PALABRA EMPEÑADA
Capítulo 2
Preciosa noche de viernes, era un
singular viernes de familia y ahí estaban todos concentrados en el salón de
ocio comiendo palomitas de maíz, helado de chocolate y galletas. Sentados todos
en un cómodo sofá, disfrutando de la última película para niños y adolescentes…
Las tortugas Ninja y en medio de todo, estaba Bruce, riendo con sus hijos,
gozando de la cinta cinematográfica. Observando sus rostros, sus emociones y
discutiendo con ellos la posible trama. ¡Como si llevaran toda la vida juntos!
La noche prometía mucho más, total, era fin de semana y tenía planeado muchas
actividades lúdicas con sus hijos al día siguiente. Pero como todos los planes
que se hacen, éstos podían cambiar de un momento a otro y eso es lo que
sucedió. Y no precisamente por una llamada de emergencia a Batman por un atroz
caso de violencia en la ciudad, sino por una simple llamada de cortesía por
parte del director del colegio en el que estaban matriculados sus tres
herederos.
- Señor
Wayne – era la voz de Alfred al entrar en la sala de proyecciones de
la mansión – una llamada – dijo secamente el viejo
mayordomo inglés, mirando de reojo a los muchachos que estaban desparramados
sobre los sillones y a Bruce tan relajado como nunca estuvo, lástima que tenga
que interrumpirlo, pensó Alfred.
- Los
chicos y yo estamos viendo una película Alfred, toma el recado y dile que
les llamaré en cuanto pueda y luego únete a nosotros, te vas a gustar esta
película – respondió Bruce con una sincera sonrisa en los labios,
concentrado en la pantalla – Por favor – agregó acordándose de
dar el ejemplo a sus nuevos hijos
- Señor,
es de la academia Griffiths, parece ser muy importante – contesto
Alfred muy flemático y todos miraron a Jason, su reputación lo precedía al
parecer, pero Jason sonrió como si nada y les miró como si no fuera con él.
- Muy
bien chicos – dijo Bruce levantándose del sofá realmente disconforme
no solo por la interrupción, sino por quien interrumpía – tengo que
contestar – y echó una mirada de reprobación a Jason– No vayan a
matarse. ¿Alfred te quedas vigilándolos? – solicitó, por cortesía, ya
que Alfred siempre se quedaba a vigilar a los niños, por lo menos, de refilón
- Sí,
señor – dijo sentándose en el sitio que había dejado libre Bruce.
Bruce entró al despacho y tomó
una buena bocanada de aire, presintiendo que aquella llamada seguro era un
autentico dolor de cabeza y seguro estaba relacionado con alguna nueva y
brillante ocurrencia de Jason, no esperaba para nada que el motivo de la
llamada fuera Dick y mucho menos que fuera sobre sus progresos académicos. Por
lo visto Dick no había presentado 2 de los últimos trabajos de Literatura, y la
escuela era muy estricta al respecto, y si no presentaba tan sólo un trabajo
más, Dick no tendría derecho a examinarse, lo que significaba suspender y no
valdría de nada la gran reputación que Dick llevaba consigo, ni la influencia
que pudiera tener Bruce en el colegio.
Apenas colgó el teléfono estuvo
dispuesto a llamar a Dick al despacho y darle un castigo, vamos que habían
hablado al respecto hasta el cansancio, no es que fuera mal alumno, no lo era,
era brillante. Pero todos los profesores, no solo el de literatura,
parecían estar de acuerdo en que Dick últimamente había adquirido un nuevo
defecto, solía distraerse y perder el norte en sus carpetas. Y esos últimos
meses estuvo especialmente muy distraído. Era como si de pronto la adolescencia
hubiera arrasado con el tranquilo carácter de Dick. Bruce y Alfred se habían
percatado que últimamente Dick era como si lo hubiera suplantado un ente, que
en una misma tarde podía ir de un enfado injustificado a un estado de euforia
casi psicópata. Lo que obviamente conllevaba a que Bruce también estuviera
con los nervios de punta constantemente, y una amenaza de ulcera gástrica a la
vuelta de la esquina.
