martes, 10 de noviembre de 2015

CAPÍTULO 49: TAL VEZ LOS INTRUSOS NO SEAN TAN MALOS.



CAPÍTULO 49: TAL VEZ LOS INTRUSOS NO SEAN TAN MALOS.

Cuando Alejandro y papá se fueron arriba, abajo nos quedó cierto ambiente de tensión. Mis hermanos y yo sabíamos lo que iba a pasar y eso nos ponía incómodos, máxime teniendo en cuenta que Holly seguía allí, aunque en ese momento estuviera entretenida preparando los biberones con Bárbara. Por suerte, enseguida salieron con la leche ya caliente y eso nos distrajo a todos por un momento, mientras veíamos cómo los cogían los bebés. Holly ya sabía quién iba a darle problemas y quién no, y se centró en uno de los bebés que parecía ser el que peor comía de los tres. Era también el de tamaño más pequeño, que según creía se llamaba Dante.  Con una paciencia infinita y una técnica magistral, empezó a distraerle para que bebiera sin darse cuenta.

-         ¿No son lo más mono del mundo? – preguntó Barie, recostándose contra mí, y mirando a los bebés, embelesada.

-         Todos los bebés son monos. Tendrías que haberte visto a ti, con tus mofletitos y tu peinado de tazón. Papá no podía dejar de mirarte todo el día. Pensé que se le caerían los ojos.

Barie se ruborizó, con timidez. Dediqué unos segundos a recordar lo adorable que era cuando tenía uno o dos añitos. A veces me parecía que no había cambiado tanto, aunque hubieran pasado más de diez años. Seguía siendo mi hermanita pequeña.

-         ¿De qué habéis hablado Holly y tú, mm? – me moría de curiosidad.

-         Ah. Es secreto.

-         Uh. Qué feo es tener secretos con los hermanos – protesté, bromeando.

-         Mis labios están sellados. No te diré nada.

-         Jo.

La tiré flojito de uno de los bucles, como para manifestar mi indignación. Secretamente me gustaba mucho su pelo, pero me cuidaba de decirlo porque ella habría aprovechado para pedirme que la peinara a cada segundo, como hacía con papá. Adoraba que le tocaran el pelo.

-         ¿Tú crees que ella y papá se quieren? – consultó, entre ilusionada e insegura.

Miré a Holly de refilón, que en ese momento sonreía, distraída por sus propios hijos y mis hermanos más pequeños.

-         No lo sé. Tal vez sea pronto para eso. Las personas necesitan un tiempo para llegar a quererse.

-         Yo creo que no se necesita tiempo para quererse. Se necesita tiempo para atreverse a decirlo – contestó Barie, y pensé que tal vez tuviera razón. Yo había querido a Agustina prácticamente desde siempre, pero nunca le había dicho nada porque ella no estaba a mi alcance.

-         Papá parece contento cuando ella está cerca – apunté, como dándole la razón.

-         Espero que el estúpido de Alejandro no lo haya estropeado todo – murmuró, frunciendo el ceño.

-         No seas dura con él. Yo también creo que es un idiota, pero para él no es fácil. El recuerdo de su madre es muy especial para él, aunque sea algo de lo que apenas hablamos.

-         Y para ti el de la tuya.

-         Mi madre está muerta – contesté, tal vez con algo de insensibilidad al respecto, pero era simplemente porque ya estaba acostumbrado. Después de todo, nunca había llegado a conocerla, y aunque eso me dolía, en algunos aspectos era peor haberla tenido y sufrir su ausencia, como Alejandro. – Él tiene una especie de relación amor-odio con el recuerdo de su madre, y no está preparado para dejar que otra persone ocupe su lugar.

-         Pues debería, porque ya han pasado unos cuantos años. Esa mujer le abandonó: es con ella con quien debería estar enfadado, y no con Holly. Además, ya sé que no puede ser nuestra madre. Pero sí puede ser la de los enanos.

Pensé en lo dulce que Holly había sido con Kurt, y tuve que darle la razón a Barie: mis hermanos pequeños aún podían crecer con una madre. Incluso Barie podría llegar a verla así: ella era muy niña todavía.

-         Será mejor que no hagamos castillos en el aire – recomendé, con prudencia. Se llevaría una gran desilusión si las cosas no salían como ella esperaba.

-         ¡Pero sería tan genial! Papá no puede estar solo para siempre. ¡Y a Holly le gustan los niños, porque ella también tiene! No sé exactamente cuántos, pero eso no importa: aquí ya somos un pelotón de todas formas.

-         Creo que estás simplificando las cosas y siendo bastante optimista, princesa – respondí, reprimiendo una sonrisa por ese tono de convicción absoluta que había empleado.   – Holly tiene una familia grande también, y juntarnos a todos sería muy complicado. Además, hay muchas otras cosas que podrían ir mal, dejándonos a nosotros al margen. Puede que no funcionen como pareja, o qué sé yo.  Igual sólo quieren ser buenos amigos.

-         Eso lo dices porque eres hombre. Pero yo tengo intuición femenina y sé que se gustan. – replicó – Lo único que puede salir mal ahora es Alejandro. ¡Y eso que él siempre dice que papá necesita echar un…!

-         Eh, eh. No termines esa frase – la corté, alarmado. - ¿En serio ha dicho eso delante de ti?

-         Ted, tengo doce años, no cinco – protestó, rodando los ojos, como queriendo indicar que estaba familiarizada con esas expresiones. ¡Que aún era muy pequeña! ¡Y era mi hermanita!

-         Por eso mismo. Además, a papá no le gustará nada oírte algo así, así que no lo digas. Con un hermano en problemas ya es suficiente por hoy. Papá castigando a Alejandro no es exactamente lo que había planeado para su cumpleaños.

-         Se lo buscó él solo. Holly no es ninguna amenaza para su madre, simplemente porque su madre no existe, desde antes de que yo naciera. No sé a cuento de qué le da por eso ahora. – insistió, bastante molesta. Normalmente la empática era ella…

-         No creo que sea solo por lo de su madre. Es decir, sí es por ella, pero no porque la eche de menos y vea a Holly como una invasora, sino porque… ella le abandonó. Y Andrew también. Papá le dijo algo antes, cuando estaba enfadado… le soltó algo así como que no quería verle en toda la tarde. Y Alejandro puso cara de querer morirse. Creo que tiene miedo de que si papá sale con Holly, de pronto recuerde que no es nuestro padre sino nuestro hermano. – la expliqué.

Una parte de mí entendía perfectamente las inseguridades de Alejandro, porque las compartíamos. La vida de Aidan era muy complicada cuidando de nosotros y yo últimamente no le había dado más que problemas. Si Aidan formaba una nueva familia tal vez sintiera la necesidad de redefinir el lugar que yo ocupaba en ella. Al fin y al cabo, estaba a punto de cumplir dieciocho, y eso significaba que oficialmente dejaba de ser su problema. Él no me dejaría en la calle, claro, pero después de todo lo normal en Estados Unidos es marcharte a la universidad con dieciocho años, y dejar la casa de tu infancia, a veces para siempre. Nosotros nunca habíamos hablado mucho de eso, pero yo siempre había sabido que papá no tenía dinero para enviarme a una universidad en otro estado. Sin embargo, ahora eso había cambiado: tenía dinero, y a lo mejor quería usarlo para ir sacando hermanos de la casa. Los hermanos que salen, por los hijos que entran. Aidan mantendría relación conmigo a través del teléfono y con alguna visita esporádica, y poco a poco se iría olvidando, demasiado ocupado con sus nuevos hijos. Yo pasaría a ser “el hermano al que ves en vacaciones y en Navidad” y otro tendría el privilegio de ser su hijo.

Esperaba que no, pero era una posibilidad. De todas formas, estaba dispuesto a correr el riesgo, porque papá se merecía tener una vida propia. Era mi oportunidad para devolverle todo aquello a lo que había renunciado por cuidar de nosotros.  Con suerte mis demás hermanos se integrarían en la nueva familia y así tendrían la oportunidad de tener una madre.

-         ¿Tú crees que papá podría hacer algo así? – indagó Barie, de pronto preocupada - ¿Qué si sale con Holly ya no seremos más sus hijos?

La miré a los ojos, y sonreí.

