CAPÍTULO 1
N.A.: Esta historia está
ubicada en Maryland, en 1880. Mis
conocimientos de esta época son bastante limitados, y se ven muy influenciados
por las películas norteamericanas. Por
ello voy a tomarme ciertas licencias y en realidad los hechos históricos no van
a tener ninguna importancia, porque la época y el tiempo son solo un marco para
este relato. La trama se enfoca en los personajes, que son totalmente de mi
invención, y no en los sucesos históricos. Pido disculpas por los anacronismos
que pueda cometer.
***
El sol estaba en su punto más alto y aquél
día no había ni una sola nube en el cielo. John sabía que no iba a poder
soportar mucho más ese calor, y estaba deseando llegar a la casa para echarse
un cubo de agua por encima. De haber estado en su propio hogar, se habría
metido de lleno en el abrevadero, pero no era más que un invitado en aquellas
tierras así que tenía que cuidar un poco sus modales.
Alzó la vista en busca de alguna sombra en la
que refugiarse mientras seguía trabajando, pero no había ninguna en las
cercanías. De todas formas no podía hacer mucho más hasta que el trozo de piel
que estaba curtiendo terminara de secarse.
Suspiró, y decidió dar el trabajo por finalizado, antes de sufrir serias
quemaduras. Su piel siempre había sido demasiado blanca, haciéndole objeto de
numerosas burlas ya que con ese tono claro y su manía de ir siempre afeitado
más parecía un señorito recién llegado de Inglaterra que un hombre del Oeste.
Caminó hasta el pozo de los Olsen, sacó un
cubo de agua y se lo echó por encima. La sensación fue tan agradable que se
quitó la camisa y repitió el proceso. Después, bebió un poco y volvió a dejar
el cubo en su sitio.
Utilizó la camisa para secarse el pelo y
caminó hacia la casa. Los Olsen disponían de una modesta edificación de madera
de un solo piso con una buhardilla, que hacía las veces de habitación para
James, el único hijo del matrimonio. La
había construido el señor Olsen cuando adquirió esos terrenos, y casi podría
decirse que la había hecho a medida, con el espacio justo para cubrir sus
necesidades. John sentía que todo era demasiado pequeño para él. No podía
atravesar la puerta sin agacharse, ni subir a la buhardilla sin dar con la
cabeza en el techo. Esas dificultades de
movilidad le hacían darse cuenta de lo mucho que le debía a aquella gente.
Habían compartido su pequeño espacio con él, cuando al principio no era más que
un desconocido. Un desconocido que acababa de perder a su familia.
Había sido una broma cruel del destino el
hacerle enviudar con tan solo treinta años. Cuando su mujer sobrevivió a dos
complejos partos, John pensó que ya nada podría ponerla en peligro de nuevo. No
cuando ellos se mantenían alejados de problemas y se limitaban a criar a sus
dos hijas sin molestar a nadie. Perder a las tres mujeres de su vida fue un
duro golpe para él, y más sabiendo que fue por su culpa. Había sido suya la
idea de trasladarse a Maryland, porque
su tranquila vida en Delaware se le había quedado pequeña. Quería un nuevo
principio, uno donde nadie le conociera ni a él ni a su padre. Uno donde su
nombre no estuviera manchado.
Jamás podría imaginar que en aquél viaje
toparían con unos bandidos que pondrían fin a la vida de sus seres más
queridos. Le habían pillado con la guardia baja, descansando junto al fuego
mientras su mujer acostaba a las niñas en la carreta en la que estaban
viajando. No tuvo tiempo de llegar al carromato para salvarlas. Él mismo habría muerto también, pues le
superaban en número, de no haber estado por allí cerca el señor Olsen.
Hacía ya diez meses de aquello, y en todo ese
tiempo había vivido con los Olsen, mientras buscaba una forma de volver a
empezar.
-
¿En qué piensa, señor Duncan? – le preguntó James.
John no se había dado cuenta de que el chico le estaba mirando.
Era un muchacho de trece años, alto para su edad, y moreno como lo eran también sus padres. Amaba los libros, y eso para John era extraño, ya que él había sido un pésimo estudiante, y a decir verdad no había conocido a
nadie de esa edad que
prefiriera sentarse a leer que correr libremente por el monte. Era un buen
chico, tan solo un poco mayor que su primera hija, pero parecía tener una
habilidad especial para meterse en líos.
-
En lo sucia que tienes la nariz, ¿qué has estado
haciendo? – se burló Jonh, y le tiró su camiseta mojada.
