Capítulo 19
- TE
ECHADO TANTO DE MENOS (Coral abrazó fuerte a Max
tras abalanzársele encima)
- Yo también te echado mucho de menos. Cuando Antonia
me dijo que estabas viva no pude creérmelo…no sé como no me he vuelto loco,
sabiendo que estabas tan cerca y no poder verte
- A mi
me pasa los mismo, eres lo único que me queda, Max (ambos chicos hablaban como si estuvieran sacados de una telenovela)
- Vayamos a un sitio menos concurrido (dijo tomándola dulcemente
por la mano y subiendo por las escaleras mecánicas hasta la última planta.
Donde estaban los restaurantes, que al ser tan temprano la mayoría aún estaban
cerrados. Se sentaron en un banquito y tras aguardar un minuto para no parecer
ansiosos empezaron a comerse a besos). ¿Cómo te salvaste? Antonia no me lo dijo, solo me dio tu nota
- Pues
al principio creí que había sido coincidencia…pero creo que Antonia tuvo algo
que ver… (Max
la miraba con curiosidad) ¿Te acuerdas que
te dije que si mis padres se enteraban que estaba saliendo con un hombre lobo
me meterían en un convento? (Max asintió) pues
alguien les hizo llegar unas fotos tuyas y mías besándonos en las gradas
(Max abrió los ojos y la miró con horror si esas fotos las viera su tío o su
padre lo mataban). Primero pensé que
me habían puesto un detective o algo, pero después que apareciera Antonia…pues
como que la idea que ella estaba metida en el ajo no me parece tan
descabellada. Bueno mis padres pusieron el grito en el cielo y mi padre hizo
unas llamadas y me mandaron con unos “parientes” aquí…para que me olvidara de
ti y me centrara en mis estudios. ¡Mis notas no habían bajado ni una décima!
- ¿Pero cuando fue eso? ¡Si yo te vi un día antes de
que Quickwater desapareciera!
-
Pues la noche anterior, mi padre condujo toda la noche…se
quedo aquel día conmigo y después regresó a la noche siguiente a casa
- ¡Entonces está también vivo!
-
No (dijo triste) debió
llegar a tiempo o debieron cazarlo después, no sé, no he tenido noticias de él
desde entonces y mi padre no me dejaría creer que está muerto
- Quizás para protegerte (dijo aunque no le parecía muy
probable él quería animar a Coral, darle esperanzas).
- Max no
necesito que seas condescendiente conmigo (dijo forzando una sonrisa pero su voz sonaba muy triste). Sé perfectamente que ya no me queda nadie. ¿qué es
lo que pasó? (dijo Coral que necesitaba respuestas)
- Lo cierto es que poco me han contado a mí. Llegó mi
hermano mayor diciendo que estábamos todos en peligro, nos secuestro y nos sacó
de allí. Después supimos que lo que había dicho era cierto ya no quedaba nada
de Quickwater. Oí que habían sido una especie de mercenarios “los caballeros de
la rosa” (de
repente Coral abrió mucho los ojos) ¿Los conoces?
- Por
supuesto, son legendarios, siempre pensé que eran historias que nos contaban de
pequeños para asustarnos (dijo Coral aún en shock)
- Pues son muy reales, Antonia es uno de ellos (dijo Max y entonces Coral si
que alucinó pepinillos) pero no está con ellos, está de nuestra parte, sale con mi
hermano Sebastian (le aclaró Max como
si el amor todo lo pudiera).Ella te salvó. Es de los buenos
-
Entonces ¿Es cierto? Ella estaba detrás de todo ¿no?
- Sí…me gustaría decirte que yo se lo pedí, pero no
fue así, lo tenía planeado. Quería salvarte…cuando le pregunté porqué…solo me
dijo:” a veces me sale la vena cursi…no me dura mucho afortunadamente” (dijo citando a Antonia)
- ¿Y ya
está? (Coral preguntó un poco extrañada.
Max asintió con la cabeza. No podía decirle el precio que había pagado por
salvarle la vida)
- Dejemos ya esos temas, solo hacen que ponernos
tristes, y lo último que quiero es pasar estos momentos contigo lamentándome (dijo Max que quería zanjar la conversación
porque no podía darle más explicaciones)
- Tienes
razón (y le besó nuevamente y un beso llevo
a otro y a otro y a cual más apasionado).