-         Siempre seremos sus hijos, Barie. Alejandro se equivoca. Sólo es inseguro. – respondí, intentando sonar confiado.

-         Es tonto – matizó ella, mucho más tranquila.



-         BÁRBARA POV´S –

Si Holly ya me parecía increíble,  conocer a sus bebés la hizo perfecta a mis ojos. Eran absolutamente adorables, y encima venían por triplicado. Moría por poder pasar un rato con ellos, y más o menos lo hice a lo largo de la fiesta, aunque me daba miedo hacer algo que pudiera fastidiarla, ya que a excepción del idiota de Alejandro, todo estaba saliendo bastante bien.

Maddie no parecía tan entusiasmada como yo, pero no quiso decirme nada sobre Holly o sus hijos. Estaba algo gruñona y cuando se ponía en ese plan era mejor darla su espacio.

Cuando los invitados se fueron papá le pidió a Holly que se quedara un poco más. Casi no pude contener las ganas de saltar, de bailar, o de algo. Me dejó ayudarla a preparar los biberones, y vi que aquella era mi oportunidad para hablar a solas con ella. Cerré la puerta de la cocina y fui haciendo lo que me pedía, asombrada por lo llena que estaba la bolsa con las cosas de los bebés.

-         ¿Has hecho esto antes? – me preguntó.

Dije que sí con la cabeza.

-         Cuando Alice vino aún tomaba biberón a veces y a mí me gustaba prepararlo con papá.

Holly sonrió y quitó la tetina a uno de los biberones.

-         ¿Te gusta ser hermana mayor?

-         Mmm… sí. Me gusta estar en medio de tantos hermanos. Puedo ser pequeña o grande cuando quiera. – respondí, con sinceridad, y ella se rió. Me encantaba su risa.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, y yo me mordí el labio, porque había algo que quería decirle, pero no sabía cómo.

-         Me gustaste desde que te vi en el hospital – me atreví, al final. – Y noté que a papá también, así que… busqué tus datos y… te hablé desde la cuenta de papá. Tenía miedo de que él metiera la pata, o de que nunca te dijera nada.

-         Lo sé, él me lo dijo – me aclaró, risueña.

-         Pensé que iba a meterme en un buen lío, pero papá ni siquiera se enfadó. Eso quiere decir que de verdad le gustas.

-         ¿Ah, sí? – preguntó, intentando aparentar indiferencia, pero yo vi cómo se ruborizaba.

-         Le gustas mucho – aseguré. Tenía que decirlo yo, porque no sabía si papá iba a atreverse.

-         Él también a mí – confesó, en voz muy baja, pero lo bastante alto como para que yo pudiera oírlo.

En mi cabeza empezaron a estallar fuegos artificiales.  Eso era todo lo que necesitaba saber.

Terminamos con los biberones, y Holly fue a buscar a los bebés para que los tomaran. Fui a hablar un rato con Ted y él parecía entender a Alejandro bastante bien. A mí seguía pareciéndome medio idiota. Había sido muy cruel con Holly. De hecho todos parecían estarse olvidando de eso. Seguro que papá también le perdonaba como Ted, con todo aquello de que “sólo era inseguro”. Bueno, pues igual Holly también era insegura. Igual estaba cansada de que se metieran con su peso, justo como lo estaba yo. ¡Y a nadie parecía importarle!

Sentí la necesidad de decirle algo, ya que dudaba que Alejandro se dignara siquiera a disculparse en condiciones.

-         Siento lo que te dijo mi hermano…- murmuré.

-         ¿Uh? No pasa nada. No puedo esperar caerle bien a todo el mundo a la primera. Solo espero que no se haya metido en demasiados líos… Tu padre parecía enfadado.

-         Bueno, yo le he visto más enfadado todavía. Alejandro tiene una extraña habilidad para hincharle la vena del cuello.

-         Vaya. Pelean mucho ¿no? Los dos tienen bastante carácter… - dijo Holly.

-         Sí… aunque desde que llegó Michael no sé yo quién gana… o Harry… Ellos tres son los que más cobran – comenté. Luego reparé en lo que había dicho. – Quiero decir… que…ellos… que… nada, no quise decir nada.

La miré con recelo, sin saber si habría entendido el mensaje implícito en mis palabras. Por su expresión, que mezclaba la sorpresa con el horror y algo de confusión, deduje que lo había entendido perfectamente.

-         ¿Cobran? Es decir… ¿tu padre les…? Es una frase hecha ¿no? – preguntó al final.

Estuve tentada de decir que sí, y que me refería a que eran los que pasaban más tiempo castigados sin salir, o algo así. Pero una parte de mí sabía que no se lo tragaría, porque “cobrar” quería decir lo que quería decir, y porque si empezaba a pasar más tiempo con nosotros tarde o temprano se enteraría de cuáles eran los métodos de papá.

Mi silencio tuvo que ser bastante elocuente, porque ella entreabrió un poco la boca.

-         ¿Les pega? – inquirió, en un tono que expresaba pena, pero también preocupación.

De pronto mis uñas parecían muy interesantes. Fijé la vista en ellas como si tuvieran el poder de hacer que me tragara la tierra, que era lo que quería en ese momento.

-         No es… es decir… no te pienses cosas raras. Él sólo…No nos lastima. “Pegar” no es la palabra adecuada…

No quería hablar de eso. Me daba cuenta además de que poco había que yo pudiera decir para explicarlo sin que sonara a justificación. Era un tema difícil, y más para tratarlo con alguien a quien al fin y al cabo no conocía mucho, ni sabía su forma de pensar respecto a casi nada. No quería que pensara nada malo de mi padre y tampoco quería decir nada vergonzoso.

-         ¿A tus hermanos mayores también? – insistió. Puso énfasis en el “también”, supongo que porque era un tipo de castigo más normal con niños pequeños que con chicos adolescentes.

No tenía forma de saber qué estaba pasando por su cabeza en ese momento. Tal vez pensaba que mi padre era un monstruo maltratador de niños y que en ese momento tenía que ir a salvar a Alejandro…

Sin embargo, justo en ese momento Alejandro bajó, con lo que tenía que ser la peor disculpa de la historia,  y ella pudo comprobar que estaba vivo y saludable. Aún así, se la notaba angustiada y le preguntó con demasiado interés sobre cómo le había ido con mi padre. Como era de esperar, Alejandro estalló, muerto de vergüenza. Volvió a subir las escaleras, y algo me decía que no iba a bajar pronto.

…Yo lo único que había querido era que Holly se integrara en mi familia, y ahora probablemente la iba a hacer huir para siempre. Y encima Alejandro me guardaría rencor eterno.


-         AIDAN´S POV –

Estuve a punto de ir tras Alejandro, pero sabía que en ese momento quería estar solo, y que si le seguía solo conseguiría ponerle peor. El pobre tenía que estar muy avergonzado. Decidí darle su espacio por el momento, y no me quedó más remedio que enfrentar esa mirada como de desilusión en los ojos de Holly.

Cuando había castigado a Kurt frente a ella no me había mirado así, supuse que porque Kurt tenía seis años, y Alejandro quince.  Suspiré.

-         Chicos, no sé quién habrá sido, pero avergonzar así a vuestro hermano no está nada bien. –amonesté.

-         Fue sin querer, papi… - susurró Barie. Su expresión me hizo ver que estaba siendo sincera, y que, aunque había sido ella, no lo había ello para molestar a Alejandro.

-         Está bien, cariño… ¿Por qué no vais a jugar un momento al salón? Me parece que ha sobrado helado – sugerí. Era una forma poco sutil de pedirles que me dejaran un momento a solas con Holly. Los mayores parecieron pillarlo y se fueron, llevándose a los pequeños.

Cuando estuvimos los dos solos, no supe qué decir, pero Holly parecía estar esperando a que dijera algo.

-         ¿Qué… te dijo Barie, exactamente?

-         Que Alejandro, Harry y Michael son los que se meten en líos más a menudo.

-         Bueno… supongo que eso es cierto… es decir…los pequeños a veces no paran quietos, pero eso son más bien travesuras infantiles.

-         En realidad me dijo que a ellos les pegas más a menudo – matizó, con una repentina determinación en la voz y en el rostro.

