Chapter 19: El equilibrio del universo
La forma en la que
Peter se enteró del secreto de la familia no fue la mejor. Al menos, no fue la
que Chris hubiera escogido.
Chris se pasó el
resto del día buscando la manera de hablar con Peter y explicarle lo de la
magia. No era sencillo. ¿Qué iba a decirle? "Hola hijo, soy un brujo y un
luz blanca". Con Nick ni siquiera había pensado en las consecuencias: su
hijo se había hecho daño y el TENÍA que curarle. Y, aunque el chico se lo había
tomado bien, estaba muy extraño. Muy callado, y semiausente. Cuando le preguntó
al respecto, Nick sólo dijo:
- Las reglas del
mundo han cambiado. Tengo que adaptarme a las nuevas.
Antes de ocuparse de
Peter, quería que Nick terminara de asimilar aquello. Estar ahí por si el chico
venía con preguntas….aunque en realidad no le hacía preguntas. Como si no
quisiera pensar en todo lo de la magia. Quizá lo mejor fuera cambiarle de tema,
hacer que pensara en otra cosa. Y Chris sabía exactamente sobre qué hablar con
Nick. Aprovechó mientras los dos estaban juntos en la cocina, solos, cocinando.
- Aun no me has
dicho qué te paso ayer.
- Hormonas.
Adolescencia.
- Eso no te lo
discuto, pero te pasaba algo. Algo en concreto.
- No me pasaba nada.
Chris resopló. Al
final, por una cosa o por otra, Nick siempre acababa por no decírselo. Chris no
insistiría si la cosa se hubiera limitado a un par de gritos y malas
respuestas, pero es que Nick le había mirado como si quisiera matarle, y de
hecho le había empujado. ALGO le pasaba, y Chris quería asegurarse de que
quedaba solucionado.
- Nick, sé
razonable. ¿No crees que, si me dices qué pasaba, puedo intentar arreglarlo? Si
es por algo que he podido decir o hacer sin darme cuenta…
- Oh, si cuenta te
diste. Perfectamente.
- O sea, que sí que
te he hecho algo…
Chris pensó que eso
era un avance. Al menos Nick ya no negaba tener un motivo. Pero luego frunció
el ceño. ¿Qué había hecho él? Trató de pensar en el día anterior. Hasta el
momento del castigo todo había ido bien con Nick.
Nick por su parte,
pensaba de nuevo en esa mujer sin rostro, que iba a quitarle aquello tan
fantástico que tenía ahora: una familia. Y no cualquiera. Una familia de
brujos. Un ángel. Chris era un ángel, lo llamara él como lo llamara. Luz
blanca, linterna azul, daba igual. Era un ángel. Era la respuesta a las
oraciones vacías de dos niños pequeños que querían un salvador. Nick, en cierta
forma, ya veía a Chris como una especie de ángel antes de saber lo que era. Y
no iba a dejar que ahora viniera una mujer a quitárselo. Chris era SUYO, pero
aquello era demasiado infantil como para decirlo en voz alta.
- No vas a decírmelo
¿verdad?
- No – dijo Nick,
con firmeza. Chris suspiró. – Castígame si quieres, pero no te lo diré.
"Al menos no me
ha mentido" pensó Chris, que en realidad no tenía pensado castigarle. No
le parecía el mejor método de comunicación con su hijo: dime qué te pasa, o te
castigo. Pero decidió advertirle:
- Si vuelvo a hacer
lo que sea que te haya molestado, no podrás culparme. No puedo saber lo que te
molesta si no me lo dices.
Nick no dijo nada.
Siguieron cocinando en silencio, hasta que Chris recibió una llamada. Era Amy.
Chris no le había dado su número, pero como le había llamado desde el móvil, la
chica debía de haberlo guardado.
- ¿Sí? – dijo Chris,
al cogerlo.
- Hola, ojos azules
– saludó ella.
- Hola Amy – dijo
Chris, mientras removía la salsa con una mano. – Qué sorpresa.
- No te hagas
ilusiones. No te llamo para quedar, no tan pronto. Lo que pasa es que me dejé
una bufanda el otro día, en el P3. Hoy es Domingo y no abre, así que me
preguntaba si le podías decir a tu hermano que….
- No hace falta.
Puedo ir a por ella y acercártela en un momento.
- No quiero
molestar…
- No es molestia.
- Aun así, puedo ir
yo, si me dices dónde vives. Así conozco a esos hijos tuyos.
- Pensé que habías
dicho que no querías quedar – dijo Chris, riendo. Estaba tan enfrascado en la
conversación, que no se dio cuenta del cambio que se operó en Nick. Agarraba el
bol de metal con la ensalada de Peter como si quisiera aplastarlo.
- No es una cita, si
no vienes a recogerme. ¿Entonces voy o no? Bromas aparte, no quiero que te
pienses nada raro…
- No te preocupes.
Ven si quieres. Anota la dirección. – se la dijo, y después, tras pensarlo un
segundo, preguntó: - ¿Te apetece quedarte a comer?
Al otro lado del
teléfono Amy lo pensó. Quería decir "sí, sí, claro que sí", pero no
quería ser asfixiante. Ya había sido demasiado atrevida al pedirle que le
presentara a sus hijos en la segunda vez que se veían.
- Otro día. Hoy ya
he comido – mintió – Oye, muchas gracias.
- No hay por qué.
Nos vemos en un rato.
Chris colgó, aun
sonriendo. Pero volvió bruscamente a la tierra cuando Nick tiró el bol de
ensalada a sus pies. Chris se pensó que había sido un accidente, hasta que vio
su expresión.
- Recógelo – le
dijo.
- Recógelo tú.
- No voy a tener
tanta paciencia como ayer, Nick. O lo recoges ahora mismo o vamos a tener una
conversación que no va a gustarte nada.
El golpe que Nick se
había dado aquella noche estaba completamente curado gracias a sus poderes, así
que si tenía que castigarle, lo haría.
Nick se agachó, y
Chris pensó que iba a recogerlo. Estaba dispuesto a hacer como que no había
pasado nada, pero sin embargo, Nick se limitó a coger el bol, y a tirar por el
suelo la poca ensalada que había quedado en el recipiente.
- ¿Mejor así? –
preguntó con insolencia.
Chris suspiró.
- Nick, vete a tu
cuarto. Si recoges esto antes de irte, no iré a por el cepillo.
- Si quieres que me
vaya, ¿por qué no me orbitas?
Chris se sorprendió
porque usara aquella expresión. Indicaba dos cosas: que empezaba a hacerse con
lo de la magia y….¿que su enfado tenía que ver con lo de sus poderes? Estaba
casi seguro de que el problema de Nick era con Amy, pero eso no tenía ningún
sentido, puesto que él ni siquiera la conocía. Así que a lo mejor era por el
hecho de que Chris fuera brujo, aunque eso tampoco tenía mucho sentido, porque
habían estado bien hasta hacía unos momentos.
