lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 100: Cada pieza en su sitio



 


Chapter 100: Cada pieza en su sitio
 


Este capítulo puede tener un lenguaje algo soez. En otros capítulos no lo he avisado pero tal vez a alguien le incomode… Por cierto, nunca he dicho esto porque me parece evidente, pero las burradas que mis personajes puedan llegar a decir no reflejan mi pensamiento xDD Son sólo tonterías que pueden llegar a decirse en algunas situaciones.

 


Christopher 2 había recreado en su cabeza cientos de veces posibles escenarios en los que mataba a su otro yo. Jamás habría pensado que lo haría por accidente. Aquél idiota se había interpuesto entre él y Barbas, a pesar de no tener poderes, a pesar de estar indefenso…. Pero no tuvo ocasión se pensar mucho en ello, porque de pronto dejó de estar en aquél puente. Miró a su alrededor, y vio a sus hijos, tan confundidos como él. ¿Qué había pasado? Hacía un segundo estaban en aquél puente, viendo como Barbas y Chris se caían, y ahora estaban en…¿dónde estaban?
- Sí que sois un calco de ellos – dijo una voz a sus espaldas. Chris 2 se giró, y vio a un hombre de unos sesenta años, al que conocía bastante bien, porque le tenía en su lista de enemigos: era el señor Wright, responsable de lavarse las manos mientras maltrataban a sus hijos en el orfanato. Literalmente, le gruñó.
- ¿Qué hace usted aquí?
- Ah, cierto. Este aspecto… - dijo Paul, recordando que nadie sabía de su doble identidad. Se concentró, murmuró unas palabras, y recuperó su juventud, pero sólo de aspecto. Había pasado dieciséis años de su vida en el pasado, así que era un hombre e treinta y seis años. Paul tenía una crisis de identidad. Ya no sabía bien quién era, ni qué edad tenía.
- ¿Paul? – preguntó Chris 2, alucinado. Alucinado es poco. ¿Qué hacía él allí?
- No el tuyo – se apresuró a aclarar Paul – Me temo que aún no nos conocemos. No soy el Paul de tu mundo.
- ¿Qué haces aquí?
- Salvaros la vida. Lo último que necesitamos ahora es que Nick se lance a tu cuello, y empecéis a pelear con vuestras versiones paralelas. Además, yo necesito algo de ayuda. Necesito que alguien sepa lo que tengo que hacer… por si la palmo y no puedo terminarlo.
Paul les dio una versión resumida. Les contó lo que podía hacer, y les habló de sus viajes en el tiempo. Era algo que necesitaba contar, y como no sabía si iba a vivir para volver a contarlo, se explayó en los detalles. Les habló de él haciendo de director del orfanato.
- ¿Por qué permitiste que Peter se fuera con Derek? – preguntó el otro Peter. Había permanecido muy callado, pero la rabia por su pasado, y el de su otro yo resultó demasiado potente.
- No tuve opción. Los Ancianos así lo querían…
- ¿Por qué?
- Nadie se ha dado cuenta ¿verdad? Los demonios no son la única raza corrupta. Ancianos que pactan con demonios, Ancianos que buscan el sufrimiento de los suyos…Todo por conseguir su Bien Mayor.
- ¿Y cuál es el Bien Mayor?
- Eso no existe, Christopher. No existe ningún bien mayor. Erradicar el mal es un error, porque no es algo que puedas erradicar. El mundo no va a ser mejor porque elimines a todos los demonios. El mal es una idea, no algo tangible. Es algo que las personas llevan en su interior. Y la prueba es Peter. Intentaron crear a alguien perfecto, alguien puro en su misma esencia, pero eso es imposible. Han encaminado toda la vida de Peter para que él elija ser un demonio. La rabia, la ira, el miedo… son emociones que debían llevarle a esa decisión. Ser un demonio es su verdadera esencia. Es la parte que más predomina dentro de él. Es lo que tiene que ser. Peter está destinado a cambiar toda su raza. Peter es un demonio bueno, y no sólo porque es mitad humano. Pero la rabia, la ira, y el miedo, son emociones negativas. Y dejan su huella negativa en las personas que la sienten. Peter ha pasado toda su vida luchando contra ese lado suyo…. Contra su lado demoníaco antes de saber que lo tenía. Él quería ser perfecto. ¿Y cuál es la perfección? El bien. La luz. Ser un luz blanca.
