CAPÍTULO 96: EL ACUARIO
(parte 2)
Una de las muchas ventajas de tener
hermanos pequeños es que podías ir a sitios chulos sin preocuparte por lo que
otros pensaran de ti. A una determinada edad, sentir ilusión por ir al zoo o al
acuario no parecía adecuado, pero yo tenía la suerte de poder seguir yendo
porque eran planes familiares.
Me gustaba mucho aquel lugar. Un
sueño por cumplir era nadar entre tiburones… aunque pensándolo bien, mejor
entre delfines. Definitivamente, delfines.
-
Madre mía, qué tamaño… - susurré, cuando un tiburón gigante
pasó por encima de mi cabeza. Daba mucha impresión, sabía que había un cristal
entre nosotros, pero el escalofrío lo sentí igual.
Dylan no pareció asustarse por
aquellas criaturas y se quedó a observarlos como hipnotizado. Hasta que de
pronto todo se fue al garete.
Era muy impactante verle balancearse
o golpearse contra las cosas. Odiaba verle sufrir y cuando se aovilló en el
suelo todo lo que quería era crear una mampara protectora a su alrededor para
que nada ni nadie pudiera molestarle. Lo más parecido que podía conseguir era
ayudarle a calmarse.
Le dije a Michael lo que tenía que
hacer. Mi primer instinto fue ocuparme yo, pero no podía dejar que los celos me
dominaran. Éramos un equipo, Dylan era su hermano también y Michael tenía que
aprender a lidiar con esas situaciones.
Papá y él se convirtieron en la mampara que
necesitaba, poniéndose a su alrededor y haciéndole sentir seguro. Después de un
rato, Dylan dejó de estar encogido y se tumbó bocarriba, contemplando el cielo
del acuario. Los peces seguían nadando, ignorando lo que sucedía dentro del
túnel. Me pregunté si podían vernos o si era opaco para ellos.
-
¿Te duele la cabeza? – le preguntó papá.
-
No.
-
¿Quieres que nos vayamos a casa?
-
No.
-
¿Seguro? – insistió, pero en el fondo sabía, al igual que yo,
que Dylan nunca quería regresar después de una crisis. Principalmente porque
necesitaba un tiempo antes de ser capaz de meterse en el coche. Normalmente,
viajar en un vehículo no suponía un problema para él, porque había aprendido a
tolerar el ruido y el roce del asiento. Pero cuando estaba sensible, el hecho
de colocarse un cinturón que le atara a la tapicería era insoportable. Papá ya
cometió el error de forzarle en una ocasión y no lo iba a repetir. Sería
provocar el segundo colapso del día.
Permanecieron así durante un rato,
tumbados en el suelo como si estuvieran mirando las estrellas, solo que el
firmamento estaba compuesto de algas y estrellas de mar.
Creí escuchar algo a mi derecha y vi
un reflejo rubio en la puerta por dónde había desaparecido la gente. ¿Zach, quizás? Los demás debían estar algo
intranquilos.
-
Tenemos que levantarnos – le dijo papá.
Dylan no respondió, pero a los pocos
segundos se contorsionó un poco, apoyó las manos y se puso de pie. Recogió mi chaqueta y me la devolvió, como si
lo que acabara de pasar fuera perfectamente normal. Como si la gente se
acurrucara entre gritos de forma habitual.
-
¿A dónde fue t-todo el mundo? – preguntó, extrañado. No se
había dado cuenta de cuando papá le pidió al empleado que desalojara.
-
Tus hermanos nos esperan en la sala de al lado.
-
¿E-están enfadados c-conmigo?
-
No, mi amor. Nadie está enfadado contigo – le aseguró papá.
Dylan metió la mano en su bolsillo y sacó sus canicas.
Empezó a frotarlas lentamente la una contra la otra, provocando un sonido
característico y seco.
-
Ey, Dylan. ¿Quieres ir a ver a las medusas? – sugirió
Michael.
El enano le miró y asintió. Sin añadir nada más,
caminamos hacia la salida del túnel.
Papá abrió la puerta primero, como el soldado que se
adelanta para comprobar el campo de minas, pero al otro lado tan solo estaban
nuestros hermanos, Blaine, Scarlett y el empleado.
-
Muchas gracias por su comprensión – dijo papá, dirigiéndose al
trabajador. – Lamento las molestias que podamos haber causado.
-
No se preocupe. ¿El niño está bien?
-
Sí.
-
El médico está a punto de llegar. Pueden esperarle en la sala
de personal. Ehm… ¿es un cumpleaños o algo así?
-
No, son todos mis hijos – explicó papá.
Sonreí. Siempre la misma pregunta.
-
Mi madre… Está bien, pasen por aquí.
-
Mike, las m-medusas – le recordó Dylan.
-
Enseguida vamos, peque – le tranquilicé. - Primero un doctor
va a mirar que no te hayas hecho daño en la cabeza.
-
AIDAN’S POV -
El
empleado abrió una puerta lateral medio camuflada en la que ponía “Prohibido el
paso” y nos guio hasta una habitación que no compartía la decoración del resto
del acuario. Era una estancia sencilla, con una mesa, varias sillas, una
cafetera y un microondas.
De
pronto sentí que alguien me agarraba la mano. Me sorprendí al ver que era
Scarlett.
-
Has dicho que somos tus hijos – me susurró.
Abrí
los labios, pero no fui capaz de articular una palabra. No me había dado
cuenta.
-
Perdona, cariño. Estoy acostumbrado a responder así cuando me
preguntan.
-
No me importó.
Scarlett
se quedó a mi lado mientras los demás buscaban un sitio donde sentarse. Después
me soltó la mano y la puso sobre la cabeza de Dylan, en un gesto que tal vez
pretendía ser de consuelo o de apoyo.
-
¿Qué magia has hecho? – me preguntó Blaine.
-
Yo no hice nada.
-
Pues se siente cómoda contigo.
-
¿No se asustó? Dy no siempre reacciona así, es que…
-
Es autista, lo sé. Mamá nos lo dijo y le estuve observando en
el concierto de Sam – explicó Blaine y miró a Dylan, que le estaba enseñando
las canicas a su hermana. – Scay es protectora con los niños pequeños. Se
preocupó un poco, pero nada más. ¿Os molestó antes? Abrió la puerta sin que me
diera cuenta.
