lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 71: Verdad sin filtro



 


Chapter 71: Verdad sin filtro
 


N.A.: Puede que uno quiera/necesite releerse éste capítulo para entenderlo. No es de mis mejores actualizaciones. De hecho, no me gustó nada cómo me quedó, pero no tengo tiempo ni ganas de reescribirlo más xD.
 


A Chris le había pegado en la cara mucha gente a lo largo de su vida. Su padre lo había hecho en una ocasión, su madre en otra, y su hermano le había arreado varios puñetazos. En sus luchas contra demonios años atrás, se había llevado más de un golpe y un arañazo. Incluso Bianca le cruzó la cara cuando estaban empezando a salir, aunque aquella vez para Chris fue más divertido que doloroso. Lo que jamás había esperado es que su sobrina de diez años se sumara al club. Victoria le pegó con la mano abierta y, por cierto, con una fuerza envidiable para alguien de su edad, sexo y tamaño. Chris giró un poco el rostro y se llevó la mano a la mejilla, más que sorprendido. Cuando miró a Victoria, ella parecía enfadada.
- Eso es lo que pienso de ti y de tus ideas – le espetó la niña. – ¿Crees que puedes decidir que te mueres y ya está?
Chris parpadeó. Pensó que debería de estar enfadado: su sobrina acababa de pegarle. Pero lo cierto es que no lo estaba, al menos no tanto como hubiera sido lógico, porque al mirarla a los ojos, vio que ella estaba asustada. Tiene que ser inquietante saber que lo que ves en tu cabeza se cumple, y que casi nunca es bueno.
- No se trata de algo que haya decidido yo.
- ¡Pues entonces no dejes que pase!
- Tengo que hacerlo, ratona – dijo Chris, sonriendo con indulgencia, y le dio un beso en la frente. Luego se volvió a frotar la mejilla. – Caray, pegas con fuerza ¿eh? ¿Te parece bonito pegarle al tío?
- Cuando dice tonterías, sí. – respondió Victoria, con carácter.
- Sé que no es agradable de oír, cariño, pero…
- A la mierda eso, tío Chris. Lo que has dicho es una gilipollez.
- Cuidado, Victoria. Entiendo que todo esto es difícil, pero te estás pasando. No voy a dejar que me hables así.
- No, ¡soy yo la que no va a dejar que tú hables así! ¿Tienes idea de lo que es ver cosas en tu cabeza todo el día? Cosas que no existen. Cosas que no son reales…aún. Estar hablando con papá y que mi cerebro me muestre cómo muere mi familia. Estar viendo una película y que mi mente me enseñe el futuro de mi hermano. A veces creo que voy a volverme loca, y a veces me pregunto si no será que ya lo estoy. Ya sé por qué me gusta tanto estar con Peter: porque cuando estoy con él no veo nada. Y eso es genial. Lo que yo tengo, como tú dices, no son premoniciones. ¡Soy un maldito televisor que siempre está encendido! Y encima con interferencias. Parece que no sintonizo bien hasta que toco a algo o a alguien, preferiblemente a mi padre. Y de pronto, sin que toque nada, todos los canales se apagan. Todo queda en blanco, sin imágenes, sin interferencias…sólo silencio. Y cuando estoy pensando que eso es algo bueno tú coges y me dices que "has aceptado que vas a morir". ¡De todos los futuros que he visto has escogido el peor de todos! ¡Así que no me digas como tengo que hablarte porque lo que tendría que hacer es no volver a dirigirte la palabra!
Chris quedó muy impactado. Jobar con su sobrina. ¿Dónde escondía tanto carácter? A Chris le recordó a su madre. Sí, definitivamente, esa niña tenía un "algo" que recordaba a Piper. No supo qué responderle, pero le estuvo dando vueltas a lo que le había dicho. Deducía que Victoria había estado ocultando la mayoría de sus visiones, salvo aquellas demasiado fuertes que se notaban físicamente, como la de hacía unos momentos. Si se fiaba de las palabras de la niña, había tenido varias visiones en un solo día, y eso era tan extraño que era imposible.
- Hay algo raro con tus premoniciones, ratona. Eso de empezar a ver cosas así, de pronto… Y todo eso de que sean imágenes continúas a cada rato…Tu tía abuela Phoebe no las tiene tan seguidas.
- Mis visiones no son el problema aquí, tío. – respondió Victoria, aun molesta. No se iba a olvidar tan fácilmente de la declaración resignada de Chris.
- Victoria, lo que tú ves no es el futuro: es una opción. Muchas veces el futuro depende de nuestras elecciones, o de las de otras personas, por eso ves cosas que se contradicen. Pero una profecía… una profecía es inesquivable, ¿entiendes, cariño? Por mucho que yo me empeñe en decir que es sólo un trozo de papel, es más que eso. Es el trozo de papel que contiene mi destino.
- Pues rómpelo.
- No basta con eso.
- ¡No puedes rendirte!
- En realidad, ratona, es lo único que puedo hacer. Si acepto cómo van a ser las cosas, tendré el valor de hacerlas. Es mi destino morir para salvar al cargo al que tengo que proteger como luz blanca. – explicó Chris, con paciencia. Tuvo una idea, y suspiró – Espera aquí un segundo. Voy a enseñarte algo.
Se levantó, y caminó hacia un cajón. De allí sacó un papelito: la traducción que Paul había hecho de la profecía para él. Se la leyó a Victoria:
EL HERMANO MEDIANO, HIJO DE LAS EMBRUJADAS, TRAERÁ LA DESGRACIA A NUESTRA FAMILIA. MATARÁ AL NIÑO QUE COMPARTA EL PODER CON LA MADRE DEL DESTRUCTOR Y SERÁ EL CAUSANTE DE LA MUERTE DE OTRO. PERO SU HORA NO LLEGARÁ HASTA QUE NO HAYA SALVADO A AQUÉL AL QUE TIENE QUE MATAR. CAERÁ DESDE LO ALTO POR OCUPAR EL LUGAR DE SU PROTEGIDO.
Chris terminó de leer deseando que la niña entendiera. Uno no puede escapar a su destino. No cuando el destino lo controlan otras personas. Estaba cansado de mentirse a sí mismo y a los demás. Estaba cansado de sonreír y de decir que no tenía miedo, que no iba a pasarle nada, que no se iba a morir. Todo indicaba que iba a morir, o sino que al menos debía intentarlo. No podía limitarse a no salvar a Paul. Eso sería como asesinarle.
- ¿Puedo ver eso un momento? – pidió Victoria, de pronto e inexplicablemente mucho más tranquila. Chris se encogió de hombros: sólo era un trozo de papel, la verdadera profecía iba más allá de las palabras escritas. Se lo dio. La niña puso una cara extraña. Echó la cabeza para atrás, y sus ojos se pusieron en blanco de nuevo. Chris se asustó.
- ¿Vic?
La niña entreabrió la boca, pero no dijo nada. Chris definitivamente supo que allí había algo raro: Phoebe no hacía eso cuando tenía una visión. Se hizo evidente que conocer la profecía había desencadenado algo en Victoria: tal vez más visiones, una detrás de otra. La niña permaneció así durante varios segundos, y luego volvió a la normalidad con un jadeo.
- ¿Estás bien? – preguntó Chris, con ansiedad.
Ella ladeó la cabeza y su expresión cambió por completo. En lugar de responder a la pregunta, le hizo otra:
- ¿Sabes qué es lo más interesante de ver el futuro, tío? Que te das cuenta de que las personas son idiotas.
Sonrió con petulancia, y no digo nada más. Chris estaba desconcertado, y algo molesto. Se había llevado un buen susto y ahora la niña le salía con esas.
- Victoria, no me gusta que hables así. ¿Qué has querido decir?
- No lo entenderías. Parece que tú sólo eres un idiota más.
- Victoria, me estoy enfadando.
- Y yo me estoy haciendo poderosa. Puedo…verlo…todo. – dijo la niña, y a Chris le dio un escalofrío, por el tono, por esa sonrisa inquietante…por ese deje de ambición casi cercano a la locura de alguien que de pronto se sentía y tal vez fuera omnisciente.
- ¿No era que ya no veías nada?
- No pretendas entenderlo – aconsejó ella, de nuevo en ese tono prepotente. No había ya rastro de miedo en sus ojos.
- Sí, claro que pretendo entenderlo. Y tú me lo vas a explicar.
- Oblígame.
- Victoria, tú mejor que nadie sabes que no estoy para juegos. No ha sido un buen día y…
- ¿No lo ha sido? Según he visto Amy y tú os lo habéis pasado muy bien.
Chris se quedó de piedra. ¿Cómo…cómo sabía ella…?
- ¿"Según has visto"? – preguntó Chris. - ¿Has tenido visiones de…Amy y de mí? ¿En el futuro?
- He tenido visiones de Amy y de ti…en el pasado. En el pasado muy reciente.
Vale. Eso daba miedo, y era extraño, y violento, y más extraño todavía, y muy, muy incómodo. Y por el amor de Dios, ¿de dónde había salido ese tono entre pícaro y lascivo en una niña de diez años?
- Victoria, no tengo ni idea de cómo has visto eso, y es evidente que tu poder va más allá de ver el futuro, pero quiero que entiendas que eso que has visto son…cosas de mayores.
Jamás había pensado que la magia fuera un problema para su vida íntima, pero ya iban dos personas que se enteraban de ciertas cosas privadas a través de sus poderes.
- Pues eso mismo digo yo, que lo que yo he visto son "cosas de mayores", y por eso sé que no vas a entenderlo. Los hombres sois muy simples. Si os sacan de ciertas ideas básicas os perdéis.
- ¿Qué es lo que te pasa? Primero me pegas, después me das un susto enorme y no quieres decirme lo que te ha pasado, luego me insultas, ahora eres más que insolente… Si piensas que por tener visiones y estar nerviosa puedes hacer lo que quieras, estás muy equivocada. Estás muy cerca de que te ponga sobre mis rodillas, señorita.
- Hazlo o no lo hagas, pero no me amenaces en vano – respondió ella con arrogancia, y Chris tuvo suficiente. Con un movimiento rápido la colocó encima suyo. Dudó sólo un instante: aquella era la primera vez que castigaba a Victoria. Dejó caer la mano sobre la falda de la niña, preguntándose qué mosca le había picado para hablarle así.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Ay, no tío, no ¡para!¡Me haces daño!
Chris se sorprendió un poco porque gritara tanto. De todas formas no había pensado ser muy duro con ella. La incorporó y la miró con algo de dureza:
- ¿Esto también lo habías visto? – preguntó, con enfado.
- En realidad, sí. – respondió ella, ya sin tanta arrogancia, sino sólo con sinceridad. Tras el asombro inicial, Chris suspiró.
- ¿Has acabado ya de ser maleducada e insolente conmigo?
- No he sido nada de eso. Me he limitado a decir la verdad.
Chris respiró hondo, reuniendo paciencia.
