Chapter 2: Cómo ganarse a un Haliwell
La historia de los
dos hermanos había conmovido a Christopher. Un niño no debe crecer sin padres, y
con dieciséis años, con cinco o con veinticuatro, todo el mundo necesita saber
que alguien le quiere y cuida de él. Alguien a quien llamar
"familia". En dos años esos niños se verían legalmente desvinculados
del Estado que malamente les había hecho de padre y tendrían que buscarse la
vida. Sin disfrutar de su juventud, al igual que seguramente no habían
disfrutado de su niñez. Pensó por un momento qué pasaría si a él le sucedía
algo malo, y por algún motivo ninguno de sus familiares o amigos podían cuidar
de Leo. ¿Y si acaba en un centro como aquél, sin nadie que le cuidara? La
perspectiva era tan horrible que no pudo soportarla.
Le hubiera gustado
seguir interrogando a la recepcionista sobre los gemelos, pero en aquél momento
hizo su aparición el director. Era un hombre mayor, serio, y trajeado, y Chris
recordó de pronto que al final no se había cambiado de ropa. Iba vestido con
unos vaqueros y una camiseta gris, aunque por suerte ésta no estaba sucia. De
hecho, quizá fuera mejor así: nada de actuaciones. Esa era la ropa informal que
solía usar. Ése era él. No iba a ser de esos padres que fingían ser perfectos
de cara al hombre que tenía que decidir si les daba un hijo en adopción.
- Señor Haliwell,
buenos días. – saludó el hombre cordialmente, y estiró la mano. Chris se la
estrechó y recordó el nombre del director.
- Buenos días, señor
Wright.
- ¿Ha tenido ocasión
de ver el centro?
- Me temo que no.
Tan sólo he hablado con usted por teléfono.
- Bien, pues
acompáñeme.
Y así empezaron a
recorrer aquél lugar. El director le enseñó las clases, que estaba vacías
puesto que era sábado, y algunas de las habitaciones. Después, salieron al
patio. Durante todo el camino hablaron más bien de cosas superficiales sobre la
infraestructura del lugar, casi como si fuera a llevar a su hijo allí, en vez
de a sacar a un niño. Pero en el patio vio de nuevo al chico de los rizos. Fue
impactante verle al lado de otro chico que era exactamente igual. Bueno, igual
del todo no. Uno de ellos (y Chris supo que se trataba de Peter, el que aun no
conocía, pues recordaba perfectamente a Nick) vestía de forma casi idéntica al
propio Chris, mientras que el otro tenía la ropa arrugada y algo desaliñada, y
llevaba los pantalones de forma que permitía ver sus calzoncillos. Modas. Chris
también había pasado por eso. En ese momento interrumpió al señor Wright con lo
que sea que estuviera diciendo y preguntó:
- Esos chicos, Nick
y Peter…¿son los únicos de su edad?
Chris se había
fijado en que el resto eran radicalmente más pequeños.
- Sí, se sacan seis
años con el más mayor después que ellos. ¿Les conoce?
- En realidad no. Vi
a Nick intentando escaparse, y la señorita de la recepción me habló sobre
ellos.
- Nick lo hace a
menudo. No le gusta estar aquí. No le gustan las normas. No le gusta casi nada,
a decir verdad. Es un chico muy…peculiar.
- Ha crecido sin una
familia. Es normal. – dijo Chris, que por alguna razón había sentido el impulso
de defenderlo.
- Cierto. Pero es un
desagradecido.
- Es un adolescente.
Un niño. Tal como él lo ve no tiene mucho que agradecer: está sólo.
El señor Wright le
miró con incomodidad. No parecía gustarle el rumbo de la conversación, y pese a
todo había algo en él que le hacía pensar a Chris que en verdad le tenía mucho
cariño a aquél muchacho.
- Será mejor que
vayamos a mi despacho, para tratar el asunto de su adopción. Hay un recién
nacido que…
- No será necesario
– cortó Christopher - He cambiado de opinión.
- ¿Ya no quiere
adoptar? – preguntó el director, algo asombrado, pero Chris le dejó con la
palabra en la boca y cruzó el patio en dirección a los dos muchachos. Estaban
sentados en un banco, hablando. Una vez estuvo ante ellos, se quedó de pie como
un tonto. "Muy bien, y ahora ¿qué les digo?" No tuvo que decir nada,
porque el gemelo A, al que Chris había identificado como Nick, se le adelantó.
- ¿Qué miras,
cretino?
- ¡Nicholas! –
reprochó su hermano. – El señor Wright quiere que tratemos bien a los nuevos
padres.
- Pues que se vaya
con su crío y nos deje en paz.
- Disculpe a mi
hermano. No ha tenido un buen día.
- Sí, me ha parecido
verlo en la entrada. – dijo Chris, finalmente, recuperando por fin la capacidad
de hablar.
Nick le reconoció
entonces como el tipo de la recepción, y le miró con más desprecio aun si cabe.
- ¿Qué es lo que
quiere? – le espetó.
- No estoy seguro –
admitió Chris. – Tú eres Nick, ¿verdad?
- Sí. Y tú un
desconocido metomentodo. ¿Has estado haciendo preguntas sobre nosotros?
- Chris. Christopher
Haliwell – se presentó – y yo…
Pero no pudo
continuar, porque el director había decidido acercarse por fin e intervenir.
- Señor Haliwell.
Entonces, ¿ya no quiere adoptar?
- Sí, por supuesto
que quiero – dijo, sin ninguna duda.
- Estupendo. Vamos a
mi despacho, entonces.
Christopher le
siguió, dedicando una última mirada a los dos hermanos. Nick y Peter observaron
como un padre más se iba a hacer feliz a algún bebé. Pero estaban realmente
equivocados.
Ya en el despacho,
Chris tomó asiento donde le indicaron.
- Señor Wright, no
quiero adoptar a un bebé.
El hombre se dejó
caer en la silla, derrotado.
- Hable claro de una
vez. Primero sí, luego no, después sí y ahora no de nuevo.
- No me ha
entendido. Sí que quiero adoptar, pero no a un recién nacido. Quiero a esos
chicos.
- ¿Los hermanos?
¿Peter y Nick?
- Sí.
El hombre le
contempló durante mucho tiempo, probablemente tratando de ver si iba en serio.
Christopher se dejó escudriñar, consciente de que en aquellos momentos debía de
ser un libro abierto, para acabar con cualquier reserva que el director pudiera
tener. Los ojos del director brillaron con una chispa de entusiasmo que no pudo
reprimir: Chris la vio, por más pose seria que el tipo quisiera mantener. De
pronto el director le pareció más joven de lo que era.
- ¿Lo ha pensado
bien?
- Lo he sabido en
cuanto vi al muchacho ésta mañana.
- Nick no aceptará
separarse de su hermano…
- Ni yo quiero que
lo haga. Peter parece amable, y educado. Mi casa es grande, puedo darles un
hogar, y esos chicos lo necesitan. Puede que más que ninguno de los chicos que
tiene aquí.
- Señor Haliwell, es
usted un hombre soltero, con un hijo. Sé que puede parecer que un bebé da más
trabajo que unos chicos ya crecidos pero…
- No soy soltero,
sino viudo – aclaró Chris con delicadeza. – Y entiendo que si adopto a dos
adolescentes estoy adoptando hormonas, impulsos y muy poco cerebro. Pero no
quiero adoptar a ningún otro. Estoy decidido, señor Wright. ¿Hay algún
problema?
