viernes, 26 de junio de 2015

EL REGALO PERFECTO



EL REGALO PERFECTO

Luego de dejar a Francisco en su casa, Benicio y su padre habían emprendido el largo camino a su hogar. Pero parecía que el silencio había decidido ser su compañera de viaje en esta ocasión, pues cada uno de los hombres iba envuelto en sus propios pensamientos y preocupaciones, sin atreverse a ser el primero en romper la extraña calma situada entre ellos.

Benicio -quien muy a su pesar iba sentado a la par de su padre- se acurrucó contra la puerta, dedicándose a mirar todo el tiempo por la ventanilla, evitando la mirada dura de Eduardo. Necesitaba distraer su mente del asunto que le esperaba en casa, y a su vez,  eso le ayudaba a contener las lágrimas que se aglutinaban cada vez más en sus bellos ojos de cielo, amenazando con traicionarlo en cualquier momento. No quería llorar. No quería hacerlo… no podía verse como un niño temeroso frente a su papá! Suspiró pensando que ésta vez le haría entender a su padre que él ya era grande y que debía respetar sus decisiones.

Mientras, a su lado, Eduardo intentaba calmar su furia y  divagaba en sus propias preocupaciones. Hacía un corto tiempo el muchacho parecía mandarse solo, importándole un carajo lo que él opinaba y ordenaba como padre pero... ¿era eso lo que le molestaba tanto? Uhmm... Sí y no en realidad! Entendía que "su niño" ya no era un niño y empezaba a comportarse de manera más independiente. Pero eso no lo convertía en un adulto para nada... y con lo que hizo, lo único que demostró fue su falta de madurez, su impulsividad, ¡su rebeldía! Qué era lo que más le molestaba de la travesura de su niño?! ¿El que pensara tatuarse?!! El que no considerara las consecuencias si llegaba a contagiarse alguna enfermedad?! ¿El que no le hubiera consultado nada?!! ¿El que falsificara su firma?!!... Eso definitivamente ya le había ganado una paliza memorable! Y en cuanto llegaran a casa, su hijo se enteraría de lo mucho que ese acto le disgustaba. Benicio lo pensaría muy bien la próxima vez que pensara en falsificar la firma de alguien, en especial la de papá.

Es  más  después que terminara de "hablar" con él, no le iban a quedar  ganas como para siquiera pensar en hacerlo de nuevo. Benicio sabía muy bien que eso no se hacía. Ya una vez a Leandro le había tocado estar en el regazo de papá por lo mismo y creyó que había sido lección suficiente para el pequeñín de la casa, pero si no lo fue, ésta vez lo sería.

El hombre suspiró ruidosamente. Había algo que lo tenía intrigado. El niño había falsificado su firma, se había escapado del colegio, arriesgándose a una sanción -y una paliza de su parte si lo llegaba a descubrir- y todo por un tatuaje?!... No podía ser! Benicio no era así. Él debía tener un buen motivo y eso era lo que más le preocupaba. Por qué lo había hecho?

A pesar de que el viaje era largo, a ambos se les hizo demasiado corto y sin darse cuenta, estaban ya en frente de su casa.- Bájate, Ben. Quiero que vayas directo a tu habitación y me esperes ahí.- Ordenó Eduardo, sin demasiada tranquilidad.

Benicio no le contestó ni tampoco esperó a que se lo repitieran. Se bajó del auto, dando un duro golpe a la puerta al cerrarla y se fue a toda prisa... pero no a su cuarto, sino al de su bebita. La pequeña estaba despierta y apenas vio a su papito empezó a lloriquear para que la levantara en brazos, estirando las manitos con desesperación. Era increíble el vínculo que tenían aquellos dos!

Beni no lo dudó ni un segundo. Tomó a su niña entre sus brazos y fue en ese momento que no pudo contener más sus lágrimas. Aferrándose a su niña lloró toda su pena, y fue así que lo encontró su papá.

