Chapter 74: El estirón
N.A.:
En algunos
capítulos, como en éste, escribiré cosas que suceden en "el otro
mundo". La versión mala del otro lado del espejo, si se prefiere. Como
allí los nombres son los mismos, y eso puede ser un caos, cuando escriba sobre
ellos lo haré en letra cursiva. Esos pasejes irán
siempre al final del capítulo y si algo no se entiende pues, simplemente
preguntad :D
Aquella tarde Chis
tuvo un atisbo de lo que hubiera sido su vida de haber tenido a Nick y Peter
siempre a su lado. Experimentó esa capacidad de los gemelos para ponerse malos
a la vez, que vuelve locos a sus padres cuando son bebés. Sus hijos ya no eran
bebés, pero eso apenas le facilitaba las cosas. Cuando despertaron, los dos
tenían mucha sed, así que les trajo agua. Luego querían ir al baño, y no
salieron de ahí en un buen rato, con diarrea. Peter casi se desmaya en una
ocasión, débil y fiebroso, así que Chris les acompañó desde entonces cada vez
que se levantaban. Le había dicho a su padre que se fuera, que le llamaría si
surgía algo, y en ese momento se arrepintió, porque le faltaban manos para
sostener a sus dos hijos.
Leo le había dejado
instrucciones de que ese día no comieran nada, pero bebieran mucho. Sin embargo
los chicos no querían ni beber, tenían la boca del estómago como cerrada. Así
que él les distraía y se ocupaba de que fueran bebiendo poco a poco. Pese a lo
cansado que estuvo en apenas un par de horas, descubrió que le gustaba poder
cuidar de sus hijos. Poder ser útil. Que ellos sintieran que él…podía
protegerles. Una de las cosas que recordaba con más cariño de su infancia eran
los cuidados de sus padres cuando enfermaba. Aunque….¡eran unos pacientes tan
difíciles!
- Peter, te he dicho
que no puedes levantarte nada más que para ir al baño ¬¬
- ¡Pero es que me
aburro!
- Lo sé, tesoro, y
ahora pensaremos algo entretenido, pero no puedes levantarte.
- Pues…¡quiero ir al
baño!
- Buen intento, pero
no cuela.
Peter se enfurruñó y
se cruzó de brazos, y Chris no pudo hacer otra cosa que reírse. Era tan niño.
Les puso el termómetro otra vez. 39. A Nick la fiebre parecía sentarle peor que
a su hermano, quizás porque no estaba acostumbrado. Le confesó que era incapaz
de recordar la última vez que enfermó.
Les contó anécdotas
divertidas, como la de aquella vez que Wyatt, con su particular sentido del
humor, le echó polvos pica pica por toda la ropa mientras él estaba en bañador.
- Sí, sí, tú ríete,
Nick, pero yo me pasé todo el día pensando que tenía alergia al cloro, y que
por eso me picaba todo. ¡Estuve el resto del verano sin querer meterme en una
piscina!
- ¿Y qué hizo el
abuelo cuando se enteró? – preguntó Peter, cuando logró dejar de reír.
- ¡Partirse de risa!
– dijo Chris, con indignación, como sintiéndose ultrajado porque su padre no le
hubiera defendido de su malvado, malvado hermano. Peter se rió más.
- Veo que los
pacientes se encuentran mucho mejor – dijo Amy, entrando en la habitación con
una sonrisa.
- Hola Amy –
saludaron los dos gemelos a la vez.
- Hola chicos. ¿Cómo
estáis? – preguntó, dulce como siempre, sentándose en la cama de Nick, puesto
que Chris estaba en la de Peter.
- Estar malo es un
asco – declaró Nick. Amy demostró su conformidad con una caricia. – Pero si
papá y tú vais a estar en este plan tan cariñoso uno se puede acostumbrar.
Nick sonrió, se dio
la vuelta para ponerse de lado y cerró los ojos. Le gustaba que Amy le
acariciara. Se sentía distinto a cuando lo hacía Chris. Ella le había consolado
así ya dos veces y definitivamente hacia algo con su pelo que era como un
sedante. Sintió que se iba a dormir de nuevo y suspiró, relajado.
