CAPÍTULO 97: Prohibidas las alturas
Papá estaba en una reunión virtual y había puesto un
cartel por si los enanos se olvidaban. Me hacía gracia lo mucho que nos
conocía, porque Kurt se acercó gritando “Papáaaaa” y se paró al ver la puerta
cerrada. Leyó el papel y se fue a su cuarto a buscar no sé qué debajo de la
cama. Sonreí y me bajé al sofá. Me dolía la cabeza, pero me habían dicho que,
como consecuencia de la operación, podría tener jaquecas repentinas durante
meses y también náuseas. Una casa llena de niños no ayudaba mucho a que el
dolor disminuyera, así que probé a cerrar los ojos y funcionó un poco, hasta
que noté una vibración fuerte a mi lado.
Suspiré y miré a ver quién se había dejado caer
provocando un terremoto. Era Harry y parecía bastante enfurruñado.
-
Hey, enano, ¿qué pasa?
-
Papá castigó a Zach – gruñó.
Ya me lo imaginaba, porque le había pillado con un
objeto de la tienda que no había pagado.
-
¿Y estás enfadado con él por eso? – tanteé, pensando que se
estaba poniendo de parte de su gemelo.
-
¡Con él no! ¡Con Zach! ¡No puedo creer el morro que tiene! –
exclamó.
-
¿Por qué lo dices?
-
Vamos, ya viste lo que hizo. ¡Y papá apenas le castigó!
¡Cuando yo robé casi me mata! – protestó.
Sentía que hacía mil años de aquello
y en realidad había sido poco después del inicio del curso, cuando me dio la
apendicitis y tuve mi primer ingreso del año en el hospital. Harry y Zach, los
dos, la pasaron muy mal en esos días, pero creo que peor Harry que Zach, pues
tuvo que aguantar el rencor de su gemelo después de la macrobronca de papá.
Quise hacerle una caricia, pero sabía que mi hermano no la recibiría bien. Yo
no era Aidan y el enano solo toleraba los mimos de papá y cuando estaba de
humor para ellos.
-
Venga, Harry… no puedes comparar su torpe intento de
regalarle un pececito al peque con coger noventa dólares… - intercedí,
intentando que lo viera desde mi perspectiva. - En todo caso, tendrías que
estar molesto con papá y no con Zach. Él no tiene la culpa de que papá haya
sido más blando.
-
Bueno, pues entonces estoy enfadado con los dos – refunfuñó.
No se me ocurriría decirlo en voz
alta porque no era suicida, pero estaba bastante adorable en esa postura de
niño enojado.
-
¿Dónde está Zach ahora? – le pregunté.
-
En nuestro cuarto…
-
¿Y qué hace?
-
Está tumbado… - murmuró.
-
¿Llorando?
-
No. Ya te he dicho que papá no fue duro.
-
¿Hubieras preferido
que lo fuera? ¿Querrías que Zach estuviera llorando ahora mismo? ¿Eso te haría
sentir mejor? – le planteé.
Harry abrió y cerró la boca como un
pez y luego se enfurruñó más.
-
No.
-
Pues ahí lo tienes.
-
Sigue sin ser justo – bufó. – Me pienso vengar.
-
¿De Zach?
-
Y de papá. Tienes razón: esto también es su culpa.
No, si encima le daba ideas
brillantes, como si el enano buscalíos las necesitara.
-
Mmm. ¿Has pensado que el que puede salir perdiendo eres tú?
-
No, porque tú me vas a ayudar – afirmó, muy seguro de sí
mismo.
-
¿Que yo qué? Ni lo sueñes, ¿eh? Búscate otro compinche con
menos instinto de supervivencia. Yo no deseo morir tan joven, muchas gracias.
-
Solo es una bromita pequeñita, Ted – me suplicó, con ojos
manipuladores. – Mira…
Pasó a contarme su plan y tenía que reconocer que no
era algo serio. Puede que papá no se molestara… Pero también me di cuenta de
que seguramente ese había sido el propósito de Harry desde el principio: se
había sentado conmigo no para desahogarse, sino para envolverme en aquella loca
idea suya. Que mi hermano de trece años pudiera manejarme así de bien era
preocupante. Mocoso astuto y maquiavélico.
Me resistí un poco, pero sabía -y lo que es peor,
Harry también sabía- que iba a terminar cediendo. Yo no solía ser su compañero
de travesuras y sentía que ya estaba un poco mayor para eso, pero Harry parecía
más animado de pronto, así que tal vez mereciera la pena.