Eduardo los miraba desde la puerta. Benicio estaba sentado en el piso, abrazado a su bebita de una forma tan tierna, mientras Jazmín palmeaba con su manito el pecho de su papá. Cuánto amor sintió por sus tesoritos.

Inspiró hondo y se abrió paso hasta su niño.

-Benicio? Hijo, tenemos una conversación pendiente.- Dijo a pesar de odiarse por interrumpir tan dulce escena- Ven, hijito. Deja a la nena y vamos a tu cuarto…-

-Papito.. snif snif… noooo… snifff.. no quiero... N-no m...me pegueeees...- Sollozaba desconsoladamente, a tal extremo de angustiar a su Jazmincita.

-Beni... mi vida, vamos. Deja a la niña. Te prometo que primero vamos a hablar.  Quiero entenderte, cariño. Quiero entender por qué lo hiciste...  Hijo, ven y deja a la bebé. La estás asustando!- Dijo haciendo el intento de sacarla de sus manos. Pero Beny no lo dejó.

-Perdón, Jazmín… snif snif... tú mereces a... a.. a alguien mejor como pap-papá.. snif snif... no a un mocoso llorón como yo!- Se lamentó entre lágrimas, apretando con delicadeza a su angelito entre sus brazos.

Fue en ese momento que Benicio sintió cómo su papá lo obligó a ponerse de pie, le quitó a la niña de los brazos para ponerla en la cuna y lo siguiente que sintió fue una fuerte nalgada que lo hizo dar un gritillo- Nunca vuelvas a decir algo así, Benicio Robles! Tú eres un buen padre, entérate que nadie nace sabiendo y que tú lo estás haciendo mejor que muchos, en primera porque amas a tu hija y segundo porque eres responsable con ella, así que nunca lo vuelvas a decir - Y lo abrazó con todas sus fuerzas.

-Te amo, mi bebito!!- Le decía Eduardo, meciendo a su hijo entre sus brazos. Benicio necesitaba unos mimos antes de la conversación pendiente -Vamos a tu cuarto, cariño. Después vendremos a ver a Jazmín... vamos, camina, Beny!- Le dijo después de soltarlo, impulsándolo con una palmada.

Benicio puso un puchero. No tenía nada de ganas de ir. Estaba muy cómodo en los brazos de su padre y, además, cuando tuviera que dar explicaciones por su aventura seguro no le iban a dar abrazos sino otra cosa, pero al sentir otro “impulsito” en su traserito, se resignó a su destino y caminó lentamente a su habitación.

-Hijo, siéntate - Dijo Eduardo una vez que entraron al cuarto - Yo en verdad trato de entender todo lo que ha pasado. Sé que aquí hay algo más que una simple travesura o capricho. Habla conmigo, hijo, y dime qué te pasa.

Benicio bajó la mirada. No era capaz de ver a los ojos a su padre.

-Vamos, hijo. Háblame. Prometo que te voy a escuchar. -Dijo Eduardo, tomando entre sus manos el rostro tierno de Benicio.

-Es que no sé por qué lo hice, papá! -Murmuró empezando a sollozar- Yo... yo estaba enojado... mi novia me dejó por otro -Contó, con resentimiento en su voz- Decía que si la quería, debía hacer algo grande por ella… Papá, Tamara pretendía que yo eligiera entre ella y Jazmín.... -Eduardo abrió grande los ojos sorprendido ante el dolor en las palabras de su niño.

- Hijo, yo no lo sabía. Lo siento mucho, mi bebé... -Sin saber qué más hacer, el abogado abrazó fuertemente a su hijo, esperando confortarlo ante tanta amargura- pero si ella te hace elegir entre tu hija y ella no vale la pena, mi niño. Entiendo que te sintieras mal… Pero ya verás que encontrarás a una chica que se merezca tu amor.

