Chapter 84: Nuestro
Chris respiró hondo,
pero aquella vez no servía de nada. No conseguía calmarse. No cuando su hijo
pequeño lloraba en sus brazos, y una marca roja en su espalda comenzaba a
volverse morada.
- Sssh, Leo. Ya, mi
niño, ya pasó.
- Pa…snif… papi, me
duele.
- Lo sé, mi vida.
Déjame ver – pidió Chris, con dulzura, y le levantó la camiseta por cuarta vez
en menos de un minuto. – Lo voy a matar – susurró entre dientes, al ver la
inconfundible señal de un golpe de los que perfectamente te llevan al hospital.
- Chris…
- No le defiendas,
Peter. No digas una maldita palabra. Tu hermano ha cruzado una línea.
- No es mi hermano,
y personalmente no tengo ningún problema si decides matarle, aunque creo que tú
llegarías a sentirlo cuando se te pase el enfado, pero no iba a interceder por
él. Sólo quería decirte que quizás en vez de mirar el moratón como un idiota,
deberías…ya sabes… curarle.
Cierto. Pero él no
tenía poderes. Resopló.
- Wyatt. – llamó,
pero su hermano no apareció. Frustrado, agradeció la presencia de más luces
blancas en su familia. – Papá – probó, pero tampoco obtuvo respuesta. – Tía
Paige – dijo ya a la desesperada, y esa vez tuvo más suerte. La mujer, de unos
sesenta años bien conservados, apareció en la cocina con aspecto de estar
agitada.
- Algo extraño está
pasando – dijo Paige a modo de saludo – Esa extraña lluvia… y el mundo parece
estar volviéndose loco.
- Me da igual el
mundo – cortó Chris – Mi hijo se ha hecho daño.
Paige reparó por
primera vez en el niño lloroso y dio un vistazo rápido a toda la habitación. Se
detuvo un instante en Amy, a quien no conocía pero de quien había oído hablar.
- Ella también
parece herida. No creo que ese sea su aspecto habitual.
Efectivamente, Amy
tenía la mejilla enrojecida, y empezaba a hinchársele. Chris se sintió culpable
porque apenas la había prestado atención. Miró mal a Peter por haberle hecho
eso, pero sabía que algo raro había pasado durante la lluvia y que nadie era
dueño de sus actos en ese momento.
- Primero el niño –
dijo ella, aunque era evidente que le dolía bastante. Paige se agachó junto a
Leo y le curó en un segundo con sus poderes. Luego le dio un gran abrazo.
- Ya, mi niño
valiente – dijo la mujer. - ¿Qué pasó?
- Nick me pegó –
lloriqueó Leo.
- ¿Durante la
lluvia?
- Después – dijo
Chris, secamente, y señaló a Amy, indicando que la curara a ella. Paige se
acercó a Amy, extendió su mano y la sonrió.
- No es esta la
forma en que quería conocerte – comentó Paige y la curó en un santiamén. –
Ahora tengo que irme. Las cosas en la escuela de magia se desmadran. La calle
es un caos. No salgáis bajo ningún concepto. Esa lluvia quema y no sabemos
cuándo puede volver. Chris, esto es cosa de magia. Y tal vez tenga que ver con…
lo que ha estado pasando.
- Conmigo ¿no? –
intervino Peter – Quizá tenga que ver conmigo. Puedes decirlo. Soy yo el tipo
"del otro lado del espejo". ¿Crees que la lluvia es cosa mía tía
Paige?
- No soy tu tía. –
dijo la mujer. Cuatro sencillas palabras que hundieron a Peter en la más
absoluta de las miserias. Ella pareció darse cuenta porque añadió – No soy tu
tía, porque soy tu tía abuela. Y es un placer conocerte, " Peter 2".
Y sí, creo que tal vez tenga que ver contigo, aunque no te estoy echando la
culpa, por supuesto.
- Alto alto alto.
¿Cómo sabes quién es él? ¡Aun no pude deciros nada!. – exclamó Chris, al ver
que su tía ni siquiera estaba sorprendida.
- Los Ancianos me lo
dijeron, y me dijeron también que atendiera a tu llamada. Si no, no hubiera
venido, porque quizá ni te habría escuchado. Ya te dije que allí fuera todo es
un caos, Chris. Todo el mundo pide ayuda. Todo…se desmorona. Y tengo que irme,
de verdad. Si averiguas algo házmelo saber.
Dicho esto Paige
volvió a orbitar.
En la cocina, todos
quedaron en silencio por un segundo. Luego, Chris cogió a Leo en brazos.
- ¿Estás bien,
campeón?
- Sí. Pero no quiero
ver a Nick ni en pintura.
- Yo tampoco.
- Me hizo mucho
daño.