-
¡Sebastian! ¿Vas a pasarte todo el día tirado? (dijo Alejandro resoplando)
-
Esa era la idea (dijo sonriente)
-
Pues mueve el culo, necesito un sparring
-
¿Perdón? (dijo mirándolo como si le hubiera salido una
segunda cabeza).llevo días sin ejercitarme y tú no estás haciendo nada…además a
ti también te vendrá bien
-
Tengo 27 años, Alejandro, estoy
en plena forma, no necesito “ejercitarme” para ser una máquina perfectamente
engrasada (dijo muy gallito)
-
Mal no te hará (dijo intentando no perder los nervios).
-
Es que me da pereza (dijo desperezándose)
-
¡Sebastian! (dijo en un tono demasiado autoritario para el
gusto de Sebastian)
-
Venga ya… ¿tiene que ser ahora?
¿No puedes esperar a que regrese César?
-
Te lo estoy pidiendo, también puedo ordenártelo (dijo
clavándole la mirada)
-
Tú siempre tan dulce (dijo levantándose del sofá. Alejandro tensó todos su
músculos de buen gusto le daba un buen collejón a ese chico. Antiguamente
Sebastian era un chico muy activo siempre se moría por hacer cualquier cosa que
conllevara un reto) pero te aviso no pienso darte ventaja por ser viejo o por
ser el jefe (dijo Sebastian medio
riendo)
-
Ya veremos quien tiene que dar ventaja a quién (dijo con
maldad Alejandro y siguió a Sebastian. Sebastian y Alejandro se fueron a la
privacidad de los bosques para poder entrenarse fuera de las miradas de la
gente. Ambos se transformaron en semilobos y empezaron una feroz lucha, como si
les fuera la vida en ello. No hubo ningún tipo de miramiento por ninguna de
las partes. Cuando llevaban a penas 90
minutos luchando lo que parecía la música de un teléfono empezó a sonar)
-
Mío (dijo deteniéndose de golpe y volviendo al modo 100x100 humano.
Alejandro sin aliento se detuvo y miró a su sobrino que estaba fresco como una
rosa. Tenía algunos magullones pero podría decirse que estaba como si nada.
Alejandro se dio cuenta que su sobrino había mejorado mucho en esos años y
antes ya era más fuerte que él. Si ante son pudo ganarlo no fue por la fuerza
sino por el anillo y por la experiencia, sobre todo por el anillo…eso no le
hizo ni pizca de gracia a Alejandro. Que mientras veía como su sobrino hablaba por teléfono se
preguntaba cómo de poderoso sería ahora Sebastian. Al fin y al cabo
inicialmente él era el llamado a sucederle y a cada generación eran más fuertes
y poderosos) Me
tengo que ir Antonia ha regresado (dijo apresurado)
-
¿Qué? ¿Cómo? Si recién llegamos (protestó Sebastian)
-
En otro momento, Alejandro.
Ahora tengo que ver a Antonia (dijo casualmente
Sebastian, mientras recogía la cazadora del suelo).
-
Puedes verla más tarde, cuando acabemos (dijo muy
serio Alejandro)
-
Hace 4 días que no veo a mi
novia…no, no puedo, no, no quiero y sobre todo no voy a dejar de verla porque tu quieras pagar tus
frustraciones dando golpes a ton ni son. César sigue el en taller…trágate ese
maldito orgullo y ve a verlo…, eso es lo que realmente quieres en vez de estar
aquí discutiendo conmigo por gilipolleces (dijo enfadado Sebastian, mientras se ponía la chaqueta) Ahora, yo me
voy ¿te vienes o te dejo aquí tirado? (Alejandro tras salir del
estado de shock por lo directo que había sido Sebastian con él se levantó y
recogió su propia chaqueta y empezó a caminar hacia el coche) El taller me
pilla de paso (dijo y miró a su
tío de reojo. Alejandro no dijo nada y Sebastian disimuladamente sonrió).