-Lo sé, papito. Snif snif... Ella no me quería... eso lo entiendo ahora... Pero no es la única que me pidió eso- Confesó entristecido- Por eso yo quería tatuarme el nombre de Jaz...para que todo el mundo sepa que ella es la personita que más amo en el mundo- Dijo, mirando a su padre a los ojos. Eduardo estaba orgulloso de aquellas palabras -pero para eso necesitaba tu firma, papi, por eso la falsifiqué… Lo siento.

Eduardo suspiró. -Bien, puedo entender por lo que estabas pasando, Benicio, y  lo que sientes por tu hija. Quieres gritarle al mundo lo mucho que la amas, como yo lo hago con uds, verdad?! -Ben afirmó tímidamente, envolviéndose más en los brazos de su padre- Pero mi niño, por qué no viniste a hablar conmigo? Te hubiera aconsejado, mi tesoro... Sé que reaccioné de la peor manera cuando me enteré de lo de Jazmín, pero por favor, ten presente que yo estoy aquí siempre para ti… para escucharte, darte los mejores consejos y también para corregirte cuando haces algo malo... como por ejemplo el falsificar mi firma - Dijo don Eduardo, cambiando la suavidad en su tono de voz en sus últimas palabras, pero sin dejar de besar la frente de su niño.

-Lo siento mucho, papito... me perdonas?!!- Susurró.

-Yo siempre te voy a perdonar, mi bebé. Pero también debo enseñarte que las acciones tienen consecuencias... Dime Benicio, sabías o no que no debías falsificar mi firma?

-Sí...- Apenas levantó la voz. Las lágrimas le caían como ríos por sus cachetes.

-Sabes los problemas en que te meterías si yo no fuera tu padre y falsificaras mi firma? Falsificar es un delito, Benicio. Esto no es un juego.

-L-lo s-siento, papi... nunca más lo volveré a hacer!! Te lo juro... -Respondió el jovencito, desconsolado.

-Sí, hijo. De eso me voy a encargar hoy. Y otra cosa más, de dónde sacas que te puedes ir a marcar la piel, ehh?! Cuándo has visto que yo consienta eso?! Sabes las enfermedades que puedes contagiarte?! Tu salud es muy importante, hijo, y ese lugar no parecía gozar del todo de las mejores condiciones de higiene.

Benicio se quedó calladito, escondiendo la colita lo mejor que podía en su cama. Su papá le había advertido mil veces de la soberana paliza que le daría a cualquiera de sus hijos si los llegaba a ver con un tattoo. Y el ceño fruncido en su rostro daba cuenta de la veracidad de esa promesa.

- Benicio, estoy esperando una respuesta

-Papi, perdóooon...

-Nunca más, Benicio. Nunca más vas a falsificar una firma y tampoco te vas a marcar la piel- Dicho esto, el abogado se puso de pie para proceder a castigar a su niño.

Eduardo se sacó el cinto del pantalón y lo dobló en dos en su mano, guardando bien la hebilla para no lastimar a su bebé. -Bájate los pantalones, Benicio...- Le dijo.

Benicio sabía que esto pasaría pero no por eso le tenía que agradar la idea. El niño se levantó y se alejó unos pasitos de su papá, poniendo una pequeña distancia entre ellos, cubriendo con sus manos sus  nalgas - Nooo!! Papito, por favor!! De verdad que no lo vuelvo a hacer, por favor... con eso nooo!!- El adolescente parecía un niño pequeño, haciendo pucheros.

 Eduardo dio dos pasos largos y atrapó a su hijo por el brazo. Lo jaló hasta la cama y quiso acomodarlo sobre su regazo pero Ben forcejeó hasta liberarse y trató de salir corriendo, pero Eduardo lo alcanzó justo cuando cruzaba la puerta  y le regaló un cintarazo para que se estuviera quieto.

-Auuuuu!!!!

