Chapter 73: Apoyos en momentos de crisis
Chris despertó
cuando algo que debía de pesar unos treinta y cinco o cuarenta kilos saltó
sobre su estómago. Abrió los ojos y vio que se trataba de Victoria, que le
sonreía. Chris parpadeó, confundido, y vio que los tres niños y Amy estaban ya
levantados y vestidos.
- Buenos días –
saludó la niña. Se la veía muy contenta. Chris se alegró, pero le extrañaba
tanto entusiasmo después de todo lo que la pobre había visto, y de la carga
excesiva que suponían sus visiones.
- Hola, ratona.
Victoria rodó los
ojos, asumiendo que Chris jamás recordaría que no le gustaba ese nombre. ¿Por
qué esa manía de llamarle cosas raras?
"Ratona"…"princesita"…. Era Vic, o Victoria.
- Hola, tío. – dijo,
sin dejar de sonreír, y sin quitarse de encima.
- ¿Me dejas
levantarme? – preguntó Chris.
- Mmmm. Me lo tengo
que pensar. De momento no.
Chris se rió y observó
a los demás. Amy le saludó con la mano, y volvió a lo que estaba haciendo, que
era peinándose. Alex y Leo jugaban a algo que Chris no tenía muy claro, pero
que para ellos parecía tener mucho sentido. Con tanta normalidad, y con la
inexplicable alegría de Victoria, era difícil no sentirse animado él también, a
pesar de todas las cosas que le acechaban últimamente.
- Qué feliz se te
ve.
- Eso es porque he
visto que papá me va a traer un regalo, y he visto lo que es. Lo está comprando
ahora mismo, y si me concentro sólo en él puedo ver todo lo que hace – dijo
Victoria, muy orgullosa. - Lo voy a llamar "Papátelevisión".
Chris la miró, muy
impresionado.
- ¿Puedes ver todo
lo que hace Wyatt?
- Todo todito. Puedo
ver todo lo que hace cualquier persona del mundo, si me concentro en ella. Y,
claro está, puedo ver su futuro – dijo Victoria, y en ese momento se puso un
poco triste. – Vi cosas malas en el futuro de papá, y me asusté, porque aún no
sabía lo que me estaba pasando. Fui mala con él y creo que ahora se piensa que
no le quiero, o que pienso que es malo, o algo así…
Chris puso entender
entonces por qué Wyatt parecía huir a su hija. Todo le quedó claro en ese
momento. Acarició a la niña con ternura.
- Papá sabrá
entenderlo. Lo que tienes que hacer cuando le veas es darle un gran abrazo.
Seguro que eso le hace muy feliz. ¿Por qué no me hablas de ese regalo que has
visto?
La maniobra de
distracción funcionó, y Victoria sonrió otra vez.
- ¡Es un juego de
pin-pon! Con palas, pelotas, y todo. ¿Sabes que dentro de poco tengo un
campeonato? Y…y…¡creo que puedo ganar!
Victoria hablaba en
ese momento como alguien de su edad, y eso era genial, teniendo en cuenta que
hacía días que no se lo permitía, o mejor dicho, que sus nuevos poderes no se
lo permitían.
- Seguro que sí,
cariño.
- ¿Y sabes qué más?
– siguió la niña, entusiasmada - ¡Ya controlo lo que digo!
- ¿Sí?
- Ahá.
- ¿Cómo me llamo?
- Christopher. No
puedo mentir. – aclaró la niña – Creo que nunca podré hacerlo, y tengo que
responder a una pregunta directa. Pero ya no tengo que decir todo lo que
pienso. Tengo… más control sobre lo que digo. Creo que eso me evitará muchos
problemas.
- Me alegro mucho,
cariño. Y ahora ¿me dejas levantarme? Veo que me he quedado el último…¿Lleváis
mucho despiertos?
- Algo más de media
hora. Pero no eres el último: Nick y Peter aun no se han despertado.
Victoria se quitó de
encima para que se levantara, y Chris buscó su ropa para cambiarse. Fue al
baño, se puso una camiseta y unos vaqueros, y echó a lavar el pijama. A la
vuelta, pasó por la habitación de Peter, para despertarle.
