Chapter 40: Verdades y sonrisas
Chris había
"fingido" enfadarse con Leo cuando tenía que regañarle, y alguna vez
se había enfadado de verdad, pero jamás había pensado que su hijo fuera
"malo". Un poco trasto, tal vez. Desobediente…¿y quién no? Pero
siempre había creído que su hijo tenía buen corazón. Chris se sintió horrible
cuando dudó durante un segundo que fuera en realidad así. Dudó por primera vez
de algo que siempre había sido una certeza en su vida. Se quedó mirando a Leo
como si tuviera frente a él a un desconocido. Y Leo se dio cuenta. Leo vio la
forma en la que su padre le miraba, y salió corriendo. Aquello hizo reaccionar
a Chris, que llevaba casi un minuto mudo y quieto como una estatua.
"Es Leo. ¿De
verdad te estás planteando que tu hijo sea malo?"
No, Chris no se lo
estaba planteando en serio. Pero…había habido una realidad en la que Wyatt se
había pasado "al otro bando". Chris no podía creérselo, su hermano
era una gran persona, pero había un mundo en el que era un asesino que usabas
sus poderes para el mal. Hubo un mundo en el que alguien cambió a su hermano, y
le hizo malvado. Chris sabía que eso no le había pasado a Leo, pero si empezaba
a usar sus poderes de manera irresponsable, podía llegar a pasar.
"No los ha
usado para hacer daño. Ha hecho más pequeños a sus hermanos. Se trata de algo
irresponsable, no de algo malvado" se dijo. No terminaba de entender las
motivaciones que Leo había tenido para aquello, pero podía intuirlas. Se dio
unos segundos para pensar en lo que le iba a decir a su hijo, y luego fue a
buscarle. Leo estaba llorando, tumbado sobre su cama. Aquello terminó de
convencer a Chris de que era el mismo niño de siempre, y aquella otra más de
sus travesuras, sólo que ésta vez con magia de por medio. Le levantó de la cama
y le abrazó. Leo lloró contra su pecho con un llanto que le salía del corazón.
- ¿Me odias? –
preguntó el niño. No le había dicho "¿Aún me quieres?" sino
directamente "¿me odias?". Chris se reprochó el haberle hecho dudar a
su hijo de su afecto. La forma en la que le había mirado le había hecho daño.
- No, Leo. Eso
jamás. Pero lo que has hecho…y encima puedo ver…puedo ver que estás orgulloso.
Que te sientes satisfecho de haber transformado a tus hermanos. Yo…hijo….yo
pensé que les querías.
- ¡Y les quiero! –
afirmó Leo con seguridad.
- Entonces…¿por
qué….por qué has usado la magia contra ellos? Nosotros no hacemos eso. No
usamos la magia para cosas malas, pero menos…menos contra la familia.
- No les he hecho
daño – dijo Leo, a la defensiva. Se limpió la cara, decidido a ser valiente y
dejar de llorar. Ya sabía que era probable que su padre se enfadara con él. –
No he usado la magia para atacarles. Les he hecho niños para que no puedan
irse. Para que Peter no se vaya, y tenga que crecer aquí, conmigo. Para que
podamos ser una familia de verdad, y no de mentira.
Chris meditó
cuidadosamente las palabras de su hijo. Él había intuido que algo de eso podía
haber, pero no imaginaba lo profundo que era el sentimiento de Leo. Lo de
"familia de verdad" le había tocado. Tenía tantas cosas que decirle a
causa de esas palabras que no sabía por dónde empezar.
- Leo, tus hermanos
no se van a ir a ningún sitio.
- Puede que hoy no.
Pero escuché decir a Peter que se iba de casa. Y me di cuenta de que en poco
tiempo podrá hacerlo. De que si un día tú no estás para impedírselo, o él es
mayor para que se lo impidas, lo hará.
Chris suspiró, y con
delicadeza, ya que no quería ser brusco, sentó a Leo a su lado. Quería mirarle
a la cara mientras le hablaba y quería asegurarse de tener toda su atención.
Decidió que iba a ser sincero, porque además Leo se daría cuenta de si no lo
era.
- En algún momento
se irán, Leo. Yo ya no vivo con los abuelos.
- Pero les sigues
viendo. Y a Wyatt. Y a la tía Melinda, aunque viva lejos.
- Y Nick y Peter nos
verán también. Aún queda mucho para que se vayan, pero cuando lo hagan vendrán
a verte, y tú irás a verles a ellos.
- Eso no lo sabes.
Sólo han sido mis hermanos por un tiempo. Ni siquiera somos hermanos de verdad.
- Leo, no digas eso.
No tienen tu sangre, pero son tus hermanos.
- No. En el colegio
usan tu apellido, porque no tienen otro. Pero aún no son mis hermanos. Aún
puede venir uno de esos señores y decir que se van con otro padre.
Leo no había dicho
"con otro papá". Tampoco estaba hablando con el tono agudo y tierno
característico de su voz infantil. Su voz no era más grave que de costumbre,
pero su tono sí. Era un tono que parecía decir "Sé que es así, así que no
me mientas". Chris estaba buscando la mejor forma de responderle cuando
Leo continuó, porque no había terminado:
- Cuando vinieron
aquí dijiste que eran mis hermanos. Y así les he tratado. Pero es evidente que
ellos no piensan lo mismo, o Peter jamás habría dicho que se iba….sin mí.
Porque si Peter se va, o si se va Nick, se llevarían el uno al otro. O vendrían
a buscarse. Pero me dejarían a mí. Peter es el hermano de Nick, y Nick el de
Peter. ¿Dónde encaja Leo en toda esta historia? Ellos no han tenido nunca un
padre, pero siempre han tenido un hermano. Vivir cinco meses aquí no les
convierte en hermanos míos. Yo no he crecido con ellos. Yo no he estado allí.
Sólo soy alguien a quien tienen que cuidar. No soy un igual para ellos, es lo
que he intentado decirte siempre. Ahora que son pequeños tienen que quedarse
aquí. Tienen que estar aquí conmigo y tal vez así me sientan como un hermano.
Así me aseguro de que se quedan en mi vida.
Chris parpadeó. Se había
quedado sin palabras. Por desgracia sabía que en parte Leo tenía razón: Nick y
Peter tenían un vínculo muy especial, y de hecho Nick ya se había escapado de
algún lugar en el pasado, siempre pensando en volver algún día a por Peter.
Pero él realmente creía, y no porque quisiera pensarlo sino porque le parecía
de verdad que era así, que los gemelos querían a Leo con la misma intensidad,
aunque de forma diferente a como se querían entre sí. ¿Cómo hacer que Leo lo
entendiera?
- Tienes razón, Leo.
Vivir cinco meses con ellos no hace que seas su hermano. Es lo que sentimos
hacia los demás lo que define la relación que tenemos con ellos. Nick y Peter
sí sienten que son tus hermanos. Hoy Peter te ha llamado hermano varias veces.
Te ha puesto ese nombre. Leo, tú eras su hermano mucho antes de que yo fuera su
padre. ¿Sabes lo que me costó que me dijera papá? Aun a veces ahora, cuando se
enfada, me llama Christopher. Pero hoy estaba enfadado contigo, y ni aun así te
ha negado como hermano. Yo sé que tú también les sientes como hermanos, y
nadie, nunca, jamás, podrá cambiar eso. Da igual lo que diga ningún papel, o
ningún señor. Te aseguro que no voy a permitir que nada los aleje…ni siquiera
ellos mismos. Peter no quería irse en serio, Leo. Sólo estaba enfadado. Pero si
se hubiera ido de verdad, yo le habría encontrado, y le habría traído a casa.
Sé que son mayores y que te hubiera gustado crecer junto a ellos, pero aún
tienes mucho tiempo que pasar a su lado. No tienen fecha límite, Leo. No se van
a marchar en unos meses, y espero que tampoco en unos años. Y cuando sea el
momento de que vivan solos, tú te pasarás el día en su casa, y ellos en la
tuya. ¿Acaso no ves cómo lo hacemos Wyatt y yo? Siempre seréis hermanos.
Siempre. Y si Peter o Nick se olvidan de eso en algún momento, me encargaré de
recordárselo. Si Peter se vuelve a ir sólo por estar enfadado, iré a buscarle y
le volveré a traer.
Chris habló con
vehemencia y Leo le escuchó. Se quedó dándole vueltas a eso de que "Es lo
que sentimos hacia los demás lo que define la relación que tenemos con
ellos". ¿Era de verdad así? ¿Si él les sentía como hermanos eso quería
decir que lo eran? Y…¿ellos le querían de verdad? Supuso que esa última parte
tenía que hablarla con ellos, y de pronto se dio cuenta de que…no podía hablar
de eso con un crío de 4 años…Se dio cuenta de que Nick y Peter ya no eran
"Nick y Peter". No eran los hermanos que él conocía. Cambiar la edad
de alguien implica cambiar algo más que los años y el tamaño. Peter ya no sería
reflexivo, amable y generoso, y Nick ya no sería gracioso, cómplice e
incondicional. Sus hermanos eran niños, y ya no iban a cuidar de él, sino que
sería él quien tendría que cuidarles. De pronto se dio cuenta de que por mucho
que odiara que le dijeran lo que tenía que hacer…iba a echarlo de menos. Se
había autoconvertido en el hermano mayor. Durante unos segundos, sólo pudo
sentirse horrorizado. Pero luego miró a su padre. Pensó en todo lo que le había
dicho. Y al ver cómo le miraba supo que estaba esperando una respuesta. Decidió
darle una que sirviera también para calmar alguna de sus inquietudes:
- Si yo me
fuera…¿también irías a por mí? – preguntó el niño. Chris había repetido varias
veces que haría eso con Peter y con Nick, y Leo quería asegurarse de que a
pesar de lo que había hecho estaba dispuesto a hacerlo también por él. Chris
supo captar la inseguridad del niño. Ese "¿aún me quieres?" que uno
no podía evitar preguntar cuando ha metido la pata a lo grande. En cierta forma
a él le había pasado lo mismo con Peter: había necesitado saber que su hijo le
había perdonado.
