Chapter 91: El hijo pródigo
N.A.: Por fin llega
un momento que yo había estado temiendo, desde que surgió todo esto de los
mundos paralelos: tenerlos a todos juntos, y que no sea un caos. He intentado
que se entienda. En las situaciones en las que pueda haber confusión, he
llamado Chris 1, Peter 1 y Nick 1 a "los de siempre" y Chris 2, Peter
2 y Nick 2 a "los que antes eran malos". Realmente espero no haberme
equivocado con ningún nombre, que eso es algo que suelo hacer xDDDDD
REALIDAD 1
- Papá lleva con
Peter todo el día – protestó Nick, apoyado con fastidio en la mesa de la
cocina. Amy alzó una ceja al escuchar su queja.
- ¿Celos, Nick? ¿En
serio? ¿No estás ya mayor para el "papi no me hace caso"? Sobre todo
teniendo en cuenta lo que está pasando ahí fuera. Ya sabes, gente muriendo, el
mundo acabándose…
Nick se sintió un
poco tonto, porque Amy tenía razón, pero…
- Sí, pero papá no
está ahí fuera, sino ahí arriba con Peter. El tipo se va, roba los poderes de
mi abuelo, y cuando vuelve todo gira en torno a él.
- Esto es como la
parábola del hijo pródigo. – dijo Amy, sonriendo un poco, y al ver la cara de
extrañeza de Nick se explicó. – Ya sabes. El hermano egoísta se fuga, vive su
vida, y cuando vuelve y el padre le recibe con los brazos abiertos, el hermano
cumplidor se siente celoso por ser dejado de lado cuando él no ha hecho nada
malo.
Nick la siguió
mirando como si estuviera loca.
- ¿En serio no te
suena? ¿Nunca has tenido clase de religión?
- El que está puesto
en temas religiosos, libros y todas esas pijadas es Peter.
- Se supone que tú
eres el empollón. Esto es… ¡de cultura general! – insistió Amy.
- ¿Podemos dejar a
un lado mi ateísmo congénito, por favor? – dijo Nick exasperado. – Estábamos
hablando de mi gemelo malvado, nunca mejor dicho, y del complejo de Caín y Abel
que me va a entrar dentro de un segundo cuando suba ahí y me le cargue.
Amy rodó los ojos.
"Esa" historia bíblica sí le sonaba.
- Tu padre está…
solucionando algunos problemas con él.
- No importa de qué
dimensión venga: Peter siempre tiene problemas.
Amy le taladró con
la mirada. Nick llevaba toda la tarde de un humor muy negativo, y era raro
verle así. Iba a responder, pero entonces…
- Eso te lo concedo,
hermanito – dijo Peter. Nick se giró para mirarle, y lo supo: no era el clon.
Era el verdadero. Era SU Peter. Ahí, de pie, en la puerta de la cocina. Vivo.
Sano.
Nick recorrió la
distancia que los separaba en menos segundos de los que parecía posible. Le
abrazó, con tanta fuerza que le tiró al suelo. Peter se rió.
- Caramba, no sabía
que te ibas a alegrar tanto de verme.
- Yo tampoco –
confesó Nick. Se suponía que estaba enfadado con él. Había matado a alguien.
Aún no había superado eso… Pero Peter estaba allí, estaba bien, y todo lo demás
carecía de importancia.
- Yo también me
alegro de verte – dijo Peter, y le acarició el pelo. Ese gesto hizo que Nick se
sintiera más pequeño, como si Peter le sacara muchos años, o algo así. Le
observó bien. Peter tenía ojeras. Y, aunque le estaba sonriendo, sus ojos
estaban tristes. Tal vez su hermano no estuviera tan bien, después de todo.
- ¡Peter! –
intervino Amy, y saco a Nick de encima. Levantó a Peter, pero sólo para
aplastarle en un abrazo, con más fuerza de la que parecía posible para un
cuerpo tan pequeño. Lloraba, sin saber bien por qué, pero mayoritariamente de
alegría y alivio.
- Caray, qué
recibimiento – dijo Peter, un poco cohibido. - ¿No te va bien con papá, y
quieres probar con alguien más joven? Mira que ligarte a su hijo es un poco
fuerte…
- ¡Tonto! –
lloriqueó ella, soltando una risa a la vez, y dándole un golpe semicariñoso en
el hombro. - ¡Me alegro tanto de verte! ¿Estás bien?
