lunes, 11 de mayo de 2020

IX. Una Nueva Etapa





IX. Una Nueva Etapa

Los días siguientes fueron un subibaja de vivencias con infusiones de emociones. En realidad, el mismo día había visto una faceta de Logan que no me lo esperaba.
La tarde la pasamos entre juegos y risas, aunque notaba que Logan y Daniel peleaban por sentarse cerca mío o incluso que les prestara más atención, mientras que Lautaro parecía feliz con el hecho de tener botanas.
Me extrañaba su forma de actuar...es decir, con Daniel ya lo había visto y lo atribuía a su edad, pero no me lo esperaba de Logan, quien ya estaba algo mayorcito.
Aun así, simplemente no dije nada y le abrazaba constantemente, depositando uno que otro beso cuando podía y animándole verbalmente...aunque eso también lo hacia con sus otros hermanos.
Al llegar la noche, después de ayudar a Daniel en su baño y dejarlo en cama escuche a Lautaro y Logan hablando, con el menor preguntándole a su hermano si estaba bien.
"Si...no fue tan malo." Le dijo tranquilamente, revolviendo las cartas que tenía en su mano una y otra vez. Talvez no debería haber hecho eso, pero tenía curiosidad de saber que hablaban cuando creían nadie les escuchaba.
"¿Dolió mucho?"
"¿Tu qué crees, tonto?" Le respondió Logan algo molesto, tirándole una de las tarjetas. "Tu lloraste como un bebe cuando solo te dio una...a mí me dio varias."
Lautaro se sonrojo ante esto, haciendo un puchero y murmurando que le había pegado muy duro, aunque solo fue una. Se quedaron en silencio por un momento, pero antes de que mandara a Lautaro a la cama el niño hablo nuevamente. "¿Y te bajo el pantalón?"
"¡NO!" Grito Logan, mintiendo entre molesto y apenado.
Viendo una pelea venir, decidí intervenir antes de que tuviera que terminar la noche con regaños. Una vez los niños estaban en cama volví a sacar una lista de en qué podría trabajar. Fue más fácil decirlo que hacerlo, así que me dispuse comprar un periódico al día siguiente y hacerlo a la vieja escuela.
Mientras pensaba en esto y en todas las cosas que tendría que hacer al día siguiente mientras los niños estaban en la escuela, vi a Logan parado en la entrada de mi habitación. Se miraba nervioso, jugando nuevamente con el borde de su pijama mientras se mordía el labio inferior.
"¿Pasa algo?" Indague, incorporándome un poco más para verle mejor. Pero el niño simplemente negó.
"Mañana tenemos escuela." Me dijo simplemente, haciendo que levantara una ceja algo divertido.
"Si, lo sé, por lo general eso sucede los lunes."
"Si...Daniel no quiere ir."
No pude sino levantar ambas cejas ante su mentira. Daniel y yo habíamos hablado de lo que haría al día siguiente en clases mientras le ponía a dormir. "Ya veo." No supe que más decir, si dejar su mentira en evidencia o seguirle la corriente. Decidí seguir mi instinto, y simplemente dejar que hablara. "Y sabes por qué?"
Él se encogió de hombros, sin moverse de su lugar. "Ven aquí." Le invite, palmeando mi cama mientras me movía para hacerle campo.
Me vio un momento y con pasos lentos camino hasta mi cama, viéndola como si de un enemigo se tratara. "No estás en problemas, campeón. Lo prometo."
Aun con mis palabras Logan me vio con un poco de desconfianza, pero se acercó a mí, sentándose al borde de mi cama. Con un suspiro, decidí ayudarle, así que le tome por la cintura y le jale hasta que quedara sentado a mi lado, pasando mi brazo por sobre sus hombros hasta descansar mi mano sobre su pecho. "Muy bien, ¿ahora si me puedes decir que pasa?"
Logan no dijo nada, simplemente se encogió de hombros. "No puedo dormir." Me susurro, jugando con los dedos de mi mano. Sin poderlo evitar, sonreí y le abracé un poco más, descansando mi barbilla sobre su cabeza.
"Yo tampoco." Le dije en tono de confidencia, "Pero mañana nos toca un día pesado."
"¿Podemos quedarnos en casa?"
"¿Saltarse las clases?" Le dije algo divertido, "No lo creo, campeón." Aunque hubiera querido, sería algo imposible ya que había concretado una cita con su director al día siguiente.
"Pero Daniel no quiere ir." Se quejó con un puchero y viéndome con suplica.
"Bueno, pues Daniel va a tener que ir." Sentencie, dándole unas suaves palmaditas en su pecho en forma de juego, "Además, ¿porque no querría ir el chaparro?" Logan simplemente se encogió de hombros para luego girarse y abrazarme, escondiendo su rostro en mi estómago. "Se me hace que el que no quiere ir es otro, eh."
Ante mis palabras, Logan volvió a encogerse de hombros, soltando un pequeño y casi inaudible quejido. "Pero no es necesario ir."
"A ver, Logan. ¿Qué pasa?"
El niño no dijo nada, hasta que finalmente levanto su mirada antes escondida y, apoyando su barbilla en mi estómago me dijo, "¿Y si Diana viene a buscarnos y no estás? ¿O el Señor Gullier? Soy un fracaso cuidando de nosotros."
