martes, 11 de agosto de 2015

EL MAR AMA A MARTÍN MARTÍNEZ



EL MAR AMA A MARTÍN MARTÍNEZ


-Alumno Martínez. Puede hacer el favor de prestar atención a la clase. Es la tercera vez que lo hablo, jovencito.
-Eh?! -Martín se sobresaltó enseguida con el reto. Tenía los ojos perdidos en la inmensidad del mar que bordeaba la pequeña ciudad en que vivía- Perdón señorita... –Dijo, cuando reconoció el enojo en la voz de la docente. -Es que estaba...
-Mirando el mar...- Continuó ella. Desde hacía 10 semanas era lo único que solía hacer ese niño en su hora de clase.
-Sí. Lo siento. Pondré atención.
-Eso espero, Martín, pero como esto ya se ha repetido en otras oportunidades hoy, como castigo, vas a quedarte una hora más para ejercitarte.
-No, señorita. Hoy no, por favor... Hoy no!! Si quiere, castígueme mañana o todos los días de la semana, póngame los ejercicios que quiera, pero hoy no...
-Lo siento, Martín. Hoy va a ser.- La maestra Rosa sabía perfectamente lo que significaba ese día en particular para su joven alumno. Esperaba cada martes con tantas ansias, pero le dolía mucho que se hiciera ilusiones que parecía tragarse el mar. Era preciso acabar con eso. Ella a su modo quería protegerlo.
-Pero  es que hoy...
-Sé qué pasa hoy, hijo. Por eso es que será éste día el castigo así la próxima vez te esmeras más en prestar atención a la clase y no al mar.
El pequeño suspiró y asintió levemente. - Sí, señorita.- Contestó tratando de ignorar las lágrimas que se formaban en sus bellos ojos de mar azul. 
La maestra se sintió mal por esa mirada de tristeza en los ojos de su alumno pero era importante que el chico pusiera atención también en su clase, Martín estaba a punto de reprobar toda la materia.
-Bien... en qué estábamos?...- La docente retomó el curso de la lección y trató de olvidar las lágrimas que brillaron en las mejillas del niño.
Una hora más tarde, Martín trataba de poner toda su concentración en el ejercicio que le había dejado la maestra Rosa, pero él no quería estar allí, quería estar frente al mar, esperando... Esperando por un milagro que con el paso de los días parecía hacerse cada vez más improbable.
-snif.. snif... lo.. snif snif... lo siento, papito... snif.. Yo no te odio... snif.. snif.. no te odiooo... buaaa... te... snif... te extrañooo...- Gimoteaba con la cabecita recostada en el libro. Le hacía tanta falta un abrazo... el abrazo que se negó a darle a su papá hacía 70 días esa tarde. -Te amo, papiiitoo... snif... te necesiiito... buaaa... Ven conmigooo...- Sollozaba amargado, sintiéndose culpable. 
Antes de zarpar, le había dicho a su padre que lo odiaba sólo porque no lo quiso llevar... Desde pequeño, su papá le había prometido que algún día conquistarían juntos esas costas, y él había preparado tantas provisiones pensando que al fin iría con su papito a navegar, pero tuvo que resfriarse un día antes! Y por más que se dejó poner las dos inyecciones, su papá no lo dejó partir... entonces Martincito le gritó furioso -con la poca voz que tenía- que lo odiaba y que esperaba no volver a verlo. Cuando al día siguiente se enteraron de la feroz tormenta que azotó el mar esa noche y de la desaparición del Martín pescador, Martín no paró de culparse y poco a poco se iba consumiendo en ese dolor.
-Te amo, Martín...- El niño levantó la cabeza. Sus ojos estaban rojos y su piel demacrada. Calló su llanto intentando atender a lo que creyó escuchar. -Te amo, Martín...- Vino nuevamente el susurro distante, casi inaudible...- Te amo, hijo... Martín, papá está en camino... sigo aquí, hijo... sigo contigo.
Martín miró hacia la ventana, por donde siempre solía ver el mar... ese mar que ahora mismo parecía estar hablándole. 
Su boca se abrió y cerró unas cuantas veces. Parecía que la pena le hacía escuchar cosas que no eran... pero en su corazón él supo reconocer la voz de su padre.     
-Papi?.. -Martín miró más allá del mar. Su corazón latió a mil por segundos. -Papá.... Musitó. Se secó las lágrimas y se levantó del pupitre.