- No empecemos como
ayer ¿vale? Obedéceme. Vete a tu cuarto.
- No quiero. Y
tampoco voy a recoger esto. Hazlo tú. Chasquea los dedos, o algo.
¿Qué era aquello?
¿Le estaba probando para ver lo que podía hacer con sus poderes? Chris pensó
que, si le contentaba en eso que no le costaba ningún esfuerzo, quizá
consiguiera algo de colaboración por parte de Nick. No le costaba nada hacer
algunos trucos para él si con eso evitaba una pelea de dimensiones mayores.
- Ensaladera – dijo,
y orbitó el cacharro a sus manos. - ¿Lo ves? Puedo hacerlo. Pero no soy yo el
que lo ha tirado, así que venga, ve a por la escoba y barre esto. Ahora tengo
que hacer otra vez la comida de tu hermano.
El pequeño gesto de
magia había atraído la atención de Nick, que por un momento se olvidó de que
estaba enfadado, y casi hace lo que Chris le había dicho.
- No voy a hacerlo –
dijo Nick, testarudo.
Chris se mordió el
labio. Tenía que ir a por la bufanda de Amy….
- Nick, no sé si has
escuchado mi conversación, pero ahora mismo tengo que irme. Cuando vuelva tú y
yo vamos a hablar seriamente, y si esto no está recogido el cepillo hablará por
mí.
- Por mí como si no
vuelves – dijo Nick, que sólo buscaba una respuesta hiriente, para expresar su
enfado.
Chris tomó nota de
que, al menos, aquella vez estaba bajo control. Pero había una cosa que él no
sabía: con su advertencia de que tenía que irse, le había dado una idea a Nick:
si le daba problemas a Chris, él no podría cumplir el encargo de aquella mujer.
Era su oportunidad de conseguir que lo de su padre y esa desconocida terminara
aun antes de empezar. Así que, sabiendo que no estaba siendo razonable, pero
dándole totalmente igual, Nick empezó a tirar todo lo que había sobre la
encimera. La salsa….todo.
- ¡Nick! Pero ¿qué
pasa contigo?
Chris orbitó un vaso
para evitar que se rompiera, y el brillo asustó a Nick, que no se esperaba que
Chris usara su magia. Soltó un grito, que hizo que Peter les oyera y decidiera
bajar a la cocina. Mientras él bajaba, Nick seguía tirando todo lo que había a su
paso y huyendo de Chris.
- Nick, esto es tan
absurdo que ni siquiera es una pataleta. No sé qué pretendes conseguir, pero te
diré cómo va a terminar esto: tú sobre mis rodillas, y llorando.
- Si me vas a pegar
igual al menos voy a hacer que merezca la pena.
Chris se estaba
poniendo nervioso. Tenía que haber una forma rápida de acabar con aquello, pero
él no lograba verla.
- ¿Quieres….quieres
parar un momento y escucharme? ¿Qué narices ocurre? ¿Es por Amy?
- ¿Quién?
- La mujer con la
que salí ayer. ¿Estás enfadado por eso? No termino de entenderlo, pero si es
eso podemos hablarlo…Tengo derecho a salir con alguien si quiero ¿no crees?
- ¡No! – gritó Nick,
fuera de sí porque Chris había dado justo en el punto. Nick sabía que Chris
tenía razón y eso sólo le enfurecía más, porque invalidaba sus argumentos.
Cogió un vaso, y sin pensarlo lo tiró en la dirección de Chris. Chris no tuvo
tiempo de orbitarlo….usó la telequinesis para apartar el vaso….que fue a
romperse contra la puerta….que es donde Peter estaba desde hacía tres segundos.
El vaso estalló en
mil pedazos, y sólo uno de ellos fue a parar a la cara de Peter. No le dio en
un ojo ni nada parecido, pero le hizo un cortecito en la mejilla. El chico
había intentado cubrirse al ver que el vaso volaba hacia él, y permaneció así
un poco más, respirando agitadamente.
- ¡Peter! ¿Estás
bien? – preguntó Chris, asustado.
- ¿Qué ha sido eso?
– dijo Peter, con los ojos muy abiertos. – Él…él te lo tiró a ti
pero…pero…¿cómo has hecho eso? – preguntó con pánico. Había visto claramente
que el vaso le iba a dar a Chris, pero éste había mirado el objeto…y el vaso
cambio de dirección por completo.
Nick hizo la tercera
tontería del día, al ver una nueva oportunidad de hacer que Chris no pudiera
irse: que tuviera que explicarle a Peter lo de su secreto.
- Tiene magia,
Peter. Mueve cosas con la mente, las hace desaparecer…¡y puede curar!
Peter le miró como
diciendo "¿me estás tomando el pelo?" pero él había visto lo que
había visto. Y Chris no lo negó, aunque sí que pareció enfadarse por las
palabras de Nick.
- ¡Nick! Tú mismo
has dicho que buscara una buena forma de que se enterara. Ya estás en
demasiados problemas. ¿Es que te has vuelto loco? – gritó. Conforme hablaba
Chris se iba enfadando más - ¡Deberías pedir perdón por lo menos, me has tirado
un vaso a la cabeza! ¿Acaso buscas siempre la mejor forma de hacer daño a la
gente? Si la violencia no funciona entonces te pones a tirar veneno ¿no?
Desaparece ¿quieres? Vete a tu cuarto y no se te ocurra salir de allí hasta que
yo suba. ¡AHORA! – soltó un grito especialmente fuerte cuando vio que Nick iba
a replicar.
En esto llegó Leo,
preocupado por tanto ruido y gritos.
- ¿Qué pa…? –
empezó, pero Nick le empujó al pasar hacia su cuarto.
- ¡Nick! – gritó
Chris, que no estaba dispuesto a pasarle ni una – Nick vuelve aquí ahora mismo.
- ¿Qué me vaya o que
me quede? – preguntó Nick, rabioso.
- Cállate. Y pídele
perdón a tu hermano, que no te ha hecho nada.
- Si me callo no
puedo pedirle perdón.
Para bien o para
mal, Peter les interrumpió en ese momento, antes de que Chris pudiera hacer
algo de lo que se pudiera arrepentir.
- No has dicho que
no sea cierto.
- ¿Qué?
- No has dicho que
la magia no exista. Dilo.
Chris se mordió el
labio. No le podía mentir así, a la cara. No tenía sentido, además.
- Existe, Peter.
Es…una larga historia.
- Es una larga
mentira. Yo te he contado cosas que no sabe nadie, y tú me ocultas….esto –
dijo, señalando todo el desastre de la cocina, que en esos momentos estaba que
daba pena.
Chris, de todas las
cosas que podían molestar a Peter de que él fuera brujo, no había pensado en
esa. Pero se dio cuenta de que el chico tenía razón. Peter le había contado
todo, como él mismo había dicho, y él le guarda el único secreto que tiene.
- Peter, escucha…
- ¡No! – gritó el
chico, y se alejó de él. Chris reparó en ese momento en el corte de su mejilla.