- Hace un rato estabas asustada, y enfadada conmigo porque sabes que voy a morir, y ahora me hablas mal y me insultas.
- No he hecho nada de eso – insistió ella.
- Me has llamado idiota.
- Porque lo eres, pero eso no es un insulto.
- Sí, sí lo es, y quiero que pares ya o voy a enfadarme en serio.
Ella le miró a los ojos, y por alguna razón Chris pensó que no estaba mirando a una niña.
- Eres tan tonto como papá, o más todavía.
- Vale, mira Victoria, vas a ponerte en esa esquina y vas a decidir si quieres disculparte y seguir hablando tranquilamente o si quieres seguir en este plan rebelde y que te de unos azotes.
- Cuando los hombres tienen miedo reaccionan enfadándose. – dijo Victoria. Estas palabras impactaron a Chris, pero no permitió que le afectaran.
- A la esquina, ahora.
- …Piensan que la furia les dará la razón, o que si no la conseguirán al imponerse sobre los demás. Aunque yo te creía más inteligente, tío.
- Vale, has perdido tu oportunidad. Ven aquí.
Chris la agarró del brazo, le levantó la faldita y se sintió muy, muy mal. Esa niña era el único ser en todo el planeta que podía decirle si iba a morir o no, y en lugar de entenderse y llevarse bien, ahí estaban, discutiendo como animales. Por eso, sacó paciencia de donde no la tenía, y la giró para obligarla a mirarle.
- ¿Qué ocurre, Victoria? – preguntó, intentando realmente llegar hasta ella.
- Ocurren muchas cosas. Ahora mismo tú estás desesperado y yo soy tu única posibilidad de salvación. Te gustaría que no fuera así ¿verdad? Odias que tu destino esté en manos de otros. Pero alguien que se rinde tan fácilmente como tú ya debería estar acostumbrado.
- ¿Por qué me atacas? Sólo pretendo hablar contigo…
- Dile eso a la Muerte. Seguro que ella te hace caso cuando te llegue la hora.
- Está bien. Se acabó. Voy a enseñarte a no pasarte de lista conmigo. – dijo, de nuevo enfadado y harto ya de tanta tontería.
- ¿Y quién te enseñará a ti a no ofrecer tu vida como si fuera algo prescindible?
- ¿Esto sigue siendo por lo que te he dicho? ¿Me hablas así por haberte dicho que voy a morir?
- Lo hago por aceptarlo como única opción posible. Tú mismo lo has dicho: el futuro son opciones.
Chris entendió el punto de su sobrina. Puede que tuviera razón. También puede que no, pero mientras hubiera una posibilidad no debería rendirse tan fácilmente. La miró fijamente:
- Puede que sea cierto. Tengo que hacer que la profecía se cumpla: sé que debo hacerlo y además los Ancianos me lo dijeron. Pero nadie dice que tenga que morir en el proceso. Bueno, lo dice mi destino, pero veré que puedo hacer contra eso. Será cómo liberar a un león hambriento y tratar de que no me coma: difícil pero no imposible.
- ¡Por fin! Empezaba a creer que no tenías nada ahí dentro de esa cabezota tuya.
- Entiendo lo que querías decirme, pero no puedes hablarme así, Victoria. Tu padre me ha contado que estos días han sido…difíciles. Sé que has visto cosas muy malas; sólo puedo empezar a imaginármelo y lo siento mucho. Sé que eso te enfada, y que hay cosas que no entiendes, pero no puedes pagarlo conmigo ni con tu padre. Y tampoco puedes enfadarte si no te entendemos. Tienes que tener paciencia. Llevas razón: nosotros no vemos el futuro, así que quizás a tu juicio hagamos cosas que no tienen sentido, pero no por eso somos idiotas y no nos lo puedes llamar, ni hablarnos como si fuéramos…inferiores. No puedes hablarme en ese tono y de esa forma.
- Por poder sí que puedo, técnicamente lo estoy haciendo.
- ¡Basta! – chilló Chris. – No me contestes. Estoy teniendo mucha paciencia contigo pero hace rato que se me ha acabado.
Victoria iba a responder, pero entonces se mordió la lengua. Chris esperó. Se dio cuenta de que la niña le miraba con tristeza y de una forma extraña.
- Tengo…que…decirlo.
- ¿El qué? – preguntó Chris.
- Lo que estoy pensando. Tengo que decirlo, no me lo puedo callar.
- ¿Y qué es lo que estás pensando? – inquirió Chris, con un suspiro. Aquella noche iba a quitarle el puesto a Teresa de Calcuta. Siempre le habían gustado los niños, y en concreto quería a esa niña más de lo que cualquiera podría querer a su sobrina, pero hablaba en serio al decir que su paciencia se estaba extinguiendo.
- No…
- ¿No, qué? Victoria, dime lo que estás pensando o no me lo digas, a estas alturas ya me da igual, pero no quiero que me vuelvas a hablar como hace un rato ¿entendido?
- Pues entonces voy a tener que estar callada para siempre…
- No. Vas a tener que ser la niña educada y dulce que siempre has sido.
- Tú no lo entiendes.
- ¿Qué es lo que no entiendo?
- ¡Tú no lo entiendes! ¡Eres tonto!
Con más calma de la que había creído posible dado lo frustrado que se sentía, Chris tumbó a la niña encima suyo y le levantó la falda.
SMACK SMAKC
- ¡Ay! ¡Para!
- Respuesta incorrecta. Llevas un rato buscando esto, así que si no quieres comprobar cómo es tu tío Chris estando enfadado ya te estás disculpando y abandonando esa actitud.
SMACK SMACK
- ¡Ay!
- ¿Vas a disculparte?
- ¡Pero es que no lo siento!
SMACK SMACK SMACK SMAKC SMACK.
- Pues deberías. Has sido muy maleducada, y la verdad Victoria es que no sé lo que te pasa.
SMACK SMACK SMACK
- ¡Ay! ¡Pero si te lo he dicho! – lloriqueó ella.
Chris se detuvo un momento. No porque llorara, pues ya se había dado cuenta de que la niña lloraba desde el primer azote, sino porque ese "te lo he dicho" le sonó extraño.
- ¿Qué me has dicho?
- ¡Lo que me pasa! ¡Te lo he dicho! ¡Lo que pasa es que no me escuchas porque eres malo y…
- Vale Victoria, para. – dijo Chris, incorporándola. Parecía evidente que se estaba perdiendo algo. - Retrocede un momento. ¿Qué se supone que me has dicho?
- Te…snif…te he dicho que tengo que decir lo que estoy pensando. Intento callármelo pero no puedo, y tú sólo te enfadas – lloró ella.
- Me enfado porque me has faltado al respeto.
- ¡Pero yo no quería! Yo…no PUEDO callármelo…TENGO que decir lo que estoy pensando – repitió ella, una vez más, enfatizando mucho. Parecía desesperada por ser entendida.
- ¿Quieres decir que dices todo lo que se te pasa por la cabeza?
- ¡Eso he dicho, estúpido! – respondió la niña, y se tapó la boca, llorando más y alejándose un poco de él, temiendo su enfado. Pero Chris ya había entendido. Todas las respuestas cortantes de la niña, ese lenguaje que ella no solía verbalizar pero que sin duda tenía que conocer como toda persona de su edad…
- No puedes mentir ¿verdad? Es eso. Físicamente no puedes mentir, ni dejar de decir lo que estás pensando, aunque sean cosas que no quieres decir en voz alta, como todos esos insultos y contestaciones cortantes.
Victoria asintió, y Chris se pasó los dedos por el pelo. Analizó la situación. Su sobrina de diez años, vidente no sólo del futuro sino por lo visto también del pasado, estaba ¿mágicamente? incapacitada para mentir. No es que fuera insolente: es que entre su cerebro y sus labios no había un filtro. Al hablar tenía que decir todo lo que pensaba.
Chris quiso hacer una prueba.
- ¿En qué estás pensando ahora mismo?
Victoria cerró la boca con fuerza y agitó la cabeza a uno y otro lado, indicando que no lo quería decir.
- Vamos, dilo. No voy a enfadarme. Sea lo que sea.
Ella intentó resistirse un poco más, pero finalmente sus labios se separaron, como si le faltara el aire, con una necesidad imperiosa e incontrolable.
- Eres idiota. Me has hecho daño y has sido muy malo conmigo. Yo lo único que quiero es que no te pase nada malo y tú me has pegado. ¡Idiota!
A Chris le pareció un pensamiento posible en aquél momento, y además estaba bastante seguro que en otras circunstancias la niña se lo habría callado, o lo habría dicho con otras palabras. Así que era cierto: algo forzaba a Victoria a decir lo que pensaba sin ningún tipo de control. Estaba forzada a decir la verdad, sin siquiera poder usar fórmulas de cortesía o eufemismos. La miró con comprensión.
- Yo tampoco quiero que te pase nada malo, y por eso cuando haces algo que sabes que no está bien tengo que castigarte, como hace tu padre, para enseñarte lo que es correcto y para evitar que hagas cosas peligrosas como cuando te escapaste.
- ¡Pero ahora no he hecho nada malo y tú me has castigado!
- Tienes razón, ratona, y lo siento mucho, muchísimo. Yo sólo oía cómo respondías con frases hirientes o groseras y no entendía por qué. Me he asustado mucho antes, cuando casi pierdes la consciencia con esa especie de visión, y sólo quería hablar contigo, y tú respondías de mala forma…No sabía lo que te estaba pasando. Lo siento mucho, ratona – repitió, con sinceridad, sabiendo que no había sido culpa de la niña. Por alguna razón era incapaz de controlar sus palabras, y por eso soltaba esas respuestas tan desagradables, salidas directamente de su mente. Eso sí, tenía un subconsciente de lo más irascible.
- No me gusta que me llames ratona.
- Vale.
- No te lo digo nunca por no herir tus sentimientos, pero es un nombre tonto, más aún que el "princesita" de papá.
- Vale, lo capto, no hace falta ser tan sinceros.
- ¡Si es que no puedo evitarlo! Cualquier cosa que piensa mi cerebro mis labios lo dicen. Tío, ¿qué pasa? ¿Por qué no puedo controlar lo que digo? ¿Por qué he visto esas…esas cosas tan malas?
- ¿Qué es lo que has visto, cariño?
- Es como si alguien quisiera hablarme todo el rato, y me hablara mediante imágenes. Le siento… pero sólo logro conectar con él a veces…como hace un momento, cuando me has enseñado la profecía. Y ya no veo sólo el futuro. Veo muchas cosas… Cosas que no puedo decirte.
- ¿Por qué no?
- Porque no me creerías. Porque sé que no puedo. Porque estaría mal si las supieras.
- No estaría mal, cariño – dijo Chris, sin poderlo evitar. - ¿Qué es lo que has visto?
De nuevo, Victoria cerró los labios e intentó no responder, pero lo por visto no podía negarse ante una pregunta directa.
