Chapter 6: La curiosidad mató al gato
A la hora de cenar,
Chis dudó si debía dejar dormir a Nick, o si debía despertarlo para que tomara
algo. Entró en su cuarto y le observó dormir durante un rato. Decidió que era
mejor no despertarlo. Se fue a buscar a Leo y a Peter, y los encontró en la
habitación de éste último.
- … ¿Y qué guardas
ahí? – preguntaba Leo, señalando un cajón.
Peter vio a Chris en
el umbral de la puerta y le miró como diciendo "Socorro, no me deja en
paz". Sin embargo, cuando respondió al pequeño lo hizo con voz amable y
con paciencia.
- Tonterías.
Papeles, bocetos, historias sin acabar…
Leo no le dejó
terminar, y le interrumpió con otra pregunta:
- ¿Y aquí? –
pregunto, y trató de abrir una caja que Peter tenía sobre la mesa. Sin embargo,
llevaba candado.
- Eso es personal –
dijo Peter, y se acercó a la caja (del tamaño de un maletín) con actitud
protectora. No fue brusco, pero al niño no le gustó que no satisfajera su
curiosidad.
- ¿Qué es?
- Cosas de mayores.
Esa respuesta era,
definitivamente, la que uno no debía darle nunca a Leo. Era como invitarle a
averiguar lo que contenía la caja, porque él ya era mayor para entender las
"cosas de mayores". Antes de que Chris o Peter pudiera hacer nada,
Leo se abalanzó sobre la caja y trató de cogerla, pero pesaba mucho para él,
así que la dejó caer, y le dio en el pie. La caja cayó al suelo, pero Peter no
le prestó atención, y cogió a Leo en brazos antes de que pudiera hacerlo Chris.
- ¿Estás bien? – le
preguntó a Leo - ¿Te has hecho daño?
El niño parecía
estar decidiendo si echarse a llorar o no. Finalmente, decidió que sí, y se
abrazó a Peter. Chris recorrió la distancia que los separaba en dos zancadas, y
prácticamente le arrebató al niño de los brazos. Aquello molestó un poco a
Peter, le hizo sentir mal, como un "déjalo, que es mío y tú no puedes
cuidar de él". ¿Acaso Chris le culpaba por el accidente?
Pero Christopher
sólo había actuado por instinto: era su cuerpo el que se había movido al oír el
llanto de su hijo. Se debió de dar cuenta de que había sido muy brusco, porque,
aun sosteniendo a Leo entre sus brazos, se giró hacia Peter:
- Discúlpale. Es muy
curioso.
- No pasa nada. –
respondió Peter, mientras recogía la caja. Al caerse, la cerradura se había
roto. La dejó en su sitio mientras fruncía el ceño, disgustado. - ¿Se ha hecho
algo en el pie? La caja pesa un poco…
Christopher sentó a
Leo en la cama y le quitó el zapato. No parecía tener nada, aunque tal vez le
saliera cardenal. Le acarició el pie hasta que dejó de llorar, y le dio un beso
en la frente.
- ¿No has oído eso
de que la curiosidad mató al gato, campeón? Discúlpate con Peter, le has roto
la caja.
- Lo siento – dijo
el niño, y parecía sincero - ¡Pero la caja casi me rompe el pie!
Lo dijo en un tono
tan ofendido, que Peter se rió:
- Le diré que se
disculpe, pero me temo que no sabe hablar.
Leo sonrió, y Chris
le dijo que fuera a lavarse las manos: enseguida iban a cenar. Se quedó unos
momentos a solas con Peter, mordiéndose el labio.
- ¿Qué hay...
- … en la caja? –
preguntó Peter, con expresión neutra – Puedo ver de quién ha sacado Leo su
curiosidad.
- Sí, bueno… Sólo me
pregunto por qué lo guardas bajo llave. Tiene que ser algo importante.
Chris se sintió un
poco avergonzado, pero lo cierto es que, como padre, podía preguntar esas cosas
¿no? Es decir, ¿estaba bien que el chico guardara cosas bajo llave? ¿Acaso
estaba mal? ¿Tenía el derecho o el deber de saber lo que había dentro? ¿O más
bien la obligación de dejarle su espacio? Chris no estaba seguro, así que por
eso había preguntado. Pensó que era la forma más idónea de hacer las cosas, sin
violar directamente la intimidad de Peter, que parecía valorarla demasiado.
- Revistas de chicas
– espetó Peter.
Chris no sabía qué
le sorprendió más, si el tono grosero que el chico había empleado, o la mentira
tan descarada que pretendía que se creyera. No es porque pensara que Peter no
tenía esas revistas (aunque no parecía de esa clase de chicos) sino porque la
forma en que lo dijo sonaba más a desafío que a sinceridad. Sonó a "si le
digo eso me dejará en paz". Christopher no estaba acostumbrado a que Peter
fuera hostil, así que quizá por eso él mismo reaccionó con más brusquedad de la
debida.
