Chapter 98: Ángel de la guarda 1,0
Cuando tienes magia,
existen varias formas de viajar en el tiempo. Puedes utilizar una poción, pero
es un método inestable porque no sabes hacia dónde te llevará al portal que se
abra entonces: podrías acabar en plena Era de los Dinosaurios. No es un método
recomendable cuando quieres ir a un lugar concreto, pero sí es seguro. Sabes
que el portal no se va a cerrar, dejándote atrapado. Hay otro modo, que
consiste en viajar atrás en el tiempo al ponerse un objeto que perteneciera a
una persona que hechizó ese objeto para que regresara a ella, pero de esta
forma no se puede viajar al futuro, sino sólo al pasado. Y en realidad uno es
un prisionero, que no elige a dónde va. También puedes utilizar un conjuro,
pero eso es algo que han conseguido muy pocas personas. Christopher, o una
versión de él, fue una de ellas. Requiere mucho poder. El conjuro es la mejor
forma, pero si se eligen mal las palabras, el portal puede llevarte a un lugar
al que no quieres ir. Así es como, por accidente y con un poco de manipulación
de un enemigo, las Embrujadas abrieron años atrás el portal al "mundo
malo", iniciando sin saberlo algo mucho más importante.
Pero aparte de todos
estos, hay otro método. Uno muy extraño, muy poco común: el de aquellos cuyo
poder consiste precisamente en viajar por el tiempo. Ariel/Xandra, la madre de
los gemelos, era una de las pocas privilegiadas que poseía éste don. Paul
resultó ser otro de esos. El hecho de que se conocieran estaba casi
predestinado.
El problema de viajar
en el tiempo es que genera casi una adicción…El deseo de conocer el futuro
resulta demasiado tentador. El deseo de cambiar el pasado es prácticamente
irresistible. Pero un viajero no debe intervenir en la línea del tiempo. Debe
limitarse a ser un observador, no un agente, porque se pueden cambiar más cosas
de las que se pretenden. Puede tener consecuencias muy negativas. Por el mismo
motivo, no es recomendable conocer el propio futuro. Sobre todo porque hay
determinados sucesos que no se pueden cambiar. Cosas que han ocurrido, o que
van a ocurrir, y que por más que intentemos cambiarlas, sucederán igual.
Ejemplo: uno puede viajar al pasado e intentar matar a Hitler, pero o bien no
lo conseguirá o bien surgirá un nuevo Führer que se alzará y llevará a cabo el
genocidio de los judíos. Y funciona también a la inversa, en dirección al
futuro. En otras palabras: Ariel podía intentar cambiar su propio futuro y el
de sus hijos, pero, aunque acabara con el demonio que estaba destinado a
matarla, ella moriría igual. Aunque dejara a Nick y a Peter con alguien de
confianza, ellos terminarían en el orfanato de todas formas. Aunque matara a
Derek, otro tipo vendría y maltrataría a Peter. Y todo eso lo averiguó
acudiendo a todos los adivinos del Inframundo, e incluso a algún brujo con
premoniciones también.
Así que todo lo que
podía hacer era echarle la culpa a Patrick. Ella iba a dejar a sus hijos con
él, y sin embargo en un reciente viaje había visto como, pese a su
determinación, sus bebés acababan en aquél centro. Era evidente que algo iba a
ir mal. Y, puesto que no podía enfrentarse al Patrick del pasado sin cambiar la
historia, ya que se supone que ellos nunca llegaron a conocerse, decidió viajar
al futuro, al presente de Paul, para cantarle las cuarenta al Patrick de ese
tiempo. Y en eso estaba.
Hubiera sido tan
fácil matar a ese miserable humano… Es decir, era muy fuerte, demasiado para
una mujer de su tamaño, pero ella no era una mujer cualquiera. Era un demonio
bestia. Había podido acorralar a Paul cientos de veces, así que su padre
tampoco fue un problema.
Paul observó la
escena con aprensión. Había estado conviviendo con Ariel durante un año. La
había "visitado" varias veces después de eso. Esa demonio era su
amiga. Sabía que no debería ser así, que tenían que ser enemigos, pero no lo
eran. Claro está, no podía decirle eso a su padre. Patrick sabía lo que él
había estado haciendo, pero Paul se había guardado sus impresiones para sí
mismo. Si Patrick descubría que se llevaba bien con un demonio… en fin, es como
si tienes un padre policía y tú eres un delincuente. Aun así, cuando vio que su
padre sacaba una poción de su bolsillo, no pudo evitarlo:
- ¡No, papá! ¡Es mi
amiga!
Cri. Cri. Cri.
¿Había grillos, o era el sonido del silencio, que resonaba molestamente en sus
oídos? Patrick le miraba como si fuera un fantasma. En cualquier caso, no llegó
a lanzar la poción. Y Ariel, sabiéndose a salvo, iba a aprovechar su
oportunidad…
- Y tú detente, o te
juro por lo más sagrado que abandonaré a Peter a su suerte…
Ariel le miró con
miedo por un segundo.
- Tú no harías eso…
- ¿Qué no salvaría
mi pellejo, y el de Chris en el proceso? Ya, claro.
- No si la vida de
Peter es el precio. Me lo prometiste…
- En el trato no
entraba que tú mataras a mi padre.
- ¡Se lo merece!
¡Abandonó a mis hijos!
- ¡Aun no sabes lo
que pasó! ¡Estás dispuesta a matarle sólo porque las cosas no salieron como tú
querías!
- Me he pasado los
últimos meses atisbando el futuro – dijo Ariel, con voz increíblemente suave –
Buscando alguna pista que me indique que he cambiado algo. Pero una y otra vez
descubro que mis hijos acaban en ese orfanato. ¿Cómo puede ser, si yo les dejo
a cargo de tu padre? – exigió saber.
Paul resopló.
- ¡Porque nunca
llegas a dejarles con él! ¿Quieres saber la verdad? Vamos a ver la verdad –
replicó Paul, algo furioso, y la tomó del brazo. – Papá, tú no te muevas. –
casi ordenó. Dicho esto, cerró los ojos y se preparó para viajar al pasado.
Fue a un momento en
el que ya había estado muchas veces. Estaban en la cueva de Ariel. Aunque el
día y la noche no se distinguían bien en aquél lugar oscuro, eran pasadas las
cinco de la madrugada. Una Ariel similar a la que había viajado con él dormía
sobre un lecho pobre, con un gemelo a cada lado. Los bebés parecían felices de
estar ahí. Paul había contemplado esa escena hasta la saciedad, y siempre se
enternecía.
- ¿Qué hacemos aquí?
– preguntó Ariel. La Ariel embarazada que viajaba con él.
- Esta es la noche
en la que los pierdes – explicó Paul.- Ocurrirá en un momento.
