CAPÍTULO
39: UN HALLOWEEN ACCIDENTADO – Parte 1
Ahí estábamos, tumbados en la cama de papá. Aidan en el medio, Michael a un lado y yo al otro. Sus brazos nos hacían de almohada y con sus manos nos acariciaba el pelo. No parecía importarle que se hiciera tarde para la comida: nos estaba mimando y el tiempo se había detenido para él. Uno podría acostumbrarse a estar así. Era muy relajante, y me llenó de paz por dentro y por fuera. En varios momentos dejé la mente totalmente en blanco concentrándome únicamente en el sonido de mi respiración. Sus dedos en mi pelo corto eran como una droga, que hacía que todo importara realmente poco y mi respiración se ralentizara. Eso es lo más cerca que me había encontrado nunca de la meditación, o algo así.
- A ver si vais a coger frío – dijo papá, al cabo de un rato.
Eso me trajo de
vuelta a la realidad y me recordó que Michael y yo estábamos en calzoncillos.
Me daba vergüenza que mi hermano supiera que papá me había castigado, pero
supuse que a él podía pasarle lo mismo, así que estábamos en empate. Como por
acuerdo tácito, ninguno de los dos había hecho comentarios hasta el
momento.
-
Frío….ya….si
más bien estamos calentitos – murmuró Michael. Vale, me había equivocado. Por
lo visto él vergüenza ninguna. Lo que es yo, en ese momento deseé que la cama
de papá se hundiera bajo tierra.
Aidan se rió
suavemente y sacudió la cabeza. Se giró un poco para besarle en la frente y yo
les observé con curiosidad. No por el beso, lo cual era ya algo habitual con
Aidan, sino por la forma de comportarse de Michael. Parecía tenerle mucha
confianza y empezaba a hacer comentarios como aquél, de niño mimoso.
Comentarios que, siendo sinceros, yo no me atrevía a hacer, pero no porque no
tuviera confianza con papá sino por cuestión de carácter. Michael era todo lo
que yo no era, y sin embargo en el fondo sí nos parecíamos. Puede que él fuera
desvergonzado, pero también tenía sus momentos de timidez cuando le demostraban
un afecto que no creía merecer. Como en aquél momento, tras el beso de papá. Se
encogió un poco con una sonrisa dubitativa.
-
Pues si
no quieres estar calentito ya sabes… a portarse bien.
-
Ay papá,
cómo eres….¿no puedes dejar de regañarme ni un segundo?
¿Papá? Michael le
había llamado papá.
Había pensado que
cuando ese momento llegara me dolería un poco. No sabía si habían firmado o no
los papeles, pero en cualquier caso Michael podía ser el hijo de Aidan a todo
los efectos, como señaló Alejandro una vez, porque no eran hermanos de sangre.
Sin embargo eso apenas se pasó por mi cabeza, porque vi la enorme cara de felicidad de papá. Él le
había llamado “hijo” prácticamente desde el primer momento, y creo que esa fue
parte de la clave de que todo hubiera ido bastante bien hasta entonces: Michael
había encajado perfectamente en casa, como la pieza de un rompecabezas que
siempre ha faltado pero nunca has sido consciente de ello.
Reflexioné sobre la
complicada cuestión de que Michael fuera a la vez mi hermano mayor y mi
sobrino. Aunque eso en realidad me pasaba también con todos los demás: eran mis
hermanos, pero también mis sobrinos al ser “hijos de Aidan”. Todo era demasiado
complicado. De pequeño pensar en eso me daba dolor de cabeza, pero papá siempre
se ocupó de que tuviéramos claro nuestro origen, porque no quería mentirnos sobre
nuestro pasado. A veces me preguntaba si hacía lo correcto al decirnos que
ninguno de nosotros fue un hijo deseado, pero llegué a comprender que siempre
es mejor saber la verdad por dolorosa que sea que descubrir un día que siempre
te han mentido. Y aprendí que bastaba con que él sí quisiera tenerme como hijo.
Un momento muy importante en nuestra vida fue cuando Aidan decidió hacernos un análisis de ADN, más o menos cuando yo tenía doce años. Al fin y al cabo era lógico que tuviera sus dudas respecto a que todos fuéramos hijos de Andrew, dada la vida que llevaba. No siempre se hizo la prueba de paternidad, y no siempre podías fiarte de la palabra de una mujer embarazada, desesperada por encontrar a alguien que se hiciera cargo de un hijo que no quiere. Cuando papá nos dijo lo que se proponía, Alejandro y Harry montaron en cólera. Harry simplemente era un niño de ocho años que no quería que le pincharan para sacarle sangre, pero Alejandro sintió verdadero pánico ante las pruebas que demostrarían si Aidan era nuestro hermano biológico o no. Papá decidió hablarle entonces como un adulto. Quizá la primera vez en sus diez años le habló sin edulcorarle las cosas, de hombre a “hombre”.
-
No
cambiará nada si da negativo, Jandro – le aseguró. – Pero tengo que saberlo por
temas de compatibilidad genética. Por si algún día, Dios no lo quiera, le pasa
a algo a alguien y es necesario una donación o algo así. Para cualquier asunto
médico es necesario saber ciertas cosas. Antes de saber lo que le pasaba a
Dylan, creí que había nacido sordo o con alguna otra complicación. Bastante
tengo con no saber los antecedentes médicos de vuestras madres…. Al menos sé
los de Andrew, y con las pruebas sabré si podéis heredar o no alguna
enfermedad.
El resultado del
estudio genético probó que todos teníamos un mismo padre y una parte de mí se quedó más tranquila, pese a saber
que Aidan no nos hubiera dado de lado de no ser así. Pero si ya dolía ser
rechazado por tu padre biológico, ser “el acoplado” hijo de “quien sabe quién”,
hubiera dolido mucho más.
No sé qué le estaba
diciendo papá a Michael, pero en ese momento le interrumpí al apretarme más
contra él. Papá se calló y me miró confundido. Luego sonrió y medio me abrazó.
-
Qué
cariñoso estás tú ¿no? – susurró. – A
veces me gustaría que volvieras a ser pequeño, para que me abraces así como lo
haces ahora.
-
Pero si
estoy todo el día pegado a ti… - protesté.
-
Sólo
cuando soy yo el que te abraza - insistió – Me gustan estos ataques espontáneos
de mimitis.
-
No es
mimitis – me quejé, porque me sonó muy infantil.
-
¿Ah no?
¿Y qué es?
-
Es
“tienes-que-mimarme-porque-me-has-pegado-itis” – dijo Michael. Le tiré la almohada a la cara, muerto de
vergüenza - ¡Oye!
-
Mira que
Michael lleva menos aquí y parece entender mejor que tú que conmigo sobran las
vergüenzas. Voy a mimarte hasta que se me caiga la mano, canijo. – dijo papá.
Me gustara que me
llamara “canijo”. Me hacía pensar en él como un hermano, más que como un padre
y a veces eso estaba bien.
Aceptando que iba a
ser tratado como un crío y lo cierto es que sin estar del todo disgustado por
la idea, dejé que Michael siguiera haciendo bromas y que papá alternara los
mimos con las cosquillas, porque eso me hacía olvidarme del motivo por el que
me había castigado. Sin embargo en un determinado momento Michael se inclinó
hacia la mesilla de noche de papá y
cogió de ahí su radio.
-
¿Aún
existen cosas de estas? ¿Y tú la usas?
¿Qué tienes, ochenta años?
-
Ja, ja.
Muy gracioso. Puede ser muy útil, Michael. La mayoría de entrevistas que me
hacen son en la radio. Y me gusta escuchar la música que echan.
Michael encendió el
aparatito y lo dejó puesto en un programa en el que hablaban de famosos. A él
parecía gustarle el fútbol, y conocía a todos los futbolistas que mencionaron.
El programa no me gustaba demasiado, era de esos que parecían vivir de
destrozar la vida de “las celebritis” –así les llamaban - criticando hasta cómo
vestían.
-
Y pasamos
ahora a otro asunto. Tom, ¿a ti te suena
el apellido Whitemore? – preguntó uno de
los locutores.
-
Es el de
ese escritor ¿no? El que tiene casi más
niños que libros.
-
El mismo.
Aidan Whitemore. Pues resulta que…
-
¿Más
libros que niños? Eso es mentira, tienes como treinta libros publicados
¿no? - preguntó Michael, sin estar muy
seguro.
-
Veintinueve
– dijo papá. Muchos de sus libros eran de cuentos infantiles, y de esos a veces
publicaba dos al año. – Pero déjame
escuchar, por favor.
Supuse que irían a
hablar del libro nuevo de papá, y era importante lo que dijeran porque si lo
dejaban bien podía significar más ventas.
-
… uno de
sus hijos ha resultado ser un pandillero.
– continuó un locutor.
- ¿Qué me dices?
-
Saldrá
mañana en todos los periódicos. Por lo que leo aquí parece ser que todo fue por
una chica. El angelito se fue a los
puños enseguida e incluso tenía un arma blanca con la que amenazó a varios
jóvenes que sólo le hicieron un piropo a su novia.
-
¿Por un
piropo les amenazó con un arma?
-
¡Y les
golpeó hasta hartarse!
-
¡ESO ES
MENTIRA, ES MENTIRA! – grité, incrédulo. No podría creer lo que estaba
escuchando. Era una broma ¿no?
-
Qué
barbaridad… algunos adolescentes están muy perdidos…¿Se sabe ya qué va a ser
del chico?
-
Parece
ser que lo llevarán a un correccional.
-
¡¡¡MENTIRA!!!
-
Ted,
cariño, claro que es mentira, pero déjame escuchar - pidió papá, apretando mucho los puños y la
mandíbula. Pocas veces le he visto tan enfadado – Si voy a demandarles quiero
enterarme de todo lo que dicen.
-
Ahora
mismo es donde debe estar. Tal vez un correccional le dé a ese chico lo que
necesita: atención personalizada, y no un hermano vividor que claramente no
puede hacerse cargo de tanto niño.
- ¿Qué coño…? –
gruñó Michael - ¿Qué mierda acaban de decir sobre ti, Aidan? Así, lo dejan caer
como si nada los muy cabrones…
Yo estaba tan
enfadado o más que Michael. ¿Mi padre un vividor? ¿Yo un pandillero? ¡Esa gente
no nos conocía! ¡Sólo vendían puro chisme! Me estiré hasta la radio y la
apagué, muy cabreado. Después, poco a poco, la furia se fue transformando en
una profunda culpabilidad. Le había traído muchos problemas a papá. Tal vez
aquello afectara a su éxito, y desde luego afectaba a su imagen. Ahora todo el
mundo iba a pensar que él era un mal padre y yo un delincuente. Y todo porque
yo era idiota y no podría quedarme quieto en casa.
-
Papá… lo
siento…. –murmuré. Sabía que con “lo siento” no era suficiente, pero algo tenía
que decir.
-
¿Qué?
Ted, esto no es culpa tuya. Es de esos malditos periodistas que sólo saben
molestar ... bueno no todos, pero….
De pronto papá
parecía nervioso, y recordé que la mujer con la que había salido la noche
anterior era periodista. No me había querido hablar de aquello, así que no
debía de haber ido muy bien…
Las palabras que
había escuchado en la radio resonaron en mi cabeza por un rato. Mi intuición me
decía que eso iba a tener mucha repercusión mediática, al igual que la tuvo la
pelea por la custodia de Alice. ¿Y si alguien decidía revisar nuestros casos,
pensando que papá no era bueno para nosotros? ¿Y si le acusaban de negligente,
o le culpaban por todas esas cosas que decían de mí? Eramos adoptados, al fin y
al cabo, o ni siquiera eso… Papá sólo era nuestro tutor… si creían que no podía
hacerse cargo de todos nosotros…tal vez…tal vez nos separarían…tal vez….
-
Ted, Ted….¿qué te ocurre? Teddy… ¿estás llorando?
-
No - negué, pero la debilidad de mi voz debió de
traicionarme porque papá chasqueó la lengua y me abrazó con fuerza.
-
Se van a
acordar de esto… - gruñó.
-
Aidan´s POV –
Nadie hacía llorar a mi hijo. Nadie.
¿Qué mi niño debía estar en un correccional? ¡Por encima de mi cadáver! No había en el mundo nadie que se lo
mereciera menos que Ted.
Aunque como padre no podía estar de acuerdo, lo que había hecho mi hijo
al enfrentarse a aquellos matones podía calificarse de heroico. Volver al día
siguiente había sido una estupidez, y por eso le había castigado, pero no había
dejado de estar orgulloso de la valentía de mi hijo. Ted era una buena persona,
un buen hombre ya, y que mintieran así sobre él era horrible. Por supuesto
pensaba tomar medidas legales, pero lo que en verdad quería era tener a esas
personas delante y darle unos cuantos puñetazos. Me alegré de que mis hijos no
pudieran leerme el pensamiento, porque eso iba en contra de todo lo que yo les
enseñaba y defendía. Con mi hijo no. Simplemente eso.
Le noté muy afectado, quizá demasiado. Hacía tiempo me había propuesto
alejarles de la vida pública… Al fin y al cabo yo era escritor y no actor o
cantante, así que tampoco es que los paparazzi me persiguieran. No obstante
siempre había llamado la atención de los medios el hecho de que tuviera tantos
hijos así que dejé claro desde un principio que ellos no eran noticia, y que
les dejaran al margen. No quería que mi carrera les salpicara… Sabía cómo eran
muchos reporteros de determinados programas: buscaban la noticia que más audiencia
les diera, y si no la tenían se la inventaban o la modificaban a su
antojo. Eso mismo habían hecho con Ted,
pero a mi hijo pareció afectarle en serio. Le vi luchar contra las lágrimas y
aquello me paralizó un momento, porque no estaba acostumbrado a verle llorar
tantas veces en un día. Le abracé mientras planeaba diversas formas de tortura
para quienes le habían calumniado, pero noté que el contacto no le
reconfortaba.
-
¿Qué
pasa, Ted? No les escuches… nosotros
sabemos que no es cierto y con eso basta ¿eh?
-
Todos van
a pensar que soy un monstruo…van a pensar… van a pensar cualquier cosa… Te han
acusado de mal padre… ¿Y si nos separan de ti por mi culpa?
-
Tendrán
que matarme para que eso ocurra – le aseguré.
Dios mío. Por un segundo el temor de mi hijo se convirtió en el mío.
Luego me obligué a pensar con lógica y con frialdad. No te quitan a tus hijos
así como así, y en cuanto aquello se investigara un poco se descubriría que
esos locutores habían mentido. Los mismos agentes de la noche anterior podían
hablar a nuestro favor.
