Fabian lloraba, y lloraba y parecía que no iba a dejar de llorar nunca,
y en la habitación de al lado, lo bastante alto para que el lo oyera, sus
padres discutían haciendo que él sólo quisiera llorar más.
-
¡¡NO SÉ
EN QUÉ NARICES ESTABAS PENSANDO!! – gritó Fran.
-
¡¡TAL VEZ
EN EVITAR QUE MI HIJO TERMINE EN LA CÁRCEL, O EN EL HOSPITAL!! ¡O PEOR QUE ESO,
BAJO TIERRA!
Sin poder contenerse más Karen se echó a llorar, y eso hizo que la
furia de Fran se aplacara un poco.
-
Eso lo
entiendo, amor, entiendo que le castigaras. Diablos, yo también lo habría
hecho. Pero, ¿por qué tuviste que decirle que yo también le castigaría? Ya
fuiste lo bastante dura con él. Aún está llorando, tiene que dolerle horrores.
Los ojos de Karen brillaron con duda unos momentos. Respiró hondo y se
serenó.
-
Marihuana,
Fran, marihuana. ¿Qué le pasó a nuestro niño?
-
Creció. –
respondió él, con pesar.
-
¿Crees
que… toma otras cosas? Dice que no, pero…
-
Dudo
mucho que te mintiera, después de… después de la paliza que le diste.
-
Tal vez
me pasé…
-
¡Desde
luego, te pasaste al decirle que yo lo haría también! – volvió a protestar
Fran, pero luego suspiro. Se acercó a su mujer y la besó en la cabeza. - Yo no
voy a usar el cinturón – dijo, con firmeza.
-
No te
dejaría que lo hicieras – replicó ella. – Nadie va a volver a usar ese cinturón
nunca más salvo para sujetar los pantalones.
Fran consideró que era irónico que su mujer dijera aquello con tanto
ahínco después de haber golpeado con él a Fabian. Por cómo lloraba el chico eso
tenía que doler como el infierno. Refunfuñando, caminó hacia la habitación de
su hijo.
Fabian ni se había molestado en cubrirse. Gracias a eso, Fran pudo ver las franjas
rojas, algunas más oscuras, que el cinturón había dejado en el trasero y en los
muslos de su hijo. No parecía nada que durase más de un par de días, pero aun
así era mucho más de lo que Fabian había recibido nunca.
En cuanto percibió la presencia de su padre, Fabian se levantó y se
echó sobre él llorando.
-
Papi… no
me abrazó. Papito, no me abrazó, mamá me odia…
A Fran se le hizo un nudo en el estómago. Sabía que si empezaba a
consolar a su hijo sería incapaz de ponerse firme con él después, así que no
dijo nada y le ladeó un poco.
PLAS No volverás PLAS a drogarte PLAS en tu vida.
PLAS ¿Entendido?
-
AAAH. Au,
¡Aii! Sí, papi, sí, lo prometo. –
sollozó Fabian. Fran le abrazó y fue con él a la cama, para sostenerle mejor,
pero el chico se pensó que eran otras sus intenciones. - ¡No, papi, por favor!
-
Tranquilo,
hijito. Ya pasó, ya pasó. – susurró, y le acarició la espalda mientras le
dejaba desahogarse. Fabian lloró con ganas, sin contención ninguna, como hacía
tiempo que no se permitía llorar. Tal vez ese fue el motivo por el que probó
aquella cosa… Todos decían que te inhibía de los problemas… Pero a Fabian sólo
le habían traído más, en especial a una zona de su cuerpo.
-
Lo
siento, papá, lo siento mucho.
-
Sssh. Lo
sé, campeón, lo sé.
-
Mamá me
odia. Papi, mamá me odia…
-
Eso no es
verdad – intervino Karen, entrando en ese momento. Miró a Fran con una ceja
levantada. “¿A eso le llamas castigo?”, parecía decir, pero en realidad no dijo
nada, porque le entendía.
Se acercó a ellos y Fabian pareció muy incómodo, consciente de su
desnudez. Karen se mostró muy segura al subir con cuidado los calzoncillos de
su niño, que protestó un poco.
-
Mamiiiii.
-
No te
odio, mi amor. Te quiero mucho. Por eso no puedo permitir que te enganches a
esa cosa y que destruyas tu vida.
-
Nunca
más, mamita, nunca más. –aseguró Fabian, pasando a abrazarla a ella. En
realidad parecía necesitar abrazos de todo el mundo aquella noche.
-
Lo sé, mi
vida, lo sé.
Karen le dio besitos cortos por toda la cara y luego le hizo
cosquillitas con la punta de los dedos. Fran también le reconfortó hasta que
Fabian poco a poco dejó de llorar. Karen intentó separarse, pero Fabian no la
dejó.
-
Mi vida,
tengo que ir a hacer la cena.
-
No quiero
cenar. Quiero que te quedes aquí conmigo.
-
Bueno –
dijo ella, y miró a Fran como pidiendo ayuda.
-
Yo
cocino.
-
¡No! Tú
también te quedas. – exigió el chico, pero en realidad sonó como una súplica.
-
Pedimos
sushi – decidió Karen. Sabía que a Fabian le gustaba mucho.
Aunque horas atrás Fabian sentía que su familia se iba a ir a la
mierda, y que nunca había visto a su madre tan enfadada, en ese momento se
sintió muy en paz. Se relajó, y poco a poco se perdió en los sueños… Despertó a
media noche, y se dio cuenta de que sus padres se habían quedado dormidos
sentados, con él, como si fuera algo valioso que no querían perder de
vista. Sintió que no estaba sólo, y que
nunca lo estaría, y tal vez eso le salvó la vida.
linda historia
ResponderBorrarque se quedaron cortos yo no paro hasta tatuarle en el trasero con la frase a las drogas di NO
ResponderBorrarDefinitivamente ni como defenderle consumir drogas es un gran NO!!
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