Efectivamente, casi
mientras terminaba de hablar, empezó a sonar la alarma. El ruido despertó a la
Ariel durmiente y a los bebés… que empezaron a llorar.
- Sssh - dijo la
mujer, mientas le faltaban manos para coger a ambos niños. Parecía desesperada,
y es que el llanto era como una diana para los enemigos que estaban muy cerca.
Era como decir: mira, aquí estamos.
Instantes después un
grupo de demonios se introdujo en la cueva. Todo ocurrió muy rápido. Ariel
luchó con valentía. Era muy poderosa y lanzaba rayos a diestro y siniestro,
acabando con los enemigos mientras protegía a sus pequeños. Pero estaba en
minoría…Uno de aquellos seres extendió su brazo, y entonces Ariel quedó
paralizada.
Mientras tanto, Paul
sujetaba a la Ariel embarazada, que quería ayudarse.
- ¿Qué me está
haciendo? – preguntó.
- Te está robando tu
esencia. Tu esencia de demonio. Es lo que hace, es su poder.
- ¿Me matará?
- A la larga. Te
dejará muy débil.
- ¡Tienes que
impedirlo! ¡No puedes dejar que se lleve a mis hijos!
- No se los llevará.
– dijo Paul, con la seguridad de quien había visto una película muchas veces.
Como para apoyar su afirmación, la Ariel que estaba siendo atacada lanzó un
último rayo y acabó con el último atacante. Estaba pálida, y muy débil. Como
enferma.
- No estoy muerta –
observó la Ariel embarazada. – Aún no es tarde, no estoy muerta.
- Si es tarde:
morirás. Eso ha sido mortal, ya te lo dije. No puedes transformarte en demonio
para curarte.
- Pero aún puedo
llevar a mis hijos con tu padre.
- No. No puedes.
Patrick es un cazador de demonios. Si un demonio fresco e indefenso se presenta
en su casa matará primero y preguntará después. – explicó Paul. – En ese estado
no puedes imponerte sobre él. No te dejará explicarte y no aceptará cuidar dos
bebes que puedan poner en peligro a sus propios hijos.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque es lo que
intenté que hicieras, la primera vez que estuve aquí. No funcionó. Hay
determinadas cosas que simplemente tienen que suceder. La Caída del Imperio
Romano, las cruzadas, el descubrimiento de América, la guerra de Independencia,
que Peter y Nick vayan a ese orfanato…Por más que vengas a este punto y trates
de impedirlo sucederá. Lo sé. Lo he intentado TODO. Incluso e intervenido en la
pelea, y eso casi me cuesta la vida. Es a lo que me he estado dedicando estos
últimos dos días, Ariel. Me dedicó a viajar a éste momento, y tratar de
cambiarlo. Pero no se puede. Simplemente eso.
Ariel le miró con
angustia, con temor, con desesperación.
- ¿Y ahora qué?
- Ahora déjalo en
mis manos. Te lo prometí ¿recuerdas? Te dije que yo cuidaría de Peter y de
Nick. Que les llevaría hasta Chris. Que, cuando llegara el momento, sería su
escudo. Te lo prometí, y lo cumpliré.
Ariel sólo pudo
darle un abrazo, porque sabía que con esa promesa Paul se estaba condenando a
morir. Cuando soltó el abrazo, Ariel se dirigió hacia su versión moribunda. Al
salir su otro yo de las sombras la Ariel que estaba en el suelo vio que no
estaba sola.
- ¿Por qué… por qué
no…? – intentó preguntar. "Por qué no me has ayudado?" quería decir.
Pero no se miraba a sí misma, sino a Paul. Sus ojos mostraban su dolor. Ariel
tenía doscientos años. Dos hijos. Más historias de las que podía recordar. Y,
en su inocencia, había cometido el error de enamorarse de un viajero del
tiempo. De un brujo. De un niño. De un amigo de sus hijos, en el futuro. De
alguien que no le podía corresponder, porque no le atraían las mujeres. Claro
que el amor para un demonio muchas veces se reduce al deseo de tener relaciones
sexuales. Pero aun así, no se esperaba que Paul le traicionara.
Paul no aguantó esa
mirada y se agachó junto a ella.
- Tiene que pasar –
dijo simplemente, tratando de contener la emoción. De alguna forma, ella no
moría. Seguía viva en el pasado, a donde él podía acudir siempre que quisiera.
Intentó pensar en esto para sobreponerse. – Tiene que pasar. Has de ir al
orfanato. Tú sabes a cuál. Estás pálida y sudorosa: pensarán que te has
drogado. Cuéntales esa historia. Tardarás un mes, quizá dos, en perder del todo
tus energías. No será una muerte dolorosa. No volverás a verles, Ariel. Así que
despídete de ellos.
Paul supo entonces
que la frialdad iba en los genes. Su padre se había vuelto frío a fuerza de
tener que dar malas noticias: "lo sentimos, su hijo ha muerto, no pudimos
hacer nada por salvarle". Pero él era frío también. Acababa de serlo. Frío
y conciso, tal como la situación lo requería. Tal como debía ser para no
derrumbarse. Entonces, en un impulso, se agachó, y besó los labios de aquella
mujer de fuego.
- Te dije que
caerías – dijo Ariel, cuando el beso se interrumpió, y le dedicó una sonrisa
torcida, cansada. – No puedes resistirte a mis encantos.
Paul se fijó en que
estaba llorando. No hizo ningún comentario. Dedicó una última mirada a Peter y
a Nick, que lloriqueaban sin saber bien lo que había pasado. Ariel se levantó
con grandes esfuerzos, y se acercó a sus bebés.
- No lo hice por el
poder – dijo, y Paul pensó que no estaba hablando con sus hijos, sino con él. –
No me emparejé con Chris para tener hijos poderosos. Lo hice porque ya no
quería estar sola. Y pensaba que ellos me dejarían quedarme al menos con uno de
vosotros. Pero me los quitan a los dos. Me los quitan a los dos, y no me dejan
nada.
Ariel empezó a
sollozar con mucha fuerza.
- Vámonos – susurró
Paul, en el oído de la otra Ariel, espectadora. – Se tiene que despedir.
Paul la cogió del
brazo, pero antes de poder viajar otra vez…
- Espera un momento.
¿A dónde me llevas?
- No puedes recordar
nada de esto. No puedes saber cuándo morirás. Mi padre borra los recuerdos –
explicó Paul, secamente. Sorprendentemente, Ariel estuvo de acuerdo. Eran
muchos años viajando en el tiempo: ella mejor que nadie sabía cómo tenían que
ser las cosas. Paul se limitaba a aplicar las reglas que ella le había
enseñado.
Así que los dos
volvieron al presente. Al presente de Paul, al menos. Patrick estaba en el
salón. Si estaba nervioso o asustado, no lo demostró, pero si mostró su enfado.
- Paul, ¿qué…?