- Nadie me separará de vosotros. Jamás. Y si alguien piensa de ti
cualquier cosa diferente a “qué chico tan increíble y maravilloso” será porque
sus neuronas no conectan bien. Esa gente
no te conoce, Ted. Solo dicen mentiras,
y nadie consigue nada con mentiras. La verdad siempre gana, campeón, tarde o
temprano.
Ted se calmó enseguida, pero no se quedó tranquilo del todo. Empezó a
decir cosas como “soy un idiota” y “siento haberla cagado tanto”. Me preocupaba que fuera tan duro consigo
mismo y aún tenía que hablar con él de las cosas que le había oído murmurar más
temprano: toda esa tontería de que era un “aborto fallido” y otras burradas.
Ver que se odiaba tanto dolía mucho, y de alguna forma tenía que ser culpa mía,
por algo que había estado haciendo mal. Me hacía dudar del hecho de haberle
castigado, pero en realidad hasta escuchar aquella sarta de mentiras todo había
ido bastante bien. Estaba disfrutando de un rato cariñoso con mis hijos y Ted
no parecía deprimido, sino sólo mimoso.
Lo cierto es que Ted me hacía plantearme muchas cosas. Era consciente
de que era una persona excepcional, muy sensible y alejado de la media
adolescente. Se metía en pocos líos, y en esas raras ocasiones no trataba de
justificarse, sino que asumía su responsabilidad con bastante madurez. Diablos,
a veces parecía más maduro que yo, porque estaba pendiente de cosas que a mí se
me olvidaban. Secretamente, y aunque suene horrible, una parte de mí se alegraba cuando él se equivocaba en
algo, como si eso le hiciera bien a mi autoestima. Ese sentimiento nacía del
miedo a que él ya no me necesitara. Temía perder la relación que había
construido con él, o que un día dijera “no eres mi padre sino sólo mi hermano,
ya no te necesito, me voy a vivir sólo y no tengo que darle cuentas a nadie”.
Sé que era absurdo… era más fácil que eso lo hiciera Alejandro que Ted… pero
aun así me inquietaba. A mis ojos Ted tenía tantas cualidades que a veces me
sentía intimidado.
Entonces, ¿por qué él se empeñaba en no verlas? ¿Por qué se hacía daño al pensar que su
nacimiento había sido sólo un error?
¿Acaso no sabía que, al conocerme, prácticamente salvó mi vida?
Antes de tener a Ted yo era un alcohólico en rehabilitación que se
pasaba seis meses sobrio y seis como una cuba. Tenía lo que algunos expertos
llaman “predisposición genética y psicológica al alcoholismo”, y ni un solo
aliciente para dejar de beber. Vivía sólo, mi padre parecía haberse olvidado de
mi existencia, y con mi independencia había conseguido justo lo contrario a lo
que en realidad quería: llamar su atención. Luchaba contra el alcohol, cierto,
pero siempre había algo que me hacía recaer. Las reuniones de A.A (alcohólicos
anónimos) me ayudaban bastante poco, porque para mí el resto de personas que
acudían lo tenían mucho más fácil que yo. Todos tenían una pareja, o unos
padres, o unos hijos. Yo en cambio estaba sólo. No conocía la felicidad y no me
sentía próximo a conseguirla. En mis noches más oscuras mis alternativas eran
el suicidio o una botella de vodka.
Mi mente viajó un momento hasta el cajón de mi mesilla en el que
guardaba una valiosa chapa en la que ponía “cinco años sobrio”. Fue la última que me dieron, y tras ese
período me consideraron rehabilitado, aunque uno es alcohólico para siempre.
Simbólicamente, mi sponsor (todo alcohólico tiene un sponsor y yo al mismo
tiempo era sponsor de un chico que también luchaba contra la bebida) me había
regalado una chapa personalizada en la que ponía “diecisiete años sobrio”. Y
esos diecisiete años sólo habían sido posibles gracias a mi hijo.
Conocí a Ted en mi mejor momento. Era la tercera vez que intentaba
dejar la bebida y me había convencido de que aquella era la definitiva. Hacía
unos meses habían ingresado a Andrew en un hospital porque había bebido tanto
que tuvieron que hacerle un lavado de estómago. Al ser su familiar más cercano
me avisaron a mí, pero él no quiso recibirme, así que me limitaba a observarle
desde lejos. No era la primera vez que aquello sucedía, pero si fue la más
impactante porque en su estancia en el hospital y como parte del síndrome de
abstinencia Andrew había llegado a tener delirium
tremens en su tercera fase, y casi le da un infarto. Esa experiencia fue
traumática, el encontronazo en el hospital muy violento, y aquella visión,
reveladora. Vi mi futuro. Sentí que si seguía bebiendo tocaría fondo, como mi
padre, y me obligué a creer que era mejor que él y que podría superarlo.
La existencia de Ted me dio un motivo para hacerlo.
Hasta el momento el alcohol no había afectado a mi vida profesional, y
mi adicción la llevaba prácticamente en secreto. No tenía ninguna denuncia y en
definitiva, nadie en el centro de menores tenía por qué saber de mi problema.
Nadie puso objeciones en que Ted se viniera conmigo, al ser yo su familiar directo.
Sólo rogué por no cagarla. Le recé al Dios en el que recién comenzaba a
creer para que me ayudara a no cagarla.
Tal vez tendría que haberle rezado para que ayudara a Ted a no sentirse
como me había sentido yo durante gran parte de mi vida: un error en los
cálculos de alguien que sólo quería divertirse. Con la diferencia de que en
algún punto descubrí que en verdad yo era el único hijo de Andrew que había
nacido de algo parecido a una relación.
- TED´S POV-
Decidí aferrarme a las palabras de Aidan y creérmelas como si fueran
sagradas, porque era la única forma de mantener la cordura. Me dije que no
podía comportarme como un idiota llorica y traté de calmarme, pero el mundo
parecía estar en mi contra: la noticia de mi supuesto acto delictivo corrió de
un medio a otro, y cuando bajamos y encendimos la televisión estaban hablando
justo de eso.
Mis hermanos lo estaban viendo, y papá les pidió que apagaran la tele.
- ¡Mira papá, han
puesto una foto! – informó Cole.
Papá y yo corrimos al televisor.
- ¿Una foto de Ted? Ahora sí que la han cagado, eres menor y no eres una persona pública así que les voy a poner una querella y… ¿de dónde coño sacaron esa foto?
La furia de papá había llegado al nivel de decir palabrotas frente a los enanos. Por mi parte yo me dediqué a observar la foto mientras escuchaba al reportero.
– El joven, al que podemos observar en la foto
ingiriendo una bebida alcohólica pese a no tener la edad legal….
- ¡¡Eso era té helado, joder!! - estallé, ofendido por tantas mentiras - ¡Y esa foto es de mi Facebookl!
-
Ted, te
tengo dicho que no subas fotos ahí. Te lo he dicho. – dijo Aidan. Sonó muy
enfadado, pero sabía que no era exactamente conmigo, aunque era muy paranoico
con eso de las fotos.
-
Todos las suben… tengo perfil privado, sólo
mis amigos pueden verlas o eso se supone….
-
Pues tío,
alguien te ha vendido – comentó Michael.
-
Quizás
Jack, o alguno de sus amigos….
-
Pero qué
imbécil…¿de verdad les tienes agregados? ¿En serio, macho? – preguntó Michael.
-
Sólo a
George, porque está en el equipo de natación y a veces hablamos cosas por ahí….
Pero tenerle a él es como tener al resto…
-
Da igual
quien les diera la foto – cortó papá – Eres menor, así que no pueden
publicarla. Ni tampoco calumniarte así.
Cogió el mando y fue pasando por varias cadenas. En un par más hablaban
de mí también. La historia cambiaba cada tanto y se agrandaba más y más. Alguno
había investigado, averiguando que Michael tenía antecedentes, y decían que era
una mala influencia para los demás.
Además “su adopción” era algo que papá había llevado medio en secreto,
así que especulaban sobre cuál era exactamente el papel de Michael en la
familia. Un tertuliano llegó a insinuar incluso que era mi camello.
Al poco rato los teléfonos de
todos empezaron a sonar. Yo apagué el mío, porque no quería hablar con nadie, y
papá colgó el fijo varias veces porque llamaban periodistas en busca de una
exclusiva. Al final dejó descolgado. Su móvil sonaba una y otra vez. Papá
colgaba a alguno y atendía a otros si eran conocidos preocupados.
Mientras él estaba ocupado acosado por el teléfono y vigilando que los
demás no recibieran llamadas de la prensa, yo me metí a internet decidido a
defenderme, aunque fuera vía Facebook, y a pedir que lo difundieran. Pero no
llegué a escribir nada porque me habían llenado de mensajes que me
saturaron. Había enlaces de blogs en
donde me llamaban de todo….
“….MALDITO NEGRO, VETE A PEGARTE A TU PAÍS”
Pero si aquél era mi país….
“UN MALCRIADO, ESO ES LO QUE ES… CLARO, SIN PADRES….”
“ESE CHICO LO QUE NECESITA ES UNA BUENA PALIZA, PARA QUE APRENDA A NO
LIARSE A GOLPES”
Eso era tan jodidamente contradictorio….
“UNA BUENA DOSIS DE CINTURÓN Y ADIÓS A LA TONTERÍA. SI NO, ACABARÁ EN
LA CÁRCEL.”
Cerré la tapa del portátil porque ya había leído demasiado. ¿Cómo podía
la gente ser tan cruel escudada en un “anónimo” y juzgar así a los demás sin
conocerles?
La opinión de aquellos desconocidos se volvió de pronto muy importante
para mí, dándome cuenta quizá por primera vez de que el ser humano tiene dentro
un fuerte deseo de ser aceptado por todos. Lo que yo estaba experimentando era
el rechazo público, y no estaba preparado para ello, porque ni siquiera estaba
preparado para ser “público”.
Sentí unas manos fuertes y suaves apretándome los hombros.
-
¿Has
leído algo duro? – me preguntó Aidan. No sé cuánto tiempo llevaba detrás de mí.
Tampoco sé si tenía poderes de adivinación. No hizo falta que le respondiera,
porque en realidad no fue una pregunta.
- No prestes atención a las tonterías, hijo. Lo voy a arreglar, te lo
prometo. Anda, mejor pensemos en otra cosa ¿sí? ¿No estás nervioso por mañana?
-
¿Nervioso? ¿Por qué?
- pregunté, desorientado. Un triste pensamiento cruzó mi cabeza- Oh,
tienes razón. Todos en clase se habrán enterado. Mañana será un infierno.
-
No,
bobito. Nervioso por Halloween. No te preocupes por el colegio, porque pienso
hablar con el director para que no permita que se difundan rumores absurdos.
Ah. Halloween. Cierto, se me había olvidado.
Una parte de mí estaba segura de que papá odiaba Halloween. Era de esa
clase de personas que odia “la superficialidad de las fiestas cuyo único
objetivo es hacerte gastar dinero”. Si el mundo comercial ya se estaba ocupando
de hacer eso con la Navidad, el caso de
Halloween era mucho más exagerado. Si querías ver su escaso trasfondo
religioso, era la Víspera de Todos los Santos, pero casi nadie pensaba en eso
al vestirse de zombie e ir a pedir gominolas.
Era una tradición y nada más, como San Valentín y todo eso. Una tradición algo cara cuando
tienes una familia numerosa que se traduce en muchas bocas comiendo pasteles,
muchos niños a los que disfrazar y muchas chucherías que comprar. A pesar de todo eso, mi idea de que a papá no
le gustaba esa fiesta era sólo una intuición, por la cara que a veces se le
ponía al mirar las calabazas decoradas, ya que él jamás había dicho ni pío. De
hecho era todo sonrisas, y juegos divertidos, y galletas especiales con forma
de monstruo, y disfraces, y fotos…
Mi familia en concreto tenía una tradición el día de Hallowen, que es a
lo que papá había aludido al preguntarme si estaba “nervioso”. Cada 31 de Octubre se elegía un “monstruo”.
El monstruo era uno de nosotros que tenía la “desgracia” de sacar su nombre de
la bolsita del sorteo. Todos los demás eran cazadores de monstruos, iban por
equipos, y tenían un puñado de pegatinas de colores diferentes. Su misión era
llenar al monstruo de adhesivos hasta que no quedara un solo milímetro libre de
piel. El equipo que más pegatinas hubiera puesto sobre el monstruo ganaba el
premio, que consistía por supuesto en un montón de chucherías y algún que otro
juguete especial de Haloween. Al pobre monstruo no le dejaban en paz en toda la
tarde, y terminaba como un collage viviente. Lo “gracioso” del tema era
quitarse las pegatinas después, haciéndose la depilación gratuita e.e
En la bolsita nunca estaba el nombre de los pequeños, porque a veces el juego se volvía un poco bruto y
podían hacerse daño, así que el monstruo siempre era alguien de los diez años
para arriba. Y a mí me había tocado
durante dos años seguidos, así que algo me decía que papá trucaba el sorteo y
sólo metía mi nombre ¬¬
-
Mete solo
el de Michael – le sugerí – En la bolsa del monstruo. Es su primer año aquí.
Mete sólo papeles con su nombre, para que le toque a él.
-
Lo
pensaré – aceptó papá – También es divertido perseguirte a ti para empapelarte
enterito – sonrió, y me hizo cosquillas
en el costado. Se aprovechaba de que ahí tenía muchas.
-
Aidan´s POV –
En cuanto conseguí
que Ted se riera un poco le pedí que llamara a los demás para poner la mesa e
ir a comer, que con todo lo que había pasado se nos había hecho bastante más
que tarde. En los últimos tiempos los
horarios se me descontrolaban. Quizá tuviera que ver con que a Dylan ya no le
afectaba tanto si las cosas no se hacían en su hora exacta y por eso yo sentía menos presión.
Cuando él se fue, aproveché para ver lo que había estado mirando. Me sentí un espía por cotillear su ordenador, pero no iba a ver más
que las últimas páginas que había visitado,
para saber qué decían por ahí de mi hijo. Lo que leí no me gustó nada.
Respiré hondo un par de veces y supe que tenía que frenar aquello como fuera.
Contuve mis ganas de responder a algunos de los comentarios que hacían sobre mi
chico y comprobé que la falsa noticia se extendía cómo la pólvora en twitter y
facebook. ¿Es que la gente no tenía nada que hacer con su vida más que criticar
la nuestra?
“ESOS HIJOS DE PAPÁ CON FAMILIAS
ADINERADAS SE CREEN QUE TODO ES SUYO POR DERECHO Y CREEN QUE PUEDE LIARSE A
GOLPES CON EL PRIMERO QUE LES MOLESTE. COMO EL PADRE ES FAMOSETE, PUES CLARO,
EL HIJO SALIÓ COMO SALIÓ”
Ese comentario en particular me causó una especie de risa sardónica.
