miércoles, 8 de julio de 2015

CAPÍTULO 44: VUELTA A CASA




CAPÍTULO 44: VUELTA A CASA
-         ZACH’S POV –

Cuando papá decía “Zachary” nunca pasaba nada bueno. Estuve tentado de fingir que no le había oído, pero eso seguramente hubiera empeorado las cosas, así que me armé de valor y subí a ver qué quería.

Le encontré en mi cuarto, con el ceño fruncido y con el cojín de alfileres en la mano. Inmediatamente retrocedí hasta la puerta, como si estar en el pasillo me fuera a proteger.

-         Yo… eso no era para ti, papi.

-         No, era para la niñera ¿verdad? – inquirió. Se le veía bastante molesto. Harry estaba a su lado y parecía preocupado, aunque al mismo tiempo sus ojos chispeaban con diversión.

-         Sí… Pero me arrepentí y lo quité de la silla del comedor…. – me defendí.

-         ¿Por qué lo pusiste en primer lugar? ¿En qué cabeza cabe? ¡Contrato a una persona para que cuide de vosotros y tú quieres que se lastime para reírte a su costa!

-         Eso no hace daño de verdad…. Solo pincha un poco… Duele al sentarse, nada más….

-         ¿De veras? – susurró, en un tono peligroso, y se acercó a mí con una expresión que no me gustó nada.

-         ¿Qué…qué vas a hacer? – pregunté, aunque me pareció una pregunta estúpida. Antes de que pudiera reaccionar, me agarró del brazo. – No, papá, no fue para tanto…. Porfa…

-         No te preocupes, Zach. Esto no hace daño de verdad. Sólo pica un poco. Duele al sentarse, nada más. – respondió, con bastante ironía.

Debía de estar muy enfadado para hablarme así. Normalmente era más dulce antes de castigarme, pero supuse que se debía de haber pinchado con el cojín, y que era normal que no estuviera de humor.

Aunque el instinto me decía que me alejara de él, un instinto aún más fuerte me obligó a abrazarle, para ver  hasta qué punto estaba enfadado conmigo. Así comprobé que su mal genio no era del todo por mi causa, porque me devolvió el abrazo, y suspiró.

-         No te enfades… - le pedí – Solo era una bromita. ¿Es que nunca fuiste niño? – le increpé.

Papá me separó un poco y me miró alzando una ceja, pero yo vi una sonrisa por más que tratara de ocultarla.

-         Niño sí. Niño terrorista como tú, no sé yo… - replicó, sonando más cariñoso que molesto.

Me restregué un poco contra él, en parte porque estaba mimoso y en parte porque sabía que no se podía enfadar conmigo cuando me ponía en ese plan.

-         ¿Cómo se te ocurren esas cosas, mm?

-         Era mi forma de protestar porque nos dejaras con una extraña.

-         No me puedo dividir, campeón. Con tu hermano ingresado voy a pasar mucho tiempo en el hospital, y alguien tiene que quedarse con vosotros.

-         Si es Olivia no importa. Ella es… simpática.

-         Entre otras cosas ¿no? – respondió papá, y rodó los ojos. – No quiero que vuelvas a planear travesuras de estas ¿eh? La gente que venga como invitada o como empleada a esta casa no se merece que les trates así.

-         No lo haré más, papi. – usé mi mejor tono de “Kurt arrepentido”.

-         Mocoso manipulador…. Largo de aquí antes de que te dé un escarmiento – me dijo, y sin embargo no me soltó, dejando claro que en verdad no iba a dejar que me fuera.  Me dio otro abrazo, me besó en la cabeza y luego me dio una palmada.

PLAS

-         ¡Au! ¡Eso fue a traición!

-         Ah, yo también me pinché a traición. ¿Te parece bonito agujerear a tu padre?

-         ¿Te hiciste daño? – pregunté, algo preocupado. Eso no fue fingido, y papá se dio cuenta, porque me sonrió.

-         Nah.

-         Sí se lo hizo – intervino Harry – Tenías que haber visto cómo saltó. ¡Qué pena no haberlo grabado!

-         Ja, ja. Qué gracioso, Harry. Cuidadito no se me escape la mano. – advirtió, más en broma que en serio.

-         ¡Yo soy inocente!

-         Desconoces el significado de esa palabra – respondió papá, y le atrapó para hacerle cosquillas.

Antes de poder darme cuenta, me estaba persiguiendo a mí también. En ese momento fui realmente consciente de cuánto le había echado de menos, aunque solo hubiese estado fuera unas horas.


-         AIDAN´S POV –

Mientras jugaba con los gemelos –de alguna forma, no sé cómo, me vi envuelto en una pelea de almohadas- me di cuenta de que había estado a punto de hacer un mundo de una tontería, castigando a Zach por una travesura que no es que estuviera bien, pero que no fue nada serio. Eso me hizo llegar a la conclusión de que debía controlar mi mal humor, y me llevó a pensar de nuevo en Alejandro, y en cómo había solucionado las cosas con él. Le había golpeado en la cara….

Está bien, “golpear” no es la palabra adecuada. Jamás le haría daño. Pero había muchas formas de hacer daño a una persona. Recordé su mirada herida, como si aquello fuera algo que no se había esperado de mí. Y después de eso le seguí castigando, inflexible, enfadado por las circunstancias y tal vez pagándolo con él. Me había hablado mal, es cierto, pero normalmente no me ponía así por esas cosas y además en aquella ocasión él estaba frustrado por lo que le había pasado antes y aquello de alguna forma explicaba su acceso de ira. Su excusa era que tenía quince años. ¿Cuál era la mía?

Lo cierto es que él se había enfadado y yo necesitaba arreglar las cosas. Quería a ese mocoso malhablado con toda mi alma y no soportaba estar de malas con él.

Pensé que la conversación con Michael podía esperar, horrorizado además porque me di cuenta de que esos días sólo volvía a casa para regañarles. Me sentí una mala persona, y me sentí peor al atrapar a Harry, que corría almohada en mano persiguiendo a Zach, que se escondía detrás de mí. Me gustaba verles reír, pero…

-         Fin del juego, ¿bueno? Tengo que ir a hablar con vuestros hermanos.

-         ¿Y luego te irás? – preguntó Zach, con los ojos tristes.

-         Tengo que hacerlo, campeón….tu hermano….

-         Él no va a volver a casa ¿verdad papá? – preguntó Harry, tirando la almohada sobre la cama.

-         ¿Por qué dices eso? ¡Claro que va a volver!

- Pero no pronto. Hay algo que no nos estás contando. Estuve buscando en internet. Lo que le pasó…. Se podía haber muerto.

Me estremecí. Pensar en un mundo en el que Ted hubiese muerto era demasiado doloroso.

-         Los médicos le atendieron a tiempo. Pero está débil, y tiene que hacer rehabilitación – decidí ser sincero, ya que la falta de información podía hacer que se hicieran una idea equivocada.

-         ¿Rehabilitación?

Suspiré, me senté en la cama, y les indiqué con un gesto que se sentaran a mi lado. Harry se sentó a mi izquierda y Zach a mi derecha. Les conté lo que me habían dicho los médicos, y que Ted de momento no podía andar. No tenía sentido ocultárselo, si además al día siguiente le iban a ver.

Harry me apretó muy fuerte el brazo y Zach me dedicó una mirada húmeda.

-         ¿Se pondrá bien?

-         Claro que sí, Zach. Tu hermano es fuerte, y los médicos creen que es solo temporal. Pero tengo que estar con él. ¿Lo entiendes?

Zach asintió y se recostó contra mí. Acaricié a los dos a la vez durante un rato, hasta que Zach se durmió. Le di un beso y le dejé sobre la cama. Harry no estaba dormido, pero entendió que me iba, así que me abrazó y dejó que lo besara.

Fui directo a hablar con Alejandro, sin saber aún lo que le iba a decir. Estaba en su cuarto, tumbado, jugando con el móvil. Supuestamente le había castigado sin él, pero no se lo había quitado y tal vez esa fuera su forma de decirme lo que pensaba de mi castigo. Decidí ignorar eso, e ignoré también el hecho de que no lo guardara o apartara la vista si quiera en cuanto me vio.

-         ¿Podemos hablar? – pregunté, sentándome en una silla al lado de su cama.

-         No.  – me gruñó, dándome la espalda.

-         Estás enfadado, ¿eh?  - dije, pero no esperaba obtener respuesta - ¿Fui duro contigo?

No dijo nada, ni dio signos de haberme escuchado.

-         Sé que lo fui. – proseguí - Sé que jamás debí pegarte como lo hice, y sé que de todas formas te parezco un ogro exigente siempre que te castigo. Y no espero que eso cambie, entiendo cómo te sientes, pero tienes que saber que a mí me gusta incluso menos que a ti.

Alejandro soltó un bufido sarcástico, como poniendo en duda mis palabras.

-         En serio, Jandro. Vamos, campeón, tú sabes que te quiero. Sabes que no me gusta regañarte. Es lo que más odio en el mundo.

-         Cualquiera lo diría, si es prácticamente lo único que haces.

-         ¡Ey! ¡Eso no es cierto, jo! – protesté, y luego lo pensé un poco - ¿De verdad lo crees? ¿Crees que solo hablo contigo para regañarte?

-         Hablar. Sí, ya, claro. Como si hicieras eso.

-         Vamos, oye, no soy tan malo. – me defendí, y me hice un hueco a su lado a pesar de su resistencia. Le apreté contra mí en un abrazo forzoso, y le di un beso – Hago más cosas, Jandro. Te mimo cada vez que te dejas, y cuando no te dejas también, como ahora.

Me gruñó, pero dejó de resistirse. Le acaricié el pelo, notando como poco a poco se relajaba, olvidando el enfado y la rabia. Durante unos minutos no dijimos nada, y dejé que mis caricias hablaran por mí, notando que eso funcionaba y que Alejandro iba estando más tranquilo.

-         Tienes razón – susurré tras unos minutos.

-         ¿Qué? 

Parecía realmente sorprendido, como si estuviese seguro de haber oído mal.

-         Que tienes razón. A veces me enfoco solo en lo malo, y olvido decirte las cosas buenas. Pero que no lo diga no quiere decir que no lo vea. Prometo pasar más tiempo divirtiéndome contigo y menos regañando si tú prometes intentar hablarme mejor. ¿Trato hecho?

Alejandro parpadeó y luego asintió, despacio, como pensándolo detenidamente.

-         ¿Y ya no estoy castigado? – probó.

-         No tientes tu suerte, muchachito.  – repliqué, picándole un costado y aprovechando que se revolvió para cogerle el móvil. Me puso un puchero enorme, como si le hubiera quitado una parte de él – Lo cuidaré bien, no te preocupes.

Omití decirle que se lo devolvería al día siguiente. Dejaría que pensara que seguía en pie lo de una semana sin salidas, sin ordenador y sin móvil, y así a lo mejor tenía un poco de paz por unas horas. Sentía que había sido duro de más, porque no solía castigarles dos veces por la misma cosa, y eso es justo lo que había hecho, al darle dos tipos de castigo diferentes.

Probablemente Alejandro iba a seguir intentando que cambiara de opinión, pero en ese momento vi pasar a Michael y decidí acabar ya con todos los problemas de una sola vez.

