Chapter 89: Shock
REALIDAD 1
- ¡Noooo! - gritó el
demonio, hasta que su voz se extinguió con su muerte.
Peter respiró con
fatiga, observando cómo las llamas devolvían a ese ser al inframundo. Con ese,
eran ya seis los poderes que acumulaba. Estaban los de Leo que a decir verdad
eran más de uno. Gracias a él podía orbitar, curar, lanzar rayos, y otras cosas
de las que había oído hablar, pero que nunca había probado. Lo cierto es que
los poderes de Anciano le asustaban un poco. Sobre todo porque sentía un
molesto zumbido en la cabeza, como si alguien quisiera hablar con él que no
podía ser otra cosa que las voces de los demás Ancianos. Pero él las ignoraba.
Estaban también sus
propios poderes. Y los de aquél último demonio al que se había enfrentado, que
expulsaba una especie de ácido que ya había demostrado su efectividad en el
hombro de Peter. Tenía también los poderes de dos demonios más, que podían
hacer arder a sus víctimas y ahogarlas respectivamente. Y estaban además los
poderes de un brujo al que había matado justo después de aniquilar al soldado.
Había sido toda una hazaña, y aun así Peter no se sentía demasiado orgulloso de
sí mismo. Se decía que eran tonterías, que llevaba demasiado tiempo lejos de
casa y por eso pensaba cosas raras… pero lo cierto es que no le hacía feliz la
idea de haber matado a dos personas. De alguna manera, él era consciente de que
era diferente el aniquilar a un demonio que el matar a un ser humano. Esa
diferencia nunca había significado nada para él, pero eso estaba cambiando…
Peter veía los rostros del brujo y del soldado constantemente en su cabeza, y
eso le impedía disfrutar del poder que había adquirido.
Se crispó. ¿Sería
por todo aquello de ser el "demonio de la vida"? ¿Se suponía que
debía sentirse mal al matar a alguien? Nunca le había pasado. O nunca había
dejado que le afectara, al menos. Siempre había matado a tipos que se lo
merecían. Pero aquellos hombres eran inocentes…¡Agh! ¡Maldita sea! ¿Qué era ese
nudo que sentía en el estómago?
Peter sacudió la
cabeza. Esas cosas no podían afectarle. No en aquél momento. Caminó hacia la
pared de la cueva en la que se encontraba, y acarició la roca. Creía que ya era
lo suficientemente poderoso como para intentar el hechizo que le haría volver a
casa: el mismo que había usado Barbas para enviarle allí. Contaba los segundos
para volver allí y matar a aquella sanguijuela, pero de una vez y para siempre.
Tan sólo le faltaba un ingrediente… algo así como una vela, o cera, que
encontraría en la primera casa con la que se topara. Subió a la superficie,
reparando en que aquello le costó muy poco: los demonios le huían y nadie trató
de impedírselo. Pudo orbitar sin ningún problema. Sonrió.
Al salir afuera, las
calles estaban inundadas de líquido rojo. Le llegaba por las rodillas. Era algo
tétrico, y morbosos, y sangriento. Tanta sangre hacía pensar en muchas
víctimas. Pero ese líquido salía del cielo, y no dejaba de hacerlo. Las gotas
cayeron sobre Peter, que protestó, sobre todo cuando impactaron en el hombro
que tenía magullado. Se transformó en demonio durante unos segundos. Las
quemaduras se curaron; la herida del hombro, provocada por el veneno de aquél
demonio, no. Se consoló pensando que no era muy profunda: le había dado sólo de
refilón.
Pensó que no debería
haberse deshecho de aquél paraguas metálico. No recordaba qué había hecho con
él. Lo habría perdido en alguna de sus peleas. A decir verdad, tampoco
recordaba demasiado de sus peleas, como si su mente estuviera en blanco. Como
si quisiera bloquear ese recuerdo reciente. Suspiró. Y entonces escuchó un
gritito agudo. Por instinto, giró la cabeza en busca del sonido, y la vio: una
niña que se tapaba inútilmente con las manos, mientras la lluvia caía y la
abrasaba con cada gota.
"Estúpida"
pensó, e iba a pasar de largo, pero estaba como clavado en su sitio. Se estaba
quemando las piernas a causa del líquido, pero no era por eso: era un dolor que
podía soportar a la perfección, porque era un proceso lento y él contaba con la
ventaja de la auto curación en cuanto decidiera volver a transformarse. No se
trataba de eso. No era un impedimento "físico". Algo dentro de él le
impedía seguir de largo, y dejar tirada a esa niña.
Se sorprendió a sí
mismo al caminar en dirección a la chiquilla. Las gotas de lluvia, por suerte
no muy intensa, le laceraban la piel, así que entendía perfectamente el dolor de
la niña, que debía de llevar un buen rato bajo la lluvia, porque tenía gran
parte de su cuerpecito con quemaduras.
- ¿Qué haces aquí,
idiota? – le gritó Peter, avanzando por el torrente de agua. Dios. Aquello era
como… como bañarse en lejía. Quemaba. Mierda. Y el sonido era ensordecedor.
- ¡Mi perrito se ha
escapado! – gritó la pequeña.
- ¡Tu perrito ahora
mismo será poco más que un perrito caliente! – replico Peter, protegiéndose la
cara. - ¡Se habrá quemado! ¡Que es justo lo que nos pasará a nosotros si no nos
moveos de aquí!
- ¡Pero no puedo
irme sin Mozart!
- Ya lo creo que
puedes. Y vas a hacerlo ahora mismo – gritó Peter, pero supo que ya era tarde.
Se dio cuenta nada más acercarse: esa niña no estaba viva. La mitad derecha de
su cara era…. Estaba…. Bueno, daba náuseas. Completamente abrasada, y
hasta….derretida. Estaba viendo un fantasma, como había hecho Leo con su madre.
Y a juzgar por los gritos de la niña, ella no recordaba que estaba muerta…Creía
que aún sentía dolor…
Peter salió
corriendo, en parte a refugiarse, y en parte porque ver aquello le impactó
mucho. Él había sido el elegido de esa niña, para dejarse ver. ¿Por qué?
¿Estaba tan confundida que había sido un error? ¿Es que no tenía a nadie más?
Tal vez vivía en la calle, y la lluvia le había pillado fuera, condenándola a
aquella muerte espantosa… Y no podía cruzar al otro lado, porque el mundo se
estaba yendo a la mierda.
