sábado, 24 de diciembre de 2016

Sanha Dream inauguro contigo el amigo secreto



EL VIDEOJUEGO

N.A.: Muy feliz Navidad, Sanha. Gracias por sacarme una sonrisa siempre cuando más lo necesito. Tú sabes que tu regalo peligró este año xDD Me alegro de haber podido escribirlo al final, aunque haya sido a la carrera.

Que cada año la Navidad te envuelva en paz, amor y buenos deseos. Cuidate y ten un buen final de año <3 o:p="">

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-         ¡Pero papá, al menos escúchame! – protestó Alejandro, clavando los pies en el suelo con un pequeño pataleo que hubiera sido más propio de Kurt que de él.

-         Llevó escuchándote por lo menos veinte minutos, Alejandro, que es más de lo que me permite mi paciencia – le respondió Aidan. – Te aseguro que a estas alturas me ha quedado perfectamente claro lo increíblemente maravilloso que es ese videojuego, pero no te lo voy a comprar.

Aunque no estaba muy puesto en esas cosas, el videojuego ese era lo bastante popular como para que hasta yo hubiera oído hablar de él. Las tiendas estaban llenas de gente haciendo cola para comprarlo y Alejandro deseaba más que nada en el mundo unirse a ellos, pero papá no daba su brazo a torcer.

-         ¡Pero, ¿por qué no?! – insistió. – Si te he dicho que te lo pagaré y todo, cuando tenga dinero…

-         Que será nunca, si sigues gastando tu paga así de rápido. Pero ese no es el problema. Acaban de sacarlo, hijo, vale nada menos que cien dólares. ¡Cien dólares! Es una burrada por un jueguecito. Dentro de dos meses valdrá la mitad. Y aun seguirá siendo demasiado, pero te lo compraré entonces, si aun lo quieres.

-         ¡Pero dentro de dos meses ya nadie estará jugando, papá! – replicó Alejandro, exasperado al sentir que Aidan no le comprendía.

-         ¿Lo ves? Ahí está justo el problema: solo lo quieres por la moda. Dentro de dos semanas te habrás olvidado de él, y se sumará a la estantería de los videojuegos que están en tu estantería cogiendo polvo. Si te dejara, gastarías trescientos dólares al mes en comprarte esas cosas para luego desecharlas.

-         ¡¡No sirve de nada pasarte un nivel de un videojuego que no le importa a nadie!! – dijo Alejandro.

-         ¿No? ¿Es que acaso la idea de jugar no es para divertirse? ¿Ahora solo puedes divertirte si los demás admiran lo bueno que eres? – preguntó Aidan. – Mira, hijo, en un par de años me estarás dando las gracias por no dejar que gastes tu dinero, y el mío, ya de paso, de una forma tan tonta…

-         ¡No, con suerte en un par de años estaré trabajando y podré comprarme lo que quiera! – bufó Alejandro, y salió de la habitación dando un portazo.

Papá suspiró, pero le dejó marchar, sacudiendo un poco la cabeza.

- Tú entiendes mi punto, ¿no, Michael? – me preguntó.

Me tensé un poco, no esperaba tener que tomar partido.

-         Pues… Sí… Es decir, entiendo que te parezca una tontería comprar algo porque esté de moda…

-         ¿Pero? – inquirió Aidan, al notar por mi tono que me estaba callando algo.

-         …Pero en eso se basa en gran parte el ser adolescente. Y no por esa tontería de ser o no popular… No creo que a Alejandro le preocupe eso. Se trata de hacer amigos y conservarlos. Los amigos son como tu mundo cuando tienes quince años y para eso es importante tener cosas en común. Algo de lo que hablar, una afición compartida… Yo nunca he tenido muchos amigos, pero en el correccional pude ver cómo funcionaba: entró un chico que no había fumado un cigarro en toda su vida, pero la gente con la que se juntaba fumaba todo el día, y hacía trapicheos para poder conseguir un cigarro. Así que él comenzó a trapichear también, para sentirse parte del grupo. Alejandro al menos no te pide nada malo o ilegal, solo le gustan los videojuegos… Aunque luego se canse de él, seguro que a Harry o a Zach les gusta, es lo bueno de tener tantos hijos, nada se desperdicia.

