Chapter 52: Buenazos del mundo
"Vivir para una persona" puede ser una metáfora tierna o un hecho literal. Christopher hizo que fuera lo segundo desde el momento en el que volvió a tener a todos sus hijos junto a él. Les dedicaba cada uno de los segundos de su día, y cuando estaban separados por el colegio o el trabajo, les dedicaba sus pensamientos. Su único objetivo en la vida era hacerles sonreír. Empleaba varias horas, además, en enseñarles cosas sobre la magia. Nick aprendía con mucha facilidad, y se había memorizado muchas de las cosas que venían en el Libro de las Sombras. Chris le había dicho que no era necesario hacer eso, pero en cierta forma Nick lo veía como un juego: a ver cuánto tardaba en aprendérselo, a ver si lograba superar a Leo…Sólo hacía falta decirle las cosas una vez. Nick siempre había dicho que tenía mala memoria, y a veces parecía que era cierto, pero Chris ya no podría creerle después de ver aquello. Recordaba el nombre de muchas de las criaturas que aparecían en ese libro como si fueran personajes de su libro favorito. Estaba realmente asombrado. Chris trabajó con él respecto a su poder. Una cosa que fue necesario tratar en seguida fue el tema de la intimidad. Nick no podía ir por ahí leyendo los pensamientos de la gente. No estaba bien. Él había aprendido a controlarlo, pero en sus propias palabras "a veces era demasiado tentador". Por eso Chris había tenido que aprender a bloquear su mente para él. Y al ver que podía hacerlo, le enseñó a Leo a cerrarle el paso también. En realidad, casi era una favor que le hacían a Nick, porque a veces le dolía la cabeza por escuchar lo que pensaban otras personas. Por ejemplo, en clase. En clase lo pasaba fatal. Eso fue lo que le empujó a querer aprender a controlar su don. Quería poder darle al botón de apagado cuando quisiera…Descubrió que su poder estaba muy relacionado con sus emociones. Cuando estaba tranquilo no le costaba nada controlarlo. Y Leo también fue de mucha ayuda, porque al niño no le importaba que practicara con él. Le daba igual que oyera sus pensamientos, porque simplemente bloqueaba aquellos que eran demasiado personales. No le dejaba escuchar nada sobre su madre, por ejemplo. A Nick le encantaba la mente de Leo. Podía pasarse ahí todo el día. Aquél niño era su hermano, y había muchas cosas que no sabía de él. A Peter le conocía como a la palma de su mano, pero Leo sólo había sido su hermano por unos meses. Aprendía mucho al "estar dentro de él" y le gustaba. Descubrió que tenía mucho en común con el niño. Por tener, por lo visto tenían hasta la sangre. Y eso le encantaba. A Leo también parecía gustarle aquél detalle. De hecho, Leo parecía entusiasmado con que sus hermanos tuvieran magia, y con la atención extra que estaban recibiendo todos por parte de su padre. Se pasaba el día sentado encima de Chris, mientras él les explicaba cosas a los gemelos, o simplemente les escuchaba mientras compartían recuerdos y experiencias. Un momento muy íntimo fue cuando Christopher les habló de su madre. Les contó todo lo que recordaba de ella físicamente, y les dijo lo que había hecho por ellos. Les explicó que no era una drogadicta sino que había muerto mientras les protegía. Aquello hizo feliz a Nick…pero era muy difícil saber lo que provocaba en Peter.
….Peter…A él fue a quien Chris le dedicó más tiempo. Le hablaba, le hacía reír, buscaba cosas que pudieran hacer juntos incluso aunque significara hacer cosas que a Chris no le entusiasmaran demasiado. Le decía lo mucho que se alegraba de ser su padre biológico. Le pidió que le acompañara al juzgado civil cuando inició los trámites para reconocerles oficialmente como hijos. Le implicaba en todo lo que hacía para demostrarle a cada minuto que eran una familia. Pero nada de aquello parecía suficiente. Peter parecía cada vez más relajado en su presencia, pero había vuelto a cerrarse a él, como los primeros días cuando le adoptó. Le hablaba bien, incluso con cariño, y de vez en cuando le dedicaba una sonrisa que Chris atesoraba como si fuera un gesto en peligro de extinción. Ya no parecía culparle por lo que había pasado, y tampoco mostraba deseos de huir a cada segundo. Pero se negaba a hablar de lo que había sucedido. Mantenía una distancia de seguridad, y a veces Chris capturaba en sus ojos una mirada de temor incierto, como si albergara dudas de lo que debía sentir. Peter hablaba bien, actuaba bien y hacía todo bien, pero Chris estaba convencido de que no se sentía bien. Y no había forma de que hablara de ello. Chris tenía paciencia, no le presionaba, y era excesivamente dulce con él. Trató de averiguar cuál era su poder, pero el chico no daba signos de tener ninguno. Quiso enseñarle a hacer pociones, pero Peter, cuanto menos tuviera que ver con la magia, mejor. Y Chris no quería forzarle. Al menos mostraba interés por los demonios, aunque no sabía si eso era bueno o malo. Recordaba las palabras de su padre…eso de que Peter tendría que elegir bando. ¿Por qué no quería saber nada de su mitad de brujo, pero parecía querer saberlo todo de su lado demoníaco? Chris tenía que hacer un gran esfuerzo para hacer como que todo estaba bien con que fueran demonios. No es que fuera su culpa, no es que les creyera malvados pero…Él luchaba contra esas criaturas. En raras ocasiones se había topado con demonios buenos… Esos seres no tenían alma. Pero sus hijos si la tenían, claro. Así que, todo estaba bien. Todo estaba bien ¿verdad? No habían vuelto a transformarse, y eso era bueno. Al menos, para Chris. Tenía claro que no les quería menos porque fueran demonios, pero no tenía ninguna gana de volver a ver a Vraskor y a Adramelech. Si ni siquiera podía pronunciar sus nombres, vamos a ver.
Tras cuatro días de vivir en ésta especie de interludio, en el que cada uno buscaba la forma de rehacer su vida después de la sacudida de los últimos acontecimientos, Chris se dio cuenta de que el hecho de que los gemelos fueran sus hijos biológicos lo cambiaba todo, y a la vez no cambiaba nada. Saberlo le llenaba el corazón, y además implicaba que tenían magia, pero se dio cuenta de que había sido sincero al decirles que, con su sangre o sin ella, eran sus hijos. Si había algo de malo en todo aquello era que ya no les podía proteger de su mundo…Peter y Nick estaban atrapados en los peligros de la magia. Aunque, pensándolo bien, esos peligros ya les habían salpicado anteriormente, así que quizá fuera mejor que tuvieran poderes con los que defenderse. Chris temía el terrible momento en el que sus hijos se tuvieran que enfrentar con alguna criatura, o peor aún: el momento en el que quisieran hacerlo. Sin embargo, Peter había tenido razón una vez al decir que Nick tenía unos principios morales muy férreos: a Chris le gustó saber que, pese a las tendencias violentas que tenía su hijo cuando se enfadaba, era realmente pacifista. Nick absorbía cada detalle de la magia, pero le dijo que no quería luchar. Aunque le extrañaba ésta determinación, porque él mismo en su juventud había sentido deseos de enfrentarse a esas criaturas, Chris apreciaba éste sentimiento, pero sabía que tarde o temprano le llegaría el momento. Se consoló pensando que, mientras Nick no sintiera pasión por la guerra, al menos no iría en busca de problemas. Era algo que no podía garantizar con Peter en la misma medida, porque el chico parecía tener afición por el peligro.
El cuarto día tras el regreso de Peter, Chris sintió que su rayito de esperanza se hacía más grande: al recoger a sus hijos del colegio, Peter le recibió con una enorme sonrisa. Hacía tanto que no le veía sonreír así…De hecho…nunca le había visto sonreír así. Sólo podía describir el estado de su hijo como de felicidad absoluta y se preguntó por qué. Iba a expresar su curiosidad en voz alta, pero entonces vio que Nick, en contraste, estaba muy serio. Parecía…¿enfadado? Chris no estaba seguro. Fue a darle un abrazo, pero Nick se apartó y se dirigió directamente al coche. Chris frunció el ceño. Aquellos días todo había estado bien con Nick. El chico le había ayudado mucho con Peter y había reaccionado perfectamente a la novedad de tener magia y un padre biológico. Así que para él no tenía ningún sentido que estuviera enfadado. Probablemente fuera por algo que había pasado en clase, y Nick lo estaba pagando con él. Y eso no le gustaba en absoluto, pero no iba a arruinar su rayo de esperanza. Se centró en Peter, y al ver que seguía sonriendo tuvo que sonreír él también.