- ¿Es tan malo que lo sea?
- Respóndeme tú a esa pregunta - dijo Paul, y señaló al infinito. Estaban en una especie de azotea, y Christopher se asomó un poco para ver lo que quería que viera. Donde tendría que haber estado la calle, había grietas, y olía a azufre. Christopher no era ingeniero ni nada parecido, peo sabía que era cuestión de minutos que esas grietas se extendieran a las estructuras edificadas, y todo se empezara a resquebrajar.
- Así que así es el fin del mundo…- susurró. Se sorprendió cuando Paul soltó una risa sardónica.
- Oh, no. El fin del mundo vendrá cuando Peter nos mate a todos. A no ser que hagamos algo para impedirlo.
Costó un tiempo darse cuenta de que Paul estaba hablando completamente en serio. Puede que sus hijos pensaran algo así como "estamos bien jodidos", pero Christopher se dio cuenta de algo más. Ese Paul era diferente al que él conocía, pero no por ser de otro universo, sino porque era varios años mayor. Su aspecto era el mismo, pero eso era sólo una fachada. En sus ojos había tristeza, miedo, angustia, y soledad…mucha soledad. Chris se dio cuenta de que lo había pasado muy mal, y de que si estaba allí, pidiéndoles ayuda a ellos, era porque tenía que estar desesperado.
- Conozco a ese chico. No mataría a una mosca… - dijo Christopher 2, en la necesidad de defender a la increíble persona con la que había vivido durante dos semanas.
- Pero ya lo ha hecho ¿verdad? – replicó Paul – Peter no está dispuesto a dejar que le hagan daño de nuevo.
- ¿Acaso le culpas? ¡Tiene tanta mierda encima que es un milagro que no se haya vuelto loco!
- No, claro que no le culpo. Si toda la culpa es mía…
La voz de Paul sonó a punto de quebrarse. Christopher se compadeció de él.
- ¿Por qué ibas a tener tú la culpa? – le preguntó, con voz suave.
- Porque yo estaba allí, y me limité a quedarme sentado.
Paul destilaba rencor hacia sí mismo. Christopher quiso poner una mano en su hombro, pero se le adelantó Peter, con intenciones mucho menos compasivas. Se encaró con él, con rabia.
- ¿Qué quieres decir?
- Yo… estaba allí cuando se lo llevó Derek…y no sólo se lo permití, sino que no fui a buscarle… No estuve ahí para protegerle….
Era tal el grado de hundimiento en la voz del chico, que Christopher dudó que fuera capaz de llorar. Era como si quisiera hacerlo, pero no pudiera.
- …Elllos… ellos hicieron algo. Yo…es como si fuera de piedra ¿sabes? Sé que debería dolerme lo que le hicieron a Peter. Joder, lo sé. Pero no LO SIENTO. ¿Sabes lo difícil que es esforzarte durante quince años por sentir lo que se supone que tienes que sentir? ¿Convencerte de que algo es horrible cuando en realidad te es indiferente? Y, a pesar de todo, que Peter se fuera con Derek ME IMPORTABA. Traté de impedirlo. Quizá debería haberlo intentado más, pero se supone que ni siquiera debía intentarlo. Y lo hice. Pero no sirvió de nada. Y…. cuando él se fue… yo… sólo… me rendí. Decidí que daba igual lo que hiciera: las cosas tenían que suceder como tenían que suceder. Sentí que le había fallado a vuestra madre…a su madre… y me rendí. Le abandoné…Yo… te abandoné, Peter, te abandoné…- dijo Paul, llorando ya, como necesitando el perdón de aquél Peter, en ausencia del otro. - … Sabía todo lo que Derek haría, y me lavé las manos… "Sobrevivirá" me dije. Ya lo hizo. Ya… pasó. Pero no había pasado. Era mi presente, y ni siquiera luché por cambiarlo. Cuando Peter volvió…yo… tenías que ver el estado en el que estaba. Lo aterrorizado que estaba…. Nadie jamás podrá entenderlo nunca, ni siquiera él, porque ha bloqueado alguna de sus peores experiencias. Yo quería sentirme culpable… sabía que debía sentirme culpable, pero ellos me robaron ese sentimiento también… Lo único que no han podido quitarme es…. Con lo único con lo que no han podido hacer nada es con mi… compasión. Algo que Peter odia que le tengan. Algo que yo nunca había sentido hacia nadie, salvo hacia mí mismo…
Christopher intentó atar cabos. Alguien había manipulado los sentimientos de Paul, probablemente los Ancianos. El chico se sentía culpable por no haber hecho nada, cuando tendría que sentirse orgulloso por no haber sucumbido del todo al poder de los Ancianos. Estaba por explicarle que si los Ancianos manipulan tus emociones, se supone que no debes sentir nada que ellos no quieran que sientas, pero se vio bruscamente interrumpido cuando vio que Peter se lanzaba al cuello de Paul. Empezó a pegarle mientras Paul se limitaba a defenderse.