- Tienes una herida.
Déjame que…
- ¡NO! – repitió. –
Aléjate de mí.
- No debes tener
miedo, sé que asusta pero…no es algo malo….
- ¡Me has estallado
un vaso en la cara!
- No era mi intención.
Tienes que creerme, hijo.
Leo estaba llorando
muy bajito. Había entendido lo suficiente: lo de la magia ya no era un secreto,
pero Peter creía que era algo malo. Leo sabía que la magia era buena si la
usaban las personas adecuadas. Tenía que demostrárselo a Peter, pero ¿cómo?
- Papá dice la
verdad. La magia no es algo malo.
Peter le miró, sin
saber cómo sentirse. ¿El niño era mago también? Al menos estaba claro, por lo
que había dicho, que sabía el secreto. No, si por lo visto todos lo sabían
menos él.
- Quiero creerte,
Leo – dijo Peter – Pero no es eso lo que he visto. Y si no fuera algo malo, tu
padre no me lo hubiera ocultado.
"¿Tu
padre?" Aquello dolió a Chris en lo más hondo. Peter acababa de negarle
como padre.
Leo en cambio, en
vez de hundirse, fue mucho más práctico. Cogió a Peter de la mano y le acercó a
Chris, dando pequeños tirones cuando se resistía.
- La mano, papá –
pidió el niño.
Chris estiró la
mano, sin pensarlo si quiera. Pero cuando Leo puso su mano en la mejilla de
Peter, supo lo que pretendía, y le curó el pequeño corte a Peter. El chico
abrió mucho los ojos cuando sintió su poder.
- Hace cosquillas
¿verdad? – dijo Leo. – Papá es medio luz blanca. No podría ser malo aunque
quisiera. No necesitas saber de magia para saber de eso. Tú sabes que no es
malo.
Peter se llevó la
mano a la mejilla, y notó que ya no tenía ningún corte. Pensó en las palabras
de Leo. ¿Cuántas veces había llegado él a la conclusión de que Chris era una
buena persona? ¿Acaso el hecho de que fuera mago cambiaba eso? Si se lo había
ocultado, sus motivos tendría. Tal vez tenía que proteger el secreto, o no
había encontrado la forma….o…."Peter" se dijo. "La magia existe.
Tu padre es mago, eso mola, y tú estás aquí perdiendo el tiempo teniendo miedo."
- ¿Magia? – preguntó
inseguro. Chris vio que estaba dispuesto a escuchar.
- Magia buena –
matizó Chris.
- ¿Con escobas y
varitas?
Pese a la mezcla de
emociones negativas que sentía Chris en ese momento, soltó una pequeña
carcajada.
- No. Pero si hay
pociones y conjuros. Y un libro.
- El Libro de las
Sombras – explicó Leo.
- ¿Y tú eres un
mini-mago, peque? – preguntó Peter, tratando de sonreír.
- Un mini- brujo –
aclaró el niño.
- Vale – respondió
Peter, algo en shock. - ¿Me lo vais a explicar?
- Todo – garantizó
Chris – Pero no ahora. Tengo que recoger esto, cancelar una cita, y asesinar a
tu hermano.
Nick se dio por
aludido. Había tenido la sensatez de estar callado en ese último rato y no pudo
evitar alegrarse al ver que Chris iba a cancelar su cita con Amy.
- ¿Lo ves? Al final
te he hecho un favor: Peter ya lo sabe.
- Nick, no creo
haberte dado permiso para hablar. No puedes decir nada salvo "perdón"
y "sí o no" cuando te haga una pregunta directa ¿entendido?
Nick se sorprendió
del cambió que se había operado en Chris. Cuando habló con Peter lo hizo de
forma dulce; cuando habló con él lo hizo de una forma dura que (aunque no lo
admitiría) le dio algo de miedo. Por eso respondió:
- Sí.
- Bien. Antes de que
viniera Peter te he dado varias órdenes. ¿Recuerdas cuáles son?
- Sí.
- Pues cúmplelas.
Nick se fue rápido
como una centella a por la escoba, y recogió aquello más rápido de lo que
parecía posible. Después, se fue a su cuarto.
- ¿Qué ha hecho? –
preguntó Peter, al ver que Chris estaba realmente enfadado. Al principio, había
pensado que Nick le había tirado el vaso porque se había enterado de la magia
de Chris, pero ahora tenía otra impresión.
- Romper todas y
cada una de las normas.
- ¡Guau! – exclamó
Leo – Está en un buen lío – le dijo a Peter, en bajito, aunque Chris lo oyó
perfectamente.
- ¿Por qué lo dices?
– preguntó Peter, aunque pensaba como él.
- Porque papá ha
dicho que no va a ir a su cita. Y creo que esa chica le gusta.
Chris se ruborizó un
poco. Pero ¿qué hacía su niño hablando de esas cosas?
- ¿Es eso verdad? –
preguntó Peter, sabiendo que les había oído.
- ¿El qué?
- Que has cancelado
la cita. Y ya que estamos ¿te gusta?
- Sí, la he
cancelado y….eso no es asunto vuestro.
- Vaya, sí que le
gusta – dijo Peter, sonriendo. – Punto para ti, Leo.
- Si ya habéis
terminado de divertiros a mi costa….¬¬
- Sólo nos alegramos
por ti, papá – dijo Peter.
Chris se alegró de
volver a ser "papá". Peter de hecho, actuaba ya como si todo
estuviera normal. Se dio cuenta de que había decidido confiar en él, y ser
paciente. Y aquello significaba mucho para Christopher.
- Te lo contaré
todo, te lo prometo. – le aseguró. Peter asintió, seguro de que lo haría.
- ¿Tenías una cita
hoy?
- Me ha llamado Amy.
Se dejó una bufanda en el P3, y va a venir aquí a por ella….la diré que venga
otro día.
- ¿Estás loco? Las
chicas odian que les hagan eso.
- Ahora no puedo ir…
- Pues dame a mí las
llaves del P3 – sugirió Peter – Es cierto que no puedo trabajar allí siendo
menor, pero no pasa nada porque vaya a por una bufanda ¿verdad?
- No, claro que no –
respondió Chris, dubitativo. Aun así, no las tenía todas consigo respecto a que
Amy fuera aquél día…
- ¿Se va a quedar a
comer?
- No.
- Mejor, porque creo
que se nos va a hacer tarde. ¿Me das las llaves entonces? – pidió Peter,
extendiendo la mano.
- En realidad…Peter,
puedo ir y volver en dos segundos.
- ¿Qué?
- Que puedo orbitar.
- ¿Orbi qué?
- ¿Recuerdas cuando
te escapaste? Digamos que….sí me teletransporté.
Peter le miró
realmente asombrado.
- Antes de que
vinierais, apenas usábamos el coche – explicó Leo.
- Increíble – dijo
Peter, pero en un tono de "Mooooooooola" que provocó una sonrisa en
Chris.
- En fin. Sí voy a
seguir adelante con lo de Amy no puedo quedarme aquí de cháchara. Peter, ¿me
harías un favor?
