sábado, 4 de abril de 2020

Capítulo 17





Daniel POV

Cuando llegamos a la casa el pastor nos dijo:
-Daniel y Pablo, váyanse a mi cuarto y me esperan ahí.
Nosotros asentimos rápidamente y nos bajamos en silencio, mientras los demás hijos del señor Pedro se nos quedaban viendo.

Yo estaba muy nervioso y preocupado por lo que podía pasar, si el pastor me quitaba el liderazgo de los niños, o peor aún, me expulsaba, de nada iba a servir todo lo que había trabajado y aguantado para llevar a cabo un plan para liberarlos de esta tiranía religiosa. 
Pensando en esto noté qué Pablo estaba muy nervioso, pues se sentaba y paraba intermitente sobre la cama del pastor.

-¿Estás bien, Pablo?
-No Daniel, tengo miedo. Me va a pegar.
Ver en ese momento a Pablo como lo que era, un niño asustado por un inhumano castigo que recibiría debido a una travesura, me conmovió, pues yo ya era responsable de estos niños.
-No te preocupes, Pablo, no te puedo prometer que el pastor Enrique no te vaya a pegar, pero voy a tratar de cubrirte.
-Gracias- me dijo sinceramente.
El pastor entró con dos varas recién cortadas del jardín, y de solo verlas sentí que la sangre se me congelaba y mi corazón comenzó a latir con fuerza. También pude ver que Pablo ponía una expresión de pánico y una lágrima se asomaba de sus pestañas.
-Pastor, hubo un malentendido, Pablo no tiene la culpa de lo que pasó.
-¿Me estás diciendo que no escuché lo que oí?
-No, no estoy diciendo eso-traté de pensar rápidamente en una buena excusa, pero mi mente estaba en blanco-yo le dije a Pablo que podía preguntarme con confianza y sin temor a represalias, así que fue mi culpa.
-De cualquier forma, eso no le da derecho a decir algo que sabe perfectamente que está mal, ¿pues qué no trató de eso la clase de hoy? -Yo asentí.
El pastor hizo una breve pausa, dejó una de las varas en la repisa y se sentó en el sofá del cuarto con la otra en la mano.
-Daniel-continuó-tu eres el responsable del alma de Pablo, así que creo que es conveniente que tu le apliques la corrección.-yo volteé a ver horrorizado a Pablo - Pero te advierto que si no se la aplicas bien, yo tendré que repetir el castigo.
Comprendí que no me quedaba de otra más que obedecer, de lo contrario sería mucho peor para mí y para él, así que sintiéndome terriblemente mal, me senté en la cama y tomé la vara de la mano del pastor, poniendo a un aturdido Pablo frente a mi.
-Pablo, créeme que no quiero hacer esto, pero te tengo que corregir por haber dicho groserías. -el asintió débilmente, con los ojos llenos de lágrimas.
-Por favor bájate los shorts.-le pedí señalando sus shorts gris claro de tela dura.
Como no me hacía caso yo mismo le desabroché el botón metálico y le bajé el short hasta las rodillas, revelando un detallado bóxer oscuro con "Bjorn Borg" bordado en el elástico.
Las indicaciones del pastor Enrique habían sido muy claras, el esperaba que los castigos fueran sin ropa, así que sujeté el elástico del bóxer para bajárselo, pero Pablo lo agarró también, evitando que se lo bajara.
-No Daniel, así no por favor, me da mucha pena.
En ese momento el pastor intervino desde el sofá.
-No tienes que tener vergüenza hijo, es como si fuera una inyección, es necesario y no tiene nada de malo. Y además es un castigo, por eso debe doler.
Pablo soltó el bóxer y comenzó a llorar.
Yo aproveché para bajárselo, y lo incliné sobre mis rodillas.
En los pocos castigos que llevaba dados me había dado cuenta de que los chicos se mueven mucho, así que aproveché para tomarle el brazo y doblárselo por detrás de la espalda, y con mis piernas atrapar las suyas, para restringir un poco sus movimientos. Finalmente con la mano libre subí un poco su playera polo para dejar libre la piel de las nalgas y tomé la vara.