- Lo sé, cielo, lo
sé – dijo Chris, y le dio un beso, apenas conteniendo su ira. Respiró hondo una
vez. y luego otra, y otra más. – Peter, tendremos que posponer lo que quería
enseñarte. Me harías un gran favor si utilizas este tiempo para tratar de
investigar lo que está pasando, aunque tal vez todos queráis iros de casa por
un rato, porque voy a matar a Nick.
- Chris, no digas
eso. No vas a matarle – dijo Amy, apaciguadora. Chris le miró muy serio, más
serio de lo que era habitual en él.
- No, no voy a
matarle. Pero voy a quedarme cerca.
- Si me lo dices así
no voy a dejarte a solas con él, porque voy a creer que en verdad le vas a
lastimar.
Chris volvió a
respirar hondo.
- No voy a
lastimarlo ¿de acuerdo?
Amy le sostuvo la
mirada y acabó asintiendo, aunque algo la decía que no debía tranquilizarse tan
pronto.
- Aun así, no voy a
irme.
- Tienes razón,
puede empezar a llover otra vez en cualquier momento. Es peligroso.
- No. No voy a irme,
porque es NUESTRO niño el que está ahí arriba. Es NUESTRO niño al que vas a
castigar, y es NUESTRO niño el que va a necesitar que lo mime.
Chris la miró con
los ojos muy abiertos y un profundo amor. La dio un beso rápido en los labios,
y luego suspiró.
- ¿Y no puedo ser yo
el que le mime?
- También. Pero lo
harás después. Esta película sólo tiene un malo, y ya se repartieron los
papeles.
Chris gruñó. Tras
sonreír un poco, Amy le habló más en serio.
- Sigue siendo tu
hijo, y no el mío. Pero si me necesitas, estaré aquí mismo. Y ahora sube.
Después de cómo le has hablado se estará deshaciendo en llanto.
- No, si encima
tendré que sentirme culpable.
- Por supuesto. Es
mi niño al que vas a hacer llorar, así que ESPERO que te sientas culpable.
- ¿En qué quedamos?
¿Es tu niño o no es tu niño?
- Cuando es bueno es
mi angelito. Cuando es malo es todo tuyo. Pero él siempre es bueno, el malo es
su padre.
Chris alucinó por la
caradura de esa mujer pero al mismo tiempo se sintió agradecido, porque se notó
más relajado. En condiciones más adecuadas para tratar con su hijo. Y supo que
Amy lo había hecho a propósito, para asegurase de que no estaba aún enfadado
cuando subiera a hablar con Nick. Definitivamente, esa mujer era muy
inteligente.
Chris subió al piso
de arriba, y comprobó que, tal y como Amy había predicho, Nick se estaba
deshaciendo en llanto. Se tomó unos segundos antes de entrar en la habitación,
como para analizarse. Seguía estando muy enfadado, pero de alguna forma se
sentía capaz de consolar a Nick un poco. Al fin y al cabo, él también era su
bebé. Llamó a la puerta y luego entró. Apenas había puesto un pie en la
habitación cuando una maraña de rizos negros le tiró al suelo de un abrazo.
- Papá – lloriqueó
Nick, y luego se serenó un poco – Si sirve de algo lo siento mucho.
- Sirve de mucho,
Nick. Demuestra que aunque se te haya ido la olla sigues teniendo el corazón en
su sitio.
- Papá, lo siento de
verdad. ¿Leo está bien?
- Sí. Paige le ha
curado – explicó Chris, que decidió ahorrarle los detalles del pedazo de
moratón que le había hecho. Había tenido que darle realmente fuerte para dejar
esa marca.
- Papá, es que… él
me pegó y yo…
- No hay "es
ques" que valgan, Nick. Todos vosotros estabais como hechizados cuando tu
hermano te golpeó, pero aunque no hubiera sido así, tú no puedes pegarle, y
menos sin medir tu fuerza. ¿A que a mí no me hubieras golpeado así? ¿No,
verdad? Porque soy más fuerte, o al menos igual de fuerte que tú. Pero Leo no
lo es, y como sabes que no es rival para ti, te desquitaste con él. Pegar a un
niño indefenso, ocho años más pequeño que tú, es cobarde, repugnante,
censurable y rastrero. No ha sido un golpecito. No ha sido una pelea amistosa.
Ha sido una venganza por algo de lo que tu hermano no era responsable, y ha
sido una venganza desproporcionada. Le has hecho daño, y de no haber magia en
la familia podías haberle causado una lesión. Somos muy sensibles con el
maltrato por aquí, y pensé que tú más que nadie tratarías de impedir que
alguien hiciera daño a Leo como se lo hicieron a Peter, y no que sería tu
propia mano la que le heriría.
Para ese momento,
Nick ya estaba llorando a mares. Se sentía muy culpable. Ni siquiera necesitaba
escuchar esa bronca, porque su interior ya se odiaba por haber hecho daño a su
hermanito. Trató de decir "lo siento mucho" pero se trababa. Aun así,
Chris le entendió.