Lo notó nada más
entrar. La temperatura de la habitación era por lo menos dos grados mayor que
en el resto de la casa. De hecho, el ambiente estaba como cargado, sofocante.
Chris se acercó para abrir la ventana. Le sorprendió que el movimiento no
despertara a Peter, que solía tener el sueño muy ligero. Le dio un beso, y
entonces sintió que estaba muy, muy caliente. Se asustó un poco. Le despertó
con un leve zarandeo.
- Hola, tesoro.
- Hola, papá –
respondió el chico, con voz débil.
- ¿Te encuentras
bien? Hijo, estás ardiendo.
Peter intentó decir
algo, pero parecía atontado por la fiebre.
- Voy a por el
termómetro ¿vale?
Chris salió rumbo al
armario de las medicinas, donde guardaba el termómetro, pero antes pasó por la
habitación de Nick para despertarle. Se preguntaba si el chico seguiría molesto
con él como la noche anterior, pero esas preocupaciones desaparecieron cuando
estuvo en su habitación. Notó el mismo calor que en el cuarto de Peter al
entrar. Le notó arder también, al tocarle. Eso no era fiebre: era una maldita
hoguera dentro del cuerpo de su hijo. De los dos.
El termómetro marcó
más de 45 grados en Peter, y lo mismo en Nick. Eso era imposible. Ningún ser
humano sobrevive a más de 42. Chris se puso histérico, sobre todo cuando vio
que no conseguía hablar con sus hijos de forma coherente. Como no quería
dividirse, y aprovechando sus poderes, orbitó a Nick y a su cama para tenerlos
a los dos en la misma habitación, en la de Peter.
Al ver que tardaba,
Amy le buscó y le encontró medio histérico, tomándoles el pulso.
- ¿Chris qué ocurre?
- Fiebre. Mucha.
Cuarenta y cinco. Cuarenta y cinco grados.
Amy abrió mucho los
ojos.
- Hay que llamar a
un médico.
- Lo sé.
Puedes…¿puedes ir a por el teléfono?
"¿Por qué hará tanto
frío?" dijo una voz en la cabeza de Chris, y se giró al reconocer la voz
de Nick, pero su hijo no había hablado en voz alta.
- ¿Qué ha sido eso?
– preguntó Amy, sorprendida. Por lo visto Nick no había hablado sólo en la
cabeza de Chris, sino que había sido una "retransmisión abierta."
- Telepatía.
"Tanto
frío…Quiero volverme a dormir. Quiero volver a soñar con Rachel. Quiero
olvidarme de papá, de la magia, de la profecía, y de su puta madre."
- La fiebre hace que
no lo controle – entendió Chris, y su pánico aumentó. – Dios, Amy, no puede ver
a un médico así. Descubrirían sus poderes…intentarían investigarle…se
convertiría en un conejillo de indias.
De pronto, Peter
empezó a temblar, y su cuerpo se transformó. Dejó de ser Peter, para ser
Vraskor. Amy soltó un grito.
- ¡Chris! ¿Qué…?
- Medio demonios –
dijo Chris, solamente – Ahí está el otro medio. No te asustes, no te hará nada,
y menos ahora.
Peter volvió a
transformarse y lo mismo pasó un par de veces seguidas: el demonio rojo
aparecía de forma intermitente. Por lo visto tampoco podían controlar eso.
¿Cómo iba a llamar a un médico así?
- Tengo que llamar a
mi padre – dijo Chris, y le invocó. Leo no tardó nada en orbitar ante ellos, y
apenas fue necesario decirle nada, porque la situación hablaba por sí misma.
Leo volvió a tomarles la temperatura y empezó a dar órdenes como el médico
militar que había sido en su vida anterior. Les hizo traer paños de agua fría y
preparar un baño de agua con hielo.
- Papá, ¿qué tienen?