-         No lo había visto así… - respondió papá, pensativo. Luego me dedicó una sonrisa. - ¿Cuándo te volviste tan maduro?

Miré al suelo, incómodo como siempre que me halagaba.

-         No me volví maduro, solo me contagié de tu cursilería – repliqué. Aidan soltó una pequeña risita. – Entonces ¿se lo vas a comprar?

Suspiró.

-         Al menos, me lo voy a pensar. Sé que creéis que ahora somos millonarios, pero tengo que tener cuidado en cómo empezamos a gastar el dinero, o nos veremos en la ruina muy pronto. Pasa a menudo cuando ganas mucho de golpe. Este mes ya le compré tres videojuegos, a mí me parecen suficientes. Además, si le compro eso a él, los demás pedirán otra cosa… Acaba de pasar la Navidad, caramba, pensé que iba a tener una tregua con lo de comprar caprichos.

No tuve nada que responder a eso, porque lo cierto es que me parecía que tenía bastante razón. Yo estaba acostumbrado a no tener de nada y sé que Alejandro tampoco había crecido con muchos lujos, así que él también terminaría entendiéndolo… O eso pensé.

Ese mismo día, por la tarde, Alejandro vino a buscarme al salón, en uno de esos raros momentos donde tenía la tele solo para mí. Enseguida supe que quería algo, porque se sentó en el reposabrazos del sofá, sin decir nada y sin pedirme que cambiara de canal, a pesar de que estaban dando en otra cadena ese programa que le gustaba sobre armar tu propia moto.

Esperé a que fuera él quien me dijera algo, pero en vista de que no se animaba bajé un poco la tele como para invitarle a hablar. Por fin, pareció darse por aludido y carraspeó un poco.

-         Oye… Alguna vez…mmm…alguna vez has…. – empezó, pero no se animó a continuar.

-         ¿Alguna vez qué? ¿He estado con una chica? ¿He probado marihuana? ¿He participado en una carrera de coches?

-         No, eso no… Aunque…¿lo hiciste? – preguntó con curiosidad.

-         Dos de tres – respondí, haciéndome el interesante, sin revelar cuáles sí y cuál no. - ¿Qué era lo que querías preguntarme?

-         Mm… ¿Alguna vez has querido algo con muchas ganas, aunque te hayan dicho que no lo puedes tener?

-         Creo que eso le ha pasado a todo el mundo.

-         ¿Y qué haces en esos casos? – inquirió, intentando sonar inocente.

Alcé una ceja, en lugar de responderle.

-         ¿Qué? ¿Qué dije? ¿Por qué me miras así? – protestó.

-         Si vinieras en busca de consejo hubieras ido a por Ted. Tú en verdad lo que quieres que diga es lo que estás pensando, pero no te atreves a decir en voz alta. – repuse.

-         ¿Y qué sería eso?

-         Quieres ese videojuego a toda costa, y si Aidan no te lo compra, quieres saber lo que haría yo para conseguirlo. Porque sabes perfectamente lo que haría yo, o al menos, la versión de mí que te has hecho en la cabeza.

-         ¿Y…qué harías tú? – preguntó, con un temblor en la voz.

-         Según tú, iría a la tienda y lo cogería. Sin pagar.

-         Yo no he dicho eso… - protestó, bajito.

-         Pero lo has pensado – repliqué. Me gustaba ver cómo se ponía nervioso.
-         Bueno…yo…

-         Así que, según tú, ¿soy un vulgar ladrón?