- Voy tirando –
respondió Peter sabiendo que si decía "bien" la mentira se le podía
notar demasiado. No estaba bien. Estaba a punto de caerse a suelo. Las piernas
le temblaban, y todo en lo que podía pensar era "por favor, que no se
enteren de lo que he hecho". – Escuchad…no he venido sólo.
- ¿Qué quieres
decir? – preguntaron Nick y Amy a la vez, pero en ese momento Chris y Nick, que
habían estado esperando escondidos tras la puerta, entraron en la cocina.
Amy abrió mucho los
ojos, y alucinó. Miró a un Nick y luego a otro. Había aprendido a diferenciar a
ambos gemelos, y de pronto había un gemelo más… aunque éste estaba sucio, y
tenía el pelo más largo. Y luego estaba Chris…Amy tenía la tentación de
acercarse a él y darle un abrazo, pero algo en sus ojos le disuadió. Ese no era
SU Chris. Él no la quería. Él, de hecho, parecía mirarla como a una extraña, o
tal vez buscaba en ella algo que no podía encontrar.
Nick reaccionó de
forma muy diferente. Recordaba a ese Chris. Se había llevado a su hermano y
amenazado a su padre.
- ¡Tú! – gritó, y
avanzó hacia él. - ¡Rata del infierno! ¿Qué haces aquí?
El otro Nick se
encaró con él, como para proteger a su padre. Pero Nick1 tenía esa expresión
agresiva que ponía siempre antes de perder el control y liarse golpes. Peter
decidió frenarlo antes de que pasara algo de lo que tuvieran que arrepentirse.
- ¡Nick! No le
hables así. Está de nuestra parte.
- ¿De nuestra parte?
¡Él te secuestro! ¡Te llevó cuando estabas inconsciente, y por cierto, aún
tengo que matarte por eso! ¿CÓMO SE TE OCURRE CLAVARTE UN CUCHILLO?
- Él ya me mató.
Este que ves aquí es mi holograma, en serio. Parte de mí murió aquél día – dijo
Peter, en tono de broma, intentando aligerar la tensión. – De verdad que no
tienes nada que temer de él, Nick. Salvo si le enfadas.
- Oh, ¿y qué pasará
si le enfado? – escupió Nick. No entendía que mosca le había picado a Peter.
Tal vez había perdido el juicio. Tal vez estaba bajo un hechizo. Tal vez tenía
el síndrome de Estocolmo. Le daba igual. Ese tipo era una rata, y él iba a
devolverle a la alcantarilla de la que había salido. Avanzó hacia él y le
empujó contra una pared. No contaba con que Chris iba a devolverle el empujón.
Se dio cuenta no constante de que el hombre se contuvo para no tirarle al
suelo.
- Que podría darte
una zurra.- replicó Chris, hablando por primera vez. - Y eso si me pillas en un
buen día.
Peter observó
impotente el duelo de miradas. Casi sentía las chispas saltando.
- Ey, ey. Vamos a
llevarnos bien ¿vale? Nick, ¿dónde está papá? Quiero verle, tío, y arreglar
todo este follón.
- Está arriba, con
el hijo de este bastardo.
- ¿A quién llamas
bastardo? – dijo Chris, conteniendo su mano para no cruzarle la cara.
- A ti, está muy
claro. Pareces aún más idiota que tu hijo.
Peter pensó que
Chris le iba a dejar sin hermano. Y eso era algo que perfectamente podría haber
pasado, pero Amy intervino.
- Está bien, nos
relajamos todos. Peter ven aquí. Nick1 aléjate de éste hombre hasta que sepamos
si es peligroso. Nick2, tú quietecito, ahí, donde estás, que pueda verte. Y tú
– dijo, señalando a Chris - tienes muchas cosas que explicar.
Chris se quedó
mirando a esa mujer que sonaba de pronto muy imponente. Él había iniciado una
historia con la Amy de su mundo, pero murió antes de empezar, porque le robaron
a sus hijos. Aun así, se sentía inevitablemente atraído hacia esa mujer.