Al llegar Dick a la
adolescencia Bruce se vio incluso obligado a reajustar
su propio carácter al del muchacho, tratando de ser lo más empático
posible, pensando en su propia adolescencia y lo duro que era pasar aquella
etapa sin un hogar estructurado. Y aunque Bruce había intentado desde el
primer día ser padre y madre, hermano, amigo y confidente a la vez para su
hijo y al principio pareció funcionarles a las mil maravillas, pero el
tiempo y la confianza hizo que Dick se sintiese tan seguro y a gusto que no
temía algunas veces sobrepasar todas las fronteras que él le había
impuesto. Estirando la liga al máximo y poniendo a Bruce entre la espada y
la pared.
Bruce no podía negar que era
un padre tajante, lo era, tampoco era mentira que fuera un padre
extremadamente exigente, que si, lo reconocía, lo era. Pero también
era permisivo y ante todo, era justo. Y eso no podía negarlo nadie, y
menos Dick. Puesto que la primera vez que la escuela llamó para reportar
sobre Dick (aquella vez fue algo más que una llamada de cortesía fue un toque
serio de atención) Bruce no dudó en poner las cartas sobre la mesa con Dick. Y
ambos habían llegado a un acuerdo, habían firmado un trato y dado su palabra de
cumplir al 100 % con aquel compromiso.
Bruce se había comprometido a ser
más permisivo en el horario de dormir y de regreso al hogar, tras terminar la
jornada estudiantil. Le dio una hora de asueto para que pudiera charlar
libremente con sus compañeros o darse una vuelta por la heladería antes de
llegar a su hogar. Considerando que debido al carisma, la edad y al
atractivo del chico, esa vuelta en realidad supusiera acompañar a la
noviecita de turno a su casa. Y eso era una gran concesión para Bruce que ante
todo no quería que Dick siguiera sus pasos con las mujeres y para esto tuvo que
dejar de lado sus propios prejuicios y suspicacias.
También le había permitido salir
los sábados con sus amigos entre las 4 de la tarde hasta las 10 de la noche,
para que hiciera lo que quisiera. Mientras no implicase, bebidas, cigarros,
droga, y por supuesto, nada de disturbios en la calle, por lo que
Dick tenía libertad para hacer otras cosas; como ir al cine, a la playa, a la
piscina, a una heladería o lo que quisiera. A cambio habían dos o tres
condiciones que Dick debía cumplir, una de ellas era contestar el teléfono
máximo al tercer llamado o devolver la llamada en caso de no poder hacer en el
transcurso de las mismas, además de avisar donde, con quien, para que y porque
iba a tal o cual lugar. Pero de todas estas reglas había una que era la más
importante: cumplir con sus obligaciones escolares lo que incluía en
realidad solo dos cosas
1.- presentar todos los deberes
(tareas, ejercicios, investigaciones, relatos, redacciones, resúmenes,
cuestionarios y etc. etc. etc.) en el tiempo requerido
2.- estudiar para todos los
exámenes y procurar la máxima nota
Fuera de eso estaban las normas
básicas que no habían cambiado para nada desde que llegara a esa casa en
calidad de tutelado y ahora hijo y que seguían siendo las mismas para
Jason y Tim…
Y ahora con esa llamada del
colegio y teniendo en cuenta todas las concesiones hechas a Dick para su
confort y vida semiprivada de adolecente se puso aún más furioso;
parecía que a Dick su acuerdo le había entrado por una oreja y le había
salido por la otra. Pero eso iba a acabar ahora mismo y Bruce estuvo a punto de
llamarlo al despacho para ajustar cuentas cuando Alfred intervino a favor del
joven Dick.
Algo que
Bruce posteriormente agradeció, después de todo, Alfred lo había
criado a él y sabía un montón de cosas que Bruce como padre aun ignoraba y
debía aprender errando.