- ¿Un buen día?
- No especialmente. Pero Rachel dice que Hope quiere verme. Hace casi un mes que no nos vemos y se acuerda de mí y quiere verme. ¿No es genial? Y Nick me ha chivado que hoy piensas llevarme a ver la tía Melinda y a su familia.
Era cierto, lo había planeado, aunque se suponía que iba a ser un secreto.
- ¿Y eso te gusta? No lo de Hope, que ya me lo imagino, sino lo de la tía…Quiero hacerle una visita a mi hermana y…
"…no quiero dejarte sólo" añadió para sí, pero no lo dijo en voz alta. No pensaba ir a ningún lado sin Peter, si podía evitarlo, y por eso había pensado en llevarle con él. No estaba seguro si a Peter le iba a gustar, le iba a incomodar o le iba a dar igual, y por eso estaba esperando para decírselo.
- De hecho, papá, me hace muy feliz.
Chris le miró, contento, pero sin entender. Peter y Nick eran uña y carne con Wyatt, pero a Melinda la habían visto poco. La excusa era que ella vivía lejos; la realidad que la magia no era muy bien recibida en su casa, por lo que orbitar no siempre era una buena idea. Ante su extrañeza, Peter se explicó:
- Es mi tía, vino a ayudarnos cuando nos atacó Barbas, le estoy agradecido y quiero conocerla mejor. También quiero pasar un poco de tiempo con mis primos…Y…
Chris alzó una ceja. Supo que Peter estaba a punto de decirle el "verdadero" motivo por el que quería ir a visitar a Melinda. El chico vaciló un poco, pero al final lo soltó:
- Emma es telépata como Nick. Patrick no tiene poderes. Thadeo sólo puede hacer pociones. Por uno u otro motivo los tres son muy interesantes. Puede que yo sea como Thadeo y Emma es como Nick. Si voy a estar en todo esto de la magia, quiero investigar un poco.
El "yo interior" de Chris quería gritar y dar saltos de alegría.
- ¿A qué se debe el cambio? ¿Por qué tanto repentino interés?
- Tengo que saberlo ¿no? Si es parte de lo que soy no puedo seguir evitándolo. Así a lo mejor puedo impedir que pase otra vez.
- ¿Qué pase el qué?
- Que me convierta en…esa cosa.
Chris comprendió.
- Pensé que te gustaba lo de…ser un demonio…
- ¡No! ¿Tú estás loco?
- Has investigado mucho sobre ellos…
- Del mismo modo que los médicos investigan los microbios. Pero para erradicarlos.
Así que a Peter no le gustaba "Vraskor"…Era algo que se tendría que haber imaginado. Creyó que tenían que hablar de eso más profundamente, pero no allí, a diez metros del coche frente al colegio. Lo aparcó para más tarde y se limitó a decirle:
- Emma aún es muy pequeña para saber si es "como Nick". Aunque el parecido entre sus poderes es indiscutible.
Caminó hacia el coche y tocó para que Nick bajara la ventanilla, ya que se había metido.
- Aún tenemos que esperar a Leo. Ahí dentro te vas a aburrir.
Nick se encogió de hombros sin decir nada, y no hizo ningún intento de salir del coche. Chris suspiró. Era demasiado pedir que sus hijos estuvieran de buen humor al mismo tiempo. Había bastado muy poco para que Peter estuviera contento. Tal vez podía intentarlo con Nick:
- Hope quiere ver a Peter. ¿Vas a invitar a Rachel y a su prima de nuevo?
Nick se volvió a encoger de hombros.
- A lo mejor.
Chris chirrió los dientes y le dejó sólo, para no empezar a discutir. Odiaba cuando Nick estaba de ese humor tan poco comunicativo. Esperaron a Leo y volvieron a casa. Nick no quiso ayudarle a hacer la comida, y no salió de su cuarto ni antes de comer, ni después. Chris entró a su habitación antes de irse con Peter a casa de Melinda.
- Puedes venirte si quieres. Leo se viene. De hecho, me gustaría que vinieras. No es sólo para Peter, ya sabes. Realmente quiero estar con todos vosotros.
Había pensado que quizás lo que a Nick le pasaba era que tenía celos. Por eso quiso dejar claro que, aunque por motivos evidentes quería asegurarse de que todo estaba bien entre él y Peter, no por ello se olvidaba de sus otros hijos.
- No me apetece.
Nick no fue seco, pero sí cortante, y se giró en la cama, donde estaba tumbado, para darle la espalda. Chris invocó a los espíritus de la paciencia, planteándose si debía obligarle a decirle lo que le pasaba. Probablemente no. Si hubiera querido hablar de ello ya se lo habría dicho. Y si estaba enfadado con él por algún motivo que se escapaba de su entendimiento tampoco ayudaría el que le forzara. Así que, muy frustrado, se dio la vuelta para irse y se tropezó con unas deportivas, de mala manera tiradas en el suelo.
- Ya que te quedas, recoge esto un poco. En este cuarto no hay quien se mueva.
Nick no respondió. Chris odiaba, realmente odiaba los silencios.
- ¿Me has oído? ¿Qué lo recojas?
- Vale.
Así que, dos minutos después, Chris, Leo y Peter orbitaban a la casa de Melinda. Aparecieron en un jardín.
- ¿No apareces directamente en su casa? – preguntó Peter, extrañado.
- Thomas, su marido, está en casa. Trabaja mucho y a veces no está: es entonces cuando solemos hacer las visitas, para no incomodarle. Le pone muy nervioso todo eso de orbitar. Y le pone más nervioso todavía que lleve a otras personas conmigo. Piensa que voy a esparcir sus moléculas, o algo.
- ¿Existe ese riesgo? – preguntó Peter, alarmado.
- No, Pete, orbitar es completamente seguro. Es mi cuerpo el que se descompone, no el tuyo.
- ¿Por qué tiene miedo de la magia?
- Porque es lo normal.
- Porque es tonto – dijo Leo, casi a la vez que su padre.
Chris suspiró, se agachó, y le miró con cara de pocos amigos.
- Leo, si tengo que llamarte la atención cuando estemos dentro, te envío derechito a casa. Te he dicho muchas veces que dejes al tío tranquilo.
- No es mi tío, es el marido de la tía.
- Lo que le convierte en tu tío. Linda es la esposa de Wyatt, y es tu tía.
- La tía Linda es buena, y le gusta la magia.
- Vale Leo, me da igual, no puedes tratar mal al tío Thomas ¿entendido?
- Sí.
Chris se dio por satisfecho, aunque Leo no había sonado muy conforme. Peter guardó silencio y meditó rápidamente sobre lo que acababa de pasar. Si a Leo le caía mal, ¿es que era una mala persona? Peter nunca había visto a su tío Thomas y sólo en aquél momento se le ocurrió pensar que aquello era muy extraño: ya había visto varias veces a Melinda, pero siempre sin su marido. Por fin le iba a conocer…No sabía qué clase de persona era. Supuso que lo comprobaría enseguida. Le llamó también la atención y le alegró el hecho de que por fin iba a conocer a un miembro de la familia Haliwell que pensara como él respecto a la magia. Alguien que entendiera que aquello era raro y peligroso. Sólo que Thomas tenía la suerte de no tener poderes y de no ser una criatura salida del mismísimo infierno. Peter no era tan afortunado. Aunque bueno, ¿cuándo había tenido él alguna clase de buena suerte?
"Cuando conociste a Chris" respondió una vocecita en su cabeza. "Ahí tuviste suerte, y mucha más cuando te enteraste de que era tu padre, el de verdad. "
Peter sonrió como un tonto ante éste pensamiento.