- No voy a seguir
tus órdenes, puta – respondió Nick2.
- Estoy cansada de
que tengáis todo el día esa palabrita en la boca – replicó Amy, pero antes de
poder hacer nada, asombró con cierto asombro como Chris le daba un bofetón a su
hijo. Fue algo muy flojo, casi como quien le da un golpecito en la boca a un
niño pequeño, pero el chico sobrerreaccionó. Las pupilas se le dilataron, y
salió corriendo.
- Genial. ¡Nick,
espera! – gritó Chris.
Pero Nick no esperó.
Salió de la cocina como si su vida dependiera de ello y fue hacia la puerta de
salida. La abrió, pero vio que fuera estaba lloviendo aquella extraña sangre de
la que le habían hablado. Cerró la puerta y, sintiéndose atrapado, corrió
escaleras arriba. Al llegar arriba, se chocó con alguien y perdió el
equilibrio.
Chris 1 y Peter 2
habían oído gritos, y se decidieron a bajar. Pero, nada más llegar a las
escaleras, Chris se chocó con alguien. Por reflejo, le cogió de la chaqueta y
así impidió que el chico rodara por las escaleras.
- ¡Nick! ¿Qué rayos
te..? Espera un momento…Tú no eres Nick.
- ¡Peter! – gritó
Nick, reconociendo a su hermano, a pesar del cabio de look. Se fundieron en un
abrazo.
- ¿Es tu hermano? –
preguntó Chris, a pesar de que era evidente. - ¿Qué haces aquí?
Pero Nick no
respondió, y siguió abrazando a Peter, llorando un poco. Chris se enterneció
mucho, y por eso intentó acariciarle el pelo, pero Nick no se dejó. Estaba
claro que era el Nick del mundo de Peter 2.
- Nick, ¿qué pasa? –
preguntó Peter.
- Vamos, no llores.
¿Le has echado de menos? – preguntó Chris.
- Conozco a mi
hermano. No lloraría por esto. No hace tanto que no nos vemos, al fin y al
cabo. Él estuvo secuestrado conmigo. No. Así es como llora cuando
tiene…problemas con mi padre.
- ¿Vuestro padre
está aquí? – preguntó Chris, y obtuvo su respuesta al ver subir a su alter ego
por las escaleras. Chris tal vez hubiera saltado al cuello del Chris 2 por lo
que había hecho. Tal vez no. Nunca lo supo, porque el mundo se detuvo cuando
vio que detrás de él subía Peter. SU Peter. Su niño. Casi no le dejó subir, y
bajó a su encuentro, sin importarle nada más.
- Papá…- susurró
Peter, pasando los brazos alrededor de su cuello, y comenzando a llorar. Le
había encontrado. Por fin, ahí estaba. Ya había llegado a dudar que fuera a
volver a verle. Había llegado a dudar el volver a estar en esos brazos algún
día. Todo su dolor, toda su pena, todo su miedo por ser odiado por aquello en
lo que se había convertido, se desvaneció mientras lloraba en el hombro de su
padre.
Una escena parecida
tuvo lugar entre Chris 2 y Peter 2. Hacía más de tres meses que no se veían.
Chris no pensaba soltarle nunca. Sin embargo, ellos fueron los primeros en
soltar el abrazo, pero sólo para incluir a Nick 2.
- Ven aquí, tú,
mocoso deslenguado.
- ¡No! ¡Me has
pegado!
- Ha sido un
golpecito de nada, porque no me gusta que digas esas cosas.
- Ese es justo el
problema…¡que si te gusta! – lloriqueó Nick.
- Ya no. Sé que han
cambiado muchas cosas, cariño, y necesitamos tiempo para hacernos a la idea.
Ven aquí, y dame un abrazo. Quiero tener a mis dos chicos juntos.
Nick se acercó poco
a poco a él, y le abrazó. Y así Peter 2 se dio cuenta de que había algo extraño
en su padre. Tal vez Chris tuviera razón y él también había cambiado.
Amy se había quedado
algo apartada, y al cabo del rato carraspeó para hacerse notar.
- Me gustan los
reencuentros más que a nadie, pero…ya sabéis… el fin del mundo, universos
paralelos, tipos malvados que aparecen con hijos desaparecidos…¿quién va a ser
el primero en preguntar?