-
¿Quién? ¿Scay? No me fijé – respondí, con sinceridad. Había
estado concentrado en calmar a mi pequeño.
En ese momento entró el médico y parpadeó un
par de veces al encontrarse con tanto niño.
-
¿Quién es mi paciente? – preguntó, amigablemente.
Me
aproximé y le conté lo que había pasado. El hombre entendió y se arrodilló
frente a Dylan para examinarle la cabeza. No sé si tenía experiencia con
personas del espectro, pero se las apañó bastante bien.
-
No creo que tenga nada – me dijo. – Si se queda más tranquilo,
puede hacerle una prueba de reflejos con una linterna, pero creo que la luz
podría alterarle.
-
Sí, será mejor que no. Muchas gracias, doctor. Perdón por
molestarle.
-
No es molestia. Ahora… discúlpeme a mí por la pregunta… ¿pero
es usted Aidan Whitemore?
-
¿Cómo lo…?
-
Su cara ha salido por la tele últimamente.
Noté
cómo me ruborizaba, poco acostumbrado a que me reconocieran, y asentí.
-
P-papá es escritor – dijo Dylan.
-
Sí, y muy bueno, ¿verdad? – le respondió, sonriendo. Después
volvió a dirigirse a mí. – Tengo todos sus libros. A mis hijos les encanta.
Lástima que nunca haga firmas – comentó el hombre, mientras recogía sus cosas.
La
editorial me había hecho ese reclamo muchas veces. Solo había hecho un par de
firmas en mi vida, todas locales, porque viajar con tantos hijos no era una
opción.
-
Vaya… muchas gracias – logré decir.
-
No hay de qué. Y déjeme decirle también que sus hermanos
están muy bien educados. Están aquí tranquilitos, sin armar jaleo. Casi nadie
se creyó todas esas tonterías que dijeron sobre usted.
Totalmente
avergonzado, sonreí y observé a mis hijos. Aquel hombre tenía razón, se estaban
portando muy bien, incluso los peques, sentados sobre alguno de sus hermanos
mayores. El doctor se despidió y yo
pensé en la mejor forma de felicitarles por su buen comportamiento, pero no
tuve ocasión:
-
Ese tipo quería ligar contigo – me dijo Blaine.
-
¿Qué?
-
Se le notaba un montón – apoyó Alejandro.
-
Solo estaba siendo amable…
-
Ahá – replicó mi hijo, como diciendo “si tú lo dices”.
Me
ardía la cara y estaba seguro de que tenía que estar rojo.
-
¿Os pasa mucho esto? ¿Qué la gente quiera ligar con él? –
preguntó Blaine.
-
Sí, pero normalmente son chicas. Bueno, y cuando no estamos
todos juntos. Tantos críos suelen ahuyentar a las lagartas – respondió Jandro.
¿Podían
dejar de hablar de mí como si no estuviera?
-
Pues que no se acerque nadie, que estás cogido, ¿eh? – bromeó
Blaine. Solo que no tuve del todo claro que fuera una broma.
Por
suerte, Dylan y Kurt empezaron a impacientarse y a tirar de mi ropa.
-
Papi, el acuario – dijo Kurt.
-
Papi, medusas – insistió Dy.
-
Sí, peques, ya vamos.
Dejamos
el área de descanso y volvimos al circuito del acuario. Aquella vez Dylan no se
agarró a mí, sino a Michael. Suspiré. Quería tenerle cerca. Quería protegerle
de cualquier cosa que pudiera hacerle pasar un mal rato.
-
¿Qué ocurre? – me preguntó Ted, perspicaz como siempre.
-
Creo que he estado descuidando mucho a Dylan – le confesé,
dejando salir por fin el enorme sentimiento de culpabilidad que estaba
arrastrando. Había un montón de cosas que había dejado de hacer con él. Antes,
cuando íbamos a ir a un lugar nuevo, hacíamos una “expedición de rastreo”
previamente, para que viera cómo era y lo que podía esperar. Y en cambio, en
las últimas semanas, le había llevado sin ningún tipo de preparación a un
concierto, a una pizzería y al acuario. Vale, la pizzería y el acuario los
conocía, pero aún así, ¿cómo podía haber sido tan desconsiderado?
-
Pues yo creo que descuidarle es lo mejor que podías hacer por
él – replicó Ted. - Los padres de niños autistas suelen ser padres helicóptero
que les sobreprotegen y, sin darse cuenta, les dificultan el aprender cosas por
sí mismos. Habrá días malos, pero no puedes controlar todo lo que sucede a su
alrededor. Dylan ha demostrado que es capaz de adaptarse a cosas que antes le
costaban mucho. Solo tienes que estar ahí para echarle una mano cuando lo
necesite.
Dejé que las palabras de Ted calaran dentro de mí. Le
sonreí con agradecimiento y decidí que no podía dejar que nada nos estropease
ese día. Mis hijos tenían que pasárselo bien y olvidarse de los problemas por
un rato.
Tocó ir a la zona de las medusas y la verdad es que
parecía imposible que existieran tantas y de tantos tipos.
-
DYLAN’S POV -
Michael,
Ted y papá me ayudaron a relajarme. Michael me caía mucho mejor ahora que no
parecía tan enfadado. Cuando vino a vivir con nosotros gritaba mucho y decía
palabrotas y ahora lo seguía haciendo a veces, pero se parecía más a Alejandro
y a Harry y menos a un hombre malo. Y hablaba más conmigo y no me había vuelto
a pegar.
Después
de que un médico dijera que mi frente estaba bien, volvimos al acuario por una
puerta que separaba el mundo real del mundo de los peces. Eso me hizo
preguntarme si aquello podía considerar parte del mar o no. El acuario estaba
muy cerca de la playa y había visto las turbinas desde fuera: el agua venía
directamente desde el océano. Así que, ¿podía decir que estaba en el fondo del
mar? ¿O que el mar se había metido en la Tierra? Estuve pensando sobre esto por
un rato, hasta que llegamos a la zona de las medusas.
Era
una sección oscura, donde prácticamente la única luz provenía de los tanques en
donde nadaban los animales. Se trataba de una luz violeta que contrarrestaba la
transparencia de las medusas.
Michael se dio cuenta de que las estaba mirando, así que se
paró conmigo.
-
¿Te gustan, peque? – me preguntó. Asentí. – Son bonitas.
-
Son mortales – repliqué.