- ¿Qué es tan divertido? – preguntó Chris, mientras llamaba al timbre.
- Sólo estaba pensando.
¿Cómo había podido llegar a pensar que aquello estaba mal, que Chris tenía alguna culpa, y que no iba a ser capaz de vivir con él después de la visión de Barbas? ¿En que otro lugar iba a estar si no, si su hogar estaba donde estuviera Chris? Peter a veces se sorprendía de lo tonto que podía llegar a ser. Tal vez fuera todo eso de ser un demonio, que además de peligroso le volvía idiota. No pudo seguir pensando en esto, porque la puerta se abrió, y dejó ver a un hombre sonriente, que debía ser su tío Thomas.
- ¡Hola, cuñado!
- Hola Thomas, gracias por invitarnos. – saludó Chris.
- ¿Bromeas? ¡Intenta decirle que no a tu hermana!- dijo Thomas, y rió. Se apartó para que pudieran pasar y miró a Leo. – Ey, sobrinito ¿cómo estás?
- Demasiado mayor para que me llamen sobrinito. – respondió el niño con algo de sequedad, y eso le valió una mirada especialmente dura por parte de Chris. Thomas en cambio le dedicó una sonrisa.
- Tienes razón. ¿Es impresión mía o has crecido desde la última vez que te vi?
- Puede ser, fue hace mucho.
- Bueno, pues haremos algo para solucionar eso. He estado trabajando mucho, pero nada va a impedirme ver cómo crece mi sobrino. Y tú debes de ser…- dijo Thomas, mirando a Peter. Frunció el ceño - ¿Quién eres tú? Falta uno ¿no? Pensé que ibas a venir con todos tus hijos, Chris.
- Nick ha querido quedarse en casa. Thomas, te presento a Peter.
Peter le miró con timidez, y el hombre le dedicó una sonrisa sincera, grande, y agradable. A Peter le cayó bien de inmediato. De pronto, y sin previo aviso, Thomas le abrazó. Peter sintió crujir sus huesos debajo de él. ¡Caray qué fuerza! Era de tamaño más pequeño que Wyatt pero…Peter pensó que era aún más fuerte que él.
- Ya era hora. Tenía muchas ganas de conocerte, Peter. Siento que mi trabajo me lo haya impedido hasta ahora.
- ¿En qué trabajas? – preguntó Peter, sintiéndose como un estúpido por no habérselo preguntado antes a su padre.
- Soy misionero – respondió Thomas con naturalidad. - He estado en África por unos meses y cuando vine me puse enfermo, por algo que cogí allí. No me convenía viajar, y por eso no pude ir a San Francisco – explicó. – Estaba muy débil.
- ¿Débil? Pues a mí no me lo ha parecido – respondió Peter, algo asombrado por aquella información. Misionero. Vaya.
Thomas se rió, y le guiñó un ojo. Definitivamente tenía algo que le recordaba a Wyatt, y eso que su parentesco con él era únicamente político.
- También soy boxeador. Tengo que mantenerme en forma.
Misionero y boxeador. Por alguna razón, al saber que era un humano normal Peter se había imaginado a un tipo en camisa y corbata con un trabajo aburrido como el de contable. Pero ante él tenía a todo un hombre de acción, activista, y de ventimuchos o de treinta y pocos años.
Entraron a la casa y Thomas se excusó un segundo, para ir a buscar a Melinda, que estaba en el piso de arriba. Aquél edificio, algo apartado del barrio urbano pero sin estar del todo en el campo tenía tres pisos.
- Estáis en vuestra casa, ya sabéis. – dijo, mientras subía las escaleras. Peter echó un rápido vistazo a aquél lugar. Era muy grande, pero los muebles estaban viejos. Mentalmente la comparó con la casa de Chris, y le dio la sensación de que esa gente no tenía mucho dinero.
- Es simpático – dijo Peter, y había incredulidad en su voz.
- ¿Eso te extraña? – preguntó Chris, al darse cuenta de su evidente sorpresa.
- Bueno, por cómo hablaba Leo pensaba que…no iba a ser buen tipo.
- Ah, sí, eso me recuerda…¿qué te había dicho, Leo? Compórtate, no voy a repetírtelo. Has estado muy antipático.
No dio tiempo a que ninguno dijera nada más, porque en ese momento bajaron Thomas y Melinda. Ella llevaba a una niña en brazos: Emma, de tres añitos. Peter la conocía, pero sólo de un día y de vista, así que la niña no pareció alegrarse de verle. En cambio se estiró en los brazos de su madre para saludar a Chris.
- ¡Tito!
- Hola, princesa. – saludó Chris, y dejó que le diera un beso.
Leo despareció en ese momento. Peter vio a un niño que parecía ser de su edad, y fue hacia él hacia donde había ido Leo.
- Bueno, ya podemos despedirnos de él – comentó Chris. – Thadeo y él son inseparables.
Peter sintió que de pronto sobraba. Que acababa de acoplarse a una familia que se conocía, y compartía una historia. Como si le adivinara, Chris puso una mano en su hombro y apretó en un gesto de ánimo.
Fueron a una sala de estar, y se allí se sentaron. Peter estuvo sólo escuchando, al principio. Thomas contaba cosas de su viaje, del que había vuelto hacía ya más de dos meses pero, según decía, jamás se cansaría de hablar de ello. Peter sentía que ese hombre le caía realmente bien. Estaba concentrado escuchándole, y de pronto sintió que algo se abrazaba a su pierna. Era Emma. Peter la sonrió.
"¿Me coges?"* dijo una vocecita infantil dentro de su cabeza. Peter abrió mucho los ojos hasta que lo recordó. Era telépata. Parpadeando con desconcierto, tomó a la niña en brazos y se la puso encima. La cría parecía estar muy a gusto ahí. Peter la sentía tan pequeña que tenía miedo de dejarla caer, pero luego poco a poco se fue relajando. Una prima. Tenía una prima pequeña, y era una monada. Tenía muchos primos en realidad…Recordó que los hijos de Melinda eran tres, y Patrick aún no se había dejado ver por allí.
- Llamaré a los niños para que merienden – dijo Melinda, y se fue a buscar a sus hijos. Habían llevado varios refrescos, patatas, y más comida de la que Peter creía necesaria, pero al ver la mirada de Chris empezó a comer. Su padre estaba obsesionado con su alimentación. Peter estaba seguro de que en aquellos cuatro días había recuperado lo poco que hubiera podido perder durante su semana con Wyatt, pero no era sensato contradecir a Christopher cuando se ponía en modo sobreprotector.
Leo y Thadeo aparecieron algo acalorados, como si hubieran estado haciendo algo muy cansado. Y vino también Patrick. Peter sabía que el niño no tenía poderes y había pensado que era cuestión de simple genética. Al ver que el niño era negro, se dio cuenta de que era adoptado. Eso explicaba, evidentemente, por qué el niño no tenía poderes. Parecía tímido, y cuando vio que Peter le miraba frunció el ceño.
- Deja a mi hermana – le dijo, de forma brusca. Peter se sorprendió mucho. Él no le estaba haciendo nada…sólo la tenía en brazos…
- No le hagas caso, Peter. – dijo Thomas – Me temo que tiene algunos prejuicios en los que estamos trabajando.
- ¡Es un demonio! ¡No quiero que la toque! – exclamó Patrick, rabioso. Se acercó a Peter, y cogió a Emma de forma brusca. La niña no quería bajarse, protestó y se movió, y al final se cayó al suelo. Se echó a llorar y Melinda la cogió en el acto. Peter la hubiera cogido antes, pero no podía reaccionar. Era la primera vez que usaban eso para atacarle y sabía que era cierto. Era un demonio. Un ser del infierno y su corta experiencia le decía que peligroso. Patrick tenía razón al sentirse así, y Thomas debería de sentirse de la misma forma. ¿Por qué le había dejado coger a su hija?
Vio que Thomas caminaba hacia Patrick, que se había quedado de pie, impactado y disgustado por la caída de su hermana. Peter imaginó que le iba a gritar, a regañar y a castigar, pero se llevó una sorpresa cuando vio que se limitó a agacharse junto al niño y a mirarle intensamente.