Amy empezó a
hablarle en un tono muy infantil y usando frases como "Mírale qué
guapo" y "Mira mi bebé". Chris pensó que Nick iba a mandarla a
la porra por hablarle así, pero descubrió que le gustaba. Entonces recordó a su
madre diciéndole eso mismo. ¿Serían de esas frases que sólo tienen sentido
cuando las dice una madre y uno está lo suficientemente mimoso como para
tomárselas bien? Observó fascinado como a través del lenguaje corporal Amy se
comunicaba con Nick como una madre lo haría con su hijo.
- Chris, creo que le
está subiendo la fiebre – comentó Amy al cabo de un rato. Chris se acercó y
comprobó que efectivamente parecía tener más temperatura y cierto rubor
fiebroso en las mejillas. Le pasó un paño humedecido por la frente y el rostro.
- Nick – murmuró, y
recibió un pequeño "¿mmm?" en respuesta. - ¿Estás despierto?
- Más o menos.
- Voy a ponerte el
termómetro ¿vale?
No recibió
respuesta, pero se lo puso, y marcaba cerca de cuarenta grados.
Chris tuvo un
instante de indecisión. ¿A quién llamaba? ¿A su abuelo o a Patrick? Por motivos
obvios de cercanía familiar, quería llamar a Leo, que además seguro que era mucho
más amable. Pero Leo había sido médico militar el siglo pasado. Para improvisar
una cura de una herida con poco más que tres hebras de paja era el indicado,
pero ¿para un "resfriado"? Chris confiaba en su padre más que en
nadie, pero sabía que Leo ya no era médico, y que tampoco quería serlo. Además,
tenía muchas cosas que hacer. Si no tuviera a nadie más acudiría a él, pero
estaba Patrick. Él era médico, trataba con enfermedades todos los días, y
además sabía de magia. Él no se empeñaría en orbitar si le llamaba, porque
además no podía hacerlo, sino que se limitaría a decirle lo que convenía hacer
por teléfono. Si llamaba a Leo aparecería allí mismo sin dudarlo, y él no
quería darle más trabajo a su padre. El propio Leo lo había dicho: tenía gente
en la que podía apoyarse y tal vez Patrick fuera de esos…
Salió un segundo de
la habitación, sacó el móvil y llamó al teléfono que Patrick le había dado, el
del hospital. Descolgaron al segundo pitido.
- Doctor Anderson –
informó la voz al otro lado.
- Patrick…Soy Chris.
- Como si sólo
conociera a un Christopher.
- Soy…Christopher
Haliwell.
- Ya lo sé, sólo tú
eres tan arrogante como para pensar que voy a reconocerte. ¿Y bien? ¿A qué debo
la interrupción?
Ese hombre y la
amabilidad tuvieron una pelea de pequeños, y debió de ganar él. Pero Chris no
buscaba amabilidad, sino eficiencia.
- Nick vuelve a
tener fiebre alta. No "tan" alta, pero son casi cuarenta grados. No
creo que convenga darle un baño frío otra vez…
- No, eso tampoco es
bueno, no conviene abusar. ¿Cuántas ampollas de Termalgin te dio tu padre?
- ¿Eh?
Oyó un suspiro al
otro lado.
- Que cuántas cosas
de esas que se clavan y hacen que la temperatura de tu hijo vuelva a ser normal
te dio tu padre.
- Oye, no me hables
como si fura idiota.
- No demuestres que
lo eres. ¿Y bien?
- Seis. Gastamos
cuatro, dos en cada uno.
- Bien, pues usa
otra.
- ¿Y ya está?
- Si, genio, ya
está. Tiene que pasar un tiempo entre dosis y dosis, pero ya ha pasado.
- Vale. Y…¿cómo se
la pongo?
Un nuevo suspiro.
- ¿Cómo dejan que alguien
como tú llegue a ser luz blanca?
- Perdón por no
tener la carrera de medicina. – replicó Chris. Jolín, ¡no hacía falta ponerse
así!
- Bajas el émbolo y…
- ¿El embo qué?
- Nada. Déjalo. Tu
padre puede orbitar ¿no? Pues será mejor que le llames a él. No suelo fiarme de
los médicos que tienen más de noventa años, pero al menos parece tener más
luces que su hijo.
- No es necesario
faltar…
- Ahora en serio, es
mejor que lo haga un médico. Iría yo mismo, pero tengo un caso algo urgente
aquí y seguramente me lleve toda la tarde.