- Sí, Leo. Claro que
iría a por ti.
- ¿De verdad?
- De verdad de la
buena. Iría a por ti y me aseguraría de que no te fueras nunca más. Te diría lo
mucho que te quiero y estarías en un buen lío por haberte escapado – le
aseguró, en un tono relajado en la última frase pero sin que fuera por ello
menos en serio.
- ¿Y ahora? ¿Ahora
estoy en un buen lío?
Aquello empezaba a
parecerse más a las preguntas que Leo solía hacerle tras haberse metido en
problemas. Ya no parecía tan orgulloso de su hazaña, y desde luego no estaba
nada contento. Reconoció la mirada arrepentida que le ponía siempre después de
que le regañara.
- ¿Crees que has
hecho algo malo? – le preguntó, intentando ver qué pensaba realmente el niño.
- Sé por qué lo he
hecho, y creo que no es malo querer que Peter y Nick se queden conmigo para
siempre. Pero sí está mal haberles obligado a hacerlo, y haberles convertido en
algo que no son.
"Buena
respuesta. Muy buena."
- Además, ya no
estoy tan seguro de que haya sido una buena solución – siguió Leo – porque ya
no son Nick y Peter. Todo lo que me gusta de ellos habrá desaparecido.
- No, desde luego no
ha sido una buena solución en absoluto. Una de las primeras cosas que
aprendiste fue que la magia no se usa en beneficio propio.
Aquello sonó más
como un regaño que toda la conversación anterior, y Leo asintió, sabiendo que
cualquier otra respuesta no hubiera sido bien recibida.
- Tienes un don,
Leo. No pasa nada si te ayudas de tu poder para mover cosas con la mente,
siempre que no abuses de ello y tengas cuidado de que no te vean, pero con los
conjuros es diferente. La magia no es un juego. Y no puedes usarla sobre la
familia. Incluso aunque no pretendas hacerles daño. Antes de hacer algo, debes
pensar en las consecuencias: tú mismo te has dado cuenta de que en realidad no
querías convertir a tus hermanos en dos bebés.
Leo volvió a
asentir. Chris suspiró. Iba a decirle algo muy difícil. Algo que en realidad no
quería decir, pero que era necesario.
- Leo, voy a hacer algo
que no me gusta nada, pero que a ti va a gustarte aún menos.
- ¿Me vas a dar unos
azotes? – preguntó el niño con voz triste.
- No. Voy a atar tus
poderes.
Leo abrió mucho los
ojos. Él no usaba mucho sus poderes. A veces se divertía al mover el cepillo de
dientes con la mente, y cuando se aburría jugaba con los objetos en el aire. Su
cuarto lo recogía con sus poderes, pero por lo general, no los usaba mucho,
dado que aún no los había desarrollado del todo. Siempre se había sentido un
poco mal porque su padre de bebé ya movía cosas y orbitaba y era muy poderoso.
Él no era un luz blanca, y su poder de brujo aún era muy débil, aunque, tal y
como había demostrado, los conjuros se le daban bastante bien. Aunque no los
usara, aquello era parte de él. Era su esencia. Saber que estaban ahí, que
podía usarlos si los necesitaba le daba mucha seguridad. Y le hacía sentir
especial. Si su padre le quitaba eso ¿qué le quedaba?
- ¡No puedes hacer
eso!
- Sí puedo, campeón,
y voy a hacerlo. Lo siento.
- ¡No!
- Espero que así
aprendas a usarlos con más responsabilidad.
- ¡No! – gritó Leo,
más fuerte. Se puso de pie y miró a su padre con profunda indignación.
- Si vas a tener una
rabieta, piénsatelo dos veces – le avisó Chris, firmemente, pero con tono
amable. Entendía el rechazo del pequeño: él no hubiera soportado que le ataran
los poderes y de hecho jamás había pensado en hacérselo a Leo, pero era
necesario que el niño aprendiera a hacer buen uso de ellos.
Leo tuvo un instante
de indecisión. Captó el tono de advertencia en la voz de Chris, además ya era
mayor para coger y ponerse a patalear. Hacer eso era vergonzoso. Pero estaba
enfadado y, aunque no iba a tirarse a suelo a llorar como un niño pequeño, no
podía permitir simplemente que le quitaran SUS poderes.
- ¡No puedes hacerlo!
– repitió, y trató de darle una patada. Chris le sujetó.
- Eh, eh, eh. ¿Qué
es eso de pegarme? ¡Pero bueno!
- ¡No lo puedes
hacer! – repitió Leo, revolviéndose para librarse del agarre de su padre. Cerró
los ojos y se concentró, pero Chris adivinó lo que iba a hacer.
- Leo, no se te
ocurra usar tus poderes contra mí. Puede ser peligroso. ¿Qué pensabas mover,
además? ¿Y para qué crees que te iba a servir?
- Pensaba hacer que
me soltaras.
- Aun no puedes
mover personas.
- ¡Y por tu culpa
nunca podré! ¡Tonto! – gritó Leo, y trató de darle una patada de nuevo. Chris
se lo volvió a impedir, y le tumbó en su regazo, boca abajo. Dejó que se
debatiera un rato, hasta que el niño finalmente se calmó, al ver que sus
esfuerzos eran inútiles. Siguió moviéndose, pero para intentar soltarse y no de
la manera furiosa en la que lo había estado haciendo. Chris no le dejó.
- No es para
siempre, Leo. Liberaré tus poderes de nuevo cuando crea que estás preparado.
Aquello hizo que Leo
se quedara quieto.
- No pensaba pegarte,
Leo, pero darme patadas y llamarme tonto es algo por lo que sabes que siempre
vas a ganarte unos azotes. – dijo Chris, con calma, y le bajó el pantalón. Leo
intentó levantarse, pero Chris mantenía una mano sujetándole por la cintura.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Luego le puso de
pie, y le volvió a colocar el pantalón. Leo estaba más calmado, y también
lloraba un poco, pero eran más bien lágrimas de rabia.
- Ahora, te lo
vuelvo a repetir: voy a atar tus poderes. Te pongas como te pongas lo voy a
hacer. Y, como te he dicho, no va a ser para siempre. Para tu tranquilidad, te
diré el momento exacto en el que lo haga, aunque creo que lo sentirás.
Leo sorbió por la
nariz y asintió, llevándose una mano a la carita y frotándose los ojos. Se llevó
la otra mano a la espalda y se la frotó también. Chris le dio un beso.
- Te he castigado
porque tú has querido – le dijo, pero con voz suave – Sabes que no puedes ir
por ahí dando patadas, y a papá menos. Anda, deja de llorar y vamos abajo:
vamos a encontrar la forma de que tus hermanos vuelvan a ser los de antes.
- ¿Puedes hacer eso?
- Aun no sé cómo,
pero lo haré. Por suerte, lo de los conjuros es cosa de familia, así que todo
lo que se hace se puedes deshacer – le dijo Chris en tono tranquilizador, y le
guiño un ojo. Se mostró confiado, pero realmente no tenía idea de cómo iba a
hacerlo. Bajaron abajo, y Chris vio que Wyatt estaba en el suelo con los Nick y
Peter de 4 años, jugando con ellos y con Ariel. Los niños reían, y Chris sintió
algo especial, como que tenía la posibilidad de disfrutar de un atisbo de la
infancia de sus hijos que no había podido vivir con ellos. Leo fue hacia Wyatt
y le abrazó. Normalmente hubiera abrazado a Peter, pero ahora era un niño más
pequeño que él, y abrazarle no le consolaba ni le hacía sentir seguro. Wyatt
abrió los brazos para él.
- Ey, enano. ¿Qué,
te han castigado? – preguntó con naturalidad. Leo asintió, haciendo un puchero.
- Papá es malo.
Wyatt rió.
- Bueno, no creo que
tú hayas sido precisamente un ángel. ¿Has sido tú el que ha convertido a tus
hermanos? Lo siento, pero yo también te habría dado unos azotes.
- No me ha pegado
por eso. Me va a quitar mis poderes y yo me he enfadado.
- Oh – dijo Wyatt,
algo sorprendido. Cruzó la mirada con Chris y luego se volvió a fijar en Leo.
- ¡Es malo! –
repitió Leo.
- Ya tenemos el
veredicto del juez ¿eh? ¿Y qué vas a hacer al respecto? – preguntó Wyatt, con
voz inocente.
- ¿Qué quieres
decir?
- Si es malo, habrá
que hacer algo. ¿Ya lo has pensado?
- ¿Algo como qué?
- Como castigarle.
Dices que va a quitarte tus poderes, y eso no puede ser, con lo responsable que
tú eres con ellos. Qué sabrá él de poderes ¿verdad?
- Bueno, él también
tiene…- dijo Leo en voz bajita.
- Es igual, no puede
decirte a ti como se usan ¿verdad que no? Si tú ya sabes cuándo y cómo hay que
usarlos y nunca te equivocas…
- Sí que me
equivoco…- murmuró Leo – Nick y Peter son bebés y yo en realidad no quería eso.
