Daniel POV
Cuando llegamos a la casa el
pastor nos dijo:
-Daniel y Pablo, váyanse a mi
cuarto y me esperan ahí.
Nosotros asentimos rápidamente y
nos bajamos en silencio, mientras los demás hijos del señor Pedro se nos
quedaban viendo.
Yo estaba muy nervioso y
preocupado por lo que podía pasar, si el pastor me quitaba el liderazgo de los
niños, o peor aún, me expulsaba, de nada iba a servir todo lo que había
trabajado y aguantado para llevar a cabo un plan para liberarlos de esta tiranía
religiosa.
Pensando en esto noté qué Pablo estaba muy nervioso, pues se sentaba y paraba
intermitente sobre la cama del pastor.
-¿Estás bien, Pablo?
-No Daniel, tengo miedo. Me va a
pegar.
Ver en ese momento a Pablo como lo
que era, un niño asustado por un inhumano castigo que recibiría debido a una
travesura, me conmovió, pues yo ya era responsable de estos niños.
-No te preocupes, Pablo, no te
puedo prometer que el pastor Enrique no te vaya a pegar, pero voy a tratar de
cubrirte.
-Gracias- me dijo sinceramente.
El pastor entró con dos varas
recién cortadas del jardín, y de solo verlas sentí que la sangre se me
congelaba y mi corazón comenzó a latir con fuerza. También pude ver que Pablo
ponía una expresión de pánico y una lágrima se asomaba de sus pestañas.
-Pastor, hubo un malentendido,
Pablo no tiene la culpa de lo que pasó.
-¿Me estás diciendo que no escuché
lo que oí?
-No, no estoy diciendo eso-traté
de pensar rápidamente en una buena excusa, pero mi mente estaba en blanco-yo le
dije a Pablo que podía preguntarme con confianza y sin temor a represalias, así
que fue mi culpa.
-De cualquier forma, eso no le da
derecho a decir algo que sabe perfectamente que está mal, ¿pues qué no trató de
eso la clase de hoy? -Yo asentí.
El pastor hizo una breve pausa, dejó
una de las varas en la repisa y se sentó en el sofá del cuarto con la otra en
la mano.
-Daniel-continuó-tu eres el
responsable del alma de Pablo, así que creo que es conveniente que tu le
apliques la corrección.-yo volteé a ver horrorizado a Pablo - Pero te advierto
que si no se la aplicas bien, yo tendré que repetir el castigo.
Comprendí que no me quedaba de
otra más que obedecer, de lo contrario sería mucho peor para mí y para él, así
que sintiéndome terriblemente mal, me senté en la cama y tomé la vara de la
mano del pastor, poniendo a un aturdido Pablo frente a mi.
-Pablo, créeme que no quiero hacer
esto, pero te tengo que corregir por haber dicho groserías. -el asintió
débilmente, con los ojos llenos de lágrimas.
-Por favor bájate los shorts.-le
pedí señalando sus shorts gris claro de tela dura.
Como no me hacía caso yo mismo le
desabroché el botón metálico y le bajé el short hasta las rodillas, revelando
un detallado bóxer oscuro con "Bjorn Borg" bordado en el elástico.
Las indicaciones del pastor Enrique
habían sido muy claras, el esperaba que los castigos fueran sin ropa, así que
sujeté el elástico del bóxer para bajárselo, pero Pablo lo agarró también,
evitando que se lo bajara.
-No Daniel, así no por favor, me
da mucha pena.
En ese momento el pastor intervino
desde el sofá.
-No tienes que tener vergüenza
hijo, es como si fuera una inyección, es necesario y no tiene nada de malo. Y
además es un castigo, por eso debe doler.
Pablo soltó el bóxer y comenzó a
llorar.
Yo aproveché para bajárselo, y lo incliné
sobre mis rodillas.
En los pocos castigos que llevaba
dados me había dado cuenta de que los chicos se mueven mucho, así que aproveché
para tomarle el brazo y doblárselo por detrás de la espalda, y con mis piernas
atrapar las suyas, para restringir un poco sus movimientos. Finalmente con la
mano libre subí un poco su playera polo para dejar libre la piel de las nalgas
y tomé la vara.
Swish... di el primer azote con
una fuerza suficiente pero moderada, e inmediatamente Pablo se tensó....