Swish... di el primer azote con una fuerza suficiente pero moderada, e inmediatamente Pablo se tensó.... Swish... - Ouch!- dejó salir una exclamación de dolor.... Swish... - Ouch!- Comenzaron a notarse una ligeras marcas rojas justo donde la vara había ido cayendo.

...Swish... ...Swish... Dejaba espacio entre cada azote para que su reacción fuera más notoria al pastor sin necesidad de pegarle tanto... Swish... ... Swish... mientras sus quejidos aumentaban noté que comenzaba a forcejear un poco intentando soltarse, pero yo lo tenía bien sujetado...Swish... Swish... Swish-Aaayy! -aceleré el ritmo de los azotes para terminar más rápido, pero esto incrementó la intensidad de su llanto -Por... Favor! -trató de respirar entre el llanto... Swish... - Da.. niel,.. ya! Swish.. -Auuuch! por. ..favor! 
No vuelvo a decir pendejo nunca más.-Iba a detenerme aquí pero dejé caer un varazo más. Swish. -Auu! Snif Snif 
Yo lo solté, y en cuanto Pablo se dio cuenta de que había terminado el castigo se llevó las manos atrás para sobarse y frotarse en un desesperado intento por reducir el escozor. 
Dejé que se quedara sobre mis rodillas hasta que se calmara un poco, y un minuto después lo puse de pie y le subí lo más cuidadosamente que pude el bóxer, aunque sí hizo una expresión de dolor cuando rozó la piel castigada. No tardó en recordar su vergonzosa situación, y sonrojándose visiblemente se subió el short algo bruscamente, emitiendo un quejido audible en el proceso. Yo le pasé un Kleenex para que se sonara, lo cual hizo ruidosamente y ya se iba a salir de la habitación cuando lo llamé. 
-Pablo, te falta tu oración de arrepentimiento. 
Él asintió y se regresó para hacer su oración. 
Cuando terminó y salió de la habitación, recordé que seguía yo y volteé a ver preocupado al pastor Enrique, que había permanecido en el sillón observando en silencio. Su expresión era ilegible, pero después de unos incómodos segundos me sonrió. 
-Pues bien, no tengo ninguna queja, lo manejaste todo a la perfección. Aunque ahora es tu turno, en verdad no puedo creer que hayas consentido que haya dicho eso, y hasta te reíste con él. -Tomó una Biblia y leyó el versículo de qué es mejor aventarse de cabeza al mar con una piedra atada al cuello, que ser tentación a los pequeños.-Sé que todavía no eres un adulto, pero muy pronto lo serás, y uno responsable de muchas almas. Por eso no puedo permitir que promuevas y consientas ningún pecado por insignificante que te parezca, pues no hay pecado pequeño ¿lo comprendes?


Yo asentí y el se levantó y tomando la otra vara, que era un poco más grande, señaló la cama. 
Yo ya sabía que hacer, así que me alinee con la cama y desabroché mi cinturón para bajarme el jeans. 
Por más acostumbrado que estés, siempre es vergonzoso desnudarse frente a alguien más a esta edad, pero lo hice mecánicamente para ahorrarme la vergüenza de que él lo hiciera, bajándome el jeans hasta las rodillas e inmediatamente después mi bóxer negro. Una vez desnudo me tumbé sobre la cama con los brazos cruzados frente a mi, como me lo había indicado otras veces, y descansé mi cara en la almohada, cerrando los ojos en espera del primer varazo.
Swish... Lo escuché primero e inmediatamente después sentí un dolor intenso acumulado en la franja en la que había caído la vara. Mi reacción inmediata y natural fue dar un brinquito en la cama mientras mi mente procesaba el repentino dolor, tensándome, pero no me levanté. Swish... Ya estaba más preparado mentalmente para este, pero no para el intenso dolor que me produjo, definitivamente me estaba pegando muy fuerte, más fuerte de lo normal. Swish... Swish... Comencé a quejarme audible pero inteligiblemente. Mi cuerpo abandonó la resolución de no moverme de mi mente y traté desesperadamente de cubrirme el trasero y sobarme para reducir el escozor, pero la posición en la que estaba me lo impidió, pues mi cuerpo descansaba sobre mis brazos que estaban cruzados.