-         Su…supongo – admití, algo acorralado.- Ya… ya sabías que… ya viste cómo fue con Kurt. Nunca les haría daño. Sé que… sé que pensarás que Alejandro es mayor para eso, y no espero que lo entiendas, pero…

¿Pero qué? “¿No me odies?” “¿No me juzgues?” “¿No te vayas?”.

-         ¿Fue… fue como con Kurt? – inquirió.

-         Bueno… fui algo más duro con Jandro… él es mayor, y no es la primera vez que hablo con él sobre respetar a las personas…

-         Pero… - noté que quería preguntar algo, y no se atrevía – Está bien, no es asunto mío.

Una parte de mí quería decir que efectivamente no era asunto suyo, pero otra deseaba su aprobación.

-         ¿Qué ocurre? – pregunté, con cierto temor a lo que pudiera escuchar.

-         Nada, no ocurre nada. Yo... de verás tenemos que irnos. Mis demás hijos me están esperando.

Me quedé embobado mientras ella comenzaba a buscar sus cosas, hasta que mi cerebro por fin reaccionó.

-         ¡Espera, Holly! ¿Te vas a ir así? ¿Por qué?

Vi que no iba a responderme, y en un acto impulsivo la agarré del brazo. En vez de tirar para soltarse, se quedó quieta, como derrotada.

-         Esto ha sido un error. Ya he conocido a alguien como tú, y…

-         ¿Alguien como yo? ¿Cómo soy? ¿Qué hice? ¡Te juro que no lo he lastimado! ¡Te lo juro por lo más sagrado! ¡Solo le di unas palmadas, por el amor de Dios!

Ladeó ligeramente la cabeza.

-         ¿Ah, sí?

-         ¡Sí! – exclamé, exasperado.

-         ¿Nada más? – inquirió.

Solté su mano, muy frustrado.

-         ¿De qué me estás acusando, exactamente? – pregunté, molesto y sin entender del todo cuál era el problema.

Pareció dudar unos segundos, pero finalmente hizo la pregunta que debía estarle carcomiendo.

-         ¿Con qué le pegaste?

-         ¿Cómo que con qué? ¿Pero tú te estás oyendo? – me noté algo más agresivo de lo que quería mostrarme, y aquella no era una pelea que hubiera previsto tener en la segunda cita.

-         Perdona… - murmuró. – Sé que no le harías daño, eso lo sé. Pero no sabía que fueras… tan duro con tus hijos. Mi hermano… él se crió así. Y mi marido era militar. Pero tú…

-         ¿Todo esto porque reprendí a mi hijo? Después de cómo te habló no se merecía un premio. ¿Qué cambia porque sea Jandro en vez de Kurt? Sé que es mayor, pero…

-         ¿Qué quiere decir que fuiste más duro con Alejandro? – insistió.

Suspiré, y respiré hondo. De perdidos al río…

-         ¿Qué es lo que crees que hice?

-         No lo sé… dímelo tú…

-         Subí a su cuarto, hablé con él, le castigué, y le di un abrazo. Pero es evidente que tú piensas que hice algo más.

Holly se sentó, pensativa. Al menos estábamos hablando, y no se había ido.

-         Mi marido también castigaba así a mis hijos. Era muy duro con ellos, y ahora mi hermano… Es una pelea continua, y siempre dicen que soy yo, que soy muy blanda, que les estoy malcriando… Lo que hiciste con Kurt… lo entiendo. Seguramente sea lo correcto, y no fuiste rudo con él para nada. De hecho me pareciste un dulce, y un blando, en el buen sentido de la palabra.

-         Con Alejandro no fue diferente. No soy un ogro, y no dirijo una cárcel… no soy duro con mis hijos, quiero creer que no…

-         Perdona. Perdóname. No he debido ponerme así.

Me acerqué mucho a ella y la miré a los ojos. Estaba comparando mi familia con la suya y algo me dijo que eso era un error. Que se estaba haciendo una idea equivocada sobre mí, y mi relación con mis hijos.

-         Si no te gustaba como tu marido trataba con tus hijos, ¿por qué no se lo dijiste? – pregunté.

-         Yo se lo decía, pero él no me escuchaba. Mi hermano tampoco.  Piensa que los chicos entienden mejor el cinturón que sus palabras. Pero a mí me parece una salvajada…

-         Espera. Espera, ¿qué dijiste? Vale… Ya entiendo por qué fue todo esto. ¿Piensas que… que yo soy como ellos? ¿Qué uso… uso eso con mis hijos? ¿Un cinturón? No. Nunca.  Ni hoy, ni nunca.

-         ¿No?

-         De verdad. Opino como tú: eso me parece excesivo. Tampoco creo que entiendan mejor un castigo que una explicación. Normalmente una cosa viene primero que la otra, y si no funciona, entonces es cuando les castigo.

Holly me estudió por unos instantes hasta que se relajó, por lo que deduje que me había creído.

-         Me alegro…

-         ¿Ya estoy libre de cargos? – pregunté, con cierta ironía - ¿Me absuelve Su Señoría?

Me divirtió su expresión confundida, y al final no pude evitar reírme. Ella se ruborizó, por haber sido tan incisiva conmigo, pero en el fondo me alegraba de que lo hubiera hecho: significaba que era la clase de persona que nunca me dejaría meter la pata con mis chicos.

-         Yo… es que pensé… No es como si tuviera derecho a juzgarte… Tú decides cómo educas a tus hijos…

-         Sí, pero eres libre de elegir el tipo de persona con la que quieres estar. Se aprende mucho sobre una persona por la forma en que trata a sus hijos – comenté – Espero que lo que descubras sobre mí te vaya agradando.

-         De momento así es – respondió, y me sonrió de una forma que me pareció ligeramente seductora. Nunca antes había visto esa expresión en su rostro y no sé si fue algo consciente, pero me turbó por completo.

Carraspeé un poco, intentando librarme del efecto de sus ojos cautivadores.

-         Se-será mejor que vaya a ver a Alejandro. Está en esa edad donde la intimidad es lo más valioso que tiene y debe de estar muy avergonzado.

-         Claro. Ve.

-         No te vayas hasta que vuelva – pedí, por si acaso.

-         Descuida. De todas formas, voy a llamar a casa, para ver si todo va bien – me dijo, sacando su móvil. Tomé eso como una señal de que no iba a irse todavía, y subí a hablar con mi hijo.


-         ALEJANDRO´S POV –


Nunca me había sentido tan humillado. Ni siquiera aquella vez que papá se equivocó y me dio la fiambrera rosa de Barie en vez de la mía, y todos mis compañeros empezaron a silbar y a gastar bromas porque llevara algo propio de una chica.

No iba a salir de mi cuarto nunca más. Desde luego no mientras esa mujer estuviera en casa, y tampoco después. Tampoco dejaría que Ted, Michael o Cole entraran al cuarto. No quería ver a nadie. Todos eran unos traidores y… ¡y seguro que había sido Ted el que se había ido de la lengua! Era probable que hasta lo hubiera hecho aposta. Grrr.

Para asegurar que nadie entraba, puse una silla en la puerta, como había visto en algunas películas. Hubiera echado el cerrojo, pero papá no consideró que necesitáramos uno.  

Poco después escuché que llamaban a la puerta.

-         ¡Largo!

-         Soy papá, Jandro.

-         ¡Me da igual! ¡Largo tú también! ¡Tú sobre todo!

Casi pude oírle suspirar, pero en lugar de dar media vuelta escuché cómo giraba el picaporte para entrar en el cuarto. El sistema de la silla no resultó tan eficaz como en la televisión, o tal vez es que yo no sabía hacerlo, porque la puerta se abrió sin mucho problema, corriendo la silla. Papá la miró alzando una ceja, y luego a mí, como preguntando “¿cómo ha llegado esto aquí?”, pero no dijo nada.

-         Entiendo que estés molesto, campeón. Siento mucho lo que ha pasado.

-         Sí, ya, ¡seguro! – bufé, con sarcasmo.

-         Claro que sí, Alejandro. Nunca ha sido mi intención hacerte pasar verguenza. No gano nada con ello. Entiende que no fue culpa mía: yo no le dije nada a Holly.

-         ¡Alguien se lo dijo! ¡Y no habría habido nada que decir si no me hubieras pegado en primer lugar!