Swish... - Ouch!- dejó salir una exclamación de dolor.... Swish... - Ouch!-
Comenzaron a notarse una ligeras marcas rojas justo donde la vara había ido
cayendo.
...Swish... ...Swish... Dejaba
espacio entre cada azote para que su reacción fuera más notoria al pastor sin
necesidad de pegarle tanto... Swish... ... Swish... mientras sus quejidos
aumentaban noté que comenzaba a forcejear un poco intentando soltarse, pero yo
lo tenía bien sujetado...Swish... Swish... Swish-Aaayy! -aceleré el ritmo de
los azotes para terminar más rápido, pero esto incrementó la intensidad de su
llanto -Por... Favor! -trató de respirar entre el llanto... Swish... - Da..
niel,.. ya! Swish.. -Auuuch! por. ..favor!
No vuelvo a decir pendejo nunca más.-Iba a detenerme aquí pero dejé caer un
varazo más. Swish. -Auu! Snif Snif
Yo lo solté, y en cuanto Pablo se dio cuenta de que había terminado el castigo
se llevó las manos atrás para sobarse y frotarse en un desesperado intento por
reducir el escozor.
Dejé que se quedara sobre mis rodillas hasta que se calmara un poco, y un
minuto después lo puse de pie y le subí lo más cuidadosamente que pude el
bóxer, aunque sí hizo una expresión de dolor cuando rozó la piel castigada. No
tardó en recordar su vergonzosa situación, y sonrojándose visiblemente se subió
el short algo bruscamente, emitiendo un quejido audible en el proceso. Yo le
pasé un Kleenex para que se sonara, lo cual hizo ruidosamente y ya se iba a
salir de la habitación cuando lo llamé.
-Pablo, te falta tu oración de arrepentimiento.
Él asintió y se regresó para hacer su oración.
Cuando terminó y salió de la habitación, recordé que seguía yo y volteé a ver
preocupado al pastor Enrique, que había permanecido en el sillón observando en
silencio. Su expresión era ilegible, pero después de unos incómodos segundos me
sonrió.
-Pues bien, no tengo ninguna queja, lo manejaste todo a la perfección. Aunque
ahora es tu turno, en verdad no puedo creer que hayas consentido que haya dicho
eso, y hasta te reíste con él. -Tomó una Biblia y leyó el versículo de qué es
mejor aventarse de cabeza al mar con una piedra atada al cuello, que ser
tentación a los pequeños.-Sé que todavía no eres un adulto, pero muy pronto lo
serás, y uno responsable de muchas almas. Por eso no puedo permitir que
promuevas y consientas ningún pecado por insignificante que te parezca, pues no
hay pecado pequeño ¿lo comprendes?
Yo asentí y el se levantó y
tomando la otra vara, que era un poco más grande, señaló la cama.
Yo ya sabía que hacer, así que me alinee con la cama y desabroché mi cinturón
para bajarme el jeans.
Por más acostumbrado que estés, siempre es vergonzoso desnudarse frente a
alguien más a esta edad, pero lo hice mecánicamente para ahorrarme la vergüenza
de que él lo hiciera, bajándome el jeans hasta las rodillas e inmediatamente
después mi bóxer negro. Una vez desnudo me tumbé sobre la cama con los brazos
cruzados frente a mi, como me lo había indicado otras veces, y descansé mi cara
en la almohada, cerrando los ojos en espera del primer varazo.
Swish... Lo escuché primero e inmediatamente después sentí un dolor intenso
acumulado en la franja en la que había caído la vara. Mi reacción inmediata y
natural fue dar un brinquito en la cama mientras mi mente procesaba el
repentino dolor, tensándome, pero no me levanté. Swish... Ya estaba más
preparado mentalmente para este, pero no para el intenso dolor que me produjo,
definitivamente me estaba pegando muy fuerte, más fuerte de lo normal. Swish...
Swish... Comencé a quejarme audible pero inteligiblemente. Mi cuerpo abandonó
la resolución de no moverme de mi mente y traté desesperadamente de cubrirme el
trasero y sobarme para reducir el escozor, pero la posición en la que estaba me
lo impidió, pues mi cuerpo descansaba sobre mis brazos que estaban cruzados.