Rebuscó entre su bolsa para coger una camisa
limpia y se la puso, mirando al niño intrigado porque aún no le había
respondido. John conocía esa expresión en el rostro del muchacho. Solía
significar que estaba en problemas.
-
¿James? – insistió.
El niño no dijo nada, pero no hizo falta,
porque John recordó hechos recientes y eso sumado con la suciedad que James
traía encima, le dio una idea de lo que había pasado.
-
¿Has ido otra vez a la mina? – le preguntó, con
cierta incredulidad. No solo cualquiera con dos dedos de frente sabría que era
un lugar peligroso, con riesgo de derrumbe, sino que además James ya se había
llevado una paliza por ir a aquél lugar.
-
No se lo diga a mi padre, por favor – pidió el
chiquillo.
John resopló, frustrado, porque no quería
meter en problemas al niño pero tampoco ser desleal al señor Olsen, después de
todo lo que le había ayudado. A veces pensaba que al niño le gustaba ser
castigado o que tenía una necesidad extraña de llamar la atención de la forma
más negativa posible.
Aún estaba pensando lo que debía hacer, cuando vio al señor Olsen a través del
agujero que hacía de ventana.
-
Me parece que alguien se lo ha dicho ya, Jimmy,
porque viene hacia aquí.
James miró en su dirección, asustado, y comprobó con horror
que John decía la verdad. Ninguno de los dos tuvo tiempo de reaccionar, porque
el señor Olsen entró en la casa instantes después, con pasos furiosos.
-
¡JAMES! – gritó.
-
Pa… padre…
-
El señor Murray jura que te ha visto volver de la mina
– acusó.
Al señor Olsen le bastó una mirada para saber
que su hijo era culpable. No sólo por lo sucio que estaba, sino por la forma en
la que el chico le miraba.
-
Padre… yo….
-
Vete al granero – ordenó el señor Olsen. Fue una
orden seca, que no admitía discusión y que James conocía bastante bien. Era un
hombre de pocas palabras y no le gustaba repetir las cosas, así que el chico
hizo lo que le pedía, sin poder ocultar su abatimiento y su aspecto miserable.
John suspiró, mientras veía como su anfitrión
se desabrochaba el cinturón. Odiaba presenciar aquellas situaciones, y aunque
se dijo que él habría hecho lo mismo de ser el padre del chico, lo cierto es
que siempre le había parecido que Olsen
era un poco brusco con el niño. Tal vez fuera porque él solo había tenido
niñas, y era normal que a las chicas se les hablara y tratara con más
delicadeza.
Le vio desaparecer por el mismo camino que
había tomado James y aunque estaban algo alejados y él trató de distraerse, al
poco rato pudo escuchar el llanto y las protestas del muchacho. Siempre tenía
que contener el impulso de ir y defender al chico, pero sabía que no debía
meterse. Lamentó que la señora Olsen no estuviera en la casa, porque ella sí
había intervenido en alguna ocasión, aunque algo le decía que esa travesura
había sido demasiado peligrosa como para salvarle de una charla con el cinturón
de su padre.
Aquella vez, no obstante, ocurrió algo fuera
de lo común, y es que John vio como el niño corría hacia la casa mientras su
padre le perseguía con el cinturón aun en la mano. Por lo visto había huido en
medio del castigo, y John no pudo evitar sonreír al pensar en las innumerables
veces en las que él había hecho lo mismo. James no solía hacerlo, sin embargo,
y eso le borró la sonrisa. El chico estaba llorando a mares y no pareció
importarle que John le viera hacerlo. Normalmente el señor Olsen volvía solo
del granero, y James lo hacía minutos después,
tras limpiar sus lágrimas.
-
James, pero qué… - empezó John, pero no pudo acabar,
porque el señor Olsen le alcanzó en ese momento, agarrándole por el brazo con
violencia.
-
Mocoso atrevido, ya te voy a enseñar – maldijo el
padre, y John frunció el ceño. Todo indicaba que ya había recibido suficiente
castigo pero el hombre parecía demasiado alterado para percibirlo.
El niño trataba de decir algo, pero el llanto
no le dejaba. Con movimientos muy
rápidos, el señor Olsen levantó el cinturón y lo bajó cinco veces, fuerte y
descontroladamente. John agarró el brazo del otro hombre para impedir que
continuara. Hizo un gesto de negación con la cabeza y eso debió de bastar,
porque el señor Olsen soltó el brazo de su hijo, y dejó que se marchara. John
pensó que subiría a la buhardilla, pero en lugar de eso salió corriendo de la
casa.
