Chapter 71: Verdad sin filtro
N.A.: Puede que uno
quiera/necesite releerse éste capítulo para entenderlo. No es de mis mejores
actualizaciones. De hecho, no me gustó nada cómo me quedó, pero no tengo tiempo
ni ganas de reescribirlo más xD.
A Chris le había
pegado en la cara mucha gente a lo largo de su vida. Su padre lo había hecho en
una ocasión, su madre en otra, y su hermano le había arreado varios puñetazos.
En sus luchas contra demonios años atrás, se había llevado más de un golpe y un
arañazo. Incluso Bianca le cruzó la cara cuando estaban empezando a salir,
aunque aquella vez para Chris fue más divertido que doloroso. Lo que jamás
había esperado es que su sobrina de diez años se sumara al club. Victoria le
pegó con la mano abierta y, por cierto, con una fuerza envidiable para alguien
de su edad, sexo y tamaño. Chris giró un poco el rostro y se llevó la mano a la
mejilla, más que sorprendido. Cuando miró a Victoria, ella parecía enfadada.
- Eso es lo que
pienso de ti y de tus ideas – le espetó la niña. – ¿Crees que puedes decidir
que te mueres y ya está?
Chris parpadeó.
Pensó que debería de estar enfadado: su sobrina acababa de pegarle. Pero lo
cierto es que no lo estaba, al menos no tanto como hubiera sido lógico, porque
al mirarla a los ojos, vio que ella estaba asustada. Tiene que ser inquietante
saber que lo que ves en tu cabeza se cumple, y que casi nunca es bueno.
- No se trata de
algo que haya decidido yo.
- ¡Pues entonces no
dejes que pase!
- Tengo que hacerlo,
ratona – dijo Chris, sonriendo con indulgencia, y le dio un beso en la frente.
Luego se volvió a frotar la mejilla. – Caray, pegas con fuerza ¿eh? ¿Te parece
bonito pegarle al tío?
- Cuando dice
tonterías, sí. – respondió Victoria, con carácter.
- Sé que no es
agradable de oír, cariño, pero…
- A la mierda eso,
tío Chris. Lo que has dicho es una gilipollez.
- Cuidado, Victoria.
Entiendo que todo esto es difícil, pero te estás pasando. No voy a dejar que me
hables así.
- No, ¡soy yo la que
no va a dejar que tú hables así! ¿Tienes idea de lo que es ver cosas en tu
cabeza todo el día? Cosas que no existen. Cosas que no son reales…aún. Estar
hablando con papá y que mi cerebro me muestre cómo muere mi familia. Estar
viendo una película y que mi mente me enseñe el futuro de mi hermano. A veces
creo que voy a volverme loca, y a veces me pregunto si no será que ya lo estoy.
Ya sé por qué me gusta tanto estar con Peter: porque cuando estoy con él no veo
nada. Y eso es genial. Lo que yo tengo, como tú dices, no son premoniciones.
¡Soy un maldito televisor que siempre está encendido! Y encima con
interferencias. Parece que no sintonizo bien hasta que toco a algo o a alguien,
preferiblemente a mi padre. Y de pronto, sin que toque nada, todos los canales
se apagan. Todo queda en blanco, sin imágenes, sin interferencias…sólo
silencio. Y cuando estoy pensando que eso es algo bueno tú coges y me dices que
"has aceptado que vas a morir". ¡De todos los futuros que he visto
has escogido el peor de todos! ¡Así que no me digas como tengo que hablarte
porque lo que tendría que hacer es no volver a dirigirte la palabra!
Chris quedó muy
impactado. Jobar con su sobrina. ¿Dónde escondía tanto carácter? A Chris le
recordó a su madre. Sí, definitivamente, esa niña tenía un "algo" que
recordaba a Piper. No supo qué responderle, pero le estuvo dando vueltas a lo
que le había dicho. Deducía que Victoria había estado ocultando la mayoría de
sus visiones, salvo aquellas demasiado fuertes que se notaban físicamente, como
la de hacía unos momentos. Si se fiaba de las palabras de la niña, había tenido
varias visiones en un solo día, y eso era tan extraño que era imposible.
- Hay algo raro con
tus premoniciones, ratona. Eso de empezar a ver cosas así, de pronto… Y todo
eso de que sean imágenes continúas a cada rato…Tu tía abuela Phoebe no las
tiene tan seguidas.
- Mis visiones no
son el problema aquí, tío. – respondió Victoria, aun molesta. No se iba a
olvidar tan fácilmente de la declaración resignada de Chris.
- Victoria, lo que
tú ves no es el futuro: es una opción. Muchas veces el futuro depende de
nuestras elecciones, o de las de otras personas, por eso ves cosas que se
contradicen. Pero una profecía… una profecía es inesquivable, ¿entiendes,
cariño? Por mucho que yo me empeñe en decir que es sólo un trozo de papel, es
más que eso. Es el trozo de papel que contiene mi destino.
- Pues rómpelo.
- No basta con eso.
- ¡No puedes
rendirte!
- En realidad,
ratona, es lo único que puedo hacer. Si acepto cómo van a ser las cosas, tendré
el valor de hacerlas. Es mi destino morir para salvar al cargo al que tengo que
proteger como luz blanca. – explicó Chris, con paciencia. Tuvo una idea, y
suspiró – Espera aquí un segundo. Voy a enseñarte algo.
Se levantó, y caminó
hacia un cajón. De allí sacó un papelito: la traducción que Paul había hecho de
la profecía para él. Se la leyó a Victoria:
EL HERMANO MEDIANO,
HIJO DE LAS EMBRUJADAS, TRAERÁ LA DESGRACIA A NUESTRA FAMILIA. MATARÁ AL NIÑO
QUE COMPARTA EL PODER CON LA MADRE DEL DESTRUCTOR Y SERÁ EL CAUSANTE DE LA
MUERTE DE OTRO. PERO SU HORA NO LLEGARÁ HASTA QUE NO HAYA SALVADO A AQUÉL AL
QUE TIENE QUE MATAR. CAERÁ DESDE LO ALTO POR OCUPAR EL LUGAR DE SU PROTEGIDO.
Chris terminó de
leer deseando que la niña entendiera. Uno no puede escapar a su destino. No
cuando el destino lo controlan otras personas. Estaba cansado de mentirse a sí
mismo y a los demás. Estaba cansado de sonreír y de decir que no tenía miedo,
que no iba a pasarle nada, que no se iba a morir. Todo indicaba que iba a
morir, o sino que al menos debía intentarlo. No podía limitarse a no salvar a
Paul. Eso sería como asesinarle.
- ¿Puedo ver eso un
momento? – pidió Victoria, de pronto e inexplicablemente mucho más tranquila.
Chris se encogió de hombros: sólo era un trozo de papel, la verdadera profecía
iba más allá de las palabras escritas. Se lo dio. La niña puso una cara
extraña. Echó la cabeza para atrás, y sus ojos se pusieron en blanco de nuevo.
Chris se asustó.
- ¿Vic?
La niña entreabrió
la boca, pero no dijo nada. Chris definitivamente supo que allí había algo
raro: Phoebe no hacía eso cuando tenía una visión. Se hizo evidente que conocer
la profecía había desencadenado algo en Victoria: tal vez más visiones, una
detrás de otra. La niña permaneció así durante varios segundos, y luego volvió
a la normalidad con un jadeo.
- ¿Estás bien? –
preguntó Chris, con ansiedad.
Ella ladeó la cabeza
y su expresión cambió por completo. En lugar de responder a la pregunta, le
hizo otra:
- ¿Sabes qué es lo
más interesante de ver el futuro, tío? Que te das cuenta de que las personas
son idiotas.
Sonrió con
petulancia, y no digo nada más. Chris estaba desconcertado, y algo molesto. Se
había llevado un buen susto y ahora la niña le salía con esas.
- Victoria, no me
gusta que hables así. ¿Qué has querido decir?
- No lo entenderías.
Parece que tú sólo eres un idiota más.
- Victoria, me estoy
enfadando.
- Y yo me estoy
haciendo poderosa. Puedo…verlo…todo. – dijo la niña, y a Chris le dio un
escalofrío, por el tono, por esa sonrisa inquietante…por ese deje de ambición
casi cercano a la locura de alguien que de pronto se sentía y tal vez fuera
omnisciente.
- ¿No era que ya no
veías nada?
- No pretendas
entenderlo – aconsejó ella, de nuevo en ese tono prepotente. No había ya rastro
de miedo en sus ojos.
- Sí, claro que
pretendo entenderlo. Y tú me lo vas a explicar.
- Oblígame.
- Victoria, tú mejor
que nadie sabes que no estoy para juegos. No ha sido un buen día y…
- ¿No lo ha sido?
Según he visto Amy y tú os lo habéis pasado muy bien.
Chris se quedó de
piedra. ¿Cómo…cómo sabía ella…?
- ¿"Según has
visto"? – preguntó Chris. - ¿Has tenido visiones de…Amy y de mí? ¿En el
futuro?
- He tenido visiones
de Amy y de ti…en el pasado. En el pasado muy reciente.
Vale. Eso daba
miedo, y era extraño, y violento, y más extraño todavía, y muy, muy incómodo. Y
por el amor de Dios, ¿de dónde había salido ese tono entre pícaro y lascivo en
una niña de diez años?
- Victoria, no tengo
ni idea de cómo has visto eso, y es evidente que tu poder va más allá de ver el
futuro, pero quiero que entiendas que eso que has visto son…cosas de mayores.
Jamás había pensado
que la magia fuera un problema para su vida íntima, pero ya iban dos personas
que se enteraban de ciertas cosas privadas a través de sus poderes.
- Pues eso mismo
digo yo, que lo que yo he visto son "cosas de mayores", y por eso sé
que no vas a entenderlo. Los hombres sois muy simples. Si os sacan de ciertas
ideas básicas os perdéis.
- ¿Qué es lo que te
pasa? Primero me pegas, después me das un susto enorme y no quieres decirme lo
que te ha pasado, luego me insultas, ahora eres más que insolente… Si piensas
que por tener visiones y estar nerviosa puedes hacer lo que quieras, estás muy
equivocada. Estás muy cerca de que te ponga sobre mis rodillas, señorita.
- Hazlo o no lo
hagas, pero no me amenaces en vano – respondió ella con arrogancia, y Chris
tuvo suficiente. Con un movimiento rápido la colocó encima suyo. Dudó sólo un
instante: aquella era la primera vez que castigaba a Victoria. Dejó caer la
mano sobre la falda de la niña, preguntándose qué mosca le había picado para
hablarle así.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Ay, no tío, no
¡para!¡Me haces daño!
Chris se sorprendió
un poco porque gritara tanto. De todas formas no había pensado ser muy duro con
ella. La incorporó y la miró con algo de dureza:
- ¿Esto también lo
habías visto? – preguntó, con enfado.
- En realidad, sí. –
respondió ella, ya sin tanta arrogancia, sino sólo con sinceridad. Tras el
asombro inicial, Chris suspiró.
- ¿Has acabado ya de
ser maleducada e insolente conmigo?
- No he sido nada de
eso. Me he limitado a decir la verdad.
Chris respiró hondo,
reuniendo paciencia.
- Hace un rato
estabas asustada, y enfadada conmigo porque sabes que voy a morir, y ahora me
hablas mal y me insultas.