Chris 2 observó a
Chris 1. Ese era el hombre al que tenía que matar. Al estar todos en aquél
mundo corrían un gran peligro de estropear el cosmos. Ese era un claro
desequilibrio de poder. No podían permanecer todos ahí por mucho tiempo…Y él
tampoco podía demorar lo que tenía que hacer. Debía matar a ese Chris, coger su
cadáver, y cruzar el portal de nuevo con sus hijos. Pero no podía hacerlo ahí,
delante de todos…Se fijó en que su alter ego también le estaba mirando. Dio un
beso en la cabeza a cada uno de sus hijos y se separó de ellos.
- Tú y yo deberíamos
hablar… a solas.
Chris asintió. Tenía
un par de cosas que decirle a aquél roba hijos…y luego tenían que arreglar un
desastre cósmico juntos.
- Bajemos al salón –
sugirió Chris 1. Eso no beneficiaba al plan de Chris 2. Cuanto más lejos de
niños y novias enfurecidas mejor. No quería que le vieran hacer… lo que debía
hacer. No podía, simplemente, matar a Chris en aquella casa, con sus hijos.
- Preferiría salir.
Para estar a solas de verdad. Te diría de ir a tomar una copa – prosiguió Chris
2, con algo de sorna – Pero estoy intentando dejar de beber.
Chris alzó una ceja.
¿Eso era un chiste? De todas formas lo de "a solas de verdad" le hizo
pensar en malas noticias, y en la necesidad de alejar a su familia de ellas,
así que aceptó.
- Podemos hablar en
el P3. La calle no es segura, de todas formas, así que tenemos que estar a
cubierto.
- ¿Qué? ¡No! ¡No
tengo ningún interés en ir a un club de streapteasse – dijo Chris 2.
- ¿Club de
streapteasse? El P3 no es un club de streapteasse ¡es un pub!
- En mi mundo no.
Chris se quedó
mirando a su alter ego con ambas cejas levantadas. ¿En serio? Intentó imaginar
su local en un sitio de ese tipo. No podía, simplemente.
- Aquí es un lugar
seguro. Aunque quizá debamos ir a casa de mi hermano Wyatt. Le debo una visita,
de todas formas. Su hija no se despierta.
Chris no era tonto.
No quería verse con su alter ego de un mundo malvado sin testigos. No confiaba
lo suficiente con él. Sin poderes era un blanco fácil, y eso le recordaba que
tenía que pedírselos a Peter.
- El P3 estará bien
– comentó Chris 2, tratando de sonar casual. Wyatt era lo que menos necesitaba
en ese momento. El "todopoderoso Wyatt". Era un guardaespaldas
perfecto, y estropearía todos sus planes. Chris se dio cuenta de sus
reticencias, y frunció el ceño. Se olía una trampa.
- Iremos a casa de
Wyatt.
- Oh, por favor
¿queréis dejarlo ya? – intervinieron los dos Peters. Lo dijeron a la vez, y se
miraron con curiosidad y un asomo de sonrisa. Después, continuó sólo Peter 1 –
Han pasado muchas cosas, papá, y realmente no creo que debamos separarnos.
Recuerda eso del divide y vencerás.
- Cierto. – concedió
Chris. - Además, aún hay muchas preguntas que necesitan ser respondidas. ¿Por
qué te llevaste a mi hijo? – preguntó, sin más rodeos.
Chris 2 meditó su
respuesta. No podía mentir delante de Peter 1.
- Cumplía órdenes.
- ¿De quién?
- De alguien con
poder para chantajearme, porque tenía a mis hijos.
- ¿De quién? -
insistió Chris.
- De Barbas.
- ¿Barbas? ¿No se
supone que vuestro Barbas es bueno? El demonio de la esperanza, y todo eso…
- No MI Barbas, sino
TU Barbas.
- Eso es imposible.
Le derrotamos.
- Y regresó. Tiene
esa fea costumbre ¿verdad?
- ¿Está en vuestro
mundo? – preguntó Chris.
- Bravo, genio –
intervino Nick 2, con bastante sarcasmo.
- ¿Qué planea?