Por un momento no supe que responder. No podía prometer que Diana no iría por ellos, pero tampoco podía dejarle sus dudas. "Logan, campeón, aun eres muy joven para cuidar de tus hermanos."
"Tengo 13... ¡casi 14!" Me dijo en tono molesto, separándose de mí y sentándose a mi lado, "Ya soy grande y debería de saber hacer las cosas yo solo."
Nuevamente no supe que decir, entendiendo que sería muy difícil hacerle entender a esa edad que, a pesar de ser todo un adolescente, todavía era un niño. "Estaba pensando en dejar que Daniel condujera mañana."
La cara con la que Logan me vio fue cómica, con su boca y ojos abiertas a mas no poder. "¿Que?"
"Si, mi auto, que nos lleve a todos a la escuela."
"¿Estás loco?" Me pregunto, con una mirada que hacía que quisiera estallar en carca jadas, pero sabía que si lo hacía no entendería mi objetivo por enseñar.
"¿Loco?" Mi tono detonaba toda la sorpresa del mundo, incluso me erguí un poco para verlo mejor. "¿Crees que es una mala idea?"
"¡SI!" Casi grito, viéndome como si fuera poco inteligente, "¡Es tonto!"
"¿Pero por qué?" Insistí, "¿No fuiste tú que le dijiste a Daniel en la cena que era ya grande?"
"¡Para cortar su propia carne, no para manejar un auto!"
"Aahh...¿entonces hay una edad para todo?"
"¡Pues claro!" Me dijo con obviedad. "¡No puedes manejar hasta los 16!"
"Pues, según la ley, no puedes ni debes cuidar de menores de edad en su totalidad hasta después de los 21."
Mis palabras parecieron caer como balde de agua helada, se desplomo a mi lado, con ojos calculadores y pensantes. Casi podía ver las ecuaciones a su alrededor como el meme de la mujer calculadora.
"Pero..." Me dijo, parpadeando y tratando de entender todo, "Soy el mayor."
A pesar de tener una hermana mayor, había sido prácticamente hijo único. Para cuando iba a la escuela, Melissa ya estaba en la universidad y se había convertido en mi segunda madre.
"Si, bueno... ¿sabes que me ha dicho tu Tío Dante?" Me fui con mi única referencia, recordando las veces que mi amigo se quejó del porque no quería más que un hijo. "Que no era justo que por ser el mayor él se llevara los castigos de sus hermanos...o que muchas veces quería salir a algún lugar y no podía, porque tenía que cuidar de sus hermanos."
"Si," Me dijo, jugando con el borde de mi camiseta, "Eso es feo. Mis amigos de la escuela a veces van al parque y yo no puedo. Una vez intente ir con Daniel y Lautaro pero a ellos no les gusto."
"¿A tus hermanos?"
"No, a mis amigos." Me aclaro, frotándose su ojito con el puño en obvio cansancio. "La mayoría tiene hermanos menores y no les gusta tener que estar con ellos cuando jugamos...aunque tratan de ser amables."
"¿Te gustaría ir con ellos de vez en cuando?" Le pregunte, sobando su brazo para tratar de impulsarlo a dormir.
"Si, pero no puedo."
"¿Y porque no?"
"Pues...¿y qué hago con mis hermanos?"
"Pues, dejarlos conmigo, campeón. Para eso estoy yo ahora, para cuidar de ustedes." Le dije, "No debes tener miedo ya, aquí estoy yo."
"¿Y si te vas?" Me pregunto, tratando de abrir sus ojitos mientras se acurrucaba más y más a mí.
"No me iré, amor." Le dije, posando un beso en su frente. "Ya no me iré y si tengo que pelear para quedarme con ustedes así lo hare." Le prometí, viendo como peleaba su batalla y se quedaba dormido, "Talvez no haya sangre de por medio, pero son mis hijos." Le susurre, velando su sueño.
La mañana siguiente fue toda una batalla. Creí que Logan había hecho las paces con ir a la escuela, pero lo único que logre fue que se durmiera. Cuando le desperté pareció desorientado y luego apenado de encontrarse en mi cama.
No dije nada, le dejé que se alistara mientras le explicaba a Lautaro que no podía usar sus shorts favoritos en invierno. No importaba que adentro estuviera calentito, debía usar ropa adecuada.
No sabía cómo hacían para llegar a clases a tiempo usando el bus escolar, porque llegamos justo cuando tocaban el timbre y ni siquiera había estacionado mi auto.
Se extrañaron cuando les dije tenía una cita con su director, pero parecieron pensar que era normal. La cita fue simple, sencilla y al punto. Simplemente quería informar a la escuela que, aunque no tuviera ningún documento legal, los niños permanecían en mi casa y cualquier cosa por favor me llamaran a los teléfonos que estaba proveyendo.
"La verdad, Señor Bellucini," Me dijo el joven director, viéndome con una sonrisa, "Me alegra que alguien este velando por estos niños. Varios de los maestros han notado un cambio en este año escolar en su comportamiento y un incremento en su desempeño," Me dijo con alegría, "Y la señorita Paula Andoni nos dijo podíamos confiar en usted."
Sus palabras, además de darme aliento, me confundieron. "Disculpe... ¿Paula Andoni?" ¿Mi mesera?
"Si...sé que viene de una gran ciudad, Señor Bellucini, pero...el dicho, pueblo chico infierno grande no surgió de la nada. Puede parecer un pueblo grande de dos mil habitantes, pero créame, aquí todos conocen a todos y la familia Andoni es honorable y respetable...y Paula y yo fuimos a la escuela juntos. Nunca creí lo que decían de ella."
