Chapter 27: Los hijos crecen
Chris se tropezó con
un libro, y se golpeó el pie descalzo. Contuvo un quejido. Luego metió el pie
en …¿unos pantalones? Pero ¿qué era eso? ¿Un cuarto o un estercolero?
"Nick, me voy a
encargar de que recojas todo esto ¬¬" pensó, y luego suspiró. "Pero
hoy no".
Siguió abriéndose
paso por todas las trampas mortales su hijo parecía haber dejado para él, y
llegó hasta su cama. Le despertó con suavidad.
- Oh (bostezo) hola.
- ¡Feliz cumpleaños!
– exclamó Chris, y le sonrió. – A tu hermano no hay manera de sorprenderle: me
despierte a la hora que me despierte él ya se ha levantado. Pero quería ser el
primero en felicitarte. He tenido que sobornarle para que me dejara pasar antes
a mí.
- ¿Ya pudo entrar? –
preguntó Peter, desde la puerta. Con una sonrisa, echó una pequeña carrera y se
abalanzó sobre la cama de Nick, prácticamente aplastándole. - ¡Felicidades!
- ¡Y para ti
también! – respondió Nick, quitándoselo de encima con cierto esfuerzo. – Todos
los años haces lo mismo. Podrías ser un poco más original ¿no?
- Entonces, ¿qué
gracia tendría? Si lo divertido es aplastarte.- dijo Peter, y se rió. – Vamos,
arriba dormilón.
- Ya, va, ya va.
Diecisiete años y sigue igual de pesado. ¿Quién lo aguantará con 40?
- ¿Es que pensáis
vivir juntos a los 40? – preguntó Chris, divertido.
- Por supuesto. A
ver si te crees tú que éste aguantaría un solo día sin mí – dijo Nick, muy
convencido. Tenía el pelo alborotado y se parecía bastante a la melena de un
león.
- ¿A que te quedas
sin regalo? – dijo Peter, haciéndose el ofendido.
- ¿Me has hecho un
regalo? – preguntó Nick, con verdadero asombro, y con repentina culpabilidad:
él no había pensado en nada. Nunca se hacían regalos en su cumpleaños….no
tenían con qué y como era el cumpleaños de ambos a la vez pues….
- Sí, pero si quieres
verlo tienes que bajar, o me lo guardo. Así que vamos, fuera de la cama – dijo,
empujándole un poco. Nick se levantó y salió de entre las sábanas. Había
dormido en ropa interior.
- ¿Y el pijama? –
preguntó Chris
- En el cajón.
- Ahí puede estar ¬¬
- Hacía calor
- Y por eso estabas
envuelto en más capas que una cebolla.
- Sí, bueno…
- No tienes remedio
– dijo Chris, poniendo los ojos en blanco, y empujándole para que terminara de
salir. Él también tenía algo para él. Y para Peter, claro.
En la mesa, junto al
desayuno, los chicos vieron una cajita.
- Vamos, abridla. Es
para los dos – dijo Chris.
- ¿Un regalo?
- ¿A qué tanta
sorpresa? Es vuestro cumpleaños, ¿qué otra cosa esperabais?
- Ya nos hiciste
regalos en Navidad…
Chris les había
regalado tantas cosas que habían tenido apuros para guardarlas. Libros, CDs, un
mp4 para cada uno, un micrófono para Peter, una cámara de video para Nick… Los
chicos no se esperaban tantos regalos. Y sus tíos y abuelos les hicieron más.
No estaban acostumbrados a eso. Nick en concreto parecía haber esperado que le
dejara sin regalos, como hacían en el orfanato.
- Y fue hace sólo
cinco días – apuntó Peter.
- Esa suerte que
tenéis, que se os junten los regalos. Vamos, abridlo.
- Mejor esperamos a
Leo – dijo Nick, extrañado por la impaciencia de su padre.
No tuvieron que
esperar mucho de todas formas. Leo bajó dando salditos y escondiendo algo en la
espalda.
- Feliz cumpleaños –
dijo a modo de saludo.
- Ahora ya podéis
abrirlo – dijo Chris.
Peter fue el que
abrió la cajita, y Nick el que sacó unas llaves.
- ¿Qué es? –
preguntaron confundidos.
- Abre algo que está
aparcado frente a la puerta – dijo Chris.
- ¿Aparcado?