Swish... Swish.... Aquí ya no lo soporté más y me levanté como pude, gusaneando con mi cuerpo, todavía con mis brazos cruzados. Pero en cuanto logré separar los brazos, para tratar de aliviar mi maltratado trasero, unas manos detuvieron firmemente mis manos y no pude concluir mis planes de alivio. Miré con frustración hacia su cara, casi como desconectado de mi propio cuerpo ¿quién se atrevía a impedir el alivio que tan desesperadamente necesitaba, pero al encontrarse mis ojos con los del pastor Enrique, calmados y profundos, casi tan oscuros como un hoyo negro, mi corazón se hundió. 
-Hijo, no menosprecies la disciplina-dijo con voz calmada, parafraseando un versículo. 
Pero para ese momento el dolor había disminuido un poco y mi mente regresaba al control. Recordé con terror que el pastor indicaba a los padres y demás autorizados a disciplinar que si un niño no cooperaba durante el castigo, se le tenía que aumentar el castigo, para que aprendiera. El pánico me invadió como si fuera un niño pequeño, aunque por supuesto, ya no lo era, yo si podía salir corriendo y escapar de este hombre. Estaba a punto de echarme a correr, de intentar escapar, pero recordar la cara de Pablo aterrorizado ante el castigo hace solo un rato, la alegría de mis niños cuando castigue a Benito, y mi resolución de liberar a estos niños y otros tantos de la opresión del pastor Enrique, me devolvió la fuerza de voluntad y pude pensar con algo de claridad. 
El pastor me miraba con calma, no sabía cuánto tiempo había pasado, ni recordaba lo último que me había dicho pues yo estaba pensando en otra cosa, pero al parecer se dio cuenta cuando me había controlado, porque me empujó levemente hacia la cama, cruzando mis brazos. Yo no me resistí, y el tampoco me obligó, simplemente me guió como a un muñeco de trapo hacia la posición del tormento. Pero esta vez ya estaba preparado, me tensé y traté de pensar en otra cosa. 
Swish... -Auch! - No pude evitar exclamar de dolor. "Piensa en otra cosa" le decía a mi mente una y otra vez. "Tu sabes resistir el dolor, lo has hecho en campeonatos de tenis." Swish... Swish... -Auuuu!-, me solté a llorar de nuevo, mientras el dolor incrementaba rápidamente, pues el pastor ahora estaba acelerando el ritmo de los varazos. Swish... Swish... 
El dolor y ardor se volvía insoportable. Y yo trataba desesperadamente de mantener la posición, mientras movía inconscienteme mi trasero de un lado a otro y lo tensaba y destensaba tratando de reducir el dolor. "Piensa" me decía a mi mismo "el dolor no existe, son solo señales eléctricas y químicas en tu cerebro." 
Swish... Pero es que ¡parecía tan real! Ya no aguantaba. -¡Ya por favor! -rogué. Swish Swish... Traté de levantarme, consiente o inconscientemente, pero esta vez no pude, pues el pastor estaba apoyando un brazo sobre mi espalda para detenerme. Sentí que la fuerza de voluntad me abandonaba, y que me quedaba sin ganas de luchar. ¿Así se sentía la desesperanza? Había leído en un libro de un príncipe bastado ambientado en la edad media, que cuando lo torturaban, llegaba un momento en el que dejaba de importarle. Dejé caerme de nuevo en la cama, relajando mis músculos. Swish... No quiere decir que ya no me doliera, claro que cada nuevo golpe parecía un infierno y me hacía exclamar de dolor, pero como que ya no aumentaba tanto el dolor de cada golpe con respecto al anterior, y sobre todo como que me sentía vencido, y sin ganas de luchar. El pastor le llamaba "Romper la voluntad". Era el punto deseable de la disciplina, según sus enseñanzas, quizás el fin de mi tormento se acercaba. Swish..
Al parecer el pastor notó que había dejado de reaccionar, y me dió uno tan fuerte, que me hizo brincar y exclamar con mayor volumen, pero permanecí en mi lugar, tratando de convencerme que estaba próximo a terminar. 