- Vale. Muchas
gracias…
- Espera, antes de
que cuelgues…
- ¿Sí?
- Hay algo de lo que
tenemos que hablar ¿no crees?
- Claro. Te pagaré,
sólo envía la factura.
- ¿¡PERO TÚ ESTÁS
TONTO!? – bufó Patrick al otro lado. Chris apartó la oreja del teléfono. – No,
Patricia, no pasa nada. Es que estoy hablando con un imbécil…dile a Williams
que enseguida le envío el informe del tipo de la 24. – dijo Patrick,
evidentemente hablando con alguien que debía de estar con él en su despacho. –
Christopher, no digas idioteces o voy a creerme de verdad que te falta un
hervor.
- ¿No era eso?
- No, claro que no.
- Entonces, ¿de qué
tenemos que hablar? – preguntó Chris, confundido.
- No sé, tal vez de
la profecía que vaticina que morirás cargándote a mi hijo en el proceso. – dijo
Patrick con infinito sarcasmo. Tenía la voz muy suave, así que contrastaba
mucho con la intención de sus palabras.
- Ah, eso.
- Sí, eso. ¿Tienes
algún plan?
- Algo así.
- Bien, pues ya me
informarás. Ahora tengo que irme. El Termalgin hará que le baje la fiebre.
- De acuerdo.
Gracias otra vez. Ah, y tendrás que decirme cuanto te debo…
- Cierra el pico.
Adiós, Haliwell. – dijo Patrick, y cortó.
Chris se quedó
mirando el móvil algo confundido. Por alguna razón creía que Patrick era un imbécil,
le caía como el culo, y aun así tenía la sensación de que era buen tipo.
Suspiró. Al final sí que iba a tener que llamar a su padre, porque él no sabía
poner inyecciones.
Se dio la vuelta
para volver a la habitación y no pudo evitar sonreír al ver a Amy con sus
hijos. Se había sentado en la cama de Peter y le estaba haciendo reír quién
sabe con qué. Pero Chris notó que Peter era feliz, y eso era algo tan difícil
de conseguir que la persona que lo lograba se merecía un premio.
- ¿Qué ha dicho
Patrick? – preguntó Nick cuando le vio entrar.
- Malas noticias
para ti: más inyecciones.
- ¡Ni hablar!
- Ponte como quieras
– dijo Chris, mientras se sentaba a su lado – Voy a llamar al abuelo y cuando
venga te pondrá el medicamento.
- ¡No! – protestó
Nick, y en un impulso, cogió el móvil que Chris aún tenía en la mano y lo tiró
al suelo. Era un Iphone de pantalla táctil, y la pantalla táctil de rompió.
Chris respiró hondo un par de veces. Notó que Nick temblaba y quiso pensar que
era por la fiebre y no porque le tuviera miedo.
- No quería
rompértelo…Perdona…
- No necesito el
móvil para llamar a mi padre, Nick.
- …Lo siento…
- Sí, ya puedes
sentirlo porque es bastante caro. En fin. Qué le vamos a hacer. Ahora…
- Papá, por favor,
delante de Amy otra vez no…
- ¿No qué? –
preguntó Chris, y acto seguido entendió lo que quería decir – Te dije que no
hay castigos para los enfermos. Pero te has quedado sin móvil por un mes.
- Sé…sé que me he
pasado…Perdona…es que…
- Es que actúas y
luego piensas, como siempre. Sólo es una maldita jeringuilla, Nick. Ni siquiera
duele si no tienes los músculos en tensión.
- Pero yo odio las
agujas…
- Y yo odio verte
enfermo. Intenta comportarte conforme a tu edad y no hagas otra escenita. El
abuelo vendrá, te pinchará, te sentirás mejor, y todos contentos.
- No quiero que me
pinche…
- No hagas que
cambie de opinión acerca de ti estando sobre mis rodillas. – dijo Chris, en una
amenaza totalmente falsa pero que sonó espeluznantemente verdadera - Y ahora
calla e intenta descansar. Tienes demasiada fiebre para discutir con nadie.
- Sí, papá – dijo
Nick en un suspiro, y se tumbó de lado. Cogió entonces la mano de Chris y se le
llevó al pelo. Se lo podía decir más alto pero no más claro. El gesto decía
"mímame" en letras de neón.
