Chapter 41: Tú nunca molestas
El hecho de que Amy
se tomara positivamente los poderes de Chris terminó de hacer que su día fuera
fantástico. Después de comer, se sentó con ella en el sofá y la rodeó con el
brazo, mientras veían una película a la que ninguno prestó verdadera atención.
Leo, Nick, y Peter se sentaron en el suelo, rodando una pelota pequeña mientras
Ariel trataba de cogerla.
- Y…¿estás cosas te
suceden todos los días? – pregunto Amy señalando a sus hijos transformados.
- Gracias a Dios,
no. Esto es impactante hasta para alguien acostumbrado a la magia.
- Dijiste que era
temporal.
- Sí. Tres días.
Luego volverán a la normalidad.
Amy asintió,
intentando hacer como que aquello no la resultaba aterrador y desconocido.
Chris apreció mucho el esfuerzo que estaba haciendo y decidió distraerla con
una "conversación normal". Aprovechó por satisfacer su curiosidad.
- Así que…¿creciste
en un orfanato?
- Sí. Hasta los
dieciocho. Después salí al mundo, y me saqué la carrera. Siempre he vivido
sola, hasta que me tomé con el primer cretino.
Era la primera vez
que Chris la oía hablar en esos términos y se preguntó qué querría decir con
aquello. Recordó lo que Wyatt le había dicho sobre malas experiencias amorosas
y supo que se refería a eso.
- ¿El primer
cretino?
- Uno de tantos.
Personas que sólo buscaban una cosa de mí, y si la obtenían se marchaban. No he
tenido lo que se dice mucha suerte.
Chris le acarició la
mejilla, como por instinto, en un gesto tierno.
- ¿Cómo puede
alguien ser tan dulce cuando ha conocido un mundo tan injusto? – se preguntó en
voz alta. Amy le miró a los ojos y se ruborizó.
- No todo ha sido
malo. Me encanta mi trabajo. Los niños son todo en mi vida… y ahora te tengo a
ti.
Chris sonrió, y se acercó
para darle un beso, pero ella puso una mano en su pecho, frenándole mientras se
reía, y lanzó una significativa mirada hacia sus hijos, que seguían jugando,
ajenos a todo, pero estaban presentes. Chris se resignó y recuperó las
distancias. Justo en ese momento sonó el teléfono, y Chris fue a cogerlo.
- ¿Dígame?
- Hola, buenas
tardes. ¿Está Nick? – dijo una voz femenina. Chris echó un vistazo a su hijo,
sabiendo que no podía dejar que se pusiera en ese momento, Se suponía que era
un adolescente enfermo en su casa.
- No, ahora mismo
no…Está durmiendo – tuvo que decir. – Él y su hermano no se encuentran
demasiado bien…
- Oh.
Pues…dígale….dígale que le he llamado. Soy Rachel. Y…que se mejore.
- Vale, Rachel, se
lo diré. Gracias por llamar.
- Adiós.
Chris colgó con una
sonrisa. Rachel. ¿Qué diría la chica si supiera que tenía un novio de 4 años?
Por cierto…¿eran novios o no lo eran? Él ya se perdía con los escarceos
amorosos de Nick, que no soltaba prenda al respecto. Desde luego, la chica
había llamado y eso ya era una señal, ya que había preguntado por él y no por
Peter, así que se descartaba el "simple interés amistoso". Volvió al
sofá y recuperó su lugar junto a Amy.
- ¿Quién era?
- Una
"amiga" de Nick – dijo Chris, poniendo un tono sarcástico en lo de
"amiga". Amy se rió.
- ¿Tan joven y ya
rompiendo corazones?
- Sí, bueno, no te
lo pierdas que Leo también quiere echarse novia.
- Caray, qué chicos
tan solicitados.
Fue el turno de
Chris para reírse. Miró a sus hijos y vio que Nick y Peter empezaban a ponerse
inquietos. Al cabo de un rato comenzaron a pelearse y a lloriquear, y dejaron
de jugar con Leo. Chris puso una mano en la pierna de Amy, como pidiendo que le
esperara, y se levantó.
- Me parece que
alguien necesita una siesta – dijo Chris
- ¡No! – protestó
Peter.
- ¡Sí! – dijo Chris,
con una sonrisa.