Pero el siguiente no llegó, unos instantes después me atreví a abrir mis húmedos ojos y entré las lágrimas descubrí la causa, la vara en manos del pastor estaba, rota, solo quedaba un tercio y los otros dos pedazos descansaban sobre la cama y en el piso. 
-Bueno-dijo el pastor -normalmente aquí hubiera acabado tu castigo, Daniel. Pero como no cooperaste al principio, tendré que castigarte un poco más. 
Mi corazón se hundió todavía más, y sin poder evitarlo comencé a llorar de nuevo. 
-No, por favor, Pastor, no me pegue más. Ya aprendí qué no debo alentar ni tolerar el pecado entre los niños a mi cargo, y que no debo decir groserías, pero por favor, ya no me pegue. 
El me miró con calma, casi con ¿diversión? No lo sé, pero por lo menos me estaba escuchando. 
Finalmente habló:
-Así como la justicia es importante, también lo es la misericordia, si no, estaríamos perdidos por toda la eternidad. Resiste hijo. Solamente será la mitad. 
-Gracias, Pastor, muchas gracias-me escuché decir, incrédulo de que esas palabras hubieran salido de mi boca para ese monstruo. ¿Qué me estaba pasando? Lo había estudiado en las enseñanzas del pastor, los niños y adolescentes se volvían dóciles con la vara. "Reacciona!" Me dije a mi mismo. 
El pastor tomó la otra vara, la que yo había usado para castigar a Pablo, y yo me volví a acomodar en posición. 
Pero los golpes me volvieron a tomar por sorpresa, pues los varazos cayeron en medio de mis todavía casi intactos muslos, salvo por la parte más superior. Swish... Swish... Swish... Swish... 
Cuatro rápidos, que me dejaron sin aliento y pataleando de dolor.


En ese momento sentí unas manos descansar en mi espalda, y una voz suave:
-Daniel, hijo, ya terminó el castigo.-Y esas manos me ayudaron a ponerme de pie, y sentí que me abrazaban. Me sentí muy aliviado y agradecido con la persona que me estaba abrazando, en este momento en el que me sentía tan mal, tan adolorido y derrotado. 
Me llevé las manos atrás para sobarme, pero en cuanto toqué mi trasero di un brinquito y exclamé de dolor, las marcas las había sentido más profundas, y no recordaba que me doliera tanto tratar de sobarme de ninguno de mis castigos previos. Sentía mi mano mojada, seguramente de sudor. Pero cuando me iba a limpiar las lágrimas con el dorso de mi mano, noté que estaban rojas. Tardé unos momentos en darme cuenta el por qué. Era sangre, el castigo había sido tan fuerte que el pastor me había sacado sangre. Inmediatamente me tensé, y tuve que hacer acopio de toda mi racionalidad y fuerza de voluntad para no golpear a la persona que me estaba abrazando y salir corriendo. Si lo hubiera hecho, de nada serviría todo el esfuerzo que estaba haciendo par llevar a cabo mi plan. El odio crecía al mismo ritmo en el que recobraba la razón y recordaba que este mismo hombre era el que me había atormentado. 
Como pude me desembarace de su abrazo, tratando de que no notará mi disgusto con él. Me subí el bóxer exclamando audiblemente de dolor cuando tocó mi lastimada piel.
-Cuidado-me dijo con una sonrisa, como un padre le dice a su hijo cuando se lastima levemente con algo obvio.
Hace unos momentos me hubiera ablandado aún más, pero en estos momentos solo aumentó mi ira. Traté de disimular una sonrisa.
-Voy a hacer mi oración, le dije.
-Bueno, entonces te dejo a solas para que te pongas a cuentas con el cielo, hijo.
-Gracias pastor, por disciplinarme y enseñarme los santos caminos de la iglesia de los elegidos. 
-De nada, me dijo con una sonrisa, y salió, cerrando la puerta.
Yo me arrodillé en la cama, para simular, por si acaso estaba ahí afuera observando.
-Perdóname, si existes, porque voy a destruir a este hombre para que deje de destruir las vidas de los demás. -Recé en silencio, y luego comencé a divagar en mi mente. 