¿Pretendes decir que nos has comprado un coche? – exclamó Peter con
incredulidad, y Chris asintió, sonriendo.
Corrieron a la
puerta y vieron un Audi bastante bueno de color azul pálido. Era precioso y muy
nuevo. Se quedaron mirándolo varios segundos, boquiabiertos.
- No podemos
aceptarlo – dijo Nick, apartando la vista del coche con cierta dificultad.
- ¿Por qué no?
- Porque es
demasiado.
- Me he perdido 16
cumpleaños. No pasa nada porque quiera haceros un regalo. Además, no es tan
raro regalar un coche a los chicos con edad de conducirlo.
- Pero suele ser de
segunda mano. Este es nuevecito y te habrá costado un pastón.
- Es por eso que es
uno para los dos – reconoció Chris. – Ahora sólo necesitáis el carnet.
- Ya lo tenemos –
admitió Peter.
- ¿Y no me lo decís?
– preguntó Chris con incredulidad, y algo molesto - He dudado mucho sobre si
debía regalároslo o esperar a que pudierais conducirlo, y resulta que siempre
habéis podido.
- Nos lo sacamos al
cumplir 16 – dijo Nick, encogiéndose de hombros. – No tenía mucho sentido
puesto que en el orfanato no había coches, pero gracias a eso pudimos echar una
mano en algunas cosas.
Chris se volvió a
preguntar una vez más qué clase de vida habían llevado. Y cuándo se acabarían
las sorpresas. Pensó que por mucho tiempo que pasara siempre iba a haber cosas
que no supiera de sus hijos.
- No tenemos mucha
práctica de todas formas. Ese es otro motivo por el que no lo podemos aceptar.
- Yo puedo ayudaros
con eso. Ya es vuestro, no hay nada que aceptar. Tan sólo disfrutad de vuestro
regalo.
A Chris le había
costado mucho regalarles aquello. No por el dinero, sino por el hecho de que un
coche era como decir "ya son mayores", cuando él nunca había podido
decir "qué pequeños son". No quería ni pensar lo que sentiría cuando
empezaran la universidad.
- Pero…
- Esto es demasiado,
papá, en serio. No…¿Cuánto llevas gastado en nosotros desde que estamos
contigo? No podemos dejar que te gastes tu dinero en nosotros.
- ¿Para qué lo
quiero si no es para que no os falte nada? – le dijo Chris – Sois mis hijos.
Eso le gustaba mucho
de sus chicos: no daban las cosas por sentadas….Eran agradecidos y no egoístas
y exigentes. Apreciaban cualquier gesto. Eso no lo hacían todos los chicos de
su edad. Era bueno, pero tampoco quería que pensaran que le debían nada. Lo
hacía porque podía hacerlo, porque quería hacerlo, y porque era su padre. No
era nada que no hiciera cualquier padre con dinero suficiente.
- No me puedo creer
que nos hayas regalado un coche – seguía diciendo Nick.
- Seguro que aún
estamos durmiendo – asintió Peter.
- ¿El tío os puede
regalar un viaje a Disney Land y yo no puedo regalaros un coche?
- Pero eso…Nick se
lo ganó por sus notas…y yo…yo….a mí supongo que me acoplaron. Pero no hemos
hecho nada para merecer un coche.
- No necesito más
motivo que el hecho de que os quiero. Y que cumplís 17 años. Además,
últimamente os habéis portado muy bien.
Los chicos se le
quedaron mirando durante un rato.
- No lo entiendo –
dijo Nick al final.
- ¿El qué?
- El que nos quieras
no es un mérito nuestro, de hecho es un motivo más para que te demos las
gracias. Y el "portarnos bien" es nuestro trabajo. Sigo sin entender
por qué nos haces este regalo.
Chris lo pensó un
poco antes de responder.
- Nick, ¿tú me
quieres? – preguntó al final.
- S-sí, claro –
respondió el chico, algo avergonzado por la pregunta tan directa.
- ¿Deseas que yo sea
feliz?
- Más que nada.
- Pues entonces no
te tiene que resultar muy difícil entender que yo siento lo mismo. Además, soy
tu padre, y tengo que cuidar de ti, lo cual no es un trabajo, sino un placer.
Es mi deber alimentarte vestirte, y todas esas cosas que hacen que los padres
sufran cuando no tienen dinero suficiente para llevarlas a cabo. Si tiene
dinero, no hay nada que un padre pueda negarle a su hijo. Yo tengo la suerte, o
la desgracia, según se mire, de haber heredado más dinero del que necesito. En
lo único en que quiero gastarlo es en mis hijos.
Nick no dijo nada, y
le abrazó. Seguidamente Peter hizo lo mismo.
- Es de mi color
favorito – dijo Peter con timidez. – Gracias.
- No hay por qué –
respondió Chris, revolviéndole el pelo. – Ahora vamos a desayunar; luego, si
queréis, damos una vuelta.
Volvieron a entrar y
vieron a Leo, que se había quedado algo apartado y contemplaba unos papeles que
había estado escondiendo con una carita muy triste.
- ¿Qué tienes ahí,
campeón? – le preguntó Chris.
- Nada – respondió
el niño, bajando el papel con un suspiro.
- Eso no parece
nada. ¿Qué es?
- Era mi regalo –
respondió Leo en voz bajita.
- ¿Era? Yo quiero
verlo – dijo Peter, poniendo la mano como pidiendo que se lo diera.
- No – respondió
Leo, y abrazó el papel.
- ¿Por qué no? –
preguntó Peter, teatralizando un poco. – Nick, ¿a que tú también quieres verlo?
Nick asintió,
siguiéndole el juego a su hermano.
Leo se separó un
poco del papel y lo miró con inseguridad.
- No es un coche.
Sólo son dibujos.
- Eso es estupendo:
es justo el regalo que quería – dijo Peter, y cogió el dibujo que Leo le
ofrecía tímidamente. Se veía que el niño había intentado dibujarle a él. Peter
cogió también el de Nick antes de pasárselo. Para diferenciar a ambos gemelos
el chico había hecho cosas que les diferenciaban: a Nick le había dibujado con
un gorro de chef y a Peter con una guitarra. A Peter le encantó el dibujo de la
guitarra: le pareció bastante realista. Su yo pictórico era más cabezón que el
real, pero tampoco estaba mal. Que Leo sólo tenía 8 años, y tampoco era Miguel
Ángel. – Muchas gracias - le dijo con sinceridad – Me gusta mucho.
- ¿De verdad?
- De verdad de la
buena. No tenías por qué regalarme nada, peque.
Peter le dio un
abrazo, y Chris se sintió muy orgulloso de él. Nick y Leo entraron primero y
Chris hizo por quedarse rezagado con Peter.
- Lo que has hecho
ha estado muy bien.
- ¿El qué?
- Con Leo. Gracias
por no desilusionarle: lo ha hecho con su mejor intención.
- He sido sincero
papá: me gusta el dibujo. Me recuerda a…al centro. Los niños pequeños solían
regalarme dibujos en mi cumpleaños. Tengo una carpeta: los guardo todos.
Chris nunca había
pensado en eso.
- ¿Les echas de
menos?
- Han sido mi
familia durante muchos años. Allí la gente entra y sale: sabes que no es para
siempre y que debes alegrarte cuando se van, pero a veces te sientes triste.
Había una niña…Cuando nos fuimos estaba enfadada conmigo y ni siquiera quiso
despedirme, pero yo la quería como a una hermana.
- Pensaba que te
gustaban los niños, por como tratas a Leo y a tus primos. Ahora creo que…echas
de menos a los tuyos.
Peter se encogió de
hombros.
- Los niños ni me
gustan ni me dejan de gustar. No son un caramelo o una película. Son personas.
Trátales como tales y te darán lo mejor de sí mismos.
Entraron en la
cocina y Chris aun le estaba dando vueltas a la reflexión de Peter. Nick miraba
a Peter con cara de expectación, hasta que éste cayó en la cuenta de qué era lo
que Nick estaba esperando.
- Oh, sí. Tu regalo.
Bueno, no es un coche y tampoco un dibujo. – dijo Peter con un encogimiento de
hombros, como diciendo "pero es lo que hay" – Es la camiseta de Sara.
- ¿En serio?
Pero…¡si te gusta mucho!
- Por eso quiero que
la tengas tú.
- Peter yo…Gracias –
dijo Nick, sacudiendo la cabeza. Pensaría en algo: algo bueno que darle a
cambio.
- Luego te la doy –
dijo Peter.
- ¿La camiseta de
Sara? – tuvo que preguntar Chris, al ver que no se explicaban.
- A veces venían
famosos al orfanato. Futbolistas, jugadores de baseball…Una vez vino un
cantante, uno que me gusta mucho y yo quería su autógrafo. Estuve preparándome
durante semanas: compré una camiseta con su cara y todo para que me la firmara.
Pero….el día en el que vino me puse enfermo…y tuve que pasarme todo el día en
la cama…y me quedé sin verle. La niña que te he mencionado antes, mi "hermanita
Sara", cogió entonces la camiseta y me la firmó ella. Fue un detalle muy
tierno – comentó Peter – Guardo esa camiseta con mucho cariño. Aun me vale, así
que también le valdrá a Nick.
Aquella tontería de
historia valió para emocionar a Chris. Le había parecido que los chicos no
tenían amigos en el orfanato, pero por lo visto Peter había dejado una. Una
pequeña hermana como él la llamaba.
Al igual que Chris
se emocionó, Leo se puso celoso. Dejó caer el tenedor bruscamente sobre la
mesa.
- ¿Qué pasa, peque?
– preguntó Peter al ver la expresión del niño.
Leo le miró con
furia.
- ¿Quién es esa
niña?
- ¿Sara? – preguntó
Peter, confuso.
- ¿¡Quién es!? –
exigió saber Leo.
- Pues…no sabría
decirte. Tenía tu edad, más o menos. Vamos, "tiene", que sigue viva,
claro.
- Pues ojalá no lo
estuviera.
- ¡Leo! – dijeron
Chris y Peter a la vez. El primero, en tono de advertencia. El segundo, con
sorpresa y dolor.
- Es la verdad:
ojalá estuviera muerta. La odio a ella y a ti también. – dijo el niño. Cogió el
dibujo que le había regalado a Peter, que estaba sobre la mesa, y lo rompió.
Nada más hacerlo pareció arrepentirse, porque miró los pedazos como si esperara
que por mirarlos volvieran a juntarse.
Chris se apretó el
puente de la nariz, como si quisiera contener el grito que quería salir de su
garganta. "Tiene ocho años" se dijo. "Es tu hijo de ocho años.
No le grites".
- Leo, si has
terminado de desayunar, vete a tu cuarto. Tal vez quieras pedirle disculpas
antes a tu hermano.
- Lo siento, Peter –
dijo Leo agachando la cabeza, y después se fue a su cuarto como le habían
dicho. Chris se sorprendió gratamente porque le obedeciera y porque se hubiera
disculpado. Quizá no había sido sincero del todo, pero al menos demostraba
cierta conciencia de que había actuado mal. Denotaba cierta madurez, y Chris
reflexionó sobre eso.
- Soy idiota – dijo
Peter, de pronto. Chris casi se había olvidado de que Nick y Peter seguían
allí. – Leo ha debido de pensar que tiene una rival, o algo así.
- Leo es libre de
pensar lo que quiera, pero no puede hablarte así ni romper tu regalo. No te
eches la culpa por esto, hazme ese favor – le pidió Chris, levantándose de la
mesa – Terminad de desayunar. Vuelvo en un rato.
Subió al piso de
arriba, pero tardó un minuto en entrar en la habitación de Leo, intentando
pensar en lo que iba a decirle. Finalmente abrió la puerta. El niño le esperaba
sentado en la cama. Estaba llorando. Tras pensarlo un par de segundos, Chris le
abrazó. Seguía siendo "su niño" de ocho años, y cuando él lloraba su
cuerpo actuaba por iniciativa propia.
- ¿Celos? – le
preguntó, tras separarse de él un poco. El niño asintió.
- La ha llamado
"hermanita".
- Ella ya no está,
Leo. La ha dejado en el orfanato. Tiene…tiene que echarla mucho de menos. ¿Qué
más da cómo la llame? Ellos eran su familia.
- ¡Su familia somos
nosotros!
- Ahora. Pero no ha
sido así durante dieciséis años. No te creas que es más fácil para mí que para
ti: me hubiera gustado que siempre hubieran sido mis hijos. Les habría
protegido de muchas cosas. Les habría tenido junto a mí, como te tuve a ti.
Leo le abrazó con
fuerza.
- Sé que te has
puesto así porque le quieres. Lo entiendo, campeón, pero lo que has dicho
estaba muy mal. Es el día de su cumpleaños. Le has roto el regalo que acabas de
hacerle. Le has deseado la muerte a alguien muy importante para él…eso es algo
que no se desea de nadie, y mucho menos de las personas que les importan a los
que queremos. Y le has vuelto a decir que le odias, con la única intención de
hacerle daño. ¿Recuerdas lo que te dije que pasaría si volvías a hacerlo?
- Que me castigarías
– respondió el niño, rompiendo el abrazo.
- Eso es – asintió
Chris, y le colocó frente a él como para mirarle bien. Leo ya no estaba
llorando. Suspirando le bajó el pantalón y le colocó sobre sus rodillas.
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- No puedes romper
las cosas sólo porque estés enfadado y mucho menos un regalo.
Leo sollozó un
poquito, pero no dijo nada.
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- Decir "te
odio" es algo muy feo. Y si encima no es verdad ¿por qué lo dices? No
vuelvas a tratar de hacer daño a la gente con esas palabras, porque lo puedes
conseguir. Y tú no haces esas cosas.
El niño se sintió
culpable. Su padre no solía apelar a su conciencia cuando le castigaba. Contra
todo pronóstico, se sintió más pequeño que nunca, como si al hablarle como a un
mayor dejara claro que aún era pequeño. Al menos, así se había comportado.
SWAT SWAT SWAT SWAT
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- Nunca le desees la
muerte a nadie. Tú has perdido a tu madre, Leo, deberías saber que con eso no
se juega.
Aquello provocó que
Leo llorara como no lo había hecho en mucho tiempo. Chris se arrepintió de
haberle dicho aquello, pero era la verdad. Quizá Leo fuera pequeño, pero había
ciertas cosas que ya tenía que saber. El niño intentó levantarse y él no se lo
impidió. Se tiró a sus brazos y sollozó durante un rato.
- Mamá – dijo el
niño de pronto, y aquello le rompió el corazón a Chris. Esa palabra escondía
muchas preguntas. "¿Qué pensaría mamá de mí?" "¿Por qué ya no
está mamá?" "¿Por qué has tenido que nombrarla?"
Chris le estrechó
contra su pecho.
- Siento haberte
hecho daño al hablarte así, pero quería que entendieras por qué no puedes
volver a decir algo como eso. ¿Acaso deseas que Peter esté triste?
- No – negó Leo, y
siguió llorando.
Chris le abrazó y le
consoló hasta que se calmó. Tarareó para él y le hizo mimos.
- Yo no quiero que
esa niña se muera – dijo Leo.
- Ya lo sé, campeón.
- No soy malo. –
dijo, el niño, pero más bien parecía una pregunta.
- Claro que no. Eso
ni lo dudes, campeón. Eres un buen niño. Eres una buena persona. Es por eso que
no puedes decir esas cosas.
- ¿Me perdonas?
- Siempre, pero creo
que ésta vez no es conmigo con quien tienes que disculparte.
Leo remoloneó un
poquito más en los brazos de su padre, y luego bajó a hablar con Peter. Nada
más verle se echó a llorar de nuevo, y Peter le cogió en brazos.
- Eh, peque. Vamos,
no llores. ¿Te ha castigado papá? – le preguntó con ternura, meciéndole un
poco. No le guardaba ningún rencor, y su hermano le daba mucha penita cuando
venía a por él llorando después de que le castigaran.
- Sí, pero no lloro
por eso.
- Entonces ¿por qué
lloras?
- Porque te he dicho
una cosa muy fea. Lo siento.
- Está bien, peque,
no pasa nada.
- Si pasa, porque yo
me he enfadado porque te quiero para mí, y en vez de decirte eso te he dicho
que te odio. Y…y he deseado que esa niña se muera. No lo he dicho de verdad. Yo
no quiero que nadie se muera. Mi mamá se murió, y la tuya también.
El niño comenzó a
llorar de nuevo con mucha fuerza, y Peter se sentó en el sofá con él encima,
mientras le mimaba.
- Nunca me has
hablado de tu madre – le dijo, hablándole en un tono muy suave.
- Era muy guapa – le
aseguró el niño – Y quería mucho a mi papá. Y…y…no recuerdo mucho más.
- Yo no recuerdo a
mi madre – dijo Peter. – Y no pienso en ella como si lo fuera. Leo ¿puedo
hablarte como si fueras mayor? Ya no eres un niño pequeño ¿a que no?
Leo negó con la
cabeza y Peter sonrió un poco: el niño había dejado de llorar.
- Te tengo mucha envidia.
Tienes un papá perfecto, y a veces me cuesta entender que también es el mío.
Conociste a tu madre, ella te quería, siempre has tenido un hogar, has sido
feliz, y por si fuera poco, ¡tienes magia!
- ¿Me tienes
envidia?
- Muchísima. Pero te
quiero, peque. Tú no tienes la culpa de tener lo que yo no he tenido. Eres mi
hermanito, y ya nada podrá cambiar eso. Esa niña de la que he hablado antes
nunca podrá competir contigo. Siempre la querré, y si vuelvo a verla me
alegraré mucho. Espero que sea feliz y que encuentre unos papás que la quieran.
Era mi "hermanita de mentira", porque los dos estábamos solos. Pero
ahora te tengo a ti, que eres mi hermano de verdad.
- Ese es Nick…
- Nick también. Esa
es la palabra clave aquí. Todos nosotros tenemos que aprender a aceptar que en
el corazón de los demás caben otras personas.
Leo apoyó la cabeza
en su pecho.
- Ah, con que a mí
también me quieres – dijo Nick, desde detrás del sofá. – Menos mal, estaba
empezando a ponerme celoso yo también.
Peter sonrió.
- Oye, si quieres te
abrazo a ti también.
- No, gracias.
Mariconadas las justas.
Peter rodó los ojos.
- En serio, Pete,
¿cuándo vas a salir del armario? – preguntó Nick, sentándose en el sofá junto a
ellos.
- ¿Eres gay? –
preguntó Leo, con curiosidad.
- ¡No! ¡No sé! ¡Me
da igual! No pienso en eso…
- Pues tienes 17
años, yo creo que ya va siendo hora…- comentó Nick.
Chris entró en ese
momento, y le alegró ver juntos a sus tres hijos.
- ¿De qué habláis? –
les preguntó.
- De si a Peter le
gustan los chicos – dijo Leo con toda la naturalidad del mundo.
- Ah. – Chris se
preguntó si no haría mejor en volver por dónde había venido.
- Lo curioso es que
ha dicho "no lo sé". Para mí eso es una clara confirmación – dijo
Nick, en tono divertido.
- No podéis
pretender que me crea que con 17 años las chicas o los chicos, o lo que sea, os
dan igual. – dijo Chris. – Puedo creerme que no hayáis tenido novia pero…
- Yo no he dicho
nunca que me de igual – comentó Nick – Aunque no creo que con Leo delante sea
el momento de que te confiese qué hago en mi tiempo libre.
Chris entre abrió la
boca y la cerró como un pez. Nick se rió. Lo peor es que dejó a Chris con la
duda de si lo decía en serio o en broma. Si levantaba el colchón de su
cuarto...¿qué se podía encontrar?
- ¿Qué ha sido de
esa amiga tuya? – preguntó Chris de pronto, con renovado interés. – La que te
gustaba.
- ¿La que tenía que
ser un secreto para Peter? ¬¬ Te dije que no tengo experiencia con mujeres. Le
pedí su teléfono a Paul, pero aún no la he enviado ni un triste mensaje.
Chris suspiró.
- Y tú…¿no has
conocido a nadie, Peter?
- ¿A quién voy a
conocer si me he pasado las vacaciones en casa?
- Pero antes, en
clase…
- ¿En serio tenemos
que hablar de esto?
- Bueno, es sólo que
me parece raro que…
- Me gustan las
mujeres – dijo Peter, como para zanjar el tema. - Pero ninguna en particular.
- Pues a mí sí me
gusta una chica – dijo Leo. – La voy a pedir que salga conmigo.
Chris no sabía si
sonreír, y verlo por el lado tierno del amor infantil, o preocuparse por lo
horriblemente rápido que crecían sus chicos.
- El que tiene que
declararse aquí es papá. – intervino Nick – A esa tal Amy le van a salir
arrugas de tanto esperar.
A Chris no le gustó
que la conversación se girara en su dirección. Entendió entonces que a Peter le
incomodaran sus preguntas.
- Mejor me voy a
lavar los platos. – refunfuñó - El tío no tardará en llegar.
A sus espaldas oyó
como sus tres hijos se reían. Y era el sonido más maravilloso del mundo, aunque
se estuvieran riendo de él y de sus mejillas sonrosadas.
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