- Bien no lo
sabemos, pero quizá nosotros podamos decir algo más sobre eso - dijo Peter 2 –
Pasamos tres meses con él. Él fue quien me secuestró, Chris. Supongo que ya
puedo decirlo. Él me secuestro, y me envió aquí, diciéndome que me hiciera
pasar por tu hijo. No sé lo que pretendía, porque ese tipo es listo, y ya
debería haber sabido que tú me descubrías enseguida. Realmente creo que
planeaba algo más…algo que se nos escapa.
Empezaron a discutir
sobre las intenciones de Barbas al intercambiar a los dos Peters. En especial,
al enviar allí al Peter del universo malo. Amy les dejó hablar, y ponerse al
día. Muchas de esas cosas para ella no tenía sentido. Sentía como si viera
doble, y la cabeza le daba vueltas. De hecho, tuvo que ir al baño a vomitar,
aunque realmente dudaba que sus nauseas tuvieran que ver con aquella
confluencia de Chrises, Nicks, y Peters. No. Sus vómitos eran algo mucho más
biológico…Pero en ese momento no quiso pensar en aquello. Se fue alejando poco
a poco, y fue a la habitación de Leo. Pensó que el niño podía seguir dormido…No
respetaban mucho los horarios desde que el cielo estaba siempre oscuro, con
nubes de tormenta. Chris y Peter se habían pasado toda la noche hablando. Nick
y ella no habían dormido. Y por lo visto, Leo tampoco. Al entrar, le encontró
inclinado sobre su escritorio, con boli y papel. Recitaba algo en voz alta.
Por los poderes
antiguos,
pesando en todo el
que huye
Yo te lo pido, yo te
lo ordeno,
llévate ésta lluvia
que todo destruye
Amy vio que Leo
miraba por la ventana, como esperando algo que no debió suceder, porque sus
ojitos mostraron decepción.
- Leo, ¿qué haces? –
preguntó.
El niño se
sobresaltó al oírla. No había notado su presencia. Escondió el papel con
rapidez pero sabía que ya era tarde. Al menos, se dijo, se trataba de Amy. Tal
vez no estuviera en problemas.
- Intento hacer un
conjuro, para acabar con la lluvia, pero mi magia no tiene efecto.
- Parece difícil.
¿Por qué no le pides ayuda a tu padre? Aunque no tenga magia, puede decirte lo
que tienes que hacer…
- ¡No necesito la
ayuda de papá! – protestó Leo. No era un inútil. Los conjuros se le daban bien.
– Lo que pasa es que no se puede. Da igual las palabras que use, no pasa nada.
- Aun así, tu padre
tal vez…
- ¡Papá tampoco
podría hacer nada! – insistió el niño, algo nervioso y Amy le miró con
suspicacia.
- No te deja hacer
esto ¿verdad? No te deja hacer magia sin permiso…
- Magia sí. Conjuros
no – respondió Leo, en voz baja. – Si equivocas una palabra puedes hacer algo
peligroso.
- Y si sabes que no
puedes ¿por qué lo estás haciendo?
- Porque alguien
tiene que hacer algo.
- ¿Y tienes que ser
precisamente tú, un niño de ocho años?
Leo se levantó de la
silla como un resorte, y taladró a Amy con la mirada.
- ¡Yo al menos tengo
magia, y no soy inútil como tú y papá!
Amy frunció el ceño,
se acercó a él, y le dio un azote suave. Antes de poder asombrarse de lo
espontáneo que le había salido, los ojos de Leo se llenaron de lágrimas.
- Lo siento, campeón,
pero no puedes hablarme así ni decirme esas cosas.
- ¡Y tú no puedes
llamarme campeón, tonta! ¡YA TE HE DICHO QUE ASÍ SÓLO ME LLAMA PAPÁ!
A Amy le dolía la
cabeza, y los gritos no contribuyeron a que se sintiera mejor. Aun así, estaba
dispuesta a tener paciencia con aquél niño que en las últimas horas había visto
al fantasma de su madre muerta, había descubierto que el mundo se iba a pique,
y vivía con el miedo de que a su padre le pasara algo, porque una profecía se
cernía sobre ellos. Le acarició la cabeza.