- No lo sé, Chris,
pero hay que bajarles la fiebre. Muy pocas personas han sobrevivido a los 45 °C
de temperatura. Uno muere entre los 42 y 44 °C. Normalmente suele haber daños
cerebrales graves, aunque hay casos de personas que tras alcanzar esa
temperatura, han llevado una vida normal. En cualquier caso, eso ha sido en un
hospital, y no aquí, donde no hay nada para poder tratarles.
- Pues entonces
llevémoslos a un hospital.
- No creo que sea
buena idea. No controlan sus poderes.
- ¡Me da igual! ¡No
voy a quedarme aquí viendo cómo se mueren! – exclamó Chris, con un sollozo que
le salió del corazón.
- Por supuesto que
no, Chris, pero en realidad dudo que ir a un hospital sirviera de algo. No es
sólo que estén calientes, hijo, es que transmiten calor. Esto no es normal. No
es una enfermedad corriente.
- ¿Una enfermedad
mágica? – preguntó Chris. Había pocas, pero las había.
- No conozco ninguna
que haga alcanzar estas temperaturas. Chris, tengo que ir a un hospital, tengo
que coger ciertos medicamentos, y necesito que alguien se quede con ellos por
si pasa algo. Alguien que sepa qué hacer si hay algún cambio, o si muestran
otro síntoma.
- No hay más médicos
en la familia, papá – dijo Chris, desesperado. Estaba a punto de perder el
control, pero entonces una presión suave en los hombros le confortó: era Amy.
- Todo va a salir
bien, amor. Tienes que calmarte. Me dijiste que el padre de Paul era médico. Él
sabe tiene magia como vosotros. Parece la persona idónea.
Chris ni se lo había
planteado, pero vio que era su única opción. Asintió, y trató de ser fuerte. No
le sería de ninguna ayuda a sus hijos si no conseguía tranquilizarse.
- Ahora voy a echar
más hielo en la bañera, y voy a entretener a los niños – siguió Amy. - ¿Tú vas
a estar bien?
Chris volvió a
asentir, y apretó su mano con agradecimiento. Amy salió, y en ese momento Nick
se convirtió en Adramelech y dio una sacudida.
- Que no se muerda
la lengua – le advirtió Leo, y Chris le miró con unos instantes de confusión.
Leo cogió un cinturón de Peter que había por el suelo, y rodeó la boca de Nick con
él, enseñándole a Chris cómo tenía que hacerlo para impedir que se mordiera la
lengua con los temblores.
Tras unos segundos
Nick dejó de temblar y recuperó además su forma humana.
- Tengo que ir al
hospital – insistió Leo. – Así que si vas a llamar a alguien, hazlo.
Chris sabía lo que
su padre iba a hacer: iba a colarse en un hospital y a robar medicamentos. No
era muy ético, pero sí necesario. Sin separarse de sus hijos, Chris sacó el
móvil y llamó a Paul. El chico no se lo cogió, pero él insistió, e insistió, y
siguió insistiendo. A la quinta llamada se lo cogieron.
- Deje en paz a mi
hijo – dijo la voz de Patrick al otro lado, sin saludos ni rodeos.
- Señor Anderson, no
es con él con quien quiero hablar. Necesito su ayuda.
- ¿Mi ayuda?
- Se trata de mis
hijos. Usted…usted es médico ¿verdad?
- Lo soy.
- Por favor…- dijo
Chris, únicamente, suplicándole al teléfono con desesperación en la voz.
- ¿Qué es lo que
ocurre?
- Están…están
ardiendo.
- ¿Fiebre?
- Cuaren…cuarenta y
cinco grados.
- Eso es imposible.
- Pero es verdad.
Hubo un silencio.
- Voy para allá –
dijo Patrick, y colgó.
Christopher supo, en
ese momento, que nunca jamás volvería a decir nada malo contra Patrick. Que si
ese hombre ayudaba a sus hijos, le debería más que la vida. Le debería el alma.
Le debería todo.
En lo que parecieron
los minutos más infernales de su vida, Chris desvistió a sus hijos con ayuda de
su padre y les dio un baño helado, para ver si la fiebre remitía. No
consiguieron gran cosa.
- No estoy seguro de
que esto sea fiebre. – murmuró Leo, mientras volvían a meterlos en la cama.