- ¿Cómo?
Entonces….¿te has equivocado? ¿Has usado mal tus poderes? ¿Tú? ¡No puede ser! –
exclamó Wyatt, teatralizando un gesto de sorpresa.
- Un poquito… -
reconoció el niño. – Tendría que haberlo pensado mejor antes de hacerlo…
- Y no será….no sé,
se me ocurre…¿no será que eso es justo lo que tu padre te quiere enseñar y por
eso va a quitarte tus poderes? – dijo Wyatt, aun con esa voz cómplice e
inocente.
- A lo mejor…
- Entonces ¿sigue
siendo malo? A lo mejor sólo quiere enseñarte a hacer las cosas bien. ¿Qué
dices? ¿Le perdonamos?
- Bueno… - accedió
Leo, consciente de que le habían engañado de alguna manera para que acabara
dándole la razón, pero sin entender bien cómo.
- Ya has oído,
Chris, estás perdonado – declaró Wyatt, muy serio, pero mirando a su hermano
con ojos divertidos.
- Menos mal –
respondió Chris, siguiéndole el juego. Le devolvió una mirada de
agradecimiento, y se acercó a ellos. Se sentó en el suelo al lado de Nick y de
Peter, que acariciaban a Ariel a cuatro manos. – Nick, no le tires de la cola –
le dijo al gemelo que llevaba la ropa de Leo.
- ¿Y yo? – preguntó
Leo, pegándose a él. - ¿Yo estoy perdonado?
- Ya sabes que sí,
campeón – le dijo Chris, y le atrajo hacia sí para abrazarle.
- ¿Por lo de las
patadas también?
- También. Ven,
siéntate. Ariel aún tiene un poco de espacio para dos manitas más.
Leo se sentó entre
las piernas de Chris y se unió a sus hermanos. Les miró con curiosidad. Eran
tan pequeñitos…¿Él era tan pequeñito hacía sólo cuatro años? ¡Pues sí que había
crecido! De pronto los gemelos quisieron acariciar la misma parte de Ariel e
intentaron hacerse hueco a la vez. Nick-niño le dio un manotazo a Peter-niño.
- ¡Quita! – le dijo.
- ¡Papi! - se quejó
Peter, levantándose y yendo hasta él. Se hizo un hueco junto a Leo.
- Nick, no se pega –
regañó Chris, serio, pero sin alzar la voz. Dio igual. Aquél tono no le gustó
nada a Nick y se echó a llorar.
- ¡Tito! – dijo, y
fue a abrazar a Wyatt.
Los dos gemelos
lloraron a coro, de esa forma tan sonora que tienen de llorar los niños
pequeños.
- Vamos Nick, pídele
perdón a Peter y daros un abrazo ¿vale? – dijo Chris en tono conciliador. Nick
salió de los brazos de Wyatt e hizo lo que le pedía.
- Anda pero si te
hace caso – comentó Wyatt, guasón. - ¿Seguro de que ese es Nick?
- No seas malo. Nick
siempre me ha hecho caso.
- Sí, claro.
- En serio. Nick
hace "mucho ruido" y se enfada, pero el que está acostumbrado a hacer
lo que quiere es Peter.
- No deberíais
hablar como si no estuvieran – dijo Leo – Son pequeños, pero no tontos. Y, para
que conste, Peter no hace lo que quiere. Es muy bueno.
- ¿Le estás
defendiendo? – preguntó Chris, divertido. - ¿Tan pronto haces de hermano mayor?
- ¡Es que es bueno!
– dijo Leo, y de pronto se puso triste – Quiero que vuelva. El de verdad. El
mayor.
- Lo sé, campeón.
Volverán, te lo prometo. – dijo Chris, y le dio un beso en la cabeza. – Ya es
hora de que se acuesten, y ahora veremos cómo lo solucionamos.
Leo debía de tener
razón en eso de que eran pequeños pero no tontos, y se enteraban de todo. La
palabra "acostarse" no fue muy bien recibida.
- No, a la cama no –
protestó Peter, y Nick pareció estar de acuerdo con su hermano.
- Sí, a la cama sí –
dijo Chris, sonriendo. Pequeño o mayor, Peter nunca quería irse a la cama.
- Por faaaa
- No hay
"porfas" que valgan, Nick, es hora de dormir. Los niños buenos ya
tienen que estar acostados.
- ¡Pues no quiero
ser un niño bueno! – dijo Nick.
- ¡Ni yo tampoco! –
corroboró Peter.
- ¿No? ¿Entones no
queréis que os lea un cuento antes de dormir?
- ¡Sí, sí que
quiero! – dijeron los niños a la vez.
- Los cuentos sólo
se les leen a los niños buenos.
Nick y Peter se
miraron.
- Yo quiero un
cuento – dijo Peter.
- Pues entonces
tienes que ir a la cama.
- ¡Vaaaale!
Chris sonrió,
saboreando el triunfo, sabiendo que si Peter accedía Nick accedería también.
Les llevó al piso de arriba, y les dio una camiseta a cada uno, de las que se
ponían con su tamaño "normal" para que la usaran de pijama. Les
llegaba por las piernas. Tras intentar varias veces que cada uno durmiera en su
cama, se rindió y dejó que durmieran los dos en la cama de Peter, que era
bastante grande para ambos.
- Cuento, papá – le
recordó Peter.
Chris se vio en un
pequeño apuro. ¿Qué cuento les iba a leer? Pero entonces entró Leo con un
librito en la mano.
- Era mi favorito
¿recuerdas?
- Sí, campeón.
Muchas gracias. ¿Te quieres quedar mientras se lo leo?
Leo asintió, y se
sentó en la cama, comenzando a balancear las piernas. Chris empezó a leer, y la
cara de interés de Nick y de Peter era digna de verse. Chris cambiaba la voz
para ellos, y aquello les encantaba. Miró de reojo a Leo, y vio que él
disfrutaba también, aunque era un cuento que ya era algo infantil para él. Al
final, Leo también se quedó dormido. Chris iba a cogerle para llevarle a su
cuarto y que se cambiara cuando entró Wyatt.
- Déjale, no le
despiertes.
- No está cambiado.
- ¿Qué más da?
- No pueden dormir
los tres juntos.
- ¿Por qué no? Caben
perfectamente. Anda, déjale. Quítale los zapatos, eso sí.
Tras pensarlo un
segundo, Chris hizo lo que decía su hermano, y le dio un beso a sus hijos antes
de salir. Sólo cuando estuvo fuera de la habitación se permitió suspirar, y se
apoyó en la pared, con cansancio.
- ¿Te encuentras
mal? – le preguntó Wyatt – Tú también deberías acostarte, o mañana te
encontrarás peor, Mr. Griposo.
- Y una porra. Tengo
que ver cómo soluciono esto.
- En ese caso,
sugiero buscar en el Libro de las Sombras. Pero tienes que contarme un poco
mejor lo de Leo. ¿Por qué lo ha hecho?
- Vio que Peter se
iba de casa, y se hizo algunas ideas equivocadas – respondió Chris, mientras
echaba a andar para subir al desván – Por cierto, gracias por lo de antes. Has
sido un abogado estupendo, aunque preferiría que me hubieras declarado
inocente.
- Es que inocente no
eras. Has castigado a mi sobrino y lo has dejado sin poderes. Si me hubiera
dicho que te castigara lo habría hecho, que lo sepas.
- Tu sobrino la ha
liado buena – se defendió Chris. – En serio, gracias, Wy.
- No tiene
importancia. Tómalo como compensación por haberle dicho a mamá lo de Amy.
Chris se rió, pero
luego se puso serio.
- No es sólo por
esto. Gracias por echarme una mano con….todo, desde que no está Bianca. Sé que
a veces te he puesto en una situación comprometida, por venir a ayudarme
dejando a tu familia.
- ¿Estás tonto? Tú
también eres mi familia. Lo que tienes que hacer es llamarme cuando lo
necesites, y no esperar a que lo haga tu hijo. Por cierto…¿qué paso con Peter?
- Metí la pata a lo
grande. El pobre siempre se lleva todo lo malo…Lo que menos quiero es hacerle
daño yo también.
- Chris, eres
humano. Y un buen padre. Date un respiro ¿vale? Y vamos a ver qué podemos hacer
con ese conjuro.
Resultó que los
chicos volverían a la normalidad por sí solos, al cabo de tres días. Chris se
dijo que podía haber sido peor. Podía justificar que no fueran tres días al
colegio, diciendo que estaban malos. Se aferró a eso, y se preguntó qué iba a hacer
en aquellos tres días. Porque intuía que no iba a ser fácil.
Con ayuda de su
hermano, ató los poderes de Leo. Tal como había dicho, era algo temporal, pero
aún no sabía hasta cuándo iba a prolongarlo. Estuvo hablando con Wyatt un rato,
y luego su hermano se fue, con la promesa de volver al día siguiente, cuando
acabara en el P3. Chris le dijo que no iría, ya que tenía que ocuparse de los
dos gemelos, y se acostó enseguida. Estaba cansado y volvía a encontrarse mal.
La luz del día trajo
otros síntomas del resfriado, como tos y congestión nasal, pero también un poco
de optimismo. Chris encontró el lado positivo a todo aquello: tenía tres días
de disfrutar de una etapa de sus hijos que se había perdido. Fue a despertarles
y al verles a los tres dormiditos, sintió la tentación de hacerles una foto.