- ¿Por qué has hecho eso? – preguntó, con voz tranquila aunque algo triste.
No es que Thomas se estuviera controlando al hablarle así: es que realmente no parecía enfadado. Chris y Wyatt eran buenos, pero si había que gritar, gritaban. Por alguna razón, Peter tuvo la impresión de que Thomas no gritaba nunca.
- Porque no quiero que la toque. Es malvado, es peligroso y no debería estar aquí…- dijo el niño, con la misma rabia con la que había hablado antes.
- No quiero que hables así – dijo Thomas, con calma. – No lo hagas.
Miró a su hijo a los ojos, y entonces a Peter casi se le cae la mandíbula por la impresión: el niño destensó los hombros, y bajó la cabeza. Sin previo aviso, empezó a llorar.
- Lo siento.
Sin que le gritaran. Sin que apenas le regañaran. Sin que le castigaran. Con una mirada, Thomas había hecho que se pusiera a llorar. Y ni siquiera había sido una mirada de enojo.
- Ahora discúlpate con Peter.
- Lo siento, Peter.
- Dale un beso a tu hermana: la has hecho llorar.
El niño lo hizo, como si estuviera acostumbrado a que le indicaran a cada momento lo que tenía que hacer.
- Y ahora vete a tu cuarto.
El chico asintió, y se fue. La habitación se quedó en silencio cuando Emma dejó de llorar. Había tensión en el ambiente.
- Perdónale, Peter. Melinda nos contó lo que pasó y por alguna razón él te culpa por el riesgo que corrió nuestra familia.
- Eso es porque fue mi culpa – dijo Peter, con tristeza.
- En absoluto. – negó Thomas, enfatizando también con la cabeza. – Quizá si piensa así es por mi causa. No me siento muy cómodo con todo esto de la magia y él lo sabe. Está acostumbrado a los brujos y a los luces blancas, pero se le ha enseñado que los demonios son malos. Te aseguro que no te considero responsable de lo que ha pasado, y me alegro de que Melinda estuviera allí, ayudándoos. – dijo, y apretó la mano de su mujer. Intercambiaron una sonrisa, y luego Thomas cogió a su hija en brazos. Peter supo que le había dicho algo mentalmente usando sus poderes, porque Thomas se tensó un poco. Aun así su voz sonó igual de amable cuando habló de nuevo– Sí, Em, puedes comer patatas, claro que sí. Pero luego tienes que cenar.
Siguieron allí sentados un rato más, comiendo y bebiendo. Y de pronto oyeron unos pasos bajando las escaleras. Patrick entró tímidamente y se acercó a Thomas. Peter estaba sentado a su lado, así que escuchó la pregunta que el niño le hizo, en voz baja:
- ¿Estás enfadado conmigo?
Thomas le dio un abrazo.
- Claro que no.
- ¿Puedo quedarme?
- ¿Vas a dejar tranquilo a Peter?
El niño asintió.
- Entonces, eres bienvenido. Siempre lo eres.
Peter observó aquello con cierta envidia, pero de la sana. Aquél niño había estado en un orfanato como él, pero había encontrado unos padres que le querían siendo aún pequeño. Por las fotos que había en el salón, en las que se veía a un inconfundible bebé negro, llevaba con ellos mucho tiempo. Mientras que Nick y él habían crecido sin un padre. No se dejó ensombrecer por estos pensamientos, y disfrutó de la compañía de su familia. Thomas era la clase de persona que los niños pueden tomar fácilmente por un prototipo de héroe. Peter no se consideraba una persona fácil de impresionar pero ese hombre lo había conseguido, con sus historias exóticas y su altruismo desmedido. Le hacía sentir cómodo, y eso era raro, porque Peter era de los que tardaban en coger confianza. Debido a ese sentimiento de confortabilidad, no tuvo reparos en preguntar, cuando la conversación decayó:
- ¿Por qué no te gusta que orbitemos? Podríamos habernos visto mucho antes si papá me hubiera traído aquí.
Thomas se puso tenso, pero no abandonó su actitud amigable.
- No mucho antes. Sólo hace dos meses, y creo que has estado muy ocupado con…eh….ciertos asuntos tanto mágicos como judiciales.
Cierto. Hacía dos meses que Derek le había disparado, un mes desde que Barbas les atacó por primera vez, y una semana y media desde que se enfrentó al juicio y a un secuestro demoníaco. No había sido un tiempo muy propicio para andar visitando a nadie. Aun así…
- Nos habría llevado muy poco tiempo. Venir, estar diez minutos, y volver. En coche tardaríamos varias horas, pero en "aerolíneas Christopher" habrían sido segundos.
Su comentario provocó algunas carcajadas.
- Si hubiera sabido que estabas enfermo habría venido – intervino Chris – Pero mi querida hermana se olvidó de decirme ese detalle ¬¬
- Ya tenías bastante. – dijo Melinda.
- Una de las pocas cosas buenas de todo esto de la magia es la facilidad con la que puedes llegar a los sitios, orbitando. – insistió Peter.
Thomas suspiró.
- Puede ser. Pero la magia es peligrosa. No… me parece seguro.
- Eso es una tontería – dijo Leo, que había estado jugando con Thadeo y un coche teleridigido – Es más peligroso cuando te subes a un ring a que te rompan los dientes.
Chris y Peter alucinaron, porque Leo había sido muy brusco, pero Thomas sonrió.
- Nunca me han roto los dientes. Tiene sus riesgos, pero es un deporte. Depende de lo que yo haga y de lo que hace mi rival, no de alguna fuerza sobrenatural. Quizá sea superstición. Puede ser, sobrinito, no te lo niego, pero no me gusta.
- ¡Que no me llames así! – le dijo Leo, chillando un poco. Tenía la voz muy aguda, así que cuando hacía eso era muy molesto.
- Leo, tu tío sólo pretendía ser cariñoso. Sé más educado, y no chilles – regañó Chris, con el ceño fruncido.
- No me gusta que piense así. La magia no es peligrosa.
- Sí lo es – intervino Patrick – Mamá una vez vino herida. No es tanto la magia como los demonios. Y ahora tenemos dos en la familia.
- Patrick…- avisó Thomas.
- ¡Son mis hermanos! – dijo Leo, poniéndose de pie para enfrentarse con Patrick. – Ellos no son peligrosos.
- Pues creo que intentaron hacerle daño a tu padre.
- Estoy harto de ti y del estúpido de tu padre. – dijo Leo. – No eres más que un niño tonto con un padre más tonto todavía.
- Basta ya, Leo. Discúlpate ahora mismo. – ordenó Chris.
- ¡Que se disculpe él primero! – protestó el niño.
- Yo no voy a disculparme – dijo Patrick.
- Sí, sí vas a hacerlo – intervino Thomas.
- ¡Pero papá!
- Sin peros, Patrick. Son nuestros invitados y nuestra familia. Vamos, discúlpate, hijo.
- ¡Ese no es mi familia! – dijo Patrick, señalando a Peter.
Thomas caminó hacia él y le cogió sin ningún esfuerzo. Peter se dio cuenta de que el niño era muy bajito y que debía pesar muy poco. Sabía que tenía siete años, pero si llegan a decirle que tenía cinco, se lo podría haber creído. Thomas se sentó, puso a Patrick sobre sus rodillas, y le dio tres azotes. El niño se puso a llorar en seguida, y Peter supo en ese momento que no debían de castigarle a menudo. Ni siquiera le había bajado el pantalón. Leo no era mucho mayor que él y no lloraba así por apenas tres palmadas, que además no habían sido nada fuertes. Aun así, cuando Thomas le levantó Patrick se abrazó a él, muy triste y llorando mucho. A Peter le dio penita, y pudo ver que a Thomas más.
- Te advertí que tenías que ser amable, garbancito.
"¿Garbancito? Bueno, esto hace que lo de tesoro me guste mucho más" pensó Peter.
- Lo siento. – lloriqueó el niño. Thomas le dio un beso, y suspiró.
