CAPÍTULO 55: DIOS APRIETA, PERO
NO AHOGA.
Para Sanha, con amor
Me había propuesto hacer un chequeo visual a papá sin que él lo notara,
para ver si realmente estaba bien con la visita de Andrew. Era el único de
nosotros que pensaba en él como un padre, así que tenía que haber sido más duro
para él que para el resto. Por eso me sorprendí muchísimo cuando le vi
sonriendo como un imbécil, tumbado boca arriba sobre su cama. Y digo “como un
imbécil”, porque aquella no era su sonrisa habitual, sino algo parecido a la
cara que ponía Barie cuando veía a Justin Bieber en la televisión.
-
¿Nos ha
tocado la lotería o por qué sonríes tanto?
Aidan se incorporó un poco y me miró sin perder la sonrisa. Me hizo un
gesto para que me echara a su lado y así lo hice, mirando al techo como él a
ver si encontraba ahí la respuesta a su exagerado buen humor.
-
Holly
quiere que vaya a conocer a su familia – me explicó.
Me puse algo rígido, pero luego me relajé. Las cosas entre ellos
parecían estar funcionando, a pesar de que iban algo apresurados. Fui yo quien
invitó a Holly, pero quizá no debería haberlo hecho: debería haber dejado que
su relación avanzara primero. Conocer a la familia suele ser de los últimos
pasos, no de los primeros. Aunque tal vez, si tienes hijos, sea bueno saber si
la persona con la que estás es buena para ellos. No estaba mal involucrar a las
dos familias cuando su relación, de alguna forma, nos involucraba. Si decían
seguir con aquello era justo que nos conociéramos todos, y no que de pronto
anunciaran su matrimonio sin que nadie tuviera ni voz ni voto como en el remake
de Tuyos, míos y nuestros.
-
¿Cuándo?
-
Este fin
de semana.
-
¿Le
hablaste sobre lo que averiguaste sobre su hija?
-
No… No me
parecía una buena conversación para tener por teléfono – me respondió, y luego
su sonrisa se esfumó.
-
¿Qué
ocurre?
-
Me ha
dicho que hay un par de cosas que debería saber antes de conocer a sus chicos,
pero que ya me lo diría más adelante. Sonaba como si tuviera miedo de que yo
fuera a salir corriendo. Ya sé que tiene once hijos, yo tengo doce. Si no he
salido corriendo ya, ¿de qué tiene miedo? – dijo papá, visiblemente
intranquilo. No parecía preocupado por lo que Holly tuviera que contarle al
respecto de su familia, sino por su actitud. – He visto fotos de sus hijos. No
te puedo decir por qué, pero realmente tuve un buen presentimiento. Ah, y te
conté sobre Blaine ¿no? A él técnicamente ya le conozco y…
Papá habló durante un rato acerca de Holly y de sus hijos, y le vi
realmente emocionado por la idea de conocerles. Le dejé hablar, porque él
normalmente no parloteaba así, y me gustaba verle tan contento. Solo cuando
pareció no tener nada más que decir me atreví a responderle.
-
Estoy
seguro de que les caerás bien. Es imposible que les caigas mal, a nada que te
conozcan. De hecho… en parte me preocupa un poco lo bien que les pueda caer.
-
¿Por qué?
– se asombró.
-
Por el
mismo motivo que me preocupa el hecho de que Holly le haya caído tan bien a los
enanos: ¿y si no funciona y decidís dejar de veros?
Aidan suspiró y se frotó la cara con las manos, como para despejarse.
-
No creas
que no lo he pensado. Es algo que no se me va de la cabeza, y creo que ella
hubiera preferido dejaros al margen por el momento. Pero no estoy saliendo solo
con ella. Cuando sales con alguien que tiene hijos, es como si también tuvieras
que tener citas con ellos. No pretendes unirte solo con esa persona, sino con
toda su familia. Al igual que dos personas quedan en un restaurante para hablar
sobre sí mismos e ir ganando confianza y profundidad en la relación, también es
mi deber conocer a sus hijos, e ir ganando confianza con ellos. No pretendo
salir con ella solo para divertirme, Ted.
Aquello ya lo sabía, pero me alegré de que lo dijera en voz alta,
porque con los enanos delante siempre hablaba muy cauto, casi como si Holly y
él fueran amigos y nada más.
-
¿Vas a…
vas a casarte con ella?
Papá se atragantó, lo cual era difícil porque no estaba comiendo nada.
Comenzó a toser, muy nervioso.
-
Es
demasiado pronto para hablar de eso, Ted, caray – protestó, cuando por fin pudo
hablar.
-
Pero es
lo que quieres – insistí.
-
Para mí,
es el objetivo último de toda relación. Michael me llamará anticuado, pero no
quiero coleccionar novias como si fuesen cromos… Quiero encontrar a alguien
adecuado y pasar con ella el resto de mi vida… Aunque no había pensado en ello
hasta hace poco, o más bien, no lo creí posible…
-
Me alegra
de que te hayas abierto a la idea – le dije, y me pegué más a él, para usar su
brazo de almohada. Pude escuchar su estómago rugir, y supe que no era de
hambre. Papá estaba muy nervioso, porque se estaba lanzando por un precipicio y
sin paracaídas.
- En el fin de semana. AIDAN´s
POV-
La única condición que me había puesto Holly para conocer a sus hijos
era que accediera a quedar unos minutos antes con ella en un bar cercano a su
casa. Me hubiera gustado pensar que era porque quería pasar tiempo conmigo,
pero sabía que más bien se trataba de ponerme al corriente de algunas cosas que
según ella yo tenía que saber antes de conocer a sus chicos. La verdad, a mí me
parecía un poco absurdo todo eso, aunque después de hablar con ella ya no iba a
parecerme tan innecesario…
Holly me estaba esperando en una mesa cerca de la puerta del local. Me
dedicó una sonrisa nerviosa y se puse de pie para saludarme. Tras dudar un
segundo, y con la necesidad de dejar claras mis verdaderas intenciones, decidí
darle un rápido beso en los labios, apenas un suave contacto, pero mucho más
directo y significativo de lo que hubiera sido un beso en la mejilla. Sus
mofletes tomaron un encantador tono rosado.
-
Ho…hola –
tartamudeó.
- Hola – sonreí.
-
¿Qué tal
está Ted? ¿Ya camina mejor?
- Sí, y cada vez más tiempo, sin cansarse. – respondí, realmente
contento de que fuera lo primero que preguntaba.
En verdad había habido una segunda condición, pero esta la entendía
perfectamente: que fuera solo, sin mis hijos. A mí también me había parecido lo
mejor. No quería que se conocieran hasta tener claro qué iba a ser de nosotros,
como pareja. Una cosa era saber si ella era buena para mis hijos, y yo bueno
para los suyos, y otra confundir a los niños pensando que de pronto éramos
todos una familia, si luego la cosa no funcionaba.
-
Me
alegro.
Durante unos instantes nos quedamos en silencio, pero no porque yo no
tuviera nada que decir, sino porque me había distraído mirándola. Holly se
había arreglado, con ropas elegantes, peinado elaborado y maquillaje, y yo
apenas había cambiado la camiseta que Kurt me había manchado aquella mañana por
otra limpia. Me sentí muy descuidado de pronto, tendría que haberme puesto al
menos una camisa.
-
Oye…
estos días por teléfono sonabas raro… - comenzó ella - Ya sé…ya sé que todo va
muy rápido y si no… si no quieres continuar, lo entenderé.
-
¿Qué? No…
Es decir… tal vez sí he estado raro, pero no tiene nada que ver contigo, ni con
tus hijos. Esta semana ha sido complicada. – confesé. Finalmente, no había
llegado a hablarle de la visita de Andrew, porque ella me había sorprendido con
la invitación a su casa.
-
Oh.
¿Problemas con la editorial?
-
No, no,
eso va estupendamente. Mejor de lo que nunca imaginé. El problema lo tuve en
casa… Me equivoqué con Ted… Tuvimos una
gran pelea y cuando aun no había arreglado las cosas con él vino Andrew…
-
¿Andrew?
¿Andrew tu padre? – me dijo. A veces olvidaba que ella conocía los detalles de
mi vida por haberlos leído en los periódicos.
-
El mismo.
Estiró el brazo hasta agarrar mi mano con la suya, en un gesto de
apoyo. Parecía algo sorprendida de que se lo estuviera contando, pero me era
muy fácil abrirme con ella.
-
¿Y cómo
fue? – quiso saber.
-
Raro…
Para mis hermanos sobre todo. Y para mí fue duro. Ultimamente ha estado
demasiado presente en mi vida, en forma de recuerdo o con encuentros
inesperados… y siempre me deja con un sabor amargo en la boca.
Holly me apretó la mano aún más, con cariño.
-
En la
lotería de los padres no hemos tenido mucha suerte - murmuró – Pero la de los hijos la hemos
ganado por completo – añadió con una sonrisa. Eso me dio curiosidad sobre su
propia historia familiar, pero no sabía cómo sacar el tema.
-
Sí… Ellos
hacen que todo valga la pena.
-
¿Pudiste
arreglar las cosas con Ted?
-
Sí. Pero
me hizo plantearme muchas cosas… Creo que a veces soy demasiado impulsivo. Y
demasiado exigente con él.
-
Bueno, no
sé si solo con él…
-
¿Qué
quiere decir eso? - inquirí, porque me
sonó extraño.
-
Por lo
que vi el otro día, te enfadas fácilmente.
-
¡Eso no
es cierto! – negué, absolutamente convencido - ¡Dejo pasar muchas cosas, quizá
demasiadas!
Holly sonrió un poco por mi tono de indignación.
-
Te
enfadaste mucho con Harry por una tontería. Les dio chuches y coca-cola a mis
bebés, no cerveza.
-
Les dio
cafeína. Y tu también parecías molesta – contra ataqué.
-
Soy un
pelín sobreprotectora – admitió y sus ojos se ensombrecieron un poco, como si
estuviera recordando algo malo –. Me asusté con lo de la cafeína. Pero lo que
hizo tu hijo fue más gracioso que peligroso, y la verdad es que cuando llegué a
casa no pude más que reírme porque ese fuera su mejor intento de “echarme”. Y
tu reaccionaste como si fuera algo horrible, así que confirmaste que en
realidad son grandes chicos, que no te dan problemas.
-
Bueno,
alguno que otro – le aseguré, aunque pensé que en general ella tenía razón –
Todos la lían de vez en cuando ¿no? – sonreí.
-
Sí…
Aunque algunos más que otros.
-
¿De eso
querías hablarme? ¿Tus chicos son algo revoltosos, o qué? – pregunté,
intentando restarle importancia al asunto.
-
“Revoltosos”.
