lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 101: Reacciones



 


Chapter 101: Reacciones

 



Paul fue a casa de cada uno de los miembros de la familia Haliwell, e hizo varios viajes para transportar a todos ellos al segundo en el que Chris y Barbas habían caído del puente. Tanto viaje le debilitó, y cuando hizo el último de ellos, de vuelta en casa de Wyatt, por poco se desmaya. Cayó al suelo, y así le encontró Wyatt al entrar en el salón.
- Ey, chico ¿qué pasa?
- Estoy cansado – respondió Paul.
- Ven, siéntate…
- No puedo. Vine para llevarte con los demás y para decirte que me deis media hora ¿vale? Esto ya no es seguro. Allí arriba estaréis a salvo, por el momento. Luego tenéis que venir a ésta dirección y…y…
Paul intentó hablar mientras escribía la dirección de su casa en un papel, pero las piernas le fallaron y por poco vuelve a caerse a suelo.
- Eh, chico. Para, para. Más despacio. ¿Qué sucede?
- Nick no puede quedarse sólo ahí arriba. Acaba de ver morir a su padre… te necesita. Explícale que no ha muerto. Y luego, ir a ésta dirección ¿de acuerdo? Orbitando. Las calles no son seguras.
- ¿Y tú que harás?
- Os esperaré allí – dijo Paul, simplemente. Tenía que hablar con su familia. Ponerles sobre aviso de lo que iba a pasar... Iba a ser raro, porque para su padre hacía minutos que se había ido, y para él hacía años.
- No parece que puedas dar un paso sin caerte – dijo Wyatt - Mi padre está en el piso de arriba. Es un Anciano. ¿Estás enfermo? Tal vez él pueda ayudarte.
- La forma de ayudarme es hacer lo que os pido…
- Chico, estás débil. No eres más que un crío, deberías…
- Soy mayor de lo que aparento.
- Es igual, si fueras de mi familia…
- Eso es lo más gracioso, Wyatt. Que somos familia. Primos lejanos.
- Eres Paul ¿verdad? Chris me habló de ti. Paul Anderson.
- Premio para el caballero.
- Pues con más motivo no puedo dejar que te vayas así…
- Intenta impedírmelo. – retó, con una sonrisa triste.
En ese momento bajó Leo. Había estado cuidando a Chris.
- Ya estamos todos. ¿Listos para viajar cinco minutos al pasado? – dijo Paul.
Sin esperar respuesta, les llevó al segundo exacto donde había llevado a los demás. Para Nick había pasado sólo un segundo… para él varios minutos y muchos viajes. Paul detuvo el tiempo y dejó allí a Wyatt y Leo. Le había dicho a Wyatt que allí estarían a salvo de mundo yéndose a la mierda. En realidad, allí estaban a salvo de Peter. No sería tan tonto como para atacar si estaban todos juntos.
Intentó hacer que el tiempo avanzara de nuevo, pero no podía. Respiró hondo, y lo consiguió. Se marchó de allí, y aterrizó bruscamente en un suelo duro. Estaba temblando. Tenía frío. Tenía fiebre. Se había esforzado demasiado.
- ¿Paul? – preguntó una voz, y Paul se echó a llorar, porque reconoció la voz de Patrick.
 


La mano de Peter goteaba sangre. Se la miró con aire distraído. Dio dos pasos y se agachó junto a un cadáver, para limpiarse en su camiseta. Recreó a pelea en su cabeza… Primero orbitó la cadena, y la usó para estrangular a su portador… Después golpeó con ella al de la navaja…Y el resto estaba borroso, en un manchurrón rojo que nublaba su cerebro. Deberían haberlo pensando mejor, antes de meterse con un luz blanca.
Al mirar "su obra" no se sentía ni feliz, ni triste. No se alegraba ni se arrepentía de haber acabado con esos tipejos. Simplemente creía que había hecho justicia.
- ¡Peter! – gritó una voz.
Más que su nombre, que de pronto no le parecía suyo, como si no le perteneciera, lo que le llamó la atención fue esa voz. Era la única voz que podía hacerle reaccionar. Era la voz de su padre. Peter ladeó la cabeza, y le buscó. A verle, se dio cuenta de que no era su padre, sino "el otro". De la misma forma que junto a él había "otro Peter" y "otro Nick".
- ¿Qué has hecho? – preguntó Christopher, con horror.
- Justicia – respondió Peter. – Eran ladrones.
"Y tú, Chris, también lo eres. Y un asesino" pensó, y sintió el impulso de luchar contra él también, pero logró refrenarlo.