- Perdona. Es de
tanto oírselo a tu padre, se me pega. No te llamaré así, pero tú no puedes
decirme tonta. Deja eso, Leo. Es muy noble de tu parte intentar detener la
lluvia, pero no está en tu mano hacerlo. Tu padre tiene la teoría de que se detendrá
cuando todo el mundo esté en el universo que le corresponde. Cuando tenga lugar
la profecía.
- ¡No voy a dejar
que esa profecía se cumpla! – declaró Leo con rotundidad, y volvió a agarrar el
boli y el cuaderno. – Detendré la lluvia, y detendré eso también.
- Hallaremos la
forma, cariño – dijo Amy con suavidad, y le quitó el cuaderno.
- ¡Dámelo!
- Tú mismo lo has
dicho: hacer conjuros es peligroso.
- ¡Qué sabrás tú!
¡No tienes magia! ¡DÁMELO! – exigió el niño. Y, como Amy no se lo daba, intentó
cógelo con el poder de su mente. Ella lo notó y se aferró con fuerza. Entonces
Leo, enfurecido, levantó la mano y, sin llegar a tocarla, la empujó. Se miró
asombrado: era la primera vez que lograba mover a una persona. Más asombrada
estaba Amy, que se había caído al suelo. Se hizo algo de daño. Se tocó la tripa
con paranoia, y se enfureció.
"Aún es
pronto" se dijo. "No puede haberle pasado nada. Aún es pronto. Casi
es demasiado pronto hasta para las náuseas. Sólo dos semanas."
Eso no la
tranquilizó mucho, pero la sirvió para controlar su enfado. Se dio cuenta de
que no era la única que se había asustado. Leo la miraba entonces con miedo.
- Yo… no quería…
Se acercó a él, y
vio que retrocedía.
- Amy… no te
enfades.
- Si me enfado. No
puedes tratarme así. No puedes infravalorarme porque yo no tenga magia.
- No te enfades –
repitió Leo, al borde del llanto. Amy suspiró.
- En realidad no
estoy enfadada – le confesó, y se sentó en la cama del niño. –Pero tú te has
portado muy mal, y ya sabes lo que viene ahora ¿me equivoco?
- ¿Me vas a
castigar? – preguntó Leo, con una voz tan triste que tendría que estar
prohibida.
- Me temo que sí.
Entonces, Leo empezó
a llorar.
- Si papá se entera
de que he usado magia contra ti me va a matar.
- No, Leo. Tu padre
jamás haría eso. – dijo, intentando tranquilizarle. Se le acercó, y le dio un
abrazo.
- Me pegaría con el
cepillo. Y por hacer conjuros también.
- Yo no voy a
hacerlo – respondió Amy, tras pensárselo – Pero sí te voy a castigar.
Leo se separó un
poco de ella, y la miró. Salió de la protección de sus brazos e intentó dejar
de llorar. Por un segundo pensó en salir corriendo, en protestar, o en intentar
disuadirla, pero la experiencia le decía que no daría resultado.
- ¿Se lo dirás a
papá?
- Sí. Pero también
le diré que ya fuiste castigado.
Leo se mordió el
labio. Bueno, podía ser peor. Se quedó de pie, a su lado. Los dos se miraron.
Amy estaba confusa. El niño parecía medianamente dispuesto. Había aceptado lo
que iba a pasar, pero se quedaba ahí, de pie, sin hacer nada. No entendía que
Leo estaba esperando una señal. Algo así como un "ven aquí". Al
final, Amy le cogió en brazos con suavidad, y se le puso en las rodillas. Tras
tres larguísimos segundos de pensárselo muy bien, dio un pequeño tirón para
bajar la ropa del niño. Cogió aire, notó que Leo también lo hacía, y comenzó.
SWAT SWAT
- No puedes usar tus
poderes contra mí.
SWAT SWAT
- No puedes coger
algo cuando te lo he quitado, por tu bien.
SWAT SWAT
- No puedes
gritarme.
SWAT SWAT
- Y no puedes hacer
conjuros si tu padre te lo ha prohibido.
SWAT SWAT
Amy se detuvo, y
notó que Leo temblaba sobre ella. Muy enternecida, le levantó, y le vio llorar.