Qué bonito eufemismo. Pero no, no quería hablarte de eso… Yo…en realidad, no sé
que idea te he creado de ellos…
-
Pues ahora
mismo, estoy debatiéndome entre si son hijos del diablo o de Hitler – bromeé,
porque no era la primera vez que insinuaba que sus hijos eran algo complicados.
Mis palabras la hicieron sonreír ligeramente. Era tan guapa cuando
sonreía…
-
Dejaré
que eso lo juzgues tú mismo. Si quería hablar contigo no era por eso – aclaró,
y esperó un poco porque justo entonces vino el camarero a atendernos. Los dos
pedimos chocolate con leche y nos reímos al descubrir en el otro esa misma
costumbre infantil, contagiada por nuestros hijos. Cuando el camarero se fue,
ella continuó. – Lo que quería decirte es algo más… delicado.
-
Te
escucho.
-
Lo digo
solo para que no te sorprendas y, al ser posible, no te quedes mirando. Mi
familia tiene… es decir, hemos pasado… La vida no ha sido demasiado fácil.
En ese momento no aguanté más. Para ella estaba siendo muy difícil
contarme aquello y no estaba bien que yo me hiciera el loco, cuando ya sabía lo
que quería decirme.
-
Sé lo de
Scarlett, Holls. He leído algunas noticias. Sé… que la secuestraron. Es
horrible. No me imagino cómo lo habéis tenido que pasar. Entiendo que por eso
es… tan tímida, y huyó de mí el otro día. No haré ningún comentario si veo que
me rehuye…
-
Vivió
casi seis años lejos de nosotros… La hicieron… la hicieron cosas terribles que
no se le hacen a una niña. Que no se le hacen a nadie… Y cuando volvió, todo
había cambiado tanto para ella… Tenía más hermanos, había llegado Sam… Y al
poco de volver, murió su padre.
-
Pobre
criatura…
-
Cuando
llegó a casa, yo era una extraña para ella. Lo vi en su mirada. Se acordaba
vagamente de mí, pero no se sentía cómoda en casa. No se siente cómoda con las
personas…
Fue mi turno de apretar su mano, sobre todo al ver que se inundaban sus
ojos.
-
Nadie
merece algo así. Ni ella, ni tú tampoco. No tienes por qué darme detalles si no
quieres. Seré cuidadoso, te lo prometo. No tienes que explicarme nada más.
-
Sí tengo,
porque apenas he empezado… Hay cosas importantes que tienes que saber antes de
conocerles…
-
¿Y por
qué no me dejas que les conozca y luego yo juzgue lo que es importante? –
pregunté, con delicadeza. – Conociste a Dylan. Sé lo terrible que es que se
queden mirando a tu hijo cuando no se comporta como el resto. No haré lo mismo.
Ella me miró con amabilidad, pero al mismo tiempo negó con la cabeza,
como si yo no estuviera entendiendo lo que me quería decir. Cogió aire, y
empezó a hablar muy deprisa.
-
Hace algo
menos de dos años mi hermano iba en el coche, con mis hijos. Un camión se salió
de la carretera y les golpeó lateralmente, a mucha velocidad. Max, que entonces
tenía siete años, salió despedido del coche. Se había quitado el cinturón, y
Aaron estaba luchando para que volviera a ponérselo.
Jadeé, impactado. Empezaron a asaltarme fragmentos de algunas
conversaciones en los que Holly hablaba de un hijo suyo que había ido en
rehabilitación, y por ello había podido aconsejarme sobre Ted…
-
¿Qué… qué
le pasó?
-
Otros
coches, que no frenaron a tiempo, le atropellaron. Max… Max perdió las piernas.
Despertó de la cirugía y se las habían apuntado. Tuve que explicarle a mi niño
que ya no tenía…que ya…
Holly perdió la voz, pero contuvo el llanto, de una forma que me hizo
ver que era una mujer muy fuerte. Por fin entendí lo de “no quedarme mirando”.
Lo entendí todo. La miré a los ojos durante un buen rato, y me pregunté si
alguna vez sería capaz de entender todo el dolor por el que había pasado.
Acaricié su mejilla como hacía a veces con mis hijas, pero de una forma
menos infantil. Quería que supiera que estaba allí para ella, que podía contar
conmigo, y que nunca haría nada que hiciera que su familia tuviera que afrontar
aún más sufrimiento.
-
Tiene
suerte de tener una madre como tú. Ahora entiendo por qué estabas tan
preocupada y te agradezco que hayas compartido esto conmigo. No sé qué decir,
ni sé si deba decir algo porque lo que habéis pasado es… es terrible.
Muchas cosas de Holly empezaron a tener sentido para mí. La
sobreprotección que decía ejercer con sus hijos, su carácter fuerte y frágil a
la vez, lo mucho que había sabido ayudarme con lo de Ted…
-
Bueno, ya
sabes la peor parte. El tiempo me ha enseñado que es mejor avisar, porque sino
la gente se le queda mirando o hace comentarios inapropiados al no estar
preparados…
-
Claro…
-
En ese
mismo accidente uno de los trillizos se lastimó la piel, pero como era solo un
recién nacido no le quedarán señales cuando crezca. Ya apenas se le nota.
Asentí. El otro día, en mi casa, no me había percatado. Debía de ser
debajo de la ropa.
Holly era mucho más fuerte de lo que yo nunca sería. Lo de Ted casi
había podido conmigo y él se había recuperado bastante rápido. El pequeño Max
no iba a recuperarse nunca…
Justo en ese momento llegó el chocolate, y lo agradecí infinitamente,
porque no sabía cómo romper esa atmósfera de dolor que se había creado. Holly
bebió y la suavidad de la bebida pareció reconfortarla.
-
Mi hijo
Sam, que es todo un filósofo, suele decir que la vida es un continuo
equilibrio. Cuando te sucede algo increíblemente bueno, no debes pensar que es
para siempre porque tarde o temprano ocurrirá algo terriblemente malo. Supongo
que yo he tenido un poco de las dos cosas. Realmente mi vida ha sido como una
montaña rusa. Conocí a mi príncipe azul, pero luego se volvió oscuro. Tuve unos
hijos maravillosos, pero después tuve que ver cómo sufrían… No le deseo a nadie
el sentimiento de ver sufrir a un hijo. Es lo peor que puede experimentar un
ser humano.
Estuve totalmente de acuerdo con ella. Quise decir algo reconfortante,
pero ella no había terminado.
-
Solo una
cosa más… - me dijo, y luego sonrió, pero no fue una sonrisa para nada alegre.
Miró al servilletero, como pensando algo para sí misma. – Vas a creer que estoy
gafada, o algo, o que no he sabido cuidar de mis hijos, pero… Jeremiah, el
mellizo de Scarlett, es ciego. Él nació así. Mi pequeño milagrito, sobrevivió a
un embarazo bastante complicado.
Creo que es perfectamente comprensible que, ante semejantes
revelaciones, no supiera qué decir, como le habría pasado a cualquiera en mi
situación. Todas las desgracias de una vida contadas así de golpe eran
demasiado que asimilar. Era difícil aceptar que tantas cosas hubieran pasado en
una sola familia, y sin embargo no era tan descabellado si se tenía en cuenta
que todo había pasado en varios años, y con muchos hijos. Yo mismo tenía bastantes
cosas negativas que contar y dichas todas de golpe sonaban como algo horrible…
Pero lo de Holly hubiera sonado así incluso aunque me lo hubiera contado por
capítulos.
-
No te he
contado todo esto para que me tengas compasión – añadió, hablando con bastante
más firmeza que hasta entonces. – No me gusta dar pena y odio que la gente
reaccione con frases de lástima… Odio todavía más la crueldad de algunas
personas, adultos y niños, que aprovechan para hacer daño. Los niños se
inventan historias como que estamos malditos, y lastiman a mis hijos más
pequeños. Y los adultos… los adultos son muchos más viperinos, y vuelcan sus
palabras hacia mí, con críticas, acusándome de los accidentes como si fueran
culpa mía por tener tantos hijos. Como si de haber tenido menos hubiera podido
frenar el camión, o detenido al secuestrador.
Me mordí un poco el labio al recordar que Michael también le había
echado la culpa a Holly de lo de Scarlett. Quería creer que él lo hacía más por
el desagrado que parecía tener ante la idea de que tuviéramos una relación que
porque de verdad lo pensara.
-
No debes
pensar que es culpa tuya, ni dejar que nadie te haga pensarlo, porque no es
cierto. De hecho, nadie debería sentir hacia ti nada más que admiración, porque
después de todo lo que has pasado, has sacado adelante a una gran familia. La
cual estoy ansioso por conocer.
Esa vez Holly sonrió con un poco más de alegría, y cogió su taza,
dispuesta a acabar el chocolate. Yo hice lo mismo, sin dejar de mirarla.
-
¿Cómo no
me mandaste a la mierda cuando en el hospital me sentí sobrepasado? – la
pregunté - Debí de parecer un estúpido…
-
Tu hijo
casi se muere. No tiene nada de estúpido. De hecho, lo que te he contado solo
me hace sentir más empatía cuando alguien sufre por su hijo. Jamás se me
ocurriría pensar que un padre no tiene motivos para quejarse incluso aunque su
niño solo tenga un esguince. Cada uno ha de enfrentarse a lo que de toca, y
quiero pensar que es cierto aquello de que “Dios aprieta, pero no ahoga”.
-
En tu
caso yo ya me habría ahogado – la aseguré.
-
Si
hubiera estado sola, como tú, no habría podido. Como digo, cada uno tiene una
situación, y de alguna manera cada uno puede con la suya…
Tuve que estar de acuerdo, aunque seguía pensando que era mucho más
fuerte que yo. Pedí la cuenta y me empeñé en pagar las dos consumiciones.
-
Escucha,
vas a tener que acostumbrarte a dejar que te invite. Pienso salir muchas más
veces contigo, y pienso pagar yo todas ellas – la aseguré. Poco a poco, Holly
fue ruborizándose ante mi vehemencia, y tuvo que aceptar que la invitara.
Cuando salimos del bar, ella aún seguía dándole vueltas al hecho de que
no la hubiera dejado pagar.
-
Pero
puedo pagar yo también…. Así como es injusto que los hombres piensen que las
tareas domésticas son solo asunto de la mujer, es injusto que las mujeres se
crean con derecho a que los hombres paguen todo… Hoy en día tanto el hombre
como la mujer trabajan, así que… - empezó, pero no la dejé continuar.
-
No tiene
nada que ver con eso. Es solo un gesto de caballerosidad. Además, si nos vamos
a poner así, presumo que ahora mismo gano más dinero que tú, así que es
totalmente justo que pague yo.
Holly se enfurruñó un poco, y ese gesto me recordó tanto a la cara de
mis hijas cuando las contrariaba, que me tuve que reír.
-
Claro que
cobras más que yo, señor “Libro del mes”.