- ¡Eran personas! – gritó Chris 2. No lo entendía. No podía creerse lo que estaba viendo. El dulce muchacho que había conocido…
Peter 2 dio un paso hacia delante, pero su padre le frenó, preocupado por lo que el otro Peter le pudiera hacer.
- Ahora sé por qué Paul quería que nos encargáramos nosotros, papá. – dijo Peter 2. – Todos nosotros hemos matado a alguien y aun así intentamos ser mejores personas. Sólo nosotros podremos entenderle.
- Pero… él no es así… - susurró Chris, aun conmocionado.
- Él no. Su versión de luz blanca, sí. Dale poder al que nunca lo ha tenido y éste será el resultado. Paul ya nos lo advirtió: no va a dejar que nadie le haga daño, nunca más. El que ves ahí no es el Peter que has conocido.
Christopher pudo ver que su hijo tenía razón. Peter no parecía él. Le habían hecho algo, y no era el mismo. Por su bien, tenían que volver a cambiarle.
- ¿Qué hacemos?
- Lo que nos dijo Paul.
Nick 2, Peter 2, y Chris 2 se miraron, como para infundirse ánimos. Asintieron con determinación.
- Peter, necesitamos que vengas con nosotros.
- Tendréis que esperar. Tengo mucho que hacer. Hay mucha gente de a que debo encargarme.
- ¿Cómo es eso?
- La maldad. La percibo. La siento.
"¿Y no sientes la tuya?" se preguntó Chris, en su mente. ¿Es que Peter se había vuelto una especie de Ángel Vengador? ¿Acaso era el Ángel de la Muerte? ¿Se iba a cambiar el nombre por Azrael*?
Christopher necesitaba que Peter accediera a ir con él. No quería que se produjera una pelea que además no estaba seguro de poder ganar, pese a ser tres contra uno.
- Peter, tú no eres así. Tú no matas a la gente, por malvada que sea…Siempre has creído en las segundas oportunidades….a mí me diste una.
- ¡Sí, y a Derek también! – gritó Peter. - ¡A él le di muchas y mira lo que pasó! ¡Mira lo que me hizo!
Sin decir nada más Peter se sacó la camiseta, y les dio la espalda.
- ¿Qué se supone que tenemos que ver? – susurró Peter 2, al oído de su padre.
- ¿Recuerdas tus cicatrices? Supongo que él también tenía. Vuestras vidas han sido mayoritariamente paralelas – respondió Chris, susurrando igual.
- Pero ya no tiene nada. El abuelo se las quitó… - intervino Nick.
- Y supongo que a él también.
- Entonces ¿qué pasa? ¿Lo ha olvidado?
- No estoy… muy seguro de que Peter esté "bien" ahora mismo. – comentó Christopher. – Mírale los ojos. Está como …ido. No creo que haya caído en que ya no tiene esas marcas. Ha muerto de forma violenta y su vida no ha sido de rosas. Ha resurgido de sus cenizas como un justiciero dispuesto a cobrarse su venganza. Dispuesto a tomarse la justicia por su mano.
Nick y Peter 2 observaron a chico que tanto se les parecía, que en ese momento estaba volviendo a poner la camiseta.
- Es como si estuviera en un cuerpo que no es el suyo. – reflexionó Peter 2, en voz alta.. - Siempre ha sido así, en realidad, porque somos demonios, pero ahora más que nunca. Ser un demonio para nosotros funciona porque conservamos nuestro lado humano. Pero ahora no hay humanidad en Peter…. Sólo ira y sed de venganza…
- ¿Qué murmuráis? – inquirió Peter. No le gustaban los secretos. Le hacían desconfiar. Nadie podía ocultarle nada a él, nadie debía hacerlo… Les dirigió una mirada que les acojonó vivos.
- N-nada. Nos preguntábamos qué es eso que tienes que hacer antes de venir con nosotros – dijo Chris.
Peter esbozó una sonrisa que dio escalofríos. No fue para nada un gesto alegre o cálido, sino más bien todo lo contrario.
- Matar a Derek – dijo Peter, degustando cada palabra. Segundos después, orbitó lejos de allí.
- ¿A dónde ha ido? ¡Tenemos que pararle! – exclamó Peter 2.
- ¿Por qué? – preguntó Nick.
- ¡Ya le has oído! ¡Pretende matar a Derek! – dijo Peter, sin poder creerse la pasividad de su hermano. Miró a su padre como buscando su apoyo, pero Chris no parecía tan horrorizado como él.
- No es que me guste particularmente que Peter de pronto sea a versión oscura de Batman, pero si quiere desquitarse con Derek, por mí está bien.