Evidentemente ninguno de ellos sabía lo que de verdad había pasado con Ted y
aquellos chicos, y confundían a la víctima con el matón, pero además
demostraban saber bien poco sobre mí y mi familia. ¿Familia adinerada la mía? Hacía un tiempo
que no nos faltaba de nada, cierto, pero nunca me había podido permitir llevar
a mis hijos de vacaciones. No sabía cómo corchos iba a pagar la universidad de
todos ellos. Tenía bastantes ingresos,
pero también muchos gastos y deudas. Mis hijos no habían crecido rodeados de
dinero y abundancia, sino más bien lo contrario. Ted había estado en aquellas
épocas en las que para comer había “pan con pan”, porque no había dinero para
hacerle un verdadero bocadillo.
Continué leyendo, aterrado por lo fácil que era hacer que la gente
creyera una mentira. No sé quién fue el primero en difundir que mi hijo iba por
la vida pegando gente porque sí, pero medio estado parecía haberlo oído, y lo
que era peor: se lo creían.
“ESE CHICO ES UN PELIGRO. LAS BANDAS CALLEJERAS VAN A DESTRUIR ESTA
CIUDAD. PSICÓPATAS COMO ÉL HACEN DE ESTE LUGAR…”
-
¿PSICÓPATA?
¿HA LLAMADO A MI HIJO PSICÓPATA? – bufé, dando un golpe fuerte sobre la mesa.
Escuché un jadeo y me giré para ver a Michael, sorprendido de verme tan
enfadado.
-
¿Qué…qué
pasa? – tartamudeó.
-
Mira lo
que dicen de tu hermano – le insté, y le señalé los comentarios. Remarqué con
el dedo sobre la pantalla lo de “psicópata” - ¿Te puedes creer?
-
Bueno, tú
me llamaste eso una vez – comentó Michael, encogiéndose de hombros.
Iba a negarlo rotundamente cuando me asaltó un recuerdo que casi hace
que se me desencaje la mandíbula. Michael tenía razón: yo le había llamado eso
cuando me enteré de que había amenazado a Cole.
-
Perdóname…
-
¿Uh? No
tuvo importancia. Estabas enfadado y tenías motivos para estarlo, como casi
siempre. No eres del tipo de los que se enfadan por todo.
Sus palabras me sorprendieron un poco, porque sonó muy maduro y porque más de una vez mis hijos me habían
acusado de lo contrario, él incluido. Era un alivio saber que en realidad no lo
creía.
-
Aún así,
no debí decirte eso ni gritarte de esa manera. No llegué a disculparme, pero…
-
Me han
llamado cosas peores, Aidan. De verdad, déjalo, no importa.
Que volviera a llamarme Aidan dolía, pero me obligué a no presionarle
en ese punto.
-
Ninguno
de mis hijos es nada de eso – afirmé con rotundidad. Me acerqué a él y le
apreté el brazo con cariño – Lo siento – repetí, y luego suspiré. - Esto se está desmadrando… Este asunto con
tu hermano está yendo demasiado lejos. Se inventan lo que quieren y le acusan
sin pruebas ni hechos.
-
¿Les vas
a demandar?
-
Por supuesto,
pero esas cosas llevan mucho tiempo – expliqué – Aunque gane la demanda, el
daño ya estará hecho. Ted tiene que lidiar con un grupo de idiotas que llevan a
cabo su linchamiento en internet.
Michael me miró con algo de preocupación.
-
En la TV…
han dicho que la culpa es mía, por malinfluenciarle…
-
Michael,
ni Ted hizo eso de lo que le acusan ni tu le malinfluencias en modo alguno. Ni
se me ha pasado por la cabeza y quiero que te lo saques de la tuya ¿eh? En
cuanto agoten la noticia dejaremos de oírlo a todas horas, y de momento lo que
vamos a hacer es ignorar los comentarios. No vamos a dejar que esos tipos nos
amarguen Halloween.
-
¿Qué es
lo que tienen que amargar? Sólo es una estúpida fiesta para críos.
-
¿No te
gusta Halloween? – pregunté, con asombro y algo de pena.
Cuando yo era niño, los días más duros eran las fiestas. Navidad, año
Nuevo, Acción de Gracias, Halloween… Eran las épocas en las que más sólo me
sentía, porque todo el mundo se divertía con sus familias y yo pasaba el rato
esperando a que mi padre volviera o lidiando con su borrachera.
Me gustaban mucho los disfraces y siempre quise vestirme de superhéroe
como otros niños del barrio. Quise hacer eso de ir por las casas pidiendo
caramelos. Quise adentrarme en la casa
de la que se contaban mil y una leyendas. Pero jamás lo hice.
Por eso quería que para mis hijos fuera un gran día. Que lo pasaran
bien con la tontería esa de vestirse de fantasma o de lo que ellos quisieran.
Me iba a pasar la mañana del lunes haciendo galletas, como cada año, y
arreglando los disfraces que pudieran tener algún descosido. Iba a ir al
supermercado a vaciar las existencias de caramelos. Compraría velas y otras
cosas para adornar la entrada a la casa para aquellos niños que llamaran a mi
puerta con aquello de “¿truco o trato?”. Y pensaba salir un año más con mis
hijos a llenar sus bolsas de golosinas. A veces me entristecía al ver los
adornos típicos, recordando lo mucho que yo había querido que mi padre hiciera
lo mismo por mí.
Me sentía feliz de poder incluir a Michael en lo que, más allá de una
tradición popular, era una tradición familiar y una oportunidad de darles una
infancia y una juventud diferente a las mías, pero si a él no le gustaba aquella fiesta…
-
Nunca lo
he celebrado – reconoció. – O al menos no lo recuerdo.
Sonreí al comprender una vez más las muchas cosas que tenía en común
con él.
- Pues aquí tendrás ocasión de hacerlo. Yo diría, más bien, que no
tienes otra opción.
- COLE´S POV -
Cuando acabamos de
poner la mesa me fijé en todos los móviles
que estaban puestos en fila en la encimera. Eran los de todos mis
hermanos mayores, que los habían dejado ahí hartos de recibir mensajes y
llamadas por todo lo que estaban diciendo sobre Ted. Sólo faltaba el de papá,
que debía de llevarlo encima.
Miré los móviles con algo de envidia.
En casa nadie tenía móvil hasta pasar a la ESO, era una norma no
escrita, así que a mí me quedaba un año y unos meses. Hasta entonces sólo podía
jugar con el de mis hermanos si es que me lo dejaban. Me gustaba hacer fotos
con el de Ted, porque tenía una buena cámara. Pero yo también quería recibir
mensajes. Estaba seguro de que si me presentaba a clase con un móvil dejaría de
ser el empollón rarito para ser un tipo
con el que todos querían estar.
Me mordí el labio mientras
examinaba los aparatos. Sabía qué móvil tenía cada uno: el de Michael
era un móvil viejo de Ted, de los antiguos, de los que abren y cierran y no
tienen wifi ni nada. Papá tenía pendiente comprarle uno nuevo, pero Michael en
realidad no parecía darle mucha importancia a esos aparatos. Yo sabía que antes
de venir a casa tenía otro móvil y una tarjeta escondida, porque le pillé
hablando, pero él no quería que nadie lo supiera y una vez decidí que Michael era de fiar
decidí guardarle el secreto. Total, su otro móvil se rompió cuando lo tiró
contra la pared, así que era como si de verdad no tuviera ninguno. El de Ted
era uno de esos con pantalla completamente táctil, y tenía una funda que lo
hacía parecer una tableta de chocolate. El de Alejandro era muy parecido, pero
su funda era de plástico duro con una foto de El Señor de los Anillos. Los de
Harry y Zach eran algo más pequeños y no tenían funda. Quizá por eso estaban
algo rallados. Barie y Madie tenían uno con teclas, una BlackBerry, creo, aunque yo de eso no
entendía mucho. Las dos estaban decoradas con pegatinas y la de Barie era de
color rosa. Se pasaban gran parte del día pendientes de esa cosa y de la
tablet.
El que más me gustaba era el de Ted. Y no sólo por ser suyo, sino por
la funda y el móvil en sí. Él decía que su móvil no era bueno, que tenía poca
memoria de no sé qué y que eso hacía que pudiera tener pocas aplicaciones.
Pero para mí, que no tenía ninguno, era
perfecto.
Tras dudar un segundo, cogí su móvil y metí el pin de desbloqueo. Ted
me lo había dejado ver alguna vez, y además era muy fácil. Se suponía que no
podía cogerlo sin permiso, pero él no lo estaba usando… Entonces escuché pasos
y me asusté. El móvil se me cayó al suelo y se abrió, pero no le pasó nada,
creo. Lo cerré rápidamente y lo volví a dejar en su sitio, con cierto temor de
ser descubierto por Ted con las manos en su móvil. Pero sólo eran Barie y
Madie, que venían a coger los suyos.
-
ZACHARY´S POV –
La que se había armado en internet. Creo que en esos momentos Ted era
más famoso que papá. Los videos de gente poniéndole verde se habían hecho
virales. Casi todo el mundo le relacionaba con nuestro padre, aunque otros
simplemente se limitaban a criticarle sin saber quién era.
Por lo visto todo tenía que ver con los chicos que le golpearon. Me
había enterado de esa historia a medias, porque ni papá ni Ted dieron detalles,
pero hasta donde yo sabía los que le habían pegado habían sido ellos a él y no
al revés.
Mientras comíamos todo fue un poco tenso porque por más que papá trató
de dejar el tema, alguno de nosotros lo sacaba siempre.
-
Bueno, ya
vale. No quiero escuchar más sobre lo que andan diciendo de Ted por ahí.
-
¡Pero es
que no podemos dejar las cosas así! ¡Un compañero de mi clase le estaba
insultando! – dijo Madie, bastante airada. A veces parecía que todos nosotros
la dábamos igual (según Harry “se la sudábamos”) pero en el fondo la familia
para ella era sagrada, como para todos nosotros.
-
Algunos han aprovechado para hacer apología
del racismo. Creo que les da igual lo que hiciera Ted, sólo le insultan por...
bueno, por su color de piel. Mira, te leo uno… - dijo Barie. Mientras ella
sacaba el móvil me pregunté desde cuando mi hermana pequeña conocía palabras
tan extrañas como “apología”. Se estaba convirtiendo en una empollona
gradualmente… Pero dejé de pensar en eso cuando reprodujo el mensaje de una web
desde su teléfono – Pretende ser un chiste. “Si un Nazi de la Segunda Guerra
tuviera enfrente simultáneamente a un negro y a un judío, ¿a quién de los dos
mataría primero, y por qué? Es claro que sería el judío porque primero el deber
y luego el placer.”
-
Maldito
bastardo… ¿le conoces? ¿sabes quién fue?
- saltó Michael. Barie negó con la cabeza – Mejor para él, porque iba a
ser lo último que escribiera en su puta vida.
-
¡Michael
esa boca! - regañó papá.
-
¿Qué pasa
con ella? – replicó él. Abrí un poco los ojos. ¿Tenía instintos suicidas? No
era buena idea replicar a papá de esa forma…
-
Mira…no
te digo nada porque entiendo lo enfadado que estás, pero te recuerdo que la
cosa no es conmigo. – le respondió papá.
-
Lo
siento… papá.
¿Papá? Bueno, eso era nuevo. Papá sonrió todo lo que sus labios le
permitían, agradado por esa forma de llamarle aunque no sorprendido, así que
era algo que ya debían de haber hablado.
Todos nos quedamos en silencio, asimilando ese nuevo paso en la
relación de Michael con papá. Para mí no era tan raro: si Michael iba a ser mi
hermano, era lógico que le llamara así. Aún no me había acostumbrado del todo a
él, pero su presencia en casa no se sentía como la de un extraño tampoco. Era
como si siempre hubiese sido mi hermano, pero hubiésemos vivido separados
muchos años, y tuviéramos que aprender cosas el uno del otro.
Miré a los demás y vi que en
general se lo habían tomado como yo, aunque noté que Alejandro apretaba un poco
los puños sobre su pantalón, tenso. Tal vez a él no le sentó tan bien, o
simplemente le costaba escuchar la
palabra “papá” de labios de quien sí podía ser su hijo, legalmente hablando.
-
Pero
Michael tiene razón – dijo Harry tras esos segundos de silencio – El que
escribió ese mensaje hace bien en esconderse tras una pantalla, porque sino….
-
¿Sino que
Harry? ¿”Le reventáis”? No caigas en las
amenazas hijo, eso es…
-
¡A TED
TAMBIÉN LE HAN AMENAZADO! ¡HE LEÍDO A GENTE QUE HABLA DE BUSCARLE PARA DARLE
UNA PALIZA EN VENGANZA DE UN SUPUESTO CHICO AL QUE MANDÓ AL HOSPITAL!.
-
Yo no
mandé a nadie al hospital… - murmuró Ted, mirando su plato muy abatido. Creo
que estaba odiando aquella conversación.
-
¿Y
entonces tú les amenazas de vuelta? – replicó papá, mirando a Harry seriamente.
– La venganza no lleva a ninguna parte, y quiero que todo el mundo en esta mesa
aprenda eso de una vez y para siempre. No devolvemos golpe por golpe. Si
alguien nos agrede, no le agredimos buscando hacer aún más daño que él. Así no
se resuelven las cosas.
-
¡No
pienso dejar que digan eso sobre él!
Como mañana alguien de mi clase diga algo, le romperé todos los dientes
- siguió Harry. A veces mi gemelo no
tenía la prudencia de saber cuándo parar.
-
¡No harás
tal cosa si sabes lo que te conviene!
-
¡Trata de
impedírmelo!
-
¿Quieres
una zurra como la que le di a Ted hace un rato por lo mismo? – bufó papá, que
comenzaba a estar fuera de sus casillas.
De inmediato se oyó el sonido de un cubierto chocando violentamente
contra un plato. Ted miró a papá profundamente dolido, supongo que odiándole
por haber dicho eso en voz alta. Yo ya me había imaginado que le había
castigado, la verdad… Aun así se me hacía raro pensar que a Ted papá todavía
le...le eso.
-
¿Encima
le pegaste? Unos idiotas le muelen a palos y tú rematas la faena, y luego te
pones de su lado ¿Qué clase de padre eres? – gruñó Harry.
- ¡La clase de padre que no va a permitir que le hables así!
- ¡Ya vale! - cortó Ted, con la
voz algo chillona - ¡Mi fin de semana está siendo una auténtica mierda así que
no lo empeoréis con discusiones absurdas!
Era raro ver a Ted alzando la voz y quizá por eso papá y Harry le
hicieron caso, y se calmaron un poco.