- No, en absoluto.
De hecho, debido a su edad, y a que el agente de menores deseará hablar con
ellos, cosa que no puede hacer con un bebé, puede que el proceso se acelere.
Los chicos son ya mayores, y nadie quiere que se pasen más tiempo del necesario
esperando los trámites de su adopción.
- ¿Qué quiere decir
con eso?
- Que en un mes
podrá llevárselos a casa.
- ¿No puede ser
antes?
- Bueno, señor
Haliwell, estas cosas llevan su tiempo. Debo aclararle que durante un tiempo
los tendrá como padre de acogida. Más adelante un inspector revisará el caso y
se procederá a la adopción. El proceso de acogida es temporal, así que si
cambia de opinión…
- ¿Acaso cree que
voy a devolverlos, como si fueran un objeto estropeado?
- No, no he dicho
eso pero… tal vez quiera conocer antes de firmar nada cuál es la historia de
los dos muchachos.
Christopher quería
saberla, desde luego, aunque nada de lo que oyera podría hacerle cambiar de opinión.
Aquél hombre parecía estar esperando que saliera corriendo, o algo.
- Le escucho.
- Nicholas y Peter
llegaron aquí siendo bebés. Su madre, una adicta en rehabilitación, perdió su
custodia. Existía la posibilidad de que la mujer, una vez rehabilitada,
volviera a por ellos, pero más adelante nos comunicaron su muerte. Al principio
costó mucho encontrarles unos padres: dos bebés pueden dar mucho trabajo. Así
que se decidió darles en adopción por separado. Estas cosas son duras y no tan
corrientes como la gente se cree, pero el juez lo dictaminó así. El primero en
ser adoptado fue Nick. Tenía ocho años, y tuvo unos buenos padres. Se estaba
adaptando bien al proceso. Pero entonces Peter, que seguía con nosotros, se
puso enfermo. Sólo un catarro, pero con el asma…
- ¿Tiene asma? –
preguntó Chris, que hasta aquél momento había sido incapaz de decir nada. Lo
dijo con preocupación, como si le hubieran dicho que era su Leo el que padecía
la enfermedad.
- Sí, aunque hace
mucho que no sufre un ataque. El asma hizo que aquél catarro fuera un mal trago
para el chico, y pensamos que tal vez Nick debería visitarle, y alegrarle un
poco. Sin embargo, sus padres adoptivos se opusieron: tenían planeado mudarse,
y pensaban que una visita sólo haría que el proceso de separación fuera más
doloroso. Nick, al pensar que nunca volvería a ver a su hermano, cambió por
completo. Se deprimió, se volvió agresivo…Finalmente, cuando concluyó el
período de acogida los padres decidieron no seguir con la adopción, en parte
por el bien del pequeño, en parte porque se había vuelto difícil de tratar.
Chris guardó
silencio, esperando que el hombre continuara. Como no lo hizo, preguntó:
- Así que los dos
permanecieron aquí. ¿Hubo más intentos?
- Sí. Dos años
después intentaron adoptar a Peter, pero el niño se negó si no adoptaban
también a su hermano. No obstante, tenía diez años, así que pese a su oposición
el proceso siguió adelante. Casi al mismo tiempo una pareja lo intentó con
Nick, pero el niño ya había probado lo que era estar sin su hermano, y no
resultó muy tratable. No lo contamos como intento de adopción, porque volvió
aquí el mismo día en el que salió. En fin, ya lo ha visto ésta mañana, y en
realidad, eso no era nada. Ese chico sabe cómo armarla bien grande. Con sólo
diez años, tuvo problemas con la ley. Como era menor de catorce no se tomaron
medidas legales, por supuesto, pero a sus nuevos padres no les hizo mucha
gracia, así que…¿cómo lo ha dicho usted? Lo devolvieron como un objeto
estropeado. Peter duró más tiempo, pero dejó de comer, de hablar, de moverse…
Volvió a nosotros en mal estado, pero luego nos enteramos que aquello había
sido una estrategia: el chico es listo, y había tomado nota del carácter débil
de sus adoptantes. Sabía que si dejaba de comer, y enfermaba, no iban a saber
cómo resolverlo. Lo cierto es que demostraron ser unos tipos muy negligentes.
Si un niño de diez años no quiere comer, no puede costar mucho esfuerzo
obligarlo.
Chris agarró con
fuerza una arruga en sus pantalones. Daba gracias por no tener ahí delante
ninguno de esos "padres", porque era muy probable que les dejara con
unos cuantos dientes menos.
- Hubo aun un tercer
intento – continuó el director. – Pero no con Nick, cuyo carácter espantaba a
cualquier posible interesado. Fue a Peter, cuando tenía trece años. En
realidad, estuvo un año con aquellos padres. De hecho, la adopción llegó a
formalizarse.
- ¿Qué pasó? –
preguntó Chris con interés. Hacía sólo dos años de aquello, puesto que tenía
dieciséis, y había vuelto al centro con catorce. El señor Wright le miró
detenidamente antes de responder.
- Al principio, no
sabíamos que pasaba. Cuando hablamos con Peter no parecía feliz, y lo achacamos
a la separación de su hermano. Pero tampoco nos preguntaba por Nick, y eso era
extraño. Tan sólo decía "Espero que Nick esté bien". Repetía eso al
final de cada llamada, y se negaba a hablar de su vida con sus padres. Había
que sacarle las cosas a sacacorchos, y aun así era evidente que no nos lo
contaba todo. Entonces, en una visita reglamentaria de un inspector de menores,
vio las marcas.
- ¿Las marcas? –
preguntó Christopher, temiéndose lo peor.
- Golpes. No estamos
hablando de un castigo fuerte, o de una caída involuntaria. Tenía marcas por
todo el cuerpo, aunque ninguna en la cara o en partes visibles. Peter se las
arregló para que el inspector las viera y puso freno a aquello de inmediato.
Señor Haliwell, quiero que sepa que ese chico ha sufrido mucho. Realmente…
realmente es algo que no le deseo a nadie, y menos a un niño.
Christopher se quedó
mudo. Sólo había visto al muchacho durante unos segundos, pero parecía tan
normal… Supuso que sus marcas ya no eran visibles, sino que ahora estaban en su
interior, donde sólo podían hacerle daño. Y el caso de Nick no era muy
diferente. El eternamente no querido…el niño devuelto y separado de la única
familia que tenía en el mundo. A Chris no le gustaba mostrarse especialmente
sensible delante de desconocidos, pero estuvo a punto de que se le inundaran
los ojos.
- ¿Aun quiere
adoptarlos, señor Haliwell?
- Ahora no sólo quiero,
sino que tengo que hacerlo – respondió, con la voz algo tomada.
Horas después, ya en
casa, Christopher se sujetaba la cabeza con las manos, y se frotaba el pelo con
cansancio. Había firmado tantos papeles como un famoso en una firma de discos.
Hubiera dado lo que fuera por poder hablar con los muchachos cuyo proceso de
adopción – o de acogida, más bien – había comenzado, pero el director creyó que
no era buena idea, de momento. A Christopher le crispaba su actitud: era como
si temiera que se echase atrás en el último momento, o que cualquier otra cosa
saliera mal.