- ¿Señorito
Bruce? – Alfred interrumpió sus pensamientos al ingresar tras
tocar la puerta. Era en casa en realidad la única persona que podía hacer
aquello con total libertad, eso y llamarlo “señorito Bruce” fuera del radio de
la gente que podía estar alrededor, aun cuando Bruce había insistido
muchas veces que lo tutease o lo llamará simplemente Bruce, cosa que Alfred
no acepto no porque no quisiera, sino para confundir a los enemigos que nunca
faltaban. Y Bruce en el fondo se sentía “querido” cuando Alfred lo llamaba
señorito Bruce, como cuando era un mocoso de pantalones cortos y rodillas
peladas, al que ocasionalmente le desnudaba el trasero, para hacerlo entrar en
razón… ¡Vaya! nunca imaginó sentir nostalgia de una paliza de Alfred, pero ahí
estaba él, con el recuerdo de una de las primeras que se llevó.
- Alfred
– respondió con voz sombría mirando la pantalla del ordenador, estaba
revisando la plantilla escolar de su hijo mayor, de DICK, su hoja de reportes
viendo su rendimiento académico, estaba disgustado consigo mismo. Aquel
era el segundo trabajo sin presentar ¿Cómo se le escapó a él el mayor detective
del mundo?… Había sido una irresponsabilidad por su parte confiar en Dick,
después de todo Dick era un niño todavía, un niño que no sabe de compromisos
y todo lo que eso implica.
- ¿Sucede
algo? – inquirió mirando de reojo la pagina abierta mientras colocaba
una tacita de café en el escritorio al mismo tiempo que Bruce suspiraba antes
de contestar
- Si
Alfred, sucede que Dick no ha “vuelto” – puso énfasis en lo de ha
vuelto – a cumplir con sus deberes y estaba chequeando su reporte
escolar – suspiró frustrado, no era agradable lo que veía en esa
página virtual. El historial de Dick no estaba mal, tenía que reconocerlo, pero
no era lo que él quería para Dick y sobre todo, para lo que Dick era capaz.
Bruce tenía que admitirlo, quiera o no, él era un perfeccionista extremo – Aunque
sus notas siguen siendo excelentes – le informó – y sigue
siendo el primero de su clase – no pudo evitar un deje de orgullo en
la voz – y ha ido presentando los trabajos de las demás
asignaturas. Parece ser que la calidad de éstos ha bajado en picada ultimamente
– aseguró frustrado y cada vez más enojado – no lo
entiendo, hizo un compromiso conmigo
- Bueno,
es que el señorito es un niño no un hombre – aseguró y Bruce frunció
el ceño pensando en que si Dick llegara a oír aquello de niño, pegaba el grito
al cielo. Hacía ya mucho que Dick manifestó su disconformidad con aquel
termino, pero para Alfred y para él, Dick era, es y seguiría siendo un niño
toda la vida – no entiende el significado real y completo de la palabra
compromiso y en eso deben trabajar – sonrió
- ¿Y
qué hago? – preguntó más desorientado – ¿Qué hago,
Alfred? ¿Le doy una paliza? – entrecomilló la frase,
refiriéndose a ella, como el acto de darle un azote con otra cosa que no sea su
mano – ¿Le quito sus privilegios? Ya no sé que más hacer, ya me duele
la mano de nalguearlo – murmuró por lo bajo recordando la última
nalgueada que le dio a Dick justo dos semanas después de que viniesen Jason y
Tim a vivir con ellos
- Si
es su mano la que le preocupa, pues use la vara, señor – sugirió
como si sugiriera cambiar un helado por una torta y Bruce lo miró con los ojos
cuadrados, Alfred le estaba confirmando que lo que Dick necesitaba, si que era
una paliza – no me mire así, véase a sí mismo, ¿No me dirá que la vara
no hizo su trabajo tras el primer encuentro? – le refrescó la memoria
al caballero de la noche. Aquel primer encuentro a que se refería Alfred
era cuando Bruce aún era un adolescente, arrogante y engreído que se
dedicaba a la vida de feria en el colegio y casi logra que lo expulsen. Fue
entonces que Alfred empeñó su palabra a sus profesores que su joven señor,
tendría de excelentes para arriba el próximo bimestre. Aunque para ello había
necesitado estampillar la vara en su trasero, no una, sino tres veces y con eso
Bruce tuvo basta – pero no lo haga ahora – dijo ya no más –
llámelo, primero hable con él al respecto y si es conveniente cambie las
normas. Dele una oportunidad más. Además señor, ¿No ha considerado
que este revuelo por la adopción de Jason y Tim puede haber influido
en el reciente cambio de actitud hacía los estudio del señorito Grayson?