Swish... Swish.... Aquí ya no lo soporté más y me levanté como pude, gusaneando
con mi cuerpo, todavía con mis brazos cruzados. Pero en cuanto logré separar
los brazos, para tratar de aliviar mi maltratado trasero, unas manos detuvieron
firmemente mis manos y no pude concluir mis planes de alivio. Miré con
frustración hacia su cara, casi como desconectado de mi propio cuerpo ¿quién se
atrevía a impedir el alivio que tan desesperadamente necesitaba, pero al
encontrarse mis ojos con los del pastor Enrique, calmados y profundos, casi tan
oscuros como un hoyo negro, mi corazón se hundió.
-Hijo, no menosprecies la disciplina-dijo con voz calmada, parafraseando un
versículo.
Pero para ese momento el dolor había disminuido un poco y mi mente regresaba al
control. Recordé con terror que el pastor indicaba a los padres y demás
autorizados a disciplinar que si un niño no cooperaba durante el castigo, se le
tenía que aumentar el castigo, para que aprendiera. El pánico me invadió como
si fuera un niño pequeño, aunque por supuesto, ya no lo era, yo si podía salir
corriendo y escapar de este hombre. Estaba a punto de echarme a correr, de
intentar escapar, pero recordar la cara de Pablo aterrorizado ante el castigo
hace solo un rato, la alegría de mis niños cuando castigue a Benito, y mi resolución
de liberar a estos niños y otros tantos de la opresión del pastor Enrique, me
devolvió la fuerza de voluntad y pude pensar con algo de claridad.
El pastor me miraba con calma, no sabía cuánto tiempo había pasado, ni
recordaba lo último que me había dicho pues yo estaba pensando en otra cosa,
pero al parecer se dio cuenta cuando me había controlado, porque me empujó
levemente hacia la cama, cruzando mis brazos. Yo no me resistí, y el tampoco me
obligó, simplemente me guió como a un muñeco de trapo hacia la posición del
tormento. Pero esta vez ya estaba preparado, me tensé y traté de pensar en otra
cosa.
Swish... -Auch! - No pude evitar exclamar de dolor. "Piensa en otra
cosa" le decía a mi mente una y otra vez. "Tu sabes resistir el
dolor, lo has hecho en campeonatos de tenis." Swish... Swish... -Auuuu!-,
me solté a llorar de nuevo, mientras el dolor incrementaba rápidamente, pues el
pastor ahora estaba acelerando el ritmo de los varazos. Swish... Swish...
El dolor y ardor se volvía insoportable. Y yo trataba desesperadamente de
mantener la posición, mientras movía inconscienteme mi trasero de un lado a
otro y lo tensaba y destensaba tratando de reducir el dolor. "Piensa"
me decía a mi mismo "el dolor no existe, son solo señales eléctricas y
químicas en tu cerebro."
Swish... Pero es que ¡parecía tan real! Ya no aguantaba. -¡Ya por favor!
-rogué. Swish Swish... Traté de levantarme, consiente o inconscientemente, pero
esta vez no pude, pues el pastor estaba apoyando un brazo sobre mi espalda para
detenerme. Sentí que la fuerza de voluntad me abandonaba, y que me quedaba sin
ganas de luchar. ¿Así se sentía la desesperanza? Había leído en un libro de un
príncipe bastado ambientado en la edad media, que cuando lo torturaban, llegaba
un momento en el que dejaba de importarle. Dejé caerme de nuevo en la cama,
relajando mis músculos. Swish... No quiere decir que ya no me doliera, claro
que cada nuevo golpe parecía un infierno y me hacía exclamar de dolor, pero
como que ya no aumentaba tanto el dolor de cada golpe con respecto al anterior,
y sobre todo como que me sentía vencido, y sin ganas de luchar. El pastor le
llamaba "Romper la voluntad". Era el punto deseable de la disciplina,
según sus enseñanzas, quizás el fin de mi tormento se acercaba. Swish..
Al parecer el pastor notó que había dejado de reaccionar, y me dió uno tan
fuerte, que me hizo brincar y exclamar con mayor volumen, pero permanecí en mi
lugar, tratando de convencerme que estaba próximo a terminar.
Pero el siguiente no llegó, unos instantes después me atreví a abrir mis
húmedos ojos y entré las lágrimas descubrí la causa, la vara en manos del
pastor estaba, rota, solo quedaba un tercio y los otros dos pedazos descansaban
sobre la cama y en el piso.