- Claro.
- Llévate a Leo a
dar una vuelta, y comer algo si queréis.
Peter entendió:
"vete de casa, que voy a tratar con tu hermano y ni a te gusta oírlo ni yo
quiero que lo oigas". Hizo una mueca, pero asintió.
- ¿Por qué tenemos
que irnos? – preguntó Leo.
- Porque papá quiera
estar sólo con la chica que le gusta – mintió Peter con naturalidad, y le guiñó
un ojo al niño.
- ¡Peter! – exclamó
Chris.
- ¡Dime que no es
verdad!
Los dos sabían que
ese no era el verdadero motivo. Chris se dio por vencido, y sacudió la cabeza.
Cuando los chicos se
fueron, Christopher suspiró. Fue al baño con pasos muy cortos, y cogió el
cepillo. Antes de entrar en el cuarto de Nick, le pareció escuchar sollozos.
Aquello le mató por dentro, pero no podía pasar por alto todo lo que Nick había
hecho. Llamó a la puerta y entró. Nick estaba de pie, apoyado sobre su mesa.
- ¿Qué haces ahí? –
tuvo que preguntar.
- Me vas a…dar unos
azotes – respondió el chico.
- Sí, pero en mis
rodillas, como siempre.
- Ayer…no.
Chris guardó
silencio. Decidió no decirle que no pensaba volver a utilizar el cinturón: si
el chico no lo sabía tal vez se mostrara un poco más prudente.
- Ven aquí – le dijo
solamente, y Nick obedeció. Pensó que Chris empezaría enseguida a castigarle,
pero su padre sacó un pañuelo y le limpió la cara. Había estado llorando. -
¿Más tranquilo? – le preguntó, y Nick asintió – No tienes que pasar de un
extremo a otro. No está bien que grites y tires cosas, pero jamás te pediría
que me esperes así, como si tuvieras miedo de provocar mi ira.
- Es que tengo miedo
de provocar tu ira – respondió Nick con un penoso intento de sonrisa nerviosa.
- Eso tenías que
haberlo pensado antes – le dijo Chris con calma. – Nick, no sirve de nada que
ahora te castigue si mañana vas a volver a hacer lo mismo. No quiero tener que
pegarte todos los días por el mismo asunto. Ahora lloras y me miras como un
cachorro arrepentido, pero ahí abajo me mirabas con odio y me has tirado un
vaso a la cara. Más allá de que sea tu padre, y me debas un respeto, eso no
puedes hacérselo a nadie. Es peligroso. Eres fuerte, Nick, y podrías haberme
hecho mucho daño. Hay cosas que no voy a consentirte, como que me grites o me
insultes, pero hay otras que directamente no pueden volver a pasar. No puedes
volver a agredirme, Nicholas. Hablo muy en serio. Nunca.
Nick resistió como
pudo aquellas palabras, sabiendo que eran ciertas. No podía empezar a llorar
tan pronto, cuando aun ni había empezado su castigo. Pero sintió una congoja
muy grande en el corazón, que iba más allá de la culpa y el arrepentimiento.
¿Qué querían decir las palabras de Chris? ¿Significaría que…si volvía a hacer
aquello….le echaría? Ya no tenía miedo de que le echara por ser adoptado, pero
los padres "de verdad" también echaban a sus hijos de casa….Pegar o
tratar de pegar a un padre era motivo suficiente para que lo hicieran. ¿Le
estaba dando Chris un ultimátum?
- Por favor,
perdóname – le suplicó.
- Eso siempre –
respondió Chris, algo sorprendido de la intensidad con la que habló Nick. Pensó
que aun quedaría en él algo de esa actitud desafiante que había tenido abajo,
pero eso parecía haberse esfumado.
- Yo… te compensaré
de alguna manera. Aun no sé cómo, pero lo haré.
Chris le subió la
barbilla con delicadeza. Le ponía nervioso que bajara la mirada así.
- Me vale con que no
vuelvas a hacerlo – le dijo. – Y de eso voy a encargarme ahora. Te diré lo que
voy a hacer para que no tengas miedo. Quiero que escribas mil veces cada una de
las normas que has roto, y que pongas como podías haber evitado romperlas.
Tienes mucho que escribir, y probablemente no hayas terminado cuando vuelva.
Cuando vuelva, te voy a dar unos azotes. Con el cepillo. Te prometo que no voy
a utilizar el cinturón si no me obligas a hacerlo. Y… Nick, si tengo que usar
el cinturón…no irás a Disney Land con el tío.
Nick abrió mucho los
ojos, pero asintió. Pensaba hacer exactamente lo que le habían dicho. No iba a
dar motivos a su padre para que se enfadara más.
- ¿Tienes algo que
decir? – preguntó Chris.
- ¿Te vas a ir?
A Nick le había
extrañado ese "cuando vuelva".
- Al P3. Voy a
orbitar, así que tardaré muy poco. Pero luego va a venir Amy un momento, a por
su bufanda. No salgas de tu cuarto salvo para ir al baño. Y si tienes hambre,
hay ensaladilla en la nevera.
Chris se fue del
cuarto de Nick, dejando el cepillo en la mesa del chico, y sorprendido de haber
sido capaz de ser tan frío. Había deseado abrazar a su hijo, como hacía
siempre, no importaba lo que hubiera hecho, pero quiso asegurarse de que Nick
le tomaba en serio, y por eso había sido correcto, pero implacable.
Nick echó de menos
ese abrazo, y se lo hubiera pedido de no ser por lo último que Chris le había
dicho: Amy. Después de todo, iba a verla. Nick había pensado que se había
salido con la suya. Que Chris no tendría más remedio que cancelar sus planes
por quedarse ahí, lidiando con él. Pero no. Todo lo que había hecho no había
servido de nada. Nick volvió a sentir crecer la furia dentro de él, y eso sacó
su espíritu rebelde. Se sentó a copiar como le habían dicho, pero en el papel
sólo escribió una cosa:
LA ÚNICA NORMA QUE
HE ROTO ES LA MÍA, LA DE NO ACEPTAR ÓRDENES DE NADIE. QUE TE JODAN.
Acto seguido, y
cuando estuvo seguro de que Chris se había ido de la casa, se fue él también,
pero para no volver. No hacía tanto desde la última vez que había vivido en la
calle. Podía hacerlo, y lo haría.
Mientras tanto,
Chris orbitó al P3 y buscó la bufanda. Estaba en un armario de objetos
perdidos: la abrían encontrado Jeff o Phil o alguno de los otros camareros.
Chris la cogió y orbitó de vuelta a su casa. No habría tardado más de dos
minutos, pero decidió no subir al cuarto de Nick. Era mejor dejarle sólo.
Subiría después de darle la bufanda a Amy. Si hubiera subido, se hubiera dado
cuenta de que la habitación de su hijo estaba vacía.
Cinco minutos
después, llamaron al timbre. Chris fue a abrir la puerta.