- He visto a los demonios hacerse buenos. He visto cómo mueres y aun así sigues vivo. He visto cómo te matas a ti mismo. He visto cómo se cumple esa profecía que tanto temes, pero no de la forma en la que tú crees. He visto cómo llueve sangre el cielo. He visto cosas que ya han pasado. He visto cosas que están pasando ahora mismo. Amy está en el baño intentando que no veas que se ha hecho sangre. Alex y Leo están debajo de la cama de Peter. Nick está pidiendo comida para llevar, y a Peter no puedo verle. Veo todo lo que ha pasado, está pasando, y pasará, pero en algún punto del futuro ya no hay nada más. He visto…he visto…
Chris abrió los labios, y casi sintió el poder de su sobrina. No estaba ante una bruja corriente. Aun no sabía quién o qué era Victoria, pero era algo más que una bruja con premoniciones. Su poder aumentaba por segundos, a una velocidad alarmante y alcanzando cotas peligrosas.
- Has visto… - repitió, asimilando los sonidos pero no el significado de las palabras. Se había quedado en "he visto a los demonios volverse buenos". Aquello era…era demasiado. Era… tentador. - ¿Qué has visto? – volvió a preguntar, llevado por la impaciencia, sabiendo que era cierto lo que había dicho Victoria hacía un rato: ella lo sabía TODO. Y además no se podía negar a responderle…
- He visto…
Victoria le miró mal, y se tapó la boca, pero algo la forzó a seguir hablando.
- He visto todo lo que es posible ver. En mi cabeza está todo lo que ha pasado, y pasará alguna vez en el mundo. Incluso he visto su fin. Yo…lo sé…todo…- respondió, repitiendo aquella frase tan llamativa, y luego respiró hondo, como tomando aire. - ¡No te aproveches de mí! ¡No te aproveches de que no puedo mentirte para que te lo cuente todo!
- Lo siento, cariño. Es sólo que…Entonces…¿voy a morir?
- Tú te preocupas por tu muerte y yo ahora conozco el fin del todo. ¿Tienes idea de lo insignificante que es tu vida ante tantos millones? Estoy viendo el fin de todo, y no está lejos. Tío, lo que intento decirte es que estoy viendo el fin del mundo.
- El fin…el fin del mundo. – repitió, de nuevo sin asimilar del todo lo que estaba oyendo.
- Y tú lo provocas. – respondió Victoria, con calma, y ciertas dosis vengativas. Algo así como un "¿no querías saber? Pues ale, atragántate. Eso por forzarme a hablar."
- Yo…¿yo lo provoco? ¿Cómo? Si yo… yo no soy nadie…Yo…- balbuceó Chris, y luego respiró hondo – Victoria, tienes que decirme todo lo que sepas.
- Lo siento, tío, no puedo hacer eso.
- ¿Cómo que no?
- Nadie debe conocer demasiadas cosas sobre su futuro. Y tú ya juegas con ventaja: ya sabes cómo vas a morir; no puedo decirte también el cuándo.
- ¿Sabes cuándo?
- Yo…lo sé…todo – dijo Victoria una vez más, con mucha calma, masticando las palabras. Sus ojos se pusieron en blanco de nuevo. Y justo después se desmayó.
Cinco minutos más tarde, Chris estaba sentado, con la cabeza entre las manos y los codos en las piernas, al lado de una Victoria que parecía dormida. Chris estaba al borde de un ataque. Aquél condenado día parecía no acabarse nunca y él era un torbellino de emociones que pujaban por salir. Se dijo que en esos momentos debería estar cenando con su familia, esperando quizá un segundo asalto en la cama con Amy. Es lo que haría un tipo normal de treinta y pocos años. Y en lugar de eso tenía una profecía de muerte de la que quería huir pero a la que debía abrazar, el fin del mundo, un mundo paralelo que ya no lo era, el fin del mundo, un séquito de Ancianos cuyos hilos casi podía sentir, el fin del mundo.…y una sobrina con un poder que casi asustaba. Sólo que sin el casi. Ah, ¿y había mencionado ya el fin del jodido mundo? ¿Qué se suponía que tenía que pensar después de oír eso? ¿Tenía que tomarlo como una metáfora o debía mirar por la ventana por si veía explotar el Sol? O tal vez todo fuera más bíblico y se fueran a pasar por allí los cuatro jinetes del apocalipsis. Y él que hasta hacía un rato había estado preocupado por su propia muerte.
Chris estaba considerando seriamente ir corriendo a casa del padre de Paul a pedirle que le borrara la memoria cuando Amy entró en la habitación.
-Chris, Nick pregunta sí…- empezó, pero al ver su expresión se quedó callada - ¿Pasa algo?
Chris no respondió. Tal vez no iba a ser capaz de volver a hablar nunca.
- ¿Es por eso que me tienes que contar?
Siguió mudo.
- Vamos, Chris. Sea lo que sea puedes decírmelo, de verdad.
- Pues yo no estoy tan seguro, porque no sé ni por dónde empezar.
- Cariño, tú sólo…échalo, y yo uniré las piezas.
Era la primera vez que ella le llamaba "cariño" y lo cierto es que sonaba bien. Pero Chris había sido sincero: no sabía ni por dónde empezar porque había muchas cosas que aún no entendía. Señaló a Victoria con ánimo derrotado.
- ¿Qué pasa con Vic? ¿Se ha dormido? – preguntó Amy.
- Se ha desmayado, pero ahora está dormida, sí.
- ¿Desmayado? ¿Por qué?
- Agotamiento, tal vez. Sobrecarga. Su cabeza se ha llenado de… visiones. El precio de la omnisciencia.
- ¿Omnisciencia? ¿Qué…?
Chris suspiró.
- Anda, siéntate. – pidió, y luego frunció el ceño, recordando algo que Victoria había dicho - ¿Te has hecho sangre?
Amy pareció incómoda de pronto.
- ¿Cómo…cómo lo sabes?
- Una larga historia. ¿Estás bien?
Chris la examinó en busca de heridas, pero no vio nada.
- Sí. Ellos…ellos no querían…
- ¿Ellos? Amy, ¿qué ha pasado?
- Ha sido un accidente, Chris, no tiene importancia…
- Que qué ha pasado – insistió Chris, activando sus alarmas sobreprotectoras.
- Ha sido un frasquito…Creo que se supone que tenía que darme poderes, o algo así. No… no les he entendido muy bien.
- ¿Qué? Amy, no sé lo que quieres decir.
- Alex y Leo. Me han tirado un frasquito a los pies mientras leían un papel raro, y decían algo así como que ahora yo también iba a tener poderes. Lo que pasa es que yo iba descalza. Ah, y por si te lo preguntas no, no tengo poderes. No sé lo que tenía que hacer esa …esa poción, pero no hizo nada.
Chris se agachó con movimientos bruscos y la miró el pie. Efectivamente, Amy tenía una pequeña heridita que ella misma debía de haberse curado con agua oxigenada o algo así. Chris pasó su mano por el pie y la curó en el acto, hasta que no quedó ni una sola marquita. Ella dio un respingo, asombrada, pero él no la dejó hablar.
- Voy a matarles…
- Chris, no ha tenido importancia…
- Sí, sí que la ha tenido. No pueden hacer pociones sin mi permiso, y además te han hecho daño. La magia no es un juego y ellos deberían saberlo.
- No tenían mala intención…
- La intención de desobedecerme. Y la de darte poderes sin siquiera consultarte. Eso es imposible de hacer, pero podían haber hecho una poción que te dañara. Algunas queman.
- Ellos no sabían…
- ¡Pues deberían saberlo! – estalló Chris, alzando la voz – Ocupo cada segundo de mi vida en mantenerles a salvo. Por más que intento que la magia no les afecte, todos mis hijos y mis sobrinos saben cuáles son los peligros de la magia. Leo más que nadie. Lo sabe desde que era un bebé. Ha crecido con magia. ¡Debería ser más responsable!
- Chris, es un niño…
- ¡Pero no uno normal! De eso se trata precisamente. Es hora de que vayan aprendiendo que ser brujo no es algo bueno. Que la magia es una mierda. Que sólo exige y quita, pero no da. Que te roba el derecho a tener una vida normal. Leo no puede permitirse el lujo de ser irresponsable. Cualquier día puede descubrir que yo ya no estoy, y sus hermanos levan muy poco en esto de la magia. Es un Haliwell: se le van a exigir muchas cosas, no es justo, pero tiene que estar preparado. No puede permitirse esta clase de niñerías. Lo siento por él, pero es así, y todo porque ha tenido la desgracia de nacer con magia.
- Christopher ¿qué te ocurre? Pensé que te gustaba todo eso de…lo que sois.
- ¿Acaso tengo otra opción? ¿Acaso alguien me preguntó si quería tener poderes y luchar contra demonios? Nací así. Claro que la magia es parte de lo que yo soy, pero también tiene la culpa de que no pueda llevar una vida normal. Es inútil quejarse: es así y punto. Pero por eso mismo quiero que Leo esté preparado, para el día en el que una profecía decida su destino por él y se encuentre con que sólo es una marioneta en manos de seres superiores…Para el día en el que todo el mundo parezca saber más sobre su futuro que él mismo y él sólo pueda decir "sí" y agachar la cabeza, porque nadie va a preguntarle si quiere ese destino.
Chris se dio cuenta de que estaba proyectando su frustración en donde no debía. Trató de calmarse.
- Chris, no entiendo ni una palabra, pero creo que esto ya no es sobre lo que han hecho Leo y Alex ¿verdad?
- No, tienes razón. – suspiró Chris – Pero lo que ellos han hecho tampoco ha estado bien.
- He intentado buscarles para hablar con ellos, pero no les encuentro…
- Están debajo de la cama de Peter.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Otra larga historia. Ahora será mejor que vaya a ver qué ha pedido Nick para cenar. Menos mal que lo ha hecho, porque ya se ha hecho tarde para cocinar.
- ¿Cómo sabes que Nick estaba pidiendo comida? No me lo digas: otra larga historia. Bien, pues me lo cuentas. Ahora. Todo.
Chris vio en los ojos de Amy que no iba a conformarse con otra cosa salvo con la verdad, así que empezó a contarle todo. Lo de la profecía, lo que implicaba, el mundo paralelo, las palabras de Victoria, el fin del mundo…todo. Trató de no insistir en la idea de que iba a morir más pronto que tarde, pero al final tuvo que hacerlo.
- Tengo que morir. Tengo que hacerlo para que la profecía se cumpla, y tiene que cumplirse. Y luego, lo de ese mundo paralelo…Mi padre cree que tiene que ver conmigo. Y las palabras de Victoria, lo de yo matándome a mí mismo…Si hago eso…en fin, si hago eso bien puede ser el fin del mundo de verdad, porque causaré un gran desequilibrio en el universo. Si cualquier de mis "yos" mata al otro será una paradoja tan grande que….
- Chris, necesito un traductor. - dijo Amy, para indicar que se estaba perdiendo.