-Bueno-dijo el pastor -normalmente aquí hubiera acabado tu castigo, Daniel.
Pero como no cooperaste al principio, tendré que castigarte un poco más.
Mi corazón se hundió todavía más, y sin poder evitarlo comencé a llorar de
nuevo.
-No, por favor, Pastor, no me pegue más. Ya aprendí qué no debo alentar ni
tolerar el pecado entre los niños a mi cargo, y que no debo decir groserías,
pero por favor, ya no me pegue.
El me miró con calma, casi con ¿diversión? No lo sé, pero por lo menos me
estaba escuchando.
Finalmente habló:
-Así como la justicia es importante, también lo es la misericordia, si no,
estaríamos perdidos por toda la eternidad. Resiste hijo. Solamente será la
mitad.
-Gracias, Pastor, muchas gracias-me escuché decir, incrédulo de que esas
palabras hubieran salido de mi boca para ese monstruo. ¿Qué me estaba pasando?
Lo había estudiado en las enseñanzas del pastor, los niños y adolescentes se
volvían dóciles con la vara. "Reacciona!" Me dije a mi mismo.
El pastor tomó la otra vara, la que yo había usado para castigar a Pablo, y yo
me volví a acomodar en posición.
Pero los golpes me volvieron a tomar por sorpresa, pues los varazos cayeron en
medio de mis todavía casi intactos muslos, salvo por la parte más superior.
Swish... Swish... Swish... Swish...
Cuatro rápidos, que me dejaron sin aliento y pataleando de dolor.
En ese momento sentí unas manos
descansar en mi espalda, y una voz suave:
-Daniel, hijo, ya terminó el castigo.-Y esas manos me ayudaron a ponerme de
pie, y sentí que me abrazaban. Me sentí muy aliviado y agradecido con la
persona que me estaba abrazando, en este momento en el que me sentía tan mal,
tan adolorido y derrotado.
Me llevé las manos atrás para sobarme, pero en cuanto toqué mi trasero di un brinquito
y exclamé de dolor, las marcas las había sentido más profundas, y no recordaba
que me doliera tanto tratar de sobarme de ninguno de mis castigos previos.
Sentía mi mano mojada, seguramente de sudor. Pero cuando me iba a limpiar las
lágrimas con el dorso de mi mano, noté que estaban rojas. Tardé unos momentos
en darme cuenta el por qué. Era sangre, el castigo había sido tan fuerte que el
pastor me había sacado sangre. Inmediatamente me tensé, y tuve que hacer acopio
de toda mi racionalidad y fuerza de voluntad para no golpear a la persona que
me estaba abrazando y salir corriendo. Si lo hubiera hecho, de nada serviría
todo el esfuerzo que estaba haciendo par llevar a cabo mi plan. El odio crecía
al mismo ritmo en el que recobraba la razón y recordaba que este mismo hombre
era el que me había atormentado.
Como pude me desembarace de su abrazo, tratando de que no notará mi disgusto
con él. Me subí el bóxer exclamando audiblemente de dolor cuando tocó mi
lastimada piel.
-Cuidado-me dijo con una sonrisa, como un padre le dice a su hijo cuando se
lastima levemente con algo obvio.
Hace unos momentos me hubiera ablandado aún más, pero en estos momentos solo
aumentó mi ira. Traté de disimular una sonrisa.
-Voy a hacer mi oración, le dije.
-Bueno, entonces te dejo a solas para que te pongas a cuentas con el cielo,
hijo.
-Gracias pastor, por disciplinarme y enseñarme los santos caminos de la iglesia
de los elegidos.
-De nada, me dijo con una sonrisa, y salió, cerrando la puerta.
Yo me arrodillé en la cama, para simular, por si acaso estaba ahí afuera
observando.
-Perdóname, si existes, porque voy a destruir a este hombre para que deje de
destruir las vidas de los demás. -Recé en silencio, y luego comencé a divagar
en mi mente.