-         No… Pero… si buscara un ladrón en esta casa…digamos que no iría mal encaminado si empiezo contigo, ¿no? – preguntó, vacilante, con una media sonrisa con la que intentaba darse confianza a sí mismo. A mi pesar, se la tuve que devolver.

-         No, no irías mal encaminado – acepté.

-         Entonces, ¿me ayudarás? – preguntó, esperanzado.

-         ¿A qué exactamente?

-         Mm… a hacerme con el videojuego.

-         ¿A robarlo, quieres decir? Utilizar eufemismos es una señal de que no estás preparado para hacerlo  - le dije. Ni se me pasaba por la cabeza ayudarle en aquella estúpida idea, pero quería ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar.

-         No es “robar”… sólo sería un hurto pequeñito…Seguro que…que has hecho cosas mucho peores.

-         Yo no soy un ejemplo para nadie – medio gruñí. Mierda, de veras pretendía hacerlo. Y lo que era peor, pretendía que yo le ayudara. Estaba confirmando mis peores temores, y los que Aidan jamás se atrevería a expresar en voz alta: yo era una mala influencia para ellos.

-         Lo haré contigo o sin ti, solo pensé que tal vez querrías ayudarme – bufó, enfurruñándose como el crío que era.

-         Si lo haces tu solo te pillaran antes aún de que lo intentes.

-         ¿Lo ves? Más razón para que me ayudes. Sin ti estoy perdido – me dijo, el muy zalamero.

-         Repite eso.

-         Ya lo escuchaste….

-         Repítelo, o se lo digo a Aidan – amenacé.

-         Vale, vale…”sin ti estoy perdido”…

-         Uhm. En vista de que me necesitas tanto, quizá podría darte alguna clase…. Al menos de sigilo, porque déjame decirte, amigo mío, que haces más ruido que un elefante, y todo buen ladrón necesita ser sigiloso. Todo buen ladrón que no lleve armas, al menos, y ya te voy diciendo que mi estilo no es atracar.

-         Ni el mío – se apresuró a decir. – Estaba pensando, más bien, en cogerlo sin que lo noten…

-         Aham. ¿Y has pensado en esa curiosa etiqueta metálica que hace que suenen todas las alarmas? – pregunté, como restándole importancia.

-         Mm…podría llevármelo sin la caja. – aventuró.

-         Un videojuego nuevo, tan caro, estará dentro de una caja de plástico, de las que te tiene que abrir el encargado.

-         ¿Entonces? – preguntó, con aire derrotado, como dando la misión por imposible.

-         ¿De verdad lo quieres?

-         Más que cualquier otra cosa.

-         Entonces déjaselo al maestro – le dije. – Prepárate, que en un rato salimos.

Hacía mucho que no me disponía a robar en una tienda. Había cierta emoción en el acto en sí, como un subidón de adrenalina que podía llegar a ser adictivo. En momentos así, podía entender a los cleptómanos.

Mientras caminaba con Alejandro hacia el centro comercial, pensé en que nunca antes había hecho aquello con otra persona. Siempre había actuado en solitario. Tampoco había enseñado a nadie a coger cosas prestadas y no sabía si debía desear ser un buen maestro o uno pésimo. No terminaba de gustarme lo que estábamos haciendo, pero era cierto que Alejandro iba a intentarlo de todas formas, y que conmigo tenía muchas más posibilidades.

Pude ver como mi hermano se iba poniendo cada vez más nervioso, según nos acercábamos a la tienda.

-         ¿Cuál es el plan? – quiso saber.

-         Pensé que estaba claro: coger el videojuego.

-         Pero ¿cómo?

-         Muy fácil: le pedimos al encargado que nos lo venda.- respondí, con calma.

-         ¿Qué? ¿Ese es tu plan? ¡No tengo el dinero, pensé que eso estaba claro!

-         Y pensé que también estaba claro que la única forma de poder sacarlo de la tienda es que el dependiente nos abra la caja. Tú confía en mí. He hecho esto muchas veces. – le dije.

