lunes, 31 de diciembre de 2012

Encontrando el camino

Prologo
LA PREVIA…

    Ahí estaba él sentado en la cama de su hijo apoyando sus codos en las rodillas y sus manos sosteniendo su cabeza, presa de sus pensamientos. En estado puro  de derrota emocional. Franco era un hombre hecho y derecho había aprendido que la vida no es fácil y logró salir adelante tenía principios claros y firmes pero esto lo superaba.
     Recordaba claramente la promesa que le había hecho a su hermana cuando eran niños, él jamás de los jamases haría  lo que su padre había hecho con ellos, y aquí estaba ahora planteándose la idea de darle una paliza a su hijo adolescente. Por supuesto no iba a ser como su padre había sido, una  persona violenta y que descargaba sus frustraciones en ellos a tal punto de dejarlos hechos unos ovillos en una esquina con marcas de cables, correas, palos, varas o lo que fuera que encontrara a mano. No, eso no era disciplina era violencia absoluta, no había consuelo después, a veces ni siquiera sabían porque  eran tan tremendamente castigados. Y en uno de esos episodios fue que él acostado en la cama junto a su hermana después de una paliza prometió que si alguna vez tenía hijos no sería un mal padre. Y ambos juraron de corazón cumplir esa promesa.
    Pero ahora era distinto tenía tres preciosos hijos y fue muy fácil cumplir su juramento cuando eran pequeños, una mirada severa, un reto o sacarles algo que disfrutaban era suficiente  para mantenerlos a raya. Ah! Qué tiempos aquellos! Pero claro ya habían pasado. Hoy su hijo menor tenía once años, su hijo mayor, a quien estaba esperando hace horas, tenía dieciséis, y su amor, su princesa, su ángel, su cielo, su vida, tenía sus dulces quince añitos. Así que el tiempo donde una mirada era suficiente había quedado muy atrás. Digamos que aunque estaba seguro que su hijo necesitaba un poco de mano dura, estaba en una terrible encrucijada no sabía exactamente qué hacer. Su amigo de la infancia lo había “guiado” en el arte de disciplinar a un hijo adolescente pero como bien reza el refrán del dicho al hecho hay mucho trecho.  Su amigo lo había convencido con argumentos muy convincentes que no estaría maltratando a su hijo, bien ese punto ya estaba. Lo de  la intensidad lo entendía también, debía dejar claro el mensaje. Pero el tercer punto… ahí había otro problema. Él no era de demostrar sentimientos ya ni a su hijo de once le decía te quiero, bueno sus hijos tampoco. Las muestras de afecto se demostraban en permisos y regalos, las frases y palabras cariñosas no eran pronunciadas entre ellos, salvo quizás en tarjetas de felicitaciones.  Eso de tomarse el tiempo de consolar después con cariños no le cerraba y menos si tenía que ser a su hijo de ya dieciséis, él lo trataba casi fríamente no era fácil teniendo en cuenta su infancia. Sin embargo sabía que debía hacerlo si su padre lo hubiese consolado después no le hubiese importado la magnitud de las palizas recibidas. Se auto determinó a convencer a su hijo que lo hacía porque lo quería y no por malvado.
     Con esta ensalada en mente esperaba, lo que venía iba a ser muy difícil pero su hijo no aparecía y por ratos eso lo convencía más, pero solo por ratos... Levantó la cabeza, la puerta había sido abierta… 



Nota: espero q les guste, Nicole gracias por tus ánimos  gracias a ti me anime a escribir. Espero q te guste y que haya llegado a tus expectativas. 

1 comentario:

  1. Claro que me gusta, eres realmente genial, y te lo digo enserio no solo por adular

    Mis felicitaciones, en el mensajero te escribí también, continúa por favor, sin presiones y gracias por la dedicatoria...

    ResponderBorrar