- No he hecho nada
de eso – insistió ella.
- Me has llamado
idiota.
- Porque lo eres,
pero eso no es un insulto.
- Sí, sí lo es, y
quiero que pares ya o voy a enfadarme en serio.
Ella le miró a los
ojos, y por alguna razón Chris pensó que no estaba mirando a una niña.
- Eres tan tonto
como papá, o más todavía.
- Vale, mira
Victoria, vas a ponerte en esa esquina y vas a decidir si quieres disculparte y
seguir hablando tranquilamente o si quieres seguir en este plan rebelde y que
te de unos azotes.
- Cuando los hombres
tienen miedo reaccionan enfadándose. – dijo Victoria. Estas palabras impactaron
a Chris, pero no permitió que le afectaran.
- A la esquina,
ahora.
- …Piensan que la
furia les dará la razón, o que si no la conseguirán al imponerse sobre los
demás. Aunque yo te creía más inteligente, tío.
- Vale, has perdido
tu oportunidad. Ven aquí.
Chris la agarró del
brazo, le levantó la faldita y se sintió muy, muy mal. Esa niña era el único
ser en todo el planeta que podía decirle si iba a morir o no, y en lugar de
entenderse y llevarse bien, ahí estaban, discutiendo como animales. Por eso,
sacó paciencia de donde no la tenía, y la giró para obligarla a mirarle.
- ¿Qué ocurre, Victoria?
– preguntó, intentando realmente llegar hasta ella.
- Ocurren muchas
cosas. Ahora mismo tú estás desesperado y yo soy tu única posibilidad de
salvación. Te gustaría que no fuera así ¿verdad? Odias que tu destino esté en
manos de otros. Pero alguien que se rinde tan fácilmente como tú ya debería
estar acostumbrado.
- ¿Por qué me
atacas? Sólo pretendo hablar contigo…
- Dile eso a la
Muerte. Seguro que ella te hace caso cuando te llegue la hora.
- Está bien. Se
acabó. Voy a enseñarte a no pasarte de lista conmigo. – dijo, de nuevo enfadado
y harto ya de tanta tontería.
- ¿Y quién te
enseñará a ti a no ofrecer tu vida como si fuera algo prescindible?
- ¿Esto sigue siendo
por lo que te he dicho? ¿Me hablas así por haberte dicho que voy a morir?
- Lo hago por
aceptarlo como única opción posible. Tú mismo lo has dicho: el futuro son
opciones.
Chris entendió el
punto de su sobrina. Puede que tuviera razón. También puede que no, pero
mientras hubiera una posibilidad no debería rendirse tan fácilmente. La miró fijamente:
- Puede que sea
cierto. Tengo que hacer que la profecía se cumpla: sé que debo hacerlo y además
los Ancianos me lo dijeron. Pero nadie dice que tenga que morir en el proceso.
Bueno, lo dice mi destino, pero veré que puedo hacer contra eso. Será cómo
liberar a un león hambriento y tratar de que no me coma: difícil pero no
imposible.
- ¡Por fin! Empezaba
a creer que no tenías nada ahí dentro de esa cabezota tuya.
- Entiendo lo que
querías decirme, pero no puedes hablarme así, Victoria. Tu padre me ha contado
que estos días han sido…difíciles. Sé que has visto cosas muy malas; sólo puedo
empezar a imaginármelo y lo siento mucho. Sé que eso te enfada, y que hay cosas
que no entiendes, pero no puedes pagarlo conmigo ni con tu padre. Y tampoco
puedes enfadarte si no te entendemos. Tienes que tener paciencia. Llevas razón:
nosotros no vemos el futuro, así que quizás a tu juicio hagamos cosas que no
tienen sentido, pero no por eso somos idiotas y no nos lo puedes llamar, ni
hablarnos como si fuéramos…inferiores. No puedes hablarme en ese tono y de esa
forma.
- Por poder sí que
puedo, técnicamente lo estoy haciendo.
- ¡Basta! – chilló
Chris. – No me contestes. Estoy teniendo mucha paciencia contigo pero hace rato
que se me ha acabado.
Victoria iba a
responder, pero entonces se mordió la lengua. Chris esperó. Se dio cuenta de
que la niña le miraba con tristeza y de una forma extraña.
- Tengo…que…decirlo.
- ¿El qué? –
preguntó Chris.
- Lo que estoy
pensando. Tengo que decirlo, no me lo puedo callar.
- ¿Y qué es lo que
estás pensando? – inquirió Chris, con un suspiro. Aquella noche iba a quitarle
el puesto a Teresa de Calcuta. Siempre le habían gustado los niños, y en
concreto quería a esa niña más de lo que cualquiera podría querer a su sobrina,
pero hablaba en serio al decir que su paciencia se estaba extinguiendo.
- No…
- ¿No, qué?
Victoria, dime lo que estás pensando o no me lo digas, a estas alturas ya me da
igual, pero no quiero que me vuelvas a hablar como hace un rato ¿entendido?
- Pues entonces voy
a tener que estar callada para siempre…
- No. Vas a tener
que ser la niña educada y dulce que siempre has sido.
- Tú no lo
entiendes.
- ¿Qué es lo que no
entiendo?
- ¡Tú no lo
entiendes! ¡Eres tonto!
Con más calma de la
que había creído posible dado lo frustrado que se sentía, Chris tumbó a la niña
encima suyo y le levantó la falda.
SMACK SMAKC
- ¡Ay! ¡Para!
- Respuesta
incorrecta. Llevas un rato buscando esto, así que si no quieres comprobar cómo
es tu tío Chris estando enfadado ya te estás disculpando y abandonando esa
actitud.
SMACK SMACK
- ¡Ay!
- ¿Vas a
disculparte?
- ¡Pero es que no lo
siento!
SMACK SMACK SMACK
SMAKC SMACK.
- Pues deberías. Has
sido muy maleducada, y la verdad Victoria es que no sé lo que te pasa.
SMACK SMACK SMACK
- ¡Ay! ¡Pero si te
lo he dicho! – lloriqueó ella.
Chris se detuvo un
momento. No porque llorara, pues ya se había dado cuenta de que la niña lloraba
desde el primer azote, sino porque ese "te lo he dicho" le sonó
extraño.
- ¿Qué me has dicho?
- ¡Lo que me pasa!
¡Te lo he dicho! ¡Lo que pasa es que no me escuchas porque eres malo y…
- Vale Victoria,
para. – dijo Chris, incorporándola. Parecía evidente que se estaba perdiendo
algo. - Retrocede un momento. ¿Qué se supone que me has dicho?
- Te…snif…te he
dicho que tengo que decir lo que estoy pensando. Intento callármelo pero no
puedo, y tú sólo te enfadas – lloró ella.
- Me enfado porque
me has faltado al respeto.
- ¡Pero yo no
quería! Yo…no PUEDO callármelo…TENGO que decir lo que estoy pensando – repitió
ella, una vez más, enfatizando mucho. Parecía desesperada por ser entendida.
- ¿Quieres decir que
dices todo lo que se te pasa por la cabeza?
- ¡Eso he dicho,
estúpido! – respondió la niña, y se tapó la boca, llorando más y alejándose un
poco de él, temiendo su enfado. Pero Chris ya había entendido. Todas las
respuestas cortantes de la niña, ese lenguaje que ella no solía verbalizar pero
que sin duda tenía que conocer como toda persona de su edad…
- No puedes mentir
¿verdad? Es eso. Físicamente no puedes mentir, ni dejar de decir lo que estás
pensando, aunque sean cosas que no quieres decir en voz alta, como todos esos
insultos y contestaciones cortantes.
Victoria asintió, y
Chris se pasó los dedos por el pelo. Analizó la situación. Su sobrina de diez
años, vidente no sólo del futuro sino por lo visto también del pasado, estaba
¿mágicamente? incapacitada para mentir. No es que fuera insolente: es que entre
su cerebro y sus labios no había un filtro. Al hablar tenía que decir todo lo
que pensaba.
Chris quiso hacer
una prueba.
- ¿En qué estás pensando
ahora mismo?
Victoria cerró la
boca con fuerza y agitó la cabeza a uno y otro lado, indicando que no lo quería
decir.
- Vamos, dilo. No
voy a enfadarme. Sea lo que sea.
Ella intentó
resistirse un poco más, pero finalmente sus labios se separaron, como si le
faltara el aire, con una necesidad imperiosa e incontrolable.
- Eres idiota. Me
has hecho daño y has sido muy malo conmigo. Yo lo único que quiero es que no te
pase nada malo y tú me has pegado. ¡Idiota!
A Chris le pareció
un pensamiento posible en aquél momento, y además estaba bastante seguro que en
otras circunstancias la niña se lo habría callado, o lo habría dicho con otras
palabras. Así que era cierto: algo forzaba a Victoria a decir lo que pensaba
sin ningún tipo de control. Estaba forzada a decir la verdad, sin siquiera
poder usar fórmulas de cortesía o eufemismos. La miró con comprensión.
- Yo tampoco quiero
que te pase nada malo, y por eso cuando haces algo que sabes que no está bien
tengo que castigarte, como hace tu padre, para enseñarte lo que es correcto y
para evitar que hagas cosas peligrosas como cuando te escapaste.
- ¡Pero ahora no he
hecho nada malo y tú me has castigado!
- Tienes razón,
ratona, y lo siento mucho, muchísimo. Yo sólo oía cómo respondías con frases
hirientes o groseras y no entendía por qué. Me he asustado mucho antes, cuando
casi pierdes la consciencia con esa especie de visión, y sólo quería hablar
contigo, y tú respondías de mala forma…No sabía lo que te estaba pasando. Lo
siento mucho, ratona – repitió, con sinceridad, sabiendo que no había sido
culpa de la niña. Por alguna razón era incapaz de controlar sus palabras, y por
eso soltaba esas respuestas tan desagradables, salidas directamente de su
mente. Eso sí, tenía un subconsciente de lo más irascible.
- No me gusta que me
llames ratona.
- Vale.
- No te lo digo
nunca por no herir tus sentimientos, pero es un nombre tonto, más aún que el
"princesita" de papá.
- Vale, lo capto, no
hace falta ser tan sinceros.
- ¡Si es que no
puedo evitarlo! Cualquier cosa que piensa mi cerebro mis labios lo dicen. Tío,
¿qué pasa? ¿Por qué no puedo controlar lo que digo? ¿Por qué he visto esas…esas
cosas tan malas?
- ¿Qué es lo que has
visto, cariño?
- Es como si alguien
quisiera hablarme todo el rato, y me hablara mediante imágenes. Le siento… pero
sólo logro conectar con él a veces…como hace un momento, cuando me has enseñado
la profecía. Y ya no veo sólo el futuro. Veo muchas cosas… Cosas que no puedo
decirte.
- ¿Por qué no?
- Porque no me
creerías. Porque sé que no puedo. Porque estaría mal si las supieras.
- No estaría mal,
cariño – dijo Chris, sin poderlo evitar. - ¿Qué es lo que has visto?
De nuevo, Victoria
cerró los labios e intentó no responder, pero lo por visto no podía negarse
ante una pregunta directa.