- ¿Y qué es, según
tú?
- No lo sé.
Amy vino un par de
veces para ver cómo iba todo y el resto del tiempo estuvo con los niños,
evitando que entraran en la habitación y ocupándose de que desayunaran.
El siguiente síntoma
de los gemelos fueron los vómitos. Constantes, incontrolables… Como no podían
tenerse en pie, Leo le enseñó a Chris la posición en la que debía colocarles,
para que ni se devolvieran encima, ni se atragantaran con el vómito.
Cuando Patrick llegó
tuvo una breve conversación de médicos con Leo, y después Leo orbitó al
hospital, con una lista de los medicamentos que quería coger. Patrick no perdió
el tiempo y se puso a trabajar, pero notó que Chris le estorbaba, pegado a sus
hijos todo lo que era posible.
- Christopher – dijo
Patrick, pasando de las formalidades. Su voz tenía un algo profesional, como de
médico. – Christopher, apártate, por favor.
- Ni en sueños.
- Aquí no tengo
enfermeras ni celadores amables que saquen al familiar histérico de la
habitación. Te advierto que si te pones tonto te noqueo, y me quedo tan
tranquilo.
Chris ni siquiera
reaccionó ante la provocación, la advertencia o lo que fuera eso. Simplemente
no se movió, pero Patrick le apartó sin muchas dificultades. Era más grande y
más fuerte que él, como ya había notado en más de una ocasión.
- Intuyo que esto no
es sólo por la enfermedad – dijo Patrick, cuando Peter se transformó en Vraskor
una vez más.
- No. Son medio
demonios.
- Paul me lo dijo.
Omitió decir que eran demonios bestia, pero me lo dijo.
- ¿Sabes de qué
especie son? – preguntó Chris, distraído, a su pesar. Recordó que Adramelech
había tenido que explicárselo a él, porque no lo había sabido.
- Me dedico a
perseguir a estas criaturas. No soy como tu familia. No me limito a defender a
los inocentes. Yo me considero un…exterminador, si quieres llamarlo así. Quién
me iba a decir que iba a tener a dos de ellos como pacientes.
- Mis hijos no son
como ellos. Son mitad brujos, y son buenos. Ellos no tienen la culpa de…
- Mi trabajo es
curar a los enfermos sin preguntar a qué se dedican, Haliwell. He tratado a más
de un asesino.
- ¡Pero mis hijos no
son nada de eso!
- Son demonios. Si
fueran mayores de edad, y les viera por la calle, acabaría con ellos – dijo
Patrick con frialdad. – Pero no cazo niños ni adolescentes. Además, según creo,
uno de ellos salvó a Paul de un demonio que le atacó mientras dormía. Tal vez
tengas razón, y ellos sean diferentes. No lo sé. Eso no importa ahora. ¿Tienes
un reloj?
Chris se sorprendió
por el repentino cambio de tema, pero se desabrochó el suyo de la muñeca y se
lo dio. Patrick se lo puso delante y le tomó el pulso a los gemelos. Primero a
Peter, y luego a Nick. Luego sacó un estetoscopio de su maletín, y les
auscultó.
- Este chico tiene asma
¿verdad? – preguntó Patrick, tras acabar con Peter. Chris asintió. – Por lo
demás, no tienen nada en los pulmones. Mira Christopher, voy a ser muy claro:
tendrían que estar muertos. O, por lo menos, comatosos. Tendrían que haber
sufrido taquicardia e incluso un infarto. Pero su corazón está perfectamente.
Lo único normal aquí son los vómitos y las convulsiones. La hiperpirexia, es
decir, esta fiebre tan alta, ataca a proteínas vitales para el organismo. Es
por eso que la gente se muere si sobrepasa determinados grados. Me gustaría
tener aquí mi instrumental, pero no tengo más que algunas cosas básicas, y tu
padre no puede traer más que algunas medicinas. Así que voy a hacer esto a lo
basto.
Sin darle tiempo a
procesar nada más, Patrick sacó un escalpelo, y lo acercó al brazo de Nick.
Chris tardó en reaccionar, pero luego lo hizo.