Wyatt había llamado
para decirle que él mismo llevaría a Leo a casa, así que le estaba esperando.
Tenía que pensar en cómo decirle a su hijo que no iba a tener un hermano
pequeño, sino dos hermanos mayores. No podía ni imaginar cómo se lo iba a
tomar. Lo cierto es que se sentía un poco culpable por haber tomado aquella
decisión sin que su hijo lo supiera primero. Al fin y al cabo iban a ser una
familia. Pero sabía que se hubiera sentido más culpable si hubiera dejado a
aquellos dos chicos a su suerte. Chris sólo pensaba en darles un hogar feliz.
Algo que compensara lo mal que lo habían pasado todos aquellos años.
Wyatt orbitó con un
Leo lloroso en brazos. Lo primero que Chris pensó es que su hijo había hecho
alguna de las suyas y Wyatt lo había castigado. Después se odió a sí mismo por
ser tan malpensado, y lo achacó al cansancio.
- ¡Papi! - dijo el
pequeño, y corrió hacia él cuando Wyatt lo soltó.
- ¿Qué tienes,
campeón?
- ¡Me he despertado
y...y... no estabas!
Chris le abrazó y le
cogió en brazos, consciente de que en poco tiempo no podría hacer aquello, pues
el chico comenzaba a pesar demasiado para él.
- ¿Una pesadilla? –
le preguntó a Wyatt, que observaba la escena un poco apartado. Su hermano
asintió. Leo a veces soñaba con su madre. No eran sueños malos, en realidad,
salvo que cuando se despertaba, ella no estaba. En esos momentos necesitaba ver
a Chris para comprobar que él no se había ido también. El niño debía de haberse
quedado dormido en casa de Wyatt y al despertar no vio su casa, ni a su padre.
- Estoy aquí. Sh,
sh. Ya está, ya está. – dijo mientras le mecía. Al rato Leo dejó de llorar y se
frotó los ojos.
- ¿Tengo un
hermanito? – preguntó entonces el niño. – Sé que te dije que no quería una
niña, pero en realidad me da igual si es una hermanita. Las niñas no son tan
malas, y le puedo enseñar a que le gusten mis cosas y no las muñecas – parloteó
Leo, que había cambiado su humor completamente. Chris sonrió por el contraste,
pero le hubiera gustado que la temida pregunta tardara un poco más en llegar.
- Ya sabes que aun
va a tardar un poquito. De todas formas, hay algo que te quiero decir. Vete a
tu cuarto, ahora subo y hablamos.
- ¡Pero si no he
hecho nada malo! - dijo Leo, entre triste y asustado. "Vete a tu cuarto,
ahora subo y hablamos" a veces se traducía por "vete a tu cuarto,
ahora subo y te castigo".
- Ya lo sé, campeón.
No es eso. Es que quiero hablar con el tío.
- Ah. Sube a
despedirte antes de orbitar, tito. – dijo Leo, y corrió escaleras arriba. Wyatt
y Chris se quedaron unos segundos mirando en la dirección en la que se había
ido.
- ¿Qué ocurre,
Chris? ¿Ha habido algún problema?
Wyatt, y en realidad
todo el que hubiera estado cerca de Chris en los últimos meses, sabía lo mucho
que deseaba adoptar.
- No, en realidad
no. Es que… ha habido un cambio.
Y le contó lo que
había pasado. Lo de Nick escapándose, la historia de los dos hermanos, todo.
Cuando acabó, Wyatt le miró con una expresión extraña.
- Así que al final
vas a hacerme tío otra vez…¡por partida doble!
- ¿Crees que he
hecho bien?
- Claro. Por lo que
me cuentas, ni siquiera lo dudaste. Además, ¡así no tengo que cambiar pañales!
Aun recuerdo lo inútil que eras cuando había que cambiar a Leo…
Christopher sonrió.
Por alguna razón veía la reacción de su hermano como referente: si él se lo
tomaba bien, entonces no habría ningún problema. Había hecho lo correcto.
Wyatt era incapaz de
tomarse nada en serio, y por eso trivializó el asunto con sus bromas, pero en
su mirada Chris vio el apoyo que necesitaba.
Estuvieron hablando
durante un rato. Chris repetía una y otra vez cada detalle de los pocos que
sabía de los chicos, hasta el punto de resultar pesado, pero a Wyatt no le
importaba. Finalmente su hermano recordó que había dejado a su familia sin
noticias, y que le creían fuera sólo por un momento, así que se despidió. Subió
al cuarto de su sobrino tal como le había pedido y le hizo cosquillas antes de
irse. Wyatt pensó que aquello no le valdría con los gemelos, pues ya estaban algo
mayores…Pensó, divertido, que los hijos de Chris iban a ser mayores que los
suyos, pese a que Christopher era el hermano menor.
Cuando Wyatt se fue
Chris subió a hablar con su hijo. El niño estaba leyendo, tumbado sobre la
cama. Cuando le oyó entrar cerró el libro y se sentó, mirándole con toda su
infantil atención.
- Tengo que decirte
algo. Tienes que prometerme que me vas a escuchar hasta el final antes de…
- ¡No vas a traerme
un hermanito! – exclamó Leo, con incredulidad.
- …ANTES de sacar
conclusiones precipitadas.
"Siempre,
siempre me interrumpe" pensó Chris, dispuesto a no enfadarse pasara lo que
pasara.
- Ups. – soltó Leo y
se llevó la mano a la boca e hizo un gesto como de cremallera. Chris sonrió.
- Si vas a tener un
hermanito, pero no es exactamente lo que pensabas. Vas a tener dos.
- ¿Dos?
Leo pareció tardar
un tiempo en reflexionar sobre si eso era bueno o malo. Debió de pensar que
estaba bien, porque no dijo nada, aunque se le veía un tanto sorprendido. No
entendía por qué de pronto eran dos. Cuando vio que aceptaba la idea con más o
menos éxito, Chris procedió a contarle el resto de la historia, aunque omitió
los datos más horribles del pasado de los chicos. Sí le dijo que necesitaban un
padre, porque nunca habían tenido uno. Cuando terminó de contarle todo, Leo
guardó un silencio inusual en él.
- Así que ahora seré
el hermano pequeño.
Fue lo primero que
dijo. Chris supuso que hasta cierto punto era normal que aquella fuera la
primera conclusión que el niño extrajera.
- Sí, campeón.
- ¡Pues no quiero!
Chris frunció el
ceño. "Bueno, está bien que exprese su opinión. Aunque no es necesario
gritar".
- Sé que es extraño,
y que no te lo esperabas. Yo tampoco, pero cuando les vi supe que tenía que ser
así…
- ¡Pues yo no lo
supe! Y aquí somos dos, papá, aunque parece que lo has olvidado.
Eso dolió, porque
entendía su punto. Sin embargo, tampoco tenía por qué consultar sus decisiones
con su hijo. Sólo que él no era de esa clase de padres que responden con un
"Es así porque yo lo digo".
- No lo he olvidado,
por eso te lo estoy diciendo, campeón.
- Sí, pero no me has
pedido permiso.
- Es que no tengo
por qué hacerlo, Leo. Me gustaría contar con tu apoyo, pero no voy a dejar que
un niño de ocho años decida si adopto a mis hijos o no. No voy a dejar que lo decida
nadie.