Fue a por la cámara. Nick dormía apoyado en Leo, y Peter estaba literalmente
despatarrado sobre la cama, las sábanas ya totalmente fuera de su sitio. Les
observó unos segundos más, y luego procedió a despertarles. Los gemelos se
frotaron los ojos con idénticos movimientos. Leo se hizo el dormido, como hacía
siempre, pero Chris ya le conocía y no se dejó engañar.
- Vamos, campeón,
que tienes que ir al colegio.
- ¿Y Nick y Peter?
- No, ellos no van.
A ver cómo iba a explicarles a sus profesores que de pronto tienen cuatro años.
Escucha, campeón, anoche até tus poderes. Así que si te sientes raro, es por
eso.
Leo no dijo nada.
Evidentemente no estaba contento con la idea, pero no montó ningún número.
- ¿Ya sabes cómo cambiarles
otra vez?
- Volverán a tener
su edad dentro de tres días.
Leo no dijo nada.
Pero poco a poco, sonrió.
- ¿Tengo tres días
de hermanos pequeños?
Chris quería sonreír
con él, pero sabía que no debía hacerlo.
- Sí. Pero no estés
tan contento, podía haber sido mucho peor. No vuelvas a hacer nunca algo como
esto. Prométemelo, Leo.
- Te lo prometo.
- Bien. Ahora a
vestirse, vamos. Y luego a desayunar.
Chris se bajó a Nick
y a Peter, decidiendo que ya les haría vestirse luego. Ellos no tenían que ir a
ningún sitio y con la camiseta podía bastar para estar en casa. Wyatt vino para
llevarse a Leo al colegio, junto con sus hijos. Chris se lo agradeció, y se
quedó sólo con los gemelos.
Se había
acostumbrado a tener dos hijos adolescentes y un niño de ocho años bastante
independiente. Pronto descubrió que a los Nick y Peter de cuatro años no podía
dejarles solos. Le seguían a todos lados. Ariel también le seguía.
- No te han paseado
¿verdad Ariel? Peter no puede encargarse ahora de ti. Y yo no puedo salir y dejarles
aquí.
Total, que decidió
salir con Nick y Peter a la calle y pasear a la perrita. No iba a tenerles los
tres días encerrados en casa. Si le veía algún vecino podría decir que eran los
hijos de Melinda, su hermana. Ella no tenía gemelos, pero eso nadie tenía por
qué saberlo.
Vistió a los gemelos
con ropa antigua de Leo. Descubrió que Peter no dejaba de parlotear. Hablaba de
cualquier cosa: de su ropa, de la de Chris, del cuento que les había leído el
día anterior, de otro cuento que Chris creía no conocer pero que luego
descubrió que era una versión libre de Peter Pan…a veces lo que decía no tenía
mucho sentido, porque no conectaba una cosa con otra. Chris estaba acostumbrado
a un Peter retraído y silencioso. Aunque su hijo podía llegar a hablar bastante
en algunos momentos, no solía hablar sobre cosas insustanciales sólo por el
placer de hacerlo. Pero su yo infantil sí. Chris se preguntó si siempre había
sido así: si Peter había sido parlanchín de niño y con los años, y los traumas,
se había ido retrayendo.
El que no hablaba
tanto era Nick. El niño parecía más a gusto curioseando cosas, tocándolo
todo…Chris le dio su móvil con la esperanza de que no lo rompiera, y lo
bloqueó, ya que sabía que Nick iba a apretar todos los botones. El niño no se
estaba quieto. Chris le dejó hacer mientras acaba de vestir a Peter, aunque sin
quitarle un ojo de encima no fuera a hacer algo peligroso.
Cogió a cada uno de
una mano, y se enredó la correa de Ariel en la mano con la que agarraba a
Peter. Así, salió de casa con los niños, y acabaron en un parque. Nick era
feliz. Corría por aquí, corría por allí, se subía a esto, se subía a lo
otro…¡Cuánta energía! Peter parecía enamorado de los columpios. Chris dejó
suelta a Ariel un rato, y se puso a darle impulso a Peter. Descubrió que estaba
disfrutando de aquello: de la compañía de sus dos hijos, como no había podido
hacerlo hasta el momento. Nunca había pensado que tendría la posibilidad de
compartir un pedacito de infancia con ellos. Claro, que aquello no era su
infancia…¿Qué era? ¿"Adoleinfancia"?
Los problemas
vinieron cuando llegó la hora de irse. Básicamente, sus hijos no estaban por la
labor. Nick llegó a agarrarse a una barra con mucha fuerza. Chris temió hacerle
daño si tiraba, así que tuvo paciencia. Y más paciencia. Y nada. Nick hizo un
berrinche de los que hacen historia, y no se soltaba de la barra. Al final,
Chris le dio un golpecito en la mano.
- Te he dicho que te
sueltes – le dijo, y Nick se soltó, pero empezó a llorar con más fuerza, esta
vez sin ser del todo un berrinche. Chris le cogió en brazos, y cogió a Peter de
la mano, tras enredarse de nuevo la correa de Ariel, que había estado husmeando
cada árbol del parque.
- Shhh, cielo, deja
de llorar – le dijo Chris con voz suave. – Ya pasó, bebé. Anda, no llores.
- Buh – respondió
Nick, haciendo un puchero. Poco a poco se calmó, pero no se soltó de Chris, que
le llevó en brazos todo el camino. Soltó un momento la mano de Peter para
colocarse a Nick en una postura más cómoda, y Peter cogió y salió corriendo.
- ¡Peter! – llamó, y
el niño regresó. – No puedes separarte de papá, ¿vale, tesoro?
El niño le dio la
mano de nuevo, y siguieron andando.
- Quiero llevar a
Ariel – dijo Nick.
Chris no sabía si
era buena idea. La perrita era un cachorro, pero tenía fuerza. El Peter semiadulto
tenía que correr bastante cuando la paseaba, así que el Nick niño podía tener
problemas.
- Lo siento, cielo,
pero no puedes.
- ¡Yo quiero! –
protestó el niño.
- Ariel tiene mucha
fuerza, cariño. Te tiraría al suelo.
- ¡Soy fuerte!
Chris sonrió.
- Eso no lo dudo,
Nick, pero incluso los chicos fuertes como tú se caerían al suelo al llevar a
Ariel.
- Sólo un ratito.
- No puede ser,
cielo.
Nick empezó a llorar
de nuevo, pero Chris estaba inmunizado a los gritos de "quiero esto"
y "quiero aquello". Leo no era pedigüeño precisamente porque había
descubierto que por mucho que le llorara a Chris no iba a conseguir lo que
quería. El sonido era molesto, y a Chris le había empezado a doler la cabeza
dado que aún no estaba curado, pero supo ser paciente. Cuando Nick llevaba un
rato llorando, Chris le dijo:
- Yo no llevo en
brazos a los niños que lloran. Si sigues así te voy a tener que bajar.
Nick siguió, así que
le bajó, y cuando soltó a Peter un momento para hacerlo, Peter volvió a
alejarse de él.
- ¡Peter! – llamó, y
el niño le miró, pero no se movió de donde estaba. – Peter, ven aquí.
El niño pareció
dudar si hacerle caso.
- Ven – insistió
Chris, y estiró la mano para que se la cogiera. Pasito a pasito, Peter volvió.
Quedaba muy poco para llegar a casa, así que cogió a cada niño de una mano y en
apenas un minuto estaban dentro.
- Peter, te dije que
no podías separarte de mí, y lo has hecho.
- Fue sólo un
momento.
- Te dije que no lo
hicieras. Me has desobedecido. – dijo Chris, con voz tranquila, pero seria. Cogió
una silla y la puso en un rincón. – Quiero que te sientes ahí hasta que yo te
diga.
- Pero si yo me he
portado bien. ¡Ha sido Nick el que ha llorado! – dijo Peter, amenazando con
echarse a llorar.
- Desobedecerme no
es portarse bien. Siéntate ahí.
Peter lo hizo, con
carita muy triste. La silla estaba colocada de forma que Peter quedaba mirando
al rincón. Chris le quitó la correa al perro, y le pareció oír que Peter
lloraba. Le dio pena, pero sabía que no podía ceder.
- Sin llorar, Peter.
Quiero que pienses en lo que has hecho mal ¿entendido?
Peter no le
respondió, pero se quedó en silencio. Chris le dejó allí dos minutos, que fue
lo que tardó Nick en olvidarse de que también estaba llorando. Pasados los dos
minutos, le sacó de la esquina, y Peter le dio un abrazo. Le rompió el corazón
cuando le preguntó:
- ¿Ya puedo llorar?
- Ya, tesoro, no
pasa nada. No hay por qué llorar. Si te digo que no te alejes no lo hagas
¿vale?
Peter asintió, con
carita triste.
- Buen chico. Ahora
corre a lavarte las manos. Se de dos niños que van a comer fresas con nata.
Las comidas que les
gustaban de mayores les gustarían también de pequeños ¿no? Le gustaba que
comieran algo a media mañana. Algo sano, como fruta, y la favorita de los
chicos eran el plátano y las fresas. Al Peter pequeño sí que pareció gustarle
la idea, por que corrió al baño. Nick le miró, como esperando que le dijera lo
que tenía que hacer.
- Ve a lavarte, Nick
– le indicó con una sonrisa.
Estaban comiendo
fresas con nata, o nata con fresas, cuando llamaron al timbre. Chris no
esperaba a nadie. Era pronto para que llegara Wyatt y además él no usaba el
timbre, así que fue a abrir con cautela. Al observar por la mirilla vio a Amy,
y dudó sobre si debía abrirla.