- A mí no me hables
de esa forma, y no seas tan descarado.
- Lo siento –
respondió Peter, inmediatamente. Siempre ponía esa mirada de corderito cuando
creía que Chris estaba enfadado con él.
- No importa. Pero
si son revistas de chicas no te importará enseñármelas.
Creyó leer la mente
del muchacho: "en realidad, sí me importaría". En cambio, lo que dijo
fue bien diferente, y apenas audible, porque fue un susurro.
- No son revistas de
chicas.
- ¿De hombres, tal
vez? – preguntó Chris, en un tono falsamente inocente.
- No. – respondió
Peter, y se ruborizó.
- Entonces, ¿me has
mentido? – preguntó con voz de fingida incredulidad. No sabía por qué estaba
sometiendo a Peter a un tercer grado, pero quería saber hasta a dónde podía
llegar. En realidad, no estaba enojado ni mucho menos, pero si Peter creía que
sí tal vez terminara por decirle qué era lo que estaba escondiendo.
- Sí. – reconoció
Peter, mirando al suelo.
- Y ¿vas a decirme
lo que es, o tengo que seguir jugando a las preguntas?
- Yo…- Peter alzó la
mirada y le miró, como pidiendo comprensión - …no te lo voy a decir. Lo siento.
Chris estiró su
falso papel de enfado un poco más.
- ¿Y si te digo que
es una orden?
- Entonces, te lo
diría – respondió Peter, muy serio, tras mirarle durante varios segundos. –
Pero no lo vas a hacer.
- ¿Por qué no? – le
preguntó.
"¿Tan bien me
conoce ya?" pensó Chris, secretamente agradado.
- Porque sabes que
no tienes motivos para hacerlo, y porque sólo me estás probando. – respondió el
chico con tranquilidad. Chris le miró con cierta sorpresa: no sabía que Peter
fuera tan perceptivo. El chico decidió explicárselo – Ese juego lo inventé yo.
Pero te traiciona la voz: si de verdad estuvieras enfadado, me habrías gritado.
Gritas mucho – le dijo.
Chris, resignado a
no averiguar lo que ocultaba aquella caja, y sabiéndose descubierto, soltó una
carcajada.
- No sabía que
gritara tanto.
- Bueno, a mí no.
Pero a Nick le gritas siempre que te enfurece.
- Nick debería aprender
un poco de tu exasperante tranquilidad.
- O yo de su
exasperante rebeldía – respondió Peter, encogiéndose de hombros.
- ¡No! ¡Eso ni
soñarlo! ¡Necesito un poco de normalidad, de vez en cuando!
- Pero yo no soy
normal – respondió Peter, y algo en su tono de voz le hico creer que ya no
estaban bromeando - Ese puesto le corresponde a Leo.
"Si tú supieras
lo poco normales que somos en esta casa" Estuvo a punto de contarle lo de
la magia. A punto, pero no se atrevió. En cambio, se preguntó por qué el chico
había dicho que no era normal. Le hubiera interrogado, pero no quería más
evasivas. Con bromas o sin ellas, le dolía que Peter no confiara lo suficiente
en él.
- Anda, vamos a
cenar – le dijo, y salió de la habitación.
Leo les estaba
esperando abajo, y cuando estuvieron los tres, comenzaron a comer. Hablaron de
aquél día, de la visita de la familia de Chris y de los regalos que les habían
hecho. Rieron y hablaron cada vez más alto, y debieron de despertar a Nick con
el jaleo, pues se le escuchó bajar por las escaleras. Sin decir más que un
"buenas noches, hijo" totalmente cordial, Chris puso discretamente un
cojín sobre el asiento de Nick, consciente de que aun podía estar algo
adolorido por el castigo.
- ¿Sabes? Si dices
tanto esa palabra, me la voy a terminar creyendo – dijo Peter en tono casual,
saludando a su hermano con la cabeza.
- ¿Qué cosa? –
preguntó Chris, sin entender.
- "Hijo".
La tienes en los labios todo el día.
- Ah, sí – dijo
Chris con una sonrisa. – La digo precisamente para que os la creáis. ¿A que
suena bien?
- También me he dado
cuenta de otra cosa – prosiguió Peter.
- ¿De qué? –
preguntó Chris, mientras cogía el plato de Nick para servírselo.
- De que tú no nos
confundes. En el orfanato me llamaban Nick a cada segundo.
- Eso es porque sois
inconfundibles. Sólo con que digas "Hola Chris" ya sé con cuál de los
dos estoy hablando. Además, es fácil saber que tú eres Peter si estás en tu
habitación.