- Es como el jing y el jang ¿sabes? Son universos opuestos. Este mundo es bueno porque ese es malo. Y son mundos que están en equilibrio. Esa profecía dice que yo muero. Por lo visto me mato a mí mismo. Eso es tan paradójico que no sé qué consecuencias podría tener.
- ¿Aparte de tu muerte quieres decir?
- Eso es lo de menos.
- No Chris, ¡no es lo de menos en absoluto! ¿Me estás diciendo que vas a morir y que no te importa?
- Nunca he dicho que no me importe. Sólo digo que no puedo evitarlo, y que mi única oportunidad de sobrevivir tal vez sea provocarlo. Como dijo aquél Anciano, debo provocar la profecía y tal vez así pueda detenerla.
- Eso es una locura.
- Lo sé.
- ¿Cuánto hace que lo sabes?
- Amy…
- ¿¡Cuánto!?
- Lo de la profecía lo sé desde hace varias semanas…
- ¿Y NO SE TE OCURRIÓ DECÍRMELO ANTES?
- Amy yo… no le daba tanta importancia. Aun no lo había aceptado…
- Aun no habías aceptado que ibas a morir, ¿es eso lo que me quieres decir?
- Sí…
- Christopher, tal vez no tengas que preocuparte por esa profecía porque puede que yo te mate antes.
Chris tragó saliva, porque aunque no la creía capaz sonaba bastante capaz de hacerlo en ese momento. Iba a responder, pero Victoria empezó a moverse, despertando. Chris se inclinó sobre ella, y Amy también, pero antes le susurró:
- La conversación no se ha acabado.
Chris no dijo nada, y acarició el brazo de Victoria.
- Ratona – llamó, olvidándose de que no le gustaba aquél apelativo - ¿Cómo te encuentras?
Vitoria bostezó.
- Bien, tío. Cansada.
- ¿Te duele algo? ¿La cabeza…?
- No.
- ¿Ves algo? ¿Alguna visión?
- Tampoco.
- ¿Recuerdas…lo que hemos estado hablando? ¿Lo que me estabas diciendo? ¿Todo lo que habías visto?
- Sé que vi algo importante, pero no puedo recordar el qué.
Chris sintió una ligera decepción, porque Victoria había visto lo que iba a pasar exactamente, y el necesitaba saberlo. Aun así, fue amable cuando habló.
- Es normal. Ninguna mente puede soportar "saberlo todo". Pasado, presente, y futuro. Creo que lo has olvidado como mecanismo de defensa.
- ¿Crees que me pasa algo malo? ¿Qué veo esas cosas porque soy un bicho raro?
- Victoria, eres una bruja, como casi todos en ésta familia. Esas visiones son tu nuevo poder. No eres un bicho raro.
- ¿Y por qué no recuerdo lo que he visto? ¿Por qué veo más cosas aparte del futuro? Las visiones de Phoebe no funcionan así.
- Lo averiguaré, cariño. Tu padre y yo lo averiguaremos. – prometió Chris.
- Vale – respondió Victoria, más tranquila, confiando en su palabra.
- Victoria…¿puedes decir alguna mentira?
- ¿Qué?
- ¿Puedes mentir? Di, por ejemplo, que no te llamas Victoria.
- No me…No…¡No puedo! – dijo ella con frustración. - ¡Oh! ¿Nunca más voy a poder mentir? ¡Eso es horrible!
- En realidad no, cariño. Mentir está muy mal, ya lo sabes.
- ¡No me vengas con esas que ya sabes a qué me refiero! ¡Una cosa es decir la verdad y otra decir lo primero que se te pase por la cabeza! "Mentir está muy mal"…¡Todo el mundo miente! Cuando le dices a alguien que te cae mal "buenos días" en vez de "vete a la mierda" técnicamente estás faltando a la verdad. ¡Yo ya no puedo ni hacer eso! Estoy condenada a decir todo lo que pienso, aunque sea maleducado, inadecuado, hiriente o desproporcionado. ¡Así que no me digas que no es malo porque lo es y mucho! ¡Ya verás como en dos días estás deseando que te mienta!
- Vale, vale. – dijo Chris, y levantó ambas manos en son de paz - ¿Sabes? Tu subconsciente tiene mucho genio. ¿Así es como piensas normalmente?
- Supongo…Pero antes se quedaba sólo en mi cerebro. Ahora sale de mi para que lo pueda oír cualquier idiota, empezando por ti.
Chris intentó no enfadarse, pero si Victoria no podía mentir y le decía aquello era porque pensaba de verdad que era un idiota. Su sobrina creía que era idiota. No pudo evitar preguntar:
- Oye, ¿por qué crees que soy idiota?
- Todos los humanos lo son. Ahora lo sé. Si entendieran cómo funciona el futuro…
- Y…¿Cómo funciona el futuro? – preguntó Chris, y los ojos de Victoria volvieron a ponerse en blanco. Luego le miró, como si no hubiera pasado nada, y Chris entendió – Creo que si hago trampas, y pregunto esas cosas que no debes decirme, tu cerebro no dejará que me las digas. Por eso te has desmayado antes, porque te estaba sonsacando demasiadas cosas.
- Es un consuelo. Cerebro a prueba de cotillas.
Chris le dedicó una media sonrisa avergonzada. Se sentía culpable por haber intentado aprovecharse de ella, pero cuantas más cosas supiera de lo que iba a pasar, más podría hacer para evitarlo.
- ¿Quieres cenar? Creo que tu primo Nick ha pedido algo por teléfono.
- ¡Sí! ¡Tengo hambre!
- Bien, pues bajemos. Amy ¿vienes? – preguntó, mirando a su novia, que se había quedado apartada a un lado. Ella asintió lentamente. Se la veía muy impactada. – Luego intentaré explicártelo otra vez. Es…difícil de entender, incluso para alguien acostumbrado a esto.
- No, Chris, te equivocas. Lo he entendido perfectamente. Esa niña es un oráculo.
- ¿Qué?
- No sé si vosotros lo llamáis de otra manera, pero es… un oráculo. O una pitonisa, más bien. Ya sabes: esas personas que en los mitos griegos viven en templos y responden a cualquier pregunta con enigmas…Tiene más sentido del que crees…Piénsalo: no puede mentir. Ve el pasado, el presente, y el futuro…
- "Algo" intenta comunicarse con ella…- prosiguió Chris, recordando las palabras de Victoria cuando intentaba explicárselo. Miró a la niña y luego a Amy otra vez. - ¿Insinúas que hay por ahí dioses que usan a la hija de mi hermano para comunicarse con nosotros?
- Bueno, según mis creencias sólo hay un Dios, pero sí, supongo que básicamente es así.
Chris se quedó en silencio durante un rato. Victoria le cogió de la mano y él se la estrechó casi sin darse cuenta.
- ¿Eso tiene sentido para ti? – le preguntó.
- Sí.
- ¿Eres un oráculo?
- Sí.
- ¿Hay un Dios?
- Esa es una de las preguntas que no te puedo responder.
- Ya bueno. Tu Dios tiene mucho sentido del humor y se ve que le gusta mantener el misterio. – respondió Christopher, con fastidio, mirando a su novia.
- ¿No eres creyente? – preguntó Amy, con curiosidad.
- Oh, sí, sí que lo soy. Creo en un Dios que dejó morir a mi esposa, y que deja que unos locos con poderes controlen su mundo. Creo en un Dios que permitió que Peter conociera el maltrato. Y creo en un Dios que revela el destino del universo a una niña de diez años. Sí que creo en Dios: creo que se divierte mucho conmigo.
- Es…una forma de verlo – respondió Amy, sin saber qué decirle. No estaba acostumbrada a escucharle hablar con tanto rencor. – Es raro que tú, siendo…lo que eres… pienses así.
- Soy un luz blanca. Todo el mundo piensa que eso me convierte en un ángel, pero yo sólo tengo magia. Si existen los ángeles de verdad o no eso ya no lo sé. Pero yo no soy uno.
- Supongo que no. – dijo Amy, pensativa. – Bueno, ¿cenamos?
- Sí. – respondió Chris, contento de cambiar de tema, aunque él no tenía hambre. Dudaba ser capaz de volver a tenerlo.
Cuando bajaron Chris descubrió que Nick había pedido comida japonesa. Por lo visto el sushi entraba dentro del pescado que al chico le gustaba, y también había pedido tallarines.
- ¿Y Leo y Alexander? – preguntó, muy seco.
- No lo sé – respondió Peter, que estaba sentado a la mesa, esperándoles.
- Seguirán debajo de tu cama – respondió Chris, con voz impersonal. – Voy a buscarles.
- Papá ¿estás bien? – preguntó Nick. - ¿Estás enfadado?
- Sí, estoy enfadado. Pero no contigo.
- ¿Con el enano?
- Bastante, la verdad, y con Alexander también, pero es algo más que eso.
- ¿Y qué es, entonces? – preguntó Peter.
- Cuando tengas que saber algo, lo sabrás – cortó Chris, y salió a buscar a Alex y a Leo.
- ¿Qué mosca le ha picado? – preguntó Peter, después de que se fuera.
- Tiene miedo. Sabe demasiadas cosas – respondió Victoria. – Y siente que hay otras muchas que aún no sabe.
Victoria empezó a contarles todo mientras Chris subía a por los dos niños. Les encontró, efectivamente, debajo de la cama de Peter.
- Salid de ahí – dijo, de forma brusca. Leo salió, pero Alexander no. – Tú también, Alex.
- No, porque estás enfadado.
- Le habéis roto una poción a Amy en un pie. Claro que estoy enfadado. Ahora, sal.
- ¿Nos vas a castigar?
- Vamos a cenar, y después ten por seguro que os voy a castigar.
Alex salió de la cama, algo asustado por lo frío que estaba Chris. Nunca había visto a su tío tan enfadado. Chris le miraba frunciendo el ceño, casi más vacío que lleno de ira. Eso era lo que daba miedo: los ojos de Chris estaban vacíos, sin el atisbo de ternura o cariño que les solía dedicar. Leo le tiró de la camiseta para que se agachara.
- Sólo queríamos que tuviera magia – le dijo muy bajito, casi susurrando.
Chris, poco a poco, se fue ablandando. Su hijo y su sobrino no tenían la culpa de que Victoria le hubiera predicho una muerte a manos de sí mismo, y un apocalipsis que él mismo causaría. Les miró aun enfadado, pero más dispuesto a dejarse enternecer por sus pequeños.
- Aun así estuvo mal, campeón. Muy muy mal al decir verdad, porque os he dicho muchas veces que no podéis hacer pociones sin mi permiso. Pero lo hablamos luego. Ahora vamos a cenar.
- Sí, papá.
Leo le dio la mano en un gesto muy tierno. Ya casi nunca se le daba, sólo cuando estaba mimoso como en ese momento. Pero estaba mimoso porque sabía que estaba en un buen lío, así que Chris le agarró la mano pero no le hizo carantoñas. Habría tiempo para eso después de que le castigara. Leo protestó e intentó que le cogiera en brazos. Chris intentó no ser brusco.