- Leo, aun le debes una disculpa – dijo Chris, en tono duro. – Y no quiero tener que repetírtelo.
- No voy a disculparme con él, es idiota.
- Cómo quieras – dijo Chris, e hizo exactamente lo mismo que había hecho Thomas, al coger a su hijo y ponerle sobre sus rodillas. A él no le gustaba castigarle con nadie delante, pero puesto que Patrick había sido castigado en público, era justo que Leo también.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Te dije que trataras bien al tío. Le has llamado estúpido y has sido muy maleducado con tu primo.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Sabes que no puedes insultar a la gente ni decir palabrotas.
Chris le incorporó y Leo se abrazó a él. Tenía lágrimas, pero no lloraba propiamente, y se le pasó en seguida, aunque no se bajó del regazo de Chris. Entonces, Patrick, aún llorando, salió de la protección de los brazos de Thomas y se acercó a Leo, mirándole con los ojos muy abiertos.
- Siento mucho que tu papá te haya castigado por mi culpa.
Leo escondió la cabeza en Chris, y éste le meció un poco.
- ¿No le vas a decir nada? – le dijo, pero con voz dulce.
- Yo lo siento también. Creo que te equivocas en lo que dices de mi hermano, pero no eres idiota. Ni tu padre estúpido.
Miró a Chris, a ver si eso estaba bien para él, y éste asintió. Apretó el abrazo y le dio un beso. Luego le bajó. Leo le sonrió, pero Patrick aun lloraba. Peter sentía que en ese momento sobraba, que no debía de estar ahí, y pensó que Thadeo debía de sentirse de forma parecida, algo impactado por ver como su primo y su hermano eran castigados. Así que, pensando en él, trató de imitar lo que haría Nick en aquella situación: aligerar la tensión.
- Un poco peligroso sí que soy: he roto tantos platos que me han denunciado por vajillacidio. ¿Verdad que sí, papá? Estoy seguro que tu vajilla me considera muy peligroso, Patrick. Pero a ti de verdad que no te voy a hacer nada. Ni a tu hermana. Yo opino como tu padre y como tú: la magia es peligrosa, toda ella, pero depende de la persona que la usa. Chris nunca hace nada malo con ella. Y sé que jamás me dejaría haceros daño, incluso si me diera por transformarme ahora.
Quizá Nick no lo hubiera hecho exactamente así, pero de algo debió servir porque Patrick le escuchó con atención, y mientras lo hacía se calmó un poco, inconscientemente. Casi había dejado de llorar. No dijo nada, y se limitó a mirarle con aquellos ojos profundamente oscuros, muy tristes. Por instinto, y esperando no ser rechazado, Peter le cogió en brazos y le sentó encima suyo. Al principio, el niño se quedó quieto. Pero luego se puso de pie en el sofá en el que estaban y se abrazó a él. A Peter le dio mucha ternura, porque el niño empezó a llorar de nuevo.
- Vamos, eh, deja de llorar. Ya está, no ha pasado nada.
- Síii. Que mi papá se ha enfadado mucho.
Peter tuvo que fiarse de su palabra, porque lo cierto es que él no le había visto enfadado en absoluto. El niño no le soltaba y le abrazaba de una forma extraña, cargando todo su peso sobre él. Le consoló un poco, y cuando Thomas pidió ayuda para traer algo de la cocina se ofreció voluntario: necesitaba salir de allí. En la cocina, ayudó a Thomas con un pastel, y buscó la manera de preguntar…
- ¿Por qué llora así? – le preguntó. Aun podía oír al niño llorar. ¡Por Dios, si no había sido nada!
- Se le pasará – dijo Thomas simplemente, y Peter se sorprendió un poco. Parecía un hombre muy dulce, y había notado cómo le entristecía tener que castigar al niño, pero ahora había sido muy frío y quizá algo insensible. Aunque quizá fuera una fachada.
- Pero…¿por qué llora tanto? – insistió.
- Patrick tiene CIPA. - explicó Thomas. Peter le miró con cara de no entender, como diciendo "eso me deja igual" – Tienes que haberlo notado – dijo Thomas, como si le molestara que Peter no se hubiera dado cuenta de algo que tenía que ser evidente.
- ¿Notar el qué?
- Que tiene un ligero retraso.
- Pues no.
- Bueno, no es mucho. Su coeficiente es de 75, lo que le acerca bastante al límite. De hecho, técnicamente no se diagnostica como retraso, sino como un coeficiente más bajo a la media.
Peter guardó silencio un momento, mientras Thomas terminaba de cortar el dulce.
- Y…¿eso es lo que le hace llorar? ¿Su…pequeña discapacidad? ¿Eso es lo que es el "CIPA"?
- No. El CIPA es una enfermedad de insensibilidad al dolor. Es bastante rara. Patrick no suda, no tiene frío, no tiene calor, y no siente dolor. No le ha dolido nada. Llora por el hecho en sí de que le haya castigado. No suelo hacerlo. Lo de su retraso es una característica más de su enfermedad.
Peter asimiló esta información con extrañeza. No sentir dolor…Es una enfermedad que le hubiera gustado tener alguna vez en su vida, aunque se abstuvo de decirlo en voz alta, ya que además intuía que algo negativo tenía que tener, sino se llamaría "don" y no "enfermedad". Entonces, sin que lo viera venir, Thomas se derrumbó delante de él.
- Se está haciendo heridas y fracturas todo el día, y ni las siente. Corre sin ningún cuidado, se golpea y le da igual, porque no le duele. El padre de Melinda tiene que venir a curarle muchas veces. ¿Y si un día no puede curarle? Siente que no es normal, y encima vive en una familia rodeada de…de…anormalidad, y no te ofendas. Es raro por no tener poderes, es raro por estar enfermo, es raro por ser de otro color… y encima yo voy y le castigo.
- Eso es la mayor tontería que he escuchado en mi vida – dijo Peter – Y si le preguntas a mi padre verás que yo digo muchas. Voy a suponer que no eres racista, así que no sé a qué ha venido lo de su color de piel. Es precioso, por cierto. No tiene magia…¿y qué? Tú tampoco. Y en cuanto a su enfermedad…bueno, realmente sería un problema en otra familia, donde las fracturas pudieran complicarse….pero en esta, donde le pueden curar al instante, lo que es, es un lujo. Eso de no sentir dolor nunca…¡Vamos! ¿Dónde hay que firmar? En cuanto al castigo, permíteme decirte que si ni siquiera le duele no tienes ni por qué sentirte mal. Pero dejando eso de lado, mira, yo también he tenido una vida…peculiar…y sinceramente te digo que tratarle de forma "especial" es lo peor que puedes hacer. Tiene que aprender lo que está bien y lo que está mal. No puedes dejarle que se salga con la suya por lo que le ocurre, o pretenderá que todo el mundo haga lo mismo, y la vida suele enseñar de una forma mucho más dura luego. No sé en qué consiste exactamente su discapacidad mental, pero por lo que he visto puede hacer una vida bastante normal. A mí me parece bastante listo. Ha entendido perfectamente lo que tú querías que hiciera, y lo ha hecho. De hecho, impacta la forma en la que responde a tu mirada, parece muy intuitivo. Yo no soy padre, pero soy hijo, y diría que me encantaría tener un padre como tú de no ser porque ya lo tengo, y es perfecto.
Thomas le miró con agradecimiento, y le sonrió. Pareció dudar antes de darle un abrazo, pero al final lo hizo.
- Estoy muy feliz de que seamos familia, Peter. Eres un encanto de niño…No…eres una buena persona. Ya eres todo un hombre.
- Eso es porque me has pillado en un buen día – respondió Peter, algo incómodo por el halago – Si me vieras más a menudo despertaría tus instintos violentos. Y ahora, vamos a llevar ese pastel.
Cuando entraron en el salón con los platos y el pastel cortado, Leo casi se tira encima suya. Peter se rió, y le dio un trozo. Patrick estaba sentado en el sofá, abrazado a su madre, y aun triste. Peter se acercó a él.
- Me parece que tu padre tiene un trozo de pastel para ti. Pero me temo que le han lanzado un hechizo y no puede dártelo si no le das antes un abrazo. ¿Crees que puedes hacerlo?
