Un tigrecito en problemas!!!
-Tráeme el cepillo, jovencito!- Fue la escalofriante orden ladrada por el señor de cabellos oscuros,
mirando fijamente a los grandes ojitos negros de su pequeño retoño.
-No, papito!!! Por favor! Con eso
nooo...- Lloriqueó infructuosamente la
criaturita, tratando de conmover a su padre, con dos lágrimas que caían
lentamente por sus cachetitos. Era imposible resistirse aunque fuera un
poquitito a esa carita, pero -increíblemente- su padre ni se inmutó. Años de experiencia
lo habían vuelto más duro que un pedazo de hierro cuando uno de sus vástagos
ponía sus ojitos en modo cachorrito abandonado para evitar un castigo.
-Ahora!- Dijo papá y el niñito movió un piecito hacia atrás, tratando de poner
mayor distancia entre las manos de su padre y su trasero.
-No papiii... tu mano hace un buen trabajo. No
necesitas el cepillo. De veras, papito!! Lo juro!!- Dijo el nenito,
haciendo una cruz con sus deditos y besándola para darle más solemnidad a su
promesa.
-Pues parece que no, porque ésta
charla la tuvimos ya tres veces éste mes, y mira nada más en dónde estamos.- Grrr... Gruñó el tigrecito. Cómo odiaba cuando su papito tenía la
razón.... pero es que él era en parte inocente!! Qué culpa tenía de que la
rodilla del profesor se atravesara justo en el momento en que él estaba
practicando su super patada en medio del aula?!
-Lo sieeeento, papi!!! Lo siento
mucho... te prometo que no lo vuelvo a hacer...pero no me pegues con eso...
duele muchooo... snif snif...- Rogó, tapándose
la colita con sus manitas. A estas alturas, el niño lloraba desconsoladamente,
desesperado por conseguir un indulto a su pobre trasero. Si la mano de papá
dolía horrores, el cepillo de su mamá era la perdición de sus nalguitas.
Si bien era cierto que su papá le había advertido
mil veces que debía portarse bien en el colegio y no jugar en el salón de
clases, si quería evitarse unas buenas palmadas, ese mes ésta era la cuarta vez
que le llamaban la atención al prematuro goleador, justamente por esa razón.
Pero él era el capitán del Franco Canadiense y sólo estaba mostrando sus
grandiosas habilidades a sus compañeros! No por nada él era el flamante capitán
y sólo con 7 tiernos añitos! Pero claro, su papito no lo veía con los mismos ojos...
al pobre de Sean lo tenía preocupado -y también muy enfadado- la cantidad de
veces que los profesores lo interrumpían en su trabajo para darle quejas de su
adorable monstruito!
-Yo lo siento más, campeón... pero usted, mi
hijo, estaba más que advertido sobre lo que pasaría si había otra llamada, y
sabes que yo cumplo mis promesas! Ahora quiero que vayas y le pidas a mamá su
cepillo y me lo traigas. Estamos, Steve Hyuga?!- Dijo, imprimiendo a su voz
toda la autoridad de que era capaz, aún cuando por dentro se sentía la peor
persona del mundo, por hacer llorar así a su hijo adorado.
Steve bajó la cabeza, dejando que sus lagrimitas se
escurrieran por sus mejillas. -Sí, señor!- Respondió. Y salió con pasos
lentos rumbo a la habitación de sus padres.
En la habitación contigua, Rose lo estaba esperando
ya, y cuando el pequeño entró, ella lo miró con una expresión de angustia. Su
niño se había ganado esa paliza -eso no lo discutiría- pero era difícil para
ella quedarse allí sin hacer nada por ayudarlo.
-Mamita...- Susurró. Rose abrió sus brazos y su pequeño se zambulló en ellos.
-Dile que no me pegueee... -Rogó sollozando.
-Shhhh, cariño... todo estará bien. -Le dijo, besándole la frente. -Tu padre te adora, cielo.
Pero tú sabes muy bien que no puedes jugar en horas de clase. Te lo hemos dicho
muchas veces, verdad?! Así que ahora tienes que aceptar las consecuencias, mi
niño. Ten, llévaselo a papá y haz lo que él te diga, sí?! Te prometo que todo
estará bien. -Y apretó un ratito más el cuerpecito de su hijito contra el
suyo.
El niño agarró el macabro instrumento y salió del
dormitorio de sus padres con un nudo en el estómago.
-A-aquí, tie-tienes, papito! - El chiquillo se lo alcanzó a Sean y él lo tomó y lo apoyó en la
cama de su niño.