Después de todo desde que ellos están, el señorito Grayson se ha mostrado
también más risueño y ya no se encierra tanto en su alcoba a hacer sabe Dios
que, como solía hacer. Señor, sea permisivo solo por eso y solo por esta vez
– sugirió con una sonrisa de abuelo que pide por un nieto, tras esa
vieja fachada de roca labrada al viento, se escondía un corazón de jardín
encantado que alegraba a quien debía, a quien quería y a quien merecía ese amor
y esos tres niños lo merecían incondicionalmente. Y con eso se sello el
destino de Dick
- No
lo sé Alfred – dudó un momento – estoy seguro que si le doy la
mano ahora querrá mi brazo mañana – murmuró
- Es
solo un niño que se ha dejado llevar por la emoción de tener hermanos – contestó
Alfred
- Lo
sé, lo sé Alfred, pero aun así esto tiene que cambiar, así que puedes decirle a
Dick, que me gustaría tener unas palabras con él, aquí, en mi despacho por
favor – Bruce vio la cara de Alfred y antes de que el mayordomo
pudiera recordarle de nuevo que fuera indulgente con el niño se vio con la obligación
de tranquilizarlo – Solo voy a charlar con él, pero se
trata de la escuela, Alfred. No puedo dejarlo pasar del todo – dijo
haciéndole saber que como padre tenía la obligación de refrescarle a su hijo
sus olvidados compromisos
- No
esperaba menos de usted, señorito Bruce – dijo sonriendo dulcemente y
desapareció por la puerta al encuentro del desafortunado muchacho
- Señorito
Grayson – dijo con la voz de siempre, sin revelar absolutamente nada.
Pero sobresaltando a Dick, ¡OH!... ¡Diablos! Pensó Dick, estaría metido en un
buen lio si Alfred le pedía que fuese al despacho de su padre justo después de
una sospechosa llamada, ¡Oh! Por Dios, por Dios que no sea lo que estoy
pensando, rogó haciendo conejos en la espalda – al señor Wayne le
gustaría tener unas palabras a solas con usted en el despacho – mierda,
era justo eso, pensó con pesar Dick sintiendo un horrible nudo en el estómago
- ¡JOOO!!!
¡Te has metido en un lío! – dijo Jason super alucinado de que su
brillante hermano mayor estuviese en problemas con su padre. Sobre todo porque
desde que llegó a esa casa, a él lo llamaban cada nada al despacho del director
y por supuesto, luego al despacho de papá a rendir cuentas sobre su
comportamiento en el colegio o por sus notas. Esa, era la primera vez que veía
a Dick con el susto en la mirada ante el anuncio de Alfred. Porque en el
colegio no había profesor que no lo comparase con Dick o lo pusiera de ejemplo
¡Y lo mismo que en casa! Haciendo que Dick le lanzara una sonrisa de
autosuficiencia, sobre todo, cuando estaba con esa horda de trogloditas a los
que llamaba amigos y que idolatraban a Dick. ¡JA! se rio para sí mismo. Ya le
gustaría ver la cara de todos esos (de sus amigos y profesores) que adoraban a
su hermano, si vieran ahora al perfecto Dick dar explicaciones a papá. Aunque
eso no debería alegrarlo, ir al despacho no era nada bueno. Él ya había tenido
la mala experiencia de “charlar en el despacho con papá” en más de un par de
ocasiones. Pero, aun así, eso era una novedad. Dick estaba metido en un
problema y seguro uno muy gordo para que su padre lo mandase llamar al
despacho. Jason frunció el ceño… no deberían llamarlo despacho, sino sala de
tortura, tortura mental y física… ¡Que desgracia!… ¡Pobre condenado! pensó al
ver el semblante de Dick que de pronto se puso pálido y quieto, sin embargo no
pudo evitar comentar – El viejo te va a calentar – e hizo una
señal con la mano que devolvió a Dick el color a sus mejillas, olvidándose del
consejo de DIck de no llamar viejo a su padre, pero para Jason cualquiera
encima de 15 era un abuelo.