El niño asintió y corrió hacia su padre, que abrió los brazos para él y le dio un beso.
- Peter no ha "asesinado" nuestra vajilla, papá. – dijo el niño y sonrió. Thomas le sonrió de vuelta, aunque Peter estaba seguro que era más por ver feliz a su hijo que por la broma.
- Debe ser que le gusta más que la del tío Chris. – le dijo, y le dio otro beso.
Peter ocupó un lugar en el sofá, y comió un trozo del dulce, pensando que si su padre pretendía que cenara después de aquello es que sobrevaloraba el tamaño de su estómago.
- ¿Por qué me da la sensación de que acabas de hacer algo muy bueno por tu tío? – preguntó Chris, mirándole con curiosidad y una sonrisa orgullosa.
- No sé de qué me hablas. Sólo le he dicho lo que pensaba.
Chris abrió los ojos.
- Me refería a lo del abrazo. ¿Habéis estado hablando?
- Un poco.
- ¿Y qué le has dicho?
- ¿En resumen? Que es un buen padre. Aunque no tanto como tú.
Chris alzó una ceja.
- ¿Peloteo, Peter? No es tu estilo.
- Es para ver si te das satisfecho por todo lo que he comido ahora y no me insistes luego para que cene.
- Peter…Quiero que comas…
Peter no quería discutir, así que se le ocurrió algo mejor.
- Vale, comeré hasta reventar, pero quiero que me dejes hacer algo.
Chris le miró, preguntándose si debía dejarse chantajear. Decidió que dependía del "algo". Le miró con interés.
- Quiero venir aquí, conduciendo, una vez al mes.
- ¡Peter!
- Me diste el coche para que lo condujera ¿no?
- Sí, pero son casi tres horas y media…Por carretera…
- Practicaré contigo todo lo que quieras. Quiero ver al tío Thomas más a menudo. Es para mí lo que Wyatt es para Nick. Y con esto no quiero decir que no adore al tío Wyatt.
- Puedo orbitarte…
- A él no le gusta que lo hagas. Y me gusta eso de…poder venir sólo…cuando yo quiera…
- Tú, y tus ganas de independencia – refunfuñó Chris. En realidad, ese era su mayor inconveniente: que Peter quisiera ir sin él…Suspiró.
- ¿Una vez al mes?
- En fin de semana.
- Y cuando tengas 18 ¿qué? ¿Querrás irte a Europa?
- Hombre papá, Europa está un poquito más lejos…
- ¡No me ruedes los ojos! – siguió refunfuñando Chris. Peter estaba a punto de ponerle un puchero. – Está bien, está bien. Puedes hacerlo.
- Gracias. – dijo Peter, y le sonrió. - Buscaré la forma de pagar la gasolina.
- Como vuelvas a decir una tontería semejante no te dejaré. No vas a pagar nada que pueda salir de mi cartera.
Peter le rodó los ojos otra vez, y se escapó de la mano-experta-en-cosquillas de Chris. Buscó "la protección" de Leo, y jugó un rato con él y con el primo al que menos caso le había hecho. Thadeo era un experto manejando el coche teleridigido. Peter alabó su habilidad un par de veces, y con eso se le ganó por completo. Parecía un chico fácil de complacer, aunque Peter sospechaba que se llevaría mejor con Nick que con él. El niño no tenía mucha conversación más allá que su coche de juguete, su ordenador y un videojuego del que Peter no había oído hablar en su vida. Intentó preguntarle sobre las cosas "mágicas" que hacía, pero no parecía muy interesado en ese tema, casi como si le aburriera. Estuvo con ellos un rato más, hasta que Chris les dijo que ya debían irse yendo. Se despidieron, y esperaron a estar fuera para orbitar.
Ya en su propia casa, Peter sonreía.
- Tienes suerte por tener una familia tan grande y tan buena.
- Es tu familia también, Peter.
- Sí, supongo que sí. ¿No es genial?
- Me alegra verte tan contento.
- Casi dos semanas sin que me ataque un demonio o un maltratador maniático, papá. Es todo un record.
A Chris le sorprendía que pudiera bromear con eso, pero le sonrió, aliviado porque Peter volviera a recuperar su alegría.
- Anda, Señor Sonrisas, vete a la ducha antes de que te la quiten. – le dijo.
Peter se fue y Chris sacudió la cabeza. A veces Peter era tan fácil de contentar. Era un chico muy familiar…Aunque el familiar parecía Nick, que por alguna razón había decidido quedarse en casa…Pensaba subir a hablar con él, pero antes…
- Leo, campeón, quiero hablar contigo un segundo – dijo antes de que Leo subiera a su cuarto.
- ¿Me vas a regañar otra vez?
Chris le observó como si pretendiera sondearle la mente como hacía Nick.
- ¿Crees que has hecho algo por lo que te deba regañar?
- No fui amable con el tío.
- No, no lo fuiste. Ni con el primo tampoco. Pero ya te castigué por eso. Ahora lo que quiero es saber qué tienes en su contra. Es que…¿acaso no le quieres?
- ¿Acaso no me quiere él a mí?
- ¿Por qué dices eso? Thomas te adora, campeón.
- Si me quisiera de verdad, no criticaría lo que yo soy, o lo que es Peter. Él no lo entiende. La magia no puede ser mala porque es parte de mí. No me la puedo quitar, y tampoco quiero.
- Eso es cierto, Leo, claro que sí. Pero aunque el tío esté equivocado, mientras sea bueno contigo tú tienes que ser bueno con él ¿entiendes? Quizá algún día cambie de opinión. Pero sino, has de tener paciencia y recordar que te quiere. Y que tú le quieres a él.
Leo se le quedó mirando un rato, pero al final asintió.
- Ahora está todo bien, campeón. No estoy enfadado, ya lo sabes, pero quiero que sepas que si vuelves a tratar mal a tu primo seré más duro contigo ¿de acuerdo? Eres mayor que él. Haz que se note, y aprende a ceder. No puedes volver a llamarle "tonto" ni "idiota".
Chris sabía que su hijo no había tenido maldad: que probablemente no era consciente del ligero retaso de su primo, y no pretendía dañarle de verdad con ese insulto. Pero aun así, era importante que entendiera que no podía hacerlo de nuevo.
- No volveré a "defarudarte", papá.
- ¿De dónde sacas esas palabras? Se dice "defraudarte", y no lo has hecho, campeón. ¿Lo has pasado bien?
- ¡Mucho!
- Me alegro. Ahora corre al otro baño, antes de que te lo quite Nick.
Le revolvió el pelo a su hijo, y observó cómo se iba. Y, entonces sí, fue a ver con Nick, algo molesto porque ni siquiera hubiera ido a recibirles. Sabía que estaba en casa, porque Ariel tenía agua y comida nuevas, que Nick debía de haberle puesto. Lo primero que vio al entrar en el cuarto de su hijo es que no había recogido nada. Todo estaba igual de desordenado, sino más. Estuvo tentado de decirle que recogiera, pero pensó que al menos debía saludarle primero. Nick tenía las persianas bajadas, y estaba tumbado de lado, de espaldas a la puerta.
- Hola, Nick. Ya hemos vuelto.
- Hola – respondió sin emoción.
"¿Sigue enfadado? ¡Jesús! ¿Qué mosca le ha picado?"
- ¿Qué has hecho en toda la tarde?
- No gran cosa. Bueno, hice deberes. Y saqué a Ariel. Y luego nada.
- ¿Recuerdas que te dije que ordenaras tu cuarto?
Nick no respondió.
- Hazlo ahora, antes de ducharte. Esto da pena.
Chris se fue, antes de ser absorbido por la atmósfera negativa que se respiraba en el cuarto de Nick. Estuvo haciendo cosas en la casa, como fregar o meter algo de ropa, y escuchó salir a Peter de la ducha. Subió a avisar a Nick.
- Nick, tu turno.- le dijo, y echó un vistazo a la habitación. - ¿Aun no has recogido? Hijo, ¿es que estás sordo, o simplemente pasas de hacerme caso? Recoge, vamos. Tienes dos minutos ¿está claro?