- Me ha costado
llegar hasta aquí, ojos azules. No me oriento muy bien – confesó Amy, a modo de
saludo. Lucía una sonrisa, y estaba muy guapa. Chris trató de corresponder a su
entusiasmo y saludó con un "hola Amy" que no debió de ser nada entusiasta,
porque ella le preguntó: - ¿Pasa algo? ¿He venido en mal momento?
- No, para nada
- Vale: he venido en
mal momento. Mientes fatal, ojos azules. No pasa nada. Ya volveré otro día.
- Espera, al menos
toma la bufanda.
Chris fue a por la
prenda y se la dio.
- Debería invitarte
a pasar y a tomar algo – reflexionó en voz alta.
- Con la cara de
preocupado que tienes dudo que lo hagas: me huele a crisis familiar. Escucha,
Chris. Antes de mí están tus hijos: lo entiendo. No pasa nada. No te librarás
de mí tan fácilmente. Nos veremos otro día. Y más te vale que se pronto, porque
ya puedo decir eso de "sé dónde vives".
Chris sonrió.
- Eres increíble, en
serio.
- Guárdate los
cumplidos: quiero un ramo de rosas – declaró, y se puso de puntillas para darle
un beso en la mejilla. – ¡Adiós, ojos azules! – exclamó y, se fue.
Chris cerró la
puerta pensando que esa mujer tenía algo especial. Aun no sabía si le gustaba o
no, pero estaba claro que le agradaba. Tenía dulzura, descaro y picardía, y
además había demostrado ser muy comprensiva.
Aun dentro delo que
había bautizado su "burbuja Amy", subió las escaleras y fue al cuarto
de Nick, a decirle que al final no había tardado tanto como había creído. Pero
en la habitación estaba vacía. Chris miró en el baño, pero tampoco. Volvió al
cuarto del chico, y vio el papel. Tuvo que sentarse, a asimilar tres cosas:
1) Nick le odiaba
2) Se había escapado
3) Probablemente, no
iba a volver
Escondió la cabeza
en las manos, sin saber lo que iba hacer. Tenía que encontrarle, pero….¿cómo?
Nick estaba sentado
en un banco de la calle, pensando que debería haber dejado otro tipo de nota.
Que si aquellas eran las últimas palabras que le decía a Chris, tendrían que
haber sido más amables y sinceras. Algo así como "Te quiero, y hago esto
porque no quiero perderte a causa de una desconocida". Claro que, acaba de
perderle, pero por su propia culpa. No había hecho falta que Amy les separara,
porque lo había hecho él solito.
Se pasó aquella
tarde llorando en aquél banco. La gente le miraba al pasar y no decía nada. Una
señora intentó ayudarle, pero él no se dejó. Siguió allí, llorando hasta
consumir las lágrimas. Se hizo de noche, y se quedó en aquél banco. Dormitó,
helado de frío y lleno de pena. Además, tenía hambre, pero no se había llevado
dinero y no estaba de ánimos para intentar robar. Tal vez lo mejor fuera
dejarse morir de hambre. Total ¿qué le quedaba? Acaba de tirar su vida, una
vida que empezaba a ser maravillosa, por la borda. Ya ni siquiera volvería a
ver a Peter, que siempre había estado con él. Incluso cuando se escapaba del
orfanato, lo hacía pensando en volver algún día a por él. Pero aquella vez no
podría volver.
Chris no lo estaba
pasando mucho mejor. Peter y Leo volvieron, y cuando les contó que Nick se
había ido, quisieron ir a buscarle. Pero Chris les dijo que se quedaran por si
volvía, y fue a él. Le pidió ayuda a Wyatt, pero no lograron encontrarle. Peter
les dijo que no habría ido a ninguno de sus sitios habituales, porque lo que
quería era que no dieran con él, y tenía razón. Volvieron a casa, pero Chris no
durmió nada. Sabía que Nick había dormido en la calle con anterioridad, pero no
dejaba de pensar en su hijo, sólo y helado, y en lo que podría pasarle. A la
mañana siguiente fue él quien se quedó en casa por órdenes de Wyatt, por si Nick
volvía. Chris estaba como ausente, así que aceptó casi sin saberlo. Wyatt fue
con Leo a buscar a Nick, y Peter fue por su cuenta. Y Chris se quedó mirando a
la pared, con una sola palabra en su cabeza: Nick.
El amanecer encontró
a Nick con nuevas lágrimas. Había olvidado lo duro que era estar sólo. Se había
acostumbrado a tener un padre, una familia, tan rápidamente…Chris probablemente
no le iba a echar mucho de menos: su último recuerdo suyo sería cómo había
intentado romperle un vaso en la cara. Y aquella nota tan horrible. Esto estaba
pensando, cuando un coche de policía se frenó delante de él.
- ¿Eres Nick
Haliwell? – preguntó uno de los agentes, al bajarse.
- Soy Nick –
respondió el chico. Aquél no era ya su apellido, si es que había llegado a serlo
alguna vez.
- Es él – dijo el
agente que iba con el primero – Es clavado a la descripción que dio su padre.
- Vamos chico. Tu
familia está preocupada – dijo el primer agente, y le tendió la mano como para
ayudarle a levantarse. Nick le dio la mano, desganado. Sin oponerse pero sin
colaborar.
- ¿Me llevan de
nuevo al orfanato?
- ¿Qué? Te llevamos
a casa. Tu padre lleva llamando cada cinco minutos desde hace dos horas. Y tu
tío se ha personado en la comisaría, sin importarle las 24 horas necesarias
para denunciar una desaparición.
A Nick le costaba
creerlo, pero era bonito soñar que era verdad. Se fue con aquél agente sin
decir nada, y tampoco abrió la boca en el coche policial. El vehículo se detuvo
delante de su casa y sólo entonces tomó conciencia de que estaba regresando.
Chris estaba en la puerta, y se tiró a él en cuando le vio. Le envolvió en un
abrazo asfixiante, y le levantó, como si Nick no pesara nada.
- Estás bien, oh
dios mío, estás bien. ¿Estás bien?
- Sí
- ¿Seguro?
- Sí.
- Sólo parece
emocionalmente desorientado, señor Haliwell. Y quizás haya pasado algo de frío
– dijo uno de los agentes. Chris les dio las gracias y les despidió sin dejar
de rodear a Nick con un brazo.
- No he pasado tanto
miedo en mi vida – dijo Chris, abrazándole – Y te lo dice alguien que se ha
enfrentado a los demonios más horribles del submundo.
- Lo siento – dijo
Nick. Ni siquiera había tenido que pensarlo: su cerebro, aunque no conectaba
del todo sus neuronas, sabía lo que tenía que decir porque se lo decía su
corazón.
- Se hizo de noche,
y no te encontrábamos y…pensé…pensé…Dios Nick, te quiero tanto…
- Lo siento –
repitió Nick, ésta vez más consciente. Chris parecía realmente preocupado. Y lo
que le había dicho le llegó al corazón. Le quería. Chris aun le quería, y él
había sido tonto por dudarlo. Los ojos de su padre no mentían: le quería. Pese
a todo lo que él había dicho y hecho, no le odiaba.
