martes, 18 de agosto de 2015

PALABRA EMPEÑADA Capítulo 2



PALABRA EMPEÑADA
Capítulo  2


Preciosa noche de viernes, era un singular viernes de familia y ahí estaban todos concentrados en el salón de ocio comiendo palomitas de maíz, helado de chocolate y galletas. Sentados todos en un cómodo sofá, disfrutando de la última película para niños y adolescentes… Las tortugas Ninja y en medio de todo, estaba Bruce, riendo con sus hijos, gozando de la cinta cinematográfica. Observando sus rostros, sus emociones y discutiendo con ellos la posible trama. ¡Como si llevaran toda la vida juntos! La noche prometía mucho más, total, era fin de semana y tenía planeado muchas actividades lúdicas con sus hijos al día siguiente. Pero como todos los planes que se hacen, éstos podían cambiar de un momento a otro y eso es lo que sucedió. Y no precisamente por una llamada de emergencia a Batman por un atroz caso de violencia en la ciudad, sino por una simple llamada de cortesía por parte del director del colegio en el que estaban matriculados sus tres herederos.

-     Señor Wayne – era la voz de Alfred al entrar en la sala de proyecciones de la mansión –  una llamada – dijo secamente el viejo mayordomo inglés, mirando de reojo a los muchachos que estaban desparramados sobre los sillones y a Bruce tan relajado como nunca estuvo, lástima que tenga que interrumpirlo, pensó Alfred.
-     Los chicos y yo estamos viendo una película Alfred,  toma el recado y dile que les llamaré en cuanto pueda y luego únete a nosotros, te vas a gustar esta película – respondió Bruce con una sincera sonrisa en los labios, concentrado en la pantalla – Por favor – agregó acordándose de dar el ejemplo a sus nuevos hijos
-     Señor, es de la academia Griffiths, parece ser muy importante –  contesto Alfred muy flemático y todos miraron a Jason, su reputación lo precedía al parecer, pero Jason sonrió como si nada y les miró como si no fuera con él.
-     Muy bien chicos – dijo Bruce levantándose del sofá realmente disconforme no solo por la interrupción, sino por quien interrumpía – tengo que contestar – y echó una mirada de reprobación a Jason– No vayan a matarse. ¿Alfred te quedas vigilándolos? – solicitó, por cortesía, ya que Alfred siempre se quedaba a vigilar a los niños, por lo menos, de refilón
-     Sí, señor – dijo sentándose en el sitio que había dejado libre Bruce.


Bruce entró al despacho y tomó una buena bocanada de aire, presintiendo que aquella llamada seguro era un autentico dolor de cabeza y seguro estaba relacionado con alguna nueva y brillante ocurrencia de Jason, no esperaba para nada que el motivo de la llamada fuera Dick y mucho menos que fuera sobre sus progresos académicos. Por lo visto Dick no había presentado 2 de los últimos trabajos de Literatura, y la escuela era muy estricta al respecto, y si no presentaba tan sólo un trabajo más, Dick no tendría derecho a examinarse, lo que significaba suspender y no valdría de nada la gran reputación que Dick llevaba consigo, ni la influencia que pudiera tener Bruce en el colegio.