No dije nada más, pero la verdad, ya iban dos personas que mencionaban que tal vez ella tenía razón después de todo. No sabía a qué se referían, pero la curiosidad entro en mí.
No dijimos nada más, simplemente me dio el calendario escolar recordándome que en dos semanas los niños saldrían de clases por las festividades navideñas.
Eso fue lo más relevante de mi día. Regrese a casa a limpiar, lavar ropa, ordenar ciertas cosas y a buscar trabajo en el periódico que había comprado.
Aun mientras circulaba ciertos prospectos, no podía sacar las palabras del director de mi mente, ni la pelea que Paula y yo habíamos tenido. Me irritaba pensar en ello, y me irritaba aún más el pensamiento que había algo de la mujer que yo no sabía. Tanto los Gullier como el director acordaban que ella, después de todo, tenía razón.
Tratando de pensar menos en eso, intente hacer una lasaña que hace casi incendie la casa. Justo cuando abría las puertas y ventanas para sacar el humo de la casa oí la puerta abrirse y dar paso a las risas y bulla de mis niños.
"¡PAAAPIII!" Grito Daniel, abrazando mis piernas fuertemente mientras miraba a su alrededor. "¿Comemos asado?"
No pude evitar reír ante su inocencia para tomarlo en brazos. "No es bueno asar dentro de casa." Me dijo Lautaro seriamente, viendo el horno. "Puedes quemar la casa, eso nos dijo la maestra."
"Y tiene toda la razón." Asentí, viéndoles divertido.
"Creo que si Gabriel sigue cocinando cualquier cosa puede quemar la casa." Dijo Logan, inspeccionando desde lejos la estufa. "Venden cenas congeladas que solo debes meter al microondas y ya está."
"Lo sé, las he comido y no creo sea lo mejor para ustedes." Le dije, poniendo a Daniel en el suelo mientras me acercaba para ver que tanto daño había hecho.
"Pues creo que pasta al carbón nos hará más daño." Me dijo el mayor.
"A mí me gusta la pasta." Opino Daniel, sentándose a la mesa.
"Si, tonto, pero no cuando esta quemada." Le dijo Lautaro, haciendo que el menor le sacara la lengua en respuesta.
"Bueno, bueno, bueno," Intervine, "Pero no es para ponerse a discutir...por hoy creo que deberán conformarse con una pizza."
Mis palabras fueron recibidas con una celebración, con los tres dando sus opiniones de que ingredientes debería de tener.
Una vez logre se sentarán a hacer sus tareas, con los dos mayores quejándose que la tarea de Daniel no contaba ya que solo debía colorear un dibujo, me dedique a tratar de salvar mi estufa. Después de todo, hasta encontrar un trabajo no quería tener que invertir en una estufa...nuevamente.
Concentrado estaba cuando sentí una manito jalar mi camisa, a lo que me giré para ver a Lautaro con un puchero. "¿Eh, que pasa, hijo?" Pregunte, dejando el trapo sucio sobre el contador.
"No le entiendo." Me dijo, señalando a la mesa donde había varias hojas de trabajo.
Después de lavarme las manos, me acerque para ver cuál era el problema...o problemas en este caso. Me encontré con diversas hojas de multiplicaciones y fracciones...con una explicación muy distinta a como me lo habían enseñado a mí.
Después de leer detenidamente y descifrar las ecuaciones, pase la siguiente media hora haciendo la tarea con Lautaro y después corrigiendo el ensayo de historia de Logan.
Recién habíamos acabado cuando tocaron a la puerta con nuestra cena y pudimos relajarnos en familia...un concepto que hasta hace un año había sido totalmente lejano a mí.
Llevaba ya un año viviendo en el pueblo y no creí que tanto había pasado, especialmente en los últimos siete meses, desde que los niños habían empezado a trabajar para mí.
Esa noche, aunque un tanto exhausto, me fui a la cama con una gran sonrisa, más aún cuando sentí a un pequeñín unirse a mi cama. A la mañana siguiente tenía la compañía de tres renacuajos. En algún punto de la noche los tres se habían mudado a mi cama, pero no dije nada. Trate de levantarme sin despertarlos para hacer el desayuno.
A diferencia del día anterior, los niños tomaron el bus escolar ese día. Mi día siguió igual y parecido al anterior. Esa tarde volví a ayudar a Lautaro en su tarea de matemática. El niño parecía estar en lágrimas de frustración ya que le costaba entender la materia y termine usando dulces y otros objetos para poder explicarle.
El miércoles fue casi una copia del martes. Amanecí con los tres niños acurrucados a mi lado, me levante, prepare el desayuno, les envié a la escuela, investigue acerca de los anuncios laborales y me debatía si tratar de hacer una cena nuevamente.
Una hora antes de que los niños llegaran a casa mi día dio un giro. Me dolía un poco la pierna por el frio, por lo que intentaba no moverme mucho de donde estaba cuando tocaron mi puerta. 
Por un momento el temor inundo mi cuerpo, pensando que talvez era Diana que venía por mis niños...o el señor Gullier con la policía acusándome de rapto. Sabía que era estúpido de mi pensar eso, pero no podía evitarlo.
Los golpeteos en mi puerta se volvieron un poco más insistentes y finalmente decidí que no podía esconderme para siempre...tal vez solo era el idiota de Dante o la impertinente de Melissa. 