-
Entiendo
tu frustración, Harry. Créeme que a mí tampoco me gusta un pelo. Esos mensajes
contienen todo lo que odio: amenazas, insultos racistas, prejuicios… Sólo de
pensar en eso me hierve la sangre, pero por eso mismo quiero comer tranquilo,
distrayéndome un rato y pensando en algo mejor.
Harry gruñó como respuesta y la comida siguió con normalidad, aunque
los enanos estaban bastante impresionados por la discusión.
-
AIDAN´S POV –
Me sentí un
hipócrita al regañar a mi hijo por manifestar sus deseos vengativos cuando yo
quería hacer lo mismo que él e incluso más. Pero debía enseñarle que la
venganza no era la solución, y de paso recordármelo a mí mismo.
Los racistas aprovechaban cualquier excusa para atacar verbalmente a un
negro, y la prueba eran comentarios como los que mis hijos me enseñaron. Dentro
de lo que cabe esos insultos eran los que menos me preocupaban, porque sabía
que Ted no tenía ningún complejo con su color de piel. Pero las amenazas
sutiles y no sutiles sí que me inquietaban mucho, porque era difícil saber
cuándo eran pura palabrería y cuándo algo que tomarse en serio.
No entendía por qué habían convertido aquello en noticia. Detrás de
tanta repercusión mediática tenía que haber un responsable. Alguien a quien yo
seguramente le caía mal y la pagaba con mi hijo. Le estaban criminalizando de
la nada.
-
Ted,
hijo, tienes que comer…- le dije, al fijarme en que apenas había tocado su
plato.
Recibí una mirada dura y fría y entendí que estaba enfadado conmigo. No
me fue fácil entender por qué: le había
abochornado al decir en voz alta que le castigué. Lo lamenté nada más decirlo.
No había sido algo planeado y mi intención no era hacerle sentir peor de lo que
ya se sentía.
Esperé hasta después de la comida para hablarlo con él. Le llevé aparte y no encontraba la forma de comenzar. No estaba seguro de si debía disculparme, pero en cualquier caso sí quería que entendiera que no había pretendido avergonzarle, y que no tenía por qué sentir tanta vergüenza.
-
Teddy…
-
Tienes
que pensar lo que dices, papá – me cortó. – Has estado todo el rato a la
defensiva, y has sido algo duro. Regañar a Harry por desahogar su rabia sólo
hace que él se sienta más rabioso. A mí en particular me gusta que esté de mi
lado pese a lo que le hice ayer.
Vale, eso me sorprendió. No estaba molesto por lo que yo creía.
-
Lo sé,
hijo, pero es importante que entienda que no debe recurrir a la venganza ante
algo así. Hay otros medios.
-
También
hay otras formas de decírselo.
-
Tal vez.
– admití. No estaba siendo un día fácil, así que quizá fui autoritario de más,
no lo sé. – Ven aquí, abogado defensor. Déjame ver cómo van esas heridas de
guerra.
Le examiné los golpes y él se dejó con paciencia. Luego traté de darle
un abrazo pero ahí ya puso más objeciones.
-
Aún estoy
molesto contigo – refunfuñó.
-
¿Porque
regañé a Harry?
-
No.
Porque le dijiste que me pegaste – protestó.
-
Tienes
razón… No era mi intención avergonzarte, Ted, perdona.
-
Hum.
Se hizo el ofendido un poco más, pero luego me sonrió para indicar que
todo estaba bien y dejó que continuara con mi inspección. Estaba pensando a ver
si había algo que pudiera echarse en el labio para que cicatrizara rápido
cuando me vibró el móvil.
-
Maldito
cacharro… ya habían parado de llamar – resoplé, y lo saqué del bolsillo para
cortar la llamada, pero entonces me fijé
en que era Holly. El pulso se me detuvo un segundo para luego aumentar
frenéticamente, hasta el punto que creí que el corazón se me iba a salir del
pecho.
-
¿Qué
pasa? ¿Quién te llama? – preguntó Ted, pero no le respondí. Estaba demasiado
ocupado con el alien que acababa de instalarse en mi estómago.
Habíamos quedado en dejar las cosas como estaban. Pensé que ambos
habíamos entendido que no podíamos seguir con aquella locura, por el bien de
nuestras familias. Entonces ¿por qué me llamaba?
¿Y si le había pasado algo grave
a su hijo? Dios, qué idiota era. Ni siquiera me había acordado. No la había
preguntado al respecto.
Luchando con el temblor de mi mano, conseguí dar a la tecla de
descolgar antes de que la llamara se cortara, y me llevé el móvil a la oreja.
-
¿Ho…holly?
-
¡Aidan!
No sabía si ibas a responder….
-
Pues… lo
hice… ¿Va todo bien? ¿Cómo está tu hijo?
-
Tiene una
fisura en el pie. Le duele un poco, aunque tiene calmantes. Te llamaba
porque me he enterado que…es decir…dicen
por ahí… Sé que todo eso que dicen de tu hijo es mentira. ¿Está bien?
No hizo falta que especificara de qué hijo hablaba. El que había salido
en las noticias era Ted. Sonreí un poco al ver que los dos nos preocupábamos
por los hijos del otro.
-
Sucedió
justo al contrario de cómo lo cuentan.
La víctima fue él. Está bien, aunque tiene unos cuantos golpes.
Ted me miró con curiosidad, sabiendo que hablábamos de él.
-
Es
increíble las patrañas que sueltan
algunos. – dijo Holly - Eran tres contra
uno, ¿cómo iba Theodore a hacerles nada si estaba en minoría?
-
En
realidad, eran ocho contra uno. Contra dos, si cuentas a su novia.
- aclaré, algo asombrado de que
supiera el nombre de Ted. Luego recordé que lo estaban diciendo en cada maldito
programa de televisión, en cada maldito periódico digital y en cada maldito
medio de comunicación.
-
Madre
mía… ¿seguro que está bien?
-
Sí, sí….
Sólo un poco disgustado ante tanta mentira.
Ni siquiera se ponen de acuerdo. Hace un rato decían que Ted era el
líder de una conocida banda callejera, y
en otro canal que todo empezó por una apuesta. Nada de eso es cierto. Mi
hijo sólo estaba hablando con una amiga.
-
Bueno…es
difícil saber de dónde salió la mentira, pero es más fácil ver por qué tiene
tanta repercusión… lo que yo puedo decirte es que toda esta locura mediática
parece ser obra de tus competidores… han visto que con ésta noticia te pueden
perjudicar en el momento del lanzamiento de tu obra, aunque yo más bien creo
que si juegas bien tus cartas puedes volverlo a tu favor.
-
¿Y tú
cómo sabes eso? – inquirí.
-
Tengo mis
fuentes. Yo también soy periodista,
después de todo. Aunque espero que sepas que… no tengo nada que ver con todo
esto.
-
Tranquila,
que lo sé. Pero no veo cómo esto podría “volverse a nuestro favor”.
-
Bueno, te
está dando mucha prensa, quieras que no. Sólo tenemos que hacer que cuentes tu
versión de los hechos, y conseguir que la verdad tenga más repercusión que esas
mentiras.
-
Suena más
fácil de decir que de hacer – repliqué – Varios periódicos me han pedido
entrevistas, pero sé lo que todos quieren oír y no creo que ninguno quiera
ayudarme.
-
Yo quiero
ayudarte. – me aseguró, muy
decidida.
En ese momento Ted gesticuló con impaciencia, como diciendo “¿qué te
dice?”. Le hice un gesto de “después
hablamos” y salí para tener algo de privacidad.
-
¿De
verdad? - pregunté, sintiéndome muy
agradecido por el mero hecho de que manifestara ese deseo.
-
Por
supuesto. Puedo publicar tu versión de los hechos, contando lo que tú quieras
contar, sin preguntas malintencionadas. Espero que sepas que no quiero sacar
beneficio de esto….
-
Lo sé…
Pero… ¿crees que serviría de algo? Y además… ¿te dejarían publicarlo? – dudé.
Sabía que los periodistas nos siempre tenían libertad para elegir sus
entrevistas y publicaciones.
-
Ser jefa de redacción tiene que servir de algo
– me contestó.
A partir de ahí empezamos a aclarar detalles. No quería utilizar eso
para impulsar mi carrera, por más que la publicidad pudiera venirme bien, y eso
quise dejarlo claro. Al principio Holly no estuvo de acuerdo.
-
Pero
Aidan, no estarías haciendo nada malo. Si ellos quieren hundirte, tú sólo te
estarías defendiendo. Podrías hablar en todas las cadenas de televisión, tener
una repercusión que jamás…
-
Se
sentiría como si estuviera utilizando a mi hijo – corté – Y eso está fuera de
discusión.
-
Bueno… lo
entiendo. La verdad es que creo que yo haría lo mismo. Entonces pensemos bien
lo que quieres decir. Inevitablemente tendrás que hablar de tu hijo puesto que
es él al que acusan…. ¿tienes alguien que pueda corroborar vuestra versión?
-
Su novia,
el padre de su novia, la madre de su novia, los policías, los ocho chicos que
le agredieron…. Aunque dudo que podamos contar con estos últimos.
-
Todo se
verá. Como los dos tenemos una vida complicada, si quieres terminamos ahora con
esto.
Aquello me sonó más bien a “como imagino que no quieres verme en
persona, mejor lo hacemos por teléfono”. Ella había llamado preocupada por lo
que había oído, pero no había olvidado lo que habíamos hablado…. ¿Por qué tenía
que ser tan duro?
Me hizo algunas preguntas avisándome de que mis respuestas serían
publicadas, y yo respondí lo más sinceramente que pude, intentando limpiar el
nombre de mi hijo. Me habían hecho entrevistas telefónicas con anterioridad,
pero en esas generalmente quería cortar cuanto antes y en esta deseaba alargar
la llamada lo más posible.
-
Creo que
ya tengo todo lo necesario. Voy a enviárselo al editor ya mismo… mañana saldrá
en el periódico. Y con suerte, en la radio, pero no sé si podré conseguirlo.
-
Holly, no
sabes cómo te agradezco que…
-
No me
agradezcas nada. No sabía cómo
proponértelo, pero en cuanto me enteré supe que era lo que tenía que hacer. Me
alegro de que cogieras el teléfono.
Me rasqué la nuca, incómodo.
-
¿Por qué
no iba a cogértelo? Holly….tú…. yo….
-
No tienes
que decir nada, Aidan. Sólo me alegro de
que lo cogieras.
-
Y yo de
que llamaras. Esto es… - iba a empezar
un discurso tratando de que entendiera lo mucho que deseaba que fuera posible
lo que no lo era, pero no tuve ocasión porque en su lado del teléfono se escucharon
varios gritos, como de dolor.
-
¡Jeremiah,
por Dios! ¿¡No puedes estarte quieto un minuto!?….No…lo siento hijo, no quería
gritarte… no llores…espera que ya voy ¿sí? ¿Te duele? – la escuché decir. La
respuesta no me llegó, aunque sí creí escuchar los sollozos de alguien. No
lloraba como un niño pequeño, pero me era imposible imaginar su edad.
-
¿Está
todo bien? - pregunté, confundido. La oí
suspirar.
-
No,
¿sabes qué? ¡No lo está! Esto me supera. Me supera. Tranquilo cariño, que ahora
te ponemos hielo. El médico te dijo que no te movieras en dos días ¿eh? Ya
mañana podrás andar algo usando las muletas.
Empezó hablando conmigo y terminó hablando con su hijo, pero por su
tono noté que estaba al borde de la desesperación. Había enviudado
recientemente…. Tenía que ser difícil pasar de criar once hijos con un marido a
hacerlo sola. Sobretodo teniendo en cuenta que su trabajo tenía un horario
estricto, no como el mío, en el que era yo quien decidía cuándo me ponía a
escribir. Trabajar, cuidar de una casa y de once hijos era algo que gastaba las energías de cualquiera.
-
¿Es el
que se cayó? Hazte con las películas de Harry Potter si es que no las tienes.
Eso hará que se quede sentado frente al televisor unas cuantas horas en vez de
cojeando por ahí. Con los míos funciona.
Búscate esa, o cualquier saga larga….
-
No creo
que eso funcione con él. –respondió, con
un tono un tanto misterioso. Suspiró otra vez. – Lo siento Aidan, tengo que
dejarte. Tengo que ponerle hielo, y me parece que oigo llorar a un bebé….
Lo siguiente que escuché fue el “bip bip bip” que indicaba que había
cortado sin siquiera despedirse. Pobrecilla. Estaba más sobrepasada que
yo. Me sorprendí buscando formas de
ayudarla. Luego sacudí la cabeza: ella y yo no podíamos tener una relación más
allá de la profesional. Ayudarla con sus hijos no tenía por qué implicar ningún
tipo de relación más allá de la amistad, pero era un terreno peligroso. Era
mejor concentrarse en el presente. Ser realista y no forzar las cosas ni tentar
al destino.
Deseé con todas mis fuerzas que aquella pseudoentrevista sirviese para
algo. Me negaba a creer que a nadie le importara la verdad.
Volví con Ted, y le encontré mirando su propio móvil, y agitándolo con
nerviosismo.
-
¡Joder!
¡Estúpido trasto! – maldijo, sacudiendo al pobre teléfono con verdaderas ganas.
-
¿Le pasa
algo al móvil?
-
No se
enciende…
-
¿Tiene
batería? – pregunté. A veces era necesario cerciorarse de lo obvio.
-
Sí papá,
claro que tiene…no soy idiota….
-
No, pero
malhablado eres un rato.
-
Perdona… Es que como te vi hablar con Holly… era ella
¿no? … pensé que Agustina tiene que
estar como loca… Soy un novio de mierda,
no me acordé en todo el día de hablar con ella… supongo que aún no me
acostumbro a…tener novia. El caso es que trato de llamarla, pero esta cosa no
se quiere encender.
Me tendió el aparato como para que yo lo examinara. Tras apretar
diversos botones y ver que no pasaba nada, quité la tapa del móvil ya sin
muchas esperanzas.
-
¿No
decías que tenía batería? Porque ya no es que esté descargada, es que
directamente aquí no hay nada – dije, enseñándole el interior, vacío. Ted lo
miró muy sorprendido.
-
Estaba
puesta. Lo usé esta mañana, hasta que empezaron las llamadas…
-
¿Seguro
que no la sacaste? Estabas nervioso. Igual el móvil no se apagaba y directamente quitaste la batería.
-
No, papá,
me acordaría…
Suspiré. Las baterías no desaparecían solas. Eso significaba que tenía
que hacer de policía con mis hijos una vez más, y tratar de averiguar quién
había sido.
-
No me has
respondido. ¿Era Holly? – inquirió Ted.
-
Sí –
admití, con cautela.