- ¡Espera! ¿Acaso
les vas a hacer una sangría, como en la edad media?
- No, claro que no.
No seas estúpido. Voy a hacer un experimento.
Nada más acabar esta
frase, Patrick hizo un pequeño cortecito en el brazo de Nick. Segundos después,
Nick se transformó en Adramelech y luego volvió a su forma otra vez, y el
cortecito ya no estaba.
- Lo que imaginaba –
dijo Patrick.
- ¿Qué pasa?
- Ya sé por qué tus
hijos no se mueren. Lo de transformarse en demonios es un mecanismo de
supervivencia. Se pueden autocurar, no sólo las heridas, sino por lo visto
también las enfermedades.
- Pero no se están
curando.
- No están muriendo.
Si no fueran medio demonios ya estarían muertos, Christopher – explicó Patrick
– Aunque creo que si no fueran medio demonios no les estaría pasando esto. Creo
que esto es una enfermedad demoníaca, pero eso no tiene mucho sentido ¿verdad?
Quiero decir, que no hay más demonios en tu familia.
- Pues no.
- ¿Han estado tus hijos
en contacto con algún demonio en, no sé, digamos el plazo de un mes?
- Peter estuvo en el
inframundo. Cazó a varios de ellos.
- Ahí puedes tener
una explicación. O si no algún microbio. O lo que sea. La causa la verdad es
que ahora mismo no me importa. Vamos a darles otro baño frío.
Lo hicieron, pero al
tratar de desnudar a Peter, se puso a gritar.
- Alucinaciones –
dijo Patrick, con calma.
- No...no…- decía
Peter. – Eso no…
"Aléjate,
¡aléjate de mí!" gritó Nick, en sus cabezas. Les provocó jaqueca.
- Qué agradable –
dijo Patrick, sarcásticamente.
"No me hagas
daño" decía Nick. Patrick miró a Chris con la pregunta en los ojos.
- Nick estará
leyendo la mente de Peter, y proyecta las alucinaciones de su hermano.
- Cuando uno delira
suele decir incoherencias, no grita aterrado de miedo. – replicó Patrick.
- Peter ha tenido
una vida…peculiar.
- Me doy cuenta.
En ese momento
volvió Leo, y traía varias cosas. Patrick y él hablaron en un lenguaje médico
que Chris no pudo entender, y luego inyectaron algo a los chicos. Tras
discutirlo un momento les inyectaron una dosis más alta de lo normal,
sospechando que con demonios no valdría el estándar.
Media hora después,
cuando hizo efecto, la fiebre les había bajado considerablemente. Tenían 39,5.
Que era mucha, pero ya no tan alarmante. Ya no convulsionaban, y dejaron de
transformarse, pero seguían vomitando. Parecieron despertar, y salir del sopor
semiincosciente en el que habían estado.
- Papá – dijo Nick.
- Hola, mi vida.
¿Cómo te sientes?
- No en mi mejor
momento. Yo no suelo ponerme enfermo…
- Esto parece una
enfermedad de demonios, y no un simple catarro.
Nick iba a decir
algo más, pero le asaltaron las náuseas. Lo mismo pasó con Peter. Patrick,
viendo que Leo ya estaba con ellos, se despidió, y Chris le agradeció el que
hubiera venido. Patrick no dijo nada, frío, como siempre, pero a Chris ya le
daba igual. Ese hombre había dejado de estar en su lista de enemistades.
Leo sacó una
jeringuilla y tomó el brazo de Peter.
- Esto es un
antiemético. Detendrá tus vómitos – le explicó, y se lo inyectó. – Cuando te
encuentres un poco mejor y no tengas náuseas tienes que beber mucho – le dijo,
y le acarició con mucha ternura la cara. Chris recordó cómo le acariciaba de la
misma forma a él cuando enfermaba, y lo bien que se sentía. Se acercó a Peter y
le acarició el pelo.
Leo fue a hacer lo
mismo con el brazo de Nick, pero el chico no se dejó.
- Nick, tengo que
inyectarte esto – explicó Leo, pensando que quizás la fiebre le hacía estar
confundido. Pero Nick no estaba confundido: había entendido perfectamente y no
iba a dejar que le pinchara. Odiaba las agujas. Se revolvió.
