martes, 19 de julio de 2016

CAPÍTULO 18: BARCAS



CAPÍTULO 18: BARCAS

Héctor intentó concentrarse en los niños y en seguirles el ritmo, pero no podía dejar de pensar sobre esa extraña sombra que había visto en las fotos. Por más que miró a Tizziano y a Clitzia desde varios ángulos, no volvió a ver esa mancha, de modo que casi se convenció de que era cosa de la cámara, que estaba estropeada. Sin embargo, una parte de él sabía que no era eso, así que no podía estar tranquilo…

La verdad es que la frenética actividad de los niños le ayudó mucho a dejar de pensar en la sombra. Tizziano no dejaba de correr y Héctor no quería perderle de vista, porque aquello era grande y podía perderse. Por suerte, pronto llegaron a una zona donde había puestos de comida y de baratijas. Tizziano se detuvo en seco frente a un puesto de palomitas dulces.

  • Déjame adivinar: quieres una bolsa. ¡Pero si acabamos de comer!

No es que el chico las hubiera pedido en voz alta, pero Héctor comenzaba a ser un experto en leerle el rostro. Tizziano se rascó la cabeza, avergonzado, y le sonaron las tripas como respuesta. ¿En serio tenía hambre? Héctor decidió que no volvería a infravalorar el estómago de un adolescente.

  • No tienes que comprarme nada… - murmuró Tizziano.

  • No hay ningún problema. Solo come con cabeza, y no con los ojos ¿eh? A ver si luego te va a doler el estómago. – le advirtió, y le compró una bolsa a la señora que las vendía. – Ten. Compártelas con tu hermana.

Les observó comer aquellas chucherías y luego pasearon junto a un gran lago donde había peces y barcas.

  • Por el otro lado hay cisnes – les explicó Héctor. La mirada de Cltzia le indicó que tenían que ir allí. Les llevó, contento de poder darles gusto en cosas tan sencillas y prácticamente se olvidó de la sombra, de las fotos y de todo.

Después de un rato observando los animales, Héctor les llevó a la cola para montar en las barcas.

  • Pero tendréis que remar conmigo ¿eh? Se supone que es lo divertido del asunto – les dijo.

Clitzia y Tizziano estuvieron de acuerdo y muy pronto llegaron al principio de la fila. Compraron los tickets y se montaron en una barquita de madera. No era nada sofisticado: solo una barquichuela rústica, pero precisamente en la sencillez estaba su encanto.

Al principio Héctor y Tizziano cogieron los remos, pero remaban con fuerzas dispares y la barca no avanzaba en línea recta. Así que finalmente cada uno de los niños cogió uno y remaron con vigor hasta que sus fuerzas se agotaron. Héctor tomó el relevo después, y ellos se dedicaron a hacer fotos con el móvil de Héctor.

  • Cuidado no se os caiga al agua…

Nada más decirlo, el móvil se escurrió de las manos de Tizziano, y cayó en el agua verdosa con un húmedo “plof”. El niño se quedó congelado y giró la cabeza lentamente, casi sin atreverse a mirar a Héctor.

Héctor maldijo interiormente de varias formas diferentes. Su móvil era resiste al agua, pero se había hundido, y por más que intentó alcanzarlo, no puso. Estaba ya en lo más hondo del lago. Le había costado mucho dinero, era uno de los modelos más caros del mercado. Respiró hondo y se repitió una y otra vez que había sido un accidente. No podía enfadarse con el chico.

  • Lo…lo siento…

  • No importa – masculló Héctor, entre dientes. No pudo evitar su tono molesto. Sabía que Tizziano no lo había hecho aposta, así que no quería pagarla con él, pero aun así le cabreaba la pérdida del móvil.

Tizziano percibió el enfado de Héctor y se encogió sobre sí mismo en la barca. Seguro que no le dejaba coger nada suyo nunca más.... De hecho, quizá hasta se arrepentía de haberles llevado a aquél paseo, o de haber traído a su casa a dos mocosos inquietos que rompían cosas.