Para mi sorpresa, todos los anteriores no se encontraban allí. Parada en mi entrada, luciendo hermosa, estaba Paula. A pesar de venir bien abrigada, tenía la nariz y las mejillas rojas por el frio. Su castaña cabellera estaba escondida bajo un gorro de lana verdoso, mientras que sus ojos castaños me miraban apenados.
"Hola." Me dijo simplemente.
No supe que decir, parado frente a ella y observándola. "Hola." Repetí como un loro.
"Disculpa por tocar así, pero...hace mucho frio." Me dijo simplemente, a lo que salí de mi asombro.
"Si, tranquila...pasa, por favor."
Dándome una sonrisa agradecida entro a mi casa y observo el lugar. No pude evitar preguntarme qué pasaba por su mente, ya que parecía contener una sonrisa. "¿Y? ¿Apruebas el lugar?" Pregunte en broma.
"Supongo que las cortinas no fueron idea tuya." Me dijo, señalando la tela floreada y colorida de entre mis muebles sombríos y de colores neutros.
No pude evitar reír, mientras ella se quitaba el gorro y dejaba su cabello caer. "No, esa fue Melissa. Supongo la recuerdas...gordita, bajita...metiche como ninguna otra."
Ante mis palabras, Paula se sonrojo, mordiendo su labio inferior levemente. Aunque creo que no era su intención, no pude sino sentirme atraído ante esto, queriendo pasar mi dedo por su labio...o poner mis labios sobre los suyos...e inmediatamente me odie. Ese abril Mary cumpliría 2 años de haber muerto y no tenía derecho de pensar en otra mujer de esa forma.
"Venía a disculparme contigo." Me dijo, sacándome de mis pensamientos en sorpresa.
"¿Cómo dices?"
"Perdón...por lo que te dije." Se disculpó, y pude ver la sinceridad en sus ojos. "Sé que no era mi lugar decir lo que dije."
No podía creerlo. Esta mujer estaba llena de sorpresas. "No te preocupes...discúlpame tu a mí." Le dije, encogiéndome de hombros y notando por primera vez las bolsas que cargaba. "Eh...puedes poner tus bolsas allí." Le dije, notando lo pesadas que se miraban.
"En realidad...pase comprando algunas cosas para hacer la cena para ustedes." Me dijo, sonrojándose aún más. "No lo pienses mal...no sé nada de ti, y se lo que muchos dicen y piensan de mí en el pueblo. Es por los niños."
No pude evitar sonreír, mientras tomaba las bolsas en mis manos. "Creo que los niños te lo agradecerán...especialmente después de que queme el horno...así que espero no traigas nada para hornear."
Ante mis palabras ella simplemente rio, quitándose su abrigo y bufanda. "No creo que sea tan malo." Me dijo, siguiéndome a la cocina, aunque una vez vio el daño hecho su sonrisa se transformó en horror. "No puedo creer que SEAS tan malo! ¡¿Pero cómo hiciste esto?!"
"No lo sé." Le dije, encogiéndome de hombros y ofreciéndole un vaso con agua. "Trate de hacer una lasaña, pero...ahora debo comprar una estufa nueva."
Paula negó, mientras sacaba varias cosas de sus bolsas. No pude notar que incluso traía manzanas, uvas y peras, las favoritas de los niños. "Sé dónde venden algunas de buena calidad a bajo costo." Me dijo, encogiéndose de hombros.
"Gracias, aunque deberá esperar a que consiga empleo."
Esto pareció llamar su atención, ya que dejo de sacar las cosas para verme. "Creí trabajabas en construcción o algo así."
"¿Que?"
"Si...mira esta casa. Nadie daba un cinco por ella y ahora...es de las más bellas del pueblo. Le falta pintura, y espero pienses plantar algunas flores cuando venga la primavera, pero todo el mundo habla de ello."
"Solía ser bombero," Le dije, encogiéndome de hombros, "Lo que se de construcción lo aprendí de mi padre y su socio."
"Pues...deberías de pensarlo. Algunos me han preguntado si haces otro tipo de restauraciones. Si quieres te contacto con Matías, nuestro alcalde, tiene varias ideas para restaurar algunos puntos viejos del pueblo, pero nadie quiere tomar el reto."
Sus palabras retumbaron en mi mente. Había estudiado arquitectura, aunque no me había graduado, ya que preferí ser bombero, pero sabía tenía la capacidad para hacer alguno que otro proyecto si realmente me lo proponía...o podía terminar también mi carrera. "Lo pensare." Le dije simplemente.
"Bien, como quieras."
Seguimos en silencio por un momento, mientras le ayudaba a encontrar algunas cosas y me sorprendía en saber que tenía algunas otras en mi cocina, seguramente un regalo de Melissa.
Finalmente, Paula termino por correrme cuando al pedirme lavara el pollo procedí a ponerle jabón...aparentemente eso no se hace así.
Seguimos en silencio, con ella cortando chile, tomate y cebolla cuando no pude más con mi curiosidad. "¿Que paso entre tú y Diana?" Dejo de picar y me vio por un momento, y luego bajo su mirada. "No sé qué dicen de ti, pero sí sé que hablaste con el director de la escuela de los niños a mi favor. El piensa que tú tienes la razón, y los Gullier piensan lo mismo."