- A cenar, campeón. Papá está enfadado ahora mismo y no va a cogerte en brazos.
Leo agachó la cabeza y puso un puchero.
"Si bueno, Chris. ¿Eso de ser malo? Como que no te pega" se dijo a sí mismo, y suspiró.
- Anda, ven aquí – le dijo a Leo, y le dio un beso. Y luego le cogió en brazos. Leo sonrió.
- ¿Aún soy tu consentido?
- Está claro que sí, del todo. Pero eso no te va a librar de un buen castigo. Ni a ti tampoco, granujilla. – dijo, llamando a Alex para que se acercara. - ¿Por qué os habéis escondido debajo de la cama de Peter?
- Para que te alegraras de encontrarnos – explicó Alex, como si fuera muy sencillo.
- ¿Cómo es eso? – preguntó Chris.
- Pensé que si nos buscabas te alegrarías de vernos, y estarías menos enfadado y no nos darías unos azotes. – dijo Alex y sonó muy inocente. Chris contuvo una sonrisa porque la inocencia del niño le enternecía. Y eso de tener ganas de sonreír después de todo lo que había pasado aquella tarde era maravilloso. Su humor mejoró repentinamente.
- Bueno, claro que me alegro de veros, pero nada va a salvarte de un buen castigo. Y ahora a cenar antes de que tenga que enfadarme también por eso – añadió, en un falso tono de enfado. Alex bajó corriendo, y él bajó con Leo.
Al entrar en la cocina, le quedó claro que Victoria les había contado todo a Nick y a Peter, por la mirada angustiada que le echaron.
- Uno ya no puede tener secretos – protestó, intentando restarle importancia.
- ¡Papá, tenemos que impedirlo! – dijo Peter.
- ¿Cómo es eso de que estás resignado a…? – empezó Nick, pero Chris le cortó con una mirada: Leo y Alex estaban delante y no quería que tan pequeños se enteraran.
- Daremos con una solución – mintió Chris – Ahora a cenar todo el mundo, diantres, que tengo hambre – volvió a mentir.
No debía de ser el único que no quería comer, porque tan sólo Victoria cenó con apetito. Sus visiones debían de haberla dejado exhausta y hambrienta. El resto apenas probó bocado. Alex y Leo estaban tristes porque sabían que se la habían cargado, Amy estaba preocupada, y Nick y Peter parecían al borde de la depresión. Genial. Por eso Chris nunca compartía sus problemas.
A Amy no podía decirle nada, más que insistirle un poco para que comiera algo, pero persiguió a sus tres hijos y a su sobrino para que cenaran.
- Vamos, Nick, dices que el sushi te gusta. Y tú Peter, cómete los tallarines.
Nick le miró con una cara que venía a decir "cuando los enanos se hayan ido vas a responder a todas mis preguntas". Chris intentó sostener su mirada, pero no pudo, así que se concentró en Alex y Leo.
- Vosotros dos, quiero ver que cenáis ¿estamos? Ya vais a tener una noche muy complicada sin necesidad de darme más motivos para enfadarme.
Con un suspiro, Leo y Alex comenzaron a comer. Chris se sintió satisfecho, pero se fijó en que Nick y Peter aún no habían empezado.
- Vamos, chicos, sólo un poco. Hemos tenido un buen día. Nada de caras de velatorio ahora.
- ¿Y qué pretendes, que sonriamos? – le espetó Nick.
- No hay por qué estar triste.
- Si lo hay. Hay motivos para estar tristes, y preocupados, y acojonados…Joder, ¡es el puñetero apocalipsis!
- ¡Nick, no seas malhablado!
- ¡A la mierda el lenguaje, papá! El mundo está a punto de acabarse y tú aquí fingiendo que somos una familia feliz.
- Somos una familia feliz, aunque yo sé de un chico que va a acabar la noche muy, muy triste si no cierra el pico como le han dicho y empieza a comer – respondió Chris, pero ya era tarde: Leo había oído más que suficiente.
- ¿El mundo está a punto de acabarse? – preguntó.
- No, campeón. Era una forma de hablar. – dijo Chris, intentando sonar tranquilizador.
- ¡Las narices! – bufó Nick. - Victoria, tienes que decirnos cuándo va a pasar.
- No puedo… - dijo la niña, insegura.
- ¡Si, sí puedes, claro que puedes! Es muy sencillo. ¿Cuándo va a morir mi padre y cuándo va a acabar el mundo?
Se hizo el silencio. La cara de Victoria se congestionó. Sus ojos se pusieron en blanco. Por poco se desmaya, pero consiguió no hacerlo. Sacudió la cabeza, y volvió a la normalidad.
- No puedo – repitió.
- ¿Cuándo? – insistió Nick.
- Nick, es cierto que no puede. No la insistas, puede ser peligroso para ella.- dijo Chris.
- ¡Me la suda! Que se desmaye, que le sangre la nariz o que le duela la cabeza, qué coño importa si nos dice lo que necesitamos saber.
- Nicholas Ariel Haliwell ya es suficiente. No puedes hablar de esa forma y no digas eso de tu prima.
- Papá, Nick tiene razón…Lo siento Vic, sé que esto es duro para ti, pero tienes que hacer un esfuerzo, por papá… - dijo Peter.
- No se trata de que no quiera, ¡es que no puedo! – insistió la niña, y comenzó a temblar. Físicamente no podía.
- ¡Tienes que poder! – insistió Nick. - ¿Cuándo va a ser? – volvió a preguntar, y Victoria soltó un grito. Se cayó al suelo, como desvanecida, y al segundo siguiente se levantó, hecha una furia, y se abalanzó sobre Nick. Empezó a pegarle.
- ¡Idiota, idiota, idiota!
- ¡Oráculo o no aun puedo contigo, niña! – respondió Nick, y la empujó. No se atrevía a pegarla porque era una chica y era más pequeña.
- Vale ya – dijo Chris, pero Victoria siguió pegando a Nick.
- ¿No entiendes que no puedo? ¿Crees que yo he pedido esto? ¡No tienes ni idea, subnormal! – gritaba la niña, mientras le golpeaba. Nick la volvió a empujar.
- ¡Dije que ya basta! – gritó Chris, y ni caso. - ¡Eh! – exclamó, dando un golpe en la mesa, y por fin, los dos se quedaron quietos. Chris no solía dar golpes a las cosas, así que todos estaban un poco pasmados. - ¡No somos animales! Me da igual si el mundo se acaba, soy vuestro padre y vuestro tío, y seguís teniendo que obedecerme. Ahora, ya que no queréis cenar, os vais los cuatro al salón y me esperáis ahí. Y Nick, quiero que vayas a por el cepillo – le dijo, por ser el mayor, aunque no pensaba utilizarlo con él.
- Pero, papá…
- No creo haberte dicho que protestes, Nicholas. Te he dicho que vayas a por el cepillo y vayas al salón con tus primos y tu hermano.
Nick le miró mal, pero se fue a hacer lo que le ordenaba. Victoria, Alex y Leo se fueron al salón.
- Papá…
- Nada de interceder por nadie, Peter. No tienes ni idea del enorme esfuerzo que estoy haciendo por no pagar mi cabreo con quien no debo, así que no me dificultes el trabajo.
- Pero Nick sólo está preocupado por ti. Y todo esto es demasiado para Victoria.
- Por eso no voy a ser duro con ellos, pero tienen que aprender a controlar su genio y a obedecerme. Si digo que paren, tienen que parar. No pueden pelearse así.
- Cada uno reacciona a esto como puede…Yo la verdad es que no sé si quiero matarte o torturarte.
- Vaya, gracias, es bonito saber que provocas sentimientos tan positivos en tus propios hijos.
- Yo opino igual, Chris – dijo Amy y se levantó como para irse – La verdad es que eres idiota. – añadió en un murmullo lo bastante alto para que Chris lo oyera. Luego abandonó la habitación.
Chris abrió mucho la boca.
"No, si aquí uno está muriéndose y ni aun así le dejan de insultar"
-Cuanto amor y cariño. – comentó, quizá por hacer la gracia, quizá para que lo oyera Peter.
- Respóndeme sólo una pregunta…qué harías…no, ¿qué has hecho ya más de una vez, cuando crees que voy a ir al encuentro de mi propia muerte? ¿Y si encima estuviera resignado ante la idea de morir, como si no hubiera más opciones? No me respondas, que aún recuerdo muy bien la última vez.
- Eso es diferente…
- ¿Por qué? ¿Por qué es mi vida y no la tuya? – preguntó Peter con sarcasmo – Lo siento, pero si ese argumento no me funciona a mí tampoco va a funcionarte a ti.
- Vale, lo capto, te sumas al club de "Chris es idiota". ¿Algo más que me quieras decir?
- Desde luego, pero eso es lo básico por el momento.
- Bien, pues tengo programados cuatro asesinatos, así que tú vete a dormir.
- Aún es pronto…
- Peter, me niego a discutir HOY sobre cuándo te vas a la cama.
- Bien, pues no discutamos y déjame quedarme un rato…
- Esto no es una democracia. A dormir. Ya.
- Pero papá…
- Por lo visto los cinco queréis dormir calentitos esta noche…
- No, papá. – digo Peter, negando también con la cabeza y poniéndole ojitos, recordándole mucho a Leo – Por favor sólo…déjame quedarme mientras ellos…mientras tú….El peque querrá un abrazo.
Chris entendió: Peter quería estar ahí para consolar a sus hermanos.
- Está bien. Haz lo que quieras. – cedió Chris y se preparó para cuatro caritas tristes y seguramente muchos llantos. Se despidió momentáneamente de Peter y fue al salón.
Lo que se encontró fue peor de lo que se imaginaba. El único que no estaba llorando era Nick y en realidad parecía a punto de hacerlo. Le esperaban sentados en el sofá y le debieron de dedicar lo que era la mejor mirada de cachorrito de la historia. Y eso que él, en su día, con sus ojos azules y su cara de niño bueno, había sido el experto.
- Vosotros os lo habéis buscado – dijo, sin saber si era una queja o un regaño.
Ninguno dijo nada, pero Victoria soltó un sollozo.
- Ratona, sé que has tenido un día muy duro. Créeme que yo también. Estoy muy orgulloso por lo valiente que estás siendo con todo lo que te está pasando, y cuando lo sepa tu padre va a estar más orgulloso todavía. Sé que todo esto es muy difícil, pero no puedes pegar a Nick e ignorarme cuando te digo que pares.
- Todo el rato con que sabes que es muy difícil, pero tú no sabes una mierda, joder. – respondió ella y luego cerró los ojos, frustrada. Chris adivinó lo que estaba sintiendo: de nuevo estaba hablando sin querer hablar, forzada por ese impulso de soltarlo todo.