- Sé que lo sientes,
Nick. Lo sientes ahora. Ahora que te has calmado, y te das cuenta de lo que has
hecho. Ahora que sabes que voy a castigarte, y que estoy enfadado. Me gustaría
que alguna vez sintieras las cosas antes de hacerlas. Sobre todo cuando se
trata de hacer daño, hijo, porque esta no es la primera vez que te digo que no
puedes maltratar a tus hermanos. Te he dicho muchas veces que no puedes hacer
daño a Peter, así que….¿QUÉ TE HIZO PENSAR QUE PODÍAS HACÉRSELO A LEO?
Chris gritó, sin
poderlo evitar, a punto de perder los nervios que con tanto cuidado estaba
tratando de conservar. Si Nick hubiera sido inteligente, se hubiera quedado
calladito para no alterar más a su padre, pero sus neuronas debían de estar
apagadas o fuera de cobertura.
- ¡No seas
exagerado! Tampoco le hice tanto daño…
- ¿Qué no le…? ¿QUÉ
NO LE HICISTE TANTO DAÑO? ¿Sabes cómo de fuerte hay que pegar a alguien para
dejarle ese cardenal? ¡Porque yo no! ¡Nunca se me ocurriría ser tan bestia, y
menos con un niño!
- ¡No todos somos
tan perfectos como tú!
- ¡ESTE NO ES EL
MEJOR MOMENTO PARA HABLARME DE ESA FORMA NICHOLAS! Yo también soy humano y
estoy muy, muy enfadado. No te conviene enfadarme más. ¡ES MI NIÑO AL QUE HAS
HECHO DAÑO! ¡EL ÚNICO MOTIVO POR EL QUE NO TE HE MATADO ALLÍ MISMO ES PORQUE TÚ
TAMBIÉN ERES MI HIJO! Y no permitiré que mis hijos hagan nada semejante nunca
más. Ahora TUMBATE SOBRE LA MALDITA CAMA.
Nick se puso blanco.
- No, papi, no…
- Ni lo intentes,
Nick. Nada de lo que puedas decir va a evitar que te castigue. Tan sólo
conseguirás empeorar tu situación. Así que sé inteligente, y obedece. Lo único
que vas a hacer es tumbarte sobre la cama. Y no vas a hacer más que eso si
quieres volver a sentarte algún día.
- No, papá, que
estás muy enfadado…- dijo Nick, y se alejó de él un par de pasos. Tras unos
segundos, la expresión de Chris se dulcificó.
- Sí. Estoy muy
enfadado. Pero tú sigues siendo una de las cuatro personas que no tiene que
tener miedo al verme enfadado. – dijo Chris y se acercó a él. Nick le miró con
miedo, pero antes de poder hacer nada se encontró atrapado en un abrazo. –
Ahora sobre la cama. No voy a mentirte, Nick. Estoy muy decepcionado contigo.
Pero no tienes que tener miedo de mí.
Nick quiso morirse
en ese momento. Acababa de escuchar las cuatro palabras más duras de toda su
vida. "Estoy muy decepcionado contigo". Escuchar eso fue peor que
cualquier castigo. Se fueron todas sus ganas de luchar. Le dio la espalda a
Chris, se quitó los pantalones y se tumbó sobre la cama.
Christopher suspiró,
y se quitó el cinturón. Se acercó a él y le bajó el calzoncillo pero en el
último momento, se lo pensó mejor. Se desprendió de su enfado, y evaluó lo que
Nick había hecho con objetividad, y supo que iba a ser demasiado duro si seguía
por ese camino.
- Sentirlo si vale
para algo – le dijo, y tiró el cinturón. Se sentó en la cama y se le colocó
encima. – Serán ocho con el cinturón, al final del todo, uno por cada año que
tiene tu hermano. – le avisó, para que supiera a qué atenerse, y comenzó con la
mano.
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Chris pensó que algo
iba mal. Peter a veces aguantaba mucho tiempo en silencio, pero Nick siempre se
quejaba, bajito al principio, pero respondiendo con un gemido a cada palmada.
Aquella vez sin embargo estuvo muy callado, y sin moverse, a pesar de que Chris
estaba usando una fuerza considerable. Estaba siendo más duro que en otras
ocasiones, y sin embargo Nick se limitaba a llorar en silencio.
- Puedes llorar – le
dijo, cuando ya no aguantó más ese silencio. – Sé que duele y que además estás
enfadado porque te he hablado muy duramente. Puedes llorar. Te sentirás mejor
al hacerlo.
Pero Chris se
equivocaba. Nick no estaba enfadado. Estaba convencido de que había cruzado una
línea sin retorno y de que aquella vez Chris no le iba a perdonar. Le estaba
pegando muy fuerte pero le daba igual. No iba a quejarse. No iba a hacer nada,
porque él se merecía aquello. Él había pegado a su hermanito.