- Nick, cariño,
estate quieto - dijo Chris, y se puso a su lado, haciéndole mimos. – El abuelo
va a inyectarte eso para que dejes de vomitar.
- Pero no quiero que
me pinche…
- Será sólo un
pinchacito, mi amor, y te hará sentir mejor. Ni lo notarás. – dijo Chris. - ¿a
que no ha dolido, Peter?
- No - dijo el
chico, que se empezaba a encontrar mejor, al tener menos fiebre y sentir cómo
remitían sus náuseas.
- ¿Lo ves? Vamos,
cariño, extiende el brazo.
Leo intentó
pincharle otra vez, pero nada.
- ¡No, no! ¡No
quiero eso!
- Nick, tienes que
dejar de vomitar – explicó Leo, con paciencia. – Corres peligro de
deshidratarte. Estás expulsando bilis, porque ya no tienes nada que echar.
- Me da igual, me
deshidrato, ¡lo prefiero!
- No digas
tonterías, cariño – dijo Chris, e intentó sujetarle, pero Nick se resistió, dio
un manotazo, y provocó que se cayera la jeringa.
- ¡Nick! – protestó
Leo. – Menos mal que traje una de más. No hagas el tonto.
Lo volvió a
intentar, pero nada. No se estaba quieto.
- Nick, me estoy
enfadando – advirtió Leo. – No seas crío.
- No, no quiero, no.
- ¡Nick! – dijo Leo,
elevando un poco la voz.
- Cielo, no seas
testarudo. No mires la jeringa ¿vale? Y piensa en otra cosa – dijo Chris, y lo
intentaron de nuevo, pero nada. – Nick, se me está acabando la paciencia.
Nick intentó
levantarse, y casi tira la jeringa. Chris se preocupó, porque no tenían otra,
pero por suerte no se cayó. El que casi se cae es Nick, por tener demasiada
fiebre y estar demasiado débil para hacer movimientos bruscos.
Chris suspiró
entonces, y se le colocó encima.
- Si no quieres que
te pinchen el brazo, te pincharán en el glúteo, como a los niños pequeños. – le
dijo, y asintió hacia su padre, como para indicarle que le sujetaba. Le bajó un
poquito el pantalón y le agarró bien, pero Nick comenzó a gimotear.
- ¡No! ¡No!
¡Suéltame, imbécil, no! – se revolvió sobre las piernas de Chris, que hizo
fuerza, pero no quería hacerle daño.
- Nick, quieto.
- ¡No! ¡Déjame,
déjame! ¡No vas a pincharme!
Chris meneó la
cabeza, sin poder creerse la escenita de parvulario que estaba dando su hijo. A
Nick le entraron nuevas náuseas, y Chris le sujetó mientras devolvía en una
palangana. Le apartó el pelo de la cara, y le refrescó el sudor con cariño.
- Ale, deja que el
abuelo te pinche, y acabemos con esto – dijo Chris.
- ¡Que no!
La paciencia de
Chris se agotó, y puesto que Nick ya estaba encima suyo, y con los pantalones a
medio bajar, le dio cuatro azotes no muy fuertes.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Quieto, Nick – le
advirtió, y Nick se echó a llorar. Leo le pinchó entonces y lloró un poco más.
– Ya, mi niño, ya. Ya está. Siento haber tenido que pegarte pero, corazón,
llevo toda la mañana viéndote muy enfermo, y no voy a dejar que te dificultes
tu propia curación.
Le levantó, y le
tumbó en la cama. Le dio un beso.
- ¿A que el pinchazo
no fue para tanto?
Nick no le
respondió, y lloriqueó un poco, aunque Chris sospechaba que era por la fiebre
ya que normalmente no habría llorado por algo como eso.
- Siento haber
tirado una jeringa – dijo luego.
- No pasa nada, pero
para otra vez confía en nosotros, cielo, que ni el abuelo ni yo queremos otra
cosa que tu bien.