- Vic, ¡no puedes decirle esas cosas al tío! – dijo Alex, muy impactado. Su hermana no solía hablar así, y menos a los mayores.
- No puede evitarlo, Alex. Y además tiene razón, en realidad yo no sé si es difícil o no lo es. No puedo saberlo. Pero lo intento.
- Intentarlo no es suficiente, estúpido…Lo siento tío, yo no quiero decir eso…yo…
- Eh, tranquila. Yo sé que no quieres decirlo.
- Pero lo pienso, y eso es igual de malo…
- Nadie controla lo que piensa. Uno sólo controla lo que dice, pero a ti te han negado eso. Daremos con una solución. Hasta entonces no te preocupes. Si estás en un lío no es por lo que dices, sino por haberte peleado con tu primo.
- Él quería forzarme a hablar. Y le daba igual hacerme daño.
- Y eso no ha estado bien, pero tú sabes que no puedes reaccionar como lo has hecho.
- Lo sé, pero es más fácil no admitirlo y así no tengo que sentirme mal ni aceptar que vas a castigarme.- dijo Victoria con inevitable sinceridad.
Chris esbozó una media sonrisa.
- Esa sinceridad lacerante tuya va a tener algo bueno. Veo que sabes perfectamente que tengo razón, así que vamos a hacer esto sencillo ¿de acuerdo? Ven aquí, Victoria. – dijo Chris, sentándose en una silla.
Ella puso una mueca y caminó hacia él.
- Pero yo no quiero que me castigues…
- No me cabe la menor duda, Victoria. Me creas o no yo tampoco quiero hacerlo. Pero te he dicho que pararas varias veces y no me has hecho caso. Parece que lo que yo diga te da igual, así que a lo mejor con un castigo me haces más caso.
- Me castigues o no probablemente volveré a hacerlo…- confesó la niña, y luego se tapó la boca con las manos. Chris entrecerró un poco los ojos, pero se mantuvo firme en su propósito de no enfadarse con ella dijera lo que dijera. No era dueña de sus palabras.
- Pues yo intentaré que no sea así. – dijo él tirando un poco de ella para que terminara de acercarse. – Has dicho probablemente. ¿Es que no estás segura? ¿No puedes ver lo que va a pasar respecto a eso? – preguntó Chris con curiosidad, sabiendo que además ella no podría mentirle.
- Ahora mismo sólo estoy segura de que me vas a pegar. – dijo con voz miserable y a Chris le dio mucha penita. Probablemente la niña ya lo hubiera visto, y aun así no se rendía del todo. Decidió acabar ya con aquello y la tumbó encima suyo con un movimiento rápido.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Ai, au, ay.
- No PLAS más PLAS peleas PLAS
- Intentaré no hacerlo, tío.
Chris ladeó la cabeza, intrigado por esa respuesta. A la fuerza era sincera puesto que Victoria no podía mentir. No había sido un "no lo haré más, tío", sino un "intentaré no hacerlo."
- ¿Vas a hacerlo de nuevo? – preguntó.
- Sí. – reconoció la niña contra su voluntad.
- ¿Pero intentarás no hacerlo?
- Sí.
- Me vale. – respondió Chris y la sentó encima suyo. La dio un beso, y comprobó que estaba llorando. Rodó los ojos. Qué melodramática. Habían sido, literalmente, ocho palmaditas de nada sobre la falda. Le acarició la espalda. – Sé que puedes ver lo que va a pasar, cariño, pero no pienses que porque lo hayas visto tiene que ser así y punto. Cada persona hace su propio destino. Si no quieres hacer algo, no tienes por qué hacerlo aunque lo hayas visto.
- Eso mismo intento decirte yo con la profecía, pero no me escuchas.
- Vic, que yo salve a Paul es lo correcto, y si muero por salvarle, pues es lo mínimo que puedo hacer teniendo en cuenta que un hermano suyo ha muerto por mi culpa, y otro tiene que morir también según parece.
- Ya te he dicho que no va a ocurrir como tú piensas…
- ¿Y cómo va a ocurrir?
- No puedo decírtelo…
Chris suspiró, y la dio otro beso.
- No más peleas ¿de acuerdo? Si has visto cómo te peleas en el futuro, sabes lo que tienes que hacer para impedirlo. Me sentiré muy orgulloso de ti si lo consigues. Y ahora a dormir, vamos, ratona.
- ¡Que no me gusta ese nombre!
- Lo siento. Tardaré en acostumbrarme. Buenas noches, cariño. Que duermas bien.
- Buenas noches, tío. Siento haberte hecho enfadar…
- No es eso lo que tienes que sentir, Victoria. No es mi enfado, sino lo que ha hecho que me enfade.
- No me puedo disculpar por eso porque no lo siento. Nick se lo merecía.
Chris se mordió el labio. La niña de verdad pensaba eso…Hablar con alguien que no podía mentir era muy….esclarecedor. ¿Cómo podía hacerla entender?
- Nick obró mal y por eso voy a castigarle. Soy yo quien le castiga, porque soy su padre, y es mi responsabilidad. La gente hace cosas que nos molestan, y nosotros no podemos castigarles por ello. No podemos liarnos a golpes con todo el que hace algo indebido. Si es un niño es deber de su padre castigarle, y si no lo es la propia vida le enseñará lo que es correcto si no lo aprende por sí mismo.
- Lo entiendo. Pero aun así es imbécil. – respondió Victoria. Chris sonrió un poquito.
- Creo que empiezas a disfrutar eso de decir todo lo que piensas. Te permite desahogarte mucho. Vamos, a dormir, antes de que sigas diciendo más verdades insultantes sobre tu primo Nick.
- Es que es imbécil de verdad. Es la tercera vez en media hora que intenta meterse en mi cabeza, y parece que aún no ha entendido que no va a poder hacerlo, que está protegida para que "no me robe las premoniciones".
- Nick ¿es eso verdad? – preguntó Chris, mirando a Nick, que seguía en el sofá con los demás. La pregunta era absurda: claro que era verdad. Lo había dicho "Victoria-el-oráculo". Le fulminó con la mirada – Deja de intentar meterte en mentes ajenas, ya no sé cómo decírtelo, hijo.
Nick no dijo nada, pero miró al suelo. Chris suspiró, y levantó a Victoria, enviándola a dormir con un empujoncito cariñoso y un abrazo. Había ido primero con ella por ser la que peor llevaba que la castigaran, y por ser además la única chica: así evitaba que viera a su hermano o a su primo desnudos mientras les castigaba a ellos.
No tenía muy claro con quien iba a continuar, pero quizás lo mejor era ir de menos a más: de menos grave a más grave.
- Ven aquí, Nick – llamó, y el chico se levantó, y camino hacia él. Chris reparó entonces en lo que el chico tenía en las manos: una hoja de papel, y el cepillo. Chris cogió el cepillo y lo dejó de lado. Luego cogió el papel con curiosidad, y vio que era lo que le había mandado copiar hacía menos de dos horas, aunque parecía mucho más tiempo. Lo de no meterse en mentes ajenas. Nick había cumplido, aunque Chris se había olvidado por completo entre Ancianos y profetisas. – A ver si ahora eres capaz de recordarlo – le dijo, y Nick asintió.
Se miraron en silencio durante un rato.
- Gracias por preocuparte por mí, hijo, pero forzar a tu prima no es la solución. Te dije que pararas y no lo hiciste.
Nick no dijo nada. Chris tiró de él y le puso sobre sus rodillas.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Si te digo que dejes a tu prima tranquila, dejas a tu prima tranquila. – regañó, y luego le bajó el pantalón, con facilidad puesto que Nick llevaba un elástico.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Y no puedes decir palabrotas.
SWAT SWAT SWAT
- Y menos delante de tus primos y tus hermanos.
Chris le levantó y le colocó la ropa.
- ¿Ya está? – preguntó Nick, asombrado.
- Ah, ¿quieres más? – preguntó Chris, en tono de broma, haciendo ademan de volver a tumbarle.
- ¡No! Yo… siento haber presionado a la enana. Es sólo que… no soporto la idea de que pueda pasarte algo.
- Lo sé, Nick, y es por eso que no hay más. Me halaga mucho que te preocupes por mí, pero no tienes que hacerlo. El padre aquí soy yo y no quiero que lo pases mal por mi causa.
- Si a ti te pasa algo lo pasaré peor que mal. Lo pasaré tan mal que no tardarás en volver a verme al Otro Lado, porque no lo soportaré.
- No digas eso ni en broma, o volverás a mis rodillas antes de lo que te gustaría.
- No dejes que te hagan nada y ninguno tendrá que cumplir su amenaza.
- Te lo advierto, Nick, no hagas ninguna tontería…
- Si la hago querrá decir que ya estás muerto así que ¿qué más te da?
- La única razón por la que puedo soportar algo de todo esto es porque sé que vosotros vais a estar bien. Me importa un bledo si yo estoy vivo o muerto, a ti no puede pasarte nada.
- Ni a ti tampoco – respondió Nick con rotundidad. Chris bufó, pero sabía que no le sacaría otro tipo de respuesta por mucho que pelearan. Decidió quedarse con lo bonito de saber que su hijo le quería. Le dio un beso en la frente.
- Anda, vete a dormir, Nick.
- Buenas noches, papá. No me dejes sin hermano – pidió, mirando a Leo con compasión. Nick ya se estaba yendo cuando se giró un momento. – Ah, te debo cinco dólares. Te…los devolveré.
Chris tenía un tarro con dinero en la cocina que es lo que Nick debía de haber usado para pagar la cena a domicilio. Intentó pensar de qué podía deberle el chico cinco dólares, y luego recordó que había salido a comprar algo: así es como había escapado Ariel. Nick debía de haber cogido el dinero de ese bote. Chris ni siquiera había pensado de dónde podía haberlo sacado sino.
- Son cinco dólares, Nick. Preferiría que me lo dijeras antes de coger nada, pero no tienes que devolvérmelos.
- No quería cogerlos, lo que pasa es que yo sólo tenía otros cinco pavos, y con eso no me llegaba…
- Nick, ese dinero está ahí para ser usado. No me molesta que lo hayas cogido, aunque cada vez me intriga más saber qué es lo que fuiste a comprar: al final no me lo dijiste.
- Mañana lo sabrás – prometió Nick, y se fue.
Chris se quedó sólo con Alex y Leo, y sabía que con ellos tenía que ser más duro. Les observó un rato antes de empezar a hablar. Los niños ni se movían, sabiendo que eran los siguientes.