Chris continuó,
aumentando un poco más la fuerza.
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- Espero que te
acuerdes de esto toda la vida, Nick, porque si alguna vez tenemos que repetir
esta conversación va a ser muy difícil para los dos. Ningún hijo mío va a
abusar de los que son más débiles.
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- Au.
Nick no pudo evitar
quejarse en voz alta y se maldijo por eso. Pensaba que iba a ser capaz de
soportarlo en silencio. Pero como siempre, ahí estaba él, siendo débil.
Llorando y quejándose como había llorado su hermanito. Fuerte para hacer daño,
pero débil para enfrentar las consecuencias de sus actos. Nick sintió rabia, y
por eso mordió el edredón, para asegurarse de que no volvía a quejarse.
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Cuando Chris se dio
cuenta de que Nick estaba mordiendo el edredón, se detuvo. Tiró de la tela con
delicadeza, para que la soltara, y le acarició el pelo. Nick estaba sudando, y
estaba húmedo por las lágrimas.
- Siempre te
avergüenzas por lo que no debes, hijo. Lo que has hecho mal es pegar a tu
hermano, no llorar porque te estoy castigando. No debes ocultarme tus lágrimas.
Yo jamás voy a pensar que seas débil por eso. Al contrario. Llorar es un signo
de fortaleza.
Chris le habló de
una forma tan dulce que Nick no pudo resistirlo, y empezó a sollozar con mucha
fuerza. Su padre le había dado carta blanca para hacerlo, así que Nick comenzó
a quejarse.
- Me d-duele
mu-mucho.
- Y yo lo siento
mucho, corazón. Pero de no haber habido magia en la familia, habrías mandado a
tu hermano al hospital, al igual que has hecho tantas veces con Peter. Y tengo
que encargarme de que eso no se repita.
Chris siguió
acariciándole el pelo, para que se calmara un poco. Aunque quería evitar
decirlo en voz alta, aún no habían terminado. Esperaba que Nick no lo hubiera
olvidado.
- ¿Estás listo? –
preguntó, cuando notó que disminuía la intensidad de sus sollozos.
- No.
Chris sonrió un
poco, ante tanta sinceridad.
- Seré rápido. Ahora
colócate sobre la cama, cielo, y acabemos con esto.
Nick no hizo ni el
intento, pero Chris no se enfadó. Le levantó con delicadeza, y le tumbó sobre
la cama.
- ¿Por qué van a ser
estos azotes, Nick? – le preguntó, mientras agarraba el cinturón que descansaba
sobre el suelo.
Nick no respondió.
No quería decirlo en voz alta.
- ¿Por qué van a
ser? – repitió Chris, y como tampoco obtuvo respuesta, le dio una palmada no
muy fuerte, pero que a Nick le pareció horrible por lo adolorido que estaba. –
Respóndeme, Nick. Necesito saber que lo sabes.
Más silencio. Nick
lo sabía perfectamente. Había hecho daño a su hermano pequeño, después de que
éste le pidiera perdón por algo que en realidad no había sido culpa suya. No
sólo había sido un bestia y muy violento, sino que además había sido cruel.
Pero era incapaz de decirlo.
Chris gruñó,
maldiciendo la testarudez de su hijo. Había sido muy duro con él, y tenían
muchas cosas de las que hablar. No quería seguir pegándole. Quería consolarle y
hacer las paces con él.
SWAT
- El siguiente será
con el cinturón, Nick, y créeme que con ocho ya va a ser más que suficiente,
así que por favor, respóndeme. ¿Por qué te estoy castigando?
- ¡Porque eres un
sádico de mierda! – gritó Nick, rabioso.
El rostro de Chris
se ensombreció. Aunque había usado palabras duras, había estado evitando decir
las peores, porque no quería que su hijo sufriera. Pero en vista de la actitud
de Nick, en ese momento las empleó.
- No. Porque te
quiero, y quiero evitar que te conviertas en un segundo Derek.
Nick sintió como si
le clavaran una flecha en el alma. Luego sintió el primer golpe, y se mordió la
mano para no gritar, porque fue la cosa que más le había dolido en toda su
vida. Fue fuerte, peor que fuerte. Sonó mucho, y dolió más.
ZAS
ZAS
Aquél segundo golpe
le hizo gritar, aun con la mano en la boca y los dientes apretando. Se hizo
daño de lo fuerte que se mordió.
ZAS
Nick interiormente
se había sentido fuerte en otras ocasiones, cuando había "resistido"
(más o menos) castigos "fuertes". En ese momento supo hasta qué punto
Chris solía controlarse. Supo lo flojo que solía pegarle, porque fue
perfectamente consciente de que aquella vez no podía soportarlo. No lloraba:
convulsionaba en un llanto histérico.