-
¿Cómo
dices?
-
¿No te
has enterado? Tu novela ha sido número uno. Se supone que tengo que escribir un
artículo sobre eso.
-
¿De
verdad? – pregunté, sin podérmelo creer. Mi editor no me había dicho nada. Tal
vez se había tomado demasiado en serio lo de “no pienso cogerte el teléfono en
fin de semana”. ¡Las buenas noticias sí me las podía adelantar!.
-
Enhorabuena
– sonrió. Me gustó verla más animada. Luego pensé que había quedado como un
imbécil arrogante al decir que ganaba más que ella. Definitivamente, necesitaba
práctica en eso de hablar con una mujer.
-
Tu casa
es esa de ahí ¿verdad? – pregunté, recordando aquella vez que la acompañé,
cuando su hijo se cayó.
-
Sí.
Bueno, la de mi hermano – añadió, algo incómoda. Se sentía avergonzada por
vivir con él, pero yo entendía perfectamente lo que era pasar dificultades
económicas cuando tienes hijos.
Caminamos hacia allí lentamente y pude notar cómo ella se iba poniendo
más y más nerviosa. Yo también comencé a sentirme así, porque entendí que
aquello era un paso importante. Nunca llegaría a nada serio con ella si no
congeniaba con sus hijos.
Cuando abrió la puerta de la casa, lo primero y lo único que vi fue un
chico muy alto sentado en las escaleras, con ojos rasgados, pircings, anillos
en las manos, y rastas. Por las fotos que me había enseñado, era Sam, su hijo
mayor. Algo en su aspecto le hacía increíblemente agradable a pesar de que no
aprobaba para nada su estilismo…
-
Hola – me
saludó, con una sonrisa hecha de dientes perfectos – Tú debes de ser Aidan.
Se acercó a mí y me dio un abrazo amistoso. Era tan alto como yo, lo
cual era decir mucho, porque me faltaban cinco centímetros para los dos metros.
-
Hola. Y
tú debes de ser Sam. – respondí, positivamente sorprendido de su amabilidad.
-
¿Y tus
hermanos, Sam? ¿Y tu tío? – preguntó Holly.
-
Tu
hermano está con Sean – respondió el joven. Ese “tu hermano” no sonó nada
amistoso. Fue como si quisiera recalcar que era el hermano de Holly, pero no su
tío.
-
¿Ha
pasado algo?
-
Día de
notas – respondió Sam, solamente.
Eso me recordó que mis chicos también tenían que traer las notas a
casa. En su colegio tocaba el lunes, pero en el de Holly debieron de dárselas
antes, aquél viernes. No tuve tiempo para pensar nada más, porque la expresión
horrorizada de Holly me distrajo.
-
Pensé que
no las darían hasta el lunes…- murmuró.
-
Eso
hubiera sido lo humanitario. Nadie da las notas antes de un fin de semana, para
jodérselo a los chavales, a ver. Pero en esa cárcel en la que están cuanto más
les puteen, mejor.
-
Samuel,
habla bien.
Me pareció gracioso oírla regañar al chico, por su edad y su altura.
Era un hombre hecho y derecho, y aun así se azoró un poco ante el reproche de
Holly.
-
Perdona.
Pero eso, los enanos acaban de llegar, y trajeron las notas. Están en las
habitaciones.
Vaya, qué jornada tan larga. Mis hijos habían llegado a casa a tiempo
para que pudiera saludarles antes de ir a ver a Holly.
Recordé de pronto que ella había dicho que sus hijos antes no iban al
colegio, sino que se educaban en casa. Antes no había tenido que enfrentarse a
las odiadas papeletas con las notas. Aquello debía de ser relativamente nuevo
para ella.
-
Y… ¿cómo
ha ido? – preguntó al final, no sin dudar un momento. Me sentía un intruso, como
si estuviera interrumpiendo algo importante.
-
Si me
preguntas a mí, increíblemente bien. Pero ya sé que no serás de la misma
opinión, y Don Perfecto aún menos. Scarlett y West tienen todo sobresaliente. Jeremiah tiene
algún notable. Max trae varios reportes de mal comportamiento y Blaine no ha
querido enseñar sus notas, así que me huelo que mal. Sean ha suspendido tres y
Leah literalmente se ha comido las suyas, para luego escupírselas a Aaron.
Abrí mucho los ojos ante eso último y carraspeé, algo incómodo. Bueno,
la mayoría había sacado notas excelentes, eso era bueno ¿no?
-
Espérame
aquí, Aidan, por favor – se apresuró Holly, y desapareció escaleras arriba.
Me quedé a solas con Sam, sin saber qué decir. Él, en cambio, volvió a
sentarse en un escalón, muy tranquilo.
-
Creo que
vine en mal momento…
-
Oh,
cualquier momento en el que vinieras sería malo. No te preocupes, no tardarán
mucho. Holly no dejará que Aaron haga nada, y menos contigo aquí. Él quería
aprovechar antes de que vinierais.
No sabía si debía preguntar para qué quería aprovechar, aunque una idea
sí me hacía. Segundos después bajó un chico a quien ya conocía: era Blaine, que
había encontrado a Kurt cuando desapareció en el zoo.
-
Bufff, el tío va a matar a alguien, Sam, te lo digo
en… Oh. Hola – dijo, en cuanto reparó en mí. En seguida se puso a la defensiva,
como si quisiera guardar las distancias ante algo potencialmente peligroso.
-
Hola. A
ti te debo un agradecimiento en condiciones.
-
¿Qué tal
está el enano revoltoso? – preguntó, sonriendo un poco.
-
Muy bien.
-
¿Por qué
no has querido enseñar las notas, Blaine? – preguntó Sam.
-
Jo,
delante de él no. –se quejó. Tal vez le avergonzaba que yo me enterara de sus
calificaciones.
-
El tío
Aaron te lo va a preguntar ahora y se va a enterar igual. ¿Has suspendido?
-
No. Tres
“sobres”, cuatro notables, un bien, y dos “sufis”. – respondió Blaine.
Comencé a sonreír e iba a decir “Ey, pero enhorabuena chico, son muy
buenas notas”, pero no tuve ocasión.
-
¿Qué?
Estás muerto. Blaine, que te va a matar…- dijo Sam, algo preocupado.
-
Ya lo sé.
-
Pero ¿por
qué? – intervine - Esas notas están muy bien. ¿Qué estás, en cuarto de la ESO?
¿Primero de bachillerato? Son muy buenas notas.
Blaine me miró bastante sorprendido.
-
Mamá, que
él se quede por aquí ¿eh? Ya me ha caído más que bien – dijo, y me giré para
ver que Holly estaba bajando las escaleras con un nene pequeño en brazos. Por
la edad, debía de ser West.
-
Me alegra
que hayáis congeniado, pero tú y yo tenemos que hablar. – le dijo Holly.
Pretendía sonar seria, pero no lo conseguía mucho. Creo que ayudaba el hecho de
que el pequeño que llevaba en brazos estuviera jugando con el collar de su
cuello.
Solo entonces vi que detrás de Holly había una pequeña sombra. Entreví
un cabello rubio, y me di cuenta de que se trataba de Scarlett, que se escondía
tras su madre. La niña asomó un poco la cabeza, me miró, y se volvió a
esconder. Me pareció la cosita más mona que había visto en mi vida, y me
derritió por completo.
Poco a poco, bajó el resto de su familia y en cuanto estuvieron todos
la sala donde estábamos se quedó pequeña. Enseguida comprendí que esa casa no
era lo bastante espaciosa para todos ellos.
Me había prometido no mirar fijamente, pero no pude evitar que mis ojos
se detuvieran unos instantes en las piernas ortopédicas del pequeño Max. En sus
movimientos había algo de robótico, y bajo su pantalón asomaron dos piernas de
metal. Pobre niño… Algo dentro de mí quiso rebelarse contra esa imagen. No era
justo que alguien tan pequeño tuviera que hacer frente a algo como eso…
-
¿Qué hace
ese gilipollas aquí? Te dije que no lo trajeras. – gruñó Max. Su agresividad contrastó con la
vulnerabilidad que desprendía.
-
¡Max! –
regañó Holly.
-
Enano, no
empieces – convino Sam. Iba a decir algo más, pero se calló en cuanto apareció
el último miembro de la familia: Aaron. Tal como se percibía en las fotos, era
un hombre bastante atractivo… aunque bastante más bajito de lo que había
imaginado. Todos hablaban de él como si fuera alguien intimidante, y era más
bajo que mi hijo Alejandro.
-
Eres
Aidan, imagino. – saludó, tendiéndome la mano para que la estrechara.
-
Hola. –
se la estreché, algo sorprendido porque casi me machaca los dedos. Me sonreía
abiertamente, y sin embargo su saludo casi me rompe la mano. ¿No se había dado
cuenta, o quería marcar algún punto?
Eché un vistazo a toda la familia. La chica más mayor, Leah, me miraba
con cierto desprecio. Jeremiah, llevaba puestas unas gafas oscuras. Sabía que
no me podía ver pero su cabeza estaba justo en mi dirección, como si hubiera
averiguado mi posición por el sonido de mi voz. Los trillizos estaban sentados
en el suelo bastante indiferentes a todos. Pero si había alguien que destacaba,
era Sean. El chico tenía una mirada de profundo odio en los ojos y me sentí taladrado.
-
¿Por qué
no saludáis como es debido? – pidió Aaron.
-
Paso –
respondió Leah.
-
No quiero
– dijo Max.
-
Que le
jodan – espetó Sean.
Vaya, sabían hacer que uno se sintiera bienvenido. Antes de poder
reaccionar, Aaron se abalanzó sobre Sean. Por un acto reflejo, le agarré el
brazo, justo a tiempo para impedir que le cruzara la cara.
-
Eso no
será necesario. No pretendo caerles bien nada más llegar. Aunque tenía
entendido que tú querías que viniera, Sean.
-
¿Sabes
todos nuestros nombres? – preguntó Jeremiah. Tenía una voz muy dulce y aniñada.
-
Sí, tu
madre me los dijo, y me enseñó fotos.
-
Discúlpate
de inmediato, Sean. Ahora. – gruñó Aaron. Estaba rabioso, y creo que ni
siquiera era contra Sean, sino contra mí, por haber intervenido. Lo que sentí hacia
él fue un odio inmediato a inexplicable, como el que nunca había sentido hacia
ninguna persona, más allá de mi abuelo.
-
Súbete y
baila – replicó Sean, y le enseñó el dedo
corazón. La verdad, el chico tenía instintos suicidas.
-
¡Sean! –
gritó Sam. – Ya basta, tenemos invitados.