-         ¡Michael! – le llamé. – Ven un momento, hijo. Tú y yo tenemos que hablar, me parece.

-         Ya me quitaste el móvil ¿qué más quieres?

-         ¿Ah, a ti también? Bueno, me alegro. Te lo mereces por idiota – dijo Alejandro. Le di una palmadita suave para que no le hablara así a su hermano.

-         Aich – protestó, como si le hubiera dolido. Rodé los ojos  y me levanté de su cama, para hablar más de cerca con Michael.

-         ¿Es verdad que pegaste a tu hermano? Odio que me mientan a la cara, y además pensé que había dejado claro el tema de lastimar a tus….

Me hubiera gustado seguir hablando, pero Michael se marchó a zancadas rápidas, encerrándose en el primer cuarto que vio con un portazo. Eso me encendió un poco, y abrí la puerta sin poderme creer que encima me viniera con esa actitud.

-         ¡Michael! A mí no me cierras la puerta en las narices, ¿me escuchaste?

-         ¡Y a mí no me acusas de algo que no hice! – me gritó.

Faltó poco para que me empujara, pero se contuvo. Aunque su grito debería de haberme cabreado, no lo hizo porque me fijé en sus ojos húmedos. Michael estaba muy dolido, y ya había visto antes esa reacción en él. Transformaba su dolor en enfado, y yo debía ignorar lo segundo para aliviar lo primero.

-         Michael…

-         ¡No, ni Michael ni pollas! ¡No sé que te habrá contado el niñato ese pero está claro que le crees a él! ¡Pues muy bien! ¡Ya veo dónde se quedó todo eso de querernos a todos por igual!

-         Ey, campeón, no te pongas así. Es verdad: todos sois mis hijos, y a todos os quiero. Nada cambiará eso.

-         ¡Pero le creíste a él! – casi lloró, de pura impotencia. Recordé una situación similar con Zach, y suspiré. Le atraje hacia mí y le di un abrazo.

-         Ahora me doy cuenta de que hice mal. Perdóname. Alejandro me dijo que le diste una patada y yo…

-         Tú pensaste que me dedico a pegarles ¿verdad? ¡Puede que me pasara con Harry, pero mi intención era buena! Pretendía darle una lección, no una paliza. ¡Nunca voy a pegarles con patadas ni puñetazos, no soy un salvaje! – protestó. Su voz sonaba ronca, como si saliera desde sus entrañas.

-         Mike… te peleaste con Alejandro…y fue con puñetazos y patadas… - le recordé, tratando de sonar lo más suave posible.

-         ¡Eso fue una pelea!  ¡Y estaba fuera de mí en ese momento! ¡Sólo porque venga de la cárcel no tienes por qué pensar que únicamente sé hablar con los puños!

-         Eh, eh, eh, nada de hacerse la víctima, ¿mm?  - dije, pero no fue un regaño, sino que hablé más bien en un tono cariñoso – Al único que le importa de dónde vienes es a ti, Mike. No te juzgo por lo pasado. No lo hice ahora. Pensé solamente que eres un adolescente como cualquier otro, peleándose por una chica.

-         ¡Pues no fue eso lo que pasó!

-         ¿Y qué pasó?

-         ¡Lo que te dije! ¡El otro se puso a llorar de pura rabia y se largó al cuarto!

Suspiré. Estaba claro que ahí alguien mentía, tal vez los dos. No soportaba que me mintieran. No soportaba que mis propios hijos me mintieran. ¡Era su padre, caramba, no su enemigo!

-         Jandro…. Sal, por favor. – le pedí. No sabía si había escuchado la conversación con Michael o no, pero en cualquier caso seguro que sabía de qué iba el tema, porque salió del cuarto con una expresión más culpable de la que esperarías en alguien que supuestamente ha recibido un golpe de su hermano.


- ALEJANDRO POV´s -

Odiaba ser el problemático de la casa. Pensé que con la llegada de Michael ese puesto pasaría a ser suyo, porque al menos yo no era un delincuente, pero él tenía esos momentos de extrema lucidez en los que le daba por pensar con la cabeza y comportarse como un adulto. Y yo, al parecer, no sabía hacer nada más que cagarla una y otra vez. Acababa de hacer las paces con papá y ya íbamos a tenerla de nuevo porque había descubierto que mentía. No era cierto que Michael me hubiera pegado pero algún motivo tenía que darle a papá de por qué había llorado y si podía ser uno que metiera en problemas a Michael, mejor, porque se lo tenía merecido.

Después de cargarme el horno y de darle un cabezazo había esperado que me devolviera el golpe, pero en vez de eso me agarró del brazo y me habló al oído.

-         ¿Y tú quieres entrarle a Olivia? No eres más que un crío. Un crío que va a cobrar de lo lindo en cuanto venga papá. A lo mejor te da delante de ella y todo.

En ese momento me invadió la rabia y tuve la seguridad de que Olivia había escuchado. Me sentí traicionado por Michael por decir delante de ella que papá todavía me pegaba como si fuera un crío y lloré de pura impotencia. Ella jamás me vería como nada más que como un crío, y eso pasaría con todas las chicas que me gustaran alguna vez, porque no era ni el chico más alto, ni el más masculino, y ni siquiera tenía barba todavía. Salí corriendo sin pensar en que era imposible que ella le hubiese oído, porque Michael había hablado muy bajo. Me sentía herido y dispuesto a vengarme, y  por eso le dije a papá que él me golpeó…

Y ahí estaba un rato después, obligado a enfrentarme a mi propia mentira. Papá me miraba pidiendo una explicación, totalmente convencido de que Michael era inocente.

-         Jandro… - empezó. Que me llamara Jandro era bueno. Significaba que no estaba enfadado, o que estaba luchando por no estarlo.   – Michael dice que él no te dio ningún golpe.

No supe qué responder. Ni siquiera estaba seguro de que tuviera que responder algo.

-         Me mentiste ¿verdad? ¿Por qué? Casi le castigo por algo que no hizo, hijo.

Apreté los puños y no dije nada, pero la mirada abrasadora de Michael me estaba matando. Escuché suspirar a papá.

-         No voy a castigarte más. Ya sabes que no hay móvil, ni ordenador, ni salidas, en esta semana. Me estaba pensando si levantarte ese castigo, pero ahora estoy seguro de que no lo haré. Tan sólo me gustaría saber por qué me mentiste…

-         ¡Quería borrar esa estúpida sonrisa de superioridad de su cara! ¡A ver si Olivia le sigue queriendo si le ve llorar como un bebé!

Papá volvió a suspirar.

-         Todo por una venganza… Por celos.  Ninguno de los dos va a volver a ver a esa chica ¿me escucháis? No estoy dispuesto a ver cómo os sacáis los ojos por ella.

-         ¿Qué? ¡No! ¿Pero yo qué hice? – protestó Michael.

Yo no dije nada, porque lo cierto es que el tono de cansancio en la voz de papá me preocupó más que el hecho de no volver a ver a la causante involuntaria de todo aquél lío. Papá parecía decepcionado…. Eso era algo que soportaba mucho peor que su enfado.

-         No se trata de quién hizo y quién dejó de hacer, Michael. Quiero evitar todo lo que suponga conflictos en mi familia. De todos modos ella es demasiado mayor para ninguno de los dos.

-         ¡Tengo dieciocho años!

-         Exacto. Y ella veintidós.

-         ¡No puedes elegir con quién estoy o con quién dejo de estar! ¡No tienes ese derecho!

Michael parecía realmente enfadado. Le había dado fuerte con Olivia. Que conste que para mí él tenía razón: cuatro años de diferencia no son tantos y papá no podía meterse en su vida de esa manera.

-         Tú mismo has dicho que sólo querías pasar un buen rato. Y en realidad eso es un eufemismo porque tú utilizaste otra expresión.

-         Que te quede bien claro esto, Aidan: yo voy a acostarme con quien me salga de la polla, y no podrás hacer nada para impedirlo – le ladró, y se largó al piso de abajo.

Vi que papá iba a seguirle, pero le agarré para que no se fuera.

-         Papá…. Espera, papá…. Michael tiene razón… Bueno, al menos en parte – añadí, ante la mirada que me echó – Sé que… sé que podría hablarte de otra manera y entiendo que estés molesto pero… no puedes prohibirle ver a Olivia si quiere…. Es…No está bien.

Papá respiró hondo.

-         Lo sé. Ya lo sé…

-         Siento haberte mentido… Estaba enfadado porque pensé… no importa lo que pensé. No quería quedar como un niño delante de Olivia. Pero ella parece tener muy claro que prefiere a Michael. Y si a él también le gusta, pues…

Dejó salir un gruñido exasperado.

-         Ahora iré a hablar con él. Pero no quiero más peleas entre vosotros por esa chica, o por cualquier otra.

-         No, papá…. Me….¿me vas a…?

Fui incapaz de terminar la pregunta. Papá me sonrió entonces y me acarició el pelo.

-         No, enano. Ya te dije que no.

-         ¿Por qué no?

-         Porque antes fui demasiado duro contigo. Y porque te había prometido menos regaños y más ratos divertidos. Quiero que veas que no soy un ogro, y que sé valorar las cosas buenas que haces. Y, ahora mismo, has intervenido a favor de tu hermano para que yo no haga una tontería.

Entreabrí un poco los labios porque recién en ese momento me di cuenta de que había defendido a Michael. Supuse que de Olivia mejor me iba olvidando…

-         Además, ya te castigué por una semana. A mí me parece suficiente, ¿o es que quieres más? – se burló.

-         ¡No! Jo, papá, una semana es demasiado… Sin ordenador…sin salir… sin móvil…¡no voy a poder hacer nada!

-         Estudiar un poco, para variar.

-         ¡Papá!

-         Papá nada, campeón. No voy a cambiar de idea aunque protestes.

-         Grr.

-         No me gruñas, ¿eh? – me dijo, pero en lugar de sonar enfadado, puso una voz ligeramente infantil y me picó el costado. Me hizo muchas cosquillas.

-         Si te gruño. Grrrr – puse voz infantil yo también.

-         Fierecilla – papá me atrajo hacia sí, y me dio un abrazo. Me hubiera quedado allí para siempre.

Papá era muy fuerte y tal vez por eso sus abrazos se sentían diferentes a los del resto del mundo, como si te estuviera abrazando un gigante. Aquella vez prolongó el abrazo mucho tiempo y me acarició el pelo,  como hacía siempre que se quedaba pensando en otra cosa o que quería decirme algo y no sabía cómo.

-         Siento lo de antes, campeón. De veras lo siento. No sé qué me pasó. – me susurró, y supe que se refería a cuando me había dado en la cara. Se había sentido terriblemente mal, pero fue bastante flojo así que no me hizo ningún daño.

Ya se había disculpado varias veces por eso y pude ver que  se sentía realmente culpable, quizás más conforme pasaba el tiempo. Estuve a punto de preguntarle por qué  se ponía así por un solo golpe cuando se pasaba el día pegándome, pero entendí que para él había alguna clase de diferencia, y en realidad para mí también.