- ¡Papá! ¡¿Cómo puedes decir eso!? Ahora sé mejor que nunca que fui muy injusto con Derek, él sólo…
- Tú Derek, tesoro, no el de aquí. Este Derek es un cabrón.
Peter recordó ese hecho. No eran la misma persona. No era el Derek de su mundo. Aún así…
- Peter ya se ha ensuciado las manos. Cuando recupere el buen juicio y entienda lo que ha hecho, jamás lo perdonará. Yo… me sentí horrible…aún me siento así…
Esas palabras hicieron que Chris reflexionara. Peter había llorado por días al matar por accidente a un hombre en defensa propia. ¿Cómo reaccionaría al asimilar que había matado a otros cuatro? No podía dejar que acabara con Derek, o la culpabilidad del muchacho duraría para siempre.
- Tenemos que impedirlo – accedió. – Pero no sé dónde está.
- Digo yo que en casa de Derek…
- Peter mencionó que en ésta realidad Derek está en la cárcel. – recordó Chris.
- Pues será mejor que empecemos a buscar.
 


Era el segundo vaso que rompía. Decidió desistir de prepararse una tila, o terminaría por romper toda la vajilla de Chris. Amy no podía aguantar los nervios. ¿Cuándo se tarda en salvar el mundo? ¿A partir de cuánto tiempo era lícito que se preocupara? Porque ella estaba histérica desde el segundo en el que se fueron. Y a medida que el tiempo pasaba, ese histerismo se transformaba en un miedo horrible porque les hubiera pasado algo. Había enviado mensajes a Wyatt y no le había respondido. ¿Estaba con Chris? ¿Sabía algo?
¿¡Por qué nadie la decía nada!?
No se había sentido tan inútil en toda su vida.
Escuchó un ruido de fricción y estuvo rápida de reflejos: corrió hacia la puerta principal para impedir que Leo saliera. Apartó al niño de la puerta y volvió a echar el cerrojo que el niño había corrido. Estaba muy alto para él, pero eso daba igual porque podía moverlo con la mente.
- ¡No, Leo! ¿Tengo que quedarme aquí como un perro guardián? ¡Deja de intentar salir! – ordenó. Aquella era la tercera vez que Leo intentaba irse para buscar a su padre y a sus hermanos. El niño había sentido "algo". No sabía qué era, pero hacía un rato había soltado un grito, diciendo que había escuchado gritar a Nick, en su cabeza. Desde entonces luchaba como un loco por reunirse con su familia.
- ¡Tengo que ir!
- ¡No vas a hacerlo! Y si lo vuelves a intentar me enfadaré.
- ¡Enfádate, no me importa! ¡Tú tienes que quedarte aquí porque no tienes poderes, pero yo soy fuerte y puedo ayudar.
- Tú no vas a ir a ningún lado, y más te vale que me obedezcas porque no estoy bromeando. Si intentas salir de nuevo te castigaré ¿entendido?
Leo la miró con odio, y se fue pisoteando, pero se alejó de la puerta, que es lo que Amy quería. Suspiró. No es que no le entendiera. Ella quería hacer lo mismo, pero sabía que Chris jamás la perdonaría si dejaba a Leo sólo, y mucho menos si dejaba que el niño se pusiera en peligro. Ella tampoco se perdonaría.
Intentó por enésima vez contactar con Wyatt, pero no tuve suerte. Se dijo que cuando todo eso acabara se ocuparía de tener más contactos en la familia de Chris. Estaba metiéndose el móvil en el bolsillo cuando un reflejo la hizo ver algo extraño. Se giró a tiempo para ver cómo una figurita de adorno volaba hacia ella. Sus buenos reflejos hicieron que se agachara justo a tiempo. El adorno se hizo añicos en el suelo. Respiró con agitación, y entonces reparó en Leo, en la esquina del cuarto. Se fijó en la expresión del niño.
- ¿Has sido tú? – preguntó con incredulidad. ¿Leo había intentado golpearla con eso? No necesitó escuchar respuesta, porque la rabia del niño por haber fallado fue suficiente para entender que sí.
Leo apretaba los puños, muy pegados a su cuerpo. En realidad se alegraba de haber fallado, pero estaba desesperado.
- ¡Déjame salir!
- ¡No! Vete ahora mismo a tu cuarto, Leo. Estoy muy decepcionada contigo. Lo que has hecho… No me lo esperaba de ti. ¿Te das cuenta de que podías haberme matado?
Leo apretó aún más las manos y sacudió la cabeza. Echó a correr en dirección a la puerta, pero Amy le agarró, y le impidió seguir avanzando.
