domingo, 23 de marzo de 2014

Un tigrecito en problemas!!!


Un tigrecito en problemas!!!



-Tráeme el cepillo, jovencito!- Fue la escalofriante orden ladrada por el señor de cabellos oscuros, mirando fijamente a los grandes ojitos negros de su pequeño retoño.

-No, papito!!! Por favor! Con eso nooo...- Lloriqueó infructuosamente la criaturita, tratando de conmover a su padre, con dos lágrimas que caían lentamente por sus cachetitos. Era imposible resistirse aunque fuera un poquitito a esa carita, pero -increíblemente- su padre ni se inmutó. Años de experiencia lo habían vuelto más duro que un pedazo de hierro cuando uno de sus vástagos ponía sus ojitos en modo cachorrito abandonado para evitar un castigo.

-Ahora!- Dijo papá y el niñito movió un piecito hacia atrás, tratando de poner mayor distancia entre las manos de su padre y su trasero.

-No papiii... tu mano hace un buen trabajo. No necesitas el cepillo. De veras, papito!! Lo juro!!- Dijo el nenito, haciendo una cruz con sus deditos y besándola para darle más solemnidad a su promesa.

-Pues parece que no, porque ésta charla la tuvimos ya tres veces éste mes, y mira nada más en dónde estamos.- Grrr... Gruñó el tigrecito. Cómo odiaba cuando su papito tenía la razón.... pero es que él era en parte inocente!! Qué culpa tenía de que la rodilla del profesor se atravesara justo en el momento en que él estaba practicando su super patada en medio del aula?! 

-Lo sieeeento, papi!!! Lo siento mucho... te prometo que no lo vuelvo a hacer...pero no me pegues con eso... duele muchooo... snif snif...- Rogó, tapándose la colita con sus manitas. A estas alturas, el niño lloraba desconsoladamente, desesperado por conseguir un indulto a su pobre trasero. Si la mano de papá dolía horrores, el cepillo de su mamá era la perdición de sus nalguitas.

Si bien era cierto que su papá le había advertido mil veces que debía portarse bien en el colegio y no jugar en el salón de clases, si quería evitarse unas buenas palmadas, ese mes ésta era la cuarta vez que le llamaban la atención al prematuro goleador, justamente por esa razón. Pero él era el capitán del Franco Canadiense y sólo estaba mostrando sus grandiosas habilidades a sus compañeros! No por nada él era el flamante capitán y sólo con 7 tiernos añitos! Pero claro, su papito no lo veía con los mismos ojos... al pobre de Sean lo tenía preocupado -y también muy enfadado- la cantidad de veces que los profesores lo interrumpían en su trabajo para darle quejas de su adorable monstruito! 

-Yo lo siento más, campeón... pero usted, mi hijo, estaba más que advertido sobre lo que pasaría si había otra llamada, y sabes que yo cumplo mis promesas! Ahora quiero que vayas y le pidas a mamá su cepillo y me lo traigas. Estamos, Steve Hyuga?!- Dijo, imprimiendo a su voz toda la autoridad de que era capaz, aún cuando por dentro se sentía la peor persona del mundo, por hacer llorar así a su hijo adorado.

Steve bajó la cabeza, dejando que sus lagrimitas se escurrieran por sus mejillas. -Sí, señor!- Respondió. Y salió con pasos lentos rumbo a la habitación de sus padres. 

En la habitación contigua, Rose lo estaba esperando ya, y cuando el pequeño entró, ella lo miró con una expresión de angustia. Su niño se había ganado esa paliza -eso no lo discutiría- pero era difícil para ella quedarse allí sin hacer nada por ayudarlo. 

-Mamita...- Susurró. Rose abrió sus brazos y su pequeño se zambulló en ellos. -Dile que no me pegueee... -Rogó sollozando.

-Shhhh, cariño... todo estará bien. -Le dijo, besándole la frente. -Tu padre te adora, cielo. Pero tú sabes muy bien que no puedes jugar en horas de clase. Te lo hemos dicho muchas veces, verdad?! Así que ahora tienes que aceptar las consecuencias, mi niño. Ten, llévaselo a papá y haz lo que él te diga, sí?! Te prometo que todo estará bien. -Y apretó un ratito más el cuerpecito de su hijito contra el suyo.

El niño agarró el macabro instrumento y salió del dormitorio de sus padres con un nudo en el estómago.

-A-aquí, tie-tienes, papito! - El chiquillo se lo alcanzó a Sean y él lo tomó y lo apoyó en la cama de su niño. 

