Capítulo 2: Una gran noche, una
gran fiesta y un gran… NOOOOO!!!!
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Una
agradable llovizna tocó tierra, llevándose levemente el calor de aquella agobiante
tarde veraniega, mientras una suave ventisca mecía graciosamente las hojas de
los árboles y acariciaba los rostros de quienes caminaban por esas horas por
las calles de San Pedro. Esa, sin dudas, era una noche perfecta…
particularmente ideal para los jovencitos de quinto año del secundario que
llevaban planeando esa salida desde prácticamente el momento que empezaron sus
estudios. TODOS ellos tenían una cita en el famoso boliche Los Pantanos, para
celebrar la fiesta de la Espuma, y era una cita a la que nadie podía decir que
no… bueeeno, casi nadie! Porque cierto señor, de cabellos largos y rubios, ojos
celestes y mirada profunda, estaba decidido a ir contra la corriente.
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Era la hora de la cena, y la familia Robles se
hallaba sentada a la mesa del elegante comedor, charlando amenamente, mientras
esperaban a que la comida fuera servida. Benicio estaba sentadito a un costado
de papá, sosteniendo a su pequeña hijita entre sus brazos, Leandro y su novia Lorena,
que estaba de visita en la casa, se ubicaron del lado derecho de la mesa,
frente a Ben, Eli en el otro extremo y Eduardo a la cabeza de aquél enorme
mesón de cedro, desde donde tenía una clara visión de sus queridos hijos y de
su bella esposa.
Pronto
la comida llegó… y el primer espectáculo de la noche empezó.
Mientras
Lean y Lore saboreaban los exquisitos alimentos preparados por Nilda y Marita,
se habían encargado de ocupar la atención de Elisa, hablando entusiasmadamente
de los arreglos para el cumple de Lorena que estaba sólo a unos pocos días,
hasta que los tres en forma sincronizada voltearon sus miradas en dirección a
Edú y Benicio, al escuchar lo que ellos interpretaron claramente como un
lloriqueo.
-Papá, por
favooor!!!!- Pidió Benicio, con la voz
quejumbrosa, sin darle mayor importancia a los pares de ojos curiosos que lo observaban.
-No, hijo, no!!!-
Contestó firme el abogado, pero sintiéndose incómodo al verse convertido en el
centro de interés del resto de la familia y su invitada.
-Vamooos!! Di que siiii!!!- Repitió el
niño, tomándole de una mano a su padre para atraer su atención.
-Nooo!!!- Sentenció papá solemnemente,
con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro, esperando
que su hijo aceptara de una vez por todas, la respuesta… al menos eso le
funcionaba cuando Benicio era un niño. Cuando papá se ponía en esos términos y decía
que no, como ahora, él simplemente sabía que debía obedecer sino su colita
estaría en grandes problemas… tiempos
felices aquellos, decía para sí mismo el abogado.
-Por favor, por
favor, por favoooooooor!!!- Suplicaba Ben, ésta
vez jalando al hombre del brazo, comportándose como todo un mocoso de cinco
años.
-Basta, Benicio!!!-
Eduardo detuvo la manito de su hijo para que dejara de zamarrearlo.
-Papito, di que
síiiii!!!! Por faaaa, sé bueno… serán sólo unas horas!!!-
-No!!!-
Fue la respuesta, ya cien veces repetida por el pobre de Eduardo, en un tono
tan calmado que hasta daba miedo.
Una
simple palabrita. NO. Tan sólo dos letritas… por qué Benicio no la podía
entender?!!
Don
Eduardo intentaba mantener sus ánimos bajo control para no caerle a palmadas a su chiquito, mientras
el resto de los comensales se mostraban bastantes risueños y entretenidos,
observando la lucha de voluntades entre padre e hijo. Leandro y Lorena, trataban
de disimular lo mejor que podían sus enormes sonrisas, cubriéndolas detrás de
sus copas cada vez que Edú dirigía su mirada hacia ellos, sin poder evitar que
se les escaparan unas risitas de vez en cuando de entre sus dientes. Les
resultaba tan divertido que el porfiado muchachito no se diera por vencido a
pesar de los miles de NO que papá ya le había dado y Eli, no hacía más que
mirar con simpatía a su dulce esposo otra vez tratando de llevarse la copa de
vino blanco a la boca con el brazo que su niño le tironeaba.