"¿Qué hace
aquí?"
No le pareció bien
dejarla en la calle. Pero no podía dejar que viera a Peter y Nick así…
- Chris, ¿estás ahí?
¿Estás mejor?
Chris se mordió el
labio. Vaciló un momento y se apoyó en la puerta.
"¿Abrirla o no
abrirla? Esa es la cuestión"
Amy volvió a llamar,
y el cerebro de Chris quedó silenciado por sus ganas de verla. Abrió la puerta.
- Hola, ojos azules.
¿Cómo te encuentras? ¡Cuánto siento haberte contagiado!
- Estoy bien, Amy.
Veo que tú ya estás curada.
- ¡Papi! – llamó
Nick, corriendo hacia él. Peter vino detrás.
- ¿Papi? – preguntó
Amy, confundida.
- Son…los hijos de
Melinda, mi hermana – dijo Chris, sin pensar.
"A ella no
deberías mentirle…" dijo su conciencia.
- ¿Y te llaman papá?
- Son pequeños…-
dijo Chris. Esa excusa le sonó pobre hasta a él.
- Qué casualidad que
también tenga gemelos – comentó Amy, y se agachó. – Hola, peque. ¿Cómo te
llamas?
- Soy, Nick, Amy –
dijo el niño, frunciendo el ceño. No parecía entender por qué ella no le
conocía.
Amy miró a Chris
exigiendo una explicación. Esa mirada parecía decir "Soy inocente, pero no
tanto."
-
Gemelos…Nick….Papi….Esos ojos azules idénticos a los de tus hijos….¿Qué está
pasando, Chris?
- Yo he…de verdad
que no te lo puedo decir.
- Mira, estoy
pensando cosas muy raras. ¿Te dedicas a secuestrar gemelos y a ponerles el mimo
nombre?
- No, claro que no…
- No, por supuesto.
Porque estos no son otros gemelos ¿verdad? Ese niño me conoce. Y se llama Nick.
Y tiene sus ojos. Chris…¿qué…? ¿Cómo…?
Chris frunció el
ceño. No parecía tener más remedio que decirle la verdad. Tenía miedo de que no
pudiera encajarlo. De que se asustara. De que decidiera odiarle. De que le
tomara por loco…
- Puede que quieras
sentarte…- dijo, invitándola a pasar.
Tras dudar un
momento, Amy entró, y se dirigió al salón. Se sentó tal como Chris le indicaba,
y esperó. Chris la miró evaluativamente, buscando la mejor manera de hacer
aquello…Lo segundos pasaron…
- Entonces, ¿quiénes
son estos niños, Christopher?
- Pues…son mis
hijos. Son Nick y Peter.
- ¿Los que tenían 17
años hace unos días? ¿Quién está loco? ¿Tú, yo, o los dos?
- Nadie,
Amy…Hay….hay algo que tú no sabes y que….es importante que sepas.
Chris cerró los ojos
y los volvió a abrir. Decidió que una demostración práctica podía ser lo mejor.
Era brutal y contundente, pero también irrefutable. Orbitó un vaso de la cocina,
que se materializó en su mano. Amy abrió mucho los ojos, y lo observó como
esperando que volviera a desaparecer.
- Debo de seguir
teniendo fiebre…
- No, Amy. Me temo
que no.
- ¿Qué es esto,
alguna clase de broma?
- Me temo que
tampoco. Soy brujo. Y luz blanca. – dijo Chris, y le contó todo. Le contó su
historia, quiénes eran sus padres, lo que hacían, lo que podían hacer…Amy no le
interrumpió ni una sola vez. Chris concluyó diciendo lo que había pasado con
los gemelos, aclarando que era algo temporal. Cuando terminó de hablar, esperó
a que Amy dijera algo, pero la mujer se limitó a mirar a los niños, que
jugueteaban a su alrededor. Parecía estar en estado de shock. Chris no quiso
presionarla, pero necesitaba ver alguna reacción. Necesitaba saber lo que estaba
pensando…- Di algo – pidió al final, tras cerca de dos minutos de silencio.
- Tengo que irme –
dijo Amy, y se puso de pie.
- ¿Qué? No, espera.
Amy por favor…
- Tengo que irme –
repitió ella, pero luego añadió – Te…te llamaré. Tengo que…tengo que pensar…asimilar
todo esto.
Sin esperar a que
Chris respondiera, salió de la casa, atropelladamente. Casi como…como si
tuviera miedo de él. Chris se aferró a ese "te llamaré". Se aferró
con todas sus fuerzas.
- ¿Por qué se ha ido
Amy, papá? – preguntó Peter.
- Sólo venía a ver
cómo estaba.
"Y se ha ido
con más información de la que necesitaba".
Chris jugó
distraídamente con sus hijos, sin prestar mucha atención en realidad. Su mente
estaba puesta en Amy. Siempre había sabido que, si seguían saliendo, en algún
momento se tendría que enterar de lo que él era. Pero no esperaba que fuera
así, y desde luego, no tan pronto. Pese al miedo que sentía, pese a lo
preocupado que estaba, se sintió aliviado. Cuando abrió la puerta lo hizo
sabiendo lo que iba a pasar, que iba a enterarse y que ya no habría vuelta
atrás, pero ya no quería tener más secretos. Le tocaba a Amy mover ficha, y
decidir si la verdad le gustaba tanto como le había gustado la mentira.
- Pero papá, mírame
– protestó Peter, y Chris hizo un esfuerzo por salir de las profundidades de su
cerebro. Peter hizo una especie de voltereta, y se sintió muy orgulloso cuando
sacó, con cierta dificultad, la cabeza de entre sus piernas.
- Muy bien, tesoro –
alabó Chris, aunque en realidad se había parecido más a rodar como una croqueta
que a hacer una voltereta. Peter se mostró muy contento por su buen
recibimiento, y siguió haciendo cosas para que Chris le mirara.
"Nunca le ha
gustado ser el centro de atención, pero sí le gusta tener púbico"
reflexionó Chris, acordándose del día del concierto. A Peter le gustaba que los
demás evaluaran sus habilidades. Parecía necesitar que lo hicieran. Chris se
dio cuenta que, aunque trece años más jóvenes, sus hijos estaban ahí, en esos
niños. Se dio cuenta de que en verdad eran los mismos Nick y Peter que él
conocía.
Al pensar en Nick,
se dijo que hacía un rato que le había perdido de vista. Le buscó, y le vio
subido en el sofá, de pie.
- Nick, baja de ahí
– le pidió, pero el niño no le hizo caso. – Nick, baja.
Para el niño, estar
ahí era muy divertido. Peter no ira el único que sabía hacer piruetas. Nick
decidió que saltar en el sofá era una gran demostración de habilidades, y se
puso a ello. Vio el otro sofá más allá de la mesa, y se dispuso a saltar, pero
Chris se había levantado, y le cogió a tiempo de evitar que lo hiciera. Era lo
mismo que había hecho Leo el día anterior, y era muy peligroso. Chris se
preguntó si Nick recordaba aquél suceso y lo había hecho por eso, pero en
realidad el motivo daba igual: podía caerse. Se planteó quitar esa mesa. Puso a
Nick en el suelo y se agachó hasta ponerse a su altura.
- Nick, eso no se
hace – le dijo, muy serio. Pero el niño sólo se rió. Chris se esforzó por hacer
que le entendiera. – Si lo vuelves a hacer, te daré en el culo.
Nick se dejó de reír.
Chris esperaba que fuera capaz de recordarlo. Siguió jugando con los dos un
rato más, y luego se fue a hacer la comida. Les dejó viendo un programa
infantil en la televisión. Al poco tiempo, sin embargo, le pareció oír el
rechinar de unos muelles, y salió de la cocina. Nick estaba saltando en el sofá
otra vez. Chris suspiró. Nick le vio y se sentó rápidamente, como esperando que
no le hubiera visto. Chris se acercó a él, y le puso de pie.
- ¿Qué te he dicho,
Nick?
El niño no
respondió. Chris suspiró otra vez, y colocó al pequeño sobre sus rodillas.
PLAS PLAS PLAS PLAS
Le dio muy flojito,
y sobre el pantalón, pero Nick lloró mucho. Chris le levantó, y le sentó en su
regazo. Le estrechó contra su pecho.
- Tienes que hacerme
caso, corazón – le dijo, mimándole un poco. Nick le miró con sus ojitos
llorosos, y se limitó a abrazarle. Chris le dio un beso en la cabeza. Era tan
pequeñito… - ¿Verdad que no vas a volver a subirte ahí?
Nick asintió, y
Chris le sonrió con mucha ternura. Le dio un abrazo muy grande y se levantó,
con él aun en brazos. Le estuvo haciendo reír durante un rato, para que se
olvidara de que estaba llorando, y funcionó. Cuando vio que ya no lloraba le
dejó en el suelo, y observó a ver qué hacía. Durante un rato Nick se agarró a
su pantalón, como si no quisiera estar en otro lado que no fuera allí, junto a
él. Pero luego e acercó al sofá, y se sentó. Miró a Chris como diciendo
"¿Lo ves? No me pongo de pie, sólo me subo". Chris le sonrió.
- Eso es, Nick –
alabó – Los sofás son para sentarse.
Chris se dio la
vuelta para volver a la cocina, y buscó a Peter, que de pronto no estaba en la
habitación. Sintió un nudo en el estómago, pero luego se dio cuenta de que eso
era normal: no iba a quedarse en la misma habitación todo l rato.