- Mañana nos
vestiremos igual – intervino Nick – Pete, ponte la camiseta azul que nos
compramos el año pasado, y los vaqueros gastados. Veremos si entonces estás tan
seguro.
Nick sonrió con algo
de malicia, y a Chris le encantó verle tan animado. Se había llegado a sentir
culpable: los chicos llevaban dos días en la casa, y en los dos había castigado
a Nick, aquél día encima con el cepillo. Aunque no había conocido a Nick mucho
antes de adoptarle, sabía que desde que estaba con él se comportaba de forma
mucho menos salvaje. ¿Cómo lo había expresado él? "No creo que seas malo.
Si lo creyera, no estaría intentando ser mejor persona". El chico se
estaba esforzando: quizá debía darle un respiro. Las comparaciones eran
odiosas, y tal vez, en su fuero interno, le comparaba demasiado con Peter.
- Leo, no vale que
tú le ayudes – dijo Peter, sacándole de sus pensamientos – Chris tiene que
averiguar por sí mismo quién es quién.
Chris aceptó
encantado. Creía ser capaz de distinguirle perfectamente.
Sin embargo, esa
madrugada, por idea de Nick, los chicos se cambiaron de cama, y de cuarto.
Cuando Chris fue a despertarles, Nick era Peter y Peter era Nick, pero él no lo
sabía. Les dijo que bajaran a desayunar, que tenía que irse al trabajo. Era
lunes.
Peter fue a su
propio cuarto desde el de Nick y zarandeó a su hermano, que había vuelto a
dormirse.
- ¡Nick! – le dijo.
– Hoy no bajes en camiseta o lo notará. Sabe que yo soy más tímido. Además, yo
tengo cicatrices en la espalda, y no sé si él lo sabe.
Nick refunfuñó entre
sueños, pero Peter estaba bastante seguro de que le había oído.
Por la misma regla
que le había dicho a su hermano, él no podía bajar vestido. Chris era muy
observador, y un detalle como ese podía echar por tierra su farsa. Bajó en
pijama diciéndose en su interior "soy Nick, soy Nick". Sin embargo,
bajó las escaleras y, cuando llegó a la cocina, sin mirarle, Chris le saludó:
- Hola, Peter.
- ¡No! ¿Cómo lo has
sabido?
- ¿Cómo he sabido
qué? – preguntó Chris, dándose la vuelta, con la sartén en la mano. Estaba
haciendo huevos revueltos.
- Que yo soy Peter.
He dormido en la cama de Nick. Incluso he bajado sin vestirme.
Chris sonrió,
recordando el reto de la noche anterior.
- Bueno, lo de
dormir en su cama no era necesario: ¿cómo voy a saber desde qué cuarto bajas?
Pero lo he sabido por tus pasos. Eres algo así como una pantera; tu hermano es
más bien como un elefante.
Al poco bajó
Nicholas, vestido con la ropa que Peter y él habían acordado.
- Hola Nick –
saludó, hablándole a Peter.
- No te molestes.
Nos ha descubierto. – Nick le miró sin comprender – Pasos de elefante – dijo
solamente.
A Chris le hacía
gracia que Peter estuviera tan picado por aquél juego tonto.
- No vale – dijo
Nick. - En cuanto Peter suba a vestirse volvemos a empezar.
Christopher rió.
- Vosotros hacer lo
que queráis, pero yo tengo que irme.
- ¿A dónde? –
preguntó Nick, que había estado demasiado dormido como para enterarse cuando
Chris fue a despertarle.
- Al trabajo. Y a
llevar a Leo al cole, que, por cierto, debe de haberse vuelto a dormir – dijo
frunciendo el ceño. A ese paso iban a llegar tarde.
- ¿En qué trabajas?
– preguntó Nick, llenándose la boca de tostadas y de huevos revueltos a la vez.
- En el P3 –
respondió Peter por él – ¿Es que no prestaste atención el día que nos
conocimos?
- Estaba pensando en
lo mal que le quedaban los vaqueros. Oye Chris, ¿puedo ir contigo?
- ¡Eh! ¿Qué hay de
malo con mi ropa? – preguntó Chris entre ofendido y divertido – No Nick, lo
siento. No podéis venir.
- ¿Por qué no? No
empezamos el colegio hasta la semana que viene, podríamos ayudarte en el
trabajo.
Nick y Peter se
incorporarían con el curso ya empezado el lunes de la semana próxima, de
acuerdo con el director del colegio de Leo, al cual les había inscrito.
- Ya, pero es que se
sirve alcohol, y la ley dice que los menores no pueden trabajar en esa clase de
locales. Había pensado que podíais salir a dar una vuelta, para inspeccionar un
poco esto. Tenéis mi número por si pasa cualquier cosa.