-
Pues que
se suba y baile el también, no soy selectivo. Que me chupe la…
-
Sean. Ve
a tu cuarto, cariño. – intervino Holly. Me sorprendió el tono dulce que empleó
con él, como si fuera un niño pequeño que estaba pesado en lugar de un
adolescente maleducado.
-
No quiero
irme, esta es mi casa. Que se vaya él.
-
Tú me
dijiste que le trajera. ¿Es que ahora no le quieres conocer? – inquirió Holly.
-
Ya le
conozco. No me gusta. Que se vaya.
-
Pero si
aún no hizo nada para que te guste o no – replicó Sam.
-
¡QUE SE
VAYA! – chilló Sean. Su voz era muy aguda y molesta y no comprendí a que venía
aquél ataque.
Aaron hizo un gesto casi imperceptible. Movió ligeramente la mano hacia
su cintura, y Sean se calló inmediatamente, y dio dos pasos hacia atrás. Aaron
le fulminó con la mirada unos segundos, en un claro signo de advertencia y
después relajó la postura, como si no hubiera pasado nada.
-
Bueno,
pues qué bien está yendo todo ¿no? – dijo Blaine, con una sonrisa forzada – A
esto le llamo yo empezar con buen pie.
-
Cállate,
Blaine, a nadie le importa. Deja de hacerte el simpático – gruñó Leah.
-
Ignórales.
Leah tiene la regla y los demás también. – dijo Blaine, y me llevó del brazo
hasta el sofá. – Ven, siéntate. Estabas diciendo algo sobre que mis notas eran
buenas.
Agradecí su intento de destensar el ambiente y algo en su personalidad
me recordó mucho a Zach.
-
Relajaros
un poco ¿eh? – dijo Sam, al resto de sus hermanos. – El que no quiera estar
aquí que se vaya arriba. Los demás sed amables y sentaros.
-
Él está
en mi sitio – gruñó Max, y me dio una patada. No le recomiendo a nadie que
experimente el dolor de recibir un golpe de una pierna de metal. Se me escapó
un grito de dolor y me llevé las manos a la pierna. Contuve una palabrota.
-
¡Max!
¡Pero qué has hecho! – Holly se acercó para ver si estaba bien y luego
entrecerró los ojos. Agarró a su hijo por el brazo y le giró. Le dio una
palmada bastante floja, pero aun así me pareció terrible, porque ese niño me
daba mucha pena.
PLAS
Pensé que el niño se pondría a llorar, pero en lugar de eso se
revolvió, y se hubiera caído si Holly no le hubiera sujetado. Parecía muy
enfadado.
-
¡TONTA,
TONTA, GILIPOLLAS! ¡ÉL ES IMBÉCIL Y TU TAMBIÉN!
Holly forcejeó con él para que se estuviera quieto y le subió escaleras
arriba. Les seguí con la mirada, pero me distraje cuando Sam me trajo un poco
de hielo. Recordé el irónico paralelismo entre esa escena y la de mi casa de
hacía unos días, con la visita de Andrew. Yo era el malo en aquella ocasión.
Scarlett se escabulló tras su madre, como si no quisiera separarse de
ella. Y yo no sabía dónde meterme.
-
No le
ayudes, Sam – protestó Leah.
-
¿Pero qué
dices? Se ha llevado un buen golpe. Si el enano tuviera más fuerza, hasta le
habría roto algo. ¿No te lo ha roto verdad? ¿Puedes mover la pierna?
-
¡Que no
le ayudes! Estúpido acoplado de mierda.
La palabra “acoplado” pareció hacerle daño a Sam. Había pensado que iba
dirigida a mí, pero él se había dado por aludido, así que imaginé que detrás
había una historia entre ambos…. En ese momento sentí que tenía que hacer algo,
porque aquello iba de mal en peor.
-
¡Eh! ¿A
qué viene tanta… rabia? – pregunté.
-
¿Qué a
qué? A que sobras, imbécil. Que no hace ni un año que mi padre ha muerto y mi
madre ya está buscando capullos con los que reemplazarle. – escupió Sean.
-
He tenido
suficiente. Si pensáis que voy a dejarlo pasar porque haya visitas estáis
equivocados… - sentenció Aaron.
-
¡Ni que
tú fueras fan de papá! – replicó Leah, pero no a su tío, sino mirando a Sean.
-
¿Quieres
callarte? ¡Estamos del mismo bando en esto!
Sam me dio el hielo para que lo sostuviera yo y se llevó dos dedos a la
boca, silbando estruendosamente. Como la habitación era pequeña, sonó muy
fuerte e inmediatamente todos se callaron. West se llevó las manos a los oídos,
de forma teatral.
-
Basta.
Leah, Sean, id a la cocina. Os toca preparar la merienda.
-
¡No, qué
va, no es mi turno!
-
¡Me da
igual! Ahora lo es. Necesitáis salir de aquí, al menos hasta que os calméis un
poco.
Sorprendentemente, le hicieron caso. Eso me hizo ver que era un papel
que Sam adoptaba a menudo, el de hermano mayor. Me recordó a Ted, aunque Sam
desprendía mucha más seguridad que él.
-
Y tú te
calmas también. Si has tenido un mal día no la pagues con ellos, que están de
mal humor entre otras cosas porque les ladraste prácticamente desde que
entraron por la puerta – le espetó a Aaron. Cuando me miró a mí, me sonrió con
amabilidad. – Creo que tu pierna estará bien. Pero tendrás un recuerdo de mi
hermanito por unos días.
-
¿A dónde
fueron él y Holly? – pregunté, aunque me hacía una idea. – No quiero que el
pequeño esté en problemas, no fue para tanto…
-
Sí, sí lo
fue, pero no tienes de qué preocuparte. Mamá nunca se enfada. Y si se enfada
maaaalo. – dijo Blaine. – Es un fenómeno que sucede muy pocas veces, y nadie
quiere estar aquí para presenciarlo. Solo se lo ha llevado para que se calme.
Le miré no muy convencido, porque en verdad sabía lo que habría hecho
yo en su lugar, y le hubiera castigado. Era mucho más fácil ser el malo, que
ver cómo otros lo eran, pero decidí confiar en la palabra de Blaine. Poco
después bajó Holly, con cara de cansancio, y seguida de nuevo por su sombra
Scarlett. La niña mantenía una distancia prudencial conmigo y no dejaba de
mirarme.
-
Max
bajará enseguida y te pedirá disculpas, Aidan. – dijo Holly.
-
No es
necesario…
-
Sí, sí lo
es, y él lo sabe. Hace poco que ha descubierto que con sus prótesis puede hacer
daño y no quiero que las use para eso.
No supe que responder a eso, y suspiré. Estaba claro que sus hijos no
me querían allí, al menos varios de ellos.
Jeremiah se acercó al sofá y, tras tantear un poco con sus manos, se
sentó a mi lado. Me fijé en que tenía
una tobillera en el pie, y recordé que se había hecho un esguince al
caerse por las escaleras. Ya parecía estar casi recuperado.
-
¿Así que
eres escritor? – me preguntó.
Asentí, pero luego me di cuenta de que con él tenía que hablar en voz
alta.
-
Sí…
-
Tus
libros no están en braille – me acusó. – Le tuve que pedir a Scarlett que me
leyera un trozo para saber cómo escribías. No me gustan los audiolibros.
-
Se lo
haré saber a mi editor – le aseguré, conteniendo una sonrisa.
-
A
Scarlett le gusta lo que escribes. Creo que se lo ha leído todo. – continuó.
Miré a su melliza e intenté que mi sonrisa fuera lo más amigable y
tranquilizadora posible. La niña parecía un cervatillo asustado y yo tenía
miedo de que saliera corriendo.
-
Scay,
cariño, dile algo. No le has dicho ni hola. – animó Holly, empujándola un
poquito. Scarlett reaccionó escondiéndose aún más detrás de ella.
-
Hola –
saludé, como si su actitud fuera normal. - ¿Te gusta leer?
Ella asintió, con sus ojos azules muy abiertos sin dejar de observarme.
-
A mí
también. Tal vez luego puedas enseñarme alguno de tus libros.
No obtuve ninguna respuesta, pero no dejaba de mirarme. Al menos ella
no era hostil conmigo…
Pensando en personas hostiles, Max bajó las escaleras en ese momento.
Bajaba con movimientos algo torpes, pero se notaba que tenía práctica.
-
Mamá,
quiero mi consola – protestó, en un tono mucho más dulce del que había empleado
antes.
-
Ya te
dije que te la devolvería si te disculpabas.
-
No me voy
a disculpar.
-
Entonces
no te la devolveré.
Como el niño pequeño que en el fondo era, Max empezó a llorar con pena
y frustración. Vi como Holly se enternecía y se acercaba a él para abrazarle.
Le susurró palabras que no logré entender, pero que sonaban suaves y
tranquilizadoras, y le acarició el pelo. Fue una imagen llena de ternura, pero
el niño no esbozó ninguna disculpa. Me miró con enfado, como si yo fuera el
culpable de que le hubieran quitado la consola.
-
Oye ¿y
nos has traído algo? – preguntó Blaine, como para cambiar de tema hasta que el
enano decidiera disculparse.
-
Blaine… -
regañó Holly, suavemente.
-
¿Qué?
Quiere caernos bien ¿no? Podría haber traído algún regalo.
Escuché a Holly murmurar algo así como “este chico no tiene vergüenza”,
pero lo cierto es que a mí me había caído bastante bien.
-
Bueno,
tengo caramelos. – ofrecí. West tiró de mi manga, pidiendo uno. – Toma. ¿Cuál
es tu sabor preferido?
-
Fresa.
-
El mío
también. – le respondí.
Cosa mona y estrujable. Sus rizos rubios hacían que fuera fácil
confundirle con una niña.
Scarlett dio dos pasos hacia mí. Al parecer ella también quería
caramelos, pero no se atrevía a pedirlos. Seducido por la idea de que por fin
quisiera acercarse, dejé el caramelo sobre la mesita para que ella tuviera que
ir hacia donde estaba yo. Se acercó a pasitos cortos y cogió la gominola.
-
Gracias –
la oí decir, para el cuello de su camisa, y voló de nuevo hacia su lugar seguro
detrás de su madre. Sonreí. Ella no me odiaba, y tuve fe en que poco a poco iba
a poder ganarme su confianza.
Quise establecer algún tipo de conversación cordial y miré a Sam,
porque intuí que él iba a ponérmelo fácil y porque realmente sentía curiosidad
sobre ese chico.
-
Así que…
Sam, ¿estás en la universidad? ¿Qué estudias?
-
Por las
mañanas hago Historia del Arte. Es mi cuarto año ya, se supone que termino. Por
las tardes voy al conservatorio, estoy haciendo la carrera de música.
-
Y por las
noches trabaja en un bar – añadió Holly. – Los fines de semana tiene mil
actividades. Si no fuera porque viene a dormir casi ni le vería – protestó. Con
eso me quedó claro que vivía con ellos, y no en el campus de la universidad o
en un piso propio.