-         No me hiciste daño. Lo que me duele es haber roto el horno. Ya no podré chantajearte para que me hagas un pastel.  – le solté, y me separé un poco para verle sonreír.

-         Por suerte para ti creo que es fácil de arreglar. Solo hay que colocar la puerta otra vez.

-         ¿Pues a qué esperas? Quiero un pastel de chocolate. Seguro que te da tiempo antes de volver al hospital. – exigí, medio en broma, tratando de animarle, pero no funcionó demasiado, porque pronuncié la palabra con “h”.

-         No sé si voy a volver hoy. Le he dicho a Ted que a lo mejor no, por si acaso. – me dijo, y pude notar en su voz cómo estaba roto por dentro, incapaz de dividirse.

-         ….quien te necesita ahora es Ted, igual que cada uno de nosotros te necesita en diferentes momentos de su vida, y tú siempre estás ahí.

Me costó un poco decir eso, porque era como darle carta blanca para que se pasara la vida en el hospital y se olvidara del resto. Pero papá no podía seguir torturándose por algo que no era culpa suya.

-         Ojalá me despertara y entendiese que todo esto ha sido una pesadilla, y que a Ted nunca lo ingresaron – me confesó, dejando ver, quizá por primera vez, la profundidad de su desesperación.


- Michael´s POV -


¿Quién se creía ese idiota, controlador, maniático y mojigato? Había dicho que quería ser mi padre, no mi dueño ni mi perro guardián. Sólo sabía darme órdenes, a cada cual más absurda que la anterior.

Mi vida sexual estaba fuera de discusión. No pensaba hablar de eso con él y mucho menos dejar que interviniera. Puede que lo mío con Olivia no pasara de un par de ratos divertidos, pero si quería tener esos ratos divertidos los iba a tener, aunque a Aidan le entrara urticaria.

Bajé al salón gruñendo por lo bajo y me dejé caer en el sofá con rabia.

-         ¿Qué ha dicho tu padre? – preguntó Olivia, dejando un momento a los enanos. Se la veía preocupada. - ¿Sabe ya lo que pasó?

-         ¿Lo del horno? Sí. 

-         Y…. ¿lo del beso? – aventuró, muerta de vergüenza.

-         También – decidí ser sincero. La escuché resoplar.

-         Estoy acabada.  En la agencia me van a despedir  si se lo cuenta…. Incluso puede que me denuncien.

-         ¿Por darme un beso? ¿Es que ahora eso es delito también?  - me indigné.

-         Lo es, si lo hace una niñera con los niños a los que está cuidando.

-         No soy un niño  -repliqué, ofendido – De hecho soy mayor de edad, así que no es ningún delito. No van a acusarte de pederastia, ni nada. Y en la agencia, si se ponen plastas, decimos que eres mi novia y que fue una casualidad que te tocara cuidar la casa de mis hermanos. Y que Aidan no sabía que estábamos saliendo y por eso se escandalizó.

-         No creo que se lo traguen, y aun así les dará igual – murmuró.

-         Estás adelantando acontecimientos. No sabes si mi padre va a decir algo.

-         ¿No se enfadó?

-         No le hizo gracia, pero no porque seas la niñera – mascullé.

-         ¿Ah no? ¿Entonces por qué?

-         Porque es un mojigato mentalmente octogenario. Pasa de él. No necesitamos su permiso para pasarlo bien.

Olivia abrió la boca para decir algo, pero la cerró de pronto, mirando algún punto detrás de mí, y del sofá. Me giré y vi que papá estaba en la puerta. Probablemente nos había escuchado. Volví a sentir rabia porque quisiera meterse en mi vida personal, y le hice un corte de mangas, lo cual admito que no fue muy inteligente. Olivia me miró como preguntándose si yo estaba loco o era simplemente idiota y papá… Papá echaba fuego por los ojos.

Por eso me sorprendió tanto cuando habló en un tono tranquilo, nada forzado.

-         Gracias por todo, Olivia. Y perdona por avisar con tan poca antelación. ¿Podrás venir mañana?

La expresión de Olivia fue de total felicidad ante el hecho de que papá no la estuviera despidiendo, y asintió efusivamente. Papá le dio no sé cuánto dinero en efectivo y la acompañó a la salida. Durante todo el proceso fue muy amable, pero yo ya le conocía lo suficiente como para ver que era una amabilidad forzada. No me pasó inadvertido el hecho de que no se ofreció para acompañarla ni nos lo pidió a ninguno de nosotros: quería deshacerse de ella para poder perder esa sonrisa falsa. En cuanto la puerta se cerró, su expresión cambió radicalmente.

-         Si vuelves a hacerme ese gesto tendrás que decirle a Olivia que venga a verte a casa porque no podrás salir hasta que cumplas cuarenta años.

Ya me había ido dando cuenta de que Aidan tenía una forma peculiar de hacer advertencias. Siempre te daba a entender algo más de lo que decía.

-         ¿Eso quiere decir que la puedo ver?

-         Eso quiere decir que, como bien has señalado, no tengo derecho a prohibírtelo. Pero tú tampoco lo tienes a  tratarme así. Estoy muy cansado, Michael. Soy humano, y aunque no te lo creas más que enfadarme me duele ver como mis hijos me agreden a la mínima que les llevo la contraria. Primero Ted, luego tú, luego Alejandro y luego otra vez tú…

Iba a decir algo, pero me callé al ver que Aidan estaba realmente afectado. Algo en su mirada era distinto a lo usual. Sus ojos, no sé por qué, me recordaron a los de Greyson, aunque los suyos fuesen azules y los de Aidan muy oscuros.

-         ¿Ted? – pregunté al final, sin entender por qué le incluía.

-         Él también tiene su genio. Nunca le han gustado los hospitales y a nadie le gusta estar encerrado. Hace nada que salió de ahí y ya ha vuelto pero esta vez saldrá con algo más que una cicatriz. ¡Esta vez a lo mejor sale en silla de ruedas y todo porque fui incapaz de ver que mi hijo tenía que ir a un médico! ¡No es necesario que me insultéis, porque ya tengo ganas de hacerlo yo!

Su voz se había ido elevando, tanto en volumen como en el tono, hasta convertirse en una especie de grito agudo. De alguna forma supe lo que tenía que hacer, y le abracé.

-         Lo siento….  Vas a tener que tenerme paciencia…. Tengo la misma boca que Alejandro y nunca tuve a nadie que se preocupara por la forma en la que hablo….

-         Pues yo me preocupo. Y tienes mucha suerte de que esté demasiado cansado y me sienta demasiado culpable ahora mismo como para castigarte.

Tragué saliva.

-         ¿Culpable por qué?

Pensé que no iba a responderme. No tenía por qué hacerlo, pero ya había notado que había ocasiones en las que la relación de Aidan con sus hijos más mayores –supongo que yo me incluía entre ellos- fluctuaba de padre-hijo a hermano-hermano. Había momentos en los que compartía sus preocupaciones, en busca de consejo o al menos de la liberación de ser escuchado. Supuse que otros padres hacían eso con sus parejas o con sus amigos, pero Aidan no tenía ni de lo uno ni de lo otro.

-         Por… por demasiadas cosas. No he hecho las cosas bien con Alejandro, y en realidad tampoco contigo. Tengo a mi familia medio abandonada y últimamente por una cosa o por otra no me ocupo de todos como debiera. Y no puedo olvidarme, ni podré olvidarme nunca del hecho de que Ted está en el hospital por culpa mía.

-         Pero…¿qué dices? ¿Por qué te echas la culpa de lo de Ted?

-         Si yo hubiera estado en casa Agustina no tendría que haber venido o él no tendría que haberla acompañado a su casa, porque lo hubiera hecho yo. Y esos chicos no le habrían golpeado.

-         Tú no puedes estar veinticuatro horas al día con él, Aidan, no puedes ser su guar…- interrumpí, pero no me dejó terminar.

-         Si le hubiera llevado al hospital nada más le vi llegar a casa,  su estado no se habría complicado hasta este punto. Me quedé en shock, como un idiota y me fíe de que decía encontrarse bien. Y no contento con eso le dejo hacer su vida normal, le dijo salir de casa y encima le castigo… Unos desconocidos le dan una paliza fuera de casa y su padre le…

-         Eh, eh. Basta. No sigas por ahí. No voy a dejar que termines esa frase – le corté, con una autoridad que no sabía que tenía – Aclaremos esto de una vez: tú no tienes culpa de nada. Deja de arrastrar una carga absurda, porque no hiciste nada malo. Y ni siquiera te atrevas a insinuar que tú también le diste una paliza, porque yo me he llevado varias y te aseguro que lo que tú haces ni se parece. Nos escapamos a un barrio de delincuentes en busca de venganza contra  unos chicos que casi le matan. Creo que tu reacción fue bastante lógica y estoy seguro de que no influyó para nada en lo que le pasó en la cabeza. Conozco a esos chicos, no son tan mala gente como pensáis, pero aun así tú eres mucho mejor persona que ellos.

Aidan no dijo nada, pero sus ojos volvían a ser los de siempre. Parecía más tranquilo.

-         ¿Conque mi reacción fue lógica? Me lo apuntaré para futuras ocasiones…

-         ….Como ahora mismo ¿no?  ¿Estoy en problemas?

Nada más decirlo, me di cuenta de lo infantil que había sonado. Pero no conocía otra forma de preguntarlo.

-         ¿Por qué lo dices?  ¿Por haberme hablado como me hablaste y haberme hecho ese gesto tan bonito con la mano?  - preguntó, en falso tono de desconcierto. Odiaba cuando se ponía sarcástico.

-         Se me cruzaron las neuronas…

Me agarró del brazo, y cerré los ojos esperando lo inevitable, pero solo sentí cómo volvía a abrazarme.

-         Debes de vivir con ellas cruzadas. Nunca más, Michael. Soy tu padre, recuérdalo.

-         Como si me dejaras olvidarlo…. ¿Aún puedo decir que no a eso de la adopción? – pregunté de broma, y de pronto sentí un picor en cierta zona que empezaba a acostumbrarse a ataques inesperados - ¡Aich!

-         No, no puedes. Y no se me olvida que aún no firmaste los papeles….. Mike…. ¿es que… no te gusta la idea de…? ¿No quieres ser mi…? Sé que no soy el mejor padre, y que ya tienes uno, pero…

- Sí eres el mejor padre.  Si estoy tardando no… no tiene nada que ver contigo. Es que es una decisión importante. Pero… deja de pensar…tan mal de ti. Tienes que tener más confianza en ti mismo. 

Cuando había llegado a casa Aidan parecía bastante animado, pero había ido hundiéndose progresivamente. Me maldije por contribuir a sumirle en aquél estado. Iba a añadir algo más, pero entonces Barie subió el volumen de la tele en la habitación de al lado y le llamó.

-         ¡Papá, papá! ¡Están hablando de Ted!

Acudimos todos en estampida, y sin saberlo, de una forma o de otro, el programa de aquella noche nos cambiaria la vida a todos nosotros.

El presentador estaba hablando con una mujer rubia, de cuerpo grande y expresión melancólica. Algo en la expresión de Aidan me dijo que se conocían, y enseguida averigüé, por los rótulos de la televisión, que su nombre era Holly.