- He visto a los demonios
hacerse buenos. He visto cómo mueres y aun así sigues vivo. He visto cómo te
matas a ti mismo. He visto cómo se cumple esa profecía que tanto temes, pero no
de la forma en la que tú crees. He visto cómo llueve sangre el cielo. He visto
cosas que ya han pasado. He visto cosas que están pasando ahora mismo. Amy está
en el baño intentando que no veas que se ha hecho sangre. Alex y Leo están
debajo de la cama de Peter. Nick está pidiendo comida para llevar, y a Peter no
puedo verle. Veo todo lo que ha pasado, está pasando, y pasará, pero en algún
punto del futuro ya no hay nada más. He visto…he visto…
Chris abrió los
labios, y casi sintió el poder de su sobrina. No estaba ante una bruja
corriente. Aun no sabía quién o qué era Victoria, pero era algo más que una
bruja con premoniciones. Su poder aumentaba por segundos, a una velocidad
alarmante y alcanzando cotas peligrosas.
- Has visto… -
repitió, asimilando los sonidos pero no el significado de las palabras. Se
había quedado en "he visto a los demonios volverse buenos". Aquello
era…era demasiado. Era… tentador. - ¿Qué has visto? – volvió a preguntar,
llevado por la impaciencia, sabiendo que era cierto lo que había dicho Victoria
hacía un rato: ella lo sabía TODO. Y además no se podía negar a responderle…
- He visto…
Victoria le miró
mal, y se tapó la boca, pero algo la forzó a seguir hablando.
- He visto todo lo
que es posible ver. En mi cabeza está todo lo que ha pasado, y pasará alguna
vez en el mundo. Incluso he visto su fin. Yo…lo sé…todo…- respondió, repitiendo
aquella frase tan llamativa, y luego respiró hondo, como tomando aire. - ¡No te
aproveches de mí! ¡No te aproveches de que no puedo mentirte para que te lo
cuente todo!
- Lo siento, cariño.
Es sólo que…Entonces…¿voy a morir?
- Tú te preocupas por
tu muerte y yo ahora conozco el fin del todo. ¿Tienes idea de lo insignificante
que es tu vida ante tantos millones? Estoy viendo el fin de todo, y no está
lejos. Tío, lo que intento decirte es que estoy viendo el fin del mundo.
- El fin…el fin del
mundo. – repitió, de nuevo sin asimilar del todo lo que estaba oyendo.
- Y tú lo provocas.
– respondió Victoria, con calma, y ciertas dosis vengativas. Algo así como un
"¿no querías saber? Pues ale, atragántate. Eso por forzarme a
hablar."
- Yo…¿yo lo provoco?
¿Cómo? Si yo… yo no soy nadie…Yo…- balbuceó Chris, y luego respiró hondo –
Victoria, tienes que decirme todo lo que sepas.
- Lo siento, tío, no
puedo hacer eso.
- ¿Cómo que no?
- Nadie debe conocer
demasiadas cosas sobre su futuro. Y tú ya juegas con ventaja: ya sabes cómo vas
a morir; no puedo decirte también el cuándo.
- ¿Sabes cuándo?
- Yo…lo sé…todo –
dijo Victoria una vez más, con mucha calma, masticando las palabras. Sus ojos
se pusieron en blanco de nuevo. Y justo después se desmayó.
Cinco minutos más
tarde, Chris estaba sentado, con la cabeza entre las manos y los codos en las
piernas, al lado de una Victoria que parecía dormida. Chris estaba al borde de
un ataque. Aquél condenado día parecía no acabarse nunca y él era un torbellino
de emociones que pujaban por salir. Se dijo que en esos momentos debería estar
cenando con su familia, esperando quizá un segundo asalto en la cama con Amy.
Es lo que haría un tipo normal de treinta y pocos años. Y en lugar de eso tenía
una profecía de muerte de la que quería huir pero a la que debía abrazar, el
fin del mundo, un mundo paralelo que ya no lo era, el fin del mundo, un séquito
de Ancianos cuyos hilos casi podía sentir, el fin del mundo.…y una sobrina con
un poder que casi asustaba. Sólo que sin el casi. Ah, ¿y había mencionado ya el
fin del jodido mundo? ¿Qué se suponía que tenía que pensar después de oír eso?
¿Tenía que tomarlo como una metáfora o debía mirar por la ventana por si veía
explotar el Sol? O tal vez todo fuera más bíblico y se fueran a pasar por allí
los cuatro jinetes del apocalipsis. Y él que hasta hacía un rato había estado
preocupado por su propia muerte.
Chris estaba
considerando seriamente ir corriendo a casa del padre de Paul a pedirle que le
borrara la memoria cuando Amy entró en la habitación.
-Chris, Nick
pregunta sí…- empezó, pero al ver su expresión se quedó callada - ¿Pasa algo?
Chris no respondió.
Tal vez no iba a ser capaz de volver a hablar nunca.
- ¿Es por eso que me
tienes que contar?
Siguió mudo.
- Vamos, Chris. Sea
lo que sea puedes decírmelo, de verdad.
- Pues yo no estoy
tan seguro, porque no sé ni por dónde empezar.
- Cariño, tú
sólo…échalo, y yo uniré las piezas.
Era la primera vez
que ella le llamaba "cariño" y lo cierto es que sonaba bien. Pero
Chris había sido sincero: no sabía ni por dónde empezar porque había muchas
cosas que aún no entendía. Señaló a Victoria con ánimo derrotado.
- ¿Qué pasa con Vic?
¿Se ha dormido? – preguntó Amy.
- Se ha desmayado,
pero ahora está dormida, sí.
- ¿Desmayado? ¿Por
qué?
- Agotamiento, tal
vez. Sobrecarga. Su cabeza se ha llenado de… visiones. El precio de la
omnisciencia.
- ¿Omnisciencia?
¿Qué…?
Chris suspiró.
- Anda, siéntate. –
pidió, y luego frunció el ceño, recordando algo que Victoria había dicho - ¿Te
has hecho sangre?
Amy pareció incómoda
de pronto.
- ¿Cómo…cómo lo
sabes?
- Una larga
historia. ¿Estás bien?
Chris la examinó en
busca de heridas, pero no vio nada.
- Sí. Ellos…ellos no
querían…
- ¿Ellos? Amy, ¿qué
ha pasado?
- Ha sido un
accidente, Chris, no tiene importancia…
- Que qué ha pasado
– insistió Chris, activando sus alarmas sobreprotectoras.
- Ha sido un
frasquito…Creo que se supone que tenía que darme poderes, o algo así. No… no
les he entendido muy bien.
- ¿Qué? Amy, no sé
lo que quieres decir.
- Alex y Leo. Me han
tirado un frasquito a los pies mientras leían un papel raro, y decían algo así
como que ahora yo también iba a tener poderes. Lo que pasa es que yo iba
descalza. Ah, y por si te lo preguntas no, no tengo poderes. No sé lo que tenía
que hacer esa …esa poción, pero no hizo nada.
Chris se agachó con
movimientos bruscos y la miró el pie. Efectivamente, Amy tenía una pequeña
heridita que ella misma debía de haberse curado con agua oxigenada o algo así.
Chris pasó su mano por el pie y la curó en el acto, hasta que no quedó ni una
sola marquita. Ella dio un respingo, asombrada, pero él no la dejó hablar.
- Voy a matarles…
- Chris, no ha
tenido importancia…
- Sí, sí que la ha
tenido. No pueden hacer pociones sin mi permiso, y además te han hecho daño. La
magia no es un juego y ellos deberían saberlo.
- No tenían mala
intención…
- La intención de
desobedecerme. Y la de darte poderes sin siquiera consultarte. Eso es imposible
de hacer, pero podían haber hecho una poción que te dañara. Algunas queman.
- Ellos no sabían…
- ¡Pues deberían
saberlo! – estalló Chris, alzando la voz – Ocupo cada segundo de mi vida en
mantenerles a salvo. Por más que intento que la magia no les afecte, todos mis
hijos y mis sobrinos saben cuáles son los peligros de la magia. Leo más que
nadie. Lo sabe desde que era un bebé. Ha crecido con magia. ¡Debería ser más
responsable!
- Chris, es un niño…
- ¡Pero no uno
normal! De eso se trata precisamente. Es hora de que vayan aprendiendo que ser
brujo no es algo bueno. Que la magia es una mierda. Que sólo exige y quita,
pero no da. Que te roba el derecho a tener una vida normal. Leo no puede
permitirse el lujo de ser irresponsable. Cualquier día puede descubrir que yo
ya no estoy, y sus hermanos levan muy poco en esto de la magia. Es un Haliwell:
se le van a exigir muchas cosas, no es justo, pero tiene que estar preparado.
No puede permitirse esta clase de niñerías. Lo siento por él, pero es así, y
todo porque ha tenido la desgracia de nacer con magia.
- Christopher ¿qué
te ocurre? Pensé que te gustaba todo eso de…lo que sois.
- ¿Acaso tengo otra
opción? ¿Acaso alguien me preguntó si quería tener poderes y luchar contra
demonios? Nací así. Claro que la magia es parte de lo que yo soy, pero también
tiene la culpa de que no pueda llevar una vida normal. Es inútil quejarse: es
así y punto. Pero por eso mismo quiero que Leo esté preparado, para el día en
el que una profecía decida su destino por él y se encuentre con que sólo es una
marioneta en manos de seres superiores…Para el día en el que todo el mundo
parezca saber más sobre su futuro que él mismo y él sólo pueda decir
"sí" y agachar la cabeza, porque nadie va a preguntarle si quiere ese
destino.
Chris se dio cuenta
de que estaba proyectando su frustración en donde no debía. Trató de calmarse.
- Chris, no entiendo
ni una palabra, pero creo que esto ya no es sobre lo que han hecho Leo y Alex
¿verdad?
- No, tienes razón.
– suspiró Chris – Pero lo que ellos han hecho tampoco ha estado bien.
- He intentado
buscarles para hablar con ellos, pero no les encuentro…
- Están debajo de la
cama de Peter.
- ¿Y tú cómo lo
sabes?
- Otra larga
historia. Ahora será mejor que vaya a ver qué ha pedido Nick para cenar. Menos
mal que lo ha hecho, porque ya se ha hecho tarde para cocinar.
- ¿Cómo sabes que
Nick estaba pidiendo comida? No me lo digas: otra larga historia. Bien, pues me
lo cuentas. Ahora. Todo.
Chris vio en los
ojos de Amy que no iba a conformarse con otra cosa salvo con la verdad, así que
empezó a contarle todo. Lo de la profecía, lo que implicaba, el mundo paralelo,
las palabras de Victoria, el fin del mundo…todo. Trató de no insistir en la
idea de que iba a morir más pronto que tarde, pero al final tuvo que hacerlo.
- Tengo que morir.
Tengo que hacerlo para que la profecía se cumpla, y tiene que cumplirse. Y
luego, lo de ese mundo paralelo…Mi padre cree que tiene que ver conmigo. Y las
palabras de Victoria, lo de yo matándome a mí mismo…Si hago eso…en fin, si hago
eso bien puede ser el fin del mundo de verdad, porque causaré un gran
desequilibrio en el universo. Si cualquier de mis "yos" mata al otro
será una paradoja tan grande que….
- Chris, necesito un
traductor. - dijo Amy, para indicar que se estaba perdiendo.
