N.A.:
Puede tener spoilers de la serie. Éste fic presupone que ni Mordred ni Arturo
murieron. Todo sucede exactamente igual que en el último capítulo, salvo que
las heridas no resultaron mortales. Merlín consigue salvar a Arturo haciendo lo
que debería haber hecho: MAGIA como tantas MALDITAS veces [si no lo decía
explotaba]. Mordred por su parte despierta en el campo de batalla…y ahí es
donde empieza la historia…
Para
la gente que no ha visto la serie, pero quiere leer la historia, Arturo es el
Rey de Camelot, Merlín es su sirviente y Mordred un caballero. Pero Merlín
(también llamado Emrys por algunas personas) y Mordred tienen magia, que está
prohibida en Camelot. Mientras que Merlín es siempre leal a Arturo, y usa su
magia para defenderle, el rencor y los errores que cometen contra él hacen que
Mordred se alíe con los enemigos de Arturo buscando matarle. Antes de eso había
sido un leal amigo…A Arturo le duele que todo el mundo le traicione y le
mienta. Hasta Merlín le miente, puesto que siempre ocultó que tenía magia.
Esta
historia es rara. Puede tener anacronías (la serie también tenía, dicho sea de
paso) y los personajes necesariamente harán algo que los originales no harían,
porque jamás se verían en esa situación.
PRÓLOGO: AMIENEMIGOS
¿Qué era ese lugar? ¿Por qué le dolía tanto
la zona de los abdominales? El joven parpadeó, y poco a poco fue recordando.
… El campo de batalla...
… Su lucha con Arturo…
Se llevó la mano al vientre. Sangraba. Eso no
era bueno. Las heridas de espada nunca lo eran, pero cuando te atraviesan desde
el ombligo a la espalda el milagro es que sigas vivo para sentir el dolor. Miró
que no hubiera quedado dentro de él ninguna esquirla del arma: la de Arturo era
una espada forjada con el aliento de un dragón, lo había notado, y eso
significaba que un trozo sería como veneno para su organismo. Por suerte no
parecía haber quedado ningún trozo dentro de él. No era tan descabellado
suponer que iba a salir con vida de aquella. Era más de lo que podía decir de
los pobres desgraciados que yacían a su alrededor.
Mirara donde mirara, Mordred sólo veía
muerte.
Habría quien pensara que aquello sería motivo
de alegría para él. Nada más lejos de la verdad. Alguno de los caídos había
sido compañero de armas cuando él aún creía en los ideales de Camelot. Habían
sido amigos. En contra de la opinión popular, él no era el malo. Era una
víctima. Traicionado por Arturo…por Arturo y por Emrys…El uno le había dado la
espalda, y había condenado a muerte a alguien por el único delito de tener
magia…y el otro se había quedado callado, sin hacer nada para
evitarlo…desconfiando de él. ¿Por qué no era merecedor de la confianza de
Merlín? ¿Por qué Emrys había dudado de él, desde el principio? Deberían haber
estado juntos en aquello. Los dos eran hechiceros.
Tendrían que haber sido aliados.
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Merlín había sacado la punta de la espada de
Mordred, que había quedado incrustada en el cuerpo de Arturo. Había sido
intensamente doloroso para el rey, pero Merlín no tenía tiempo de hacer una
poción para dormirle. Ahora Arturo trataba de recuperarse, jadeando, sudando, e
intentando contener cualquier muestra de lo mucho que le dolía. Merlín estaba
asustado y preocupado, y no fingía tan bien como su amigo. La herida era seria…
- Por suerte para vos, además de un sirviente
excepcional soy un galeno con mucho talento – bromeó, intentando aligerar la
tensión.
Arturo emitió un sonido que pareció una risa
ahogada. Respiraba muy fuerte, y muy rápido, como alguien que está haciendo
muchos esfuerzos por no gritar.
- Si eres…tan mal galeno…como sirviente…me
espera… una muerte segura – consiguió responder, entrecortadamente.