-Pero… pero… papito, te lo ruegoooo… déjame iiiirrr!!!-
Pidió Benicio con un gimoteo definido en la voz que casi hace que su hermano
lance una carcajada.
-Por enésima vez,
jovencito, NO PUEDES IR, y se acabó!!!-
Rugió papá, perdiendo un poco la paciencia. Es que Beni, se había pasado toda
la tarde… qué digo toda la tarde, TODO el santo día persiguiendo a su padre por
la casa, intentando convencerlo para que le diera permiso para ir a la “Fiesta
de la espuma”, que se llevaba a cabo esa misma noche en uno de los boliches más
top de la ciudad.
El
problema era que Ben estaba castigado, sip… CASTIGADO!!! Habían pasado dos
semanas de la última salida divertida de Benicio, aquella por el cumple de Maxi
que le costó una “paliza de terror” de la mano de su padre por llegar tarde a
casa, aún sabiendo que su pequeña niña tenía cita con el pediatra. Eduardo, se
había sentido terrible por causarle semejante dolor a su hijo y no quería
volver a repetir una situación como aquella, por lo que decidió que reforzaría
la lección agregando dos fines de semana sin salir de casa al castigo. El
primer viernes pasó sin problemas. Eduardo había alquilado varias películas y
comprado pizzas, kilos de helados y galletas de vainilla para ver las pelis con
su niño y así hacerle más pasadera la penitencia, pero este día Benicio tenía
una fiesta muy importante para él! Era la Fiesta de la Espuma, que hacían los
chicos de cuarto año para celebrar a los de quinto que dejaban el colegio.
Benicio pensaba que eso era como esas cosas únicas de la vida, que no se
vuelven a repetir, y no quería perdérsela por nada, así que estaba emperrado en
conseguir el permiso sí o sí!! Pero para su mala suerte, ésta vez papá había
decidido llevar el castigo hasta el final y no dudó en responder con un NO
rotundo cuando Benicio se acercó esa tarde a preguntárselo.
-Pero…- Y al parecer, cierto muchacho de bellos ojos
celestes no estaba dispuesto a aceptar ese NO por respuesta.
-Benicio, creo que claramente acabo de decirte
que NO puedes ir a esa maldita fiesta, así que termina esto de una buena vez,
hijo!! Por favor!!- Contestó con exasperación el jefe de familia.- No me hagas
perder la paciencia contigo- Advirtió.
-Pero por qué
noooo?!!!- Preguntó descaradamente Benicio,
haciendo caso omiso a la expresión de enojo situada en el rostro de su padre.
-Porque estás CASTIGADO,
por eso!!! Y ya basta con ésta actitud infantil, jovencito, o te irás ahora
mismo a tu habitación. No te da vergüenza comportarte como si tuvieras 4 años
delante de Lorena?!!- Eduardo no quería
avergonzar a su pequeño, pero debía hallar un modo de cortar con el berrinche
de su niño sin tener que ponerlo boca abajo, sobre sus rodillas.
-Es que tú no me
dejas alternativaaa- Contestó furioso el
muchacho. –Si me hubieras dado el
permiso antes esto no estaría pasando- En su voz sólo había frustración,
furia y reproche, pero Eduardo no iba a ceder tampoco.- Todo esto es TÚ culpa!!!-
A
Edú no le gustó nada aquella acusación, y estaba a punto de estampar los puntos
de su defensa en las pobres posaderas de su hijo cuando Lore decidió intervenir
en favor de la criatura.
-Eduardo, no te
preocupes. Benicio nunca es una molestia, es más… encuentro todo esto muy
adorable… -Prosiguió con una sonrisa- Verás, yo tengo dos hermanos menores, Juan
y Teo, que tienen casi la misma edad de Ben así que situaciones como ésta son
moneda corriente en casa!!- Explicó la chica, guiñando un ojo en dirección
hacia el chiquillo, provocando un rubor en los cachetes de su cuñadito.
-Hermanito, por
favooor, dile a papá que me deje ir, por favorcitoo!!!-
Pidió el menor de los Robles, con carita de niño abandonado.
Lean
hizo una mueca y dio un suspiro de resignación sabiendo que no podía resistirse
al pedido de su adorado hermanito. Él amaba a ese mocoso travieso que tenía por
hermano más que a nadie en el mundo, y siempre que Beni quería algo que sus
padres decían que no, Leandro hacía lo imposible por conseguírselo con tal de
verlo sonreír.