- Es como el jing y
el jang ¿sabes? Son universos opuestos. Este mundo es bueno porque ese es malo.
Y son mundos que están en equilibrio. Esa profecía dice que yo muero. Por lo
visto me mato a mí mismo. Eso es tan paradójico que no sé qué consecuencias
podría tener.
- ¿Aparte de tu
muerte quieres decir?
- Eso es lo de
menos.
- No Chris, ¡no es
lo de menos en absoluto! ¿Me estás diciendo que vas a morir y que no te
importa?
- Nunca he dicho que
no me importe. Sólo digo que no puedo evitarlo, y que mi única oportunidad de
sobrevivir tal vez sea provocarlo. Como dijo aquél Anciano, debo provocar la
profecía y tal vez así pueda detenerla.
- Eso es una locura.
- Lo sé.
- ¿Cuánto hace que
lo sabes?
- Amy…
- ¿¡Cuánto!?
- Lo de la profecía
lo sé desde hace varias semanas…
- ¿Y NO SE TE
OCURRIÓ DECÍRMELO ANTES?
- Amy yo… no le daba
tanta importancia. Aun no lo había aceptado…
- Aun no habías
aceptado que ibas a morir, ¿es eso lo que me quieres decir?
- Sí…
- Christopher, tal
vez no tengas que preocuparte por esa profecía porque puede que yo te mate
antes.
Chris tragó saliva,
porque aunque no la creía capaz sonaba bastante capaz de hacerlo en ese
momento. Iba a responder, pero Victoria empezó a moverse, despertando. Chris se
inclinó sobre ella, y Amy también, pero antes le susurró:
- La conversación no
se ha acabado.
Chris no dijo nada,
y acarició el brazo de Victoria.
- Ratona – llamó,
olvidándose de que no le gustaba aquél apelativo - ¿Cómo te encuentras?
Vitoria bostezó.
- Bien, tío.
Cansada.
- ¿Te duele algo?
¿La cabeza…?
- No.
- ¿Ves algo? ¿Alguna
visión?
- Tampoco.
- ¿Recuerdas…lo que
hemos estado hablando? ¿Lo que me estabas diciendo? ¿Todo lo que habías visto?
- Sé que vi algo
importante, pero no puedo recordar el qué.
Chris sintió una
ligera decepción, porque Victoria había visto lo que iba a pasar exactamente, y
el necesitaba saberlo. Aun así, fue amable cuando habló.
- Es normal. Ninguna
mente puede soportar "saberlo todo". Pasado, presente, y futuro. Creo
que lo has olvidado como mecanismo de defensa.
- ¿Crees que me pasa
algo malo? ¿Qué veo esas cosas porque soy un bicho raro?
- Victoria, eres una
bruja, como casi todos en ésta familia. Esas visiones son tu nuevo poder. No
eres un bicho raro.
- ¿Y por qué no
recuerdo lo que he visto? ¿Por qué veo más cosas aparte del futuro? Las
visiones de Phoebe no funcionan así.
- Lo averiguaré,
cariño. Tu padre y yo lo averiguaremos. – prometió Chris.
- Vale – respondió
Victoria, más tranquila, confiando en su palabra.
- Victoria…¿puedes
decir alguna mentira?
- ¿Qué?
- ¿Puedes mentir?
Di, por ejemplo, que no te llamas Victoria.
- No me…No…¡No
puedo! – dijo ella con frustración. - ¡Oh! ¿Nunca más voy a poder mentir? ¡Eso
es horrible!
- En realidad no,
cariño. Mentir está muy mal, ya lo sabes.
- ¡No me vengas con
esas que ya sabes a qué me refiero! ¡Una cosa es decir la verdad y otra decir
lo primero que se te pase por la cabeza! "Mentir está muy mal"…¡Todo
el mundo miente! Cuando le dices a alguien que te cae mal "buenos
días" en vez de "vete a la mierda" técnicamente estás faltando a
la verdad. ¡Yo ya no puedo ni hacer eso! Estoy condenada a decir todo lo que pienso,
aunque sea maleducado, inadecuado, hiriente o desproporcionado. ¡Así que no me
digas que no es malo porque lo es y mucho! ¡Ya verás como en dos días estás
deseando que te mienta!
- Vale, vale. – dijo
Chris, y levantó ambas manos en son de paz - ¿Sabes? Tu subconsciente tiene
mucho genio. ¿Así es como piensas normalmente?
- Supongo…Pero antes
se quedaba sólo en mi cerebro. Ahora sale de mi para que lo pueda oír cualquier
idiota, empezando por ti.
Chris intentó no
enfadarse, pero si Victoria no podía mentir y le decía aquello era porque
pensaba de verdad que era un idiota. Su sobrina creía que era idiota. No pudo
evitar preguntar:
- Oye, ¿por qué
crees que soy idiota?
- Todos los humanos
lo son. Ahora lo sé. Si entendieran cómo funciona el futuro…
- Y…¿Cómo funciona
el futuro? – preguntó Chris, y los ojos de Victoria volvieron a ponerse en
blanco. Luego le miró, como si no hubiera pasado nada, y Chris entendió – Creo
que si hago trampas, y pregunto esas cosas que no debes decirme, tu cerebro no
dejará que me las digas. Por eso te has desmayado antes, porque te estaba
sonsacando demasiadas cosas.
- Es un consuelo.
Cerebro a prueba de cotillas.
Chris le dedicó una
media sonrisa avergonzada. Se sentía culpable por haber intentado aprovecharse
de ella, pero cuantas más cosas supiera de lo que iba a pasar, más podría hacer
para evitarlo.
- ¿Quieres cenar?
Creo que tu primo Nick ha pedido algo por teléfono.
- ¡Sí! ¡Tengo
hambre!
- Bien, pues
bajemos. Amy ¿vienes? – preguntó, mirando a su novia, que se había quedado
apartada a un lado. Ella asintió lentamente. Se la veía muy impactada. – Luego
intentaré explicártelo otra vez. Es…difícil de entender, incluso para alguien
acostumbrado a esto.
- No, Chris, te
equivocas. Lo he entendido perfectamente. Esa niña es un oráculo.
- ¿Qué?
- No sé si vosotros
lo llamáis de otra manera, pero es… un oráculo. O una pitonisa, más bien. Ya
sabes: esas personas que en los mitos griegos viven en templos y responden a
cualquier pregunta con enigmas…Tiene más sentido del que crees…Piénsalo: no
puede mentir. Ve el pasado, el presente, y el futuro…
- "Algo"
intenta comunicarse con ella…- prosiguió Chris, recordando las palabras de
Victoria cuando intentaba explicárselo. Miró a la niña y luego a Amy otra vez.
- ¿Insinúas que hay por ahí dioses que usan a la hija de mi hermano para
comunicarse con nosotros?
- Bueno, según mis
creencias sólo hay un Dios, pero sí, supongo que básicamente es así.
Chris se quedó en
silencio durante un rato. Victoria le cogió de la mano y él se la estrechó casi
sin darse cuenta.
- ¿Eso tiene sentido
para ti? – le preguntó.
- Sí.
- ¿Eres un oráculo?
- Sí.
- ¿Hay un Dios?
- Esa es una de las
preguntas que no te puedo responder.
- Ya bueno. Tu Dios
tiene mucho sentido del humor y se ve que le gusta mantener el misterio. –
respondió Christopher, con fastidio, mirando a su novia.
- ¿No eres creyente?
– preguntó Amy, con curiosidad.
- Oh, sí, sí que lo
soy. Creo en un Dios que dejó morir a mi esposa, y que deja que unos locos con
poderes controlen su mundo. Creo en un Dios que permitió que Peter conociera el
maltrato. Y creo en un Dios que revela el destino del universo a una niña de
diez años. Sí que creo en Dios: creo que se divierte mucho conmigo.
- Es…una forma de
verlo – respondió Amy, sin saber qué decirle. No estaba acostumbrada a escucharle
hablar con tanto rencor. – Es raro que tú, siendo…lo que eres… pienses así.
- Soy un luz blanca.
Todo el mundo piensa que eso me convierte en un ángel, pero yo sólo tengo
magia. Si existen los ángeles de verdad o no eso ya no lo sé. Pero yo no soy
uno.
- Supongo que no. –
dijo Amy, pensativa. – Bueno, ¿cenamos?
- Sí. – respondió
Chris, contento de cambiar de tema, aunque él no tenía hambre. Dudaba ser capaz
de volver a tenerlo.
Cuando bajaron Chris
descubrió que Nick había pedido comida japonesa. Por lo visto el sushi entraba
dentro del pescado que al chico le gustaba, y también había pedido tallarines.
- ¿Y Leo y
Alexander? – preguntó, muy seco.
- No lo sé –
respondió Peter, que estaba sentado a la mesa, esperándoles.
- Seguirán debajo de
tu cama – respondió Chris, con voz impersonal. – Voy a buscarles.
- Papá ¿estás bien?
– preguntó Nick. - ¿Estás enfadado?
- Sí, estoy
enfadado. Pero no contigo.
- ¿Con el enano?
- Bastante, la
verdad, y con Alexander también, pero es algo más que eso.
- ¿Y qué es, entonces?
– preguntó Peter.
- Cuando tengas que
saber algo, lo sabrás – cortó Chris, y salió a buscar a Alex y a Leo.
- ¿Qué mosca le ha
picado? – preguntó Peter, después de que se fuera.
- Tiene miedo. Sabe
demasiadas cosas – respondió Victoria. – Y siente que hay otras muchas que aún
no sabe.
Victoria empezó a
contarles todo mientras Chris subía a por los dos niños. Les encontró,
efectivamente, debajo de la cama de Peter.
- Salid de ahí –
dijo, de forma brusca. Leo salió, pero Alexander no. – Tú también, Alex.
- No, porque estás
enfadado.
- Le habéis roto una
poción a Amy en un pie. Claro que estoy enfadado. Ahora, sal.
- ¿Nos vas a
castigar?
- Vamos a cenar, y
después ten por seguro que os voy a castigar.
Alex salió de la
cama, algo asustado por lo frío que estaba Chris. Nunca había visto a su tío
tan enfadado. Chris le miraba frunciendo el ceño, casi más vacío que lleno de
ira. Eso era lo que daba miedo: los ojos de Chris estaban vacíos, sin el atisbo
de ternura o cariño que les solía dedicar. Leo le tiró de la camiseta para que
se agachara.
- Sólo queríamos que
tuviera magia – le dijo muy bajito, casi susurrando.
Chris, poco a poco,
se fue ablandando. Su hijo y su sobrino no tenían la culpa de que Victoria le
hubiera predicho una muerte a manos de sí mismo, y un apocalipsis que él mismo
causaría. Les miró aun enfadado, pero más dispuesto a dejarse enternecer por
sus pequeños.
- Aun así estuvo
mal, campeón. Muy muy mal al decir verdad, porque os he dicho muchas veces que
no podéis hacer pociones sin mi permiso. Pero lo hablamos luego. Ahora vamos a
cenar.
- Sí, papá.
Leo le dio la mano
en un gesto muy tierno. Ya casi nunca se le daba, sólo cuando estaba mimoso
como en ese momento. Pero estaba mimoso porque sabía que estaba en un buen lío,
así que Chris le agarró la mano pero no le hizo carantoñas. Habría tiempo para
eso después de que le castigara. Leo protestó e intentó que le cogiera en
brazos. Chris intentó no ser brusco.
