Capítulo
20: Diez historias, aunque algunas son más complicadas que otras
-
Ted,
tenemos que ir al hospital – me dijo papá, cuando estaba hinchando un globo
para Kurt. Dejé que se desinflara y escapara todo el aire de golpe.
-
¿Ya? –
pregunté, nervioso, ansioso, con miedo… Había estado todo el día esperando oír
esas palabras. Papá me miró y me sentí
examinado. Creo que entendió el sentido de mi pregunta, porque sonrió.
-
No, hijo.
No con Michael, sino a que te quiten los puntos. Tenemos cita a las seis ¿recuerdas?
-
Ah. ¿Y a
qué hora vamos….ya sabes, a por Michael?
-
Cuando
estemos allí lo preguntaremos.
Me mordí el labio, muerto de impaciencia. La
mañana había pasado más o menos rápido, mientras hacíamos hueco en mi cuarto
para otro habitante. Pero desde la hora de comer los minutos pasaban
lentamente, como burlándose de mí durando más de los sesenta segundos
habituales.
Alejandro se quedaría en casa con todos
mientras yo iba con papá a que me quitaran los puntos y Aidan avisó que a lo
mejor tardábamos un poco por el asunto de Michael. Existía la posibilidad de
que volviéramos con él… Antes de salir, alguien me agarró la mano, frenándome.
Era Cole. Le miré con preocupación, al
saber sus temores y al verle tan serio.
-
Cuando
Fred y Mike se quedan a dormir usáis sacos y esterillas y os venís al salón.
Michael y tú podéis hacer lo mismo hasta que tenga su litera…- susurró, y supe
que le había costado mucho decir eso. Miré a papá, y me di cuenta de que él
también lo había oído. Antes de poder responder, papá le agarró cariñosamente
del costado y le hizo cosquillas.
-
Hay
suficientes sacos para que todos durmáis en el salón. No creo que estéis muy
cómodos pero… será sólo por unos días.
-
O también
– dije yo – Cole puede dormir conmigo en mi cama mientras Michael duerme en la
suya.
Cole me sonrió como si acabara de hacerle muy feliz, y
yo me llamé idiota por no haberlo pensado antes.
-
Vamos, no
pongas esa cara. No es como si nunca hubieras dormido en mi cama.
-
Pero
pensé que preferías dormir con él…
Me agaché y me puse a su altura, como hacía papá. Le
miré a los ojos.
-
¿Y por
qué pensaste esa tontería?
- Porque él… también es tu hermano…
-
El año
tiene 365 días y yo solamente once hermanos.
– empecé, y papá tosió. Le miré alzando una ceja, por que a él no le
había contado entre mis hermanos aposta, pero me corregí – Doce. Doce hermanos.
Creo que hay días suficientes como para que no sea necesario que me parta en
doce cachitos ¿verdad?
Cole sonrió un poco, pero aún no parecía
tenerlas todas consigo.
-
Pero… le
acabas de conocer…y es mayor y…
-
Y por eso
voy a estar un poco pesado en los próximos días, pero nada más. No pienses que
tienes un competidor, Cole, ni que porque le quiera a él significa que ya no te
quiero a ti.
-
Pero a él
le quieres más…
Resoplé. Había pensado que después de lo del
día anterior había quedado claro. Pero por lo visto no. Yo ya sabía que Cole
era mimoso y amante de las muestras de cariño, pero no que fuera tan inseguro.
-
No, Cole.
No le quiero más ni porque sea hijo de mi madre, ni porque tenga mi tono de
piel, ni una edad parecida a la mía, ni porque le acabe de conocer. De hecho,
ese es un motivo por el que podrías pensar que te quiero más a ti, porque tú
llevas diez años siendo mi hermano.
Cole lo pensó y se dejó convencer por mis
palabras.
-
Menos mal
– dijo. – Porque creo que él no es bueno.
-
¿Por qué
dices eso? Es cierto que ha cometido algunos errores, pero…
-
No hablo
de eso. Creo que te ha mentido. A todos. Creo que sólo está actuando y os ha
dicho lo que queréis oír para que le queráis.
Esa acusación no me la esperaba. Fruncí el
ceño, entendiendo que eran los celos los que hablaban por mi hermanito, pero
aun así no me gustó lo que oí.
-
Cole, no
está bien que digas esas cosas – intervino papá, que nos había estado
escuchando. – No puedes hablar mal de
Michael sólo porque estés celoso, campeón.
Cole se mordió el labio, y no respondió. Papá le dio
un beso y le acarició la mejilla, con mucho cariño. Era raro porque Cole no
había tenido celos con la llegada de ningún otro hermano… Pero supongo que
ninguno de ellos había llegado siendo ya mayor. Todos habían venido siendo
bebés, y él no debía de haberles considerado competidores, cuando sólo eran
bolitas de carne lloronas y sonrosadas.
Le revolví el pelo hasta dejarle totalmente despeinado,
y salí de casa antes de que pudiera alcanzarme para vengarse. Papá salió detrás
de mí, después de hablar con Alejandro un momento, supongo que para decirle que
cuidara de todo y todos hasta nuestra vuelta.
-
¡Ted!
¿Qué tengo que hacer para que no corras?
-
Papá,
estoy perfectamente. – respondí, mientras él cerraba la puerta. - Van a
quitarme los puntos ¿recuerdas?
-
Sí, y
opino que aún es pronto. Dijeron cuatro días tras darte el alta y no han pasado
ni dos.
-
De hecho,
hoy es el tercer día…- respondí, divertido porque papá se ahogaba en un vaso de
agua en temas de salud. Cuando Alice era pequeña y corría sin control y algo de
torpeza por toda la casa con sus dos añitos, le faltó poco para forrar todos
los muebles con goma espuma.
-
¿Disfrutas
llevándome la contraria? – preguntó con una cara de exasperación que me hizo
reír.