- LE ABANDONASTE, MALDITO BASTARDO. ¡LE DEJASTE SÓLO! ¡NOS DEJASTE SÓLO! ¡TE LAVABAS LAS MANOS MIENTRAS ELLOS ME GOLPEABAN! – gritaba Peter.
- Peter, Peter, él no fue, ¡él no es nuestro Paul!
- ¡IGUALMENTE ES UN CERDO! ¡EN ÉSTE MUNDO O EN EL OTRO ES UN COBARDE!
- Peter, suéltale.
- Peter vas a hacerte daño – dijo Paul, tras parar un puñetazo que iba directo a su mandíbula.
- ¡Ja! MARICÓN DE MIERDA.
- ¡Peter! – exclamó Chris, intentando, sin éxito, separarles. Le hubiera venido bien la ayuda de Nick, pero al menos no se había sumado a Peter.
- ¿Qué? Sólo he dicho la verdad, no es un insulto. Pero aparte de marica, es un cobarde. – dijo Peter, y acompañó sus palabras de con un empujón, pero Paul le agarró y le sujetó las manos. Peter se soltó, y se frotó la muñeca, con dolor.
- Te lo advertí. Te dije que te harías daño.
- ¡Es tu culpa! – gritó Peter, con lágrimas de rabia, pero no estaba hablando de su muñeca lastimada. – Tú has sido él, todo éste tiempo. El señor Wright. El que jodió mi vida, en los dos mundos.
- No sé lo que pasó en tu mundo, pero en éste quien te la jodió fue Derek.
- ¡Tú me dejaste con él! ¡Tú….!
Antes de poder seguir gritando, Peter se encontró en los brazos de su padre, que le abrazó para que se desahogara. El señor Wright de su mundo era un cabronazo, y Paul en cambio era más o menos su amigo. Dolía sentirse así de traicionado dolía pensar que le había hecho daño una persona a la que apreciaba. Pero Peter estaba culpando al Paul equivocado.
- Ya, tesoro, ya. Cálmate.
- ¡No! – gritó Peter, e intentó soltar el abrazo para ir otra vez a por Paul. Chris le sujetó como pudo.
- Peter no puedes liarte a golpes…
- Sí puedo, ¡mírame!
- Hijo, ya vale. Este chico lo ha pasado muy mal. Trata de imaginar lo que serían dieciseís años sin…
- ¡Me da igual! ¡Es un hijo de puta! ¡Suéltame, le voy a destrozar!
- Peter, no quiero tener que hablar a solas contigo, pero si tengo que hacerlo lo haré, y no será precisamente para tomar el té, ¿he sido claro?
Eso estuvo a punto de resultar efectivo, pero entonces Paul, intentando calmar las cosas, puso una mano en el hombro de Peter. Peter le agarró el brazo y se lo arañó. Christopher suspiró.
- Qué difícil eres cuando quieres, hijo. – declaró, y buscó un lugar donde estar a solas. Como era una azotea era algo difícil. Se veía una puerta, que debía dar al edificio. – Paul, ¿qué es este sitio?
- Unas oficinas. Ahora mismo no hay nadie, porque sigue vigente el toque de queda, y porque nadie en su sano juicio estaría aquí fuera viendo el estado de las calles.
- Servirá. Vamos, Peter.
- ¿Qué? ¡Yo no voy a ningún lado!
- ¿Te vas a comportar, entonces?
- Si él se va entonces sí.
- Peter… - dijo Chris, en tono de "no estoy para juegos".