Mis últimas palabras parecieron sorprenderla, ya que levanto ambas cejas. "Vaya...y yo que pensaba que esos viejos ya no servían para nada."
"Ey...no digas eso enfrente de los chicos."
"Claro que no. Eso lo puedo decir frente a ti."
"¿Y bien?" Indague, curioso.
"Hagamos una tregua." Me dijo finalmente, dejando la cebolla a un lado para tomar unos ajos. "Yo contesto tu pregunta y tu contestas las mías."
Me parecía justo, además de que la curiosidad me atosigaba. "Bien. Trato hecho, ahora dime la historia entre tú y Diana. Allí hay gato encerrado."
"Pues...ningún gato, pero si hay historia." Me dijo, encogiéndose de hombros, "Diana y yo fuimos juntas a la escuela. En realidad, fuimos amigas por muchos años. Y cuando digo amigas, es que nos decíamos todo, nos peinábamos, intercambiábamos ropa, ella dormía en mi casa, yo en la suya...ya sabes, lo típico y normal." Me dijo, tomando una olla y poniendo todos los condimentos encima del pollo...interesante. Creí que los condimentos se ponían cuando el pollo ya estaba cocinado.
"Y que paso?"
"Se acostó con mi novio." Me dijo sencillamente, "Estábamos por graduarnos e ir a la universidad. No tenía mucho tiempo libre, mi mamá quería jubilarse pronto y me enseñaba lo que debía hacer en el restaurante. Un día quería distraerme, relajarme y olvidarme de exámenes, restaurantes, y graduaciones. Me alisté, me puse bonita y me fui a casa de Max. Sabía que sus padres no estaban, nunca estaban, así que pensé la pasaríamos bien. Entre y lo encontré teniendo sexo con Diana...mi mejor amiga y mi novio. Típico, ¿no?" Se rio, aunque pude ver que aun le dolía. "Le tiré el anillo de compromiso en la cara y salí corriendo del lugar. Hice un escándalo, y todo el mundo vio mi punto de vista, hasta que Diana lloro frente al restaurante diciendo que ellos eran felices y tendrían un hijo después de graduarse."
"Logan." Deduje, asintiendo.
"Logan." Afirmo ella, "No quise verla por varios meses. Nos graduamos, con Diana MUY embarazada. Max se fue a la universidad para nunca volver y la dejo. Ella me culpo a mí, y como siempre, el mundo entero le creyó. Me acuso de haberlos separado en la secundaria y de no sé qué más. Cuando regrese a casa para navidad, aun mi madre creía que yo me había metido en su relación."
"¿Segura no leíste esto en alguna novela o algo?" Le dije en una patética broma, a lo que ella simplemente rio.
"Ya quisieras. Lo más triste del caso es que Logan es el que más sufrió. Desde que estaba embarazada, Diana le culpaba de arruinarle la vida. Siempre fue la consentida, su carita de ángel le sacaba de todos los problemas. Cuando rompimos una ventana en el sexto grado, ella se llevó una caricia en el pelo diciéndole que tuviera más cuidado y yo me lleve senda zurra por jugar donde no debía...siempre era igual."
"Pero...¿porque nadie lo noto?"
Paula simplemente se encogió de hombros nuevamente, levantándose y poniendo el pollo a cocinar. Se lavó las manos en silencio y luego continuo, mientras miraba por mi ventana a la casa de ella. "No lo sé. Cuando me di cuenta que llevaba a Logan a la guardería estatal me apunté como voluntaria. Apenas tenía un mes de nacido, y Diana ya le dejaba solo."
No dije nada, simplemente observé mientras ella se movía por mi cocina seleccionando un tazón para hacer lo que yo creía sería una ensalada. "Desde que le vi por primera vez lo amé, era hermoso." Me dijo con una sonrisa, "tengo varias fotos con él, algún día puedo enseñártelas."
"Me gustaría." Le dije, con una sonrisa a lo que ella asintió con una sonrisa propia.
"En fin...al pasar los años comprobé una y otra vez el mal trato que le daba a Logan. No había moretes ni golpes, pero más de una vez el niño llego llorando por el hambre. Estaba bajo de peso y llegaba sucio a la guardería, como si no le hubieran bañado en días. Me harté y pedí su custodia."
"¿Que?"
"¿Que?" Me devolvió la pregunta, encogiéndose de hombros, "Fuimos a juicio y perdí. Al principio pensé que era por mi edad. Era una mujer de apenas veintiún años manejando un restaurante, apenas una adulta pidiendo la custodia de un niño de cuatro. Escuche los rumores de que se acostó con el juez...y tal vez sea cierto porque meses después Lautaro le hizo compañía a Logan. Para entonces me prohibieron trabajar con el niño directamente...pero...pueblo pequeño, te deben favores."
No sabía que pensar de todo esto, jugaba una y otra vez con un pedazo de lechuga cercana mientras absorbía toda la información. "Oye...¿no te parece raro que con el record de esa mujer solo sean tres?"
Paula dejo de picar nuevamente y me vio, y luego se encogió de hombros, "Tal vez por fin aprendió para que sirve un condón." Me dijo divertida.
No pude evitar reír, tirando dentro del tazón aquel pedazo de legumbre solo para que ella me mirara seriamente y lo sacara de allí. "Bien. Mi turno. ¿Porque un bombero de la gran ciudad se vendría aquí?"
Aunque no había hablado de ello, decidí darle la versión corta.