Después de unos minutos, finalmente estaba más calmado, así que me levanté, y traté de subirme el jeans. Pero era imposible aguantar la dura tela, así que me lo volví a bajar hasta los tobillos, tratando de jalar la playera hacia abajo para que me cubriera un poco. Abrí la puerta y me asomé. No había nadie, y mi cuarto estaba a unos metros del del Pastor. Así que decidí arriesgarme, y corrí hacia el cuarto. Afortunadamente no me topé a nadie, principalmente porque temía otra paliza si el pastor me encontraba paseando semidesnudo por la casa, aunque también me daba un poco de vergüenza que alguno de los niños me viera así después del castigo. Entré y cerré la puerta, dirigiéndome inmediatamente al baño. Me quité los tenis, el jeans y después traté de bajarme con cuidado el bóxer. Fue ahí en el espejo que pude ver que tan duro había sido el castigo. Tenía un par de moretones en la parte baja del lado derecho, y un corte justo en la parte superior del muslo derecho, y tenía otro corte más pequeño del lado izquierdo. El resto de mi trasero y muslos estaba cubierto de marcas rojas y rosas en un patrón poco ordenado. De las cortadas no salía sangre a montones, de hecho solamente tenían un poco de sangre en la superficie y algo más de suero cicatrizante, me preguntaba si dejarían alguna cicatriz permanente o solamente una marca temporal como el resto de mis castigos hasta ahora. Me armé de valor y después de lavarme las manos con agua y jabón hice lo mismo con mis heridas, tratando de aguantar el dolor, pues no quería que se me infectaran, pues no quería ni imaginar la vergüenza de tener que ir al doctor por una heridas infectadas de un castigo de azotes a esta edad.
Finalmente me lave la cara y me soné, me sequé con una toalla y me dirigí a mi cama, acostándome boca abajo, desnudo de la cintura para abajo. Me sentía muy cansado así que acomodé mi cara en la almohada. Noté que hacía un poco de calor, pero no tenía ganas de pararme a prender el aire acondicionado. Debatiendo en mi mente entre si pararme o no a prenderlo, me quedé dormido.


Me despertó un portazo.
-Daniel, Daniel, te hablan por teléfono. -escuché una voz animada y aniñada.
Abrí los ojos y traté de incorporarme, quejándome al sentarme y sentir inmediatamente el dolor en mi trasero.
Estaba todavía adormilado, pero la persona que había entrado ya no estaba, sino que se había salido corriendo y escuché su voz desde fuera.
-Perdón Daniel, no sabía... Perdón de verdad, casi no vi nada.
Y entonces mi mente comenzó a reaccionar. El niño era John, el hijo del pastor, que seguramente me traía una llamada de mis papás. El dolor era por el castigo que me había llevado hace algunas horas o minutos, no tenía idea, y eso me llevó a caer en la cuenta de que estaba desnudo de la cintura para abajo. Ah, y seguramente por eso se estaba disculpado John, seguramente había entrado y había visto mi descubierto trasero, y por la obsesión de estas personas con la modestia eso era impensable, o mejor dicho, con la falsa modestia, pues a la hora de los castigos esto se les olvidaba.
-No te preocupes, John, dame un segundo.
Como pude me levanté, y busqué un pants entre mi ropa. Una vez que lo encontré, me lo puse tratando de evitar al máximo el roce con la piel, aunque fue un poco en vano y no pude evitar quejarme. Seguramente, como el clásico dicho, pasaría algún tiempo sin poderme sentar cómodamente.
Abrí la puerta.
-Pasa John. ¿Quién es?
-El papá de Benito.
Yo lo miré confundido.
-El niño de tu grupo, que castigaste hoy.
-Ah. -dije recordando. Y tomé el teléfono.
-Bueno
-Bueno, buenos días, pastor Daniel. Lamento muchísimo importunarlo, pero le hablaba porque necesito saber qué pasó realmente con mi hijo el día de hoy.
"Lo que me faltaba" pensé "un padre molesto porque castigue a su insoportable hijo".
-Buenos días, señor
-Mario
-Señor Mario, su hijo no respetó las normas cuando estábamos haciendo la oración, abriendo los ojos e interrumpiendo la oración a la mitad. Tuve que corregirlo, pues tenía que sentar un precedente ante sus compañeros para que no hicieran lo mismo, además de que su hijo reconoció haber abierto los ojos durante la oración, lo que me dejó sin opción más que corregirlo, pero reconozco que en general su hijo es muy buen portado (pedante me hubiera gustado decir).