-Basta ya, Benicio. Si fuiste valiente para hacer todo lo que has hecho sabiendo que estaba mal, ahora ten valor y asume las consecuencias y haz lo que te he ordenado. Los pantalones abajo, ahora!! -

-Noooooooooo.. No quiero!!! Papiiiiitoooo, déjameeeee..... buaaaaaaa… Buaaaaa!!!

-Deja de gritar o te voy a dar motivos para que grites por algo!! Obedece, hijo! ZASS!!

-Buaaaaaaaaaaaaa.... Ayayaayayyyy... Dueeeleeee... Buaaaaa!!!- Se sobaba la nalguita con insistencia, pero aún así no daba su brazo a torcer

-Papitooo!! No lo vuelvo a hacer! No quiero que me pegueees!! Maaamitaaaaaa! Hermanoooo! Papitooo, con eso nooo!!! Dueleee!!!!

-Qué hermanito, ni mamita ni que nada, jovencito. Si no te quedas quieto, no te va a gustar lo que va a pasar

-Paapiiiii... buuaa!! Nooo!! Por favooor!! Por favooor!! No lo hago más... nunca más!! Papito!! Ni me hice el tatuuu...

-Pero eso gracias a que llegué a tiempo que sino... ya estarías con el brazo marcado... pero ya que andabas con ganas de un tatoo, yo te voy a dibujar unas líneas muy bonitas en tu trasero... a ver si te gusta el diseño- Habló todo irónico Eduardo. Estaba molesto y la resistencia de su cachorro lo enfadaba más. Ben no estaba aceptando sus errores.

-Perooo… QUE NO ME HICE EL TATOOOO... Y  LA ESTÚPIDA FIRMA NI ME QUEDÓ BIEN... NO ES JUSTOOOO!-  Gritó el chico ya desesperado porque su papá entendiera que total si no pasó nada para qué lo castiga?! Si hasta prometió no hacerlo nunca más.

Eduardo tuvo suficiente de rebeldía. Afirmó su agarre en el bracito de su angelito y lo hizo inclinar.

ZASS!!... ZASS!!... ZASS!!... ZASS!!... ZASS!!...

Eduardo dio cinco chirlos más con el cinto y luego lo arrojó a un costado. Ayudó a su niño a levantarse y le dijo: -Si no quieres que me arrepienta y use el cinturón durante todo tu castigo, te sugiero, muchachito, que dejes de forcejear de una buena vez... te advierto que mi paciencia tiene un límite, y estás llegando a él.... no me hagas enojar más, hijo.

-Aaayy aaahh yaaaa!! pa- papitooo!! Yaaaa!! Buaaa!! Nooo!! Papi! Con eso noo!! Ya no te enojes..  voy a ..snif... voy a hacer casooo!! Buuaaaaaa…. pero no uses esooo!!

-Entonces ven aquí, hijo. Terminemos de una vez. -Dijo Eduardo, abrazando a su bebé para tranquilizarlo un poco. Luego deshizo el abrazo y lo puso rápidamente sobre sus piernas. Le bajó el pantalón deportivo del colegio, junto con los calzoncillos y procedió a castigar las nalguitas sonrosadas de su niño.

-No me vuelves a falsificar ninguna firma! - PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! -Regañaba Eduardo entre duras palmadas.

-AYYY!!! AUUU… AUAUAU… Buaaaaaaaaaaaa!!...  LO PROMEEETOOO… Buaaaaaaa!!... Auuuuu!!... YAAAA.... Yaaaaa, papito!!! Yaaaaaaa!!!! NUNCA MÁAAS!!!

-Ni volverás a pensar en marcarte la piel con esas mierdas... PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! Nunca más.. PLAFF!! PLAFF!!

-Auuuuu… papáaa… no másss… Es mi cuerpoooo…- Dijo en un momento de rebeldía. Su papá no podía creer lo que estaba escuchando. Acaso no entendía el peligro en que se había puesto?! Ahí todas sus alarmas se activaron. Le bajó más la ropa y empezó a golpear con mayor potencia en la zona más sensible del trasero de Benicio.