-
Un poco.
Vamos, quita esa cara. Hoy no es día para estar serio.
-
Me alegra
verte tan contento. – me respondió papá, parándose delante del coche. Estaba
pensativo y algo ausente.
-
La cuestión
es ¿por qué tú no lo estás? Hoy viene Michael a casa. Siempre que viene uno de
nosotros haces la gran fiesta…. – dije, y me puse serio yo también – Es que….
¿te estás echando atrás?
-
¿Qué? ¡No
digas tonterías! Estoy pensando en Cole. Hay muchas probabilidades de que al
volver nos traigamos a Michael a casa y no sé cómo reaccionará.
-
Yo
tampoco – admití – Pero ahora que sé lo que teme no voy a darle motivos para
que siga teniendo miedo. Tendré cuidado con lo que digo.
Papá asintió, y entramos al coche. Lo puso en
marcha, pero miró un segundo nuestra casa antes de arrancar, con algo de
aprehensión.
-
Tranquilo.
Cuándo volvamos Alejandro no la habrá incendiado.
-
Ja, ja,
ja. Muy gracioso, Ted. De unos días a esta parte el pobre se ha visto sólo
cuidando de ellos demasiadas veces.
Me mordí el labio.
-
Siento…
no haber podido hacerlo yo.
Papá me miró con los ojos muy abiertos, y
luego me sonrió con afecto.
-
Parece
que yo también debo tener cuidado con lo que digo – dijo Aidan – No es justo
que me preocupe por dejar a Alejandro a cardo de todo unos minutos, cuando tú
lo haces muchas veces. Es sólo que… ya sabes, a él le falta práctica.
-
Bueno,
les he visto a todos bastante enteros – respondí, y papá se rió por lo bajo,
pero luego se puso serio y alterno su mirada entre la carretera, y mis ojos.
-
No
vuelvas a disculparte por algo que no es culpa tuya – me dijo. Casi sonó…
enfadado. Caray. Qué genio.
-
Sé que te
ha causado problemas tenerme en el hospital. Dinero, tiempo, caos…
-
¡Ted por
el amor de Dios! Tú nunca me causas problemas, y mucho menos por ponerte
enfermo. Ningún padre quiere que ninguno de sus hijos esté en el hospital, pero
eso no es culpa de nadie.
Ya. Pero aunque no fuera culpa de nadie, papá
se habría atrasado mucho con los de la editorial por mi culpa. Y había tenido
que dividirse entre mis hermanos y yo. Dejé de discutir, porque sabía que no
lograría hacerme entender. Papá era demasiado cabezota. Los dos lo éramos.
Le observé conducir recordando fugazmente cómo
me había enseñado a hacerlo a mí. “El embrague, Ted, pisa el embrague”. Si me
hubieran dado un dólar por cada vez que me dijo eso, sería millonario.
-
¿Puedo
hacerte una pregunta? - le dije, cuando
ya casi llegábamos al hospital.
-
Claro.
-
Cuando le
he dicho a Cole que tenía once hermanos, me has hecho incluirte….
-
Bueno,
soy tu hermano ¿no?
-
Eres mi
padre.- respondí, con seguridad, casi con miedo a que alguien dijera lo
contrario alguna vez.
-
Soy las
dos cosas, Ted. – dijo, algo melancólico – De niño siempre quise tener hermanos
¿sabes?
-
¿Sí? –
pregunté. Papá no hablaba demasiado sobre su infancia.
-
Casi todo
el mundo quiere tenerlos, al menos de pequeños. Los ves como alguien con quien
jugar, como un amigo, un confidente, un compañero…
-
Todo lo
que tú no has podido ser para nosotros – concluí, entendiendo lo que sus
palabras querían decir. Lamentaba haber perdido ese aspecto de nuestra
relación.
-
Exacto.
Pero, a pesar de todo, soy tu hermano. – declaró con convencimiento. Guardamos
silencio hasta entrar en el parking del hospital, mientras yo le daba vueltas a
lo que me había dicho. Para ser nuestro padre Aidan había tenido que dejar de
lado algunas cosas. Aunque era un tipo bastante cercano, no podía permitirse
ser nuestro amigo, en el sentido pleno de la palabra. Él era… en fin, nuestro
padre. Pero uno que también sabía ser un niño, con los peques.
-
Juegas
todo el día con los enanos y a Alejandro le das una paliza con la videoconsola
– le dije, y él sonrió, no supe si por darse cuenta de que al menos eso si
podía hacerlo sin dejar por ello de ser nuestro padre o porque le recordé sus
victorias sobre Alejandro. A mí también me ganaba casi siempre. – Espero que
Michael te robe el primer puesto.
-
Oh, ¿en
serio? – preguntó Aidan, como si le hubiera retado. Puso una sonrisa de
suficiencia, creyéndose invencible. En ese momento deseé que Michael le dejara
por los suelos en la primera partida.
Papá siempre dejaba ganar a los pequeños, pero
con Alejandro y conmigo no tenía piedad. Yo no estaba viciado a los
videojuegos, pero Alejandro iba a desarrollar problemas en los pulgares de
tanto “practicar” y aún así papá le seguía ganando. Ojalá Michael fuera capaz
de darle la vuelta a las tornas.
No podía evitarlo: imaginar a Michael en mi salón,
jugando con la play y haciendo otras cosas de las que solíamos hacer nosotros,
me hacía sonreír. También me provocaba algo de inseguridad, pero silencié toda
voz negativa dentro de mi cabeza. Sin embargo, dejé de pensar en todo eso
cuando me vi en la sala de espera, aguardando mi turno para que me quitaran los
puntos. Se me quitaron las ganas de sonreír. Iba a doler, seguro.