-         Bueno, tampoco habría habido un castigo si no hubieras hecho nada para merecerlo – contraatacó.

Le eché una mirada envenenada y me contuve de decir algo que pudiera meterme en problemas. Como si le hubiera invitado a hacerlo, se sentó en mi cama con cuidado de no darse en la cabeza con la litera.

-         Sé que no vas a creerme, pero no tienes nada de qué avergonzarte. – empezó. Creo que no podría haber elegido peores palabras ni aunque se lo hubiera propuesto.

-         ¡No, claro que no! ¡Tan sólo hay una desconocida abajo que sabe que mi padre me puso sobre sus rodillas y me dio palmadas en el culo! -  le chillé. Tuve la satisfacción de ver como papá se ruborizaba.

-         Caramba hijo… -carraspeó un poco - … eres directo ¿no? Vaya… vaya forma de decirlo…

-         ¡Es lo que es! ¡Y ahora ella lo sabe!

-         Holly no va a decir nada ni se va a reír de ti. Nadie con dos dedos de frente lo haría. Te lo digo siempre, campeón: lo que debe avergonzarte son las malas acciones, no las consecuencias. Comprendo cómo te sientes, porque es algo que debería haber quedado entre tú y yo, pero…

-         ¡Pero nada! ¡Eres como esos padres que graban los castigos de sus hijos y los suben a Youtube, para reírse un rato de ellos con la excusa de darles una lección!

-         ¿Eso crees? ¿Crees que yo haría algo así? No entiendo por qué me culpas a mí cuando yo no quise que Holly se enterase.

-         ¡Ella no tendría que estar aquí, para empezar! – le gruñí. Sabía que no era del todo lógico culparle a él, pero me sentía mejor haciéndolo.

-         Ya hemos hablado de eso, canijo. – respondió, y me acarició las piernas, que era la parte de mí que tenía más cerca. – Cuanta más importancia le des a lo que ha pasado, más tendrá. Si bajas y haces como que no ha pasado nada, todo será más fácil y enseguida nos olvidaremos.

Pensé que en eso podía tener algo de razón.

-         Los demás se reirán de mí. – objeté.

-         Ya me encargaré yo de que no lo hagan. Pero tus hermanos no son crueles, Jandro.

-         ¿Quién fue el soplón? – le pregunté.

-         Fue un accidente. Nadie quiso molestarte.

-         ¿Quién fue? – insistí.

-         ¿Qué más da? – respondió. Supe que lo sabía, pero que no me lo iba a decir.

-         ¿Le has castigado al menos?

-         No fue con mala intención. – me aseguró – A alguien se le escapó, nada más.

-         ¡Así que soy el único al que castigas! Genial, me encanta lo justo que eres.  – protesté.

-         No seas así. No voy a castigar a nadie por irse de la lengua sin querer. Además, no eres el único. A Kurt también le castigué, y delante de Holly. Y él no se lo tomó tan mal.

-         Él tiene seis años y es retrasado.

-         EH. Eso no, ¿eh? Por ahí no – cortó papá. El tono amable que había estado empleando se esfumó – No digas esas cosas de tu hermano, y más cuando no son verdad. Vale que estés enfadado, pero Kurt no te hizo nada..

-         Vale… perdona…

No quería pelear más, ni ganarme otro castigo. Papá me sonrió: a veces parecía que lo único que quería de mí era la capacidad de disculparme si metía la pata. Me apretó la pierna con cariño y tiró de mí para que me levantara y me sentara a su lado. Me dejé mover, porque total papá no necesitaba mi colaboración para poder conmigo.

-         ¿Y qué hizo el enano para que le torturaras así? – curioseé.

-         Entró varias veces a la cocina, corriendo y sin cuidado.

-         Eres demasiado sobreprotector.

-         Prefiero ser sobreprotector y que mis hijos estén sanos, a ser más “guay” a tus ojos, pero que alguno se queme, o se corte, o le pase algo malo.

Rodé los ojos. Papá era muy “mamá gallina”. La cocina no era una mazmorra con trampas y pinchos mortales.

-         Vamos abajo, anda. No tienes que hablar con ella si no quieres. Pero aún sigue siendo mi fiesta de cumpleaños y quiero a todos mis hijos conmigo.

-         No te aproveches – me quejé, pero me puse de pie – Técnicamente tu cumpleaños pasó hace días.

-         Pero es hoy cuando tuve pastel – replicó.

No pude evitar sonreír un poco: papá era muy goloso, más que la mayoría de los adultos. Generalmente a partir de una edad los adultos no están interesados en las chucherías, pero papá siempre comía alguna de las nuestras. Y le encantaba el chocolate, y más en las tartas. Quizá por eso me gustara tanto también a mí.

-         Tendría que haberle dicho a Ted que pidiera al catering que sólo trajera pasteles. – bromeé. Papá tenía como un don para ponerme de buen humor.

-         Ahora que lo mencionas, tengo una pregunta. ¿Cómo habéis pagado todo esto?

-         Ted dijo que tenía dinero en su cuenta.

-         ¿Su dinero? Pero… ¡es por si alguna vez se queda sin gasolina! ¡O para la universidad!

-         Bueno, no es como si ahora pudiera usar el coche. En vez de enfadarte deberías darle las gracias. – le dije.

-         No estoy enfadado. Pero… pero no tenía por qué…

-         Es Ted – me encogí de hombros. – Cuando cumpliste treinta rompió su hucha para comprarte esas gafas de sol que tanto te gustaban.

Papá puso esa sonrisa de bobo que solía reservar para nosotros. Esa que me hacía pensar que era mejor andarse con cuidado, o un día nos comía poco a poco.


-         HARRY´S POV –


El problema de Alejandro era que tenía que empezar a usar más el cerebro. A mí tampoco me hacía gracia la forma en la que papá miraba a esa mujer, pero sabía que no iba a conseguir nada montando una escena como la que hizo él.  No, aquello había que pensarlo bien. Teníamos que unirnos y hacer un plan para impedir que esa invasora se infiltrara en la familia.

Cuando papá y ella se pusieron a hablar en privado, yo insté a mis hermanos a hacer lo mismo. Formamos un corro en el salón, y me aseguré de tener la atención de todos ellos.

-         Los tres clones no, ellos no pueden escuchar. – dije, y fruncí el ceño al ver que los tres bebés pelirrojos se nos habían pegado como lapas.

-         ¿Qué? ¿Por qué no? – protestó Barie - ¿De qué va esto?

-         Tenemos que formar un plan – les expliqué.

-         ¿Un plan para qué? – preguntó Zach. Para ser mi gemelo, era bastante tonto.

-         Para que papá no vuelva a ver a esa tipa.

-         ¿Y por qué íbamos a querer eso? -  dijo Barie - ¡Ella es genial! Es perfecta para papá.

-         ¡Estamos bien así, no necesitamos que esa mujer lo estropeé todo!

-         ¿Tú también? ¿Es que la estupidez de Alejandro es contagiosa? – preguntó Barie – Ted, dile algo.

-         Ted, tú te callas – le advertí, para que no se metiera.

-         ¡No le mandes callar! – dijo Barie.

-         Vale, ya basta, no os peléis – intervino Ted. – Nadie va a hacer nada contra Holly, si no quiere meterse en líos con papá, y también conmigo. Ella es buena, Harry. No es una amenaza para nadie.

-         Eso piensas ahora, pero….- empecé, pero entonces uno de los bebés se agarró de mi pierna. ¿Sabía que estaba poniendo verde a su madre, o simplemente le apetecía agarrarse ahí? Eso no era justo. Era demasiado mono.

-         “Lado” :3 – dijo el bebé.

-         ¿Qué? ¿Y eso qué demonios significa?

-         Creo que está pidiendo helado – tradujo Barie. – Es el único que ha dicho algo inteligente. Mejor vamos a comer helado y te olvidas de tus conspiraciones.

Se llevó a los enanos hacia la mesa de la comida y muchos de mis hermanos la siguieron. Grrrr. ¿Es que nadie más veía que nuestra vida podía cambiar drásticamente?

-         ¿Aún tienes hambre, tragón? ¿Después del bibe? – preguntó Barie, haciendo cosquillas al monstruito que llevaba de la mano.

-         No sé si deberíamos darle. Se puede poner malo – apuntó Cole.

