***
-
Ted, ¿has
visto a tu hermano?
-
Como no
especifiques… - replicó Ted, que en ese momento veía clara e inevitablemente a
uno de sus hermanos: Kurt le había
confundido con una colchoneta y no le dejaba levantarse del suelo de jardín.
Para Aidan se veían adorables: para Ted, hacía demasiado calor como para tener
un niño de tres años encima.
-
El
hermano que no podía ir al cine si tú no ibas con él – respondió Aidan, y Ted
no supo si eso era un reproche hacia él por no querer ir, o hacia Alejandro,
que era el hermano en cuestión.
-
La última
vez que vi a Alejandro estaba con la consola.
-
Dentro de
casa no está, ya he mirado.
-
Papi,
¡Ted es blandito! – anunció Kurt, como invitándole a probar.
Aidan sonrió, pero aunque le hubiera gustado quedarse jugando con
ellos, tenía un mal presentimiento acerca de Alejandro. Le buscó un poco más,
pero la casa no era tan grande ni tenía tantos escondites. Finalmente tuvo que
aceptar que su hijo no estaba en casa, y ahí se puso nervioso de verdad.
-
Papá,
Alejandro ya ha salido sólo más de una vez. Tiene doce años. Estará en la
tienda comprando algo. – dijo Ted, intentando restarle importancia.
-
Si es así
tendría que haberme pedido permiso, pero además algo me dice que ha tenido la
caradura de irse al cine, a pesar de que le dije que no.
El cine más cercano estaba demasiado lejos. Para ir había que coger un
autobús y a Aidan no le gustaba que Alejandro lo cogiera sólo. Era demasiado
despistado y se podía equivocar de parada.
Él con gusto les habría llevado al cine, pero Cole y Hannah estaban
malos y Aidan sólo podía cuidarles y esperar que no contagiaran a los demás.
-
¿Quieres
que vaya a buscarle? La peli que quería ver aún no habrá empezado – dijo Ted,
al notarle preocupado.
-
Te lo
agradecería.
-
Vale.
Quítame de encima a ésta hormiguita y voy.
Aidan sonrió y cogió a Kurt en brazos, distrayéndose un poco. Luego fue a atender a los enfermitos y media
hora después Ted le llamó desde su móvil.
-
Papá,
estoy con Alejandro, estaba en el cine, pero no quiere venir conmigo.
-
Dile que
se ponga.
-
No
quiere.
-
Dile que
si no está aquí en media hora iré para allá y eso no le gustará ni a él, ni a
todo el que vea cómo se lleva una buena zurra.
Estaba seguro de que Ted no reprodujo sus palabras literalmente, pero
aun así parece ser que Alejandro accedió. Aidan jamás cumpliría aquella
amenaza, no le castigaría en público, pero necesitaba ser obedecido porque no
podía dejar al resto de sus hijos solos.
Antes de que pasara la media hora Alejandro y Ted estaban de vuelta.
Alejandro se quedó en el umbral de la puerta sin decidirse a pasar.
-
Primero
lo primero – dijo Aidan. – Abrazo, beso, y luego subes a tu cuarto para que
hablemos acerca de salir de casa sin permiso.
Alejandro le dio un abrazo, dejó que le diera un beso, y subió
corriendo a su cuarto, como queriendo mantener las distancias. Aidan suspiró, y
subió tras él. Le vio mirando por la ventana, como contemplando la posibilidad
de escapar. Era divertido ver cómo su rostro expresivo reflejaba las enormes
ganas que Alejandro tenía de salir de ahí.
-
Si lo
hicieras solo estarías en más problemas
- dijo. Alejandro se sobresaltó un poco y le miró.
-
¿Ahora
lees la mente, Aidan?
-
La tuya
sí. – respondió Aidan, algo sorprendido porque le llamara por su nombre de
pila. Eso era algo que sólo hacía Ted, y en contadas ocasiones. Se sentó en una
de las camas y le indicó a Alejandro que se acercara. Éste lo hizo,
suspirando. Aidan puso las manos a ambos
lados de su cadera. – La semana pasada no querías coger el autobús tu sólo. Y
hoy te vas por ahí de excursión.