-
Prometiste
contarme sobre ella – protestó. Sabía que tenía razón, pero no estaba seguro de
lo que quería que él supiera, así que me quedé callado. Él bufó y siguió
hablando. – Harás que piense que pasó algo malo. ¿Cómo fue la cita?
-
Fue
bastante bien… Tiene mucho sentido del humor… No del tipo de las que hacen
chistes, sino de las que saben pillarlos, o ver las cosas graciosas de cada
situación. Sabe escuchar bastante bien y tiene… tiene como ciertas cosas de niña…
como una ingenuidad que no se corresponde con su edad – empecé, y fui incapaz
de detenerme – Cuando habla a veces dice mucho más de lo que significan sus
palabras… sabe ser afilada y sarcástica… aunque si se pone nerviosa empieza a
hablar raro, y es muy gracioso. Es muy inteligente, quizá demasiado, porque
siento que ella siempre tiene el control de la situación… hace que hable y
hable sin parar contándole todo lo que quiere saber…Es muy fuerte…Es decir, en
todos los sentidos de la palabra…¡Casi me gana en el martillo de la feria! A su manera, es femenina, aunque no se la
veía cómoda con el vestido…Creo que la gusta la ropa ceñida, por lo que vi
otras veces. Tiene las manos frías y bastante suaves, con una cicatriz en forma
de v, aunque no la pregunté cómo se la hizo. Y…
-
En
resumen, estás enamorado – me cortó Ted. Me miraba de una forma difícil de
interpretar, con una ligera sonrisa y demasiada profundidad en sus ojos. Se le
notaba entre ilusionado, preocupado y lleno de entusiasmo, como quien se enfrenta
a un acontecimiento nuevo y excitante.
-
No, yo…
¿por qué dices eso?
-
Por la
voz que pones al hablar de ella, por todos los detalles en los que te has
fijado y porque es la única mujer con la que te he visto salir, en diecisiete
años. Me alegro tanto, papá… Se me hace raro que… tengas novia… pero si tú eres
feliz pues…
-
No es mi
novia – aclaré. – La noche estuvo genial pero… no vamos a volver a vernos.
-
¿Por qué
no? Si te acaba de llamar… no lo
entiendo…
-
Yo
tampoco, Ted, yo tampoco. – respondí, y
no estaba dispuesto a decir nada más, porque era un tema delicado. Si les decía
“el problema principal es que sumando nuestros hijos hacen 23”, Ted se podía
sentir como un obstáculo. Conociendo su autoestima inexistente, era casi seguro
que iba a pensar así.
-
Lo
siento, Aidan…. Sé que era importante para ti…
Esa era una de las cosas que más me gustaban de Ted: se preocupaba
realmente por mí. No pensaba, como en otras familias, que nuestra relación
fuera unilateral y que sólo yo debía tratar de que él se sintiera bien. Él
también trataba de hacerme sentir mejor a mí.
-
¿Cómo que
Aidan? – le dije, y empecé a hacerle cosquillas - ¿Cómo que Aidan, mocoso
caradura? Es papá para ti.
-
¡Ay!
Jajajaja ¡Ya sabes que a veces te llamo
así! Jajajaja ¡Para, para!
-
No, no
paro nada. – le atrapé bien y tras jugar un poco más le solté. Me sorprendió
cuando se cayó al suelo. - ¡Ted! ¿Te
encuentras bien? ¿Te has hecho daño?
-
Sí…sí…
sólo perdí el equilibrio… Auch.
Le di la mano para ayudarle a levantarse.
-
Perdona…
¿te duele? – pregunté, algo preocupado porque, claro, no era mi intención
hacerle caer.
-
No fue
nada.
Se levantó y me sonrió, para demostrar que estaba bien. No podía decir
lo mismo de su móvil, así que suspiré y le dije que me iba a tratar de
averiguar qué había pasado con su batería.
-
La tendrá
alguno de tus hermanos. – le dije.
-
¿Para qué
la querrían?
-
Y yo que
sé. Pero alguien la tiene que tener…
-
Sólo
quiero la batería ¿eh? No que regañes a nadie.
-
Ya
veremos – le respondí.
-
COLE´s POV –
Estaba a punto de terminar uno de los libros de papá. Uno que, según él
decía, no era para que lo leyera alguien de diez años, porque tenía la letra
muy pequeña y muchas páginas. Pero no se
me estaba haciendo pesado para nada. Aún no había visto un libro que se me
hiciera pesado. A veces me hubiera gustado vivir dentro de uno, al menos por un
ratito…
Cuando llegué a la mejor parte, escuché gritos en la habitación de al
lado.
-
Harry ya
basta. Te la vas a ganar ¿eh? A mí no
puedes responderme así, no seas insolente.
-
¡”Insolvente”
lo será tu madre!* - gritó Harry.
-
Insolvente
no, insolente…como se nota que va mal en Lengua….calla Harry, por Dios, ¿es que
estás loco? – murmuré, pese a saber que estando tan lejos no podía oírme.
-
¡Se
acabó! Ven aquí… ¡que vengas te digo! ¡Maleducado!
–dijo papá. Él no gritaba tanto, pero sí alzaba la voz un poco.
-
¡Pues se
supone que me educas tú así que se ve que no haces bien tu trabajo!
Mi hermano se estaba suicidando. Dejé el libro y fui a ver qué pasaba.
Me encontré con una escena confusa, porque Harry saltaba de cama en cama
tratando de esquivar a papá, mientras Zach se ponía en medio, como para
entorpecer el que papá le alcanzara.
Aquello me asustó un poco, alguien iba a hacerse daño.
-
¿Qué
pasa? – pregunté. Papá reparó en mí y se quedó quieto. Le vi respirar hondo
para tranquilizarse.
-
El móvil
de Ted no tiene la placa de la batería. Estaba preguntando a tus hermanos, nada
más. Déjanos solos cariño, yo ahora…
-
¡YA TE
DIJE QUE YO NO FUI! – chilló Harry.
-
Y yo te
dije que te creía. No es necesario que te pongas así.
-
¡Me pongo
como me sale de los cojones!
Papá le agarró del brazo y le echó una mirada muy peligrosa.
-
Te vas a
mi cuarto. Ahora. – le gruñó.
Entendí que todo eso era culpa mía. No podía ser casualidad que se me
hubiera caído el móvil de Ted y ahora no funcionase.
-
¡No papá,
no! – intervine.
-
Cole, no
te metas, campeón. Esto es entre tu hermano y yo.
-
Es
que….¡es que es mi culpa!
-
¿Cómo va
a ser tu culpa el que Harry me hable así?
-
Eso no…
pero… lo del móvil….
Me mordí el labio. Papá parecía de veras enfadado… ¿Cómo de mal me iba
a ir?
Sin embargo, su enfado pareció esfumarse cuando se agachó para estar a
mi altura. Era humillante que tuviera que hacerlo para hablar conmigo, pero yo
era bajito para mi edad y él demasiado alto.
-
¿Qué
pasó, campeón? No te preocupes, no voy a enfadarme ¿bueno? Sólo quiero saber
qué pasó. Estoy preguntando uno por uno para saber la verdad…
-
Yo… lo
cogí de la encimera…y se me cayó al suelo… Lo siento.
-
Ya sabes
que no se cogen las cosas sin permiso, Cole. – me recordó y me dio un beso en
la frente – Gracias por ser sincero. Ted no encuentra su batería. Ve abajo y
búscala ¿sí? En el lugar donde se te cayó.
-
Ahá… -
respondí, pero me quedé quieto, esperando. Papá pareció entender a qué esperaba.
-
Ve,
campeón. No hay castigo. No tiene importancia.
Sonreí, e iba a salir corriendo,
pero luego miré a Harry. Mmm. Mi hermano estaba en un buen lío. Tal vez pudiera
hacer algo por ayudarle…
-
Lo
siento… no te enfades…. – gimoteé, poniéndole a papá la mirada más desvalida
que pude.
-
¿Qué? No,
enano, no estoy enfadado. ¿Te has asustado? – preguntó, con suavidad,
haciéndome un mimo. Asentí, con algo parecido a un puchero – Pobrecito…
-
Igual
Harry también se asustó - dije, con mi
voz más inocente – Y por eso gritaba…
-
Tal vez,
campeón, pero tú, asustado y todo, me dijiste la verdad. Él se puso a gritarme
y a faltarme al respeto. Y tú sabes que eso no se hace, ¿eh? Tu hermano es
mayor, y lo sabe aún más.
-
Lo hizo
sin querer… - probé.
-
No, Cole.
Tu tiraste el móvil sin querer. Eso fue un accidente. Hablarme como él lo hizo
no.
Suspiré, y miré a Harry como
diciendo “lo siento, yo lo intenté”.
Salí, pero me quedé en la puerta, para ver si mi hermano salía vivo o
no. Segundos después vino Zach. Seguramente papá le pidió que saliera también.
Los dos nos quedamos tras la puerta,
escuchando. Zach no había cerrado del todo, así que les oímos hablar.
-
Soy tu
padre, Harry, no un colega. Y ni siquiera a un amigo podrías hablarle como me
hablaste a mí. No, mírame. Mírame cuando te hablo. Sé que lo sabes, así que
deja el orgullo y… eso es… bueno, bueno campeón….ya, no llores…
Oír sólo a papá, sin ver lo que pasaba, era frustrante. Podía deducirlo
de sus palabras, pero me estaba desesperando por oír a Harry también. Segundos
después, al fin pude hacerlo.
-
No quiero
que me pegues – gimoteó Harry.
-
Ni yo,
Harry, pero tampoco quiero que me hables así. ¿Qué te pasa, mm? ¿Tuviste un mal día? Estás enfadado por algo?
-
No
especialmente….
-
¿No?
Bueno, yo tampoco, pero no quiero que vuelvas a hablarme así.
-
¡No,
papá, no! ¿Qué haces?
-
Ya sabes
lo que hago, Harry – dijo papá, pero eso nos costó oírlo, porque fue muy bajo.
Después de eso no se escuchó nada por unos segundos. Luego Harry dijo unas
cuantas incoherencias. Y después…
PLAS PLAS PLAS ….¡Ay! PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS…. No lo hago más papá, no lo hago más…. PLAS PLAS ¡Au!
Esperé, seguro de que habría más, pero no escuché nada. Al poco me pareció oír un sollozo y después,
de nuevo nada. Papá tenía que estar hablando muy bajito, como hacía cuando nos
consolaba.
-
Papá es
un blando – dijo Zach. Asentí, totalmente de acuerdo – Harry llevaba
buscándoselo desde la comida…
-
Pero papá
le busca también… A veces él tampoco piensa lo que dice…
- Él nunca nos insulta ni nos habla como Harry le habló a él. – replicó
Zach. – Ven, vámonos, déjalos solos. A nadie le gusta que escuchen e igual creo
que van a tardar un poco…
Me mordí el labio. Estuve a punto de hacer lo que decía Zach, porque
además tenía que buscar la batería del móvil de Ted, pero la curiosidad pudo
más y entreabrí un poco la puerta, rezando porque no hiciera ruido y no se
dieran cuenta desde dentro.
Harry estaba sentado a medias en la cama y a medias en papá. Se estaba
limpiando la nariz mientras papá le tenía abrazado y sollozaba un poco. Papá
tenía los labios apoyados en su frente y le susurraba algo. Al principio no lo
entendía, pero luego me di cuenta de que sólo estaba repitiendo “ya pasó” una y
otra vez.
Me dio mucha lástima. En ese momento parecía más pequeño que yo.
-
Vamos,
campeón… ¿por qué lloras así? No fui tan malo ¿mm? No te di fuerte.
-
Porque….
snif…yo tenía que pedirte algo…snif…y ahora…snif… me dirás que no.
-
No puedo
decir que sí ni que no si no me dices de qué se trata. – animó papá, pasando los pulgares por sus
mejillas, como para limpiarle las lágrimas. Papá a veces hacía eso también
conmigo.
-
Me
han…snif… invitado a una fiesta de Halloween…
Zach, que se había puesto a escuchar conmigo, dio un respingo.
-
No se lo
digas, no, no… - susurró Zach. Claro que Harry no podía oírle.
-
Bueno,
necesito más información – dijo papá, con cautela. - ¿Es en casa de algún
amigo?
-
Sí…
-
¿Estarán
sus padres?
-
S…no. –
admitió Harry. Le vi dudar un segundo, como si se hubiera planteado mentirle.
-
¿En casa
de quién? - inquirió papá. Al menos no
fue un “no” inmediato.
-
¿Eso
importa?
-
Sí. Si es
un amigo que yo conozca, tal vez puedas ir. ¿Le conozco?
-
Sí, es
Jennifer.
-
Oooh. Con
que no es “amigo” sino “amiga”. Eso es un matiz importante, campeón. ¿Ella es
alguien de quien me deba preocupar? ¿Va a robarme a mi bebé? – preguntó,
haciéndole cosquillas.
-
¡Papá!
¡Que no soy un niño!
-
No te
enfades, hombrecito. Siempre serás mi niño, ya lo sabes. Bueno, y cuéntame. Lo
último que sabía sobre Jennifer es que era una estirada y una falsa y no sé qué
más, según tú… ¿eso ha cambiado?
-
AIDAN´S POV –
No hacía tanto desde que tenía que atarle los cordones a Harry, y
de pronto ¿empezábamos con las chicas?
¿Por qué crecían tan rápido, madre del cielo?
Tal vez por eso había estado con esa actitud. Pensaba que yo no iba a
darle permiso para esa fiesta y estaba molesto.
Quería decirle que sí, que podía ir sin problemas, pero había muchos
factores a considerar. Sólo tenía trece años: no le dejaba ir solo a cualquier
lado, ni a cualquier hora.
Esperé a ver qué me decía sobre Jennifer. Harry siempre había hablado
mal de ella, pero dicen que del odio al amor sólo hay un paso…
-
No, sigue
siendo todo eso, pero su casa es grande y van a ir todos. Zach también está
invitado.
Hice una mueca. Ir a casa de alguien que te cae mal no tenía mucho
sentido para mí, pero el tiempo me había enseñado que no siempre podía entender
los razonamientos de mis hijos adolescentes.
-
¿Qué tipo
de fiesta? ¿De disfraces? - pregunté.
Era lo normal en Halloween, después de todo.
-
Papá, no
tenemos cinco años…
-
¿De
verdad? No lo había notado. Pero ¿habrá disfraces o no?
-
Bueno…
sí.
-
¿Dónde
vive Jennifer? ¿A qué hora sería?
-
Vive algo
lejos… Y empezaría a las once…
-
¿De la
mañana? – pregunté, extrañado porque había colegio.
-
No… De la
noche.
-
¿Qué?
¡Pero si a esa hora tú ya tienes que estar en casa!
-
¿Lo ves?