Merlín no respondió, porque la idea de que
Arturo muriera no era tan imposible en aquél momento. Pero era impensable para
él. Se sentía incapaz de bromear respecto a eso. Arturo se dio cuenta de que el
rostro de su amigo y salvador se había ensombrecido, y reparó también en que el
dolor de su costado remitía un poco, así que podría hablar sin sonar patético.
- Pinta mal, ¿eh?
Merlín no levantó la vista de la herida.
- Puedo curaros. – dijo simplemente.
- ¿Con magia? – preguntó Arturo. Acababa de
descubrir que Merlín no era quien siempre había dicho ser. Que era un poderoso
hechicero… La mentira le había dolido, y apenas había tenido tiempo de asimilarlo.
Al principio se había enfadado, se había llenado de ira, y hubiera estado
dispuesto a aplicar a Merlín el castigo por su delito: la muerte. Pero luego
fue observando, y reparando n varios hechos. Merlín usaba su magia para
ayudarle, sólo para eso. Merlín era el último, era un siervo, cuando podría
haber sido el primero. Merlín no buscaba poder. Si hay algo que siempre había
sabido es que su amigo no era malvado. Era una de las personas más
estúpidamente buenas e inocentes que conocía. Eso seguía siendo así, con magia
o sin ella.
- Con magia – confirmó Merlín, y extendió
ambas manos sobre la herida de Arturo. Susurró unas palabras en idioma antiguo,
sus ojos se tiñeron de ámbar por un instante, y dejó salir su poder. Arturo se
desmayó pero él supo que lo había conseguido que le había curado. El rey
dormiría por unas horas y al despertar estaría débil, pero viviría y podría
reponerse. Sonrió y luego avivó la hoguera, dispuesto a velar el sueño de su
sire, de su amigo, de su rey…
Merlín debió de quedarse dormido en algún
momento, porque se despertó con la sensación de que era observado. Buscó a
Arturo con la mirada y comprobó que seguía durmiendo. Intranquilo por tener que
alejarse de él, fue a ver si seguían solos.
No tuvo que caminar demasiado. Escuchó pasos
de alguien que no estaba siendo muy discreto. Merlín no era tan buen rastreador
como Arturo, pero había aprendido algunas cosas: el ruido delataba que el dueño
de aquellos pasos cojeaba, arrastrando una pierna sobre la hojarasca. Su teoría
se confirmó cuando empezó a ver una silueta entre la niebla. El intruso estaba
herido. Según se acercaba, Merlín descubrió que era hombre, porque llevaba
armadura. Cuando la niebla se disipó un poco, pudo reconocerle: era Mordred.
Inmediatamente Merlín alzó el brazo, en
actitud amenazante, pero no dejó salir su magia. Era un signo de advertencia.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó.
Mordred parecía tan confundido como él, sin
entender por qué su caminar vagabundeante la había llevado precisamente a donde
estaban sus mayores enemigos. Pero no pudo decir nada, porque en ese momento el
dolor pudo más, y se desmayó.
Cuando recuperó la consciencia, se sentía
mucho mejor. La herida le tiraba, pero supo ver que estaba curada. Alguien le
había curado. Abrió los ojos y se encontró con Merlín que estaba poniendo una
compresa fría en su frente.
- Él te matará – dijo Merlín, a modo de
saludo. – Cuando despierte y te vea, te matará.
- ¿Por qué me has curado entonces?
- Él hubiera querido que lo hiciera. Te
apreciaba ¿sabes? Si hubieras oído como hablaba de ti… Eras como su hermano
pequeño.
- Él era como mi hermano mayor – respondió
Mordred. Merlín se sorprendió. Hubiera esperado algo así como "me demostró
su odio al rechazar lo que soy".
Merlín se sentía culpable. Sabía que era
culpa suya que Mordred hubiera acudido al lado de Morgana, pasando a ser
enemigo de Arturo. Había desconfiado de él (aunque con motivos) y le había
dejado… sólo. Exactamente lo mismo que hizo con Morgana.
- No te matará – dijo al final. – Te pondrá
la espada en el cuello, y luego te dejará ir.