- Pero papi, si no
estoy cansado – se quejó Nick, pero justo después bostezó ruidosamente.
- A mí me parece que
sí. – dijo, y les subió a su cuarto, a acostarles. Estuvo con ellos hasta que
se durmieron, sorprendido del relativo poco tiempo que le llevó. Sí que tenían
que estar cansados.
Cuando volvió a
bajar, le sorprendió ver que Leo estaba discutiendo con Amy.
- Cuando venga tu
papá, le preguntamos – decía ella en tono conciliador.
- ¡Ya te he dicho
que me deja hacerlo! – respondió Leo, alzando la voz. Chris llegó junto a ellos
en ese momento, e intervino.
- ¿Qué te dejo hacer
qué? – preguntó, frunciendo el ceño. No le gustaba el tono en el que Leo la
estaba hablando.
Su hijo no le
respondió, sino que más bien parecía contrariado de que ya hubiera bajado.
Eludió su mirada y no dijo ni una palabra.
- ¿Qué es lo que te
dejo hacer? – insistió Chris.
- Dice que le dejas
pasear a la perrita. – dijo Amy.
- ¡Ayer lo hice! –
saltó Leo, al ver que Chris iba a responder.
- Pero el tío Wyatt
te acompañaba, Leo. No puedes salir tú sólo. Si esperas un rato, voy contigo.
- ¡Pero yo quiero
hacerlo ahora! – protestó Leo.
- Yo voy contigo, si
quieres – se ofreció Amy.
- No, tú no. –
rechazó el niño, con malos modos – Quiero ir yo sólo.
- Eso no puede ser,
Leo. Y en realidad, no creo que te guste salir sólo. ¿Por qué no quieres ir con
Amy?
Leo se quedó
callado, pero la mirada de Chris exigía una respuesta.
- ¡Porque quiero ir
contigo!
- Pues entonces
tienes que esperar un poco, ya te lo he dicho. Tengo que pedirle al tío Wyatt
que se quede cuidando de tus hermanos. Si no quieres esperar, tendrás que ir
con Amy.
- ¡Prefiero ir sólo!
¡No quiero ir con esa! – dijo, y la señaló. Chris decidió que ya había ido
demasiado lejos. No estaba dispuesto a permitir que se dirigiera a ella de esa
manera y a que hablara así, medio chillando.
- Leo, tal vez tú
necesites una siesta también.
- Déjame en paz.
- O quizás unos
azotes. ¿Quién te ha enseñado a responderme así?
El niño pareció
calmarse un poco, entendiendo que su padre no iba a permitirle seguir con esa
actitud. Aun así, no se rindió del todo.
- Papá, yo quiero ir
ahoraaa…y no quiero ir con ella….
Chris notó una
ligera mejoría en la forma de dirigirse a él, y relajó su expresión.
- Leo, quiero que te
pongas en esa esquina hasta que yo te diga, y luego quiero que te disculpes con
Amy. Es nuestra invitada y no puedes hablarle así.
Tras unos instantes
de vacilación, Leo obedeció, resignado. Chris suspiró, complacido porque no se
hubiera puesto "difícil". Mientras le tuvo en la esquina, se puso a
hablar de otra cosa con Amy, como si no hubiera pasado nada, y ella le siguió
el juego, aunque echaba miradas furtivas en dirección al niño. Tras cinco
minutos, Chris le dijo a Leo que se podía dar la vuelta. No le dijo nada más, y
esperó a ver qué hacía su hijo. Se acercó a ellos con pasos pequeños, y se miró
las manos.
- Siento haberte
gritado y haber sido borde contigo – le dijo a Amy.
- No pasa nada. -
respondió ella, con dulzura.
- Y siento haber tratado
de engañarte para que me dieras permiso para pasear a Ariel.
- Eso no ha estado
bien Leo – intervino Chris, antes de que la mujer pudiera decir nada – Yo no te
dejo salir sólo, y lo sabes. Es cierto que fuiste con el tío, pero precisamente
eso, fue con el tío. Lo que has hecho se llama verdad a medias, y es tan malo
como mentir.
Leo bajó la cabeza y
se acercó a él, como buscando que le perdonara. Leo odiaba estar en la esquina.