-
Aidan´s POV -
La cara de Ted en la sala de espera era digna de
verse. Parecía que tragar saliva le costaba un gran esfuerzo, y miraba al
infinito como quien espera escuchar una sentencia horrible de un momento a
otro. En cierto modo, era eso: en cualquier momento escucharía su nombre, y no
parecía entusiasmado por la idea.
-
¿Estás
bien? – pregunté, intentando no reírme. Ted siempre había odiado las agujas, y
siempre se había negado a admitirlo en voz alta. Asintió suavemente. –
Tranquilo, ahora no habrá agujas. Te quitarán los puntos con unas pinzas.
Ted suspiró y creo que decidió pensar en otra cosa. Lo
cierto es que tenía muchas cosas en las que podía pensar: Michael, los celos de
Cole…
No tardaron mucho en llamarnos. Hicieron que Ted se
tumbara en una camilla y le quitaron los puntos. No soltó un solo quejido,
aunque todo su cuerpo se puso blanco y empezó a sudar en frío. Creo que no era
tanto por el dolor como por el hecho de que otras personas manipularan su
cuerpo de esa manera, sabiéndose indefenso ante ellos.
A veces me frustraba su afán por permanecer impasible
ante cosas que le dolían o le molestaban. ¿Acaso pensaba que yo le tendría por
débil si demostraba que no quería estar ahí? Sus hermanos no estaban delante
aquella vez. No me valía eso de que lo hacía por parecer fuerte frente a los
pequeños.
Cuando terminaron con él, los dos nos miramos a los
ojos sabiendo lo que venía a continuación. Nos encaminamos a la habitación de
Michael, pero por lo visto había gente
en su habitación y nos dijeron que no podíamos pasar aún, así que esperamos
fuera.
-
¿Qué pasa
si nos dicen que no puede venir? – me preguntó Ted.
-
No veo
por qué, siempre y cuando él haya aceptado el trato.
-
¿Y qué
pasa si dicen que se venga ahora mismo?
-
¿Qué pasa
entonces? – contraataqué, sin entender del todo su preocupación.
-
Pues… que
no sé qué decir… qué hacer…
-
Yo
tampoco – confesé, y puse una mano en su hombro. – Lo averiguaremos juntos.
Ted me sonrió, y yo supe que tenía que mostrarme
seguro de mí mismo, por él, aunque por dentro tuviera los mismos e incluso más
miedos que mi hijo.
Resultó que las “visitas” de Michael eran asuntos
legales. Su abogado, el oficial Greyson y él mismo leyeron y firmaron unos
papeles que simbolizaba el trato mediante el cual Michael quedaba en libertad.
El oficial Greyson tenía prisa, así que apenas me dijo un par de palabras antes
de irse. Me hubiera gustado poder agradecerle a ese hombre lo que estaba
haciendo por Michael, pero ya habría ocasión.
Cuando entramos en la habitación de Michael, no
encontré al chico feliz y entusiasmado que esperaba ver. Cuando te dicen que no
vas a ir a la cárcel se supone que tienes que estar al menos un poco contento
¿no? Entonces, ¿por qué Michael tenía esa cara? Estaba más allá de la pena. Era
el rostro de alguien que está en un callejón sin salida, y al verme a mí
pareció ponerse peor. Me dejó sin palabras. No era compasión lo único que
inspiraba, sino también miedo… miedo ante lo que sea que pudiera hacer sufrir
así a una persona.
-
¿Qué te
ha pasado en la cara? – preguntó Ted. Eso activó mis alarmas, y presté
atención. Michael tenía un moretón en la mejilla. No era muy llamativo, por la
oscuridad de su piel, pero se notaba.
-
Me caí de
la cama… - respondió el chico. Tal vez Ted y yo le habíamos dado la impresión
de ser idiotas perdidos.
-
Eso es un
puñetazo, no una caída. – repliqué. - ¿Qué ha pasado?
Michael me miró fijamente, y luego suspiró.
-
Me… peleé
con otro paciente.
Eso ya me sonó más creíble, aunque uno de los
agentes, el que respondía al nombre de Thony, no dejaba de decir que no era
violento. Fruncí el ceño.
-
¿Por qué?
-
No es
asunto tuyo.
Decidí no presionar, aunque en algún momento
tendría que dejarle claro que no podía darme esa clase de respuestas. Ya habría
tiempo para hablar de normas. Primero teníamos que hablar de familia.
-
¿Qué te
han dicho? – inquirió Ted.
-
¿Sobre
esto? – preguntó Michael, confundido, señalándose la mejilla.
-
No. Sobre
el trato.
-
Ah. Ya
está. Puedo irme, en cuanto me den el alta, pero…
-
¿Pero? –
pregunté. No me gustaban los peros.
-
Aún…. ya
sabes… podéis cambiar de opinión. Sería lo mejor para todos. En serio. Me
buscaré un hotel. Hay un par de tipos que me deben unos favores.
-
Creo que
de ahora en delante optaré por ignorarte cada vez que digas una tontería, pero
sólo por ésta vez te repetiré que tú te vienes con nosotros, y no hay más que
hablar. – le dije - ¿Cuándo te dan el alta?
-
En un
rato, creo.
-
En ese
caso, te esperaremos. Desde hoy vivirás con nosotros, Michael – dije, despacio,
con emoción en cada palabra – Y te prometo que serás feliz a partir de ahora.
Esperaba alguna clase de respuesta verbal,
pero recibí sólo un asentimiento.
-
Michael,
¿qué ocurre? ¿No te gusta la idea? – pregunté. No había contado con ello. No
había pensado en que aquella solución pudiera no hacerle feliz. - ¿Es por tener
que trabajar con la policía? ¿Te da miedo? O es que… ¿no quieres venir a casa?