- No, aun no lo
sientes – le aseguró Chris, sonando de pronto mucho menos afectuoso. – Vamos,
entra.
Nick entró en la
casa, y no le cupo duda de lo que venía a continuación.
- Antes de que me
zurres, ¿puedo comer algo?
- En la cocina.
Leche y galletas. – dijo Chris solamente, y Nick caminó hacia allí. Nadie había
tenido hambre aquella mañana, y no habían desayunado. Nick se comió el desayuno
de tres personas.
- ¿Y Leo y Peter?
- Con Wyatt.
Buscándote. Le he enviado un mensaje. Va a llevarlos a su casa.
Aquella era la
primera semana de vacaciones de Navidad, y no había clases.
- ¿No quieres
testigos de mi asesinato?
- Me alegra que puedas
hacer bromas, porque yo casi me muero.
- No….yo….lo siento.
Sólo quería aligerar la tensión.
Chris suspiró.
- Estás en tantos
líos….
- Lo sé. ¿Seré libre
antes de los cuarenta?
- Me lo pensaré. Lo
que no te garantizo es que puedas sentarte. ¿Has terminado?
- Sí.
- Ve a lavarte los
dientes, y luego espérame en tu cuarto.
Nick se levantó,
obediente, y se dispuso a salir.
- Nick – llamó Chris
antes de que se fuera. El chico se giró – Te quiero.
Nick no tuvo que
pensarlo antes de responder:
- Yo también.
Subió a su cuarto y
esperó, sentado sobre la cama. Chris tardó un rato en subir. Respiró hondo
varias veces, se dejó bañar por la idea de que su hijo estaba bien, y en casa,
y luego pensó en todo lo que Nick llevaba acumulado. Lo del día anterior ya era
de por sí una gran cagada, y a eso le había sumado un intento de fuga. Chris
subió al baño, a por el cepillo, pero no lo encontró en el armario.
- Está aquí – dijo
la voz tímida de Nick, que le había oído subir y se había imaginado dónde
estaba su padre. Chris recordó que lo había dejado allí el día anterior. Sin
decir nada, fue al cuarto de Nick, y entró. Se sentó en la cama, y Nick se
levantó. Entonces, sin previo aviso, Chris comenzó a llorar. Nick no supo qué
hacer.
- Papá, no llores –
le pidió – No volveré a hacerlo, te lo prometo. Seré mejor hijo, pero no
llores.
Chris se limitó a
mover la cabeza a uno y otro lado, pero enseguida se calmó. Cogió el papel que
estaba sobre la mesa de Nick, y lo leyó en voz alta:
- "LA ÚNICA
NORMA QUE HE ROTO ES LA MÍA, LA DE NO ACEPTAR ÓRDENES DE NADIE. QUE TE
JODAN." Estas son las últimas palabras de mi hijo de dieciséis años, que
decide irse de casa sin avisar, sin llevar el móvil, sin llevar ropa y sin
llevar abrigo. ¿A dónde puede haber ido? Me pregunté, y te busqué. Por mil
sitios. Volverá, me decía. Cuando se haga de noche, volverá. Y si no daré con
él, como di con Peter. Pero no aparecías. Y pasaste la noche fuera. Y yo no
sabía qué pasaba por tu cabeza, qué te preocupaba, qué te daba miedo…por qué en
la nota sólo me decías "LA ÚNICA NORMA QUE HE ROTO ES LA MÍA, LA DE NO
ACEPTAR ÓRDENES DE NADIE. QUE TE JODAN" ¿Qué se supone que tengo que
sentir ante esto?
Nick tenía la
empatía suficiente para vislumbrar lo que le había hecho pasar a su padre. Las
palabras de su nota sonaron mucho más duras entonces.
- Tendrías que
odiarme – le respondió. – Lo entenderé si lo haces.
- No te odio. Jamás
podría. Pero esta nota me hizo pensar que tú sí. Mi hijo se fue, odiándome, y
aun no sé por qué. ¿Porque te iba a castigar? ¿Te fuiste por eso?
- No, yo…
- ¿Qué? Por Dios
Nick, dímelo.
- ¡Yo no quiero que
estés con Amy! – le dijo. - ¡No quiero que estés con nadie!
- ¿Por qué?
- Porque estamos
bien así, los cuatro solos. Una mujer lo complicaría todo. Te darías cuenta de
que te quitamos mucho tiempo. Ella no querrá estar con un hombre con tres
hijos, y Peter y yo volveremos al orfanato.
Chris resopló. Le
dolía la cabeza, pero ese era el menor de sus problemas.
- Si crees eso es
que me conoces muy poco. No estaría con nadie que pensara así. Y, para que lo
sepas, Amy sabe que existís, y no parece importarle. Aun no sé si voy a salir
con ella…Aun no sé nada, acabo de conocerla. Pero pase lo que pase, no voy a
olvidarme de vosotros por estar con ella, ni a devolver a nadie a ningún sitio.
No sois devolvibles. Sois mis hijos, por el amor de Dios ¿es que nadie lo
entiende?
Nick le miró
deseando creerle.
- Además, yo ya
tengo una madre. Ella…ella murió pero…iba a volver a por nosotros, ¡sé que iba
a hacerlo!
- Nick, aun en el
improbable y lejano caso en el que me case con ella o con otra mujer, no
sustituirá a tu madre. ¿No se te ha ocurrido pensar que yo tengo el mismo
dilema con el tema de mi esposa? ¿Y Leo con su madre? Él es más pequeño, y aun
así lo entiende. Ella no será nada que no queráis que sea. Pero, si ni siquiera
le das una oportunidad, nunca podrás llegar a conocerla.
Nick guardó
silencio. Su noche a solas le había dado otra perspectiva: Amy aun no había
hecho nada, mientras que él, por querer evitar que "nada" se
produjera, casi se separa de su padre de forma irremediable. Tal vez Chris
tuviera razón y tenía que darle una oportunidad.
- ¿Me estás diciendo
que todo esto…la escapada…los ataques de ira homicida…es por eso?
Nick asintió. Chris
no sabía si sentirse aliviado por haber averiguado el motivo o furioso porque
fuera tan caprichoso, infantil, egoísta y….crío. Una rabieta, pero de
adolescente.
- Está bien. Ya
hemos hablado suficiente. Ven aquí.
Nick se acercó a
pasitos muy lentos, y le miraba de forma extraña.
- ¿Qué? – preguntó
Chris, sin saber qué estaba buscando Nick.
- No tienes el
cinturón puesto – le dijo.
- Y tampoco lo tengo
en la mano. – le respondió, levantando el cepillo - Anda, ven aquí.
Nick se puso de él,
y dejó que Chris le bajara el pantalón. Se recostó en sus rodillas, y se
estremeció involuntariamente cuando Chris le quitó también el calzoncillo.