Después de unos minutos, finalmente estaba más calmado, así que me levanté, y
traté de subirme el jeans. Pero era imposible aguantar la dura tela, así que me
lo volví a bajar hasta los tobillos, tratando de jalar la playera hacia abajo
para que me cubriera un poco. Abrí la puerta y me asomé. No había nadie, y mi
cuarto estaba a unos metros del del Pastor. Así que decidí arriesgarme, y corrí
hacia el cuarto. Afortunadamente no me topé a nadie, principalmente porque
temía otra paliza si el pastor me encontraba paseando semidesnudo por la casa,
aunque también me daba un poco de vergüenza que alguno de los niños me viera así
después del castigo. Entré y cerré la puerta, dirigiéndome inmediatamente al
baño. Me quité los tenis, el jeans y después traté de bajarme con cuidado el
bóxer. Fue ahí en el espejo que pude ver que tan duro había sido el castigo.
Tenía un par de moretones en la parte baja del lado derecho, y un corte justo
en la parte superior del muslo derecho, y tenía otro corte más pequeño del lado
izquierdo. El resto de mi trasero y muslos estaba cubierto de marcas rojas y
rosas en un patrón poco ordenado. De las cortadas no salía sangre a montones,
de hecho solamente tenían un poco de sangre en la superficie y algo más de
suero cicatrizante, me preguntaba si dejarían alguna cicatriz permanente o
solamente una marca temporal como el resto de mis castigos hasta ahora. Me armé
de valor y después de lavarme las manos con agua y jabón hice lo mismo con mis
heridas, tratando de aguantar el dolor, pues no quería que se me infectaran,
pues no quería ni imaginar la vergüenza de tener que ir al doctor por una
heridas infectadas de un castigo de azotes a esta edad.
Finalmente me lave la cara y me soné, me sequé con una toalla y me dirigí a mi
cama, acostándome boca abajo, desnudo de la cintura para abajo. Me sentía muy
cansado así que acomodé mi cara en la almohada. Noté que hacía un poco de
calor, pero no tenía ganas de pararme a prender el aire acondicionado.
Debatiendo en mi mente entre si pararme o no a prenderlo, me quedé dormido.
Me despertó un portazo.
-Daniel, Daniel, te hablan por teléfono. -escuché una voz animada y aniñada.
Abrí los ojos y traté de incorporarme, quejándome al sentarme y sentir
inmediatamente el dolor en mi trasero.
Estaba todavía adormilado, pero la persona que había entrado ya no estaba, sino
que se había salido corriendo y escuché su voz desde fuera.
-Perdón Daniel, no sabía... Perdón de verdad, casi no vi nada.
Y entonces mi mente comenzó a reaccionar. El niño era John, el hijo del pastor,
que seguramente me traía una llamada de mis papás. El dolor era por el castigo
que me había llevado hace algunas horas o minutos, no tenía idea, y eso me
llevó a caer en la cuenta de que estaba desnudo de la cintura para abajo. Ah, y
seguramente por eso se estaba disculpado John, seguramente había entrado y
había visto mi descubierto trasero, y por la obsesión de estas personas con la
modestia eso era impensable, o mejor dicho, con la falsa modestia, pues a la
hora de los castigos esto se les olvidaba.
-No te preocupes, John, dame un segundo.
Como pude me levanté, y busqué un pants entre mi ropa. Una vez que lo encontré,
me lo puse tratando de evitar al máximo el roce con la piel, aunque fue un poco
en vano y no pude evitar quejarme. Seguramente, como el clásico dicho, pasaría
algún tiempo sin poderme sentar cómodamente.
Abrí la puerta.
-Pasa John. ¿Quién es?
-El papá de Benito.
Yo lo miré confundido.
-El niño de tu grupo, que castigaste hoy.
-Ah. -dije recordando. Y tomé el teléfono.
-Bueno
-Bueno, buenos días, pastor Daniel. Lamento muchísimo importunarlo, pero le
hablaba porque necesito saber qué pasó realmente con mi hijo el día de hoy.
"Lo que me faltaba" pensé "un padre molesto porque castigue a su
insoportable hijo".
-Buenos días, señor
-Mario
-Señor Mario, su hijo no respetó las normas cuando estábamos haciendo la
oración, abriendo los ojos e interrumpiendo la oración a la mitad. Tuve que
corregirlo, pues tenía que sentar un precedente ante sus compañeros para que no
hicieran lo mismo, además de que su hijo reconoció haber abierto los ojos
durante la oración, lo que me dejó sin opción más que corregirlo, pero reconozco
que en general su hijo es muy buen portado (pedante me hubiera gustado decir).