-
Vaya. Es
una vida intensa esa que llevas.
-
Sí,
bueno… me gusta estar ocupado.
Sean y Leah volvieron en ese momento, supuestamente para anunciar que
la merienda ya estaba preparada. En verdad trajeron una jarra con cola-cao y
muchos vasos, supongo que para servirlo allí. Cuando Sean iba a dejar la jarra
en la mesa, se tropezó, y el líquido humeante me cayó encima. Durante un
segundo creí que fue un accidente, pero luego leí en sus ojos que había sido
completamente a propósito. Me quemé la entrepierna, y dolió bastante, pero
parte del líquido había caído también sobre West y Jeremiah. El segundo en
particular estaba muy confundido, porque no entendía lo que había pasado.
Todo fue mi confuso a partir de ahí. West empezó a llorar, alguien se
lo llevó al baño, creo que Sam. Blaine le quitó la camisa a Jeremiah de un
tirón, rompiendo algunos botones, y le llevó a la cocina para mojarle con agua
fría. Holly fue con ellos, pero luego volvió y me preguntó qué tal estaba. No
sé si respondí, porque aún estaba asimilando lo que había pasado. Analicé el
dolor que sentía y me diagnostiqué a mí mismo que no tenía quemaduras graves.
Alguna vez me había quemado en la cocina, cuando me saltaba el aceite, y esto
se parecía más a cuando me metía en la bañera con el agua muy caliente. Aun así
no era agradable, claro, y me hubiera gustado poderme cambiar de pantalones.
-
…al baño
de arriba. – medio escuché. Entendí que Holly me estaba diciendo que fuera a
ducharme – Creo que la ropa de Sam podría valerte, ve.
Asentí, confundido, y subí las escaleras. No me dijeron dónde estaba el
baño, pero aquello era de veras pequeño, así que lo encontré enseguida. Me
desnudé con rapidez y me metí bajo el agua fría. Mientras el agua caía intenté
dejar la mente en blanco, pero no pude. El chico había intentado quemarme. Y ni
siquiera estaba rabioso o enfadado o al
menos eso creía. Tal vez tenía un problema más profundo conmigo, como el que
Alejandro tenía con Holly, o con Andrew. Él también se ponía violento ante
situaciones así… Pero cuando Jandro rompió la mesa, cerca de Hannah, se
arrepintió enseguida. Sean en ningún momento me había mirado con nada más que
con un brillo de triunfo en los ojos, como si se alegrara de su proeza.
No me gustaba pensar en los niños como “personas malas”. Para mí los
niños no podían ser malos, estaban aprendiendo. Cometían errores… Pero Sean ya
no era un niño. Era un adolescente, y parecía lleno de… veneno.
Escuché a alguien entrar en el baño, y automáticamente cerré el grifo,
nervioso. Estaba la mampara, así que no me podían ver, pero en ese instante fui
plenamente consciente de que me estaba duchando en la casa del hermano de mi
muy reciente novia.
-
¿Aidan?
Te dejo unos vaqueros, ¿vale? Y… ropa interior. – anunció Sam. – Igual te queda
algo estrecho…
¿Me estaba llamando gordo?
-
Gracias…
enseguida salgo…
Esperé a que se marchara para envolverme en una toalla y salir. Me puse mi camiseta y
su ropa. Sus vaqueros eran muy ajustados y, aunque yo usaba alguna vez, no me
sentía cómodo con ropa ajena. Mientras me vestía, me pareció escuchar un ruido
extraño en una de las habitaciones. No estaba seguro de lo que era, pero
entonces escuché un llanto y la voz furiosa de Aaron. Intuí que estaba
castigando a Sean… Pese a que una parte de mí creía que el chico se lo había
buscado, no me gustaba la idea… Por lo que sabía Aaron usaba métodos parecidos
a los míos, solo que era mucho más duro.
Cuando salí del baño ya no se escuchaba nada y decidí asomarme a ver si
averiguaba algo. Allí solo había cuatro habitaciones además del baño. Eran
pocas para tanta gente. Una de ellas tenía la puerta cerrada y del otro lado se
oía un llanto semiahogado. Probé a empujar la puerta, y esta se abrió.
Sean estaba llorando sobre su cama y algo en su llanto me hizo sentir
muy miserable. No parecía haberse percatado de mi presencia, así que me quedé
quieto, observándolo todo por un momento. Había cinco camas en ese cuarto, que
era bastante pequeño. Dos literas y una individual. Sean estaba tirado sobre la
individual. Las paredes no tenían mucha decoración, pero me llamó la atención
una serie de papeles con rayas verticales, casi como la manera típica de contar
los días de condena en una presión, según la tele. No supe lo que significaban
y no le di más importancia.
-
Sean… -
murmuré, para avisarle de que estaba ahí.
Soltó un gemido, pero no se movió. Ni siquiera giró la cabeza para
mirarme. Me acerqué poco a poco, pero no me atreví a sentarme en su cama. Sería
como invadir su espacio personal, y aun no nos conocíamos mucho. Pero algo tenía
que hacer, porque me mataba verle llorar así. ¿Le habían dejado solo con ese
sofoco? Jolín…
-
¿Por qué
lloras? – pregunté, pero no obtuve respuesta - ¿Te han castigado?
Otro gemido sirvió como respuesta afirmativa.
-
¿Tu tío?
No necesité que respondiera a eso, pero buscaba la forma de hacerle
hablar. Finalmente me atreví a sentarme
a su lado, y puse una mano en su espalda.
-
¿Fue muy
duro contigo? – inquirí.
Sean no dijo nada, pero se movió sobre la cama como para cambiar de
posición. Al principio pensé que quería irse para alejarse de mí, pero después
observé con incredulidad como se colocaba de tal forma que mis piernas le
servían de almohada para la cabeza. ¿Me había confundido con su hermano, o se
había olvidado de que me odiaba? Puse una mano en su pelo recordando que ese
chico tenía solo catorce años. Eso era uno más que mi Zach, que siempre estaba
mimoso después de un castigo.
-
No soy tu
enemigo ¿mm? Sé que estabas muy enfadado, pero yo no te hice nada. Me hubiera
gustado que lo hablaras conmigo en vez de… actuar así. Pero ya está. No importa. Yo sé que lo sientes, y que no lo
vas a hacer más.
-
Snif…
No parecía querer hablar en ese momento, así que le dejé tranquilo, y
me limité a ser su almohada humana. Holly entró segundos después y se quedó asombrada
de vernos así. Se congeló en la puerta con la boca entre abierta, hasta que
finalmente fue capaz de reaccionar. Estaba enfadada, pero no con Sean.
-
Le dije a
Aaron que no lo hiciera… Esto tiene que parar, no puede actuar a mis espaldas…-
murmuró. – Sean, cariño, ¿estás bien?
-
Mami…
“¿Mami? ¿Este chico es el mismo que se comportaba como un salvaje ahí
abajo?” pensé. Tal vez me había
equivocado con las edades, y Sean tenía diez años, o algo así. Aunque por su
altura no lo parecía. No, no. Sean era el de catorce, aunque en ese momento
aparentara unos seis.
Con delicadeza, con movimientos casi imperceptibles, Holly se las
arregló para ocupar mi lugar, levantando a Sean como si no pasara nada y
tumbándolo de nuevo con la cabeza sobre sus piernas.
-
Estaba
aquí solo…. – me expliqué. – Me dio mucha pena verle llorar así.
-
Yo estaba
con West, y Aaron… grrr… Le ha pegado. Le ha subido aquí y le ha pegado, a mis
espaldas.
Una parte de mí quiso decir “bueno, hasta cierto punto se lo merecía”.
Otra entendía perfectamente su frustración, al ver que su hermano no respetaba
para nada su voluntad con respecto a la educación de sus hijos. Además, Aaron
me había caído horriblemente mal…
Miré a Sean a ver si se enfadaba porque su madre me dijera aquello,
pero no se inmutó.
-
Perdón,
mamá… - susurró el chico, como si quisiera que solo lo escuchara Holly.
-
Shhh.
Tranquilo. Ya sé que lo sientes, Sean…
-
No, es
que… hoy no me la tomé.
Sentía que aquella conversación era privada, así que hice por
levantarme.
-
¡Sean!
¿Por qué no la tomaste? La medicina tienes que tomarla siempre, lo sabes.
-
Lo hice
aposta, para asustarle a él – explicó, señalándome con la cabeza.
Moría de curiosidad. Pese a todo lo que me había explicado, Holly no me
había contado todo sobre su familia. Había algo raro con Sean, algo que lo
hacía medicarse….
-
Bueno,
pues creo que funcionó bastante bien – le regañó. – Ha sido un recibimiento
horrible el que ha tenido. Ahora ya nunca querrá volver, espero que estés
contento. ¿Qué querías, que le trajera para espantarle y que dejáramos de
vernos?
-
Justo
eso… - murmuró Sean.
-
Ah, pues
si es eso fallaste estrepitosamente – decidí intervenir, ya que hablaban
delante de mí. – En pocos lugares me han atendido tan bien, bañándome en leche
caliente por si tenía frío y usándome de almohada para que me sienta
necesitado. Por supuesto que volveré.
Holly me sonrió con agradecimiento y yo miré al chico intentando ver
dentro de su mente. En la clase de Dylan había conocido niños con toda clase de
trastornos, pero Sean no parecía encajar en ninguno de ellos. Sean parecía un
chico sano, con mucho genio y algo malintencionado… Pero en ese momento
cualquiera podría pensar que solo era un niño mimoso, confianzudo y
desvergonzado, que por no tener no tenía ni apuro porque le mimaran frente a un
extraño.
Decidí dejarles solos, porque entendía que necesitaban algo de
intimidad. Volví al baño a recoger mi ropa y a intentar secarme el pelo un
poco. Al salir me topé con Holly.
-
Sean
quiere hablar contigo. Ven, dame la ropa. La pondré a lavar.
-
No tienes
que mo…
-
No te la
vas a llevar manchada. Trae, no me cuesta nada. Iba a poner una lavadora de
todas formas.
-
Gracias –
acepté, con algo de vergüenza. Aquello era tan surrealista.
Fui al cuarto de Sean, imaginando que tal vez quería disculparse. Me
alivió comprobar que en el fondo no era un mal chico.
-
Ey –
dije, a modo de saludo. El niño estaba colocando algo en su escritorio. Apenas
levantó la vista con cierta indiferencia.
-
Lo de
antes solo fue una buena actuación para mi madre. No me caes bien y nunca lo
harás – me espetó.
Parpadeé confundido por unos segundos. Inmediatamente pensé que solo se
estaba haciendo el duro porque se avergonzaba de haberse mostrado tan
vulnerable conmigo.