- Tienes mucho morro
tú. Rompes un móvil de 200 pavos y encima pides que te mimen – dijo Chris, pero
comenzó a acariciarle.
- Te lo pagaré. –
susurró Nick. – Y los 300 de la multa también.
- ¿Y cómo piensas
hacerlo? – preguntó Chris, por seguirle el rollo, mientras le seguía acariciando
el pelo.
- Encontraré un
trabajo.
- El colegio, la
escuela de magia, un trabajo…Sí, ya, claro.
- ¡Lo haré! – dijo
Nick con vehemencia y luego puso un gesto como de dolor.
- Sssh, no te
acalores. Tienes mucha fiebre, Nick. Y lo peor de todo es que sé que esto no lo
dices por los delirios, sino que de verdad crees que te dejaré trabajar para
pagar algo que crees que me debes.
- Es que te lo debo
– protestó Nick, trabándose un poco y con voz ahogada.
- Sssh. Hablaremos
después. Ahora duerme mientras llamo al abuelo, pero no me debes nada.
No hizo falta que se
lo repitiera, porque Nick se durmió en ese momento. Tenía sudores fríos, y
Chris le acarició la cara como para confortarle. Tenía un aspecto tan
vulnerable así, dormidito…
- Eres muy bueno con
él. Gracias. – le dijo Peter.
- Sólo es un niño
con una rabieta porque el médico le va a pinchar. No voy a enfadarme por eso.
- Te ha roto el
móvil.
- Compraré otro.
- Eres muy bueno. –
repitió Peter – Tenías derecho a enfadarte y no lo has hecho. Además, lo decía
también porque llevas todo de día cuidando de nosotros. Gracias.
- Es incómodo cuando
me agradeces cosas que no merecen tu agradecimiento. No soy bueno.
- Sí lo eres –
replicó Peter.
- No lo soy.
- Sí lo eres –
intervino Amy - Y ahora, si habéis terminado, sugiero que llames a Leo de una
vez.
- Tienes razón. ¿Tú
cómo estás, Peter?
- Bien. Mejor que
él.
- Deberías dormir.
- Dormir es
aburrido.
Chris sonrió un
poco. Se concentró, y susurró el nombre de su padre. Con aquél susurro valdría.
Efectivamente, segundos después Leo orbitó y Chris le dijo que a Nick le había
subido la fiebre. Leo preparó la inyección y le enseñó a Chris cómo hacerlo.
- Despiértale – dijo
después, mientras se preparaba para pincharle.
- ¿No puedes hacerlo
mientras duerme? Así me ahorro tener que convencerle.
- Supongo que sí.
Leo se acercó a Nick
y le cogió el brazo con delicadeza. Le clavó la aguja, pero cuando estaba
terminando Nick se despertó.
- ¡Eso ha sido a
traición!
- Ya está, cariño –
dijo Leo, y le soltó el brazo. – Anda, sigue durmiendo.
- Me has pinchado.
¡Malo! – le acusó Nick y Leo contuvo a duras penas una sonrisa. Le dio un beso.
- Tu hijo con fiebre
es adorable – le dijo a Chris.
- Siempre es
adorable.
Leo rodó los ojos y
se fijó en el cadáver del móvil de Chris que estaba sobre la mesa.
- ¿Qué pasó? –
preguntó Leo, señalándolo.
- Yo… lo tiré – dijo
Nick, muy bajito. Leo le censuró con la mirada.
- Adorable. Sí.
Claro. Porque sé que tu padre ya te habrá matado, que sino…
- En realidad…no se
ha enfadado.
Leo miró a Chris con
curiosidad.
- ¿La regla del que
está enfermo?
Chris se encogió de
hombros, y asintió.
- Has tenido suerte
¿sabes? – le dijo Leo a Nick – Tu padre adora esos aparatejos. Si no recuerdo
mal, la primera vez que pegó a Leo con el cepillo fue por meter su móvil en la
bañera…
- Quiero a mis hijos
más que a la tecnología, papá. – dijo Chris, suspirando con exasperación. A
veces su padre actuaba como si él siguiera siendo un adolescente. ¡Y tampoco
había estado tan enganchado entonces! Bueno, un poquito…. - Y no fue así, por
cierto. Aquella vez ni siquiera le castigué. Te confundes con Wyatt y Alex. La
primera vez que pegué a Leo con el cepillo fue, por desgracia, el día de su
cumpleaños, cuando cumplió los ocho. Se suponía que era un día especial, y odié
tener que hacerlo pero…casi provoca un incendio por jugar con lo que no debe…
- ¿Lo recuerdas? –
preguntó Peter, asombrado. - ¿Recuerdas la primera vez que le castigaste con el
cepillo?