- Borrar memoria
primero. Preguntar después. – dijo, y empujó a Ariel ligeramente. Pero decidió
hacer una advertencia – Sólo el recuerdo de éste día. Si borras algo más lo
sabré, y me las pagarás.
Patrick entrecerró
los ojos. Paul captó lo que esa mirada quería decir "a mí no me amenaces,
chico". Pero un padre enfadado era el último de los problemas de Paul en
ese momento. Sostuvo la mirada de su padre, y observó cómo se acercaba a la
demonio con asco. Patrick levantó su mano y tocó el brazo de Ariel, para
robarle su recuerdo. Luego se apartó.
- ¿Cómo sé que no se
tirará a mi cuello? – preguntó, mirando a la demonio con desconfianza.
- Ahora ya no puede
tocarte. No sin que la duela ¿recuerdas? Además, ella ya se va.
- Pero… - protestó
Ariel. Estaba desconcertada. ¿Qué hacía allí? Delante tenía a Patrick, el
hombre que por alguna razón la iba a fallar y no iba a cuidar debidamente a sus
hijos. Había ido allí para matarle ¿no? ¿Por qué tenía la sensación de que
había ocurrido algo más que no recordaba?
- Te vas. – dijo
Paul, en un tono que no admitía réplica. – Y guarda reposo. Llevas dos bebés
ahí dentro, no puedes ir amenazando a nadie ahora.
Ariel ladeó la
cabeza y tanteó a Paul con la mirada. Por extraño que parezca, confiaba en
aquél brujo. Era su amigo. Su amigo abrasadoramente sexy y por desgracia
homosexual. Intuía que había pasado algo, y como no era tonta y conocía el
poder de Patrick, intuyó que acababan de borrarle la memoria reciente. Decidió
hacer caso, y volvió a su tiempo.
Sólo cuando se fue,
Paul suspiró.
- Buff. Y esto sólo
acaba de empezar. Tengo muchos años a los que viajar hoy.
- Tú no vas a ningún
lado, Paul James.
¿Paul James? Paul
alzó una ceja al oír su nombre completo. Nadie lo usaba nunca.
- Papá, tengo muchas
cosas que hacer. Ya ha dejado de llover: ¿sabes lo que eso significa? Que ya ha
comenzado. Creo que Peter ya habrá muerto. Ahora mismo será un luz blanca y
tengo que encontrarme con él, pero antes de eso hay una larga lista de tareas
por cumplir.
- Sí, empezando por
explicarme por qué mi hijo es amigo de un demonio.
- No es cualquier
demonio, papá. Es la madre de..
- Se perfectamente
quién es. Y también lo que ha hecho en el pasado. Tiene un buen historial
¿sabes?
- Lo sé. Me lo
contó.
- ¿Te contó todo lo
que ha hecho como el despreciable demonio que es y aun así tú no la mataste?
- Papá, esto es
absurdo. No tengo tiempo para el número de "ella no es buena para ti"
¿vale? Somos amigos, asúmelo, y déjame tranquilo porque el tiempo es oro.
- No para ti. Tiempo
es lo único que tienes. – replicó Patrick.
- Ja, ja, muy
gracioso. Bien, ya hiciste el chiste fácil sobre el viajero…
- No era ningún
chiste. ¿Acaso has visto que me ría?
No, no se había
reído. A decir verdad Patrick estaba muy serio. Paul sabía por qué: su padre no
aprobaba los tratos con demonios, mucho menos la amistad. Toleraba a Nick y
Peter porque eran "una situación especial", pero Ariel estaba fuera
de discusión. Y Paul le había estado diciendo que apenas la aguantaba. En
resumidas cuentas, le había mentido.
- Ningún hijo mío va
a ser amigo de un sucio demonio, Paul. He permitido esta locura de los viajes
por demasiado tiempo.
- ¿Has permitido? –
replicó Paul, con sarcasmo – Tú no tienes que permitir nada.
- Pues yo creo que
sí. Eres mi hijo, te guste o no.
- Ahora mismo no me
gusta. No me puedo creer que seas tan egoísta como para poner todo el puñetero
mundo en peligro por un ataque de "aquí mando yo".
- No se trata de
eso, Paul. Es a ti a quien no quiero poner en peligro. Esos viajes te
debilitan, vuelves con heridas y me dices que "tuviste un pequeño
contratiempo", y ahora me entero que trabas amistad con un demonio. No vas
a volver.
- ¡TENGO QUE
HACERLO!
- No, no tienes. Y
no me grites.
Paul no pudo más. No
había sido un día fácil, y aún le esperaba lo peor. Lo último que quería hacer
era aguantar gilipolleces.
- Te grito si quiero
– respondió, sin gritar pese a todo. – Y no puedes impedir que haga lo que
tengo que hacer.
- Sí, sí puedo.
Sobre todo cuando no me cuentas nada. Te limitas a contarme cosas sueltas y a
decir que tienes algo que hacer. Pero no me dices qué es, sólo que no me
preocupe. Acabo de descubrir que me has estado mintiendo sobre esa demonio. ¿cómo
sé que no has mentido sobre esto también? ¿cómo sé que no tengo que
preocuparme?
- ¡Preocúpate si
quieres, a mí me da igual! – replicó Paul, que no podía decirle a su padre que
lo que tenía que hacer era morir. Sabía cosas que no podía contar. Sabía, por
ejemplo, que Peter debía ser un demonio y que pese a todo se iba a convertir en
un luz blanca. Sabía que habían estado interpretando mal la profecía, y que el
Destructor no era Chris, sino Peter. Viajar al futuro era muy esclarecedor,
pero no podía compartirlo. Debía limitarse a intentar que cada uno jugara su
papel, para que las cosas ocurrieran como tenían que suceder. Y para eso debía
librarse de su padre. Y para eso… tenía que hacerle daño. – No me vegas ahora a
hacer de padre sobreprotector. Todos estos años me has dejado tirado, así que
no pretendas hacer como que tienes autoridad sobre mí. Voy a hacer lo que tengo
que hacer, y tú no puedes impedirlo.
Paul sabía que esas
palabras harían daño a su padre. Ya se disculparía más tarde. En ese momento tenía
un viaje que hacer….Con lo que no contaba es con que Patrick le agarrara del
brazo. Si no le soltaba viajaría con él, y eso Paul no podía permitirlo. Iba a
decir un indignado "suéltame" pero no tuvo ocasión.
- Te equivocas,
muchacho. Autoridad sobre ti es algo que siempre he tenido, y siempre tendré.
Porque soy tu padre. Si soy un padre de mierda te aguantas: es el que te ha
tocado. Pero me obedeces. Me respetas. Y no te las das de gallito, porque SÍ
que puedo impedírtelo – sentenció, y sin esperar réplica tiró de Paul, y lo
arrastró hasta el sofá. Su hijo era grande, pero él lo era más. Además los
viajes que hacía agotaban a Paul, así que Patrick pudo con él. Se sentó en el
sofá y trató de ponérselo encima. Paul había estado en esa situación una vez, con
Chris, y supo lo que venía a continuación. Se resistió.