-Papá?!!-
Empezó Leandro, tanteando el terreno.- Lore
y yo iremos a un pub que queda cerca del boliche, qué te parece si yo llevo a
Benicio hasta la fiesta?!... No me costaría nada, a mi me queda de paso y…. y
no tendría problemas en acercarlo….
-Pero yo sí tengo problemas,
Leandro. Benicio está castigado y lo sabes hijito.-
Contestó Eduardo, mirando por unos segundos directamente a los ojos verdosos de
su hijo mayor, para luego desviar la vista hacia su niñito- Si quieres, mañana te doy permiso para que
vayas al cine o a donde quieras, pero ésta noche no me sales de casa,
estamos?!!!-
-Pero yo quiero ir
hoy!!!- Dijo, levantando un poco la voz,
hasta que su mamá lo regañó.
-Benicio, baja la
voz!! Vas a asustar a Jazmín!!-
Beni
bajó la cabeza para ver la carita de su beba que, al contrario de estar
asustada, lo miraba risueña, como disfrutando de la niñería de su papito. El
chico sólo la acercó hasta su rostro y le dio un dulce beso en su frentecita,
haciendo que la pequeñita sonriera aún más divertida ante el gesto de su joven
papá.
Esos
dos se adoraban hasta los huesos!!
-Marita, puedes
sostener a la niña para que mi bebé coma su cena?!!-
Dijo el abogado, con los ojos clavados en sus tesoritos!!
Eduardo
estaba que se le derretía el corazón mirando a su bebé, sosteniendo a su bebita
en brazos. Se veían tan tiernos ellos así, ambos indefensos, dulces y amorosos…
Un ramalazo de emociones contenidas se agolpó en el corazón del abogado. En qué
momento ese pequeñuelo que solía descansar tranquilito entre mis brazos creció
y me convirtió en abuelo, se preguntó. Es
una suerte, pensaba el hombre, que
Benicio no sepa que estuve a punto de decirle que sí a lo del permiso cuando me
hizo ese puchero!!
Marita
se acercó hasta la mesa y tomó a la chiquita de los brazos del jovencito e
inmediatamente empezó a pasearla por el living, ya que la pequeñita quiso
llorar al ser retirada del lado de su papito.
La
cena avanzaba normalmente, cada uno concentrado en su plato, saboreando las
exquisiteces que había preparado esa noche Nilda. De rato en rato se reanudaba
la charla, y surgía uno que otro comentario respecto a los planes de
vacaciones, hasta que llegó el momento del postre, entonces Benicio se armó de
valor y volvió al ataque.
-Papi?!!!-
Dijo tímidamente el niño, en un susurro sólo para los oídos de su padre.
-Sí, cariño?!!-
Contestó Edú, limpiándose un poco de dulce de sus labios con la servilleta.
-Puedo ir, por
favor?!!!-
-Benicio…-
Eduardo miró severamente a su crío- …te
he dicho que no!! Y ese es un NO definitivo-. Decretó el atractivo señor,
estrellando una y otra vez su dedo índice contra la mesa para dar énfasis a sus
palabras.
-Pero papaaaaaá…sniff!!!! E-eres injusto!!!
Snif –snif!!- A estas alturas, el mocoso empezó a llorar de impotencia,
uniéndose Jazmincita al llanto de su padre.
-Ves, hijo?!! Ese-
Señaló en dirección a la nana y la pequeña- es otro de los motivos por los que no puedes ir!!! Tienes una hija!!
Una niña que es TÚ responsabilidad…
-Pe-pero… Marita
puede cuidarla… Será sólo por ésta noche!!!-
Se aventuró a decir el jovencito, mirando con ojos suplicantes a su nana. –Verdad que puedes cuidar a Jazmín,
Marita?!!! –
-Sí, mi niño. Claro
que puedo!! –Contestó ella con una sonrisa,
pero al ver la cara de su jefe se dio cuenta de que se estaba metiendo en
problemas, así que por las dudas, añadió –Si
su papá le da permiso!!-
-No será necesario,
Marita, gracias. Benicio sabe que está castigado y por lo tanto no saldrá de
casa ésta noche!!- Manifestó con
convicción el abogado, haciendo que su muchachito se derrumbara entristecido.