- Vosotros dos, caballeretes, os habéis pasado esta vez. Juntaros es como poner la pólvora con el fuego. Lo de pintar a Amy ha sido una travesura, ha sido divertido, y ella se lo ha tomado bien. Pero ¡tirarle una poción! La habéis hecho sangre. Eso está de por sí muy mal, pero es que además habéis usado la magia de forma irresponsable, lo que es un gran NO en ésta familia, y habéis desobedecido algo que tanto el tío como yo os repetimos mucho: nada de pociones sin supervisión. ¡Son peligrosas! Podía haberos pasado algo malo a vosotros, o a Amy. Podías haberlos quemado, o evaporado o…¡las pociones no son un juguete! – concluyó, enfadado. – Quiero que entendáis hasta qué punto está mal lo que habéis hecho…
- Lo entendemos, tito. – lloriqueó Alex. – No queríamos hacer nada malo…
- Es malo si os han prohibido que lo hagáis, Alexander. Sois especiales. Tenéis mucho poder. No podéis usarlo para cosas malas, y hacer que un mortal tenga poderes es malo, Alexander. Ninguna poción puede hacer eso porque es algo que no se puede hacer.
- Lo sentimos… - dijeron a la vez. Chris suspiró.
- Alex, ven aquí.- llamó Chris y cogió el cepillo. Alexander se acercó a él muy lentamente, y luego se alejó. – Ven.
El niño se quedó quieto. Chris meditó unos segundos sobre si debía enfadarse y decidió que no, pero se levantó y fue a por él. Se le puso encima, aunque con dificultades, porque el niño empezó a patalear.
- Estate quieto, Alexander –le dijo, mientras trataba de bajarle el pantalón. El chico siguió moviéndose, pero Chris logró bajarle la ropa. Le sujetó con una mano, preocupado porque se podía a caer. – Estate quieto o te caerás – le dijo.
- Con el cepillo no, tito.
- Lo siento Alex, pero si me desobedeces y haces algo peligroso para ti y para otros es lo suficientemente grave para que te de unos azotes con el cepillo. Las pociones no son un juego. Nunca he tenido que castigarte por esto, pero no puede haber próxima vez. – dicho esto, comenzó.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Au, tito, eres malo.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- No se hacen pociones cuando tu padre o yo no estamos para ayudaros.
CRACK CRACK CRACK
-Aii
CRACK CRACK
Entonces, sin que Chris lo viera venir, Alex orbitó fuera de su agarre y apareció, de pie, a unos pasos de él. Se subió el pantalón. Estaba llorando y se frotaba la espalda. A Chris le dio mucha ternura, pero sabía que no podía demostrarlo.
- Alexander, vuelve aquí. –ordenó.
- ¡No!
- No puedes orbitar cuando te estoy castigando. Vamos, ven.
- ¡No! –lloriqueó el niño.
Chris se puso de pie y lo vio en los ojos del niño: se sentía atrapado. Supo lo que iba a hacer antes de que lo hiciera: Alexander desapareció. Chris se quedó mirando el punto donde había estado, preguntándose a dónde podía haber ido. Leo parecía tan asombrado como él.
- Victoria – llamó Chris. Segundos después una niña llorosa bajaba las escaleras de la mano de Peter. Chris no había visto subir a Peter pero era evidente que lo había hecho y ahora estaba consolando a su prima. Iba a preguntar si sabía dónde estaba Alexander, pero no hizo falta.
- Está con papá – dijo ella. – Volverá en cincuenta y cinco segundos. – matizó, y después dio media vuelta abrazándose a Peter y llorando más. Chris suspiró.
- Victoria, cariño, ven aquí. – pidió Chris, y esperó a que lo hiciera. Se agachó junto a ella y le dio un abrazo. - ¿Qué son todas esas lágrimas? Ya no hay que llorar.
- Pero yo quiero hacerlo. Quiero seguir llorando y no parar nunca.
Emitió un sollozo ahogado, y volvió a irse con Peter. Chris la siguió con la mirada, sabiendo que tenía que ir a hablar con ella. Lo apuntó en la lista de las muchas cosas que aún le quedaban por hacer antes de irse a dormir él también.
Entonces, tal como Victoria había predicho, Alexander volvió. Concretamente, Wyatt orbitó en el salón con él en brazos. Chris suspiró con alivio.
- ¿Qué es lo que ha pasado? – preguntó Wyatt. – Ha aparecido en medio de una sala abarrotada de gente, llorando como un histérico, y no ha querido decirme por qué.
- Pues pasa que alguien ha sido desobediente y demasiado travieso, y se ha ganado unos azotes. – respondió Chris, con calma. - ¿Te parece bonito asustar a papá así, yéndole a buscar cuando sabes además que está ocupado?
Alexander no respondió, pero Wyatt se separó un poco de él.
- Alexander, ¿es verdad? ¿Has venido a buscarme para escapar de un castigo?
El niño asintió, aún llorando.
- ¿Qué es lo que has hecho?
- Hice… hice una poción para darle poderes a la tía Amy.
A Chris se le llenó el corazón con lo de "tía" Amy, pero Wyatt suspiró.
- Sabes que no puedes hacer eso. Y tampoco puedes orbitar, porque estás castigado precisamente por hacer mal uso de la magia. Y has vuelto a hacerlo. Van a borrarle la memoria a todas esas personas que estaban en esa recepción con mamá y conmigo, Alexander, porque te han visto orbitar. No te quité tus poderes por si ocurría alguna emergencia y tenías que venir a buscarme. Que el tío te castigue porque te has portado mal no es una emergencia.
Alexander agachó la cabeza. Wyatt volvió a suspirar y se sentó en la silla donde había estado Chris, llevándose al niño con él. Le puso sobre sus rodillas y Alexander no se resistió, sólo lloraba.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Si digo castigado sin orbitar, es castigado sin orbitar.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Sabes perfectamente cuándo puedes usar tus poderes y cuándo no.
PLAS PLAS PLAS
- Au, papi, no lo haré más.
- Veremos a ver si es verdad.
PLAS PLAS
- Y ahora ve con el tío y acepta lo que te has buscado tú solito.
Wyatt puso a un lloroso Alexander de pie, y Chris puso una mueca. Para él no era tan grave que el chiquillo fuera a buscar a su padre cuando estaba en problemas. Él no le habría castigado por eso, y menos estando de viaje por unos días: lo que menos querría hacer al ver a su hijo un momento después de un día separados era castigarle. Pero Wyatt siempre había sido más estricto que él, aunque no lo pareciera a simple vista.
Alexander caminó hacia él, llorando a mares. Chris sabía que no podía ser más suave con Alex de lo que lo iba a ser con Leo, así que reunió fuerzas y agarró al niño para acercárselo. Alex aumentó el llanto y se revolvió.
- Alexander, si no dejas atrás esa actitud de niño pequeño voy a darte motivos para llorar de verdad – le dijo Wyatt. Chris abrió mucho los ojos. Joder, y él que creía que tenía un mal día. Su hermano no estaba del mejor de los humores, era evidente. Lo que menos necesitaba Alex en ese momento es que su padre le hablara así, así que Chris intentó hacerles un favor a todos:
- Wyatt, Victoria tiene muchas cosas que contarte. Demasiadas, a decir verdad. ¿Por qué no subes a hablar con ella un momento?
- No puedo. Tengo que volver y hablar con los limpiadores, para explicarles que mi hijo ha orbitado delante de un montón de testigos. Seguramente tenga que convencerles también de que no tomen medidas, aunque tal vez deba dejar que lo hagan, y así tal vez mi hijo aprenda a no usar sus poderes cuando no tiene que hacerlo.
Chris notó que Alex se estremecía junto a él.
"Joder, Wyatt, no te pases. ¿Sabes cuántas veces tuvieron que venir los limpiadores cuando tú eras pequeño? Es lo normal cuando crías niños con magia" pensó Chris. Sabía que su hermano no había hablado en serio, porque si los limpiadores `tomaban medidas` podían decidir desde quitarle los poderes a Alex hasta borrarle de la faz de la tierra. Y eso son dos cosas que a Wyatt le harían sentir un miserable, aunque en ese momento estuviera enfadado y no se diera cuenta de lo que implicaban sus palabras. Alex si pareció darse cuenta, y se asustó. Era un niño muy inocente, y de verdad se creyó que su padre era capaz de dejarle en manos de los limpiadores, que para él eran peor que el coco y el monstruo de debajo de la cama juntos.
- No va a volver a hacerlo ¿verdad que no? – dijo Chris, y el niño negó con la cabeza. – Eso es. Ahora ve a decirle adiós a papá y luego ven aquí.
- No quiero decirle adiós.
Chris vio como esas palabras hacían daño a su hermano. Pareció darse cuenta en ese momento de lo duro que había sido con su hijo, y Chris notó toda la intensidad de su arrepentimiento. Sabía lo que estaba pensando: Alex estaba tan enfadado con él que no quería ni despedirse. Decidió echarle un cable.
- Es tu papá. Vamos, ve a darle un beso y a despedirte de él.
- Pero no quiero decirle adiós, porque entonces se va. – dijo el niño, y antes de que Chris tuviera tiempo de terminar de enternecerse, Wyatt ya le había cogido en brazos.
- Tengo que irme, canijo. – le dijo y le dio un beso. Le abrazó, y le mimó un poco. - ¿Qué voy a hacer contigo eh?
- Defenderme del tío Chris - respondió el niño, feliz porque su padre ya no estuviera tan enfadado. Wyatt se rió.
- Te defenderé siempre, menos cuando el tío te quiera castigar.
- ¿Por qué no?
- Porque son las reglas – respondió Wyatt, y le dejó en el suelo – Porque si te portas mal ya sabes lo que toca.
Alex hizo un mohín y Wyatt contuvo otra risa.
- Y ahora vamos, canijillo, ve con el tío Chris, que ya te estás escaqueando demasiado. Además es cierto que me tengo que ir.
- ¿Sin saludar a Vic? – preguntó Chris, extrañado.
- Me gustaría, pero no puedo – respondió Wyatt, y Chris vio confirmadas sus sospechas de que su hermano estaba evitando a su hija por alguna razón.
- Pero tienes que hablar con ella, hoy han pasado muchas cosas.
- ¿Está bien?
- Sí, pero…
- Hablaremos cuando vuelva. Adiós, Chris. Adiós, canijo. Adiós, Leo, ¿tú también estás en problemas?
Leo asintió, sin ningún entusiasmo, y Wyatt le miró con ternura antes de orbitar e irse.
- Ven, Alexander, acabemos con esto de una vez.
Chris se le puso encima y le dio diez azotes con el cepillo. Cuando acabó Alexander lloraba en silencio, y no parecía que los mimos le consolaran.
- Shhh. Ya está, Alex, ya está. No más pociones ¿está bien?
- Nunca más, tito.
- Este es mi sobrino. Vamos, no llores más. Ve a lavarte la carita y a la cama ¿vale? Yo voy ahora y si quieres te leo un cuento.
- ¡Sí! ¡El de Peter Pan!
- El que tú quieras. – dijo Chris, con una sonrisa, y le dio un beso. – Ahora a ponerse el pijama, a lavarse los dientes, y a dormir.
- No puedo ponerme el pijama yo sólo. Se abrocha por detrás.
- Pídele ayuda al primo Peter ¿vale? O a la tía Amy.