- ¿Qué haces?
- Recordarte quién
es el padre aquí, y quién toma las decisiones – replicó Patrick.
Eso confirmó las
sospechas de Paul. Se horrorizó, y se resistió con más ganas. Ni en sueños iba
a dejar que su padre le pusiera sobre sus rodillas. Hizo fuerza, obligando a
Patrick a apretar el agarre sobre su brazo.
- ¡Ah! ¡Suéltame, me
haces daño!
- Quieras o no va a
pasar, hijo. Así que estate quieto.
- ¡Suéltame, maldito
cabrón! ¡Suéltame!
Paul se vio en una
disyuntiva. ¿Se atrevería a golpear a su padre? Sólo así tendría una
oportunidad de soltarse, y lo cierto es que tenía una mano libre… Como si viera
sus intenciones, Patrick le agarró también ese brazo.
- ¡Que me sueltes!
- Si gritas así
harás que tus hermanos bajen y te vean. ¿Es eso lo que quieres?
Unos azotes en las
rodillas de su padre delante de sus hermanos. Antes muerto. Intentó soltarse
con furia. Se hizo daño en el brazo porque su padre tiraba hacia un lado, y él
hacia otro, pero aun así siguió tirando.
- ¡Me prometiste que
no lo harías! – dijo al final, empezando a desesperarse. – Me dijiste que no
volverías a pegarme si no cogía una pistola.
- Lo sé. Y no
pretendía faltar a esa promesa, pero esto que haces es igual de peligroso.
Tonteas con demonios, viajas al pasado, te involucras en una guerra que no es
tuya…
- ¡Lo prometiste! –
replicó Paul.
Patrick pensó que en
ese momento parecía un niño asustado. Le dio algo de ternura. Su hombretón
intentaba huir de una zurra como un niño pequeño después de una trastada,
aferrándose a cualquier cosa. A cualquier palabra o hecho que le pudiera
salvar.
- No será con el
cinturón – dijo solamente, y aprovechando que Paul había bajado un poco la
guardia volvió a tirar de él y se le acercó mucho. Intentó quitarle los
pantalones. Paul, al ver sus intenciones y al tener de pronto una mano libre,
agarró su ropa como quien agarra el último pedazo de su orgullo.
- ¡No!
- Paul, he cometido
el error de dejar que pienses que como yo no siempre he estado ahí, ahora tú
puedes hacer lo que te venga en gana. No es así. Soy tu padre. Serás mayor de
edad, pero aun eres muy joven, y muy impulsivo. Te he tratado como un hombre
porque lo has sido, pero cuando te portes como un niño te trataré como a uno.
Lo de hace unos momentos ha sido una rabieta. "No me deja viajar en el
tiempo, así que voy a insultarle para que le duela y me deje en paz". Eso
te ha funcionado antes, pero ya no. No vas a manipularme, hijo. Ya te he pedido
perdón suficientes veces. Si digo que no habrá más viajes en el tiempo, no
habrá más viajes en el tiempo. Por mucho que me ataques y me recuerdes mis
errores, eso va a ser así. Y me hablarás con el respeto que me tenías, y que no
sé dónde se ha quedado.
- ¡Lo perdiste! –
gritó Paul. - ¡Y lo perderás aún más si te atreves a…!
- ¿Lo ves? De nuevo
con la manipulación y las amenazas. No creo que esto me haga perder tu respeto,
Paul. Más bien creo que me lo ganaré porque por fin estaré siendo tu padre. El
que te mereces. Tal vez así empieces a considerar que no puedes decidir tú
sólo. Que no puedes soltar "me voy a casar" y "voy a viajar al
pasado arriesgando mi vida" sin consultar conmigo primero. Sin pedirme…
permiso. O al menos opinión. Que soy tu padre, coño.
Paul supo ver que en
eso su padre tenía razón. No contaba con él. Daba por sentado que él no iba a
estar. Pero es que…
- No estabas ahí –
replicó, sintiendo que las lágrimas le escocían. Pero él no iba a llorar. No
estaba dispuesto a hacerlo. – No estabas. No cuento contigo porque no podía
contar…
- Eso era antes.
Ahora si estoy, y puedes contar conmigo. DEBES contar conmigo. – dijo, y
continuó con su tarea de intentar bajarle el pantalón.
- No, papá. Lo haré
¿vale? Contaré contigo. Te pediré permiso. Pero no… no lo hagas. – dijo Paul, y
empezó a sonarle a súplica.
- Oh, sé que lo
harás. Voy a encargarme de eso. Y de que no hagas más viajes – le recordó.
- ¡Pero tengo que
hacerlo! Papá, no es un capricho, lo tengo que hacer.
Patrick pareció
considerarlo unos segundos.
- Al menos me
contarás todo lo que sabes. Y serás sincero conmigo. No más secretos, ni
amistades con demonios.
- ¡TÚ NO ERES NADIE
PARA DECIDIR QUIÉN ES O NO AMIGO MÍO!
Patrick ya tuvo
suficiente. Dio un fuerte tirón y le bajó los pantalones, y se dispuso a hacer
lo mismo con los calzoncillos.
- ¡No, eso no, papá,
por favor, me muero de vergüenza! Ya soy mayor para que… para que me veas
desnudo.
- Si hubieras
aceptado esto como la persona mayor que dices ser te hubiera dejado conservar
la ropa interior. Pero ya que haces escenas de niño pequeño te trataré como a
uno.
- Papá, basta, esto
es…
- No, hijo. Basta
tú. No estoy bromeando. No estoy jugando. Te voy a castigar por faltarme al
respeto, por gritarme, por desobedecerme, por mentirme, por trabar amistad con
demonios y por no confiar en mí hasta el punto de no tenerme en cuenta a la
hora de tomar tus decisiones. Eso son muchas cosas, hijo. No puede volver a
pasar y voy a encargarme de eso. Ahora deja de resistirte y será más fácil para
los dos.
- Lo siento ¿vale?
Sé que… que no he actuado del todo como si fueras mi padre. Me cuesta
acostumbrarme. Sé que debo tratarte mejor, pero…
- En realidad no
estás en esta situación por tus malas formas, Paul. No me gusta, y te
agradeceré si no vuelves a olvidar que no debes gritarme, pero el motivo
principal de esto es que te pasees por el pasado con un demonio y tengas unos
planes que no quieres compartir conmigo. Estaremos aquí hasta que aceptes que
me tienes que pedir permiso antes de hacer nada, y que los demonios tienen que
estar fuera de tu círculo social. Y ya me he cansado de discutir contigo,
mocoso.