Le colocó la ropa con movimientos lentos, y le dio un beso en la frente. Leo
seguía llorando, y empezó a sollozar, como si le viniera del corazón. Por un
segundo, Amy no supo que hacer.
Leo no sabía por qué
estaba llorando así. Amy no había sido dura para nada. Sabía que normalmente la
habría ido mucho peor, después de lo que había hecho. Pero se sentía muy mal.
Muy vulnerable. Y muy triste, porque seguro que, pese a lo que le hubiera
dicho, Amy estaría muy enfadada con él.
- Ya, mi niño, ya. –
susurró ella, y le dio un beso en la frente. Le dio un abrazo y le meció un
poco, pero Leo seguía llorando. Cada vez más fuerte.
Chris creyó percibir
el inconfundible sonido de su hijo llorando. Interrumpió la conversación sobre
Barbas, que de todos modos estaba entrando en bucle sin llegar a nada útil, y
fue a ver. Al entrar en la habitación de su hijo se quedó muy impactado. Lo
primero que le vino a la cabeza fue una gran furia, por el convencimiento de
que Amy había hecho daño a SU hijo. Luego vio que ella le estaba consolando,
pensó con la cabeza, recordó que se trataba de Amy, y entendió que era más
probable que Leo llorara por un castigo, o porque le había pasado algo malo que
lo entristecía. No tuvo ocasión ni de preguntar, porque cuando Leo le vio…
- ¡Papi! – llamó, y
Chris estuvo junto a él en un milisegundo. En otro milisegundo, le tomó en
brazos, arrebatándoselo a Amy.
- ¿Qué pasó,
campeón?
- Papi, Amy me odia.
Chris miró a Amy en
actitud inquisitiva.
- Yo no te odio,
cariño. ¿Por qué dices eso?
Leo no respondió, y
siguió llorando. Chris le dio un beso.
- No te odia,
campeón.
- La he hecho
enfadar. La grité y usé mi magia contra ella.
- ¿Qué hiciste qué?
- La empujé. Sin
tocarla.
Chis tardó unos
momentos en asimilar que los poderes de su hijo estaban ya muy desarrollados.
Quería estar enfadado por lo que Leo había hecho, pero se sentía sobretodo
orgulloso por el poder de su pequeño, y preocupado por lo triste que parecía.
- No te odio, cariño
– repitió Amy – Te he castigado, porque eso es algo que no puedes hacer, como
lo de los conjuros, pero no te odio. Yo te quiero mucho.
Leo la miró con los
ojos muy abiertos, deseando creer esas palabras.
- ¿De verdad?
- De verdad.
- ¿Me perdonas?
- Ya estás
perdonado, cariño.
Leo intentó entonces
salir de los brazos de Chris para volver a los de ella, pero Chris le retuvo un
poco más.
- ¿Cómo es eso de
los conjuros?
- Intentaba detener
la lluvia…- explicó Leo, muy bajito.
- ¿Haciendo un
conjuro? – preguntó Chris, como para asegurarse, con mucha incredulidad. Leo
asintió.
- Pero no te enfades
tú también… - le pidió, y Chris recordó que Amy ya le había castigado. Se
apostaba algo a que había sido muy blanda, pero le había castigado. Y él no
tenía corazón para castigarle otra vez.
- Nunca más ¿me
oyes, Leo? O sí que me enfadaré.
- Nunca, papi. Pero
tenemos que parar esa lluvia…
- Deja que papá se
encargue de eso – dijo Chris, y le dio un beso en la cabeza. Se dio cuenta de
que hasta el momento su hijo había hecho más que él mismo. Era tiempo de dejar
el banquillo, y volver al campo. Era tiempo de actuar. – Le diré a Peter que me
devuelva los poderes – susurró, como para sí.
- ¿A Peter? ¿Y cómo?
Si aún no le hemos encontrado…
- Sí lo hemos hecho,
campeón. Está aquí.
- ¿¡QUÉ!? ¿Y me lo
dices ahora? – dijo Leo, saltando bruscamente sobre las piernas de Chris. Dejó
de llorar de pronto, y salió de la habitación como un resorte, mucho más
tranquilo. Si estaban todos juntos, todo saldría bien. Si Peter estaba allí,
todo iría mejor. Estaba convencido de eso.
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