-         No sabía que iba a hablar ella… - murmuró Aidan. No supe a qué se refería pero no le presté atención, y atendí a lo que decía el presentador.

PRESENTADOR: ¿Qué puedes decirnos del estado de Theodore? ¿Es cierto que está en el hospital?

HOLLY: Sí, es cierto, han tenido que operarle, pero ya se está recuperando.

PRESENTADOR: ¿Ha ingresado como consecuencia de la pelea que provocó?

HOLLY: Eso es lo que busco aclarar: él no provocó ninguna pelea. Sólo es la víctima…

El programa duró entre media hora y cuarenta y cinco minutos. No todo fue sobre Ted, sino que a raíz de eso una serie de tertulianos hicieron un debate sobre la violencia callejera.

La tal Holly habló muy bien. Defendió no solo a Ted, sino también a Aidan, como padre. Dijo algo que hizo que en casa papá se ruborizara y se pusiera a toser, sintiéndose avergonzado y halagado.

HOLLY: Es muy cómodo criticar a alguien por cuidar de doce niños y adolescentes, porque eso se sale de la media. Es fácil acusarle de no poder atender debidamente a todos ellos, pero la gente parece olvidar que la otra opción de esos chicos era crecer en un orfanato. Yo le aseguro que, como madre, no dudaría en dejar a mis hijos al cuidado de ese hombre. He podido comprobar de primera mano cómo se desvive por ellos, y cómo es el primero que rabia si no puede dividirse para atenderlos a todos. Pero les atiende. Aidan Whitemore vive por y para sus hermanos y les dedica su vida como pocos padres hacen por sus hijos hoy en día. Así que ruego a los medios que no aprovechen cualquier ocasión para lincharle y acusarle de negligencia, porque eso daña profundamente a su familia.

PRESENTADOR: Nadie ha dicho que…

HOLLY: Sí lo han dicho. En estos dos días se ha dicho de todo sobre él y lo más grave, sobre su hijo, que es menor de edad y no ha hecho nada malo. Sí, he dicho “su hijo”, porque les diré  algo que no todo el mundo sabe acerca de Aidan: no es solo el hermano de esos chicos, sino que es a todos los efectos su padre. Ellos le llaman “papá”. Él les cría, paga sus facturas, atiende sus necesidades, calma sus miedos, y les enseña a ser buenas personas. Hasta donde yo sé no ha fallado en esa tarea, así que nadie tiene derecho a insinuar que su hijo es un delincuente. Es fácil llamar a alguien mal padre desde la comodidad de un sillón.  Un hombre que está sufriendo por la salud de su hijo se merece únicamente nuestro apoyo. El mío ya sabe que lo tiene.

Aquellas declaraciones arrancaron un aplauso entre el público y tuvieron consecuencias inmediatas para nosotros. Lo primero fue que el teléfono no dejó de sonar aquél día, ni los siguientes. Lo segundo que llovieron las disculpas, y a papá le llovió la propaganda. Las demás consecuencias… son algo más difíciles de explicar….


UNA SEMANA DESPUÉS

-         TED´s POV -

-         Y yo le repito que ya le he entendido – decía papá – Usted no me recomienda que pida el alta voluntaria y considera que Ted estaría mejor atendido aquí, pero su lugar está en casa. He contratado una enfermera para que me ayude los primeros días y el resto del tiempo YO me ocuparé de él. 

El doctor acabó por rendirse, y fue a preparar los papeles.

Hacía dos días que yo le había dicho a  papá que existía la posibilidad de continuar el tratamiento en casa. Tendría que ir a rehabilitación, claro, pero al menos no tendría que vivir en el hospital. La herida de mi cabeza estaba curando bien y mis piernas estaban tan inútiles como el primer día, y eso no iba a cambiar porque me quedara en aquél cuarto. Tenía que pasar unos días allí tras la operación, eso lo entendía, pero pasados esos días estaba mejor en casa. 

Al principio Aidan no estaba muy convencido con la idea, pero la noche anterior se había quedado a dormir conmigo y Hannah había llamado  a eso de las tres de la mañana. Papá casi se muere del susto, pensando que había pasado algo grave, porque no era normal que la enana llamara a esas horas. Pero la peque sólo estaba llorando asustada de que él no estuviera. Cole la había ayudado a llamar, y eso nos indicó que él estaba algo asustad también. Esa noche hubo tormenta y los rayos y los truenos duraron varias horas.

-         No pasa nada, Hannitah…. ¿Está Michael por ahí?

-         ¡No quiero a Michael! – lloró ella. Papá había puesto el altavoz – Papá…snif…snif…te quiero a ti….snif… he tratado….snif….de ser valiente…snif….pero te echo de menos….snif….¡Hoy no estabas para ver cómo se caía mi dientecito!

Esas palabras, literalmente, mataron a mi padre, que debió de sentirse como si durante aquella semana les hubiera abandonado. En realidad había estado yendo de un lado para otro, y mis hermanos pasaban mucho tiempo conmigo en el hospital también, pero aún así la ausencia de papá se hizo notable para todos, sobre todo por las noches.

-         Hannah, no te preocupes. Papá ya no va a dormir fuera de casa nunca más – dije, arrebatándole el teléfono a mi padre.

-         ¡Teteee!  -hacía mucho que no me llamaba así. De muy cría sí lo hacía, pero ya con seis años no. - ¡A ti también te echo de menos!....snif….y Cole también…. Y Kurt…snif…y todos…

-         ¿Es que tienes a todos ahí contigo? Tranquila, peque. Muy pronto estaré en casa – la prometí, y miré a papá significativamente. Él suspiró, y con ese suspiro se rindió y supe que iba a aceptar mi sugerencia.

A papá le daba miedo sacarme del hospital, pero yo no estaba conectado a ningún aparato, ni tenía que seguir ningún tratamiento más que una serie de medicinas y ejercicios para las piernas. Eso podía hacerlo en casa y al final se convenció. Él también echaba de menos tenernos a todos juntos.

El viaje a casa fue muy aparatoso. Papá tuvo que meterme en el coche  en volandas, porque yo todavía no me apañaba para pasar de la silla de ruedas a otro asiento. Encima no contaba con que en la puerta del hospital pudiera estar tan colapsada de cámaras, periodistas, y gente.

-         ¡Señor Whitemore! ¡Aidan! ¿Cómo se encuentra? ¿Cómo está Ted?

-         Ted, Ted, ¿podemos hacerte unas preguntas?

Papá les esquivó gentilmente, de buen humor porque me llevaba a casa y contestando sólo algunas preguntas.

-         ¿Desde cuándo eres tan famoso? – le pregunté cuando ya estuvimos a salvo dentro del coche. Intenté no pensar en la vergüenza de que todos hubieran visto como mi padre tenía que alzarme para meterme ahí.

-         La entrevista de Holly la vieron cinco millones de personas.  Y de pronto, no sé por qué, salimos en todas las noticias. Todas las ediciones del último libro se han agotado. – me respondió.

-         ¡Pero eso es genial!  - exclamé, impresionado. Qué calladito se lo tenía.

-         Sí… pero a su vez provoca más atención mediática. La editorial quiere traducirlo a no sé cuántos idiomas.

-         ¿Por qué no me habías dicho nada?

-         En realidad no he tenido tiempo – admitió, y era verdad.

Los últimos días habían sido muy completos: Agustina estaba conmigo cada segundo de su tiempo libre. Incluso hacía los deberes allí. Y venían también Mike, Fred e incluso algunos amigos del equipo de natación. Vinieron también unos amigos de la parroquia y por supuesto mis hermanos. Creo que no estuve solo con papá más de diez minutos en ningún momento.

…. También venía Holly. Ella no tenía mucho tiempo, y siempre parecía tener miedo de molestar por pasarse a verme, pero papá la acogía con una sonrisa cálida, muy agradecido  por lo que había hecho. Ellos dos se debían una buena conversación, pero de eso tampoco había podido hablar con papá. A decir verdad esos días no había querido hablar mucho con él, porque no me sentía con ánimos. No me sentía de humor para escuchar que iba a ponerme bien y que iba a volver a andar cuando sabía que no era cierto. Supe que ese era el verdadero motivo por el que no me había hablado de su repentino éxito: en realidad, cualquier intento de iniciar una conversación conmigo se volvía caso perdido.

Estiré el brazo para tocar su hombro.

-         Gracias por aguantarme esta semana, papá – murmuré.

-         No he aguantado nada, Ted…

-         Sabes que sí. He estado insoportable.

-         ¿De veras? No he notado nada – respondió,  con algo de sarcasmo, y luego se rió.

En la puerta de casa había más periodistas. ¡Madre mía! ¿Es que esa gente no tenía nada más interesante que ver  cómo mi padre empujaba mi silla de ruedas? 

Mi móvil se quedó sin datos mientras estaba en el hospital, así que no había tenido ocasión de prepararme para aquello. No había sabido hasta que punto mi historia era interesante para los medios.

Papá se abría paso entre la gente sin responder a ninguna pregunta, así que yo hacía lo mismo, pero hubo una que me molestó tanto que tuve que contestar:

-         Ted, Ted, ¿qué tienes que decirles a todos los que piensan que eres un héroe por enfrentarse a esos matones?

- Ah, ¿ahora son un héroe? ¿Ya no soy más un pandillero? 

Papá apretó mi hombro, creo que para calmarme, y se dio prisa por entrar en casa.

Todos me estaban esperando en el hall. Ya había imaginado que me darían la bienvenida de una forma u otra, pero aquello sin duda superó mis expectativas. Todo mi campo de visión estaba decorado con pancartas y globos  y olía a pizza recién comprada, que en ese momento, después de la asquerosa comida del hospital, fue como el mejor olor del universo.

Mis hermanos se abalanzaron sobre mí y papá tuvo que recordarles que tenían que tener cuidado. Vi en los ojos de los más mayores un sentimiento de lástima. Esa que sientes cuando ves a alguien joven en silla de ruedas. Esa mirada escoció muchísimo, pero me dije que iba a tener que acostumbrarme.

Los más pequeños en cambio trataban de subirse sobre mis piernas y me abrazaban empalagosamente.

-         ¡Ted, Ted! ¡Ya estás en casa!

-         ¡Tete!

-         ¡Te eché de menos!

-         Y yo a vosotros, enanos.

Se sentía bien estar en casa otra vez. No soportaba los hospitales y además mi padre no podía seguir dividiéndose. Apenas había estado con mis hermanos aquellos días, y los peques le necesitaban.

Aidan ni siquiera había celebrado su cumpleaños. Hacía dos días que tenía treinta y ocho y sé que nadie le hizo ningún regalo. Yo, porque no podía desde el hospital. Y los demás porque si yo no se lo recordaba se olvidaban de la fecha. Papá no había dicho nada y casi se sorprendió cuando le dije felicidades, como si hubiera olvidado con todo el follón que cumplía años. Así que no solo teníamos que celebrar mi vuelta a casa, sino también su cumpleaños.

Estuve un buen rato con mis hermanos pero empecé a sentirme cansado y papá se dio cuenta. Me apartó un poco de los demás, moviendo mi silla y me habló al oído.

-         Tengo algo para ti, antes de que te duermas.