- Recuerdo todas las
veces que le he castigado, y a vosotros también. De todas formas, esto no es
ningún logro: lo de Leo fue hace sólo nueve meses.
Peter guardó
silencio, sin dejar de mirarle. Chris observó que aunque Amy también le
acariciaba a él no lo hacía de la misma forma que con Nick, porque Peter no se
dejaba. Ladeó la cabeza con curiosidad: a él sí le dejaba tocarle el pelo, pero
Amy parecía tener acceso vedado.
- Llevamos casi ocho
meses contigo – dijo Peter de pronto, llamando la atención de Chris. –
Parece…mucho más.
- Es verdad. Y al
mismo tiempo me parece mucho menos. Si me descuido me encontraré con que ya
sois mayores de edad, y si parpadeo un par de veces ya tendréis vuestra propia
casa, y una familia…
- Aún queda mucho
para eso, papá.
- Si Chris, tú a lo
mejor tienes suerte y tus hijos no se van por ahí a vivir su vida cuando aun
son muy críos ¬¬ - dijo Leo, en un claro tono de reproche. Su padre no llevó
muy bien eso de que Wyatt se fuera con 21 años y Chris con 22.
- Me casé, papá. Y
técnicamente no me fui de casa, os fuisteis vosotros, y me la dejasteis.
- Detalles sin
importancia. ¡Aun eras muy joven!
- Menos que Wyatt.
- Tu hermano era un
crío cuando se fue y mentalmente aun lo sigue siendo.
La risa de Peter les
interrumpió.
- El abuelo es
exactamente como tú, papá. ¿La sobreprotección va en los genes?
- Muy gracioso,
Peter, muy gracioso ¬¬ - dijo Leo.
- ¡Y esa es la misma
mirada que pones tú! – exclamó Peter, y se rió más.
- A ver, los payasos
de circo, que se vayan, que los pacientes tienen que descansar – dijo Amy como
si de verdad fuera una enfermera.
- ¡La risoterapia es
una cura muy extendida! – protestó Peter - ¡Y si papá se va me aburriré mucho!
- Me da que éste ya
no está enfermo – comentó Leo – No parece tener fiebre y se empieza a quejar de
aburrimiento: claros signos de que se encuentra mejor.
- ¿Lo ves? El médico
dice que estoy mejor, así que los payasos de circo pueden quedarse.
- ¡Eh, un respeto! –
protestó Chris, haciéndose el ofendido - ¡Ser payaso de circo es una profesión
muy honrada, que lo sepas!
Peter sonrió, y
Chris se sintió feliz por verle tan alegre. Le tomó la temperatura y vio que
apenas tenía fiebre ya. Extraño. Un gemelo mejora y otro empeora. Aunque a
Nick, por efecto del medicamento, comenzó a bajarle la fiebre también. Leo tuvo
que irse al cabo del rato: ese hombre no descansaba nunca. Chris ni siquiera
sabía del todo cuál era el alcance de sus obligaciones, porque había ciertas
cosas de los Ancianos que eran "confidenciales".
Se quedaron solos
los gemelos, Amy, y Chris.
- ¿Qué hacen los
peques? – preguntó Chris.
- Les he dejado
viendo la tele – explicó Amy y después volvieron a estar en silencio un rato,
porque Chris quería que Peter durmiera un poco. Nick ya se había dormido.
Los segundos
pasaban, y Peter no se dormía. Era cierto que tenía mejor aspecto y no parecía
tan débil y cansado como Nick. Entonces, sin previo aviso, Peter comenzó a
temblar, con fuertes convulsiones. Recordando lo que le había enseñado su
padre, Chris le rodeó la boca con un cinturón para impedir que se mordiera le
lengua y… que se la tragara.
- ¿Es epiléptico? –
preguntó Amy, preocupada.