Aunque me salte muchos detalles, por primera vez me encontré hablando de Mary con alguien...y fue como si abrieran las compuertas de una represa. Hable de lo maravillosa que era ella, de como siempre sabía qué hacer, de como siempre mantenía la paz y la tranquilidad. De lo perfecta e increíble que era ella. No sé cuánto tiempo hablé, pero pude simplemente hablar, sin que me vieran con lastima o con tristeza.
Hubo silencio cuando termine de hablar, y Paula solo me observaba, "Es una lástima no haberla conocido." Me dijo sinceramente, "Creo hubiera sido una buena madre para los niños."
"La mejor." Le dije sin dudar, aunque tuve un atisbo del dolor que mis palabras causaron en ella. Antes de poder disculparme, escuche la puerta abrirse y como todos los días los niños corrieron a la cocina entre risas y gritos.
"¡SEÑO'ITA HONEY!" Grito Daniel, abrazándola fuertemente y mostrándole el nuevo dibujo que tenía, donde estaban sus hermanos y yo con un gran 'Papi' escrito sobre mi cabeza.
Ante esto ella simplemente me vio con algo de asombro, pero pude ver la alegría que le causaba. "¡Huele rico!" Dijo Lautaro después de los respectivos saludos, acercándose a la estufa, aunque logre jalarlo.
"Si...Paula me ayudo a hacer la cena." Ante la mirada incrédula de todos solo reí, "Bueno, bueno...ella hizo la cena y yo la vi sentado desde mi puesto."
"Menos mal." Dijo Logan, viendo a Paula, "¡El otro día casi nos mata a todos!"
"HEY!" Me queje, aunque Paula reía ante esto con un simple, "No lo dudo."
Encontré que esa tarde fue más tranquila que lo habitual. No debía preocuparme de la cena ni de mantener a Daniel ocupado y distraído mientras me enfocaba en ayudar a Lautaro que seguía con sus problemas matemáticos. Paula incluso se sentó a ayudar a Logan en sus deberes, mientras yo trataba de tranquilizar a Lautaro y convencerlo de que las matemáticas no eran sus enemigas.
La cena fue amena y, aunque los niños no querían dejarla ir, Paula se marchó después de ella. Nevaría pronto según los pronósticos, y lo último que quería era quedar atrapada en la carretera o manejar con nieve.
Al día siguiente me encontraba buscando cursos en línea para terminar mi carrera de arquitecto, o por lo menos saber que necesitaba hacer para trabajar en el área de construcción...o restaurador. La idea que Paula me había dado retumbaba en mi cabeza y no podía dejar de pensar que era la mejor.
Absorto en esto, casi no escuche el sonido del teléfono. Conteste sin siquiera ver la pantalla, pero deje todo pensamiento del lado cuando la persona del otro lado se identificó.
"Disculpe la molestia, Señor Bellucini, pero tenemos un problema con uno de sus pupilos." Me dijo la mujer, "El Director Sánchez quiere saber si se puede hacer presente."
"¿Están bien? ¿Paso algo?" Pregunte angustiado, tomando mi abrigo y las llaves de mi auto.
"No se preocupe, el niño está bien...solo tuvo un problema con una de sus maestras y necesitamos que un tutor o padre se haga presente."
"Bien, estaré allí en veinte." Le dije, colgando y saliendo disparado a la escuela. Por algún motivo creí francamente que me encontraría a un Logan peleado o disgustado. Talvez a un lloroso Daniel en plena rabieta. Jamás me imagine que entraría a la oficina aquella para encontrarme con un asustado Lautaro.
Casi corrí a él, buscando señales de sangre e imaginándome lo peor. Al verme, Lautaro se soltó a llorar, escondiendo su carita en sus manos. "Lautaro, hijo, ¿estás bien? ¿Paso algo?" Le pare y empecé a verle por todos lados, viendo que estaba intacto.
"¿Señor Bellucini?" Llamo la secretaria, la misma mujer que me había llamado por teléfono. "El niño está bien...creo que es más los nervios por estar en problemas."
"¿Pero qué paso?" Pregunte algo molesto.
"Es mejor que hable con el Director Sánchez y la maestra Davidson. Le esperan en la oficina."
Asentí y toqué la puerta indicada, sintiéndome de repente nervioso como si yo fuera el estudiante en problemas. Una vez dentro me encontré con el director y la maestra de Lautaro, una mujer de aspecto estricto en sus cuarenta, sino que cincuentas.
"Gracias por venir, Señor Bellucini," Me saludo el director extendiendo su mano. "Ella es la maestra de Lautaro, la maestra Davidson."
"Mucho gusto," Salude cortésmente, aunque me exasperaba ya que solo quería saber que había pasado.
"Le llamamos el día de hoy por un pequeño problema con su pupilo." Me dijo el director tranquilamente, señalándome al asiento libre frente a su escritorio.
"El niño no ha presentado tareas en toda la semana y ha hecho trampas." Me dijo la maestra en tono molesto, "Le escribí una nota para llevar a casa hoy, ¡y me grito! Dijo que no era justo porque si las había hecho. ¡Es más, boto la nota en el basurero!" Me dijo, señalando la nota arrugada sobre el escritorio.
Sus palabras más que sorprenderme me molestaron, ya que yo sabía el niño había trabajado duro. "Disculpé, maestra," Le interrumpí, "¿Pero qué tareas exactamente? ¿De qué materia?"