-
Ya no me
da miedo. Eso no es malo ¿no?
-
No, eso
no. Pero salir cuando no te he dado permiso, sí. Me preguntaste si podías ir al
cine y te dije que no podía llevarte, y que para ir en autobús Ted tenía que
acompañarte.
-
Pero Ted
no quería salir hoy…
-
Así que
tú deberías haber interpretado eso como que el cine había que dejarlo para otro
día – dijo Aidan. Alejandro soltó un bufido y se cruzó de brazos, manifestando
su disconformidad de una manera muy infantil. Aidan sintió impulsos de reírse,
pero los contuvo. – Si sales de casa sin avisar yo me asusto mucho. No puedes
hacerlo nunca más ¿entendido?
Alejandro no respondió, aún enfurruñado.
-
¿Entendido?
– insistió Aidan, con más firmeza, y Alejandro asintió. Aidan se le quedó
mirando y el chico captó que quería una respuesta verbal.
-
Entendido.
-
Bien.
Puesto que ya te atreves a hacerlo sólo a partir de ahora podrás ir en autobús
sin que nadie te acompañe – siguió Aidan, y Alejandro abrió la boca para decir
algo, con entusiasmo, pero Aidan no había terminado. – Pero eso será a partir
de mañana. El hecho cierto es que hoy no podías hacerlo y que en ningún caso
puedes salir de casa sin permiso y sin avisar.
La sonrisa incipiente de Alejandro murió en ese momento, consciente de
que aún estaba en problemas. A Aidan le fascinaba lo transparente que era ese
chico en la mayoría de sus emociones. Aunque estaba adquiriendo la costumbre de
enmascarar la tristeza con enfado.
Aidan cambió un poco la posición de sus manos y bajó el pantalón de
Alejandro, que al ser de goma no opuso ninguna resistencia. No puede decirse lo
mismo de su dueño.
-
No, papi…
-
¿Ahora
soy papi? ¿Por qué me has llamado Aidan antes?
-
Es tu
nombre ¿no? – respondió Alejandro con demasiado actitud.
-
Para ti
soy papá.
-
Sólo
estaba enfadado.
-
Pues soy
yo el que debería estarlo – replicó Aidan.
-
¿Y lo
estás? – preguntó Alejandro, sin poder ocultar una sombra de temor y tristeza
en su voz.
-
Ahora que
sé que no te pasó nada, no. Pero tú sigues en un montón de problemas. – le
dijo, y le hizo tumbarse sobre sus rodillas. Le acarició la espalda suavemente.
– Además de desobedecerme, lo que hiciste fue peligroso e imprudente. Voy a ser
duro contigo para asegurarme de que no vuelves a repetirlo.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Auuu PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Aiii PLAS PLAS Papiiiii PLAS PLAS Auuu PLAS
PLAS PLAS PLAS Ya papiiii PLAS PLAS PLAS Lo sientooo PLAS PLAS PLAS
PLAS
Alejandro empezó a llorar en ese momento, sumando el llanto a sus
quejas cada vez más audibles.
PLAS PLAS PLAS PLAS Aiii PLAS
PLAS PLAS PLAS Papi, ya, por faa…PLAS PLAS
PLAS PLAS No me voy nunca más,
de verdad….PLAS PLAS PLAS PLAS Ayyy PLAS PLAS PLAS
PLAS
PLAS PLAS PLAS Lo sientoooo PLAS PLAS PLAS PLAS Owwww PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS Aaaiiii PLAS PLAS PLAS Lo sientoooo PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
Lo
siento, lo siento, lo siento.
-
Shhh, ya
está. Ya sé que lo sientes, campeón. – susurró Aidan, y le frotó la espalda
para que se calmara.
-
Me…snif…
me diste setenta.