-
Eres un
buen hombre, Aidan, y no quiero destrozarte la vida. – respondió, con voz
solemne. Sonó muy adulto. Pasó algo extraño. Sentí como si ese fuera Michael, y
no la cara de él que ya conocía. Como si Michael no fuera para nada un chico
caprichoso y con tendencia a las malas formas. Como si todo hubiera sido un papel
bien interpretado.
-
No vas a
destrozármela. Vas a hacerla mejor.
Él no dijo nada. Supe que tenía que solucionar
eso en aquél momento. Acabar con esa inseguridad del tirón.
-
Ted,
¿puedes esperar afuera, por favor? – le `pedí. No quería hacerle daño con las
palabras que iba a pronunciar. Ted negó con la cabeza, horrorizado ante la idea
de irse en ese momento. – Por favor – insistí.
-
No, papá,
yo me quedo.
-
Ted. Será
sólo un minuto.
-
Lo que
vayas a decir, dilo conmigo delante.
-
No, eso
no va a pasar. ¿Vas a obedecerme o me tengo que enfadar?
Ted me miró, frustrado y dolido, pero se fue. Creo que
le escuché mascullar un “idiota” antes de cerrar la puerta, pero lo dejé pasar,
fingiendo no haber escuchado. Una vez a solas miré fijamente a Michael. Él estaba
sentado sobre su cama, mirándome con curiosidad. Yo cogí una silla y me senté
frente a él.
-
Cuando
Ted descubrió que tú existías, lloró como no lo ha hecho nunca. Creo que ni él
mismo estaba seguro de lo que sentía. ¿Miedo? ¿Pena? ¿Dolor? ¿Esperanza? Las
emociones le desbordaron. Pero enseguida me dijo que te tenía que conocer.
Desde ese momento tu fuiste una amenaza para mí. ¿Otro hermano mayor? ¿Qué
pasaba si Ted te elegía a ti en vez de a mí? ¿Si decidía que quería vivir
contigo? ¿Quién era yo para impedirlo? Más allá de quién tenga la custodia, él
es libre de elegir quién forma parte de su familia. Por eso supe que si no
quería perder a Ted, tenía que ganarte a ti. Si tú estabas con nosotros, él no
tenía que ir a ningún sitio. Después encontramos una de tus notas, y
descubrimos más cosas sobre ti. Y me di cuenta de que no eras un rival, sino
alguien que estaba sólo…como mis hermanos. Resulta que todos nosotros tenemos
algo en común: un parentesco algo complicado, padres de mierda, y la necesidad
de encontrar algún sitio al que pertenezcamos. Entendí que tu sitio era con
nosotros. Que pertenecías a mi familia. Luego te conocí, y lo confirmé. Y mis
hijos parecieron pensar como yo. – le dije, sin dejar de mirarle fijamente.
Cuanto más le miraba más quería triturar al hombre que le había hecho ese
moratón. – Al principio eras importante para mí porque eras importante para
Ted. Ahora eres importante para mí porque tenemos muchos años que recuperar, y
tú serás joven, pero yo ya no lo soy tanto. – bromeé, y le vi sonreír un
poquito. – Por alguna razón asumí que vas a ser mi hijo. Es el papel que mis
sentimientos te han asignado, aunque bien podrías haber sido mi hermano, tío de
mis hijos, y sólo eso. Es irónico porque en cuanto firmes algunos papeles serás
su sobrino. Hermano, hijo, tío, sobrino. Sólo son nombres. Eres familia. Una
historia paralela a la nuestra que a partir de ahora seguirá él mismo camino. –
reflexioné, y medité con cuidado mis siguientes palabras. – No voy a mentirte.
Espero no hacerlo nunca, y desde luego no voy a hacerlo ahora: tienes edad para
entender que el afecto es algo que surge con el tiempo. Que aún no nos
conocemos demasiado. Que tú y yo hemos tenido vidas diferentes, cada uno con
sus recuerdos. Tendremos que aprender a vivir los unos con los otros….es más…
tendremos que aprender a querernos, con nuestras virtudes y defectos…Virtudes y
defectos que mis hijos ya toleran, porque han vivido con ellos, pero que para
ti son totalmente novedosos. Puede que en algún momento sea difícil. Puede, es
más, te garantizo que pasará, que eches de menos la época en la que sólo tenías
que preocuparte por ti mismo. Puede que te hartes de mí y de las cosas que te
diga y es posible que tu pasado traiga algunas complicaciones. Puede, no lo sé,
que me traigas algunos quebraderos de cabeza, porque ese es el trabajo de todo
hijo para con su padre. Pero tú nunca vas a destrozar mi vida. No podrías
hacerlo aunque te lo propusieras. Y el motivo es muy sencillo: por la sencilla
razón de que desde éste mismo momento, eres mi hijo. Nunca he podido tener esta
conversación con el resto, porque eran demasiado pequeños cuando vinieron a
vivir conmigo, pero te lo digo a ti ahora: si bien el amor por un hijo no se
compara a nada, creo que el amor por un hijo adoptivo es mucho más fuerte,
porque se fundamenta en la convicción profunda de llevar adelante un acto de
amor. ¿Cómo podrías tú destrozar mi vida, cuando vas a completarla?
Cuando dejé de hablar, Michael me siguió mirando
durante un rato, sin decir nada. Luego cerró los ojos, y no los abrió. Le
escuché respirar hondo. Después parpadeó, y vi un par de lágrimas cayendo por
sus mejillas, con silenciosa emoción.
-
Gracias –
susurró, muy despacio, deteniéndose en cada sonido.
-
¿Qué
gracias ni que ocho cuartos? ¡Dame un abrazo, corcho!