Le acompañé a la cocina a coger un paquete de galletas
Oreos. Su idea me parecía algo simplona, pero si a él le hacía gracia, fingiría
que a mí también. Cogió las Oreos, las sirvió en un plato, y empezamos a
abrirlas. Le quitamos la crema y en su lugar pusimos pasta de dientes. La
sonrisa pícara de Harry le restaba varios años.
Cuando papá terminó la videollamada dijo que quería
hablar con todos un segundo. Nos reunió en el salón para contarnos una cosa que
le habían ofrecido en la editorial.
-
Una productora quiere hacer una película de mi última novela
– nos anunció. – Y voy a publicar otro libro de cuentos próximamente.
-
¡Eso es genial, papá!
-
¿Una peli? ¿Con qué actores?
-
Aún está todo en el aire, no sé si podrá ser al final, pero
me apetecía contároslo – explicó papá.
Conocía lo suficiente del trabajo de Aidan como para
saber que su eterna pelea con la editorial era la promoción. Las firmas en
diversos estados, actos a los que acudir, etc. Papá hacía lo mínimo
imprescindible, algún meet and greet de vez en cuando, publicidad por
redes y poco más, porque tenía que cuidar de nosotros. Pero esta oportunidad
era muy grande, una película era algo que no podía dejar pasar. No pensaba
dejarla renunciar a ello, ya encontraríamos la manera.
-
Qué buena noticia, papá. Ten, toma una galleta para
celebrarlo – le ofreció Harry. El enano vio la ocasión de completar la fechoría.
-
Gracias, campeón.
Papá tomo el dulce con una sonrisa.
-
Zach, ¿tú quieres también?
-
¿Me das? – se extrañó, desconfiando de una amabilidad
impropia de Harry. Chico listo.
-
Claro, yo no puedo comerme todas.
-
¡Yo también quiero! – dijo Jandro.
-
¡Y yo!
-
¡Y yo!
-
“Ame”, Harry, por favor.
Le fulminé con la mirada, iba a hacerle la broma a
todos mis hermanos.
Papá fue el primero en probarlas y puso una cara
extraña a los pocos segundos, notando algo en el sabor. Pero fue Alejandro el
que se dio cuenta. Abrió la galleta que acababa de morder, la miró, la olió y
miró a Harry, que había empezado a reírse por lo bajo.
-
¡Le has echado pasta de dientes!
Alice empezó a lloriquear, cuando
probó su galleta y no le gustó el sabor.
-
¿Qué? – Papá todavía estaba confundido.
-
Habéis picado todos. Era solo para papá y Zach, pero bueno,
tendríais que haber visto vuestras caras – dijo Harry.
-
Puaj.
Madie escupió en una servilleta. Los
únicos que habían sido lentos y no habían probado la suya eran Dylan y Cole.
-
¡No tiene gracia, gilipollas! – espetó Alejandro.
La sonrisa de Harry se congeló y yo
miré a papá de reojo. A veces Aidan dejaba pasar algún taco que otro, pero no
delante de los enanos…
-
AIDAN’s POV –
Los de la editorial querían que
viajara a Nueva York. Habían perdido la cabeza. No podía llevarme a mis doce
hijos y lo que tampoco podía hacer bajo ningún concepto era dejarles solos. Me
habían dicho que me lo pensara, pero no había nada que pensar… Si podían hacer
la película sin involucrarme en viajes y demás, bienvenida fuera. Y sino,
tenían que entender que yo tenía prioridades.
Lo del nuevo libro, sin embargo, sí
me alegró mucho. Les había gustado lo que había enviado aquella noche y se
habían sorprendido de que lo hiciera solo en una madrugada de insomnio. Matt,
el ilustrador de la mayoría de mis libros infantiles, se pasaría por mi casa
próximamente para hablar de los personajes e ir creando juntos.
Quise compartirlo con mis hijos y fui
víctima de una de las bromas de Harry, que puso pasta de dientes en las
galletas. Todos protestaron un poco por el molesto e inesperado sabor, pero sin
duda destacó Alejandro, que insultó a su hermano con rabia. Suspiré. Le lancé
una mirada de advertencia, pero me centré en Alice, que estaba medio llorando
porque su rica galleta se había transformado en algo asqueroso.
-
Shhh, hermosa, ya pasó. Ahora papá te da una de verdad. ¿O
prefieres chocolate?
-
Snif… snif… pocholate.
Cogí una tableta del armario
superior, el único lugar donde los dulces estaban a salvo de mi plaga de bebés
golosos. La repartí entre todos, pero antes de darle su porción a Alejandro, la
sujeté entre dos dedos.