-No, no, lo comprendo a la perfección, de verdad una disculpa, no puedo creer
que mi hijo haya interrumpido la oración. Ahorita mismo va a recibir una
corrección acorde a su falta de respeto tan grave contra la iglesia.
¿Que? Mis oídos no daban crédito a lo que estaban escuchando. Yo pensé que este
señor me iba a reclamar por por haber castigado a Benito, pero lo que pretendía
era castigarlo dos veces. El escozor que todavía sentía en mis posaderas me
recordaba de lo que eran capaces estás personas así intervine rápidamente.
-Señor Mario. ¿Sigue ahí? Señor Mario.
-Si, pastor Daniel, aquí sigo.
-Por favor, escúcheme, no es necesario que vuelva a corregir a su hijo. Yo ya
lo hice. Y lo hice con suficiente severidad.
-Si pero no puedo tolerar estas faltas de respeto. ¿Imagínese si el pastor
Enrique se entera? , hasta podría expulsarnos de la iglesia y acabaríamos yo y
toda mi familia en el infierno, por el resto de la eternidad.
-Señor Mario, escúcheme por favor con atención.
El pastor Enrique no se va a enterar, pero incluso si se enterara, los niños
cometen errores, y por eso se les disciplina, y yo ya lo corregí. Para
enseñarle que no lo debe volver a hacer. Además es importante que el niño
comprenda el perdón, no solo la justicia, para que pueda creer en el mensaje de
salvación. Si no hubiera perdón ¿de que serviría el estar conscientes de la
justicia? Simplemente sería peor tormento saber que todos iríamos al infierno.
-Yo mismo estaba sorprendido de mi argumentación basada en lo poco que había
tenido tiempo de aprender de las enseñanzas del pastor y de la iglesia, pero la
situación lo ameritaba. Me sentía como cuando, sin haber estudiado mucho,
cuando era determinante, lograba sacar una buena nota en un examen.
Al parecer mi argumento convenció al señor Mario, pues al final respondió:
-No puedo negar lo que dice, pero aún así me enfurece el comportamiento de me
hijo ¿Está seguro, Pastor? Aunque quién soy yo para cuestionar su sabiduría
divina, que realmente me deja sorprendido. Muchas gracias Pastor, por iluminar
nuestro camino. Que Dios lo bendiga.
Yo exhalé de alivio, había logrado controlar la furia de un fanático. Sin
importar qué tan insoportable fuera este niño, no merecía el inhumano castigo
que iba a recibir, y además no me perdonaría ser parte de un episodio de
violencia familiar, que dada la furia que había escuchado en el padre, podría
haber acabado en el hospital o algo peor. En ese mismo momento quedé más
convencido que nunca de la necesidad de lograr mi plan.
-Igualmente-dije y colgué.
John estaba sentado en su cama, meciendo sus piernas y mirando nerviosamente la
ventana. En cuanto colgué volteó hacia mí, y noté que tenía una lagrima en sus
ojos.
-¿Qué pasó, John? -le dije con voz suave, acercándome.
-Perdón, Daniel, yo.. Snif.. Snif. .. no sabía que no tenías ropa. Yo solo
venía a darte el teléfono.
-Yo sé, pequeño. Te perdono, no fue tu culpa. -le dije poniendo mis manos sobre
sus hombros.
El asintió pero siguió llorando.
Me incliné frente a él.
-¿Por qué sigues llorando?
-Es que... Snif.. Snif.. Mi papá me va a pegar.
-Pero no fue tu culpa
-No. Snif.. Si fue. El me dijo que tocara la puerta antes y a mi se me olvidó.
No, no, no. No lo podía permitir. Pero solo había una forma de evitarlo, y era
lo que menos quería hacer en este momento. Supuse que así se sentían los
veterinarios cuando tienen que dormir a los animalitos para que dejen de
sufrir.
-¿Está bien si yo te castigo? Tu padre debe estar ocupado ahorita, y yo no. -Yo
sabía que su padre no lo volvería a castigar si lo castigaba yo.
El asintió, llorando todavía.
-Espérame aquí un momento.