Apenas colgó el teléfono estuvo dispuesto a llamar a Dick al despacho y darle un castigo, vamos que habían hablado al respecto hasta el cansancio, no es que fuera mal alumno, no lo era, era brillante. Pero todos los profesores, no solo el de literatura, parecían estar de acuerdo en que Dick últimamente había adquirido un nuevo defecto, solía distraerse y perder el norte en sus carpetas. Y esos últimos meses estuvo especialmente muy distraído. Era como si de pronto la adolescencia hubiera arrasado con el tranquilo carácter de Dick. Bruce y Alfred se habían percatado que últimamente Dick era como si lo hubiera suplantado un ente, que en una misma tarde podía ir de un enfado injustificado a un estado de euforia casi psicópata. Lo que obviamente conllevaba a que Bruce también estuviera con los nervios de punta constantemente, y una amenaza de ulcera gástrica a la vuelta de la esquina.
Al llegar Dick a la adolescencia Bruce se vio incluso obligado a reajustar su propio carácter al del muchacho, tratando de ser lo más empático posible, pensando en su propia adolescencia y lo duro que era pasar aquella etapa sin un hogar estructurado. Y aunque Bruce había intentado desde el primer día ser padre y madre, hermano, amigo y confidente a la vez para su hijo y al principio pareció funcionarles a las mil maravillas, pero el tiempo y la confianza hizo que Dick se sintiese tan seguro y a gusto que no temía algunas veces sobrepasar todas las fronteras que él le había impuesto. Estirando la liga al máximo y poniendo a Bruce entre la espada y la pared.
Bruce no podía negar que era un padre tajante, lo era, tampoco era mentira que fuera un padre extremadamente exigente, que si, lo reconocía, lo era. Pero también era permisivo y ante todo, era justo. Y eso no podía negarlo nadie, y menos Dick. Puesto que la primera vez que la escuela llamó para reportar sobre Dick (aquella vez fue algo más que una llamada de cortesía fue un toque serio de atención) Bruce no dudó en poner las cartas sobre la mesa con Dick. Y ambos habían llegado a un acuerdo, habían firmado un trato y dado su palabra de cumplir al 100 % con aquel compromiso.
Bruce se había comprometido a ser más permisivo en el horario de dormir y de regreso al hogar, tras terminar la jornada estudiantil. Le dio una hora de asueto para que pudiera charlar libremente con sus compañeros o darse una vuelta por la heladería antes de llegar a su hogar. Considerando que debido al carisma, la edad y al atractivo del chico, esa vuelta en realidad supusiera acompañar a la noviecita de turno a su casa. Y eso era una gran concesión para Bruce que ante todo no quería que Dick siguiera sus pasos con las mujeres y para esto tuvo que dejar de lado sus propios prejuicios y suspicacias.
También le había permitido salir los sábados con sus amigos entre las 4 de la tarde hasta las 10 de la noche, para que hiciera lo que quisiera. Mientras no implicase, bebidas, cigarros, droga, y por supuesto, nada de disturbios en la calle, por lo que Dick tenía libertad para hacer otras cosas; como ir al cine, a la playa, a la piscina, a una heladería o lo que quisiera. A cambio habían dos o tres condiciones que Dick debía cumplir, una de ellas era contestar el teléfono máximo al tercer llamado o devolver la llamada en caso de no poder hacer en el transcurso de las mismas, además de avisar donde, con quien, para que y porque iba a tal o cual lugar. Pero de todas estas reglas había una que era la más importante: cumplir con sus obligaciones escolares lo que incluía en realidad solo dos cosas

1.- presentar todos los deberes (tareas, ejercicios, investigaciones, relatos, redacciones, resúmenes, cuestionarios y etc. etc. etc.) en el tiempo requerido
2.- estudiar para todos los exámenes y procurar la máxima nota

Fuera de eso estaban las normas básicas que no habían cambiado para nada desde que llegara a esa casa en calidad de tutelado y ahora hijo y que seguían siendo las mismas para Jason y Tim…
Y ahora con esa llamada del colegio y teniendo en cuenta todas las concesiones hechas a Dick para su confort y vida semiprivada de adolecente se puso aún más furioso; parecía que a Dick su acuerdo le había entrado por una oreja y le había salido por la otra. Pero eso iba a acabar ahora mismo y Bruce estuvo a punto de llamarlo al despacho para ajustar cuentas cuando Alfred intervino a favor del joven Dick.
Algo que Bruce posteriormente agradeció, después de todo, Alfred lo había criado a él y sabía un montón de cosas que Bruce como padre aun ignoraba y debía aprender errando.