-         ¿Para mí?

-         Ahá. Te lo debo desde hace tiempo.

Empujó mi silla y me movió hacia la puerta. Sé que él no entendía cuánto daño me hacía eso o jamás lo haría, pero en ese momento me sentí un inútil. Un trasto manejable que no tiene independencia ni libertad de movimientos. Hubiera sido mejor  si me hubiera dejado mover las ruedas a mí, pero no quise decirle nada. Me había prometido a mí mismo que sería fuerte, y que no dejaría que Aidan notara las muchas ganas que tenía de morirme, antes que quedarme inválido para el resto de mi vida.

Dejé de pensar en eso cuando vi que salíamos a la calle, después de comprobar que ya no había periodistas. ¿Adónde me llevaba? Me acercó hasta mi coche, que estaba aparcado delante de la puerta principal, y sentí una nueva punzada de dolor. ¿Alguna vez sería capaz de volver a conducirlo?

Abrió la puerta del conductor y en eso momento me sentí desconcertado del todo. ¿Íbamos a algún sitio? Pero entonces vi un lacito cerca del volante, y entendí que se trataba todo aquello: me había comprado una radio nueva. Se inclinó sobre el asiento y la encendió. Se escuchaba muy fuerte, era mucho mejor que mi vieja radio, y además tenía conector para móvil y mp3 y entrada de CD. Era como llevar toda mi estantería de música conmigo.

Aquello me sacó una sonrisa genuina. Mi coche podía ser algo antiguo, pero con una buena radio para mí era el mejor del mundo. Sin embargo después pensé en cuánto dinero se había gastado, y a eso tenía que sumarle los gastos del hospital. Sabía de sobra que no había sido barato: ese era uno de los motivos por los que había insistido en seguir mi recuperación en casa. En casa no te cobran facturas por ocupar una cama.

-         No tendrías que haberte molestado.

-         Te lo prometí hace mucho, Ted.

-         Hablo en serio: no tendrías que haberlo hecho. Es dinero desperdiciado. No podré volver a conducirlo, aunque supongo que Alejandro estará feliz de heredar mi coche – respondí, con algo de ira involuntaria.

-         Pero ¿qué estás diciendo? ¡Claro que vas a conducirlo! Llevará un tiempo, pero…

-         ¿Podrías dejar de actuar como si me hubiera roto una pierna?  - le interrumpí. – Esto no es algo que se arregle en unas semanas. No puedo moverme de cintura para abajo.

-         Los médicos dicen que no es para siempre, Ted. Sé que esto es duro, pero tienes que mantenerte positivo. Es importante que no te desanimes, hijo.

Contuve las ganas de decirle “tú no sabes nada” porque sabía que no debía pagarla con papá. Cerré los ojos un segundo, respiré hondo, y me tragué las lágrimas aún antes de que salieran. Fingí una sonrisa, y creo que casi hice un buen trabajo.

-         ¿Qué me he perdido en estos días? ¿Te has portado bien con mis hermanos?

-         ¡Oye! ¿La pregunta no debería ir en el otro sentido?

-         Ah, ah. El malo eres siempre tú, ya deberías saberlo – bromeé.

Papá puso un mohín que acentuó su parecido con Alejandro, pero luego me sonrió.

-         Los primeros días fueron difíciles, pero la niñera de la que te hablé hizo magia, y nadie dio ningún problema. Harry y Michael piensan que no sé que hicieron trampas con unas copias que le mandé, pero elegí hacerme el tonto.

-         ¿Cómo les descubriste y por qué lo dejaste pasar?  - pregunté con curiosidad. Ese era el tipo de cosas que normalmente le sacaban de sus casillas.

-         Porque de pronto volvían a llevarse bien. Deduje que me había perdido algo y repasé las hojas de Harry. Michael puede ser un gran falsificador, pero yo conozco a mis hijos, y sé que si le pido a Harry que haga doscientas copias,  tratará de engañarme y de hacer ciento noventa. Y las últimas veinte apenas podré entenderlas por su mala letra.  Tardé un par de días en darme cuenta, únicamente porque con todo el caos no me deshice de las hojas. Debí haber dicho algo, no estaba bien que hagan eso, pero supongo que simplemente me alegré de que hicieran las paces. Pero no les digas nada ¿eh? No quiero que se piensen que pueden saltarse un castigo sin consecuencias.

-         Tú secreto está a salvo conmigo, pero a lo mejor me lo cobro en alguna ocasión.

-         ¡Mocoso descarado!

Papá se acercó a  mí y supe que su primera reacción fue tratar de hacerme cosquillas. Sin embargo le vi dudar, y se lo pensó mejor. Nada de juegos rudos para el chico en silla de ruedas. Poco a poco iba asimilando lo mucho que mi vida iba a cambiar. No más carreras por el jardín, no más jugar a las peleas con Alejandro, no más patinar, no más conducir…Y no más natación. Pensar en eso dolió tanto que papá tuvo que notármelo, porque me abrazó. Sólo por ese instante dejó demostrar esa falsa tranquilidad con la que trataba de animarme.

-         Todo irá bien, pequeño. Todo irá bien.


- AIDAN´S POV-


Aquella fue una semana que se grabó en mi mente de forma borrosa, quizá porque actué mecánicamente, sin pensar. Me levantaba por la mañana y llevaba a todos al colegio. Intentaba mostrarme animoso con mis hijos, pero no sé si lo conseguía. Cuando ellos estaban en clase, me iba  al hospital con Ted, y ahí me quedaba hasta la noche porque sabía que la niñera les recogería del colegio. De alguna forma todos nos adaptamos a esta rutina, aunque echaba de menos a mis hijos y creo que ellos también a mí.

Encontraba tiempo antes de acostarme para mirar el correo o responder alguna llamada importante, y así me fui enterando de que mi cuenta corriente empezó a alcanzar cifras con seis ceros. En aquellos días me dio absolutamente igual, y aprendí a ignorar a los periodistas que me seguían a todas partes,  sonriendo como un maniquí y respondiendo a lo que me apetecía responder. Tardé un par de días o tres en entender que me estaba haciendo famoso, billonario y un escritor internacional, seguramente a raíz del impacto mediático que había tenido todo el asunto de Ted. De pronto todo Estados Unidos y parte de otros países sabía que en California había un escritor con doce hijos y mis libros empezaron a venderse como la espuma. Mi editor me perseguía para hablar del asunto y planificar una estrategia, pero le dije que se encargara él, que le daba plenos poderes porque yo tenía otros asuntos de los que ocuparme. Ted estaba por encima de todo eso, aunque sí para algo me sirvió todo aquél éxito repentino fue para poder pagar las facturas del hospital.

Mantener a Olivia como niñera resultó una buena idea, porque supo mantenerles ocupados sin que dieran ningún problema. Creo que en mi ausencia hicieron un par de cosas que yo no les permitía, pero no ocurrió nada malo y dada la situación decidí no darme por enterado. En cuanto al asunto Michael-Olivia no sabía nada, porque no tenía tiempo para interrogar a mi hijo y él sabía esconder muy bien su vida privada.

Cuando quedó claro que no podía seguir dividiéndome sin lastimar a mis hijos, especialmente a los pequeños, tuve que aceptar la  voluntad de Ted de solicitar su alta voluntaria. De todas formas no tenía sentido que siguiera en el hospital. Su parálisis podía durar una semana o un año, y no iba a tenerle allí por tiempo indefinido. Mi hijo tenía que hacer una vida lo más normal posible y eso sólo podía lograrlo estando en casa, donde debía estar.

Durante esos días, el humor de Ted variaba desde un estado irascible a la depresión más absoluta. Eso no cambió mucho al llegar a casa, aunque al menos pude ver que le alegraba estar con sus hermanos. Yo realmente tenía fe en que iba a curarse. Eso me habían dicho y eso necesitaba creer, porque de otra forma me volvería loco. Pero Ted no era tan optimista y verle tan derrotado  me mataba por dentro.

Su novia había ido a verle al hospital muy seguido, y sé que una noche se quedó a dormir con él, pero Ted no hablaba del tema. Creo que se sentía avergonzado y asustado por su estado físico, y tenía miedo de que Agustina no quisiera estar con él si no podía caminar. Un miedo que me parecía absurdo, porque cada vez estaba más seguro de que esa chica realmente le quería.  Por eso había decidido invitarla el día que Ted volvió a casa, pero ella no había podido venir. Me pareció extraño que se lo perdiera, pero al fin y al cabo  era lógico que tuviera otras ocupaciones.

Finalmente y dado mis recientes ingresos, pude regalarle la radio para su coche. Michael había dado su aprobación la noche anterior, diciendo que era “radical” y pensé que  a Ted le encantaría. Pero todo lo que él pudo pensar es que jamás volvería a conducir su coche de nuevo. No imagino peor sentimiento para un padre que el ver a su hijo sufrir y no poder hacer nada por remediarlo.

Antes de llevarle a casa había hablado con todos acerca de Ted yendo en silla de ruedas. Los pequeños se lo tomaron mejor de lo que pensé, ya que  muchos de los amigos de Dylan tenían discapacidades físicas y ellos ya estaban acostumbrados. Creo que a veces la inocencia de la infancia les daba naturalidad para sobrellevar estas cosas, porque Kurt me preguntó si él podía ir también en silla se ruedas, porque decía que tenía que ser muy divertido. Los mayores entendieron mejor que aquello era algo serio, y jamás pensé que ellos pudieran darme algún problema al respecto, pero me equivoqué…

Entré con Ted de nuevo en la casa donde todos seguían bebiendo Fanta y Cocacola, y entonces mis chicos olvidaron toda la charla que les había dado sobre “medir las palabras” y “tener sensibilidad”.

-         ¿Qué harás ahora que ya no puedes nadar, Ted? – preguntó Harry. Casi pude sentir como un puñal metafórico se clavaba en el pecho de Ted.

-         No… no lo sé…

Zach trató de cambiar de tema y arreglar la metida de pata de su gemelo.

-         Yo creo que un descanso te vendrá bien. Así podrás pasar más tiempo con tu novia.

-         Tshé. Como si eso fuera a pasar – murmuró a Alejandro, lo bastante fuerte para que Ted le oyera.

-         ¿Qué quieres decir?  - ladró Ted, percibiendo el tono pesimista de Alejandro.

-         Nada…

-         Algo sería.

-         Sólo digo que… quién sabe cuándo volverás a clases. Ella vendrá a verte al principio, pero…. Yo me iría preparando para ver a otro chico ocupando tu puesto. No es como que Agustina perdiera el tiempo después de estar con Jack para estar contigo.

Ted entrecerró los ojos y rodó su silla hasta acercarse a él.

-         ¡Retira eso! – exigió.

-         No te enfades con él por decir la verdad – intervino Michael. – Alguien tiene que hacerlo. De todas formas no es para tanto. ¿Acaso pensabas que ibas a estar con ella para siempre? Nadie conserva sus novias de instituto. Yo ya he tenido tantas chicas que…

-         Que nadie te aguante a ti por más de una semana no significa que a todos nos pase lo mismo – respondió Ted. Estaba molesto por todo lo que le había pasado y los comentarios de sus hermanos solo contribuyeron a ponerle más rabioso, ya que habían dado justo en el clavo de uno de sus mayores miedos. Decidí en ese momento que tenía que intervenir, pero no me dieron tiempo.