Chris le acarició,
contento porque su estado hubiera mejorado considerablemente comparado con el
de hacía unas horas.
- Y…y siento haberte
llamado imbécil. ¿Me vas a castigar?
- Para los que están
enfermos sólo hay mimos, Nick – dijo Chris con infantilismo intencionado. –
Pero no soy imbécil, y no quiero que me lo vuelvas a llamar.
Nick asintió, y se
dejó mimar. Al poco se quedó dormido, y al mirar a Peter, Chris se dio cuenta
de que él también lo estaba.
- Ve a comer algo,
Chris – le dijo Leo.
- No, gracias, papá.
- No era una
pregunta.
- Estoy bien. Yo… no
quiero separarme de su lado.
- Están dormidos, y
yo voy a estar con ellos. ¿Sabes si quiera qué hora es? Son las tres de la
tarde, y no has desayunado, ni comido.
- No tengo hambre.
- Christopher, no
discutas conmigo.
Chris rodó los ojos,
pero la costumbre acabó por hacer que obedeciera a su padre y en el proceso se
sintiera como si hubiera perdido veinte años así, de golpe. Le habían vuelto a
rebajar a la categoría de "haz lo que te digo si sabes lo que te
conviene". Las viejas costumbres nunca se pierden.
Fue a la cocina a
hacerse un sándwich, y de paso a buscar al resto de su familia para hablar algo
con ellos. Mató dos pájaros de un tiro, porque estaban en la cocina todos.
- Leo, tus primos ya
han terminado de comer hace rato. – oyó decir a Amy.
- ¡No quiero tu
estúpida comida! – respondió Leo, medio gritando.
- Llevas todo el día
en una actitud muy mala, jovencito, y me estoy empezando a cansar.
- ¡Pues déjame ver a
mis hermanos!
- Ya te he dicho que
no se puede, cielo.
- ¡Pues entonces no
voy a hacerte caso! ¡No voy a comer, no voy a lavarme las manos, y no voy a
hacer nada!
- Sí, si vas a
hacerlo. Vamos, come.
Chris llegó a la
puerta en ese momento y vio que Amy acercaba el plato a Leo. Vio también como
éste lo empujaba y lo tiraba al suelo. Entonces Amy suspiró, y Chris, que se
estaba preparando para intervenir, se quedó alucinado cuando la vio coger al
niño y ponerlo en sus rodillas.
- PLAS Llevas PLAS
pidiendo esto PLAS todo el día, Leo. PLAS.
- ¡No, suéltame,
tonta!
PLAS PLAS PLAS PLAS
- Me he cansado de
que me insultes e ignores todo lo que te digo. Peter y Nick están enfermos y
ahora no puedes ir a verles. En cuanto se encuentren mejor serás el primero en
saberlo. Ahora, ¿vas a portarte bien?
Leo lloraba un poco
por el suave dolor, y un poco por la impresión de que Amy le hubiera pegado.
Había pensado que ella no lo haría, o tal vez que no podía hacerlo. A Chris le
sorprendió sin embargo el hecho de que el niño no cuestionara su autoridad en
ningún momento. Se incorporó y la dio un abrazo, poniendo un puchero.
- Lo siento.
Amy también pareció
sorprenderse, y le devolvió el abrazo. La notó torpe en ese momento, como si no
estuviera segura de lo que tenía que hacer, pero pareció encontrar la respuesta
y le dio un beso en la cabeza.
- No pasa nada.
- Lo siento –
repitió Leo, lloriqueando.
- No pasa nada, Leo,
estás perdonado. Ya no llores, cielo.
- No te enfades
conmigo.
- No estoy enfadada.
Y tú ¿estás enfadado conmigo?
- No.
- Pues entonces, no
pagues tu enfado en mí. Te prometo que veras a tus hermanos tan pronto como sea
posible. Están malitos, y tienen que descansar, por eso te digo que no puedes
ir a verlos. No lo hago por maldad, cariño.
Leo asintió, y se
abrazó a ella con más fuerza. Chris avanzó hacia ellos y sólo entonces Alex,
que era el que quedaba directamente frente a él, le vio.
- ¡Tito!