- Sí, me comportaré.
- Bien. Realmente no quería empezar así nuestro primer día los tres juntos. Ahora vamos a escuchar lo que Paul quiere que hagamos.
- Yo tengo que volver al momento en el que os hice desaparecer, y salvar a Chris. Y necesito que me deis la dirección de vuestras familias, ya que serán las mismas en un mundo y en otro. Los Haliwell siempre habéis sido un equipo. Puedo aparecerme en cualquier tiempo y lugar, pero si no sé el lugar exacto puedo equivocar las cosas muy mucho.
- No termino de ver para qué necesitas a mi familia. Barbas ya no está ¿no? Ahora mismo el único problema es Peter.
- Exacto. Y es un problema que no deberíamos menospreciar. Necesito que vosotros le llevéis a mi casa. Necesito que esté en un espacio cerrado y mi casa tiene un cuarto acorazo que nos va a hacer falta.
- ¿Acorazado? ¿Pero tú que quieres, tirarle una bomba encima?
- …De ser necesario – susurró Paul, no tan bajo como para que no lo oyeran.
- ¿¡Lo ves!? – saltó Peter. - ¡Es un sádico de mierda!
- Peter, ya he tenido bastante de ese lenguaje irrespetuoso. Discúlpate con él, porque ya llevas varios insultos acumulados en su contra – exigió Chris.
- No pienso disculparme.
- Sí, sí vas a hacerlo.
- Déjalo, Chris. No importa…. – trató de apaciguar Paul.
- Sí importa. Tiene que controlarse más, y de paso aprender a obedecerme. Ya veo cómo ibas a comportarte – añadió Christopher, mirando a su hijo reprobatoriamente.
Peter se mordió el labio. Lo último que quería era una pelea con su padre. Llevaba demasiado tiempo sin verle. Pero él no iba a disculparse "con ese".
- Peter, estoy esperando. Y Paul también.
- Pues que espere sentado. Que me la chupe bien chupada y a lo mejor entonces me lo pienso.
- Al que le gusta que se la chupen es a él, tío, no a ti – intervino Nick, que no había dicho nada en todo el rato.
- Nick, así no ayudas. – gruñó Chris – Peter es tu última oportunidad.
- ¡Que no voy a disculparme por nada!
- Muy bien. Ya has hecho tu elección. Nick, dile a Paul todo lo que necesite saber. Peter y yo venimos ahora mismo – dijo Chris, y cogiéndole de un brazo, arrastró a Peter hacia la puerta.
Como solía suceder en esos casos, Peter 2 sufrió una transformación, al entender que Chris iba a castigarle. Se debatió con fuerza, pero sin ganas, como si supiera que tenía las de perder.
- No, papá, esto no es necesario, me disculparé…
- Pues yo creo que sí que es necesario, porque va a haber algunos cambios, y uno de ellos es que esta familia va a aprender a obedecer órdenes, y tú vas a aprender a obedecer las mías. Sólo me obedeces cuando sabes que voy a castigarte. Me gustaría que algún día no fuera así.
- Lo haré, papá…Entiéndeme, por favor… Él me arruinó la vida.
- Él no fue, pero te entiendo, Peter, créeme que te entiendo. Por eso he tenido mucha paciencia. – dijo Chris y para ese momento ya habían llegado a la puerta y la habían traspasado. Bajaron unas escaleras hasta llegar a un piso decorado efectivamente como una oficina. Christopher vio una habitación grande con un sofá. – Mira, el cuarto de algún directivo. A lo mejor se te pega algo…
- Eso ha sido un golpe bajo – dijo Peter, dolido. Chris le miró, y se arrepintió de su comentario. Peter faltaba mucho al colegio, haciendo pellas (una cosa más que iba a cambiar) así que los estudios no eran precisamente su fuerte. Los altos puestos directivos parecían fuera de su alcance, sobre todo ahora que llevaba tres meses desaparecido….Insinuar que era un vago no había sido lo más acertado.
- Sí, tienes razón. Disculpa. Además mejor que no se te pegue nada de estos trajeados. Puede que haya pensado en hacer un cambio de look, tal vez perder la coleta, pero de ahí a que nos pongamos corbata hay un gran paso. Y ahora entra.
Peter suspiró, y entró, seguido muy de cerca de su padre. Chris le miró como diciendo "¿qué voy a hacer contigo?"