Michael sonrió con timidez (y eso que yo pensaba que
en ese chico no había timidez posible) y se movió con mucha torpeza. Creo que
no sabía cómo hacerlo. Que no sabía cómo abrazarme para que se sintiera como
algo natural. Así que le ayudé, y aprovechando que él estaba sentado, me puse
de pie y apoyé su cabeza en mi pecho. Estuve así hasta que noté que él quería
separarse. Mi experiencia con Dylan me había enseñado que no había que forzar a
las personas al contacto físico. Yo mismo tenía algunas manías al
respecto. Le sujeté la barbilla y pasé
el dedo pulgar con mucho cuidado sobre su moretón. Lo tenía justo en el pómulo,
pero no estaba hinchado.
-
¿Ahora
puedes sonreír un poquito para mí, para que no sienta que de una cárcel te
llevo a otra? Sé que no soy la gran cosa, pero de verdad que como padre no
estoy tan mal. – le dije, y Michael me dedicó una gran sonrisa torcida.
En ese momento llamaron a la puerta y Ted asomó la
cabeza.
-
Viene el
médico a ver a Michael.
-
Claro.
Que pase.
El doctor, tal y como había hecho su compañero con Ted, quería hacerle
un último examen antes de darle el alta. Me salí para que Michael no se
sintiera incómodo, y el incómodo fui yo por la mirada que me echó Ted.
-
¿Qué? –
le pregunté al final. No me respondió. En lugar de eso me bufó con indignación.
– Ah no, nada de estar molesto que eres tú el que me ha llamado idiota. Sí, lo
he oído perfectamente.
-
Me has
echado de mala manera.
-
Para
hablar con Michael.
-
No es
justo – protestó, infantilizando la voz a propósito.
-
Lo sé.
Por eso estamos en paz, en vez de discutiendo la forma en la que debes
hablarme.
-
No te
dije idiota. Sólo estaba refunfuñando, diciendo cosas sin sentido.
-
Vaya,
todo un ejemplo de madurez – repuse, y me sacó la lengua, como para demostrarme
lo inmaduro que podía ser si se lo proponía. Sonreí un poco, pero luego me puse
serio. – No tienes por qué saber todo lo que hablo con tus hermanos. Algunas
cosas… ya sabes, son privadas, entre cada uno de mis hijos, y yo.
Ted iba a protestar, pero su ceño fruncido se
transformó poco a poco en una sonrisa, al saber entenderme, ilusionado porque
yo tratara a Michael como uno más. .
-
Supongo
que Michael no es sólo “mío”.
-
Exacto.
Tendrás que compartirle un poquito. En cambio yo no voy a compartirte a ti. Tú
eres todo para mí – bromeé y le acaricié la mejilla. Me raspó un poco. - ¡Ted!
¡Tienes barba!
-
¿Qué te
pensabas? – dijo, en plan “ya no un niño, a ver” pero sonrió con orgullo,
porque la pelusilla de la adolescencia fuera dando paso a una barba más fuerte.
Hacía tiempo que Ted se afeitaba pero en realidad tenía bastante poco pelo, por
todo el cuerpo. No tenía ni parecía que fuera a tener nunca pelo en el pecho,
por ejemplo.
Recordé cuando le enseñé a afeitarse. Había un montón
de cosas que no podría enseñarle a Michael, porque ya las sabía. Pero seguro
que le quedaban muchas otras por aprender, como por ejemplo a quererse un poco
más a sí mismo. Eso de “no quiero destrozarte la vida” sonaba a “destruyo todo
lo que toco” y denotaba una autoestima aún más baja que la de Ted.
Salió el doctor, y nosotros entramos. Michael se
estaba poniendo una camiseta, y lucía algo avergonzado. Pensé que podía ser
porque le habíamos pillado vistiéndose, pero
me equivoqué.
-
Yo… tengo
que pedirte algo – me dijo.
-
Claro, lo
que sea.
-
Tengo que
comprar insulina – explicó, levantando unas recetas.
-
Pararemos
de camino a casa.
-
Te
devolveré el dinero en cuanto lo tenga…
-
Ni se te
ocurra. Pensé que se entendía por el contexto, pero a partir de ahora yo te
mantendré, Michael.
-
Si tienes
que pagarme la insulina te vas a arruinar…
-
¿Cuánto
cuesta?
-
Con la
receta, una caja mensual vale unos diez dólares…
Yo me reí.
-
Tranquilo.
Mi cuenta bancaria puede con ello. No es nada comparado con veinticinco mil
pavos.
Nada más decirlo, me di cuenta de mi tremendo
error. Michael abrió la boca con mucho asombro.
-
¿Has… has
pagado mi multa? ¿Por qué? ¡Es mucho dinero!
-
Era una
de las condiciones para tu libertad – explicó Ted.
-
Sabía que
ese cabrón te exigiría el dinero. Me prometió que no lo haría, pero lo hizo –
masculló Michael entre dientes.
-
Eh ¿de
qué hablas? Nadie ha exigido nada. Olvidémonos del tema ¿vale?
-
No puedo
olvidar que te debo veinticinco mil pavos.
-
No me
debes nada. Ahora termina de recoger y vámonos a casa. Todos están impacientes
por recibirte.
Michael dejó las manos quietas sobre su
mochila, y tragó saliva. Puso una cara tan asustada que tuve que reírme.
-
Tranquilo,
no muerden. Bueno, Kurt a veces, pero estamos trabajando en eso.
La verdad, aquello no pareció tranquilizar a
Michael en absoluto. Pobre. Para él, tenía que ser un shock tener una familia
tan numerosa de repente.
-
Alejandro´s POV -
Ted me mandó un mensaje, diciendo que volvían
con Michael. Se lo dije al resto y terminamos con todo rápidamente. Fue todo un
reto mantener a Kurt lejos de las chuches.
-
¡Glotón!
– le dije, mientras le alejaba de la mesa del comedor.
-
¡Cuando estemos todos, pedazo de goloso! – me
apoyó Madie.
Pero Kurt usó su infalible técnica del
puchero, y al final, no sé bien cómo, acabé dándole toda una bolsa de lacasitos
para él sólo. En momentos como ese yo también quería tener seis años.