A partir de ese momento no hubo más preguntas. Entramos a la tienda, y Alejandro dejó que yo abriera camino, sin sacar las manos de los bolsillos y con una mirada que gritaba “culpable” a los cuatro vientos. Rodé los ojos y le di un pisotón para instarle a cambiar esa expresión. Me acerqué a uno de los dependientes.

-         Disculpe… Nos gustaría comprar el videojuego nuevo….¿Cómo se llamaba, Alejandro?

Alejandro balbuceó el nombre con voz temblorosa. El dependiente se puso visiblemente contento ante la perspectiva de una venta, así que nos acompañó al estante adecuado y cogió una de las cajas donde venía el juego. Entonces yo fingí interesarme por otro juego mucho más barato, de los que no tenían funda protectora porque no resultaba tan atractivo ni tan valioso. Era un juego de tetris, o algo así.

-         Ay, también quiero ese. A Cole le encantaría, ¿no crees? – le dije a Alejandro – Es nuestro hermano pequeño. Tenemos once, ¿sabe usted? – le sonreí al dependiente, con amabilidad.

-         ¿Doce hermanos? Va…vaya….Guau, eso es increíble.

-         ¿Verdad que sí? Eso dice todo el mundo. Eso, y que es una locura, pero la verdad es que…¡ay! – fingí tropezar, y le di un empellón al hombre. – Lo siento mucho…

Las dos cajas se cayeron al suelo y yo me apresuré a recogerlas.

-         Qué torpe soy….tome usted. En fin, nos llevamos las dos. ¿Cuánto es?

El dependiente escaneó las etiquetas para marcar el precio.

-         Ciento diez con cuarenta y cinco – respondió.

Metí mi mano en el bolsillo y luego la saqué, asegurándome de poner una cara de perfecta confusión. Empecé a palparme los pantalones.

-         Vaya…mi…mi cartera…me la he debido olvidar… Qué rabia. Bueno, volveremos en un rato ¿de acuerdo? Me la habré dejado en casa. Enseguida venimos a comprarlo. – le dije al vendedor.

-         Sin problemas, les espero aquí.

-         Hasta ahora – me despedí, y salí de la tienda tranquilamente, con Alejandro detrás de mí, visiblemente confundido.

-         ¿Cambiaste de opinión? Casi yo también…Me alegro de que no lo hayamos hecho – murmuró, cuando ya nos habíamos alejado un poco.

Entonces metí la mano en mi bolsillo, el mismo donde había buscado la cartera, y le enseñé el videojuego sin la caja. Alejandro abrió y cerró la boca como un pez.

-         ¿Cómo lo has…? ¿Cuándo se te cayeron? ¡No te quité la vista ni un segundo!

-         Y apuesto a que ese tipo tampoco. Hay que ser rápido con las manos. – le dije, y le enseñé su cartera, que le había quitado sin que se diera cuenta. - Es como un don, lo reconozco – me jacté. – La idea es hacerse el simpático con el tipo de la tienda, hacer que no sospeche de ti y cogerlo delante de sus narices.

-         Parece un truco de magia… - musitó.

-         Mis manos son mágicas – me reí.

-         ¿No me digas? Las mías también – replicó una voz a mis espaldas. Una voz que hizo que se me helara la sangre y la risa muriera en mis labios. No podía ser él...pero me giré, y efectivamente, era…

-         ¿Papá? ¿Qué haces aquí? – pregunté, con un hilo de voz. Por su expresión, había escuchado y visto suficiente como para saber lo que había pasado.

-         Estuve pensando en lo que me dijiste y como os fuisteis a dar una vuelta, decidí aprovechar para comprar el dichoso jueguecito y darle a Jandro una sorpresa. Pero la sorpresa me la he llevado yo.

-         Puedo explicarlo… - susurré.