Se metió debajo de
un tejado, se curó sus propias quemaduras, y se sentó en el suelo, abrazándose
las piernas. Le dolía el pecho. Le quemaban las lágrimas. ¿Qué le estaba
pasando? ¿Por qué le afectaba tanto haber visto esa niña muerta? ¡Si era sólo
una estúpida cría!
"Sólo una
cría." pensaba, como en shock. "No podía ser mucho mayor que
Leo."
Sólo una niña, y
estaba muerta. El Chris de ese mundo se había enfadado mucho con Nick por pegar
a Leo y hacerle un moratón bastante feo. ¿Cómo de enfadado estaría si su
pequeño hubiera muerto abrasado? Esa niña no tendría que haber muerto. Tendría
padres, o tal vez no, daba igual. Alguien la echaría de menos. Alguien tendría
que echarla de menos, era tan pequeña… No podía tener enemigos. No tendría que
haber abandonado el mundo todavía.
Y aquél
soldado…¿Cuántos años tendría? ¿Veintiuno? ¿Veintidós? No eran muchos más de
los que tenía él. Tal vez tuviera padres, hermanos, amigos… Y él le había
matado de un plumazo, y prácticamente sin motivos. ¡Ah! El pecho le dolía otra
vez. De pronto vomitó, y se sintió débil. ¿Sería porque seis poderes eran
demasiados para una sola persona? ¿Su ambición le estaba pasando factura? ¿O
eran sus delitos, y el Destino, que venía a juzgarle?
Lo oía en su cabeza.
"Asesino", decían las voces. Y lo repetían constantemente. No pudo
soportarlo. Peter se agarró la cabeza y se aovilló, buscando que las voces se
apagaran. Buscando que muriera su conciencia. De pronto entendió por qué esa
niña le había elegido a él: para despertarle de su estado de shock. Para
desenterrar sus sentimientos de lo más profundo de su conciencia. Para que se
diera cuenta de que era un asesino, y de que eso no le gustaba, y de que nunca
le había gustado, en realidad.
Se agazapó aún más.
Le dolía el estómago, y la cabeza. Sudaba, y tenía frío. A su alrededor, fuera
del porche, la lluvia seguía cayendo, con su ruido culpable, delator. Ploc. Ploc.
Ploc. Ploc. A lo Edgar Alan Poe*, el escritor de su libro ponía ahí ese sonido
para enloquecerle, y lo estaba consiguiendo. Ploc. Ploc Ploc.
"Basta. No
puedo soportarlo. Basta"
Lloraba lágrimas de
rabia, de ira, porque no quería sentir eso que estaba sintiendo. Rechazaba la
culpa, pero era más fuerte que él, y le estaba matando.
- Papá... – susurró.
¿Qué pensaría su padre al verle así? ¿Qué diría del despojo cobarde en el que
se había convertido su hijo? Y la lluvia… la maldita lluvia que no dejaba de caer….
¿Qué pensaría Chris? Recordó la decepción en sus ojos al descubrir que era un
asesino. ¿Qué pensaría ahora que lo había vuelto a hacer? Seguro que ya no
estaba tan orgulloso de él… - Chris… - gimió, mientras la lluvia seguía
cayendo.
Cerró los ojos, pero
el dolor no desapareció con la luz. Volvió a abrirlos, y sintió que se mareaba.
Desesperado, se dejó llevar, y orbitó al único sitio dentro de aquél extraño
mundo al que podía llamar hogar. Apareció en su casa...
- Chris –volvió a
decir, y se desmayó.
Se despertó en su
cama. Alguien le había puesto el pijama, y le había limpiado la sangre. Se
sentía limpio, y bien. Se movió un poco para darse la vuelta, y entonces supo
que no estaba sólo.
- ¡Peter! – dijo
Chris, y estuvo a su lado en un segundo. Movió sus manos con nerviosismo, pero
no se atrevió a tocarle, por temor a asustarle.
- Chris…
- ¿Cómo estás?
- Vivo. Por alguna
razón creo que eso es algo de lo que debería alegrarme…
- Ya lo creo.
¡Estabas abrasado! ¿Es que acaso perdiste la cabeza? ¿Qué hacías ahí fuera con
esta lluvia?
- Soy un demonio. El
fuego no me afecta tanto como a vosotros. No me quemo con tanta rapidez…- dijo
Peter, encontrando de pronto una explicación a su resistencia a la lluvia
ácida.
- ¡Eres las narices!
¡Sólo eres mitad demonio, y aun así, los demonios también se queman. Tardarán
más o tardarán menos, pero se queman. ¡Y eso no era fuego, sino lluvia de
sangre! ¡Ahí fuera es como si hubiera ríos de lava, muchacho!
- Dolía un poco –
reconoció Chris.
- ¿Un poco? ¡Si mi
hermano no te hubiera curado…! ¿Sabes el aspecto que tenías al venir aquí?
¿Wyatt había estado
ahí? Bueno, no era "su" Wyatt. No debía alegrarse.
- Pues a mí no me
dolía…
"Sólo me dolía
el pecho, y la conciencia" añadió para sí.
- Ya te dolerá, ya…
- gruñó Chris, y a Peter le sonó como una amenaza. Luego, le oyó suspirar, y
pareció un poco menos molesto. – Estás bien. Me habías asustado, chico.
- Soy un hueso duro
de roer.
- ¿Qué hacías ahí
fuera?
- Cosas.
- ¿Cosas? ¿Como
conseguir poderes, quieres decir? Mi padre dice que ahora eres más poderoso.
- Lo soy. ¿Está él
aquí?
- No. Ha tenido que
irse. Y deberías estar agradecido por eso, porque después de quitarle sus
poderes no iba a estar muy contento de verte – masculló Chris. Al reparar en el
gesto triste de Peter rectificó – Es broma. Se alegraría mucho de verte, y
saber que estás bien… Él mismo te dijo que somos como tu segunda familia…
No notó que el chico
se animara y se preguntó por qué. En realidad, eran muchas las preguntas que
aún tenía que hacerle.
- ¿Por qué viniste
en… ese estado? ¿Qué te pasó? Estabas tumbado, llorabas…y te desmayaste…
¿Alguien te hizo daño?
Peter no respondió.