"Leo era uno
para dos padres. Ellos son dos para mí sólo"
Se fue a buscar a
Peter, sólo para ver qué estaba haciendo, y le encontró en las escaleras,
intentando arrancar la moqueta del suelo. En cuanto se dio cuenta de que Chris
le estaba viendo, se detuvo y escondió la manos, como diciendo "Yo no
estoy haciendo nada". Los ojos le brillaban con picardía, y en los labios
tenía una sonrisa infantil. En ese momento no se parecía en nada a
"Peter". Era una versión feliz y desenfadada de él. Una versión que
no había sufrido… o no recordaba haberlo hecho. Chris le dio un abrazo muy
grande y se puso a hablar con ese tono agudo con el que a veces se habla a los
niños, totalmente embelesado.
- ¡Pero cómo te
quiero, madre! – le dijo, y le hizo cosquillas. Peter se rió con gorgoritos y
se dejó hacer, totalmente encantado. - ¿Estabas jugando con la moqueta? – le
preguntó, y Peter asintió, sin estar muy seguro de si iba a enfadarse por eso.
- ¿Me enseñas cómo?
Peter se puso a
levantar la alfombra, y Chris lo hizo con él. El único problema que traía
aquello es que luego tendrían que lavarse las manos. A Chris no le importaba
que tratara de quitar la barra que mantenía la moqueta en el suelo: si lo
conseguía bastaba con que él la volviera a poner luego. Los niños eran
curiosos, y a él le daba igual que le desarmara la casa entera mientras no
fuera peligroso. Sí aprovechó para hacerle una pequeña advertencia:
- Cuidado con las
escaleras ¿vale, tesoro? Aquí no juegues sólo: te podrías caer. Y te harías
daño.
- No quiero hacerme
pupa - dijo Peter.
- Claro que no: por
eso sí vas a estar en las escaleras avísame ¿de acuerdo?
Peter asintió, y
trató de llevarse las manos a la boca. Chris se lo impidió, con un movimiento
suave.
-Después de tocar el
suelo hay que lavarse las manos – le enseñó, con dulzura. – Vamos a lavarnos,
corre.
Y fue con él al
baño. Se preguntó cómo iba a llegar el niño al lavabo: con Leo ponía un
banquito alto…Pero Peter lo tenía todo pensado, porque ya lo había hecho así el
día anterior. Arrastró el cesto donde echaban la ropa sucia, y se subió a él.
Desde ahí llegaba perfectamente. Luego se bajó, y volvió a dejar el cesto en su
lugar.
"Qué
apañado".
Peter le dio la mano
y bajó con él de nuevo al salón. Sin embargo, cuando estuvieron abajo, y le
soltó la mano, puso de nuevo esa mirada pícara que Chris ya había visto antes,
y fue a decirle algo a Nick al oído. Luego se giró para mirarle, riendo:
- ¡Tú la llevas!
- ¿La llevo? ¿Y a
qué jugamos? – preguntó Chris.
- ¡Al escondite!
Así que Chris se
encontró e nuevo inmerso en aquellos juegos de críos, a los que había dejado de
jugar tras la muerte de Bianca. Mientras contaba en la pared y sus hijos se
escondían, le asaltó una duda.
"¿Leo echará de
menos esto? ¿Le he dejado que crezca sin disfrutar realmente de esta
etapa?"
Era consciente de que
tenía un hijo bastante maduro para su edad. No había más que ver que prefería
los libros a los juguetes. La soledad, a la compañía. ¿Cuándo fue la última vez
que jugó con él así? Al principio dejó de jugar porque tras morir su mujer la
risa murió en aquella casa. Luego, cuando poco a poco salieron adelante,
parecía que ya no recordaba cómo se jugaba. Y desde que estaban lo gemelos,
quizá le pedía demasiado a Leo. Le pedía que fuera demasiado mayor, y le dejaba
hacer demasiadas cosas sólo. Quizá eso explicara por qué a veces Leo no hacía
los deberes. Y por qué tenía miedo a estar sólo en casa, sin él, temiendo que
no volviera…Temiendo perderle a él también, igual que había perdido a su
madre…Chris se dio cuenta de que Wyatt entendía mejor a su hijo que él mismo.
De que Leo le entendía a él, pero él a veces no entendía a Leo. Si no hubiera
sido así, hubiera sabido adelantarse a lo que su hijo iba a sentir. Hubiera
sabido entender su temor al abandono, ya sea por su parte o por la de sus
hermanos…Si él hubiera sido de otra forma con su hijo, tal vez no habría
pronunciado aquél conjuro. Chris no podía evitarlo: el sentimiento de culpa era
algo impregnado en su carácter. Era del tipo de padres que se culpan por todo
lo que hacen sus hijos. Se propuso pasar más tiempo con Leo. Volver a hacer
alguna tontería infantil: Leo aun disfrutaba con las voces que ponía al leer
cuentos. Tal vez podía aprovechar aquellos tres días para hacerlo: incluirle en
los juegos con los gemelos para que así Lo sintiera que tenía una excusa para
disfrutar de juegos "para niños pequeños".
-
…dieciocho…diecinueve….veinte – concluyó – Listos o no, allá voy.
Empezó a buscar a
sus hijos, teatralizando mucho, porque sabía dónde es escondían: Nick estaba
debajo de la mesa. No tenía muchas dotes de ocultación. Peter, en cambio,
estaba tras una cortina. Se había escondido bastante bien, pero le traicionaba
la puntita de sus zapatos, que asomaba.
- ¿Dónde estará
Nick, que no le veo? – dijo en voz alta. – Tal vez esté…¿debajo del sofá? –
aventuro, y fingió que lo levantaba – No, aquí no cabe. Mmm…no sé, no
sé…¿debajo de la mesa? – se agachó, y se encontró directamente con su mirada.
Los ojos azules de Nick brillaban mucho, y de pronto parecían más grandes de lo
que eran. Se rió, y salió de ahí debajo, con ayuda de Chris, que le dio un
abrazo enorme. Se le colgó a la espalda, como un monito, y le dijo que se
sujetara bien. – Vamos a buscar a tu hermano. Yo creo…que está detrás de la TV.
Nick rió.
- ¡No, papá, ahí no
cabe!
- ¿No? Mmm…¿Y en el
armario? ¿Qué me dices?
- Bueno, ahí sí
"cabo" yo, así que él cabe también.
- Quepo - corrigió
Chris, con suavidad. – Se dice "ahí si quepo yo". Pues si tú cabes,
él también. Vamos a ver.
Mientras lo hacían,
se oyó una risita desde las cortinas.
- Creo que ya sé dónde
está – dijo Nick.
- ¿Sí?
- ¡En las cortinas!
- Pues vamos a por
él.
Se acercaron, pero
Peter no les esperó, y salió de su escondite. Chris le persiguió, entre risas,
y luego le cogió en brazos, sorprendido de poder con los dos a la vez. Felices
treinta y tres años. De pronto se sintió joven, algo que no le pasaba en algún
tiempo.
Estaba
haciendo…básicamente el tonto…con sus hijos, moviéndolos por los aires y dando
vueltas, cuando se escuchó que daban golpecitos a la puerta. Después, Wyatt
orbitó dentro.
- Llamas, qué
educado – le dijo Chris, acostumbrado a que su hermano entrara directamente.
- Me ha llegado un
mensaje extraño de Amy. Pensé que podía estar aquí y por eso quise avisar de
que iba a entrar.
Chris salió de su
estado de euforia repentinamente, como si acabaran de echarle un jarro de agua
fría. Bajó a sus hijos con cuidado, que siguieron corriendo, persiguiéndose el
uno al otro.
- ¿Qué te decía?
Wyatt sacó el móvil,
y leyó:
- "Chris me lo
ha contado. Cuando nos emparejaste, podías haber mencionado que en éste cuento
sus besos pueden convertirme en rana, en vez de en princesa". – Wyatt
frunció el ceño, y le miró - ¿Qué ha querido decir? ¿Qué es lo que sabe?
- Pues…todo. Ha
visto a los chicos.
- Entiendo. Me lo
había imaginado.
Durante unos segundos,
Wyatt no dijo nada más. Chris temió que se hubiera enfadado porque le hubiera
contado lo que eran. Pero luego su hermano se rió.
- ¿Convertirse en
rana? ¿En serio? ¿Eso es lo mejor que se la ocurre? Deberíamos hacerlo alguna
vez, ya sabes. Tendríamos que convertir a alguien rana, para que nos tomen en
serio como brujos.
Chris le devolvió
una media sonrisa triste.
- Me alegro de que
puedas verle el lado gracioso. Yo…me había llegado a hacer ilusiones.
Se había hecho más
que ilusiones, en realidad. Amy era la única mujer en la que había pensado como
tal desde lo de Bianca. Era dulce, inocente, sincera, divertida, amable…y se
portaba bien con sus hijos.
- No lo des todo por
perdido, hermanito. Una chica que accede a quedar contigo sólo porque se lo
recomienda el tipo que le sirve copas y le quita la bufanda…
- ¿Fuiste tú?
¿Hiciste que se la dejara aposta?
- Por supuesto:
sabía que si no erais capaces de no volver a llamaros. Lo que decía: una chica
que hace eso no puede tener mucho "miedo a lo desconocido". Más bien
parece del tipo que empezará a verlo como algo bueno, de lo que presumir.
- Ojalá tengas
razón.
Wyatt puso una mano
en su hombro, como para darle ánimos.
- Bueno, ¿y qué tal
te va en el jardín de infancia? ¿Deseando que vuelvan tus problemáticos adolescentes?