La
tristeza, el enojo y todos esos sentimientos de la rebeldía propia de un
adolescente, sumados a la impotencia que sentía al verse tratado como un niño,
lo llevaron a sollozar pesadamente, sin importarle quiénes lo estuvieran
viendo. Él sabía que llorando así nadie lo iba a tratar como el adulto que
decía ser, pero no podía controlarlo. Y como un niño pequeño herido por el “no”
de papá, dijo lo que intuía más le iba a doler. Un- Te Odio!!!- abandonó su boca con más rabia que la que él había
querido, que impactó como una bala en el corazón de su papito.
-Benicio!!!-
Recriminó Elisa, sorprendida con la actitud rebelde del chiquillo. –Te vas ahora mismo a tu habitación,
jovencito!!!- Le ordenó con un grito, y Ben salió corriendo, con lágrimas
en los ojos, arrepentido de aquello que había dicho casi sin pensar pero que ya
era algo tarde para enmendar.
Pasaron
unos minutos desde que todos en el comedor habían sentido el portazo en el
segundo piso, y el silencio que se respiraba se había puesto demasiado
incómodo. Nadie se atrevía a decir una sola palabra, hasta que la pequeña
Jazmín, reanudó su llanto.
Eduardo
dio un suspiro hondo y miró a la nena llorosa en los brazos de Mara. Se puso de pie y tomó a su nietecita entre
sus manos para tranquilizarla -Me disculpan, por favor!! Iré a hablar con mi
hijo!!-
-Yo puedo ir, si
quieres!!- Se ofreció Lean, creyendo que su
papá le daría unas nalgadas a su hermanito.
-No, hijito. Yo
voy!!- Y se dirigió al segundo piso, con la
niña ya dormida en sus brazos, para dejarla en su habitación.
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Arriba,
Benicio se había arrojado en su cama, abrazando su almohada con fuerza mientras
derramaba un río de lágrimas sobre ella. Se sentía herido y derrotado. Había
pensado que estando Lorena en casa, eso le daría la oportunidad de salirse con
la suya y obtener el tan dichoso permiso para ir a la fiestecita que daban sus
amigos. Pero ni eso le dio resultado.
-Benicio?!!-
Llamó bajito papá, al entrar a la habitación. Pero el niño escondió el rostro
en su almohada y se acomodó para darle la espalda a su padre.
-Cariño, tenemos que
hablar.- Dijo Eduardo, sentándose en la cama
a la par de su angelito, y acariciando suavecito su espalda.
-Yo no quiero hablar
contigo!!!- Fue la respuesta de su mocoso,
que apenitas levantó la cara de su almohadón para que papá lo entendiera.
-Pero yo sí contigo…-
Dijo papá- Anda, vamos. Date la vuelta,
chiquito. No seas así, habla con papá!!
-Me vas a dar permiso
para ir a la fiesta?!!- Preguntó, sonando
como un niño dulce.
-Ya te dije que NO,
hijo!
-Entonces, no hay
nada de qué hablar, vete de mi cuarto!!!-
Contestó todo rebelde, girándose para enfrentar a su padre…. Perooo…
-PLAFF… PLAFF… PLAFF…
-Ya era demasiado de malcriadeces.
-Auchhh… nooo… ayy!!!!
Papáaa!!!- Reclamó con un puchero.
-No seas atrevido
conmigo, Benicio, o me voy a enojar muy feo contigo!!
–Reprendió con tres nalgadas sólidas el abogado.- Está bien, me iré… -Dijo, parándose y caminando hacia la puerta
para abandonar el cuarto de Ben- ...pero
el castigo se queda!!!- Y los ojitos lindos de Benicio se llenaron de
lágrimas frescas ante esa sentencia.
Iracundo
como estaba, se dio la vuelta y hundió el rostro en la almohada aquella para
llorar toda su bronca en ella.
Eduardo
sintió su pecho oprimirse escuchando a su hijito sollozando así, pero no
pensaba ceder en su decisión y sabía que el niño tampoco daría su brazo a
torcer, y como él estaba bastante cansado como para lidiar en ese momento con
la rebeldía del muchacho, decidió marcharse a su propio dormitorio a descansar.
-Ahhh… y yo que creí que estabas
madurando!! Pero si aún eres un niño en tantos sentidos, hijito!!- Pensó
Eduardo, saliendo de aquella habitación.
Amo mas a benicio De adolescente estuvo genial
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