- PLAS A… PLAS TU … PLAS CUARTO – repitió alzando un poco la voz y puntualizando con tres duras palmadas. Fueron realmente fuertes y Leo se llevó las manos inmediatamente a la zona castigada, con lágrimas traicioneras que le saltaban de los ojos.
Fueron esas lágrimas, esos ojos llorosos, los que hicieron que Amy respirara hondo para deshacerse de todo atisbo de ira. Lo que había hecho Leo no podía dejarlo pasar. Sabía que debía castigarle, pero también que el niño necesitaba en ese momento sentirse seguro y protegido. Así que le cogió en brazos y le frotó a espalda. Leo se agarró a ella con brazos y piernas, llorando un poco.
Amy subió las escaleras con él, y le llevó a su cuarto. Al contrario de lo que Leo esperaba, no fue nada brusca en sus movimientos. Se sentó con él en la cama.
- Vamos, no llores – le dijo, mimándole el pelo.
- Me pegaste – protestó él, haciendo un puchero.
- Y voy a pegarte más, porque me has desobedecido. Te dije que no intentaras salir de nuevo. Además, me lanzaste un objeto a la cabeza y utilizaste tus poderes para ello. Estoy seguro de que a tu padre esto último no le hubiera gustado, pero yo no voy a castigarte por usar mal tus poderes, sino por agredirme y desobedecerme.
Leo hizo aún más grande su puchero. Amy siguió haciendo caricias reconfortantes en la espalda del niño. Durante un rato siguieron así, sin decir nada, pero luego Leo empezó a sentirse raro. Se preguntaba cuándo iba a empezar su castigo, y alucinaba un poco porque Amy estuviera siendo tan amable con él. Creció en él un fuerte sentimiento de culpabilidad.
- Yo no quería hacerte daño – dijo al final. – No me dejabas salir y estaba enfadado.
- ¿Mueves cosas sin querer cuándo estás enfadado? – preguntó Amy
- N-no.
- Entonces sí querías hacerme daño, Leo. – dijo, pero sin endurecer su voz. Simplemente constataba un hecho.
- Pero no lo quería en serio – lloriqueó él – No quiero que te pase nada malo.
- Me alegra oír eso. Estoy seguro de que no lo harás nunca más.
- ¿Entonces no me vas a castigar?
- Sí, Leo sí que voy a castigarte.
- Pero no lo haré más, y tampoco intentaré salir…
- Este castigo no va a ser por lo que no harás en el futuro, sino por lo que ya has hecho. – dijo ella, y le dio un beso en la frente. Leo reconoció la señal, y se puso de pie.
Amy se le acercó, y le bajó los pantalones con suavidad, mirándole a los ojos mientras lo hacía. Rayos, aquello era difícil. Leo dio un pasito para salir de su ropa, quitándoselos del todo. Luego, él solito se bajó los calzoncillos. Amy le ayudó a colocarse sobre sus rodillas, pero aún no comenzó con el castigo. Volvió a frotarle la espalda con cariño.
Leo reparó por primera vez en su vida que estaba cómodo en aquella posición. El peso de su cuerpo se repartía entre Amy y la cama, y se sentía cómodo. Era peor sobre una silla, donde dependía totalmente de que la persona sobre la que yacía le sujetara.
Le habían castigado así muchas veces en su vida, pero nunca había tenido ese hormigueo en el estómago. Quizá porque su padre nunca se había demorado tanto, por no hacerle sufrir y prolongar su espera. Pero algo le dijo que Amy no lo hacía por hacerle sufrir.
Amy estaba intentando reunir fuerzas, y al mismo tiempo buscaba que Leo se relajara. Quería que el niño entendiera que no le iba a pegar estando enfadada, y que no debía tener miedo. Tras un rato paró de acariciarle, y dejó su mano izquierda quieta sobre la espalda de Leo. Levantó la mano derecha, y dejó caer la primera palmada.
Le castigó en silencio, sin detenerse para regañarle como solía hacer Chris. Aunque Amy le estaba pegando más flojito, al no haber pausas Leo sentía que el dolor y sus emociones iban in crescendo…Pronto entendió que Amy no planeaba tardar poco.
Como para entretenerse y huir del silencio y de lo que estaba pasando, Leo intentó contar los azotes, pero perdió la cuenta en algún lugar entre el treinta y el cuarenta. Al perder la concentración, y por tanto su forma de distraerse, Leo fue más consciente del castigo, y reparó en que le estaba doliendo muy poquito, porque Amy en realidad no estaba usando fuerza. Aún así, empezó a ser desagradable y Leo tuvo el infantil miedo de que aquello no fuera a acabarse nunca. Quizá por eso empezó a lloriquear, y entonces, como si esa hubiera sido la señal que Amy esperaba, las palmadas comenzaron a ser más intensas, y se repartieron por todo su trasero, que en ese momento apenas estaba rosado, pero que iba a terminar de un rojo encendido.