-         ¿Ah, sí? ¿Y quién va a aguantarte a ti, meapilas? ¡Enhorabuena, por fin cumplirás tu sueño de ser virgen para siempre porque ni siquiera podrás pajearte ahora que tu amiguito no funciona! – replicó Michael. El ataque de Ted le escoció, y mucho. Lo que antes parecía un consejo brusco y negativo se convirtió en una agresión en toda regla.

Ted se alzó sobre su silla ante la mirada sorprendida de sus hermanos y agarró a Michael de la solapa. Podía levantarse de la silla con grandes esfuerzos pero no sostenerse en pie por sí mismo y por eso Alejandro corrió a sujetarle.

-         ¡No estoy paralítico gilipollas! ¡Mis piernas no se mueven pero las siento y mi “amiguito” está perfectamente!

-         ¿En serio? ¡Qué bueno saberlo!  - dijo Michael, y casi intuí lo que iba a hacer. No sé de dónde saqué los reflejos pero sujeté su pie en el aire justo cuando se dirigía hacia la entrepierna de Ted.

-         ¿TE HAS VUELTO LOCO? – le chillé - ¿Ibas a pegarle? ¿Has perdido la cabeza?

¿No era él el que decía que no acudía siempre a los golpes? No estaba dispuesto a dejar que mis hijos se lastimaran entre sí, y menos cuando uno de ellos ya estaba lastimado.

-         ¡No tenía derecho a decir lo que dijo!  - se defendió Michael - ¡No sabe nada de mi vida para decir algo así!

Le noté de veras dolido y fui capaz de abandonar el enfado para analizar sus emociones. La agresividad de Michael aumentaba de forma proporcional a sus sentimientos heridos, así que si estaba tan enfadado era por algo. De pronto lo entendí.

-         Lo tuyo con Olivia no ha funcionado ¿verdad? – pregunté, tratando de ser delicado. Me miró con furia y se apartó, y supe que había acertado – Michael…

-         Por lo visto nadie me aguanta por más de una semana. – gruñó, y esa fue mi confirmación. Suspiré. Abrí los labios para decir algo, pero antes de poder hacerlo Michael subió las escaleras haciendo más ruido del necesario, y escuché un portazo cuando llegó a su cuarto.

La habitación se quedó en completo silencio por unos instantes y mi mente casi estaba en blanco, aún asimilando lo que acababa de suceder. Finalmente reuní fuerzas para mirar a Ted con seriedad, dispuesto a tratarle como siempre porque si percibía algo de lástima o compasión en mí sólo le haría más daño.

-         ¿Sabías lo de Olivia cuando le dijiste eso? – le interrogué. Era raro mirarle de arriba abajo.  Ted era más bajo que yo, pero al estar sentado en la silla la distancia entre nosotros había aumentado.

-         No… Si apenas sabía que estaban juntos…. Es decir… Alejandro me comentó algo, pero  no es como si Mike compartiera su vida amorosa conmigo…

Le miré a los ojos y le creí. Después de todo él acababa de llegar y yo tampoco había sabido de la reciente desilusión amorosa de mi hijo, así que Ted no podía haber sabido que sus palabras fueron realmente un golpe bajo.

-         Aún así no debiste decir eso. Sé que él tampoco estuvo bien, pero no debes combatir el fuego con fuego  - le regañé.  Era la primera vez que le regañaba en siete días y no dejé de sentirme mal por hacerlo.

-         ¡Pues que él no se  hubiera metido con mi novia!

Me sorprendió un poco la seguridad con la que dijo “novia”, comparado con sus anteriores titubeos. Era evidente que en aquella semana habían progresado mucho.

-         Eso en realidad lo hice yo…. – intervino Alejandro – No lo hice por molestarte, y ella en verdad me cae bien... solo quiero que estés preparado  por si…

-         ¡Por si nada! ¡Métete en tus asuntos!

-         Ted, cálmate – le insté.

-         ¡No me digas que me calme, empezaron ellos!

-         No me repliques y no me levantes la voz,  Theodore. Tus hermanos escogieron mal sus palabras y ahora voy a hablar seriamente con Michael, pero la solución no es que tu les respondas igual, ¿estamos?

Ted me fulminó con la mirada durante veinte segundos, pero aguanté sin bajar los ojos y al final los bajó él.

-         Sí, papá….

-         Está bien, campeón. Ya sé que lo que ellos dijeron no estuvo bien. No les escuches: a mí Agustina me parece estupenda.

Ted sonrió un poco, aunque algo triste, porque en el fondo se creía lo que habían dicho sus hermanos. Eso me recordó que tenía que ir a matar a Michael.


- MICHAEL´S POV-

Volver de la comisaría y ver un montón de críos corriendo por la casa era algo a lo que ya estaba acostumbrado, pero volver y ver a Olivia era como un regalo de los dioses. Ella me había entrado por los ojos desde el primer momento. Es decir, ¿quién no se sentiría atraído por alguien así? Era hermosa,  y esa era una expresión que yo no solía utilizar. Solía decir “está buena”, “es un pivón”, “es guapa”, pero nunca “hermosa”. Pero a Olivia no había otra forma de describirla.

Me asustaba la forma en la que se había ido introduciendo en mis pensamientos, casi furtivamente, sin que yo me diera cuenta. Cada vez que intentaba pensar en otra cosa su imagen volvía e invadía mi cerebro. Me descubrí intentando saber cosas sobre ella, algo que nunca me había pasado con una chica. Generalmente me interesaban únicamente sus gustos en la cama, pero con ella era diferente.

Quizá se debía a que forzosamente tenía que pasar tiempo con ella mientras cuidaba de mis hermanos. Pasábamos muchas horas juntos, y era normal que quisiera saber cosas de la persona que compartía mis tardes. Sí, eso debía ser…

-         Tienes algo en la nariz- me dijo Olivia, con una sonrisa pícara, y me manchó con un poco de helado. Eso me sacó de mis reflexiones y me hizo sonreír.

Aquella tarde estaba particularmente contento porque Ted iba a volver del hospital. Atrapé a Olivia por la cintura y restregué la nariz manchada por su cuello. Ella se revolvió y se rió, bastante sorprendida porque no se esperaba ese contraataque.

-         Shh, shhh. Nos verán tus hermanos  - protestó entre risas. La ignoré, metí el dedo en la tarrina de helado que estábamos comiendo y la pringué toda.  - ¡Michael!

-         ¡Di que te rindes! – exigí.

-         Me rindo, jajaja, me rindo.

-         Di que soy el tío más bueno con el que has estado. – demandé. Como tardó en responder, la hice cosquillas.

-         Jaja, ¡vale, vale, sí! – dijo al final, y la solté. - De todas formas no es difícil. Eres el único tío con el que he estado.

Pensé que seguíamos de broma, pero luego me di cuenta de que ella había hablado en serio. La miré sorprendido.

-         ¿De verdad?  Pero… eres mayor que yo… Es decir….yo sí he estado con…. Y tú…¡me dijiste que besaba mejor que tu ex, mentirosa! ¡Sí has estado con alguien!

- Con alguien sí, pero nunca dije que fuera un chico.

Tardé unos segundos en comprender lo que eso implicaba.

-         ¿Eres bollera?

-         Bueno, es complicado… Es decir…. No estoy segura.

-         ¿Lo eres o no? – inquirí. ¿Cómo rayos podía no estar segura? ¿Acaso no estaba conmigo? ¿Cómo podía no saber entonces si le gustaban los chicos o las chicas?

-         Pensaba que sí…Pero hace un año… bueno, empecé a sentir que no. Tal vez soy bi. Yo que sé. Lo único que sé es que ahora mismo me gustas tú – respondió, y trató de ponerse cariñosa nuevamente, pero yo la aparté.

Me sentí traicionado, como si me hubiera usado para experimentar. Como si me hubiese escogido a mí para probar a ver si le iban los chicos. El día anterior habíamos estado a punto de… pero ella no quiso. En ese momento supe el por qué.

-         Me das asco – la solté.

-         ¿Qué?

-         ¡Que me das asco!  Tendría que haber sabido lo que eras.

-         ¿”Lo que soy”?  Lo dices como si fuera extraterrestre. ¿Asco? Pero ¿a ti que leches te pasa? – se indignó. Se alejó de mí bruscamente y la vi coger su bolso.

-         ¿Adónde vas?

-         ¡A donde me dé la gana! Mi horario ya ha terminado y tu padre vendrá en cualquier momento. Me alegro de que tu hermano esté de vuelta porque lo que es yo ¡no pienso volver!

-         Olivia, espera…

-         ¡Espera una leche!  ¡Homófobo de mierda!

La vi marcharse como un huracán, dando un portazo, y me quedé congelado. Estaba enfadado y no había medido mis palabras. No había querido decir que me diera asco por ser lesbiana, sino por jugar conmigo. Aunque supongo que me daba asco por las dos cosas. Me la imaginé con otra chica y casi tuve arcadas.

Para colmo de males, los enanos empezaron a preguntarme dónde estaba Olivia, ya que ni siquiera se había despedido de ellos. Les dije que ya había llegado su hora de irse y que no podía quedarse más tiempo porque tenía cosas que hacer. Ellos se lo tragaron y empezaron a prepararlo todo para la venida de Ted.

Se suponía que aquél iba a ser un gran día, y Aidan nos había dicho que teníamos que animar a Ted, pero yo en esos momentos no estaba para animar a nadie. Estaba en una fase parecida a “todas las mujeres son unas putas” y “las relaciones duraderas solo se dan en las películas”. Aunque tal vez el problema era yo, que solo atraía a chicas fáciles o a lesbianas en proceso de transformación… Las palabras de Ted dieron justo en el blanco ya que lo mío con Olivia había durado solo una semana.

Me enfadé más allá de lo que pensé que uno pudiera enfadarse con alguien de su familia, y por unos momentos me olvidé de que Ted acababa de salir del hospital. Estaba dispuesto a machacarle, pero Aidan me lo impidió. Se puso de su lado, por supuesto. Después de todo yo solo era el acoplado en su familia perfecta y San Ted nunca hacía nada malo…

Subí a mi cuarto sabiendo que todos seguían abajo y que podría estar solo por un rato. Me tumbé en la cama y me olvidé del mundo, pero eso solo funcionó hasta que escuché los pasos de Aidan subiendo la escalera. Analicé su expresión cuando entró en el cuarto. Solo le había visto tan enfadado aquél primer día en el que descubrió que había amenazado a Cole. Bueno, se había enfadado más cuando Ted y yo nos fuimos a por esos matones, o cuando creyó que había roto la insulina, pero  esas veces estaba más asustado que enfadado y creo que eso de alguna manera me benefició… Algo -un sexto sentido sobre “padres cabreados” que estaba desarrollando recientemente- me indicó que  aquella vez estaba bien jodido.

-         Michael, tenemos que hablar….

-         Hablar… qué bonito eufemismo – murmuré.

-         Te sugiero que por esta vez te guardes tus réplicas ingeniosas, y las no ingeniosas también.  No te conviene pasarte de listo.