¡Sabía que no me dejarías! No te basta con pegarme, sino que además… - empezó,
pero decidí cortarle antes de que se metiera en más líos.
-
Esto no
tiene nada que ver con lo de hace un rato. Ya te castigué por eso y te daría
permiso si fuera un horario razonable. Una fiesta que empieza a las once de la
noche no es adecuada para un chico de trece años.
Sabía que iba a ser difícil que él lo entendiera. De haberme dicho que
se quedaba a dormir en casa de un amigo, o de una amiga si sus padres estaban
de acuerdo, no habría tenido objeciones. Pero él quería ir a una fiesta sin
padres, a una casa sin supervisión llena de adolescentes. No era mucho mayor
que él cuando iba a esas fiestas única y exclusivamente para emborracharme. Le
había preguntado la hora para saber de qué tipo de fiesta se trataba, y lo
cierto es que no se me ocurría nada bueno que unos chicos de trece años pudieran
hacer por la noche sin ningún adulto cerca.
-
¿Por qué
no? ¡Nunca me dejas hacer nada!
-
Harry,
eso no es cierto, te dejo hacer todo lo
que me parece razonable.
-
¡Nada te
parece razonable! ¡No es justo, todos van a ir! ¡Van a decir que soy un bebé de
papá! - protestó, e hizo por levantarse.
Traté de sujetarle, pero se soltó de mi agarre.
-
¡Harry,
espera! Cariño, sé que estás enfadado,
pero tienes que entender mis motivos… ¿escúchame, vale?
-
¡No, no
vale! ¡Métete tus motivos donde te quepan, gilipollas!
-
¡Harry! –
gruñí, enfadado.
No hacía ni diez minutos que le había castigado por hablarme mal. Esa
costumbre de tratarme como la mierda tenía que acabarse. Me levanté y le agarré
del brazo, haciendo fuerza para que no pudiera soltarse. Por más que lo
intentó, no dejaba de ser un chico delgaducho de trece años, y yo un hombre, y
creo que no precisamente débil, así que
pude con él.
Le giré, dispuesto a reforzar la lección de “a papá se le habla con
respeto”, cuando reparé en cuatro ojos muy sorprendidos que nos observaban
desde la puerta entreabierta.
-
¿Y
vosotros que hacéis ahí? Cole, te dije que fueras a buscar la batería ¿ya lo
hiciste?
Cole abrió la puerta del todo y negó con la cabeza. Suspiré. Le había
dicho a Ted que sería más blando con todos y no había sido del todo una broma.
No quería ser el malo que se la pasara todo el día regañando y castigando a la
gente.
-
No irás a
esa fiesta, y tampoco saldrás en dos semanas, Harry. También estás castigado
sin play y sin ordenador.
-
Sí venga
¿y qué más? – bufó.
-
Y no
tires del hilo. Si tengo que volver a regañarte me dará igual haberte castigado
antes y que tus hermanos estén mirando.
-
¡Chúpame
la polla, mamón!
Abrí mucho los ojos. Aunque Harry no fuera la persona más bienhablada
del planeta, ese lenguaje superaba sus groserías habituales. Estaba casi seguro
de que eso lo había aprendido de Michael, porque en una ocasión me gritó algo
parecido. No es que él no conociera esas palabras antes, pero seguramente jamás
se habría atrevido a decírmelas de no pensar que podía hacerlo sin
consecuencias. Iba a demostrarle que se equivocaba.
Supe que iba a echar a correr, pero fui rápido de reflejos y le retuve
antes de que diera un solo paso.
-
No te
quedas sin Halloween porque eso sería también un castigo para mí - le dije, y le llevé a la cama.
-
¡No,
papá, no, deja que se vayan!
-
Estabas
advertido. Te dije que me daría igual si ellos estaban delante. Así aprenderás
a hablarme como es debido – repliqué, pero le hice a Zach y a Cole un gesto con
la cabeza para que nos dejaran. Ellos salieron rápidamente, creo que reparando
en lo enfadado que estaba, pero quise asegurarme de que esa vez no se quedaban
escuchando - Cerrad la puerta y bajad
abajo. Arreglad el móvil de Ted y ved algo en la tele si queréis.
Cerraron la puerta y estuve seguro de que me obedecerían. Me quedé a
solas con Harry y respiré hondo en un
intento de evaporar mi enfado.
Decidí no pedirle que se bajara los pantalones, porque sabía que le
costaba hacerlo y no quería que fuera un nuevo motivo de discusión, y que
dijera algo que le metiera en más problemas. Llevé la mano a su cintura y se
los bajé yo, puesto que eran elásticos. No me lo puso fácil, pero le sujeté las
manos y lo hice.
-
… A ver
si me entiendes lo que te voy a decir:
soy tu padre, y te quiero. Me gusta pensar que tú me quieres a mí, y por
eso no puedes hablarme así. No voy a decirte nada como “a tu padre le debes
respeto porque te da todo lo que tienes”, puesto que tú no me debes nada. Eres
mi hijo y mi hermano, y haré por ti todo lo que esté en mi mano para que seas
feliz. Pero no voy a dejar que me trates como una basura. No es ese el
comportamiento que espero del hombre al que estoy criando. El respeto hay que
ganárselo, y la verdad, pensé que yo ya lo había hecho. Si no es así, no espero
conseguirlo a base de castigos, pero al menos si conseguiré que moderes esa
forma de hablar.
Harry no dijo absolutamente nada, pero se quedó quieto. Dejó que lo
tumbara sin oponer resistencia y entonces, como ya había hecho otras veces, me
agarró la mano. Ese gesto familiar me hizo sonreír. Ahí estaba mi niño. Sujeté
su mano y se la acaricié con el pulgar. Estuve así un rato, hasta que le
escuché sollozar. Eso era lo que estaba esperando… Harry solía necesitar un
tiempo para escuchar a su conciencia, porque tenía una bastante buena y
reflexiva que le hacía entender cuándo obraba mal. Una vez supe que había
entendido que no podía hablarme como lo hizo, le coloqué un poco mejor, y subí
la mano.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Era la segunda vez que le castigaba en muy poco tiempo, pero a
diferencia de antes aquella vez no se quejó, de nuevo con esa extraña habilidad
para quejarse hasta el infinitivo con castigos pequeños y aguantar demasiado
bien los grandes.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Empezó a llorar más fuerte y a moverse un poco. Me apretaba la mano, lo
cual se traducía de alguna forma en que me estrujaba el corazón.
PLAS PLAS PLAS…. aich…. PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS… auuu…. PLAS PLAS
-
Harry …
¿dejarás esa actitud respondona?
-
Sí papi…
“¿Ahora soy papi?” pregunté mentalmente, con algo de resquemor, pero me
quedé más tranquilo. Decidí incorporarle y
él se abrazó a mí antes de que yo pudiera hacer nada. Froté su espalda
mientras él descargaba algunos sollozos sobre mi hombro y luego llevé mi mano
derecha a su pelo, acariciándoselo para calmarle.
No quería ser el típico padre aguafiestas y me costaba decirle que no a algo que le hacía
ilusión. ¿Por qué no lo entendía?
-
Harry… Sí
quieres, Jennifer y el resto pueden
venir aquí.
-
¿Qué? –
eso bastó para que dejara de llorar.
-
El motivo
principal por el que no quiero que vayas es porque no habrá ningún adulto, y
seguramente sus padres ni siquiera sepan que su casa va a llenarse de
adolescentes. Si lo que quieres es pasar la noche de Halloween con tus amigos,
tomando chuches, viendo películas y dando sustos, podéis hacerlo aquí.
-
Pero… son
más de veinte…
-
Es igual.
El salón es grande. Si se quedan a dormir, podéis hacerlo ahí. Pondremos
colchonetas.
Los ojos de Harry se abrieron mucho mientras una gran sonrisa se
extendía poco a poco por su rostro. Me sorprendió dándome un beso, cuando eso
era más propio de Zach que de él, y se aferró a mi cuello con más fuerza.
-
¡Gracias,
gracias, gracias! ¡Eres el mejor!
Sonreí un poco, por lo que dijo, y porque sus palabras me demostraron
que las intenciones de mi niño eran inocentes: él sólo quería hacer una fiesta
normal y pasar un buen rato. Yo quería protegerle de fiestas menos seguras, con
alcohol y otras cosas de por medio. Ya tuve una mala experiencia con Alejandro
en ese aspecto. Pero estando yo en casa,
no me preocupaba lo que pudieran hacer. Seguramente no dormirían, verían
películas con demasiado suspense, demasiados zombies y demasiadas cosas que
luego se traducirían en demasiadas pesadillas, y comerían gominolas de más.
Pero eso no era algo que pudiera negarle… Era un niño, al fin y al cabo.
-
Pero
sigues castigado sin salir, sin play, y sin ordenador.
-
Eso es
mucho – protestó, con un puchero. – Si ya me has pegado…
¿Cómo tenía la caradura de ser tan adorable después de la escena que me había armado justo antes?
¡Esa carita no era juego limpio y encima no tenía derecho a reclamarme nada
después de todo lo que me había dicho! Aunque una parte de mí me dijo que tenía
razón, y que era excesivo tenerle dos semanas sin todo lo que le gustaba hacer…
-
Pórtate
bien ésta semana y ya veremos qué pasa con la siguiente.
-
Sigue
siendo mucho – gimoteó, con ese puchero tan descaradamente infantil.
-
Míralo
así: al menos no te quité el móvil, ni la televisión.
-
No, si
encima tengo que darte las gracias – refunfuñó, y estaba tan gracioso arrugando
el ceño de esa forma que me tuve que reír.
- Al día siguiente -
- TED´S POV-
La.
Madre.
Que me parió.
¿Cómo podía estar tan cansado?
Casi me duermo al volante cuando conduje de vuelta a casa después del
colegio.
Lo achaqué al día tan… difícil… que había tenido. Al llegar al colegio
lo primero que hice fue ir a hablar con el director acompañado de papá. Aidan
le explicó al director que lo que habían dicho en televisión eran puras
mentiras, y el hombre pareció creerle, pero aun así me miraba con mucha
seriedad, como si algo no fuera bien…
-
¿Ocurre
algo malo? – preguntó papá, que también se había fijado.
-
No dudo
de la inocencia de Theodore, señor Whitemore, pero la imagen que este hecho da
a nuestra institución es pésima, por no hablar del hecho de que su hijo
presenta algunos moretones que podrían alarmar al resto de sus compañeros. No
sé si es conveniente que Theodore asista hoy a
clase…
-
¿¡Qué!? ¿Me está diciendo que no cree que Ted deba
entrar a clase por tener algunos cardenales? ¿Se da cuenta de lo estúpido que
es eso, de cómo le hará sentir y del hecho de que él no tiene la culpa?
-
Papá, no
pasa nada, tiene razón, yo…
-
No, Ted,
razón ninguna. Tu amigo vino el otro día con un moretón mucho más feo y nadie
le dijo nada – replicó papá, y reparé en que tenía razón. El cardenal de Fred
se notaba mucho más, porque él era muy pálido. – Hay otro motivo, y exijo que
nos lo diga…
-
La Junta
de padres está haciendo presión porque… no consideran que Theodore… no quieren
que sus hijos compartan aula con él.
-
La Junta
de padres pueden meterse su opinión en el orifico que consideren oportuno –
gruñó Aidan.
Jamas le he visto hablar así. De pronto me recordó mucho a Alejandro, o
a una versión algo más madura de él y caí en la cuenta de lo mucho que se
parecían.
El director tenía que haber enfadado mucho a papá para que le
respondiera así. El hombre se colocó la
corbata y miró a Aidan con los ojos bastante abiertos.
-
Señor
Whitemore, me gustaría que entendiera que…
-
El único
que necesita entender algo es usted, y es lo siguiente: mi hijo no hizo nada
malo. Mi hijo defendió a otra alumna de su centro, y fue víctima de unos bestias que casi lo mandan al hospital. Por
consiguiente mi hijo no merece ningún tipo de sanción o discriminación. Espero
haberme expresado con claridad. De lo contrario, seguramente mis abogados se
expresen mejor que yo.
¿Pero qué abogados? Si papá sólo tenía uno… De pronto se pareció mucho
a un mafioso de televisión. Daba un poco de miedo, pero a mí me hizo sentir
bien. Me gustó que me defendiera con tanta pasión.
-
No hay
necesidad de…
-
Si mis
hijos hacen algo malo y usted considera que no deben asistir a clase por ello,
suspendiéndoles por unos días, yo le apoyaré por más desajustes que eso pueda
causarme. Pero no puedo apoyarle ahora cuando se está culpando a mi hijo de
algo que no hizo.
-
Nadie
está culpando a Theodore, señor Whitemore, yo solo… no he dicho que fuera a suspenderle… sólo he
sugerido que tal vez fuera mejor que hoy se quedara en casa… De todas formas
parece que necesita descansar…
-
Lo que mi
hijo necesita es enfrentarse al mundo y proclamar su inocencia. No esconderse
como si hubiera hecho algo malo.
Al final, no sé cómo, papá consiguió que el director se disculpara y yo
fui a clase como en un día normal. Supongo que de todas formas influía el hecho
de que mi padre pagara once cuotas escolares, una por cada uno de nosotros. No
sé cuántos padres se opusieron a que fuera a clases, pero no podían ser muchos
más, y si contrariaba a Aidan podía decidir cambiarnos de colegio.
De todas formas un rato después casi deseé que papá no hubiera
convencido al director, porque me recibieron una serie de miradas horribles por
parte de mis compañeros. Había podido hablar con Agustina la tarde anterior,
pero aun así ella se acercó a mí preocupada por si estaba herido. Ese día
comprobé claramente quién era amigo mío de verdad, y quién se acercaba a
mí sólo porque “estaba bien considerado
socialmente” y obtenían alguna clase de beneficio con mi compañía. Aquél lunes
sólo Mike, Fred y Agus se molestaron en hablar conmigo.
Normalmente el día de Halloween todas las conversaciones giraban
entorno a disfraces, fiestas, y películas de terror, pero ese día todo el mundo
estaba hablando de mí. Algunos con admiración, como si ser un supuesto matón me
hiciera guay de alguna forma. Otros, con espanto. La mayoría me llamaba “mosquita
muerta”.
-
Pasa de
ellos, Ted. La gente que mira telebasura y se cree todo lo que dicen suele
tener pocas neuronas… - me dijo Mike, en la hora del recreo. Estabamos sentados
en una mesa de la cafetería. Se estaba comiendo una napolitana. Fred un croissant,
y Agustina y yo compartíamos una palmera.