-     ¿Señorito Bruce? – Alfred interrumpió sus pensamientos al ingresar tras tocar la puerta. Era en casa en realidad la única persona que podía hacer aquello con total libertad, eso y llamarlo “señorito Bruce” fuera del radio de la gente que podía estar alrededor, aun cuando Bruce había insistido muchas veces que lo tutease o lo llamará simplemente Bruce, cosa que Alfred no acepto no porque no quisiera, sino para confundir a los enemigos que nunca faltaban. Y Bruce en el fondo se sentía “querido” cuando Alfred lo llamaba señorito Bruce, como cuando era un mocoso de pantalones cortos y rodillas peladas, al que ocasionalmente le desnudaba el trasero, para hacerlo entrar en razón… ¡Vaya! nunca imaginó sentir nostalgia de una paliza de Alfred, pero ahí estaba él, con el recuerdo de una de las primeras que se llevó.
-     Alfred – respondió con voz sombría mirando la pantalla del ordenador, estaba revisando la plantilla escolar de su hijo mayor, de DICK, su hoja de reportes viendo su rendimiento académico, estaba disgustado consigo mismo. Aquel era el segundo trabajo sin presentar ¿Cómo se le escapó a él el mayor detective del mundo?… Había sido una irresponsabilidad por su parte confiar en Dick, después de todo Dick era un niño todavía, un niño que no sabe de compromisos y todo lo que eso implica.
-     ¿Sucede algo? – inquirió mirando de reojo la pagina abierta mientras colocaba una tacita de café en el escritorio al mismo tiempo que Bruce suspiraba antes de contestar
-      Si Alfred, sucede que Dick no ha “vuelto” – puso énfasis en lo de ha vuelto – a cumplir con sus deberes y estaba chequeando su reporte escolar – suspiró frustrado, no era agradable lo que veía en esa página virtual. El historial de Dick no estaba mal, tenía que reconocerlo, pero no era lo que él quería para Dick y sobre todo, para lo que Dick era capaz. Bruce tenía que admitirlo, quiera o no, él era un perfeccionista extremo  Aunque sus notas siguen siendo excelentes – le informó – y sigue siendo el primero de su clase – no pudo evitar un deje de orgullo en la voz – y ha ido presentando los trabajos de las demás asignaturas. Parece ser que la calidad de éstos ha bajado en picada ultimamente – aseguró frustrado  y cada vez más enojado – no lo entiendo, hizo un compromiso conmigo
-     Bueno, es que el señorito es un niño no un hombre – aseguró y Bruce frunció el ceño pensando en que si Dick llegara a oír aquello de niño, pegaba el grito al cielo. Hacía ya mucho que Dick manifestó su disconformidad con aquel termino, pero para Alfred y para él, Dick era, es y seguiría siendo un niño toda la vida – no entiende el significado real y completo de la palabra compromiso y en eso deben trabajar – sonrió
-     ¿Y qué hago? – preguntó más desorientado – ¿Qué hago, Alfred?  ¿Le doy una paliza? – entrecomilló la frase, refiriéndose a ella, como el acto de darle un azote con otra cosa que no sea su mano – ¿Le quito sus privilegios? Ya no sé que más hacer, ya me duele la mano de nalguearlo – murmuró por lo bajo recordando la última nalgueada que le dio a Dick justo dos semanas después de que viniesen Jason y Tim a vivir con ellos
-     Si es su mano la que le preocupa, pues use la vara, señor – sugirió como si sugiriera cambiar un helado por una torta y Bruce lo miró con los ojos cuadrados, Alfred le estaba confirmando que lo que Dick necesitaba, si que era una paliza – no me mire así, véase a sí mismo, ¿No me dirá que la vara no hizo su trabajo tras el primer encuentro? – le refrescó la memoria al caballero de la noche. Aquel primer encuentro a que se refería Alfred era cuando Bruce aún era un adolescente, arrogante y engreído que se dedicaba a la vida de feria en el colegio y casi logra que lo expulsen. Fue