Chris respiró hondo, y comenzó. No importaba cuantas veces lo hiciera: Nick
siempre daba un respingo, y el siempre tenía que reunir valor para continuar.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- Ya hemos hablador
muchas veces del respeto, Nick.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
Nick comenzó a
gritar. Chris se quedó mentalmente sordo, aunque pudo notar que Nick lloraba en
las lágrimas que empezaron a mojarle.
- Nada de insultos
ni malas contestaciones
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Y nada de gritos.
Soy tu padre, y no puedes hablarme como lo hiciste.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Si te doy una
orden, la cumples. Se llama obedecer, y te ahorrará muchos problemas.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Nada de rabietas,
ni de tirar cosas, ni de romperlas.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- No puedes tirarme
un vaso a la cara. No puedes tirárselo a nadie. Nunca.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Y nos habríamos
ahorrado todo esto si desde un momento me hubieras dicho la verdad; lo que
sentías por lo de Amy. Habríamos hablado como gente civilizada.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
Chris se detuvo,
pero no habían terminado. Nick sabía que aun quedaba el asunto de su fuga, pero
estaba llorando mucho, y Chris sabía que había sido muy duro con él. Le había
dado ochenta azotes con el cepillo, y no pensaba pasar de ahí. Dejó el cepillo,
y continuó con la mano.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- No vas a volver a
escaparte.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Los problemas se
enfrentan, no se huyen
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
Nick había dejado de
gritar hacía un rato, y ahora sólo lloraba en silencio. Chris dejó de pegarle,
y comenzó a acariciarle la espalda.
- ¿Me prometes no
volver a escaparte? – preguntó.
- Sí ….snif….lo
prometo.
- ¿Qué vas hacer a
partir de ahora cuando te enfades?
- ….¿contar hasta
diez?
- Por ejemplo.
Cualquier cosa menos agredirme de nuevo. Nunca.
- Te lo prometo.
Chris siguió
acariciándole la espalda. Nick lloraba mucho y no hizo ningún intento de
levantarse.
- ¿Se ha acabado el
castigo? – preguntó Nick al cabo del rato.
- Sí. ¿Quieres
levantarte?
- No. Quiero llorar.
- Llora si necesitas
hacerlo, cariño. – le dijo Chris, aunque en realidad Nick no había dejado de
llorar en ningún momento.
- ¿Te vas a quedar
conmigo?
- ¿Qué quieres
decir?
- ¿Te vas a quedar
conmigo hasta que deje de llorar?
- Claro que sí.
- Entonces no voy a
dejar de llorar nunca.
- ¿Nunca, nunca? Te
vas a quedar sin lágrimas.
- Pues fabrico más.
A Chris le
enternecía cuando Nick se ponía en plan "niño pequeño". Era algo con
lo que podía tratar. Una forma de hablar con la que tenía práctica. Le acarició
la espalda un poco más, y notó que Nick intentaba incorporarse, así que le
dejó, y le abrazó en cuando el chico encontró una postura que no le provocaba
dolor. Chris no le pegaba en la parte baja del muslo; lo hacía así para que
pudiera sentarse, aunque aun así a veces le dolía.
- Nick, cuando me
vaya voy a llevarme le ordenador. Y tampoco habrá tele por dos semanas.
Nick no dijo nada.
- Y no quiero que la
tomes con Leo cuando te regaño. Es la segunda vez que le empujas sin que te
haya hecho nada.
- Pero no me regañes
ahora – protestó Nick, desde el hueco de su hombro.
- Perdona. Tienes
razón. – le dio un beso en la cabeza, y le siguió abrazando. Nick siguió
abrazado a él como un koala hasta que notó que el escozor que sentía se
mitigaba un poco. El dolor tardaría más en irse, pero era el escozor lo que le
hacía lagrimear.
- ¿Mejor? – preguntó
Chris, cuando notó que se calmaba. Nick asintió. – Mira que yo creo que a ti te
gusta que te castigue. No dejas de liarla y luego terminas media hora abrazado
a mí como si fueras un lémur en el último árbol del planeta.
- ¿De dónde te sacas
las metáforas?
- Algunas, de Leo.
Otras son de cosecha propia.
- No soy un lémur –
protestó. – Me gusta lo de "mi vida". Me lo llamaste ayer, cuando me
curaste.
- ¿Sí? - Chris no se
acordaba. La mayoría de apelativos le salían solos. - ¿Y no es un poco cursi
que te llame eso?
- También es cursi
que te abrace durante media hora y aquí me tienes.
- Oye, pues si
quieres te suelto…- empezó Chris.
- ¡No! – dijo Nick y
se abrazó a él con más fuerza.
- ¿Lo ves? Ya lo
decía yo: como un lémur.
- ¿Qué es un lémur,
vamos a ver?
- ¿Y tú eres el de
los dieces? Es una especie de mono. De Madagascar.
- ¿Con los ojos
grandes y saltones?
- Sí.
- Ya sé cómo son. ¿Y
yo te recuerdo a eso? – dijo, poniendo una mueca.
- Oye, que son muy
monos. Nunca mejor dicho, jaja
- Pasos de elefante,
abrazos de mono…Me vas a acomplejar.
- Y la tozudez de un
rinoceronte. No te olvides de eso. – dijo Chris, dándole un golpecito cariñoso
en la nariz. Nick sonrió. – Eso está mejor. Esa es la sonrisa que yo quiero
ver.
Nick jugueteó con
los botones de la camisa de Chris en un gesto que se estaba volviendo una costumbre.
- Gracias – dijo al
cabo del rato.
- ¿Por qué? –
preguntó Chris. Después de castigarle, esperaba oír muchas cosas, pero no
"gracias".
- Por perdonarme.
Por preocuparte por mí. Por no utilizar el cinturón.
- ¿Le tienes miedo,
eh?
- Es que duele mucho.
- Y a mí me duele
cuando buscas hacer daño con tus gestos y palabras. Lo de contarle a Peter lo
de la magia ha sido un golpe bajo.
- Lo siento. Pensaba
que si te hacía tener que hablar con él, no podrías ver a Amy.
- Geniecillo del mal
– dijo revolviéndole el pelo. – Escucha: esto es evidente pero…nadie puede
saberlo.
- Soy una tumba –
prometió, y luego se mordió el labio. - ¿Haces algún truco?
- Oye, que no soy un
mago de cartas ¬¬ Yo no hago trucos ¬¬
- Pues como se diga.
¡Haz aparecer algo!
Chris puso los ojos
en blanco. Decidió aprovechar para chincharle un rato.
- Examen – dijo
Chris, y algo salió de la mochila de Nick.
- No, no, ¡espera!
- ¿Creías que no iba
a verlo? Tienes un hermano demasiado cumplidor, Nick. Peter me lo dio nada más
venir de clase el último día. – dijo, y miró el examen, de una de las
asignaturas que los chicos tenían juntos: español. – Caramba, un nueve. Ya ni
me sorprende. ¿Por qué no me lo enseñaste?