SWAT SWAT SWAT
- ¡AY!
Si las de antes habían sido mucho más flojas que as de su padre, esas fueron mucho más fuertes. Leo sollozó con ganas, y pensó que no iba a poder aguantar mucho más.
SWAT SWAT SWAT
- Aiii…sniff snif…au
Aquellos tres habían sido en los muslos, y ahí dolía muchísimo más. Leo lloraba tan fuerte que respiraba con dificultad. Por suerte para él, Amy no pensaba prolongarlo mucho más.
SWAT SWAT SWAT
Cuando terminó, Amy unió su mano derecha a su izquierda, en la espalda de Leo, y comenzó a acariciarle otra vez mientras el niño lloraba.
- Tu padre y tus hermanos volverán sanos y salvos – le dijo sabiendo que Leo necesitaba oírlo. Ella también lo necesitaba.
Le incorporó, le subió los calzoncillos, y le puso de pie en la cama, delante de él. Leo quedaba más alto que ella en esa posición, así que le miró desde abajo sin dejar de acariciarle la espalda, las piernas… Amy subió la mano hasta justo llegar al borde de los calzoncillos y acarició los muslos que había castigado. Los notó calientes. Se ladeó un poco sólo para comprobar que no había dejado cardenales. Luego abrazó a Leo, que seguía llorando.
- ¿Por qué te he castigado? – le preguntó, sin dejar de mimarle. Leo intentó responder, pero físicamente no podía, así que Amy esperó con paciencia.
- Por….snif…snif… intentar salir de casa y snif tratar de golpearte. Lo sientooo.- gimoteó, y empezó a llorar otra vez.
- Sssh. Ya está perdonado y olvidado, corazón.
Amy le acarició el pelo y poco a poco fue variando la postura, hasta que los dos quedaron abrazados, tumbados sobre la cama. De vez en cuando le daba un beso en la frente, y le limpiaba las lágrimas con una caricia. Cuando Leo dejó de llorar del todo, Amy empezó a levantarse.
- Voy a traerte un poco de agua – le dijo. Seguramente, después de haber llorado el niño tendría sed.
Leo miró como se iba pensando que esa mujer era muy rara. Era cálida y calmada en todos sus movimientos, y aun así había logrado que ese castigo le doliera mucho más que alguno de los que su padre le había dado con el cepillo. Leo pensó que se lo merecía. Se hubiera sentido muy mal si hubiera llegado a hacerle daño a la novia de su padre…que era "algo" para él, aunque aún no sabía bien qué. No era "mamá" pero al mismo tiempo, sí que parecía quererle como a un hijo. Pensar esto hizo que se sintiera aún más culpable, sobre todo teniendo en cuenta lo que estaba planeando.
"Lo siento, Amy" pensó "pero ese demonio está con Peter y yo no voy a dejar que le pase nada a mi hermano".
Leo se levantó de la cama y caminó hacia su escritorio. Abrió un cajón, de donde sacó unos cuantos conjuros que había copiado a lo largo de los años, por si alguna vez no podía acudir al Libro de las Sombras. Buscó uno en especial, uno al que su padre no prestaba mucha atención porque podía orbitar, pero que él, privado de ese don, había mirado muchas veces con interés.
Leo miró el papel con algo de miedo. ¿Estaría preparado para intentar un hechizo de teletransporte? Pocos brujos conseguían realizarlo con éxito, y él era sólo un niño….
"Peter era sólo un niño cuando ese hombre le hizo daño. Y tenía mi edad la primera vez que le adoptaron y no fue bien. Si él pudo, yo puedo" pensó, para darse ánimos, y leyó el conjuro:
"Éste no es mi lugar,
llévame a dónde debo estar"
Es curioso cómo funcionan los hechizos. Es una mezcla de intenciones y palabras. Leo quería estar donde estuviera Peter, y sin embargo había dicho "llévame a dónde debo estar". Es por eso que se apareció en un cuarto que conocía de vista, en la casa de su tío. En un cuarto donde Chris dormía, y Nick estaba sentado junto a él.
 


N.A.: Azrael es el arcángel de la Muerte, igual que Gabriel es el arcángel Mensajero, Rafael el arcángel de los médicos, y Miguel el Arcángel Guerrero. Sí, se me va la pinza. xD

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