía en quedarse con la casa. Miró a James y vio su expresión de horror. Vivir en ese lugar no haría nada más que provocarle pesadillas.

-         Eso debe decidirlo él – respondió John. – De momento nos quedaremos en la posada. Más adelante, si él lo desea, venderemos la casa o viviremos en ella.

Aunque había gastado un porcentaje de lo que ganaba vendiendo y curtiendo pieles para pagar la amabilidad de los Olsen y cubrir los gastos de la estancia en su hogar, aún tenía algo de dinero para usar una habitación en la posada durante un tiempo.

-         ¿Y si no encuentra un comprador? ¿Dónde vivirán entonces? – siguió averiguando el pastor. Querían estar seguros de que fuera capaz de llevar a cabo su decisión.

-         Aún conservo mi vieja carreta. Mi familia y yo dormimos en ella durante semanas mientras viajábamos hacia aquí. Cuidaré del chico, pastor. No adivino el futuro así que no sé lo que haremos, pero sea lo que sea, yo estaré con él – declaró.

James le miró a los ojos con el más sincero agradecimiento. John puso su sombrero en la cabeza del muchacho, ya que él no traía uno.

-         Si no hay nada más que quieran aclarar, ha sido una mañana muy larga.  James y yo debemos retirarnos.

Se despidió con una inclinación de cabeza y caminó con el niño rumbo a la posada. No era un camino muy largo, pero si duró varios minutos y lo hicieron en silencio. John no era un buen conversador y además quería respetar el espacio del chico. Sin embargo sí le pareció que había algo que debía preguntar:

-         ¿Te parece bien si más tarde paso por…la casa… a recoger alguna de tus cosas? Necesitas ropa limpia.

La verdad es que él también la necesitaba. Había dejado todas sus pertenencias en casa de los Olsen.

-         No tengo más que otras dos camisas – dijo James.

-         Con eso bastará. – respondió John. Sabía que los Olsen no habían tenido mucho dinero. Nadie por allí lo tenía. – Yo puedo hacerte otros pantalones. Sé hacer cuero, no trabajarlo, pero no puede ser tan complicado.

-         Gracias, señor Duncan….

-         Llámame John.

Aunque se conocieran por meses, no estaba bien visto que un niño llamara a un adulto por su nombre de pila, pero dado que ahora iba a cuidar de él le parecía inapropiado seguir manteniendo aquél tratamiento distanciador.

Siguieron caminando en silencio un poco más. El sombrero de John le quedaba enorme a James y le tapaba parte de la cara. El chico tenía que subírselo cada poco rato. De pronto James se detuvo, y miró a John, con expresión seria.

-         John – llamó, y él sonrió un poco en señal de aprobación - …¿sabes quién mató a mis padres?

John alzó la vista hacia el horizonte y reflexionó sobre si era prudente compartir sus pensamientos con el chico.

- Espero estar equivocado – murmuró – pero creo que me buscaban a mí, y no a tus padres.


4 comentarios:

  1. Muy buen capítulo!!! Me alegro que John se hiciera cargo de James, ejej... Espero leerte pronto! Se hace cada vez más adictiva esta historia! :D

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  2. Oh por Dios entonces si o buscan a él entoncesambos estan en peligro!!!
    Que bueno que dejaron decidír al chico con quien quedarse!!!

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