- A cenar, campeón.
Papá está enfadado ahora mismo y no va a cogerte en brazos.
Leo agachó la cabeza
y puso un puchero.
"Si bueno,
Chris. ¿Eso de ser malo? Como que no te pega" se dijo a sí mismo, y
suspiró.
- Anda, ven aquí –
le dijo a Leo, y le dio un beso. Y luego le cogió en brazos. Leo sonrió.
- ¿Aún soy tu
consentido?
- Está claro que sí,
del todo. Pero eso no te va a librar de un buen castigo. Ni a ti tampoco,
granujilla. – dijo, llamando a Alex para que se acercara. - ¿Por qué os habéis
escondido debajo de la cama de Peter?
- Para que te
alegraras de encontrarnos – explicó Alex, como si fuera muy sencillo.
- ¿Cómo es eso? –
preguntó Chris.
- Pensé que si nos
buscabas te alegrarías de vernos, y estarías menos enfadado y no nos darías
unos azotes. – dijo Alex y sonó muy inocente. Chris contuvo una sonrisa porque
la inocencia del niño le enternecía. Y eso de tener ganas de sonreír después de
todo lo que había pasado aquella tarde era maravilloso. Su humor mejoró
repentinamente.
- Bueno, claro que
me alegro de veros, pero nada va a salvarte de un buen castigo. Y ahora a cenar
antes de que tenga que enfadarme también por eso – añadió, en un falso tono de
enfado. Alex bajó corriendo, y él bajó con Leo.
Al entrar en la
cocina, le quedó claro que Victoria les había contado todo a Nick y a Peter,
por la mirada angustiada que le echaron.
- Uno ya no puede
tener secretos – protestó, intentando restarle importancia.
- ¡Papá, tenemos que
impedirlo! – dijo Peter.
- ¿Cómo es eso de
que estás resignado a…? – empezó Nick, pero Chris le cortó con una mirada: Leo
y Alex estaban delante y no quería que tan pequeños se enteraran.
- Daremos con una
solución – mintió Chris – Ahora a cenar todo el mundo, diantres, que tengo
hambre – volvió a mentir.
No debía de ser el
único que no quería comer, porque tan sólo Victoria cenó con apetito. Sus
visiones debían de haberla dejado exhausta y hambrienta. El resto apenas probó
bocado. Alex y Leo estaban tristes porque sabían que se la habían cargado, Amy
estaba preocupada, y Nick y Peter parecían al borde de la depresión. Genial.
Por eso Chris nunca compartía sus problemas.
A Amy no podía
decirle nada, más que insistirle un poco para que comiera algo, pero persiguió
a sus tres hijos y a su sobrino para que cenaran.
- Vamos, Nick, dices
que el sushi te gusta. Y tú Peter, cómete los tallarines.
Nick le miró con una
cara que venía a decir "cuando los enanos se hayan ido vas a responder a
todas mis preguntas". Chris intentó sostener su mirada, pero no pudo, así
que se concentró en Alex y Leo.
- Vosotros dos,
quiero ver que cenáis ¿estamos? Ya vais a tener una noche muy complicada sin
necesidad de darme más motivos para enfadarme.
Con un suspiro, Leo
y Alex comenzaron a comer. Chris se sintió satisfecho, pero se fijó en que Nick
y Peter aún no habían empezado.
- Vamos, chicos,
sólo un poco. Hemos tenido un buen día. Nada de caras de velatorio ahora.
- ¿Y qué pretendes,
que sonriamos? – le espetó Nick.
- No hay por qué
estar triste.
- Si lo hay. Hay
motivos para estar tristes, y preocupados, y acojonados…Joder, ¡es el puñetero
apocalipsis!
- ¡Nick, no seas
malhablado!
- ¡A la mierda el lenguaje,
papá! El mundo está a punto de acabarse y tú aquí fingiendo que somos una
familia feliz.
- Somos una familia
feliz, aunque yo sé de un chico que va a acabar la noche muy, muy triste si no
cierra el pico como le han dicho y empieza a comer – respondió Chris, pero ya
era tarde: Leo había oído más que suficiente.
- ¿El mundo está a
punto de acabarse? – preguntó.
- No, campeón. Era
una forma de hablar. – dijo Chris, intentando sonar tranquilizador.
- ¡Las narices! –
bufó Nick. - Victoria, tienes que decirnos cuándo va a pasar.
- No puedo… - dijo
la niña, insegura.
- ¡Si, sí puedes,
claro que puedes! Es muy sencillo. ¿Cuándo va a morir mi padre y cuándo va a
acabar el mundo?
Se hizo el silencio.
La cara de Victoria se congestionó. Sus ojos se pusieron en blanco. Por poco se
desmaya, pero consiguió no hacerlo. Sacudió la cabeza, y volvió a la
normalidad.
- No puedo –
repitió.
- ¿Cuándo? –
insistió Nick.
- Nick, es cierto
que no puede. No la insistas, puede ser peligroso para ella.- dijo Chris.
- ¡Me la suda! Que
se desmaye, que le sangre la nariz o que le duela la cabeza, qué coño importa
si nos dice lo que necesitamos saber.
- Nicholas Ariel
Haliwell ya es suficiente. No puedes hablar de esa forma y no digas eso de tu
prima.
- Papá, Nick tiene
razón…Lo siento Vic, sé que esto es duro para ti, pero tienes que hacer un
esfuerzo, por papá… - dijo Peter.
- No se trata de que
no quiera, ¡es que no puedo! – insistió la niña, y comenzó a temblar.
Físicamente no podía.
- ¡Tienes que poder!
– insistió Nick. - ¿Cuándo va a ser? – volvió a preguntar, y Victoria soltó un
grito. Se cayó al suelo, como desvanecida, y al segundo siguiente se levantó,
hecha una furia, y se abalanzó sobre Nick. Empezó a pegarle.
- ¡Idiota, idiota,
idiota!
- ¡Oráculo o no aun
puedo contigo, niña! – respondió Nick, y la empujó. No se atrevía a pegarla
porque era una chica y era más pequeña.
- Vale ya – dijo
Chris, pero Victoria siguió pegando a Nick.
- ¿No entiendes que
no puedo? ¿Crees que yo he pedido esto? ¡No tienes ni idea, subnormal! – gritaba
la niña, mientras le golpeaba. Nick la volvió a empujar.
- ¡Dije que ya
basta! – gritó Chris, y ni caso. - ¡Eh! – exclamó, dando un golpe en la mesa, y
por fin, los dos se quedaron quietos. Chris no solía dar golpes a las cosas,
así que todos estaban un poco pasmados. - ¡No somos animales! Me da igual si el
mundo se acaba, soy vuestro padre y vuestro tío, y seguís teniendo que
obedecerme. Ahora, ya que no queréis cenar, os vais los cuatro al salón y me
esperáis ahí. Y Nick, quiero que vayas a por el cepillo – le dijo, por ser el
mayor, aunque no pensaba utilizarlo con él.
- Pero, papá…
- No creo haberte
dicho que protestes, Nicholas. Te he dicho que vayas a por el cepillo y vayas
al salón con tus primos y tu hermano.
Nick le miró mal,
pero se fue a hacer lo que le ordenaba. Victoria, Alex y Leo se fueron al
salón.
- Papá…
- Nada de interceder
por nadie, Peter. No tienes ni idea del enorme esfuerzo que estoy haciendo por
no pagar mi cabreo con quien no debo, así que no me dificultes el trabajo.
- Pero Nick sólo
está preocupado por ti. Y todo esto es demasiado para Victoria.
- Por eso no voy a
ser duro con ellos, pero tienen que aprender a controlar su genio y a
obedecerme. Si digo que paren, tienen que parar. No pueden pelearse así.
- Cada uno reacciona
a esto como puede…Yo la verdad es que no sé si quiero matarte o torturarte.
- Vaya, gracias, es
bonito saber que provocas sentimientos tan positivos en tus propios hijos.
- Yo opino igual,
Chris – dijo Amy y se levantó como para irse – La verdad es que eres idiota. –
añadió en un murmullo lo bastante alto para que Chris lo oyera. Luego abandonó
la habitación.
Chris abrió mucho la
boca.
"No, si aquí
uno está muriéndose y ni aun así le dejan de insultar"
-Cuanto amor y
cariño. – comentó, quizá por hacer la gracia, quizá para que lo oyera Peter.
- Respóndeme sólo
una pregunta…qué harías…no, ¿qué has hecho ya más de una vez, cuando crees que
voy a ir al encuentro de mi propia muerte? ¿Y si encima estuviera resignado
ante la idea de morir, como si no hubiera más opciones? No me respondas, que
aún recuerdo muy bien la última vez.
- Eso es diferente…
- ¿Por qué? ¿Por qué
es mi vida y no la tuya? – preguntó Peter con sarcasmo – Lo siento, pero si ese
argumento no me funciona a mí tampoco va a funcionarte a ti.
- Vale, lo capto, te
sumas al club de "Chris es idiota". ¿Algo más que me quieras decir?
- Desde luego, pero
eso es lo básico por el momento.
- Bien, pues tengo
programados cuatro asesinatos, así que tú vete a dormir.
- Aún es pronto…
- Peter, me niego a
discutir HOY sobre cuándo te vas a la cama.
- Bien, pues no
discutamos y déjame quedarme un rato…
- Esto no es una
democracia. A dormir. Ya.
- Pero papá…
- Por lo visto los
cinco queréis dormir calentitos esta noche…
- No, papá. – digo
Peter, negando también con la cabeza y poniéndole ojitos, recordándole mucho a
Leo – Por favor sólo…déjame quedarme mientras ellos…mientras tú….El peque
querrá un abrazo.
Chris entendió:
Peter quería estar ahí para consolar a sus hermanos.
- Está bien. Haz lo
que quieras. – cedió Chris y se preparó para cuatro caritas tristes y
seguramente muchos llantos. Se despidió momentáneamente de Peter y fue al
salón.
Lo que se encontró
fue peor de lo que se imaginaba. El único que no estaba llorando era Nick y en
realidad parecía a punto de hacerlo. Le esperaban sentados en el sofá y le
debieron de dedicar lo que era la mejor mirada de cachorrito de la historia. Y
eso que él, en su día, con sus ojos azules y su cara de niño bueno, había sido
el experto.
- Vosotros os lo
habéis buscado – dijo, sin saber si era una queja o un regaño.
Ninguno dijo nada,
pero Victoria soltó un sollozo.
- Ratona, sé que has
tenido un día muy duro. Créeme que yo también. Estoy muy orgulloso por lo
valiente que estás siendo con todo lo que te está pasando, y cuando lo sepa tu
padre va a estar más orgulloso todavía. Sé que todo esto es muy difícil, pero
no puedes pegar a Nick e ignorarme cuando te digo que pares.
- Todo el rato con
que sabes que es muy difícil, pero tú no sabes una mierda, joder. – respondió
ella y luego cerró los ojos, frustrada. Chris adivinó lo que estaba sintiendo:
de nuevo estaba hablando sin querer hablar, forzada por ese impulso de soltarlo
todo.