-         Oh, y de veras espero que sea una buena explicación. Ahora dame eso. – me ordenó. Le di el videojuego sin dudarlo. – Escúchame bien: no te hago entrar ahí y devolverlo porque tienes antecedentes y si el tipo se pone idiota podrías terminar de nuevo en la cárcel por esta tontería. Pero me vas a esperar en la puerta y pobre de ti como te muevas. Alejandro, tú si vienes conmigo.

-         ¿Y si me meten en la cárcel a mí? ¿Es que no te importa?

-         Tú eres menor de edad, y yo respondo por ti. Como mucho me harán pagar por el juego. Y seguramente nos prohiban la entrada a esa tienda. – respondió Aidan.

Les vi entrar en la tienda y mientras les esperaba, se me empezó a revolver el estómago. Ya estaba, eso era todo. Lo único que Aidan jamás me podría perdonar era que transformara en delincuentes a sus hijos. Seguro que aquella vez era el final. Al menos no iba a hacer que me detuvieran, aunque siempre podía cambiar de opinión. ¿Debía salir corriendo? ¿Y si aquello era un trampa para entretenerme mientras avisaba al de seguridad?

Mientras mi mente intentaba convencerse de que Aidan jamás haría eso, él y mi hermano regresaron. Alejandro miraba al suelo, muerto de vergüenza, y Aidan parecía bastante avergonzado también.

-         Andando – me espetó, cuando llegó a mi lado, para indicar que caminara delante de él. 

-         ¿Qué…qué pasó? – pregunté, con algo de miedo.

-         Lo devolvimos. Se lo tomó bastante bien, si no hubiera aparecido habría tenido que pagarlo de su bolsillo.

Guardé silencio y me mordí el labio. Las respuestas de Aidan eran secas y su tono de voz bastante duro.

-         Papá…yo…

-         Hablaremos en casa. No quiero hacer un espectáculo en la calle.

Intenté aguantar hasta que llegáramos pero me estaba costando mucho. Nunca me había sentido así. En primer lugar, pocas veces me habían pillado con las manos en la masa. Pero además, sabía que lo que había hecho era una tontería. Había corrido un riesgo estúpido solo por quedar bien delante de mi hermano. Por ser como un héroe a sus ojos, con la única cosa en el mundo que se me daba bien. La única cosa en la que yo alguna vez podría ayudarle.

Seguramente lo había estropeado todo. Aidan ya no iba a tener más paciencia ni más oportunidades para mí. No iba a querer a un delincuente bajo su techo. Noté cómo los ojos se me llenaban de lágrimas y, aunque intenté contenerlas, algunas se desbordaron cuando parpadeé.

Por el rabillo del ojo, vi como Alejandro tiraba del brazo de Aidan, como para llamar su atención, y me señalaba. Escuché un suspiro.

-         Michael, ahora mismo estoy enfadado, pero se me pasará ¿de acuerdo? No tiene sentido que llores ahora. Ya sabías que lo que estabas haciendo estaba mal, ahora toca afrontar las consecuencias.

Asentí, sin mirarle, porque no era capaz.

-         Jolines, papá, ¿a eso le llamas tú consolarle? Un gorila habría sido más delicado – le recriminó Alejandro.

Aidan resopló, pero después sentí una mano en mi hombro, para que me detuviera y no siguiera andando. Papá me ofreció un pañuelo y me obligó a mirarle a la cara.

- ¿Por qué lloras, mm? Apenas te he dicho nada.

Moví la cabeza hacia un lado y hacia otro, sin saber qué decir y sin querer hablar para que no me temblara la voz.

-         Ay, si pensaras un poco antes de actuar… - se lamentó papá, y me frotó la nuca con cariño. – Vamos a casa, anda.

Caminamos hasta casa más o menos en silencio, pero cuando llegamos a la valla Aidan lo rompió.

-         Subís directamente al cuarto ahora ¿eh?

Alejandro respiró hondo, resignado.

-         ¿Al tuyo o al nuestro? – preguntó.

-         Uno a cada uno. Quiero oír la versión de los dos.