Cuando el nivel de impaciencia era
considerable dentro de casa, escuchamos el ruido del coche y supimos que ya
habían llegado. Treinta segundos después, la puerta se abría.
-
¡Bienvenido!
– gritaron los peques, totalmente a destiempo. Rodé los ojos. Supuse que la
intención es lo que contaba.
Michael miró a su alrededor algo en shock. Se fijó en
los globos, en la serpentina, en el cartel que Hannah y Kurt habían pintado, en
la comida que había sobre la mesa…
-
¿Esto es
por mí? – preguntó, mirando a Ted.
-
No, por
el vecino – respondió él, rodando los ojos. – Claro que es por ti.
-
Pero…
esto…¿por qué?
-
Si esto
te impresiona espera a cuando papá se lo cuente a todo el mundo. Cada vez que
la familia aumenta montamos una de cuidado.
Antes de que Michael pudiera seguir asombrándose,
Hannah, Kurt y Alice se tiraron a por él. Alice por poco se cae, pero él la
sujetó. La miró con curiosidad y luego, no sé por qué, la abrazó.
-
¿Eres mi
tito? – preguntó.
Michael miró a papá, sin comprender.
-
Pregunta
que si eres su hermano.
-
Pues…
creo… creo que sí – respondió Michael. Sonaba inseguro y con la voz tomada,
pero Alice sonrió como si acabara de decir algo muy importante. Michael la
apretó mucho contra sí, y la dio un beso en la frente.
-
¿Por qué
lloras? – preguntó Alice.
-
Porque…porque
estoy contento – respondió Michael.
-
No… estás
triste. – dijo la enana, y tenía razón. Esas no eran lágrimas de alegría, sino
de una enorme tristeza. Mm. Vale. Empezábamos bien ¿no?
-
¿Y como
no queréis que llore si no le habéis dejado ni pasar? – intervino Zach, y tiró
de Michael, ignorando sus lágrimas como si fueran lo más normal del mundo. –
Primero es lo primero: un tour por la casa. Parece grande, pero se queda
pequeña para tantos. Creo que tú vas a dormir en la habitación de Ted. Yo
duermo en… - empezó mi hermano, y continuó diciéndole dónde dormía cada uno, y
hablándole para distraerle. Pareció funcionar, porque el sobre exceso de
información cortó las lágrimas de Michael. Me acerqué a papá y a Ted.
-
¿Qué le
pasa?
-
No lo sé
– dijo papá – Pensé que lo había solucionado en el hospital.
-
¿Crees
que no quiere estar aquí? – preguntó Ted, preocupado.
-
¿Has
visto la cara que ha puesto? Claro que quiere estar aquí. – dije yo. - Además,
ya está grandecito para decir lo que quiere o lo que no ¿verdad?
No me respondieron, pero los dos estaban
bastante preocupados.
-
Aidan´s POV –
Me angustiaba no saber cuál era el problema de Michael,
pero me enterneció la acogida de todos mis hijos. Alice me había tocado la
fibra con su inocencia, y Zach supo manejar muy bien la situación, para no
avergonzar a un Michael que lloraba sin que nadie supiera por qué.
Zach arrastró a Michael escaleras arriba,
haciendo de guía turístico con desparpajo, y los demás le seguimos. Me sentí
muy orgulloso de él, por usar su chispa natural para hacerle las cosas más
fáciles a un recién llegado algo abrumado.
-
Aquí
duermen Ted, Alejandro, Cole, y ahora tú. Creo que van a poner una litera o
algo así. No sé cómo quedó la cosa. Despídete de tener espacio vital. Y a
Alejandro le huelen los pies.
-
¡Eh! –
protestó el aludido, y los demás nos reímos, Michael incluido.
-
En esta
otra duermen Kurt y Dylan. En la de más allá Hannah y Alice. En realidad, los
tres enanos pasan más tiempo en la cama de papá que en la suya.
-
¡Se
duerme mejor! – se defendió Hannah.
-
En frente
de ellas están Madie y Barie y generalmente nadie puede entrar en su cuarto sin
su permiso si no quiere sufrir una muerte lenta y dolorosa. Ahora eso sí, ellas
entraran en el tuyo cuando les venga en gana.
-
¡Mentira!
– dijeron las aludidas.
-
¡Verdad!
– respondieron mis hijos mayores. Más risas.
-
Eso otro
es un baño, y lo de al lado también. Y aquí dormimos el traidor de Harry, y yo.
-
¡Zach! –
protestó Harry.
-
Es una
sabandija y una rata. Por suerte para ti, como somos tantos, no tendrás que
verle mucho la cara.
Escuché eso perfectamente, y en ese momento
decidí que ya era suficiente. ¿Cuánta porquería más iba a echar Zach sobre su
hermano? Di un paso hacia él, pero antes de poder decir nada, Harry decidió
defenderse por fin:
-
¡A lo
mejor es a ti a quien se libra de tener que aguantar, imbécil!
-
¿A quién
llamas imbécil, ladrón de cuarta? –
espetó Zach.
Intuyendo lo que iba a pasar, me puse en medio
de ambos y arrastré a Zach lejos de allí antes de que Harry le estrangulara. Me
metí con él en su cuarto, y cerré la puerta, pensando que era mejor poner una
barrera física entre los dos. Luego me giré hacia Zach muy enfadado.
-
¿No
puedes dejarlo estar ni por un día? ¡Estamos recibiendo a Michael! ¡Le estamos
enseñando que es parte de ésta familia! ¿Eso entiendes tú por familia? ¿Rencor
absoluto y pullas constantes? ¿Qué impresión se va a llevar? – reproché. Zach
pareció muy impactado por esas palabras y puso esa mirada especial de cuando yo
le regañaba. Era muy tierno, pero aquello ya había ido demasiado lejos. Me
acerqué a él y le di seis azotes con considerable fuerza.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Estoy
harto de esa forma de tratar a tu hermano, y en ningún caso le puedes insultar,
da igual lo que él hiciera!