- Vic, ¡no puedes
decirle esas cosas al tío! – dijo Alex, muy impactado. Su hermana no solía
hablar así, y menos a los mayores.
- No puede evitarlo,
Alex. Y además tiene razón, en realidad yo no sé si es difícil o no lo es. No
puedo saberlo. Pero lo intento.
- Intentarlo no es
suficiente, estúpido…Lo siento tío, yo no quiero decir eso…yo…
- Eh, tranquila. Yo
sé que no quieres decirlo.
- Pero lo pienso, y
eso es igual de malo…
- Nadie controla lo
que piensa. Uno sólo controla lo que dice, pero a ti te han negado eso. Daremos
con una solución. Hasta entonces no te preocupes. Si estás en un lío no es por
lo que dices, sino por haberte peleado con tu primo.
- Él quería forzarme
a hablar. Y le daba igual hacerme daño.
- Y eso no ha estado
bien, pero tú sabes que no puedes reaccionar como lo has hecho.
- Lo sé, pero es más
fácil no admitirlo y así no tengo que sentirme mal ni aceptar que vas a
castigarme.- dijo Victoria con inevitable sinceridad.
Chris esbozó una
media sonrisa.
- Esa sinceridad
lacerante tuya va a tener algo bueno. Veo que sabes perfectamente que tengo
razón, así que vamos a hacer esto sencillo ¿de acuerdo? Ven aquí, Victoria. –
dijo Chris, sentándose en una silla.
Ella puso una mueca
y caminó hacia él.
- Pero yo no quiero
que me castigues…
- No me cabe la
menor duda, Victoria. Me creas o no yo tampoco quiero hacerlo. Pero te he dicho
que pararas varias veces y no me has hecho caso. Parece que lo que yo diga te
da igual, así que a lo mejor con un castigo me haces más caso.
- Me castigues o no
probablemente volveré a hacerlo…- confesó la niña, y luego se tapó la boca con
las manos. Chris entrecerró un poco los ojos, pero se mantuvo firme en su
propósito de no enfadarse con ella dijera lo que dijera. No era dueña de sus
palabras.
- Pues yo intentaré
que no sea así. – dijo él tirando un poco de ella para que terminara de
acercarse. – Has dicho probablemente. ¿Es que no estás segura? ¿No puedes ver
lo que va a pasar respecto a eso? – preguntó Chris con curiosidad, sabiendo que
además ella no podría mentirle.
- Ahora mismo sólo
estoy segura de que me vas a pegar. – dijo con voz miserable y a Chris le dio
mucha penita. Probablemente la niña ya lo hubiera visto, y aun así no se rendía
del todo. Decidió acabar ya con aquello y la tumbó encima suyo con un
movimiento rápido.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Ai, au, ay.
- No PLAS más PLAS
peleas PLAS
- Intentaré no hacerlo,
tío.
Chris ladeó la
cabeza, intrigado por esa respuesta. A la fuerza era sincera puesto que
Victoria no podía mentir. No había sido un "no lo haré más, tío",
sino un "intentaré no hacerlo."
- ¿Vas a hacerlo de
nuevo? – preguntó.
- Sí. – reconoció la
niña contra su voluntad.
- ¿Pero intentarás
no hacerlo?
- Sí.
- Me vale. –
respondió Chris y la sentó encima suyo. La dio un beso, y comprobó que estaba
llorando. Rodó los ojos. Qué melodramática. Habían sido, literalmente, ocho
palmaditas de nada sobre la falda. Le acarició la espalda. – Sé que puedes ver
lo que va a pasar, cariño, pero no pienses que porque lo hayas visto tiene que
ser así y punto. Cada persona hace su propio destino. Si no quieres hacer algo,
no tienes por qué hacerlo aunque lo hayas visto.
- Eso mismo intento
decirte yo con la profecía, pero no me escuchas.
- Vic, que yo salve
a Paul es lo correcto, y si muero por salvarle, pues es lo mínimo que puedo
hacer teniendo en cuenta que un hermano suyo ha muerto por mi culpa, y otro
tiene que morir también según parece.
- Ya te he dicho que
no va a ocurrir como tú piensas…
- ¿Y cómo va a
ocurrir?
- No puedo
decírtelo…
Chris suspiró, y la
dio otro beso.
- No más peleas ¿de
acuerdo? Si has visto cómo te peleas en el futuro, sabes lo que tienes que hacer
para impedirlo. Me sentiré muy orgulloso de ti si lo consigues. Y ahora a
dormir, vamos, ratona.
- ¡Que no me gusta
ese nombre!
- Lo siento. Tardaré
en acostumbrarme. Buenas noches, cariño. Que duermas bien.
- Buenas noches,
tío. Siento haberte hecho enfadar…
- No es eso lo que
tienes que sentir, Victoria. No es mi enfado, sino lo que ha hecho que me
enfade.
- No me puedo
disculpar por eso porque no lo siento. Nick se lo merecía.
Chris se mordió el
labio. La niña de verdad pensaba eso…Hablar con alguien que no podía mentir era
muy….esclarecedor. ¿Cómo podía hacerla entender?
- Nick obró mal y
por eso voy a castigarle. Soy yo quien le castiga, porque soy su padre, y es mi
responsabilidad. La gente hace cosas que nos molestan, y nosotros no podemos
castigarles por ello. No podemos liarnos a golpes con todo el que hace algo
indebido. Si es un niño es deber de su padre castigarle, y si no lo es la
propia vida le enseñará lo que es correcto si no lo aprende por sí mismo.
- Lo entiendo. Pero
aun así es imbécil. – respondió Victoria. Chris sonrió un poquito.
- Creo que empiezas
a disfrutar eso de decir todo lo que piensas. Te permite desahogarte mucho.
Vamos, a dormir, antes de que sigas diciendo más verdades insultantes sobre tu
primo Nick.
- Es que es imbécil de
verdad. Es la tercera vez en media hora que intenta meterse en mi cabeza, y
parece que aún no ha entendido que no va a poder hacerlo, que está protegida
para que "no me robe las premoniciones".
- Nick ¿es eso
verdad? – preguntó Chris, mirando a Nick, que seguía en el sofá con los demás.
La pregunta era absurda: claro que era verdad. Lo había dicho
"Victoria-el-oráculo". Le fulminó con la mirada – Deja de intentar
meterte en mentes ajenas, ya no sé cómo decírtelo, hijo.
Nick no dijo nada,
pero miró al suelo. Chris suspiró, y levantó a Victoria, enviándola a dormir
con un empujoncito cariñoso y un abrazo. Había ido primero con ella por ser la
que peor llevaba que la castigaran, y por ser además la única chica: así
evitaba que viera a su hermano o a su primo desnudos mientras les castigaba a
ellos.
No tenía muy claro
con quien iba a continuar, pero quizás lo mejor era ir de menos a más: de menos
grave a más grave.
- Ven aquí, Nick –
llamó, y el chico se levantó, y camino hacia él. Chris reparó entonces en lo que
el chico tenía en las manos: una hoja de papel, y el cepillo. Chris cogió el
cepillo y lo dejó de lado. Luego cogió el papel con curiosidad, y vio que era
lo que le había mandado copiar hacía menos de dos horas, aunque parecía mucho
más tiempo. Lo de no meterse en mentes ajenas. Nick había cumplido, aunque
Chris se había olvidado por completo entre Ancianos y profetisas. – A ver si
ahora eres capaz de recordarlo – le dijo, y Nick asintió.
Se miraron en
silencio durante un rato.
- Gracias por
preocuparte por mí, hijo, pero forzar a tu prima no es la solución. Te dije que
pararas y no lo hiciste.
Nick no dijo nada.
Chris tiró de él y le puso sobre sus rodillas.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Si te digo que
dejes a tu prima tranquila, dejas a tu prima tranquila. – regañó, y luego le
bajó el pantalón, con facilidad puesto que Nick llevaba un elástico.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Y no puedes decir
palabrotas.
SWAT SWAT SWAT
- Y menos delante de
tus primos y tus hermanos.
Chris le levantó y le
colocó la ropa.
- ¿Ya está? –
preguntó Nick, asombrado.
- Ah, ¿quieres más?
– preguntó Chris, en tono de broma, haciendo ademan de volver a tumbarle.
- ¡No! Yo… siento
haber presionado a la enana. Es sólo que… no soporto la idea de que pueda
pasarte algo.
- Lo sé, Nick, y es
por eso que no hay más. Me halaga mucho que te preocupes por mí, pero no tienes
que hacerlo. El padre aquí soy yo y no quiero que lo pases mal por mi causa.
- Si a ti te pasa
algo lo pasaré peor que mal. Lo pasaré tan mal que no tardarás en volver a
verme al Otro Lado, porque no lo soportaré.
- No digas eso ni en
broma, o volverás a mis rodillas antes de lo que te gustaría.
- No dejes que te
hagan nada y ninguno tendrá que cumplir su amenaza.
- Te lo advierto,
Nick, no hagas ninguna tontería…
- Si la hago querrá
decir que ya estás muerto así que ¿qué más te da?
- La única razón por
la que puedo soportar algo de todo esto es porque sé que vosotros vais a estar
bien. Me importa un bledo si yo estoy vivo o muerto, a ti no puede pasarte nada.
- Ni a ti tampoco –
respondió Nick con rotundidad. Chris bufó, pero sabía que no le sacaría otro
tipo de respuesta por mucho que pelearan. Decidió quedarse con lo bonito de
saber que su hijo le quería. Le dio un beso en la frente.
- Anda, vete a
dormir, Nick.
- Buenas noches,
papá. No me dejes sin hermano – pidió, mirando a Leo con compasión. Nick ya se
estaba yendo cuando se giró un momento. – Ah, te debo cinco dólares. Te…los
devolveré.
Chris tenía un tarro
con dinero en la cocina que es lo que Nick debía de haber usado para pagar la
cena a domicilio. Intentó pensar de qué podía deberle el chico cinco dólares, y
luego recordó que había salido a comprar algo: así es como había escapado
Ariel. Nick debía de haber cogido el dinero de ese bote. Chris ni siquiera
había pensado de dónde podía haberlo sacado sino.
- Son cinco dólares,
Nick. Preferiría que me lo dijeras antes de coger nada, pero no tienes que
devolvérmelos.
- No quería
cogerlos, lo que pasa es que yo sólo tenía otros cinco pavos, y con eso no me
llegaba…
- Nick, ese dinero
está ahí para ser usado. No me molesta que lo hayas cogido, aunque cada vez me
intriga más saber qué es lo que fuiste a comprar: al final no me lo dijiste.
- Mañana lo sabrás –
prometió Nick, y se fue.
Chris se quedó sólo
con Alex y Leo, y sabía que con ellos tenía que ser más duro. Les observó un
rato antes de empezar a hablar. Los niños ni se movían, sabiendo que eran los
siguientes.
- Vosotros dos,
caballeretes, os habéis pasado esta vez. Juntaros es como poner la pólvora con
el fuego. Lo de pintar a Amy ha sido una travesura, ha sido divertido, y ella
se lo ha tomado bien. Pero ¡tirarle una poción! La habéis hecho sangre. Eso
está de por sí muy mal, pero es que además habéis usado la magia de forma
irresponsable, lo que es un gran NO en ésta familia, y habéis desobedecido algo
que tanto el tío como yo os repetimos mucho: nada de pociones sin supervisión.