Peter terminó de
desayunar, y fue a vestirse cuando Leo aun no había bajado a desayunar. Chris
decidió subir con él para sacar al niño de la cama. Se llevó una sorpresa
cuando vio que el pequeño no estaba en su cuarto.
- Está aquí –
anunció Peter, que no había llegado a entrar a su cuarto. Su voz y su expresión
eran inusualmente duras. Chris se había preguntado varias veces cómo era Peter
cuando estaba enfadado: ahí tenía la respuesta. Su expresión decía
"aléjate de mí o date por muerto" – Ha cogido mi caja.
Chris se acercó, y
vio la mirada de Leo, de perfecto niño arrepentido, con las manos en la prueba
del delito. Peter se acercó a la caja y apartó al niño de ella. No fue
violento, como Nick cuando le empujó en aquél parque, pero sí brusco.
- ¡Leo! – regañó
Chris, aunque no podía dejar de mirar a Peter. - ¿Por qué has hecho eso?
- ¿Has visto lo que
hay dentro? – preguntó Peter, sin dejar que el niño respondiera. Había veneno
en su voz.
- S-sí – dijo el
niño, cohibido ante la forma en la que Peter lo miraba.
- ¿Con qué derecho?
¿Con qué derecho has entrado en mi cuarto y mirado mis cosas?
- Lo…lo siento.
- Lo sientes ahora,
porque te he descubierto. Sino no lo habrías sentido.
Leo parecía a punto
de echarse a llorar.
- Sólo quería saber
lo que había… - dijo el niño.
- Bien, pues ya lo
sabes. Ahora vete.
Leo se le quedó
mirando con mucha penita. Se había encariñado mucho con Peter, que nunca se
cansaba de él ni de sus preguntas. Nunca le había hablado de esa forma. No se
movió, asustado como un conejo al que han sacado de su madriguera.
- ¡Fuera! – le
espetó Peter, elevando la voz.
- Peter, ya es
suficiente – intervino Chris, que consideraba excesivo el enfado del muchacho.
Aquello tenía que ser realmente importante para él para que se pusiera así con
el niño al que le había consentido todo hasta el momento. No contaba con que
Peter podría dirigir su enfado hacia él.
- No pienso
disculparme, Christopher. Esta vez no.
- Lo harás si yo te
pido que lo hagas.
Chris no pudo decir
por qué había respondido así. Tal vez para dejar clara su autoridad; tal vez
porque aquella mañana había comprobado que Peter haría todo lo que le dijera;
tal vez porque en el fondo sabía que Peter tenía razón, pero sentía que debía
defender a Leo, cuya expresión le daba mucha pena.
En cualquier caso,
se arrepintió nada más decirlo. Era casi inevitable que Peter respondiera a su
provocación, y el chico ya estaba lo suficientemente enfadado. Lo que Chris no
podía haberse imaginado, es que Peter iba a echarse a llorar.
"¿No era que el
de lágrima fácil era Nick?"
¿Por qué estaba
llorando? ¿De rabia? ¿Por culpa de Chris? ¿Por lo que había en aquella caja?
- Peter… - dijo, muy
bajito, en tono suave.
- Déjame sólo, por
favor. – pidió el chico. Y, tras dudarlo unos segundos, Chris decidió
complacerle. Se llevó a Leo consigo, que se sentía muy culpable por haber hecho
llorar a Peter. Intentó entrar de nuevo al cuarto, pero Chris no le dejó.
- Escúchame bien. Ya
te disculparás luego con él. Ahora baja, desayuna, y vamos al cole. Luego
hablaremos tú y yo sobre respetar la intimidad de la gente.
Bajó con el niño
para que desayunara, y se encontró con Nick, rezongando aun con el desayuno.
- ¿Qué ha pasado? –
preguntó, al ver que Leo lloriqueaba un poco.
- Ha estado
cotilleando en una caja que Peter tiene sobre la mesa. Se ha enfadado mucho. Se
ha…se ha puesto a llorar – dijo Chris, aun sorprendido. - ¿Tú sabes qué es lo
que guarda?
Nick negó con la
cabeza.
- Si se ha puesto a
llorar sólo pueden ser dos cosas.
Chris le miró con
impaciente interés, para que el chico continuara, pues se había quedado
callado. Pero Nick tan sólo miraba a Leo con cara de circunstancias.
- Leo, cógete una
mandarina y espérame en el coche. Yo voy ahora mismo.
No era un desayuno
muy abundante, pero de todas formas tampoco tenían tiempo para mucho más.
Cuando el niño se
fue, Nick continuó.
- O ahí dentro hay
un cadáver de alguien que le importe…
- Nick, no seas
asqueroso.
- …o están las fotos
y los videos de sus maltratos.
Chris le observó con
horror cuando se dio cuenta de que Nick había hablado completamente en serio.
