martes, 31 de diciembre de 2013

El Guardian de los sueños de la Tapora



“El Guardian de los sueños de la Tapora”
Ivan y Lex
(Inspirado en el relato de: Los Gemelos, original de Maramba)

Color rojo, intenso, refulgente, sublime. Igual que el que luce una flor salvaje que siendo una intrusa en la maleza, es acogida en los brazos del sol y el temporal y da las gracias al creador divino, abriendo sus grandes pétalos hermosos y rojizos para gritar al mundo que a pesar de sus pisotones, ella es una sobreviviente.
Ese mismo color rojo, tan brillante, tan profundo, es el que Rubén contemplaba en los traseros de sus pelaitos que ahora descansaban a pierna suelta y dando muestras de vida, únicamente por los suspiros y gorgojitos que de vez en cuando, se escapaban de sus bocas ensalivadas.
Llevando aún estampado en su ropa y en su cuerpo, el sudor y las manchas que son fiel evidencia del arduo día que tuvo en su hacienda, Rubén llegó a su casa, con el simbao bajo el brazo, buscando a su par de potrillos desaparecidos.
Pero su intención de ajustar cuentas con sus vástagos, murió de cuajo al  encontrarlos en su propia cama, dormidos y abrazados a sus viejas mantas que según Lex confesó hace mucho: “huelen al papá”.
Así que ahí estaba él, recargado en la puerta, con su mirada cansada y llena de congoja, que contrastaba la mueca risueña y discreta en sus labios y es que ésta era una de las raras ocasiones en las que el hombre podía alzar sus manos al cielo, limpias de toda culpa.
Hoy había sido su mujer, que cual imitadora de la madre naturaleza, pintó las blancas pompas de sus retoños con el rojizo ardiente y chispeante de una flor silvestre en primavera.
…………………
-Ivaaaaaaaaaaaaaan…¿Pá qué me trajiste aquí?...ya me quiero irrrrrr…
-Shuuuuuuuuuu, no hagas bulla y quedáte quietecito.
- ¡No hagas bulla! ¡No hagas bulla! Eso es todo lo que me decis y yo ya no aguanto estar aquí, todo hediondo y picao de los gegenes… y hace mucho calor, vos me juraste que veníamos a bañar al río!
-¿Y no estamos en el río pues?
-Si pero…
-Shu, shu, shu… cállate que ahí vienen!
Y antes de que Lex pudiera seguir resongando, una grupa de muchachas apareció frente a los altos peñascos donde los gemelos  estaban bien escondidos.
Frente a las narices del par de mirones, desfilaron más o menos una docena de hermosas y vivarachas mozas, víctimas del endemoniado calor que decidieron darse un refrescante chapuzón en el río y fortalecer sus voluptuosos cuerpos, lavar sus largos cabellos y coger ánimos pá continuar fresquitas, con el resto de la faena.
Ivan, que casualmente perseguía una res junto a Illien, había descubierto este pequeño pedazo de cielo hace un par de días atrás y hoy por fin se decidió a compartir su secreto  con su hermano, pá que él también se deleitara con los manjares visuales que se servían a diario, justico antes de caer el sol de media tarde.
Ellas se reían y jugueteaban mostrando sus cuerpos sin pudor alguno y es que ¿Qué pudor existe cuando se cuenta con la belleza  y firmeza que solo la juventud puede ofrecer?
En ese momento, los mosquitos y el lodo, pasaron hacer cuento viejo para Lex que ahora experimentaba otro tipo de calor. Aquél que te recorre todo el cuerpo y te quema por dentro, aquel que te hace jadear y es imposible controlar porque no deseas que te abandone nunca.
Y fue esa misma calentura juvenil, la que impulsó al carajillo pá adelante. Él quería ver de cerca y de ser posible envolverse entre los olores corporales que  desprendían las ninfas del río…pero lo único que obtuvo, fue un resbalón que le hizo bramar   una maldición a la irregular piedra lodosa causante de su infortunio.
Junto a su grito de dolor,  le siguieron el de las pelaitas que al saberse descubiertas, huyeron despavoridas con las enaguas medio puestas.
La noticia de los “mirones de la Tapora” llegó hasta los oídos de la doña Clara, quien como mujer decente y solidaria, comprendió perfectamente la indignación de las jovencitas ofendidas que llegaron a llorarle y a ponerle cuanta queja se les ocurrió pa calentarle la oreja a la matriarca y vengarse de los muchachos.
Los pocos minutos de felicidad que Ivan y Lex pasaron en el río, no compensaron ni uno solo de los cinchazos que Clara les estampó en el poto cuando aparecieron una hora después, muy quitaos de la pena a tomarse una “aguita de arroz para el calor de la tarde” y por más ruegos y mocos que soltaron, cada una de las quejas de las mozuelas, las enfrentaron a calzón quitao  sobre el regazo de su santa madrecita.
Con los ojos pesados de tanto llorar y el trasero en carne viva, ambos terminaron dormidos en la cama del papá, abrazando sus cobijas como pidiendo consuelo y protección de la mano dura de la mamá.
Y así les encontró Rubén, que no pudo hacer más que acercarse  a sus vástagos para estamparles un beso en sus sudorosas  frentes.  Un beso triste y solidario que llevaba su sello, como las marcas candentes e imborrables que se calcaban en su ganado. Un beso que repetían hasta el cansancio, como una cantata nocturna que nunca deja de sonar, lo que en su mundo de inconsciencia sus hijos deseaban oír.
-“Les amo mis chichilos, duerman en paz mis que yo velaré sus sueños”    


4 comentarios:

  1. Qué genial leer de los gemelos relatados por otra escritora tan genial como lo eres tú, Cassy! Me encantó! Por un momento fue como leer a Marambra.... pero me gustó mucho tu estilo, además, salvaste al pobre Ruben de mi ira, jejeje...

    Me gustó muchísimo este fic cortito, muy hermoso, claro que sí! ;)

    Camila

    Te quedó

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  2. Que descaro estos gemelitos gracias Cassy te quedo genial

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  3. CASSY: Jó muchas gracias, solo traté de darle al pobre simbao de Ruben un día de descanso ejejej...aqui quien merece un gran aplauso es mi querida Maramba, gracias por la oportunidad de jugar con tus pelaitos, fue todo un placer y de los grandes!!!

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  4. caray que par de muchachos más tremendos y mirones con toda razón de quejarse de las muchachas , Cassy que bien te quedo me gusto mucho :-)

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