-         ¡Señor, sí, señor! – respondí con sarcasmo. Mi bocaza me perderá algún día…

-         Michael, basta. Estoy hablando muy en serio. Estos días te he dejado pasar varias cosas, pero esto no voy a…

-         ¿Qué me has dejado pasar cosas? Sí, ya.  Debí suponer que siempre se trata de ti. No es que yo no haya dado problemas sino que tú eres “manánimo” ¿no?

-         Magnánimo, Michael. Y no. No es eso. Pero sé que falsificaste las copias de Harry, que saliste de casa sin permiso y que cogiste dinero del tarro de las emergencias. Lo  primero  lo ignoré porque me alegra que arreglarais las cosas. Y lo segundo y lo tercero, sé que lo hiciste para comprarle algo a Olivia, y no me enfadé porque puedo entender que para ti comprarle un regalo a tu chica puede considerarse “una emergencia”, aunque me hubiera gustado que al menos me lo dijeras. Es como si no confiaras en mí y eso fue lo que me molestó, pero tampoco dije nada.

Le miré sorprendido, porque no sabía que se hubiera enterado de ninguna de las tres cosas. Lo del dinero tarde o temprano acabaría descubriéndolo pero ¿cómo rayos sabía lo de Harry?

Tampoco sabía cómo se había enterado de que usé el dinero para comprarle un regalo a Olivia, pero supongo que alguno de los enanos lo vio y se lo dijo, o tal vez sumó dos más dos,  al ver que Olivia de pronto llevaba una pulsera en la que ponía “Michael”. Seguro que después de nuestra discusión se la había quitado… Me entristecí y miré al suelo, pero Aidan me levantó la barbilla, malinterpretando mi reacción.

-         No estoy enfadado por ninguna de esas cosas, es más, me parecen bastante tiernas. Estoy enfadado porque atacaste a tu hermano y faltó poco para que le golpearas.  Quiero saber por qué lo hiciste. Y no me vengas con que “él también te atacó” porque eso ya lo sé y lo hablé con él, pero tú empezaste.  Tú y Alejandro, con vuestra negatividad.

-         ¡No dije nada que no fuera cierto! Sólo el prevenía, porque no se puede confiar en las mujeres.

Pensé que Aidan se enfadaría, porque eso no fue exactamente una muestra de arrepentimiento, pero en lugar de eso me acarició  el pelo.

-         ¿Qué pasó con Olivia, campeón? ¿Me quieres contar?

-         ¡No!

-         ¿Por qué no?  - preguntó, sentándose a mi lado. Casi le prefería enfadado a cariñoso. No era justo que me hablara así, era imposible enfadarse con alguien mientras te está mimando.

-         Mmmggg. – protesté, débilmente. Aidan se rió y me dio un beso.

-         No me cuentes si no quieres, canijo, pero no pienses que nadie puede aguantar contigo por más de una semana, porque no es cierto.  Yo he aguantado más de un mes. – me chinchó. Le saqué la lengua y él me dio un abrazo. Era cierto, llevaba  allí ya varias semanas. Me había acostumbrado a esa vida. Se sentía como si fuera mía, a pesar de que yo sabía que mi tiempo allí era prestado.

-         Ted no debió haber dicho eso – me quejé.

-         Es cierto, no debió. Pero a él también le dolió lo que tú dijiste. Está muy asustado por todo lo que le ha venido encima y lo que menos necesita es pensar que su novia va a dejarle si no se cura pronto. Además, no creo que Agustina sea capaz de eso…

-         Es que eres demasiado confiado, y piensas bien de todo el mundo.

-         Puede ser – admitió, y me dio un beso en la frente. Esa fue mi señal para separarme un poco de él. Cuando nuestros ojos se encontraron, descubrí que ya no estaba tan enfadado como antes. Era una suerte para mí que los enfados de Aidan durasen menos que una chuchería en manos de Kurt.

-         Siento haber tratado de pegar a Ted….

-         Si no llego a pararte le das, Michael. Acaba de volver del hospital.  ¡Está en una silla de ruedas! ¿Y tú ibas a golpearle? Tienes que tener más autocontrol.

-         Lo sé…

-         Estuve pensando en lo que me dijiste, acerca de que sabes hablar sin llegar a las manos, y sé que es cierto. Te he visto hacerlo, te he visto ser civilizado y te he visto ser un gran hermano mayor, capaz de controlar al resto cuando se equivocan o se dejan llevar por la ira. Por  eso mismo, porque sabes hacerlo, quiero que lo hagas siempre ¿estamos? Y que esto no vuelva a pasar.

-         Y supongo que sería mucho pedir que lo dejes pasar por esta vez…

-         No es la primera vez que recurres a las agresiones con tus hermanos, Michael. Entiendo que estuvieras mal por lo de Olivia pero no debiste pagarlo con Ted.

No sabía qué responder por que básicamente él tenía razón, así que me mordí el labio y miré al suelo. Nuevamente él me obligó a alzar la mirada.

-         Quiero que te disculpes con él, y luego ya veré qué hago contigo – me dijo, y eso me sonó a que me estaba dando una oportunidad de oro, así que sonreí, asentí y fui a buscar a Ted antes de que se lo pensara dos veces.

Ted había dejado la silla para sentarse en el sofá. Parecía estar muy cansado y con mucho sueño, y estaba a punto de quedarse dormido. Estuve tentado de dar media vuelta y decirle a Aidan que ya me había disculpado, pero entonces le sentí detrás de mí y supe que tenía que hacerlo de verdad, porque él iba a estar observando.

-         Ted – le llamé. Me dedicó una mirada con el ceño fruncido – Lo de antes….yo…pues lo siento. Sigo pensando todo lo que dije pero lamento que te molestara.

-         ¿Qué clase de disculpa es esa? ¿”Lo siento pero tengo razón”? – replicó Ted.

-         ¡Tengo derecho a tener opinión propia!

-         Chicos…sin pelear… - intervino Aidan.

-         Yo siento lo que dije también. – bufó Ted. Me pareció que no sonaba sincero y eso me molestó. Aunque tal vez fueran imaginaciones mías.

-         Ah, sí, deberías, porque yo no te hice nada.

-         ¿Qué no me hiciste nada? ¡Intentaste pegarme! – protestó Ted.

-         ¡Eso fue después! ¡Y créeme que quería hacer algo más que intentarlo! – le dije, furioso de nuevo porque Ted no solía ser tan orgulloso para  aceptar las disculpas de los demás. Tal vez todo fuera porque se trataba de su novia, y le había molestado de veras.

-         Michael, basta. Tal vez quieras intentarlo de nuevo, porque como disculpa deja bastante que desear. – dijo Aidan.

-         ¡Nadie te preguntó!

Craso error. Mi pequeña oportunidad para salir bien parado de aquella se estaba esfumando.

-         A mí no me hables así. Pídele perdón a tu hermano, y pídeselo en condiciones.

-         ¡Para eso tendría que sentirlo!  - le bufé.

-         Bueno, me cansé. No sabes dónde está la línea. No se puede ir de buenas contigo, está claro. Sube a tu cuarto – me ordenó.

Lleno de rabia, caminé furiosamente hacia las escaleras y por el camino pateé la silla de Ted. Se sintió bien hacer eso así que la pateé de nuevo. Y luego otra y otra vez, tirándola al suelo ya que no había nadie sentado encima y haciendo contrapeso.

Instantes después experimenté la fuerza de la gravedad, cuando Aidan me agarró y me inclinó sobre el sofá. Antes de poder hacer o decir nada sentí res golpes secos sobre el pantalón.

PLAS PLAS PLAS

No dolieron demasiado, pero tres de mis hermanos estaban presentes y yo quise morirme. Jamás podría volver a mirar a Ted, a Alejandro o a Barie a la cara.

Aidan me mantuvo en aquella posición y casi lo agradecí porque así no tenía que mirar a nadie.

-         ¿Te calmaste ya? Las cosas no se patean, caramba.

-         Mike… ¿estás bien? – preguntó Ted, dubitativo.

No sé si preguntaba por mí en general, o por mi pie después de patear una silla de metal. Solo estaba siendo amable y de veras parecía preocupado, pero a mí me hizo sentir humillado porque me recordó que él había visto cómo me castigaban.

-         ¡NO, NO ESTOY BIEN, MARICÓN DE MIERDA! ¡EL IDIOTA DE TU PADRE YA SE HA ENCARGADO DE ESO!

La expresiva cara de Barie fue un indicador de cómo de muerto estaba después de aquello. Tuve el instinto de protegerme los órganos vitales, como cuando en la cárcel había alguna pelea. Había aprendido esa lección por la fuerza, cuando una patada casi me rompe las costillas.

Sin embargo lo único que hizo Aidan fue sacar a todos del salón. Les dijo que fueran a la cocina, a elegir qué íbamos a cenar, y cerró estratégicamente la puerta que comunicaba la cocina con el salón.  Después de eso subió las escaleras y yo me quedé allí sin saber qué hacer, sorprendido de verle tan tranquilo y casi más asustado por eso. No podía ser buena señal.

No tardó mucho en bajar, y no lo hizo con las manos vacías. Traía con él un saco enorme, de colores llamativos, y en ese momento no pude identificar qué era. Luego entendí que era una especie de saco de boxeo de esos que se sostienen de pie, y que cuando los  golpeas rebotan contra ti. El monigote aquél era grande, casi tan alto como yo, y Aidan traía también unos guantes.  Aquello no tuvo ningún sentido hasta que me lanzó los guantes para que los atrapara.

-         Tuviste un mal día ¿no? ¿Estás de mal genio?  Desfógate con esto, no con nosotros.

-         ¿De dónde lo has sacado? – pregunté, aún sorprendido.

-         Lo tenía muerto de risa en mi armario. Solía ir al gimnasio, pero dejé de tener tiempo así que compré esto para  ejercitarme en casa de vez en cuando. Al final se quedó solo en buenos propósitos.

Miré el artefacto con una mezcla de curiosidad y deseo. Siempre había querido tener uno de esos, aunque en mi mente era de los que se colgaban en el techo.

-         Pero…

-         Vamos, ponte los guantes. ¿Sabes cómo van? Ajústalos bien.

Lo hice, como hipnotizado, respondiendo mecánicamente a sus órdenes.

-         Golpea aquí. -  me instó, y di un golpecito en el centro del saco. - ¡Fuerte!

Puse algo más de energía.

-         Vamos, Michael, fuerte. Esto es blando, no duele. Golpea. Golpea igual de fuerte que a esa silla.

Doblé el codo y clavé el puño en el plástico. Lo hice de nuevo con el otro brazo, y empecé a repetir cada vez más fuerte.

-         ¿Te duele no haber acabado bien con Olivia?  ¿Te molesta que tu hermano sea más ingenuo que tú, que vea las cosas de otra manera?…. ¿Te molesta que esté en una maldita silla de ruedas?  -  decía Aidan, animándome a golpear más y más fuerte, hasta que al final, tras unos pocos golpes quedé exhausto. ¿Quién me iba a decir que esa cosa cansara tanto?