El niño se sentía muy culpable, y tomó la decisión de intentar recuperar el teléfono. No nadaba demasiado bien, por no decir que no nadaba en absoluto, pero aún así estaba dispuesto a intentarlo. Se puso de pie en la barca para saltar.

  • ¡Tizziano, qué haces! ¡Siéntate, te vas a caer! – le dijo Héctor.

  • ¡Voy a intentar cogerlo!

  • ¡Ni se te ocurra, esto es muy hondo, y está prohibido meterse en el agua!

Tizziano le ignoró, y se inclinó para saltar de cabeza, tal y como había visto hacer en la televisión alguna vez. Le dio algo de miedo, sin embargo y más que saltar se dejó caer, por lo que dio de plancha en el agua, provocándose algo de dolor en la tripa. El agua estaba bastante fría y eso le recordó que tenía que mover las manos y las piernas, pero no tenía ninguna coordinación, y más que moverse, se hundía. Antes de poder darse cuenta, Héctor y Clitzia estaban tirando de él, para subirle nuevamente a la barca.

  • ¿Estás bien?

Tizizano asintió. Aparte de un poco empapado, estaba perfectamente.

  • ¿Pero cómo se te ocurre? ¡Esa agua está sucísima, además! ¡Y por lo que he visto no sabes nadar! ¡Grr! Mira, el empleado nos hace señales para que vayamos al embarcadero. ¡Nos van a echar! Muchacho cabezota… - regañó Héctor. Enfadado, le tumbó un poco sobre la barca y descargó su mano sobre el pantalón mojado del adolescente.

PLAS PLAS PLAS PLAS

  • ¡Ay! ¡Pica! – protestó Tizziano. – Solo quería recuperar el teléfono…

  • Te dije que lo dejaras, ¡caramba! – gruñó Héctor, pero luego le levantó, y le dio un abrazo, en parte para consolarle y en parte como agradecimiento. Tizziano lloriqueó, molesto, entre sus brazos. – Qué impulsivo eres, píccolo. Lo del móvil ya no tiene remedio. Ten más cuidado otra vez, y ya está. No pasa nada, me puedo comprar otro.

  • Pero no podemos comprar otro Tiz – apuntó Clitzia. Héctor la dio la razón con una sonrisa.

  • No te voy a perdonar nunca por pegarme aquí frente a un montón de gente – bufó Tizziano.

  • Uy, y agradece que no te bajé el pantalón. ¡Mira si te hubieras ahogado! Pienso enseñaros a nadar a los dos en cuanto pueda, es algo que tenéis que saber por seguridad.

  • ¿De verdad nos enseñarás? – preguntó Clitzia.

  • Claro. Es lo bueno de tener piscina en casa.

Tizziano siguió enfurruñado mientras devolvía la barca al embarcadero, pero luego, cuando el señor le echó la bronca a Héctor como si el incidente hubiera sido su culpa, el remordimiento sustituyó al enfado. Terminó de perdonarle en cuando Héctor les ofreció comprarles un helado. Parecía que de verdad se había preocupado más por él que por el móvil, y eso le hizo sentir especial y querido.

6 comentarios:

  1. ;w; Esto es cruel, muy cruel porque un en día me he quedado con ganas de más de dos historias diferentes! Jajajaja pero bueno, agradezco que al menos estas actualizando más! No me puedo quejar! :P

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  2. en serio reitero que sere tu sombra de actualizaciones

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  3. Genial, como es de esperar en todas tus historias

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  4. Bello capítulo... Me encanta Héctor! Lástima que son tan cortas y a cuenta gotas tus actualizaciones de esta historia en particular.

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  5. Ya extrañaba a estos niños y ese misterio que los rodea, deberías dejar de escribir tan bien, nos dejas con la pica no vaya a ser que un día nos pongamos todos de acuerdo y hagamos un viaje internacional y te raptamos para que sigas escribiendo jajajaj mi y buen capi

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  6. Dream por favooooor tienes que escribir más!!!
    Esto es un misterio que no lo puedes dejar así por mucho tiempo!!
    Es muy buena tu historia!!

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