ZAS
Llevaba sólo cuatro,
y era peor que cualquier otra paliza que hubiera recibido. El llanto se
convirtió sólo en lágrimas, al mismo tiempo que el dolor se extendía por cada
parte de su cuerpo. Gimió, bajito al principio, y luego muy fuerte. Y entonces,
se acordó de algo que Chris le dijo una vez.
"Incluso en el
momento en el que me veas más enfadado, párame, pregúntame si te quiero, y te
diré que sí"
Nick ladeó la cabeza
sobre la almohada y recordó todas las veces que su padre le había perdonado.
Todas las cosas imperdonables que había hecho, y la facilidad con la que Chris
le había dicho "yo aún te quiero, y siempre te voy a querer". En ese
momento se sentía tan miserable, que escuchar eso de nuevo podía salvarle la
vida. Necesitaba saberlo. Estaba muy asustado, y necesitaba saberlo. Pero no se
atrevió a preguntarlo, temiendo que la respuesta fuera que no.
ZAS
Nick no había estado
preparado, se sorprendió, se mordió la mano, y gritó, por el dolor del golpe y
por el que él mismo se había infligido.
"¿Qué estoy
haciendo?" se preguntó Chris, como en shock. "Por el amor de Dios,
eso fue demasiado fuerte. ¿Qué coño fue eso? Demasiado, demasiado fuerte.
Joder, se está mordiendo la mano."
Chris inmediatamente
soltó el cinturón. No se había dado cuenta de la fuerza que estaba empleando.
Solía medirse en función de las protestas de sus hijos y Nick apenas se había
quejado. Se dio cuenta que era porque se estaba mordiendo la mano, y eso le
hizo ver que tenía que estar doliéndole mucho. Chris empezó a llorar, en
silencio.
- Levántate cariño.
- No.
- Levántate. Lo
siento. Ahora voy a abrazarte ¿vale? Lo siento…Yo…Vamos, levanta.
- No. Tienes que
castigarme. Yo le he hecho daño a Leo. Así que sigue. – respondió Nick, entre
dientes, y con los puños apretados.
Chris no pudo
soportarlo y le levantó él, casi asfixiándole en un abrazo. Le dejó llorar
abrazado a él, y no le cupo duda de que Nick jamás iba a repetir aquello.
- Dijiste ocho – le
recordó Nick, al cabo del rato.
Chris bajó la cabeza
y le dio un beso en la frente.
- Seis.
Le dio otro beso.
- Siete.
Un beso más.
- Y ocho.
Nick sonrió un poco.
Chris le cogió la mano que se había mordido, y le dio otro beso.
- Un millón – dijo,
y se la acarició. - ¿Por qué has hecho eso?
Nick se encogió de
hombros, y dejó que le siguiera abrazando.
- ¿Aún me quieres? –
preguntó, muy bajito, pero sabía que Chris le estaba oyendo. Como respuesta,
escuchó un inconfundible jadeo de su padre. Pero nada más. El corazón de Nick
se detuvo. Cerró los ojos con fuerza, y apretó los puños. ¿Por qué no le
respondía? ¿Qué significaba ese silencio?
"Mi hijo está
dudando de que le quiera. Lo está dudando en serio. Christopher Haliwell, eres
un monstruo."
Chris no pudo
soportar la culpa, ni el dolor que esa pregunta le provocaba, y salió
corriendo.
Nick se quedó sólo
en aquella habitación, con la certeza de que su padre le odiaba.
Chris no supo lo que
debía hacer. Estaba perdido. ¿Alejarse de Nick todo lo posible? ¿Acercarse a
él? No, no debía acercarse a él. Seguro que Nick tampoco quería que lo hiciera.
Pero no podía dejarle sólo. Sacó el móvil, e iba a llamar a Wyatt, pero algo en
su cerebro se lo impidió.
"Tienes 33
años. Es hora de dejar de llamar a tu hermano mayor cuando tienes algún
problema. Ahora compartes una vida con tu novia. Los adultos recurren a sus
parejas, no a sus hermanos".
Así que fue a buscar
a Amy, que fiel a su palabra estaba en el piso de abajo, con Leo, y con Peter.
- Te necesito – la
dijo, y no añadió nada más. Ella le miró con ternura, se puso de pie y le
acarició la cara. Le limpió las lágrimas.
- Me tienes – le
aseguró.
- Te necesito ahí
arriba – matizó. – Con Nick.
Ella ladeó un poco
la cabeza, con curiosidad, y luego asintió. Salió de la habitación, y subió al
piso de arriba.