¡Son peligrosas! Podía haberos pasado algo malo a vosotros, o a Amy. Podías
haberlos quemado, o evaporado o…¡las pociones no son un juguete! – concluyó,
enfadado. – Quiero que entendáis hasta qué punto está mal lo que habéis hecho…
- Lo entendemos,
tito. – lloriqueó Alex. – No queríamos hacer nada malo…
- Es malo si os han
prohibido que lo hagáis, Alexander. Sois especiales. Tenéis mucho poder. No
podéis usarlo para cosas malas, y hacer que un mortal tenga poderes es malo,
Alexander. Ninguna poción puede hacer eso porque es algo que no se puede hacer.
- Lo sentimos… -
dijeron a la vez. Chris suspiró.
- Alex, ven aquí.-
llamó Chris y cogió el cepillo. Alexander se acercó a él muy lentamente, y
luego se alejó. – Ven.
El niño se quedó
quieto. Chris meditó unos segundos sobre si debía enfadarse y decidió que no,
pero se levantó y fue a por él. Se le puso encima, aunque con dificultades,
porque el niño empezó a patalear.
- Estate quieto,
Alexander –le dijo, mientras trataba de bajarle el pantalón. El chico siguió
moviéndose, pero Chris logró bajarle la ropa. Le sujetó con una mano,
preocupado porque se podía a caer. – Estate quieto o te caerás – le dijo.
- Con el cepillo no,
tito.
- Lo siento Alex,
pero si me desobedeces y haces algo peligroso para ti y para otros es lo
suficientemente grave para que te de unos azotes con el cepillo. Las pociones
no son un juego. Nunca he tenido que castigarte por esto, pero no puede haber
próxima vez. – dicho esto, comenzó.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- Au, tito, eres
malo.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- No se hacen
pociones cuando tu padre o yo no estamos para ayudaros.
CRACK CRACK CRACK
-Aii
CRACK CRACK
Entonces, sin que
Chris lo viera venir, Alex orbitó fuera de su agarre y apareció, de pie, a unos
pasos de él. Se subió el pantalón. Estaba llorando y se frotaba la espalda. A
Chris le dio mucha ternura, pero sabía que no podía demostrarlo.
- Alexander, vuelve
aquí. –ordenó.
- ¡No!
- No puedes orbitar
cuando te estoy castigando. Vamos, ven.
- ¡No! –lloriqueó el
niño.
Chris se puso de pie
y lo vio en los ojos del niño: se sentía atrapado. Supo lo que iba a hacer
antes de que lo hiciera: Alexander desapareció. Chris se quedó mirando el punto
donde había estado, preguntándose a dónde podía haber ido. Leo parecía tan
asombrado como él.
- Victoria – llamó
Chris. Segundos después una niña llorosa bajaba las escaleras de la mano de
Peter. Chris no había visto subir a Peter pero era evidente que lo había hecho
y ahora estaba consolando a su prima. Iba a preguntar si sabía dónde estaba
Alexander, pero no hizo falta.
- Está con papá –
dijo ella. – Volverá en cincuenta y cinco segundos. – matizó, y después dio media
vuelta abrazándose a Peter y llorando más. Chris suspiró.
- Victoria, cariño,
ven aquí. – pidió Chris, y esperó a que lo hiciera. Se agachó junto a ella y le
dio un abrazo. - ¿Qué son todas esas lágrimas? Ya no hay que llorar.
- Pero yo quiero
hacerlo. Quiero seguir llorando y no parar nunca.
Emitió un sollozo
ahogado, y volvió a irse con Peter. Chris la siguió con la mirada, sabiendo que
tenía que ir a hablar con ella. Lo apuntó en la lista de las muchas cosas que
aún le quedaban por hacer antes de irse a dormir él también.
Entonces, tal como
Victoria había predicho, Alexander volvió. Concretamente, Wyatt orbitó en el
salón con él en brazos. Chris suspiró con alivio.
- ¿Qué es lo que ha
pasado? – preguntó Wyatt. – Ha aparecido en medio de una sala abarrotada de
gente, llorando como un histérico, y no ha querido decirme por qué.
- Pues pasa que
alguien ha sido desobediente y demasiado travieso, y se ha ganado unos azotes.
– respondió Chris, con calma. - ¿Te parece bonito asustar a papá así, yéndole a
buscar cuando sabes además que está ocupado?
Alexander no
respondió, pero Wyatt se separó un poco de él.
- Alexander, ¿es
verdad? ¿Has venido a buscarme para escapar de un castigo?
El niño asintió, aún
llorando.
- ¿Qué es lo que has
hecho?
- Hice… hice una poción
para darle poderes a la tía Amy.
A Chris se le llenó
el corazón con lo de "tía" Amy, pero Wyatt suspiró.
- Sabes que no
puedes hacer eso. Y tampoco puedes orbitar, porque estás castigado precisamente
por hacer mal uso de la magia. Y has vuelto a hacerlo. Van a borrarle la
memoria a todas esas personas que estaban en esa recepción con mamá y conmigo,
Alexander, porque te han visto orbitar. No te quité tus poderes por si ocurría
alguna emergencia y tenías que venir a buscarme. Que el tío te castigue porque
te has portado mal no es una emergencia.
Alexander agachó la
cabeza. Wyatt volvió a suspirar y se sentó en la silla donde había estado
Chris, llevándose al niño con él. Le puso sobre sus rodillas y Alexander no se
resistió, sólo lloraba.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Si digo castigado
sin orbitar, es castigado sin orbitar.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Sabes
perfectamente cuándo puedes usar tus poderes y cuándo no.
PLAS PLAS PLAS
- Au, papi, no lo
haré más.
- Veremos a ver si
es verdad.
PLAS PLAS
- Y ahora ve con el
tío y acepta lo que te has buscado tú solito.
Wyatt puso a un
lloroso Alexander de pie, y Chris puso una mueca. Para él no era tan grave que
el chiquillo fuera a buscar a su padre cuando estaba en problemas. Él no le
habría castigado por eso, y menos estando de viaje por unos días: lo que menos
querría hacer al ver a su hijo un momento después de un día separados era
castigarle. Pero Wyatt siempre había sido más estricto que él, aunque no lo
pareciera a simple vista.
Alexander caminó
hacia él, llorando a mares. Chris sabía que no podía ser más suave con Alex de
lo que lo iba a ser con Leo, así que reunió fuerzas y agarró al niño para
acercárselo. Alex aumentó el llanto y se revolvió.
- Alexander, si no
dejas atrás esa actitud de niño pequeño voy a darte motivos para llorar de
verdad – le dijo Wyatt. Chris abrió mucho los ojos. Joder, y él que creía que
tenía un mal día. Su hermano no estaba del mejor de los humores, era evidente.
Lo que menos necesitaba Alex en ese momento es que su padre le hablara así, así
que Chris intentó hacerles un favor a todos:
- Wyatt, Victoria
tiene muchas cosas que contarte. Demasiadas, a decir verdad. ¿Por qué no subes
a hablar con ella un momento?
- No puedo. Tengo
que volver y hablar con los limpiadores, para explicarles que mi hijo ha
orbitado delante de un montón de testigos. Seguramente tenga que convencerles
también de que no tomen medidas, aunque tal vez deba dejar que lo hagan, y así
tal vez mi hijo aprenda a no usar sus poderes cuando no tiene que hacerlo.
Chris notó que Alex
se estremecía junto a él.
"Joder, Wyatt,
no te pases. ¿Sabes cuántas veces tuvieron que venir los limpiadores cuando tú
eras pequeño? Es lo normal cuando crías niños con magia" pensó Chris.
Sabía que su hermano no había hablado en serio, porque si los limpiadores
`tomaban medidas` podían decidir desde quitarle los poderes a Alex hasta
borrarle de la faz de la tierra. Y eso son dos cosas que a Wyatt le harían
sentir un miserable, aunque en ese momento estuviera enfadado y no se diera
cuenta de lo que implicaban sus palabras. Alex si pareció darse cuenta, y se
asustó. Era un niño muy inocente, y de verdad se creyó que su padre era capaz
de dejarle en manos de los limpiadores, que para él eran peor que el coco y el
monstruo de debajo de la cama juntos.
- No va a volver a
hacerlo ¿verdad que no? – dijo Chris, y el niño negó con la cabeza. – Eso es.
Ahora ve a decirle adiós a papá y luego ven aquí.
- No quiero decirle
adiós.
Chris vio como esas
palabras hacían daño a su hermano. Pareció darse cuenta en ese momento de lo
duro que había sido con su hijo, y Chris notó toda la intensidad de su
arrepentimiento. Sabía lo que estaba pensando: Alex estaba tan enfadado con él
que no quería ni despedirse. Decidió echarle un cable.
- Es tu papá. Vamos,
ve a darle un beso y a despedirte de él.
- Pero no quiero
decirle adiós, porque entonces se va. – dijo el niño, y antes de que Chris
tuviera tiempo de terminar de enternecerse, Wyatt ya le había cogido en brazos.
- Tengo que irme,
canijo. – le dijo y le dio un beso. Le abrazó, y le mimó un poco. - ¿Qué voy a
hacer contigo eh?
- Defenderme del tío
Chris - respondió el niño, feliz porque su padre ya no estuviera tan enfadado.
Wyatt se rió.
- Te defenderé
siempre, menos cuando el tío te quiera castigar.
- ¿Por qué no?
- Porque son las
reglas – respondió Wyatt, y le dejó en el suelo – Porque si te portas mal ya
sabes lo que toca.
Alex hizo un mohín y
Wyatt contuvo otra risa.
- Y ahora vamos,
canijillo, ve con el tío Chris, que ya te estás escaqueando demasiado. Además
es cierto que me tengo que ir.
- ¿Sin saludar a
Vic? – preguntó Chris, extrañado.
- Me gustaría, pero
no puedo – respondió Wyatt, y Chris vio confirmadas sus sospechas de que su
hermano estaba evitando a su hija por alguna razón.
- Pero tienes que
hablar con ella, hoy han pasado muchas cosas.
- ¿Está bien?
- Sí, pero…
- Hablaremos cuando
vuelva. Adiós, Chris. Adiós, canijo. Adiós, Leo, ¿tú también estás en
problemas?
Leo asintió, sin
ningún entusiasmo, y Wyatt le miró con ternura antes de orbitar e irse.
- Ven, Alexander,
acabemos con esto de una vez.
Chris se le puso
encima y le dio diez azotes con el cepillo. Cuando acabó Alexander lloraba en
silencio, y no parecía que los mimos le consolaran.
- Shhh. Ya está,
Alex, ya está. No más pociones ¿está bien?
- Nunca más, tito.
- Este es mi
sobrino. Vamos, no llores más. Ve a lavarte la carita y a la cama ¿vale? Yo voy
ahora y si quieres te leo un cuento.
- ¡Sí! ¡El de Peter
Pan!
- El que tú quieras.
– dijo Chris, con una sonrisa, y le dio un beso. – Ahora a ponerse el pijama, a
lavarse los dientes, y a dormir.
- No puedo ponerme
el pijama yo sólo. Se abrocha por detrás.
- Pídele ayuda al
primo Peter ¿vale? O a la tía Amy.
- ¿La molestará si
la llamo "tía"?