- ¿Cómo lo sabes?
- Lo sé.
Se quedaron en silencio por un rato. Merlín
fue a atender a Arturo, que descansaba no muy lejos de allí dormido todavía.
- Desearía poder volver atrás – dijo Merlín.
- Es tarde para eso. Ya no somos amigos, y yo
ya no soy un niño druida medio muerto.
- Medio muerto sí que estás. Tal vez…
- ¿Tal vez qué? ¿Tal vez podamos olvidar que
me diste la espalda? ¿Qué Arturo me la dio también? ¿Qué ya cuando era un niño
me traicionaste? No se me olvida la forma en la que te marchaste, dejándome a
merced de quien quería matarme.
- Tú estabas destinado a matar a Arturo…¡y no
me equivocaba! Mira lo que ha sucedido…
- ¡TODO ESTO ES CULPA TUYA! – gritó Mordred,
y gritar no le hizo bien. Su furia se transformó en un gemido de dolor.
Instintivamente, Merlín se acercó a él. Se miraron a los ojos, y eso no fue
buena idea. Los dos se guardaban demasiado rencor, y esa mirada mostró todo el
dolor que se habían causado.
- Desearía poder volver atrás – repitió
Merlín, rompiendo el contacto visual y volviendo a su tarea de revisar la
herida de Arturo. – Estáis tardando en curar. Pero os curaréis.
- ¿Y después qué?
- Después, será lo que tenga que ser. Pero no
voy a dejar que hagas daño a Arturo.
Se sumieron en un nuevo silencio. Merlín
preparó algo de comer. Humedeció la frente de Arturo. Echó un vistazo a
Mordred, sólo para comprobar que seguía recuperándose. Finalmente, Arturo
despertó.
Al primero al que vio fue a Merlín. Si le
estaba viendo quería decir que el muy idiota lo había conseguido. Le había
salvado la vida. Quiso reírse, pero el sonido murió en su garganta al reparar
en que no estaban solos.
- Mordred – escupió, y buscó la empuñadura de
su espada tanteando el suelo. Merlín la había alejado de él, prudentemente.
- Arturo – respondió él, con frialdad.
Sucedió muy rápido: Arturo se abalanzó sobre
él, sin espada pero armado con la ira, y Mordred respondió con la velocidad de
un guerrero. Los dos estaban muy debilitados, sin embargo, y el movimiento
resultó un tanto lastimero. Mordred agarró a Arturo por el cuello…y de pronto
salió volando, arrojado por una fuerza invisible a metros del rey.
- ¡Te lo advertí, Mordred! – dijo Merlín,
alzando la voz, aun con el brazo en alto. Había sido él, por supuesto. Había
empujado a Mordred sin tocarle, provocando que diera contra el suelo.
Así tuvo lugar una pelea mágica. Merlín tenía
las de ganar, a pesar de que Mordred era probablemente el único hechicero que
podía hacerle frente ya que Morgana estaba muerta. Estaba por lanzar un hechizo
que iba a ser definitivo cuando sintió un aleteo. Mordred lo percibió también,
y observaron como Aithusa, la joven dragona blanca y maltratada, se acercaba
hasta aterrizar a no mucha distancia. La dragona les observó, y Merlín juraría
que vio reprobación en sus ojos mudos, como si quisiera decir "¿qué hacéis
peleando? ¿Es que no ha habido ya suficiente muerte?".
La dragona abrió el hocico, pero de ahí no
salió ninguna llama… sólo…aliento de dragón, que bañó con su magia directamente
a Mordred y a Merlín. Y entonces pasó: los dos empezaron a encoger, hasta
convertirse en niños de no más de ocho años.
Aithusa graznó, como si estuviera satisfecha
de lo que había hecho, y luego alzó el vuelo otra vez, dejando a Arturo a solas
con dos niños de pelo oscuro y ojos azules.
Esta historia pinta para bueno :D
ResponderBorrarEsra historia se ve muy interesante!!!
ResponderBorrary no yo nunca eh visto esta serie!!!