Patrick tiró con
fuerza del elástico del calzoncillo y lo bajó hasta las rodillas de Paul. Al
sentirse expuesto, Paul sintió que sus mejillas se encendían, y no sólo eso:
empezó a ver que no tenía escapatoria.
- Lo siento mucho,
papá, pero no me hagas esto.
- Paul, llevas mucho
tiempo deseando que despierte y me ocupe de ti. ¿Acaso pensabas que eso
significaba únicamente pasarla bien contigo? ¿Qué iba a obviar tus misiones
kamikazes y tu comportamiento independiente? Si vamos a recuperar una relación
padre-hijo tiene que ser por ambas partes, hijo. Y si tú no cumples, yo te
castigo. Así es como funciona. No estoy haciendo nada más que cumplir con mi
promesa de que las cosas iban a ser diferentes.
Le obligó a tumbarse
sobre sus rodillas, y a apoyarse en el sofá. Paul se revolvió como una
serpiente, aunque Patrick pudo notar que estaba demasiado fatigado para ofrecer
una verdadera resistencia.
- No lo hagas, no lo
hagas. - empezó a repetir, como con miedo.
Patrick lamentó ver
así a su niño, y estuvo a punto de dejarlo ahí, en un susto, pero luego recordó
a su hijo cayendo al suelo, agotado. Y a su hijo en compañía de esa demonio. Y
supo que tenía que frenarlo, antes de que acabara por autodestruirse. Se impuso
autocontrol. No podía pasarse como la última vez, aunque tampoco pensaba ser
blando. Ese tipo de castigos no iban con él. Pero Paul había hecho demasiadas
tonterías a lo largo de su vida. Se metía en una pelea antes de salir de otra,
destruía la propiedad privada, bebía, y más cosas que habían hecho que aún como
menor tuviera antecedentes. Incluso cuando se ocupó de todos sus hermanos
seguía estando en problemas, como si de pronto mandara al carajo su sentido de
la responsabilidad. O a lo mejor necesitaba hacerlo, para sentirse un hico
normal. En cualquier caso estaba claro que una llamada de atención o una
suspensión de privilegios no funcionaba con él, pero hasta hacía bien poco
Patrick no había estado dispuesto a tomar cartas en el asunto. En aquél momento
sí lo estaba, porque aquella vez si dejaba que Paul se saliera con la suya
podría perderle. Su hijo podría viajar al pasado…y no volver nunca. Y él no iba
a perder otro hijo. Jamás.
Con esa
determinación, comenzó con una tarea extraña, y al mismo tiempo tan natural
como el ser padre.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT Los SWAT
demonios SWAT no SWAT son SWAT amigos SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Paul apretó los
labios. Si era sincero tenía que reconocer que aquello dolía y picaba incluso
más que cuando Chris hizo algo parecido. Pero era peor que eso: no se podía
creer que de verdad estuviera sin ropa sobre el regazo de su padre, recibiendo
un castigo propio de niños. Casi prefería que le pegara con el cinturón. Era
menos humillante…
SWAT Los SWAT
demonios SWAT no SWAT son SWAT amigos SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT Los SWAT
demonios SWAT no SWAT son SWAT amigos SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT Los SWAT
demonios SWAT no SWAT son SWAT amigos SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Patrick lo repetía
como si fuera idiota o como si quisiera dejar el mensaje grabado. Paul no lo
tenía muy claro. Pero grabado sí que estaba quedando, al menos en su parte
trasera. ¿Podía la mano de un hombre tener tanta fuerza? Bueno, cuando esa mano
es tan grande como tu cabeza, entonces sí, podía. Al final, Paul no aguantó más
tiempo en silencio.
SWAT SWAT SWAT
- ¡Aw! Papá, para.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- ¡Au! ¡Para joder,
me haces daño!
- No voy a decir que
me alegro, pero espero que así recuerdes que los demonios para ti ni siquiera
en foto.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- ¡Ay! ¡Ah! Papá,
suelta, suelta ¡ay!
- ¿Te mantendrás
alejado de demonios?
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- ¡Ow! Para, para
¡Auuuu!
Esa última había
sido especialmente fuerte, y en el muslo. Ahí, por alguna razón, le dolió más.
Era una zona más sensible.
- Espero una
respuesta, hijo. – respondió Patrick, y continuó pegándole en la parte alta del
muslo consiguiendo que Paul se estremeciera a cada palmada.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- ¡Ay! – gritó, y
sin poder evitarlo empezó a llorar – Lo si-siento papá. Y-ya no, ya no más.
Patrick le dio un
respiro, y le acarició los muslos justo donde le acababa de pegar.
- ¿Qué es lo que
sientes, cariño?
Paul no le dejaba
llamarle así, pero aquella vez no le importó. Sin embargo en ese momento era un
hervidero de emociones, y dejó salir una equivocada: la rabia.
- Haber impedido que
Ariel te golpee.
SWAT SWAT SWAT
- Prueba otra vez –
gruñó Patrick. Esas tres palmadas fueron especialmente fuertes, y Paul sollozó
con un quejido.
- ¡Aah!
Paul lloró tan
fuerte que todo su cuerpo tembló. Patrick suspiró.
- Lo siento, pero no
puedes responderme así, y menos en un momento como éste. ¿Qué es lo que
sientes?
- Haber…snif…
haberte ocultado que …snif….snif…
Los sollozos le
impidieron terminar la frase, así que Patrick lo hizo por él.
- …que intimabas con
un demonio. ¿Lo volverás a hacer?
- N-no.
- ¿Dejarás de verla?
- …
SWAT
- Paul. ¿Dejarás de
verla?
Paul no respondió.
- Hijo, sé que tú
tienes tantas ganas como yo de acabar con esto. Así que dime, ¿dejarás de
verla?
Al no obtener
respuesta, Patrick volvió a suspirar.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- ¡Ah! Papá, ya no
más. ¡Ay! Papi, papi, para por favor.
Patrick detuvo la
mano en el aire, sorprendido. Aquella era la primera vez que Paul le llamaba
"papi". Ni siquiera de niño le había llamado así. Nunca habían tenido
una relación muy cercana, después de todo. Patrick ya no pudo más. No soportaba
oírle llorar, sobre todo sabiendo que él causaba esas lágrimas. Le levantó.
- Bueno, bueno. Ya
está. Shh. Ahora vamos a hablar ¿de acuerdo?
Pero Paul, al verse
libre, se levantó, se subió los calzoncillos porque los pantalones habían
terminado en el suelo, y salió corriendo. Puso rumbo directo hacia su cuarto y
se chocó con alguno de sus hermanos por el camino. No se detuvo a ver quién
era. Por el tamaño sería Jullie o Pierce. Siguió corriendo y llorando hasta
llegar a su habitación. Entró, cerró la puerta, y se echó sobre la cama. Puso
los brazos bajo la almohada, la cabeza sobre ella, y sollozó. Luego sacó la
mano izquierda y la llevó a su adolorida parte trasera. ¿Podría volverse a
sentar algún día? Se frotó.