- Porque no es un
diez – dijo Nick, algo molesto consigo mismo.
- Nick, un nueve
está muy bien. Mejor que bien, en realidad.
- Pero no es un
diez.
- ¿Por qué tienes
que ser tan exigente en esto y tan….tan tú en lo demás? Enhorabuena, hijo. Es
una gran nota.
- ¿Y si no lo
hubiera sido? – preguntó Nick, volviendo a su juego de los botones - ¿Y si un
día traigo una mala nota?
- Si has estudiado
no pasa nada. Todos tenemos días malos. Si es porque pasaste de revisar un
examen, te castigaría.
- ¿Me pegarías?
- ¿Por un examen? No
lo creo.
- Pues orbita el
examen de Física.
A Chris le hizo gracia
que usara "orbitar" y "examen" en una misma frase. Hacía
que pareciera algo natural. Orbitó el examen, y miró la nota, dispuesto a no
enfadarse, fuera lo que fuera. Nick se lo había dicho por propia voluntad, ya
que a esa clase no iba con su hermano y él no hubiera tenido forma de
enterarse, y además acababa de castigarle. Sin embargo, cuando vio la nota, no
pudo hacer sino reírse.
- Nick, es un seis.
No es tu sobresaliente habitual, pero no es "malo".
- Pero podría haber
sacado más.
- Pues estudia más
la próxima vez.
- ¿Y ya está?
- ¿Qué quieres que
haga? No me parece tan malo. Además, aunque creyera necesario hacerlo, no me
quedan muchas cosas con las que castigarte. – volvió a darle un golpecito
cariñoso en la nariz.
- ¿Qué tengo que
hacer para que te enfades conmigo? – le preguntó Nick. La forma de hacer la
pregunta fue extraña, así que la reformuló – Tiene que haber algo que no seas
capaz de perdonarme.
- Que te hagas daño
a ti mismo – dijo Chris – Eso no te lo perdonaría.
- Y aun así, seguro
que no harías mucho más que lo que acabas de hacer.
- ¿Qué quieres
decir?
- Ayer…antes de
escaparme….pensé que me habías dado un ultimátum. "Si vuelves a ponerte
violento conmigo, te echo de casa", entendí yo, pero ahora no estoy tan
seguro de que quisieras decir eso.
- Nunca te echaré de
casa – le dijo, muy serio. - Nunca te echaré de mi lado.
- ¿Es porque eres
medio luz blanca? ¿Es lo que te hace ser tan bueno?
- No soy bueno –
dijo Chris – Soy tu padre, y te quiero.
Nick le abrazó.
- Si ya has
terminado con el momento mimoso…- empezó Chris, separándose con delicadeza – Me
parece que deberíamos ir a casa de Wyatt, a ver a tus hermanos. Saben que estás
bien, pero querrán verte.
- Vale.
Nick se levantó, y
se colocó los pantalones. Fue a por el abrigo, pero Chris le frenó.
- Espera. ¿Quieres
orbitar?
Nick le miró con
ojos ilusionados.
- Vale, qué
pregunta. Claro que quieres. Tengo que poner la mano en tu hombro. Eso es. Pase
lo que pase, no te separes de mí.
Chris y Nick
orbitaron, y aparecieron en casa de Wyatt. Nick no había estado allí, y
normalmente hubiera observado todo con curiosidad, pero se limitó a decir:
- ¡Otra vez, otra
vez!
Chris rió.
- Luego. Para
volver.
Nick estaba
encantado por la experiencia.
- Me alegra verte
tan contento, sobrino – dijo Wyatt, entrando en el cuarto. Se habían aparecido
en el salón. – Porque yo he pasado una noche horrible, pensando que te había
pasado algo.
- Lo siento.
- Y ya está. El
señor se va, hace que todos se preocupen, y luego dice "lo siento".
- Papá ya me
castigó….- musitó Nick, agachando la cabeza y conteniendo el impulso de
frotarse el trasero.
- Y seguro que fue
más bueno de lo que te mereces. Yo no quiero irme a Disney Land con alguien
así, que puede escaparse en cualquier momento.
Nick abrió mucho los
ojos y se entristeció, pero luego volvió a agachar la cabeza.
- Lo entiendo –
dijo, tratando de no llorar. De todos modos, su padre se lo había advertido, el
día anterior. Si seguía dando problemas le pegaría con el cinturón y se
quedaría sin viaje. Chris no había utilizado el cinturón, porque era bueno
aunque él dijera que no. Pero lo del viaje debía ser inevitable…
- Wyatt, no le hagas
sufrir – reprochó Chris. Entonces, la cara seria de Wyatt se convirtió en una
sonrisa, y se sacó algo del bolsillo. Eran tres billetes de avión.
- Creo que se acerca
el cumpleaños de dos gemelos. ¿Incluimos a tu hermano?
Nick le abrazó, muy
contento.
- Tenías que haber
visto la cara que has puesto – dijo Wyatt, divertido.
- ¡Eres malo!
- Te lo mereces. Lo
de que me has dado un susto era verdad. No vuelvas a hacerlo.
- Descuida.
- Si no, me pondré a
la cola para charlar con tu trasero ¿entendido?
Nick se ruborizó,
pero asintió.
- Y yo también –
dijo Peter, entrando en ese momento. Le dio un abrazo que casi le rompe – No
vuelvas a irte.
- No es la primera
vez que lo hago….- le dijo, como defensa. Le sorprendía que Peter estuviera tan
preocupado.
- No me lo
recuerdes. Nacimos a la vez, nos vamos a la vez. Somos un pack. Todo juntos.
Todo.
- Oye, a lo mejor
quieres la mitad de mi castigo – le dijo.
- No, ese es para ti
todo. ¿Dónde has pasado la noche?
Chris se sintió un
padre horrible por no habérselo preguntado él, mucho antes.
- En un banco.
- Estupendo. Para
ser tan listo, a veces tienes ideas de bombero.
- Y para ser mi
gemelo, nunca haces nada malo. Eso no puede ser.
Peter se ruborizó.
- En realidad…yo
venía a decir que he roto un jarrón, tío Wyatt.
- ¿Haciendo qué?
- Jugando con Leo.
- ¿Y no será más
bien que lo ha roto Leo? – preguntó Chris.
Peter bajó la
mirada.
- Tendría que
castigarte por mentiroso – le dijo Wyatt. – No pasa nada. Es sólo un jarrón.
- Ya se ha
restaurado el equilibrio del mundo – dijo Nick.
- ¿Qué quieres
decir?
- A mí me castigan,
y a Peter le dicen que no pasa nada. – dijo Nick, pero sonreía.
- Tú has hecho algo
más que romper un jarrón.
- Lo sé. Era sólo
por quejarme.
- Ahora sí que se ha
restaurado el equilibrio – dijo Peter – Nick quejándose. No aguantaba más esa
vocecita de niño bueno.
Todos se rieron,
aunque Nick no terminaba de verla la gracia.
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