- No. No que yo
sepa. En su historial médico no pone nada de eso. Antes también le ha pasado a
Nick, pero cuando tenían mucha fiebre. Peter parecía encontrarse mejor.
Chris le sujetó
mientras le duraban los temblores, y le pareció que el ataque duraba demasiado.
Al final, Peter se calmó, y cuando lo hizo sudaba y estaba pálido. Chris no
supo si se desmayó, o simplemente se quedó dormido. Le soltó con delicadeza.
- No sé qué es lo
que tienen. ¿Una maldición? ¿Una enfermedad demoníaca? - dijo Chris, algo
desesperado.
- Un estirón…-
susurró Amy.
- ¿Qué?
- Chris, ¿cuánto
miden tus hijos?
- ¿A qué viene eso
ahora?
- ¿¡Cuánto!?
- Menos de uno
ochenta, calculo yo.
- Ya, pues…Peter
mide ahora algo más.
- ¿Qué?
- Mírale la ropa. Le
queda pequeña.
Chris se fijó bien.
Los pantalones de Peter le llegaban por la espinilla cuando antes le habían
quedado hasta los tobillos. Era difícil saber si era más alto mientras
estuviera tumbado, pero todo parecía indicar que sí, que lo era.
- Eso no tiene
sentido. Uno no crece así. No…enferma para crecer, y no sucede en un día.
- Ya bueno, hasta
donde yo sé uno tampoco orbita, ni lee el pensamiento, ni tantas otras cosas
que "uno no hace" salvo si pertenece a tu familia. – replicó Amy.
- Touché. Pero esto
es raro hasta para nosotros.
Antes de que Amy
pudiera replicar, le tocó el turno a Nick para las convulsiones. Chris se
acercó a él rápidamente, y le sostuvo como había hecho con su hermano. Pero las
convulsiones de Nick no paraban. Chris se asustó bastante, y Amy también. Nick
empezó a gritar, como si algo le doliera. Atraídos por el grito, Alex, Leo y
Victoria subieron a ver. Alex y Leo se quedaron en la puerta, asustados por la
escena. Victoria se adelantó.
- Suéltale – le
dijo.
- ¿Por qué? – preguntó
Chris, sin hacerlo.
- Suéltale, no va a
pasarle nada.
Tras dudar un
segundo, Chris le soltó. Victoria se acercó a Nick y le tocó la cara.
- No luches, Nick.
Déjale crecer. Es así como tiene que ser. No luches – decía la niña, y de
pronto Nick dejó de temblar, y dejó escapar el aire. Quedó tumbado sobre la
cama, inmóvil, sudando como su hermano hacía unos momentos.
- ¿Qué ha pasado,
Victoria? – preguntó Chris, examinando a Nick para asegurarse de que estaba
bien. Se sorprendió cuando Victoria le devolvió una mirada fría, como de hielo.
- La cosa roja que
vi en mis visiones. El asesino. Ahora sé que era Peter. Peter hará muchas cosas
malas, pero Nick hará muchas buenas. La luz y la oscuridad. El bien y el mal.
Eso es lo que ha pasado, aunque en realidad aún no ha ocurrido. Si te refieres
a ahora mismo, simplemente han crecido. Vraskor y Adramelech ahora son demonios
adultos. Su cuerpo humano ha tenido que crecer también. Mañana se encontrarán
perfectamente: hoy estarán muy cansados. Su cuerpo ha hecho en pocos segundos
lo que normalmente tardaría años en hacer.
Chris se quedó con
la parte de que sus hijos iban a estar bien, que es lo único que entendió. Pero
captó otra cosa. Algo en lo que tendría que haber reparado el día anterior.
- No estás asustada.
Si tan horrible es eso que has visto, ¿por qué no estás asustada?
- Ya no veo opciones
de futuro. Ahora simplemente veo lo que va a suceder. No se puede impedir, y en
realidad no conviene impedirlo: es así como tiene que ser. Así que no tiene
sentido asustarse.
Chris guardó
silencio. Lo que pensaba: era necesario que él muriera. Necesario e inevitable,
por lo visto.
- Me da igual lo que
digan tus visiones: Peter no es malo. No es "la oscuridad".
- No, claro que no.
Él es la luz.
Amy le miró algo
asustada. Victoria solía tener ese efecto: soltaba las bombas así, como si
fueran algo natural, y los demás tenían que buscar la manera de encajarlo.