Se paró frente a la
puerta del cuarto de Nick, y llamó varias veces, pero no obtuvo respuesta, así
que al final entró. Le vio tumbado sobre la cama, desnudo de cintura para
abajo. En otro momento habría dado media vuelta y se habría ido, muerta de
vergüenza. Pero en ese instante entró del todo, se acercó a él, y le tapó con
una sábana, no sin antes darse cuenta del tono rojo en la piel del chico,
además de algunas franjas más oscuras. Se sentó a su lado en la cama, y durante
unos segundos no dijo nada, porque él no parecía en situación de escuchar. Ella
casi lo agradeció, porque en verdad no sabía qué decir.
Se echó con él y le
abrazó. Le miró la mano donde se había mordido, y le acarició, pasando cada uno
de sus dedos por la marca de los dientes. Le limpió la cara y no le dejó
esconderla, indicándole que no debía avergonzarse por llorar. Le dio un beso en
la frente, y a partir de ese momento Nick empezó a llorar de forma más
controlada.
- No me quiere –
dijo de pronto. – Papá ya no me quiere. ¿Y qué hago yo si ya no me quiere? ¿Qué
hago?
Por primera vez en
toda su vida, y quizás por última, Nick entendió a Peter cuando quería
desaparecer de la faz de la tierra. Pensó que tal vez estaría mejor muerto,
porque si su propio padre no le quería ¿qué podía esperar de los demás? ¿Cómo
iba alguien a querer a un chico como él, que sólo traía problemas, y mordía constantemente
la mano que le daba de comer? ¿Quién no iba a cansarse de que le trataran mal,
y de que trataran mal a sus propios hijos? Había pegado a Leo, a su hermanito.
Al niño que abría sus brazos sin ningún temor, porque nadie le había hecho daño
nunca. Él había sido el primero. Él, había hecho lo que Derek le había hecho a
Peter. Le había enseñado a un niño que a veces la gente que más quieres es la
que más daño te hace. Le había enseñado lo que se siente al ser el objeto de la
ira de los demás. Era un ser despreciable, y por eso era lógico que Chris le
despreciara.
Pero, aunque fuera
lógico, ¿cómo iba a vivir con eso? ¿Qué iba a ser de él? ¿Cómo iba a seguir
viviendo si Chris ya no le quería? Todo su universo se fue cayendo a piezas.
Dejó de tener diecisiete años. Volvía a ser un niño asustado que no tenía
padre. Volvía a estar sólo.
Fue entonces cuando
sintió un abrazo fuerte, pero suave a la vez, acompañado por un olor a champú
de fresa.
- Él te quiere. Lo
voy a matar y lo voy a enterrar por hacer que lo dudes, pero él te quiere.
- No me quiere. No
me quiere. Se lo he preguntado y no me ha respondido. He sido tan malo que ya
no me quiere.
A Nick le fallaban
las palabras, así que se expresaba de una forma infantil y básica, pero no por
ello menos cierta.
- Nada de lo que tú
puedas hacer merece que dejen de quererte – le aseguró Amy, y le dio otro beso.
Y ya no dijeron nada más, sino que siguieron abrazados, hasta que Nick dejó de
llorar.
- ¿Te duele? –
preguntó Amy, cuando creyó que Nick se iba a quedar dormido.
- Sí.
- Me refiero a… ya
sabes…ahí abajo.
- Sí, eso también me
duele.
- Ya veo. ¿Mucho?
Amy estaba
confundida, porque una de sus certezas había sido que Chris jamás haría daño a
sus hijos, y ahora esa certeza se tambaleaba. El niño que tenía en sus brazos
estaba dolido física y psicológicamente, y Amy no sabía en ese momento cuál de
las dos heridas era más intensa.
Pensó que Nick no la
iba a responder, pero tras tomarse su tiempo, y sin mirarla a los ojos, el
chico comenzó a hablar.
- Todo depende de la
fuerza. A veces, sobre todo al principio, papá me pegaba mucho, pero bastante
flojo. En otras ocasiones es más rápido, me pega menos, pero más fuerte. No sé
qué es peor. Pero esta vez…ha sido mucho y muy fuerte. Más fuerte que nunca.
Amy apretó los dientes.
Miró el cinturón cuya presencia llevaba chirriándole desde que había entrado,
hacía casi veinte minutos.
- ¿Te ha pegado con
un cinturón?
- No es la primera
vez. Arde como el infierno, pero normalmente no duele tanto. Además, no ha sido
todo el rato con eso. No es el dolor lo que me preocupa, Amy. Debería
desollarme vivo por haber hecho daño a Leo. Es que… esta vez no va a
perdonarme.
- Chris siempre te
va a perdonar. – dijo, y sonó como una promesa.
Siguió abrazando a
Nick y haciéndole mimos hasta que escuchó unos pasos acercándose. Giró la
cabeza, y en la puerta vio a Chris.
- Te hice una
pregunta – le acusó Nick. – Te hice una pregunta, y saliste corriendo. Si me
odias, al menos ten el valor de decírmelo a la cara.