- Si haces eso, te
puedes hacer cardenal – dijo la voz de su padre a sus espaldas, desde el quicio
de la puerta. Sin esperar invitación, Patrick había abierto la puerta y ahora
entraba en el dormitorio de Paul. - Te rozas la piel y puedes romperte un vaso
capilar.
Paul no dijo nada,
pero dejó quieta la mano. Pero no por los consejos de su padre-médico, sino
porque le daba vergüenza que le viera.
- Durante un segundo
creí que ibas a dar un salto en el tiempo. – continuó Patrick – Gracias por no
hacerlo.
Paul se maldijo por
no haber caído en eso. ¿Cómo no se le había ocurrido? Mientras se insultaba
mentalmente, notó cómo su padre se sentaba al borde de su inmensa cama. Más
grande de lo que era necesario para una sola persona. Luego notó la mano de su
padre acariciando su espalda.
- No estés
avergonzado – le dijo –Conmigo no tienes que estarlo, y no era esa mi
intención.
- ¿Y cuál era? –
preguntó Paul, con resentimiento. Perdió un poco de "efecto rencor"
porque su voz sonaba quebrada, a causa del llanto.
- Ponerte límites.
Enseñarte que no puedes hacer lo que se te venga en gana. Pero no voy a
regañarte ahora. Vamos, no llores. Esta vez no ha sido tan fuerte.
- Tienes la mano muy
dura.
Paul se sorprendió
de su propio comentario, y Patrick también, pero luego estalló en carcajadas.
Era muy raro ver a su padre riendo así.
- Sí, ¿verdad? Mi
mano es casi tan dura como tu cabeza obstinada.
Paul soltó una
pequeña risa que sonó a medias como un sollozo. Patrick le levantó un poco para
abrazarle. Le sostuvo mientras se desahogaba.
- Sin llorar ¿vale?
No pasa nada. Ya está, ya pasó. Estoy contigo, hijo, y nunca te voy a dejar.
En contra de sus
intenciones, con aquellas palabras Patrick consiguió que Paul llorara más. Pero
ahora lloraba por lo que esas palabras le hicieron sentir.
- Shhh. Ya, mi niño,
ya.
Nunca había estado
tan cerca, en un sentido emocional y también físico, con su padre. Nunca habían
tenido muestras de cariño tan evidentes. Palabras suaves, susurros tiernos,
caricias… Nunca. Disfrutó del momento, y así, poco a poco, dejó de llorar.
- No puedo dejar que
te pase nada, PJ. Simplemente no puedo. Me volvería loco, en un sentido
literal. Ya viste como me afectó lo de Jason. Si le pasa algo a otro de mis
hijos…yo…Será egoísta, Paul, pero me importa bien poco eso que tienes que
hacer. Que lo haga otro.
- Nadie puede
hacerlo, papá. Soy yo el que viaja en el tiempo.
- Pues, al menos,
dímelo. Dime a que te enfrentas. Dime lo que puedo esperar.
- Creo que ya lo
sabes. Por eso te has puesto así.
- Yo no sé nada,
Paul. Simplemente tengo el presentimiento de que me escondes algo importante.
Paul no respondió.
Se abandonó a la agradable sensación de su padre acariciando su espalda.
- ¿Me dejas verte la
cara? – preguntó Patrick con suavidad. Paul tenía el rostro enterrado en la
almohada y negó con la cabeza. - ¿No? ¿Ni un poquito?
- No quiero que me
veas llorar.
Patrick se ahorró
decir que ya le había visto.
- ¿Y por qué no?
¿Acaso te crees que yo no lloro?
El silencio fue
esclarecedor.
- Cuando tu hermano
tuvo el accidente, lloraba todos los días durante semanas. Cuando murió
también. Cuando te fuiste de casa, antes de saber que estabas con Chris, pensé
que me moría. Y en otras muchas ocasiones.
Paul levantó la
cabeza y le miró como preguntando "¿de verdad?". Luego se pasó la
manga por la cara y se limpió el rastro de lágrimas.
- Eso está mejor. –
alabó Patrick - ¿Ahora podemos hablar?
Con cierta
inseguridad, y pensando que tal vez podría arrepentirse, Paul asintió. Su padre
estaba siendo dulce y agradable y eso no era habitual en su personalidad fría y
seca, así que se sintió predispuesto a escucharle aquella vez.
- Paul, sé que esto
no es un encaprichamiento. No es como si quisieras ir a ver un partido o un
concierto. Sientes que debes cumplir una misión, y tal vez tengas que hacerlo.
Lo cierto, hijo, es que no lo sé, porque no me has dicho demasiado. Y creo que
tengo el derecho de saberlo.
Paul iba a rebatir
eso, pero de pronto se dio cuenta de que no podía. De que su padre,
efectivamente, se había ganado ese derecho. Se mordió el labio.
- ¿Qué quieres
saber?
- ¿Qué relación
tienes exactamente con esa demonio? Hijo…yo… pensé que… ya sabes, que te
gustaban los hombres.
Pese a la situación,
pese al dolor de su trasero, pese a la congoja que le apretaba el pecho, Paul
tuvo que soltar una carcajada. Su padre se veía tan incómodo… Le dieron ganas
de hacerle de rabiar, pero algo (probablemente el recuerdo de lo que había
pasado hacía unos momentos) le dijo que era mejor no hacerlo.
- Pensaste bien,
papá. Es sólo una amiga. Sin ningún significado oculto en esa palabra. Aparte
de que no juega en mi equipo, es algo así como la ex de Chris y la madre de mis
amigos. Y tienes doscientos años. Simplemente no podría. Es…puag….en serio
¿cómo has podido pensarlo?
Sin embargo, Paul
recordó que la había besado. Para él no había significado nada en un sentido
sentimental. Simplemente le pareció un gesto tierno, propio para hacerlo como
despedida. Pero aun así agradecía que su padre no hubiera estado allí para
verlo. Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Patrick se encogió de
hombros, pareciendo decir "es algo que me podría esperar de ti". Vale,
sí. Su padre, a pesar de todo, le conocía muy bien: la edad y el parentesco con
alguien conocido no eran cosas que detuvieran a Paul en cuestión de relaciones.
Paul sintió que tenía que lavar esa mala imagen, y ya iba a empezar a decir que
desde que estaba con Tom no había nadie más en su vida, pero cuando habló dijo
algo diferente, y habló con tristeza, casi con nostalgia:
- No debes
preocuparte porque sea amigo de Ariel o deje de serlo. Todos los días la veo
morir al menos una vez, en alguno de mis viajes. Hoy ella también lo ha visto,
por eso te pedí que borraras su memoria.