¿Por qué todos estaban tan hipnotizados con esos bichejos? ¡Ni que nunca hubieran visto un bebé en su vida!

-         Sí, no creo que debamos darle más azúcar. Es muy pequeño, luego le dolerá el estómago – dijo Ted.

Busqué entre mis hermanos alguno que no tuviera la “fiebre de Holly y sus bebés”, y solo vi miradas desaprobadoras en Maddie y Michael. Me acerqué a ellos dos, para tantearles.

-         ¿Todos los bebés son tan pequeños? – preguntó Michael, con una cara de estúpido que me dejó claro que él no iba a ser el cerebro de la operación.

-         Esos ya están grandes  - repliqué. – No sé qué les ven todos. Aunque la verdad es que son bastante adorables…

-         No tanto. Uno de ellos me ha babeado antes – dijo Maddie.

-         Los bebés no son el problema, sino la madre – dije yo.

Maddie pareció estar de acuerdo.

-         Barbie está empeñada en que ella y papá terminen juntos, pero yo no veo qué tendría eso de bueno. – respondió.

-         Esa mujer ni siquiera se ha asustado al ver todos los que somos. ¿Es que no la importa salir con alguien que tiene doce hijos? ¿Está loca o solo quiere la pasta? – dijo Michael.

Me alegré de que al menos ellos dos estuvieran de mi parte. Sabía que también podíamos contar con Alejandro, así que ya éramos cuatro contra una.

-         Tenemos que alejarla de papá, pero hay que pensar bien cómo. Tenemos que hacer que se peleen por algo gordo… Algo que no puedan arreglar…- pensé, en voz alta.

-         Papá no estaría con alguien que nos hiciera daño o que nos tratara mal – señaló Maddie.

-         Ya, pero ¿cómo hacemos que ella haga algo así?

-         Bueno… tal vez si la enfadamos…

-         No la conocemos. No sabemos cómo enfadarla – dijo Michael.

Los ojos se me fueron hacia los bebés.

-         No sé si eso es cierto. Todas las hienas harían lo que fuera por sus cachorros. – les dije, y sonreí poco a poco, a medida que iba forjando una idea.

Maddie siguió la dirección de mi mirada, y frunció el ceño.

-         No, oye. No metas a los bebés en esto. No pienso hacerles nada.

-         Cálmate, no soy un monstruo. No vamos a hacerles nada malo, si hasta nos van a adorar – aseguré, y fui con los tres enanos. – Hola, peque. ¿Quieres eso? – pregunté, señalando el helado. Barie lo había puesto fuera de su alcance.

-         “Nena dishe ño” – protestó, con un puchero. Sonreí, y se lo acerqué. Le di un plato a cada bebé, y les acerqué también un vaso con  Coca-cola, pero de la que tenía cafeína.

-         Pero yo digo que sí. Tomad lo que queráis. ¿Queréis chuches? Están muy buenas. – les dije, poniendo un puñado de gominolas en cada una de sus manitas.

Los enanos me miraron como si yo fuera Papa Noel que venía a traerles regalos, y empezaron a comer.

-         ¡Eh, Harry! ¿qué haces? ¡No les des eso! ¡Les dará un subidón de azúcar! – dijo Ted, que fue el primero en verlo.  Forcejeó con los bebés para quitarles la comida.

-         Déjales en paz, Ted. Solo comen chucherías, no es tan malo…

Pero Ted siguió intentando alejar el azúcar de los bebés, y Barie y Cole acudieron en su ayuda. Los enanos se pringaron enteros mientras intentaban que no les quitaran el helado y entonces Ted hizo algo que yo no habría previsto para nada. Le dio a uno de los bebés en la mano, haciendo que este inmediatamente soltara el plato y se echara a llorar.

-         No… bueno… no llores… No… A ver… eres Tyler ¿verdad? Ya, peque, ya pasó, es que eso es malo para ti…. No te hice daño ¿verdad? – murmuró Ted, nervioso y angustiado. Cogió al bebé y le sentó encima de sus piernas. – Mira, ¿has visto mi silla? Tiene ruedas. ¿A que es chula? – teatralizó, intentando que el crío dejara de llorar. Sus berridos eran impresionantes, y sus hermanos empezaron a llorar también, por imitación.

Eso era incluso mejor que el subidón de azúcar. Holly se pondría hecha una furia al ver que habían hecho llorar a sus queridos bebés.

Justo en ese momento entró en el cuarto, alarmada por el sonido de los llantos.

-         ¿Qué pasó? ¿Por qué lloran? – preguntó, con preocupación maternal, pero sin enfado alguno, ya que no sabía lo que había pasado.

-         Bwaaaaa mamiiiii pupaaaaa – lloriqueó el que estaba encima de Ted, el que se llamaba Tyler.

-         ¿Pupa, mi vida? ¿Te caíste? – dijo Holly, con voz dulce, tomándole en sus brazos. Ted tenía cara de querer desaparecer.

El crío siguió llorando en lugar de responder, y Holly nos miró a todos, desconcertada, buscando una explicación.

-         Yo… yo le di en la mano. – admitió Ted. – Pe-perdón…es que… pensé que no debía tomar más pastel, y…

Ted se quedó mirando al suelo, como si estuviera esperando a que se abriera y se lo tragara, y Holly no dijo nada. Le habló al bebé con siseos y palabras suavecitas, dándole besitos en la mano.

-         Ya está, Ty, ya no hay pupa. Shhhh. Ya está, chicos, no pasó nada.

Los otros bebés sí se calmaron enseguida con la presencia de su madre, pero Tyler no. Él siguió llorando y Holly le llevó en sus brazos a dar un paseo por la casa, para tranquilizarle.

-         Soy cadáver… - murmuró Ted.

Intenté no sonreír, pero aquello estaba saliendo genial. Aprovechando que Holly y los demás estaban distraídos, serví otros dos vasos de Coca-cola, ya que los otros habían terminado por el suelo, y se los di a los bebés que no estaban en brazos de Holly. Eran vasitos de esos de plástico, que ellos podían sostener fácilmente, y bebieron un poquito, pero las burbujas no parecían terminar de gustarles. Supuse que de todas formas tampoco era necesario que bebieran mucho, dado su tamaño y edad.

Papá y Alejandro bajaron en ese momento, y casi se chocan con Holly y el crío.

-         ¿Qué le pasa? – preguntó papá, acariciando la cabeza del bebé.

Me quedé congelado, muy atento a la respuesta. Esperaba que Holly comenzara a gritarle y a acusar a Ted, y que empezaran una gran pelea, cada uno defendiendo a sus hijos.

-         Nada, que es muy golosito y no le gusta que le digan que no ¿verdad? Y por eso lloramos. Pero ya se nos pasa.

Grrr. ¿Es que no podía enfadarse como la gente normal?

-         Snif…snif… “teño pupa” – respondió el bebé. Costaba un poco entenderle, por su peculiar pronunciación infantil y la llorera que se había pegado.

-         ¿Ah, sí, bebé? Pobrecito. ¿Cómo fue la pupa? – preguntó papá, totalmente hipnotizado por el crío ese.

El bebé ya parecía más calmado. Holly le sonó la nariz y dejó que papá le cogiera en brazos, en vista de que el enano se dejaba y de que papá se moría de ganas. Lo levantó en el aire, y lo bajó con cuidado, haciendo que el niño sonriera.

-         Perdóname, Holly, por favor – suplicó Ted.

-         ¿Qué te perdone por qué? – dijo papá, antes de que Holly respondiera.

-         Es que yo… le di un golpecito al bebé.

-         ¿¡Que tú qué!?

Si papá se había enfadado cuando Alejandro le habló mal a Holly, ahora estaba en un nuevo nivel de furia. Ted se encogió en su silla

-         Le di en la mano…

-         Aidan, no te enfades con él, lo hizo con buena intención. – lo defendió Holly. ¡¡Le defendía!! ¡Se suponía que tenía que estar gritándole!

-         ¿Ah, sí? ¿Y qué intención es esa? – increpó a Aidan, mirando a Ted con cara de pocos amigos.

-         Yo… no quería que tomara más azúcar… pensé que era malo para él…

-         ¿Qué están bebiendo? – preguntó Holly, de golpe, reparando en los otros bebés. Se agachó a su lado y probó la bebida, aunque por el color ya debía saberlo - ¿Es Coca-cola? Madre mía, esto es malísimo para ellos.