-
Ya… Pero
podrían preguntarme a mí antes de creerse lo que dice gente que no me conoce…
-
Para lo
que vale preguntarte… Ayer te llamé y no me lo cogías – volvió a reprocharme
Agustina. Estar con ella se sentía raro, porque no nos comportábamos como
novios, sino como amigos tímidos. Bueno, amigos tímidos que se cogían de la
mano, porque ella había tomado mis dedos como rehenes.
¿Cómo se comportan los novios, de todas maneras? No es como si tuviera
referentes…
-
Por la
mañana fue una locura… pero luego te llamé – me defendí. No pude llamarla hasta que Cole encontró mi
batería, que había ido a parar debajo del mueble. Cuando mi móvil volvió a funcionar traté de
aprenderme su teléfono de memoria, por si volvía a quedarme sin agenda. De
todas formas sentía que un buen novio debía de saberse el número de su novia…
-
A mí no –
dijo Mike. – Ni respondiste a mis mensajes de facebook. Ni a los del móvil.
Pasaste de mí, básicamente.
-
¡Bueno!
Ya os he dicho que lo siento, jo…
Agustina dio un mordisquito a la palmera y me distraje un poco, porque
me apetecía mucho besarla, pero al mismo tiempo no me atrevía. No me sentía muy
cómodo con el tema de los besos, pero era algo que iba a tener que superar.
-
Entonces…
¿vosotros dos estáis saliendo? – preguntó Fred, al cabo del rato. Pensé que ya
tardaban. Agustina llevaba ese día viniendo con nosotros a todos lados, y
ninguno había hecho ningún comentario al respecto. Además les había dicho que
esos tipos me pegaron por defenderla y prácticamente les había dado entender
que estábamos juntos, pero tampoco habían dicho nada.
-
Ahá…
-
¿Cómo que
“ahá”? ¿Eso es todo lo que vas a decir?
– protestó Agus. Ella me hablaba como si hubiéramos sido amigos toda la vida,
pero lo cierto era que nos conocíamos bastante poco. Era normal que me sintiera
extraño ¿no?
-
¿Qué
esperas que diga?
-
Algo así
como “sí, ¿no es estupendo?”. – me reclamó.
-
Bueno.
Pues sí. ¿No es estupendo?
-
Uy. Ted,
te tiene atado y con poca cuerda ¿eh? – se burló Mike. Le di un golpe en el brazo y me lo devolvió.
Se sentía bien estar con ellos. Tenía la sensación de que daba igual lo que
pasara en mi vida: ellos tres jamás me tratarían diferente. Me sentí agradecido
por tenerles.
-
¡Oye! ¡No
le pegues, pobrecito, que está lleno de cardenales! – regañó Agustina,
agarrándome del brazo en ademan sobreprotector, aunque ella me hizo más daño
que Mike, sin pretenderlo.
-
¿Cómo
estás? – preguntó Fred, más serio que el resto - ¿Te duele algo?
-
La cabeza
un poco, pero creo que eso es más bien de todas las cosas que he tenido que
escuchar. Y el labio. El labio mucho – reconocí.
-
Haz una
infusión de manzanilla y ponte la bolsita en el labio un rato. Ayuda bastante –
me aconsejó.
Fue extraño intuir por qué sabía cómo curar los golpes. Me hizo pensar
en su padre, y en la extraña relación que tenía con él.
-
Tú… ¿cómo
estás? – le pregunté. Me dedicó una sonrisa enigmática.
-
Estaría
genial, de no ser por el examen de Geografía de la semana que viene.
-
Pero si
siempre sacas diez… - replicó Mike.
-
Hablo en
serio, Fred… ¿cómo estás?
-
Bien,
Ted, todo bien.
Por más que lo intenté, no conseguí que me dijera nada más. Fred era
demasiado reservado. Había algo que no me daba buena espina, como cierta
tristeza en sus ojos. Quizá había vuelto a pelearse con su padre… No es como si
esperara que después de que Aidan hablara con él todo fuera a ser perfecto.
Observé a mi amigo con atención. Fred llevaba la escayola escondida bajo la manga del abrigo. Su cara no tenía moretones y no vi signos en él de una nueva pelea. Pero no todos los golpes se ven, y no todo el daño se hace con los puños. Me quedé algo intranquilo, y me reproché por no haber estado más atento a él, centrado en mis propios problemas.
Observé a mi amigo con atención. Fred llevaba la escayola escondida bajo la manga del abrigo. Su cara no tenía moretones y no vi signos en él de una nueva pelea. Pero no todos los golpes se ven, y no todo el daño se hace con los puños. Me quedé algo intranquilo, y me reproché por no haber estado más atento a él, centrado en mis propios problemas.
Cuando me levanté para ir a clase, él no vino con nosotros, y al girarme le descubrí mirándome de nuevo con esos ojos entristecidos cuya causa desconocía.
Eso me tuvo rayado durante un tiempo, pero enseguida tuve otras cosas
de las que preocuparme, como el hecho de que algunos de mis hermanos casi se
meten en una pelea por mi culpa. Alejandro y Harry por poco se pelean con unos
chicos que me estaban llamando “negro de mierda”. La verdad, la gente a veces era poco
original…
Evité la pelea, porque lo último que me faltaba es que Harry y
Alejandro se metieran en líos por mi causa, pero me agradó sentirme respaldado
por ellos.
Después de todo eso supongo que era normal sentirse cansado, al menos
mentalmente, así que al temrinar de comer agradecí profundamente la
confortabilidad de mi cama… los oídos me pitaban un poco y la cabeza me dolía
horrores, pero nada iba a estropear mi Halloween…
-
AIDAN´s POV –
En cuanto todo el mundo estuvo fuera de casa, en clase o en el caso de
Michael en la comisaría, yo me puse manos a la obra con la “operación
Halloween”. En primer lugar, fui al supermercado, y llené un carro con diez
bolsas de chucherías, chocolate de untar, harina, huevos, azúcar y otros
ingredientes para galletas. Cogí también velas, calabazas y serpentina. Arañas
de goma y otros juguetes, y por último detalles para arreglar antiguos
disfraces de mis hijos, y algo muy
importante: un disfraz para Michael.
Por regla general y aunque fuera lo tradicional en Halloween, los
disfraces de mis hijos no eran de brujas o fantasmas, sino de superhéroes, de
personajes de películas, y de cosas menos tenebrosas. El único que rompía esa costumbre era
Alejandro, y algo me decía que Michael
sería como él, así que busqué un disfraz de vampiro. Era fácil, porque sólo se
necesitaba una capa, dientes postizos, y un peinado con entradas, aparte de
algo de maquillaje. Sería un vampiro muy peculiar, con su piel oscura y sus
ojos azules.
Mientras me ponía en la cola para pagar, reviví la conversación con el
director del colegio, y volvió a hervirme la sangre. Ese hombre por lo general estaba de mi
parte... es decir: de parte de mis hijos. Sus decisiones siempre iban enfocadas
a lo que era mejor para ellos, y por eso nos llevábamos bien. Pero aquella vez
había cedido a las presiones, y mi hijo casi paga las consecuencias…
A la salida de la tienda compré un periódico – no uno cualquiera, sino
ese en el que publicaba Holly – y comprobé lo que ya sospechaba: la entrevista
no había salido. Supuse que su jefe la habría dado problemas o que el asunto se
había complicado. En cualquier caso tenía que buscar un plan B para defender la
imagen de mi hijo.
¿Cómo le habría ido? Tal vez
había sido mala idea que fuera al colegio después de todo lo que le pasó ese fin de semana, pero consideré que lo
mejor para él era hacer su vida normal. ¿Habría tenido que enfrentarse a algún
comentario cruel? En su clase le conocían bastante bien. Seguramente sabían que
todo aquello era falso ¿verdad? Deseé con todas mis fuerzas que fuera así.
Ya en casa llené las encimeras de la cocina de bolsas, me recogí el pelo
para no manchármelo, y suspiré, al ver frente a mí los paquetes de harinas y
huevo. Generalmente el día de Halloween hacía unas cien galletas de diferentes
formas, sabores y tamaños. Pueden parecer muchas, pero teniendo en cuenta que
en casa éramos más de diez, y que le daba alguna a los niños que venían pidiendo caramelos, no eran tantas. Pero ese
año había tenido la alocada –irreflexiva, suicida – idea de decirle a Harry que
invitara a sus amigos. Según él eran más de veinte (¿acaso tenía tantos amigos?
¿Era toda su clase, o qué?) y eso implicaba muchísimas más galletas…
Aún no sabía seguro si iban a venir, Harry tenía que decírmelo al salir
de clase, pero por si acaso tenía que estar preparado. Me asusté al pensar que me faltaban horas,
pero me puse manos a la obra amasando y horneando, amasando y horneando…
Quedé bastante contento del resultado. Estuve más de cuatro horas
metido en la cocina, y no la ensucié tanto como cabía esperar. Poco antes de
tener que ir a buscar a mis hijos me detuve. Había hecho muchos tipos de
galletas: para niños, para niñas, para adolescentes… En total eran trescientas.
Si tenía tiempo después de comer haría alguna más, con ayuda de mis peques, que
estarían encantados ante la idea de meter, literalmente, las manos en la masa.
Esas cosas me trasmitían sensación de familia. Es lo que siempre quise
hacer con mi padre, o lo que siempre quise que hicieran para mí. La gente a
veces se burla de las películas que reflejan familias felices que hacen cosas
como esas galletas, diciendo aquello de “esto no pasa en la vida real”. Mi
respuesta a eso es “¡haz que pase!”. Enciérrate un día en la cocina y
sorpréndeles. Coge a tus hijos, poneros un delantal, y pasar una tarde haciendo
el idiota en la cocina en vez de frente al televisor.
No sé, era mi forma de verlo.
Fui a buscar a mis hijos con algo de ansiedad por lo que fueran a
contarme. Todos habían tenido, en mayor o en menos medida, alguien que les
había mencionado el tema de Ted. Por lo visto Harry y Alejandro se lo tomaron
especialmente mal, pero no hubo ninguna pelea. En cuanto a Ted, parecía menos
afectado que el día anterior, tal vez asumiendo que no podía hacer nada en
contra de los rumores.
Los más ajenos a todo, como era normal, eran los peques. Ellos
básicamente estaban felices porque al día siguiente no había clase, y porque
sabían que era un día especial.
-
Bueno…
¿quién quiere pasárselo bien, mm? – pregunté, cogiendo a Alice en brazos. -
¿Sabéis que se me ha olvidado comprar chuches? – mentí, para chincharles un poco.
-
¿Qué? ¡Papiiii!
¡Pero si es Halloween! ¡No hay Halloween sin chuches! – protestó Kurt.
-
¿Y qué
hacemos? - pregunté, conteniendo una
sonrisa.
-
¡No sé!
-
Igual hay
que hacer algún conjuro o pedir algún deseo. No sé, como es Halloween, igual
crecen chuches como por arte de magia. –
sugerí.
-
La magia
no existe – dijo Hannah, con un puchero.
-
¡Uy!
¿Cómo que no? Que no te oiga eso el
fantasma de las chuches, o te dejará sin ninguna.
-
¿El
fantasma de las chuches? – preguntaron los tres enanos a la vez.
-
¿Nunca
habéis oído hablar de él? Dicen que es
un fantasmita muy simpático, que cuando un niño se porta mal y es egoísta les
quita una chuche, para luego dársela el día de Halloween a los niños que se
portan bien.
-
¡Yo me
porto bien! – dijo Hannah, pero casi sonó como una pregunta.
-
¿Tu
crees? ¿Y vosotros? – pregunté, y Alice y Kurt asintieron – Entonces
tranquilos, que seguro que tendréis alguna chuche.
Los tres sonrieron ampliamente y corrieron hacia el coche.
-
No está
bien que les mientas así – me reprochó Harry.
-
No les
miento, jo. Sólo les cuento historias. Es a lo que me dedico ¿no? Además,
¿quién te dice a ti que no existe de verdad un fantasma de las chuches? – me
defendí, y él rodó los ojos. Sonreí y le revolví el pelo - ¿Sabes ya si van a
venir tus amigos, campeón?
Harry se puso triste de pronto.
-
No
quieren…
-
¿Por qué
no? – me sorprendí.
-
Porque…
estarás tú… No porque seas tú sino…porque ya sabes, Jennifer tendrá la casa
sola, sin padres…. Sólo Will quiere venir.
Will era un amigo de toda la vida de ambos gemelos. Medité lo que me
dijo, entendiendo que esas palabras confirmaban mi teoría de que mi hijo estaba
mejor lejos de aquella fiesta. Fiesta sin padres se traducía en descontrol,
gansadas, y muy probablemente, alcohol.
-
¿Les has
dicho que tú no puedes ir a la otra fiesta? Puedes echarme a mí la culpa, si
quieres…
-
Les he
dicho de todo, pero no hay forma de convencerles… - respondió. Parecía triste
de verdad.
- Ellos se lo pierden, campeón. Will y tú lo pasaréis genial ¿mm?
Además hice tantas galletas que jamás las terminaremos todas. Dile que se quede
a dormir ¿vale?
-
¿Podemos
quedarnos viendo pelis por la noche?
- Bueno… - fingí que me lo pensaba -
Mañana no hay clase, así que sí, supongo que podéis beber Coca-cola por un tubo para aguantar
despiertos. Pero a ver que películas
veis ¿eh? - le dije, sabiendo que él
llevaba especialmente mal lo de las historias de terror.
-
¡Papá, es
Halloween, jo! Preguntaba por cortesía, pero se supone que en Halloween se ven pelis de miedo y no se duerme.
-
¿Cómo que
por cortesía? Ven aquí, caradura – le llamé, pero me dedicó una mueca pícara y
se alejó corriendo. Sacudí la cabeza y sonreí. La verdad era que, aunque lo
sentía por él, estaba aliviado porque no
fueran a venir sus amigos: veinte chicos en mi salón la tarde-noche de
Halloween podía traducirse en una muerte agónica por agotamiento. En cambio
Will era un chico al que ya conocía, y aunque era como la llama que encendía la
mecha de mis dos hijos cargaditos de pólvora, por lo general me hacía caso y
nunca había tenido problemas con él.
Busqué a Ted con la mirada, porque aunque ya le había saludado de
pronto le había perdido de vista entre los muchos niños y adolescentes que
salían del colegio. Le vi agarrado de la mano de Agustina y sonreí. Me daba una
mezcla de ternura y nostalgia: mi niño ya tenía novia. Quisiera o no, “ya era
mayor”. Era especialmente duro asumir
que Ted había crecido, porque era el primero de mis hijos.