Obedecimos, y yo fui al cuarto de Aidan mientras Alejandro iba al nuestro. Papá tardó en venir, y al final deduje que había ido primero a hablar con Alejandro. Después de un rato, salí al pasillo a ver si escuchaba algo, carcomido por la curiosidad. La puerta del cuarto estaba entre abierta.

-         Es que yo lo quería… Sé que eso no te vale, pero es todo lo que te puedo decir….Quería tenerlo…- decía Alejandro.

-         ¿Tanto como para robarlo? Pensé que te había enseñado mejor, hijo.

Auch. Imaginé cómo le hizo sentir esa frase a mi hermano…

-         Y…y lo hiciste…Me alegré de haberlo devuelto, no se sintió tan bien como pensé una vez lo tuve…

-         Y encima hiciste que tu hermano lo robara por ti. – le reprochó papá.

Alejandro no dijo nada, pero aquello no me pareció justo. Abrí la puerta y me asomé, dispuesto a aclarar las cosas.

-         Él no me obligó a hacer nada. Probablemente jamás se le hubiera ocurrido la idea de coger lo que no es suyo de no estar yo en casa…- murmuré.

-         ¡E…eso es cierto! Al menos la primera parte… - repuso Alejandro.

-         Entenderé si quieres que me vaya – logré decir, mirando al suelo y apretando los puños.

Aidan se apartó de Alejandro y vino hasta mí. Colocó ambas manos en mis hombros y me apretó un poco para que levantara la mirada.

-         Del único lugar que quiero que te vayas es del cuarto, para poder hablar con tu hermano. Pero esta es y siempre será tu casa, hagas lo que hagas. Ya sé que él no te obligó, pero tampoco debes pensar que es culpa tuya. Es culpa de los dos. Tu pasado no importa aquí, importa lo que hiciste ahora.

-         Lo….lo siento mucho… - gimoteé. Aidan me dedicó una sonrisa cálida, de esas que me hacían sentir que mis cagadas estaban perdonadas aún antes de hacerlas.

-         Eso ya dice mucho de ti. Anda, espera fuera. Tengo que hablar con Alejandro.

-         Tienes que matar a Alejandro, quieres decir – corrigió él.

Decidí dejarles solos porque no quería ver nada desagradable, pero no me fui muy lejos. Pude escuchar perfectamente los fuegos artificiales.

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-         Au, papá… Ya entendí…

-         Estoy seguro de que entendías desde el principio, Alejandro. “No robar” es un principio bastante básico que me consta que te quedó claro desde los cuatro años, más o menos. Lo que quiero ahora es asegurarme de que no vuelves a hacerlo.


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-         No vuelvo a hacerlo…de verdad…


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-         No es justo, yo ni siquiera lo cogí, fue Michael…

-         ¿De quién fue la idea? ¿Quién lleva todo el día pidiéndome el maldito videojuego?

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-         Snif….ya no lo hago más…

Escuchar llorar a Alejandro era bastante duro. Sobre todo porque me sentía responsable de lo que había pasado. Yo tendría que haberme negado Tendría que haberle infundido sensatez, cuando me vino con la idea. Después de todo, era el mayor…

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-         Snif….ya papá….porfa…snif

-         Ya está, Alejandro. – dijo papá, y empezó a sisear suavemente, para calmarlo. – Shhhh, shh, ya está. No fui tan malo.

-         ¿Por qué no? – preguntó él, sin negarlo.

-         Porque a veces uno hace cosas tan tontas que no necesita que los demás le digan nada para entender que no debió hacerlo. Y creo que esta es una de esas veces.

-         Snif….De verdad que no voy a hacerlo más.

-         Yo sé que no. Vamos, ya no llores. Ven, dame un abrazo.