-
Vaya.
Agradezco la sinceridad. Pero, para que lo sepas, ella no estaba observando.
-
Ya lo sé,
idiota, pero sabía que estaba a punto de subir. – replicó.
El rostro de Sean era anguloso, y tenía las cejas puntiagudas. En ese
momento tenía la ceja derecha un poco levantada y la boca torcida, en una mueca
de desprecio bastante conseguida. Aún tenia los ojos algo enrojecidos, pero aun
así pude percibir la rabia que desprendía. Ya no sabía qué pensar. No tenía
claro qué había sido fingido: el momento mimoso de antes, o el desprecio
altanero que me estaba demostrando en ese momento.
-
Así que…
¿no sientes haberme tirado leche ardiendo? – inquirí.
Sean se quedó callado por un segundo, y ese silencio fue mi respuesta:
en el fondo lo sentía. Sin embargo, cuando hablo siguió en la línea de su
actitud orgullosa:
-
Claro que
no. Solo siento que no estuviera más caliente.
Alguien nos llamó desde el piso de abajo. Habían traído una nueva jarra
de leche, y la habían servido en varios vasos. También había galletas y zumos.
-
¿Te ha
pedido perdón? – exigió saber Aaron, con rostro serio, taladrando a Sean con la
mirada, que había bajado detrás de mí.
-
Sí, se ha
disculpado, y ya está todo bien. – mentí, como un bellaco. En parte, porque un
instinto me dijo que debía hacerlo, y en parte para que Sean viera que yo sí
estaba dispuesto a ser amable con él.
-
Te
olvidas de todas las salidas por tiempo indefinido – le dijo Aaron.
-
¿Qué? ¡Ni
hablar! ¡Ya me has castigado!
-
Aaron,
ahora no es el momento – intervino Holly.
-
Ya lo
creo que lo es. No te pongas de su parte, están descontrolados. Mira cómo han
tratado a tu novio.
-
¡Eh, no
pluralices! – se quejó Blaine.
-
Dije que
ahora no – replicó Holly, con fiereza.
Lo bueno de tener niños pequeños, es que eran estupendos para romper
momentos de tensión como aquél. West, que llevaba ropa nueva y se estaba
tomando su merienda, fue hacia su madre, mimoso, y con toda la cara llena de
chocolate. Ella se agachó para limpiarle y le hizo un mimo.
-
¿Tienes
novio? – preguntó el niño, con mucha curiosidad, y luego me miró. Holly y yo
nos ruborizamos casi a la vez.
-
Sí,
enano, por eso ha venido Aidan – respondió Blaine. Leah soltó un bufido.
-
Holly, yo
me tendría que ir yendo… Dije que faltaría a primera hora, pero no puedo
perderme la segunda… - dijo Sam, mirando nervioso el reloj del móvil.
-
Claro,
cariño, ve. Gracias por haberte quedado hoy.
-
Encantado
de conocerte, Aidan – me dijo y levantó la mano para chocarla conmigo y
estrechármela en el aire. Ted a veces se saludaba así con sus amigos, pero
podía hacer años que yo no hacía ese gesto.
-
Lo mismo
digo. Que te vaya bien en clase.
Sam me sonrió y revolvió el pelo a alguno de sus hermanos al pasar.
Cogió a Dante en brazos un segundo.
-
Uy, este
amiguito necesita un cambio de pañal. – dijo, y luego se puso la chaqueta y
salió. No me pasó inadvertido que no se despidió de Aaron y creo que a él
tampoco, porque puso una mueca.
-
Yo le
cambio – se ofreció Aaron, y cogió a Dante en brazos. Por primera vez en toda
la tarde puso una sonrisa dulce en el
rostro. Le hizo cosquillas en la tripa y le llevó a otro cuarto. Vaya, si sabía sonreír después de todo.
Sentí mucho que Sam se fuera, porque su presencia me hacía sentir
cómodo. Ahora en mi bando solo quedaba Blaine y la verdad es que me hubiera
gustado irme para no forzar las cosas, pero estaba atrapado hasta que mi ropa
terminara de lavarse.
Sentí un tirón de mi camiseta e instintivamente miré hacia abajo,
porque eso era algo que solía hacer Kurt, pero en cuanto me giré vi que había
sido Scarlett.
-
¿Tiene
otro caramelo? – preguntó. Hablaba tan bajo que tuve que hacer un verdadero
esfuerzo por entenderla.
-
Sí…. Sí,
claro. Pero no me llames de usted – pedí, y le di el caramelo. Me costaba
pensar en esa niña como en una mujercita de la edad de Barie y Madie.
Pensé que abriría el caramelo, pero en lugar de eso caminó hacia Sean y
se lo dio. La sonrisa de Holly fue solo un reflejo de la mía. Quise morir de
ternura con esa pequeña.
Sean cogió el caramelo silenciosamente, entendiendo que aquél era el
intento de su hermana por consolarle. El momento tierno no podía durar mucho,
sin embargo…
-
¡Mamá,
quiero mi consola! – exigió Max.
-
Ya te lo
dije, cariño, te la daré en cuanto te disculpes con Aidan por haberle dado una
patada.
-
¡Que se
disculpe él, que por su culpa pegaron a Sean!
-
Aidan no hizo
nada. – replicó Holly.
-
¡DAME MI
CONSOLA!
-
Bueno…cómo
está el patio… - me dijo Blaine, tratando de distraerme. Tiró de mí para
apartarme un poco de Max y de sus gritos, así que no pude atender a su
discusión con Holly. – Te felicito, oye. Yo en tu lugar ya habría salido
corriendo. Te gritan, te pegan… Ah ¿y te has dado cuenta ya de que a mi hermano
y a mi tío les falta un tornillo? Sean todavía tiene excusa, pero Aaron es que
es simplemente un capullo.
-
Yo… aún
no les conozco, es decir…
-
Oh,
vamos. He visto como miras a mi tío. Tú también piensas que es imbécil. Todo lo
arregla a cintazos.
-
Espera…le…¿le
pegó a tu hermano con…? – pregunté, y empalidecí un poco. Entendí por qué Sean
había llorado tanto.
-
Debo
decir que has aguantado muy bien. Cuando
vi que ni Max ni Sean lograban espantarte, pensé que de veras eras un buen tipo
y que quizá llegarías al límite cuando Sean se llevara una paliza. Pensé que
llamarías a la policía, o algo, pero claro, tienes que seguir en tu papel un
poco más. ¿Vas a tragar con todo con tal de conseguir tu minuto de gloria?
-
¿Qué?
¿Minuto de gloria? ¿De qué hablas?
-
De las
revistas del corazón en las que tanto salías antes. El soltero de oro. ¿Qué es
mi madre, una forma de promocionar tu libro? ¿Dejarás que os hagan un par de
fotos, las publiquen, y luego adiós, o piensas llevarlo más allá y conceder
entrevistas públicas sobre lo vuestro?
Aquello fue como un jarro de agua fría. Blaine había sido tan agradable
conmigo que había pensado que de verdad le caía bien, pero solo estaba
fingiendo. Me consideraba un estafador que estaba allí para engatusar a su
madre y usarla para llamar la atención de los medios. Tal vez incluso creía que
quería utilizar sus influencias como periodista. Al fin y al cabo ella ya me
había ayudado con lo de Ted.
-
No
pretendo nada de eso. Solo vine aquí a conoceros…Y lo de Sean…tu tío no debió
hacer eso. Tu hermano tie….tiene algún problema ¿no?
-
Ya
quisieras tu saberlo para luego largar de la desgraciada familia de tu novia.
“Ay, sí, un hijo ciego, pobrecita, y otro sin piernas. Y tiene una niña con un
trauma y luego un adolescente loco y agresivo que la golpea”.
-
¿Qué? No
le diré nada a nadie, Blaine…¿La golpea?
-
No, pero
ya exagerarás todo lo que has visto a cambio de minutos en la tele. ¿Contarás
también que su hermano es un animal? Porque Aaron es idiota, pero es nuestro
idiota y nadie puede hablar mal de él salvo nosotros.
Blaine hablaba a susurros, para que nadie nos oyera. No me miraba con
el mismo desprecio que Sean, pero su sonrisa amigable se había esfumado.
Destilaba desconfianza por cada poro de su piel.
-
Blaine,
si me conocieras un poco sabrías que nada me interesa menos que salir en la
tele o en las revistas. De verdad. ¿Tan difícil resulta creer que solo quiero
estar con tu madre? Entiendo que quieras protegerla, pero yo no voy a hacerla
daño. Tampoco voy a juzgar a tu familia,
porque no soy quien para hacerlo. La mía también es una locura.
El muchacho me miró sin llegar a creerme, pero por lo menos parecía
haberle aplacado un poco. Podía intuir que a él sí le caía bien, pero que no
quería confiar en mí. Poco a poco podíamos llegar a entendernos.
-
Lo que te
puedo asegurar es que hoy no he traído ninguna cámara. Ni siquiera la del
móvil, porque mi hija pequeña estuvo jugando el otro día con él y ahora la
cámara no me va. Así que por ahora al menos puedes estar tranquilo, ¿no? – le
dije, y tras pensarlo un poco, asintió.
Mientras tanto Holly y Max seguían discutiendo. Aaron volvió con Dante
después de cambiarle y les miró con el ceño fruncido.
-
Max, fue
suficiente. – le dijo.
-
¡Pero es
mi consola! – lloriqueó el niño, con lágrimas de rabia.
-
Que te
calles, si no quieres que la consola acabe en la basura y tú llorando pero con
motivos.
Max empezó a llorar más fuerte y yo maldije a Aaron y su poco tacto.
Sus reacciones me parecían desproporcionadas, y si era cierto lo que había
dicho Blaine sobre que había pegado a Sean con un cinturón, él y yo jamás
íbamos a llevarnos bien. Nunca.
Me acerqué al niño lentamente y me agaché para ponerme a su altura.
Traté de olvidarme de sus piernas y me esforcé por mirarle a los ojos.
-
No hay
por qué llorar… ¿Por qué no hacemos las paces y así tienes tu consola, mm?
Max me dedicó una mirada acuosa y se frotó los ojos. Me recordó tanto a
Kurt que casi esperé oír un “lo siento”, pero en lugar de eso me escupió. Uno
tiene un límite en las vejaciones que puede soportar. Desde que había llegado
me habían agredido de veinte formas diferentes y no creía haber hecho nada para
merecerlo.
-
No se
escupe. – le regañé, y agarré sus manos para que prestara atención. Le miré muy
serio – Eres grande ya, sabes que eso no se hace. ¿Qué eres un maleducado? No
creo, sé que tu madre te ha enseñado bien. Entiendo que estés enfadado, pero
escupiéndome cuando solo intento hacerte sentir mejor no consigues nada.