- Entonces…¿Nick es
la oscuridad? – preguntó Chris.
- Nick no es nadie,
más que un instrumento.
- ¡Basta! – gritó
Leo. El niño estaba en la puerta, algo impresionado, pero ya no iba a callarse
más. - ¡Estás asustando a mi padre! ¡No hables así de mi hermano!
- No he dicho nada
malo sobre Peter.
- ¡Pero sí sobre
Nick! ¡Él no es un instrumento!.
Victoria le miró sin
alterarse.
- Llegará el momento
en que tengas que elegir a Nick o a Peter, y elegirás a Peter – respondió ella.
– Todo el mundo elegirá a Peter, aunque será Nick el que tenga razón.
- ¡Basta! – repitió
Leo, muy enfadado.
- No he dicho nada
malo sobre Nick, Leo – dijo Victoria, como para calmarle – Aquí todos somos
instrumentos. Salvo Peter. Él tendrá que elegir, y elegirá mal. Y todos
pagaremos las consecuencias. Especialmente vuestro padre.
- ¿Por qué
especialmente Chris? – preguntó Amy.
- Porque será él el
que tenga que morir.
- ¿Qué?
Amy parecía
alarmada. Chris ya le había hablado de la profecía, pero que conociera los
hechos no quería decir que los aceptara. Victoria estaba diciendo que Chris iba
a morir como consecuencia de algo que haría Peter.
- Por eso no quiero
deciros nada: sólo provoco más preguntas, algunas de las cuales no puedo
responder. No tenéis por qué preocuparos. Al final, Peter elegirá bien en la
decisión más importante de todas. Y ya he dicho demasiado. Tío Chris, yo que tú
me quitaría de ahí en los próximos treinta segundos.
- ¿Por qué? –
preguntó, pero lo distrajo un balbuceó de Nick: parecía que estaba despertando.
Le pasó el paño humedecido por la frente, y entonces, exactamente 30 segundos
después de la advertencia de Victoria, Nick vomitó, encima de la camiseta de
Chris.
- Te lo dije.
Chris suspiró.
- Voy a cambiarme.
Vosotros, todos vosotros, salid fuera, vamos. Hay que dejarles descansar.
- ¡Yo quiero estar
con ellos! - protestó Leo.
- Vamos chicos. ¿Por
qué no vamos al parque un rato, y así paseamos a Ariel? – sugirió Amy,
fingiendo una sonrisa, y la idea fue bien recibida, así que se fueron. Victoria
le dijo algo más, sin embargo, antes de irse:
- No debes enfadarte
con él, sino conmigo. – dijo solamente, y de pronto le miró de una forma tan
torturada que Chris no pudo evitar pensar que su sobrina estaba perdiendo la
cabeza. A veces hablaba en presente de cosas que no habían sucedido, y le dio
la sensación de que en ese momento eso era justo lo que estaba haciendo. No la
entendió, así que no dijo nada y se quedó en silencio mientras se iban.
Chris esperó hasta
oír cerrarse la puerta principal y fue a ponerse otra camiseta. Cuando volvió
con los chicos, Peter no estaba. Miró en el baño, pensando que quizás se había
despertado con ganas de hacer pis, pero tampoco. Se alarmó mucho, hasta que oyó
un gemido y un ruido metálico en la cocina. Fue a ver, y se encontró a Peter
sosteniendo un cuchillo. Tenía sangre en el brazo. El corte no era muy profundo
pero Peter se disponía a arreglar eso, y a cortarse más.
- ¡Peter! – gritó
Chris, al entender lo que pretendía.
- Estaba despierto –
dijo. – Escuché a Victoria. Me llamó asesino. Dijo que haré cosas malas, y que
elegiré mal. Y que tú lo pagarás…Dice que sus visiones no pueden cambiarse,
pero yo sé una forma. Si yo no estoy no podré hacer nada de eso.
- ¿ESA ES TU
SOLUCIÓN? ¿SUICIDARTE? – gritó Chris, y se acercó a él, pero Peter levantó el
cuchillo como signo de advertencia. Que le amenazara con volver a cortarse
parecía indicar que estaba dispuesto a escucharle, si no se acercaba. Chris vio
su oportunidad. – No importa lo que hayas oído. No importa lo que vaya a pasar.