- No creo,
Alexander. Más bien pienso que la hará sonreír. Tal vez ella también quiera
leerte un cuento.
Alex le sonrió
entonces y subió las escaleras corriendo, como si ya se hubiera olvidado de que
acababan de castigarle.
Chris se quedó en
silencio, mirando en la dirección en la que Alexander se había ido, pensativo. ¿Cómo
podía ser el fin del mundo si en el mundo aún había niños que sonreían ante la
idea de que les leyeran un cuento? ¿Cómo era posible que su vida fuera a
terminarse cuando sentía que recién la estaba empezando?
Fue interrumpido de
estos pensamientos por la presencia de Leo, que se había colocado discretamente
a su lado, y miraba al suelo. Lloraba en silencio. Chris le levantó la
barbilla.
- ¿Cuándo te he
enseñado yo a usar la magia para cosas malas? – le preguntó.
- No era una cosa
mala… - se defendió Leo.
- Le has hecho daño
a Amy. Podrías haberte hecho daño tú. Ibas a darle poderes sin consultarle
antes. Nada de eso me suena demasiado bien.
- Sólo quería que
ella fuera como nosotros…
- Es como nosotros.
Con magia o sin ella, somos personas, Leo.
- Tú no – dijo el
niño con calma – Tú eres mitad luz blanca. Y los luces blancas no pueden estar
con una mujer.
- Medio luz blanca,
campeón. La regla no se aplica para mí. Y tú eres la prueba viviente de eso, o
jamás podría haberme casado con tu madre.
Leo no tenía
respuesta para eso, así que no dijo nada.
- ¿Me vas a
castigar?
- Me temo que sí.
- No, papi, no
quiero…
- Ya lo supongo.
Cuento con eso, en realidad, para que así la próxima vez te lo pienses mejor y
recuerdes lo que te pasará si no me obedeces.
- Por fa, papá…
- He castigado a tu
primo, y eso que estoy seguro de que fuiste tú quien tuvo la idea. – dijo
Chris, y dio el tema por zanjado. Le bajó el pantaloncito y se lo puso en las
rodillas.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- Si digo que nada
de pociones es nada de pociones.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- La magia no es un
juego.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
- Ai, papá.
CRACK CRACK
- Y no puedes forzar
a nadie a tener poderes contra su voluntad.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- Papito, me duele.
Snif, snif. Lo siento, no lo volveré a hacer, lo siento.
- Shhh, Leo. Ya
está, ya está – susurró Chris, y le acarició la espalda. Leo entendió que ya
había terminado y se levantó para abrazarle. Se enredó con brazos y piernas al
cuerpo de Chris, y lloró desconsolado. Para el niño había sido un castigo de
los fuertes. De hecho, quizás uno de los más fuertes que le había dado, porque
cuando le pegaba más no era con el cepillo.
- Ya, campeón. –
dijo Chris y le dio un beso en la cabeza. Le siguió mimando un rato más. Leo
dejó de sollozar, pero no de llorar.
- Papi – dijo,
poniendo un puchero.
- Dime.
- Papi – dijo
solamente y le abrazó con más fuerza.
- Vamos, bebé. Vamos
a ponerte el pijama.
- Bueno – aceptó el
niño, sin soltarle. Chris entendió que no se iba a separar de él, así que le
llevó en brazos.
Cuando subió al piso
de arriba, vio que nadie estaba durmiendo. Peter estaba con Victoria y Alex.
Estaba consolándoles a los dos. Y Amy estaba con Nick. Chris se había
preguntado dónde estaba la mujer, y ahí tuvo la respuesta: estaba acariciándole
el pelo mientras el chico lloriqueaba en la cama. Era una estampa desoladora.
- Vamos, venid todos
aquí – llamó, y poco a poco sus hijos y sobrinos le rodearon. Leo aún seguía
abrazado a él como un koala. – Sabéis que os quiero mucho ¿no? Venga: quiero un
abrazo – pidió y se hicieron una piña. – Ahora fuera llantos. Vamos a dormir, y
mañana haremos algo divertido.
Todos asintieron y
cada uno se fue a su cuarto, pero Chris vio que seguían llorando. Acarició la
cabecita de Leo y le separó un poco.
- Ve a ponerte el
pijama, cariño, yo voy ahora.
A regañadientes pero
dispuesto a obedecer, Leo se fue, y Chris entró en el cuarto de invitados que
Alexander y Victoria compartían. Alex estaba abrazado a Peter, y Victoria lloraba
tumbada sobre su cama.
- A ver rato…digo,
Victoria, ¿por qué lloras, mm? – preguntó, en un tono forzadamente animado.
- Por…snif…por
muchas cosas.
- Vamos, cuéntaselo
al tío – dijo, evitando hacer una pregunta directa, para que no se viera
mágicamente obligada a responder. Ya iba aprendiendo cómo funcionaba lo de su
sinceridad forzosa y quería que sintiera que podía confiar en él, y no que
hablara porque no tenía más remedio que hacerlo.
- Me has pegado –
protestó ella.
- Porque tú no has
sido todo lo buena que puedes ser. Pero no ha sido un gran castigo, cariño, y
sé que no puede dolerte todavía.
- Y no me duele,
pero quiero llorar igual.
- ¿Por qué? Ya ha
pasado, mi amor.
- Pero te has
enfadado.
- Y me he
desenfadado ya.
- No, no es cierto.
- Sí lo es,
Victoria. Todo está bien ahora.
- No, no lo está.
Puedo verlo. Lo veo en mi cabeza, y Nick también lo ve, en la tuya. Estás
enfadado.
- ¿Nick está en mi
cabeza? ¿Y tú cómo lo sabes?
- Yo…
- …lo sabes todo,
sí, lo voy captando. Bueno pues algo debe fallar en esa sabiduría tuya, porque
te digo la verdad: no estoy enfadado.
- Lo estás. Estás
muy enfadado, y dentro de un rato vas a ir al desván y vas a romperlo todo, y
vas a dar golpes y…
- Victoria, la que
ve el futuro eres tú, mi amor, pero ahora mismo no estoy enfadado. Así que no
llores por eso ¿vale? Anda, dame un beso y vete a la cama.
- Quiero dormir con
mamá – lloriqueó la niña.
- Pero cariño, mamá
no está.
- Pero yo quiero
dormir con ella…
- ¿Quieres dormir
conmigo?
Victoria asintió, y
se levantó de la cama, dejando de llorar de pronto. Qué fácil.
- Pues ale. Lávate
los dientes, y vamos a dormir. Yo voy a hablar un momento con tus primos y tu
hermano.
Victoria se fue al
baño y Chris se acercó al amasijo de brazos que eran Alex y Peter en ese
momento. Chris se dio cuenta de que Peter estaba muy cansado. Estaba siendo el
pañuelo de todo el mundo aquella noche.
- A ver, granujilla.
¿Qué tengo que hacer para que dejes de llorar? Aún sigue en pie lo de ese
cuento.
- ¿Puedo dormir
contigo yo también? – preguntó el niño.
- Está bien. Sólo
por ésta noche.
Alex sonrió, y Chris
sonrió también, aunque pensó que debería de habérselo consultado a Amy
primero…Aun no se acostumbraba a compartir su cuarto y su cama.
Chris le dio un beso
a Alex y otro a Peter, y fue a ver a Nick. En su cuarto se encontró también a
Leo, que lloriqueaba llamando la atención de Amy.
- Campeón, ¿aun
llorando?
- Has sido muy malo.
– protestó el niño.
- ¿Yo?
- Sí. – lloriqueó, y
se abrazó a Amy. Amy le envolvió en un abrazo y le hizo mimos.
- Vamos, Leo, vamos
a dormir, anda – dijo la mujer, con esa forma dulce de hablar que tenía.
- Pero no quiero
dormir solito…
Amy le miró, y luego
a miró a Chris, que casi la adivinó.
- ¿Quieres dormir en
mi cama, campeón?
- ¡Sí!
- Pues ya vamos a
ser cinco – comentó Chris. - ¿Por qué no vas yendo con Amy y dejamos dormir a
Nick?
Leo asintió, mucho
más contento, y tiró de la mano de Amy. Chris rodó los ojos y se centró en
Nick.
- ¿Y a ti que te
pasa, alma en pena? Vamos, no puedes llorar así por lo de antes. Apenas te he
castigado, y lo sabes. ¿Es que tú también quieres dormir conmigo? – bromeó
Chris, pero Nick no estaba para bromas, y lloró más. – Ey, corazón. ¿Qué
ocurre?
- Yo no quiero que
te pase nada. – respondió el chico, y Chris se sintió abrumado una vez más por
el hecho de que su hijo se preocupara por él. – No quiero, no…no puedo
soportarlo. Victoria dice que te has rendido. No puedes hablar en serio. No….no
puedes estar contento con la idea de que vas a morir.
- Y no estoy
contento, Nick, claro que no. Pero voy a salvar a Paul ¿entiendes? Es mi cargo,
y aunque no lo fuera, ahora que le conozco no podría dejar que le pasara nada
sin hacer algo por evitarlo.
- Papá, esto va a
sonar muy mal, lo sé, pero me da igual. Que le den a Paul. Es mi amigo, y lo
sentiré mucho, pero…prefiero que se muera él a que te mueras tú.
Chris se sorprendió
un poco, pero no podía enfadarse porque Nick pensara así. Más bien agradecía la
sinceridad. Era una forma lógica de pensar, pero para Chris ninguna vida valía
más que otra, salvo la de sus hijos. Y su propia vida no valía más que la de
Paul, sobre todo después de la deuda que tenía con él.
- No puedo dejar que
se muera, Nick. Es todo lo que te puedo decir.
Nick no le
respondió. Chris dedujo que se había enfadado.
- No pienses en eso.
Aún no sabemos cuándo va a pasar, así que disfrutemos del momento.
Nick siguió mudo.
Chris le acarició el pelo, pero Nick le apartó. Suspiró.
- Buenas noches,
hijo. Te quiero mucho.
- No. Si me
quisieras mucho seguirías vivo. – respondió él, y se dio la vuelta en la cama,
para darle la espalda.
Chris se quedó
helado un momento, y luego le apagó la luz y salió. Se sentía atrapado. Esas
últimas palabras de Nick le habían llegado mucho. ¿Estaba siendo un egoísta?
¿Estaba abandonando a su familia con esa decisión suya de ir al encuentro de la
muerte? ¿Acaso tenía otra opción? Otra opción válida, porque lo de dejar que
Paul muriera o matarle él mismo no entraba en sus planes.
Quería orbitar a lo
alto del puente, a meditar, pero sabía que no podía hacerlo, porque era de
noche, y porque se suponía que debía esquivar los sitios altos. Aun así, no
estaba preparado para ir a su cuarto y fingir sonrisas para Amy y los niños,
así que buscó un poquito de soledad, y fue al desván.
Y allí, se demostró
la infalibilidad de las visiones de Victoria, porque efectivamente Chris estaba
enfadado, frustrado más bien, y comenzó a romperlo todo.
- Maldigo el día en
el que te conocí, Paul. – exclamó, mientras tiraba una bola de cristal. Si
hubiera mirado la esfera antes de hacer que se rompiera, hubiera visto que
desde dentro le miraban un par de ojos azules.
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