-
Mañana os doy la paga y tú ya llevas cinco dólares menos por
esa boquita que te me gastas – le avisé.
Le di el chocolate y él puso una
mueca muy parecida a un puchero, aunque estoy seguro de que él negaría la
semejanza.
-
¿Y a él no le regañas? – me acusó, señalando a Harry.
-
Él se quedó sin chocolate, por gracioso – repliqué, y le di
ofrecí un trozo a Michael y otro a Ted.
-
Yo le ayude, pa – susurró Teddy. Pensé que era un absurdo
intento de los suyos de defender a sus hermanos, pero su mirada ligeramente
culpable me dijo otra cosa. – Lo siento.
Rodé los ojos.
-
Entonces, tampoco hay chocolate para ti – sentencié, con
seriedad medio fingida.
-
Castigados sin chocolate - exclamó Kurt, horrorizado. – Qué
malo, papi. Toma, Tete, yo te doy del mío.
-
No hace falta, enano - sonrió Ted, dándole un abrazo.
Kurt se lo ofreció entonces a Harry y este me miró,
como para peguntarme si lo podía aceptar y yo me limité a lazar una ceja. Él
entendió y hundió los hombros, derrotado.
-
Le hacéis una broma y el enano aun así os ofrece su
chocolate. Si es que me lo como – dije, achuchando a mi bebé.
-
La broma no era para él – se quejó Harry. – Solo tú y Zach
teníais que coger.
-
¿Y eso por qué? – replicó Zach.
-
Porque sí.
Intuía que había algo más en aquella
historia, pero Harry no me lo iba a contar delante de los demás y a lo mejor
sin ellos tampoco.
-
Bueno, no más guarradas con la comida. Y ahora, venga, todo
el mundo a ducharse.
-
Pero hemos c-comido c-chocolate – dijo Dylan. – N-no se
b-baña después de c-comer, se puede c-cortar la digestión.
-
Por un trocito de chocolate no pasa nada, Dylan, y con agua
caliente menos, pero qué bueno que lo recuerdes, peque – le alabé.
Fueron desapareciendo para irse a la
ducha, pero Ted se quedó a hablar conmigo. Nos miramos en silencio durante unos
segundos y luego los dos nos reímos a la vez.
-
Cómo te dejas camelar… - le reproché.
-
Estaba todo tristón y enfurruñado, tú también le habrías
dicho que sí.
-
¿Por qué? ¿Y por qué nos eligió a mí y a Zach como víctimas
principales? – quise saber.
-
Mmm… Dice que cuando él “robó” fuiste mucho más duro.
-
No era la misma situación – me defendí.
-
Y en el fondo lo entiende, por eso no se enfadó de verdad.
Pero su puntito de razón tiene, así que le ayudé con la broma. Los enanos
fueron daños colaterales.
-
Ya te voy a dar yo a ti daños colaterales. Tira para la
ducha, anda.
Ted se escabulló al piso de arriba y
yo le seguí poco después. Vi que Harry estaba esperando su turno para entrar al
baño, así que toqué a su puerta y entré.
-
Zach, ¿puedo hablar con tu hermano un segundo? – le pedí.
-
¿Solo hablar? -
preguntó, desconfiado. – ¿No está en líos?
-
Solo hablar – le aseguré y accedió a dejarnos solos.
-
Fue solo una broma – dijo Harry, cuando su gemelo se marchó.
-
No he venido a hablar de eso, campeón. Bueno, sí, pero no.
Ted me ha dicho que…
-
Ted es un chismoso – me interrumpió.
-
Se preocupa por ti. Sé que crees que he sido más bueno con
Zach de lo que lo fui en su día contigo…
-
Siempre supe que era tu favorito – replicó. Por su forma de
decirlo, quedó claro que no estaba hablando en serio, pero aun así sentí la
necesidad de aclararlo.
-
Yo tengo doce favoritos. Lo que pasa es que cierto señorito
tiene un don para embarrar aún más las cosas cuando ya está nadando en fango –
le dije, picándolo en el costado.
-
Qué acusaciones más gratuitas – protestó, intentando escapar
de las cosquillas.
-
Sabes que, aunque a veces sea duro contigo, te quiero mucho,
¿no?
-
Aich, papá. Ya te estás poniendo cursi.
-
Y lo que te gusta – respondí, sin dejarme impresionar por esa
pose de chico duro. Harry sonrió un poquito y permitió que le diera un
beso. – Siento que lo que pasó aquella
vez es una vieja herida entre nosotros y no quiero tener heridas con mis hijos.