Los ojos de Zach se humedecieron mientras me miraba
con mucha tristeza. Me dio rabia porque hacía unos momentos se estaba riendo,
actuando genial con Michael. Ese era mi Zach, y no el que tiraba veneno contra
Harry.
-
Te
quedarás aquí el resto de la tarde, y cuando salgas quiero escuchar una
disculpa en condiciones para tu hermano – sentencié, y salí de allí. Al hacerlo
me di cuenta de que todos habían escuchado, a juzgar por sus caras. Suspiré.
-
¿Tenéis
hambre? – pregunté, intentando sonar animado, y deseando que nadie hiciera
comentarios. Recibí varios asentimientos y una sonrisa de los más pequeños,
porque todo lo que habían estado preparando eran aperitivos, chucherías,
chocolate, patatas y otras guarrerías del estilo, que sin duda era todo un
manjar para ellos (vale, y también para mí e.e)
Bajamos al piso de abajo y antes de que yo pudiera
descender el último tramo de escaleras, Hannah, Kurt, Alice y Dylan ya se
habían abalanzado sobre la mesa. Cualquiera que les viera me acusaría de
matarles de hambre.
-
Yo no
puedo comer nada de esto – comentó Michael. Me quedé a cuadros. – Por la
diabetes, y eso.
Qué grandísimo idiota que era. Tendría que haberme dado cuenta de eso.
-
¿Qué
cosas no puedes comer? – pregunté.
-
Refrescos
carbonatados, frutos secos, chocolate, bollos, azúcar, mantequilla, patatas… No
puedo abusar de la carne, de la leche, del alcohol…Tengo una lista con… mi
régimen.
-
Dámela luego,
por favor. Y siento no haber caído en la cuenta…¿No puedes comer nada de nada?
-
Las
galletitas saladas – dijo y cogió una. Me sentí frustrado por no haber caído en
el detalle de la comida. Él me dedicó una media sonrisa – No te preocupes.
Hacía mucho que no comía de estas. No es como si en la cárcel las hubiera.
Agradecí sus intentos de hacerme sentir mejor,
pero sólo me animé al ver que ya no parecía tan triste. Les dejé abajo y subí a
hablar con Zach, pensando que había sido
muy duro al dejarle allí en un momento como aquél. Tendríamos que estar todos
juntos, en familia…
Al entrar en su cuarto le encontré llorando
sobre su cama. Me sentí terriblemente mal. Me acerqué y me hice un hueco,
sentándome a su lado. Estaba boca abajo, con la cabeza escondida en la
almohada. Le acaricié el pelo.
- Mmm. Parece que tu padre estaba muy enfadado antes y
ha sido algo duro contigo ¿eh? Ya no estés triste, cariño. Puedes bajar, mi amor, anda, ya no
llores.
Zach se dio la vuelta y me miró, con los ojos llenos
de lágrimas.
-
No….snif…
no es eso…es...que…es que…¡no me has dado un abrazo!
Parpadeé un par de veces, intentando acordarme de si
lo había hecho o no. ¿Lloraba con tanta
angustia porque yo no le había abrazado? Mi niño… Le levanté de la cama y le
atrapé en mis brazos.
-
Tienes
toda la razón. ¿En qué estría pensando? Tampoco te di un beso ¿a que no? Veamos… hace cuatro minutos que te castigué y
te di cinco azotes. Eso hacen por lo menos veinte besos. Será mejor que empiece
ahora ¿verdad? – dije, y empecé a darle besos en la frente. Él se rió e intentó
separarse pero yo no paré hasta contar exactamente veinte. Luego le solté, y él
se pasó la manga por los ojos, algo avergonzado por haber llorado así. Le aparté le pelo de la cara. Él lo tenía
relativamente largo para un chico. – No me gusta verte de malas con Harry. Es
antinatural, cariño. Sé que te hizo daño, pero ya han pasado días y él
realmente está haciendo su mejor esfuerzo. Deberías perdonarle, antes de que
sea él el que tenga que perdonarte a ti.
-
Pero… él
nunca me ha dicho que lo sienta – susurró. – Yo… necesito que me lo diga. No
soy como tú. Yo necesito oír una disculpa.
Le miré con atención. Eso sonaba razonable
para mí.
-
Él y tú
tenéis mucho que hablar – le dije. – Hablar, que no insultarse. Siento haber
hablado y actuado con dureza pero no me arrepiento para nada de haberte
castigado. ¿Qué es eso de llamarle rata, y ladrón, y todo eso que le has dicho?
Zach volvió a poner su mirada especial marca
“no te enfades conmigo” y yo suspiré, dándole un beso más en la frente.
-
Vamos a
bajar con todos ¿vale? Tienes que tener más cuidado con lo que dices, hijo.
Tachar a alguien de ladrón es una cosa muy seria y dado el pasado de Michael
hay que ser cuidadosos con ese tema.
Zach asintió y bajó conmigo al comedor. Michael no
estaba en ese momento. Por lo visto se había ido al baño.
-
Cole´s POV -
Intenté ser amable, sonreír y darle la bienvenida a
Michael como todos los demás. Me estaba costando un poco pero aún no había
intercambiado ni una palabra con él, así que no era tan difícil. Cuando papá se
fue, y nos quedamos solos con él, le observé con atención. En ese momento
parecía tranquilo, pero antes había llorado un poco. Todos habían pensado que
era tristeza pero para mí que era culpabilidad. Había visto llorar así a Kurt
muchas veces. La dulzura de Alice le hizo sentirse culpable, por algún motivo
que yo no comprendía.