-
Sí. ¿Los
contaste? No fue tu castigo más duro…
-
Pero sí
el que más me dolió.
-
¿Y cómo
es eso? – preguntó Aidan, intentando camuflar su preocupación, mientras le
incorporaba. Le colocó la ropa mientras recordaba. Una vez en la que Alejandro
no quería ir al colegio para que no le dieran las notas se puso a gritar y a
insultar a Aidan, y luego se escondió de tal forma que él no pudo encontrarlo.
Resultó que tuvo la brillante idea de subirse al tejado, pensando que se irían
a clase sin él, pero tal cosa no pasó. Aidan le buscó durante horas, hasta que
Alejandro tuvo a bien gritar para indicar dónde estaba. Hizo que Aidan subiese
a por él porque primero no quería y luego no sabía bajar. Por aquella escena,
en la que se podía haber partido la crisma, se llevó cien azotes. Aquella vez
sí tuvo que dolerle, porque además de muchos fueron fuertes. Esa vez no había
usado tanta fuerza. ¿Cómo podía haberle dolido más que entonces?
-
Porque tú
estás enfadado conmigo, aunque digas que no.
Aidan sintió que algo dentro del pecho se le derretía.
-
No es
cierto, cariño. Yo no miento. Si digo que no estoy enfadado es que no estoy
enfadado.
-
¿De
verdad?
-
De
verdad. Siento no haberte podido llevar al cine. Sé que éste fin de semana está
siendo muy aburrido para ti.
Aidan iba a abrazarle, pero Alejandro no le dejó. Suspiró. Ahora que
sabía que Aidan no estaba enfadado, se permitía enfadarse él y a lo mejor
estaba días sin hablarle.
-
¿No me
abrazas?
-
¡No!
-
Bueno.
Cuando quieras, aquí estoy – le dijo.
-
¡Pues yo
no! – respondió Alejandro, y salió de la habitación.
Aidan volvió a suspirar. Alejandro se había ido aún con lágrimas en los
ojos y a él no le gustaba dejarle así. Despacio, para que no se sintiera
perseguido, fue tras él, y le encontró abrazado a Ted. La imagen le conmovió
mucho.
-
No
llores, Jandro. –decía Ted, algo
sorprendido y sin saber muy bien cómo consolar a un hermano que no solía acudir
a él en busca de consuelo.
-
¡No me
llames así!
-
Bueno. No
llores. ¿Papá te ha castigado?
-
¡Ya sabes
que sí!
-
Lo siento
mucho. No deberías haberte ido sin decirle nada. Siento no haber ido contigo al
cine. Es mi culpa.
-
No, no lo
es. Es culpa de papá, que es un tirano.
-
¿Ah? –
intervino Aidan, decidiendo hacerse notar. – Vaya, qué piropos me echan. Conque
un tirano, ¿no? ¿Acaso sabes lo que significa?
-
¡Sí!
¡Pone tu nombre en la entrada del diccionario!
-
Ya veo.
Tendré que revisarlo. – dijo Aidan, y para entonces estaba justo a su lado. Con
un movimiento rápido le separó de Ted y le atrapó entre sus brazos.
-
¡No,
suelta!
-
Lo
siento: soy un tirano, así que te abrazo si quiero, sin preguntar primero.
-
¡Jooo! –
protestó Alejandro, pero Aidan le ignoró, y le dio un beso. Al final, se dejó
abrazar, y más tarde, le devolvió el abrazo.
El Alejandro de pana.... que lo de escapar se le da facil... o no aprende... porque como le han dado por el mismo motivo... UPSS
ResponderBorrarMUCHAS GRACIAS la adoro me encantan tus niños pero Alejandro es mi adoración me encanta su personalidad... es cosa rica que tiene que hace que quiera comerlo y reventarle el trasero a nalgadas... porque es un niño tierno e indefenso y a la vez un adolescente rebelde... no se cual es tu receta pero la mezcla te quedo perfecta.
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