- Mis adolescentes
no son problemáticos ¬¬ Pero de niños son muy monos ^^
Chris le contó todo
lo que habían hecho.
- ¿Y aun tienen
energía para correr así? – preguntó Wyatt, divertido. - ¡Da gracias de que son
sólo tres días!
Chris rió con él, y
le pidió que se quedara con los niños mientras él iba a buscar a Leo.
- Puedo ir yo a por
Leo – se ofreció Wyatt.
- Creo que debo ir
yo. Tú ya le has llevado ésta mañana y quiero pasar algo de tiempo con él. –
dijo Chris, acordándose de lo que había estado reflexionando - Además, no
quiero que piense que estoy enfadado.
- Cómo quieras.
- Gracias. Voy a
decirles a los chicos que me voy…
Chris fue a buscar a
sus terremotos. Habían subido las escaleras, y Chris vio que Nick estaba en su
cuarto, dibujando.
"Verás qué
gracia le va a hacer al Nick mayor ver que ha estado dibujando sobre sus
apuntes, con lo perfeccionista que es con ellos"
Pensando en esto, le
dio al niño unas hojas en blanco para que dibujara en ellas. Estuvo un rato
alabando sus pinturas, aunque fue incapaz de descifrar lo que estaba dibujando
hasta que él se lo dijo: por lo visto, estaba dibujando a Ariel. Chris intentó
encontrarle una forma perruna a esa mancha marrón, pero le resultó muy difícil.
Era curioso, porque el Nick adolescente dibujaba bastante bien.
Luego fue a buscar a
Peter, que estaba en su cuarto, sentado sobre la cama, con algo en las manos.
Chris se acercó, y vio con horror que era la foto de Derek.
"La pegó. Juntó
las dos mitades con un poco de celo".
Se le detuvo el
corazón, y miró al niño preguntándose si estaría asustado…¿cómo vería su mente
infantil a Derek? Tuvo la respuesta en seguida: como a un desconocido.
- ¿Quién es éste
señor, papi?
- Es un hombre malo,
Peter.
Chris le observó con
curiosidad. No recordaba a Derek. Sabía quién era él, quién era Wyatt, quién
era Leo, e incluso quién era Amy, pero de Derek ni rastro. Por una vez, él
estaba por delante de Derek. Aquello le gustó tanto…Encontró por primera vez un
motivo por el que podría gustarle que aquél retorno a la infancia fuera
permanente…Pero sabía que no podía ser así. Por mucho que le gustara que aquél
Peter no recordara todo lo que había sufrido, ya había sido un niño, y ahora le
tocaba ser joven, para luego ser adulto. Cambiar eso era tentador, pero no
podía hacerlo. No podía dejarse llevar por los mismos impulsos por los que se
había dejado llevar Leo…
"Hizo un buen
trabajo. Les dio una vida feliz. Les regaló una segunda oportunidad en la
vida".
En ese momento tuvo
más claro que nunca que la intención de Leo había sido buena. Lamentablemente,
las cosas no se hacían así. Las segundas oportunidades en la vida no vienen por
"arte de magia". Chris era su segunda oportunidad. Era él quien tenía
que darles una vida feliz, pero en el tiempo y n la edad que tocaba…
- El niño que está
con el hombre malo…¿eres tú? – preguntó Peter.
- ¿Por qué crees que
soy yo?
- Porque se parece
mucho a mí.
Chris tardó unos
segundos en comprender lo que implicaba aquello.
"No sabe que es
adoptado. Cree que soy su padre biológico, y que como ese niño es como él, pero
más mayor, tengo que ser yo, cuando era joven. Es cierto que nos parecemos
mucho…"
A Chris le gustaba
tanto aquél pensamiento…era tan tentador el tener un Peter que le creyera su
padre, y que no fuera consciente de haberlo pasado mal…Tuvo que poner mucha
fuerza de voluntad para reafirmarse en su idea de que aquél cambio tenía que
ser temporal.
- Sí, sí que se
parece, tesoro. Pero yo no tengo el pelo rizado como tú. Esa melena de león es
sólo tuya, y de tu hermano.
Peter se rió, y Chris
le acarició el pelo. Lo tenía más largo que cuando era mayor, y de un color más
claro. Le dijo que salía un momento, y que se quedaba con el tío Wyatt.
Después, se despidió de Ariel, que se había puesto a seguirle.
"Como un niño
más" pensó con diversión. "Esta perrita va a coger complejo de
persona".
Le hizo carantoñas,
y luego se fue a por Leo. Llegó justo cuando su hijo salía de clase, y vio que
no estaba demasiado contento.
- Hola campeón, ¿qué
tal el día?
- Bien.
- Entonces, ¿por qué
traes esa cara?
- Lucy quería venir
a casa, y he tenido que decirle que no, porque no puede ver a Nick y a Peter
siendo niños.
Chris miró a su hijo
con cariño.
- Ya vendrá otro
día, campeón. Has hecho lo que debías: estoy muy orgulloso de ti, por haber
hecho lo correcto aunque quisieras invitarla.
Aquello hizo sonreír
un poco a Leo.
- No me gusta
mentirle. Ni siquiera por "cosas de magia" – confesó el niño.
- A mí tampoco me
gusta la mentira, Leo. Te entiendo. No es…mentir…Es un secreto. Un secreto
importante…
Hacía un par de años
había tenido una conversación con el niño sobre magia, secretos y cosas
importantes, pero entendía que era algo difícil, porque uno siempre estaba en
conflicto interno con aquello de "mentir o no mentir, esa es la
cuestión". No tenía nada que ver con que fuera un niño: a él también le
costaba, a veces.
- Hoy Amy se ha
enterado de nuestro secreto – le dijo.
- ¿Se ha enterado?
¿Y que ha dicho?
- No mucho. La ha
pillado por sorpresa.
- Me gusta que ella
lo sepa.
- A mí también.
Estuvieron un rato
en silencio, cada uno pensando en sus cosas mientras caminaban de vuelta a
casa. Ojalá decírselo a Amy hubiera sido una buena idea…
- Papá… - empezó
Leo, pero no continuó.
- ¿Sí?
- ¿Puedo preguntarte
algo?
- Claro, campeón. Lo
que quieras.
Eso era raro. Leo preguntaba
mucho, a todas horas, y nunca pedía permiso. Estaba bien así, era su hijo:
podía preguntar lo que quisiera. El hecho de que se cerciorara primero de que
su pregunta sería bien acogida le indicó que se trataba de algo importante.
- Aparte de Amy, y
de mamá…¿has tenido más novias?
"¿Cómo se
supone que voy a empezar a tratarle más como a un niño si me hace preguntas de
este tipo?"
Chris se tomó unos
segundos antes de responder. Él sabía algunas de las historias de pareja de su
madre, aunque sospechaba que había cosas que se callaban. Él no tenía mucho que
callarse, en realidad, así que se dispuso a ser abiertamente sincero.
- Es complicado,
campeón. Amy es…es la primera mujer con la que salgo desde tu madre ¿sabes? –
empezó Chris, algo vacilante. Leo asintió. – Y…antes de mamá…pues no hubo
"novias", pero sí chicas que me gustaban. Conocía a mamá con
dieciocho años, pero cuando era más joven me fijé en alguna chica, y traté de
ver si yo le gustaba a ellas. En eso tu tío Wyatt tuvo bastante que ver, siempre
ligón, siempre triunfador… Mamá fue la primera chica a la que quise de verdad.
Nos casamos a los veintidós años, y tú naciste a los veinticuatro...
Chris no sabía qué
más decir. Tampoco quería entrar en detalles. Antes de su historia con Bianca
no había pasado gran cosa, en realidad, pero prefería no compartir su patéticos
intentos de introducirse en el mundo de las parejas con su hijo. No sabía por
qué le hacía esa pregunta en aquél momento. ¿Qué era lo que quería saber? En
seguida tuvo la respuesta.
- ¿Fue la primera
mujer a la que quisiste porque era bruja como tú? Amy no es bruja…
- Que mamá tuviera
magia la convertía aún más en mi alma gemela…Pero no es un "requisito
imprescindible". Si lo preguntas por si voy a querer lo mismo a Amy que a
mamá, yo…
- No lo digo por eso
– interrumpió Leo, sacándole de un verdadero apuro, pues no sabía qué decirle –
Preguntaba para saber si yo podía tener una novia sin poderes.
- Leo, tú puedes
tener la novia que quieras. – le aseguró. - Cuando llegue el momento. – añadió,
recordando todo eso de "Lucy va a ser mi novia".
- Pero será más
fácil si ella es bruja como yo.
- Sí – tuvo que
reconocer Chris – Probablemente será más fácil.
Desde luego, se
ahorraría todos esos problemas de "¿Se lo digo o no se lo digo?" y
"¿Cómo se lo digo?".
Cuando llegaron a
casa, se encontraron a Wyatt haciendo de payaso de circo para los gemelos:
estaba orbitando cosas y apareciendo y desapareciendo delante de ellos. Nick y
Peter ponían una cara muy graciosa cuando desaparecían, y se reían cuando
volvía a aparecer. Chris sonrió, pero vio que Leo se entristecía un poco. Por
el momento él no tenía poderes, y ver magia a su alrededor debía hacer que los
añorara. Con el fin de no hacérselo más difícil, ya que Leo no se había quejado
ni una sola vez en todo el camino, le dijo:
- Oye, ¿quieres
ayudarme tú a terminar la comida, ya que Nick no va a poder hacerlo durante un
par de días?