- Hay un límite – le dijo – Si lo cruzas, te castigo. A ti no te gusta, a mí no me gusta. Entonces, ¿por qué no dejas de cruzarlo?
- Supongo que estos tres meses no me han cambiado tanto…
Chris trató de ver si había pretendido manipularle al recordarle su secuestro, pero se dio cuenta de que Peter sólo había intentado hacer una broma.
- No, supongo que no – dijo Chris, y tiró un poquito de él. – Y me alegro de eso – susurró, mientras tomaba asiento y le colocaba encima. Se alegraba de que su hijo hubiera decidido ser mejor persona, como él, pero le gustaba que aún se le pudiera reconocer. Que aún fuera su niño, caprichoso de más, deslenguado, y no demasiado parecido al otro Peter. Aunque eso significara que iban a estar en esa situación más a menudo de lo que a ambos les gustaría. - ¿Por qué voy a castigarte, Peter?
- Por pelearme con Paul, insultarle, y no pedirle disculpas.
Chris se sorprendió de que le respondiera. Eso solía ser una pelea en cada castigo. Además, se dio cuenta de que Peter estaba mucho más tranquilo que normalmente…. y que le había llevado hasta allí agarrado del brazo.
- Ya no te da miedo que te toque… - murmuró, dejando escapar el aire.
- … Ha sido mucho tiempo sin verte. Dejaría que me tocaran todo el día con tal de no volver a perderte.
A Chris se le hizo un nudo en la garganta. Le puso de pie, y le atrapó en un abrazo estrangulador.
- Mi niño. Nunca más. Nada va a separarnos. Nunca. Te quiero tanto, hijo.
- Y yo a ti, papá – susurró Peter. Durante unos días había vivido con otro Christopher, y no había estado mal del todo, pero no era su padre. No era igual, ni tenía su mismo olor, aunque fueran muy parecidos. Disfrutó como nunca de aquél abrazo. - ¿Significa esto que no me vas a castigar? – preguntó al final. Chris soltó una risa llorosa, y así fue como Peter reparó en que su padre tenía lágrimas en los ojos. Chris se las quitó, y luego ladeó a Peter un poco.
PLAS PLAS PLAS
- No más groserías, ni peleas – le dijo. Peter puso un puchero. – No tengas cuento, que han sido sólo tres. Ale, volvamos arriba, que tenemos un apocalipsis que frenar.
- Respecto a eso…. ¿Crees que Paul hablaba en serio al decir lo de que el otro Peter nos mataría?
Chris lo pensó unos segundos.
- Creo que hablaba en serio al decir que no iba a permitir que volvieran a hacerle daño.
Regresaron a aquella azotea y Chris susurró un "discúlpate" al oído de Peter antes de empujarle suavemente. Peter le miró mal, pero suspiró y musitó un "lo siento" ante un Paul que parecía algo nervioso.
- No pasa nada. Chris, Nick ya me ha dado las direcciones. Por favor, recuérdalo: tenéis que llevar a Peter…a "mí" Peter… a mi casa. ¿Lo haréis?
- Lo haré. Tranquilo.
- Bien. En ese caso…Voy a salvarte la vida – dijo, con una media sonrisa, y desapareció.
Para Paul no había descanso. Acababa de dejar a un Christopher, y fue a reunirse con el otro, pero aquello era complicado. Él no podía orbitar. Tenía que calcular el momento exacto, y atrapar a Chris cuando estuviera en el aire para luego volver a desaparecer con él y aparecer al menos un segundo en el futuro. Con esas trampas de viajar sólo unos segundos era como si se tele transportara, pero no era exactamente eso y si calculaba mal podía ser fatal para Chris. Por eso Paul había aprendido a parar su reloj en los momentos exactos, para saber a qué segundos tenía que viajar.
Apareció en el agua. Lo había previsto, pero lo que no había imaginado es que iba a estar tan fría. Joder. No tuvo mucho más tiempo para pensar en el frío, porque encima de él tenía el imponente puente de San Francisco, y de él cayeron dos personas. Paul se concentró mucho para detener el tiempo. Era lo que más le costaba hacer, y lo que más le cansaba, pero lo hizo justo antes de que Chris se estrellara contra el agua. Se agarró a él, y volvió a viajar en el tiempo, dejando a Barbas allí para que tuviera el destino que se merecía. Le daba igual que fuera el último demonio. Si todo salía bien eso iba a dejar de tener importancia. Y si salía mal iban a morir igual.