-
Sebastian (dijo muy calmado una vez ya
estaban en marcha) No vuelvas
a hablarme en ese tono (y aquella amenaza hizo que la sangre se le helará. Sebastian se
enfadó porque aquel tipo seguía dándole miedo aunque supiera que sino fuera por
ese anillo no tendría problemas para quitárselo de en medio)
-
Hola
(dijo Alejandro al entrar en el taller, no sabía como reaccionar con César pero
necesitaba verlo)
-
Hola (césar salió del despachito de Julio y la cara de Alejandro se
transformó en puro horror)
-
¿Qué te hizo? ¡Dios, mío! Lo voy a matar (dijo
adquiriendo la forma de semi-lobo)
-
Hizo lo que creyó que debía hacer…no es para
tanto…me dejo el brazo bueno
-
¿Cómo puedes bromear al respecto? ¡Te ha cortado un brazo!
-
Tenía que matarme, ambos lo sabemos,
Alejandro. Perder un brazo en vez de la cabeza me parece un buen final (dijo sonriendo. A parte de la perdida
del brazo izquierdo César se veía
horrible)
-
Vamos a casa, no puedes quedarte así, aquí solo (dijo
Alejandro mirando más de cerca a su compañero)
-
¿Seguro? Sé que aún no estás preparado para
perdonarme (le preguntó
preocupado César)
-
Por favor, César, ¡Cállate! (dijo Alejandro y empezó a meter las cuatro cosas que
había visto de César en una bolsa de plástico) Tienes razón aún no puedo perdonarte pero eso no significa que no me
preocupe por ti y que no te quiera a mi lado. No debí pedirle nunca a Sebastian
que se hiciera cargo de ti (dijo apretando los puños). No pensé que fuera capaz de algo así, lo juro
-
Pues a mi sorprendió que se contentara con
solo un brazo…lo cierto es que esperaba algo mucho peor…
-
¿Pero tú te has visto? (le preguntó escandalizado)
-
Sí. Y también vi lo que Tú le hiciste a Harold
cuando atacó a aquel excursionista. Ya te he dicho que me puedo sentir
afortunado. (Alejandro bajó
la mirada, aquello era distinto). Sabes
que con quién estás enfadado es conmigo y no con Sebastian (dijo César
mirándole a los ojos).
-
¿Ahora eres su abogado? Te debe de haber golpeado bien
fuerte en la cabeza.
-
Yo no odio a Sebastian, era él que no paraba
de retarme, sentía que me interponía entre tú y él, eran solo celosos de un
mocoso egocéntrico. (dijo César rodando los ojos).
-
No lo recordamos de la misma manera.
-
Oh, venga Alejandro él era tu debilidad, era
imposible que vieras nada malo en él, ni cuando empezó a actuar extrañamente,
siempre lo excusabas. No te lo reprocho, es lo normal era tu sobrino, lo querías
más que a tu propia vida y estabas tan orgulloso de él…pero Sebastian era y es
prepotente, egocéntrico y algo tirano
-
Bueno, muchos dirían lo mismo de mí
-
Y por eso lo adoras
-
¿No serás tú el que estás celoso de él?
-
Sí, terriblemente celoso jajajaja Sebastian me
odiaba porque era él único que no babeaba por él. Y eso le chocó des del mismo
momento en que me conoció y como decirlo no le sentó nada bien que no le dejara
tratarme como un subordinado o como narices creyera que debía tratarme (dijo César retorciendo el hocico).
-
Bueno piensa que hasta el momento en que te viniste a vivir
a casa, toda mi atención era solo para él (dijo excusando a su
sobrino y se sintió ridículo justo después de hacerlo, pero César solo sonrió). Vamos a casa, quiero verte mejor lo que ese
troglodita te ha hecho (y César gustosamente lo acompañó hasta casa.
Para él había sido más duro esos días allí lejos de Alejandro que toda la
tortura sufrida a manos de Sebastian. Al llegar a casa, Alejandro miró
concienzudamente el alcance de los daños sufridos. Sebastian había cauterizado
perfectamente el corte del brazo. Y las heridas estaban tapadas y empezando a
cicatrizar. Él muy bastardo le había puesto acónito para que no pudiera sanar
tan rápidamente. Se maldijo a si mismo porque ese sucio truco se lo había
enseñado él mismo. Tras darles unos calmantes y dejarlo descansar en la cama
Alejandro tomó las llaves del coche y salió en busca de Sebastian. Aunque César
lo hubiera perdonado, él quería explicaciones).
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