A la hora de cenar,
Chis dudó si debía dejar dormir a Nick, o si debía despertarlo para que tomara
algo. Entró en su cuarto y le observó dormir durante un rato. Decidió que era
mejor no despertarlo. Se fue a buscar a Leo y a Peter, y los encontró en la
habitación de éste último.
- … ¿Y qué guardas
ahí? – preguntaba Leo, señalando un cajón.
Peter vio a Chris en
el umbral de la puerta y le miró como diciendo "Socorro, no me deja en
paz". Sin embargo, cuando respondió al pequeño lo hizo con voz amable y
con paciencia.
- Tonterías.
Papeles, bocetos, historias sin acabar…
Leo no le dejó
terminar, y le interrumpió con otra pregunta:
- ¿Y aquí? –
pregunto, y trató de abrir una caja que Peter tenía sobre la mesa. Sin embargo,
llevaba candado.
- Eso es personal –
dijo Peter, y se acercó a la caja (del tamaño de un maletín) con actitud
protectora. No fue brusco, pero al niño no le gustó que no satisfajera su
curiosidad.
- ¿Qué es?
- Cosas de mayores.
Esa respuesta era,
definitivamente, la que uno no debía darle nunca a Leo. Era como invitarle a
averiguar lo que contenía la caja, porque él ya era mayor para entender las
"cosas de mayores". Antes de que Chris o Peter pudiera hacer nada,
Leo se abalanzó sobre la caja y trató de cogerla, pero pesaba mucho para él,
así que la dejó caer, y le dio en el pie. La caja cayó al suelo, pero Peter no
le prestó atención, y cogió a Leo en brazos antes de que pudiera hacerlo Chris.
- ¿Estás bien? – le
preguntó a Leo - ¿Te has hecho daño?
El niño parecía
estar decidiendo si echarse a llorar o no. Finalmente, decidió que sí, y se
abrazó a Peter. Chris recorrió la distancia que los separaba en dos zancadas, y
prácticamente le arrebató al niño de los brazos. Aquello molestó un poco a
Peter, le hizo sentir mal, como un "déjalo, que es mío y tú no puedes
cuidar de él". ¿Acaso Chris le culpaba por el accidente?
Pero Christopher
sólo había actuado por instinto: era su cuerpo el que se había movido al oír el
llanto de su hijo. Se debió de dar cuenta de que había sido muy brusco, porque,
aun sosteniendo a Leo entre sus brazos, se giró hacia Peter:
- Discúlpale. Es muy
curioso.
- No pasa nada. –
respondió Peter, mientras recogía la caja. Al caerse, la cerradura se había
roto. La dejó en su sitio mientras fruncía el ceño, disgustado. - ¿Se ha hecho
algo en el pie? La caja pesa un poco…
Christopher sentó a
Leo en la cama y le quitó el zapato. No parecía tener nada, aunque tal vez le
saliera cardenal. Le acarició el pie hasta que dejó de llorar, y le dio un beso
en la frente.
- ¿No has oído eso
de que la curiosidad mató al gato, campeón? Discúlpate con Peter, le has roto
la caja.
- Lo siento – dijo
el niño, y parecía sincero - ¡Pero la caja casi me rompe el pie!
Lo dijo en un tono
tan ofendido, que Peter se rió:
- Le diré que se
disculpe, pero me temo que no sabe hablar.
Leo sonrió, y Chris
le dijo que fuera a lavarse las manos: enseguida iban a cenar. Se quedó unos
momentos a solas con Peter, mordiéndose el labio.
- ¿Qué hay...
- … en la caja? –
preguntó Peter, con expresión neutra – Puedo ver de quién ha sacado Leo su
curiosidad.
- Sí, bueno… Sólo me
pregunto por qué lo guardas bajo llave. Tiene que ser algo importante.
Chris se sintió un
poco avergonzado, pero lo cierto es que, como padre, podía preguntar esas cosas
¿no? Es decir, ¿estaba bien que el chico guardara cosas bajo llave? ¿Acaso
estaba mal? ¿Tenía el derecho o el deber de saber lo que había dentro? ¿O más
bien la obligación de dejarle su espacio? Chris no estaba seguro, así que por
eso había preguntado. Pensó que era la forma más idónea de hacer las cosas, sin
violar directamente la intimidad de Peter, que parecía valorarla demasiado.
- Revistas de chicas
– espetó Peter.
Chris no sabía qué
le sorprendió más, si el tono grosero que el chico había empleado, o la mentira
tan descarada que pretendía que se creyera. No es porque pensara que Peter no
tenía esas revistas (aunque no parecía de esa clase de chicos) sino porque la
forma en que lo dijo sonaba más a desafío que a sinceridad. Sonó a "si le
digo eso me dejará en paz". Christopher no estaba acostumbrado a que Peter
fuera hostil, así que quizá por eso él mismo reaccionó con más brusquedad de la
debida.