-
¿Voy tras él? – le preguntó John al señor Olsen.
-
Ya volverá. Seguramente quiere estar solo.
John asintió, y optó por guardar silencio,
aunque en su opinión no hacían bien en dejar que se fuera en ese estado. Decidió no
preocuparse por eso, y se puso a pensar en cómo iniciar una conversación con el
señor Olsen, pero no tuvo que hacerlo porque el hombre se le adelantó.
-
No ha debido intervenir – le dijo – Ese chico se
había buscado la paliza.
John se avergonzó y notó calor en las
mejillas. No habría querido ser un entrometido.
-
Sólo es un niño, señor Olsen. Un buen niño. Me
pareció que ya había entendido…
-
Ese no entiende nada si no le entra a golpes.
John decidió no responder. Supo ver que su
interlocutor estaba demasiado furioso para atender a razones, y como le
conocía, sabía que pasado un rato sería más fácil hablar con él.
Poco después llegó la señora Olsen, que
volvía de hacer unos recados en el pueblo. Se extrañó de no ver a James en
casa, y John decidió salir de la casa para darles algo de intimidad. Llegó a
escuchar el principio de una discusión y, aunque por lo general solía pensar
que la mujer consentía demasiado al niño, aquella vez no pudo evitar pensar que
ella tenía razón. Pero por supuesto no intervino y se alejó más para no seguir
escuchando.
Pensó en dar un paseo por los alrededores. El paisaje era muy bonito y
los caminos muy cómodos. El sol seguía siendo igual de abrasador, pero a eso no
podía ponerle remedio, porque además, dada su prisa por salir de en medio, no
había llevado su sombrero. Casi inconscientemente se puso a mirar a ver si se
topaba con el niño, pero no tuvo suerte.
Después de un rato caminando sin rumbo fijo,
pensó que ya había estado fuera el tiempo suficiente, y que seguramente ya
habían hablado todo lo que tenían que hablar. Es más, quizás el niño había
vuelto también. John regresó a la casa de los Olsen justo a tiempo de ver como
unos jinetes se marchaban.
“¿Habrán
tenido visita?” pensó, pero le pareció que los jinetes iban con la cara tapada. “Otra vez no. No.”
John se apresuró a salvar la distancia que le separaba de la casa con una horrible certeza.
-
¿Señor Olsen? ¿Señora Olsen? - llamó, sin recibir respuesta. Atravesó la
puerta, y les vio a los dos, tendidos en el suelo. El señor Olsen todavía
estaba vivo, pero sus heridas eran demasiado graves. John lo supo con tan solo
un vistazo, pero aun así intentó taponar el punto sangrante de su vientre. –
Llamaré al médico…
-
Tardará horas en llegar – replicó el hombre, no sin
esfuerzo. - ….Cuida….de mi hijo.
-
Usted le cuidará…
-
Prométemelo. – insistió Olsen, agarrándole de la
camisa.
John tragó fuerte para deshacer el nudo de su
garganta.
-
Lo prometo.
John lo sintió morir instantes después.
Probablemente aún tuviera pulso, pero había quedado inconsciente y nada
indicaba que fuera a despertar. Justo entonces, John escuchó una voz detrás de
sus espaldas.
-
¡Padre! ¡Madre! – llamó James, y se arrojó junto al
cuerpo de su madre, tratando inútilmente de hacer que se levantara. John supo
exactamente cómo se sentía el niño, y nada le dolió más que no poder hacer nada
para ayudarlo.
Hacía menos de un año que había perdido a su
familia, y aquél chico acababa de perder a la suya. John sintió como si una
fuerza mayor que ellos estuviera atando sus caminos para siempre.
quiero mas si o si!!!!!
ResponderBorrardream, no terminas una y ya sales con otra definitivamente quiero mas!!
Continúala pronto por favor.
ResponderBorrarMe has atrapado con esta nueva historia!!
ResponderBorrarQue mal que los dos hayan pasado por el mismo dolor ...
Definitivo quiero saber como sigue esta historia!!!
Querida Dream siempre me sorprendes y esta no fue la excepción
ResponderBorrarestoy deseando condenadamente que continúes tu historia y ver que le depara a este par que lleve el luto a cuestas
un abrazo
Marambra
QUÉ COMIENZO!!! ESPECTACULAR!!! MUY BUEN CAPÍTULO Y YA ANSÍO UNA CONTINUACIÓN!!!
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