-Es tu cuerpo… PLAFF!! PLAFF!!...Pero no eres invensible… PLAFF!! PLAFF!!...Puedes contagiarte alguna peste… PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!!... Tu vida es importante, bebé.. PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! Tienes una hija...PLAFF!! PLAFF!! PLAFF!! PLAFF! PLAFF!!.. Ella te necesita sano.. PLAFF!!! PLAFFF!!!- Benicio, que ya lloraba con tal lamento, se quedó sin fuerzas para seguir gritando. Pensar en que su bebita pudiera quedarse sin papá también, huerfanita en el mundo, lo hizo sentirse muy culpable y vulnerable, y sólo se dedicó a gemir en las piernas de su papá, sin defenderse, sólo lloraba.

-Y por último, Benicio. -Dijo Eduardo dando vuelta a su niño para dejarlo sentado en su regazo- Si tienes algún problema vienes y me lo cuentas... No estás solo. Eres mi bebé y no permitiré que nada malo te suceda. Siempre estaré para ti, chiquitito de papá, aún cuando mi mano te tenga que sonar la colita, me vas a tener para ti. 

Benicio se prendió al cuello de su papá, apoyando el rostro en la curvatura entre el cuello y el hombro.- Snif snif… buaaaaa… Lo prometooo, papitooo! De verdad lo prometooo... peroo.. snif sniff... yo quería... buuaaa... Yo quería hacerle un regalo especial  a mi bebeeé!! Snif snifff.. mmnng.. -Balbuceaba desde su refugio.

Eduardo apretó más sus brazos alrededor de su pequeño. Aquella frasecita lo había dejado con el corazón henchido de orgullo. Con mucha paciencia, lo acunó entre sus brazos, consolándolo mientras pensaba en algo para que su hijo pudiera cumplir con ese deseo -Shhhhhh... mi bebito precioso!!! Shhh... ya, chiquito! Papá te tiene, precioso!! Shhhh... eres todo lo que más quiero, mi niño. Eres mi tesoro y te amo! Por eso me preocupo por ti… porque te quiero sanito, disfrutando de la vida y de tu bebita- Confortaba, mientras llenaba de besos los cabellos castaños de Ben.

-Papii.. snifff... no le pude dar nada a..a mi hijaa.. snif snif.. Siempre que le compro algo es con tu dinero.. snif snif.. Por eso.. snif… por eso yo quería hacer algo para que siempre supiera que la quiero más que a nada en el mundo... por eso quería tatuarme su nombre... Peerdoooón!!

-Shhh, mi bebito!! Shhh!!! Ella sabe que la amas, mi niño. No hace falta ningún tatuaje….Tranquilo, sí?! Ya pasó… shhh!! Papá te quiere mucho. Estoy orgulloso de ti porque eres un buen muchacho y tienes un gran corazón... aún cuando seas un poco travieso -Le decía mientras le daba besitos en la frente.

 -Te quiero, papito... - Balbuceó Benicio, con la boquita pegada a la camisa de su papá.

Eduardo acostó a su hijo en la cama, le subió la ropa a pesar de los lloriqueos y se quedó con él hasta que se durmió, arrullado por las palabras suaves y las caricias en su espalda y nuca. Después pasó su mano suavemente por los rulitos de su niño y salió de la habitación.

Con pasos resueltos, el abogado se dirigió hasta su despacho. Abrió la caja fuerte y sacó un pequeño estuche. Lo había guardado por años. Lo abrió y miró por unos momentos su contenido, y pensó que era justo lo que estaba necesitando. Volvió donde su Benicio y le dio lo que tanto quería: algo especial para su niña.

Con cuidado, Eduardo se sentó en la cama, a la par de su hijo y lo manipuló para dejarlo sentadito sobre sus rodillas. Benicio, adormilado aún, se abrazó al cuello de su papito. -No me dejes nunca, papii- Murmuró.