- A mí no me hables
de esa forma, y no seas tan descarado.
- Lo siento –
respondió Peter, inmediatamente. Siempre ponía esa mirada de corderito cuando
creía que Chris estaba enfadado con él.
- No importa. Pero
si son revistas de chicas no te importará enseñármelas.
Creyó leer la mente
del muchacho: "en realidad, sí me importaría". En cambio, lo que dijo
fue bien diferente, y apenas audible, porque fue un susurro.
- No son revistas de
chicas.
- ¿De hombres, tal
vez? – preguntó Chris, en un tono falsamente inocente.
- No. – respondió
Peter, y se ruborizó.
- Entonces, ¿me has
mentido? – preguntó con voz de fingida incredulidad. No sabía por qué estaba
sometiendo a Peter a un tercer grado, pero quería saber hasta a dónde podía
llegar. En realidad, no estaba enojado ni mucho menos, pero si Peter creía que
sí tal vez terminara por decirle qué era lo que estaba escondiendo.
- Sí. – reconoció
Peter, mirando al suelo.
- Y ¿vas a decirme
lo que es, o tengo que seguir jugando a las preguntas?
- Yo…- Peter alzó la
mirada y le miró, como pidiendo comprensión - …no te lo voy a decir. Lo siento.
Chris estiró su
falso papel de enfado un poco más.
- ¿Y si te digo que
es una orden?
- Entonces, te lo
diría – respondió Peter, muy serio, tras mirarle durante varios segundos. –
Pero no lo vas a hacer.
- ¿Por qué no? – le
preguntó.
"¿Tan bien me
conoce ya?" pensó Chris, secretamente agradado.
- Porque sabes que
no tienes motivos para hacerlo, y porque sólo me estás probando. – respondió el
chico con tranquilidad. Chris le miró con cierta sorpresa: no sabía que Peter
fuera tan perceptivo. El chico decidió explicárselo – Ese juego lo inventé yo.
Pero te traiciona la voz: si de verdad estuvieras enfadado, me habrías gritado.
Gritas mucho – le dijo.
Chris, resignado a
no averiguar lo que ocultaba aquella caja, y sabiéndose descubierto, soltó una
carcajada.
- No sabía que
gritara tanto.
- Bueno, a mí no.
Pero a Nick le gritas siempre que te enfurece.
- Nick debería aprender
un poco de tu exasperante tranquilidad.
- O yo de su
exasperante rebeldía – respondió Peter, encogiéndose de hombros.
- ¡No! ¡Eso ni
soñarlo! ¡Necesito un poco de normalidad, de vez en cuando!
- Pero yo no soy
normal – respondió Peter, y algo en su tono de voz le hico creer que ya no
estaban bromeando - Ese puesto le corresponde a Leo.
"Si tú supieras
lo poco normales que somos en esta casa" Estuvo a punto de contarle lo de
la magia. A punto, pero no se atrevió. En cambio, se preguntó por qué el chico
había dicho que no era normal. Le hubiera interrogado, pero no quería más
evasivas. Con bromas o sin ellas, le dolía que Peter no confiara lo suficiente
en él.
- Anda, vamos a
cenar – le dijo, y salió de la habitación.
Leo les estaba
esperando abajo, y cuando estuvieron los tres, comenzaron a comer. Hablaron de
aquél día, de la visita de la familia de Chris y de los regalos que les habían
hecho. Rieron y hablaron cada vez más alto, y debieron de despertar a Nick con
el jaleo, pues se le escuchó bajar por las escaleras. Sin decir más que un
"buenas noches, hijo" totalmente cordial, Chris puso discretamente un
cojín sobre el asiento de Nick, consciente de que aun podía estar algo
adolorido por el castigo.
- ¿Sabes? Si dices
tanto esa palabra, me la voy a terminar creyendo – dijo Peter en tono casual,
saludando a su hermano con la cabeza.
- ¿Qué cosa? –
preguntó Chris, sin entender.
- "Hijo".
La tienes en los labios todo el día.
- Ah, sí – dijo
Chris con una sonrisa. – La digo precisamente para que os la creáis. ¿A que
suena bien?
- También me he dado
cuenta de otra cosa – prosiguió Peter.
- ¿De qué? –
preguntó Chris, mientras cogía el plato de Nick para servírselo.
- De que tú no nos
confundes. En el orfanato me llamaban Nick a cada segundo.
- Eso es porque sois
inconfundibles. Sólo con que digas "Hola Chris" ya sé con cuál de los
dos estoy hablando. Además, es fácil saber que tú eres Peter si estás en tu
habitación.
- Mañana nos
vestiremos igual – intervino Nick – Pete, ponte la camiseta azul que nos
compramos el año pasado, y los vaqueros gastados. Veremos si entonces estás tan
seguro.
Nick sonrió con algo
de malicia, y a Chris le encantó verle tan animado. Se había llegado a sentir
culpable: los chicos llevaban dos días en la casa, y en los dos había castigado
a Nick, aquél día encima con el cepillo. Aunque no había conocido a Nick mucho
antes de adoptarle, sabía que desde que estaba con él se comportaba de forma
mucho menos salvaje. ¿Cómo lo había expresado él? "No creo que seas malo.
Si lo creyera, no estaría intentando ser mejor persona". El chico se
estaba esforzando: quizá debía darle un respiro. Las comparaciones eran
odiosas, y tal vez, en su fuero interno, le comparaba demasiado con Peter.
- Leo, no vale que
tú le ayudes – dijo Peter, sacándole de sus pensamientos – Chris tiene que
averiguar por sí mismo quién es quién.
Chris aceptó
encantado. Creía ser capaz de distinguirle perfectamente.
Sin embargo, esa
madrugada, por idea de Nick, los chicos se cambiaron de cama, y de cuarto.
Cuando Chris fue a despertarles, Nick era Peter y Peter era Nick, pero él no lo
sabía. Les dijo que bajaran a desayunar, que tenía que irse al trabajo. Era
lunes.
Peter fue a su
propio cuarto desde el de Nick y zarandeó a su hermano, que había vuelto a
dormirse.
- ¡Nick! – le dijo.
– Hoy no bajes en camiseta o lo notará. Sabe que yo soy más tímido. Además, yo
tengo cicatrices en la espalda, y no sé si él lo sabe.
Nick refunfuñó entre
sueños, pero Peter estaba bastante seguro de que le había oído.
Por la misma regla
que le había dicho a su hermano, él no podía bajar vestido. Chris era muy
observador, y un detalle como ese podía echar por tierra su farsa. Bajó en
pijama diciéndose en su interior "soy Nick, soy Nick". Sin embargo,
bajó las escaleras y, cuando llegó a la cocina, sin mirarle, Chris le saludó:
- Hola, Peter.
- ¡No! ¿Cómo lo has
sabido?
- ¿Cómo he sabido
qué? – preguntó Chris, dándose la vuelta, con la sartén en la mano. Estaba
haciendo huevos revueltos.
- Que yo soy Peter.
He dormido en la cama de Nick. Incluso he bajado sin vestirme.
Chris sonrió,
recordando el reto de la noche anterior.
- Bueno, lo de
dormir en su cama no era necesario: ¿cómo voy a saber desde qué cuarto bajas?
Pero lo he sabido por tus pasos. Eres algo así como una pantera; tu hermano es
más bien como un elefante.
Al poco bajó
Nicholas, vestido con la ropa que Peter y él habían acordado.
- Hola Nick –
saludó, hablándole a Peter.
- No te molestes.
Nos ha descubierto. – Nick le miró sin comprender – Pasos de elefante – dijo
solamente.
A Chris le hacía
gracia que Peter estuviera tan picado por aquél juego tonto.
- No vale – dijo
Nick. - En cuanto Peter suba a vestirse volvemos a empezar.
Christopher rió.
- Vosotros hacer lo
que queráis, pero yo tengo que irme.
- ¿A dónde? –
preguntó Nick, que había estado demasiado dormido como para enterarse cuando
Chris fue a despertarle.
- Al trabajo. Y a
llevar a Leo al cole, que, por cierto, debe de haberse vuelto a dormir – dijo
frunciendo el ceño. A ese paso iban a llegar tarde.
- ¿En qué trabajas?
– preguntó Nick, llenándose la boca de tostadas y de huevos revueltos a la vez.
- En el P3 –
respondió Peter por él – ¿Es que no prestaste atención el día que nos
conocimos?
- Estaba pensando en
lo mal que le quedaban los vaqueros. Oye Chris, ¿puedo ir contigo?
- ¡Eh! ¿Qué hay de
malo con mi ropa? – preguntó Chris entre ofendido y divertido – No Nick, lo
siento. No podéis venir.
- ¿Por qué no? No
empezamos el colegio hasta la semana que viene, podríamos ayudarte en el
trabajo.
Nick y Peter se
incorporarían con el curso ya empezado el lunes de la semana próxima, de
acuerdo con el director del colegio de Leo, al cual les había inscrito.
- Ya, pero es que se
sirve alcohol, y la ley dice que los menores no pueden trabajar en esa clase de
locales. Había pensado que podíais salir a dar una vuelta, para inspeccionar un
poco esto. Tenéis mi número por si pasa cualquier cosa.
Peter terminó de
desayunar, y fue a vestirse cuando Leo aun no había bajado a desayunar. Chris
decidió subir con él para sacar al niño de la cama. Se llevó una sorpresa
cuando vio que el pequeño no estaba en su cuarto.
- Está aquí –
anunció Peter, que no había llegado a entrar a su cuarto. Su voz y su expresión
eran inusualmente duras. Chris se había preguntado varias veces cómo era Peter
cuando estaba enfadado: ahí tenía la respuesta. Su expresión decía
"aléjate de mí o date por muerto" – Ha cogido mi caja.
Chris se acercó, y
vio la mirada de Leo, de perfecto niño arrepentido, con las manos en la prueba
del delito. Peter se acercó a la caja y apartó al niño de ella. No fue
violento, como Nick cuando le empujó en aquél parque, pero sí brusco.
- ¡Leo! – regañó
Chris, aunque no podía dejar de mirar a Peter. - ¿Por qué has hecho eso?
- ¿Has visto lo que
hay dentro? – preguntó Peter, sin dejar que el niño respondiera. Había veneno
en su voz.
- S-sí – dijo el
niño, cohibido ante la forma en la que Peter lo miraba.
- ¿Con qué derecho?
¿Con qué derecho has entrado en mi cuarto y mirado mis cosas?
- Lo…lo siento.
- Lo sientes ahora,
porque te he descubierto. Sino no lo habrías sentido.
Leo parecía a punto
de echarse a llorar.
- Sólo quería saber
lo que había… - dijo el niño.
- Bien, pues ya lo
sabes. Ahora vete.
Leo se le quedó
mirando con mucha penita. Se había encariñado mucho con Peter, que nunca se
cansaba de él ni de sus preguntas. Nunca le había hablado de esa forma. No se
movió, asustado como un conejo al que han sacado de su madriguera.
- ¡Fuera! – le
espetó Peter, elevando la voz.
- Peter, ya es
suficiente – intervino Chris, que consideraba excesivo el enfado del muchacho.
Aquello tenía que ser realmente importante para él para que se pusiera así con
el niño al que le había consentido todo hasta el momento. No contaba con que
Peter podría dirigir su enfado hacia él.
- No pienso
disculparme, Christopher. Esta vez no.
- Lo harás si yo te
pido que lo hagas.
Chris no pudo decir
por qué había respondido así. Tal vez para dejar clara su autoridad; tal vez
porque aquella mañana había comprobado que Peter haría todo lo que le dijera;
tal vez porque en el fondo sabía que Peter tenía razón, pero sentía que debía
defender a Leo, cuya expresión le daba mucha pena.
En cualquier caso,
se arrepintió nada más decirlo. Era casi inevitable que Peter respondiera a su
provocación, y el chico ya estaba lo suficientemente enfadado. Lo que Chris no
podía haberse imaginado, es que Peter iba a echarse a llorar.
"¿No era que el
de lágrima fácil era Nick?"
¿Por qué estaba
llorando? ¿De rabia? ¿Por culpa de Chris? ¿Por lo que había en aquella caja?
- Peter… - dijo, muy
bajito, en tono suave.
- Déjame sólo, por
favor. – pidió el chico. Y, tras dudarlo unos segundos, Chris decidió
complacerle. Se llevó a Leo consigo, que se sentía muy culpable por haber hecho
llorar a Peter. Intentó entrar de nuevo al cuarto, pero Chris no le dejó.
- Escúchame bien. Ya
te disculparás luego con él. Ahora baja, desayuna, y vamos al cole. Luego
hablaremos tú y yo sobre respetar la intimidad de la gente.
Bajó con el niño
para que desayunara, y se encontró con Nick, rezongando aun con el desayuno.
- ¿Qué ha pasado? –
preguntó, al ver que Leo lloriqueaba un poco.
- Ha estado
cotilleando en una caja que Peter tiene sobre la mesa. Se ha enfadado mucho. Se
ha…se ha puesto a llorar – dijo Chris, aun sorprendido. - ¿Tú sabes qué es lo
que guarda?
Nick negó con la
cabeza.
- Si se ha puesto a
llorar sólo pueden ser dos cosas.
Chris le miró con
impaciente interés, para que el chico continuara, pues se había quedado
callado. Pero Nick tan sólo miraba a Leo con cara de circunstancias.
- Leo, cógete una
mandarina y espérame en el coche. Yo voy ahora mismo.
No era un desayuno
muy abundante, pero de todas formas tampoco tenían tiempo para mucho más.
Cuando el niño se
fue, Nick continuó.
- O ahí dentro hay
un cadáver de alguien que le importe…
- Nick, no seas
asqueroso.
- …o están las fotos
y los videos de sus maltratos.
Chris le observó con
horror cuando se dio cuenta de que Nick había hablado completamente en serio.
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