Papá siguió reconfortándole por un rato y yo no pude evitar pensar que Alejandro tenía que estar muy acostumbrado a estar sobre las piernas de Aidan para pensar que aquella vez “no había sido tan malo”. ¡Sí lo había sido! ¿A mí me iba a hacer lo mismo? No iba a tener que esperar mucho para averiguarlo, porque enseguida la puerta del cuarto se abrió, para dejar salir a Aidan.

-         Michael – pareció sorprenderse de verme allí, tan cerca. – Ven, vamos a mi cuarto.

-         No – protesté, bajito.

-         ¿No? – se extrañó.

-         No quiero… - musité.

Para mi sorpresa, soltó una carcajada, aunque no fue del todo alegre.

-         Ya me imagino que no. – me dijo, y pasó un brazo por mi hombro, como si quisiera al mismo tiempo obligarme a ir y darme ánimos para hacerlo. – Sabes que no puedo dejarlo pasar, enano. Y menos a ti. Tengo que conseguir que te mantengas alejado de problemas que pueden acabar contigo en la cárcel.

-         Pues eso te va a llevar mucho trabajo, es lo único que sé hacer…

-         Eso no es cierto. Sabes hacer muchas cosas. Esta mañana me ayudaste a entender un poco mejor a tu hermano. Tal vez ahora puedas hacer que te entienda mejor a ti – me dijo.

-         No hay nada que entender… Sólo… Quería ayudarle. Parecía importante para él, y nunca tengo oportunidad de ayudarle en nada…

-         ¿Eso crees?

-         Ha estado más años en el colegio que yo, así que no puedo ayudarle con los deberes pese a ser mayor. Cuando se mete en problemas siempre acude a Ted y cuando está aburrido prefiere chinchar a los enanos. Lo único que puedo enseñarle a Alejandro es a meterse en problemas…

-         Y por qué no mejor le enseñas a salir de ellos, ¿mm?  Has vivido muchas cosas, y eso también puedes enseñárselo. No tengas tan mal concepto de ti mismo, campeón. Nadie te juzga con más dureza que tú. – me aseguró Aidan.

-         No, solo soy sincero. Soy un delincuente, solo sé hacer cosas de delincuente.


-         No eres eso. No desde que estás conmigo, al menos, y no lo serás nunca a partir de ahora, porque no dejaré que lo seas. Eres mi hijo, y eso es incompatible con cualquier otra etiqueta. – sentenció. No fueron, ni de lejos, las palabras más cursis que Aidan me había dedicado, pero sí me impactaron especialmente, porque era como una promesa. La promesa de que no iba a dejar que me metiera en problemas.

-         ¿Es incompatible también con la etiqueta de “estar castigado”? – aventuré.

-         Mmm, no, me temo que con esa no.

-         Lo suponía…

Aidan hizo una curiosa mueca resultante de mezclar una sonrisa con un suspiro, y tiró un poco de mí para que me acercara.

-         Solo voy a decir esto una vez, porque es importante que lo entiendas… Una tontería como la de hoy, a ti puede salirte muy cara. Si te pillan reincidiendo pueden condenarte, cuando a cualquier otro se limitarían con darle un aviso o servicios comunitarios. Necesito que empieces a pensar más las cosas. Lo de hoy no fue un juego, Michael, es un delito.

-         Lo sé…

-         Pues si lo sabes, actúa en consecuencia. De lo contrario nos veremos en esta situación más a menudo de lo que me gustaría… - me dijo, y se sentó en la cama echándose bien para atrás. – Sácate la ropa, Michael…

-         ¿Toda? – me alarmé.

-         ¿Cuándo te hice quitártela toda? – replicó, rodando los ojos- Solo los pantalones.

Lo hice, mientras él murmuraba algo así como “este chico, con qué cosas me sale”. Dejé los pantalones a un lado de la cama y le eché una mirada suplicante con la que pretendía ablandarle un poco. No debió de surtir mucho efecto, porque tiró un poco de mí y me indicó que me tumbara.