Les quitó los vasos, les limpió un poco y les sentó en el sofá, lejos de cualquier tipo de comida.

-         Vale, quiero una buena explicación ya mismo. No me diréis que los bebés se sirvieron los vasos solos – dijo papá, mirándonos inquisitivamente a cada uno de nosotros. Nadie dijo nada, y eso solo hizo que el cabreo de papá creciera exponencialmente. - ¿Qué pasa con vosotros?  ¿Es así como os he enseñado a comportaros con las visitas? ¡¡Viene alguien a casa y la insultáis, y ahora tratáis mal a sus hijos e intentáis provocarles una intoxicación alimenticia!!!

-         Sólo son chuches, no veneno… - susurró Zach. Craso error. No debes contradecir a papá cuando está tan enfadado.

-         ¡No tienen ni dos años! ¡No pueden consumir tanto azúcar, ni beber refrescos! Y más te vale que no tenga cafeína…

-         Zach no fue, papá, no la tomes con él. – dijo Ted.

-         ¡Tú mejor no digas nada! – le calló papá – Pero Zach, si no fuiste tú, entonces perdona, hijo. ¿Quién fue?

Zach se mordió el labio y no dijo nada. No era un chivato.

-         O sale el que fue o estáis todos castigados.

Aquello iba de mal en peor. Se suponía que era Holly la que tenía que enfadarse, no papá, y que ellos dos debían de estarse peleando.

-         Pero papi, yo no hice nada – protestó Alice - ¿Por qué te “fadas”?  Harry solo le dio chuches a los nenes, tu siempe dices que hay que compartir.

Papá puso una mano en su cabeza, y la acarició, mientras a mí me lanzaba una mirada sombría. Por culpa de la enana era niño muerto.

-         Está bien, Alice, no estoy enfadado, bebé. Tienes razón, hay que compartir. Pero es que los nenes no pueden comer eso, mi amor.

-         No pasa nada, Aidan, seguro que no lo sabían. Sólo estaban siendo amables – intervino Holly, aunque se la notaba algo preocupada. Seguramente se estaba preguntando cuánto habían tomado exactamente y si iba a darles un cólico o algo así.

-         ¿Y bien, Harry? – gruñó papá mirándome directamente a mí. - Tienes hermanos pequeños. Si apenas dejo que Alice coma azúcar, ¿no pensaste que al ser más pequeños había que tener aún más cuidado? Mira, sé que no fue a propósito porque tú no lastimarías a unos bebés, pero…

-         ¡No seas exagerado! ¡Nadie hizo daño a nadie! ¡Sólo fue un poco de azúcar y cafeína!

-         ¿Cafeína? ¿Encima fue con cafeína? – exclamó papá - ¿Tú sabes lo malo que es eso para un bebé?  ¿En qué estabas pensando?

Me quedé callado, porque intuía que cualquier respuesta que pudiera dar iba a ser peor. Le escuché respirar hondo y vi como su expresión se relajaba un poco.

-         Bueno, ya está…. Solo ten más cuidado, Harry, por favor.  – me dijo, mucho más calmado.

-         ¿No estás enfadado? – pregunté, con incredulidad.

-         No, hijo… Siento mi reacción. Has sido descuidado, pero no tenías mala intención. No es como si lo hubieras hecho a sabiendas de que era malo para ellos, campeón.

Tragué saliva y me puse rígido, porque esa frase activó mi sentimiento de culpabilidad. Papá me miró fijamente, alertado por mi expresión.

-         ¿Es que acaso sí lo sabías? ¡No me lo puedo creer! ¿Quieres que se pongan enfermos? ¿Cómo has podido hacer algo así?  Comer tanto azúcar es malo hasta para los adultos, no quiere decirte para un bebé. ¿Quieres que vomiten? ¿Qué les pase algo más grave?

Papá hablaba completamente en serio y solo entonces reparé en lo que les había dado de comer: un trozo de helado, Coca-cola y bastantes gominolas, que sumado a lo que ya habían comido a lo largo de la tarde era bastante. Por un día no pasaba nada ¿no? No les iba a dar diabetes o algo así. Sólo era malo si se tomaba todos los días… ¿verdad?

Empecé a sentirme fatal ante la posibilidad de que se pusieran enfermos por mi culpa. Yo sólo había querido que se pusieran un poco inquietos, como Kurt cuando tomaba mucho dulce…

-         Yo…lo…lo siento… No pensé que…yo solo quería….

-         ¿Qué? ¿Qué es lo que querías, eh? ¡Dime! – exigió papá.

-         Quería que ella se enfadara… - murmuré, intentando juntar mis ideas para intentar explicarme.

-         Pues el que está enfadado soy yo. Y no sabes cuánto. Puedo pasar muchas cosas, pero con la salud no se juega, y menos con la salud de unos bebés. No sé qué ha pasado contigo, pero el Harry que yo conozco nunca haría daño a un niño pequeño.

Intenté aguantar, pero no pude evitar que un par de lágrimas se me escaparan de los ojos.

-         Holly, te pido disculpas. No sé qué te estarás pensando de mis hijos, pero yo no les he educado para que se porten así. Siempre he presumido de que mis niños jamás hacen daño a nadie.

En ese punto los músculos de mi pecho se contrajeron y comencé a llorar en serio. No soportaba que papá hablase como si hubiera esperado más de mí, y no hubiera dado la talla. Entonces noté unos brazos suaves, pero a la vez fuertes, que me abrazaron. Mi primer pensamiento fue que se trataba de papá, pero sus abrazos no se sentían así y además él seguía enfadado conmigo. Abrí los ojos, y me di cuenta de que quien me estaba abrazando era Holly.

Apenas pude contener mi sorpresa. ¿Ella? ¿Por qué me estaba abrazando? Por alguna razón, eso me hizo llorar más, hasta que empecé a notar caricias suaves en mi espalda.

-         Bueno, bueno. No ha pasado nada.  – susurró.

-         Yo… no les quería hacer daño…snif…es que…es que…

-         Shhh. No les has hecho daño. Igual esta noche me cuesta un poquito que se duerman, pero no va a pasarles nada malo.

-         Snif…

Nunca había sentido algo así. Papá me abrazaba muchas veces, y alguno de mis hermanos también, pero nunca se había sentido como eso. Quizá porque me estaba perdonando la persona que menos motivo tenía para hacerlo, o quizá porque me estaba abrazando una mujer, aquello se sintió especialmente bien.

Cuando pensé que ya llevábamos abrazados demasiado tiempo, me separé y tanteé a papá para ver si seguía enfadado. Nos miraba con una expresión indescifrable, pero a grandes rasgos ya no parecía que fuera a asesinarme. Un segundo después, abrió los brazos para que le abrazara a él también. No lo dude ni un segundo.

-         Perdona… - murmuré, restregándome contra su jersey.

-         Sí, sí, perdona, perdona.  Ya te voy a dar yo a ti perdón – refunfuñó, pero agachó la cabeza, y me besó en la frente – No llores, campeón. Por más canas que me saques sigues siendo mi pequeño, y sigo queriéndote por encima de todo.

Me ruboricé un poquito.

-         Papá, que ella puede oírnos – me quejé.

-         ¿Y? ¿Es que no puede oír lo mucho que te quiero?


-         Papá, jo, que me avergüenzas… - me quejé. Me apreté más contra él como para esconder la cara.

Cuando me separé de él, vi que Holly estaba abrazando a Ted. Él no lloraba, pero sí parecía triste y daba algo de penita ver la postura extraña en la que él y Holly se abrazaban, dado que Ted estaba limitado por su silla. Le di un pellizquito a papá en el brazo.

-         Con él no puedes enfadarte. No le hizo nada malo al canijo. No seas injusto con él –le regañé.

-         Ay. Pero bueno. ¿Qué es eso de pellizcar a tu padre? – protestó, en tono de broma, y me apretó el costado, provocándome cosquillas incontrolables.

Me torturó un poco más, sabiendo justo cuáles eran mis puntos débiles, y luego miró a Ted.

-         Lo siento, papá… - murmuró Ted. – No sé en qué estaba pensando…

Papá caminó hacia él, y le levantó la barbilla.