Chris se sentó en la cama, a su lado, y muy despacito, para no alterarle, trató
de acariciarle el pelo, como hacía con su propio Peter. El pelo era una
"zona totalmente vetada" para aquél chico, pero en aquella ocasión no
se puso nervioso, sino que más bien pareció agradecerlo. Eso confirmó las
sospechas de Chris de que algo le ocurría.
- Peter… ¿qué te
pasó? – insistió, con toda la dulzura de la que fue capaz.
Peter cerró los ojos
para sentir las caricias. Al principio respiraba aceleradamente, algo inquieto.
Luego logró relajarse y disfrutar del contacto. El tono duce que empleó Chris
le llenó los ojos de lágrimas. Sin poder remediarlo, las dejó salir, como un
torrente silencioso.
- ¡Peter! – exclamó
Chris, con pena, al ver que lloraba. - ¿Qué sucede? Me lo puedes contar,
cariño.
- No, no puedo –
balbuceó.
- ¿Por qué no?
- Porque entonces me
odiarás más de lo que ya lo haces.
- Pero si yo no te
odio.
- Lo haces, y lo
harás más si te enteras de lo que he hecho.
- ¿Qué has hecho,
corazón? Puedes decírmelo. Siempre puedes decírmelo.
- Esto no.
Chris no entendía
nada, pero por primera vez desde que había conocido a ese chico le estaba
viendo llorar con lágrimas de arrepentimiento. No de tristeza, no por haber
sido castigado, sino de arrepentimiento sincero, tal como solían llorar sus
hijos. Sabía que tenía que ser compresivo. Peter necesitaba que lo fuera.
- ¿Tienes miedo de
que me enfade? No me voy a enfadar. No cuando estás llorando así y estás siendo
sincero conmigo. Serás muy buen actor, como tu numerito con lo del abrazo, pero
esto no lo puedes fingir. Estás muy triste por algo, y lo único que yo voy a
hacer es consolarte.
- Y castigarme.
- Tal vez – dijo
Chris, tras pensarlo un poco. – Tengo motivos ¿no crees? Te fuiste, sin decirle
nada a nadie, y robaste los poderes de "tu abuelo". Saliste ahí
fuera, con esa lluvia asesina…
La palabra
"asesina" hizo que Peter empezara a llorar más fuerte. Chris
malinterpretó esos renovados sollozos.
- Eh, vamos. No
tienes que ponerte así. A lo mejor no te castigo. Ya veremos ¿vale? Peter, ya
sabes que los errores tienen consecuencias. Podías… podías haber muerto ahí
fuera, y lo de robar los poderes de un Anciano no estuvo nada bien…No estoy
enfadado ¿de acuerdo? Pero no quiero que vuelvas a hacerlo nunca… a tu padre
tampoco le habría gustado, y es por eso por lo que estás en problemas. Vamos,
no llores. Con la cantidad de veces que te metes en líos, ya tendrías que estar
acostumbrado – bromeó, buscando hacerle sonreír un poco, pero no tuvo éxito.
Suspiró. No sabía qué hacer. Era evidente que la idea de un castigo no le
gustaba a nadie, pero Peter estaba llorando por algo más, estaba casi seguro de
eso. Le siguió acariciando, haciéndole ver que seguía ahí, junto a él. - ¿Qué
más hay, cariño? Sea lo que sea, no importa cómo sea de malo. Mis oídos son
tuyos, para escucharte. Siempre.
Peter siguió en
silencio un rato más. ¿Por qué ese hombre era tan amable? ¿Sería verdad que no
le odiaba? ¿No le odiaba después de cómo les había tratado a todos, de cómo se
había portado, de todo lo que había hecho a lo largo de su vida? Era más que no
odiarle. Parecía que ese hombre le quería. Pensar eso le hizo querer llorar todavía
más, con una emoción indescriptible de la cual se avergonzó. Peter no se sentía
digno del afecto de Chris, cuando hasta hacía poco pensaba más bien que los
santurrones de aquella realidad no eran dignos de él.
- He matado a dos
personas – soltó de pronto. Chris había dejado de presionarle, pero seguía
allí, junto a él, y Peter sabía que le escucharía. – Las he matado. A uno para
robarle su poder... aunque en realidad podía habérselo quitado sin matarle. Y
al otro… al otro simplemente le maté, y ya.
Chris se quedó en
silencio, asimilando la información. Peter ya le había dicho que era un
asesino. Era algo que ya sabía, pero no por eso fue más sencillo de escuchar.
Era cierto que se trataba de algo muy malo. Lo peor que un ser humano podía
hacer, a juicio de Chris. Cruzaba esa línea de lo "imperdonable". Y,
sin embargo, el chico estaba ahí, llorando, sintiéndose un miserable.
Paradójicamente, en ese momento en el que Peter había hecho algo horrible, a
Chris le quedó claro que no era malo. Tampoco era una buena persona, pero podía
llegar a serlo. Ese llanto era un primer gran paso. La señal de que tal vez
estuviera cambiando. La señal de que quería hacerlo.
Antes de poder poner
en voz alta las conclusiones a las que había llegado, Peter habló de nuevo, muy
rápido, como nervioso.
- Te dije que era
algo malo. Vi cómo me miraste la otra vez….Sé lo que piensas de lo que he
hecho. Sé que es de esas cosas que además no tienen solución. No quería
decírtelo…pero no podía más y tenía que volver aquí… No fue una decisión
premeditada. Me sentía sólo, estaba asustado, y orbité aquí, sin más. Sabía que
no sería bien recibido pero no pude evitarlo. Sé que es demasiado tarde pero…
tú método me gusta más. Un método en el que nadie muere.
Chris le escuchó con
atención. De pronto se dio cuenta de que había dejado de acariciarle, y comenzó
a hacerlo otra vez.
- Sí eres bien
recibido. Y has hecho bien en volver aquí. Lo que no tendrías que haber hecho
es irte.
- Me iré en seguida…
- Por encima de mi
cadáver…
- Pero… tú no
quieres a alguien como yo en tu casa…
- ¿Quién te da
derecho a decidir lo que yo quiero o dejo de querer?
- ¡He matado a dos
personas! – gritó Peter, con rabia y lágrimas de frustración. Parecía querer
decir algo como "¿Es que no te das cuenta de lo que he hecho? Porque yo
sí. Por primera vez en mi vida me doy cuenta, y no me gusta."