-         No es justo, no tendrías que haber estado en la tienda… Tienes como una especie de sensor para saber cuándo me meto en líos – protesté. Tal vez sonara un poco infantil, pero no dejaba de ser cierto. Aidan siempre parecía saberlo todo.

-         Es un sexto sentido de padre – respondió – Lo entenderás cuando tengas hijos, y entonces yo podré relajarme y limitarme a ser el abuelito cariñoso.

-         Hum.

Papá frotó mi espalda por un rato, y cuando se detuvo supe que también terminaba mi tregua.

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Me mordí el labio. Alejandro no había empezado a llorar tan pronto. Y realmente podía aguantar sin llorar, pero tenía tantas ganas de hacerlo. Podía haberlo fastidiado todo con Aidan, aún no tenía del todo claro que no lo hubiera hecho…


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-         Au…


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-         Snif…snif….Aii – me revolví un poco, y Aidan apretó una mano sobre mi espalda, para sujetarme. – Ya está, papá…Ya está, no lo volveré a hacer…

-         Eso espero, Michael. No me gusta ser el malo, pero lo seré si tengo que serlo.


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Enterré la cabeza entre mis brazos, sin saber si había terminado o si iba a ser más duro conmigo de lo que había sido con Alejandro. Al parecer no, porque empecé a notar caricias por mis piernas y por mi espada.

-         Ya está….Ya puedes levantarte, campeón…

-         No quiero…snif…

-         Bueno, está bien. No tengo prisa – murmuró, y siguió con los mimos. La verdad era que me relajaban bastante…Respiré hondo un par de veces y me sentí mucho mejor. – No te me vayas a dormir ¿eh?

-         ¿Y qué pasa si me duermo?

-         Nada, pero mejor hazlo sobre la cama y así no te despierto cuando me levante – me dijo, y sin esperar respuesta me movió sin mucha dificultad y me tumbó sobre su cama. Cuando hacía eso me hacía sentir como si fuera de papel, o algo. A veces me parecía que jamás iba a tener su fuerza, ni aunque hiciera horas de gimnasio.

Temí que ahora que me había sacado de encima suyo se fuera, así que en un gesto involuntario le agarré la mano para que no se marchara. Me hizo quedar como si estuviera necesitado, pero tras mucho pensar llegué a la conclusión de que eso no era malo. Si Aidan iba a ser mi padre a todos los efectos, era perfectamente lógico y normal que lo necesitara.

-         Mi niño mimoso… - le oí susurrar. – Tenemos que hacer algo para dar una ocupación a esas manos inquietas, para que no se te ocurran malas ideas.

-         También tenemos que hacer algo para ocupar las tuyas – repliqué, con los ojos medio cerrados.. - Mimándome, por ejemplo.


Pude notar como papá intentaba contener su risa, para no despertarme. 

4 comentarios:

  1. ESPECTACULAAAAAR.... Pedir tu regalo y que se la dueña de la historia quien la escriba no tiene precio.. :)

    Definitivamente como que si me porte re-bien este año (aunque algun@s puedan refutar el argumento jajaja) porque mi regalo fue mas que excelente.. osea no solo cumplió lo pedido sino que fue mejor de lo esperado.

    Y si estuvo en peligro no se noto... Gracias Dream adoro que hayas sido mi TAS.

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  2. Genial Dream, sé que el regalo era para Shana, pero yo lo disfruté tanto como si fuera para mí. Y concuerdo con ella, no se noto para nada si lo escribiste a prisa, quedo padrísimo como siempre. ¡Feliz Navidad!

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  3. Ese par son mis favoritos de esta historia!!
    Te quedó muy bien Dream estuviste increíble!!
    Te deseó lo mejor!! Espero que estas vacaciones te ayuden a descansar y relajar un poquito!!
    Y bueno si no es mucho pedir ya deja salir a Michael mira que ya va a empezar el año y no es justo que se la pase encerrado!!

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  4. Ho Michael pobre pero que ideas tiwnwn esos dos también.
    Adore el capi

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