Fue a la casa del hermano de Chris. Paul apenas sabía nada de Wyatt Haliwelll, salvo que era un auténtico mito en el mundo mágico. Chris estaba herido por la poción, y alguien tenía que curarle.
- ¿Quién eres tú? – exclamó un hombre rubio, alto y fuerte. Estaba rodeado de algo azul…Un escudo, pensó Paul. - ¿Ese es mi hermano?
- Sí. Y pesa mucho, así que, si me echas un cable…
Wyatt se apresuró a sostener a su hermano. Estaba inconsciente. Le alzó y le dejó con cuidado en el sofá.
- ¿Qué ha pasado?
- ¿Versión larga o corta?
- Corta.
- Le han lanzado una poción.
- No tan corta.
- Su versión malvada le ha tirado una poción que iba dirigida a Barbas.
- Vale, chico, vas a tener que empezar desde el principio. Y no te olvides de incluir quién eres y de qué conoces a mi hermano.
Paul suspiró.
- Si salimos de esta te daré todos los detalles, pero ahora basta con saber que tienes que curar a Christopher, y que voy a reunir a toda tu familia. Vendré a buscarte en un rato – dijo, y volvió a desaparecer. Antes de llegar a su siguiente destino, sintió un gran dolor de cabeza, y le sangró la nariz. Demasiados esfuerzos para un día, pero no podía detenerse. Según Nick, esa era la cara de Melinda, la otra hermana de Chris. Según le dijo Nick, no conocía mucho a sus tíos, pero sabía que al hombre no le gustaba mucho la magia.
- Empecemos con la reunión familiar. – murmuró. Llamó al timbre y espero a que le abrieran. Salió a abrirle un hombre de pelo castaño y ojos azules.
"¿Todos en esta familia son modelos de revista, o qué?" pensó Paul, inevitablemente atraído hacia él. Nadie podía reprochárselo. Llevaba dieciséis años de celibato, y él nunca había sido de los castos y puros precisamente. Pero no quería pensar en eso, ni en Tom, porque su futuro era demasiado incierto. No podía fingir que el tiempo no había pasado para él, y que todo seguía igual…
- No estamos interesados en cambiaros de religión, muchas gracias – dijo Thomas, e hizo ademan de cerrar la puerta. Paul puso el pie para impedirlo.
- ¿Tengo pinta de Testigo de Jehová? – preguntó Paul. Luego recordó que no estaba vestido como "Paul", sino como el señor Wright. Llevaba ropa elegante, de persona mayor. – Sé quién es usted, y quién es su esposa. Sé quién es su familia, y es por ellos que estoy aquí. Peter… digámoslo así que necesita nuestra ayuda, o la va a necesitar.
- ¿Peter? – preguntó Thomas con preocupación, abriendo la puerta de par en par. Recordó a su amable sobrino, a que había cogido cariño en tan poco tiempo. - ¿Qué le ocurre?
- Es una larga historia…- dijo Paul. Por tercera vez en unas pocas horas, repitió toda la historia para Thomas y su mujer. La que tenía magia era ella, pero Paul, por alguna razón, no dejaba de mirar a Thomas.
- Así que, quieres que vayamos contigo para reunirnos con todos.
- Eso es, señora. Necesito la ayuda de toda persona mágica que conozca…
- Yo voy también – dijo Thomas. – Es mi familia.
- Pero cariño, tú no tienes magia…y nunca te han gustado estas cosas… - trató de razonar Melinda. Paul se limitó a observar a aquél hombre.
- He estado en varios futuros diferentes. Eso es algo raro. Se supone que sólo hay un futuro, pero el nuestro está en constante cambio. Así que he estado en muchos. Y en uno de ellos, en el que más nos conviene que se produzca, tú terminas muerto. – le dijo, para que supiera a qué atenerse.
Se hizo el silencio. Thomas miró a su mujer a los ojos, y luego miró a Paul, casi con desafío.
- Que sea lo que tenga que ser.

- Bien entonces. Vamos allá. – dijo, y tendió una mano a cada uno de ellos, para que le agarraran.

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