Max intentó soltar sus manos y puso un gesto contrito, incómodo porque
le regañara un extraño.
-
Deja ya
de pelear, y pide perdón. Yo ni siquiera necesito que te disculpes, ya te he
perdonado. Pero debes hacerlo por ti. Porque te sentirás mejor. Porque cuando
uno se equivoca, pide perdón. – Eso
último lo dije también mirando a Sean, que carraspeó un poco, como si se
hubiera atragantado.
No conseguí nada con Max, porque ni se disculpó ni emitió palabra
alguna, pero al menos había dejado de agredir y de gritar. Se fue con Holly y
se abrazó a ella, como esperando que así yo desapareciera.
-
Lo que te
ha dicho Aidan es verdad ¿eh? – dijo Holly, acariciando su cabeza.
Tal vez las cosas con Max fueran a costar algo de esfuerzo, pero Sean
se acercó e hizo algo que a esas alturas ya no me esperaba de él. Murmuró un
“lo siento” muy bajito, casi de pasada, pero yo lo escuché perfectamente.
Sonreí con alivio y antes de que se escapara, me atreví a abrazarle. Estuve
esperando su rechazo, pero él no hizo nada por soltarse. Más bien noté que se
ponía muy rojo y se quedaba quieto como una estaca, sin saber qué hacer. Yo
también estaba algo tenso, porque no estaba acostumbrado a tener un contacto
tan cercano con personas a las que no conocía bien pero luché contra mi fobia
porque parecía lo correcto.
-
¿Estás
bien, chico? – le pregunté, con voz suave. No sabía qué tan bruto había sido
Aaron.
-
¿Qué
haces? No me abraces… - protestó, flojito. – No soy una tía…
-
A mis
hijos les abrazo siempre, no importa si son chicos o chicas. Y hasta les doy
besos.
-
Puaj,
pues a mí eso no ¿eh? – dijo, separándose algo asqueado. Me dije que tenía que
ir poco a poco. Pasitos de bebé.
Sorprendí a Holly mirándome fijamente. Me hubiera gustado saber lo que
estaba pensando, pero se la veía contenta, así que deduje que aprobaba la forma
en la que estaba tratando a sus hijos. Blaine también me miró como si acabara
de aprobar un examen. Y la tímida Scarlett no había dejado de mirarme en todo
el rato. Esa niña era un enigma para mí, y me tenía embobado. Era una criatura
frágil y dulce.
-
Ten, toma
un vaso de leche. – me dijo Holly - ¿O prefieres un zumo? Me temo que solo
tengo bebidas infantiles…
-
Un zumo
está bien, gracias – acepté, y me senté en un huequecito, sobre el reposabrazos
del sofá. Uno de los trillizos, estaba casi seguro de que era Avery, se acercó
a mí con sus pasitos torpes y estiró las manos en un gesto universal de que le
cogiera y le sentara encima. Sonreí ante esa confianza y le alcé para complacerle. – Hola, canijo. ¿Qué tal te has estado
portando tú? Barie se enamoró de ti. A ver si voy a tener que ponerme celoso
¿eh? ¿Me vas a robar a mi bebé? – bromeé, y apreté su barriguita. Tuve que
hacer esfuerzos para no comérmelo enterito.
-
¿Te
traigo un cuenco, para la baba que se te cae? – se burló Holly.
-
La misma
que a ti con Kurt – contraataqué. – Que por cierto, te manda saludos. Casi se
me mete en el coche cuando supo que venía a verte.
-
¿Quién es
Kurt? – preguntó Jeremiah – Mamá ha hablado varias veces de él.
Empecé a contarles algunas cosas sobre mis hijos. Al parecer, todos
sabían que tenía doce. Y a Ted le conocían porque le habían nombrado en
televisan. Me hicieron preguntas sobre él y sobre los demás y durante un rato
sentí que por fin estaba a gusto y tranquilo allí. Pero la tranquilidad no duró
demasiado, porque de pronto se oyó un ruido mecánico algo extraño, y algo
empezó a oler a quemado.
-
Viene de
la cocina – dijo Aaron.
Automáticamente Holly miró a sus hijos, y supe lo que estaba haciendo:
recuento de hijos. Yo también lo hacía cuando sospechaba que alguno de los
pequeños podía estar en la cocina. Sin embargo, todos los enanos de Holly
estaban allí: el que faltaba era Blaine.
Nos asomamos a la cocina para ver que pasaba y allí vi que la secadora
estaba echando humo y moviéndose estrepitosamente por toda la habitación.
-
¡Blaine!
¿Qué ha pasado? – preguntó Holly.
-
Na-nada…
Quería que la ropa de Aidan secara más rápido, así que puse la secadora a más
potencia…
-
¡Pero
hombre, así la harás encoger! ¡Madre mía! – Holly se apresuró a desenchufar la
máquina, pero cuando la abrió se comprobó que mis pantalones eran insalvables.
Ahora eran de tres tallas menos. – Cada
prenda tiene admite una temperatura, Blaine. Si pones la secadora a más de lo que
le corresponde, se estropea.
-
No... no
lo sabía…yo… lo siento…
-
¡Tú que
vas a sentir! – estalló Aaron - ¿Tanta prisa tenias porque Aidan se fuera que
querías que su ropa secara antes? ¡Mira la que has armado! ¡Mira!
Le agarró por el cuello y le hizo mirar la secadora de cerca, como si
desde donde estaba no pudiera verlo bien. El gesto me pareció muy violento e
injustificado.
-
¡No, no,
tío! ¡No lo hice por eso, solo quería ayudar!
No sé si pecaba de ingenuo, pero le creí. Me pareció que el chico había
tenido buena intención, como si fuera su forma de firmar la paz conmigo. Solo
había querido hacer algo agradable, pero le había salido mal.
-
¡Nunca
piensas antes de actuar, Blaine! – gruñó Aaron - ¿Crees que nos sobra el dinero como para
pagar una secadora nueva y la ropa de Aidan? ¡Maldita sea! ¡Desaparece de mi
vista y vete a tu cuarto!
-
¡EH! ¡No
le hables así! – me enfurecí – Ha sido un accidente.
-
Lo ha
hecho sin querer, tito… - murmuró Scarlett, en defensa de su hermano.
-
Cállate,
Scarlett, esto no va contigo.
La niña se quedó congelada y, como a cámara lenta, sus ojos empezaron a
humedecerse y a derramarse. Comenzó a
llorar con bastante intensidad, dolida por el tono que Aaron había empleado con
ella.
-
¡Aaron! –
reclamó Holly, y se apresuró a abrazarla.
-
La ropa
me importa tres pimientos – le espeté. – A mí no tienes que pagarme nada y con
suerte la secadora funcionará bien si dejáis que se enfríe un rato. Pero a
ellos no tenías que hablarles así.
Luego me extrañaba de que los niños fueran agresivos. ¿Cómo no iban a
serlo con semejante energúmeno cuidando de ellos? Puse una mano en el hombro de
Blaine, para animarle.
-
No pasa
nada. Tenías buena intención, y no ha pasado nada tan grave. Creo que, si no os
importa, tendré que volver a casa con la ropa de Sam, pero dile que se la
devolveré lo antes posible.
Blaine me miró con agradecimiento y salió corriendo de allí, no sé si
para alejarse de su tío, que seguía echando chispas, o porque se sentía
avergonzado.
Scarlett seguía llorando abrazada a su madre y su llanto me rompía. Me
acerqué a ellas con ganas de ayudar, pero sin saber qué debía decir.
-
Tu tío no
está enfadado contigo, princesa, solo se asustó por lo que pasó.
-
Snif…
Se tensó un poquito al notar que me acercaba, pero luego me miró con los
ojos llenos de lágrimas y la cara algo congestionada. Se limpió con la manga de
su camiseta, en un gesto que la hizo parecerse demasiado a un gatito.
- Usa un pañuelo, Scay – se quejó Holly, pero el tono en que lo dijo me
sonó a que aquello era una batalla perdida, igual que la mía con Ted para que
dejara de morderse las uñas.
-
Tampoco
te dije nada para que lloraras así… - protestó Aaron, pero se le notaba algo
culpable. – La cosa no es contigo, es contra el burro descerebrado de tu
hermano.
-
Que no les
hables así. Si le llamas eso, se lo acabará creyendo, y si encima lo haces a
sus espaldas crearás brechas entre él y sus hermanos. – le increpé.
-
Oye, ¿a
ti quién narices te ha preguntado? ¿Te ha pedido alguien algún consejo sobre
como tratar con adolescentes? – replicó.
-
No, pero
te los doy gratis, porque se ve que los necesitas.
Sean empezó a silbar como diciendo “pelea, pelea”. Y ahí me di cuenta
de que no debía dejar que aquello fuera a más. Respiré hondo, para no
descuartizar al hermano de mi novia, y creo que él hizo lo mismo, pero me
dedicó una mirada penetrante que me estremeció los huesos.
-
Creo que
debería irme yendo… Llevo demasiado rato fuera de casa. – murmuré.
Holly suspiró, como si se hubiera estado temiendo aquello. Asintió y
con delicadeza se separó de Scarlett.
-
La ropa
quédatela y ya me la darás en cualquier momento, porque creo que la tuya va a
haber que tirarla. ¿Quieres que… quieres que te acompañe hasta el coche?
-
Si
quieres y puedes, me encantaría – respondí, para dejar claro que las cosas con
ella estaban bien.
Me despedí de sus hijos, aunque Leah y Max no me dejaron. Sean se
mostró algo huraño, pero me permitió darle un abrazo. Fui a buscar a Blaine
para despedirme de él también. Estaba en el mismo cuarto en el que había estado
Sean y se sobre saltó cuando entré. Creo que pensó que era Aaron.
-
Siento lo
de la ropa…
-
Olvídalo.
-
No fue
intencionado, de verdad… Sé lo que te dije antes, pero…
-
Ya lo sé,
chico. No pareces del tipo vengativo ni de los que agreden porque sí. No paso
nada ¿de acuerdo? Venía a decirte que me voy.
-
¿Ya?
-
De hecho
me he quedado más de lo que había previsto. La idea era no forzar las cosas, y
estar solo un rato.
-
¿Volverás
otro día? – preguntó. No supe decir si quería oír una respuesta afirmativa o
negativa.
-
No lo sé
– decidí ser sincero con él, porque era lo bastante mayor para encajarlo – No
quiero hacerle daño a nadie, y no todos aquí parecen estar bien con la idea de
tenerme cerca. Pero sí voy a seguir viendo a tu madre mientras ella quiera
verme a mí.
-
Perdón
por cómo te hemos tratado… aunque yo en verdad no te hice nada…pero
bueno…perdón… No te vayas, yo creo que ya se han quedado sin ideas…
-
No me voy
por eso. Es que ya se hace tarde y entre tú y yo, tu tío me pone de los
nervios. Es el momento de irme, antes de decir o hacer algo de lo que me
arrepienta luego.