Pero, dos minutos después, cuando regresó, Nick seguía tumbado. Harto del mal humor del chico y de que pasara de él, Chris le sacó de la cama.
- Que te tenga que dar una zurra para que recojas tu cuarto con los años que tienes me parece patético, hijo, de verdad – comentó, mientras le bajaba los pantalones y le colocaba en sus rodillas.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Se detuvo cuando escuchó que Nick lloraba. Algo en aquél llanto le llamó la atención. Quizá que no era consciente de haberle castigado mucho como para que llorara así, quizá que sentía que algo no iba bien. Le levantó, y le obligó a mirarle, alzándole la barbilla. Efectivamente Nick lloraba, e incluso cuando le hacía levantar la cabeza, miraba al suelo.
- Nick, cielo, siento haberme puesto así, pero llevas todo el día de mal humor y aquí dentro, totalmente de brazos caídos, sin hacer nada. Te lo he repetido varias veces y no me has hecho caso. De verdad que no sé por qué estás enfadado, hijo.
Nick le miró antes de responderle, y por alguna razón, durante unos segundos, creyó que estaba mirando a Peter y no a Nick. Era como si algo hubiera absorbido su espíritu y sus energías.
- No estoy enfadado, papá. Estoy triste.
Chris abrió mucho los ojos y le abrazó. Nick nunca le había dicho "estoy triste". A veces se lo notaba, pero nunca se lo había dicho así, con esa pena. Se sintió un padre horrible, por no saber lo que tenía su hijo y haberle malinterpretado. Este pensamiento le hizo apretar más el abrazo, y Nick se quejó, como si le hubiera hecho daño. Chris se separó de inmediato y le miró. Nick se frotaba la costilla. Con el ceño fruncido, y sin preguntar primero, Chris le subió la camiseta. Vio que Nick tenía cardenales en el abdomen y se horrorizó.
- ¿Qué ha ocurrido, mi vida? ¿Qué te ha pasado?
Nick no le respondió, y se bajó la camiseta. Chris le pasó la mano por el torso, y usó su poder para curarle, lamentando que Nick no se lo hubiera dicho antes. Probablemente llevaba con esos cardenales todo el día.
- ¿Cómo te hiciste eso, Nick?
- Yo…Ellos me asaltaron a la salida, papá. Le dije a Peter que iba al baño y me encajonaron contra las taquillas.
- ¿Quiénes? ¿Por qué?
- Algunos chicos de mi clase.
Nick lucía realmente abatido. Chris le abrazó con delicadeza, reconfortándole.
- ¿Por qué?
- Por empollón. Un profesor ha leído las notas en voz alta. Yo…siempre las escondo. La gente no suele saber lo que yo saco, pero hoy lo dijo en voz alta y…yo tenía un diez. Ellos suspendieron.
- Mi niño.
Fue increíble cómo la voz de Chris sonó dulce, pero sus ojos mostraban furia. Nick no estaba acostumbrado a ver esa mirada en los ojos de su padre. Normalmente Chris reservaba esa ira para Derek. Luego le miró de forma posesiva, como solía hacer con Peter. Nick estaba comprobando la reacción de Chris cuando hacían daño a alguno de sus cachorros…digo, de sus hijos.
- ¿Quiénes? Dame nombres.
- Papá, no soy un chivato…
- Nick, esto no es chivarse. Es protegerte. Lo que esos chicos han hecho no ha estado bien.
Nick bajó la mirada de nuevo. Chris se mordió el labio.
- ¿Por qué te afecta tanto? ¿Es por lo que me dijiste de que te empujaban en el orfanato? ¿Te recuerda a eso? ¿Es lo que te ha puesto tan triste?
- No…es que…Papá yo…oí lo que pensaban…Me puse nervioso, y lo oí…y…eran cosas tan desagradables. ¿La gente piensa así cuando se enfada? Algunos ni siquiera querían pegarme, pero se contagiaban unos de otros. Fue extraño. Yo sabía dónde me iban a pegar justo antes de que lo hicieran, así que me protegía…entonces me sujetaron las manos…Iban a pegarme en la cara, pero Paul se lo impidió y entonces solo me dieron patadas…
- ¿Paul? ¿Paul estaba con ellos? ¿Paul tu amigo?
Nick asintió.
- ¿Me estás diciendo que Paul te golpeó?
Nick volvió a asentir, con esa mirada insoportablemente triste. Chris apretó los dientes. Paul le pareció bruto cuando tiró aquella piedra contra la ventana de Peter, pero le causó una buena impresión cuando le conoció en el cumpleaños de Rachel. Le parecía alguien brusco, fuerte y del tipo atlético-bruto, pero no mal chico. Pensaba que podía hacerle bien a su hijo…También era amigo de Peter….Era el único amigo de Peter…Chris se levantó con celeridad, le dio un beso a Nick, y le dejó sólo un segundo. Fue a por el teléfono, y buscó un número. Nick le siguió, para ver a quién llamaba tan repentinamente.
- Sí, ¿con el señor Jones, por favor? Soy Christopher Haliwell. El padre de Peter y Nicholas. Eso es.
Nick alucinó. ¿Estaba hablando con su director? ¿Por qué? Bueno, el por qué era obvio. Chris elaboró una queja muy indignada, denunciando lo que le habían hecho a su hijo. Nick no pudo hacer nada para impedirlo, mientras veía como su padre iba enfadándose más y más con el teléfono.
- ¿Cómo que no puede hacer nada? …¿Si se vuelve a repetir? ¿SI SE VUELVE A REPETIR? ¡No puede repetirse!...Entiendo. Bueno, no lo entiendo, pero ya veo que no está dispuesto a ayudarme. Buenas noches. – espetó, y colgó de forma brusca.
- Papá…que ese hombre es mi director…
- Sí, y yo le creía más competente.
- Es verdad eso de que no puede hacer nada, papá. Es un colegio privado. Vive del dinero de…de gente como tú, sólo que más rica. ¿Sabes de quién es hijo Paul?
- De un médico, según creo.
- Sí, y de la delegada de educación de San Francisco.
Chris bufó.
- Esto no va a quedarse así – dijo con enfado, pero luego se relajó. – Anda, cariño, ven aquí.- pidió, y abrió sus brazos para él. Le abrazó, y le acarició el pelo. Estuvieron así un rato, pero Chris no sabía qué decir para animarle - ¿En qué sacaste un diez?
- En Física.
- ¿En Física? ¡Caray, enhorabuena! ¿Vas a por el pleno en ésta evaluación, o qué?
- Sí. Aunque ya no sé si es una buena idea…A lo mejor acabo en el cubo de la basura…O…¿eso que hacen en las películas de meter a alguien en las taquillas puede hacerse e verdad?
- Nadie va a hacerte nada de eso, Nick. Mañana voy a tener unas palabras con Paul y el resto de imbéciles.
- Papá no puedes pelearte con él…- dijo Nick, asustado, al ver a su padre tan alterado.
- No, no puedo, porque es menor. Sólo hablar.
- No es menor. Paul tiene 19 años, aunque vaya a mi curso.
- Mejor no me digas eso no vaya a cambiar de idea. Es un crío. Un niñato, más bien, y voy a encargarme de que no vuelva a hacerte daño. Pero no voy a hacerle nada. – le prometió.
Sin embargo, no hizo falta que Chris pusiera a prueba esa promesa. Media hora después, mientras Peter le hablaba a Nick sobre su tío Thomas tratando de animarle, y él hacía la cena, llamaron al timbre. Cuando Chris fue a abrir comprobó con horror que se trataba de Paul.
- ¿Qué haces aquí? – le espetó al muchacho. Iba vestido con una cazadora y unos vaqueros y se estaba mojando porque había empezado a llover.
- Señor Haliwell, yo…
- Tú nada. Te quiero lejos de mi hijo ¿estamos?
- Señor, yo no…No quería…¿Está bien Nick?
- ¿Bien? Eso depende. ¿Pretendíais que estuviera bien cuando le disteis patadas?