- ¡Tu hijo soy yo, y
no ellos!
- ¿Recuerdas lo que
te he dicho esta mañana? ¿Eso de que querer a otros no va a hacer que te quiera
menos? Que Nick y Peter sean mis hijos no va a hacer que tú dejes de serlo.
- ¡Nick y Peter! ¡Ya
son "Nick" y "Peter"! Di mejor matón uno y matón dos, papá,
porque voy a ser su puching ball.
- ¿”Puchin” qué?
- Puching ball. Su
saco de boxeo.
- ¿Es eso lo que te
preocupa? ¿Qué no te traten bien? ¡Van a adorarte! ¿No ves que vas a ser su
hermanito? ¿Acaso tú pensabas tratarle mal cuando iba a ser un bebé?
- No, pero yo no soy
como ellos. La gente de los orfanatos es mala. Serán delincuentes o algo peor.
¡No quiero que unos idiotas así estén en casa!
Chris recorrió en un
paso la distancia que les separaba, puso de pie a su hijo y le dio tres fuertes
azotes. Leo le miró con rencor en un primer momento, pero luego suspiró, y
pareció más calmado. Chris le observó, esperando que dijera algo, y en ese
tiempo se calmó un poco él también, y relajó la expresión de su rostro. Como
Leo permanecía en silencio, fue él quien habló:
- ¿Entiendes por qué
te he pegado?
- Porque he dicho
"idi…y lo que sigue". – respondió Leo, mirando al suelo.
- No, o sea sí, eso
no ha estado bien, pero no ha sido sólo por eso.
Leo le miró con cara
de no entender. Christopher se sentó, y sentó a Leo encima, que parecía
aliviado de que no hubiera más azotes.
- Hijo, esos chicos
lo han pasado muy mal. Piensa por un momento que tú no hubieras tenido papá, y
que te llevaran a un sitio con otros niños, esperando que alguien te adopte y
te lleve a su casa. Pero ese alguien no llega. Eso les ha pasado a Nick y a
Peter, campeón. No han hecho nada malo ¿entiendes? No son delincuentes ni se
merecen tu desprecio. No puedo obligarte a que les quieras, aunque estoy seguro
de que lo harás, pero lo que no voy a dejar es que les hagas daño.
- ¡Pero si yo no les
he hecho daño!
- Con las palabras –
explicó Chris con paciencia.- Si hubieras dicho eso delante de ellos, les
habrías hecho daño.
Leo lo meditó
durante unos instantes. Para su padre parecía importante que él no considerara
malos a aquellos chicos. En realidad, no le habían hecho nada aun, así que
decidió darles una oportunidad.
- Está bien. No
volveré a decirlo. ¡Pero mi cuarto me lo quedo yo!
Chris sonrió, y le
revolvió el pelo.
- Claro que sí.
Pero eso le recordó
que tenía que adaptar una habitación para ellos. O quizá dos, y les preguntaría
si querían dormir juntos o separados. Tenía habitaciones suficientes, aunque no
estaban con el mobiliario adecuado para un adolescente. Iba a ser un mes muy
ajetreado, e iba a tener muchas cosas que comprar.
Descubrió que Leo
era una gran ayuda para amueblar la habitación de los chicos. Chris había
pensado comprar algunos posters, y tal vez algo de música, pero Leo le
disuadió.
- Los chicos mayores
tienen gustos muy raros, papá – le dijo. – Y todos son diferentes. Puede que
les pongas un poster de algo que no les gusta. Mejor espera a preguntarles.
Hasta entonces, cómprales un móvil, una cama y una mesa que no tengan colores
de niña. Con eso no te puedes equivocar.
Y eso fue lo que
hizo. No necesitó comprar camas, puesto que ya tenía, pero sí compró una mesa
grande para cada uno, y las puso en dos cuartos diferentes, por si prefería
tener cada uno su espacio. Y compró el mejor móvil, según el encargado de la
tienda. Compró dos iguales, en un color bastante neutro. Cada detalle le
preocupaba. Quería que todo fuera perfecto.
También haría falta
ropa. Aunque ya tuvieran, daba igual. Él quería regalarles algo. Y como no
sabía qué les gustaba, decidió que sería ropa, ya que había visto, más o menos,
como vestían. Peter vestía como él, así que en una de sus muchas conversaciones
de aquellas semanas con el director, le pidió la talla del chico y llenó un
armario básicamente con camisetas y vaqueros. Nick era más complicado, pero
como los vaqueros son algo universal, también le compró.
Tuvo que hacer una
visita más al centro, y ésta vez le dijo al director si Leo podía ir con él.
Iba a conocer "oficialmente" a sus muchachos, y quería que el niño
estuviera presente. Entonces el señor Wright acordó que podían verse en un
parque cercano al edifico: así estarían en un ambiente más relajado, y no
habría problema en que Leo estuviera. Por fin, el día llegó.
Cuando Leo y él
llegaron al parque, el señor Wright ya estaba allí, con los dos chicos. Chris
tomó a su hijo de la mano, y se acercó a los muchachos con cierta inseguridad.
Ya les habían informado de que les iba a adoptar, pero era imposible decir si
la idea les gustaba o no. El señor Wright hizo las presentaciones de rigor, y
luego les dejó algo de intimidad. La situación se puso tensa y silenciosa, pero
de nuevo Leo fue de gran utilidad, al relajar el ambiente con unas simples
palabras:
- ¿Quién es Nick y
quién es Peter?
- Peter – respondió
uno de ellos, alzando la mano con una sonrisa.
- Nick – dijo el
otro, pero sin sonreír.
- ¿Sois iguales,
iguales? – preguntó el niño con incredulidad, como si tratara de buscar en
ellos algo diferente.
- Bueno, somos muy
parecidos. Pero quien nos conoce mucho puede ver algunas diferencias. Yo soy
más delgado ¿ves? – dijo Peter. Estaba claro que era el más cordial de los dos.
Chris prestó
atención. Era cierto que, si uno miraba fijamente, podía ver Peter estaba más
delgado. Pero el director le había dicho que usaban la misma talla, así que no
podía ser por mucho. Como sabía las penurias físicas por las que había pasado
Peter, lo achacó a eso. Lo cierto es que ni aun sabiendo aquél detalle habría
podido distinguirles.
- Yo no tengo un
gemelo – respondió Leo. – Tiene que ser guay. ¿Os leéis la mente?
En ese momento,
sorprendiéndoles a todos, Nick rió. Aun sin conocerle mucho Chris adivinó que
no era algo que hiciera a menudo. Le encantó el sonido, hacia el que chico
pareciera más joven y desenfadado.
- Sólo porque Peter
es muy predecible. No siento lo que él siente, ni nada de eso. Empatía gemela
cero.
Chris sonrió.
Aquello marchaba bien. Pero entonces Nick vio su sonrisa y se puso serio.
Enseguida apartó la mirada. "No le caigo bien" pensó Chris.
Se sentaron, y comenzaron
a hablar. Chris había temido ese momento, porque no sabía qué podía decir, pero
con Leo allí todo fue fácil. El niño tapaba los silencios y llevaba el peso de
la conversación. En un determinado momento Peter llamó su atención.
- Oye, Chris, ¿puedo
ir a comprar algo? Hay una pastelería ahí mismo.
- Claro. –
Christopher buscó el monedero en su bolsillo, pero Peter le interrumpió.
- No, yo tengo
dinero. El señor Wright nos lo ha dado.
- Pues guárdatelo.
Yo te lo compro.
- No hace falta.
- Pero yo quiero
hacerlo. Toma.
- No quiero que
piense que quiero aprovecharme – dijo Peter tímidamente. Nick no había hablado
en todo el rato.
- En primer lugar,
no me llames de usted. Y en segundo lugar, no digas tonterías. Si quiero
invitarte, te invito.
- Claro, tonto –
intervino Leo – A mí me compra lo que quiero, cuando puede. Y siempre puede –
añadió con una risita.
Chris sonrió. En
realidad, aparte del hecho de que no tenía problemas económicos, Leo no solía
pedir muchas cosas. No se imaginaba que una declaración tan inocente pudiera
desencadenar lo que desencadenó.
- Pero es que él es
tu padre – respondió Nick de manera cortante. – A nosotros no tiene por qué
comprarnos nada.
- ¡Nick! – masculló
Peter, aunque parecía pensar lo mismo, a juzgar por su expresión.
- Pero… vais a ser
mis hermanos – dijo Leo. Parecía pelearse con las palabras, como si le costase
decir lo que iba a decir. – Es mi papá, pero yo lo comparto. Si vais a ser mis
hermanos él tiene que ser vuestro padre.
Chris se sintió muy
orgulloso de su hijo, y algo conmovido también. Con su inocencia, había hablado
mejor de lo que pudiera haberlo hecho él. Pero a Nick no pareció bastarle.
- No vamos a ser
hermanos, niño – respondió, usando de nuevo aquél tono frío y duro.
- Nick, basta ya. No
hay por qué ser desagradable – dijo Peter.
- Seré desagradable
si quiero. Y si no le gusta ya sabe lo que hay. Así no perdemos el tiempo yendo
a su casa.
Dicho esto, se
levantó y se alejó de ellos. Se apoyó contra un árbol cercano. El señor Wright
estaba por allí, pero en ese momento no se le veía.
- Discúlpale – dijo
Peter – Está convencido de que esto… no va a funcionar, así que no quiere
implicarse.
- ¿Y tú? ¿También
crees que no va a funcionar? – preguntó Chris.
- Yo…Usted… tú eres
amable, Chris, y tu hijo es muy simpático, pero he salido y vuelto a entrar
demasiadas veces de ese orfanato. Mi hermano lo ha hecho menos veces, y aun así
ya sabe lo que hay ahí fuera para nosotros: nada.
- Sí que hay algo –
dijo Leo, que odiaba que le dejaran fuera de la conversación. – Estamos
nosotros, aquí, con vosotros y…
- ¿¡Dónde está
Nick!? – preguntó Peter de pronto, alarmado. Chris miró hacia el lugar donde
estaba el chico unos momentos atrás, pero había desaparecido. Se puso de pie
rápidamente y le buscó con la mirada, pero nada. Alertó al señor Wright y se
pusieron a buscarle. Peter les guió hacia los lugares hacia donde podía haber
ido su hermano. Una cosa estaba clara: no habría vuelto al orfanato. El señor
Wright temía que hubiera vuelto a escaparse. Con Peter no había problema: uno
podía fiarse, dejarlo sólo, pero con Nick era distinto.
Entonces, varios
minutos después, Leo creyó verle doblando una esquina. Echó a correr para que
no se escapara, pero se detuvo ante un semáforo, para alivio de Chris.
- Lo siento, papá.
No he podido alcanzarle.
- Nada de eso,
campeón. Has hecho muy bien en detenerte. Ya sabes que no debes cruzar sin mí,
ni cuando el semáforo está en rojo.
Peter les miró con
curiosidad, aunque sin decir nada. Chris notaba que a él sí le caía bien.
Lamentaba no ser del agrado de su hermano. Siguieron buscando, y de nuevo fue
Leo el que le vio primero. Echó a correr, dispuesto a no perderle ésta vez.
Chris se sintió intranquilo, y quiso ir tras su hijo, pero se fijó en Peter,
recordando que era asmático. "¿Cómo funciona esto?"
- Tú no corras –
advirtió, por si acaso.- Yo voy tras ellos.
- ¿Por qué no puedo
correr? – preguntó el chico.
- El señor Wright
dice que tienes asma…
- Tengo inhalador.
Corro todos los días. No soy un enfermo terminal, Chris. Si me noto fatigado, pararé.
Hace tiempo que no sufro un ataque, de todas formas. Ahora vamos, antes de que
los perdamos de vista. Mi hermano sabe cuidarse sólo, y cuando se canse de
hacer el bobo volverá, supongo, pero puede que no sea muy amable con tu hijo,
cuando se encuentren.
Peter echó a correr
y Chris le siguió, vigilando cada poco la respiración del chico. Al rato se
convenció de que no le iba a pasar nada. Chris se preguntaba cómo iba a llevar
a Nick de vuelta al parque. Del señor Wright no había rastro, porque estaba
buscando por otros sitios.
Mientras tanto, Leo
había alcanzado a Nick, y le agarró de la chaqueta. Chris llegó justo a tiempo
de ver cómo Nick le empujaba y le tiraba al suelo. Leo comenzó a llorar casi en
el acto. Chris comprobó que no se había hecho nada, y le tomó en brazos hasta
que se calmó. Al mismo tiempo, escuchó la breve conversación que se produjo
entre los dos hermanos.
- Nick, ¿qué pasa
contigo?
- ¡Vámonos!
- ¿Qué?
- Que nos vayamos,
está claro que no nos va a adoptar.
- ¿Por qué dices
eso? No…
- Tú lo piensas
igual que yo. Ya tiene su familia perfecta, no nos necesita. Además, he
empujado a su hijo. Ahora seguro que no nos quiere ver ni en pintura. Venga,
vámonos. Daremos una vuelta por ahí, pero tranquilo, Pete-el-estirado, que
luego volveremos al orfanato, a ver a dónde vamos a ir si no.
Peter, que en el
fondo opinaba como Nick, pareció convencerse. Pero era una lástima. Chris
parecía buen tipo, y además había accedió a adoptarle a los dos juntos…Sí, era
una lástima. Se dispuso a marcharse con su hermano.
- ¡Alto ahí los dos!
– intervino Chris, aun con Leo en brazos, ya sin llorar pero aun mimoso. –
Nadie va a ir ningún sitio, porque todos vamos a volver al centro. Todos juntos
y sin tonterías. Desde allí, pediremos que alguien llame al señor Wright al
móvil para avisarle de que estás bien. Esto es lo que vamos a hacer, y nadie va
a hacer nada diferente ¿entendido?
Peter asintió, Nick
no dijo nada, pero tampoco se fue. Ahora que su hermano estaba allí, haría lo
mismo que él. El camino de vuelta fue silencioso. Chris bajó a Leo, que caminó
a su lado. El niño echaba miradas furtivas a los dos hermanos, pero tampoco
decía nada. Cuando llegaron al centro, Chris contó lo que había pasado, y un
empleado marcó el número del director para llamarle y tranquilizarle. Chris
acompañó a los chicos a su habitación, ya que además tenía curiosidad por
verla. Le dijeron que, por ser los mayores, no dormían con los demás, pero sí
compartían una para los dos. Chris les sondeó para ver si eso les gustaba, y
gracias a Peter descubrió que preferirían tener una para ellos solos, así que
tomó nota para la semana que viene, que es cuando los chicos entrarían a vivir
con ellos.
Nick seguía con una
actitud insoportable y Leo ya no se acercaba a él, como si temiera que fuera a
empujarle. Entonces Chris recordó que Peter quería comer algo, y le dijo:
- Me fío de que tú
no te escapes. ¿Quieres ir ahora a comprar algo?
Peter asintió.
- Podrías llevarte a
Leo. No está muy lejos, y así os conocéis mejor. Además, si le llevas a una pastelería
le harás feliz.
Peter entendió que
Chris quería quedarse a solas con su hermano, aunque no entendía por qué. Tras
unos segundos de vacilación, y convencido por la bondad que veía en esos ojos
azul verdoso, asintió. A Leo también le gustó la idea y ésta vez Peter aceptó
el dinero de Chris, porque no había forma de convencerle de que no era
necesario. Se fue, con una sensación extraña. Sentía que el hecho de que le
dejara al cuidado de Leo implicaba que, de alguna forma, confiaba en él. Nadie
había confiado nunca en él, al menos no de esa forma tan sentida y poco
racional.
Cuando se quedaron a
solas, Nick trató de salir de la habitación, de forma grosera, como si le diera
asco permanecer en la misma estancia que Chris. Pero éste no le dejó, sino que
le agarró del brazo para impedírselo.
- ¿Adónde crees que
vas?
- Adonde me salga de
los cojones.
- Pues que te salga
quedarte aquí. Tenemos que hablar. No puedes irte y dejar tirada a la gente.
Nos has preocupado.
- A ti sobretodo –
bufó Nick, con sarcasmo.
- Sí, a mí
sobretodo. Tu hermano ya está acostumbrado a que hagas eso, y lo que no
entiendo es cómo lo aguanta.
- Déjame en paz. –
la mención de su hermano le había hecho sentir mal.
- Te dejaré en paz
cuando me escuches. No sé qué te he hecho para que me trates así, pero mi hijo
no te ha hecho nada.
Nick sentía haberle
empujado, el mocoso no le había caído mal aunque era muy preguntón, pero no
estaba dispuesto a admitirlo.
- Es un metomentodo,
igual que tú. No esperes que yo te lama el culo como mi hermano. No pienso
llamarte de "usted", ni hablar como si tuviera un palo metido ahí
abajo.
- Y yo no pretendo
eso, aunque sí te exijo un poco más de respeto.
- ¿Exiges? ¿Y quién
eres tú para exigir nada?
- Desde hoy, en
adelante, y para siempre, soy tu padre – respondió Chris sin vacilación, y
avanzó hacia él. La respuesta había sorprendido a Nick. Quizá por eso no
reaccionó cuando Christopher le forzó a tumbarse sobre sus rodillas.
- ¿Qué haces, loco?
- Castigarte –
respondió. Iba a responder "darte unos azotes", pero en el último
momento cambió de expresión, con el fin de no aumentar la vergüenza que el
muchacho debía de estar sintiendo.
Y la sentía. Pero no
fue nada comparado con lo que sintió cuando Chris comenzó el castigo.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
A Nick le habían
dado azotes un par de veces en su vida, sus primeros no-padres adoptivos, a los
que si parecía importarles al menos un poquito, pero hacía ya mucho tiempo de
eso. No recordaba que fuera tan…humillante. Y doloroso, porque Christopher
pegaba con fuerza. Sabía que no estaba tratando con su niño de ocho años, y si
quería que el castigo sirviera de algo tendría que ser más duro.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
Cuando Nick emitió
el primer quejido, apenas audible, Christopher lo tomó como señal para empezar a
regañarle.
- No puedes huir
cada vez que tienes un problema o algo te desagrada.
- No huyo – masculló
Nick.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Lo que has hecho
hoy ha sido huir. "Oh, éste tío parece que quiere adoptarme, tengo miedo
de que salga mal, mejor me voy y soy borde para que me deje en paz"
Había dado en el
clavo, aunque al decirlo así sonaba ridículo y estúpido. A Nick se le llenaron
los ojos de lágrimas, pero no por los azotes, porque podía aguantar mucho más,
sino por lo que esas palabras le hacían sentir. No estaba dispuesto a que Chris
notara su debilidad.
- No he huido –
repitió con orgullo.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Oh, y supongo que
tampoco has sido borde ¿verdad?
- Te hablado mejor
de lo que te mereces, cabrón.
En ese momento, y
tras dudar un segundo, Chris le bajó el pantalón y los calzoncillos de un
tirón, y siguió dando palmadas sobre un trasero ya rosado.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Nick apretó los
dientes. Comenzaba a dolerle de verdad, y sin la protección de los pantalones
era mucho peor. Había intentado impedirlo inútilmente, sujetándose la ropa,
pero Chris era más fuerte y tenía ventaja al tenerle en la posición en la que
le tenía. No podía creerse que estuviera en las rodillas de aquél idiota
recibiendo unos azotes como un niño pequeño.
- Otra cosa que
tenemos que tratar es tu vocabulario.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- No quiero
expresiones malsonantes, y por supuesto, no voy a permitir que me insultes.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
Nick dejó salir unas
lágrimas silenciosas, pero se obligó a no gritar, ni a llorar en voz alta. En
algún momento aquél tipo se tenía que detener y él resistiría hasta entonces.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- ¿Ha quedado claro?
– preguntó Chris, en vista del silencio del muchacho. Sólo recibió más silencio.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Chris sabía lo que
el chico pretendía. Le estaba echando un pulso, manteniéndose impasible
mientras durara el castigo. Chris no pensaba ceder, pero tampoco podía seguir
así eternamente, porque su intención no era causarle un daño real. Quería
doblegar al muchacho, no humillarle ni maltratarle. Así que le dio una
oportunidad de hablar.
- ¿Tienes algo que
decir?
Nick lloraba a
lágrima viva, pero estaba consiguiendo su objetivo de no quejarse en voz alta.
Lo cierto es que le dolía mucho, y picaba, y ardía. El hecho de saber lo mucho
que se merecía aquél castigo, y tantos otros que nunca le habían dado, no
ayudaba. Cuando Chris le dio la oportunidad de decir algo, dijo lo primero que
le vino a la cabeza.
- Ya soy mayor para
que me castiguen así.
- Ya eres mayor para
escaparte – le habló en un tono infantil que remarcaba sus palabras, y
prosiguió.
SWAT SWAT SWAT
Nick dejó escapar un
gritito tras una palmada especialmente fuerte, y desde entonces le fue realmente
difícil mantener a ralla el llanto.
- Ya eres mayor para
decir palabrotas
SWAT SWAT SWAT
- Y ya eres mayor
para pelearte con otros niños.
- Siento lo de tu
hijo – admitió Nick. Era lo único que sentía de corazón, o al menos lo único
que estaba dispuesto a admitir.
- Está bien –
respondió Chris, contento de haber avanzado un paso, y le dio un respiro. -
¿Qué hay de lo de escaparse? Lo de las palabrotas voy a hacer como que nadie te
ha enseñado a hablar nunca adecuadamente, aunque no he visto que tu hermano sea
un malhablado.
Nick guardó
silencio.
- Respóndeme, Nick
¿Ha estado bien eso de irse dejándonos a mi y a tus hermanos tirados, y
preocupados por ti?
A Nick le llegó muy
hondo eso de "tus hermanos".
"¿Y si resulta
que en verdad este tipo me ve como a su hijo?"
No, aquello no podía
ser. Puede que tuviera buenas intenciones, pero de ahí a quererle había un
paso. Además, se cansaría de él, como todo el mundo. Y jamás le perdonaría que
hubiera empujado a su hijo, al de verdad. Dispuesto a ser fuerte, no respondió.
Christopher suspiró y volvió a bajar la mano.
SWAT
- ¿Ha estado bien
huir así?
Silencio.
SWAT SWAT SWAT
- ¿Ha estado bien?
- ¡No, por supuesto
que no ha estado bien! – gritó Nick, al final, y rompió a llorar sonoramente,
dándole igual su edad, dándole igual sus intentos de ser fuerte, dándole igual
todo. Lo que sentía era una mezcla de dolor en el trasero (y eso constituía una
gran parte de eso que sentía), un dolor emocional, y culpabilidad.
Christopher suspiró,
y le incorporó, sentándole con cuidado en su regazo. El chico se tapó la cara
con las manos, pero ya no podía contener sus sollozos, y lloraba de una forma
desgarradora. Poco a poco, haciendo fuerza pero muy despacito, Christopher le
apartó las manos de la cara y las puso rodeando su cuello, para después hacer
el exactamente lo mismo con sus propias manos. Al principio Nick se mostró
pasivo, pero luego, de repente, apretó mucho el abrazo, agarrándolo con mucha
fuerza mientras sus sollozos aumentaban de intensidad. Chris apenas podía
respirar, pero ni por asomo se le hubiera ocurrido separarse de él. Le frotó la
espalda con una mano y le acarició el pelo con la otra. Empezó a susurrarle
cosas suaves, y a repetir "Ya está, ya está" como un mantra. Nick no
dejó de llorar, pero sí dejó de temblar un poco. Tenía la cabeza apoyada en el
hueco del hombro de Chris, y le había llenado de lágrimas. En ese momento Nick
sintió que no quería salir de ese hueco nunca. Que estaba ahí hecho
expresamente para él, para la forma de su cabeza. Y que aquellos brazos estaban
hechos para abrazarle. Cuando se sintió capaz de hablar, aun sin separarse de
Chris ni un milímetro, susurró:
- Lo siento. Siento
haber empujado a tu hijo, eso es lo que más siento de todo. Los otros chicos me
han tratado a empujones toda mi vida y sé lo que se siente.
- Eh, ya está. Estás
perdonado ¿vale? Leo te ha perdonado también. No es rencoroso, y él también
tiene mucho genio.
Nick se aplastó más
contra él como toda respuesta, y continuó.
- También siento
haberte insultado. Tú no me has insultado a mí en ningún momento, a pesar de
que parece que no he dejado de intentarlo.
Chris pensó bien su
respuesta, mientras acariciaba inconscientemente el pelo de Nick como hacía con
el de Leo. Nick lo tenía rizado, así que se prestaba mucho más a enredar en él
sus dedos con ternura.
- Soy tu padre,
Nick. Y no por lo que vayan a decir unos papeles, cuando un juez tenga a bien
firmarlos, sino porque lo siento. Porque lo sentí desde que me miraste en la
entrada, hace casi un mes. Soy tu padre, y nunca te voy a insultar. Y si lo
hago, perdóname, porque no lo estaré diciendo en serio.
Nick emitió un
sonido, que podía ser tanto un intento de risa como un sollozo.
- He tenido otros
padres. Cuando destrozaba sus muebles preguntando por mi hermano, de pronto
dejaban de serlo.
- Yo no. Nunca.
Nunca dejaré de serlo. Y ya no tienes que preguntar por tu hermano, porque él
va a estar contigo. Y nadie va a separaros.
Chris no se esperaba
que aquellas palabras le hicieran volver a llorar como un histérico. Le sostuvo
y le abrazó hasta que volvió a calmarse, preguntándose qué le había hecho
reaccionar así.
- ¿Y si es él el que
se cansa de mí? ¿Y si es él el que se harta de que le hable mal, y de que me
vaya todo el tiempo?
- Conozco a tu
hermano de un solo día, y ya te puedo asegurar que jamás haría eso. Habéis
pasado por tantas cosas que estáis más unidos que cualquier hermano, y eso que
la hermandad ya es de por sí un vínculo poderoso. Te lo digo yo, que tengo dos.
Melinda te va a caer bien enseguida, y a Wyatt es imposible no quererle.
- ¿Les voy a
conocer? – preguntó con inseguridad.
- No, voy a tenerte
encerrado en una mazmorra oculto del mundo y de los rayos del sol. ¡Claro que
vas a conocerles! La semana que viene, en cuando vengas a casa. Estoy seguro de
que van a preparar algo. Y tienes una buena colección de primos, abuelos, y
tías abuelos. La familia Haliwell es muy numerosa.
- Haliwell. Tíos. Me
gusta como suena. – respondió Nick, suspirando. En algún punto había dejado de
llorar, y ahora sólo estaba cansado, de tantas emociones y convulsiones. Sin
embargo, no dejaba de preguntarse "¿Es esa mi familia?" Era fácil
pensando estando así, abrazado, pero tenía miedo de separarse y que el sueño se
desvaneciera. Como si supiera lo que estaba pensando, Chris continuó hablando,
pues había visto que eso calmaba al chico. Sabía que lloraba por mucho más que
por el castigo, aunque no dudaba de que había dejado bien grabado en el trasero
del muchacho lo que no iba a consentir.
- No voy a dejarte,
Nicholas. Ni a ti ni a tu hermano. Los cuatro vamos a ser una familia.
- Yo…intentaré no
volver a escaparme.
- ¿Intentarás?
- Soy realista –
respondió Nick. Chris lo dejó estar, algo divertido por la naturalidad del
muchacho. Viendo que ya estaba tranquilo, hizo por separarse de él. El chico
protestó débilmente.
- Sólo voy a subirte
el pantalón – dijo Chris, y el rostro de Nick se puso más o menos del mismo
color que su trasero. Quería morirse de la vergüenza. Ni siquiera trató de
colocarse la ropa él mismo, sino que dejó que Chris lo hiciera, y volvió a
enterrar la cabeza en su hombro, dispuesto más que nunca a no sacarla de ahí
nunca.
- No vuelvas a hacer
eso – pidió Nick.
- ¿El qué? ¿Subirte
la ropa?
- No, bajármela.
Pegarme.
- Lo intentaré.
- ¿Intentarás? –
preguntó Nick, reconociendo el patrón en las frases.
- Soy realista. Y
sé, por lo que me han dicho y por lo que he visto, que no puedes evitar meterte
en líos. Y si te metes en líos, tengo que castigarte.
Nick gruñó, pero
hasta cierto punto le gustaba el trato. Significaba "No voy a dejarte
hacer lo que quieras" y eso se podía traducir en "Lo que hagas me
importa" y en "Ahora tu única preocupación tiene que ser obedecerme,
porque yo no voy a ir a ningún sitio, así que vas a tener una familia".
Siguieron abrazados
un rato más, aunque Chris empezaba a no sentir las piernas. El chico debía
pesar unos sesenta y cinco kilos y ese peso durante la media hora que debían
llevar así, más el tiempo que había durado el castigo, empezaba a pasar
factura. Aun así, no se habría movido ni un milímetro de no ser porque se dio
cuenta de algo. Se separó un poco para mirar a Nick.
- ¿Y tu hermano?
¿Por qué no ha vuelto?
- Tranquilo, él no
se escaparía. Nos habrá oído, y habrá decidido dejarnos espacio.
Christopher guardó
silencio por un momento. Le gustaba ese nuevo Nick, comunicativo y razonable. Y
pudo ver que en los ojos del chico ya no había ese desagrado inicial que había
percibido.
- ¿Y no te importa?
Chris suponía que le
daría mucha vergüenza que otros supieran que le había dado unos azotes, y por
eso había mandado fuera a Leo y a Nick, imaginándose cómo iba a acabar aquello.
- ¿Qué nos haya
oído? No. Así me ahorro tener que contarle. Mi hermano me ha visto desnudo, me
ha visto llorando, y ha visto como otros chicos me daban una paliza. Si combinas
las tres cosas, esto no ha sido muy diferente. Aunque con él delante,
seguramente no te habría pedido disculpas.
Aquellos suscitó
muchas preguntas en Chris, que tuvo que ordenarlas en su mente para ver cuál
hacía primero.
- ¿Qué otros chicos?
Antes también has dicho que te empujaban. ¿Quiénes? ¿Por qué?
- Chicos mayores,
antes de irse, cuando yo era pequeño. Me pegaban por…lo que yo soy.
- ¿Lo que tú eres? –
Christopher no lo entendía. Entonces se le encendió una bombillita en la
cabeza, y buscó la forma delicada de preguntar. - ¿Eres…eres gay?
Nick estalló en
carcajadas. Fue como el sonido que había escuchado en el parque, sólo que mucho
más tiempo. Christopher estaba encantado, aunque estaba esperando una
respuesta.
- No. No, no. Nada
de eso. ¿Hubiera importado?
- En absoluto. Pero,
entonces, ¿qué es lo que eres?
- Un empollón –
respondió Nick, aun sonriendo por la ocurrencia de Christopher.
- ¿Un empollón? ¿Tú?
No …
- No lo parezco, sí
ya sé. Peter sí, pero soy yo el de las buenas notas.
- ¿Y él? – preguntó
Chris con curiosidad.
- Él es el que lo
intenta. Estudia mucho, pero no vale para eso.
Christopher estaba
deseando saber cosas sobre sus chicos. No sabía cuánto iba a durar ese episodio
comunicativo de Nick, así que decidió aprovecharlo.
- Y ¿para qué vale,
según tú?
- Para el arte. La
música, los libros, el teatro. Mejor no le dejes un pincel, pero para todo lo
demás, es un genio.
Chris almacenó esa
información con orgullo. "Un hijo con talento artístico, y otro con
talento para los estudios". Tras un momento, Nick siguió hablando:
- Si nos adoptas…
- …CUANDO os adopte…
- …¿te enfadarás con
él?
- ¿Con Peter?
- Sí. ¿Te enfadarás
con él sí, ya sabes, no saca buenas notas y eso?
- No, claro que no.
Tiene que dar lo mejor de sí mismo, es lo único que pido. Todo lo demás, son
números sobre un papel.
- Eso es
muy…razonable. ¿Le dejarás cantar e ir a teatro? Encontraremos un trabajo para
pagarlo…
- Le apuntaré a
clases si quiere, pero se las pagaré yo, por supuesto.
Chris se dio cuenta
de que, de alguna forma, estaban haciendo planes. Aquello era todo un avance,
significaba que Nick empezaba a verlos como una familia.
- No es necesario.
Tres hijos son muchos, y es mucho dinero y…
- Y yo lo tengo. Así
que le apuntaré hasta a danzas regionales, si es lo que quiere Peter. Pero,
¿qué es lo que te gusta a ti?
Nick había estado
hablando únicamente de los gustos de su hermano.
- No importa. Es una
tontería.
Chris vio que Nick
se avergonzaba, y sintió curiosidad.
- ¿Qué es? –
preguntó, animándole.
- Me gusta cocinar.
- ¿Cocinar?
- ¡Sí! Siempre estoy
con Fala, la cocinera cuando…
- ¿Cuándo qué? –
preguntó Chris, al ver que se había detenido de repente.
- Cuando no me gusta
alguna clase – dijo bajito.
- ¿Haces pellas para
ir a la cocina? – preguntó con más incredulidad que disgusto.
- Sí. – admitió
Nick, mirando al suelo.
- ¿Muy a menudo?
- Casi todos los
días – murmuró en voz tan baja que casi no se le oía.
- Y aun así sacas
buenas notas. No sé si felicitarte por talentoso, o regañarte por caradura. –
comentó Chris, divertido.
- Lo primero suena
bien – murmuró Nick.
- A mi madre también
le gusta mucho cocinar. Es chef. – le reveló Chris – Y a mí también me gusta.
- ¿Sí? – preguntó
Nick contento de tener algo en común con él.
Chris asintió, pero
se puso serio un momento para añadir:
- Me encanta que te
guste la cocina, y buscaremos la forma de que puedas hacerlo tanto como
quieras, pero no puedes faltar a clase. Aunque se te de bien. Da igual. ¿De
acuerdo?
Nick dijo que sí con
la cabeza, y ambos guardaron silencio. Por fin, se separaron, aunque fue un
movimiento natural porque ambos sentían calor. Nick estaba muy cansado, y
reprimió a duras penas un bostezo. Chris suponía que era por la azotaina, el
llanto, y por las emociones del día en general.
- Hay otra cosa que
te quiero preguntar – dijo Chris, y Nick se giró para mirarle, a la escucha. –
Antes has dicho….que si hubiera estado tu hermano no me habrías pedido
disculpas. ¿Por qué?
- Por orgullo,
supongo. No sé. Sólo me conozco, y sé que no lo hubiera hecho.
- ¿Siempre eres tan
sincero? – preguntó Chris, admirado.
- No tiene sentido
mentir. Aunque creo que a veces debería callarme algunas cosas. En ese sentido,
tengo que aprender de Peter. No es un mentiroso, pero sí muy reservado. Aunque
no lo parezca. En realidad, estamos al revés. Yo alejo a la gente sí, pero soy
mucho más…sociable. Peter le cae bien a todo el mundo, pero es más cerrado que
una concha. A veces parece que sólo habla con sus libros.
"Interesante"
pensó Chris. Aquél día había aprendido mucho de sus dos nuevos chicos.
Abrieron la puerta
del cuarto, y en un salón común que estaba a la derecha encontraron a Peter,
que estaba jugando con un Leo cubierto de chocolate.
- Le he dado pastel,
espero que no te importe.
- En absoluto, pero,
¿se lo ha comido, o se ha bañado en él? – preguntó, riendo. – Anda ven,
campeón. Ven que te limpie.
Chris sacó un
pañuelo de su bolsillo y limpió los alrededores de la boca de Leo. Mientras
tanto, observó el intercambio de miradas entre Peter y Nick. Tal vez sí se
leían la mente, después de todo, porque Peter dijo, en voz alta:
- Bueno, pues parece
que al final si vas a adoptarnos ¿no?
- Nunca he pensado
en dejar de hacerlo.
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