-         Estabas pensando en evitar que los bebés tomaran algo que podía hacerles mal. Es lo mismo que haces con tus hermanos, y no fue nada malo, pero cariño, no puedes hacer eso con los hijos de otras personas.

-         Si van a comerse un clavo o algo así prefiero que haga eso a que se les perfore el estómago – comentó Holly.

Papá sonrió un poco, y frotó amistosamente el pelo corto de Ted.

-         Ya ves, nadie está enfadado contigo.  Bueno, yo un poco, por haber montado toda esta fiesta sin mi permiso – bromeó, y se agachó para ponerse a la altura de Ted, como si fuese un niño pequeño. – Esto ha sido lo más bonito que nadie ha hecho nunca por mí, y os estoy muy agradecido a todos. A ti en especial, por que sé que fue idea tuya.

A pesar de que su tono de piel no permitía ver cuando se ruborizaba, estoy seguro de que a Ted le ardieron las mejillas.

-         Tu plan no salió como esperabas ¿eh? – me susurró Michael, sin que nadie más le oyera.

-         No, pero creo que me alegro – repuse, mirando a Holly. Aún no las tenía todas conmigo, pero tenía que reconocer que ella tenía unas cuantas buenas cualidades.


-         AIDAN´S POV –


Ni un segundo de descanso le daban a uno. Cuando oí llorar a los bebés pensé que no sería nada serio, ya que estaba acostumbrado a que en una casa con bebés hubiera llantos cada poco tiempo. Y efectivamente no era nada grave, pero sí fue algo de lo que me tenía que preocupar, porque Ted le había dado un manotazo a Tyler. Intuía que mi hijo lo habría hecho por alguna razón, pero aun así no estaba bien que hiciera eso con niños ajenos.  Me gustaba que se preocupara por él, pero al principio lo único en lo que pude pensar era en que le había pegado.

La guinda del pastel la puso Harry. Por algún motivo que me iba a encargar de averiguar, había atiborrado a azúcar y cafeína a los bebés de Holly, y por lo visto con la clara intención de provocarles una sobredosis de azúcar. Me enfadé como pocas veces, y Harry empezó a llorar, porque en el fondo mi niño tiene un buen corazón. Quedé gratamente sorprendido cuando vi como Holly le consolaba. Tenía todo el derecho del mundo a estar enfadada, y sin embargo se puso a reconfortar a mi niño por el regaño de su padre. Observé cómo se abrazaban pensando que, si bien podía llegar a tener a varios de mis hijos en mi contra, tenía que hacer lo posible por mantener a Holly cerca: era buena para ellos.

Me recordé a mí mismo que Harry aún era un niño, y algunas de sus metidas de patas más gordas eran fruto únicamente de una mentalidad infantil. Le abracé yo también y me ocupé de que entendiera que no había nada que pudiera hacer que cambiara lo que sentía por él.

Holly consoló también a Ted. Yo había sido un poco brusco con él, y sentía que no se lo merecía. Siendo sinceros, era muy probable que yo hubiera hecho lo mismo que él en la misma situación. Arreglé las cosas con él, y me ocupé de agradecerle por todo lo que había preparado.

-         Venga, a ver si es posible que termine la tarde sin ningún incidente más – les dije – Ir a jugar, mientras yo recojo esto. Podéis ir al jardín, si están Mike o Ted delante.

-         No tienes por qué recogerlo… Es tu fiesta, yo lo recojo – dijo Ted.

-         Tú no haces nada más que ir a pasártelo bien – repliqué. – Vamos, vamos, estás tardando.

Se fueron al jardín y Holly, tras pensarlo un rato, dejó que los trillizos fueran también. Ella en cambio se quedó conmigo, y se ofreció a ayudarme a recoger la mesa con los restos de la merienda.

-         No te preocupes, ya lo hago yo en un momento.

-         Si lo hacemos los dos, lo hacemos en medio momento – respondió, y antes de que pudiera impedírselo empezó a apilar los vasos de plástico vacíos.

-         Gracias. – sonreí – Y gracias también por ser tan comprensiva con mis hijos. Todavía no sé cómo se le ocurrió a Harry semejante cosa…

-         Está claro que con ellos no te aburres – me dijo, divertida.

-         Debes pensar que soy un padre terrible, y que tengo monstruitos en vez de hijos…

-         ¿Qué dices? La mayoría han sido geniales conmigo. Creo que Bárbara quiere fundar mi club de fans, y fue idea de Ted el invitarme. Es un gran chico ese que tienes. Tus hijos pequeños son comestibles, y Harry es un dulce en el fondo.  Cuando vengas a mi casa puedes esperar algo mucho peor, te lo digo ya.

Contuve mi entusiasmo, porque ella no había dicho “si alguna vez vienes a mi casa” sino “cuando vengas”. Creo que no se había dado cuenta, pero a mí ese uso de las palabras me dio esperanzas.

-         Es bueno saberlo – respondí, sin poder ocultar mi sonrisa.

Continuamos recogiendo y enseguida terminamos. La había visto mirar el reloj un par de veces, así que intuí que ya tenía que irse. Por eso no me sorprendió cuando dijo que se hacía tarde y sus hijos la estaban esperando.

-         Claro, claro. ¿Quieres que te  lleve, o has venido en coche?

-         Vine en coche, tranquilo. Pero me gustaría despedirme de Kurt antes de irme.

Mi enano se la había ganado en un santiamén. La llevé al cuarto de Kurt, y me asomé con cuidado para ver si estaba dormido. Mi bebé descansaba enrolladito en las sábanas, con un rostro pacífico e indefenso. Al verlo Holly sonrió enternecida, y no quiso entrar para no despertarle. Fuimos abajo y se despidió de los demás. Para ese entonces sus trillizos ya estaban algo revolucionados, seguramente por el azúcar y la cafeína, y tuve que ayudarla a meterlos en el coche.

Justo antes de que ella se metiera en el vehículo, tuve un momento de duda. Nos quedamos mirándonos por un momento y algo dentro de mí me pedía que la diera un beso. Pero ¿y si ella no quería? ¿Y si era demasiado pronto o yo me estaba montando una película? ¿Y si en el último momento giraba el rostro para que la besara en la mejilla? Pero también, ¿y si quería que la besara y yo no lo hacía y se pensaba que no me gustaba?

Finalmente, acerqué mi rostro al suyo muy despacio, y noté que ella hacía lo mismo. Dejé de pensar, y actué por instinto. Ni siquiera pensé en que seguramente fuera muy malo besando, ya que no tenía experiencia. Simplemente me dejé llevar, y noté como ella también lo hacía. Escuché risas de fondo y un silbido de Zach. Solo entonces me acordé de que mis hijos estaban delante, y rompí el beso. Holly estaba ruborizada, y soltó una risita tímida que hizo que quisiera volver a besarla. Me sentí un completo idiota, pero supongo que solo era un idiota enamorado.

-         Te… te llamaré mañana – balbuceé.

Ella asintió. No parecía capaz de articular palabra. Se metió en el coche y se peleó con las llaves, porque no conseguía meterlas en su sitio. Finalmente arrancó, y se fue.

Me giré, y me enfrenté a las sonrisas de mis hijos, o a las de casi todos, porque  Maddie y Alejandro no parecían tan contentos como el resto. Harry tampoco, pero en su caso era difícil decir si era porque seguía sin querer que estuviera con Holly o porque sabia que teníamos una conversación pendiente.

-         ¡Papi! ¡Te has dado un beso como en las películas! – dijo Hannah, con la boquita algo entreabierta.

-         Sí, princesa

-         ¿Eso es que Holly es tu novia? – preguntó.

Tosí un poco, como para ganar tiempo y pensarme la respuesta.

-         No lo sé, cariño. Eso es que es alguien especial.

-         Me alegro mucho por ti, papá – dijo Ted. – De verás que sí.

-         Gracias, hijo. Venga, vamos dentro, que empieza a hacer algo de frío. Ir yendo a las duchas ¿está bien? Harry, tú espérame en mi cuarto.

Harry puso una mueca, como si hubiera tenido la esperanza de que se me olvidara.

