Sus instrucciones fueron “no dejes sólo a tu hermano”.
Genial, papá, pero ¿qué hago si es él el que me deja sólo a mí?
Papá no estaba para plantearle aquella paradoja, así que tuve que
comerme las palabras y continuar con la histeria. Miré el reloj. Papá tardaría
aún media hora en volver. Sería mejor que fuera a buscar al enano y le trajera
a casa antes de que él regresara. Supuestamente yo tampoco debía salir de casa.
Aparte de por el hecho obvio de cuidar de mi hermano, me estaba recuperando de
una bronquitis y fuera hacía un frío de morirse. Pero si encontraba a mi hermano pronto nadie
tenía por qué saber lo que había pasado.
El problema fue que no le
encontré. Busqué en todos los sitios en los que podría estar un niño de nueve
años, pero no estaba y nadie le había visto. Empecé a asustarme, y al final me
rendí, listo para volver a casa, y decírselo a papá. Era demasiado joven para
morir aún…. Estuve tentado de pasar por casa de Sonia para despedirme, y así,
con algo de suerte, no moría virgen…
Mientras doblaba la manzana de mi casa me dije que en esos momentos el
probable enfado de papá contra mí daba igual. Yo lo que quería era que a mi
hermano no le hubiera pasado nada malo…
Cuando abrí la puerta me quedé clavado, sin llegar a entrar. Mi hermano
estaba en casa, pero no puedo decir que me alegrara de verle, dada la
situación. Estaba en el sofá del salón, sobre las rodillas de mi padre. Tenía
la ropa bajada y así pude ver que tenía todo el culo anormalmente rojo… O
quizás no tan anormalmente para él, pero igualmente impactante como para
encontrárselo nada más llegar. Papá le estaba dando una buena tunda, y no
parecía estar dispuesto a parar pronto.
Sergio lloraba mucho, y me dio pena. Papá no parecía consciente de que
yo había llegado, o tal vez me estaba ignorando. Me acerqué a ellos, me mordí el labio, y
finalmente intervine.
-
Papá…
Sólo entonces me miró. Yo iba a seguir hablando, pero no tuve ocasión.
-
Ya,
papaíto…No lo voy a hacer nunca más…- dijo Sergio, aunque costó un poco
entenderle.
Papá suspiró.
-
Vete a la
esquina. Ahí de pie hasta que yo diga.
No tuvo que repetirlo dos veces. Sergio ni me miró y se fue corriendo.
Jo. Que era un dolor de muelas, pero era MI dolor de muelas. Papá estaba siendo
muy duro con él.
-
Estaba
comprando la cena cuando me lo encuentro en la tienda. ¿Qué rayos hacía ahí? –
me preguntó. Como si yo lo supiera… Me encogí de hombros. - ¡Tenías que
cuidarle!
-
Se fue
mientras me estaba bañando… - expliqué, deseando que eso sirviera de
justificación. Sorprendentemente lo hizo. Papá me miró mucho más amablemente,
decidiendo que no había sido culpa mía, pero tras unos segundos se enfureció de
nuevo. Me tocó el pelo.
-
¿Y has
salido de casa recién bañado, con el pelo mojado? ¿Quieres cogerte otra
bronquitis?
No tuve ocasión ni de responderle, porque me agarró del brazo y me dio
tres azotes. ¡Si ya sabía yo que acaba cobrando!
PLAS PLAS PLAS
-
¡Ay! ¡Jo!
¡Eso no era necesario!
-
No
protestes, que me estoy quedando muy corto.
-
¿Y qué
querías que hiciera? ¡Tenía que buscarle!
-
¡Me
llamas por teléfono y me lo dices! ¿Sabes esos aparatitos con teclas? Se llaman
móviles. Y si no sabes usarlos tal vez no deberías tener uno – me dijo, pero
luego me dio un abrazo. – Anda, ve a secarte.
Le hice caso porque la bronquitis era algo que realmente no quería
repetir, pero antes de salir del salón le eché una mirada al enano en su
esquina, y otra a papá. Por la forma en que papá le miraba, supe que no era
necesario interceder por él. Me escondí
en el hueco tras la puerta y les escuché:
-
Sergio,
hijo, ven aquí. Sin llorar, que ya no estoy enfadado.
-
¡Me
duele!
-
No puedes
salir de casa tú sólo, y menos sin decírselo a nadie. – dijo papá, y luego
escuché un beso muy sonoro, y después varios más. Sergio se rió, así que
imaginé que papá le había hecho cosquillas.
Me fui a mi cuarto antes de que me descubrieran espiando y acabara
igual que el enano.
Hermanos chicos un desastre jejeje pero con tres azotes la saco barata jajaja
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