"Matemática y gramática." Me dijo, "es más, hoy hicimos una pequeña prueba y estoy segura que el hizo trampa. Lautaro nunca ha demostrado destreza en esa clase y saco un 8 de 10, lo cual es imposible."
Mi enojo aumento, entendiendo el estado de Lautaro. "Me va a disculpar," le dije, tratando de no gritarle yo mismo, "Pero todas las tardes Lautaro ha hecho sus tareas conmigo. Me he sentado a la mesa con él y pasamos más de una hora tratando de entender la materia." Le espete, "Si usted hiciera bien su trabajo y le enseñara algo, se diera cuenta que el niño si está entendiendo."
La mujer abrió sus ojos ofendida, "¡Bueno...con razón es un niño tan descortés y maleducado!"
"Maestra Davidson!" Interrumpió el director, "Señor Bellucini, entiendo su molestia, pero todos los maestros de nuestra institución se esmeran por darle una educación de calidad a nuestro alumnado." Me dijo el hombre aquel, apaciguando la situación.
"Puedo asegurarle que el niño ha hecho el trabajo requerido," Le dije molesto, "y si pudo pasar esa prueba es porque ahora entiende el contenido. ¿Acaso usted le vio copiando de algún compañero?" Le pregunte a la mujer, que simplemente me vio ofendida.
"Pues...no," me respondió sinceramente, "Pero es que el niño nunca logra terminar el trabajo en clase y pues...no ha presentado sus tareas. Casi nunca las presenta."
"Bien, creo que es hora de volver a hablar con el niño." Dijo el director, "habíamos intentado antes de que usted viniera, pero fue imposible."
"Imposible no... ¡el niño nos faltó el respeto!" Dijo la mujer, "Por lo menos a mí me grito y me tiro su lapicera."
Cerré los ojos, y suspiré. Si, Lautaro hacia ese tipo de rabietas y no lo podía negar. "En esto otro tomare cartas en el asunto," Les asegure.
"Entiendo que el niño se sintiera frustrado, y por eso lo dejaremos pasar con una simple advertencia como institución," Me dijo el director, "Pero si llegara a suceder nuevamente, tendremos que tomar medidas más serias." Con esas últimas palabras, dejamos al niño entrar.
Al principio se quedó parado sin saber qué hacer, viendo a su maestra con temor y al director con desconfianza, pero luego camino donde yo estaba y se apoyó en la silla, como buscando algo de refugio.
Pase mi brazo alrededor de su cintura y le dedique una sonrisa, ignorando la mirada seria que su maestra nos daba.
"Lautaro, hijo," Empecé yo, antes de que cualquiera de las otras dos personas pudiese hacerlo, "¿porque no has entregado tus tareas?" El niño bajo la mirada, mordiendo su labio inferior, observando sus viejas zapatillas. "Lautaro..."
Con algo de incertidumbre, me vio a los ojos. Pude ver que intentaba no llorar, aunque también miraba la frustración en ellos. Como toda respuesta se encogió de hombros, "Perdón..." Me dijo simplemente, haciendo que tanto el director como yo suspiráramos en frustración y la maestra rodara sus ojos.
"¿Tienes la tarea a mano?" Pregunto el director, "¿La tienes aquí o en casa?"
Lautaro simplemente negó ante esto, pegándose más a mí, "Ya no la tengo." Dijo simplemente.
"Bien," Interrumpió el director, antes de que tanto la maestra o yo pudiéramos atosigar al niño con preguntas. "Esto es lo que haremos. Maestra Davidson, ¿tiene copias de las tareas que el niño no ha entregado?" La mujer asintió, cruzada de brazos y viendo al director con ojos calculadores, "Perfecto. Vamos a entregarle al Señor Bellucini la copia de todas ellas, solo las de esta semana." Aclaro, viéndome luego a mí, "Viendo que hoy es jueves, le daremos al niño hasta el lunes para entregarlas. El lunes volverá a presentar la prueba de hoy y así aclararemos el asunto."
Los ojos de Lautaro parecían a punto de desorbitar, "¡Pero no es justo!" Chillo, viendo al director con enojo, "¡Yo las hice!"
"Basta, Lautaro." Le calle, apretando un poco su hombro. "Me parece bien," Accedí, sabiendo que sería una batalla, pero que el chico lo podía hacer.
"Bueno," Accedió la mujer, saliendo del lugar para traer lo pedido.
Después de esto, viendo que solo quedaban menos de una hora de clase dejaron que me llevara no solo a Lautaro, pero también a sus hermanos que estaban felices de saltarse la ultima hora de clase, en especial Logan.
Camino a casa no dijimos nada del asunto, Lautaro guardo absoluto silencio todo el camino, mientras que sus hermanos hacían platica. Logan pareció percatarse de que algo sucedía, pero no indago más y Daniel estaba simplemente feliz de poder ir a casa y jugar más tiempo.
Al llegar, Lautaro fue el primero en salir del auto y correr a la casa, aunque tuvo que esperar a que abriera esta. Era evidente que estaba molesto, así que preferí no decir nada y preparar una pequeña merienda para ellos.
Los niños comieron como todos los días, aunque note que Lautaro evitaba verme o hablar conmigo. No dije nada e ignoré el comportamiento por los momentos, pero todo se vino un poco a pique cuando les dije que debían hacer sus tareas.