-Papito, de veras que lo siento mucho!! Te prometo que no volveré a desobedecerte y no volverás a tener quejas de mí!- Dijo Steve, desprendiéndose el pantaloncito; trataba de verse fuerte, seguro delante de su padre... pero su rostro infantil lo delataba enseguida. el labio le temblaba, la punta de la naricita estaba roja al igual que sus ojitos, y las lágrimas no cesaban de caer...

Sean lo observaba orgulloso. Él amaba con toda su alma a su niño. Tan lleno de vida, energía y curiosidad.... valiente y fuerte como un pequeño tigrecito!

Entonces, Sean sonrió y le sostuvo la manito- Ven aquí, mi rey!!! -Papá lo atrajo hacia sí y lo abrazó fuertemente. -Eres lo más maravilloso que me ocurrió en la vida, Steve Hyuga! Te amo con todo mi corazón, hijo mío! Estoy orgulloso de tí... has aceptado tu error y creo en tu palabra.

-De veras, papito?!- Preguntó esperanzado.

Sean dejó caer el cepillo; su hijo tenía razón, su mano hacía un perfecto trabajo...

-Sí, mi niño. -Respondió Sean, besando su cabecita. -Ésta vez no voy a usar el cepillo... pero será la última vez, hijito, así que a portarse bien, sí?! 

Steve hizo un pucherito al comprender que la paliza seguía en pie. Sean no perdió más tiempo. Le bajó el pantaloncito junto con el slip a su niño y lo puso  cruzado sobre sus rodillas. 

-No más... ZASS!!...llamadas... ZASS!!... de atención... ZASS!!... jovencito- Papá aplicó tres palmadas en la nalguita derecha.

-Auuuu.... ayyyy, papiiii!

-En el aula... ZASS!!... no se juega... ZASS!!... ZASS!!...- Estos tres dejaron las huellas de los dedos marcados en el cachete izquierdo.

-Auugghhh... ouchhh.... ayayaaaa! Síii, papito, lo prometo!!...- Se quejó el pequeño, apresurándose a contestar a su padre. La mano de su papito sí que tenía un efecto muy persuasivo!! 

-No quiero volver... ZASS!!... a tener ésta conversación otra vez, Steve... ZASS!!... ZASS!!... Por que sino toda la paliza será con el cepillo!!... ZASS!!... Estamos?! -Y con esas cuatro palmadas dadas con un poco más de fuerza en el centro del traserito rosado, Sean dio por terminada la tunda. Steve lloraba sin consuelo, colgando flácido sobre las piernas de su papá.

-Buaaaaaaaaaa... nunca más, papito!! Nunca más... buaaaaaaaaa!!!! Lo pro... lo promet-tooooo!!! buaaaaaa...- Sollozaba.

-Está bien, shhhh.... shhhh... ya pasó, hijito!! Ya terminamos!! Shhh....- Sean dejó llorar al nene unos segundos más antes de darlo vuelta. Con cuidado, le subió la ropita, evitando todo contacto con las nalguitas maltratadas. -Shhh....- Seguía su padre, consolándolo con palabras suaves y tiernos masajitos a los hombros y la espaldita de su bebé. Luego, el angustiado papá, maniobró a su hijito para acomodarlo acunado en su regazo. Steve era un niño alto, pero parecía un bebito frágil entre sus brazos.

-Te amo, mi tigrecito!- Le susurraba al oído. -Y siempre estaré contigo, lo prometo!!- Steve se aferró fuerte a sus brazos. 

-Nunca me dejes papito...- Dijo el pequeño.

-Nunca, mi niño!- Prometió Sean sin saber que el destino cruel le impediría cumplir esa promesa....


Aquella fue la última vez que Steve Hyuga se durmió tranquilito en los brazos de su padre... y ese recuerdo quedaría guardado por siempre en su corazón.

6 comentarios:

  1. Muchas gracias lo amo :D pobre mi gordito le dieron ZAS ZAS solo por jugar un poquito.

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  2. Una historia muy tierna Cami, pero me dejaste con palabras para defender a Steve me dio penita esque es un excelente jugador solo necesita controlar la fuerza de su super patada.

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  3. AHHH Pecado capital pegarle al peque..... ESITO...

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  4. Aww ;3 genial historia
    Que linto el tigrecito y su papi igual
    Me encanto :D muy tierno muy tierno

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  5. Cami te ha quedado hermoso súper tierno. Felicito a sean por no haber agarrado ese maLo cepillo

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  6. Ariane…. Me dolió el corazón saber que sería la última vez que dormiría en brazos de papá… ha sido una ternura de relato, de verdad

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