Chris se agachó
junto a él y apoyó su frente en la de su hijo.
- No te odio, porque
además jamás podría hacerlo. Claro que te quiero, Nick, y el sólo hecho de
habértelo hecho dudar ya merece que tú me odies a mí. No te quiero, te adoro.
- ¿No me odias?
- No, mi vida. Te
quiero. Te amo con toda mi alma.
El mundo de Nick
volvía a estar en paz, porque se metió en la cabeza de su padre y comprobó que
era totalmente cierto. Leer mentes era toda una ventaja para alguien inseguro
como él. Su padre no sólo le quería, sino que además se estaba sintiendo
culpable, porque creía que había sido muy duro con él.
- Sí, eso. Siéntete
culpable, porque eres muy malo – protestó, con infantilismo intencionado, y le
sacó la lengua.
- ¿Yo?
- Sí, tú – intervino
Amy – Malo del todo. Malo de los que se quedan sin postre, y sin besos y sin
abrazos. ¿A que sí?
De esa forma Chris
se vio superado por el bando enemigo.
- ¿Ni un abrazo
pequeñito?
- Si tu hijo
quiere…porque lo que es de mí, no vas a tener ni uno.
- Qué cruel –
protestó Chris, pero entonces Nick le abrazó, y sonrió.
- ¿Estoy perdonado?
– preguntó el chico, con la cabeza enterrada en su cabeza.
- Sí, Nick. Claro
que sí.
- ¿Del todo, del
todo?
- Del todo, del
todo, no – dijo Chris, y pudo ver como los hombros de Nick se hundían. – Para
que te perdone del todo tienes que dejar de llorar y darme un beso.
Nick sonrió un poco,
y le dio un beso, pero seguía teniendo lágrimas silenciosas.
- ¿Y esas lágrimas?
– preguntó Chris, en tono recriminatorio.
- Es que me duele
mucho.
Chris gimió.
- Lo siento.
Probablemente, era
la primera vez que se disculpaba por un castigo. Él sabía que lo que Nick había
hecho estaba mal, pero odiaba tanto hacerle sufrir…Sintió que iba a echarse a
llorar otra vez. Nick debía de seguir en su mente, porque le miró con dulzura y
le acarició la mejilla.
- Estás perdonado –
dijo en tono de broma – Pero para que te perdone del todo tienes que cerrar los
ojos y extender las manos.
Chris le miró con
cara de no entender, y Nick frunció el ceño, como si estuviera enfadado.
- Vamos, obedece. No
querrás hacerla enfadar – añadió Nick, señalando a Amy. Por la cara de la
mujer, ella tampoco entendía nada, pero Chris hizo lo que le pedía y cerró los
ojos. Escuchó cómo se abría un cajón, y abrió el ojo derecho con curiosidad.
Vio que Nick se apresuraba en esconder algo tras su espalda. - ¡Sin trampas!
Chris volvió a
cerrar el ojo y sonrió un poquito. Nick cogió sus manos, y puso algo en ellas.
- Ya – anunció Nick,
y Chris abrió los ojos. En sus manos tenía un cuadro de cerámica, en el que
aparecía retratada toda la familia. Estaban Chris, Amy, Peter, Leo, Nick y
hasta la perita. Chris miró la pintura con fascinación, y luego miró a Nick con
la pregunta en los ojos. – Compré la cerámica antes de que Peter y yo nos
pusiéramos enfermos. Ese mismo día, con ayuda del hechizo, lo pinté. Pero con
todo lo que ha pasado se me olvidó dártelo.
- ¿Para mí?
- No, para el
vecino.
Chris sonrió, y
acarició el regalo casi con devoción. De pronto aplastó a Nick en un gran
abrazo.
- Caray. Si llego a
saber que va a gustarte tanto lo uso como soborno para conseguir una reducción
de pena.
Chris se rió y le
revolvió el pelo. Amy cogió la pintura mientras se abrazan y acarició a su yo
pictórico.
- Me ha incluido –
murmuró, como para sí misma, pero los dos la oyeron.
- Claro que sí. – respondió
Nick. – Ahora tú también eres mi familia.
Amy sintió que se
ahogaba de la emoción.
- Gracias – logró
decir.
Nick la sonrió con
calidez. Y de pronto le rugió el estómago.
- Mmm. Alguien no ha
desayunado – comentó Chris. Nick se ruborizó un poquito. – Vamos cielo. Te
preparé lo que tú quieras.
- ¿Lo que yo quiera?
- Lo que tú quieras.
Como si es tarta de chocolate.
- ¿Puede ser tarta
de chocolate?
Chris soltó una
carcajada. A veces creía que sus hijos eran realmente fáciles de contentar. Un
abrazo, un te quiero, y chocolate. Esa parecía la base de la felicidad para
Nick.