De lejos, no se podía ver nada. El mar estaba más desierto que nunca, pero Martín sabía qué debía. 
Salió de la escuela justo antes de que la maestra pudiera tomarlo del brazo. -Martín, ven aquí...- Pero el niño estaba decidido. Y fue hasta los muelles y tomó el barco que pertenecía a su abuelo. 
Martín era muy pequeño aún para controlar una embarcación de ese tamaño, pero nadie podía decirle que no lo intentara porque él no lo escucharía.
-Te encontraré, papito. Ya voy... -Se repetía como un mantra que le daba fuerzas para seguir adelante con su misión.
La maestra había alertado a las autoridades y a la madre del niño. Todos estaban yendo al muelle, pero llegaron tarde para detener a Martín. 
Un barco con policías y guardacostas y otros dos de civiles se lanzaron a las aguas detrás del rastro del pequeño fugitivo. Había alerta de tormenta para la noche. Era de extrema urgencia encontrar al niño.
De pronto, el cielo se hizo negro y los vientos empezaron a violentar las aguas. El mar estaba embravecido. Y había tomado por punto el barco de Martín.
-Por favor... Diosito, ayúdame... Que encuentre a mi papito... por favor...-Suplicaba con todas sus energías. Estaba navegando solo en aquél inmenso mar. 
Los rescatistas no habían podido avanzar más debido a la inclemencia del tiempo y a su madre no le quedó más remedio que hincarse a rezar para que su tesoro regresara sano y salvo.
-Por favor, Señor. Sé gentil... llevas mi niño en estas aguas... No te lleves mi única felicidad.. Dios...- Marta cayó desmayada.
Con sus doce años, Martín Martínez estaba demostrando una fuerza y una valentía que  los mismos soldados de los ejércitos más respetados del mundo envidiarían. Pero esa fuerza no tenía más fuente que el amor por su padre. Debía encontrarlo. Y si para eso, tenía que entregar su vida, él la daría gustoso, con tal de abrazar por última vez a su papá. Pero con cada metro que avanzaba sobre las salvajes olas, el barco empezaba a dañarse. Las velas estaban destrozadas y el agua se filtraba por todos lados. El fin estaba cerca.
-Papáaa.... -Gritó al viento.-Papiiii, perdónameee... Papito, te amoooo... Te amoooo... Perdón por no encontrarte... Perdóoonameee- Decía con la esperanza que en el horizonte su padre supiera cuánto lo amaba.
Repentinamente, un viento lo arrojó del barco y el niño cayó al mar. Las olas lo golpeaban de un lado y del otro. Martín ya no tenía fueras para luchar. Cerró sus ojos y esperó a hundirse en el agua... pero sintió una mano que tomó la suya y empezó a tirar de él.- Te tengo... Te tengo, pequeño príncipe... te encontré, hijo mío. Te encontré. Estás con papá. Te amo, te amo, te amo, te amo... 
Martín abrió los ojos y el mar ya estaba calmado. La lluvia había desaparecido y en su lugar brillaba un hermoso sol. Se movió con cuidado y fue cuando se dio cuenta que estaba en brazos de...
-Papá?!- Murmuró llenándosele los ojos de lágrimas que no se distinguían por el agua del mar que se le escurría. -Papiiiii...
-Mi bebé. Mi bebé.... te extrañé, hijito de mi corazón. -Martín envolvió a su hijo en sus brazos. Lo había necesitado tanto.
-Papito, yo tambiénnn... snif snif... Perdóname. Perdóname, por favor... yo..yo no te odio. Nunca te odié, papito... nunca. -Decía, abrazado al pecho de su padre.
-Shhhh, ya, mi príncipe.. papá te adora con todas sus fuerzas... Tú me mantuviste a salvo... Estoy vivo por ti, hijo...
-Papito, cómo es que... No importa... sólo me importa que estás conmigo, papi de mi alma. Nunca dejaré que te vayas otra vez.. snifff... me hiciste faltaa...
-Tú a mí también, mi rey. Y si estoy vivo fue gracias a que mi golosito del alma puso más provisiones de las pensadas en el barco. 
Martín se separó del pecho de su papá y lo miró sonriente.- Descubriste mi baúl secreto, papito?