Le hacía sentir apartado del mundo, como si fuera algo molesto que había que
dejar de lado. Su padre no le castigaba así muy a menudo. Y encima le había
llamado mentiroso, aunque sabía que tenía razón.
- Lo siento – dijo
muy bajito. Chris le dio un beso. Él no le había pedido que se disculpara por
eso, y el niño había hecho por iniciativa propia: eso le indicaba que era
consciente de que no debía hacerlo y tuvo la esperanza de que no lo repitiera.
No le gustaba que fuera por ahí tratando de engañar a otros adultos para que le
dejaran hacer cosas que él no le permitía, aunque entendía que era algo que
todo niño tenía que intentar alguna vez, a ver si había suerte. Leo no la había
tenido, porque Amy había sido lo bastante sensata como para no darle permiso
sin consultarle.
- Está bien. Sólo no
vuelvas a hacerlo. Ahora, ¿podemos hablar como personas civilizadas?
Leo asintió, y se
puso mimoso junto a él. Chris entendió lo que quería y le cogió para sentarle
en sus piernas.
- Me parece bien que
quieras pasear a Ariel: seguro que ella quiere salir un rato. Pero no puedes
salir tú sólo, y yo no puedo dejar solos a tus hermanos. Eso lo entiendes
¿verdad?
Leo volvió a
asentir.
- En realidad…yo
puedo quedarme con los gemelos, sí no tienes inconveniente – dijo Amy - Ya que
Leo prefiere ir contigo, puedes acompañarle ahora, sin necesidad de tener que
llamar a Wyatt.
Chris la miró con
agradecimiento. No se había atrevido a pedírselo por miedo a que le dijera que
no.
- No es que no
quiera ir contigo… - dijo Leo, lamentando haber tratado así a la mujer que
había sido bueno con él. – En realidad, no me importaría, si tú quieres…Es
que…en verdad yo….quería ir yo sólo porque…no quería molestaros. Como estáis
juntos...pues yo...
Chris le rodeó con
los brazos, así como le tenía, sentado en su regazo.
- Tú nunca molestas,
campeón.
- Por supuesto que
no. – aseguró Amy – Es más, voy a decirte un secreto: yo realmente quiero dar
ese paseo contigo.
- ¿En serio?
- Claro. ¿Cómo voy a
rechazar la compañía de un apuesto caballero como tú? Tu padre no es rival para
ti…
- ¡Eh!
- Es la verdad. –
dijo Amy, guiñando un ojo. – Lo siento, Chris, eres muy agradable, pero debes
admitir que contra Leo no tienes nada que hacer.
Chris suspiró,
fingiéndose derrotado.
- Ya lo has oído,
campeón. La dama ha elegido. – le dijo, y le revolvió el pelo – No molestas
¿entendido? Eres mi hijo, te quiero, y me gusta estar contigo. Nada va a
cambiar eso.
- Pero Amy y tú…
- …estamos
encantados de pasar tiempo contigo – cortó Chris, terminando por él.
Leo giró la cabeza
para mirarle, y le sonrió.
- Entonces ¿puedo ir
con Amy?
- Bueno, ella te ha
elegido como acompañante y, entre tú y yo, no me atrevo a decirle que no.
Los tres rieron a la
vez y luego Leo y Amy se fueron a dar una vuelta con la perrita. Para Chris era
muy importante que la mujer se llevara bien con sus hijos. Hasta ahora todo lo
que había visto en su relación con ellos le había encantado. Tenía que ocuparse
de que Leo entendiera que él no era ningún obstáculo entre Amy y él. Le alegró
que la mujer tampoco lo viera así, y que supiera entender que tenía tres hijos
de los que encargarse.
Subió al piso de
arriba, y observó dormir a los gemelos. Con la casa tan en silencio, tuvo
tiempo para pensar, y pensó. Amy no sólo era buena para él: también podía ser
buena para sus hijos. Tenía mano con los niños, y su historia personal hacía que
tuviera empatía con sus hijos adolescentes, cuando volvieran a su ser. Volvió a
sentir compasión por la vida que la mujer había llevado, y se puso como
objetivo el hacerla feliz. En ese momento, sin secretos entre ellos, sintió que
la presencia de Amy en la familia podía funcionar. Dese luego, él quería que
funcionara.
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