- Tú decidiste
volver aquí. Esa fue tu elección. Ahora yo no voy a dejar que te vayas, y ya no
tienes opción de decidir nada. Hiciste un acto de confianza. Lo dejaste en mis
manos porque, según dices, mi método te gusta más. Esa es más o menos la
relación que tengo con mis hijos, Peter. A ellos muchas veces no les gustan mis
normas ni lo que yo dispongo, pero confían en mí para ser su padre. Todo lo
demás corre de mi cuenta. Por fin has entendido que así es como tiene que ser.
Peter no dijo nada,
pero inmediatamente se sintió mejor, sin poder hacer nada para evitarlo. El
alivio se extendió por cada poro de su piel. Disfrutó de la sensación. Su
respiración se sosegó. Los minutos pasaron, y dejó de llorar, siempre bajo el
amparo de los mimos cariñosos de Christopher, a cuyo contacto se había
acostumbrado en tan poco tiempo, como si él fuera la única persona con permiso
para tocarle.
- No te equivoques –
dijo Chris, unos diez minutos después – Lo que has hecho es… demasiado. Si
fueras de éste mundo, tendríamos un problema. Las palabras "juicio" y
"cárcel", tendrían que aparecer en la conversación, y yo tendría un
problema doble, porque no estaría dispuesto a dejar que te encerraran en ningún
sitio, y a la vez no tendría más remedio que planteármelo. Si fueras de éste
mundo, la mitad de la comunidad mágica se nos echaría encima, y mi familia
tendría un problema grandísimo, que no sería ni la mitad de grande del problema
que tendrías tú. Pero, por suerte para ti, no eres de éste mundo. Aun así… lo
que has hecho…
- …no puede quedar
impune – terminó Peter por él, armándose de valor.
- No, desde luego
que no. Te has escapado, has robado poderes que no son tuyos, te has puesto en
peligro y has… has matado. Son cosas que no puedes hacer. Cosas que no pueden
volver a pasar, porque nunca más voy a temer por tu vida, y nunca más voy a ver
esa mirada torturada en tus ojos, como de un… alma rota. Porque Peter, cada vez
que matas a una persona, tu alma se rompe un poco más. Es por eso que
sentías…dolor…Es por eso que te has desmayado: por fin has entendido lo
horrible que es el asesinato, y no has podido con ello. Nadie puede con ello.
Nadie puede sólo. Me da igual si éste no es tu mundo. Me da igual si en tu mundo
matar a alguien no es un error. Aquí sí lo es, y para mí lo es en cualquier
lugar. Nadie puede elegir sobre la vida de otra persona. Nadie tiene ese
derecho, ni debería tener ese poder.
Peter le escuchó con
mucha atención. Estaba esperando oír algo así como "por eso tienes que
irte de mi casa" o "por eso no quiero volver a saber nada de
ti".
- Tienes que
entender que para esas personas no hay vuelta de hoja. Tú has puesto fin a sus
vidas, y no es algo que puedas reparar así como así. No se puede deshacer. Es
por eso que en realidad, cualquier castigo que recibas será demasiado
indulgente. Ninguna pena será equiparable al …"crimen"… por llamarlo
de alguna manera.
- Hay algo que sí lo
sería… - susurró Peter, muy bajito, pero Chris le oyó, y además entendió lo que
quería decir.
- Yo no creo en la
pena de muerte, jamás dejaría que nadie te matara, por supuesto no lo haría yo
mismo, y en realidad tampoco sería equiparable. Matar al asesino no es
justicia. Es venganza. Eso puede estar bien para calmar la ira de quienes han
perdido a un ser querido, pero no beneficia a mundo, sino que lo perjudica,
porque se suma una pérdida más. No, Peter. Ni siquiera quiero que te lo
plantees. Y eso me lleva a otra cuestión importante: si te pareces en algo a mi
Peter, hay algo que no sabes manejar y es la culpa. Por eso quiero dejar claro
que no tienes derecho a…autocastigarte. No puedes suicidarte ni hacerte daño de
ninguna otra manera para "compensar" lo que has hecho. Tu castigo lo
decido sólo yo. – aseguró Christopher, que ya había tenido demasiadas
experiencias con intentos de suicidio ajenos - En esta ocasión, tu mayor
castigo es tu propia culpa, que tal vez te acompañe toda la vida, aunque yo voy
a intentar que no sea así. Y, como decía, nada será equiparable a lo que se ha
sucedido. Las "consecuencias" nunca se ajustarán al
"error". Por eso cualquier castigo que te ponga tendrá otra
finalidad… la de hacerte entender en quién tienes que apoyarte… la de hacer que
nunca olvides la decisión que hoy has tomado al venir aquí y confiar en mí. Tú
has regresado aquí, y ahora tienes que hacerte cargo de lo que has hecho. Por
eso necesito que sigas confiando en mí, y aceptes lo que yo decida. Cualquier
castigo que yo te imponga, será el que merezcas. Será suficiente, y será necesario.
Peter tragó saliva.
¿Tan malo iba a ser que le pedía que confiara en él para llevarlo a cabo? Por
lo deponerse en peligro, escaparse, y robar poderes de la familia su padre le
habría dado una paliza con el cinturón, que era una de las cosas más horribles
en el mundo para Peter. Probablemente a su padre le hubiera dado igual lo de
los asesinatos. Antes bien le habría felicitado, así que no tenía ni idea de
cuales podían ser las "consecuencias" para eso. Saber que estaba
distanciando su forma de pensar de la de su padre le inquietaba un poco, pero
sentía que estaba haciendo lo correcto. El asesinato estaba mal, y si su padre
pensaba otra cosa estaba equivocado…Y Christopher tenía razón. Siempre la había
tenido, en todo. Su forma de actuar era la correcta. Y tenía razón: él había
confiado en Chris, cuando había decidido volver. Finalmente había tomado su
decisión, y ya no podía echase atrás. Sería mejor que le diera la bienvenida al
mundo de la cursilería; al país de las piruletas y del arcoíris. Aunque probablemente
eso quedaba muy lejos de lo que Chris había planeado para él…
- Confío en ti –
susurró. – Todo lo demás es confuso. No tengo nada claro, y tengo mucho miedo.
Pero confío en ti.
- Bien. En ese caso,
primero lo primero: ve a tomar un baño y a comer algo.
- ¿Qué? ¿Ahora? ¿Y
no puedo hacer eso después?
- Sin discutir,
Peter. Realmente necesitas aprender a hacer lo que te dicen sin convertir todo
en una pelea.