Yo me dirigí rápidamente al cuarto del pastor, donde todavía estaban las varas
que había usado para castigarme, y tomé la más corta, que todavía no estaba
rota, partiéndola a la mitad, para dejar una vara mucho más pequeña.
Después regresé y me senté en la cama del pequeño John. Le indiqué que se
levantara y se pusiera frente a mi, lo que hizo con algo de lentitud. Sin decir
nada más desabroché su cinturón negro y bajé su pantalón beige hasta los
tobillos, después tomé el elástico de sus calzoncillos blancos, bajándolos
igual hasta los tobillos. Sin perder el tiempo lo levanté y coloqué sobre mis
rodillas, sin encontrar resistencia de su parte. El sollozaba levemente
mientras yo trataba de pensar en cómo castigarlo de la manera más leve posible
sin que sospechara que no lo estaba castigando. Una de las cosas que hice fue
jalar su camisa hacia abajo, para que le cubriera las pompitas. Seguramente ni
cuenta se daría, pues el pensaba que estaba desnudo, pero algo haría la tela
para disminuir el dolor. Tome la vara y dejé caer el primero, agitándola lo
suficiente para que sonara el clásico Swish, pero solo haciendo contacto con la
primera mitad de la ramita y su piel, tratando de que la punta de la vara que
es más flexible y tiene más momentum acumulado, no pegara en su piel sino en mi
pantalón.
Sus sollozos se incrementaron un poco, y se tensó tantito, pero no exclamó de
dolor cuando la vara impactó, lo que quería decir que aunque mentalmente creía
que ya lo estaba castigando, realmente no le estaba doliendo casi.
Swish... Swish... Swish... Continué dejando espacio y midiendo mi fuerza para
que apenas fuera suficiente para silbar la vara.
Swish... En ese calculé mal y la punta sí pegó en su piel descubierta,
haciéndolo brincar un poquito y exclamar de dolor. Swish... Swish... Swish...
Continué cuidando de que no volviera a pasar.
Finalmente para que no sospechara nada, y por si su padre revisaba, dejé caer
uno fuerte en la piel descubierta. SWISH...
AUUUUU! gritó, llevándose las manos atrás para sobarse, y yo lo dejé así hasta
que se calmó un poquito. Solamente estaban un poco rojizas la marca de la punta
que no había calculado y esta última a lo largo de sus posaderas, y el resto de
los golpes prácticamente ni se notaban. Lo había logrado, "castigar"
al niño sin lastimarlo, y dejarlo llorando para efectos de la farsa.
Aún así me odiaba por haberlo hecho. Levanté al niño con cuidado, le subí su
ropa interior y su pantalón, le di un abrazo y le susurré al oído:
-Ya pasó, ya terminó.
Él asintió y me abrazó con más fuerza.
-Perdón Daniel.
-Perdonado-le volví a decir, aunque realmente no había hecho nada malo.
Finalmente el me soltó y se arrodilló en su cama para hacer su oración.
Yo lo observé con lágrimas amenazando salir mis ojos. Nunca me había sentido
con tanto propósito en toda mi vida, sentía una responsabilidad impresionante
de ayudar y rescatarme a mi y a todos estos chicos conmigo de las garras
destructoras del fanatismo. En mi mente agradecí al pastor por haberme
castigado hoy, no porque lo mereciera, sino porque había reforzado mi visión y
voluntad de acabar con su reino, y además me había concientizado respecto a la
gravedad de los castigos que aplicaba a mis niños. Pues yo mismo había empezado
a justificarme cuando les pegaba, e incluso a veces les había causado más dolor
del necesario para mantener la farsa, pensando que tal vez lo merecían. Pero
ahora había comprendido que la frontera entre esos castigos
"moderados" y "justos" y los brutales, era muy pequeña.
Nota de Wenseslao:
Lo sé, me había desaparecido
por mucho tiempo. Pero la contingencia sanitaria me permitió escribir este
capítulo que llevaba meses inconcluso.
Espero que todos estén bien, cuídense mucho.
La buena noticia es que ahora si tengo mucho tiempo libre para escribir en
esta y mis otras historias.
Los aprecio mucho, queridos lectores, y como siempre, estoy ávido por leer
sus comentarios, mensajes y demás.
ujuu si, actualizanos para pasar un buen rato en este encierro
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