Martín padre sonrió. -Sí, hijo. Y ese baúl me mantuvo con vida. Lo que yo había empacado sólo me bastaba para una semana, diez o doce días cuanto mucho, pero tus galletas, caramelos y malvaviscos me alimentaron los otros 60 días...- Dijo sonriente. Había sido un alivio encontrar esos dulces. Después de 3 días sin comer estaba tan débil y pensó que no lo encontrarían a tiempo. Por suerte, su niño había gastado todos su ahorros en chocolates, galletas y gaseosas y los había dejado escondidos en el baúl de las herramientas, así que cuando Martín fue a buscar una llave, se dio con el festín que le salvó la vida... y que tal vez le provocaría una diabetes... pero a él lo único que lo reconfortaba era tener a ese renacuajito en sus brazos.
-Te amo, papá. 
-Yo también, bebé.... Pero... cómo es que me encontraste? Hijo, pudo pasarte algo... la tormenta fue terrible...
-Papito, yo te escuché. Por eso vine... quería encontrarte y por eso tomé el barco del abuelo. Perdón que se haya roto. -Dijo apenado. Al lado del "martín pescador" yacían los restos de lo que hacía minutos había sido el barco de su abuelo.
-Hijo. Tú viniste solo hasta aquí? Con esa tormenta?- Los ojos azules de Martín chiquito se tiñeron de vergüenza. 
-Sí, papito. Es que...
-Es que nada! Te pudo haber pasado algo terrible. Pudiste... pudiste...-Martín no podía terminar la frase, imaginarse a su niño tragado por aquellas aguas iba a ser la peor pesadilla que lo acompañaría toda su vida. 
-Perdón, papi... es que... Tenía que encontrarte! Por favooor, no te enfades! 
-Es que fue muy peligroso lo que hiciste, Martín. Muy peligroso.- Y sin que tuviera tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando, Martín se halló, boca abajo, sobre el regazo de su padre que se había sentado en un barril y le había desnudado la cola. 
plass plass plass plass plass plass...Nunca más, Martín Martínez. -Regañó el hombre, dejando caer pesadas palmadas en las indefensas nalgas de su angelito.
-Buaaaaaaa.... Buaaaaa... no, papiiiiii, nooooo!!! Buaaaaa.... Dueleeeee....
plass plass plass plass plass plass..Nunca más, mi niño... nunca más! Que si te pasa algo... ahí sí que me muero....- Dijo Martín, levantando a su niño de su regazo para acunarlo en sus brazos. 
-Buaaaaa... snif snif... lo siento... buuu.. mggg... auuuu.... Papito, lo sient..snif snif... tooo... buaaa.... Te quiero muchoooo.... papito, no me dejes nuuuncaa... buaaa
-Jamás, mi principito. Jamás, jamás! Te adoro hasta los huesos. Mi cielo... fuiste mi faro en la oscuridad... tú me guiaste hasta aquí.... Te amo, hijo mío. 
Ambos Martín se mantuvieron abrazados hasta que el barco de la guardia costera los encontró. Ninguno de los policías salía de su asombro. Era imposible que Martín hubiera sobrevivido a la tormenta de hacía más de dos meses y después tantos días sin los alimentos suficientes. Lo más sorprendente fue que Martín niño encontrara a su padre en ese mar tan basto. 
Pero no había nada que entender... Ese par se adoraba y sólo el amor y la testarudez de ambos... y la bendición de Dios, por sobre todas las cosas... los hizo reencontrarse. 
Marta no le creía a sus ojos cuando vio llegar a Martín cargando a su hijo contra su pecho. Su esposo estaba más delgado, barbudo y con el pelo alborotado, pero seguía siendo el mismo hombre que ella amaba y que al fin volvía a tener en sus brazos.

-Creo que el mar los ama... Los mantuvo con vida y los trajo de regreso hasta mí..- Le dijo a su amado después de besarlo con pasión.
-El mar ama a Martín... por eso estamos juntos tú y yo, mi amor. Prometo no dejarlos nunca más. Los amo.... -Recalcó, besando las frentes de los tesoros más grandes que le había otorgado la vida. Su hijo y su esposa.



FIN


4 comentarios:

  1. Vaya aventura
    Muy bonita historia Ariane

    Un abrazo

    Marambra

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  2. Que tremenda historia, sencillamente espectacular Arianne, me encanto

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  3. Que bonito capi!!!
    Que bien que los dos hayan regresado sanos y a salvo!!!
    Pero el pequeño si que es valiente!!!

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  4. muy conmovedor... el amor de un hijo que no pierde la esperanza por la vuelta de papá
    me gusto mucho

    Marambra

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