-Jamás, mi chiquito - Dijo con toda la convicción que podía para que no tuviera duda alguna su Beni Bonito -Hijito, abre los ojitos. Papá tiene que enseñarte algo... Anda, mi bebé grande, luego duermes.

-¿Qué es, papi?!- Preguntó bostezando. Eduardo sonrió, pensando que su hijito no había cambiado nada con los años.

-Mira.- Dijo poniéndole en sus manos una cajita - Ábrela, hijo.

Benicio hizo lo que su padre le dijo y apenas vio lo que había dentro, las lágrimas se aglutinaron en sus ojitos.

-Papi, es muy bonito. Gracias… gracias, papá! Es perfecto!!

-De nada, hijo mío. -Respondió Edú, abrazando a su pichoncito.

-Puedo ponerle una foto, papito, antes de dársela?

-¡Claro, mi tesoro!!

-Gracias, papito.- Ben se levantó a buscar la foto de cuando su beba nació y él la tomó en brazos por primera vez. La recortó y colocó dentro del relicario.

-Quedó perfecto, mi niño- Dijo Eduardo, mirando el relicario y Beni volvió a abrazar a su papá y ambos se fueron a donde estaba la bebita en su cuna, chupando  entretenida su manito.

-Mi princesita... ¡eres tan linda!- Le dijo, levantándola. -Te quiero con todo mi corazón, chiquita. 

La bebé le sonrió con cariño a su papito.

-Ves esto, hijita?!- Dijo, sacando el relicario de su bolsillo- Es un regalo para ti.... aquí estamos tú y yo... Quiero decirte que siempre podrás confiar en mí. Nunca temas que no te entenderé, mi cielito, o que no te escucharé... Pase lo que pase, yo estaré para ti siempre!

La pequeña florecita miraba aquel objeto que le parecía tan curioso mientras su papito se lo ponía, dándole un gran beso haciendo que sonriera feliz mientras jugaba ahora con su nuevo regalo.

Don Eduardo se acercó a su hijo y a su nieta y los abrazó a ambos, y le dijo a Benicio: -Lo mismo te dijo a ti, hijo. Pase lo que pase, yo siempre estaré para ti... SIEMPRE!

7 comentarios:

  1. Me encanto esta lleno de ternura, continúala pronto.

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  2. Vaya... Pobre Ben, pero bueno yo tampoco esyoy a favor de los Tatuajes y sobre todo de falsificar firmad

    Marambra

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  3. Muchas gracias, chicas por sus comentarios!!!! :D Me alegran el día!! jeje

    Gracias a Andrea por toda su ayuda en ésta historia, que debí publicar hace tiempo...
    Por las dudas, aviso que es la continuación de un capítulo de Francisquito en que ambos muchachos intentan hacerse un tatuaje... pero terminan como terminaron... con el trasero en llamas!! jeje

    Nuevamente, gracias por sus palabras! =D

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  4. Ariane pobre Benicio!!! yo lo hubiera perdonado jejejeje solo con verlo cargar a su hijita la pequeña Jazmín ya me robo el corazón.
    No dejes de escribir de Benicio por favor!!!

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  5. Ese es mi padrastro yo me hice un tatuaje marcando mi piel como te atreves a marcarte la piel yo te dejaré una marca en tus dos caras plas sono una bofetada tan fuerte que me dejó llorando

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  6. MI PADRASTRO ME LLEVA AL PATIO LE ORDENA A MI MADRASTRA QUE ME CASTIGUE FÍSICAMENTE YO LE DIGO A MI MADRASTRA GROSERÍAS MALDITA PERRA PROSTITUTA NO ALCANCÉ A TERMINAR LA FRASE CUANDO MI MADRASTRA UNOS BUENOS y TREMENDO CACHETADONES ESTALLAN EN MIS Rostros

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