-No, no, lo comprendo a la perfección, de verdad una disculpa, no puedo creer que mi hijo haya interrumpido la oración. Ahorita mismo va a recibir una corrección acorde a su falta de respeto tan grave contra la iglesia.
¿Que? Mis oídos no daban crédito a lo que estaban escuchando. Yo pensé que este señor me iba a reclamar por por haber castigado a Benito, pero lo que pretendía era castigarlo dos veces. El escozor que todavía sentía en mis posaderas me recordaba de lo que eran capaces estás personas así intervine rápidamente.
-Señor Mario. ¿Sigue ahí? Señor Mario.
-Si, pastor Daniel, aquí sigo.
-Por favor, escúcheme, no es necesario que vuelva a corregir a su hijo. Yo ya lo hice. Y lo hice con suficiente severidad.
-Si pero no puedo tolerar estas faltas de respeto. ¿Imagínese si el pastor Enrique se entera? , hasta podría expulsarnos de la iglesia y acabaríamos yo y toda mi familia en el infierno, por el resto de la eternidad.
-Señor Mario, escúcheme por favor con atención.
El pastor Enrique no se va a enterar, pero incluso si se enterara, los niños cometen errores, y por eso se les disciplina, y yo ya lo corregí. Para enseñarle que no lo debe volver a hacer. Además es importante que el niño comprenda el perdón, no solo la justicia, para que pueda creer en el mensaje de salvación. Si no hubiera perdón ¿de que serviría el estar conscientes de la justicia? Simplemente sería peor tormento saber que todos iríamos al infierno. -Yo mismo estaba sorprendido de mi argumentación basada en lo poco que había tenido tiempo de aprender de las enseñanzas del pastor y de la iglesia, pero la situación lo ameritaba. Me sentía como cuando, sin haber estudiado mucho, cuando era determinante, lograba sacar una buena nota en un examen.
Al parecer mi argumento convenció al señor Mario, pues al final respondió:
-No puedo negar lo que dice, pero aún así me enfurece el comportamiento de me hijo ¿Está seguro, Pastor? Aunque quién soy yo para cuestionar su sabiduría divina, que realmente me deja sorprendido. Muchas gracias Pastor, por iluminar nuestro camino. Que Dios lo bendiga.
Yo exhalé de alivio, había logrado controlar la furia de un fanático. Sin importar qué tan insoportable fuera este niño, no merecía el inhumano castigo que iba a recibir, y además no me perdonaría ser parte de un episodio de violencia familiar, que dada la furia que había escuchado en el padre, podría haber acabado en el hospital o algo peor. En ese mismo momento quedé más convencido que nunca de la necesidad de lograr mi plan.
-Igualmente-dije y colgué.
John estaba sentado en su cama, meciendo sus piernas y mirando nerviosamente la ventana. En cuanto colgué volteó hacia mí, y noté que tenía una lagrima en sus ojos.
-¿Qué pasó, John? -le dije con voz suave, acercándome.
-Perdón, Daniel, yo.. Snif.. Snif. .. no sabía que no tenías ropa. Yo solo venía a darte el teléfono.
-Yo sé, pequeño. Te perdono, no fue tu culpa. -le dije poniendo mis manos sobre sus hombros.
El asintió pero siguió llorando.
Me incliné frente a él.
-¿Por qué sigues llorando?
-Es que... Snif.. Snif.. Mi papá me va a pegar.
-Pero no fue tu culpa
-No. Snif.. Si fue. El me dijo que tocara la puerta antes y a mi se me olvidó.
No, no, no. No lo podía permitir. Pero solo había una forma de evitarlo, y era lo que menos quería hacer en este momento. Supuse que así se sentían los veterinarios cuando tienen que dormir a los animalitos para que dejen de sufrir.
-¿Está bien si yo te castigo? Tu padre debe estar ocupado ahorita, y yo no. -Yo sabía que su padre no lo volvería a castigar si lo castigaba yo. 
El asintió, llorando todavía.