- Señorito
Jason, esas no son palabras de un buen hermano – amonestó
convenientemente Alfred, evitando un problema a Jason si su padre llegaba a oír
esas mismas palabras. Además de evitarle una mayor vergüenza a Dick que se
notaba afectado por aquello. Desde que llegaran sus hermanos y hasta ese
momento, su padre había sido muy discreto y los castigos que se había llevado
Dick había quedado fuera del conocimiento de Tim y Jason, pero nadie hubiera
podido adivinar que la catástrofe llegaría por otro lado
- Pobre
Dickie – manifestó Tim, todo preocupado, mirando a su tercer héroe ir
al patíbulo con verdadera tristeza – ¿Papi le va a sonar en el culito?
– preguntó Tim a Alfred que no supo que contestar
- ¡QUE
BURRO QUE ERES! – lo amonestó Jason. Efectivamente, Jason sentía que
él era el único que tenía el derecho de llamar la atención a Tim, incluso antes
que Batman y Alfred. Después de todo él lo había “criado” en el
centro y Tim al oír el enojo en la voz de Jason se calló de golpe
preocupado – ¿No ves que lo avergüenzas? – agregó causando un
peor efecto en Dick que las primeras palabras de Tim y Dick se quiso morir, ese
“que burro eres” sonó muy bien… a defensa, pero lo segundo no, lo avergonzó más
- Cállate – le
dijo enfadado y preocupado Dick, por mucho que le molestase los comentarios de
los renacuajos, llevaban razón, “tener unas palabras” “a solas” y “en el
despacho” era sinónimo de un trasero bien rojo y martirizado. ¡Ay, diablos!
quería acercarse y estrangularlos y como que, empezó a avanzar hacia ellos
- Señorito
Grayson, no debería hacer esperar al señor Wayne – le aconsejó el
mayordomo al ver las intenciones de Dick, Alfred tenía que cortar aquella
situación de cuajo – y ustedes dos, creí decirles que la condición de
que hiciera palomitas era que no quería ver ni una migajita en el suelo –dijo
con falsa severidad, al ver aquel salón convertido en un campo minado lleno de
comida desparramada en el suelo y las butacas de los niños – ya están
recogiéndolo todo – y aprovecho la situación para que limpiasen un
poco al mismo tiempo que alejaba sus mentes curiosas de la conversación de Dick
con su padre
- No
sé porque carajos tenemos criados si acabamos siempre limpiándolo nosotros –refunfuñó
Jason a Tim que lo miró con asombro. No es que antes no lo hubiese oído decir
malas palabras o responder, pero otra cosa era delante de un adulto. ¡Eso hasta
él lo sabía!. Dick en cambio solo rodó los ojos, y movió un poco la cabeza, en
esa casa todos sabían que ese tipo de comentarios siempre conllevaba a lo
mismo, un buen retorcijón de oreja y la total ausencia de postre en las próxima
comida incluso una enjabonada en la boca de pasar a la siguiente base –
si voy a hacer su trabajo, quiero también su sueldo – y Dick
decidió que ese era un buen momento para salir de allí, seguro que Alfred
le refrescaría la memoria a Jason sobre las consecuencias de su bravuconería. Y
dicho y hecho, enseguida, no más, se oyó la confirmación de aquello, Jason hizo
un gran Home-run (jonrón) esa noche – Auuuuuuuuuuuuuuuu mi oreja,
Alfred, que me la arrancas, auuuuuu, ya lo recojo, yaaaauuuuu, ya – lo
escuchó a la distancia.
No se puede leer
ResponderBorrarGrrr que imprudente llamada!!! Tan bien que la estaban pasando.....
ResponderBorrarJajaja ese Jason que cosas dice!!