Amy, Leo, y Victoria
se giraron y le vieron.
- Hola. – saludó
Chris.
- ¿Cómo están? –
preguntó Amy, con preocupación. – Hemos estado hablando con Patrick…
- Están mejor. Les
ha bajado la fiebre y han dejado de vomitar. Ahora duermen. ¿Habéis comido?
- Yo no – dijo Leo,
y salió de los brazos de Amy para ir hacia Chris. Lloró un poquito. – Papi.
- Dime, campeón.
- Amy me ha
castigado.
- ¿Ah, sí? –
preguntó, haciéndose el inocente. Leo asintió. - ¿Y por qué?
- Porque he sido
malo todo el día.
- ¿Y por qué has
hecho eso, campeón? Con lo bueno que tú eres…
Leo lloró un poquito
más.
- Es que… yo quería
ver a Peter y a Nick….Lo siento, papá.
- Está bien,
campeón, no pasa nada. Ven aquí, y dame un beso.
Leo lo hizo, y Chris
le cogió en brazos.
- Si te portas bien
y te comes todo después subimos un rato a verles ¿de acuerdo? – le dijo, y Leo
sonrió. Chris se sentó a comer con él, y habló con Alex, y Victoria, que le
contaron lo que habían hecho durante aquella mañana con Amy. Chris supo que de
no ser por ella todo hubiera sido mucho más difícil, teniéndose que ocupar de
los tres niños además de los gemelos. La miró con agradecimiento.
Fiel a lo prometido,
Chris dejó que pasaran un rato a verles, pero seguían dormidos. Leo le dio un
beso a sus hermanos, y a Chris le pareció un gesto muy tierno. Le sonrió, y les
mandó otra vez a jugar. Amy se demoró un momento antes de salir.
- Chris….
- Gracias por todo,
Amy. Tú...eres genial.
- No he hecho nada.
Yo…con Leo…estaba siendo muy desobediente, y tiró la comida. No pretendía…Yo…sé
que es tu hijo, y sé que no debería haberle pegado…
- Amy, has hecho lo
que habría hecho yo, y has hecho bien.
- No le hice daño,
de verdad, yo…
- Lo sé. Sé que es
la primera vez que haces esto, pero si uno sabe controlarse y dejar a raya el
enfado, no se hace "daño". Te he visto. No le has pegado con rabia,
ni de forma violenta. Además, has sido muy suave. Sé que…sé que le quieres. Lo
he visto, en tus ojos, estos días. Te preocupas por él, y le cuidas. No has
hecho más que eso mismo.
- Me he sentido tan
mal al verle llorar…
- Bueno, nadie dijo
que fuera fácil. Pero has sido muy dulce con él después, y eso era justo lo que
tenías que hacer. ¿Lo ves? Tú también sabes cuándo ser un ogro, y cuando un oso
amoroso – dijo, recordando la comparación que ella había hecho cuando le vio
castigar a Nick.
Amy le sonrió un
poco, y se fue con los niños mientras él se quedaba con Nick, Peter y su padre.
- Vais más que en
serio ¿verdad? – preguntó Leo, su padre, que había estado muy callado, sentado
en una silla.
- Eso creo –
respondió Chris, algo incómodo y ruborizado.
- Ella…es buena para
ti. De verdad deseo que puedas llevar una vida normal, Chris. Y no como…no como
tu madre. Deseo que todo esto pase y puedas tener una familia mágica normal y…
- ¿Te das cuenta de
la contradicción de eso que dices? – preguntó Chris, con humor. – "Una
familia mágica normal". Cuando averigües lo que eso, me lo cuentas. Hasta
entonces voy a ir problema a problema.
- No olvides que no
estás sólo en esto. Y no estoy hablando sólo de tu madre, de tus hermanos, y de
mí. Amy ya te ha demostrado que está dispuesta a apoyarte y capacitada para
ello.
- Y no sé hasta qué
punto eso es bueno o malo. No tengo derecho a que los peligros de la magia la
salpiquen. Ella es tan inocente…tan buena…
- Ella te ha elegido
a ti. Y tú la necesitas a ella.
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