-
Bueno sí, eso también. Mejor no meternos en un tanque de
esos, ¿no?
Asentí
otra vez, pero no pude concentrarme en lo que me decía porque, a nuestra
derecha, Blaine y Alejandro habían empezado a hablar algo fuerte.
-
¿Qué te pasa, estúpido? Ni siquiera es tu padre – gruñó
Alejandro.
-
Esa tipa le estaba comiendo con los ojos, ¿es que no lo has
visto? – replicó Blaine.
-
¿Y a ti qué?
-
¿Cómo que a mí qué? ¡Está con mi madre! – exclamó Blaine,
llamando la atención de los que estaban a su alrededor.
-
¿Y qué, tienes miedo de que la deje? Normal, yo también lo
tendría – repuso mi hermano.
-
¿Qué has querido decir con eso?
Blaine se encaró con él, dejando muy poca distancia entre
ambos. La gente tiene un claro problema con el espacio personal.
-
Que si tan inseguro estás de que otras mujeres miren a mi
padre es porque sabes que tu madre no puede competir – respondió Alejandro,
juntándose todavía más a él, hasta que sus cabezas casi se tocaron.
-
Retira eso.
-
¿O sino qué? – se burló Jandro, dándole un pequeño empujón.
Los
triceratops, cuando eran jóvenes, competían entre sí para ver quién era el
macho dominante. Chocaban sus enormes cabezas y se empujaban, hasta que uno de
los dos se rendía.
-
Vete a la porra – resopló Blaine y se giró bruscamente para
ir con su hermanita.
Cuando
Blaine se fue, papá agarró a Alejandro del brazo:
-
¿Me quieres contar qué ha sido eso?
-
¡Suéltame!
-
A punto estoy de darte una palmada, así que compórtate.
Alejandro
tragó saliva y se encogió, clásica postura de haber perdido la batalla. Papá
seguía siendo el jefe de la manada.
- Solo tuvimos una… discrepancia de opiniones.
- Estuvo fuera de lugar.
- ¡Él estuvo fuera de lugar! Le dijo que se esfumara a
una mujer solo por mirar en tu dirección. Pero a él no le dices nada, claro….
- No soy su padre, Jandro – respondió papá.
Yo
no estaba tan seguro de eso último. Muchas veces, cuando el papá de una cría de
triceratops moría, otro miembro masculino de la manada se encargaba de
protegerle. Aunque a veces tenía que enseñarle primero quién era el más fuerte,
el que estaba al mando.
-
AIDAN’S POV -
Presencié desde lejos la pequeña discusión entre
Blaine y Alejandro. No sabía si debía intervenir o no, pero en un punto pareció
que iban a pasar a las manos. Por suerte, Blaine se alejó e impidió que la cosa
siguiera escalando.
Por lo visto, todo había sido por cierta
sobreprotección de Blaine hacia la relación que tenía con su madre. Tendría que
hablar con él al respecto, pero no sabía bien cómo. Alejandro, por su parte,
estaba algo celoso porque Blaine se estaba encariñando conmigo.
- Él
solo quiere asegurarse de que no hago daño a su madre, campeón – le dije a
Jandro, intentando sonar conciliador. – No tiene de qué preocuparse, porque no
está en mis planes. Holly es importante para mí, ya os lo he dicho.
- Lo
sé – suspiró mi hijo. – Lo siento.
Le
di un beso en la cabeza sin importarme que le avergonzara. Se merecía un
poquito de bochorno por peleón. Además, estaba cansado de no poder ser cariñoso
con mis hijos delante de la gente por un estúpido sentimiento de vergüenza.
-
Aich, papá – protestó y se escabulló como pudo para camuflarse entre sus
hermanos.
Eché
un rápido vistazo de control para asegurarme de que estábamos todos -algo que
hacía unas tres veces cada cinco minutos, con la constante paranoia de perder a
alguno de los peques- y me fijé en que Blaine estaba enfurruñado en un rincón,
mirando su móvil. Me acerqué a él.
- Si
me vas a regañar, vete por donde has venido – me advirtió.
Me
quedé congelado por su hostilidad, pero sobre todo por sus palabras. Daba por
hecho que yo le podía regañar.
- No
lo tenía pensado, pero si crees que vengo a eso tal vez es que piensas que
hiciste algo mal – respondí.
Blaine
apartó el móvil y se encogió de hombros.
- No
le hablé mal a esa mujer. Solo le dije que siguiera caminando, que los acuarios
estaban del otro lado y aquí no había ningún pez al que mirar.
Me
mordí el labio para no sonreír. ¿De verdad le había dicho eso? No había llegado
a oírlo.
- No
fue algo muy delicado para decir – le hice notar. - ¿Y por qué hiciste eso? –
pregunté, pero se quedó callado. – No voy a traicionar a tu madre, Blaine.
Jamás la haría daño.
- Ya
se lo hiciste – me acusó. – Cuando detuvieron a Michael y la dejaste.
-
Tienes razón. Eso fue una estupidez. Pero jamás la dejaría por otra mujer, así
que no tienes que tener miedo de eso, ni ahuyentar a todo el que me dedique una
palabra amable o una sonrisa, ¿vale?
-
Humpf. Está bien.
-
Siento la reacción de Alejandro. No debió ponerse así, ni empujarte. Gracias
por no empezar una pelea.
- No
quiero meterme en líos de nuevo tan pronto – me respondió.
¿Sabría
él que Holly me había contado que le había castigado el día anterior?
-
¿Tan pronto? – pregunté, dándole opción a que se explicara, si le apetecía.
-
Ayer armé una gorda – admitió, bajando la mirada. – Mi madre se enfadó mucho
conmigo.
-
¿Por qué?
-
Mmm.
- No
me lo tienes que contar, si no quieres – le tranquilicé.
- A
veces hago parkour – me explicó y mi cara debió de evidenciar que no le había
entendido. – Ya sabes… Desplazarse a través de los obstáculos. Saltar
barandillas, escalar edificios…
-
¿Esa locura de tomar la ciudad como si fuera un circuito deportivo?
- No
es una locura. Y no es solo por la ciudad – se defendió. – Pero ayer… sí fue un
poco estúpido. Mira, este soy yo con unos amigos… Llevaba la Go-pro de uno de
ellos en la frente.
Blaine
tecleó algo en el móvil y me enseñó un vídeo donde se veía a tres chicos saltando
de un edificio a otro. ¡Más de diez metros de altura! ¡Sin ningún tipo de
protección! Se me detuvo el corazón en varios puntos del vídeo y finalmente
tuve que pararlo antes de que terminara, porque era demasiado para mí.
-
¡Madre mía, Blaine! ¡Os podíais haber matado!
- Ella dijo lo mismo… Mi clase de guitarra se canceló,
así que mis amigos vinieron a buscarme. Llevábamos mucho tiempo queriendo
hacerlo... Pensé que mi madre no se iba a enterar, pero el profesor le escribió
diciendo que no había clase y vino a por mí. Se llevó un buen susto al no
encontrarme al principio, pero eso no es lo peor… me vio saltar - admitió. -
Casi llama a la policía.
-
¡Yo lo habría hecho! ¡Y a los bomberos! ¿Pero cómo se te ocurre hacer algo así?
-
Ninguno se cayó – susurró, débilmente. – Sabemos lo que hacemos.
-
Oh, no, tenéis ni idea de lo que hacéis – repliqué. – Por Dios santo, chico… Tu
madre tuvo que pasar mucho miedo. ¿Pero cómo le haces algo así?
Al
instante sus ojos castaños me miraron con tristeza, aplacando la rabia que su
inconsciencia me provocaba.
- Mi
madre ya me regañó – se quejó, sonando varios años más pequeño. – Hizo más que
eso… Se enfadó mucho.
Suspiré.
No era mi papel meterle sentido común. O tal vez sí. Pero no entonces. Por una
vez mi misión era sobre todo reconfortar.
- No
es para menos, Blaine. Fue una estupidez muy grande.
- Ya
sé…
- Mira, no quiero echarte la bronca, pero es que no me
puedo contener. No tienes ni idea de lo que he sentido al ver ese vídeo. Lo que
hicisteis fue un delito, pero eso fue lo de menos. ¡Fue tan peligroso que no sé
ni por dónde empezar!
¿Por qué tenía tanto miedo? ¿Por qué mi boca se había
secado y mis manos temblaban ligeramente? Apreciaba a los hijos de Holly, no
quería que les pasase nada malo, pero entendí que era más que la extensión del
cariño que sentía hacia ella. Ese chico me importaba de verdad y la idea de que
hubiese arriesgado su vida de esa forma me llenaba de rabia, de pánico y de
impotencia.
- No sabes cuánto tienes que agradecer que tu madre y
yo no nos hayamos casado todavía – susurré, entre dientes. – Porque el castigo
que te hubieras llevado te…
- ¿Todavía? – me interrumpió, con una sonrisa
esperanzada. Su ilusión porque Holly y yo fuéramos pareja me recordó a Barie…
- ¡Ese no es el punto, Blaine!
- No me grites – suplicó, con un gemido lastimero. –
Tus hijos nos están mirando. Y no es necesario que me amenaces. Mamá ya se
encargó de la parte de castigar.
Respiré hondo. Estaba bien. El mocoso irresponsable
estaba bien, sin un rasguño.
-
Los dos sabemos que tu madre es demasiado blanda.
Estuve a punto de decirle una frase del tipo “los
métodos de tu tío son más adecuados para lo que hiciste” pero me contuve a
tiempo. No, no era cierto. Aaron era un bruto y con brutalidad no se consigue
nada.
-
Eso no es verdad – replicó Blaine. – Tú solo conoces la parte
buena de mi madre, pero puede enfadarse mucho.
Algo en su tono me indicó que hablaba en serio. Eso me
sorprendió un poco. Por más que lo intentaba, no podía imaginarme a Holly
siendo estricta.
-
Sigue siendo mejor que el tío Aaron – añadió con una mueca.
Aquello terminó de difuminar mi enfado. Le di un abrazo corto, porque ya había
notado que Blaine reaccionaba físicamente a ellos, como si los necesitara
mucho.
-
No sé cuánto se enfadó Holly, pero sí estoy seguro de que ya
te ha perdonado.
Blaine asintió y tardó un poquito en deshacer el
abrazo.
- Pero es tan raro verla así… Creo que tengo como un
don, y soy el único que la saca de sus casillas.
- Ese don le tienen todos los adolescentes – le dije y
eso le hizo sonreír un poquito, pero enseguida se entristeció otra vez. Me
arrepentí de haber sacado el tema. – Vamos, oye. Tan malo no sería si te ha
dejado venir hoy aquí.
- Me ha dejado solo por Scay – replicó. – Y porque lo
de ser mala le dura más o menos cinco minutos.
Me reí. Me sentía identificado.
-
No creo que haya sido solo por Scay. Podría haberle dicho a
Leah que viniera ella.
-
No, Leah tiene que estudiar. Va de culo en el colegio… Mamá
le hubiera dejado venir, pero el tío ni de coña.
Evité hacer comentarios sobre el hecho de que esa
decisión le correspondía a Holly. En cambio, reflexioné sobre el detalle de que
Blaine intercalaba un formal “mi madre” con un cariñoso “mamá”. Lo primero es
lo que diría con un conocido; lo segundo con alguien de confianza, de la
familia. Eso, y lo sincero que era conmigo me hizo ver que me había ganado el
corazón de aquel niño. Me sentí con el deber de protegerlo y acababa de
descubrir que no iba a ser una misión sencilla, porque el crío no tenía sentido
de la autopreservación.
- Ahí puedes ver que sí que es blanda
– continuó Blaine, que había seguido su propia línea de pensamiento. – En cómo
reacciona con las malas notas. La vida le ha enseñado a mi madre a no enfadarse
por cosas que no merecen la pena. No
estoy diciendo que las notas no importen, solo…
- Entiendo lo que quieres decir. A mí
me está enseñando lo mismo – respondí.
Pensé en Ted, en Michael, en Kurt. La
posibilidad de perder a cualquiera de los tres había ordenado mis prioridades.
Había sido algo progresivo, pero miraba atrás y había algunas cosas del pasado
que hubiera hecho diferente.
- Tú eres más blando todavía que mamá – replicó.
Sonreí ligeramente.
-
¿Eso crees? Bueno, habría que averiguarlo. Pero algo me dice
que te equivocas.
-
Ya lo comprobaremos.
Ese
uso del futuro, dando como cosa segura que íbamos a estar juntos, me enternecía
y me empujaba a conseguir por cualquier medio que se cumpliera.
-
Ah, no. De eso nada. Tú vas a ser un buen chico y no le vas a
dar más sustos a tu madre – sentencié.
Blaine
se ruborizó y asintió tímidamente.
-
Soy más cafre que tus hijos, ¿a que sí? – me preguntó.
-
Eres un muchachito imprudente, pero eres un buen chico – le
dije. - Y mis hijos también.
-
¿Incluso Alejandro? – tanteó. Los rastreadores de problemas
se distinguían unos a otros.
-
Claro que sí. Que sea un poco rebelde no cambia lo orgulloso
que me siento de él. Aunque no siempre se lo he sabido transmitir – añadí, más
para mí que para él, recordando todo lo que habíamos vivido en los últimos
meses. Cuando mi pequeño trasto se quedó por primera vez a cargo de sus
hermanos y las cosas no salieron del todo bien. Cuando tonteó con el alcohol.
Sus notas, ya que Blaine había sacado el tema.
Tal vez había sido muy exigente con él en ese último
asunto. Le mandé hacer las tareas de la casa, en un intento de enseñarle el
valor de la responsabilidad, y quizá funcionó un poquito, pero creo que lo que
verdaderamente le ayudó fue que empezara a preguntarle todos los días,
apoyándole. Alejandro en el fondo era inseguro en el tema de los estudios como
en todo lo demás. Repetirle la materia a alguien le ayudaba a convencerse de
que podía memorizar cosas. Ahora que estaba ayudando a Michael a ponerse al día
se notaba que iba ganando confianza. Jamás debí escucharle cuando a los once
años dijo que “no tenía que estar encima de él como de los enanos” y que “podía
estudiar solo”. Alejandro a veces intentaba alejarme con su carácter cuando en
verdad me necesitaba y me quería cerca.
- Es un buen hermano – le dije a Blaine. - Una buena
persona, muy inteligente, amable, dulce y… ¡LO VOY A MATAR!
El discurso de padre orgulloso se me cortó cuando vi a
Alejandro precisamente molestando a Dylan, intentando quitarle su reloj. Dy había
empezado a ponerse algo nervioso.
-
¡Alejandro! – le llamé. – Deja en paz a tu hermano.
-
Solo le estoy chinchando un poco, papá. Es mi manera de
entretenerle y darle seguridad. Él sabe que siempre puede contar conmigo para
que le toque las narices, ¿verdad?
Dylan soltó un gruñido como toda respuesta y Jandro le
revolvió el pelo.
-
¡Papáaaa! – protestó Dy.
-
¡Alejandro!
-
Molestarle es mi derecho de hermano mayor, papá.
-
Ya te daré yo a ti derechos – repliqué. – Camina. Lejos de tu
hermano te quiero. Parece mentira que le saques siete años.
Iba a seguir con la llamada de atención, pero Kurt
tiró de mi chaqueta.
-
Papi, tengo hambre – me informó.
La verdad era que ya se estaba acercando la hora de
comer.
-
Está bien, campeón. Vamos a la zona de restaurantes.
-
KURT’S POV -
Dylan tuvo una de esas cosas que papá llamaba
“crisis”. Cuando era más pequeñito a veces me tiraba al suelo de la misma forma
que Dylan, pero cuando yo lo hacía papá me ponía en la esquina. Cuando fui más
grande y ya cumplí cinco me explicó que Dy era un poquito diferente y me habló
del autismo. Hasta hacía poco, Dylan no sabía que era autista. Pero yo creo que
en verdad siempre lo supo. Al menos siempre supo que se comportaba distinto a
los demás. Pero eso no era malo. Por lo general Dy era muy listo y sabía muchas
cosas y aunque no siempre era divertido jugar con él tenía muchos otros
hermanos para eso.
Cuando se sintió mejor, seguimos viendo el acuario.
Vimos a las medusas y le pedí a Barie que les hiciera muchas fotos, porque eran
muy bonitas. Pero me entró hambre, así que se lo dije a papá y nos fuimos a
comer.
Entramos en un
restaurante donde hacían hamburguesas y sándwiches. Seguía estando dentro del
acuario y por eso a Alice, a Hannah a Dylan y a mí nos regalaron un globo muy
grande con forma de pez. Papá pidió para llevar, porque éramos muchos y no
íbamos a poder comer sentados todos en las mesas del restaurante. Así que
comimos afuera, sentados en un césped y yo pude jugar con mi globito.
-
Enano. Termina tu comida antes de jugar – dijo papá,
sosteniendo mi hamburguesa.
-
Buh.
Me senté entre sus piernas y me acabé la hamburguesa,
pero le di alguna de mis patatas a Jandro porque estaba llenito.
Papá me había atado el globo a la muñeca, así que
corrí para hacerlo volar alto, pero me di cuenta de que Scarlett lo miraba con
mucha atención. A ella no le habían dado globito, porque ya era mayor, pero parecía
tener muchas ganas de jugar con el mío.
-
Toma – le dije, intentando sacármelo de la muñeca pero, al
hacerlo, se me escapó de las manos y se fue volando hasta quedarse atascado en
lo alto de un árbol de aquel jardín. – Mi globito… snif…. BWAAAAA
-
Ay, peque – dijo papa, y se acercó para hacerme un mimo.
-
No llores – me pidió Blaine y entonces se acercó al tronco y
comenzó a trepar. Tardó apenas un segundo en llegar a lo más alto, se colgó de
una rama y cogió el globo.
Aplaudí, no solo porque lo hubiera recuperado, sino
porque eso había sido muy chulo. Bajó de un salto e hizo un aterrizaje
perfecto. Me pasó la cuerda con una sonrisa y yo le di un abrazo, pero papá le
apartó.
-
¿Te has vuelto loco? ¿Has visto lo alto que estaba eso? – le
regañó. Uy. No sabía que papá le pudiera regañar a él también.
-
En realidad no tanto. He escalado cosas peores…
-
¡Eso no ayuda a tu causa!
-
Vamos, Aidan… Un árbol no es un edificio. Todo el mundo ha
escalado uno alguna vez.
-
Todo el mundo no – gruñó papá.
-
¿Se lo vas a decir a mi madre? – preguntó Blaine.
-
No le regañes, papi, recuperó mi globito – le defendí.
-
No podía dejar que se quedara sin él por querer prestárselo a
mi hermanita – dijo Blaine.
Papá nos miró durante varios segundos y luego resopló.
-
Estáis adorables ahora mismo, con esos ojitos de carnero los
dos. No hay quien se resista a eso. Pero tú sigues siendo un imprudente – le
dijo a Blaine. – Se lo tengo que contar, pero buscaré la forma de endulzar la
historia.
-
Ha sido un árbol muy muy pequeñito. De apenas un metro,
¿verdad Kurt? – me preguntó.
Miré el árbol con atención.
-
No sé, yo mido un metro con diez y es mucho más alto que yo –
respondí, inseguro. Papá soltó una risita.
-
Le has ido a preguntar a un enano que nunca miente, Blaine.
Él suspiró.
-
Eso está bien, enano. Hay que ser sincero. Aunque adornar la
verdad un poquito tampoco le hace daño a nadie.
Nunca entendía bien a qué se refería esa expresión que
los mayores usaban mucho. “Adornar la verdad”. Quizá era como cuando Madie o
Zach me preguntaban si estaban buenas sus galletas y yo tenía que responder
algo amable aunque no me gustaran. Papá me había dicho que eso no era mentir,
sino no herir los sentimientos de la gente.
-
Tal vez mida un metro y medio – intenté.
Blaine sonrió y me revolvió el pelo.
-
Yo a este enano me lo como.
-
Ponte a la cola – le dijo papá.
-
¡Ño! ¡Os coméis las hamburguesas, yo no soy comida!
-
¿No? – preguntó y al segundo siguiente me atrapó y me hizo
cosquillas.
Corrimos
por el césped durante un rato, hasta que me cansé y me tumbé en la hierba con
papá a mi lado. Algunos de mis hermanos se acercaron también.
-
¿Lo estáis pasando bien? – quiso saber papá.
-
¡Si!
-
¡Shi!
-
Aún nos faltan un par de sitios por ver. ¿Quién tiene ganas?
-
¡Yo!
-
¡Yooo!
-
¡Yo, yo yo!
Recogimos las bolsas de la comida y las llevamos a la
basura. Después entramos a ver las últimas zonas del acuario. Como una hora
después acabamos, pero había que salir por una tienda de regalos y nos quedamos
un rato viéndolo todo.
Scarlett se fijó en un colgante de una tortuga y
Blaine rebuscó en su bolsillo para comprárselo, pero papá no le dejó pagar.
-
Yo se lo compro.
-
N-no hace falta – dijo Scarlett, escondiéndose detrás de
Blaine.
-
Pero quiero hacerlo. Os compraré un recuerdo a todos, ¿bueno?
Este fue un día especial. Pude conoceros un poquito más, a ti y a tu hermano.
Papá nos dejó escoger algo de la tienda, pero tenía
que ser menor de dos dólares. Para mí dos dólares ya era mucho dinero, pero
creo que para alguno de mis hermanos no. Pero éramos muchos y papá siempre
ponía un límite en el precio de las cosas.
En una parte de la tienda, en bolsitas de plástico
tenían peces vivo. ¡Y valían justo dos dólares! Estiré la mano para coger uno,
pero papá me lo impidió.
-
No, mi vida. Eso no.
Puse un puchero.
-
¿Por qué no?
-
Un animalito vivo no es un juguete. No tenemos donde ponerlo
– me explicó. – Y no está bien tenerle ahí, en una bolsita.
-
Pero yo quiero – protesté, bajito.
-
El pececito no es feliz, ¿no lo ves? No tiene un sitio grande
donde nadar, como los acuarios que hemos visto.
-
Pero mira, ahí hay una casita para peces – señalé una pecera.
– Ahí sí estaría contento.
-
Tal vez otro día, ¿bueno? Hoy no.
No era justo, yo quería uno. Le iba a cuidar y le iba a tener en una
mesita de mi cuarto. Empecé a llorar flojito, pero sabía que papá no me lo iba
a comprar. Además, la pecera no parecía tan grande como el acuario. Tal vez ahí
solito se aburriría mucho.
-
Ta bien… snif… Iosh, pececito.
Papá me cogió en brazos y me secó la cara con su mano.
-
Mira, bebé. ¿Qué te parece este peluche? ¿Le damos a Cangu un
amiguito? – me preguntó.
-
¡Es Nemo! – exclamé.
-
Sabía que te iba a gustar – me sonrió.
-
No es justo, vale más de dos – protestó Hannah. – Ahí pone
seis.
Acaricié el peluche.
-
Ya sé, Hannah, pero… - empezó papá.
-
Es que Kurt y yo lo vamos a compartir – dijo Ted.
-
Sí, y yo también – añadió Michael. – Así que, como somos
tres, dos dólares cada uno, dos, más dos, más dos, dan seis – le explicó.
Miré a mis hermanos y les sonreí. Nunca había tenido un peluche compartido
con los mayores, casi todos mis juguetes los compartía con Hannah, Dylan y
Alice y algunas veces con Cole.
-
¡Wiiii! ¿Cómo lo vamos a llamar? – pregunté.
-
Mmm. Elígelo tú, peque – me dijo Ted.
Asentí. ¡Yo me iba a encargar de ponerle un nombre
bonito!
-
AIDAN’S POV –
Si seguía siendo un consentidor empedernido iba a dar igual el éxito que
estuviera teniendo, porque me iba a arruinar. Pero comprarles un detalle a mis
hijos no era malcriarles. Que fueran muchos no era excusa para no consentirles
un poco si me lo podía permitir.
Kurt
se encaprichó de un pez que alguien había tenido la brillante idea de meter en
una bolsa. Aparte de que no me parecían formas de tener al animalito, sabía que
esos peces vivían muy poco tiempo, semanas con suerte, y no quería someter a
Kurt a ese disgusto. Así que no le dejé cogerlo y mi bebé se puso muy triste.
Me alegré y me sentí orgulloso porque no hiciera un
berrinche. Se estaba haciendo tan mayor…
Vi un peluche que casi llevaba su nombre escrito, pero
Hannah me hizo notar que era más caro de lo que yo mismo había establecido.
Entonces Michael y Ted acudieron en mi rescate y de verdad que no podía estar
más feliz por los hijos que tenía.
Salimos de la tienda y fuimos hacia los coches. Eran
solo las cinco de la tarde y de buena gana me hubiera metido ya en la cama
hasta el día siguiente, pero aún quedaban horas para eso y tenía que llevar a
Blaine y a Scarlett a su casa.
Justo cuando iba a meterme en el coche, me fijé en que
Zach hacía movimientos extraños para sentarse.
-
¿Zach? ¿Qué ocurre, hijo?
Me acerqué y no pude creer lo que vieron mis ojos:
llevaba una de aquellas bolsas con peces vivos.
-
¡Zach! ¿Es que no me oíste decirle a Kurt que eso no? – le
dije. - ¿Acaso tú no habías comprado un colgante con forma de diente de
tiburón?
Entonces lo entendí: Zach no había comprado aquel pez.
Lo había robado. La mirada que le eché le hizo encogerse.
-
Sal del coche – ordené.
-
No, papá, espera, lo puedo explicar…
-
¿Con qué dinero pagaste ese pez? – inquirí. Aún podía haber
una explicación. - ¿Con el tuyo?
-
No lo pagué – admitió, en un susurro. – Lo cogí…
Le quité la bolsa de las manos, entre otras cosas para
asegurarme de que las tenía ocupadas.
-
Sal del coche. Vamos a devolverlo ahora mismo y te vas a disculpar.
Zach
salió lentamente y me miró con tristeza, pero no podía dejarme conmover. Dejé a
los demás en los coches y empecé a caminar hacia la tienda tirando un poco de
él.
-
Papi, no es lo que crees, en serio… Es que… Yo… Vi al enano
tan triste que pensé… Pensé que se lo podía dar…
Suspiré y detuve mis pasos. Sujeté su barbilla para
que me prestara atención.
-
Querías hacerle un regalo a tu hermano. Eso está muy bien,
pero si yo digo que eso no, es que eso no. Y lo que nunca, bajo ningún concepto
puedes hacer es coger algo sin pagarlo. Incluso aunque sea barato. No es por la
cantidad, es por el acto en sí mismo. Tú no eres un ladrón, Zachary, y no voy a
dejar que te conviertas en uno.
Sus ojos claros empezaron a derramar lágrimas y para
cuando llegamos a la tienda ya estaba llorando abiertamente. Me dirigí al
dependiente agarrando el cuello de Zach suavemente para que no se escapara.
-
Mi hijo tiene algo que decirle.
-
Snif… Yo… snif… yo… cogí este pez… snif… y no lo pagué… snif…
Lo siento mucho… snif…
-
No me di cuenta. Por favor, discúlpenos – añadí yo y le
entregamos el pez.
-
Está bien. No hagas estas cosas, chico, mira qué disgusto le
das a tu padre.
Zach sollozó más fuerte y se alejó un poco, pero no se
atrevió a salir sin mí. Suspiré, me despedí del encargado y fui con mi hijo.
Pasé una mano alrededor de su espalda y dejé que se apoyara para llorar en mi
pecho.
-
En casa hablamos, campeón.
-
¿Snif… puedo ir en el coche de Ted?
-
No – respondí tajantemente. – Nada de alejarse de mí. Siento
si venir a la tienda fue vergonzoso, pero son parte de las consecuencias.
Cuando hacemos algo mal, hay que compensarlo y en este caso había que devolver
el pez y pedir disculpas. Pero lo has hecho muy bien – añadí, más dulcemente, y
acaricié su mejilla.
-
Snif… snif… Perdón papi…snif…
-
Mi niño – le abracé. – Estás perdonado, pero eso no quiere
decir que no vaya a haber un castigo.
Regresamos al coche y Zach hizo lo posible por ponerse
de lado y esconder la cara en la pared de la puerta, ignorando las preguntas de
sus hermanos. Puse algo de música para intentar que se distrajera, mi mocosito
estaba pasando muy mal rato, creo que en gran parte por su propia conciencia.
Paramos frente a la casa de Holly y nos despedimos de
Blaine y de Scarlett, pero Zach no quiso salir. Scarlett me regaló un abrazo
antes de meterse corriendo en su casa y me hizo sentir completo.
-
¡Scay, mi vida, pero no te vayas! – dijo Holly, que estaba en
la puerta para recibirnos. – Perdona. Muchas gracias por haber hecho esto,
Aidan, de verdad.
-
No hay de qué. Creo que se lo han pasado bien. Blaine lleva
una buena colección de fotos.
-
A Scarlett le encantó, mamá.
-
¿Y a ti, tesoro?
-
Estuvo bien – sonrió y se metió en casa.
Holly se quedó unos instantes más, para hablar
conmigo.
-
Eres el mejor.
-
Ellos son los mejores. ¿Viste que Scay me dio un abrazo? Y en
el acuario me dio la mano también. Al principio estuvo muy tímida, pero luego
se abrió un poco. Y Blaine… Blaine es mi nuevo guardaespaldas, que sepas que no
deja que nadie se acerque a mí, especialmente mujeres.
-
Le tengo bien entrenado – se rio. – Ahora sí que tenéis que
venir a su competición de natación o se disgustará.
-
Claro que iremos.
-
No te dieron problemas, ¿verdad?
Me debatí entre contarle lo del árbol o no, pero no podía mentirla.
-
Durante la comida Blaine se subió a un árbol, pero fue para
recuperar un globo de Kurt y lo hizo con mucho cuidado…
Ella frunció el ceño.
-
Es Blaine. Nunca hace estas cosas con cuidado.
-
Me contó… me contó lo que pasó ayer. Debió ser terrible.
-
Me asusté muchísimo – me confesó. – Y ya no sé qué hacer para
que no haga esas tonterías.
-
Se dio cuenta de que se pasó. Y lo del árbol no fue nada, de
verdad…
-
No haga de abogado del diablo, señor Whitemore – me regañó.
-
No, hago de abogado de un angelito.
Holly sonrió y se estiró para darme un beso, que los dos prolongamos
durante varios segundos.
-
Tengo que ir con mis propios diablillos. Luego te llamo –
prometí.
-
Vale. Voy a ver esas fotos.
Se despidió de mis hijos con un gesto de la mano y regresamos a casa.
Todos se bajaron de los coches, salvo Zach.
Abrí la puerta contraria y me senté a su lado.
-
Algún día tendrás que salir, campeón – le dije y él se lanzó
sobre mí para abrazarme.
-
No soy un ladrón, papi.
-
Ya sé que no, canijo. Solo fuiste impulsivo. Sé que los
ojitos de Kurt son irresistibles, pero no puedes cometer un delito ni actuar a
mis espaldas para complacerle.
-
Snif… Perdón…
-
Sube a tu cuarto, bicho. Prometo que no será tan malo como
crees. Sé que estás arrepentido.
Zach obedeció y entró en casa. Yo le seguí, después de cerrar todo bien y
recoger la botella de agua de Cole, que se la había dejado en el asiento.
Harry se había quedado en el salón, lo cual me facilitaba el asunto para
hablar con su hermano. Subí a su habitación y le encontré sentado en la cama.
Se había descalzado y se miraba los pies como si fueran la cosa más interesante
del mundo.
-
Ya nunca, nunca más voy a hacer algo así, papá, de verdad –
me prometió.
-
Me alegro, campeón. Pero los dos sabemos que, si no hubiera
visto la bolsa con el pez, lo habrías traído a casa – le dije. - Que no te
quepa duda de que te habría hecho ir al acuario a devolverlo igualmente.
-
Snif…
-
Ya sabes lo que hiciste mal, ¿verdad? – pregunté,
considerando innecesario hurgar en la herida, y él asintió. – Pues entonces, de
pie, canijo.
Ocupé su lugar sobre la cama y a él le tumbé sobre mis piernas, sin
ningún esfuerzo, porque él no se resistió y porque pesaba poco para mí, por más
grande que se estuviera poniendo.
-
Sé que lo sientes mucho y has pedido disculpas, por eso te
dejo el pantalón. Pero si alguna vez vuelves a hacer algo parecido, va fuera y
tendremos una conversación mucho más seria – le advertí y rodeé su cintura con
mi brazo izquierdo.
-
Nunca más, papi – repitió. El “papi” era trampa.
Levanté la mano derecha y la dejé caer sobre su pantalón. Zach dio un
pequeño respingo, pero a partir de ahí se estuvo quieto.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS ¡Au! PLAS PLAS PLAS ¡Ay! PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Zach no lloró prácticamente hasta las últimas, pero cuando empezó lo hizo
con ganas. Le levanté y le di un abrazo, sabiendo que lo necesitaba.
-
Shh. Ya pasó. No estoy enfadado contigo, ¿mm? No llores.
-
Snif… me duele…
-
Lo siento, campeón. Pero eso pasa por seguir las ideas de esa
cabecita sin pensar en las consecuencias – le dije, cariñosamente. – Hagamos
algo. Me vas a abrazar hasta que te deje de doler, ¿bueno?
Zach asintió y nos quedamos así por un rato. Terminé
por echarme hacia atrás, para tumbarnos los dos en su cama. Él me usó de
almohada y cerró los ojos mientras le mimaba la espalda.
-
¿Te has dormido? - pregunté, al cabo de los minutos. Dijo que
no con la cabeza. - ¿Y aún duele?
Esa vez asintió.
-
Ahá. Yo creo que cierto microbio se está aprovechando. No
tengo la mano tan pesada.
-
¡Shi tienes! – me acusó.
Le di un beso.
-
Si quieres más mimos solo tienes que pedirlo, campeón.
-
Bueno. Sí quiero.
Sonreí, y seguí acariciándole.
-
¿Te lo pasaste bien en el acuario?
Asintió, algo adormilado.
-
¿Quieres dormir un ratito?
Volvió a asentir, así que le hice masajes cerca del
cuello en silencio, hasta que noté que su respiración se relajaba. Después me
levanté con cuidado de no despertarle.
Fui a ver a los demás, y todos estaban entretenidos
con algo. Busqué a Dylan y le vi en su cuarto, haciendo un dibujo. Dibujaba
bastante bien para sus ocho años. Reconocía las figuras que representaba, lo
cual es más de lo que puedo decir de los dibujos de Cole a su edad.
-
Este es Dylan – me explicó. – Y esto un a-acuario y eso un
tiburón.
Estaba bastante claro, pero él no siempre entendía qué
representaban los dibujos de los demás y estaba acostumbrado a que yo le
explicara las pinturas que le hacía, así que sintió la necesidad de hacer lo
mismo.
-
¿Y Dylan se está divirtiendo ahí? – pregunté, para sonsacarle
algún tipo de apreciación sobre el día.
-
Sí.
-
Tiene una tirita en la cabeza – me fijé. - ¿Fue dónde te
golpeaste?
Asintió.
-
El cristal estaba muy duro – le dije. – Tienes que tener
cuidado con tu cabecita, ¿bueno? Usa tus canicas, corazón.
Comportamientos de reemplazo, decían los expertos. Buscar cosas que le
calmen en lugar de aquellas que son peligrosas o que debería evitar.
Dylan volvió a asentir y entonces se puso a dibujar las canicas. Le dejé
tranquilo y fui a mi cuarto. Tenía varios mensajes de la editorial, diciendo
que tenían muchas cosas que hablar conmigo, entre ellas el libro que se me
había ocurrido aquella madrugada.
Querían hacer una videollamada y me pedían si podía ser ese mismo día en
lugar de al siguiente. Ellos hacían muchas cosas por mí. En la editorial habían
sido muy pacientes con mi historia familiar y con las últimas semanas caóticas
en donde apenas había hecho promoción por redes. Así que bien podía ceder un
poco.
Les di un aviso a mis hijos y colgué un cartel en la puerta de mi
habitación:
~****~
Papá está en una reunión, de 19 a
19.45. Prohibido entrar hasta entonces.
La respuesta a tu pregunta es una de
estas:
·
En tu cuarto
·
En la lavadora
·
En mi cuarto
·
¿Ya buscaste debajo de la cama?
·
Luego te ayudo a buscarlo
·
Sí, claro que juego contigo, ve preparando la play / los
disfraces / las pinturas/ las construcciones / los dinosaurios / el puzle/ las
canicas / las muñecas / los unicornios
·
Da igual quien tenga razón, no os peleéis
·
Huevo con patatas
·
Pídeselo / pregúntaselo a Ted o a Michael
~****~
Atendí la llamada y empezamos a discutir plazos de entrega
para el nuevo libro. Después me dijeron que alguien se había interesado en
hacer una película de mi novela para adultos. Es noticia no me la esperaba y me
sentí muy honrado... pero también sabía que significaba un montón de problemas.
Seguramente, iba a requerir de mi parte algo que no tenía: tiempo.
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