Les dejé despedirse, y me fijé en que Agustina trataba de darle un beso
en los labios, pero Ted prácticamente le hizo la cobra, es decir, que la
esquivó, para darla un beso suave en la mejilla. Fruncí el ceño extrañado por
ese gesto, pero decidí no meterme en algo que consideraba como parte de su vida
íntima. Aquello era especialmente difícil para mí: como padre, sentía que debía
estar pendiente de sus relaciones amorosas, pero no quería ser controlador ni
asfixiante, porque tenía derecho a tomar sus propias decisiones y a tener
privacidad. Además, como hermano, si es que me estaba permitido considerarme
así, mi lugar tendría que ser el de confidente. El del tipo que gasta bromas y
da consejos amorosos. Claro que, ¿qué consejos iba a dar yo, dado mi nulo
historial?
Me acerqué a Ted en cuanto le vi sólo, pero entonces le abordaron Mike
y Fred. Sentí que con ellos no interrumpía tanto como con Agustina, así que me
puse a su lado y les saludé.
-
Hola,
chicos.
-
Hola,
Aidan.
-
Hola,
señor White…
- Como me llames “señor Whitemore” la tenemos ¿eh, Fred? Aidan chico,
para ti soy Aidan.
Fred sonrió con algo de timidez. Había días en los que era más abierto
que otros, no sé por qué, pero en general siempre me hablaba con mucho respeto,
más del necesario.
-
¿Pasaréis
por mi casa esta noche, Aidan? Es para estar prevenido y vaciar la tienda de gominolas – dijo Mike. Él
era casi el efecto contrario de Fred. Tenía confianza y le gustaba hacer bromas
de esas, aludiendo a la enorme cantidad de hijos que tenía. Algunos años
pasábamos por su casa con los peques, pidiendo chucherías, porque no quedaba
muy lejos.
-
Depende
de cómo estén de cansados los enanos. Pero Fred y tú podéis venir a casa si
queréis: Harry también va a traer un amigo.
Me dieron las gracias, pero rechazaron la oferta porque ya tenían
planes. Le hice un gesto a Ted de que
debíamos irnos ya y él se despidió y caminó hacia su coche. Se le veía
realmente cansado….
Una vez en casa, se fue directamente a su cuarto y después de comer
también. Él sólo hacía eso cuando estaba enfadado o triste por algo, y dadas
las circunstancias pensé que era lo segundo.
Le observé desde el umbral de su puerta por un rato, preguntándome cómo
de horrible habría sido su día.
-
¿Quieres
dormir un poco? – le pregunté, delatando mi presencia.
-
¿Y
perderme la tarde de Halloween? ¡Ni loco!
-
¿Seguro? Se
te ve muy cansado.
-
No tanto
como para no inflarme a galletas. He visto que has hecho suficientes para un
ejército.
Le sonreí y él se levantó, pero al poner los pies en el suelo no apoyó
bien y se cayó. El movimiento fue tan tonto que pensé mal enseguida. Me dio muy
mala espina, sentí que algo no iba bien. Ted no era especialmente torpe…
-
¿Ted?
¿Estás bien?
-
S-sí. Me
levanté rápido, nada más. – dijo, quitándole hierro al asunto, pero pude ver
que él también estaba sorprendido por semejante caída.
Lo achaqué al cansancio, pensando que seguramente había pasado una mala
noche y, como era habitual en él, no me lo había dicho.
-
En serio
te digo, si necesitas dormir puedo ponerles una peli a tus hermanos y así
además hacemos tiempo en lo que viene Michael…
-
Por
cierto ¿has hecho galletas para él? Aptas para diabéticos, ya sabes.
-
¡MIER…coles!
¡No! ¡Las hice todas con azúcar! –
maldije, reparando en eso por primera vez. Qué idiota era…. aún tenía que acostumbrarme a eso de tener un
diabético en casa.
-
Bueno, le
falta un rato largo para llegar. Si nos damos prisa, podemos hacer algunas. Yo
te ayudo.
Aunque algo dentro de mí me decía que Ted realmente necesitaba
descansar, la verdad es que sin su ayuda era poco probable que me diera tiempo
a todo. No me quedó más remedio que asentir, y bajar con él a la cocina.
- Michael´s POV -
Nadie parecía darse cuenta de que toda esa
historia de Ted saliendo en las televisiones también me salpicaba a mí. Es
decir, evidentemente salpicaba a todos en
casa, pero el que había estado en la cárcel no había sido Kurt,
precisamente. Era a mí a quien acusaban de haber corrompido a Ted. En realidad,
lo que menos importó fue el idiota que lo comentó en la tele…ocurrieron cosas
mucho más importantes. Cuando realmente comprendí lo mucho que aquello me
afectaba, fue cuando Greyson me abordó para que habláramos a solas.
Greyson
me invitó a sentarme en su despacho y cerró la puerta. Pensé que iba a echarme
la bronca por pasar de hacer los informes, aunque también me parecía extraño, porque
ambos sabíamos que no me tenía ahí para que fuera su secretario, sino por el
mero placer de saber que ejercía poder sobre mí. Sin embargo, cuando se giró
para mirarme, me sonreía. Pistola nunca sonreía, al menos no a mí. Era un tipo
simpático, con ojos claros risueños que solían contribuir a que todo el
mundo tuviera buena impresión de él, pero a mí siempre me reservaba una mirada
fría.
No
sabía si aquello era una buena o una mala señal.
-
Todo este tiempo pensando que me equivoqué contigo… que no
ibas a ser capaz de cumplir con lo que se esperaba de ti… - me dijo, como
ilusionado por algo.
-
¿Eh?
-
Jamás se me habría ocurrido… Pero claro, esto es mucho
mejor… Al fin y al cabo no es tan fácil hacer que un hombre pierda la
credibilidad… y menos un hombre tan reconocido…
-
¿De qué estás hablando?
- pregunté, totalmente perdido.
-
Hacer que el nene de papá sea el enemigo público número uno
es simplemente brillante, Michael, brillante.
Tiramos de esa cuerda un poco más, y Aidan perderá la custodia de sus hijos….
-
¿Qué?
-
No sé cómo se te ocurrió, pero…
-
¡A mí no se me ocurrió nada! ¡Esto no es cosa mía!
-
Conmigo no tienes que ser modesto. Que Aidan pierda
credibilidad pública es lo mejor que nos puede pasar… - murmuró Greyson, y
empezó a pasear por la habitación mientras hablaba solo.
Le
observé mientras trataba de entenderle. Había llegado a la conclusión de que
Pistola tenía problemas mentales. No parecía vivir en el mundo real. Era como
si se creyera el protagonista de una
película policíaca. Su plan no dejaba de tener fisuras por ningún lado y yo era
el títere de una persona sin lógica, con ideas de bombero pero un objetivo muy
claro: destruir a la que ya era mi familia.
Sabía
que quería llegar hasta Andrew, pero no sabía cómo iba a hacer eso a través de
Aidan si apenas se trataban. Además, Andrew no parecía tan rico como Greyson
decía. Había estado en su casa, y no vivía mal, pero parecía la típica persona
que derrochaba el dinero. No se le conocía ni oficio ni beneficio, así que ¿de
verdad Greyson esperaba obtener una
fortuna de él?
Había
armado un lío increíble para que yo terminara en casa de Aidan y yo seguía sin
ver en qué podía beneficiarle eso. Me pareció que daba palos de ciego, como si
tuviera las piezas de un puzzle pero no supiera como armarlo. Me tenía a mí, a
mi parentesco con Ted, y a Aidan. Pero no sabía como conjugar esas piezas para
conseguir lo que quería: venganza.
-
¿Qué te hizo Andrew? – pregunté, interrumpiendo su monólogo
sin sentido.
-
¿Qué? - le pillé
desprevenido.
-
¿Qué te hizo, Greyson?
Dejando a un margen tus redes de delincuentes, si te lo propones eres un
buen policía. Eres inteligente. Tienes la vida resuelta, o la tendrías de no
estar metido en negocios turbios. No lo entiendo. Tu actuación en el hospital,
tus delirios sin sentido acerca de un testamento que luego admites que no
existe… ¿Tan grave fue lo que te hizo que no puedes dejarlo pasar? ¿Tan grave
fue lo que te hizo para tenerme contigo durante siete años, con la esperanza de
poder usarme un día contra el hijo de Andrew?
-
¿Ves? Ahí está el problema. En esas tres estúpidas y falsas
palabras. ¡ESE ES EL PUTO PROBLEMA, JODER! – gritó, y sin previo aviso, derribó
todo lo que tenía sobre la mesa. Me asusté. Fue un arrebato violento que no vi
venir. Empezó a gritar como un desquiciado. -
¡ME LO QUITÓ! ¡ME LO QUITÓ!
Sí,
definitivamente, ese hombre estaba loco. Los locos no son como en las
películas. No llevan un cartel que los identifique y no siempre su patología es
tan evidente. Algunos caminan entre nosotros. Algunos son nuestros amigos,
nuestros dentistas, nuestros panaderos… nuestros jefes de policía.
- AIDAN´S POV -
-
¡No!
Jajaja ¡Para! ¡Ted, para, esta camisa es nueva!
-
Pues
ahora la tendrás que lavar – respondió, sin mostrar piedad alguna, y siguió
persiguiéndome con las manos manchadas de harina y huevo. No podía quejarme
puesto que la enorme mancha blanca en su camiseta azul era cosa mía.
Habíamos hecho galletas sin azúcar para Michael y de paso alguna más de
las otras porque Barie había tenido la idea de aprovechar que sobraban para
salir a repartirlas por las casas de los vecinos.
-
Así no
nos odiarán tanto cuando vean tanto niño
pidiendo chucherías. – dijo, y me pareció una idea estupenda.
Ted terminó por alcanzarme, y no se conformó con manchar mi camisa,
sino que me llenó todo el pelo de harina. Decidí vengarme, y para ello puse mi
mejor cara de enfado.
-
¡Ted!
¿Pero bueno, te parece normal? ¡Mira cómo me has puesto!
Ted se quedó frío, clavado en su sitio.
-
Lo…lo
siento papá….estábamos jugando….
-
¿Qué clase
de juego consiste en llenar de harina a tu padre, eh? ¿Crees que vivo para
lavar la ropa sólo porque tú te aburras?
-
Pe-perdón…
lo siento… - musitó. Pobrecito, qué carita me ponía. No aguanté más y me puse a
reír.
-
Ay,
tendrías que haberte visto….¡Era broma, bobo! Si yo te manché primero. Sabes
que a mí los juegos cuanto más manchen mejor. Anda, ven aquí. – le invité, para limpiarle un poco la cara,
que la tenía manchada, y darle un abrazo. Sin embargo él seguía blanco, o todo
lo blanco que podía estar teniendo en cuenta el pigmento de su piel. – Ted,
cariño, que no iba en serio. Perdón por haberte asustado….
No dijo nada y siguió mirándome de esa forma extraña, como si de pronto
hubiera muchos Aidans frente a él y no supiera a cuál de ellos mirar. Se
tambaleó un poco y por suerte tuve
reflejos suficientes como para sostenerle.
-
¿Ted? ¿Ted? – le llamé, pero no me respondía.
En ese momento creo que sufrí un paro cardíaco masivo. Ted tenía los
ojos abiertos, pero algo me decía que su mente no estaba conmigo. Algo le
estaba pasando a mi hijo, y yo había sido incapaz de darme cuenta…
Nota 1: Sí, ya sé que Halloween ha caído en viernes,
pero aquí cae en Lunes. Porque sí xD
Nota 2: Se suponía que iba a
subir éste capítulo el 31 de Octubre
e.e Gracias por tenerme paciencia.
¿Alguien puede fabricar días de 60 horas?
*Esto se
lo respondió un alumno de la edad de Harry a mi hermano y me pareció demasiado
bueno.
Me encantó pero como lo dejaste así me como la uñas de los nervios continúala pronto.
ResponderBorrarTaz
Ahhhh Teddy... y ahora ??? que tiene el pobre?... nooooooooo yo quiero saber que pasa... pero YAAAAAAA...
ResponderBorrarXD a saber cuanto tendremos que esperar para leer la continuación grrrr... jajajaj excelente Dream como siempre... un deleite ponerse a leer.
buenisiiiiimo lady!!! como siempre me ha encantado! ahora a esperar la siguiente entrega ;) me tiene intrigada el poli!!! pobre aidan!!! ojala todo salga bien! besos
ResponderBorrardreaaaaamm porque!!! lo dejas así buaaaaaa
ResponderBorrarpobre de ted, de ser victima paso a victimario ¬¬ que boca la de harry.... se parece tanto alejandro <3
excelente capi me encanta leerte dream pero adelantanos xfi que le pasa a ted, anda muy débil no sera por algunos de los golpes de los brutos eso??
esperare paciente el próximo, sentada y con un café o dos o muchos hasta que actualices
Me encanto...jeje esta muy muy largo ;) pero muy muy bueno... mmm espero que no le pase nada a Ted... porque el podre de Aidan tambien le va a dar un torzon :(
ResponderBorrarDreamGirl excelente como siempre... espero el siguiente... cuídate
Mary
Me gusto muchisimo Dream, a veces mecpongo a pensar si Aidan puede ser menos perfecto pero nahhh se supera es muy buen padre y me encanto que pusieras un mensaje tan bueno sobre las habladurías y el estar juzgando a las personas sin comocerlas eso es algo muy feo. Por otro lado el maniatico de pistola esta en mi lista negra asi que espero algun dia reciba su merecido.
ResponderBorrarDisculpada por la tardanza del halloween ame la tradicion de los chicos de su juego al monstruo solo me hubiese encantado leer a Michael todo hecho un muñeco pegado con stikers pero espero pase en la segunda parte.
Como siempre vale la pena esperar tus historias, me gusta mucho esta familia, me quedo con la frase Aidan es un blando, que fuese otro de los padres que yo conozco Huy!! Harry todavía estaría llorando
ResponderBorrarKelly
Hola Dream. Siempre encantada de leerte. Pues si los santos tienen octava Halloween también ;-)
ResponderBorrarA ver q me haces al pobre Ted q ya lo has enviado al hospital una vez y Aidan ya no gana pa sustos
BB
DReammmmmmmmmmm
ResponderBorrarestoy angustiada, ese lio mediatico y toda esa payasada, por favoooor, que todo se solucione mira que Ted no se merece eso y ahroa la angustia de estar enfermito de nuevo, no pues, si lo queires es torturarlo en el hospital no queda otra y el pobre de Aidan, vamos, que es humano no super man, aunque SUPER DADY si le queda, disfrute mucho este capitulo
NOoooooooo como lo dejas ahí pobre Ted... y Aidan
ResponderBorrarQue grandoso capitulo...
ResponderBorrarvale ya se que me perdi peroooo no puedo dejar de comentar tan buen trabajo!!!
Quiero ver como viven su halloween tus personajes, asi que espero pronto leerte!!
Nena me dejaste con tantas dudas!! ACTUALIZA PRONTO