-Papito, de veras que lo siento
mucho!! Te prometo que no volveré a desobedecerte y no volverás a tener quejas
de mí!- Dijo Steve, desprendiéndose el
pantaloncito; trataba de verse fuerte, seguro delante de su padre... pero su
rostro infantil lo delataba enseguida. el labio le temblaba, la punta de la
naricita estaba roja al igual que sus ojitos, y las lágrimas no cesaban de
caer...
Sean lo observaba orgulloso. Él amaba con toda su
alma a su niño. Tan lleno de vida, energía y curiosidad.... valiente y fuerte
como un pequeño tigrecito!
Entonces, Sean sonrió y le sostuvo la manito- Ven
aquí, mi rey!!! -Papá lo atrajo hacia sí y lo abrazó fuertemente. -Eres lo más
maravilloso que me ocurrió en la vida, Steve Hyuga! Te amo con todo mi corazón,
hijo mío! Estoy orgulloso de tí... has aceptado tu error y creo en tu palabra.
-De veras, papito?!- Preguntó esperanzado.
Sean dejó caer el cepillo; su hijo tenía razón, su
mano hacía un perfecto trabajo...
-Sí, mi niño. -Respondió Sean, besando su cabecita. -Ésta vez no voy a
usar el cepillo... pero será la última vez, hijito, así que a portarse bien,
sí?!
Steve hizo un pucherito al comprender que la paliza
seguía en pie. Sean no perdió más tiempo. Le bajó el pantaloncito junto con el
slip a su niño y lo puso cruzado sobre sus rodillas.
-No más... ZASS!!...llamadas... ZASS!!...
de atención... ZASS!!... jovencito- Papá aplicó tres palmadas en la nalguita derecha.
-Auuuu.... ayyyy, papiiii!
-En el aula... ZASS!!... no se
juega... ZASS!!... ZASS!!...- Estos tres
dejaron las huellas de los dedos marcados en el cachete izquierdo.
-Auugghhh... ouchhh.... ayayaaaa!
Síii, papito, lo prometo!!...- Se quejó el
pequeño, apresurándose a contestar a su padre. La mano de su papito sí que
tenía un efecto muy persuasivo!!
-No quiero volver... ZASS!!... a
tener ésta conversación otra vez, Steve... ZASS!!... ZASS!!... Por que sino
toda la paliza será con el cepillo!!... ZASS!!... Estamos?! -Y con esas cuatro palmadas dadas con un poco más de fuerza en el centro
del traserito rosado, Sean dio por terminada la tunda. Steve lloraba sin
consuelo, colgando flácido sobre las piernas de su papá.
-Buaaaaaaaaaa... nunca más, papito!! Nunca
más... buaaaaaaaaa!!!! Lo pro... lo promet-tooooo!!! buaaaaaa...-
Sollozaba.
-Está bien, shhhh.... shhhh... ya
pasó, hijito!! Ya terminamos!! Shhh....- Sean dejó llorar al nene unos segundos más antes de darlo vuelta.
Con cuidado, le subió la ropita, evitando todo contacto con las nalguitas
maltratadas. -Shhh....- Seguía su padre, consolándolo con palabras
suaves y tiernos masajitos a los hombros y la espaldita de su bebé. Luego, el
angustiado papá, maniobró a su hijito para acomodarlo acunado en su regazo.
Steve era un niño alto, pero parecía un bebito frágil entre sus brazos.
-Te amo, mi tigrecito!- Le susurraba al oído. -Y siempre estaré contigo, lo prometo!!- Steve
se aferró fuerte a sus brazos.
-Nunca me dejes papito...- Dijo el pequeño.
-Nunca, mi niño!- Prometió Sean sin saber que el destino cruel le impediría cumplir esa
promesa....
Aquella fue la última vez que Steve Hyuga se durmió
tranquilito en los brazos de su padre... y ese recuerdo quedaría guardado por
siempre en su corazón.
Muchas gracias lo amo :D pobre mi gordito le dieron ZAS ZAS solo por jugar un poquito.
ResponderBorrarUna historia muy tierna Cami, pero me dejaste con palabras para defender a Steve me dio penita esque es un excelente jugador solo necesita controlar la fuerza de su super patada.
ResponderBorrarAHHH Pecado capital pegarle al peque..... ESITO...
ResponderBorrarAww ;3 genial historia
ResponderBorrarQue linto el tigrecito y su papi igual
Me encanto :D muy tierno muy tierno
Cami te ha quedado hermoso súper tierno. Felicito a sean por no haber agarrado ese maLo cepillo
ResponderBorrarAriane…. Me dolió el corazón saber que sería la última vez que dormiría en brazos de papá… ha sido una ternura de relato, de verdad
ResponderBorrar