-Espérame aquí un momento. 
Yo me dirigí rápidamente al cuarto del pastor, donde todavía estaban las varas que había usado para castigarme, y tomé la más corta, que todavía no estaba rota, partiéndola a la mitad, para dejar una vara mucho más pequeña. 
Después regresé y me senté en la cama del pequeño John. Le indiqué que se levantara y se pusiera frente a mi, lo que hizo con algo de lentitud. Sin decir nada más desabroché su cinturón negro y bajé su pantalón beige hasta los tobillos, después tomé el elástico de sus calzoncillos blancos, bajándolos igual hasta los tobillos. Sin perder el tiempo lo levanté y coloqué sobre mis rodillas, sin encontrar resistencia de su parte. El sollozaba levemente mientras yo trataba de pensar en cómo castigarlo de la manera más leve posible sin que sospechara que no lo estaba castigando. Una de las cosas que hice fue jalar su camisa hacia abajo, para que le cubriera las pompitas. Seguramente ni cuenta se daría, pues el pensaba que estaba desnudo, pero algo haría la tela para disminuir el dolor. Tome la vara y dejé caer el primero, agitándola lo suficiente para que sonara el clásico Swish, pero solo haciendo contacto con la primera mitad de la ramita y su piel, tratando de que la punta de la vara que es más flexible y tiene más momentum acumulado, no pegara en su piel sino en mi pantalón.
Sus sollozos se incrementaron un poco, y se tensó tantito, pero no exclamó de dolor cuando la vara impactó, lo que quería decir que aunque mentalmente creía que ya lo estaba castigando, realmente no le estaba doliendo casi.
Swish... Swish... Swish... Continué dejando espacio y midiendo mi fuerza para que apenas fuera suficiente para silbar la vara.
Swish... En ese calculé mal y la punta sí pegó en su piel descubierta, haciéndolo brincar un poquito y exclamar de dolor. Swish... Swish... Swish... Continué cuidando de que no volviera a pasar.
Finalmente para que no sospechara nada, y por si su padre revisaba, dejé caer uno fuerte en la piel descubierta. SWISH...
AUUUUU! gritó, llevándose las manos atrás para sobarse, y yo lo dejé así hasta que se calmó un poquito. Solamente estaban un poco rojizas la marca de la punta que no había calculado y esta última a lo largo de sus posaderas, y el resto de los golpes prácticamente ni se notaban. Lo había logrado, "castigar" al niño sin lastimarlo, y dejarlo llorando para efectos de la farsa.
Aún así me odiaba por haberlo hecho. Levanté al niño con cuidado, le subí su ropa interior y su pantalón, le di un abrazo y le susurré al oído:
-Ya pasó, ya terminó.
Él asintió y me abrazó con más fuerza.
-Perdón Daniel.
-Perdonado-le volví a decir, aunque realmente no había hecho nada malo. 
Finalmente el me soltó y se arrodilló en su cama para hacer su oración. 
Yo lo observé con lágrimas amenazando salir mis ojos. Nunca me había sentido con tanto propósito en toda mi vida, sentía una responsabilidad impresionante de ayudar y rescatarme a mi y a todos estos chicos conmigo de las garras destructoras del fanatismo. En mi mente agradecí al pastor por haberme castigado hoy, no porque lo mereciera, sino porque había reforzado mi visión y voluntad de acabar con su reino, y además me había concientizado respecto a la gravedad de los castigos que aplicaba a mis niños. Pues yo mismo había empezado a justificarme cuando les pegaba, e incluso a veces les había causado más dolor del necesario para mantener la farsa, pensando que tal vez lo merecían. Pero ahora había comprendido que la frontera entre esos castigos "moderados" y "justos" y los brutales, era muy pequeña.

Nota de Wenseslao:

Lo sé, me había desaparecido por mucho tiempo. Pero la contingencia sanitaria me permitió escribir este capítulo que llevaba meses inconcluso. 
Espero que todos estén bien, cuídense mucho.
La buena noticia es que ahora si tengo mucho tiempo libre para escribir en esta y mis otras historias.
Los aprecio mucho, queridos lectores, y como siempre, estoy ávido por leer sus comentarios, mensajes y demás.




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