Harry me miró con gesto sorprendido.
-
No, papá. Fuiste bueno ese día. Yo fui un idiota.
-
Eh. Cuidadito con insultar a mi muchacho – le advertí. -
¿Estamos en paz? Mira que me tragué un buen trozo de pasta de dientes.
Harry emitió una risita traviesa que
le restó varios años de vida y asintió.
-
Pues anda a la ducha, campeón. Si entro con los enanos
tendrás que esperar mil horas.
Asintió de nuevo y agarró sus
zapatillas. Salí de su cuarto y casi me choqué con Alejandro.
-
¡Papá, mira por dónde vas!
-
Perdona, canijo. ¿Ya te duchaste?
-
Sí, ¿no lo ves?
-
Veo que tienes el pelo seco. Y que no te tardaste ni cinco
minutos. Ve y lávate bien, cochinito – le dije, empujándole de vuelta al baño.
-
Estoy limpioooo – protestó.
-
Entra y lávate bien o te lavo yo, ¿eh? Y empiezo por lavarte
la boca, para que no digas más palabrotas delante de tus hermanos.
Apartó la mirada, avergonzado.
-
Eres malo, que lo sepas. Me dejaste sin paga antes de
dármela.
-
No te dejé sin paga, te la reduje. También te podría haber
dado unas palmadas por insultar a Harry.
-
… No, así está bien.
-
Eso pensé.
-
Malo – repitió.
Me hizo gracia ese aire mimoso que
destilaba y le hice una caricia en la nuca mientras le metía en el baño.
-
Bien de jabón – le recordé. – Cuando termines, puedes venir a
ayudarme con la cena.
-
¿Es un castigo? – preguntó, receloso.
-
No, es una manera de pasar un rato contigo.
Alejandro sonrió. Es increíble como algo era o no
apetecible para él en función de si le decía que era o no un castigo.
-
BLAINE’s POV. TRES HORAS ANTES –
Mamá me había enviado a su cuarto y
aún no venía. Estaba nervioso, seguramente me iba a echar la bronca por subirme
a ese árbol en el acuario. Pero no podía hacer otra cosa, el enano estaba todo
pucheroso por su globito perdido…. Aichs, en la de líos que me iba a meter ese
mocoso, lo estaba viendo venir. Y también lo deseaba con todas mis fuerzas.
¿Cuánto tiempo le puede llevar a dos personas darse cuenta de que están mejor
juntos y están tardando en casarse?
Cuando
por fin vino mamá, estaba muy seria. Me tensé un poquito, me estaba recordando
a la tarde anterior. Era algo que quería olvidar y en cambio, al verla allí me
asaltaron un montón de imágenes…
~~~~~~
El sentimiento de libertad que me
invadía al hacer parkour no me lo podía dar ninguna otra cosa. Cada vez que
completaba con éxito un salto o una acrobacia sentía un subidón de adrenalina
que me impulsaba para realizar el siguiente. Los problemas parecían muy
pequeños desde allí arriba.
Nunca habíamos subido tan alto.
Habíamos escalado paredes, subido al tejado de viviendas unifamiliares y
saltado alguna que otra valla o el hueco de un ascensor de una casa abandonada…
Pero no edificios enteros. La sensación de que en cualquier momento podía
calcular mal una distancia y caer al vacío lo hacía más emocionante. Sabía que
debería tener miedo y una parte de mí lo sentía, pero vencerlo era parte de lo
que me creaba esa sensación de euforia.
Apenas duró un par de minutos. Mis
brazos y mis piernas empezaban a estar cansados y los de mis amigos también.
Finalmente descendimos y, cuando por fin estuvimos en la calle empezamos a reír
como forma de celebración y de descarga tensiones. Pero entonces, cuando
regresamos con la novia de Logan que había estado guardando nuestras cosas,
vimos que no estaba sola. Mamá estaba con ella, paseando de un lado a otro de
la calle, hasta que me vio. Entonces corrió hacia mí y se me encogió el corazón
al ver que estaba llorando. Mamá había llorado demasiadas veces en su vida,
casi siempre a escondidas, pero cuando era más pequeño yo solía espiarla desde
una rendija de la puerta.
-
Tío, ¿es tu madre? – me dijo Logan.
Casi ni pude asentir, con un nudo que
me nacía en la garganta y parecía agarrotar todo mi cuerpo. Segundos después,
mamá nos alcanzó y me abrazó muy fuerte.