Paul pareció amedrentado por estas palabras, y el tono duro que empleó Chris. En ese momento salió Peter, a ver quién era, y Chris casi tuvo que contenerle para que no saltara a por él.
- ¡Tú! Pedazo de capullo...¿Qué le has hecho a mi hermano?
- Peter, no fue mi intención.
- ¿Qué no fue tu intención? ¡Agradece que yo no me haya enterado hasta hace un rato, porque si llego a estar ahí te parto hasta los huesos que no tienes!
Paul parecía sorprendido. Chris pensó que para todo aquél que no hubiera visto cómo Peter machacaba a Derek y rompía cristales, se trataba de un chico pacífico que huía de la agresividad.
- Tienes que creerme, Peter, yo no quería…Hablaron de pegar a un empollón…Yo no me fijé en las notas de los demás…no sabía que planeaban pegar a Nick…
- ¿Qué diferencia hay? – preguntó Chris - ¿Vas pegando por ahí a la gente indiscriminadamente?
- Pues…sí, señor, la verdad es que sí. Pero a mis amigos no. Yo no quería golpear a Nick.
- ¿No me digas? Y lo que hiciste qué fue ¿un accidente? – escupió Peter, con rabia.
- Cuando vi que era él no…no podía echarme atrás…Intenté convencerles, de verdad…De hecho casi lo había conseguido, pero entonces Nick volvió a entrar…
- Claro, la culpa es suya por querer ir al baño. Vete de aquí, Paul. No queremos saber nada de ti – dijo Peter.
- Peter…por favor…
Peter se giró y se marchó, dejando a Chris sólo y a Paul en el umbral de la puerta.
- Señor Haliwell…
- Estaba contento de que mis hijos tuvieran un amigo. A Peter sobretodo le cuesta hacer amistades. Ni siquiera me planteé que fueras una mala influencia para ellos, a pesar de que lo primero que supe de ti fue que le ponías condiciones a mi hijo sobre cómo quedar contigo y tirabas piedras contra mi casa…
- …lamento mucho eso – interrumpió el muchacho.
- No me importa. Me da igual lo que sientas o dejes de sentir. Te quiero a diez metros de mis hijos.
- Siento de verdad lo que le ha pasado a Nick…
- A Nick no le "ha pasado" nada, chico. Lo único que le ha pasado has sido tú.
En ese momento regresó Peter. Chris se sorprendió de ver que volvía, aunque no más que Paul. Traía un papel con él.
- ¿Ves esto, Paul? – le dijo, y le enseñó el papel. Y Chris lo supo: era una de las fotos que conservaba de sus maltratos. Había destruido los videos, pero no las fotos. Por cómo abría Paul los ojos, totalmente horrorizado, Chris dedujo que debía ser la de su espalda…Efectivamente cuando Peter la movió un poco en un ángulo en el que pudo verla, Chris vio la espalda de su hijo totalmente magullada, cruzada por heridas recientes llenas de sangre. – Esto es lo que tú le harás algún día a alguien, cuando te lleve la contraria, cuando saque más nota que tú, o simplemente cuando sea tu hijo.
- ¿Es…es Nick? – peguntó el chico tras unos segundos en los que no parecía capaz de hablar.
- No. Soy yo – replicó Peter, y aquella vez se fue definitivamente. Paul parecía impactado.
- Yo…yo no sabía qué…¿quién le hizo eso?...Dios…
Chris le iba a responder, pero entonces vio que Paul estaba más que mojado por la lluvia: estaba llorando. No sabía qué hacer. No tenía la más mínima gana de consolarle, pero cerrarle la puerta en ese momento le parecía demasiado brusco.
- Papá, ¿quién…?
Nick se había acercado, a ver porque su padre tardaba tanto en atender a quien había llamado. Y entonces vio a Paul. Su primera expresión fue de miedo. Pero luego se acercó a él, y le dio un puñetazo. Chris no tuvo tiempo de impedírselo, y probablemente tampoco lo habría hecho de haberlo tenido. Paul se echó para atrás, y se llevó la mano al mentón.
- Eso por imbécil, y por traidor – le dijo Nick, que parecía anormal y sorprendentemente tranquilo. – Pero gracias por impedir que me rompieran la nariz. Sé que es lo que planeaban.
-¿Cómo lo sabes?
- Lo sé. Ya te he dicho todo lo que tenía que decirte. Ahora vete.
- Nick, yo …lo siento…
Chris se preparó para impedir que Nick le metiera otro puñetazo, pero en vez de eso…
- Lo sé, Paul. Nos vemos mañana en clase ¿vale? ¿Has venido en coche? Conduce con cuidado.
Nick fue amable en el tono, al menos más amable de lo que Chris creía que el chico se mereciera. Cerró la puerta de la casa con delicadeza, dejando a Paul al otro lado. A Chris le dio igual que pudiera oírles.
- ¿A qué ha venido eso? ¿"Nos vemos en clase"? ¿"Conduce con cuidado"? ¡Casi parecías haberle perdonado!
- Es que casi lo he hecho. Me falta muy poquito…
- ¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes ser amable con él después de lo que ha hecho?
Chris sabía que Nick no era rencoroso, al menos no tanto como Peter, y en otras circunstancias le hubiera gustado que supiera perdonar, pero…¡a su agresor! ¡un supuesto amigo!.
- Porque he oído lo que estaba pensando, papá. Y lo sentía de verdad. Ha venido hasta aquí desde el otro lado de la ciudad, conduciendo bajo la lluvia sólo para decirme lo mucho que lo sentía.
Chris le miró sin poderse creer lo bueno que era su hijo. No es que no supiera que Nick era bueno, pero el buenazo hasta rozar la estupidez era Peter. Debía de ser cosa de genética.
"Bueno, pues entonces a lo mejor lo han heredado de ti" pensó, y eso casi le hace sonreír.
- Te ha hecho daño, Nick. Por dentro y por fuera.
- La gente se equivoca. Yo el primero. ¿Cómo puedo esperar que otros me perdonen si yo no soy capaz de perdonar? Dijiste que el mundo no debía regirse por la venganza.
- Y no debe, pero sí por la sensatez.
- Es sensato el dar una segunda oportunidad a quien la busca. Paul se ha arriesgado a que le pegaran a él también al impedir que…
- Ni se te ocurra estarle agradecido por "haberte golpeado poco".
- Está bien, pero lo sentía de verdad. Creo que merece la pena ¿vale? Confía en mí, Paul no va a cagarla de nuevo. Entiende la importancia de las segundas oportunidades. Nadie le da nunca una. Quiero ser el primero.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo que te dije de los padres de Paul y la venganza…Sus padres le culpan por la muerte de su hermano.
Chris tenía la suficiente sensibilidad como para lamentar eso.
- ¿Cómo murió?
- En realidad no lo hizo. Lleva tres años en coma, en el hospital. Accidente de coche. Paul conducía. La culpa fue del otro conductor, pero Paul siente que sus padres le culpan. Todos los días. Siempre ha sido el hijo problemático. Yo me siento identificado con eso.
Eso Chris podía entenderlo. Y lo lamentaba por el chico. Se dio cuenta de que su hijo tenía derecho a decidir a quién perdonaba y a quién no. Suspiró, y fueron a cenar.
Aquella noche Chris tuvo un sueño extraño, con un chico en coma, sin rostro. Pero luego adquiría la cara que Nick y Peter compartían. Él les hablaba, pero no le podían responder, ni moverse. Ni respirar por sí mismo. Despertó entre sudores, y supo por qué: él tenía poder para curar a ese chico. Él físicamente podía curar al hermano de Paul. No era su misión, no era su deber y de hecho no debía hacerlo, pero…PODÍA. Cuando "los heridos de mundo" se convierten en personas concretas, como un crío amigo de otro crío, resulta mucho más difícil negarse al impulso de curarlos. Chris sabía que si curaba a ese chico podía meterse en líos con los Ancianos. Sabía que podía poner en peligro su secreto, y que no podía intervenir las decisiones del Destino…el Guardián del Destino podía mosquearse también. Sabía todo eso, y supo también que iba a hacerlo. Porque sí, Peter y Nick eran un par de buenazos, pero probablemente lo había heredado de él.
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