El asunto de la ducha se había complicado un poco desde que Ted volvió del hospital. Nuestros baños no estaban equipados para alguien con silla de ruedas, así que necesitaba mi ayuda para manejarse en la bañera. A él no le gustaba un pelo depender de mí para eso y se había negado en rotundo a que le viera desnudo, así que se duchaba en bañador. Sabía que no podía dejarle hacer eso para siempre y que alguna vez tendríamos que hablarlo, pero no quería discutir aquella tarde, así que lo dejé estar un día más. Le ayudé a entrar en el agua y me quedé cerca por si me necesitaba. Al poco me llamó para que le ayudara a salir y le dejé en su cuarto para que se cambiara. Después de eso, entonces sí, me fui a hablar con Harry.

Le había hecho ir a mi cuarto porque allí no nos iba a interrumpir nadie saliendo o entrando para vestirse. Sabía que íbamos a tener al menos un rato de tranquilidad, porque Michael y Barie ayudarían a los pequeños. Dylan probablemente esperara hasta que le pudiera ayudar yo.

-         Ya sabes por qué estamos aquí ¿no? – le pregunté, como forma de romper el hielo.

-¿Porque quieres que te ayude a guardar los regalos?  - aventuró, en un tono que evidenciaba que solo estaba probando a ver si sonaba la flauta.

-         Prueba otra vez.

-         No fue para tanto, papáaaa. No puedes estar enfadado todavía….

-         Y no lo estoy. Pero eso no significa que no vaya a castigarte.

-         Grr. Y yo que pensé que el beso haría que se te olvidara.

-         Mala suerte, mi memoria está perfectamente – replique, intentando mantenerme serio.

Me senté en la cama e hice que se quedara de pie frente a mí.

-         Escúchame. Esto es serio ¿entiendes? No puedes volver a hacer algo como eso nunca. Son bebés, Harry. Deberían despertar tu instinto protector, no tus ganas de hacer daño. ¿Por qué lo hiciste?

No lograba entender del todo cuál había sido su objetivo al darle tanto azúcar a los pequeños. Dudaba que fuera simplemente por hacerles daño, porque mi hijo no era cruel.

-         Ya te lo dije: quería que ella se enfadara.

-         ¿Y por qué querías eso?

-         Para que te pelearas con ella…

Reflexioné unos segundos, intentando encontrar sentido a sus palabras. ¿Había querido molestar a Holly a través de sus hijos para que ella y yo tuviéramos una pelea? Suspiré.

-         ¿Por qué os cae tan mal? No lo entiendo, no os ha hecho nada…

-         ¡Estamos bien así! ¡No necesitamos a nadie más! … Aunque a lo mejor ella no es tan terrible como había pensado.

-         ¿Ah, no? – pregunté, con esperanza.

-         Dije “a lo mejor”. – refunfuñó.

Me dije que tenía que tener paciencia con eso, y deseé que mis hijos y Holly acabaran por llevarse bien, o sino nada tendría sentido, y la alegría que había experimentado aquella tarde quedaría en algo que pudo ser y no fue.

-         No pasará a la historia por ser tu mejor plan. No puedes hacer eso con la gente: no puedes idear cosas para dañarlas y que se alejen de mí. Y no puedes poner en peligro a unos bebés para eso.

-         No lo haré nunca más…

-         Eso espero, campeón, eso espero – le dije, y tiré un poco de él, hasta tumbarlo encima de mí.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         ¡Ay! No, no ¡espera! Ya no lo hago más, papá, en serio…

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         Harry, deja de moverte. – pedí, con voz calmada. Estaba luchando por levantar, y de hecho al final consiguió escurrirse e incorporarse, hasta quedar sentado encima de mis piernas.

-         Ya no lo hago más, de verdad. Fue una tontería, una cosa estúpida.  Nunca más, en serio, pero ya no me pegues. – gimoteó, poniendo algo muy parecido a un puchero. Esa carita me derretía irremediablemente y hacía que me sintiera un monstruo por reprenderle.

-         Te creo, campeón. Sé que de verdad lo sientes y es por eso que no estoy siendo tan duro contigo como debería. Hiciste algo serio, Harry.

Siguió con su puchero, y para rematarlo se tapó el pantalón con las manos. Era todo un crío. Hice de tripas corazón y volví a tumbarlo, agarrando sus manos para que no las interpusiera.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         ¡Ay, au! ¡Holly no va a querer salir contigo en cuanto descubra lo malo que eres!

Le levanté, e hice que me mirara.

-         Encima llámame malo. – medio regañé, medio me quejé yo también, y le di otra palmada. – Ahora te ha dado por sacar el niño dulce que llevas dentro. Y yo me pregunto ¿no podías sacarlo antes, en vez de hacer cosas tan estúpidas?

Me miró con ojitos de cachorro para que no le siguiera regañando, y al final no me quedó más remedio que abrazarle.

-         ¿Ya se acabó? – me preguntó, con la cara escondida en mi pecho.

-         Sí. Agradece que hoy estoy blando porque estoy de buen humor.

-         Snif. Te haré una fiesta de cumpleaños todos los días, entonces, para que sigas blandito… snif.

-         Ey. ¿Estás llorando?  - pregunté, y le separé un poquito para mirarle. Estaba un poco congestionado, como si no se decidiera del todo a llorar, pero estuviera apunto de hacerlo. – No llores, campeón. Ya está. Ya pasó. Cada acción tiene su consecuencia ¿entiendes? Pero no estoy enfadado.

Le besé en la frente y pasé el dedo pulgar debajo de sus ojos, para limpiarle cualquier posible lágrima. Le dejé mimosear un ratito en mis brazos, hasta que sentí que se me dormían.

-         A la ducha, canijo – le insté, y le envié con una palmada cariñosa.

-         ¡Ay, papi, que duele!

-         ¿Qué va a doler? Mucho cuento tienes tú. – repliqué, pero le alcancé y le di un beso.


Me hubiera gustado tener un segundo de relax mientras él estaba en la ducha, pero Dylan vino a buscarme para que le ayudara a quitarse los zapatos. En medio del follón de voces, ruidos, y pasos que entraban y salían de los baños, no pude evitar pensar que no concebía mi vida sin alguno de ellos. Tal vez, pronto hubiera más personas indispensables para mí. 

7 comentarios:

  1. mori!!!
    y grite de emocion al leer el beso de holly y aidan al fin!!!!
    espero pronto actualices y hagas la visita a la casad Holly vamos q ese va a ser un capi emocionante *w*

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  2. Dreaaammm!!! Un bello, bellísimo capítulo como siempre... =) ... Oye, la verdad que quién entiende a las mujeres no? No sé si mi opinión valga un vistazo pero no me gusta Holly para novia de Aidan! Me uno al equipo que... vaya! creo que el equipo "fuera Holly" se va desintegrando cada vez más! ejejej... Ni modo, tendré que ser yo sola...

    Muy lindo leerte!
    P.D.: No te olvides de Mordred y Merlin y ESPERANZA!!!!!!!!!

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  3. Dreaaammm!!! Un bello, bellísimo capítulo como siempre... =) ... Oye, la verdad que quién entiende a las mujeres no? No sé si mi opinión valga un vistazo pero no me gusta Holly para novia de Aidan! Me uno al equipo que... vaya! creo que el equipo "fuera Holly" se va desintegrando cada vez más! ejejej... Ni modo, tendré que ser yo sola...

    Muy lindo leerte!
    P.D.: No te olvides de Mordred y Merlin y ESPERANZA!!!!!!!!!

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  4. Waoo... que lo romántico no es lo mío pero que también me ha causado mucha gracia e ilusión el beso de Aidan.... oye que el canijo necesita algo de intimidad jajaja...

    Excelente historia la disfrute horrores jajaja... Holly me cae super bien, gracias un bello capi.

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  5. No estas sola Camila tampoco me gusta Holly para Aidan asi que yo estoy del lado de Michel Jandro Mady y Harry...

    Y creo que Barbie le debe una dusculpa a Jandro.
    Y bueno... Un poco de helado y coca cola jeje. No se hasta que punto todo eso es verdad.

    Un abrazo

    Marambra

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  6. Ella es mi madrastra y me dio un manotazo tan fuerte en mi cara por haberle robado todo su dinero y mi padrastro me dio un manotazo en mi cara

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  7. Primer besoooo wooooo estuvo genial !!!!.....

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