Lautaro simplemente se levantó y subió a su cuarto corriendo. Suspire y me fui tras él, dándole la orden a Logan que empezara con lo suyo.
"¿Lautaro?" Llame, recordándome una y otra vez mantener la calma, después de todo, ya había metido la pata una vez con Logan y no quería hacerlo con su hermano.
Estaba sentado en el suelo, de brazos cruzados y un gran puchero en sus labios. "¡No la voy a hacer!" Me grito, molesto.
Por un momento me pico la mano por darle su buen par de nalgadas por malcriado, pero luego razone en que tenía algo de razón. Así que, siguiendo su ejemplo, me senté a lo indio frente a él y le observé.
Incomodo, Lautaro simplemente se movió en su lugar, alejándose un poco de mí y viéndome con cautela, como si fuera un animalito enjaulado. "¡No es juuuustooo!" Gimoteo, dejando caer un par de lágrimas. "¡Ya las había hecho!"
"Pues sí, amor, pero parte de la tarea es entregarla a la maestra." Le dije tratando de mantener la calma.
"¡Pero no es justoo!" Volvió a clamar, limpiándose con el dorso de la mano sus mejillas.
"Ya lo dijiste, Lautaro, pero o entregas las hechas o tenemos que hacer estas nuevamente y entregarlas el lunes." Aunque trate de sonar tranquilo, podía sentir el enojo crecer en mí.
El niño me vio con enojo también, cruzándose de brazos. "¡No las tengo!"
"¿Y dónde están?" Y ese era el problema, en realidad.
"No lo sé."
"Bien, pues tendremos que hacerlas todas nuevamente." Zanje un tanto estricto. "Ahora vamos, en cuanto comencemos mejor."
"¡Pero no quieeeroooo!" Lloro, "¡Yo las hice y no es justo!"
Cansado, apreté el puente de mi nariz con mis dedos, resoplando para tratar de mantener la calma. "Basta ya, Lautaro. Estas a punto de ganarte unas buenas nalgadas."
Mis palabras parecieron bastar para que el niño parara con su pataleta, pero inmediatamente me arrepentí al ver la tristeza en su rostro, y más aún como me miraba como si le había apuñalado a traición.
Suspire y le jale en un fuerte abrazo, al que él se aferró a mí con fuerza. "Ya sé que no es justo." Le dije, sobando su espalda y depositando un beso en su frente, separándole de mi para verle a los ojos, sosteniendo sus mejillas en mis manos, "Tienes razón, campeón. No es justo tener que hacerlos nuevamente. Los hiciste una vez y no es justo hacerlos dos veces."
Sus ojos se agrandaron mientras que una sonrisa se dibujó en sus labios. "¿Entonces no los tengo que hacer?" Pregunto con ilusión.
"Lo siento, hijo, pero si los tienes que hacer." La tristeza volvió a sus ojos, pero esta vez pude ver un atisbo de entendimiento en ellos. "¿Pero sabes una cosa?" Pregunte como si de un misterio se tratara, haciendo que el niño me prestara aún más atención. "Voy a estar allí contigo. Igual que la primera vez, lo haremos juntos. Y como ya sabes hacerlos, te va a costar mucho menos."
Como toda respuesta Lautaro me abrazo efusivamente, enterrando su carita en mi hombro. "Gracias." Me dijo suavemente.
"No hay porque, campeón." Le dije, soltando otro beso sobre su frente. Nos quedamos un momento abrazados, hasta que recordé el otro temita por discutir. "Así que te gusta el béisbol, ¿ah?" Le pregunte en tono tranquilo.
"¿Ah?" El me miro un poco confundido, arrugando su nariz, "No lo sé...nunca lo he jugado mucho."
"Pues, algún deporte de esos te debe gustar, ya que tiendes a tirar las cosas al enojarte." Ante mis palabras el niño se encogió en sí mismo, viéndome apenado.
"Perdón..." me dijo, sonrojado, "no lo vuelvo hacer."
"¿Recuerdas el día que le tiraste algo a Logan en la tienda?" Lautaro asintió, escondiendo su rostro del mío. "Eh, eh, eh, a ver, tus ojos con los míos, campeón." Regañe suavemente, haciendo que levantara su mentón.
"Pero no lo vuelvo a hacer..." me dijo, algo lloroso.
"Te creo," Le dije, sobando su cabellera, "Pero eso no significa que este mal. Le tiraste algo a tu maestra, hijo. ¡TU MAESTRA!" Aspire aire, viendo que empezaba a perder la compostura un poco. "Mañana te vas a disculpar con ella como se debe. Y si vuelvo a saber que le tiras algún objeto a alguien fuera de un juego, usted y yo vamos a tener serios, pero serios problemas. ¿Entendido, jovencito?"
Lautaro se mordió su labio inferior, viéndome con ojos grandes y asintiendo. "Muy bien, ahora vamos, que esa tarea no se va a hacer sola." Le dije, poniéndome de pie y suprimiendo un quejido ante el dolor que esto le imponía a mi pierna.
Una vez de pie, espere a que Lautaro pasara a mi lado y, aunque fue a traición, le solté una nalgada algo fuerte, haciendo que el niño me volteara a ver con ojos grandes de sorpresa. "No más tirar cosas a los demás." Le dije con voz estricta, haciendo que asintiera mientras se sobaba su nalguita, aunque tuve que contenerme por no sonreír. Poco a poco amaba más a esos niños.  


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