-
Bueno…
¿Saludarás al enano de mi parte? Me cayó bien. Es como una versión en pequeño
de mí. – me dijo, refiriéndose a Kurt.
-
¿Ah, sí?
No me digas. Entonces puedo hacer esto sin problemas, que te gustará tanto como
a él – le dije, y sin darle tiempo a asimilarlo, le abracé. Se puso algo tenso.
- ¿Qué tenéis vosotros en contra de los abrazos?
-
Sólo mamá
lo hace… Y a veces no la dejo a ella tampoco.
-
Ah, pero
es que yo no te pedí permiso. –le dije, y le revolví el pelo. En realidad yo
tampoco era un gran amante del contacto físico… con los extraños. Pero era muy
cariñoso con aquellas personas con las que sentía alguna conexión. – Adiós,
Blaine. Me alegro de haberte podido conocer un poco más.
-
Lo mismo
digo… Sé bueno con mi madre… Patadas biónicas y leche hirviendo no es lo peor
que podemos hacer – me advirtió.
-
Lo tendré
en cuenta – me reí, pero tomé nota, porque sí que les creía capaz de todo.
Volví a bajar las escaleras, y al pasar cerca de Scarlett le di una
bolsita con todos los caramelos que llevaba encima. La guiñé un ojo para que
guardara el secreto, y ella soltó una risita encantadora. Salí de la casa con
Holly detrás de mí. Hablar con Blaine me había relajado un poco, y me vi en la necesidad
de disculparme, en cuanto estuvimos solos.
-
Siento
haberme enfrentado a tu hermano… No he debido meterme, pero…
-
No, quien
lo siente soy yo. Se suponía que esto tenía que ser una tarde agradable, pero
ha sido de locos. No te culparía si no quisieras volver a….
-
Eh. Shh.
Ni lo digas, porque no. Me ha gustado conocerles, Holls. Sé que no les he caído
bien a todos, pero espero que eso pueda llegar a cambiar.
-
Estoy
convencida de que sí. Has sido muy bueno con ellos. Tienes la paciencia de un
santo…
-
Bueno,
son solo niños. Y a Sean… le pasa algo, ¿verdad? – pregunté, sin poder
aguantarme la curiosidad.
-
“Algo” es
la palabra correcta. Hace poco un médico creía que era un principio de
trastorno bipolar, pero lo descartaron. Ahora se inclinan por un “trastorno
explosivo intermitente”, que básicamente quiere decir que tiene ataques de ira…
Está enfadado siempre, a todas horas… Rabioso… Es una pelea continua.
Aaron no tiene claro que sea una
enfermedad, dice que solo está malcriado. Yo no estoy tan segura, no sé qué
pensar, ni cómo tratarle, pero en vista de que enfadarse con él no funciona,
pruebo otras maneras…
-
Permíteme
decirte que Aaron es gilipollas. Así, con todas las letras. Y como es tu
hermano, no voy a decir nada más. Pero por lo que vi hoy, el primero que tiene
problemas de ira, es él.
Tal vez no debí ser tan franco con ella, pero no podía callarme. Holly no hizo comentarios al respecto y creo
que decidió ignorar mis palabras. Siguió hablando de Sean como si nada.
-
Se vuelve
más incontrolable cuando no toma sus pastillas… Básicamente son antidepresivos,
aunque a mí no me gusta mucho que los tome tan joven pero… supongo que los
médicos saben más…
-
Yo
tampoco soy fan de la medicación continua, pero a veces es necesario. –
respondí. Para ese momento ya habíamos llegado a mi coche y me apoyé sobre él
para alargar un poco la conversación.
-
Pues sí…
Tan solo desearía que Aaron y él se llevaran un poco mejor. Y con Blaine…
cuando Blaine era pequeño, estaba muy unido a Aaron pero ahora… Uno es muy imprudente,
y el otro demasiado exigente…
-
Hablando
de exigencias – dije, en parte para cambiar de tema porque no estaba seguro de
poder medir mis palabras hacia Aaron. - ¿Por qué cree Blaine que está en
problemas por sus notas, si no ha suspendido ninguna? Por lo que he oído, casi
todos tus chicos son muy buenos estudiantes…
-
Todos lo
son, o al menos lo eran antes de empezar a ir a este colegio. Blaine suele
sacar sobresalientes y me gustaría que los siguiera sacando, pero en verdad no
estoy descontenta con sus notas. Aaron sí… Aaron solo quiere dieces.
-
Suerte
que son tus hijos y no los de Aaron – repliqué. – Aunque parece que a él se le
olvida.
Aquello fue innecesariamente borde, pero tenía que decirlo. Su hermano
no podía tomar decisiones de importancia con respecto a sus hijos, sobre todo
si ella no estaba de acuerdo. Por un momento pareció que Holly tenía algo que
decir al respecto, pero al final lo dejó ir.
-
Hablando
de eso, debería volver… He dejado las cosas algo tensas, y temo que se salten a
la yugular si tardo…
-
Claro,
tienes razón. Ve… - la animé, pero ella no hizo ni el más leve intento por
despedirse.
-
Nosotros…
¿estamos bien? – preguntó. – Sé que mis
hijos no te han tratado bien, pero…
-
Estamos
bien, Holly. Y con tus hijos también. Solo están asustados y enfadados por la
idea de que entre en tu vida. Lo entiendo, a muchos de los míos les pasa lo
mismo.
-
Sí, pero
ellos no dan patadas, ni tiran leche hirviendo…
-
Te
sorprenderías. No siempre puedo predecir cómo van a reaccionar. Se defienden
con las armas que tienen. No te preocupes, que no les guardo rencor. De verdad.
Además, al final no ha ido tan mal. Pero ahora le tendrás que devolver la
consola a Max, jajaja.
-
Oh, no,
se va a disculpar – me aseguró. – Le haré escribir una carta. Quiero que aprenda
a pedir perdón. En esta casa parece que es una palabra que cuesta mucho…Se
disculpará, o no le devolveré el aparatito.
-
Vaya, qué
dura – medio bromeé.
-
Dura no,
cabezota. Ellos son obstinados, pero yo lo soy más.
-
Blaine
dice que nunca te enfadas.
-
¿Eso
dice? Supongo que es cierto… Creo que soy muy regañona, pero casi nunca me
enfado de verdad. Aunque no sé qué entiende él por “enfadar”. Si quiere decir
que les castigo poco pues… sí, es verdad… Porque si lo hiciera a menudo
perdería el sentido ¿no? Ellos se acostumbrarían, yo me acostumbraría, y
dejaría de servir para nada.
Abrí un poco los ojos, porque sin ella saberlo sus palabras me habían
golpeado bien fuerte. Me asaltó la terrible sensación de que yo ya me había
acostumbrado.
-
Su-supongo…
-
Mejor
entro ya… Pese a todo creo que hiciste bien en venir, Aidan. He podido ver una
vez más la gran persona que eres – me dijo, y sentí que mis mejillas ardían. Me
incliné un poco y la besé suavemente en los labios, a modo de despedida.
-
Se está
haciendo costumbre esto de besarnos junto al coche… - comenté, algo nervioso.
Ella soltó una risita. – Adiós, Holly. Tienes una familia encantadora.
Se rió otra vez, pero en esa ocasión fue algo más sarcástico.
-
Lo digo
en serio. Son buenos chicos.
-
Lo son,
pero no lo han sido contigo.
-
Tampoco
los míos lo fueron contigo. Creo que la única conclusión a la que podemos
llegar es que los dos tenemos adolescentes. Nada que no supiéramos.
Ella sonrió, y yo me metí en el coche, porque si no no me iba nunca. Se
quedó en la acera hasta que arranqué, y me saludó con la mano mientras me iba.
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N.A.:
Menudo lío de personajes ¿no? Espero que sea posible seguir el hilo con tanto
niño.
Muy lindo capítulo!
ResponderBorrarPrimero que nada AME que Dylan O'Brien represente el personaje de Blaine, con eso Blaine ya me tiene mas que ganada, ademas me ha caido bien y esta gupaisimo <3 xD
ResponderBorrarY el capitulo WOW pero que groseros se comportaron los hijos de Holly con Aidan, yo creo que ese hombre es extraterrestre, viene de Marte o no se pero no entiendo como puede aguantar tanto, me ha caido especialmente un poco mal Sean, pero quiero entender que tiene un problema, pero no le perdono todo lo que le hizo al pobresito de Aidan que es un amor.
En fin, este capitulo estuvo bueno, me gustaron las fotos y como se comporto Aidan ante el desprecio de los hijos de Holly ¡Continua pronto!Por cierto extraño a Alejandrito.
Genial el capítulo. ¿De casualidad no es la foto de Sam la de Monoloco? Es que se parece demasiado jaja.
ResponderBorrarPor otro lado me encanto nuevamente el capítulo.
Me pareció fantástica actualización!!!!! Se nota, además de inspiración, tiempo para escribir. Lograste atraparme, conocer más a la familia de Holly. Esos chicos viven en un ambiente pernicioso. Entiendo que Holly por no estar en su propia casa debe soportar al abusivo de su hermano, lo mismo que sus peques, Hay que salvarlos ya!!!!! Odio a Aaron con toda mi alma, alguien (Aidan) debe ponerlo en su lugar,
ResponderBorrarTe felicito. Me encantó.
Graciaaaas Dream por dedicarme el Cap, me entretuviste deberas por un bueeen rato como siempre lo haces. Decirme que me fascino es poco.
ResponderBorrarEs increible como puede uno imaginarse todo lo que pasa en la historia con solo leer. Nuevamente graciiiiias
Mi queridisima Dream, solo te digo que mi addiccion al proximo capitulo es tanto que tu celular va a tenerme miedo de tanta insistencia ^^
ResponderBorrarEsto se pone cada vez mejor, espero con ansias, demasiadas a decir verdad lo que ocurrirá después jajajajaj muero de curiosidad por saber que pase....
ResponderBorrarSe que es un capítulo largo, mi razón y la barra del costado me lo dicen, pero yo quiero más jajaja.
ResponderBorrarExcelente capi, me encantó conocer más a los hijos de Holly y creo que odio a Aron, no, no creo, estoy segura, pero bueno habrá que conocerlo mejor.
Con lo de los niños por ahi las edades exactas me cuestan pero lo de las fotos ayudó y se entendió a la perfección.
Uuuff en que lío se esta metiendo Aidan!!
ResponderBorrarMm los chicos son geniales!!...
Pero sigue sin caerme la holly..
Creo que me acostumbre a que Aidan se preocupara sólo por sus hijos que ahora como que lo veo extraño...
Pero igual es genial tu historia!!