Peter cerró el pico,
y obedeció, pero realmente odiaba postergarlo. La espera le mataba. Le hacía
imaginar cosas horribles como Christopher descuartizándolo y dándole a comer a
ese chucho que tenían…O Christopher torturándolo en alguna clase de habitación
del pánico… Sí, definitivamente su imaginación le jugaba muy malas pasadas
durante aquél agónico tiempo de espera, aunque tuvo que reconocer que la idea
de un baño no le parecía mala del todo, y lo de comer algo era definitivamente
una cuestión de necesidad. Su estómago rugía.
Mientras Peter
estaba en el baño, Christopher bajó a hablar con Amy, que dejó a Leo y a Nick
viendo la tele para salir a hablar con él.
- ¿Cómo ha ido? –
preguntó ella - ¿Cómo está?
- Se ha despertado.
Se ha abierto a mí. Pero… no sé cómo voy a hacer frente a esto – confesó Chris,
y se lo contó todo. Lo que había dicho Peter, y lo que había dicho él. Amy se
horrorizó al enterarse de los asesinatos, pero supo sobreponerse.
- Así que… ¿le vas a
castigar? – preguntó, extrayéndolo de las propias palabras de Chris. Él
asintió. - ¿Tendrá sentido hacerlo?
- No me he rendido
con él, si es lo que preguntas. Así que sí, tendrá sentido.
- Pero… ¿qué vas a
hacer? Chris, esto no es como si no hubiese hecho la tarea o como si hubiera
dicho una mala palabra. Entiendo que lo que ha hecho es…horrible. Así que… ¿qué
vas a hacer? Si le haces daño tampoco servirá de nada.
- No tengo pensado
hacerle daño. Quiero quitarle la culpa. Quiero enseñarle quién está a cargo.
Quiero enseñarle a confiar en mí, en vez de a salir corriendo. Quiero enseñarle
que los actos tienen consecuencias, pero también tienen perdón. Incluso…esto.
Creo.
- Yo… no estoy tan
segura de que esta vez se le pueda perdonar.
- Para el mundo del
que viene, el arrepentimiento que siente es un gran paso.
- Para el mundo del
que viene, sentir arrepentimiento es un error – replicó Amy. - ¿Hasta qué punto
puedes enseñarle a un león a no comer carne?
- Estoy dispuesto a
comprobarlo.
- Si tú lo estás, yo
también, entonces. – dijo Amy y Chris volvió a sentir lo profundamente
enamorado que estaba de aquella mujer. Se agachó para darle un beso.
- No puedo ofrecerte
una vida normal – la dijo. – Esto va a seguir pasando. Constantemente. He
perdido la cuenta de las veces en las que mis padres salvaron el mundo. Yo no
quería esto. Quería una vida tranquila, junto a mis hijos, pero esto es lo que
pasa cuando me permito esa clase de egoísmos. Cuando bajo la guardia, y dejo
que se lleven a mi hijo delante de mis narices.
- Nada de esto es
culpa tuya, Chris.
- Tal vez no del
todo. Sin duda el responsable es
el otro Christopher. ¿Será cierto que se está volviendo bueno? Eso no va a salvarle. Me quitó a mi hijo. Provocó… todo esto.
el otro Christopher. ¿Será cierto que se está volviendo bueno? Eso no va a salvarle. Me quitó a mi hijo. Provocó… todo esto.
- El hijo se vuelve
bueno cuando el padre también lo hace – reflexionó Amy. – Parece que los
Haliwell tenéis la habilidad de cambiar a las personas.
- Está por ver si es
una habilidad o una maldición – dijo Chris, suspirando. Se fijó en la
televisión, encendida y con un murmullo ininteligible por la distancia que los
separaba del aparato. - ¿Han dicho algo interesante?
- La teoría más
respaldada es que el mundo se va a la mierda – resumió Amy – Está prohibido
salir a la calle y se ha declarado el estado de emergencia.
- ¿El estado? ¿Acaso
esto sólo está sucediendo en San Francisco?
- No. Está
sucediendo en todo el mundo.
- Lo que temía.
¿Europa también?
- Todo el mundo,
Chris. Hasta las malditas islas de la Conchinchina.
- ¿Han pensado en
alguna solución?
- Bueno, el número
de creyentes ha aumentado repentinamente – respondió Amy, con cierta sorna. –
Pero no, nadie sabe cómo salir de esta.
- Yo tampoco, para
serte sincero. Pero sé que no puedo seguir de brazos cruzados. Con poderes o
sin ellos, tengo que parar esto.
- De momento lo
único que tienes que hacer es comer algo – replicó Amy, y le empujó para que
fuera a la cocina.
Llamaron a todos
para que fueran a comer. El apetito de Peter se había extinguido. No sabía por
qué, pero tenía el estómago cerrado. Una nueva fase de su sentimiento de
culpabilidad. Algo a lo que él no estaba acostumbrado. Pero Chris ya había
lidiado con eso muchas veces en sus hijos.
- Vamos, Peter, come
algo.
- No tengo hambre.
- Aun así…
- Pero no me
apetece.
- ¿Recuerdas lo que
hemos hablado antes? Yo digo, y tú haces. Ahórrate el pensar, así es más
sencillo.
- ¿Cómo un robot? –
preguntó Peter, con sarcasmo.
- Como un chico
obediente que sabe lo que le conviene – dijo Chris, y para Peter sonó muy
convincente, así que cogió el tenedor y fue dando mordisquitos pequeños.
Nick y Leo comieron
en un extraño silencio, tal vez conscientes de que había sucedido algo grave,
tal vez impactados por lo que estaba sucediendo en el mundo. Cuando todos
terminaron de comer, Peter miró a Chris, algo confundido, como esperando una
señal.
- Peter, espérame en
tu cuarto. Yo subo enseguida – le dijo, como si fueran a hacer alguna clase de
actividad padre-hijo en vez de a ajustar cuentas. Peter se fue, intentando ser
valiente. Intentándolo de verdad. Chris había sido bueno con él, y si decidía
dejar de serlo, él se lo merecía.
Chris no tardó mucho
en subir. Sólo dedicó un par de minutos a pensar lo que iba a decir, aunque lo
tenía más o menos claro. Al entrar en la habitación de Peter, el chico parecía
realmente asustado. Estaba sentado en la cama, pero cuando Chris entró se puso
de pie, y luego no supo qué hacer, ni dónde ponerse. Era como si se sintiera
perdido, y al mismo tiempo quisiera demostrarle a Chris que iba a obedecerle en
todo. Chris entendió que primero tenía que conseguir que se tranquilizara un
poco, así que iba a empezar por la parte menos difícil de la conversación.
- Cuando viniste con
la ropa toda sucia y llena de sangre te puse el pijama. Va a venirte bien,
porque no puedes salir de tu cuarto en lo que queda de día.
Peter abrió un poco
la boca, como para protestar, pero luego la cerró, y asintió. Chris casi
sonrió: no se le escapaba que ese comportamiento dócil, aunque propio de
"su" Peter, era algo totalmente nuevo para esa otra versión.
- Le devolverás los
poderes a tu abue… a Leo, en cuando tengas ocasión, y le preguntarás qué puedes
hacer para compensarle – prosiguió Chris. Era importante que el chico
entendiera que sus acciones tenían repercusiones en los demás, y por tanto
requerían una compensación. Era algo que aprendían los niños pequeños, pero era
probable que a ese chico no se lo hubieran enseñado. – No vas a poder hacer
casi nada durante...durante el tiempo que estés aquí, porque sigue en pie eso
de ayudarte a volver a tu mundo. Hasta que vuelvas, estás castigado. No habrá
televisión, ni ordenador, ni música, ni libros, ni nada, pero tampoco vas a
tener tiempos muertos porque no quiero que esa cabecita tuya tenga ocasión de
maquinar nada. Dedicarás tu tiempo libre de los próximos días a actividades no
destructivas que resulten útiles para alguien. Mi recomendación es que pases
tiempo con Leo: al otro Peter le encantaba y hacía que los dos fueran felices.
Te acostarás a las nueve. No a las diez, ni a las nueve y media: a las nueve.
Te podrás levantar cuando se te antoje, pero después de desayunar quiero que
copies todos los días un pasaje del Libro de las Sombras. También puedes
ayudarme a buscar una solución a este lío pero SIN salir de casa.
Peter no dijo nada,
pero aquello le parecía injusto. Iba a ser mortalmente aburrido. Luego recordó
lo que había hecho y supo que salía demasiado bien parado, así que no se quejó.
Solamente se atrevió a decir con un hilo de voz:
- No creo que pueda
tocar vuestro libro. El Libro de mi mundo no puede tocarlo la gente buena, así
que es de suponer que el vuestro no puede tocarlo la gente mala.
- Está por ver que
tú seas malo, Peter, pero si resulta que no puedes tocarlo buscaremos otra
alternativa. – dijo Chris, con paciencia. Sabía ver el esfuerzo que Peter
estaba haciendo por comportarse, y lo agradecía. Era un motivo más para pensar
que el chico era más gris que negro. - Por mi parte está todo dicho. Ahora… -
anunció Chris, y se sentó en la cama – hay un par de cosas que tenemos que
reforzar, y otras que tenemos que aprender. Así que quiero que vengas aquí y
que recuerdes que aunque te voy a tocar, porque es inevitable y aunque te va a
doler, porque es un castigo, hemos quedado en que confías en mí, y eso implica
que confías en que no voy a hacerte verdadero daño.
Peter se mordió el
labio. Miró la puerta con muchas tentaciones, y Chris captó a la perfección esa
mirada.
- ¿De qué serviría,
Peter? ¿De veras quieres salir corriendo? ¿Quieres seguir huyendo? Tú me lo
dijiste: ya estás cansado de huir. Esta es la forma de dejar de hacerlo.
Notó cómo Peter
vacilaba, pillado por esas palabras.
- Peter, ya te he
dicho varias veces que eres como mi hijo. En cierto modo lo eres y sabes que…
- No, no lo soy –
interrumpió Peter – Si fuera tu hijo no estarías siendo tan amable. Estarías
realmente horrorizado por lo que hice. Estarías furioso, desesperado,
irascible, enloquecido y decepcionado. Pero de mí ya te lo esperabas.
Chris meditó en
silencio lo ciertas que eran las palabras de Peter. Se imaginó por ejemplo a
Nick siendo un asesino, y simplemente no pudo terminar de imaginárselo. Peter
parecía triste porque él no estuviera decepcionado. Qué irónico.
- Tienes razón,
Peter. De ti, de alguna forma, ya me lo esperaba. Pero no porque piense que
estás estropeado, o que no tienes solución, sino porque vienes de un mundo con
reglas diferentes y era lógico pensar que ibas a aplicar aquí esas reglas. Es
como si le pides a un lobo que no se coma a una oveja sólo porque en vez de en
Estados Unidos se le lleven a Europa. Yo había esperado que no lo hicieras,
pero es lógico que las costumbres de diecisiete años puedan con las de unos
pocos días. Lo que no me esperaba es que tú sólo reaccionaras y lamentaras lo
sucedido. Eso sí que no me lo esperaba, Peter, y es algo muy bueno. No pienses
que no doy un céntimo por ti. Es precisamente porque no me he rendido contigo
por lo que estoy haciendo esto.
Peter le miró a los
ojos y no vio desprecio, o asco, sino comprensión. Tal vez fuera cierto que no
se había rendido con él. Peter se preguntaba si aquella era de esas veces en
las que después de un castigo tenía derecho a un abrazo. Si era así nunca se
volvería a quejar de las manías de ese hombre con respecto a abrazarle a todas
horas, porque realmente quería ese abrazo. Realmente quería saber que seguía
habiendo una oportunidad ahí para él. Quería sentirse perdonado y ser capaz de
perdonarse a sí mismo. Así que dio un pasito hacia delante. Y luego otro.
A Chris le hacía
gracia esa forma de moverse de aquél chico cuando estaba en plan tímido o
inseguro, como a pasitos que le hacían parecer más pequeño. Dejó que se
acercara. Cuando le tuvo lo suficientemente cerca, le tomó del brazo con
suavidad, acompañándole con este gesto mientras se inclinaba. Una vez le tuvo
encima, le colocó bien para que ambos estuvieran cómodos. Chris no quería ser
ni siquiera un poco violento. Más bien se esforzaba por estar tranquilo, y
actuar con calma. Dejo su mano quieta sobre la espalda de Peter.
- ¿Preparado? –
preguntó.
Creyó escuchar un
muy vacilante "sí", así que comenzó. Levantó la mano y la dejó caer
en la parte alta de los muslos. Y siguió haciéndolo rítmicamente. Primero
derecha, luego izquierda. No estaba siendo muy fuerte, pero tras las primeras
veinte Peter comenzó a moverse un poco, echando por tierra sus intenciones de
aguantar estoicamente. Era más de impaciencia y nerviosismo que por verdadero
dolor.
Chris continuó igual
durante cinco minutos. Peter estaba seguro de que nunca en su vida había
recibido tantas palmadas. Le dolía bastante, a pesar de que era consciente de
que Chris apenas estaba usando fuerza. Se sentía a punto de llorar.
- De casa no se
huye, y mientras estés en éste mundo, esta es tu casa – dijo Chris y comenzó a usar
más fuerza.
PLAS
Al sentir el primer
golpe fuerte, sin poderlo evitar, Peter se echó a llorar. Se sentía muy
vulnerable, llevaba ya un buen rato en esa posición, y llorar hasta quedarse
seco le parecía en ese momento una muy buena idea.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Peter intentó
protegerse con una mano, pero Chris se la sujetó y ya no le soltó, agarrándole
con una mezcla de firmeza y cariño. Era como si le dijera: "Estoy aquí, y
no voy a soltarte. Estoy contigo."
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- ¡Ah! – se quejó
Peter, sin poder aguantarlo más. Era extraño: Peter había experimentado dosis
mucho más altas de dolor en otros momentos de su vida, y no se había sentido
tan crío, tan débil…con tantas ganas de decir "por favor para, y
abrázame". ¿El objetivo de esa clase de castigos era hacerle sentir un
niño? Porque si era ese lo conseguía a la perfección. Y también le hacía
sentir…un quejica. Objetivamente le había dolido mucho más la herida en el
hombro, por ejemplo, y había aguantado sin quejarse. Por cierto… la herida ya no
estaba. ¿Se la habría curado Wyatt también?
- Los poderes ajenos
no se roban. Tienes ese don para hacer un buen uso de él. Salvo emergencias, o
con permiso, NO se cogen los poderes de la familia. – prosiguió Chris, y fue
extraño, porque a Peter le sonó como si hubiese cogido dinero o algo así.
Entendió que iba más allá del hecho en sí de haberle quitado los poderes a Leo:
era una cuestión de confianza. ¿Cómo iban a confiar en él si les engañaba para
robar sus poderes?
Peter quería que
confiaran en él. Estaba cansado de que no lo hicieran. Ni su propio padre
confiaba en él pero eso era porque le había dado buenos motivos. Cuando el
Chris de su mundo le veía con un cuchillo no pensaba: "ah, mira, va a
comer" sino que se angustiaba y se preguntaba "¿va a clavármelo o a
intentar cortarse las venas?". Se había cansado de que la gente se
preguntara esas cosas cuando estaba con él. El confiaba en su padre y… también
en aquél Chris, así que era hora de que ellos pudieran confiar en él.
Peter notó entonces
cómo Chris le bajaba el pantalón. Con la mano que tenía libre, agarró con
fuerza las sábanas de la cama y respiró hondo. Iluso de él, cuando había notado
que Chris no se había quitado el cinturón, había pensado que aquello no iba a
ser tan malo. Pero aquella estaba siendo la paliza más larga de toda su vida,
aunque no la más dolorosa. Aún.
SMACK SMACK SMACK
Ufff SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK ¡Ah! SMACK SMACK
"No grites,
Peter, no grites. Vamos, puedes aguantar sin gritar" se dijo.
Y pudo. Pero llorar,
lloraba como una magdalena.
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
- Los problemas no
se huyen. La rabia no soluciona nada. Tener poder no te da derecho a abusar de
él. Tener la capacidad física de matar a alguien no significa que puedas
hacerlo.
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
- Que te hayan enseñado
algo desde pequeño, no significa que sea lo correcto. Eres mayor, y empiezas a
pensar por ti mismo. Aunque nunca llegues a ser Teresa de Calcuta, porque en
realidad puede que no debas ser así según las reglas del universo, el asesinato
tiene que estar fuera de tu campo. Tú sabes que lo está, y por eso has
colapsado.
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK
SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK
A Peter dejó de
importarle todo. Sólo podía llorar, como el crío que era, que por un par de
palmadas ya siente que es el fin del mundo.
"Han sido más
que un par de palmadas" protestó su orgullo. "No vas a poder sentarte
hasta la próxima Navidad"
Sin embargo, notó que
Chris había parado, y empezó a hacer circulitos en su espalda. Siguió llorando
durante un buen rato, y Chris no dejó de acariciarle en ningún momento. Cuando
notó que Peter lloraba un poco menos, quitó la mano para dejar que se
levantara, pero empezó a llorar de nuevo así que continuó con los mimos.
- Sshh. Ya está. Ya
pasó.
- No. – lloriqueó
Peter. – No pasó.
- ¿No? Mmm. Tal vez
tenga un remedio para eso. Pero necesito que te levantes. – dijo Chris, pero no
consiguió que se levantara. Antes bien, Peter renovó sus sollozos. – Vamos,
grandullón. Sé que te duele, pero ya se acabó. Ahora voy a comerte a besos, y
luego le diré a Amy que te coma también, y así ya no te dolerá nada, porque no
vamos a dejar ni un pedacito.
Contra su voluntad,
Peter sonrió un poco, aunque Chris no pudo verlo. No obstante, en seguida
volvió a entristecerse de nuevo.
- Siempre me va a
doler.
- ¿Siempre? Qué va.
No pego tan fuerte. Wyatt dice que soy un debilucho.
- No estoy hablando
de eso. Siempre me va a doler esta cosa que llamas culpa.
- Después de un
castigo todo queda perdonado, Peter, e incluso antes. Ya está. Fin de la
historia.
- No. Sólo es el
principio. Yo…yo… yo les maté – soltó Peter, y se rompió de nuevo. Chris le
incorporó un poco con suavidad y le sostuvo en sus brazos mientras el chico
lloraba y convulsionaba por los sollozos. De vez en cuando le daba un beso en
la frente y le acariciaba el pelo. El chico no pareció ni notar que le estaba
tocando.
Finalmente, cinco
minutos después, tal vez porque ya se había desahogado, tal vez por agotamiento
de tanto llorar, Peter pareció calmarse. Con un poco de su colaboración, Chris
pudo levantarle del todo y subirle la ropa. Luego le hizo tumbarse de nuevo y
le siguió acariciando. Tenía un aspecto tan desgraciado que parecía seguir
llorando sin sollozos ni lágrimas.
- Peter, en
ocasiones como esta en la que uno, por mucho que quiera, no puedes deshacer lo
que ha hecho, no sirve de nada mirar hacia atrás. Hay que mirar hacia adelante,
y vivir para reparar el error. Dentro de poco volverás a tu mundo, y todo esto
habrá servido de algo si, una vez allí, eres capaz de no volver a hacer lo que
te tiene tan destrozado. Todo tiene perdón, Peter. A veces uno cree que no, a
veces los demás creen que no, pero lo tiene. Si fueras mi Peter te diría que
"Dios siempre perdona"…
- Yo no sé lo que
hará Dios. Pero a mí me basta con queme perdones tú.
- Yo ya te he
perdonado, cielo. Lo hice en el mismo momento en el que te vi en el suelo
cubierto de sangre y con una fea herida en el hombro. Por cierto ¿cómo te la
hiciste?
- Veneno demoníaco.
Mis poderes de curación no podían con ello…
- De la misma forma
que un luz blanca no puede con el veneno de un luz negra – pensó Chris, en voz
alta.- ¿Aún te duele?
- Depende.
- ¿De qué?
- De lo que me estés
preguntando. El hombro está perfectamente.
- La culpa remitirá,
Pete. Ya verás que…
- No me refería a
eso – cortó Peter, y a Chris le quedó claro qué parte exacta de su anatomía era
la que le dolía.
- Oh, en ese caso es
perfecto. Espero que así no olvides lo que pasará si vuelves a tener la
brillante idea de escapar de casa.
Peter hizo un mohín,
y luego puso un puchero. Fue tan idéntico a "su" Peter, que Chris se
tuvo que reír. Le dio un beso en la frente. Peter se rió también, por su propio
deje infantil intencionado, y Chris se sorprendió. No era COMO su Peter, es que
era SU Peter. De otro mundo, de acuerdo, pero esa risa era la de su hijo.
- Pagaría por
escuchar constantemente ese sonido. – comentó, y Peter le regaló una sonrisa en
respuesta. Se sentía muy cansado, y no pudo reprimir un bostezo. – Duérmete, si
quieres.
- Si apenas es por
la tarde…- se quejó.
- Pero tú tienes
sueño ahora. Además, pequeño recluso, no hay muchas cosas que puedas hacer.
- Pero no me quiero
dormir- siguió protestando Peter en ese tono infantil y mimoso que tanto
enternecía a Chris.
- Bueno, pues
entonces busquemos algo que podamos hacer. – accedió Chris – Tengo cierta
curiosidad morbosa por saber qué cosas en tu vida han sido diferentes a la de
mi Peter. Podríamos hacer una ronda de preguntas y respuestas.
Peter pareció
meditarlo. Le gustaba el uso del plural, y la perspectiva de que Chris se
quedara con él. No soportaba estar sólo después de un castigo.
- Vale, siempre y
cuando yo también pueda preguntar.
- Hecho. En ese
caso, voy a por un zumo ¿quieres? Y hablamos.
- Mmm ¿Zumo? –
preguntó Peter, no muy atraído por la idea.
- ¿Coca-cola? –
ofreció Chris, pensando que tal vez no le gustara el zumo.
- ¿Whisky? –
contraatacó Peter.
- ¿Nada? – replicó
Chris, cuando se recuperó de la sorpresa.
- ¿Cerveza?
- No tientes tu
suerte. No voy a darte alcohol.
- Vaya mi…migraña,
vaya migraña repentina. – dijo Peter, cambiando a tiempo su frase al ver la
mirada que le echó Chris. - Creo que va a ser mejor que no tome alcohol, si.
Chris no pudo evitar
sonreír ante la forma en la que el chico había reconstruido su frase.
- Coca-cola estará
bien, entonces. – zanjó Chris, y fue a por ellas. Tardó muy poco en volver a
subir. Encontró a Peter sentado en la cama, que por lo visto y contra sus
propios pronósticos, sí podía volver a sentarse, aunque no estaba cómodo del
todo.
- ¿De veras no me
dejas beber nada de alcohol? – preguntó, mientras cogía el refresco.
- No hasta los 21.
- ¿En serio?
- En serio. Tal vez
una copa en Navidad.
- Pero yo ya no
estaré aquí en Navidad.
- Mala suerte.
- Cuando vuelva a mi
mundo sí beberé. Siempre lo he hecho, desde los catorce.
- Mi mundo, mis
reglas.
- Jo.
- Ey, que la
Coca-cola está muy buena. Mira ¿ves? Yo también tomo una.
Peter le miro mal,
pero dejó de insistir. Luego se puso pensativo.
- Es una pena.
- ¿El qué? –
preguntó Chris, sin saber si seguían hablando del tema de las bebidas.
- Que no esté aquí
en Navidad. Que no vaya a volver aquí… nunca. Un mundo u otro. Es una pena no
poder tener los dos.
Chris sintió que se le
hacía un nudo en la garganta.
- ¿Esto ya te va
gustando más?
- A ratos. Con la
lluvia y todo eso no es que sea el paraíso pero… es bueno que de vez en cuando
sean amable con uno. Nada más llegar aquí un hombre que no me conocía de nada
me mostró el camino para llegar aquí, y me trajo. Al principio me asqueó, pero
no puedo negar que es agradable recibir algo más que insultos o gritos…
- Puedes llevarte
eso a tu realidad, Peter. Tú puedes ser el principio del cambio. Cada uno
recibe lo que da. Sé amable, y recibirás amabilidad.
- Pero es que no sé
si mi mundo debe cambiar, Christopher. Mira esta lluvia. Mira lo que… hemos
hecho.
Para eso Chris no
tenía respuesta. Todo eso de que tuviera que haber un mundo malo era una
mierda. Él había conocido a Peter. Diablos, se había encariñado con él. Quería
pensar que iba a vivir en un mundo como el suyo, o mejor, y no en esa basura
autodestructiva que era el universo malo. Pero, tal y como el chico acababa de
decir, había algo que le rondaba la mente. ¿Y si no debía ser así? ¿Y si esa
era una de esas cosas que no debían cambiarse, como lo de curar a Jason? ¿Y si
por intentar remediar eso lo empeoraba todo?
*N.A.: Referencia a
"El Corazón Delator".
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