- La muerte a ti no
te detiene, Paul. Puedes viajar al pasado.
"Joder, qué
frío." pensó Paul. Acababa de decirle que había visto morir a alguien
importante para él. Podría haber sido más comprensivo.
- Como te lo explico
para que lo entiendas… - murmuró Paul. A él le había llevado varios meses de su
tiempo de convivencia con Ariel el comprenderlo. – Imagina que tu vida entera
es una raya, dividida en 10 partes. Y yo, viajero del tiempo, de otra época,
entro en tu vida en la parte 6. Estoy contigo hasta la parte 7, y de pronto me
voy, y vuelvo en la parte 9. Para mí han pasado horas, pero para ti meses, o
años. Luego, te veo en la parte 10, para despedirte. Emocionalmente para mí no sería
fácil volver a la parte seis, donde estabas vivo, pero podría hacerlo. Lo he
hecho con Ariel. Pero ¿cómo sería para ti? Piénsalo. ¿Y si estás conmigo por la
mañana, y vuelvo por la tarde, cuando para mí han pasado años? Han pasado
muchas cosas. Cosas que no te puedo contar, y tú quieres saber. Eso, de alguna
manera, entorpece las relaciones. El hecho de que Ariel también viaje en el
tiempo no lo hace más fácil, sino más difícil. Ella también ha podido ver cosas
en ese lapsus del tiempo. Ir a otros momentos. Yo conviví durante un año con
Ariel, mientras estaba embarazada, vi nacer a los gemelos, que para nosotros
acaba de suceder. ¿Entiendes lo difícil que es? A veces me duele la cabeza al
intentar comprenderlo pro no puedes mantener una amistad en la que uno avanza
hacia delante, y otro avanza hacia detrás. No sé si volveré a ver a Ariel. Creo
que no, a no ser que sea ella la que viaje para encontrarme.
Patrick guardó
silencio, meditando esa explicación y tratando de entenderla. Era muy
complicado, pero creyó captar la esencia. Y captó algo más…
- ¿Conviviste un año
con ella? – preguntó, con escepticismo y enfado incipiente.
- Sin represalias –
protestó Paul, viendo que se iba a volver a enfadar – Estamos hablando, y nada
de lo que diga podrá ser utilizado en mi contra.
- Eso depende de lo
que digas.
- En ese caso
solicito un abogado.
Patrick, muy a su
pesar, tuvo que sonreír. Paul no solía ser descarado con él. Con él era muy
formalito. Pero hasta cierto punto le gustaba esa nueva faceta. Intuía que era parte
de la esencia de su hijo: una esencia que él no conocía.
- ¿Y aún pretendes
que me crea que en ese año no pasó nada?
- Nada de nada.
Aunque ella lo intentó.
- Te cae realmente
bien ¿no? Hablas de ella con afecto.
- Sólo me tenía a
mí. Estaba sola, embrazada, perseguida, y con la amenaza de un futuro nada
prometedor. Hablaba conmigo. Me contaba cosas. Me enseñaba. Me escuchaba. Cada
pequeño detalle que me atrevía a contarla sobre el Nick que conozco, se volvía
un mundo para ella. Creo que Nick se parece mucho a su madre. Peter es afilado
en las palabras, como ella. Pero Nick es… un buscalíos. Creo que eso es lo que
Ariel hacía mejor: meterse en problemas.
Patrick ladeó la
cabeza con curiosidad.
- A veces me
sorprendes, hijo. No hablas como un chico de tu edad. Hubiera jurado… en fin,
das el perfil de matón, pero eres observador…y sensible.
Paul se sonrojó ante
los halagos. No estaba acostumbrado. Intentó cambiar de tema.
- Recuerda que tengo
casi 21…
- En tus sueños,
hijo. Siempre he sabido la edad que tienes. Nunca se me ha olvidado el día en
que naciste, porque fue de los mejores de mi vida. Tienes sólo 19…
- No, papá. Un año
con Ariel ¿recuerdas? Entre todos los viajes que he hecho hasta ahora habré
pasado un año y cuatro meses, calculo yo. Así que en dos meses tendré
veintiuno.
Patrick abrió y
cerró la boca. Intentó contradecir aquello, pero se dio cuenta de que Paul
tenía razón. Frunció el ceño.
- No me gusta. -
dijo solamente, aunque pensó que se quedaba corto. Lo odiaba. Odiaba que su
hijo hubiera vivido un año sin él. Odiaba que el tiempo pasara para Paul sin
que él lo viera.
- Hombre, ya puestos
a mí tampoco. Estoy hecho un viejales.
Los dos se sumieron
en el silencio. Fue Paul quien lo rompió, al cabo de unos segundos.
- Así que por eso no
puedes hacer… lo que has hecho. Ya no soy un niño.
- Paul, has estado
un año de tu vida viviendo en el pasado con una demonio, y me lo has ocultado.
Creo que deberías estar agradecido por poder estar sentado, en vez de reclamar
nada, porque creo que ahora mismo quiero matarte.
Paul, sabiamente, no
insistió.
- ¿Eso es todo lo
que querías saber? ¿Cuál era mi relación con Ariel?
- No. Quiero saber
todo lo que tú sepas. Cuando descubriste tu poder me dijiste que podías usarlo
para arreglarlo todo. ¿Qué es lo que hay que arreglar exactamente?
- La muerte de
Christopher, la conversión al mal de Peter, y la destrucción del mundo, ya que
estamos.
Por alguna razón,
estas palabras no sorprendieron a Patrick.
- Paul… tengo que
saberlo…¿te has encontrado conmigo en el pasado ya?
- ¿"Ya"?
¿Eso quiere decir que nos vamos a encontrar?
- Hijo, sólo tú
puedes responder a esa pregunta.
Esa respuesta fue
una confirmación para Paul: por lo visto iba a encontrarse con Patrick en algún
momento. De ser así ¿qué le diría?
- Papá…sé que a idea
no te gusta…pero tengo que volver a viajar. Le prometí a Ariel que cuidaría de
Nick y Peter, y es lo que haré.
- No puedo
convencerte de que no lo hagas ¿verdad?
- Ni con todo el oro
del mundo.
- Ten cuidado.
- ¿Eso es un sí?
- Eso es un
"sigues sin pedirme permiso". Al menos, me estás pidiendo opinión.
Pero, diga lo que diga, vas a hacerlo igual. Así que sólo puedo esperar que
sepas lo que haces, y que seas sincero conmigo.
- Lo haré. Gracias,
papá.
- Nada de gracias.
Si te pasa algo te resucitaré, y entonces desearás estar muerto.
Paul tragó saliva,
porque aquello sonó a promesa solemne. Algo dentro de él le dijo que su padre
no tendría ocasión de cumplir su amenaza. De que aquello era una despedida. Eso
le hizo sentir un escalofrío porque, si bien pensaba estar mucho tiempo en el
pasado, su idea era regresar a ese mismo punto, de forma que para su padre el
tiempo no hubiera pasado. Pero si algo salía mal...si algo iba mal aquella era
su última oportunidad de ver a su familia.