entonces que Alfred empeñó su palabra a sus profesores que su joven señor, tendría de excelentes para arriba el próximo bimestre. Aunque para ello había necesitado estampillar la vara en su trasero, no una, sino tres veces y con eso Bruce tuvo basta – pero no lo haga ahora – dijo ya no más – llámelo, primero hable con él al respecto y si es conveniente cambie las normas. Dele una oportunidad más. Además señor, ¿No ha considerado que este revuelo por la adopción de Jason y Tim puede haber influido en el reciente cambio de actitud hacía los estudio del señorito Grayson? Después de todo desde que ellos están, el señorito Grayson se ha mostrado también más risueño y ya no se encierra tanto en su alcoba a hacer sabe Dios que, como solía hacer. Señor, sea permisivo solo por eso y solo por esta vez – sugirió con una sonrisa de abuelo que pide por un nieto, tras esa vieja fachada de roca labrada al viento, se escondía un corazón de jardín encantado que alegraba a quien debía, a quien quería y a quien merecía ese amor y esos tres niños lo merecían incondicionalmente. Y con eso se sello el destino de Dick
-     No lo sé Alfred – dudó un momento – estoy seguro que si le doy la mano ahora querrá mi brazo mañana – murmuró
-     Es solo un niño que se ha dejado llevar por la emoción de tener hermanos – contestó Alfred
-     Lo sé, lo sé Alfred, pero aun así esto tiene que cambiar, así que puedes decirle a Dick, que me gustaría tener unas palabras con él, aquí, en mi despacho por favor – Bruce vio la cara de Alfred y antes de que el mayordomo pudiera recordarle de nuevo que fuera indulgente con el niño se vio con la obligación de tranquilizarlo  Solo voy a charlar con él, pero se trata de la escuela, Alfred. No puedo dejarlo pasar del todo – dijo haciéndole saber que como padre tenía la obligación de refrescarle a su hijo sus olvidados compromisos
-     No esperaba menos de usted, señorito Bruce – dijo sonriendo dulcemente y desapareció por la puerta al encuentro del desafortunado muchacho
-     Señorito Grayson – dijo con la voz de siempre, sin revelar absolutamente nada. Pero sobresaltando a Dick, ¡OH!... ¡Diablos! Pensó Dick, estaría metido en un buen lio si Alfred le pedía que fuese al despacho de su padre justo después de una sospechosa llamada, ¡Oh! Por Dios, por Dios que no sea lo que estoy pensando, rogó haciendo conejos en la espalda – al señor Wayne le gustaría tener unas palabras a solas con usted en el despacho – mierda, era justo eso, pensó con pesar Dick sintiendo un horrible nudo en el estómago
-     ¡JOOO!!! ¡Te has metido en un lío! – dijo Jason super alucinado de que su brillante hermano mayor estuviese en problemas con su padre. Sobre todo porque desde que llegó a esa casa, a él lo llamaban cada nada al despacho del director y por supuesto, luego al despacho de papá a rendir cuentas sobre su comportamiento en el colegio o por sus notas. Esa, era la primera vez que veía a Dick con el susto en la mirada ante el anuncio de Alfred. Porque en el colegio no había profesor que no lo comparase con Dick o lo pusiera de ejemplo ¡Y lo mismo que en casa! Haciendo que Dick le lanzara una sonrisa de autosuficiencia, sobre todo, cuando estaba con esa horda de trogloditas a los que llamaba amigos y que idolatraban a Dick. ¡JA! se rio para sí mismo. Ya le gustaría ver la cara de todos esos (de sus amigos y profesores) que adoraban a su hermano, si vieran ahora al perfecto Dick dar explicaciones a papá. Aunque eso no debería alegrarlo, ir al despacho no era nada bueno. Él ya había tenido la mala experiencia de “charlar en el despacho con papá” en más de un par de ocasiones. Pero, aun así, eso era una novedad. Dick estaba metido en un problema y seguro uno muy gordo para que su padre lo mandase llamar al despacho. Jason frunció el ceño… no deberían llamarlo despacho, sino sala de tortura, tortura mental y física… ¡Que desgracia!… ¡Pobre condenado! pensó al ver el semblante de Dick que de pronto se puso pálido y quieto, sin embargo no pudo evitar comentar – El viejo te va a calentar – e hizo una señal con la mano que devolvió a Dick el color a sus mejillas, olvidándose del consejo de DIck de no llamar viejo a su padre, pero para Jason cualquiera encima de 15 era un abuelo.