Así no solucionas nada.
- Así puedo
solucionarlo todo – respondió Peter, y acercó el cuchillo a su brazo otra vez.
- ¡Cuchillo! –
exclamó Chris, tratando de orbitarlo. Pero no pasó nada.
- Lo siento, papá.
Te he quitado los poderes. – dijo Peter.
- Peter, no puedes
hacer esto, estás siendo impulsivo, piensa con la cabeza…
- Lo estoy haciendo.
Victoria dijo que al final elegiré bien, la decisión más importante de todas. Y
no se me ocurre nada más importante que evitar hacer algo que provoque que te
mueras. Si yo soy la causa, y desaparezco, entonces no sucederá – declaró, y se
dispuso a cortarse. Pero lo pensó mejor, y en vez de llevarse el cuchillo al
brazo, se lo llevó al cuello, y se cortó.
Chris lo vio a
cámara lenta. Vio como su hijo caía al suelo, y todo lo que podía pensar
mientras corría para sostenerle es que hacía sólo una hora se estaba riendo, y
llenando la habitación con su alegría. Esa risa no podía extinguirse. No de esa
forma. No en ese momento. No.
- ¡Qué ha hecho! -
gritó Christopher, apartándose de la esfera.
- Calma, hermano.
Recuerda que no es tu hijo.
- Lo es, de alguna
manera. Es el hijo de "ese" Chris.
- Que él muera
favorece a nuestra causa.
- Él dijo que quería
a Christopher muerto. No mencionó nada de que tocara a sus hijos. Busca algo
más aparte de la venganza, Wyatt, o sino se habría ocupado él mismo de matarle
cuando tuvo ocasión. Más bien creo que a Barbas le interesa que su Peter siga
con vida.
- Mira, parece que
se mueve - dijo Wyatt, señalando la esfera. - No está muerto.
- Lo estará en
cuanto el otro Chris termine con él. Cuando nuestros Nick y Peter vuelvan a
estar en casa, quitaré todos los cuchillos.
Wyatt no dijo nada.
Sabía que toda la obsesión de su hermano era recuperar a sus hijos, pero se
preguntó si era consciente de lo que podía desembocar de seguir con aquél plan.
El equilibrio del universo podía romperse...Aunque ya se rompió cuando Barbas cruzó
de dimensión, hacia ya varios meses. Cuando Barbas apareció allí lo primero que
hizo fue matar a su alter ego, y así, el velo entre ambos mundos se rasgó, y
los universos paralelos dejaron de serlo. Luego, secuestró a los gemelos.
Barbas había dicho que quería al Christopher de la otra dimensión muerto, y que
a cambio Nick y Peter le serían devueltos. Pero Wyatt se preguntaba hasta qué
punto puedes confiar en la palabra de un demonio. Al fin y al cabo, el demonio
tenía que tener sus propios planes. Ese cabronazo siempre tramaba algo más
aparte de lo evidente. Echó un trago a su botella de whisky.
- ¿Sabes? De todas
las cosas absurdas que hacen nuestras versiones buenas, lo más tonto es lo
confiados que son. ¿En serio pensaban que podían acabar con Barbas tan fácil?
- Acabaron con él.
Le enviaron al inframundo ¿recuerdas? Pero logró salir, y en vez de a su mundo
vino al nuestro. Y se llevó a mis hijos - dijo Chris, escupiendo las palabras.
- Y aquí estoy, cediendo a un vulgar chantaje. Aunque a Christopher le mataría
de todas formas, porque es suya la culpa. Es suya la culpa por no haber
terminado con ese ser cuando tuvo su oportunidad. Y de Wyatt también, hermano.
A él también voy a matarle.
- Deja que yo me
ocupe de mí mismo - dijo Wyatt, con cierta guasa, y luego se puso pensativo
mientras observaba moverse al alterego de Chris dentro de la bola de cristal. -
La vida del otro Chris a cambio de Nick y Peter. ¿Por qué Barbas te quiere
muerto? ¿Y por qué te elige a ti para que seas tu propio asesino?
- Sabe que haré
cualquier cosa por mis hijos. En eso el tonto-Chris y yo nos parecemos.
- ¿Tonto-Chris? ¿Eso
es lo mejor que se te ocurre? Hermano, creo que te estás volviendo bueno.
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