- ¿La molestará si la llamo "tía"?
- No creo, Alexander. Más bien pienso que la hará sonreír. Tal vez ella también quiera leerte un cuento.
Alex le sonrió entonces y subió las escaleras corriendo, como si ya se hubiera olvidado de que acababan de castigarle.
Chris se quedó en silencio, mirando en la dirección en la que Alexander se había ido, pensativo. ¿Cómo podía ser el fin del mundo si en el mundo aún había niños que sonreían ante la idea de que les leyeran un cuento? ¿Cómo era posible que su vida fuera a terminarse cuando sentía que recién la estaba empezando?
Fue interrumpido de estos pensamientos por la presencia de Leo, que se había colocado discretamente a su lado, y miraba al suelo. Lloraba en silencio. Chris le levantó la barbilla.
- ¿Cuándo te he enseñado yo a usar la magia para cosas malas? – le preguntó.
- No era una cosa mala… - se defendió Leo.
- Le has hecho daño a Amy. Podrías haberte hecho daño tú. Ibas a darle poderes sin consultarle antes. Nada de eso me suena demasiado bien.
- Sólo quería que ella fuera como nosotros…
- Es como nosotros. Con magia o sin ella, somos personas, Leo.
- Tú no – dijo el niño con calma – Tú eres mitad luz blanca. Y los luces blancas no pueden estar con una mujer.
- Medio luz blanca, campeón. La regla no se aplica para mí. Y tú eres la prueba viviente de eso, o jamás podría haberme casado con tu madre.
Leo no tenía respuesta para eso, así que no dijo nada.
- ¿Me vas a castigar?
- Me temo que sí.
- No, papi, no quiero…
- Ya lo supongo. Cuento con eso, en realidad, para que así la próxima vez te lo pienses mejor y recuerdes lo que te pasará si no me obedeces.
- Por fa, papá…
- He castigado a tu primo, y eso que estoy seguro de que fuiste tú quien tuvo la idea. – dijo Chris, y dio el tema por zanjado. Le bajó el pantaloncito y se lo puso en las rodillas.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Si digo que nada de pociones es nada de pociones.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- La magia no es un juego.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
- Ai, papá.
CRACK CRACK
- Y no puedes forzar a nadie a tener poderes contra su voluntad.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Papito, me duele. Snif, snif. Lo siento, no lo volveré a hacer, lo siento.
- Shhh, Leo. Ya está, ya está – susurró Chris, y le acarició la espalda. Leo entendió que ya había terminado y se levantó para abrazarle. Se enredó con brazos y piernas al cuerpo de Chris, y lloró desconsolado. Para el niño había sido un castigo de los fuertes. De hecho, quizás uno de los más fuertes que le había dado, porque cuando le pegaba más no era con el cepillo.
- Ya, campeón. – dijo Chris y le dio un beso en la cabeza. Le siguió mimando un rato más. Leo dejó de sollozar, pero no de llorar.
- Papi – dijo, poniendo un puchero.
- Dime.
- Papi – dijo solamente y le abrazó con más fuerza.
- Vamos, bebé. Vamos a ponerte el pijama.
- Bueno – aceptó el niño, sin soltarle. Chris entendió que no se iba a separar de él, así que le llevó en brazos.
Cuando subió al piso de arriba, vio que nadie estaba durmiendo. Peter estaba con Victoria y Alex. Estaba consolándoles a los dos. Y Amy estaba con Nick. Chris se había preguntado dónde estaba la mujer, y ahí tuvo la respuesta: estaba acariciándole el pelo mientras el chico lloriqueaba en la cama. Era una estampa desoladora.
- Vamos, venid todos aquí – llamó, y poco a poco sus hijos y sobrinos le rodearon. Leo aún seguía abrazado a él como un koala. – Sabéis que os quiero mucho ¿no? Venga: quiero un abrazo – pidió y se hicieron una piña. – Ahora fuera llantos. Vamos a dormir, y mañana haremos algo divertido.
Todos asintieron y cada uno se fue a su cuarto, pero Chris vio que seguían llorando. Acarició la cabecita de Leo y le separó un poco.
- Ve a ponerte el pijama, cariño, yo voy ahora.
A regañadientes pero dispuesto a obedecer, Leo se fue, y Chris entró en el cuarto de invitados que Alexander y Victoria compartían. Alex estaba abrazado a Peter, y Victoria lloraba tumbada sobre su cama.
- A ver rato…digo, Victoria, ¿por qué lloras, mm? – preguntó, en un tono forzadamente animado.
- Por…snif…por muchas cosas.
- Vamos, cuéntaselo al tío – dijo, evitando hacer una pregunta directa, para que no se viera mágicamente obligada a responder. Ya iba aprendiendo cómo funcionaba lo de su sinceridad forzosa y quería que sintiera que podía confiar en él, y no que hablara porque no tenía más remedio que hacerlo.
- Me has pegado – protestó ella.
- Porque tú no has sido todo lo buena que puedes ser. Pero no ha sido un gran castigo, cariño, y sé que no puede dolerte todavía.
- Y no me duele, pero quiero llorar igual.
- ¿Por qué? Ya ha pasado, mi amor.
- Pero te has enfadado.
- Y me he desenfadado ya.
- No, no es cierto.
- Sí lo es, Victoria. Todo está bien ahora.
- No, no lo está. Puedo verlo. Lo veo en mi cabeza, y Nick también lo ve, en la tuya. Estás enfadado.
- ¿Nick está en mi cabeza? ¿Y tú cómo lo sabes?
- Yo…
- …lo sabes todo, sí, lo voy captando. Bueno pues algo debe fallar en esa sabiduría tuya, porque te digo la verdad: no estoy enfadado.
- Lo estás. Estás muy enfadado, y dentro de un rato vas a ir al desván y vas a romperlo todo, y vas a dar golpes y…
- Victoria, la que ve el futuro eres tú, mi amor, pero ahora mismo no estoy enfadado. Así que no llores por eso ¿vale? Anda, dame un beso y vete a la cama.
- Quiero dormir con mamá – lloriqueó la niña.
- Pero cariño, mamá no está.
- Pero yo quiero dormir con ella…
- ¿Quieres dormir conmigo?
Victoria asintió, y se levantó de la cama, dejando de llorar de pronto. Qué fácil.
- Pues ale. Lávate los dientes, y vamos a dormir. Yo voy a hablar un momento con tus primos y tu hermano.
Victoria se fue al baño y Chris se acercó al amasijo de brazos que eran Alex y Peter en ese momento. Chris se dio cuenta de que Peter estaba muy cansado. Estaba siendo el pañuelo de todo el mundo aquella noche.
- A ver, granujilla. ¿Qué tengo que hacer para que dejes de llorar? Aún sigue en pie lo de ese cuento.
- ¿Puedo dormir contigo yo también? – preguntó el niño.
- Está bien. Sólo por ésta noche.
Alex sonrió, y Chris sonrió también, aunque pensó que debería de habérselo consultado a Amy primero…Aun no se acostumbraba a compartir su cuarto y su cama.
Chris le dio un beso a Alex y otro a Peter, y fue a ver a Nick. En su cuarto se encontró también a Leo, que lloriqueaba llamando la atención de Amy.
- Campeón, ¿aun llorando?
- Has sido muy malo. – protestó el niño.
- ¿Yo?
- Sí. – lloriqueó, y se abrazó a Amy. Amy le envolvió en un abrazo y le hizo mimos.
- Vamos, Leo, vamos a dormir, anda – dijo la mujer, con esa forma dulce de hablar que tenía.
- Pero no quiero dormir solito…
Amy le miró, y luego a miró a Chris, que casi la adivinó.
- ¿Quieres dormir en mi cama, campeón?
- ¡Sí!
- Pues ya vamos a ser cinco – comentó Chris. - ¿Por qué no vas yendo con Amy y dejamos dormir a Nick?
Leo asintió, mucho más contento, y tiró de la mano de Amy. Chris rodó los ojos y se centró en Nick.
- ¿Y a ti que te pasa, alma en pena? Vamos, no puedes llorar así por lo de antes. Apenas te he castigado, y lo sabes. ¿Es que tú también quieres dormir conmigo? – bromeó Chris, pero Nick no estaba para bromas, y lloró más. – Ey, corazón. ¿Qué ocurre?
- Yo no quiero que te pase nada. – respondió el chico, y Chris se sintió abrumado una vez más por el hecho de que su hijo se preocupara por él. – No quiero, no…no puedo soportarlo. Victoria dice que te has rendido. No puedes hablar en serio. No….no puedes estar contento con la idea de que vas a morir.
- Y no estoy contento, Nick, claro que no. Pero voy a salvar a Paul ¿entiendes? Es mi cargo, y aunque no lo fuera, ahora que le conozco no podría dejar que le pasara nada sin hacer algo por evitarlo.
- Papá, esto va a sonar muy mal, lo sé, pero me da igual. Que le den a Paul. Es mi amigo, y lo sentiré mucho, pero…prefiero que se muera él a que te mueras tú.
Chris se sorprendió un poco, pero no podía enfadarse porque Nick pensara así. Más bien agradecía la sinceridad. Era una forma lógica de pensar, pero para Chris ninguna vida valía más que otra, salvo la de sus hijos. Y su propia vida no valía más que la de Paul, sobre todo después de la deuda que tenía con él.
- No puedo dejar que se muera, Nick. Es todo lo que te puedo decir.
Nick no le respondió. Chris dedujo que se había enfadado.
- No pienses en eso. Aún no sabemos cuándo va a pasar, así que disfrutemos del momento.
Nick siguió mudo. Chris le acarició el pelo, pero Nick le apartó. Suspiró.
- Buenas noches, hijo. Te quiero mucho.
- No. Si me quisieras mucho seguirías vivo. – respondió él, y se dio la vuelta en la cama, para darle la espalda.
Chris se quedó helado un momento, y luego le apagó la luz y salió. Se sentía atrapado. Esas últimas palabras de Nick le habían llegado mucho. ¿Estaba siendo un egoísta? ¿Estaba abandonando a su familia con esa decisión suya de ir al encuentro de la muerte? ¿Acaso tenía otra opción? Otra opción válida, porque lo de dejar que Paul muriera o matarle él mismo no entraba en sus planes.
Quería orbitar a lo alto del puente, a meditar, pero sabía que no podía hacerlo, porque era de noche, y porque se suponía que debía esquivar los sitios altos. Aun así, no estaba preparado para ir a su cuarto y fingir sonrisas para Amy y los niños, así que buscó un poquito de soledad, y fue al desván.
Y allí, se demostró la infalibilidad de las visiones de Victoria, porque efectivamente Chris estaba enfadado, frustrado más bien, y comenzó a romperlo todo.

- Maldigo el día en el que te conocí, Paul. – exclamó, mientras tiraba una bola de cristal. Si hubiera mirado la esfera antes de hacer que se rompiera, hubiera visto que desde dentro le miraban un par de ojos azules.

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