Leo accedió. El
chico no sentía la pasión culinaria que compartían su padre y su abuela, pero
le gustaba ayudar. Chris ya tenía casi todo preparado, pero dio algunos últimos
detalles y dejó que Leo participara todo lo posible.
- Parecían felices
¿verdad? – dijo el niño, mientras le sostenía un bol. Chris le miró con la
pregunta en los ojos – Nick y Peter. Parecían felices.
- Sí. ¿Por qué lo
dices?
- Probablemente no
habían sido felices antes de venir aquí. Cuando les conocí, Nick no parecía muy
feliz. Estaba enfadado todo el rato, y lo primero que hizo fue empujarme. Peter
era amable, pero tampoco era feliz.
Chris le miró con
interés. Había pensado que la repentina seriedad de Leo había venido a raíz de
ver a Wyatt con sus poderes, pero tal vez hubiera sido por otro motivo.
- Bueno, Leo, no han
tenido una vida fácil.
- Yo tampoco. – dijo
el niño, y esa fue la primera vez que hablaba así, que Chris recordara. – Perdí
a mamá. Y aun así he sido feliz, porque te tenía a ti.
Chris no sabía qué
decir. Quería decir "gracias", pero sabía que debía decir otra cosa.
- Ahora ellos nos
tienen a los dos.
- Ningún niño
debería estar triste. – dijo Leo con repentina vehemencia. Chris se dio cuenta
de que su hijo estaba experimentando una fuerte empatía. – Es injusto, y no
debería pasar.
- Tienes muy buen
corazón, Leo. Eso lo has sacado de tu abuelo.
- Y de ti –
respondió Leo, y entonces volvió a sonreír. Chris había abierto un grifo y Leo
metió la mano en el agua y le salpicó, jugando. Era increíble como, teniendo
los ojos oscuros y no claros como los de Peter, la mirada pícara era la misma
en Leo que en su hermano. Chris le salpicó de vuelta. Se enfrascaron en una
batalla de agua y cuando le escuchó reír Chris volvió a ver a aquél bebé que
había sido., que reía por todo y a todas horas. Hubo un tiempo en el que
aquella risa se extinguió…Leo había estado muy unido a su madre.
- ¿Batalla de agua?
– pregunto Wyatt, entrando en la cocina con los gemelos. – Queremos unirnos ¿a
que sí?
Peter y Nick se
mostraron totalmente de acuerdo y así, la hora de la comida se retrasó mientras
jugaban como tontos con un poco de agua. Chris fue el que más mojado terminó de
todos, mientras que Wyatt quedó casi seco. Estaba en mitad de una carcajada
cuando llamaron a la puerta. Chris fue a abrir, empapado y aun sonriendo, y ni
siquiera miró por la mirilla…Se puso serio de pronto al abrir y ver a Amy. Se
quedaron mirándose durante varios segundos. Las gotas de agua caían por el
flequillo de Chris mientras ninguno sabía qué decirse.
- Hola – dijo Amy,
al final.
- Hola – respondió
él, sin dejar de mirarla. No esperaba verla de nuevo tan pronto. De hecho, una
parte de él no esperaba verla nunca.
- ¿Me vas a invitar
a pasar, o me vas a dejar en la puerta?
Aquello se parecía
tanto a la Amy espontánea y descarada que conocía, que Chris quiso creer que
todo estaba bien entre ellos. Se apartó para que pasara.
- Estás un poco mojado
– comentó en tono casual.
- Un poco. Guerra de
agua.
Se oyeron risas
desde la cocina, y Amy dirigió una corta mirada en esa dirección, pero luego le
volvió a mirar. Se produjo otro momento de silencio.
- Magia ¿eh? –
preguntó como si hablaran del tiempo. Chris asintió. – Sabes, definitivamente,
tu familia es más interesante que la mía.
Chris dudó unos
segundos. Amy no le había hablado de su familia, y no sabía si aquél era el
momento de preguntar. Como el silencio se cernió de nuevo sobre ellos, decidió
hacerlo.
- ¿Tus padres son
aburridos abogados de escritorio?
- Mis padres son dos
desconocidos – respondió ella. – Crecí en un orfanato, como tus hijos.
Chris abrió mucho
los ojos.
- No…no lo sabía.
- No, claro que no,
porque yo no te lo había contado. A mí no me adoptaron. Quizá por eso les he
cogido tanto cariño a tus chicos. Me identifico con ellos, supongo.
Crecer sin
padres…Chris no podía ni imaginarse su vida sin su familia. Estaban todos muy
unidos. Miró a Amy con algo de compasión.
- Bueno, y ahora que
sabemos la verdad sobre nuestros respetivos orígenes, ¿cómo va esto? ¿Hay
alguna especie de ritual? – preguntó ella.
- ¿Ritual?
- Para salir con
brujos.
Chris sonrió,
débilmente al principio, y después ampliamente, como un bobo.
- ¿Significa eso que
aún quieres salir conmigo?
- Habría que ser
tonto para encontrar un brujo y dejarlo escapar.
Chris la estrechó en
un abrazo muy fuerte, y luego la besó. La miró, experimentando de pronto un
amor profundo hacia ella.
- ¿Quieres quedarte
a comer?
- ¿Comida normal? ¿O
coméis cosas raras?
- Macarrones y
tortilla – respondió él, riendo. Supuso que lo había preguntado de broma,
puesto que ya había comido con él más veces. Amy le miró alzando una ceja -
¿Qué? – preguntó él, aun sonriendo.
- Necesitas a una
mujer en tu vida. Eso no es comida.
- Oye, que a mí me
gusta cocinar.
- Sí, pero eres un
hombre: tu concepto de "comida" es muy limitado. Y no conocéis la
idea de "comida sana".
- Peter es
vegetariano. Por aquí comemos muchas ensaladas.
- Sí, sí. Claro,
claro. – dijo ella, riendo.
Fueron a la cocina,
donde la guerra de agua ya había terminado.
- ¿Quién ha ganado?
– preguntó Chris al entrar, agarrando a Amy de la cintura, como para darle
ánimos. Sabía que no estaba tan tranquila como aparentaba.
- El tío, pero porque
ha hecho trampa – respondió Leo.
- ¿Trampas? ¡Ha sido
una victoria limpia!
- Has hecho trampas
– corroboraron Nick y Peter, a la vez.
Amy no dejaba de
mirarles, como fascinada por ver dos niños donde tenía que haber dos jóvenes.
- Wyatt, eres un
tramposo – dictaminó Chris – Siempre lo has sido, y siempre lo serás.
- ¿Qué es esto,
todos en mi contra? ¡No sabéis perder!
- En fin. Vamos a
secar todo esto, que ya es hora de comer.
- ¿Amy come con
nosotros? – preguntó Leo.
- Sí, campeón.
¿Wyatt? – preguntó Chris - ¿Tú que haces?
Wyatt intercambió
una mirada con él, mirando de reojo a Amy.
"¿Todo
bien?" pareció preguntar. Chris le sonrió, para indicarle que todo estaba
perfecto.
- Yo me vuelvo a mi
casa, donde no me llamen tramposo. – dijo, fingiéndose el ofendido. Se despidió
de todos, y pareció dudar un instante sobre si debía irse por la puerta, u
orbitar como solía hacerlo. Decidió hacer lo segundo: Amy tendría que
acostumbrarse. La mujer se asombró mucho, y miró a Chris con algo de miedo. Al
ver que él sonreía, entendió que aquello era "normal" para ellos.
Los gemelos, Leo,
Chris y Amy se sentaron a comer. Leo comió con apetito, pero Nick y Peter
apenas probaron su plato. Chris sabía que aquella comida les gustaba, así que
les insistió para que comieran, pero no parecían dispuestos a hacerlo. Chris
trató de darle conversación a Amy, pero no dejaba de mirar a sus hijos, que no
comían. Ella, captando su preocupación, puso una mano en su pierna, en un gesto
cariñoso y tranquilizador.
- Leo, ¿sabes que
tengo en el bolso un paquete lleno de chuches? Recuérdame que luego te dé
alguna.
Leo sonrió, y Nick y
Peter la miraron.
- ¡Yo también
quiero! – dijo Nick.
- Oh, pero yo sólo
comparto mis chuches con los niños que se toman toda la comida. ¿Habéis visto
vosotros algún niño así?
- ¡Yo! – dijo Peter,
y empezó a comer. Nick hizo lo mismo.
Amy le dedicó a
Chris una sonrisa algo petulante. Él la miró con una interrogación en los ojos.
- Profesora en el
jardín de infancia ¿recuerdas? Tengo práctica.
- Por cierto, ¿hoy
no trabajas?
- En el colegio
donde estoy, hoy es fiesta. Es el día del patrón de la escuela.
- ¡Qué morro! ¡Ya
podría serlo en el mío también! – dijo Leo.
Los gemelos acabaron
de comer aun antes que la propia Amy, que de hecho comía muy despacito. Al
final, como había prometido, les dio las chucherías.
- Nunca salgas de
casa sin las llaves, la cartera, y una bolsa de chuches. Al menos, si trabajas
con niños – dijo, y se rió.
Chris la miró con
profundo afecto. Sabía que aquello era difícil para ella. Que se sentía en un
mundo desconocido, y aun así estaba siendo agradable y dulce con los niños. Es
era la clase de "valentía", ese sobreponerse a los acontecimientos,
que se espera de una figura materna. De forma segura, innegable, y totalmente
clara por primera vez, Chris sintió que la quería.
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