Cuando dijo que iba al baño, yo le seguí. Me sentí un
poco mal por hacerlo, pero enseguida se me pasó porque él no fue al baño, sino
a mí… a nuestro cuarto… Mi primer pensamiento fue que iba a fisgonear. Luego me
dije que si aquella iba a ser su habitación, tal vez quisiera familiarizarse.
Tras unos segundos abrí un poco la puerta que él había cerrado y le observé por
la rendija. Estaba hablando por el móvil.
-
¡No,
escúchame tú! ¡Sé lo del dinero!
¿Veinticinco mil pavos? Pero ¿en qué estabas pensando? No sé lo que planeas,
pero tus jueguecitos se acaban ahora. Ya tienes tu estúpido dinero. Y no
pienses que…¿hola? ¡No me cuelgues! ¡Bastardo de mierda, no me cuelgues!
¡Cabronazo! – gritó Michael, y tiró el móvil contra la pared. Yo me asusté
mucho y respiré muy fuerte, y así hice que él mirara hacia la puerta y me viera
mirar a través de la rendija. Me estremecí. Se acercó a mí y yo estaba tan
asustado que ni pude moverme. Tiró de mí hasta meterme en la habitación y luego
cerró la puerta.
Tuve mucho, mucho miedo. No sabía lo que había
escuchado, pero intuía que no era nada bueno y que a Michael no le gustaba que
yo lo supiera. ¿Qué me iba a hacer? Me
abrazó por detrás y me puso una mano en la boca para impedir que hablara o
gritara, y por mi cabeza pasaron cosas muy raras que había visto en películas
que se supone que no debería ver. ¿Me iba a matar?
-
Tú no has
oído nada ¿me escuchas, enano de mierda? Si sabes lo que te conviene no dirás
ni una palabra. – me amenazó. Lloré de puro terror, porque Michael era muy
grande, yo muy pequeño, y su voz en ese momento daba miedo. No era para nada el
chico asustado y vulnerable que había sido hacía un rato. En esos instantes
parecía peligroso, como desesperado, o algo así…. Me entraron ganas de ir al
baño de puro terror, pero lo único que
podía hacer era estar ahí, temblando, esperando a que el hiciera lo que
quisiera hacer conmigo… De pronto retiró mano de mi boca, mojada con mis
lágrimas, y se la miró. - ¿Estás llorando? – preguntó, y me dio la vuelta para
mirarme. Se frotó el pelo con la mano. – Venga, enano…. No… Escucha, yo…
En cuanto me vi libre, salí corriendo, huyendo
de alguien muy malo. De alguien que me daba miedo. De alguien que había
engañado a toda mi familia, pero yo le había visto como era de verdad.
Un monstruo.
QUEEEE...no me digas que Michael es malooooo porque no lo tolero.... eso NOOOOOO... mira que eso mataria a Aidan y a Ted al mismo tiempo, y Alejandro no podria cuidar a todos sus hermanos solo.
ResponderBorrarEsto en enserio!!! Que no me lo creo como es que Michael es malo (0_o) o que es lo que trama ahora que pasará con lo que Cole escucho? Son tantas las preguntas que no puedes dejarnos tanto tiempo sin saber que pasará con todo esto please no tardes mucho con el siguiente capítulo **ojitos de gato con botas**
ResponderBorrarFanny
:O michael malo? Apoyo a sanha eso sería muy duró para Aidan y Ted y todos jeje (alice me da mucha ternura)
ResponderBorrarTu historia es perfecta :3 y lo que dijo Aidan del amor de padres adoptivos ... estoy totalmente de acuerdo
Actualiza pronto xfis :)
Saludos
O.O como!!!!!, no se que pensar, y quien le dio ese golpe a michael, esto se pone cada vez mas intenso, me encanta, pobre cole que miedo...., hay que prestarle mas atención al nuevo miembro que algo trae tras suyo y al parecer no es bueno ...mmmm.....
ResponderBorrarMmmm yo no creo que sea malo "malo". Has dado como pistas de quebnu quiere hacer daño a Aidan y de que se siente culpable. Y me he leído varias veces la conversación por teléfono y ya creo saber lo que pasa.
ResponderBorrarBuena manera de camuflar lo de Zach, después del bombazo de Michael nadie va a hablar de ello pero Aidan tendría que haber sido mad duro con él!!!
Dreaaaaaaammm... he de confesar que me he perdido varios capis de ésta bellísima historia, por lo que no entendí una cuantas cositas, pero prometo ponerme al día con todo muy prontito, jejeje.... Bueno, ahora sí, ya hablando de la historia de hoy sólo me queda felicitarte por tu excelente trabajo!!!
ResponderBorrarQué capítulo más increíble!!! Me ha gustado tanto. Cuánto sentimiento pones en cada línea!!! Es sensacional!!! Aidan es perfecto! un sol de padre, de hermano.... de persona!!! Podemos postularlo para personaje del año?!! jejej
También me quedé con la duda de la llamada! No creo que Michael sea malo! Pero tú si por dejarlo ahí, jajaja... Mentiraaaa! Pero por fis no tardes con la continuación, así terminamos el año con una sonrisa si?! :D
De nuevo te digo: GENIAL HISTORIA!!!!
Felicidades por ser tan talentosa y gracias por ser tan buena en compartir ese don con todos!!
Que tengas una Feliz Navidad! =D
CAMILA
yo creo que con quien hablaba Michael por telefono era el policia que le dijo a Aidan que tenia que pagar 25.000 para que el quedara libre, y se siente culpable precisamente por eso, por que tubo que pagar, cuando el policia le dijo que no tendria que pagar... el malo es el policia.
ResponderBorraractualiza pronto por favor me dejaste una incertidumbre inimaginable, espero que Michael no sea tan malo como yo creo en este momento
ResponderBorrarmari