- Dile a mamá que la
quiero, y a los enanos que les adoro. No voy a hablar con ellos, porque ya me
han visto llorar y no quiero que recuerden a su hermano como una nenaza.
Sin dar tiempo a una
réplica, Paul usó su poder y viajó atrás en el tiempo.
Apareció en una
consulta médica. Sin saberlo, su padre le había dado una idea de lo que tenía
que hacer. Le buscó con la mirada y allí estaba. Patrick Anderson. 25 años.
Médico recién salió de la carrera. Residente. Estaba mucho más joven. Diablos:
se parecía mucho a Paul. Primera ley de un viajero: no cambies el pasado. Sin
embargo su padre había insinuado que se iba a encontrar. Ergo, eso no era un
cambio, sino lo que tenía que pasar. Se acercó a él con inseguridad. Cuando
reparó en él, el joven médico le miró con extrañeza.
- ¿Te conozco?
- No exactamente.
Pero yo a ti sí.
- ¿Y eso que quiere
decir?
- Sin rodeos.
Patrick, sé que eres brujo.
Patrick abrió mucho
los ojos, miró a todos lados y se llevó un dedo a los labios.
- Podrían oírte.
¿Cómo lo sabes?
- Yo también lo soy.
Escucha: esto que estoy haciendo es peligroso. El tiempo es algo muy delicado.
Vengo… digamos que vengo de otro momento. Uno en el que las cosas van mal. Y
tengo que darte ciertas…instrucciones.
- ¿Instrucciones?
- Tu hijo. Paul, el
mayor. No te dejarán atar sus poderes. Te dirán que borres su memoria. Él… lo
entenderá. Algún día. Entenderá todas tus decisiones, si tú entiendes las
suyas. Si tú le perdonas por… lo que hará. Buscarás a éste hombre – dijo Paul,
y apuntó el nombre de Christopher – Le deberás un favor para toda tu vida,
óyeme lo que te digo. Se lo deberás, porque va a salvar la vida de tu hijo con
la suya propia. Él no tiene la culpa de lo que va a pasar.
- ¿Qué va a pasar?
- Fallará. – dijo
Paul, simplemente, y se iba a ir. Pero tuvo un presentimiento. - ¿Hay alguna
profecía en tu familia?
- ¿Qué?
- Profecía. ¿Hay
alguna?
- No…
En ese momento Paul
lo supo. Supo ver la ironía: él había escrito su propio futuro. Él había
sellado su destino, o iba a hacerlo, justo en aquél momento.
- Bien, pues apunta:
PROFECÍA DEL DESTRUCTOR
EL HERMANO MEDIANO,
HIJO DE LAS EMBRUJADAS, TRAERÁ LA DESGRACIA A NUESTRA FAMILIA. MATARÁ AL NIÑO
QUE COMPARTA EL PODER CON LA MADRE DEL DESTRUCTOR Y SERÁ EL CAUSANTE DE LA
MUERTE DE OTRO. PERO SU HORA NO LLEGARÁ HASTA QUE NO HAYA SALVADO A AQUÉL AL
QUE TIENE QUE MATAR. CAERÁ DESDE LO ALTO POR OCUPAR EL LUGAR DE SU PROTEGIDO.
- ¿Las Embrujadas? –
preguntó Patrick, después de escribir. – Las conozco. Murieron.
- Error. No lo
hicieron. Y Christopher es su hijo mediano.
- ¿Qué? ¡Entonces
ese tipo es un asesino!
Paul se mordió la
lengua para no responder.
"No, papá. Lo
interpretamos mal. El Destructor no es Chris, sino Peter.´El que comparta el
poder con la madre del Destructor´. Pensamos que hablaba de Jason y de
Christopher, porque Jason explotaba cosas como la madre de Chris. Pero habla de
mí y de Peter, porque yo viajo en el tiempo como Ariel. Chris fue "el
causante" de la muerte de Jason, y será mi asesino. Así se cumplirá la
profecía. Y morirá cuando decida salvarme, en vez de matarme. Caerá desde lo
alto para ocupar mi lugar."
Ariel le había
ayudado a descifrar aquello. Qué tontos habían sido. Qué tontos. Tenían todas
las piezas del puzzle, y lo habían armado mal. Todo por una sola idea… porque
nadie, jamás, habría pensado que Peter pudiera ser el Destructor. Pero lo era.
Peter era el Destructor del mundo. Y todo le había empujado a tomar una mala
decisión…la de elegir ser un luz blanca.
Paul sacudió la
cabeza. No debía adelantar acontecimientos. Patrick había empezado a hacer
preguntas, pero él las ignoró, y desapareció volviendo a viajar. Patrick se
sentó en la silla, derrotado, con una certeza: Christopher Haliwell era
peligroso. Debía alejar a su hijo de él. El pequeño Paul descansaba en casa
tranquilamente. Costaba a creer que pudiera sufrir ningún peligro. ¿Quién había
sido ese brujo? ¿Por qué le resultaba tan familiar?
….
Siguiente viaje.
Paul saltó en el tiempo pero a un momento no muy distante de aquél último.
Estaba frente a un orfanato. Una mujer pelirroja caminaba con dificultades, llevando
a dos niños junto a ella. Paul se escondió para que Ariel no le viera. Observó
a Peter, recodando la promesa que le había hecho a Ariel. Protegerle. Ser su
guardián. Su ángel de la guarda. Se quedó en su escondite hasta que Ariel se
fue. Después, cerró los ojos. Era la primera vez que intentaba un conjuro como
el que iba a hacer…pero supo que iba a funcionar:
El tiempo no existe
para éste viajero
Haz que pase pronto,
ligero.
Que pasen por él los
años sin miedo.
Vale, estaba claro
que tendría que mejorar sus rimas. Pero sintió una fuerte descarga de energía,
así que había funcionado. Se sintió muy débil: el viaje le había cansado, y el
hechizo aún más. Pero aún no había terminado. Sacó su carnet de identidad, y un
papel arrugado de su bolsillo.
Cambia éste papel,
para que muestre lo que quiero.
Que todos vean lo
que aparento y no lo que deseo.
Después, entró en el
centro. Se dirigió a la recepcionista. Sacó el papel arrugado, sabiendo que
para ella sería un documento oficial. Intentó que en su porte no se notara que
tenía veinte años. Intentó que no se notara que estaba cagado de miedo. Intentó
que no se notara que había sido un niño, que horas antes estaba en las rodillas
de su padre. Ya no era ese niño. Ya no lo sería nunca.
Se aclaró la voz
para presentarse.
- Buenas tardes. Soy
el señor Wright.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario