FORMANDO UNA FAMILIA
Chapter 1: Donde caben dos, caben tres
N.A.: Hola a tod@s :)
“Formando una familia” es la primera historia que
hice de este tipo, y también mi primer “fic”, y eso de tomar personajes
prestados no se me da nada bien. Supongo que lo que trato de decir con esto es
que “no esperéis gran cosa” xD Además,
por el capítulo 80 o algo así, se me fue la pinza y la cosa se desmadró con
rayadas mentales que sobraban bastante.
Tal vez a
alguien le suene, porque ya la subí a otra página, pero ahora gracias a Lady la
subimos también por aquí.
Esto es una especie de declaración de intenciones de
“voy a continuarla”, porque la dejé medio abandonada. Es también la posibilidad de cambiar algunas
cosas que no me gustaron “la primera vez que la publiqué”, aunque como es tan
sumamente larga y yo soy tan sumamente perezosa en verdad creo que lo voy a
dejar todo más o menos igual. A veces Chris es un poco bestia, lo aviso desde
ya, y si lo escribiera ahora segurament elo habría hecho de otra forma.
Toda esta historia, de aun no sé cuántos capítulos,
está ambientada años después del final de Embrujadas (Charmed). En ella Chris
tiene 32 años, y un hijo biológico de ocho. La historia comienza cuando decide
adoptar a dos gemelos adolescentes. El hijo biológico de Chris es brujo, pero
no ha manifestado poderes de luz blanca. Se llama Leo, en honor a su abuelo. Y
creo que nada más, el resto se irá averiguando conforme avance. Si os gusta
dejad comentarios :D (y sino también, pero sed buenos, jo )
- ¡Leo! – llamó Chris,
con infinita paciencia, por quinta vez en lo que iba de mañana.
- ¡Ya voy! –
respondió una voz infantil, desde el piso de arriba. Chris suspiró. "Si me
dieran una moneda cada vez que dice eso…"
Chris caminó hacia la cocina y volvió a
calentar la leche, que llevaba más de quince minutos esperando a que alguien se
la bebiera. Luego sacó el bote de Cola-cao del armario, y lo puso en la mesa:
era mejor así que echarlo en el vaso, porque echara lo que echara Leo siempre
añadía dos cucharadas, así que aquello se convertía en cacao con leche, y no en
leche con cacao. Él se sirvió un vaso de leche fría y preparó unas tortitas,
aunque se le destrozaron un poco por las prisas: estaba nervioso. Cuando
terminó de repreparar el desayuno, subió las escaleras, dispuesto a sacar a su
hijo de su cuarto aunque tuviera que arrastrarlo.
- Si según tú
"ya venías", no entiendo por qué… - comenzó, pero se interrumpió
cuando vio la ropa que se había puesto su hijo. Era un traje azul marino que
Chris le había comprado para las ocasiones especiales. Leo había intentado
ponérselo, aunque no se había colocado bien la camisa ni, por supuesto, la
corbata. Además, se había echado algo en el pelo. Parecía gomina, aunque se
había echado demasiada. Sin poder remediarlo, soltó una carcajada. - ¿Qué te
has puesto? – preguntó en tono divertido. Ahora entendía por qué el niño había
tardado tanto.
Leo, muy digno, hizo
como que se recolocaba la corbata, ignorando por completo las risas de su
padre.
- Quiero estar guapo
– dijo simplemente.
Chris hizo un
esfuerzo por dejar de reír.
- Me parece
estupendo, pero ¿por qué?
- Para causar buena
impresión.
Chris, aun con
sonrisa perenne, se acercó y le revolvió el pelo, intentando deshacerse de la
gomina. Cogió un peine fino y le hizo la raya a un lado. Mientras le peinaba,
buscaba la forma de que su hijo entendiera algo importante sin que se llevara
una desilusión:
- Hijo, no necesitas
causar buena impresión.
- ¡Pero va a ser mi
hermano! - respondió Leo, regodeándose con la palabra. A Christopher le encantaba
oírle hablar así: cuando le dijo que quería adoptar un bebé pensó que el niño
se pondría celoso, pero más bien parecía entusiasmado con la idea.
- Sí, y por eso
mismo no necesitas causarle buena impresión, pero además…es que tú no vas a
venir. – soltó finalmente, dejando el peina y separándose un poco para ver cómo
había quedado. Parecía un mini-ejecutivo, aunque faltaba un detalle. Chris
empezó a colocarle la corbata, pero Leo le apartó las manos, enfadado.
- ¡Yo sí voy! -
repuso, en un tono que indicaba que no iba a aceptar otra respuesta. Chris
suspiró.
- No, Leo, no vas.
Aun eres un niño y…
- …¡me da igual si
piensas que soy pequeño! – interrumpió Leo, enfurecido - ¡Quiero elegir a mi
hermano!
- …y las normas del
centro dicen que no pueden ir menores – continuó Chris, asesinándole con la
mirada. "¿Por qué nunca me deja terminar?" – No es algo que haya
decidido yo. Y no hables de esto como si fuera un juguete ¿quieres? No vamos a
"elegir" nada.
- Querrás decir que
no "vas". Por lo visto, estoy "exculido".
- Se dice excluido,
y ya digo que no es algo que haya decidido yo. Son las normas, y de todas
formas quizá sea lo mejor. Allí te ibas a aburrir.
Intentó colocar el
cuello de la camisa de su hijo – ya que se había vestido así, no iba a hacer
que se cambiara, o podrían tardar otra media hora – y hacerle bien el nudo de
la corbata. El pequeño se dejó hacer, pero se esforzaba por mostrar su enfado
con cada gesto. Por fin, y no tan mal de hora como Chris se había temido,
bajaron a desayunar. Leo se sentó en la mesa en completo silencio, y comenzó a
desmenuzar las tortitas con el tenedor, pero sin llevarse un solo trozo a la
boca. Tras observarle unos minutos, Chris suspiró.
- Come, Leo, que se
enfrían.
- De todas formas,
ya están frías – respondió con malos modos. Chris apretó los dientes.
- Si no hubieras
tardado media vida en bajar, estarían calientes.
- Si me hubieras
dicho que yo me quedaba en casa, no me hubiera puesto esto y no habría tardado.
- No me contestes. Y
yo no he dicho en ningún momento que fueras a venir conmigo, pero lamento si
hice que lo entendieras mal. De todas formas, ni por asomo creas que te vas a
quedar en casa sólo. Voy a dejarte con el tío Wyatt.
- Genial, ahora soy
una molestia que hay que ir dejando por ahí.
¿Por qué su hijo
tenía que demostrar su ingenio en unas respuestas tan maleducadas? Leo era
inteligente, y maduro para sus ocho años, pero eso sólo hacía que fuera más
frustrante cuando se ponía a discutir con él por tonterías como aquella.
- No eres ninguna
molestia, pero puede que si sigues así estés algo "molesto" cuando te
deje con el tío. ¿Entendido?
Christopher pensó
que con esa pequeña advertencia bastaría para que Leo dejara de pisar el
límite, pero se equivocó. La amenaza sólo sirvió para enfurecer más al pequeño.
- ¡No quiero ver al
tío! ¡Es tonto, y tú también!
- ¡Leo! – advirtió
Chris, alzando un poco la voz. No sabía si dejar pasar el insulto, o no. No
había sido nada malsonante, pero no se trataba de eso: era una falta de respeto
intencionada. La intención era lo que contaba. Además su hijo aun era pequeño
como para conocer un gran repertorio de groserías, y no quería que empezara tan
pronto a tenerlo. – Ya basta. Termina el desayuno, vamos.
- ¡No! – gritó el
niño, poniéndose de pie. El vaso se tambaleó peligrosamente. No llegó a
verterse, pero gran parte del líquido se derramó sobre la mesa. - ¡Ya no quiero
tener un hermano! ¡Aun no ha venido y ya lo estropea todo! ¡Que se busqué otro
papá! – Chris no dijo nada, sorprendido por la declamación y mirando todavía la
leche que se esparcía por la mesa. Al no verse interrumpido, el niño se
envalentonó – Vete tú a casa del tío y juega con los muñecos de la prima, a ver
si así se te quitan las ganas de tener un bebé.
- ¿Has terminado? –
preguntó Chris, en un tono totalmente peligroso. Leo pareció percibirlo, porque
perdió parte de la energía que acaba de demostrar. Aun así, asintió con la
cabeza y le miró desafiante. Christopher contuvo el impulso de darle una
bofetada. Nunca le pegaba en la cara: no quería hacerle daño. Sin decir nada se
levantó, caminó hacia él con rapidez, y se volvió a sentar, colocándole sobre
sus rodillas con un movimiento fluido y practicado. Leo empezó a patalear casi
de inmediato, pero sabía que no podía hacer nada contra la fuerza de su padre.
Los azotes comenzaron en cuanto el niño estuvo bien sujeto.
PLAS PLAS PLAS
- ¡Se acabaron las
pataletas de niño malcriado! Dije que no vas, y no vas y punto.
PLAS PLAS PLAS
Leo comenzó a llorar
y a quejarse.
- No, papi, para.
PLAS PLAS PLAS
- Me da igual que
estés enfadado, no puedes faltarme al respeto. ¿Entendido?
Leo lloró con más
fuerza, pero no dijo nada. Chris dejó caer su mano una vez más con un fuerte
“PLAS” y deseó no tener que seguir castigándole. Por suerte, Leo reaccionó con
un vacilante:
- Sí, papá. Lo
siento.
- Está bien.
Christopher le
incorporó y le consoló un poco. No había sido una gran azotaina, ni siquiera le
había bajado el pantalón, pero que no doliera mucho no quería decir que no
doliera, y además Leo se abrazó a él como un koala se abraza a su madre.
Enterró su cabeza en la camiseta gris de Chris, y se restregó en ella,
llenándola de lágrimas. Christopher apenas le dio importancia al hecho de que
se tendría que cambiar de camiseta, porque además el traje de su hijo le hizo
pensar que quizás él sí debía arreglarse un poco.
- Lo siento –
repitió el niño.
- Ya lo sé – susurró
Chris, aun abrazado, y le acarició la espalda. Sabía lo que su hijo quería oír
y no tuvo ningún problema en decírselo – Estás perdonado campeón, ya lo sabes.
Aquello bastó para
que Leo dejara de llorar, aunque no deshizo el abrazo. Chris odiaba tener que
ser él quien se separara, pero aun tenían que ir a casa de Wyatt y no quería
llegar tarde a su cita con el director del centro donde le esperaba su hijo.
Con delicadeza, soltó a Leo y le acarició la carita, que estaba húmeda. Aun
había una cosa de la que quería hablar con él.
- ¿Con que ya no
quieres tener un hermano? – preguntó en tono de complicidad, pero deseando en
serio obtener una respuesta. Quería que el chico fuera sincero, y que no le
dijera que sí porque pensara que si no le iba a regañar. Leo pareció pensarlo,
aunque tampoco mucho.
- Sí que quiero. Lo
dije sólo para que te enfadaras.
Chris suspiró
aliviado.
- Pues no ha sido de
tus mejores estrategias. ¿Por qué querías que me enfadara?
- Porque yo estaba
enfadado - respondió el niño como si fuera obvio. Pese a lo confuso de la
respuesta, Chris creyó entender: a Leo no le había gustado la idea de que le
dejaran de lado y quería demostrar su enfado. Además, así, conseguía la
atención de Chris, lo cual le recordaba otra cosa, que antes había dejado pasar
debido a su propio enfado.
- No es verdad eso
de que te vaya "dejando por ahí". Lo que pasa es que no quiero
dejarte solo….¿no te gusta estar con el tío Wyatt?
- Sí, claro, pero no
quiero que el nuevo bebé me sustituya. Que él esté contigo mientras yo estoy
con Wyatt.
- Eso no va a pasar.
– le aseguró Chris, y le dio un abrazo fuerte, casi posesivo. – Eres mi hijo,
Leo. Y nunca dejarás de serlo ni te querré menos por el hecho de que tenga otra
gente a quien querer.
- ¡Papá, que me
rompes! – protestó Leo, y Chris le soltó. Padre e hijo soltaron una risita.
Chris miró el reloj, y luego miró a su hijo.
- Tenemos que irnos.
Con Wyatt. – aclaró. Al final, su hijo no había desayunado. Pero no podía
demorarse más, y su desayuno estaba manchando la mesa- ¿Por qué no coges algún
juguete y te pones el abrigo, mientras te preparo un sándwich?
Leo corrió a por un
barco de lego que tenía en su cuarto, para llevárselo a casa de su tío y jugar
con sus primos. Mientras tanto, Chris limpió la mesa e hizo el sándwich. En
cinco minutos, estaban listos para salir. O casi.
- ¿Y el abrigo?
- ¿Vamos a orbitar?
- Sí, claro – dijo
Chris. Para él era algo casi natural. De hecho, hacía sólo tres años que tenía
licencia de conducir, porque en realidad no necesitaba coche.
- Entonces, ¿para
qué necesito el abrigo? – respondió Leo con una sonrisa, y Chris tuvo que darle
la razón, igual de sonriente. Puso una mano en el hombro de su hijo e hizo que
ambos desaparecieran, para aparecer casi al instante en casa de Wyatt. Linda,
su mujer, estaba en el salón donde habían aparecido.
- Veo que sigues sin
usar el timbre – dijo a modo de saludo, y le dio dos besos. Cuando Chris veía a
la mujer de su hermano no podía evitar acordarse de la suya propia, fallecida
dos años atrás en una explosión de gas. Ni si quiera el poder de curación de un
luz blanca pudo hacer nada en aquella ocasión. Chris intentó sacarse ese
recuerdo de la cabeza: aquél tenía que ser un día feliz. Iba a adoptar un hijo.
- ¡Tía Linda! - dijo
Leo, y corrió a abrazarla. En seguida llegaron el propio Wyatt y sus dos hijos:
Alexander y Victoria.
Tras varios saludos,
buenos deseos, y algo de conversación insustancial, Christopher se despidió.
- Nos vemos luego,
Wy. Ciao, hijo, pórtate bien. Y cómete el sándwich.
- Todo un padrazo –
le oyó bromear a su hermano, justo antes de orbitar.
Ya lejos de su
familia, Christopher se apareció en un callejón, lejos de miradas indiscretas.
Caminó un poco y enseguida se encontró ante un edificio de ladrillos. "Ahí
dentro está mi hijo" se dijo, aunque aun no sabía quién era, ni cómo se
llamaba. Sabía que aun quedaba por delante un fastidioso proceso legal, pero el
director del centro le había prometido que sería más rápido de lo que
imaginaban. Chris, que trabajaba a tiempo parcial en el P3, había recibido una
cuantiosa herencia tras la muerte de su mujer, por lo que por eso, por ser
joven, y por tener ya un hijo bien cuidado, era un candidato más que válido
para la adopción.
Entró en el
edificio, y se iba a anunciar en la recepción cuando vio como un vigilante
arrastraba a un muchacho de rizos negros que se debatía con furia.
- ¡Suéltame, Henry!
– decía el chico.
- Nicholas, no
podemos hacer esto todas las semanas – respondió el vigilante con voz cansada.
Christopher observó
la escena con curiosidad, pero se mantuvo al margen. Sin embargo, en un
determinado momento sus ojos se cruzaron con los de aquél chico, y vio mucho
resentimiento en ellos. Supo de inmediato que el chico lo había pasado mal. El
chico y el hombre desaparecieron de su vista, tras dar la vuelta a una esquina.
Le dijo quién era a la recepcionista y esperó a que el director saliera a
recibirle. Mientras esperaba, le hizo algunas preguntas a la amable mujer.
- ¿Ese chico es de
éste centro?
- Sí. Es Nick. Hace
un numerito como éste casi todas las semanas, pero no es mal chico. Un par de
veces logró salir sin que lo detuvieran, y nos llevamos un buen susto.
- Parece bastante
mayor – comentó Chris, que por alguna razón había pensado que todos los
huérfanos de aquél lugar serían bebés y niños pequeños.
- Es el más tiempo
lleva aquí, junto con su hermano. Tiene 16 años.
"Dieciséis
años" pensó Crhis, que cada vez sentía más interés por él. Como a la mujer
no parecía importarle responderle, siguió preguntando.
- Y ¿cómo es que no
ha sido adoptado todavía? – intento hacer la pregunta de la forma más delicada
posible.
- Lo fue. Una vez.
Pero le separaron de su hermano, que estuvo con otra familia. Aquello no fue
buena idea. Tan sólo unos meses después de su adopción, los dos regresaron - la
mujer habló con tristeza y Chris no tuvo ninguna duda de que estaba encariñada
con los niños que vivían allí.
- ¿Qué edad tiene su
hermano?
- La misma. Son
gemelos. Peter ha sido adoptado más veces. Es "menos difícil", pero
tras la última vez.… No se debe separar a dos hermanos. – dijo la recepcionista
con rotundidad.- Siempre lo he dicho. Como ya tienen cierta edad, creo que por
fin van a escucharles, y que no intentaran darles en adopción por separado.
Pero el problema es que, al ser tan mayores, no tienen muchas opciones. La
mayoría buscan bebés, no adolescentes. Cuando tengan dieciocho saldrán de aquí
como Nick y Peter "Expósito" y tendrán que buscarse un hueco en el
mundo.
Aquello sonó tan
terrible que el corazón de Chris ya sabía lo que iba a hacer antes de que su
cerebro lo pensara.
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