-
Blaine… mi vida… ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¿No te has hecho
nada? – preguntó, sin soltarme. Me resultó difícil entenderla, su voz llegaba
distorsionada porque estaba respirando mal por culpa del llanto.
-
E-estoy bien.
-
¡Por Dios, hijo! ¿Qué has hecho? ¿Por qué has hecho eso? ¡Te
podías haber matado!
Me separó, buscando una respuesta,
pero no se la di. Todavía estaba asimilando el hecho de que se hubiera
enterado.
De pronto, levantó la mano con un
movimiento rápido y cerré los ojos, anticipándome al golpe que presentí que iba
a sentir en la mejilla. En el último segundo, sin embargo, su mano se detuvo.
Solo sentí una pequeña corriente de aire y me atreví a mirar.
Estaba temblando y su llanto se hizo
más fuerte. Estaba histérica. Mis amigos se habían apartado para dejarnos
intimidad y en ese momento quise pedirles que se acercaran, porque me daba
miedo que mamá se fuese a desmayar de un momento a otro y necesitaba a alguien
que me ayudase a sujetarla.
Cuando ya me creía a salvo, sentí su
mano en mi cara, aunque con un golpe mucho más flojo del que iba a darme antes.
Mamá jamás me había pegado un tortazo. Mis propios ojos se llenaron de lágrimas
y al segundo siguiente ella me estaba abrazando de nuevo, comenzando una
retahíla de regaños que no entendí del todo, porque hablaba muy deprisa y mi
cerebro, en cambio, estaba funcionando muy despacio.
-
Esto es lo más estúpido que has hecho nunca, Blaine. ¡Casi te
matas! ¿Entiendes que casi te matas? – preguntó, zarandeándome un poco. - ¡Ese
edifico tiene… tiene por lo menos quince pisos! Cuando te he visto… cuando he…
cuando he llegado y no estabas…. Y he visto a una multitud chillas y señalar
algo… y he… ¡no podías ser tú! ¡No pensé que pudieras ser tan imprudente! ¡He
estado a punto de llamar a la policía, pero me temblaban tanto las manos que no
podía ni sacar el móvil!
Noté que mamá intentaba
respirar hondo para calmarse.
-
Estás bien – susurró, como intentando convencerse. - ¿Te
duele algo? ¿Te lastimaste las manos?
-
N-no…
-
Hijo… ¿qué voy a hacer contigo? Dímelo. ¿Cómo hago para que
no hagas más estas tonterías? ¿Es que no te importa nada? ¿Te da igual abrirte
la cabeza?
-
No me caí… - musité, en mi defensa. Mala idea.
-
¡Por pura suerte! ¿Sabes cuántas cosas pudieron salir mal?
¡Un suelo húmedo, una cáscara de algo, un tropiezo, un salto más corto de lo
debido, las piernas que te fallen, un desequilibrio al aterrizar, un techo en
mal estado, un susto que te desconcentre! ¡Cualquiera de esas cosas y estarías
muerto! ¡Y mil variantes más que no se me ocurren porque nadie salta por los
edificios! ¡Uno no se cae porque quiera, Blaine, pero los accedentes ocurren!
Me quedé callado, porque pensé que
era lo que más me convenía.
-
Y a vosotros no sé ni qué deciros – les espetó a mis amigos.
– Os pedí que le cuidarais. La primera vez que vinisteis a mi casa, os dije que
Blaine nunca había ido al instituto y que evitarais que se metiera en líos.
Pensé que lo más serio que podíais hacer era beber en alguna quedada, pero no
esto. Subíos al coche, todos. Os llevo a vuestras casas.
-
N-no, señora Pickman, traje el mío – murmuró Logan,
visiblemente incómodo.
-
Esta noche llamaré a vuestros padres, así que ni penséis que
os habéis librado de esta – gruñó. Mamá solía ser mucho más amable con la
gente, en especial con mis amigos. Su nivel de enfado estaba por encima de la
estratosfera…
Me agarró del brazo y me llevó hasta
el coche con una fuerza que no sabía que tenía. Me sentó en el asiento del
copiloto y cerró de un portazo. Después de metió ella y puso las manos en el
volante, pero no hizo ningún intento de arrancar. Se pasó las manos por la cara
para limpiarse las lágrimas, pero otras nuevas caían en su lugar.
-
Mamá… - murmuré. Ella levantó un dedo pidiendo silencio.
-
No perderé a mi hijo por su propia inconsciencia. Lo he
intentado todo para que tengas más cuidado, para que valores tu vida. Si
razonar no funciona y castigarte tampoco, tendré que ser más elocuente.
Tragué saliva. ¿A qué se refería?
Cuando me metía en líos con mamá la
peor parte solía ser ver que se había enfadado conmigo. En esa ocasión no
estaba tan seguro.
El viaje hasta casa fue muy
silencioso, pero cuando paró el coche en la puerta tuve que hacer una pregunta.
-
Mamá… el tío Aaron… mmm… ¿sabe…?
-
Aún no se lo he dicho. Eso es lo único que te preocupa,
¿verdad? Que se entere tu tío.
-
No… yo….
“A él le tengo miedo y a ti no, pero
tampoco quiero que tú te enfades” pensé, pero no lo dije.
-
Yo soy tu madre y seré yo quien hable contigo. Ahora vas a
subir y me vas a esperar en mi cuarto mirando a la pared.
-
¿Mirando a la pared? – me extrañé.
-
Eso mismo dije.
Sabía que el horno no estaba
para bollos, así que le hice caso. Entré en casa y me encontré de frente con
Aaron. Me congelé.
-
¿Qué tal en guitarra? – me preguntó.
-
B-bien – mentí.
-
¿Pasa algo?
-
Nada…
-
¿Y tu madre?
-
Ahora viene – susurré y desaparecí por las escaleras hasta el
cuarto de mamá.
Me quedé mirando la habitación
durante un rato, hasta que finalmente caminé hacia la esquina sintiéndome como
un estúpido. Hacía años que no me ponían en el rincón, como diez o así.
Escuché a los enanos armar bulla en
el piso de abajo y así me entretuve mientras esperaba a mamá. Tardó mucho, y no
quería pensar en que a lo mejor estaba contándoselo todo a mi tío. O peor aún,
que estaba llorando. Yo no quería hacerla llorar… No quería hacerla pasar un
mal rato. Se suponía que no iba a enterarse…
Mamá subió veinte minutos después y
estaba muy seria. Se sentó en la cama y me indicó con un gesto que me sentara a
su lado.
-
Vas a mirar esto y no vas a apartar la mirada, ¿entendido?
Asentí. Me puso una serie de vídeos
con caídas que tenían mala pinta y después fotos de piernas rotas y cráneos
partidos. Algunas casi me hicieron vomitar, pero no me dejaba mirar hacia otro
lado.
-
No sé si crees que eres invencible o qué, pero quiero que
sepas que esto es real. Esto podría haberte pasado hoy. Y si sigues así, te
pasará. En el peor de los casos, te mueres y en el mejor te haces una lesión
gravísima. Y no necesito recordarte lo mal que se pasa en una rehabilitación.
En ese punto se me humedecieron los
ojos. Sabía lo mal que lo había pasado Max y lo mal que lo había pasado mamá. Y
el tío Aarón… el tío Aarón se tomó un frasco entero de pastillas y yo le
encontré en el suelo y pensé que nunca más se iba a levantar,
Mamá había evitado decir cosas como
“¿es que quieres añadir más dolor a esta familia?” pero no hizo falta. Todos
habíamos sufrido mucho y ella la que más y yo no quería ser un motivo más para
que estuviera triste.
Empecé a llorar con fuerza,
reviviendo cosas en las que no quería pensar y sintiéndome culpable por haber
preocupado a mamá. No me creía invencible, pero a veces la idea de caerme no
parecía tan mala. Pero eso no se lo podía decir.
Mamá me abrazó y dejó que me
desahogara. Me hizo mimos en el pelo hasta que dejé de llorar.
-
No he pasado tanto miedo en mi vida, cariño… - me susurró,
cuando estuve más calmado.
-
¿Ni cuando desapareció Scay? – pregunté.
-
Ni siquiera entonces, porque siempre me convencí de que ella
estaba bien, de que iba a volver a verla. Hoy en cambio estaba convencida de
que te iba a ver caer. Ese miedo me paralizó, no imaginas lo horrible que fue…
-
Lo siento.
-
Espero que lo digas de corazón, mi vida, pero te voy a dar
motivos para que nunca más vuelvas a hacer algo como eso – me prometió, porque
sonó a promesa, y detuvo los mimos, haciendo que cada uno de los poros de mi
cuero cabelludo protestara.
-
Ya me diste varios, mami – murmuré, refiriéndome a los
vídeos. Normalmente el “mami” solía sacarle una sonrisa, pero esa vez no. Sabía
que estaba frito, pero no tenía ni idea de cómo de malo iba a ser. Cuando mamá
castigaba en serio, que era muy poquitas veces, no se andaba con bromas.
-
Sácate los pantalones, Blaine.
Suspiré. Me llevé las manos a
la cintura y empujé hacia abajo. Eran pantalones elásticos así que se
deslizaron fácilmente. Mamá me había visto en calzoncillos muchas veces, aunque
pocas en esas situaciones.
Cuando acabe me agarró del
brazo suavemente y me guio para que me tumbara encima de sus piernas. Esa parte
me costaba más. Con mi padre y con mi tío siempre me tenía que apoyar o tumbar
sobre algo, no en las piernas de nadie, pero mamá lo hacía así. Repartí mi peso
mayoritariamente sobre la cama y sentí que su brazo me rodeaba, como para
sujetarme.
-
Nunca más vas a poner tu vida en riesgo, Blaine – me dijo y
entonces sentí la primera palmada.
PLAS
Para ser francos, sus
palmadas apenas me dolían. Picaban y no eran agradables, pero entre que yo ya
era grande y que estaba acostumbrado a un maldito cinturón cayendo con fuerza,
no era nada que no pudiera aguantar. Aún así, solían ser sobre el pantalón, por
lo que fue más molesto que en otras ocasiones.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS
-
No vas a volver a saltar por nada que no esté pensado para ser
saltado, ¿me escuchas?
-
Sí, mamá…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
Tenía que admitir que me
estaba dando fuerte. Tampoco solía darme muchas. Quizá las palmadas dolían más
de lo que recordaba…
-
No vas a salir de casa en dos semanas para nada que no sea el
colegio. Ni guitarra, ni piano, ni kárate. Nada de actividades extraescolares…
Solo te dejo ir a los entrenamientos de natación porque si te saco de la
competición a estas alturas tu entrenador me mata.
¿¡Dos semanas sin salir!? No
sería tan horrible de no significar que tenía que pasar todas las tardes con
Aarón. Íbamos a acabar matándonos, seguro.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Me moví involuntariamente
para intentar aliviar el picor. Mamá se estiró entonces y agarró algo.
-
No… Mami, no, espera… me quedo quieto…
-
Esto no es por haberte movido, mi niño – susurró, y sentí un
mimo en mi espalda. – Lo estás haciendo muy bien, cariño, pero esta vez voy a
ser dura contigo.
PLAF
La zapatilla dejaba una
picadura mucho más duradera y además sonaba muy fuerte, como si hubiera un
trueno en la habitación. Podía contar con los dedos de una sola mano las veces
que la había utilizado.
PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF
PLAF PLAF PLAF
Me mordí el labio.
PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF
PLAF PLAF PLAF... Mmm… PLAF
-
Mamá, me duele…
“Sí, una afirmación
brillante, genio” pensé.
-
Más te dolería romperte un hueso y más me dolería a mí si te
murieras. Sería un dolor insoportable.
PLAF PLAF PLAF au… snif… PLAF
PLAF PLAF… ay.. PLAF PLAF PLAF PLAF
-
Esto... snif… también es insoportable – protesté, e intenté
llevar una mano atrás, pero me la sujetó.
-
No. Solo son unos azotes – me dijo, y volvió a acariciar mi
espalda. Su voz temblaba un poco, pero al mismo tiempo sonaba firme, como si
quisiera convencerse de algo.
PLAF PLAF au… PLAF PLAF PLAF…snif…
PLAF PLAF PLAF… Bwaaaaaa PLAF PLAF
Lloré sin ninguna contención
e intenté engañarme a mí mismo y decir que era únicamente por la maldita
zapatilla, pero no era así. Lloraba porque aquella vez mamá sí se había
enfadado conmigo. Se había enfadado de verdad y eso no ocurría nunca.
PLAF PLAF …ah… snif… PLAF
PLAF PLAF…ay… PLAF PLAF PLAF… mami, de verdad, ya entendí… PLAF PLAF
-
Ya falta poco, Blaine…
Los diez últimos fueron sobre
la parte alta de los muslos, donde no llegaba la tela del calzoncillo. Fueron
más lentos que los anteriores, como si quisiera dejarme asimilar el impacto de
cada uno de ellos.
PLAF ¡No! PLAF ¡Ahí no! PLAF
¡Aii! PLAF ¡BWAA! PLAF Mami, ya… PLAF No
lo haré.. snif… más… PLAF ¡Ai! PLAF PLAF
PLAF
Mis músculos se destensaron,
sin ninguna fuerza y me quedé llorando encima de ella. Estaba muerto de
agotamiento por el parkour y también por la paliza e incluso llorar me costaba,
como si mis pulmones quisieran un descanso. Apenas me di cuenta de que ya había
terminado y hundí la cabeza entre las sábanas de la cama, mojándolas.
Empecé a sentir mimos en el
pelo de nuevo y mis sollozos se calmaron un poquito. Fue así como pude escuchar
que mamá también estaba llorando.
-
Lo entiendo si me odias – susurró.
No respondí y me levanté muy
despacio, llevando las manos atrás para frotarme. No me dolía al pasar las
manos como cuando Aaron me pegaba con el cinturón, sino que más bien aliviaba
el picor, así que seguí en eso por un rato, hasta que mamá me agarró suavemente
de la muñeca.
-
Te harás daño, cariño – me dijo.
Aún no me había atrevido a
mirarla, pero ya no me quedó más remedio. Sus ojos estaban rojos, como también
debían estarlo los míos. Tiró de mí para darme un abrazo y no me resistí, al
contrario, la apreté bien fuerte y lloré sobre su hombro.
Eso es todo lo que yo quería
después de un castigo. ¿Por qué a Aaron le resultaba tan difícil de entender?
-
Shhhh, ya, mi vida. Ya. Siento mucho haber sido tan dura
contigo. Pero si vuelves a hacer algo así de peligroso, será peor – me advirtió
y no me cupo duda de que iba en serio. Asentí sin separarme de ella y volvió a
enredar los dedos en mi pelo.
Se quedó conmigo hasta que
dejé de llorar. Después, me ayudó a tumbarme en su cama y me arropó.
-
Hoy dormirás aquí, tesoro. ¿Tienes hambre? – preguntó y yo
negué con la cabeza. - ¿Ni para un Cola-cao calentito? – ofreció y volví a
negar. – Está bien… entonces descansa, cariño. Yo vendré después, ¿sí? Espero
que los trillis no lloren esta noche y te dejen dormir.
Miré a las cunas de mis
hermanitos, vacías en ese momento, con un fuerte deseo de poder cambiar de
lugares y volver a ser un bebé. Empezar de cero, cuando todo era más fácil y la
vida dolía menos.
Mamá se tumbó conmigo un
ratito y me dio besos en la frente, pero al rato se tuvo que ir a ocuparse de
la cena y de mis hermanos. La escuché discutir con Aaron y me tapé la cabeza
con la almohada. Después, entró Sam y en su mirada vi que me iba a regañar, pero
no sé que cara le debí de poner que vi cómo se ablandaba poco a poco. Se sentó
a mi lado y me hizo compañía hasta que me dormí.
~~~~~~
El flashback me golpeó con fuerza y,
por instinto, me encogí y me abracé las piernas. Mamá me miró fijamente durante
varios segundos que a mí se me hicieron eternos.
-
No fue peligroso, mami… Sé escalar árboles desde que soy
pequeño… y si me hubiera caído, no era tan alto como para hacerme daño de
verdad… tal vez un buen moratón… Pero no me puse en peligro…
-
Ponerte en peligro no es solo arriesgar tu vida, sino tu
integridad física también – me regañó.
-
Mami… no me castigues – supliqué. Parpadeé y me cayó una
lágrima por la mejilla.
Mamá se sentó a mi lado y me abrazó.
-
No lo voy a hacer – me tranquilizó. – Se lo voy a dejar a
Sam, que ayer se quedó con ganas. Quiere que le ayudes a arreglar su
estantería. Y planeo que eso te va a llevar el resto del fin de semana,
señorito.
Asentí. Eso no era tan terrible,
aunque seguro que Sam se pasaba gran parte de ese tiempo echándome la bronca.
-
No es justo, todos me regañan. Aidan también me regañó –
protesté, infantilmente. Estaba mimoso y quería remolonear con ella un ratito.
-
Y bien merecido que lo tienes. ¿Qué te dijo?
-
Muchas cosas. Me gritó en mitad del acuario – me quejé.
-
Eso es porque le preocupa lo que hiciste.
-
¿Tú crees que me quiera? Sé que es un poco pronto, pero al
menos creo que le caigo bien.
-
Claro que le caes bien. Todo el mundo que te conozca aunque
sea un poco se encariña contigo, bichito irresponsable – me dijo mamá.
Me acurruqué a su lado y sonreí. Había
sido un gran día con Aidan y su familia. Ojalá hubiera muchos más.
Muy bueno!!!🤩
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