Estaba tan cansado que no me aparté lo bastante rápido cuando el saco retrocedió hacia mí, pero Aidan lo sujetó antes de que me golpeara. Me quedé mirando el objeto que había quedado a pocos centímetros de mi cara.

- La rabia siempre nos vuelve, Michael. Si vuelve en forma de plástico y un poco de relleno está bien, no duele. Pero cuando lastimamos a alguien suele devolvernos un golpe mucho peor.

Aquello me había dejado sin energías y sin fuerzas, y por algún motivo tenía ganas de llorar.

-         No debes confundir las personas que te rodean con uno de estos objetos. Estamos para ayudarte en tus malos momentos, no para que nos agredas cuando te enfrentas a ellos.  ¿Estabas enfadado con Olivia, con Ted, o con la silla de ruedas?

-         ¡Con las tres cosas! – chillé, y los ojos me escocieron. Al segundo siguiente Aidan me estaba abrazando, al parecer sin importarle que hubiera comenzado a sudar como un esquimal en verano.

-         Shhh, shh… Calma…¿te sientes mejor? ¿Estás más tranquilo?

Asentí. Estaba tan reventado como si en vez de machacar un monigote me hubieran machacado a mí.

-         Gracias por esto – murmuré, restregando la cara contra él y sacándome uno de los guantes. Aidan me ayudó a sacarlos y me hizo estirar los dedos para comprobar que no me hubiera hecho daño.

-         De nada, campeón. El saco es tuyo, si lo quieres.

-         ¿De verdad? – pregunté, ilusionado.

-         Sí. Tal vez te pida alguna vez que se lo prestes a Alejandro. No sé por qué no se me había ocurrido esto antes.

Le miré con agradecimiento y esta vez fui yo quién le dio un abrazo. Al separarnos Aidan me sonrió, pero noté que la sonrisa no le llegaba a los ojos. Suspiré, porque ya sabía lo que iba a decirme.

-         Estaba claro que necesitabas dejar salir la rabia…. Tan solo me hubiera gustado que no la dejaras salir sobre nosotros primero. 

-         Yo…. siento…haber pateado la silla.

-         Y no solo hiciste eso, Mike. Me hablaste mal, y también a tu hermano. Se suponía que bajabas a disculparte y a darme un motivo para ser blando contigo. 

-         Es que… yo….¡hum! ¡Tú también estuviste mal! ¡Me pegaste delante de ellos!

-         Necesitaba que pararas de algún modo…  Esa silla no es nuestra, es un préstamo del hospital, y tengo que devolverla en buen estado.

-         Lo siento…

-         Lo sé, campeón, lo sé… Yo también siento tener que hacer esto, pero… - dijo, y se sentó en el sillón -….creo que ya sabes lo que viene ahora.

Estuve tentado de suplicarle que no lo hiciera, que ya no lo haría más, que me diera otra oportunidad… pero sabía que me diría algo así como “ya te he dado muchas oportunidades”. Y sabía que era cierto. Aidan solía tener más paciencia conmigo que con el resto, porque no me había criado con ellos ni según sus normas.

-         …Dejaré que lo hagas, porque sé que me pasé, pero no pienso quitarme la ropa. – le dije, y Aidan alzó una ceja ante mi tono autoritario, seguramente pensando que no estaba en posición de hablarle así. Decidí arreglarlo un poco – Por favor. Ya soy… ya tengo dieciocho años. Si no vas a tratarme como un adulto al menos concédeme eso…

Como siempre que alguno de nosotros le pedía algo, Aidan  dedicó unos segundos a pensarlo, y finalmente asintió. Antes de poder asimilar esa victoria tiró de mi brazo y me guió para que me tumbara encima suyo.

-         ¡Espera, espera! ¿Puede ser…mmm…encima de la mesa?

-         No estires tu suerte, hijo.

-         En serioooo.

-         Me temo que eso no es negociable, Michael.

Me comí las ganas de protestar y esperé, conteniendo un gruñido.

-         Llevas algo en los bolsillos. Sácalo, anda, te puede hacer daño.

Recordé que aún tenía las llaves y las saqué. Luego estiré el brazo para dejarlas en  una mesita. Antes de acabar el movimiento, Aidan agarró mi mano con suavidad y la puso detrás de mi espalda, e hizo lo mismo con la otra, para que no interfiriera. Cerré los ojos odiando aquellos malditos segundos de espera, porque eran los peores.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Aidan no solía hablar mientras nos castigaba y eso volvía todo mucho más tétrico… y permitía pensar mucho mejor. Te obligaba, de una forma u otra, en pensar por qué te estaba castigando. No es como si no lo tuviera claro, la verdad.  Yo me habría dado de leches desde el momento en el que intenté pegar a Ted….

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Au… PLAS PLAS

Tener los pantalones no suponía ninguna protección. Las palmadas eran más fuertes que cuando solo tenía el calzoncillo.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS… aiiii… PLAS PLAS PLAS… auuu… PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS… ya no lo haré más ¿vale?…. PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS… snif…. PLAS PLAS PLAS… ya no lo haré más Aidan… papá… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS

Había intentado no llorar, pero tanto abrazo, tanto saco de boxeo y tanta mariconada me habían dejado sensible. Odiaba llorar delante de alguien, pero Aidan ya era una excepción a esa regla. Él nunca me hacía sentir culpable o débil por llorar, y aquella vez tampoco lo hizo. Puso una mano en mi espalda y empezó a hacerme caricias.

-         Ya está, campeón. ¿Me das un abrazo?

Me levanté y me colé en el hueco que él había formado con sus brazos. Aidan me había demostrado que sí había personas en el mundo capaces de quererme durante más de una semana. Tal vez él fuera a quererme para siempre.

-         AIDAN´s POV –


Desde luego, Michael sabía cómo ponerse difícil. Me mataba ver cómo estaba sufriendo pero era incapaz de expresarlo más allá de las agresiones… creo que traer ese saco de boxeo realmente le ayudó. Me alegré de que se me ocurriera y pensé que podía ahorrarnos muchos problemas en el futuro.

Después de ajustar cuentas con él, estuvo mimoso por un buen rato. Me cuestioné si hacía bien en reprenderle de esa manera a su edad, pero nadie lo había hecho antes con él y con todos mis chicos parecía funcionar.

Tras los mimos, llamé a los demás para ver cómo iba la votación sobre la cena. Inexplicablemente, todos habían elegido tortilla francesa de atún, que era odiada por muchos de ellos pero uno de los platos favoritos de Ted. Lo habían hecho por su hermano y el gesto me hizo sonreír.
Lo pasamos bien en la cena. Los enanos le contaron a Ted algunas de sus trastadas en aquellos días, muchas de las cuales yo desconocía. Ya decía yo que no podían haber sido unos perfectos angelitos por toda una semana…

-         Cof cof… Kurt… ¿cómo es eso de esconder el secador de tu hermana?

-         ¡Es que no salía del baño, papi!

Negué con la cabeza y me limité a escuchar, aliviado por no oír nada realmente serio.

Cuando acabamos de cenar vino un momento algo tenso, y fue el de subir a Ted a su habitación. Él no podía hacerlo por sí mismo y estaba seguro de que se iba a sentir avergonzado si le llevaba yo. Esperé a que subieran todos y luego le alcé en brazos mientras Alejandro subía su silla.

-         ¿Estás seguro de que puedes con él? – preguntó Michael - ¿Te ayudo?

Me faltaba un poco el aliento, pero podía cargar con mi hijo si él lo necesitaba, y esperaba poder aún durante mucho tiempo.  Quería hablar un poco con él antes de que se acostara, pero entonces recibió una llamada de su novia y básicamente nos echó a todos de la habitación.

Fui  a mi cuarto mientras esperaba a que dejara de hablar y justo en ese momento, como sincronizada con Agustina, Holly me llamó.

-         ¿Sí?

-         ¡Hola, Aidan! ¿Cómo está Ted?

Ella sabía que aquél día le llevaría a casa.

-         Bien, bueno, mejor que en el hospital, creo.

-         Me alegra oír eso. ¿Sabes ya cuándo tiene la rehabilitación?

-         Todos los días a partir de mañana.

-         Si necesitas cualquier cosa, solo dímelo –se ofreció – Tengo experiencia en rehabilitaciones. Puede ser… difícil. Los chicos se impacientan si no consiguen resultados inmediatos.

-         ¿Le paso algo…a tus hijos? – pregunté, casi con miedo.

-         Tuvimos un accidente de coche hace tiempo

Caí en la cuenta de la cantidad de cosas que aún no sabía sobre esa mujer. Ella ya debía saber prácticamente cualquier detalle de la vida de mis hijos, pero yo de los suyos no.

-         Nunca llegué a preguntarte… como se solucionó lo de tu hermano…y tu hijo…el que echó de casa…

-         No se solucionó – suspiró, con agotamiento  - Volvió a casa, por supuesto, pero no se hablan.

-         Vaya… cuánto lo siento… Si hay algo que pueda hacer….

-         ¿Puedes adelantar el tiempo hasta que pase la adolescencia de mi hijo? – bromeó. Sonreí, identificado con el sentimiento – No pasa nada. Somos muchos en un espacio pequeño, y  algunos con caracteres muy intensos. Los roces son inevitables.

Guardamos unos instantes de silencio, en los cuales la escuchaba respirar. Oía también mis propias pulsaciones y el golpeteo rítmico me taladraba para que dijera algo, para no caer el riesgo de caer en una conversación vacía.

Juro que lo que dije lo dije sin pensar, pero tal vez lo dije sintiendo.

- Holly… quiero verte otra vez… y no en un hospital o en una entrevista. Quiero salir contigo.


6 comentarios:

  1. Que buena que hayas continuado con la historia me encanta espero que Ted se recupere pronto, continúala rápido por favor.

    ResponderBorrar
  2. Hola me encanta Ted Hahaha

    Espero me tomen en cuenta quiero escribir
    Una historia a donde la mando o que hago plissss ayudenme :'(

    ResponderBorrar
  3. Es de noche y son mas de las dos de la madrugada y juro que me aguanto el grito porque despertare a todos en mi casa, pero me encanto!! y conste que yo tambien quiero uno de esos sacos de boxeo! estan buenisimo PD: casa a aidan con holly pero ya!!! y lo de la cita ufff quiero leeerlo, no mas que querer me muero por leerlo!!!! asi que ya sabes actualiza esto y a mis gemelos adorados!!!

    ResponderBorrar
  4. Hola Dream felicota de leerte... Si acabo de hacerlo son las 3 y media de la madrugada pero no pude con la tentación
    La historia esta super intensa, así que no te tardes mucho por favor
    Adoro esta familia de verdas

    Marambra

    ResponderBorrar
  5. DreamGir excelente actualización ;) y encantada con estos chicos, aunque Michel me da dolor de cabeza :( jejeje me encantan todos tus chicos son muchos pero todas hermosos... sobretodo el papá ;)

    ResponderBorrar
  6. Dreaamm!!! Porque no me habías dicho que ya habías mandado!!!
    Me gusto mucho el capi y todos tus personajes son increíbles!!!
    Espero que Ted se recupere pronto, no me gusta verlo sufrir!!!
    Espero pronto ver otra actualización tuya!!!

    ResponderBorrar