-       Señorito Jason, esas no son palabras de un buen hermano – amonestó convenientemente Alfred, evitando un problema a Jason si su padre llegaba a oír esas mismas palabras. Además de evitarle una mayor vergüenza a Dick que se notaba afectado por aquello. Desde que llegaran sus hermanos y hasta ese momento, su padre había sido muy discreto y los castigos que se había llevado Dick había quedado fuera del conocimiento de Tim y Jason, pero nadie hubiera podido adivinar que la catástrofe llegaría por otro  lado
-      Pobre Dickie – manifestó Tim, todo preocupado, mirando a su tercer héroe ir al patíbulo con verdadera tristeza – ¿Papi le va a sonar en el culito? – preguntó Tim a Alfred que no supo que contestar
-     ¡QUE BURRO QUE ERES! – lo amonestó Jason. Efectivamente, Jason sentía que él era el único que tenía el derecho de llamar la atención a Tim, incluso antes que Batman y Alfred. Después de todo él lo había “criado” en el centro y Tim al oír el enojo en la voz de Jason se calló de golpe preocupado – ¿No ves que lo avergüenzas? – agregó causando un peor efecto en Dick que las primeras palabras de Tim y Dick se quiso morir, ese “que burro eres” sonó muy bien… a defensa, pero lo segundo no, lo avergonzó más
-     Cállate – le dijo enfadado y preocupado Dick, por mucho que le molestase los comentarios de los renacuajos, llevaban razón, “tener unas palabras” “a solas” y “en el despacho” era sinónimo de un trasero bien rojo y martirizado. ¡Ay, diablos! quería acercarse y estrangularlos y como que, empezó a avanzar hacia ellos
-     Señorito Grayson, no debería hacer esperar al señor Wayne – le aconsejó el mayordomo al ver las intenciones de Dick, Alfred tenía que cortar aquella situación de cuajo – y ustedes dos, creí decirles que la condición de que hiciera palomitas era que no quería ver ni una migajita en el suelo –dijo con falsa severidad, al ver aquel salón convertido en un campo minado lleno de comida desparramada en el suelo y las butacas de los niños –  ya están recogiéndolo todo – y aprovecho la situación para que limpiasen un poco al mismo tiempo que alejaba sus mentes curiosas de la conversación de Dick con su padre

-     No sé porque carajos tenemos criados si acabamos siempre limpiándolo nosotros –refunfuñó Jason a Tim que lo miró con asombro. No es que antes no lo hubiese oído decir malas palabras o responder, pero otra cosa era delante de un adulto. ¡Eso hasta él lo sabía!. Dick en cambio solo rodó los ojos, y movió un poco la cabeza, en esa casa todos sabían que ese tipo de comentarios siempre conllevaba a lo mismo, un buen retorcijón de oreja y la total ausencia de postre en las próxima comida incluso una enjabonada en la boca de pasar a la siguiente base – si voy a hacer su trabajo, quiero también su sueldo – y Dick decidió que ese era un buen momento para salir de allí,  seguro que Alfred le refrescaría la memoria a Jason sobre las consecuencias de su bravuconería. Y dicho y hecho, enseguida, no más, se oyó la confirmación de aquello, Jason hizo un gran Home-run (jonrón) esa noche – Auuuuuuuuuuuuuuuu mi oreja, Alfred, que me la arrancas, auuuuuu, ya lo recojo, yaaaauuuuu, ya – lo escuchó a la distancia.


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