Bajaron abajo y
Chris hizo el desayuno de un rey para todos. Les llamó a la mesa, pero Leo no
venía, así que fue a buscarle. Le encontró en el salón.
El niño miraba la
pared como si un alienígena fuera a salir de ella. Casi parecía como si le
hubieran castigado mirando a la pared, pero él sabía que no era así porque él
no le había castigado. Aunque tal vez Amy…
- Leo ¿qué haces? –
preguntó, muriéndose de curiosidad.
- Miro la pared.
- Eso ya lo he
notado, pero ¿por qué?
- Este fue el lugar
donde mamá tiró un frasco de colonia, pensando que era una poción con la que yo
estaba jugando. Se puso muy nerviosa y cuando vio que sólo era perfume, se rió
durante mucho rato.
Chris se quedó mudo.
Leo era muy pequeño cuando pasó eso. No creía que pudiera acordarse. El niño
siguió mirando la pared y Chris se acercó a él, y puso una mano en su hombro.
- ¿Por qué la estás
mirando ahora?
- Se me ha olvidado
como olía esa colonia. Antes lo sabía, pero ahora se me ha olvidado – murmuró
Leo, pensativo, y se giró repentinamente. - ¿Nick está bien? Sé que estaba
enfadado con él, pero a mí ya no me duele.
- Está bien, y lo
siente mucho.
- Le has pegado ¿a
que sí? ¡Eres malo! Ahora me va a odiar.
- No enano – intervino
Nick, entrando en ese momento. – Yo no te odio. ¿Me odias tú a mí?
- Claro que no.
- Lo siento mucho.
- No pasa nada.
- Sí, sí que pasa.
No voy a hacerlo nunca más.
- Vale.
- Enano, de verdad
que lo siento.
- Ya lo has dicho, y
yo te he dicho que no pasa nada.
- ¿Cómo puedes
perdonarme así, tan fácil?
- Seguro que tan
fácil no ha sido. Papá te ha castigado.
Nick miró
maravillado a ese niño sin nada de rencor dentro de él. Fueron a desayunar y
Nick miró la silla con cara de pocos amigos. Pero con un movimiento fluido,
Chris dejó caer un cojín en el asiento.
- Gracias – musitó.
- ¿Por qué? –
preguntó Chris, haciéndose el tonto, y cuando pasó por su lado le acarició la
espalda.
- Bueno, ahora que
todos estamos sentados, ¿quién va a ser el primero en decirlo? – preguntó Leo.
- ¿En decir qué?
- Que estamos bien
jodidos.
- Leo, esa boca.
¿Dónde has aprendido a hablar así?
- Que estamos
fastidiados ¿así mejor?
- Sin duda. Aun así
¿qué quieres decir?
- Llueve sangre, tal
como dijo Victoria.
- Sí, parece que en
eso tenía razón.
- En eso y en todo.
–intervino Nick. - Peter iba a tomar un montón de malas decisiones. Primero
intenta suicidarse, y luego mata a una persona. Está pasando.
- Tal vez. ¿Con eso
qué?
- Tenemos que pensar
lo que vamos a hacer con él – dijo Leo y señaló al "otro Peter".
- ¿Hacer qué con
quién?
- Tú deberías estar
en tu mundo y Peter debería estar en el nuestro antes de que sea demasiado
tarde.
- Buscaremos la
forma – dijo Chis. – No hay por qué alarmarse.
- Sí, si hay por qué
hacerlo – prosiguió Leo.
- ¿Por qué?
- El tío y el abuelo
no respondieron a tu llamada porque están muy ocupados. Hay mucho trabajo. Esa
lluvia hacía daño y había mucha gente fuera, mucha gente herida. Vuelve
agresivas a las personas y ha tenido que ver muchas peleas. Pero tú sigues
aquí, y ni siquiera pareces preocupado por Paul, por ejemplo.
Chris pensó en eso
por primera vez. Cierto. Paul. ¿La lluvia le habría afectado?
- Sigo sin ver lo
que quieres decir, Leo.
- Yo tampoco, la
verdad – intervino Peter. – La reacción de Chris me parece la más normal.
Nosotros estamos bien. ¿Qué importan los demás?
Y entonces,
Christopher lo entendió.
Aquello no era
propio de él. No era propio del hombre que había intentado salvar al hermano de
un chico que ni siquiera le había caído bien.
No era propio del
hombre que convertía en suya la causa de cualquier persona que sufriera.
Su hermano y su
padre estaban salvando el mundo, y él estaba sentado, desayunando, sin sentirse
culpable. Sin sentir que debiera hacer nada por ayudar.
- Nick debería estar
en el colegio – prosiguió Leo. – Y yo debería estar en el médico. Y a ti no
parece importarte. Y lo más importante de todo, yo ahora mismo estoy viendo a
mamá, ahí de pie, delante de nosotros. Y me está diciendo que te vigile.
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